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LIBRO OSCAR-GRACIELA.

OK 12/5/06 15:01 Página 2

Plan Nacional de Lectura

La gran ocasión
Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
Lic. Daniel Filmus

Secretario de Educación
Prof. Alberto Estanislao Sileoni

Subsecretaria de Equidad y Calidad


Prof. Mirta Bocchio de Santos
Leer vale la pena... Convertirse en lector vale la pena...
Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente Lectura a lectura, el lector –todo lector, cualquiera sea su
Lic. Alejandra Birgin
edad, su condición, su circunstancia…– se va volviendo
Coordinador del Plan Nacional de Lectura
Dr. Gustavo Bombini más astuto en la búsqueda de indicios, más libre en
pensamiento, más ágil en puntos de vista, más ancho en
horizontes, dueño de un universo de significaciones más
Texto y trama
Graciela Montes
rico, más resistente y de tramas más sutiles. Lectura a
lectura, el lector va construyendo su lugar en el mundo.
Ilustraciones
Saúl Oscar Rojas

Lo que sigue es una reflexión acerca de esta lectura que


Diseño Gráfico
Rafael Medel vale la pena. Es también una propuesta: que la escuela se
asuma como la gran ocasión para que todos los que vivi-
mos en este país –cualquiera sea nuestra edad, nuestra
© Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Pizzurno 935, Ciudad de Buenos Aires.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de edición argentina. condición, nuestra circunstancia…– lleguemos a ser
Buenos Aires, Argentina. Marzo de 2006. ISBN 950-00-0495-X. Primera edición.
lectores plenos, poderosos. La lectura no es algo de lo
que la escuela pueda desentenderse.
LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:01 Página 2

Plan Nacional de Lectura

La gran ocasión
Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
Lic. Daniel Filmus

Secretario de Educación
Prof. Alberto Estanislao Sileoni

Subsecretaria de Equidad y Calidad


Prof. Mirta Bocchio de Santos
Leer vale la pena... Convertirse en lector vale la pena...
Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente Lectura a lectura, el lector –todo lector, cualquiera sea su
Lic. Alejandra Birgin
edad, su condición, su circunstancia…– se va volviendo
Coordinador del Plan Nacional de Lectura
Dr. Gustavo Bombini más astuto en la búsqueda de indicios, más libre en
pensamiento, más ágil en puntos de vista, más ancho en
horizontes, dueño de un universo de significaciones más
Texto y trama
Graciela Montes
rico, más resistente y de tramas más sutiles. Lectura a
lectura, el lector va construyendo su lugar en el mundo.
Ilustraciones
Saúl Oscar Rojas

Lo que sigue es una reflexión acerca de esta lectura que


Diseño Gráfico
Rafael Medel vale la pena. Es también una propuesta: que la escuela se
asuma como la gran ocasión para que todos los que vivi-
mos en este país –cualquiera sea nuestra edad, nuestra
© Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Pizzurno 935, Ciudad de Buenos Aires.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de edición argentina. condición, nuestra circunstancia…– lleguemos a ser
Buenos Aires, Argentina. Marzo de 2006. ISBN 950-00-0495-X. Primera edición.
lectores plenos, poderosos. La lectura no es algo de lo
que la escuela pueda desentenderse.
LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:02 Página 2

Buscadores de sentido... Leer es dro, al mirar las escenas de una manifesta- Tomar la palabra... Esta “toma de la a poco y sin abandonar por mucho tiempo la
algo más que descifrar, aunque toda lectura ción en el noticiero de la televisión o recoger palabra” es un momento clave en la historia extrañeza. Pero al mismo tiempo se le volverá
suponga un desciframiento. Leer es construir los indicios del paso de un extraño por una del lector. La lectura –y la escritura– empie- familiar, y poco a poco se adueñará de él para
sentido. No sólo se “lee” lo que está cifrado en habitación muy conocida por lo general queda zan en la palabra viva, que sale de una boca dar voz a su lectura del mundo. Gritará o
letras. Se “lee” una imagen, la ciudad que se dentro de los límites de nuestra conciencia. concreta y es recogida por oídos también musitará sus sentidos. Hará preguntas.
recorre, el rostro que se escudriña... Se bus- Otras veces, en cambio, cuando contamos concretos. La lectura empieza siendo oral. En Jugará con las palabras, los tonos, los soni-
can indicios, pistas, y se construye sentido, se una película que hemos visto, por ejemplo, o el lenguaje y con el lenguaje construimos dos. Se apropiará de nanas, canciones, rela-
arman pequeños cosmos de significación en cuando relatamos un suceso, algo de lo que nuestros primeros pequeños textos, dejamos tos, acertijos, órdenes, proverbios, avisos
los que uno, como lector, queda implicado. fuimos testigos, damos voz a nuestra “lectu- nuestras primeras, deliberadas marcas. publicitarios y consejos… El lector incipien-
Mucho antes de disponer del lenguaje, un bebé ra”. Nuestro trabajo de constructores de Organizamos, enfatizamos y seducimos. te, que comienza siendo un “lector oral”,
“lee” el mundo que lo rodea, busca señales, sentido se vuelve visible. Pensemos en un Pero no sólo eso. El lenguaje es en sí una tendrá mucho para “leer” antes de llegar a
anticipa acontecimientos según esas relato, por ejemplo. El relato que hace- suma de lecturas y de escrituras. Cada len- la escuela… Y también para “escribir” en la
señales, registra lazos de significa- mos es obra nuestra. No pretende guaje, cada variante de cada lenguaje contie- medida en que tenga la palabra y encuentre
ción entre un tono de voz, un rumor incorporarlo todo, cada una de las ne una historia, una lectura del mundo, una quién lo escuche. Aun cuando muchas veces
de fondo, un ruido de pasos por el sensaciones que registraron nuestro idea del tiempo, ciertos puntos de vista… prefiera echar mano a las imágenes o a los
pasillo y la desazón, o el consuelo. El oído, nuestro ojo o nuestro olfato en Cada lenguaje tiene sus vueltas, sus giros, sus gestos para “inscribir” sus “lecturas” del
movimiento de una cortina, cierta un primer, un segundo, un tercer plano precisiones y sus ambigüedades. Los paisanos mundo (a un niño de tres años le puede
luminosidad, el contacto con la colcha de la atención, sino que elige, arma, de la campiña de Buenos Aires conocían, a resultar más fácil “dibujar” a su familia que
de la cama algo “le dicen”. No se trata de “dibuja”… Se escogen algunos pasajes, mediados del siglo XIX, decenas de nombres hablar de ella), el lenguaje se irá convirtien-
un significado que está allí de antemano, no otros se omiten, se procede a un cierto de pelajes de caballo. Los pueblos pesqueros do en su segunda piel y su instrumento de
es cierto que ese movimiento de la cortina, montaje, se hace hincapié en un detalle y no suelen desarrollar metáforas populares en exploración privilegiado.
esa luminosidad o ese contacto con la col- en otro, se adopta un punto de vista… El las que intervienen peces y aparejos. Algunos
cha estén preparados para decirle lo mismo cosmos de significación que construimos es lenguajes tienen muchas maneras de matizar
a cualquier otro bebé. El ha construido la personal, exactamente como le sucedía al la acción de mirar y muy pocas maneras de
significación, es resultado de su trabajo. bebé. Y nos incluye. Cada persona, desde decir “tocar”… Los hay que no tienen sino un
Sin embargo, está claro que esa “lectura” que nace, “lee” el mundo, infatigablemente tiempo verbal… Cada palabra de cada len-
mínima de quien todavía no dispone del len- busca sentidos. guaje tiene su historia. Un “barrigón”, un
guaje resultará invisible. No queda registro de Y, del mismo modo, si le dan la ocasión, tam- “panzón” o un “guatón” no son exactamente
ella en ninguna parte. Sólo, tal vez, en situacio- bién puede “escribir”, o “inscribir” en palabras, lo mismo…
nes excepcionales, alguien muy cercano y lo ese mundo que ha leído. Puede contarlo. El lenguaje le viene a uno así, en aluvión, en
bastante intuitivo podrá acaso –leyendo a su Analfabetos de significación no hay, somos forma de gran paquete, complejo y total, con
vez pequeñas señales– tener algún atisbo de todos constructores de sentido. Y, si nos dan su sintaxis y su semántica, sus giros, sus
ella. Muchas de nuestras “lecturas” privadas, la palabra, todos podemos sentirnos, al dichos, sus metáforas, hasta sus muletillas…
íntimas, siguen siendo de ese orden, invisibles, menos por un rato, “el dueño del cuento”. Desde el momento mismo del nacimiento (tal
toda la vida. El universo de significados que vez –dicen algunos– antes) estará sumergido
armamos al contemplar un paisaje, o un cua- en él. Lo irá explorando y conociendo muy de

la gran ocasión ( 2
LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:02 Página 2

Buscadores de sentido... Leer es dro, al mirar las escenas de una manifesta- Tomar la palabra... Esta “toma de la a poco y sin abandonar por mucho tiempo la
algo más que descifrar, aunque toda lectura ción en el noticiero de la televisión o recoger palabra” es un momento clave en la historia extrañeza. Pero al mismo tiempo se le volverá
suponga un desciframiento. Leer es construir los indicios del paso de un extraño por una del lector. La lectura –y la escritura– empie- familiar, y poco a poco se adueñará de él para
sentido. No sólo se “lee” lo que está cifrado en habitación muy conocida por lo general queda zan en la palabra viva, que sale de una boca dar voz a su lectura del mundo. Gritará o
letras. Se “lee” una imagen, la ciudad que se dentro de los límites de nuestra conciencia. concreta y es recogida por oídos también musitará sus sentidos. Hará preguntas.
recorre, el rostro que se escudriña... Se bus- Otras veces, en cambio, cuando contamos concretos. La lectura empieza siendo oral. En Jugará con las palabras, los tonos, los soni-
can indicios, pistas, y se construye sentido, se una película que hemos visto, por ejemplo, o el lenguaje y con el lenguaje construimos dos. Se apropiará de nanas, canciones, rela-
arman pequeños cosmos de significación en cuando relatamos un suceso, algo de lo que nuestros primeros pequeños textos, dejamos tos, acertijos, órdenes, proverbios, avisos
los que uno, como lector, queda implicado. fuimos testigos, damos voz a nuestra “lectu- nuestras primeras, deliberadas marcas. publicitarios y consejos… El lector incipien-
Mucho antes de disponer del lenguaje, un bebé ra”. Nuestro trabajo de constructores de Organizamos, enfatizamos y seducimos. te, que comienza siendo un “lector oral”,
“lee” el mundo que lo rodea, busca señales, sentido se vuelve visible. Pensemos en un Pero no sólo eso. El lenguaje es en sí una tendrá mucho para “leer” antes de llegar a
anticipa acontecimientos según esas relato, por ejemplo. El relato que hace- suma de lecturas y de escrituras. Cada len- la escuela… Y también para “escribir” en la
señales, registra lazos de significa- mos es obra nuestra. No pretende guaje, cada variante de cada lenguaje contie- medida en que tenga la palabra y encuentre
ción entre un tono de voz, un rumor incorporarlo todo, cada una de las ne una historia, una lectura del mundo, una quién lo escuche. Aun cuando muchas veces
de fondo, un ruido de pasos por el sensaciones que registraron nuestro idea del tiempo, ciertos puntos de vista… prefiera echar mano a las imágenes o a los
pasillo y la desazón, o el consuelo. El oído, nuestro ojo o nuestro olfato en Cada lenguaje tiene sus vueltas, sus giros, sus gestos para “inscribir” sus “lecturas” del
movimiento de una cortina, cierta un primer, un segundo, un tercer plano precisiones y sus ambigüedades. Los paisanos mundo (a un niño de tres años le puede
luminosidad, el contacto con la colcha de la atención, sino que elige, arma, de la campiña de Buenos Aires conocían, a resultar más fácil “dibujar” a su familia que
de la cama algo “le dicen”. No se trata de “dibuja”… Se escogen algunos pasajes, mediados del siglo XIX, decenas de nombres hablar de ella), el lenguaje se irá convirtien-
un significado que está allí de antemano, no otros se omiten, se procede a un cierto de pelajes de caballo. Los pueblos pesqueros do en su segunda piel y su instrumento de
es cierto que ese movimiento de la cortina, montaje, se hace hincapié en un detalle y no suelen desarrollar metáforas populares en exploración privilegiado.
esa luminosidad o ese contacto con la col- en otro, se adopta un punto de vista… El las que intervienen peces y aparejos. Algunos
cha estén preparados para decirle lo mismo cosmos de significación que construimos es lenguajes tienen muchas maneras de matizar
a cualquier otro bebé. El ha construido la personal, exactamente como le sucedía al la acción de mirar y muy pocas maneras de
significación, es resultado de su trabajo. bebé. Y nos incluye. Cada persona, desde decir “tocar”… Los hay que no tienen sino un
Sin embargo, está claro que esa “lectura” que nace, “lee” el mundo, infatigablemente tiempo verbal… Cada palabra de cada len-
mínima de quien todavía no dispone del len- busca sentidos. guaje tiene su historia. Un “barrigón”, un
guaje resultará invisible. No queda registro de Y, del mismo modo, si le dan la ocasión, tam- “panzón” o un “guatón” no son exactamente
ella en ninguna parte. Sólo, tal vez, en situacio- bién puede “escribir”, o “inscribir” en palabras, lo mismo…
nes excepcionales, alguien muy cercano y lo ese mundo que ha leído. Puede contarlo. El lenguaje le viene a uno así, en aluvión, en
bastante intuitivo podrá acaso –leyendo a su Analfabetos de significación no hay, somos forma de gran paquete, complejo y total, con
vez pequeñas señales– tener algún atisbo de todos constructores de sentido. Y, si nos dan su sintaxis y su semántica, sus giros, sus
ella. Muchas de nuestras “lecturas” privadas, la palabra, todos podemos sentirnos, al dichos, sus metáforas, hasta sus muletillas…
íntimas, siguen siendo de ese orden, invisibles, menos por un rato, “el dueño del cuento”. Desde el momento mismo del nacimiento (tal
toda la vida. El universo de significados que vez –dicen algunos– antes) estará sumergido
armamos al contemplar un paisaje, o un cua- en él. Lo irá explorando y conociendo muy de

