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CONTENIDO

1. Escoger el Salmo .................................................................................................... 3


2. Aprender la biblia: contexto histórico del salmo ................................................... 5
3. Estudiar el salmo: comentario de los santos........................................................... 8
4. Reconstruir la situación de vida ........................................................................... 15
5. Triturar el salmo ................................................................................................... 17
6. Cristificar el salmo ............................................................................................... 21
7. El salmo y la Iglesia ............................................................................................. 23
8. Relación con el cántico del magnificat ................................................................ 25
Referencias .................................................................................................................. 27
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1. ESCOGER EL SALMO

SALMO 84 (83)
Canto de peregrinación1

1
Del maestro de coro. Según la... de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.
2
¡Qué amables son tus moradas,
Yahvé Sebaot!
3
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo.

4
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
para sí la golondrina un nido
donde poner a sus crías:
¡Tus altares, Yahvé Sebaot,
rey mío y Dios mío!

5
Dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre; Pausa.
6
dichoso el que saca de ti fuerzas
cuando piensa en las subidas.

7
Al pasar por el valle del Bálsamo,
lo van transformando en hontanar
y las lluvias lo cubren de albercas.
8
Caminan de altura en altura,

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Biblia de Jerusalén, 2009, Desclée de Brouwer: Bilbao.
4

y Dios se les muestra en Sión.

9
¡Yahvé, Dios Sebaot, escucha mi plegaria,
hazme caso, oh Dios de Jacob!
10
Oh Dios, nuestro escudo, mira,
fíjate en el rostro de tu ungido.

11
Vale más un día en tus atrios
que mil en mis mansiones,
pisar el umbral de la Casa de mi Dios
que habitar en la tienda del malvado.

12
Porque Yahvé es almena y escudo,
él otorga gracia y gloria;
Yahvé no niega la felicidad
al que camina con rectitud.

13
¡Oh Yahvé Sebaot,
dichoso quien confía en ti!
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2. APRENDER LA BIBLIA: CONTEXTO HISTÓRICO DEL SALMO

El salmo 84(83), pertenece un grupo de salmos que estaban en el apéndice del


salterio Elohista. La mayor parte son de Coré (84ss y 87ss). Este iguala y supera al
primero de Coré (42) en el impulso religioso y místico. Al igual que él, se puede definir
como de peregrinación. Pero es también, o llega a ser en la etapa sucesiva, una súplica
individual; lo define el mismo autor en el v. 9.

Para A. Levvoratti, el salmo 84(83), es un salmo primitivo, como muchos admiten,


es antiguo y es del norte; probablemente del extremo norte, el santuario de Dan, como
el 42, que habla de aguas muy abundantes para ser el de Jerusalén. Allá, en verdad, una
peregrinación se transforma en fuente (84 y 7), para aquellos que lo realizan con en el
corazón aquel sendero (6b). Luego la peregrinación es la de Jerusalén (8b); los cuatro
apelativos divinos rítmicos son de origen jerosolimitano. A este propósito hacemos
notar que la redacción Elohista agrega al final frecuentemente elohim en 9-12,
intentando uniformar el salmo yahvista al salterio Elohista inmediatamente anterior.

Situándolo en el contexto de la colección, tal vez no sea casual que esta redacción
se note solamente en la última etapa o estrofa, la que transforma el salmo de
peregrinación en plegaria por el rey. Pero esta oración debió ser hecha antes del exilio.
La expresión inicial nuestro escudo del v. 10a parece el complemento objeto referido
al rey, como muestra el paralelismo con 10b: el Mesías (erróneamente entendido como
si se tratara del Sumo Sacerdote postexílico por los que consideran al salmo muy
tardío). El que hace esta plegaria, ahora, parece un levita (ya no un peregrino), que
escogió estar bajo el umbral, como guardia del templo (se vea 1 Re 12,10; 22,4). El
oráculo (10) responde al levita diciéndole que el escudo es Yahvé, de manera evasiva
a la petición del orante. Este, sin embargo, queda satisfecho y sigue esperando (13),
abriendo así el discurso al salmo sucesivo. Así pues, para Levvoratti, el contexto del
salmo sería una oración por el Rey y no una peregrinación hacia Jerusalén.

Para quienes sostienen que es una peregrinación, como en el caso de Luis Alonso
Schökel, vale la pena preguntar: ¿De qué fiesta se trata? Considerando la referencia
probable a las lluvias de otoño en el v. 7b, algunos piensan en la fiesta de las chozas.
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Se objeta que dicha fiesta «dura siete días» (Lv 23,39: «El día quince del séptimo mes,
después de haber cosechado el producto de la tierra, celebraréis la fiesta en honor de
Yahvé durante siete días. El primer día será de descanso total e igualmente el octavo.);
pero no importa, porque la mención de «un día» es proverbial, para el contraste uno-
mil. Tampoco se puede excluir una peregrinación personal, por devoción, al margen de
las fiestas oficiales del calendario.

El salmo está dominado por la primera persona singular; cuando pasa al plural, es
refiriéndose a un grupo en una bienaventuranza, o pronunciando un título divino (v.
10), o generalizando una conducta (v. 12b). Compárese este salmo con el plural del
salmo 122 o el recuerdo de una multitud en el salmo 42,5. Por el aspecto personal, el
presente salmo está más cerca del salmo 63, sin alcanzar el mismo grado de
corporeidad.

Ahora bien, el salmo es disponible para cualquier peregrinación. En el caso de fiesta


oficial y colectiva, es más importante no caer en ritualismo o en la rutina de un gozo
exterior. Mientras el salmo 122 habla de la «costumbre» o ley de Israel, el presente es
del todo espontáneo. El orante se siente movido por un gozo interno, no por
imposiciones o condicionamientos externos: cómo una golondrina.

