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Economía
Política
5.ª edición
Economía
Política
EDICIONES PIRÁMIDE
Director:
Miguel Santesmases Mestre
Catedrático de la Universidad de Alcalá
PARTE PRIMERA
La naturaleza de la economía
© Ediciones Pirámide 9
2.5.2. ¿Cañones o mantequilla? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Resumen del capítulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Conceptos clave . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Preguntas de repaso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
PARTE SEGUNDA
Interdependencia y mercados. Microeconomía
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PARTE TERCERA
Macroeconomía
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PARTE CUARTA
Problemas económicos contemporáneos
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Esta nueva edición del manual en Ediciones Pirámide aparece 23 años después de
que viera la luz por primera vez en forma de apuntes en la Universidad de Málaga.
Ahora, no sólo lo pongo al día en otra universidad, la de Sevilla, sino cuando
estamos viviendo ya varios años de una perturbación económica extraordinaria.
Como es sabido, una gran crisis ha resquebrajado los cimientos de la economía
mundial después de que la banca mundial estuviera a punto de colapsar completa-
mente a partir de 2007. Y a pesar de que los gobiernos han gastado billones de eu-
ros en salvar a la banca y a las grandes empresas, la situación hasta ahora no se ha
resuelto y muchos países, entre ellos el nuestro y otros europeos, sufren los proble-
mas económicos más graves quizá de los últimos cien años.
Pero no sólo ha sido la actividad económica la que ha resultado dañada. Como
dijo el que fue todopoderoso presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos,
Alan Greenspan, la crisis que empezó en 2007 también ha hecho que colapse nues-
tra estructura mental. Se refería a la forma de pensar con la que se había venido
haciendo frente a los problemas económicos en los últimos años, afirmando siempre
que los mercados lo resolverían todo automáticamente, que no ocurriría nada por
mucha que fuese la libertad para especular y llevar el dinero al casino financiero, o
que la desigualdad creciente o el destrozo al medio ambiente no eran asuntos que
debieran preocupar demasiado a la economía y a los economistas.
En las ediciones anteriores del manual ya se había reflexionado sobre esta forma
de pensar y sobre sus grandes limitaciones y ahora estamos pagando las consecuen-
cias de que pensaran así quienes tomaban las grandes decisiones económicas.
Por eso creo que sigue siendo no sólo válido sino ahora quizá más necesario que
nunca acercarse a la economía, como pretende hacer este manual, desde una pers-
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Con esta nueva edición de 2015, el manual vuelve a comportarse como una es-
pecie de organismo vivo que reclama cambios a medida que pasa el tiempo, incluso
cuando antes parecía que ya estaba saciado y que tenía forma definitiva. En esta
ocasión se ha realizado una amplia revisión de estilo, se han actualizado datos y
algunos contenidos que han cambiado con el paso del tiempo, se han corregido las
erratas detectadas y se ha modificado el enfoque de diversos epígrafes tratando
siempre de hacer mas fácil su lectura y estudio.
En particular, se han incorporado algunas reflexiones adicionales sobre la crisis
reciente y se han fundido en uno los anteriores dos últimos capítulos.
Por primera vez, esta edición del manual va acompañada de materiales comple-
mentarios para los alumnos y el profesorado que están disponibles en la web de
Editorial Pirámide. Los alumnos podrán encontrar allí mapas conceptuales, guiones,
vocabulario, lecturas y preguntas para autoevaluación. Todo ello está también a dis-
posición de los profesores, que además tienen acceso a presentaciones para clase y
otros recursos de actualidad que se van actualizando.
Cuando aparece esta nueva edición, el manual cumple 25 años desde que en
1990 vio la luz como apuntes de clase en la Universidad de Málaga, y 15 desde que
comenzó a publicarse en esta editorial. Es mucho tiempo, pero una vez más tengo
la satisfacción de poder escribir en estas páginas introductorias que vivo mi activi-
dad docente con la misma pasión que el primer día y que me gusta entregarme y
servir a mis alumnos tanto o más que cuando empecé a dar clases.
A ellos dedico este manual, que recoge mi modo de entender la economía y la
interpretación que hago del pensamiento que los demás economistas han ido crean-
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do desde hace decenios para tratar de resolver los problemas económicos. Me per-
mito recordar al admirado profesor José Luis Sampedro y utilizar sus palabras para
decir que presento y ofrezco a mis alumnos este manual con la modestia de una
vela, de un quinqué, y no con la prepotencia, ¡tan habitual entre economistas!, de
los grandes focos, porque, como él ha escrito en su libro póstumo La vida perenne
(Plaza y Janés, 2015), «Una vela, un quinqué dan luz, iluminan, permiten ver; en
cambio, unos focos deslumbran, ciegan, dificultan la visión. El maestro está para
ayudar a ver, no para cegar a sus discípulos».
Lo que espero es que este libro sirva para esto último.
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Arthur C. Pigou
(Álvaro Mutis,
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero)
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1.1. LA ECONOMÍA
Cuando los científicos se refieren a la Economía, no siempre están de acuerdo. Tra-
tan de elaborar modelos, teorías, leyes que expliquen los hechos económicos, pero no
todos los economistas coinciden a la hora de considerar que esas leyes o modelos son
válidos o que responden efectivamente a la realidad. Hay una gran diversidad de co-
rrientes o formas de abordar el estudio de las cuestiones económicas.
Si se analiza con cierto detalle la naturaleza de las controversias económicas,
seguramente se podría comprobar que éstas empiezan a la hora de determinar qué
debe estudiar la Economía y cómo ha de hacerlo.
Las diferentes corrientes del pensamiento económico han surgido precisamente
de la diversa sensibilidad de los economistas hacia los problemas sociales que pue-
den analizarse desde la perspectiva de la ciencia económica.
Unos han estado más preocupados por establecer modelos de comportamiento
que permitiesen predecir; otros han optado por explicar de manera más realista los
fenómenos económicos, a costa de perder capacidad de predicción. A veces, ha pre-
dominado una concepción de la Economía como conocimiento normativo orientado
a proporcionar claves que permitan resolver problemas relativos al «deber ser»; en
otras ocasiones, la Economía se sustancia en un conjunto de proposiciones positivas
relativas tan sólo a aquello que pueda ser percibido empíricamente y formalizado
gracias a la matemática.
En fin, unos economistas se dedican a conocer y procurar que sean resueltos los
problemas sociales que consideran estigmas de sus sociedades, como la pobreza y la
desigualdad de los individuos o las naciones, el desempleo o los desequilibrios eco-
nómicos de todo tipo. Otros se preocupan solamente de descifrar la coherencia in-
terna de modelos que ellos mismos consideran irrealistas, entendiendo que esos pro-
blemas mundanos son propios de los políticos (¡o de los moralistas!) más que de los
«científicos» sociales.