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Leer lo que fue escrito... La de lectura: la privada y la pública, la silenciosa en su lectura. Su actitud de lector irá cam-
escuela pondrá a ese lector frente a un y la de viva voz, la murmurada, la de quien biando sin dejar de ser la que era. Deberá
nuevo desafío: las letras. Leer lo que está ahí, cuenta u oye contar en palabras, en imáge- conquistar la letra, es verdad, pero seguirá
delante de los ojos, encerrado en la letra, nes, en escenas, o simplemente alude, cita, siendo el que exploraba el mundo metiéndo-
desentrañar esas marcas, esas cifras, le exi- recuerda un relato, un texto – mantiene vivos selo en la boca, el coleccionista de palabras,
girá al recién llegado a primer año nuevos esos universos de sentido, esa memoria, ese el preguntador insaciable, el que se contaba a
trabajos, prácticas más sutiles y de trama sedimento de significaciones. Los hace fluir. sí mismo un cuento de imagen en imagen o
más compleja. Permite que se actualicen, entren en diálogo, pedía que una voz se lo leyera una y otra vez
Por un lado está el esfuerzo de desciframiento: se entretejan unos con otros, y, naturalmen- hasta aprendérselo de memoria.
no sólo media el lenguaje, que es en sí mismo te, se vayan transformando. Para quien vive
un texto vivo, una herramienta y una incita- dentro de una sociedad de escritura, no es lo
ción permanente a la construcción de senti- mismo leer que no leer, no es lo mismo entre-
do, sino que ese lenguaje, que antes le entra- tejerse y formar parte del tapiz, que quedar
ba por el oído y estaba hecho de tiempo, apa- mudo y afuera.
rece transformado, corporizado, enmascara- Tampoco de esto puede desentenderse la
do, ocupando un espacio y atrapado en un escuela. Y eso es algo que saben bien los
libro, una hoja, un afiche, una pantalla… En niños que ingresan al primer año, y también
cierto modo, otro lenguaje. Y un lenguaje sus padres. Tanto unos como otros esperan
anclado, además, que no fluye, que no está y que, cuanto antes, la escuela les “enseñe a
deja de estar al minuto siguiente como la leer”, y con eso están pidiendo no sólo que se
palabra oral, sino que persiste. les dé la posibilidad de adueñarse de la cifra,
Pero leer “lo que fue escrito” supone además, de la clave de la letra, sino, además –y muy
y sobre todo, entrar al “mundo escrito”, al principalmente–, que se les franquee la
registro de memoria de la sociedad. Su sedi- entrada al mundo de lo escrito, al gran tapiz,
mento de significaciones. Lo que se considera donde ya verán ellos –lectores– cómo entre-
por alguna razón “perdurable”, merecedor de tejerse y tejer lo propio.
quedar asentado. La suma de los textos –ins- Sobre este nuevo desafío deberá el lector
cripciones, manuales, graffiti, leyes, folletos, recién llegado a la letra ejercer su viejo oficio
listados, códigos, ensayos, cartas, novelas, de buscador de indicios y constructor de
poemas…– es la tela, el inmenso tapiz en el sentido, porque, aunque las cosas se hayan
que las sociedades (no todas, pero sí las que vuelto más complicadas para él –también más
han desarrollado una escritura) dejan regis- interesantes– y los universos más amplios,
tro expreso de los universos de significación los significados seguirán siendo sus elabora-
que fueron construyendo a lo largo del tiem- ciones personales, el sentido será siempre
po y las circunstancias. una conquista personal y él mismo será pro-
La lectura –y pensemos en todas las formas tagonista, alguien que, al leer, queda implicado

la gran ocasión ( 4
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Leer lo que fue escrito... La de lectura: la privada y la pública, la silenciosa en su lectura. Su actitud de lector irá cam-
escuela pondrá a ese lector frente a un y la de viva voz, la murmurada, la de quien biando sin dejar de ser la que era. Deberá
nuevo desafío: las letras. Leer lo que está ahí, cuenta u oye contar en palabras, en imáge- conquistar la letra, es verdad, pero seguirá
delante de los ojos, encerrado en la letra, nes, en escenas, o simplemente alude, cita, siendo el que exploraba el mundo metiéndo-
desentrañar esas marcas, esas cifras, le exi- recuerda un relato, un texto – mantiene vivos selo en la boca, el coleccionista de palabras,
girá al recién llegado a primer año nuevos esos universos de sentido, esa memoria, ese el preguntador insaciable, el que se contaba a
trabajos, prácticas más sutiles y de trama sedimento de significaciones. Los hace fluir. sí mismo un cuento de imagen en imagen o
más compleja. Permite que se actualicen, entren en diálogo, pedía que una voz se lo leyera una y otra vez
Por un lado está el esfuerzo de desciframiento: se entretejan unos con otros, y, naturalmen- hasta aprendérselo de memoria.
no sólo media el lenguaje, que es en sí mismo te, se vayan transformando. Para quien vive
un texto vivo, una herramienta y una incita- dentro de una sociedad de escritura, no es lo
ción permanente a la construcción de senti- mismo leer que no leer, no es lo mismo entre-
do, sino que ese lenguaje, que antes le entra- tejerse y formar parte del tapiz, que quedar
ba por el oído y estaba hecho de tiempo, apa- mudo y afuera.
rece transformado, corporizado, enmascara- Tampoco de esto puede desentenderse la
do, ocupando un espacio y atrapado en un escuela. Y eso es algo que saben bien los
libro, una hoja, un afiche, una pantalla… En niños que ingresan al primer año, y también
cierto modo, otro lenguaje. Y un lenguaje sus padres. Tanto unos como otros esperan
anclado, además, que no fluye, que no está y que, cuanto antes, la escuela les “enseñe a
deja de estar al minuto siguiente como la leer”, y con eso están pidiendo no sólo que se
palabra oral, sino que persiste. les dé la posibilidad de adueñarse de la cifra,
Pero leer “lo que fue escrito” supone además, de la clave de la letra, sino, además –y muy
y sobre todo, entrar al “mundo escrito”, al principalmente–, que se les franquee la
registro de memoria de la sociedad. Su sedi- entrada al mundo de lo escrito, al gran tapiz,
mento de significaciones. Lo que se considera donde ya verán ellos –lectores– cómo entre-
por alguna razón “perdurable”, merecedor de tejerse y tejer lo propio.
quedar asentado. La suma de los textos –ins- Sobre este nuevo desafío deberá el lector
cripciones, manuales, graffiti, leyes, folletos, recién llegado a la letra ejercer su viejo oficio
listados, códigos, ensayos, cartas, novelas, de buscador de indicios y constructor de
poemas…– es la tela, el inmenso tapiz en el sentido, porque, aunque las cosas se hayan
que las sociedades (no todas, pero sí las que vuelto más complicadas para él –también más
han desarrollado una escritura) dejan regis- interesantes– y los universos más amplios,
tro expreso de los universos de significación los significados seguirán siendo sus elabora-
que fueron construyendo a lo largo del tiem- ciones personales, el sentido será siempre
po y las circunstancias. una conquista personal y él mismo será pro-
La lectura –y pensemos en todas las formas tagonista, alguien que, al leer, queda implicado

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Actitud de lector... La del lector es podría estar frente a un libro, decodificar y una historia. Una his-
una postura única, inconfundible, que supone hasta memorizar un texto escrito, sin haberlo toria hecha de prácti-
un cierto recogimiento y una toma de distan- “leído”, sin haber construido, personalmente, cas y episodios de la que
cia, un “ponerse al margen” para, desde ahí, nada, como si el juego le perteneciera a otro. no se conoce el desenla-
producir observación, conciencia, viaje, pre- Por el contrario, ¿quién podría dudar de que ce. Puede madurar o achi-
gunta, sentido, crítica, pensamiento. un niño que observa el lenguaje, se detiene en charrarse. Puede abrirse o
Exactamente lo contrario del autómata. Lo una palabra sorprendente y le inventa una sumirse hasta claudicar. El
contrario de quien funciona irreflexivamente, etimología estrambótica y del todo personal, mismo niño que se asombraba
obedece consignas o reproduce a pie juntillas de algún modo está “leyendo”? O bien, puede ante el lenguaje puede, con el
los modelos. El lector, digamos, hace un alto, suceder que, en medio de un quehacer auto- tiempo y la falta de estímulo,
desenchufa la máquina y se toma su tiempo mático –la cinta de armado de una fábrica, darlo por sentado. El que estaba dispuesto a
para mirar y para pensar. Por propia decisión como en Tiempos Modernos, o la línea de contar sus sorpresas y sus descubrimientos,
deja de dar por sentado lo que tiene ahí cajas de un supermercado…– aparezca si no es oído, puede no sólo dejar de contar
delante. Lo pone entre paréntesis. Adopta en de repente un gesto, una mirada, una velocí- sino también de sorprenderse. Y el que no
cierta forma la posición del recién llegado, del sima sonrisa, un comentario escueto, que dan fue llevado a “despertar” frente al libro
extranjero… Eso que tiene ahí adelante –una a entender que ahí alguien ha hecho un alto y estará, posiblemente, cada vez más dis-
escena, un paisaje, un discurso, un relato, un “ha leído”, ha mirado con curiosidad y sorpre- puesto a dormirse sobre él bostezando
texto escrito…– deja de ser “natural” y toma sa y ha construido un sentido… Todo el aburrimiento.
la forma de un enigma. Hay un momento de humor de la escena en la que Carlitos Y la escuela es la gran ocasión ¿quién
perplejidad, de sorpresa, de desconcierto… Chaplín es sometido a la “máquina de almor- lo duda? La escuela puede desempeñar
pero enseguida el lector acepta el reto. zar” en Tiempos modernos deriva del contra- el mejor papel en esta puesta en esce-
Explora, hurga, busca indicios, trabaja cons- punto irónico entre el automatismo insensa- na de la actitud de lectura, que incluye,
truyendo sentido.... Los acertijos le gustan. to de la máquina y los ojos y las cejas de entre otras cosas, un tomarse el tiempo
Entra en el juego de buena gana, con ánimo quien, además de sufrir la situación, busca para mirar el mundo, una aceptación de “lo
curioso, tenaz, inconformista... Así es la acti- denodadamente un pequeño margen desde que no se entiende” y, sobre todo, un ánimo
tud del lector. Y es una actitud, digamos, fun- donde “leerla”… constructor, hecho de confianza y arrojo,
dante. Se puede tener un oficio u otro, Sin embargo, no se puede negar que hay para buscar indicios y construir sentidos
moverse en este o aquel círculo social, y fun- situaciones más propicias a la lectura que (aun cuando sean sentidos efímeros y provi-
cionar –simplemente– durante buena parte otras. La ocasión tiene su importancia. Y la sorios). Si la escuela aceptara expresamente
del día, pero basta que uno adopte la actitud disponibilidad. Y también las destrezas, las –institucionalmente– ese papel de auspicio,
de lector para que tenga lugar la mutación: prácticas, cierto entrenamiento… La actitud estímulo y compañía, las consecuencias
uno deja de ser engranaje y se convierte en de lectura, esa postura primera, hecha de sociales serían extraordinarias.
“el que lee”. toma de distancia, perplejidad y arrojo –una
Estar frente a un libro no supone, necesaria- actitud en cierta forma natural y condición
mente, por sí mismo, haber adoptado esta necesaria para cualquier forma ulterior de
posición de lector, haber pegado el salto. Se lectura– no es un don mágico y eterno sino

la gran ocasión ( 6 7 ) la gran ocasión


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Actitud de lector... La del lector es podría estar frente a un libro, decodificar y una historia. Una his-
una postura única, inconfundible, que supone hasta memorizar un texto escrito, sin haberlo toria hecha de prácti-
un cierto recogimiento y una toma de distan- “leído”, sin haber construido, personalmente, cas y episodios de la que
cia, un “ponerse al margen” para, desde ahí, nada, como si el juego le perteneciera a otro. no se conoce el desenla-
producir observación, conciencia, viaje, pre- Por el contrario, ¿quién podría dudar de que ce. Puede madurar o achi-
gunta, sentido, crítica, pensamiento. un niño que observa el lenguaje, se detiene en charrarse. Puede abrirse o
Exactamente lo contrario del autómata. Lo una palabra sorprendente y le inventa una sumirse hasta claudicar. El
contrario de quien funciona irreflexivamente, etimología estrambótica y del todo personal, mismo niño que se asombraba
obedece consignas o reproduce a pie juntillas de algún modo está “leyendo”? O bien, puede ante el lenguaje puede, con el
los modelos. El lector, digamos, hace un alto, suceder que, en medio de un quehacer auto- tiempo y la falta de estímulo,
desenchufa la máquina y se toma su tiempo mático –la cinta de armado de una fábrica, darlo por sentado. El que estaba dispuesto a
para mirar y para pensar. Por propia decisión como en Tiempos Modernos, o la línea de contar sus sorpresas y sus descubrimientos,
deja de dar por sentado lo que tiene ahí cajas de un supermercado…– aparezca si no es oído, puede no sólo dejar de contar
delante. Lo pone entre paréntesis. Adopta en de repente un gesto, una mirada, una velocí- sino también de sorprenderse. Y el que no
cierta forma la posición del recién llegado, del sima sonrisa, un comentario escueto, que dan fue llevado a “despertar” frente al libro
extranjero… Eso que tiene ahí adelante –una a entender que ahí alguien ha hecho un alto y estará, posiblemente, cada vez más dis-
escena, un paisaje, un discurso, un relato, un “ha leído”, ha mirado con curiosidad y sorpre- puesto a dormirse sobre él bostezando
texto escrito…– deja de ser “natural” y toma sa y ha construido un sentido… Todo el aburrimiento.
la forma de un enigma. Hay un momento de humor de la escena en la que Carlitos Y la escuela es la gran ocasión ¿quién
perplejidad, de sorpresa, de desconcierto… Chaplín es sometido a la “máquina de almor- lo duda? La escuela puede desempeñar
pero enseguida el lector acepta el reto. zar” en Tiempos modernos deriva del contra- el mejor papel en esta puesta en esce-
Explora, hurga, busca indicios, trabaja cons- punto irónico entre el automatismo insensa- na de la actitud de lectura, que incluye,
truyendo sentido.... Los acertijos le gustan. to de la máquina y los ojos y las cejas de entre otras cosas, un tomarse el tiempo
Entra en el juego de buena gana, con ánimo quien, además de sufrir la situación, busca para mirar el mundo, una aceptación de “lo
curioso, tenaz, inconformista... Así es la acti- denodadamente un pequeño margen desde que no se entiende” y, sobre todo, un ánimo
tud del lector. Y es una actitud, digamos, fun- donde “leerla”… constructor, hecho de confianza y arrojo,
dante. Se puede tener un oficio u otro, Sin embargo, no se puede negar que hay para buscar indicios y construir sentidos
moverse en este o aquel círculo social, y fun- situaciones más propicias a la lectura que (aun cuando sean sentidos efímeros y provi-
cionar –simplemente– durante buena parte otras. La ocasión tiene su importancia. Y la sorios). Si la escuela aceptara expresamente
del día, pero basta que uno adopte la actitud disponibilidad. Y también las destrezas, las –institucionalmente– ese papel de auspicio,
de lector para que tenga lugar la mutación: prácticas, cierto entrenamiento… La actitud estímulo y compañía, las consecuencias
uno deja de ser engranaje y se convierte en de lectura, esa postura primera, hecha de sociales serían extraordinarias.
“el que lee”. toma de distancia, perplejidad y arrojo –una
Estar frente a un libro no supone, necesaria- actitud en cierta forma natural y condición
mente, por sí mismo, haber adoptado esta necesaria para cualquier forma ulterior de
posición de lector, haber pegado el salto. Se lectura– no es un don mágico y eterno sino