En la Biblia comentada por los Profesores de Salamanca (1967), leemos la siguiente


explicación del salmo, bajo el epígrafe “Anhelo de la presencia de Dios en el templo”:

El yahvista fervoroso tenía toda su ilusión en vivir a la sombra del templo,


participando de la familiaridad con su Dios en la asistencia a las funciones
litúrgicas. Este salmo es similar a los salmos 42 y 43. En éstos se refleja la
nostalgia del levita que no puede asistir a la vida de culto del templo; en este
salmo 84 se dan gracias a Dios y se entona un himno de alabanza por haberle
otorgado el inmenso beneficio de poder tener acceso al santuario. Es la voz
agradecida del peregrino que puede acercarse a la morada de Yahvé y vivir en
intimidad espiritual con su Dios. El salmo es lírico y no didáctico, y canta a
Yahvé como Dios viviente, Señor de las jerarquías angélicas. Soberano de los
ejércitos astrales, Israel es el pueblo escogido por este Dios omnipotente, y tiene
su morada en el templo de Sión. El peregrino que llega a él se siente feliz, pues
7

más vale un día en la casa del Señor que mil fuera de su recinto sagrado. Con
toda ingenuidad muestra envidia de los sacerdotes y levitas, que pueden vivir
permanentemente en los atrios del Señor. Consciente de su vinculación a la
nación privilegiada, el salmista ruega por el ungido de Yahvé, el rey, que es el
eslabón que conduce al Ungido por excelencia: el Mesías. Así, la oración del
salmista es colectiva, pues se asocia a los intereses generales de la nación. Por
las alusiones al templo y al rey hemos de suponer que el salmo es anterior al
exilio. Los reyes Ezequías y Josías, profundamente piadosos, habían fomentado
las peregrinaciones al templo con motivo de la Pascua. Quizá el salmista refleje
aquí una de estas circunstancias históricas de los tiempos gloriosos de la
monarquía israelita (pág. 512-513).
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3. ESTUDIAR EL SALMO: COMENTARIO DE LOS SANTOS

Comentario de San Agustín al Salmo 84 (83)2:

Mi alma desfallece anhelando los atrios del Señor. Escucha ahora cómo se mantiene
firme alegre en la esperanza: Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Se han
regocijado aquí en lo de allá. ¿De dónde le viene la alegría, sino de la esperanza? ¿Y
adónde se dirige ese regocijo? Al Dios vivo. ¿Qué es lo que en ti se regocija? Mi
corazón y mi carne. ¿De dónde viene ese regocijo? Porque hasta el gorrión, dice el
salmo, ha encontrado una casa, y la tórtola un nido, donde colocar sus polluelos. ¿Qué
significa esto? Había mencionado dos cosas, y ahora retorna a ellas con la semejanza
de dos aves: dijo que retozaban su corazón y su carne, y ahora las simboliza en el
gorrión y en la tórtola: el corazón como el gorrión, y la carne como la tórtola.

Encontró el gorrión casa para él; encontró también mi corazón casa para sí. Usará
sus alas volando por las virtudes de este tiempo, en la fe, la esperanza y la caridad, con
las que vuele hacia su casa; y cuando llegue permanecerá para siempre, y ya no se oirá
más allí el canto lastimero que aquí se oye, del que se dice en otro salmo: Como pájaro
sin pareja en el tejado. Desde el tejado vuela a su casa. Y estando sobre el tejado, que
pisotee la casa carnal; tendrá un lugar en el cielo, una morada eterna; y este pájaro
pondrá fin a sus cantos lastimeros. Pero a la tórtola, o sea, a la carne, le puso unos
polluelos: La tórtola ha encontrado un nido donde colocar sus polluelos. El pájaro tiene
casa, la tórtola un nido, y un nido donde colocará sus polluelos. La casa se elige como
morada eterna, el nido se forma para un tiempo.

Con el corazón pensamos en Dios, como pájaro que volando a su casa; con la carne
realizamos obras buenas. Ya veis cuántas obras buenas realizan los cuerpos de los
santos; es gracias al cuerpo de carne como realizamos las obras que se nos han mandado
hacer, con las cuales nos ayudamos mutuamente en esta vida. Como nos dice Isaías:
Parte tu pan con el hambriento, y al necesitado y sin techo hospédalo en tu casa; si ves
a alguien desnudo, vístelo... y otras cosas parecidas, que se nos han ordenado, no las
hacemos sino por medio de la carne. Y así el pájaro aquel que piensa en su casa, no se

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Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA
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aparta de la tórtola que anda buscando para sí un nido donde colocar sus polluelos; no
los abandona en cualquier sitio, sino que ha encontrado un nido para sí, donde
colocarlos.

Estoy diciendo, hermanos, lo que ya conocéis: ¿Cuántos fuera de la Iglesia se les ve


que hacen buenas obras? ¿Cuántos, incluso paganos, alimentan al hambriento, visten
al desnudo, acogen a algún huésped, visitan a un enfermo, consuelan al encarcelado?
¡Cuántos hay que hacen estas cosas! Se parecen a la tórtola poniendo huevos, pero no
ha encontrado un nido para sí. ¡Cuántas y cuántas cosas realizan los herejes fuera de la
Iglesia, y no colocan los polluelos en el nido! Serán pisoteados, serán destrozados, no
se les cuidará ni se les mantendrá. Simbolizando esta carne que realiza buenas obras,
el apóstol Pablo pone una mujer, cuando dice: Adán no fue engañado, fue engañada la
mujer. Adán después consintió a la invitación de la mujer; pero a ésta la engañó la
serpiente.

Pero ¿cómo llegaremos allá? Dichoso el hombre que recibe de ti su fuerza, Señor.
Ha comprendido el salmista dónde se encontraba, y que por la fragilidad de su propia
carne no podía volar hasta aquella felicidad; se puso a considerar los pesos que le
impedían, como se dice en otro lugar: El cuerpo corruptible oprime el alma, y la tienda
terrenal abruma la mente, que piensa en muchas cosas. El espíritu tiende hacia lo alto,
y el peso de la carne empuja hacia abajo. Entre estos dos impulsos, de elevación y de
hundimiento, hay una cierta lucha, y esta lucha pertenece al apisonamiento del lagar.