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los gobiernos gastan los recursos públicos en unas cosas y no en otras, qué razones
llevan a las empresas a producir cada tipo de mercancías, por qué unos empleos
están mejor pagados que otros, por qué suben los precios o, simplemente, por qué
alguno de nuestros conocidos no encuentra trabajo.
Incluso muchas personas utilizan a veces la palabra economía para referirse a un
determinado tipo de comportamiento: «ha hecho un uso muy económico de sus ingre-
sos», «aquella familia está haciendo muchas economías para llegar a fin de mes».
Lo que ocurre es que, efectivamente, la Economía tiene que ver con todos esos
diferentes tipos de asuntos que podríamos sintetizar en tres grandes campos: un de-
terminado tipo de actividades, unos problemas sociales específicos y un modo sin-
gular de comportamiento humano.
La actividad económica
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El comportamiento económico
Si se analizan la actuación del legislador cuando opta por elevar las penas de los
delitos en lugar de aumentar los recursos para su prevención, el razonamiento que
puede llevar a una pareja a tener un nuevo hijo o el efecto que puede tener sobre el
delincuente el que deba pagar un mayor «precio» si comete un delito, se podrá con-
cluir que son conductas o procesos que se resuelven de forma muy parecida a los
que habitualmente se consideran económicos: eligiendo aquellas alternativas que
comporten menos costes y mayores beneficios.
Podríamos decir entonces que la Economía tiene que ver también con el com-
portamiento humano que se lleva a cabo evaluando los costes y beneficios que im-
plica cualquier tipo de actividad.
Por eso muchos economistas hablan de comportamiento económico como aquel
que se manifiesta en la elección a partir de un cierto cálculo, más o menos compli-
cado, de los costes y de los beneficios que conlleva la decisión que se adopte.
Generalmente, para lograr esos objetivos a través de la actividad económica,
los seres humanos se enfrentan a una dotación determinada de recursos que deben
utilizar de forma que obtengan el mayor rendimiento posible desde el punto de
vista de las necesidades que se desean satisfacer. Y eso implica normalmente que
deban realizar una constante evaluación de los costes y de los beneficios que re-
portan los diferentes usos posibles de esos recursos. Las actividades humanas se
distinguen porque muchas veces están vinculadas a este tipo de cálculo o evalua-
ción.
Resulta entonces que la Economía no sólo tiene que ver con una amplia gama
de actividades sociales —de percepción más o menos intuitiva— a las que conside-
ramos actividades económicas, sino también con aspectos singulares de actividades
no económicas cuando éstas comportan decisiones realizadas tras el cálculo de cos-
tes y beneficios.
La Economía tiene que ver con esos tres ámbitos, pero lo importante es que
trata de acercarse a ellos de una forma específica: como conocimiento científico.
Eso quiere decir que procura conocer las generalidades de los fenómenos eco-
nómicos y las leyes que los gobiernan más que los hechos aislados.
Pero todos sabemos que conocer las cosas sociales por el simple hecho de co-
nocerlas carece de sentido. La pretensión última del conocimiento humano es actuar
sobre el entorno para modificar sus condiciones de vida. Y de ahí que la Economía
se ocupe, además, de la transformación de las condiciones económicas en que se
lleva a cabo nuestra vida social. La Economía es, por lo tanto, un tipo de conoci-
miento y también una práctica social.
Como veremos más adelante, los problemas económicos tienen mucho que ver
—como también suelen percibir intuitivamente los ciudadanos— con otras cuestio-
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nes sociales: con los grupos de poder y con los intereses sociales de todo tipo. De
ahí que la Economía trate de abordar los problemas económicos situándolos en su
contexto social y político.
Para poner esto claramente de manifiesto, en los orígenes de los estudios econó-
micos se empezó a hablar de Economía Política. Más tarde este término quedó en
desuso y últimamente es utilizado por los economistas que tienen especial interés en
resaltar que su enfoque tiene en cuenta ese tipo de circunstancias sociales y políticas
a la hora de analizar los problemas económicos.
Ética y Economía
Lo que acabamos de señalar equivale a decir que la Economía forma parte de
ese abanico de ciencias que tratan de responder a las preguntas esenciales sobre
nueva vida en sociedad: ¿cómo hay que vivir? o ¿cómo se puede vivir mejor?
Pero se trata de preguntas que no tienen respuestas objetivas sino que son pre-
ferenciales, dependientes de lo que cada sujeto crea que es mejor o peor, de lo que
prefiera que se haga o que no se haga. Eso significa que para responderlas hay que
realizar reflexiones éticas.
La Economía, por tanto, tampoco es ajena a los criterios éticos. Todo lo contra-
rio. Cuando no se tienen en cuenta, lo que ocurre es que el análisis económico se
debilita y queda muy limitado.
En opinión de Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1999, el distancia-
miento que existe hoy día entre Economía y ética «ha empobrecido sustancialmen-
te» la naturaleza de la Economía moderna1.
Eso quiere decir que, para valorar el alcance del conocimiento que proporciona
la Economía, se debe precisar no sólo su propio objeto de estudio y el método que
utiliza para conocerlo, sino también los valores y los principios morales de los que
parte este conocimiento y que, generalmente, son los que condicionan finalmente su
capacidad de incidir en el ámbito más general de las relaciones y las prácticas so-
ciales.
1
Sen, A.: Sobre ética y economía, Alianza Editorial, Madrid, 1989, p. 25.
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— Ley de Say. Denominada así porque la formuló Juan Bautista Say en 1803: «El simple
hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros
productos». O, dicho de otro modo: «la oferta crea su propia demanda».
— Ley de los rendimientos decrecientes. Formulada a través de sucesivas aportaciones de los
primeros grandes economistas, como Robert J. Turgot, Thomas Malthus y David Ricardo,
afirma que «el rendimiento de una actividad disminuye a medida que se van a aplicando
unidades de un factor variables (por ejemplo, trabajo) a otro que permanece fijo».
— Ley de Engel. Deducida por el estadístico alemán Ernst Engel (1821-1896), quien observó
las pautas de consumo de familias con diferentes niveles de rentas y dedujo que si los
gustos y las preferencias se mantienen y aumentan los ingresos la proporción del ingreso
gastado en alimentos disminuye aunque pueda haber aumentado el gasto real en alimenta-
ción en términos absolutos.