la gran ocasión ( 6 7 ) la gran ocasión


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“Dar de leer”... En este terreno de la sujetos activos, curiosos, capaces de ponerse “Leer por placer”... La consigna del gusta”, “leer y después disfrazarse”, “leer y
lectura, como en otros terrenos, la escuela al margen y vérselas a su manera con un placer, que hizo su aparición en la escuela después dibujar”... Cada uno entendió la con-
tiene la gran posibilidad de igualar oportuni- texto, no se puede pensar en una dádiva, o hace unos quince o veinte años, pareció signa a su modo. Y cuando la consigna cris-
dades. Pero no debería verse esta promoción una administración, sino más bien en una devolverle al lector cierto protagonismo. talizó –se volvió incuestionable y automáti-
como la reparación de una falta. No se trata habilitación para la experiencia. Dar ocasión Ponía el dedo en una cuestión importante, ca– el frescor desapareció. A menudo había
de llenar un hueco. No se trata de que la para que la lectura tenga lugar. Garantizar un porque es cierto que la lectura, además de una confusión entre el placer sinónimo de
escuela “dé de leer”, como si la lectura fuese espacio y un tiempo, textos, mediaciones, acertijo y construcción, es un espacio “habi- facilidad (lo cómodo, el género bien conoci-
un alimento o una medicina, un bien-propie- condiciones, desafíos y compañía para que el table”, una casa en obra, donde se va hacien- do, las técnicas recurrentes, las series, “sólo
dad de unos (los sabios, los lectores aveza- lector se instale en su posición de lector, que, do uno sus costumbres, sus deleites, sus libros de terror”, “sólo historieta”, etc.) y el
dos...) otorgado como una dádiva a los otros ya vimos, no es mansa, obediente y automáti- consuelos, sus rituales… Introducir la idea de placer que incluye esfuerzo, sorpresa, inclu-
(los niños, los ignorantes...). La lectura no ca, sino personal, audaz, expectante..., y haga placer suponía una vuelta de tuerca. Evocaba so cierta incomodidad, y un encuentro bien
funciona de esa manera. Si se trata de ayu- su lectura. ciertas escenas emblemáticas: la del niño que ganado, menos fácil, con el texto luego del
dar a construir lectores, justamente, es decir pide un cuento, la del lector abstraído en la trabajo y la aventura.
novela, desprendido de lo que lo rodea, la del Sin embargo, hay que reconocer que, de algu-
fanático de un género, el libro codiciado, el na forma, con altibajos –y en muchos casos
libro robado, el libro bajo la almohada… con contradicciones–, la teoría del placer
En la escuela, “leer por placer”, que recupera- supuso un giro en la actitud de la escuela
ba el orden de la emoción, empezó siendo una hacia la lectura. Se le daba un lugar a la lec-
fórmula refrescante frente al rigor de tura “de tiempo libre” y a la decisión personal,
la lectura “obligatoria”. Pero poco y eso significaba un reconocimiento del lector
a poco el concepto fue per- como sujeto capaz de elegir, de disfrutar...
diendo claridad y terminó Suponía también un cambio en el repertorio,
entendiéndose de muy eran otros los textos que se ofrecían.
diversas maneras. Algunos Pero este permiso no bastaba para alentar,
lo veían como sinónimo de auspiciar, dar ocasión a la formación de lec-
“lectura recreativa”, de tores –al crecimiento lector– de manera
“pasatiempo”... “Leer por expresa. Que la escuela diga “lean placente-
leer”, “que cada uno lea lo ramente” no está nada mal, pero no parece
que trajo de su casa”, suficiente. Estamos pensando en una ocasión
“leer lo que se eligió leer”, más fuerte.
“leer algo divertido sen-
tado en un almohadón”,
“leer sólo lo que me

la gran ocasión ( 8 9 ) la gran ocasión


LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:03 Página 8

“Dar de leer”... En este terreno de la sujetos activos, curiosos, capaces de ponerse “Leer por placer”... La consigna del gusta”, “leer y después disfrazarse”, “leer y
lectura, como en otros terrenos, la escuela al margen y vérselas a su manera con un placer, que hizo su aparición en la escuela después dibujar”... Cada uno entendió la con-
tiene la gran posibilidad de igualar oportuni- texto, no se puede pensar en una dádiva, o hace unos quince o veinte años, pareció signa a su modo. Y cuando la consigna cris-
dades. Pero no debería verse esta promoción una administración, sino más bien en una devolverle al lector cierto protagonismo. talizó –se volvió incuestionable y automáti-
como la reparación de una falta. No se trata habilitación para la experiencia. Dar ocasión Ponía el dedo en una cuestión importante, ca– el frescor desapareció. A menudo había
de llenar un hueco. No se trata de que la para que la lectura tenga lugar. Garantizar un porque es cierto que la lectura, además de una confusión entre el placer sinónimo de
escuela “dé de leer”, como si la lectura fuese espacio y un tiempo, textos, mediaciones, acertijo y construcción, es un espacio “habi- facilidad (lo cómodo, el género bien conoci-
un alimento o una medicina, un bien-propie- condiciones, desafíos y compañía para que el table”, una casa en obra, donde se va hacien- do, las técnicas recurrentes, las series, “sólo
dad de unos (los sabios, los lectores aveza- lector se instale en su posición de lector, que, do uno sus costumbres, sus deleites, sus libros de terror”, “sólo historieta”, etc.) y el
dos...) otorgado como una dádiva a los otros ya vimos, no es mansa, obediente y automáti- consuelos, sus rituales… Introducir la idea de placer que incluye esfuerzo, sorpresa, inclu-
(los niños, los ignorantes...). La lectura no ca, sino personal, audaz, expectante..., y haga placer suponía una vuelta de tuerca. Evocaba so cierta incomodidad, y un encuentro bien
funciona de esa manera. Si se trata de ayu- su lectura. ciertas escenas emblemáticas: la del niño que ganado, menos fácil, con el texto luego del
dar a construir lectores, justamente, es decir pide un cuento, la del lector abstraído en la trabajo y la aventura.
novela, desprendido de lo que lo rodea, la del Sin embargo, hay que reconocer que, de algu-
fanático de un género, el libro codiciado, el na forma, con altibajos –y en muchos casos
libro robado, el libro bajo la almohada… con contradicciones–, la teoría del placer
En la escuela, “leer por placer”, que recupera- supuso un giro en la actitud de la escuela
ba el orden de la emoción, empezó siendo una hacia la lectura. Se le daba un lugar a la lec-
fórmula refrescante frente al rigor de tura “de tiempo libre” y a la decisión personal,
la lectura “obligatoria”. Pero poco y eso significaba un reconocimiento del lector
a poco el concepto fue per- como sujeto capaz de elegir, de disfrutar...
diendo claridad y terminó Suponía también un cambio en el repertorio,
entendiéndose de muy eran otros los textos que se ofrecían.
diversas maneras. Algunos Pero este permiso no bastaba para alentar,
lo veían como sinónimo de auspiciar, dar ocasión a la formación de lec-
“lectura recreativa”, de tores –al crecimiento lector– de manera
“pasatiempo”... “Leer por expresa. Que la escuela diga “lean placente-
leer”, “que cada uno lea lo ramente” no está nada mal, pero no parece
que trajo de su casa”, suficiente. Estamos pensando en una ocasión
“leer lo que se eligió leer”, más fuerte.
“leer algo divertido sen-
tado en un almohadón”,
“leer sólo lo que me

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La lectura como experiencia / un lector niño, también si es un pequeñísimo Cuando una profesora de Literatura de pri- sente. Aunque no se le otorgue sino la mode-
el lector activo... Cuando hablamos lector analfabeto, dispone de un espacio de mer año les preguntó a sus alumnos si recor- rada libertad de leer en voz alta el texto (una
de lectura hablamos de lectores. El que lee es lecturas acumuladas –un pasado de lectu- daban la novela de Henry James Otra vuelta práctica interesante que la escuela parece
el lector. El, personalmente, se hace cargo de ras– y también de ciertas reglas de juego: de tuerca que habían leído unos meses atrás, haber dejado de lado en estos últimos años),
su lectura, y eso es algo en lo que nadie una poética. Tal vez muchas de esas “lectu- cada uno la recordó a su manera: un lector la marcará su presencia: el timbre de voz, la
podrá reemplazarlo. Esta es una idea que ras” y de esos saberes poéticos no tengan la reconoció como “el cuento de los fantasmas entonación, los titubeos, las pausas son
para algunos tal vez sea nueva: cada lector, forma de una página llena de letras, y proven- que se quedaron en la mansión y el chico que reflejo de su actividad, su trabajo... Pequeñas
cada lectora –en su tiempo y su espacio, en gan de otros medios (de la televisión, por estaba poseído”, mientras otra lectora dijo intervenciones, comentarios, críticas, refe-
su circunstancia personal concreta– cons- ejemplo, de la canción de bailanta, de la publi- que era “la novela de la institutriz que está rencia a otros textos, preguntas a veces
truye su propia lectura. No hay dos lecturas cidad callejera…), pero eso no les resta efi- loca”. El pasado de lecturas, en cada lectura insólitas, gestos mínimos son las grietas por
iguales de un mismo texto. El pensador fran- cacia. Son, para el lector, su equipaje, su caja nueva… Es posible que algún maestro piense donde, muchas veces, la lectura personal se
cés Michel de Certeau habla de una “lectio”. de herramientas... Con ayuda de esos saberes que el texto tiene “un” sentido, independiente deja ver...
Llama así al resultado de la experiencia construirá su sentido. del lector, el sentido que él mismo ha cons- Se dirá que es difícil, casi imposible, esta
–única– de cada lector con el texto. La lectu- Como le pasaba al paisano recién llegado a truido o el que otros le otorgan, una clave forma de lectura colectiva, acompañar arte-
ra es resultado de un trabajo del lector, de Buenos Aires, según lo pinta Estanislao del única, una especie de “interpretación oficial” sanalmente a cada uno de los jóvenes lecto-
sus afanes, sus hipótesis, sus riesgos… No Campo. De vuelta al pago le cuenta al amigo a la que toda lectura “correcta” debería res en esa clase de experiencia personal den-
es algo que se ingiere. No es sustancia que se don Laguna la ópera Fausto de Gounod tal acercarse... Los lectores que “acierten” o al tro del aula, prestar oído a cada “lectio”, dar
administra. Ni “comida” ni “remedio”. La lectu- como él la ha “leído”, arrimándola vigorosa- menos se acerquen a la “verdadera lectura” ocasión a todas… Y sí, seguramente es más
ra no es consumo, sino producción. Tampoco mente a su experiencia. Así es “leída” la merecerán ser aprobados, los que no acier- difícil que instalar por la fuerza la interpreta-
es marca, ni fragua. No funciona como un seducción del Diablo: “Mi dotor no se me ten o no acuerden con ella reprobarán… ción oficial. Pero tampoco es cuestión de que
sello sobre masilla blanda, formando al lector asuste / que yo lo vengo a servir: / pida lo Pero la descalificación de estas interpreta- cada experiencia sea “supervisada”, controla-
a su imagen y semejanza, sino que el lector, que ha de pedir / y ordenemé lo que guste”. / ciones “diferentes” o “raras” no las hará da, evaluada... El proceso de constitución del
que no es pasivo, ofrece una resistencia, se El Dotor medio asustao / le contestó que se desaparecer. Nada va a impedir que las lectu- lector es en buena medida privado, aunque
coloca frente al texto, entra en juego con él y juese… / –Hizo bien: ¿no le parece? / ras personales, en secreto, se sigan produ- tenga su parte social. De esos acontecimien-
produce su lectura. El lector no es tabula –Dejuramente, cuñao. / Pero el Diablo ciendo… Bastará un pequeño cambio de tos privados tal vez, en ocasiones, el maestro
rasa. Lo que lee no cae en el vacío sino en su comenzó / a alegar gastos de viaje, / y a actitud de ese maestro –prestar oreja, tenga algún atisbo, pero lo más probable es
espacio personal, en su universo de significa- medio darle coraje / hasta que lo engatuzó. / ponerse a escuchar los comentarios, las que sean momentos excepcionales. Lo que sí
ciones. Se va a ir tramando, entretejiendo –¿No era un Dotor muy profundo? / ¿Cómo se pequeñas acotaciones, las distintas formas puede hacer el maestro es promover la prác-
con su cultura, sus códigos, su pasado de dejó engañar? / –Mandinga es capaz de dar / de atención…– para que afloren. El maestro tica personal, favorecer la producción de lec-
lecturas, sus anticipaciones también, sus diez güeltas a medio mundo. / El Diablo volvió verá entonces cómo su texto, ese texto tan tura en lugar de poner al lector en posición
equívocos, sus deseos... Cada nueva lectura a decir: “Mi Dotor no se me asuste / ordene- conocido, se multiplica y abre en significacio- de receptáculo y sencillamente “bajarle” una
va a suponer una reestructuración de ese mé en lo que guste / pida lo que ha de pedir. nes inesperadas. Ha pasado por el lector, por lectura. Si queda claro en todo momento el
espacio simbólico, va a suponer una relectura / Si quiere plata tendrá: / mi bolsa siempre cada uno de los lectores que hay en su aula, protagonismo del lector, su estatuto de lec-
de lo ya leído... Habrá cruces, evocaciones, está llena, y más rico que Anchorena, con ya no es el mismo de antes… tor, su independencia, su capacidad (crecien-
contradicciones, ecos... decir ‘quiero’ será”. El pasado de lecturas, en El lector nunca deja de estar presente en su te) de construir sentido, su tendencia a pen-
Todo lector, por joven que sea, también si es cada lectura nueva… lectura. Hasta en el rechazo a leer está pre- sar con la propia cabeza, y si, al mismo tiem-

