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La atención temprana (AT) en el autismo se muestra como una condición necesaria para alcanzar
una buena calidad de vida en los años posteriores, al igual que en muchos otros trastornos y
condiciones. La atención temprana se describe como el conjunto de intervenciones dirigidas a
la población infantil de 0 a 6 años, a la familia y al entorno que tienen el objetivo de dar respuesta
a las necesidades de niños con trastornos del desarrollo o riesgo de padecerlo (GAT, 2000)
Sin embargo, al hablar de atención temprana debemos tener en cuenta dos pilares
fundamentales, el contexto familiar y el entorno. Es necesario actuar pronto e intensivamente
sobre el niño o niña, sí, pero no tiene sentido hacerlo sin contar con su familia o sin modificar
los entornos según sus necesidades y requerimientos.
Aunque contamos con señales de alerta, el hecho de que carezcamos de predictores fiables
durante el primer año de vida retrasa de forma importante y especifica la atención temprana en
los niños con autismo. A pesar de ser muy deseable y necesaria la detección temprana, en la
práctica resulta sumamente difícil, y a muy pocos niños con sospecha de TEA se les deriva a
servicios especializados antes de los 3 años de edad.
- Reducción y/o uso poco frecuente de lenguaje para la comunicación, como por ejemplo
el uso de palabras sueltas, aunque sea capaz de hacer oraciones.
- Retraso o ausencia de respuesta a su nombre cuando se le llama, a pesar de que su
audición sea normal.
- Reducción o ausencia de sonrisa social en respuesta a los demás.
- Reducción o ausencia de respuesta a las expresiones faciales o a los sentimientos de
otras personas.
- Respuesta negativa a las peticiones de los demás.
- Rechazo de las caricias iniciadas por el padre o cuidador.
Ahora bien, aunque de las características que permiten un diagnóstico son poco evidentes en
los primeros años de vida, no es algo que deba impedir comenzar a intervenir en esos
momentos. Las investigaciones realizadas en el ámbito de las neurociencias han permitido
realizar comprobaciones empíricas que fundamentan la necesidad de intervención temprana y
la importancia del aprovechamiento de las primeras etapas del desarrollo, debido a las
posibilidades plásticas de sistema nervioso.
Por ello, es necesario trabajar con las dimensiones que están más claramente relacionadas con
el diagnóstico del autismo, enumeradas de la siguiente forma según Autismo Andalucía:
Sin embargo, hay que tener em cuenta los diferentes contextos, de modo que no sólo es
importante obtener información acerca del comportamiento en el contexto familiar, sino que
esta observación se amplía hacia otros contextos, como por ejemplo el contexto escolar, que en
la etapa de educación infantil ya comienza a cobrar importancia: ¿Cómo interactúa con iguales?,
¿juega?, ¿interactúa de forma espontánea? son cuestiones que tenemos que tomar como
referencia en este contexto. Son útiles las observaciones guiadas a través de protocolos y
rubricas y escalas de observación, como pueden ser el ADOS (Lord, Rutter, DiLavore y Risi, 2000)
o el Inventario de Espectro Autista (IDEA) (Rivière y Martos, 1997), las cuales deben usarse de
forma complementaria con evaluaciones del desarrollo funcional.