— Ley de Gresham. Se comenzó a hablar de esta ley en el siglo xix bastante después de que
Sir Thomas Gresham observase en el siglo xvi que en todas las operaciones en las que
intervenía la gente prefería pagar con la moneda más mala del momento y quedarse con la
más fuerte para guardarla para fundirla cuando éstas tenían mayor valor como metal para
hacer lingotes. La ley se formuló diciendo que cuando en una economía circulan monedas
del mismo valor (5 euros por ejemplo) pero hechas con un metales de diferentes calidades
(plata y latón, por ejemplo), la moneda buena (la de plata) desaparece y se mantendrá en
circulación la mala (la de latón): «La moneda mala desplaza a la buena».
— Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Según Carlos Marx, el beneficio del
capitalista proviene del uso del trabajo pero su tendencia a obtener cada vez más producti-
vidad le lleva a sustituirlo por maquinaria, y así, a medida que hay más máquinas y menos
trabajo, decrece su beneficio
— Ley de Okun. Formulada por Arthur Okun a mediados de los años sesenta del siglo pasado,
afirma que la tasa de desempleo caerá en un determinado porcentaje en correlación con el
incremento porcentual que se produzca al mismo tiempo en el crecimiento de la producción.
Para algunas corrientes del pensamiento económico, estas leyes económicas son
siempre las mismas, comunes a cualquier forma de actividad económica y condicio-
nantes de cualquier acción de los sujetos económicos. Así, puede pensarse que la
ley económica fundamental es la que regula la asignación de recursos escasos a las
necesidades limitadas de los seres humanos, sea cual sea el contexto social e institu-
cional en el que se lleva a cabo.
Para otras corrientes, las leyes económicas son singulares para cada sociedad y
vienen impuestas por la naturaleza de la estructura en que se insertan las actividades
económicas, sin que haya, por lo tanto, leyes generales de aplicación universal.
Léon Walras, por ejemplo, entendió que las relaciones de propiedad derivan ex-
clusivamente de la moral y desarrolló una concepción universalista y atemporal de
las leyes económicas. Por el contrario, los economistas marxistas afirmarían que las
relaciones de propiedad derivan de los intereses de las clases sociales dominantes.
En el primer caso, las leyes que gobiernan la organización y la propiedad de los
recursos serían comunes en cualquier momento histórico. En el segundo, habría que
conocer su naturaleza concreta en cada fase histórica particular.
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En el camino que lleva a tratar de descubrir y formular las leyes generales que
regulan el funcionamiento de la actividad económica, la ciencia económica constru-
ye teorías económicas sobre los distintos asuntos concretos que estudia.
Una teoría es una especie de sistema lógico que ilustra simplificadamente todos
y cada uno de los aspectos de un fenómeno y que permiten predecir su comporta-
miento en situaciones diferentes.
Normalmente, una teoría contiene diferentes componentes: variables, hipótesis,
predicciones y la contrastación.
Una variable es una magnitud relativa a alguno de los fenómenos que se van a
estudiar: precio, cantidad demandada, cantidad ofertada, renta, cantidad de dinero...
En la investigación económica se pueden distinguir diferentes tipos de variables:
Así, en una teoría que afirmase «La cantidad de gasto familiar en cine está de-
terminada por la renta familiar y por el gasto de publicidad de las productoras cine-
matográficas», el gasto familiar es variable endógena y el gasto publicitario sería
exógena.
Las hipótesis son los supuestos previos que se establecen como punto de partida
de la investigación y que hay que tratar de confirmar o no. Suelen ser de tres tipos:
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y = 2x
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A menudo, los economistas tienen que elegir entre modelos muy maneja-
bles pero alejados de la realidad, u otros más realistas pero muy difíciles de
trabajar.
En otros temas iremos descubriendo, al menos de modo elemental, los modelos
más útiles y utilizados en el análisis económico.
Cuando una variable, por ejemplo la cantidad consumida de bienes y servicios por un
individuo (C), está relacionada con otra, por ejemplo su renta (Y), decimos que es función de
ella: la cantidad demandada de un bien por un individuo es función de su renta. La primera
sería entonces la variable dependiente y la segunda la independiente y para expresar esa rela-
ción utilizamos una notación que es bien conocida:
C = f (Y)
Al decir o escribir esto sólo expresamos que hay una relación entre ambas variables pero
poco más. La investigación económica, es decir, la observación científica de su comportamien-
to es lo que podría proporcionarnos información adicional que nos llevará a determinar de qué
manera más exacta están relacionadas.
Así, podríamos investigar y concluir que ese individuo estudiado gasta el 60% de su renta
en la compra de bienes y servicios y lo expresaríamos:
C = 0,60 Y (1)
Por tanto, una función cualquiera que muestre la relación que se da entre dos o más va-
riables, y = f (x,z) por ejemplo, puede tener multitud de formas particulares que son las que
debemos tratar de encontrar y formular adecuadamente. Podría y = 3x + z, y/2 = x – z2, etc.
— Puede haber otras variables que influyan en la que queremos estudiar y que no hayamos
tenido en cuenta. Como veremos enseguida, eso ocurre habitualmente porque en los fenó-
menos económicos suelen influir un número tan amplio de variables que es muy difícil o
casi imposible tenerlas en cuenta a todas.
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— Normalmente en Economía no se puede medir con total exactitud el valor de todas las va-
riables que necesitamos estudiar. Es lo que suele ocurrir cuando nos referimos a variables
que tienen que ver con grandes colectivos sociales: consumo familiar en España, produc-
ción industrial de un país, etc.
C = 0,60 Y
70.000
60.000
50.000
Consumo (C)
40.000
30.000
Consumo
20.000
10.000
0
0 20.000 40.000 60.000 80.000 100.000 120.000
Renta (Y)
1.2.2.
La difícil aplicación del método científico
La aplicación del método científico en Economía comporta dificultades comu-
nes al resto de las ciencias sociales y otras derivadas de la peculiar naturaleza de los
fenómenos que estudia. Estas dificultades afectan a la observación de los hechos, al
establecimiento y verificación de las hipótesis y son las que suelen provocar las dis-
crepancias que se dan entre los economistas.
© Ediciones Pirámide 39
Los científicos sociales son también protagonistas de las relaciones que estu-
dian, forman parte de los hechos y tienen intereses, prejuicios y valores que afectan
a la perspectiva desde la que contemplan el objeto de sus análisis.
La propia selección del campo de estudio o del método es más trascendente en
las ciencias sociales, y de ahí se derivan imperfecciones del conocimiento que no
siempre son explicitadas o superadas.