la gran ocasión ( 10 11 ) la gran ocasión


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La lectura como experiencia / un lector niño, también si es un pequeñísimo Cuando una profesora de Literatura de pri- sente. Aunque no se le otorgue sino la mode-
el lector activo... Cuando hablamos lector analfabeto, dispone de un espacio de mer año les preguntó a sus alumnos si recor- rada libertad de leer en voz alta el texto (una
de lectura hablamos de lectores. El que lee es lecturas acumuladas –un pasado de lectu- daban la novela de Henry James Otra vuelta práctica interesante que la escuela parece
el lector. El, personalmente, se hace cargo de ras– y también de ciertas reglas de juego: de tuerca que habían leído unos meses atrás, haber dejado de lado en estos últimos años),
su lectura, y eso es algo en lo que nadie una poética. Tal vez muchas de esas “lectu- cada uno la recordó a su manera: un lector la marcará su presencia: el timbre de voz, la
podrá reemplazarlo. Esta es una idea que ras” y de esos saberes poéticos no tengan la reconoció como “el cuento de los fantasmas entonación, los titubeos, las pausas son
para algunos tal vez sea nueva: cada lector, forma de una página llena de letras, y proven- que se quedaron en la mansión y el chico que reflejo de su actividad, su trabajo... Pequeñas
cada lectora –en su tiempo y su espacio, en gan de otros medios (de la televisión, por estaba poseído”, mientras otra lectora dijo intervenciones, comentarios, críticas, refe-
su circunstancia personal concreta– cons- ejemplo, de la canción de bailanta, de la publi- que era “la novela de la institutriz que está rencia a otros textos, preguntas a veces
truye su propia lectura. No hay dos lecturas cidad callejera…), pero eso no les resta efi- loca”. El pasado de lecturas, en cada lectura insólitas, gestos mínimos son las grietas por
iguales de un mismo texto. El pensador fran- cacia. Son, para el lector, su equipaje, su caja nueva… Es posible que algún maestro piense donde, muchas veces, la lectura personal se
cés Michel de Certeau habla de una “lectio”. de herramientas... Con ayuda de esos saberes que el texto tiene “un” sentido, independiente deja ver...
Llama así al resultado de la experiencia construirá su sentido. del lector, el sentido que él mismo ha cons- Se dirá que es difícil, casi imposible, esta
–única– de cada lector con el texto. La lectu- Como le pasaba al paisano recién llegado a truido o el que otros le otorgan, una clave forma de lectura colectiva, acompañar arte-
ra es resultado de un trabajo del lector, de Buenos Aires, según lo pinta Estanislao del única, una especie de “interpretación oficial” sanalmente a cada uno de los jóvenes lecto-
sus afanes, sus hipótesis, sus riesgos… No Campo. De vuelta al pago le cuenta al amigo a la que toda lectura “correcta” debería res en esa clase de experiencia personal den-
es algo que se ingiere. No es sustancia que se don Laguna la ópera Fausto de Gounod tal acercarse... Los lectores que “acierten” o al tro del aula, prestar oído a cada “lectio”, dar
administra. Ni “comida” ni “remedio”. La lectu- como él la ha “leído”, arrimándola vigorosa- menos se acerquen a la “verdadera lectura” ocasión a todas… Y sí, seguramente es más
ra no es consumo, sino producción. Tampoco mente a su experiencia. Así es “leída” la merecerán ser aprobados, los que no acier- difícil que instalar por la fuerza la interpreta-
es marca, ni fragua. No funciona como un seducción del Diablo: “Mi dotor no se me ten o no acuerden con ella reprobarán… ción oficial. Pero tampoco es cuestión de que
sello sobre masilla blanda, formando al lector asuste / que yo lo vengo a servir: / pida lo Pero la descalificación de estas interpreta- cada experiencia sea “supervisada”, controla-
a su imagen y semejanza, sino que el lector, que ha de pedir / y ordenemé lo que guste”. / ciones “diferentes” o “raras” no las hará da, evaluada... El proceso de constitución del
que no es pasivo, ofrece una resistencia, se El Dotor medio asustao / le contestó que se desaparecer. Nada va a impedir que las lectu- lector es en buena medida privado, aunque
coloca frente al texto, entra en juego con él y juese… / –Hizo bien: ¿no le parece? / ras personales, en secreto, se sigan produ- tenga su parte social. De esos acontecimien-
produce su lectura. El lector no es tabula –Dejuramente, cuñao. / Pero el Diablo ciendo… Bastará un pequeño cambio de tos privados tal vez, en ocasiones, el maestro
rasa. Lo que lee no cae en el vacío sino en su comenzó / a alegar gastos de viaje, / y a actitud de ese maestro –prestar oreja, tenga algún atisbo, pero lo más probable es
espacio personal, en su universo de significa- medio darle coraje / hasta que lo engatuzó. / ponerse a escuchar los comentarios, las que sean momentos excepcionales. Lo que sí
ciones. Se va a ir tramando, entretejiendo –¿No era un Dotor muy profundo? / ¿Cómo se pequeñas acotaciones, las distintas formas puede hacer el maestro es promover la prác-
con su cultura, sus códigos, su pasado de dejó engañar? / –Mandinga es capaz de dar / de atención…– para que afloren. El maestro tica personal, favorecer la producción de lec-
lecturas, sus anticipaciones también, sus diez güeltas a medio mundo. / El Diablo volvió verá entonces cómo su texto, ese texto tan tura en lugar de poner al lector en posición
equívocos, sus deseos... Cada nueva lectura a decir: “Mi Dotor no se me asuste / ordene- conocido, se multiplica y abre en significacio- de receptáculo y sencillamente “bajarle” una
va a suponer una reestructuración de ese mé en lo que guste / pida lo que ha de pedir. nes inesperadas. Ha pasado por el lector, por lectura. Si queda claro en todo momento el
espacio simbólico, va a suponer una relectura / Si quiere plata tendrá: / mi bolsa siempre cada uno de los lectores que hay en su aula, protagonismo del lector, su estatuto de lec-
de lo ya leído... Habrá cruces, evocaciones, está llena, y más rico que Anchorena, con ya no es el mismo de antes… tor, su independencia, su capacidad (crecien-
contradicciones, ecos... decir ‘quiero’ será”. El pasado de lecturas, en El lector nunca deja de estar presente en su te) de construir sentido, su tendencia a pen-
Todo lector, por joven que sea, también si es cada lectura nueva… lectura. Hasta en el rechazo a leer está pre- sar con la propia cabeza, y si, al mismo tiem-

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po, se habilita del mejor modo posible su


práctica, es casi seguro que tendrán lugar
muchas y trascendentales transformaciones.
No sólo en los niños. También, sin la menor
duda, en los adultos que los acompañan, que
posiblemente hayan sido entrenados para
callar sus lecturas y aceptar las oficiales.
Tenderán a volverse, también ellos –los adul-
tos–, más lectores, a no dar tan por sentado
el mundo, a sorprenderse.

Leer y escribir... Esta reconsidera- su lectura. Lo nombrado lleva la marca de


ción del lector como alguien activo, no pasi- quien lo nombra, ha pasado por él. Es su lec-
vo, como un jugador que, frente a un texto, tio, su montaje, su construcción… el sentido
hace sus apuestas, dibuja sus estrategias y alcanzado le pertenece.
construye sus sentidos, facilita la compren- Leer y escribir van siempre juntos. Por eso
sión de la escritura y la lectura como dos resulta tanto más sencillo ponerse a escri-
caras de la misma moneda. La práctica de la bir cuando uno “tiene algo para decir”, ha
lectura y la práctica de la escritura están atrapado alguna significación, por así
muy cerca, más cerca de lo que en general decir... Y, viceversa, resulta tanto más sen-
se piensa. cillo ponerse a leer cuando lo que uno lee “le
La decisión de escribir, de dejar una marca, dice algo”, es decir, de alguna forma, podría,
supone haber alcanzado, o desear alcanzar al eventualmente, haber sido escrito por uno...
menos, alguna lectura. Escribir es una forma Y por eso es tanto más aventurero, tanto
de estar leyendo, del mismo modo en que más inquietante, ponerse a escribir sin
contar es una forma de leer lo que se cuenta. saber de antemano todo “lo que se va a
La sola formulación en palabras ya es una decir”, leyendo-escribiendo al mismo tiempo,
lectura. El niño pequeño que va por el mundo o, desde el otro lado, ponerse a leer algo
nombrando las cosas –“árbol”, “gato”, “auto”– que no es exactamente lo que se esperaba
está en cierto modo, “leyendo” y, además, leer, algo que deberá ser “reescrito” mien-
“escribiendo”, registrando, con la enunciación, tras se lo lee.

13 ) la gran ocasión
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po, se habilita del mejor modo posible su


práctica, es casi seguro que tendrán lugar
muchas y trascendentales transformaciones.
No sólo en los niños. También, sin la menor
duda, en los adultos que los acompañan, que
posiblemente hayan sido entrenados para
callar sus lecturas y aceptar las oficiales.
Tenderán a volverse, también ellos –los adul-
tos–, más lectores, a no dar tan por sentado
el mundo, a sorprenderse.

Leer y escribir... Esta reconsidera- su lectura. Lo nombrado lleva la marca de


ción del lector como alguien activo, no pasi- quien lo nombra, ha pasado por él. Es su lec-
vo, como un jugador que, frente a un texto, tio, su montaje, su construcción… el sentido
hace sus apuestas, dibuja sus estrategias y alcanzado le pertenece.
construye sus sentidos, facilita la compren- Leer y escribir van siempre juntos. Por eso
sión de la escritura y la lectura como dos resulta tanto más sencillo ponerse a escri-
caras de la misma moneda. La práctica de la bir cuando uno “tiene algo para decir”, ha
lectura y la práctica de la escritura están atrapado alguna significación, por así
muy cerca, más cerca de lo que en general decir... Y, viceversa, resulta tanto más sen-
se piensa. cillo ponerse a leer cuando lo que uno lee “le
La decisión de escribir, de dejar una marca, dice algo”, es decir, de alguna forma, podría,
supone haber alcanzado, o desear alcanzar al eventualmente, haber sido escrito por uno...
menos, alguna lectura. Escribir es una forma Y por eso es tanto más aventurero, tanto
de estar leyendo, del mismo modo en que más inquietante, ponerse a escribir sin
contar es una forma de leer lo que se cuenta. saber de antemano todo “lo que se va a
La sola formulación en palabras ya es una decir”, leyendo-escribiendo al mismo tiempo,
lectura. El niño pequeño que va por el mundo o, desde el otro lado, ponerse a leer algo
nombrando las cosas –“árbol”, “gato”, “auto”– que no es exactamente lo que se esperaba
está en cierto modo, “leyendo” y, además, leer, algo que deberá ser “reescrito” mien-
“escribiendo”, registrando, con la enunciación, tras se lo lee.

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“Enseñar a leer”... ¿Qué puede hacer cuenta una película, recita un poema, recorta Pero entonces, si el maestro no puede “tras- eso es indiferente. Y los mediadores, que hacen
la escuela con la lectura? ¿Qué papel puede un trozo del diario, subraya una palabra en un pasar” su lectura a los alumnos que tiene ahí de nexo, de casamenteros entre el lector y el
desempeñar en el auspicio de los lectores? libro o cubre los márgenes con trozos de su adelante (dijimos que le corresponde más texto, quedan ligados a la experiencia misma.
¿De qué manera puede contribuir con ellos, lectio. Un cantautor. Una peña. Dos jóvenes bien contribuir a que cada uno de ellos cobre La voz de quien lee un cuento en voz alta, su
alentar sus audacias, acompañarlos en sus descubriendo “a dúo” un poeta. Las escenas confianza, acepte el desafío y “lea por sí presencia, el libro que sostiene en la mano, las
titubeos, contribuir a su poética, fortalecer- son múltiples, muchas veces casuales, y en mismo”), si ni siquiera puede llevar un control ilustraciones que se espían o se adivinan, el
los en su cualidad de sujetos de una expe- general poco institucionalizadas. fehaciente y minucioso –como pretende la lla- lugar en que se desarrolla la escena, los olores
riencia y, a la vez, ayudarlos a ensanchar esa Pero la escuela es una institución, y una insti- mada “comprensión del texto”– de todas y y sonidos circunstanciales forman parte de la
experiencia, prestar oído a las narraciones, tución de tradiciones fuertes. Hay destrezas cada una de las lectio a que arribarán esos experiencia y llaman la atención sobre ella. Hay
las intervenciones, los registros, facilitar su e información que debe transmitir. Hay un lectores que van entrando en confianza (diji- condiciones propicias y otras menos propicias,
ingreso al gran tapiz cultural y darles con- equipaje cultural, simbólico, científico que mos que, en la medida en que dé la palabra a o incluso disuasivas. Hay mediadores encendi-
fianza en sus posibilidades para entretejerse debe entregar a la generación siguiente. En los lectores y desarrolle la escucha, podrá dos y mediadores indiferentes...
en la trama? Y, si hay algo “enseñable” en esta medio de esa tarea, que es gigantesca, a tener vislumbres, pero sólo vislumbres)… La ocasión a veces no está, en ese caso habrá
experiencia de la lectura, ¿qué es? ¿Cuál es el veces resulta difícil recordar que la informa- ¿Cuál es su papel? ¿Qué hay de enseñable en que crearla.
papel del maestro, del bibliotecario, del pro- ción y el equipaje simbólico no son contenidos la experiencia que está teniendo lugar en su La escuela tiene sus rutinas, sus tiempos y sus
fesor? ¿Cómo intervienen? ¿Son mentores, que puedan entregarse en forma de paquete, aula, en su biblioteca? ¿Cómo puede interve- espacios de larga tradición. Pero, si quiere dar
socios, entrenadores, guías, acompañan- o administrarse como dosis, sin transforma- nir él –de manera consciente, deliberada, no lugar a la experiencia de la lectura personal –la
tes…? ¿En qué escenas de lectura se piensa? ción, sin dar ocasión de que entren en diálogo por casualidad sino como parte de su tarea que vale la pena– y permitir que se despliegue
Fuera de la escuela suelen entablarse víncu- con los destinatarios. Las escenas pueden diaria–, para favorecerla, ensancharla y enri- en todas sus posibilidades, deberá reservarle
los entre lectores avezados y lectores más volverse un poco rígidas. Un maestro, un pro- quecer su trama? un lugar –en el espacio y en el tiempo– cómodo,
novatos, y también muchos vínculos entre fesor tiene un saber, tiene asuntos que tra- holgado y específico. Una ocasión precisa, las
colegas lectores, pares lectores, que desem- tar y conocimientos que transmitir, y es Un tiempo y un lugar / la ocasión... condiciones necesarias y un ánimo deliberado.
peñan un papel muy importante en la historia importante que esté muy consciente de eso. Lo primero que puede hacer un maestro que De modo que quede claro para todos que lo
de un lector. En general, salvo tal vez el caso Pero también debería ser consciente de que, quiere “enseñar a leer” es crear la ocasión, un que se hará en ese espacio y ese tiempo elegi-
del bibliotecario, son vínculos más o menos por mucho saber y muchas lecturas que tiempo y un espacio propicios, un estado de dos será justo eso: leer.
espontáneos, y muy variados. No están mar- tenga en su espacio personal, no será el ánimo y también una especie de comunión Es posible que en un primer momento haya
cados por la edad –aunque eso a veces cuen- constructor del sentido del otro. Puesto que, de lectura. que marcar el comienzo de ese espacio-tiem-
ta–, pero sí, a menudo, por la comunidad de ya dijimos, cada uno construye personalmen- Los lectores no se encuentran con los textos po particular de manera muy precisa. Con
lecturas, por el equipaje de preguntas, por los te su lectura, también los niños pequeñísimos en el vacío, sino –siempre– en situaciones his- ciertos gestos, ciertos llamados o ciertas
recorridos en el tapiz. Un adulto contándole que no saben leer y escribir. El maestro, por tóricas concretas, en determinado lugar y rutinas, por ejemplo, formando un círculo o
un cuento a un niño. Un grupo de mujeres mucho saber y muchas lecturas que tenga en determinada hora del día, en determinado cerrando la puerta del aula para ahuyentar
leyéndoles cuentos a los niños de un comedor su espacio personal, no será el constructor momento de su historia personal, en ciertas las interrupciones externas (la llamada “ani-
comunitario. Una abuela que recuerda el del sentido del otro. Puesto que, ya dijimos, circunstancias, mediando ciertos vínculos… El mación a la lectura” desarrolló un tremendo
pasado. Un hermano mayor, o más lector, un cada uno construye personalmente su lectu- texto no es una entelequia. Está cifrado en un repertorio de recursos, no todos funcionales
“loco de los libros” o un librero que recomien- ra, también los niños pequeñísimos que no cuerpo (imágenes en movimiento, una tipogra- a la lectura)…. Luego, a medida que se trate
dan con entusiasmo un título… Alguien que saben leer y escribir… fía, un diseño de página, un soporte…). Nada de genuinamente de una experiencia y no de la