Escucha esta lucha lagareña de boca del Apóstol, que también él fue triturado, fue
prensado: Me complazco, dice, en la ley de Dios, según el hombre interior; pero veo
otra ley en mis miembros que rechaza la ley de mi mente, y me esclaviza en la ley del
pecado que hay en mis miembros. Gran lucha esta, y gran desazón por evitarla, si no
viniera el auxilio de inmediato, como dice: ¡Pobre de mí! ¿quién me librará de este
cuerpo de muerte? La gracia de Dios por obra de Jesucristo nuestro Señor. Vemos,
pues, que también aquí el autor de este salmo ha visto aquellos gozos de la otra vida, y
los meditaba en su interior: ¡dichosos los que habitan en tu casa, Señor! Te alabarán
por los siglos de los siglos. Pero ¿quién subirá hasta allá? ¿Qué haré con el peso de mi
carne? Dichosos los que habitan en tu casa, Señor; por los siglos de los siglos te
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alabarán. Me complazco, sí, en la ley de Dios según el hombre interior. Pero ¿qué
hacer? ¿cómo volar? ¿cómo llegar allá? Descubro otra ley en mis miembros que
rechaza la ley de mi razón. Se confiesa infeliz, y dice: ¿quién me librará de este cuerpo
de muerte? para que pueda habitar en la casa del Señor, y alabarlo por los siglos de los
siglos. ¿Quién me librará? La gracia de Dios, por obra de Jesucristo nuestro Señor. Así
es como en las palabras del Apóstol, que, en medio de aquella dificultad, y como de
una incurable lucha, le sugiere la mente un remedio en lo que añade: La gracia de Dios,
por obra de Jesucristo, Señor nuestro. Así también aquí, el salmista, al suspirar con
ardiente deseo por la casa de Dios, y por sus alabanzas, habiendo considerado el
gravamen de su cuerpo y la mole de su carne, tras un momento de desánimo, de nuevo
se yergue su esperanza y dice: Dichoso el hombre que es recibido por ti, Señor.

¿Por qué en el hondo valle del llanto? ¿Y de qué valle de lágrimas iremos hacia
aquel lugar de alegría? Así dice: Porque el que dio la ley, dará también la bendición.
Nos afligió con la ley, nos oprimió con la ley, nos hizo experimentar el lagar; sufrimos
la angustia, hemos conocido la tribulación de nuestra carne, hemos prorrumpido en
gemidos, al ver que el pecado se rebela contra nuestra razón, y hemos clamado: ¡Oh
miserable de mí!; bajo la ley hemos gemido; ¿Qué nos resta, sino que el mismo que
nos dio la ley nos dé también la bendición? Después de la ley vendrá la gracia; ella es
la bendición. ¿Y qué beneficios nos ha traído esta gracia y bendición? Irán de las
virtudes a la virtud. De hecho, en esta vida por la gracia se nos dan muchas virtudes: A
uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia, según el
mismo Espíritu; a otro la fe; a otro el don de curaciones; a otro la diversidad de lenguas;
a otro el don de interpretarlas; a otro el don de profecía.

Muchas son las virtudes, pero todas necesarias en esta vida; y de estas virtudes nos
vamos a la virtud por excelencia. ¿Cuál es esta virtud? Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios. Él es quien concede las diversas virtudes en este mundo, y el que en
lugar de tantas virtudes, necesarias y útiles mientras estemos en el valle de lágrimas,
nos dará la única virtud: él mismo. Son cuatro las virtudes que regulan nuestra vida: lo
dicen muchos autores, y también está en la Escritura. Prudencia se llama aquella por la
que distinguimos el bien del mal. Justicia aquella por la que damos a cada uno lo suyo,
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sin quedar en deuda con nadie, sino amando a todos; llamamos templanza a aquella por
la que ponemos freno a nuestros vicios; y fortaleza la virtud por la que soportamos
todas las adversidades. Estas son las virtudes que ahora, en el valle de lágrimas se nos
dan por la gracia de Dios. Y desde estas virtudes, nos vamos hacia la virtud por
excelencia. ¿Y en qué consistirá esa virtud, sino en la sola contemplación de Dios? Allí
no será necesaria la prudencia, ya que no habrá mal alguno que evitar. Y de las demás
¿qué pensamos, hermanos? Tampoco hará falta la justicia como la de aquí abajo, ya
que no habrá ninguna necesidad que remediar. Ni se necesitará la templanza, ya que no
tendremos apetitos desordenados que refrenar; la fortaleza tampoco será necesaria,
como aquí, ya que no tendremos males que soportar. Luego de estas virtudes y
actividades, pasaremos a la única virtud de aquella contemplación, por la que veremos
a Dios, según está escrito: Por la mañana me pondré ante ti y estaré contemplando.
Fíjate cómo de estas virtudes activas, pasaremos a aquella contemplación. Así continúa
el texto: Irán de las virtudes a la virtud; ¿a qué virtud? La contemplación. ¿Qué es la
contemplación? Aparecerá el Dios de los dioses en Sión. El Dios de los dioses es Cristo
para los cristianos. ¿En qué sentido el Dios de los dioses es Cristo para los cristianos?
Sí; dice un salmo: Yo he dicho: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo todos. Aquel
en quien hemos creído, el bello esposo, que para remedio de nuestra deformidad,
apareció aquí deforme, porque le vimos, dice Isaías, y no tenía aspecto ni atractivo
alguno, él nos dio el poder llegar a ser hijos de Dios, como nos dice san Juan en su
evangelio. Pero cuando desaparezca toda la condición de mortalidad, aparecerá a los
limpios de corazón como Dios junto a Dios, la Palabra junto a Dios, por la cual fueron
creadas todas las cosas; en efecto, dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios. El Dios de los dioses aparecerá en Sión.

Del pensamiento de aquellos gozos, vuelve de nuevo el salmista a sus suspiros. Ve


en esperanza adónde habría llegado, y dónde se halla en realidad. Aparecerá, en ese
tiempo, el Dios de los dioses en Sión. Él será la fuente de nuestro gozo; a él lo estaremos
alabando por los siglos de los siglos. Pero ahora es todavía el tiempo de la oración, el
tiempo de la súplica. Y si también hay algún gozo, nos viene sólo de la esperanza.
Somos peregrinos, nos hallamos todavía en el valle del llanto. Por eso, volviendo al
gemido, propio de este lugar, dice: ¡Señor Dios de los ejércitos, escucha mi súplica!
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Inclina tu oído, Dios de Jacob, tú que a Jacob lo cambiaste en Israel. Así fue, Dios se
le apareció, y desde entonces se le llamó Israel, el que ve a Dios. Escúchame, pues,
Dios de Jacob, y haz de mí un Israel. ¿Cuándo llegaré a ser Israel? Cuando aparezca el
Dios de los dioses en Sión.