La trascendencia del conocimiento científico para el mantenimiento o la transfor-
mación de las relaciones sociales puede amplificar estas imperfecciones. Muchas ve-
ces el poder establecido financia preferentemente un determinado tipo de investigación
o delimita más o menos veladamente los grandes temas y enfoques en torno a los que
se desarrolla la investigación «en boga». Eso puede dar lugar a que los problemas in-
vestigados por los economistas no sean sino los que convienen a los grandes intereses
políticos o económicos, en perjuicio de aquellos cuyo planteamiento podría permitir
alcanzar una organización más justa e igualitaria de la vida económica.
Es por eso por lo que, si todo científico debe renunciar a los dogmas establecidos,
los economistas deben renunciar además, como ha dicho J. K. Galbraith, al «gran po-
der de los intereses económicos»2.
Para el economista, esta limitación metodológica comporta un compromiso es-
pecialmente significativo. La propia definición de sus preocupaciones científicas lle-
va implícita la posibilidad de resolver, en la práctica social, unos problemas u otros.
Desgraciadamente, y con más frecuencia de la que sería natural y deseable, los pro-
gramas científicos de la Economía parecen más bien destinados a salvaguardar los
intereses sociales más poderosos y a servir de sustento teórico a estados de cosas
que tienen demasiado que ver con la injusticia y la desigualdad que padece una gran
parte de la Humanidad.
Por otro lado, la Economía no es una disciplina experimental, lo que impide que
los hechos económicos puedan ser reproducidos para su observación.
Ello obliga a que el economista deba proceder con demasiada frecuencia a ana-
lizar los diferentes elementos de un fenómeno «como si» se comportasen de una
manera predefinida por nosotros. C uando se estudia, por ejemplo, la cantidad de un
bien que está interesado en adquirir un consumidor en particular es fácil observar
que son muy variados los factores de los que d epende (el precio del bien, el de otros
bienes relacionados, la renta del consumidor, etc.). Pero como es imposible conside-
rar todos al mismo tiempo, se suele simplificar diciendo que depende del precio del
bien ceteris paribus, esto es, manteniendo constantes los demás factores: razonamos
como si la demanda sólo dependiera del precio.
2
Galbraith, J. K.: Historia de la economía, Ariel, Barcelona, 1989, p. 312.
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Todas estas dificultades metodológicas son las que explican las discrepancias
habituales que se dan entre los economistas y que más concretamente suelen tener
tres grandes orígenes:
— El desacuerdo sobre los objetivos del conocimiento, que lleva a que diferen-
tes científicos analicen distintos fenómenos o que centren más o menos
atención en alguno de sus aspectos claves.
— El desacuerdo sobre los hechos concretos que se estudian o sobre sus mani-
festaciones.
— Errores o falta de lógica o coherencia en los razonamientos.
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Cabe pensar que estas discrepancias deberían poder superarse sólo en la medida
en que los científicos de la Economía asumieran una perspectiva metodológica rigu-
rosa, pero eso no es nada fácil porque están influidas también por sus preferencias
ideológicas o por sus posiciones éticas o políticas.
Para no tener que afrontar los problemas que generan estas limitaciones del co-
nocimiento, lo que predomina hoy día es una cierta despreocupación hacia los pro-
blemas del método. En lugar de tratar de construir grandes teorías, se tiende a ela-
borarlas con un alcance explicativo más reducido y se prefiere que los objetos de
estudio tengan mucha concreción y especialización.
Eso indica que el pensamiento económico actual no avanza muy atado al rigor
científico y que no hay gran interés por abordar y solventar las discrepancias teóri-
cas. Lo que normalmente ocurre es que cada economista o escuela sólo busquen la
confirmación de sus postulados y no tratar de descubrir la parte de verdad que pueda
haber en los que proponen los demás.
42 © Ediciones Pirámide
La Economía clásica
El auge del industrialismo generaba una realidad nueva que permitió alcanzar
una perspectiva superadora a quienes se preocupaban por los asuntos económicos.
Las ideas de Newton habían revolucionado el pensamiento sobre el universo fí-
sico. Ahora se concebía que estaba sometido a leyes que, aunque estuvieran fuera
del control humano, podían ser conocidas.
Los moralistas y filósofos sociales comenzaron a pensar que algo parecido podía
ocurrir con el universo social: que podía ser conocido como un todo y que sus leyes
de comportamiento podían descubrirse, al igual que ocurría con las leyes físicas.
3
Naredo, J. M.: La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del
pensamiento económico, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 60.
© Ediciones Pirámide 43
La Economía neoclásica
A finales del siglo xix se produjo una gran ruptura con estas preocupaciones
teóricas. Los economistas comenzaron a investigar los fenómenos económicos desde
otras perspectivas y con otros objetos de interés.
Incluso ya no se hablará de Political Economy (Economía Política), sino de
Economics (al igual que se habla de Physics o Mathematics).
No era una simple cuestión de palabras. En lugar de creer que la economía tenía
que ver con la política, con el Estado, ahora se hablaba de «lo económico» (econo-
mics) como de algo que tiene realidad propia e independiente de otros fenómenos
sociales o políticos. Se quería poner de manifiesto que para los asuntos económicos
carece de relevancia el orden político y su contexto social.
Lionel Robbins dio una definición de Economía que se haría famosa y que ex-
presa claramente este cambio de orientación. Para él, la Economía es la ciencia que
estudia «la conducta humana como una relación entre fines y medios escasos sus-
ceptibles de usos alternativos».
Es fácil comprobar que, según esta definición de la Economía, lo que a ésta le
interesa ya no es el estudio de grandes asuntos sociales como la producción o la
distribución de la riqueza, sino el de conductas individuales.
Con este gran cambio de enfoque nació la economía neoclásica o marginalismo.
Se basó principalmente en establecer que el principio económico básico es la esca-
sez y que allí donde existe es necesaria la elección. Los procedimientos y formas en
que ésta se lleva a cabo constituyen el objeto de estudio de la Economía.
44 © Ediciones Pirámide
Desde este enfoque se supone que lo que cualquier sujeto económico busca es
la utilidad o beneficio, y lo que iban a investigar eran las condiciones en que un
individuo aislado o una empresa hacen frente a problemas de elección tratando de
alcanzar el máximo beneficio o utilidad individual.
De esta forma, la ciencia económica pasaba a ser la clave para comprender las
reglas de cualquier tipo de conducta humana siempre que ésta se exprese en térmi-
nos de elección. Y como cualquier acción humana implica siempre elección, algu-
nos economistas más radicales decían que la Economía proporcionaba una especie
de lenguaje común a todas las ciencias sociales. Jack Hirshleifer decía que la Eco-
nomía es «la gramática de las ciencias sociales».