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“Enseñar a leer”... ¿Qué puede hacer cuenta una película, recita un poema, recorta Pero entonces, si el maestro no puede “tras- eso es indiferente. Y los mediadores, que hacen
la escuela con la lectura? ¿Qué papel puede un trozo del diario, subraya una palabra en un pasar” su lectura a los alumnos que tiene ahí de nexo, de casamenteros entre el lector y el
desempeñar en el auspicio de los lectores? libro o cubre los márgenes con trozos de su adelante (dijimos que le corresponde más texto, quedan ligados a la experiencia misma.
¿De qué manera puede contribuir con ellos, lectio. Un cantautor. Una peña. Dos jóvenes bien contribuir a que cada uno de ellos cobre La voz de quien lee un cuento en voz alta, su
alentar sus audacias, acompañarlos en sus descubriendo “a dúo” un poeta. Las escenas confianza, acepte el desafío y “lea por sí presencia, el libro que sostiene en la mano, las
titubeos, contribuir a su poética, fortalecer- son múltiples, muchas veces casuales, y en mismo”), si ni siquiera puede llevar un control ilustraciones que se espían o se adivinan, el
los en su cualidad de sujetos de una expe- general poco institucionalizadas. fehaciente y minucioso –como pretende la lla- lugar en que se desarrolla la escena, los olores
riencia y, a la vez, ayudarlos a ensanchar esa Pero la escuela es una institución, y una insti- mada “comprensión del texto”– de todas y y sonidos circunstanciales forman parte de la
experiencia, prestar oído a las narraciones, tución de tradiciones fuertes. Hay destrezas cada una de las lectio a que arribarán esos experiencia y llaman la atención sobre ella. Hay
las intervenciones, los registros, facilitar su e información que debe transmitir. Hay un lectores que van entrando en confianza (diji- condiciones propicias y otras menos propicias,
ingreso al gran tapiz cultural y darles con- equipaje cultural, simbólico, científico que mos que, en la medida en que dé la palabra a o incluso disuasivas. Hay mediadores encendi-
fianza en sus posibilidades para entretejerse debe entregar a la generación siguiente. En los lectores y desarrolle la escucha, podrá dos y mediadores indiferentes...
en la trama? Y, si hay algo “enseñable” en esta medio de esa tarea, que es gigantesca, a tener vislumbres, pero sólo vislumbres)… La ocasión a veces no está, en ese caso habrá
experiencia de la lectura, ¿qué es? ¿Cuál es el veces resulta difícil recordar que la informa- ¿Cuál es su papel? ¿Qué hay de enseñable en que crearla.
papel del maestro, del bibliotecario, del pro- ción y el equipaje simbólico no son contenidos la experiencia que está teniendo lugar en su La escuela tiene sus rutinas, sus tiempos y sus
fesor? ¿Cómo intervienen? ¿Son mentores, que puedan entregarse en forma de paquete, aula, en su biblioteca? ¿Cómo puede interve- espacios de larga tradición. Pero, si quiere dar
socios, entrenadores, guías, acompañan- o administrarse como dosis, sin transforma- nir él –de manera consciente, deliberada, no lugar a la experiencia de la lectura personal –la
tes…? ¿En qué escenas de lectura se piensa? ción, sin dar ocasión de que entren en diálogo por casualidad sino como parte de su tarea que vale la pena– y permitir que se despliegue
Fuera de la escuela suelen entablarse víncu- con los destinatarios. Las escenas pueden diaria–, para favorecerla, ensancharla y enri- en todas sus posibilidades, deberá reservarle
los entre lectores avezados y lectores más volverse un poco rígidas. Un maestro, un pro- quecer su trama? un lugar –en el espacio y en el tiempo– cómodo,
novatos, y también muchos vínculos entre fesor tiene un saber, tiene asuntos que tra- holgado y específico. Una ocasión precisa, las
colegas lectores, pares lectores, que desem- tar y conocimientos que transmitir, y es Un tiempo y un lugar / la ocasión... condiciones necesarias y un ánimo deliberado.
peñan un papel muy importante en la historia importante que esté muy consciente de eso. Lo primero que puede hacer un maestro que De modo que quede claro para todos que lo
de un lector. En general, salvo tal vez el caso Pero también debería ser consciente de que, quiere “enseñar a leer” es crear la ocasión, un que se hará en ese espacio y ese tiempo elegi-
del bibliotecario, son vínculos más o menos por mucho saber y muchas lecturas que tiempo y un espacio propicios, un estado de dos será justo eso: leer.
espontáneos, y muy variados. No están mar- tenga en su espacio personal, no será el ánimo y también una especie de comunión Es posible que en un primer momento haya
cados por la edad –aunque eso a veces cuen- constructor del sentido del otro. Puesto que, de lectura. que marcar el comienzo de ese espacio-tiem-
ta–, pero sí, a menudo, por la comunidad de ya dijimos, cada uno construye personalmen- Los lectores no se encuentran con los textos po particular de manera muy precisa. Con
lecturas, por el equipaje de preguntas, por los te su lectura, también los niños pequeñísimos en el vacío, sino –siempre– en situaciones his- ciertos gestos, ciertos llamados o ciertas
recorridos en el tapiz. Un adulto contándole que no saben leer y escribir. El maestro, por tóricas concretas, en determinado lugar y rutinas, por ejemplo, formando un círculo o
un cuento a un niño. Un grupo de mujeres mucho saber y muchas lecturas que tenga en determinada hora del día, en determinado cerrando la puerta del aula para ahuyentar
leyéndoles cuentos a los niños de un comedor su espacio personal, no será el constructor momento de su historia personal, en ciertas las interrupciones externas (la llamada “ani-
comunitario. Una abuela que recuerda el del sentido del otro. Puesto que, ya dijimos, circunstancias, mediando ciertos vínculos… El mación a la lectura” desarrolló un tremendo
pasado. Un hermano mayor, o más lector, un cada uno construye personalmente su lectu- texto no es una entelequia. Está cifrado en un repertorio de recursos, no todos funcionales
“loco de los libros” o un librero que recomien- ra, también los niños pequeñísimos que no cuerpo (imágenes en movimiento, una tipogra- a la lectura)…. Luego, a medida que se trate
dan con entusiasmo un título… Alguien que saben leer y escribir… fía, un diseño de página, un soporte…). Nada de genuinamente de una experiencia y no de la

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alusión a una experiencia, o el ritual de una Entre el enigma y la confianza... El lector frente al texto... Con en el esmero por desarrollar la ocasión, inclu-
experiencia, el ingreso a ese lugar “especial” ¿Y qué será lo que se estará leyendo? En un todo, y más allá de ese “círculo” (que no tiene so por elegir un texto y proponerlo a los
de la lectura, un lugar de recogimiento –o principio seguramente algo que propuso la por qué ser círculo, ni cerrado) que enmarca niños o a los jóvenes, tiene su oportunidad de
“puesta al margen”–, de exploración y prota- maestra, el maestro, que tiene una historia la experiencia y favorece la actitud, más allá intervenir. Inmediatamente después, en cuan-
gonismo lector, será mucho más natural y de lecturas, que ha transitado muchos tex- incluso de la elección acertada de un relato, to el lector comience su actividad, ponga en
formará parte del trato diario del aula. El tos, hecho sus lectio… y está en posición de una novela, un poema, hay un momento inevi- juego sus estrategias y vaya desplegando su
deseo y la actitud se presentarán de improvi- proponer lecturas. Elegir es un grandísimo table –y central a la lectura– cuando el lector lectio, también tendrá oportunidad de inter-
so y muy a menudo (el lector, una vez embar- privilegio y una oportunidad excelente para se pone frente al texto, como un jugador venir, acompañar, alentar, entretejer y cola-
cado en la lectura, es muy persistente), y no “enseñar a leer” y, al mismo tiempo, para ayu- frente al tablero. Al igual que el escritor fren- borar en los descubrimientos. Pero no debe-
por iniciativa sólo del maestro sino también dar a los lectores en proceso a poner pie en te a la página en blanco, el lector se descon- ría intervenir en el momento enigmático, que
de los lectores que van creciendo. el gran tapiz. cierta frente a lo que “fue escrito”, tanto si le es cuando queda planteado el reto.
La escuela puede dar lugar a muchas y muy Por otra parte, el maestro conoce a su círcu- llega directamente desde las marcas, desde Este corrimiento del mediador, aunque salu-
diversas maneras de leer, algunas por comple- lo, a su comunidad lectora… Está en inmejo- la letra (que deberá reconocer), como si le dable, puede ser inquietante. Supone en cier-
to solitarias. Se puede leer simultáneamente rables condiciones de hacer de casamentero llega, más amistosamente, encarnado en la ta forma una “desprotección”: ya no será
pero en paralelo, cada uno con su texto… Se y mediar. Sabe que, si el lector es puesto voz de quien se lo lee. Hay un momento como cuando se “anticipaba” el tema (e inclu-
puede estudiar una lección. Se puede leer en frente a algo absolutamente ajeno, algo inquietante, enigmático, en el que uno “no so alguna clave), se “preparaba” al lector
un rincón de la biblioteca, o del aula, o leer de a cerrado, tan complejo y alejado de sus estra- sabe” si saldrá adelante con el juego. Es un para los “hallazgos” (que ya no serían hallaz-
dos en un recreo… Pero aquí, en esta pro- tegias de lectura que no tiene por dónde pequeño vacío que tal vez no convenga llenar gos, por cierto) y se “garantizaba” el feliz
puesta, nos interesa poner el énfasis en el cír- entrar para apropiárselo, posiblemente lo por anticipado, como muchas veces se suele arribo al sentido previsto… Pero supone
culo y recuperar la comunidad del aula, la pri- rechace furibundo… o abatido. Y que, en hacer, explicando de más, adelantando el también una promoción del lector, una con-
mera y más rica comunidad de lectura que cambio, si hay alguna puerta –y una de las tema de lo que se va a leer, aquietando los fianza en su poder y su autonomía. Ese breve
puede generar la escuela. No la única, pero sí la más ricas e interesantes formas de interven- temores. No está mal que el lector, frente al instante de soledad dará lugar a la pregunta,
más propia. La escuela, si está dispuesta a ción de un maestro es encontrarlas– y el lec- enigma, se sienta perplejo, incluso un poco a la curiosidad, y también al coraje.
asumirse como la gran ocasión y realmente tor no queda aniquilado sino que siente que asustado… Es sólo un momento, justo antes El lector empezará a leer. Por algún lado –tal
“enseñar a leer”, no puede desaprovechar esa puede jugar, que puede ejercer su trabajo y de que se inicie la lectura. vez un lado insólito, extravagante– entrará al
escena. Luego, ya se verá, las sociedades se leer con alguna confianza, creyendo en sí En esta breve pero fundamental instancia, tal texto. El maestro se mantendrá atento y
irán ampliando, entretejiendo, cruzando y mismo como lector, los efectos serán tre- vez lo mejor que pueda hacer el maestro, el curioso a lo que está sucediendo: ¿cómo
extendiendo, pero habrá que comenzar por el mendamente saludables. bibliotecario, el mediador sea no interponer- están entrando esos lectores al texto que él
aula, la comunidad diaria, en la que habrá que Esta estimulante dosificación de enigma y se. Permitir ese encuentro enigmático, un eligió para esa ocasión?, ¿con qué herramien-
dibujar ese círculo claro y contundente: “esta- confianza es una de las intervenciones más poco brutal, entre el lector y el texto. Antes, tas?, ¿con qué destrezas?, ¿siguiendo qué
mos leyendo”. importantes del maestro. tradiciones, qué reglas?

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alusión a una experiencia, o el ritual de una Entre el enigma y la confianza... El lector frente al texto... Con en el esmero por desarrollar la ocasión, inclu-
experiencia, el ingreso a ese lugar “especial” ¿Y qué será lo que se estará leyendo? En un todo, y más allá de ese “círculo” (que no tiene so por elegir un texto y proponerlo a los
de la lectura, un lugar de recogimiento –o principio seguramente algo que propuso la por qué ser círculo, ni cerrado) que enmarca niños o a los jóvenes, tiene su oportunidad de
“puesta al margen”–, de exploración y prota- maestra, el maestro, que tiene una historia la experiencia y favorece la actitud, más allá intervenir. Inmediatamente después, en cuan-
gonismo lector, será mucho más natural y de lecturas, que ha transitado muchos tex- incluso de la elección acertada de un relato, to el lector comience su actividad, ponga en
formará parte del trato diario del aula. El tos, hecho sus lectio… y está en posición de una novela, un poema, hay un momento inevi- juego sus estrategias y vaya desplegando su
deseo y la actitud se presentarán de improvi- proponer lecturas. Elegir es un grandísimo table –y central a la lectura– cuando el lector lectio, también tendrá oportunidad de inter-
so y muy a menudo (el lector, una vez embar- privilegio y una oportunidad excelente para se pone frente al texto, como un jugador venir, acompañar, alentar, entretejer y cola-
cado en la lectura, es muy persistente), y no “enseñar a leer” y, al mismo tiempo, para ayu- frente al tablero. Al igual que el escritor fren- borar en los descubrimientos. Pero no debe-
por iniciativa sólo del maestro sino también dar a los lectores en proceso a poner pie en te a la página en blanco, el lector se descon- ría intervenir en el momento enigmático, que
de los lectores que van creciendo. el gran tapiz. cierta frente a lo que “fue escrito”, tanto si le es cuando queda planteado el reto.
La escuela puede dar lugar a muchas y muy Por otra parte, el maestro conoce a su círcu- llega directamente desde las marcas, desde Este corrimiento del mediador, aunque salu-
diversas maneras de leer, algunas por comple- lo, a su comunidad lectora… Está en inmejo- la letra (que deberá reconocer), como si le dable, puede ser inquietante. Supone en cier-
to solitarias. Se puede leer simultáneamente rables condiciones de hacer de casamentero llega, más amistosamente, encarnado en la ta forma una “desprotección”: ya no será
pero en paralelo, cada uno con su texto… Se y mediar. Sabe que, si el lector es puesto voz de quien se lo lee. Hay un momento como cuando se “anticipaba” el tema (e inclu-
puede estudiar una lección. Se puede leer en frente a algo absolutamente ajeno, algo inquietante, enigmático, en el que uno “no so alguna clave), se “preparaba” al lector
un rincón de la biblioteca, o del aula, o leer de a cerrado, tan complejo y alejado de sus estra- sabe” si saldrá adelante con el juego. Es un para los “hallazgos” (que ya no serían hallaz-
dos en un recreo… Pero aquí, en esta pro- tegias de lectura que no tiene por dónde pequeño vacío que tal vez no convenga llenar gos, por cierto) y se “garantizaba” el feliz
puesta, nos interesa poner el énfasis en el cír- entrar para apropiárselo, posiblemente lo por anticipado, como muchas veces se suele arribo al sentido previsto… Pero supone
culo y recuperar la comunidad del aula, la pri- rechace furibundo… o abatido. Y que, en hacer, explicando de más, adelantando el también una promoción del lector, una con-
mera y más rica comunidad de lectura que cambio, si hay alguna puerta –y una de las tema de lo que se va a leer, aquietando los fianza en su poder y su autonomía. Ese breve
puede generar la escuela. No la única, pero sí la más ricas e interesantes formas de interven- temores. No está mal que el lector, frente al instante de soledad dará lugar a la pregunta,
más propia. La escuela, si está dispuesta a ción de un maestro es encontrarlas– y el lec- enigma, se sienta perplejo, incluso un poco a la curiosidad, y también al coraje.
asumirse como la gran ocasión y realmente tor no queda aniquilado sino que siente que asustado… Es sólo un momento, justo antes El lector empezará a leer. Por algún lado –tal
“enseñar a leer”, no puede desaprovechar esa puede jugar, que puede ejercer su trabajo y de que se inicie la lectura. vez un lado insólito, extravagante– entrará al
escena. Luego, ya se verá, las sociedades se leer con alguna confianza, creyendo en sí En esta breve pero fundamental instancia, tal texto. El maestro se mantendrá atento y
irán ampliando, entretejiendo, cruzando y mismo como lector, los efectos serán tre- vez lo mejor que pueda hacer el maestro, el curioso a lo que está sucediendo: ¿cómo
extendiendo, pero habrá que comenzar por el mendamente saludables. bibliotecario, el mediador sea no interponer- están entrando esos lectores al texto que él
aula, la comunidad diaria, en la que habrá que Esta estimulante dosificación de enigma y se. Permitir ese encuentro enigmático, un eligió para esa ocasión?, ¿con qué herramien-
dibujar ese círculo claro y contundente: “esta- confianza es una de las intervenciones más poco brutal, entre el lector y el texto. Antes, tas?, ¿con qué destrezas?, ¿siguiendo qué
mos leyendo”. importantes del maestro. tradiciones, qué reglas?