El Señor no privará de sus bienes a los que caminan en la inocencia. ¿Por qué
vosotros, hombres, renunciáis a la inocencia, sino porque preferís tener otros bienes?
Uno, por ejemplo, no quiere mantener la inocencia, para no devolver lo que se le confía.
Prefiere tener oro y perder la inocencia. ¿Qué gana con ello? ¿Y en qué se perjudica?
Gana un poco de oro, pero a costa de su inocencia. ¿Es que hay algo de más valor que
la inocencia? Pero si mantengo mi inocencia, dice, voy a ser pobre. ¿Es, acaso, una
riqueza despreciable la inocencia? Si tuvieras el arca llena de oro, serías rico; y si el
corazón lo tuvieras lleno de buena conducta, de inocencia, ¿vas a ser pobre por eso? Si
de verdad deseas los bienes, ahora que estás en la pobreza, en el sufrimiento, en las
angustias, en el valle de las lágrimas, en las pruebas, mantente en la inocencia.

Llegará después el bien, incluso el que tú deseas: el descanso, la inmortalidad, la


incorruptibilidad, la ausencia del dolor también llegará: son estos los bienes que Dios
tiene reservados para sus hombres justos. Pues los bienes que ahora deseas con gran
avidez, y por los que estás dispuesto a ser culpable, y no inocente, fíjate en quienes los
tienen, y en los que los tienen en gran abundancia. Verás riquezas en casa de los
ladrones, de los impíos, de los delincuentes, de los que se dedican a actividades
perversas, de los facinerosos; allí ves riquezas: Dios se las da porque forman parte de
género humano, por la exuberante afluencia de su bondad, que hace salir el sol sobre
buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.

Tantas riquezas ofrece Dios a los malvados, ¿y no reservará nada para ti? ¿Será falso
lo que te prometió a ti? Te lo tiene guardado, ¡estate seguro! El que se compadeció de
ti, cuando estabas en el pecado, ¿te va a abandonar cuando te has hecho un devoto
siervo suyo? El que entregó a su propio Hijo a la muerte por el pecador, ¿qué no
reservará al ya redimido por la muerte de su Hijo? Estate tranquilo. Considera a Dios
como deudor, ya que has creído en él como prometedor. El señor no privará de sus
bienes a los que caminan en la inocencia. Entonces, ¿qué nos queda por hacer aquí
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mientras vivimos en el lagar, en la aflicción, en la aspereza y en los peligros de la vida


presente? ¿Qué nos resta para llegar allá? ¡Oh Señor, Dios de los ejércitos! Dichoso el
hombre que confía en ti.

Catequesis del Santo Padre Juan Pablo II (miércoles 28 de agosto de 2001):

El templo está presente con todo su encanto al inicio y al final del Salmo. En la
apertura (cf. vv. 2-4) encontramos la admirable y delicada imagen de los pájaros que
han hecho sus nidos en el santuario, privilegio envidiable.

Esta es una representación de la felicidad de cuantos, como los sacerdotes del


templo, tienen una morada fija en la Casa de Dios, gozando de su intimidad y de su
paz. En efecto, todo el ser del creyente tiende al Señor, impulsado por un deseo casi
físico e instintivo: "Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi
carne retozan por el Dios vivo" (v. 3). El templo aparece nuevamente también al final
del Salmo (cf. vv. 11-13). El peregrino expresa su gran felicidad por estar un tiempo
en los atrios de la casa de Dios, y contrapone esta felicidad espiritual a la ilusión
idolátrica, que impulsa hacia "las tiendas del impío", o sea, hacia los templos infames
de la injusticia y la perversión.

Sólo en el santuario del Dios vivo hay luz, vida y alegría, y es "dichoso el que confía"
en el Señor, eligiendo la senda de la rectitud (cf. vv. 12-13). La imagen del camino nos
lleva al núcleo del Salmo (cf. vv. 5-9), donde se desarrolla otra peregrinación más
significativa. Si es dichoso el que vive en el templo de modo estable, más dichoso aún
es quien decide emprender una peregrinación de fe a Jerusalén.

También los Padres de la Iglesia, en sus comentarios al Salmo 83, dan particular
relieve al versículo 6: "Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su
peregrinación". Las antiguas traducciones del Salterio hablaban de la decisión de
realizar las "subidas" a la Ciudad santa. Por eso, para los Padres la peregrinación a Sión
era el símbolo del avance continuo de los justos hacia las "eternas moradas", donde
Dios acoge a sus amigos en la alegría plena (cf. Lc 16, 9).
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Quisiéramos reflexionar un momento sobre esta "subida" mística, de la que la


peregrinación terrena es imagen y signo. Y lo haremos con las palabras de un escritor
cristiano del siglo VII, abad del monasterio del Sinaí.

Se trata de san Juan Clímaco, que dedicó un tratado entero --La escala del Paraíso-
- a ilustrar los innumerables peldaños por los que asciende la vida espiritual. Al final
de su obra, cede la palabra a la caridad, colocada en la cima de la escala del progreso
espiritual.

Ella invita y exhorta, proponiendo sentimientos y actitudes ya sugeridos por nuestro


Salmo: "Subid, hermanos, ascended. Cultivad, hermanos, en vuestro corazón el
ardiente deseo de subir siempre (cf. Sal 83, 6). Escuchad la Escritura, que invita:
"Venid, subamos al monte del Señor y a la casa de nuestro Dios" (Is 2, 3), que ha hecho
nuestros pies ágiles como los del ciervo y nos ha dado como meta un lugar sublime,
para que, siguiendo sus caminos, venciéramos (cf. Sal 17, 33). Así pues,
apresurémonos, como está escrito, hasta que encontremos todos en la unidad de la fe
el rostro de Dios y, reconociéndolo, lleguemos a ser el hombre perfecto en la madurez
de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4, 13)" (La scala del Paradiso, Roma 1989, p. 355).

Precisamente desde esta perspectiva la peregrinación concreta se transforma, como


habían intuido los Padres, en una parábola de la vida entera, en tensión entre la lejanía
y la intimidad con Dios, entre el misterio y la revelación. También en el desierto de la
existencia diaria, los seis días laborables son fecundados, iluminados y santificados por
el encuentro con Dios en el séptimo día, a través de la liturgia y la oración en el
encuentro dominical.