Los economistas neoclásicos consideraron que para alcanzar la máxima utilidad
había un mecanismo perfecto, el mercado, así que el análisis de su funcionamiento
y el de las condiciones para que funcionara correctamente se convirtieron en su
principal objeto de estudio.
Y puesto que lo que les preocupaba era cómo alcanzar la máxima utilidad, se
concentraban en las condiciones del corto plazo, y no en la búsqueda de leyes a
largo plazo, como hicieron antes los economistas clásicos.
En lugar de vincular los problemas económicos a los distintos colectivos socia-
les, se identificó el problema económico con el comportamiento individual, siguien-
do el planteamiento subjetivo heredado de la filosofía utilitarista.
Una proposición fundamental de la Economía neoclásica es que el mercado es
un mecanismo perfecto y sus desequilibrios deben ser tratados como fricciones co-
yunturales. Por ello, el pleno empleo fue un supuesto esencial de la ortodoxia neo-
clásica. Pensaban que si los mercados funcionaban perfectamente nunca habría can-
tidad sobrante y, por lo tanto, nunca habría paro permanente: todos los trabajadores
que quisieran estarían siempre ocupados.
De ahí se deducía una política de no intervención, «de dejar hacer, dejar pasar»
(laisser faire) típica del liberalismo que propugnaban estos economistas.
El problema fue que cuando aparecieron las grandes crisis económicas, el dejar
hacer no fue un remedio suficiente ni adecuado.
El keynesianismo
Las crisis de los primeros años del siglo xx y en especial la gran crisis de 1929
mostraron la inoperancia de las ideas liberales que recomendaban no hacer nada y
que los gobiernos no intervinieran para tratar de corregir la situación.
Haciendo caso omiso de estas recomendaciones tan poco realistas, muchos gobier-
nos de la época decidieron intervenir cuando los mercados se mostraban incapaces de
resolver por sí solos el desempleo masivo y la crisis. Lo que hicieron generalmente fue
realizar gastos en obras públicas o en cualquier tipo de actividad para crear empleos.
Ese gasto era el que permitía aumentar el consumo de las familias que, a su vez, hacía
que las empresas pudieran vender sus mercancías, y así, gracias a la intervención esta-
tal, se logró crear empleo y hacer que se recuperase la actividad productiva.
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Monetarismo y neoliberalismo
46 © Ediciones Pirámide
apropiado que resultaba ese nuevo liberalismo para recuperar el beneficio privado
las convirtieron en el nuevo pensamiento económico dominante. Bajo la forma ini-
cial de una «revolución conservadora» y después como «políticas de ajuste estructu-
ral» dieron cuerpo al neoliberalismo, que, con más o menos fuerza, inspira la polí-
tica económica de los últimos cuarenta años en casi todos los países del mundo.
A pesar del claro predominio del pensamiento económico neoliberal en los últi-
mos años, no han dejado de proliferar corrientes alternativas que reclaman una lec-
tura distinta de los problemas económicos, entre las que se pueden destacar las si-
guientes:
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CONCEPTOS CLAVE
Actividad económica.
Problemas económicos.
Comportamiento económico.
Método científico.
Hipótesis.
Teorías.
Leyes.
Ceteris paribus.
Juicios de valor.
Fisiocracia.
Mercantilismo.
Economía clásica.
Marginalismo.
Keynesianismo.
Neoliberalismo.
Monetarismo.
PREGUNTAS DE REPASO
1. Definir brevemente qué se entiende por actividad económica, a qué llamamos
problemas económicos y cuál es el comportamiento económico.
2. ¿Por qué decimos que el análisis y la resolución de los problemas económicos
comportan reflexiones éticas?
3. ¿Qué diferencia hay entre la concepción walrasiana y marxista de las leyes
económicas?
4. ¿En qué se diferencia el conocimiento vulgar del conocimiento científico?
5. ¿Qué se entiende por método científico?
6. Defina los conceptos de leyes, teorías y modelos.
7. Indique qué pasos hay que dar para poder llegar a construir un modelo teórico.
8. ¿Cuáles son las dificultades de observación más importantes con las que se enfren-
ta la Economía a la hora de aplicar el método científico? ¿Y las de verificación?
9. ¿Cuál fue la principal aportación de la fisiocracia?
10. Indique las grandes preocupaciones de la Economía clásica.
11. ¿Cuál es la definición de ciencia económica propuesta por Lionnel Robbins y
qué implicaciones tuvo su aceptación casi generalizada?
12. ¿Qué circunstancias sociales estuvieron en el origen del análisis económico
keynesiano?
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BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Smith, A. (2010). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones. Fondo de Cultura Económica.
50 © Ediciones Pirámide
© Ediciones Pirámide 51
52 © Ediciones Pirámide
2.1.2.
Necesidad y contexto social
2.1.3.
Necesidad y sistema económico
Hay que tener en cuenta que la producción de todo aquello que deseamos re-
quiere una inversión previa de recursos, y que esto implica determinados costes.
Quienes realizan esa inversión y quienes soportan esos costes son los que están
definiendo qué bienes se producen, y, según cómo se organice la vida económica,
serán unos u otros los que dispongan de más o menos recursos para adquirirlos. Por
lo tanto, puede ocurrir que los resultados del proceso de producción sean disfrutados
por toda la sociedad o sólo por una parte de ella.
En nuestras economías, los propietarios de los recursos productivos tienen la
capacidad de apropiarse de las ganancias resultantes de aplicar recursos a la produc-
ción. Eso da lugar a que en muchas ocasiones el objetivo de la actividad productiva
sea la obtención de ganancias con independencia de que se satisfagan de modo ge-
neral las necesidades sociales.
Eso significa que no se produce lo que necesita el ser humano, sino aquello que
es rentable, susceptible de proporcionar ganancias. Y eso es precisamente lo que ori-
gina que en nuestras sociedades predominen lo que llamamos deseos inducidos por
la oferta, es decir, necesidades que no son imprescindibles para ningún aspecto de nues-
tra vida social pero cuya satisfacción por el consumo es fuente de importantes benefi-
cios y que por eso se impulsan o fomentan.
Es esa posibilidad de obtener muchas ganancias a través del consumo lo que
lleva a que en nuestras sociedades se considere a veces que las necesidades huma-
nas son ilimitadas e insaciables.
Ya lo había advertido el viejo Séneca: «Los deseos naturales son finitos y, al
contrario, los que se originan de falsa opinión no tienen fin».