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Poéticas e intervenciones 1: refugiará en un género y rechazará todo lo mismo, nunca nunca…” del romántico Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil
sacudiendo la pereza... Los lecto- que quede fuera de ese género. Leerá sólo Almafuerte). Una jitanjáfora, un trozo de glí- Hrabal, los arranques de Guy de Maupassant,
res no son nada tontos, como dice Michel de cuentos de terror. O sólo un tipo de historie- glico, un “cadáver exquisito”, a la manera de por ejemplo el de “El horla”, y por supuesto
Certeau, e incluso los más novatos, los menos ta. Mirará sólo telenovelas. Conoce bien esas los surrealistas… Un comienzo de novela o Macedonio Fernández: “El señor Ga ya era
entrenados en la “buena lectura” tienen sus reglas y no está dispuesto a moverse de allí. de cuento extraño y seductor, o enigmático, sólo un pie…”. Serviría también un “relato” en
estrategias para vérselas con ese enigma del No quiere esa inquietud del enigma, ese poner- un acertijo… Casi cualquier comienzo de imágenes del Bosco, una cara vegetal de
texto. Tal vez no arriben a una “interpreta- se frente al texto y asustarse un poco, quiere Kafka serviría, y no sólo el de La metamor- Archimboldo, un Juanito Laguna… Algo fuer-
ción” parecida a la que se considera que está saber de antemano lo que le espera… Se fosis, también el de “El buitre”: “Erase un te, en cierta forma brutal, e incómodo, lo
implícita en el texto –la que el texto parece siente cómodo. Está acostumbrado a cierta buitre que me picoteaba los pies. Ya había contrario de la costumbre.
“pedir”, en cierta forma–, o cercana a la del manera de narrar, cierto orden de aconteci- desgarrado los zapatos y las medias y Una intervención muy importante, que deriva
propio maestro. Tal vez, disponiendo de más mientos, cierto punto de vista, cierta “clari- ahora me picoteaba los pies…”, o el de “El de esa otra anterior a la que ya nos referi-
claves y más lecturas, no sería ésa sino otra dad”… No está dispuesto a correr el riesgo. puente”: “Yo era rígido y frío, yo era un mos: la búsqueda de los textos que se pon-
su lectura. Y seguramente, volviendo a leer Es ahí cuando el maestro, el bibliotecario, el puente; tendido sobre un precipicio estaba drán a consideración de los lectores
ese mismo texto después de muchas otras mediador interviene. Parte de su tarea –y una yo...”. Servirían los primeros párrafos de en el círculo.
experiencias, será otro el sentido que cons- tarea mayor– será sacudir la pereza, volver a
truyan. Pero en ese momento particular, en poner a los lectores frente al enigma (ya diji-
esa ocasión, en ese punto de su vida y de su mos que cierta “incomodidad”, un no saber si
historia, “el que lee” tiene sus recursos, su uno será capaz de salir de ese embrollo es
poética, sus estrategias, sus modos de apro- propio de la lectura…). Tal vez pueda irrumpir
piación, no es cierto que vaya desnudo hacia en medio del círculo (recordemos que hay
el texto… dibujado ya un espacio, un lugar y una situa-
El lector “hace su juego”. Como en el Fausto ción prevista para la lectura y eso es para el
de Estanislao del Campo, como en la historia maestro una ventaja) con una metáfora for-
de los lectores de Otra vuelta de tuerca, el tísima, muy apretada, o un verso “raro”, “dado
texto, lo que “está ahí” a su consideración, lo vuelta”, disfrazado de mil maneras: “Cerrar
extraño –la obra, la ficción– es “leído” con los podrá mis ojos la postrera/ sombra que me
instrumentos de que se dispone, poniendo en llevare el blanco día…” Un poema o un diálogo
juego los recursos que se tienen. Pocos o de amor (“Se miran, se presienten, se desean
muchos: todos. El lector hace su juego, y de / se acarician, se besan, se desnudan…” de El
esa manera lo ajeno deja de ser ajeno. espantapájaros de Oliverio Girando, la escena
Sin embargo, el equipaje, a veces, le juega en del balcón de Romeo y Julieta, un poema de
contra. Una caja de herramientas cerrada y Neruda…). O versos de rabia y odio (“…los
fija puede conspirar en contra de la lectura. que nacen tenebrosos/ los que son y serán
Muchas veces sucede que el lector perezoso, larvas/ los estorbos, los peligros, los conta-
que aprendió a jugar un juego, sólo aspire a gios, los Satanes,/ los malditos, los que nunca
repetirlo. En ese caso irá dejando de leer. Se –nunca en seco, /nunca siempre, nunca

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Poéticas e intervenciones 1: refugiará en un género y rechazará todo lo mismo, nunca nunca…” del romántico Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil
sacudiendo la pereza... Los lecto- que quede fuera de ese género. Leerá sólo Almafuerte). Una jitanjáfora, un trozo de glí- Hrabal, los arranques de Guy de Maupassant,
res no son nada tontos, como dice Michel de cuentos de terror. O sólo un tipo de historie- glico, un “cadáver exquisito”, a la manera de por ejemplo el de “El horla”, y por supuesto
Certeau, e incluso los más novatos, los menos ta. Mirará sólo telenovelas. Conoce bien esas los surrealistas… Un comienzo de novela o Macedonio Fernández: “El señor Ga ya era
entrenados en la “buena lectura” tienen sus reglas y no está dispuesto a moverse de allí. de cuento extraño y seductor, o enigmático, sólo un pie…”. Serviría también un “relato” en
estrategias para vérselas con ese enigma del No quiere esa inquietud del enigma, ese poner- un acertijo… Casi cualquier comienzo de imágenes del Bosco, una cara vegetal de
texto. Tal vez no arriben a una “interpreta- se frente al texto y asustarse un poco, quiere Kafka serviría, y no sólo el de La metamor- Archimboldo, un Juanito Laguna… Algo fuer-
ción” parecida a la que se considera que está saber de antemano lo que le espera… Se fosis, también el de “El buitre”: “Erase un te, en cierta forma brutal, e incómodo, lo
implícita en el texto –la que el texto parece siente cómodo. Está acostumbrado a cierta buitre que me picoteaba los pies. Ya había contrario de la costumbre.
“pedir”, en cierta forma–, o cercana a la del manera de narrar, cierto orden de aconteci- desgarrado los zapatos y las medias y Una intervención muy importante, que deriva
propio maestro. Tal vez, disponiendo de más mientos, cierto punto de vista, cierta “clari- ahora me picoteaba los pies…”, o el de “El de esa otra anterior a la que ya nos referi-
claves y más lecturas, no sería ésa sino otra dad”… No está dispuesto a correr el riesgo. puente”: “Yo era rígido y frío, yo era un mos: la búsqueda de los textos que se pon-
su lectura. Y seguramente, volviendo a leer Es ahí cuando el maestro, el bibliotecario, el puente; tendido sobre un precipicio estaba drán a consideración de los lectores
ese mismo texto después de muchas otras mediador interviene. Parte de su tarea –y una yo...”. Servirían los primeros párrafos de en el círculo.
experiencias, será otro el sentido que cons- tarea mayor– será sacudir la pereza, volver a
truyan. Pero en ese momento particular, en poner a los lectores frente al enigma (ya diji-
esa ocasión, en ese punto de su vida y de su mos que cierta “incomodidad”, un no saber si
historia, “el que lee” tiene sus recursos, su uno será capaz de salir de ese embrollo es
poética, sus estrategias, sus modos de apro- propio de la lectura…). Tal vez pueda irrumpir
piación, no es cierto que vaya desnudo hacia en medio del círculo (recordemos que hay
el texto… dibujado ya un espacio, un lugar y una situa-
El lector “hace su juego”. Como en el Fausto ción prevista para la lectura y eso es para el
de Estanislao del Campo, como en la historia maestro una ventaja) con una metáfora for-
de los lectores de Otra vuelta de tuerca, el tísima, muy apretada, o un verso “raro”, “dado
texto, lo que “está ahí” a su consideración, lo vuelta”, disfrazado de mil maneras: “Cerrar
extraño –la obra, la ficción– es “leído” con los podrá mis ojos la postrera/ sombra que me
instrumentos de que se dispone, poniendo en llevare el blanco día…” Un poema o un diálogo
juego los recursos que se tienen. Pocos o de amor (“Se miran, se presienten, se desean
muchos: todos. El lector hace su juego, y de / se acarician, se besan, se desnudan…” de El
esa manera lo ajeno deja de ser ajeno. espantapájaros de Oliverio Girando, la escena
Sin embargo, el equipaje, a veces, le juega en del balcón de Romeo y Julieta, un poema de
contra. Una caja de herramientas cerrada y Neruda…). O versos de rabia y odio (“…los
fija puede conspirar en contra de la lectura. que nacen tenebrosos/ los que son y serán
Muchas veces sucede que el lector perezoso, larvas/ los estorbos, los peligros, los conta-
que aprendió a jugar un juego, sólo aspire a gios, los Satanes,/ los malditos, los que nunca
repetirlo. En ese caso irá dejando de leer. Se –nunca en seco, /nunca siempre, nunca

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Poéticas e intervenciones 3: tal? –vuelve a preguntar la maestra.


hincándole el diente al texto... – Sí, es un hombre cualquiera, que no le
Acaban de leer un cuento: “A la deriva”, de importa a nadie porque es pobre y no tiene
Horacio Quiroga. La maestra y los alumnos ambulancia ni nada de eso… Si se murió
conversan. Alguien resume: “El tipo está solo capaz que nadie lo encuentra ni le importa…
en la canoa… el tipo se peleó con el amigo…” Y la mujer, que sí lo quiere, está sola también,
La maestra le pregunta si no habrá otra en su casa.
forma de nombrar al personaje en lugar de – Y, además, si no le dice por el nombre te
decir “el tipo”. impresiona menos cuando se muere…
– ¿Tendrá un nombre el personaje? – No, para mí que le diga “el hombre” es
Se produce un silencio. Algunos dicen que no otra cosa. Para mí eso es para decir que es
se acuerdan. La maestra dice que tampoco valiente, que se aguanta solo el dolor. Es “el
ella recuerda si tiene o no tiene un nombre hombre”.
Poéticas e intervenciones 2: bre ingenioso, de Creta, de las grandes fan- Tal vez haya que volver al texto… – ¿Cómo decir “el varón”? –pregunta la
tejiendo trama... El maestro tiene tasías, del destino… El maestro podrá seña- – No tiene nombre –asegura un lector–, dice maestra.
otro papel fundamental que desempeñar en lar esos cruces con pequeñas referencias siempre “el hombre”. – Que es macho.
esta historia: el de ayudar a los lectores a que animen a la exploración ulterior, ayudar – Sí tiene –interviene una chica–, la mujer le Ríen.
ingresar al gran tapiz para entretejer en él con otros relatos “familiares”, apuntar a una dice “Paulino”. La escena, registrada en un séptimo de pri-
sus lecturas. Alentarlos en la aventura de película que los chicos tal vez conozcan, a una La maestra propone buscar en el texto si el maria, es un buen ejemplo de este trabajo
apropiarse de la historia, del sedimento de imagen que puedan haber visto… Un poco narrador llama o no al personaje por el artesanal sobre el texto, este aguzar las
significaciones, de los relatos, los mundos de como sucede en una reunión cuando el cuen- nombre. antenas frente a él, este darse cuenta de
la imaginación, los universos culturales, to de uno trae a colación el de otro… Releen. Llegan a la conclusión de que sólo la que las elecciones de quien lo puso por escri-
las ideas… Dejando abiertas picadas, sendas, que funcio- mujer lo nombra una única vez en un diálogo, to –de quien “inscribió” sus sentidos– tienen
No hay una fórmula fija para esta tarea deli- narán como secretas invitaciones a lecturas el narrador, en cambio, siempre lo llama igual: sus consecuencias. También sirve para ver
cada del docente aunque sí un cierto movi- ulteriores… Y todo MIENTRAS SE ESTÁ “el hombre”. que esas elecciones no resuenan unívoca-
miento. Un gesto de inclusión abarcador, LEYENDO, en la práctica, a medida que se – ¿Por qué será que lo nombra siempre así? – mente en todos, sino que despiertan una y
amplio. De ese texto hacia otros textos, de despliega la lectio de los alumnos y aparecen pregunta (y se pregunta) la maestra. otra lectio, sentidos personales, que, al
esa historia hacia otras historias… Una escollos, sorpresas, ambigüedades… – Porque es un hombre. mismo tiempo, por este hincarle el diente, por
hebra que se enlaza con otra y otra y otra Este ida y vuelta por la trama y el dibujo del – Pero ¿por qué no lo llama “Paulino”? este remitir al texto y escucharlo, van a traer
más, un dibujo que se extiende, un arabesco gran tapiz no busca simplificar sino, al con- ¿Cambia algo eso en el cuento? como consecuencia cambios en el equipaje de
sorprendente… Si lo que se lee es un relato trario, volver más complejo, más espeso, el – Para mí que le dice “el hombre” porque es lectura de cada uno de los lectores, nuevas
homérico habrá mundos mitológicos, filosófi- contexto de la lectura. Enciende el motor de un hombre cualquiera en el medio de la selva. astucias, nuevas hipótesis, un aumento en la
cos y estéticos que cruzarán el texto muchas la búsqueda y muestra con toda claridad, y – Es cualquier hombre porque es pobre. agilidad y la destreza.
veces. La historia de Dédalo y su deseo de también con entusiasmo, que el tapiz es – ¿Y eso tiene algo que ver con lo que le pasa La maestra interviene aquí de la mejor mane-
volar llevará a hablar de la hybris, de esa exa- grande, rico y variado. Y que hay tanto al personaje? ¿Tiene algo que ver con que ra, guía, acompaña, invita, escucha y permite
geración que los dioses castigaban, del hom- para leer… tenga que cruzar la selva para llegar al hospi- que los lectores pongan voz a su lectura,

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Poéticas e intervenciones 3: tal? –vuelve a preguntar la maestra.