Caminemos, pues, también cuando estemos en "áridos valles", manteniendo la


mirada fija en esa meta luminosa de paz y comunión. También nosotros repetimos en
nuestro corazón la bienaventuranza final, semejante a una antífona que concluye el
Salmo: "¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!" (v. 13).
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4. RECONSTRUIR LA SITUACIÓN DE VIDA

Según Luis Alonso Schökel (1992), es difícil definir el género del salmo, porque
contiene vastos elementos:
Si nos atenemos a los datos formales, este salmo es un muestrario. Hay frases de
himno en los versos 2 y 12; hay tres bienaventuranzas (o macarismos) en 5.6.13;
en 12, algunas huellas de una liturgia de entrada; se lee un proverbio del tipo
«más vale» en 11. Por otra parte, el salmo se define tplh = súplica, y
efectivamente contiene tres imperativos dirigidos a Dios en 9.10. Si nos fijamos
en el contenido, el salmo canta el templo de Sión como los Sal 46, 48, 63 Y 87
(y 27,4-6). Podemos concretar: canta a Sión en un canto de peregrinación, como
el Sal 122. Pero no basta catalogar, no sea que se nos escape la intensidad lírica
del poema, por la cual se emparenta con 42-43. Escuchemos la exclamación
inicial repentina, la expresión de estado de ánimo en v. 3, la proyección
sentimental en el ave (v. 4), los títulos personalizados de Dios en 4c, la elección
gozosa de 11. Son efusiones que no se dejan encasillar. (pág. 147).
Para hablar sobre la situación de vida que lleva al salmista a escribir este salmo, se
debe hablar de la importancia de la peregrinación. El Sal 122 comienza con dos tiempos
precisos: el anuncio en la aldea y la llegada a la capital, saltándose todo el viaje, sin
embargo, el salmo presente se sitúa en un tiempo psicológico que puede abarcar varios
momentos, fundiéndolos en una simultaneidad lírica. El ansia y anhelo corresponden a
la distancia, la visión de los pájaros anidados sugiere la presencia; en riguroso paralelo
se encuentran los «habitantes» estables del templo y los «peregrinos». La súplica por
el Ungido parece más propia del templo (cfr. Sal 61 y 63: templo y rey); la mención de
«un día» puede ser experiencia actual, anticipación o recuerdo. Incluso los rasgos más
realistas, como el pájaro o las fuentes, entran en el poema por un acto generalizante.

Es el factor psicológico lo que unifica poderosamente el salmo. En términos


literarios lo llamamos el factor lírico, en términos religiosos el factor espiritual. Con
todo, por claridad de exposición, vamos a distinguir:

- La peregrinación física se concentra en los versos 7-8 y se articula en tres


momentos: atravesar un valle transformado por la lluvia, pasar de baluarte en baluarte,
comparecer ante Dios en Sión. Si nos fijamos en ello sin prescindir del contexto,
veremos que no son apuntes objetivos del paisaje, sino que en ellos se proyecta un
paisaje interior, en parte por la ambivalencia de las expresiones.
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- La peregrinación espiritual es la sustancia del poema. Si la polaridad y tensión se


definen en el Sal 42-43 en términos de ausencia/presencia, en el presente salmo son
distancia/ presencia. Si físicamente pueden coincidir distancia y ausencia,
psicológicamente no son lo mismo. Con el ausente no contamos, con el distante sí. El
orante se pone en camino; pero, antes de empezar la marcha física, ya está
espiritualmente en camino: «en su corazón» ha decidido peregrinar (v. 6), y ya se le
llena la mente de anhelo por llegar, de gozo por la certeza y cercanía. El orante del Sal
42-43 desea y pide volver al templo, pero no está seguro del hecho o no sabe cuándo
lo conseguirá; nuestro peregrino está seguro del viaje, sabe la hora, puede anticipar el
término.

La oración no comienza con un enunciado, sino con una exclamación (como Sal
8,2; 133,1), felicita (5.6), emite un juicio de valor (11). Las ansias (3) son la
impaciencia del que emprende un viaje para encontrar a una persona querida. La
persona querida es aquí Dios en persona, que se va a revelar luminoso y protector (v.v.
8 y 12) El encuentro será breve, pero tan intenso y gozoso que compensará largos
penados neutrales y las posibles molestias del viaje. Con diferentes nombres por el
posesivo «tuyo», Dios se hace sentir cercano a lo largo de todo el salmo.

Los que «habitan» en el templo pueden dedicarse a la alabanza, esa es su dicha, pero
quizá los peregrinos vivan con más intensidad la breve visita a su Dios. Incluso el viaje
reserva sorpresas gozosas

- La peregrinación ética se enuncia al final los que caminan = proceden


honradamente, reciben de Dios favor, honor y bienestar (12). El Viaje físico no se
queda en puro ritualismo ni en dulce experiencia íntima, sino que compromete la
conducta posterior del peregrino (De ahí la interpretación que hacen algunos del V.12
como cita de una liturgia de entrada). La experiencia de la unión con Dios tiene que
desembocar en una conducta honrada. Es como si, al final, el camino de vuelta
estuviera definido por la experiencia en el templo. Como si el final fuera una bendición
acompañada de amonestación.
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5. TRITURAR EL SALMO

v. 2. ¡Qué amables son tus moradas,Yahvé Sebaot!

El salmista comienza expresando su nostalgia y su ansia por llegar al templo. El


templo es morada de Dios y refugio del hombre sin morada. Hay un movimiento leve:
moradas, atrios, altares. Los pájaros que vuelan libres y veloces y hacen nido en el
templo son símbolo del estado de ánimo del salmista.

El predicado «qué amables» hay que escucharlo con su etimología de amor


funcionando. Usa el término Isaías en su canto de amor (Is 5,1), Jeremías en la
acusación contra la esposa infiel (Jr 11,15); se lee en el título de un epitalamio o canto
de boda (Sal 45,1); es título de Benjamín en la bendición emblemática de Dt. 33,12; se
aplica a la comunidad (Sal 60,7) y a un individuo (Sal 127,5). La raíz está además
presente en el nombre de David y en el apelativo cariñoso que, por orden del Señor, da
el profeta Natán al niño Salomón. Esa carga amorosa e histórica puede resonar al
comienzo del salmo, dado que David y Salomón son promotor y artífice del templo.
No menos importante, aunque con otro término, es lo que revela el drama de Ezequiel:
la muerte repentina de la esposa anuncia simbólicamente la destrucción del templo,
amor del pueblo:

24,16 Voy a arrebatarte repentinamente el Encanto de tus ojos.