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Clases de bienes
Un bien es todo aquello que tiene utilidad, entendida ésta como capacidad de
satisfacción. Ahora bien, para muchas personas también es útil la religión, la mili-
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Conviene hacer una matización importante acerca del valor económico de las
mercancías.
Como se ha dicho, éste procede del trabajo humano que se acumula para su
obtención, puesto que todas las actividades que llevan a disponer de bienes no son
sino trabajo acumulado de diferentes formas o cualidades. En la situación más sim-
ple posible, las mercancías se intercambiarían unas por otras en cantidades equiva-
lentes al trabajo que ha «costado» obtenerlas o producirlas. A este coste lo llama-
mos coste de producción, y a su expresión monetaria la llamamos precio.
Si la mercancía X tiene un coste de producción doble al de la mercancía Y, dire-
mos que el valor de cambio de una unidad de X son dos unidades de Y (para obtener
una unidad de X habrá que dar dos de Y). Si se utiliza moneda, la relación sería igual
pero en términos monetarios: si el precio de una unidad de Y es un euro y el precio
de una unidad de X dos euros, diremos que el precio de X es el doble que el de Y.
Sin embargo, los precios (los valores de cambio) no siempre son iguales a los
costes de producción (al valor de los bienes y servicios), como sucede en los si-
guientes ejemplos:
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Lo que ocurre, por lo tanto, es que el valor y los precios no siempre coinciden.
Así lo reconoce el saber popular: «todo necio confunde valor y precio», cuenta Ma-
chado que decía el maestro de Juan de Mairena.
2.3. EL INTERCAMBIO
Todos los seres humanos tenemos necesidades y hemos de disponer de bienes
que las satisfagan, pero es muy difícil, por no decir completamente imposible, que
dispongamos de todos esos bienes produciéndolos nosotros mismos.
Cuando no todos los individuos producen las mismas cosas, se hace preciso en-
contrar a quien disponga de lo que necesitamos.
En las economías más atrasadas y primitivas, para poder obtener las mercancías
necesarias es necesario disponer a su vez de otras mercancías: son las llamadas eco-
nomías de trueque, un sistema de intercambio en el que se cambian mercancías por
mercancías y en el que, por tanto, hay que encontrar a quien tenga los productos
que nosotros deseamos y desee, al mismo tiempo, los que nosotros tenemos. Se tra-
ta, por tanto, de un sistema que limita mucho el intercambio, a diferencia de los
más desarrollados, en los que se utiliza el dinero.
En las economías más avanzadas se recurre al intercambio, que es el proceso que
lleva a producir los bienes y servicios y a ponerlos a disposición de los diferentes su-
jetos económicos para que éstos puedan utilizarlos para satisfacer sus necesidades.
56 © Ediciones Pirámide
Entre esas fases o procesos hay una interrelación no sólo económica, sino tam-
bién cultural y política.
Sin producción, no hay consumo. Pero sin consumo tampoco habrá producción.
El consumo también «produce» o genera la producción porque el producto sólo tie-
ne sentido si se consume, y el consumo expresa la necesidad de una nueva produc-
ción. Por tanto, el consumo condiciona la producción, así que ésta está influida por
las variables sociales, culturales, éticas, que nos mueven a desear más unas cosas
que otras.
Por su parte, la producción no sólo proporciona un objeto al consumo. Determi-
na la forma de consumo y genera una necesidad para el producto. Por tanto, los
productos también condicionan las formas de ser y los gustos de los individuos.
Como dijeron los economistas clásicos, la producción «no sólo crea un objeto para
el sujeto, sino un sujeto para el objeto». Eso es lo que explica que sea tan frecuen-
te un tipo de consumidor y unas pautas de consumo conformados tan sólo para dar
satisfacción a la estrategia de producción dominante, que sean los productores quie-
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nes condicionan nuestras pautas de consumo y las necesidades que vamos a satisfa-
cer, y no al contrario.
El dinero
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quiere decir que no tenga que ver con procesos sociales de otra naturaleza. Todo lo
contrario.
Para que los intercambios se puedan llevar a cabo, bien sea en el régimen más
simple (cuando los niños intercambian cromos, por ejemplo) o en el mercado más
complejo, necesita siempre unas normas que establezcan qué se puede hacer y qué
no, es decir, qué derechos tienen los que participan en el intercambio.
Esas normas son los llamados derechos de apropiación (property rights), que
establecen lo que se puede hacer y lo que no en el intercambio.
Lógicamente, a medida que el sistema de intercambio sea más complicado y
que intervengan en él más personas o recursos, las normas se harán también más
complejas y será necesario que exista todo un sistema jurídico encargado de hacer
que los intercambios se lleven a cabo satisfactoriamente.
En términos generales, las normas jurídicas que afectan al intercambio persi-
guen tres objetivos básicos:
— Fijar quién va a poder poseer los recursos o los bienes.
— Establecer mecanismos que garanticen que quien posea los bienes o recur-
sos pueda hacer con ellos lo que desee, o qué limites va a tener esa pose-
sión.
— Fijar las reglas de confianza que van a seguirse en los intercambios y qué
consecuencias tendrá que alguien las quebrante.
De esta manera se trata de dar certeza y seguridad a los intercambios, pues la in-
certidumbre y la inseguridad son sus mayores enemigos. Nadie participará en inter-
cambios si no tiene garantía, por ejemplo, de que cobrará lo pactado, de que será re-
sarcido si hay engaño, etc. Gracias a estas normas el intercambio se hace posible, y
por eso la función del Derecho respecto a la vida económica es esencial.
Ahora bien, las normas jurídicas son el resultado de una determinada preferen-
cia social. No están escritas de antemano, sino que se establecen con uno u otro
objetivo según sean los intereses sociales dominantes en cada momento, lo cual de-
pende del poder que tenga cada grupo o colectivo social. Los que obtienen sus re-
cursos gracias al beneficio preferirán que no haya traba alguna a los negocios, los
asalariados procurarán que se dicten leyes laborales que los protejan y les garanticen
salarios elevados, quienes les pagan por su trabajo, por el contrario, serán partida-
rios de que no haya ese tipo leyes...
Por tanto, detrás del Derecho siempre hay una decisión política que influye so-
bre el intercambio, condicionándolo y modificando la posición de los agentes. Pode-
mos decir, entonces, que el intercambio se lleva a cabo en un contexto o medio
ambiente en el que el Derecho, el poder, la política en general, imponen su ley,
nunca mejor dicho. El intercambio está rodeado y determinado por las instituciones
sociales y políticas que sirven de soporte a la vida social.