hincándole el diente al texto... – Sí, es un hombre cualquiera, que no le
Acaban de leer un cuento: “A la deriva”, de importa a nadie porque es pobre y no tiene
Horacio Quiroga. La maestra y los alumnos ambulancia ni nada de eso… Si se murió
conversan. Alguien resume: “El tipo está solo capaz que nadie lo encuentra ni le importa…
en la canoa… el tipo se peleó con el amigo…” Y la mujer, que sí lo quiere, está sola también,
La maestra le pregunta si no habrá otra en su casa.
forma de nombrar al personaje en lugar de – Y, además, si no le dice por el nombre te
decir “el tipo”. impresiona menos cuando se muere…
– ¿Tendrá un nombre el personaje? – No, para mí que le diga “el hombre” es
Se produce un silencio. Algunos dicen que no otra cosa. Para mí eso es para decir que es
se acuerdan. La maestra dice que tampoco valiente, que se aguanta solo el dolor. Es “el
ella recuerda si tiene o no tiene un nombre hombre”.
Poéticas e intervenciones 2: bre ingenioso, de Creta, de las grandes fan- Tal vez haya que volver al texto… – ¿Cómo decir “el varón”? –pregunta la
tejiendo trama... El maestro tiene tasías, del destino… El maestro podrá seña- – No tiene nombre –asegura un lector–, dice maestra.
otro papel fundamental que desempeñar en lar esos cruces con pequeñas referencias siempre “el hombre”. – Que es macho.
esta historia: el de ayudar a los lectores a que animen a la exploración ulterior, ayudar – Sí tiene –interviene una chica–, la mujer le Ríen.
ingresar al gran tapiz para entretejer en él con otros relatos “familiares”, apuntar a una dice “Paulino”. La escena, registrada en un séptimo de pri-
sus lecturas. Alentarlos en la aventura de película que los chicos tal vez conozcan, a una La maestra propone buscar en el texto si el maria, es un buen ejemplo de este trabajo
apropiarse de la historia, del sedimento de imagen que puedan haber visto… Un poco narrador llama o no al personaje por el artesanal sobre el texto, este aguzar las
significaciones, de los relatos, los mundos de como sucede en una reunión cuando el cuen- nombre. antenas frente a él, este darse cuenta de
la imaginación, los universos culturales, to de uno trae a colación el de otro… Releen. Llegan a la conclusión de que sólo la que las elecciones de quien lo puso por escri-
las ideas… Dejando abiertas picadas, sendas, que funcio- mujer lo nombra una única vez en un diálogo, to –de quien “inscribió” sus sentidos– tienen
No hay una fórmula fija para esta tarea deli- narán como secretas invitaciones a lecturas el narrador, en cambio, siempre lo llama igual: sus consecuencias. También sirve para ver
cada del docente aunque sí un cierto movi- ulteriores… Y todo MIENTRAS SE ESTÁ “el hombre”. que esas elecciones no resuenan unívoca-
miento. Un gesto de inclusión abarcador, LEYENDO, en la práctica, a medida que se – ¿Por qué será que lo nombra siempre así? – mente en todos, sino que despiertan una y
amplio. De ese texto hacia otros textos, de despliega la lectio de los alumnos y aparecen pregunta (y se pregunta) la maestra. otra lectio, sentidos personales, que, al
esa historia hacia otras historias… Una escollos, sorpresas, ambigüedades… – Porque es un hombre. mismo tiempo, por este hincarle el diente, por
hebra que se enlaza con otra y otra y otra Este ida y vuelta por la trama y el dibujo del – Pero ¿por qué no lo llama “Paulino”? este remitir al texto y escucharlo, van a traer
más, un dibujo que se extiende, un arabesco gran tapiz no busca simplificar sino, al con- ¿Cambia algo eso en el cuento? como consecuencia cambios en el equipaje de
sorprendente… Si lo que se lee es un relato trario, volver más complejo, más espeso, el – Para mí que le dice “el hombre” porque es lectura de cada uno de los lectores, nuevas
homérico habrá mundos mitológicos, filosófi- contexto de la lectura. Enciende el motor de un hombre cualquiera en el medio de la selva. astucias, nuevas hipótesis, un aumento en la
cos y estéticos que cruzarán el texto muchas la búsqueda y muestra con toda claridad, y – Es cualquier hombre porque es pobre. agilidad y la destreza.
veces. La historia de Dédalo y su deseo de también con entusiasmo, que el tapiz es – ¿Y eso tiene algo que ver con lo que le pasa La maestra interviene aquí de la mejor mane-
volar llevará a hablar de la hybris, de esa exa- grande, rico y variado. Y que hay tanto al personaje? ¿Tiene algo que ver con que ra, guía, acompaña, invita, escucha y permite
geración que los dioses castigaban, del hom- para leer… tenga que cruzar la selva para llegar al hospi- que los lectores pongan voz a su lectura,

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compartan hipótesis, ocurrencias. También narias, esas operaciones formidables de la


aporta su propia lectio, pero no “enseña” su literatura. Pero sólo en la medida en que la
interpretación porque lo que está enseñando figura se presente, de manera más o menos
es “a leer”, a buscar, a construir personal- natural e incidental, y recordando siempre
mente un sentido. No descalifica las estrate- que no se trata de categorías rígidas y abso-
gias de lectura, parece recordar en todo lutas, que cada texto inventa su retórica y
momento que cada uno de esos chicos y chi- cada lector desarrolla sus formas de pesqui-
cas –todos ellos, ahora, dentro de ese círculo, sa y de “reescritura”.
“lectores”– se ha ido formando con todo tipo Y todo, igual que en el caso del trabajo de
de lecturas, provenientes muchas veces de entramado en el gran tapiz, EN LA LECTURA,
experiencias muy alejadas de su propio orden mientras se está leyendo, a medida que se
de lectura. Y su actitud frente a esas estra- despliega la lectio de los alumnos y aparecen
tegias “raras” o diferentes es la curiosidad, el escollos, sorpresas, ambigüedades… Muchas
interés y el aliento. veces en respuesta a las intervenciones e
En este trabajo fino, tenaz y placentero en interrupciones de los propios lectores (que,
torno al texto, cuando los lectores parecen ir no nos olvidemos, son una jugosa fuente de
levantando tapitas y mirando adentro, sin- información acerca de la lectio secreta…) Y,
tiéndose, como puede verse en el ejemplo, lo mismo que en el movimiento anterior, no
protagonistas descubridores, el maestro para tranquilizar sino, justamente, para abrir
podrá recurrir, cuando le parezca útil, a algu- a la perplejidad y la pregunta, no para dejar
nos conceptos de la poética o de la retórica las cosas resueltas sino para aprender a no
que tengan en ese texto una puesta en valor darlas por sentadas…
especial (¿cómo no hablar de metáfora cuan-
do aparecen las imágenes lorquianas “La luna
vino a la fragua con su polisón de nardos…” o
“ Las piquetas de los gallos cavan buscando
la aurora…”? ¿cómo no hablar del punto de
vista cuando un texto se abre con “Canta, o
musa, la cólera del Pelida Aquiles…” o el no
menos épico “Sombra terrible de Facundo,
voy a evocarte” y otro en cambio con un “Vine
a Comala porque me dijeron que acá vivía mi
padre, un tal Pedro Páramo…” o con “El
Universo (o Realidad) y yo nacimos el 1º de
junio de 1874…”? Es bueno que el maestro
llame la atención sobre esas grandes maqui-

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compartan hipótesis, ocurrencias. También narias, esas operaciones formidables de la


aporta su propia lectio, pero no “enseña” su literatura. Pero sólo en la medida en que la
interpretación porque lo que está enseñando figura se presente, de manera más o menos
es “a leer”, a buscar, a construir personal- natural e incidental, y recordando siempre
mente un sentido. No descalifica las estrate- que no se trata de categorías rígidas y abso-
gias de lectura, parece recordar en todo lutas, que cada texto inventa su retórica y
momento que cada uno de esos chicos y chi- cada lector desarrolla sus formas de pesqui-
cas –todos ellos, ahora, dentro de ese círculo, sa y de “reescritura”.
“lectores”– se ha ido formando con todo tipo Y todo, igual que en el caso del trabajo de
de lecturas, provenientes muchas veces de entramado en el gran tapiz, EN LA LECTURA,
experiencias muy alejadas de su propio orden mientras se está leyendo, a medida que se
de lectura. Y su actitud frente a esas estra- despliega la lectio de los alumnos y aparecen
tegias “raras” o diferentes es la curiosidad, el escollos, sorpresas, ambigüedades… Muchas
interés y el aliento. veces en respuesta a las intervenciones e
En este trabajo fino, tenaz y placentero en interrupciones de los propios lectores (que,
torno al texto, cuando los lectores parecen ir no nos olvidemos, son una jugosa fuente de
levantando tapitas y mirando adentro, sin- información acerca de la lectio secreta…) Y,
tiéndose, como puede verse en el ejemplo, lo mismo que en el movimiento anterior, no
protagonistas descubridores, el maestro para tranquilizar sino, justamente, para abrir
podrá recurrir, cuando le parezca útil, a algu- a la perplejidad y la pregunta, no para dejar
nos conceptos de la poética o de la retórica las cosas resueltas sino para aprender a no
que tengan en ese texto una puesta en valor darlas por sentadas…
especial (¿cómo no hablar de metáfora cuan-
do aparecen las imágenes lorquianas “La luna
vino a la fragua con su polisón de nardos…” o
“ Las piquetas de los gallos cavan buscando
la aurora…”? ¿cómo no hablar del punto de
vista cuando un texto se abre con “Canta, o
musa, la cólera del Pelida Aquiles…” o el no
menos épico “Sombra terrible de Facundo,
voy a evocarte” y otro en cambio con un “Vine
a Comala porque me dijeron que acá vivía mi
padre, un tal Pedro Páramo…” o con “El
Universo (o Realidad) y yo nacimos el 1º de
junio de 1874…”? Es bueno que el maestro
llame la atención sobre esas grandes maqui-

la gran ocasión ( 24
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Escenas de lectura... Estas formas tes de lectura, siempre y cuando se reconoz-


de intervención, las del círculo, suponen una ca que todos y cada uno de los que toman
escena de lectura en la que un grupo de per- parte en ella son sujetos lectores, construc-
sonas, incluido el maestro, han constituido tores personales de sentido.
una forma de sociedad, una comunidad de Lo que sí tal vez merezca una particular
lectura, y comparten un texto. Tal vez lo ten- defensa porque es una práctica bastante
gan todos delante de los ojos o haya un solo abandonada es la lectura en voz alta por
libro y se lea en voz alta. Son situaciones dis- parte de los jóvenes lectores, incluso de los
tintas… Cuando tiene el texto escrito delan- que tienen poca pericia y poco entrenamien-
te de los ojos el lector gana cierta indepen- to… También esto es un modo de “dar la pala-
dencia. Aprende a “barrer” lo ya leído para bra” y de permitir al lector hacerse cargo
recoger los puntos que se le escaparon, se personalmente del texto. Se puede elegir para
permite demorarse en un pasaje o “distraer- empezar algo muy breve y muy contundente,
se” en otro, se anticipa... En el texto leído en muy significativo… Algo épico, una aventura…
voz alta pende de la voz, que le da un cuerpo Coplas breves… O una escena de teatro, un
a lo leído y se lo acerca. Es posible que, sos- diálogo de amor, por ejemplo… Tal vez, en
tenido, amparado en esa voz, sea capaz de muchos casos, haya titubeos, confusiones…
transitar textos mucho más complejos de los En una de esas se pasan por alto las puntua-
que se animaría a abordar cuando lo dejan ciones, o se producen molestos estancamien-
solo frente a la letra. El lector que tiene su tos en las palabras demasiado largas… Eso
texto ahí delante tal vez tienda a intervenir puede resultar algo penoso para quien escu-
sobre él más íntimamente, subrayar una pala- cha, si no se arma de paciencia… Tendrá que
bra, hacer una marca, anotar al margen algo armarse de paciencia entonces, y también de
que el texto le recuerda… En la lectura en interés, porque una lectura en voz alta es muy
voz alta es más frecuente el comentario a reveladora de esa lectura personal, la lectio.
viva voz, la interrupción, la pregunta… Tal vez Hay que pensar que los lectores que tienen
lectores muy capaces de anotar en secreto ocasión de leer por sí mismos se vuelven más
sus lectio, con marquitas, a veces también diestros en muy poco tiempo, y oír la propia
encriptadas, no estén tan dispuestos a voz diciendo un texto es siempre una modesta
“decirlas”, y, viceversa, lectores verbosos, garantía de protagonismo.
acostumbrados a “decir lo que les pasa por la
cabeza”, intervengan de buena gana durante
una lectura en voz alta pero, en cambio, se
inhiban frente a la página escrita…
La escuela no tiene por qué elegir entre una
escena y otra, ambas son legítimas, habilitan-

la gran ocasión ( 26 27 ) la gran ocasión


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Escenas de lectura... Estas formas tes de lectura, siempre y cuando se reconoz-


de intervención, las del círculo, suponen una ca que todos y cada uno de los que toman
escena de lectura en la que un grupo de per- parte en ella son sujetos lectores, construc-
sonas, incluido el maestro, han constituido tores personales de sentido.
una forma de sociedad, una comunidad de Lo que sí tal vez merezca una particular
lectura, y comparten un texto. Tal vez lo ten- defensa porque es una práctica bastante
gan todos delante de los ojos o haya un solo abandonada es la lectura en voz alta por
libro y se lea en voz alta. Son situaciones dis- parte de los jóvenes lectores, incluso de los
tintas… Cuando tiene el texto escrito delan- que tienen poca pericia y poco entrenamien-
te de los ojos el lector gana cierta indepen- to… También esto es un modo de “dar la pala-
dencia. Aprende a “barrer” lo ya leído para bra” y de permitir al lector hacerse cargo
recoger los puntos que se le escaparon, se personalmente del texto. Se puede elegir para
permite demorarse en un pasaje o “distraer- empezar algo muy breve y muy contundente,
se” en otro, se anticipa... En el texto leído en muy significativo… Algo épico, una aventura…
voz alta pende de la voz, que le da un cuerpo Coplas breves… O una escena de teatro, un
a lo leído y se lo acerca. Es posible que, sos- diálogo de amor, por ejemplo… Tal vez, en
tenido, amparado en esa voz, sea capaz de muchos casos, haya titubeos, confusiones…
transitar textos mucho más complejos de los En una de esas se pasan por alto las puntua-
que se animaría a abordar cuando lo dejan ciones, o se producen molestos estancamien-
solo frente a la letra. El lector que tiene su tos en las palabras demasiado largas… Eso
texto ahí delante tal vez tienda a intervenir puede resultar algo penoso para quien escu-
sobre él más íntimamente, subrayar una pala- cha, si no se arma de paciencia… Tendrá que
bra, hacer una marca, anotar al margen algo armarse de paciencia entonces, y también de
que el texto le recuerda… En la lectura en interés, porque una lectura en voz alta es muy
voz alta es más frecuente el comentario a reveladora de esa lectura personal, la lectio.
viva voz, la interrupción, la pregunta… Tal vez Hay que pensar que los lectores que tienen
lectores muy capaces de anotar en secreto ocasión de leer por sí mismos se vuelven más
sus lectio, con marquitas, a veces también diestros en muy poco tiempo, y oír la propia
encriptadas, no estén tan dispuestos a voz diciendo un texto es siempre una modesta
“decirlas”, y, viceversa, lectores verbosos, garantía de protagonismo.
acostumbrados a “decir lo que les pasa por la
cabeza”, intervengan de buena gana durante
una lectura en voz alta pero, en cambio, se
inhiban frente a la página escrita…
La escuela no tiene por qué elegir entre una
escena y otra, ambas son legítimas, habilitan-