21 Voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros


ojos, el tesoro de vuestras almas.

Resumiendo, diríamos: el orante está enamorado del templo.

v. 3 Mi ser languidece anhelando los atrios de Yahvé; mi mente y mi cuerpo se alegran


por el Dios vivo.
El verbo raro nksp significa anhelo o nostalgia en Gn 31,30 y Job 14,15. klth es raro
con nps como sujeto (Sal 119, 81). Compárese con los salmos 63,2 y 73,26. Si se lo
encargáramos a san Juan de la Cruz, quizá tradujera: «con ansias en amores inflamada».
El ansia del orante es total: alma = aliento, corazón = mente, carne = cuerpo.
v. 4. Hasta el gorrión ha encontrado una casa, para sí la golondrina un nido donde
poner a sus crías: ¡Tus altares, Yahvé Sebaot, rey mío y Dios mío!
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La imagen del ave suena casi a proyección sentimental del poeta, como la cierva de
Sal 42,2. El poeta se detiene complacido en el doble sentido de byt = casa: el ave «ha
puesto casa» para su familia de polluelos en la casa de Dios, junto al altar; huésped
acogido a la hospitalidad ancha de Dios. ¡Quién fuera como ella! Con qué libertad y
rapidez se desplaza por el aire hasta su morada, sin tener que caminar fatigosamente:
¡quién fuera como ella! En Sal 11,1 recomiendan al orante que huya al monte como un
pájaro; en Sal 55,7, en plena anarquía, suspira el orante: «¡Quién me diera alas de
paloma para volar y posarme!». Poner el nido es metáfora común de asentarse,
establecerse (Nm 24,21; Abd 4; Hab 2,9). En este verso concluye la terna de plurales:
tus moradas, los atrios de Yhwh, tus altares.

v. 5-6. Dichosos los que moran en tu casa y pueden alabarte siempre.

Unos viven siempre en el templo: los sacerdotes dedicados al culto, que siempre
alaban a Dios. Otros son dichosos porque pueden preparar su peregrinación al templo:
Dios mismo les da la fuerza para comenzar la peregrinación, él atrae y ayuda.

La duplicación paralela de bienaventuranzas nos invita a comparar ambas


categorías: habitantes / transeúntes. ¿Quiénes se llevan la mejor parte? El salmo 65,5
parece preferir a los que habitan permanentemente en las dependencias del templo
«Dichoso el que tu eliges y acercas para que viva en tus atrios»; el salmo 91,1 se dirige
a uno «que habita al amparo del Altísimo». Vivir en el templo es vivir Junto al Señor
que dijo «Esta es mi mansión para siempre aquí viviré porque la quiero» (Sal 132,14).
Sin embargo, el orante iguala las dos bienaventuranzas y aun dedica más espacio a la
segunda. Con tal de que arranque de la relación confiada con Dios.

v. 6-8. Dichoso el que saca de ti fuerzas cuando piensa en las subidas. 7 Al pasar por
el valle del Bálsamo, lo van transformando en hontanar y las lluvias lo cubren de
albercas. 8 Caminan de altura en altura, y Dios se les muestra en Sión.

Con mediana probabilidad podemos distinguir una decisión previa y tres etapas de
peregrinación. Manteniendo la lectura hebrea, aparece el peregrino pensando y
decidiendo «calzadas», rutas de tierra apisonada que facilitan el viaje, lo mejor en
comunicaciones de la época. Si bien sea palabra preferida de Isaías Segundo y textos
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posteriores (Is 40,3,49,11,11,16,62,10,19,23), el paralelo más pertinente lo leemos en


la gran composición de Jr 31,1-22, cuando invita a volver a la doncella de Israel.

- Primera etapa por el valle. Sospecho que el autor ha queriendo explotar el doble
sentido o las asonancias de varias palabras, según costumbre hebrea comprobada en
multitud de casos. La transformación del camino de vuelta a la patria es tema favorito
de Isaías Segundo (por ejemplo 35,6s, 41,18). Algunos comentaristas mantienen que
los árboles son propios de zonas áridas.

- La segunda etapa se puede tomar en sentido material de baluarte en baluarte. La Idea


es de plazas fuertes que jalonan el camino ofreciendo protección al fin de cada Jornada.
Otra interpretación, mas subjetiva, imagina la paradoja de unas fuerzas que no se
agotan al caminar, antes se van renovando a medida que se acerca el peregrino al
templo. La Idea es semejante a la de Is 40,31: Los que esperan en el Señor renuevan
sus fuerzas echan alas de agudas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.

Una tercera interpretación identifica los baluartes con fortificaciones de Jerusalén,


según Sal 48,4 «fijaos en sus baluartes, contando sus torreones» En esta interpretación,
la segunda etapa llega a las puertas de la ciudad, como Sal 122,2.

- La tercera etapa sucede ya dentro del templo. La ambivalencia del texto surge de la
vocalización. Dios se deja ver / ellos se presentan a Dios. Como en el templo no hay
imágenes de la divinidad, la visón tiene que ser espiritual, una experiencia interior (cf
Ex 23,15, Dt 16,16, 1 Sm 1,22).

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v. 9-10. ¡Yahvé, Dios Sebaot, escucha mi plegaria, hazme caso, oh Dios de Jacob!
Oh Dios, nuestro escudo, mira, fíjate en el rostro de tu ungido.

Oración por el Ungido o alegando al Ungido. La presunción es que se refiera al rey,


como se lee en los relatos de Saul y David y en vanos salmos. En una lectura o
composición postexilica sería el sumo sacerdote. En una lectura tardía puede
Identificarse con el Mesías escatológico, según Dn 9,25.

Si leemos «escudo» como vocativo, es un título de Dios conocido «oh Dios, escudo
nuestro» (cfr. Sal 3,4, 18,3, 28,7, plural 33,20, 59,12). Pero «nuestro escudo» puede ser
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acusativo, paralelo y título de Ungido, puesto que es normal rezar por el rey en el
templo.

v. 11. Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, pisar el umbral de la
Casa de mi Dios que habitar en la tienda del malvado.