Ésa es la razón por la que ya los primeros economistas hablaban de Economía
Política, y por eso que hacer abstracción de esos condicionantes de la actividad eco-
nómica y el intercambio lleve a ocultar un aspecto esencial sin cuya consideración
es muy difícil entender la naturaleza real de los fenómenos económicos.
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2.4.1. El trabajo
60 © Ediciones Pirámide
Para producir los bienes y servicios los seres humanos aplican determinados
tiempos de trabajo, de muy diferentes cualificaciones, en distintas intensidades y en
diversas condiciones. Y debe observarse que, aunque muchas cosas tienen utilidad
por sí mismas, ninguna tiene valor si no es porque su obtención ha precisado de
trabajo. Por eso, un manual de Economía, por ejemplo, tiene el mismo valor para
todos los estudiantes, aunque para muchos de ellos no tenga apenas utilidad si no
piensan estudiarlo.
Se puede decir entonces que el trabajo es la medida de todas las cosas y que
ningún otro factor o recurso podría ser utilizado ni llegaría a tener valor si no es por
su intermedio.
Sin embargo, el trabajo humano, el esfuerzo material o intelectual no es un re-
sultado inmediato de las capacidades físicas del ser humano. Para que llegue a ser
productivo necesita un adiestramiento, que será mayor cuanto más especializado o
cualificado sea. Por eso el trabajo no es solamente una fuerza natural, sino que los
individuos necesitan aprender a realizar tareas y a aplicar su esfuerzo de manera
selectiva y cualificada. De hecho, hoy día es cada vez más necesario que el esfuerzo
humano se concrete en conocimiento, en formación y en la disposición de habilida-
des intelectuales complejas.
A su vez, para aprovechar eficientemente el factor trabajo es preciso aplicar re-
cursos al propio ser humano: no sólo para su puro mantenimiento físico, sino para
su formación y cualificación. Ésta es la razón por la que determinados trabajos son
más «valiosos» que otros —en un sentido estrictamente económico—, simplemente
porque para realizarlos ha sido precisa una previa y mayor acumulación de esfuerzo
humano.
© Ediciones Pirámide 61
Una característica histórica del trabajo humano es que a lo largo del tiempo se
ha ido produciendo una gran división del trabajo, es decir, una separación de las
diversas tareas o actividades laborales, de manera que quien desarrolla una de ellas
no lo hace en las demás. Así suele ocurrir, por ejemplo, que quienes se dedican al
trabajo intelectual no desarrollen actividades manuales; o antiguamente, que quienes
se ocupaban de la caza, no se dedicaran a construir la vivienda, por ejemplo.
Gracias a la división del trabajo se puede conseguir utilizar mejor y más inten-
sivamente el trabajo pero también puede dar lugar a efectos perversos. Uno espe-
cialmente grave es el que se produce por la discriminación existente entre mujeres
y hombres. A las mujeres se les ha reservado tradicionalmente el trabajo del espacio
privado, el de la casa o doméstico no remunerado, mientras que los hombres han
trabajado generalmente en el espacio público, que es donde se generan ingresos y
donde está el poder y la influencia social. E incluso cuando se incorporan al empleo
remunerado las mujeres suelen desempeñar en gran parte trabajos feminizados, de
menos responsabilidad e influencia y con menor sueldo.
Estas desigualdades económicas entre mujeres y hombres no tienen nada que
ver con las posibles diferencias naturales o biológicas que hay entre los dos sexos,
sino con su diferente posición en la vida social, con el poder que han acumulado los
hombres, con prejuicios, con estereotipos o creencias. Por eso no se las puede con-
siderar diferencias sexuales y se las denomina «desigualdad de género» para distin-
guirlas de las que puedan tener origen objetivo en su diferente naturaleza biológica.
Hoy día, las políticas de igualdad tratan de acabar con este tipo de discrimina-
ción de género tan injusta e injustificada.
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La Economía ecológica
La llamada Economía ecológica propone un enfoque muy novedoso para anali-
zar los hechos económicos tomando en cuenta su efecto sobre el medio.
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Para la Economía convencional sólo son asuntos económicos los que tienen ex-
presión en términos monetarios. Todo aquello que no se traduce en un valor mone-
tario se considera que está fuera del universo de lo económico. Eso es lo que dejó
fuera del análisis económico, entre otros asuntos como el trabajo doméstico, las
cuestiones medioambientales, las relativas al uso de los recursos naturales o las que
tienen que ver con los intereses de las generaciones venideras.
La Economía ecológica pretende ser una ciencia de la sostenibilidad que trata de
establecer principios y métodos que garanticen el uso sostenible de los recursos que uti-
lizamos los seres humanos, entendiendo por sostenibilidad la satisfacción de las necesi-
dades de la generación actual sin sacrificar la satisfacción de las siguientes generaciones,
es decir, de forma armoniosa con la naturaleza y los recursos que nos proporciona.
Para ello, parte de considerar que es erróneo analizar los fenómenos económicos
aislados de su entorno físico, entre otras cosas porque ya sabemos que en la activi-
dad económica el ser humano no consume recursos aislados, sino ecosistemas. Por
eso, en el análisis económico hay que introducir cuestiones como la naturaleza físi-
ca de los recursos, su escasez objetiva, su posible renovabilidad, su nocividad o los
problemas de reciclaje que llevan consigo.
Quienes defienden un enfoque de esta naturaleza afirman que se trata de una
perspectiva del análisis económico mucho más rigurosa y realista porque no se
basa en la utopía de que el crecimiento puede ser ilimitado de la Economía con-
vencional para no tener que computar el gasto que se realiza de los recursos físi-
cos del planeta.
2.4.3. El capital
Desde el punto de vista económico, entendemos por capital el conjunto de pro-
ductos que el ser humano utiliza para elaborar otros productos y no para su satisfac-
ción inmediata. Es decir, son capital todos aquellos bienes o servicios que se utili-
zan para producir otros bienes o servicios.
Normalmente, se incluye dentro del capital a las fuerzas naturales que los indi-
viduos han dominado, a los útiles y maquinarias que sirven para el cultivo, la fabri-
cación o el transporte, a las instalaciones fijas utilizadas para la producción y a las
materias primas necesarias para obtener otros productos.
Pero, junto a esas manifestaciones materiales del capital, hoy día es preciso in-
cluir otras de sus dimensiones inmateriales o intangibles, como programas informá-
ticos, investigación y desarrollo de productos, licencias, patentes y, por supuesto, la
formación y el conocimiento acumulado aplicado a las actividades productivas.