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“No entienden lo que leen”... sentido. Y que, para afrontar ese riesgo, cuento de Quiroga). Por otro lado debido a hechos, peor o mejor construidos, elaborados
Todo lo dicho hasta ahora debería ponerse en mejor que el descrédito es la confianza. que los universos literarios permiten muchas con más o menos arte? ¿Hay textos que no
juego para vérselas con la sentencia “No Los lectores se hacen a sí mismos, a mano, entradas. No son unívocos, hay en ellos signi- pueden faltar en la formación de un lector o,
entienden lo que leen”. ¿Qué significa exacta- personalmente, y se hacen en la práctica, ficaciones yuxtapuestas, sumadas, empalma- al menos, que sería mejor que no falten? ¿Hay
mente? ¿Qué es “no entender”?… Es posible leyendo, aprovechando –cada uno a su mane- das, hojaldradas… La metáfora y el símbolo un canon, un vademécum para guiarse? Y otra
que en una etapa muy precoz de la alfabeti- ra– las ocasiones de desenchufar la máquina, –y la literatura suele trabajar casi privilegia- pregunta, inevitable: ¿tiene manera, ese
zación signifique que, si bien se reconocen las “tomar distancia”, vestirse de lector y poner- damente sobre ellos– tienen la particularidad maestro, de llegar a los libros, no sólo a los
marcas de la escritura, no se puede todavía se frente al texto con el ánimo de un jugador de “extrañar” y seducir al mismo tiempo, fun- libros en general sino sobre todo a los libros
saltar de las marcas a los significados… frente al tablero. Están frente a un trabajo cionan como cajas misteriosas, como acerti- que le hacen falta? ¿puede hacer valer su
Pero en general lo que parecen querer decir importante y merecen respeto. Habrá que jos, y movilizan lecturas… punto de vista lector y su deseo de lectura?
los maestros y los profesores cuando dicen alentarlos y creer en ellos. Además hay que recordar que la literatura La pregunta sobre los textos que va a poner
que los chicos “no entienden lo que leen” es –las epopeyas, los romances, los relatos, los el maestro a consideración de su comunidad
que o bien no han construido un sentido –es Por qué la literatura... Los textos sonetos, las obras de teatro, las novelas… en de lectores es importante. Y más cuando se
decir, que “no han leído”– o bien han construi- literarios son los mejores a la hora de “ense- sus distintas formas– están en la urdimbre piensa en lo exclusiva y hasta única que
do un sentido que se considera aberrante. ñar a leer”. Los ejemplos que incluimos fueron misma del gran tapiz, han ido acompañando puede ser la ocasión de la escuela en una
Ese “no entender” es un muro contra el que siempre literarios, aunque también dejamos todos los dibujos, formado parte de cada una sociedad empobrecida, donde los lazos cultu-
parecen estrellarse los esfuerzos. Hay una abiertas las puertas de la imagen, del cine… de las significaciones… La historia, la historia rales se han ido volviendo hilachas y las opor-
clausura. Hay algo que está cerrado. A “esos Y es que, si bien todos los textos proponen de las ideas, las filosofías, las religiones, la tunidades “informales” de lectura han deveni-
chicos” no hay forma de “abrirles la cabeza y lectura y son lugar de experimentación, prác- historia de las sociedades, la historia cotidia- do escasas…
meterles algo adentro”, se suele decir con tica y juego para los lectores, y todos los na, la diversidad cultural, incluso las ideas
una metáfora más bien cruenta… textos –incluso los textos científicos– dan científicas se entrecruzan indefectiblemente
Aquí hemos tratado de mostrar que nadie se lugar al despliegue de estrategias de lectura con la literatura. Por la literatura siempre es
hace dueño de un texto que no ha pasado por personales, la literatura, que “crea mundos” posible entretejerse al tapiz, cualquiera sea
él (aunque pretendan “abrirle la cabeza” y –mundos en cierta forma autosuficientes, nuestra edad, condición o circunstancia. Es la
“meterle cosas adentro”). Que “entender” aunque también den cuenta de lo que llama- entrada más generosa.
viene junto con “ser parte”, con “hacerse mos “la realidad”–, es un terreno inmejorable ¿Qué literatura? ¿Cómo hace el maestro para
cargo”, con “apropiarse”, con trabajar para para el entrenamiento del lector. elegirla? Tal vez no la conozca demasiado, tal
ligar eso que tiene uno ahí delante a la propia Por un lado debido al jugo que le saca la lite- vez tenga ideas preconcebidas, incluso pre-
vida, las propias significaciones acumuladas, ratura al lenguaje (a los lenguajes), el modo juicios… Piense, por ejemplo, que sólo se
las propias lecturas, la propia historia… Que, en que lo pone en escena sin mezquindades y debe leer lo que se escribe, o se cuenta, en
sin ese trabajo de construcción personal con “arte”. Leyendo literatura el lector se su región… O sólo lo que recibe publicidad
todo texto seguirá siendo ajeno y resbalará encuentra en un territorio mucho más exten- suficiente… O lo que está ya contenido en el
por la atención sin dejar huella. Que para dido del que suele transitar a diario, donde manual de Lengua… O lo que ha leído él
“entenderlo” habrá que entrar en tratos con aparecerán palabras y maneras peculiares de mismo cuando era chico… ¿Qué hace que un
él, abrazarlo, explorarlo, hacerle frente… Que decir las cosas, escorzos, piruetas, y eleccio- texto sea mejor que otro o más lleno de sig-
sin ese riesgo personal nada puede tener nes significativas (como ese “el hombre” del nificaciones? ¿Hay textos mejor y peor

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“No entienden lo que leen”... sentido. Y que, para afrontar ese riesgo, cuento de Quiroga). Por otro lado debido a hechos, peor o mejor construidos, elaborados
Todo lo dicho hasta ahora debería ponerse en mejor que el descrédito es la confianza. que los universos literarios permiten muchas con más o menos arte? ¿Hay textos que no
juego para vérselas con la sentencia “No Los lectores se hacen a sí mismos, a mano, entradas. No son unívocos, hay en ellos signi- pueden faltar en la formación de un lector o,
entienden lo que leen”. ¿Qué significa exacta- personalmente, y se hacen en la práctica, ficaciones yuxtapuestas, sumadas, empalma- al menos, que sería mejor que no falten? ¿Hay
mente? ¿Qué es “no entender”?… Es posible leyendo, aprovechando –cada uno a su mane- das, hojaldradas… La metáfora y el símbolo un canon, un vademécum para guiarse? Y otra
que en una etapa muy precoz de la alfabeti- ra– las ocasiones de desenchufar la máquina, –y la literatura suele trabajar casi privilegia- pregunta, inevitable: ¿tiene manera, ese
zación signifique que, si bien se reconocen las “tomar distancia”, vestirse de lector y poner- damente sobre ellos– tienen la particularidad maestro, de llegar a los libros, no sólo a los
marcas de la escritura, no se puede todavía se frente al texto con el ánimo de un jugador de “extrañar” y seducir al mismo tiempo, fun- libros en general sino sobre todo a los libros
saltar de las marcas a los significados… frente al tablero. Están frente a un trabajo cionan como cajas misteriosas, como acerti- que le hacen falta? ¿puede hacer valer su
Pero en general lo que parecen querer decir importante y merecen respeto. Habrá que jos, y movilizan lecturas… punto de vista lector y su deseo de lectura?
los maestros y los profesores cuando dicen alentarlos y creer en ellos. Además hay que recordar que la literatura La pregunta sobre los textos que va a poner
que los chicos “no entienden lo que leen” es –las epopeyas, los romances, los relatos, los el maestro a consideración de su comunidad
que o bien no han construido un sentido –es Por qué la literatura... Los textos sonetos, las obras de teatro, las novelas… en de lectores es importante. Y más cuando se
decir, que “no han leído”– o bien han construi- literarios son los mejores a la hora de “ense- sus distintas formas– están en la urdimbre piensa en lo exclusiva y hasta única que
do un sentido que se considera aberrante. ñar a leer”. Los ejemplos que incluimos fueron misma del gran tapiz, han ido acompañando puede ser la ocasión de la escuela en una
Ese “no entender” es un muro contra el que siempre literarios, aunque también dejamos todos los dibujos, formado parte de cada una sociedad empobrecida, donde los lazos cultu-
parecen estrellarse los esfuerzos. Hay una abiertas las puertas de la imagen, del cine… de las significaciones… La historia, la historia rales se han ido volviendo hilachas y las opor-
clausura. Hay algo que está cerrado. A “esos Y es que, si bien todos los textos proponen de las ideas, las filosofías, las religiones, la tunidades “informales” de lectura han deveni-
chicos” no hay forma de “abrirles la cabeza y lectura y son lugar de experimentación, prác- historia de las sociedades, la historia cotidia- do escasas…
meterles algo adentro”, se suele decir con tica y juego para los lectores, y todos los na, la diversidad cultural, incluso las ideas
una metáfora más bien cruenta… textos –incluso los textos científicos– dan científicas se entrecruzan indefectiblemente
Aquí hemos tratado de mostrar que nadie se lugar al despliegue de estrategias de lectura con la literatura. Por la literatura siempre es
hace dueño de un texto que no ha pasado por personales, la literatura, que “crea mundos” posible entretejerse al tapiz, cualquiera sea
él (aunque pretendan “abrirle la cabeza” y –mundos en cierta forma autosuficientes, nuestra edad, condición o circunstancia. Es la
“meterle cosas adentro”). Que “entender” aunque también den cuenta de lo que llama- entrada más generosa.
viene junto con “ser parte”, con “hacerse mos “la realidad”–, es un terreno inmejorable ¿Qué literatura? ¿Cómo hace el maestro para
cargo”, con “apropiarse”, con trabajar para para el entrenamiento del lector. elegirla? Tal vez no la conozca demasiado, tal
ligar eso que tiene uno ahí delante a la propia Por un lado debido al jugo que le saca la lite- vez tenga ideas preconcebidas, incluso pre-
vida, las propias significaciones acumuladas, ratura al lenguaje (a los lenguajes), el modo juicios… Piense, por ejemplo, que sólo se
las propias lecturas, la propia historia… Que, en que lo pone en escena sin mezquindades y debe leer lo que se escribe, o se cuenta, en
sin ese trabajo de construcción personal con “arte”. Leyendo literatura el lector se su región… O sólo lo que recibe publicidad
todo texto seguirá siendo ajeno y resbalará encuentra en un territorio mucho más exten- suficiente… O lo que está ya contenido en el
por la atención sin dejar huella. Que para dido del que suele transitar a diario, donde manual de Lengua… O lo que ha leído él
“entenderlo” habrá que entrar en tratos con aparecerán palabras y maneras peculiares de mismo cuando era chico… ¿Qué hace que un
él, abrazarlo, explorarlo, hacerle frente… Que decir las cosas, escorzos, piruetas, y eleccio- texto sea mejor que otro o más lleno de sig-
sin ese riesgo personal nada puede tener nes significativas (como ese “el hombre” del nificaciones? ¿Hay textos mejor y peor

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Una sociedad de lectura... Sin pequeñísima sociedad de dos– es siempre


embargo, en medio de esa sociedad empo- algo estimulante. El lector busca al lector. La
brecida, desmantelada e injusta, algo nuevo mejor recomendación que se recibe es la de
ha sucedido en el aula. Han tenido lugar un lector colega, compinche de lecturas. La
ciertos acontecimientos. A lo largo de sociedad de lectura del aula es un punto de
muchas lecturas compartidas, eligiendo a partida… Se va a ir ampliando, indefectible-
veces bien y otras veces no tan bien, escu- mente, por ese efecto disparador de la lec-
chando lo que tienen para decir los lectores, tura, porque los textos llevan a otros tex-
dándoles la palabra, permitiendo también tos… Del aula a la biblioteca de la escuela,
que le pongan voz al texto, comentando, luego tal vez a una biblioteca popular, la
releyendo, haciéndose preguntas, acotando, biblioteca del barrio, a un grupo de teatro, a
remitiéndose a otros textos, cruzando una revista literaria…
hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro
habrá estado contribuyendo a la formación
de una sociedad de lectura.
Es posible que al comienzo haya habido un
gran desorden, mucho parloteo y poca escu-
cha, una atención lábil y una participación un
poco desganada. Pero el clima va a mejorar
cuando los miembros de esa sociedad ya
tengan una historia compartida, un pasado
al que se puedan remitir. Entre sus estrate-
gias estarán también ahora las incorpora-
das a lo largo de esa historia en común.
Aprendieron a seguir una hebra para ver
hacia dónde va, cuál es el nudo en el que se
enlaza... Son más incisivos, y mucho más
amplios, de horizonte más amplio… Tendrán
amores y desamores entre los textos leídos
(y habrá discusión al respecto). Tal vez hayan
perseguido a un autor o a cierto universo
imaginario… Tendrán muchísimas más pre-
guntas que antes de comenzar pero tam-
bién tendrán una esgrima, estrategias, des-
trezas y más tenacidad.
Una sociedad de lectura –a veces una

la gran ocasión ( 30
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Una sociedad de lectura... Sin pequeñísima sociedad de dos– es siempre


embargo, en medio de esa sociedad empo- algo estimulante. El lector busca al lector. La
brecida, desmantelada e injusta, algo nuevo mejor recomendación que se recibe es la de
ha sucedido en el aula. Han tenido lugar un lector colega, compinche de lecturas. La
ciertos acontecimientos. A lo largo de sociedad de lectura del aula es un punto de
muchas lecturas compartidas, eligiendo a partida… Se va a ir ampliando, indefectible-
veces bien y otras veces no tan bien, escu- mente, por ese efecto disparador de la lec-
chando lo que tienen para decir los lectores, tura, porque los textos llevan a otros tex-
dándoles la palabra, permitiendo también tos… Del aula a la biblioteca de la escuela,
que le pongan voz al texto, comentando, luego tal vez a una biblioteca popular, la
releyendo, haciéndose preguntas, acotando, biblioteca del barrio, a un grupo de teatro, a
remitiéndose a otros textos, cruzando una revista literaria…
hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro
habrá estado contribuyendo a la formación
de una sociedad de lectura.
Es posible que al comienzo haya habido un
gran desorden, mucho parloteo y poca escu-
cha, una atención lábil y una participación un
poco desganada. Pero el clima va a mejorar
cuando los miembros de esa sociedad ya
tengan una historia compartida, un pasado
al que se puedan remitir. Entre sus estrate-
gias estarán también ahora las incorpora-
das a lo largo de esa historia en común.
Aprendieron a seguir una hebra para ver
hacia dónde va, cuál es el nudo en el que se
enlaza... Son más incisivos, y mucho más
amplios, de horizonte más amplio… Tendrán
amores y desamores entre los textos leídos
(y habrá discusión al respecto). Tal vez hayan
perseguido a un autor o a cierto universo
imaginario… Tendrán muchísimas más pre-
guntas que antes de comenzar pero tam-
bién tendrán una esgrima, estrategias, des-
trezas y más tenacidad.
Una sociedad de lectura –a veces una

la gran ocasión ( 30
LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:07 Página 32

La historia sin fin... La historia del


lector, que comienza, ya vimos, precozmente,
cuando no es dueño todavía de la palabra (no
digamos ya de la letra), es una historia sin fin.
Ni se inicia en la alfabetización ni termina en
tercer grado, ni en séptimo, ni en la universi-
dad. La historia de un lector se confunde con
su vida. Siempre se estará “aprendiendo a
leer”. Y siempre quedarán lecturas por hacer,
tapiz por tejer y destejer. También puede
haber, de tanto en tanto, algún otro “maes-
tro”, como el de la sociedad del aula, que nos
dé espacio, tiempo y compañía, nos insufle
confianza y nos deje leer.

la gran ocasión ( 32
LIBRO OSCAR-GRACIELA.OK 12/5/06 15:07 Página 32

La historia sin fin... La historia del


lector, que comienza, ya vimos, precozmente,
cuando no es dueño todavía de la palabra (no
digamos ya de la letra), es una historia sin fin.
Ni se inicia en la alfabetización ni termina en
tercer grado, ni en séptimo, ni en la universi-
dad. La historia de un lector se confunde con
su vida. Siempre se estará “aprendiendo a
leer”. Y siempre quedarán lecturas por hacer,
tapiz por tejer y destejer. También puede
haber, de tanto en tanto, algún otro “maes-
tro”, como el de la sociedad del aula, que nos
dé espacio, tiempo y compañía, nos insufle
confianza y nos deje leer.

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