La, presencia de Dios confiere un valor incomparable al templo, sitio donde se


ofrece a la convivencia. La comparación uno/mil es convencional y sirve para
encarecer enfáticamente (por ejemplo, Dt 32,20, Jos 23,10, Is 30,17, Sal 90,4, Ecl 7,28).

El verbo hstwpp, denominativo de sap=umbral, es caso único, como si en castellano


dijéramos «umbralear». Podría aludir a los centinelas mencionados en 2 Re 12,10; 22,4.
«Tiendas malvadas» puede tratarse de moradas suntuosas, fruto de injusticia, como las
supuestas en Am 6,4 o Miq 6,10 «la casa del malvado con sus tesoros injustos», o el
palacio de Jr 22,14. El sentido equivale a prefiero un cargo, aunque sea a la entrada del
templo, a las comodidades que procura la injusticia

v. 12. Porque Yahvé es almena y escudo, él otorga gracia y gloria; Yahvé no niega la
felicidad al que camina con rectitud.

Si bien el título Sol, aplicado a Dios, se lee sólo aquí, atributos solares no son tan
raros en el AT. Véanse Dt 33,2; Is 60 y 62, el estribillo de Sal 57. El título escudo es
común en el salterio (LXX y Vg tienen que haber tenido delante otro texto, pues
traducen: «porque Dios ama la misericordia y la verdad»). Los dos títulos del hebreo,
combinados, nos ofrecen una visión sugestiva: la luminosidad gloriosa del Señor, su
protección firme. A esa luz puede el hombre caminar «honradamente», en esa
protección puede «confiar».

v. 13. ¡Oh Yahvé Sebaot, dichoso quien confía en ti!

Este último verso es una bienaventuranza y sinónimo del v. 6a: Tiene en ti su fuerza.
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6. CRISTIFICAR EL SALMO

Luis Alonso Schökel aporta dos claves cristológicas para realizar la lectura del
salmo en esta clave:

Primero en clave cristológica presente. El salmo canta el amor y la nostalgia por el


templo, donde se muestra Dios: «pues yo os digo que hay algo más grande que el
templo aquí» (Mt 12,6). Adelantando su glorificación, hizo Jesús ver su rostro
«resplandeciente como el so1» (Mt 17,2). Jesús es el nuevo, el verdadero templo,
porque en él está presente y se manifiesta Dios: «quien me ve a mí, ve al Padre» (Jn
14,9). Y así él es nuestra morada, y nosotros la suya (Jn 6,56; 15,4).

En clave cristológica del Señor glorificado. La transfiguración fue un anticipo.


Ahora lo describe el Apocalipsis en el cielo (1,16): «su semblante resplandecía como
el sol en plena fuerza». Es el nuevo templo reedificado: Jn 2,19 Destruid este templo,
y en tres días lo levantare. Pero el templo del que él hablaba era su cuerpo. Por eso la
ciudad celeste no necesita apartar un recinto para el templo:

Ap 21,22 Templo no vi ninguno: su templo es el Señor Dios, soberano de todo,


y el Cordero.

23 La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, la gloria de Dios la ilumina


y su lámpara es el Cordero. «Como los que ven la luz están en la luz, los que ven
a Dios están en Dios. El esplendor de Dios les da la vida» (Ireneo, Adv. haer.,
4.20.5).

Desterrados y peregrinos en este valle de lágrimas, pero valle que riega el manantial
que mana del costado de Cristo y lo cubre de manantiales y albercas y fuentes de agua
viva. Nuestra «fuerza» por el camino viene de él: dichoso quien confía en él. Nuestra
oración por el camino: que Dios mire el rostro de su Ungido.

San Agustín ha escrito un gran comentario al presente salmo. De él entresaco un par


de párrafos: «Como objeto de su deseo sólo les queda Dios. Ya no aman la tierra, pues
aman al que hizo cielo y tierra. Aman y todavía no están con él. Su deseo se prolonga
para crecer, crece para dar cabida. Pues no es poco lo que ha de dar Dios al que desea,
ni es poco lo que ha de esforzarse para dar cabida a tan grande bien. Dios no va a dar
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algo de lo que hizo, sino a sí mismo, que lo hizo todo. Para dar cabida a Dios,
esfuérzate; lo que has de poseer por siempre, deséalo mucho tiempo. No nos
cansaremos de alabar a Dios. Si te falta el amor, te falta la alabanza; pero si el amor es
perpetuo, porque será perpetua aquella hermosura inagotable, no temas: que podrás
alabar por siempre al que siempre podrás amar. Millares de días desean los hombres y
quieren vivir aquí mucho tiempo. Desdeñen los millares de días y deseen el día único,
que no tiene aurora ni ocaso; día único, día eterno, al que ayer no da paso ni mañana
apremia. Ese día único sea nuestro deseo».

De igual manera podemos hacer una lectura desde “abajo”, poniendo en boca de
Jesús las palabras del salmo: después de una gran vida de peregrinación, como homo
viator, Jesús levanta los ojos al cielo para volver a las moradas eternas susurrando:
¡Que amables son tus moradas, Yahvé Sebaot! Después de su paso como peregrino,
sabe que ha pasado por el valle del Bálsamo y lo ha convertido en oasis, y haciendo
este recorrido, exaltado en la cruz ha llegado nuevamente al monte Sión. Sabe que el
Padre nunca lo ha abandonado, y se regocija en su presencia, en el Espíritu que es el
Amor increado y sólo puede expresar: Dichoso quien confía en Ti.

Haciendo una lectura desde arriba, podemos dirigir la oración a Jesús, pues Él es el
altar de Yhwh, donde el gorrión ha encontrado una casa y la golondrina un nido. En el
día de Yhawh, de su justicia, podremos encontrar refugio en Cristo, en su misericordia,
y cuando pasemos esta peregrinación, podamos levantar los ojos hacia el cielo, para
seguir las huellas de Cristo, hacia la patria eterna, no en vano el profesor B. Fische,
renombra este salmo en clave cristológica como el altar de Cristo que es nuestra patria.
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7. EL SALMO Y LA IGLESIA

Es nuevamente Luis Alonso Schökel, quien aporta los primeros elementos para
hacer una interpretación del salmo:

- En clave eclesiológica presente: el templo es la Iglesia:

Ef 2,21. Por influjo suyo, toda la construcción queda trabada y crece hasta
convertirse en templo santo del Señor;

22 y por el mismo influjo, vosotros vais entrando en la construcción, para ser


morada espiritual de Dios.

Por eso son dichosos los que habitan en la Iglesia y en ella alaban a Dios
(Eusebio). ¿Habitan o son peregrinos? Según la eclesiología, se puede afirmar
que hay una comunión visible y otra mística o invisible. Por esto, habitan en la
Iglesia, quienes están unidos a ella aceptando la primacía del Sumo Pontífice y
quienes se conservan en comunión mística viviendo en gracia.

- En clave eclesiológica futura: La morada por la que suspiramos está en el cielo,


pues «aquí no tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la futura» (Heb
13,14). Habitar en la Iglesia es peregrinar hacia la patria:

2 Cor 5,1 Si nuestro albergue terreno, esta tienda de campaña, se derrumba,


tenemos un edificio que viene de Dios, un albergue eterno en el cielo

5,6: aunque sepamos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos
desterrados del Señor.

Esta interpretación está en consonancia con el Vaticano II y su visión sobre el


pueblo de Dios, en perspectiva escatológica:

La Iglesia, a la que todos estamos llamados en Cristo Jesús y en la cual


conseguimos la santidad por la gracia de Dios, no alcanzará su consumada
plenitud sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración de
todas las cosas (cf. Hch 3, 21) y cuando, junto con el género humano, también la
creación entera, que está íntimamente unida con el hombre y por él alcanza su
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fin, será perfectamente renovada en Cristo (cf. Ef 1, 10; Col 1,20; 2 P 3, 10-13).
(L.G. 48).

Con el Salmo se puede decir que el cristiano, mientras está en esta tierra, así como
es sal y luz de la tierra, es también, como una suave brisa que intenta impregnar del
suave olor de Cristo, todos los ambientes en los que está inmerso, transformando los
valles en oasis, para que finalizando su peregrinación pueda apreciar cara a cara a Dios.
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8. RELACIÓN CON EL CÁNTICO DEL MAGNIFICAT

Fray Carlos Mesters, afirma que el cántico de María (Lc 1,46-55) “parece una colcha
de retazos; retazos que están tomados de los salmos. Ello muestra cómo los salmos
estaban en el corazón de la vida orante del pueblo en tiempos de Jesús y de las primeras
comunidades cristianas. La concordancia de la Biblia de Jerusalén muestra claramente
como este cántico está impregnado por los salmos. De allí se desprende que el cántico
de María es una prueba de como la recitación frecuente de los salmos provocaba en las
personas la creatividad y las llevaba a hacer su propio salmo”.

De igual manera, podemos aplicar a María, la lectura cristológica que hacíamos del
salmo:

María en cierta manera es este templo, esta casa de Dios que sirvió de morada al
Hijo de Dios que "plantó su tienda entre nosotros" (Jn 1,14). Y María representa
para el pueblo de Dios este centro magnético que nos muestra dónde está Dios, y
viene a ser como el centro afectivo, como el lugar de confianza y de alegría para
el pueblo peregrino que tantas veces tiene necesidad de paz y de consuelo.

La piedad cristiana, ¿no ha dado a María los títulos de Arca de la Alianza, Causa
de nuestra alegría, Reina de la paz, Sede de la sabiduría, Casa de elección, todo
ello relacionado con la casa de Dios, con el templo y la ciudad que canta el
salmista? Sí, realmente este salmo 84 expresa los sentimientos del pueblo de Dios
que ha sabido ver en la figura de María esta realidad excelsa, de la cual el templo
de Jerusalén no era sino la sombra (Vernet, p. 22).

Con el magníficat, podemos encontrar algunas similitudes:

I. María se alegra en el Señor, en su presencia: “desde ahora me felicitarán todas


las generaciones”, decimos en el rezo de las vísperas, otras traducciones, como la biblia
de Jerusalén afirma que la llamarán bienaventurada. El Salmo 84, también encuentra
la dicha y la felicidad en la casa del Señor, en la alabanza mientras se sube. María se
gloría en el Señor, se manifiesta bienaventurada, porque ha sido llena de gracia, es
morada ahora de Cristo.
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II. El hace proezas con su brazo, dispersa los soberbios de corazón, derriba del
trono a los poderosos: el salmista, al igual que María, reconoce en la grandeza de Dios,
su protección proviene de la confianza depositada en Él: Porque Yahvé es almena y
escudo, Él otorga gracia y gloria.

III. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos: el canto
de María, confía plenamente en la justicia de Dios, que se da sobre todo a los
humildes, a los que piden su gracia. De igual manera, el salmista prefiere
regocijarse en Dios, habitar en su tienda, en sus atrios, antes que vivir o
beneficiarse de la tienda del malvado, esto es del dinero injusto.
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REFERENCIAS

Biblia comentada de los profesores de Salamanca. Comentario al libro de los salmos.


Recuperado de https://digitalis-
dsp.uc.pt/bitstream/10316.2/38652/1/Que%20amables%20tus%20moradas.pdf
Comentario Casa de la Biblia (1997). Los Salmos. Navarra: Ediciones sígueme.
Cortese, Enzo; Pongutá, Silvestre (2007). Comentario Bíblico Latinoamericano.
Antiguo Testamento II: Salmos. Navarra: Editorial Verbo Divino.
Mesters, Carlos. (s.f.). JESÚS Y LOS SALMOS: La oración de los salmos en la vida
de Jesús. Recuperado de https://espiritualidad.marianistas.org/wp-
content/uploads/2014/08/comprender_la_biblia_jesus_y_los_salmos_mesters.p
df
San Agustín. Comentarios a los Salmos. Recuperado de
https://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/index2.htm
Schokel, Luis Alonso; Carniti, Cecilia. (1993). Salmos II: traducción, Introducciones
y comentario. Navarra: Editorial Verbo Divino.
Vernet, J.M. (s.f.) Comentario al salmo 83(84). Recuperado de
www.mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/34C/sal-comentario.htm

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