Un error muy común consiste en afirmar que la actividad económica es el resul-
tado de la «colaboración» entre estos tres factores de la producción. Es una expre-
sión errónea porque en realidad el único factor que puede hacer que la tierra o el
capital contribuyan a la satisfacción de las necesidades es el trabajo humano. Nada
podría obtenerse de ellos por sí mismos si no es por intermedio del trabajo, y por
eso éste es el elemento central de toda actividad económica.
64 © Ediciones Pirámide
La importancia del capital para cualquier tipo de economía es obvia y por eso
es fundamental conocer cómo se genera.
Para obtenerlo es imprescindible que la economía obtenga un excedente, algo
que se produce cuando los individuos no consumen todo el producto obtenido. De-
cimos entonces que se ha generado ahorro de una parte de lo producido.
Este producto «sobrante» o ahorrado, en el sentido de que no es consumido,
siempre es apropiado por alguien: por toda la colectividad, por quienes lo han pro-
ducido, por los propietarios de los materiales, por los dueños del trabajo o por los
reyes o gobernantes a base de violencia o de convicción...
Por tanto, un asunto fundamental de toda organización social es decidir quién
puede disponer de ese excedente, qué puede hacer con él y en qué condiciones pue-
de luego aplicarlo a un uso o a otro. De ello depende el grado de bienestar y satis-
facción del que van a disfrutar los diferentes componentes de la sociedad.
Pero ese ahorro puede mantenerse inmóvil, sólo esperando a consumirse más
adelante, o puede dedicarse a crear o adquirir bienes de capital. Cuando esto último
ocurre decimos que se ha generado inversión.
La inversión, por tanto, es el proceso en virtud del cual se destinan recursos
previamente ahorrados a crear el capital. Por eso se llama también formación de
capital.
La acumulación de capital
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Los Informes sobre el Desarrollo Humano que realiza anualmente el Programa para el Desa-
rrollo de las Naciones Unidas (PNUD) señalan datos como los siguientes:
— Alrededor de 900 millones pasan hambre. Sólo en Estados Unidos, el país más rico del
mundo, casi 50 millones de personas han de recurrir a los bonos del Estado (food stamps)
para poder alimentarse.
— Cada día mueren, en las estimaciones más bajas, unas 40.000 personas por falta de comida,
agua o de atención sanitaria.
— Prácticamente la mitad de la población mundial viven con menos de dos dólares diarios.
— 880 millones de personas carecen de acceso a los servicios de salud.
— 2.200 millones de personas carecen de servicios mejorados de saneamiento y unos 1.000
millones no tienen acceso a fuentes de agua potable.
— Cada año mueren 1,5 millones de niños a causa de la diarrea provocada por la combina-
ción de servicios de saneamiento inadecuados, falta de agua no potable e higiene personal
deficiente.
— Entre 2.000 y 2.500 millones de personas en el mundo no disponen de atención sanitaria.
— Cada año mueren 500.000 mujeres durante el embarazo o el parto por falta de atención
suficiente.
— Unos 800 millones de adultos son analfabetos e incluso en los países más ricos hay más de
100 millones de analfabetos funcionales.
— Unos 1.600 millones de personas no llegarán a los sesenta años y 350 millones de mujeres
no sobrevivirán a los cuarenta años.
— Unos 225 millones de niños incluso de 5 años trabajan en el mundo y en la mayoría de las
ocasiones lo hacen en condiciones infrahumanas.
— Casi 1.700 millones de personas están anémicas.
— 1.000 millones de personas no tienen vivienda digna y unos 100 millones carecen total-
mente de ella.
— Una de cada cinco personas en el mundo, 1.400 millones, no tiene acceso a la electri-
cidad.
— Las mujeres rurales de países en desarrollo emplean entre seis y ocho horas en buscar leña
y agua.
66 © Ediciones Pirámide
Como vamos a ver enseguida, la escasez obliga a elegir entre los recursos que
son insuficientes, y la desigualdad tan profunda que existe hoy día nos debería obli-
gar también a pensar en el destino de una humanidad que condena a una parte tan
grande de sus componentes a la frustración y al padecimiento.
El coste de oportunidad
Al elegir entre recursos escasos hay que procurar que la elección sea óptima, es
decir, que proporcione el mejor uso posible de los recursos con el fin de alcanzar su
máximo rendimiento. Y para lograrlo es preciso tener en cuenta los costes y los be-
neficios de todo tipo que reporta cada decisión.
En particular hay que considerar el llamado coste de oportunidad, que es aque-
llo a lo que renunciamos cuando elegimos algo. Si, por ejemplo, tenemos la posibi-
lidad de pasear o ir al cine y elegimos esto último, el coste de oportunidad de ir al
cine será el paseo que dejamos de dar.
El problema es que estos costes de oportunidad no siempre son igual de explí-
citos o evidentes. A menudo dejan de tenerse en cuenta, y lo que entonces ocurre,
como veremos en otro tema, es que nuestras decisiones son equivocadas. A veces
creemos que la actividad que estamos realizando tiene costes muy bajos (fumar, por
ejemplo), pero si computásemos su coste de oportunidad (enfermedades de todo
tipo), veríamos que en realidad es muy cara. Y es así evidente que una elección que
no tenga en cuenta este tipo de costes no permitiría realizar un uso óptimo de los
recursos, es decir, obtener su máximo rendimiento.
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Número de horas
País A País B
1 bolígrafo 4 5
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CUADRO 2.1
Valor de los cañones Valor de la mantequilla
Alternativa Total
(cantidad por precio) (cantidad por precio)
A 0 50 × 2 = 100 100
B 10 × 2 = 20 40 × 2 = 80 100
C 20 × 2 = 40 30 × 2 = 60 100
D 30 × 2 = 60 20 × 2 = 40 100
E 40 × 2 = 80 10 × 2 = 20 100
F 50 × 2 = 100 0 100
G 20 × 2 = 40 15 × 2 = 30 70
H 30 × 2 = 60 40 × 2 = 80 140
F
50
E
40
D H
30
Cañones
C
20 G
B
10
0 10 20 30 40 50
Mantequilla
Figura 2.1
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2.5.2. ¿Cañones o mantequilla?
Este viejo dilema entre producir cañones o mantequilla se achaca a Hitler pero,
en realidad, afecta a cualquier que se enfrenta a un problema de elección cuando se
dispone de recursos escasos.
A la vista de la situación de nuestro mundo no deja de ser un ejemplo que tiene
bastante que ver con la realidad de nuestras sociedades.
Organismos tan importantes para garantizar el bienestar humano como la Organiza-
ción de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la FAO y la UNESCO
sólo recibieron para financiar sus programas alimenticios, educativos y sanitarios el
1,3% de los 17 billones de dólares que costó en armamentos la «guerra fría».
Y hoy día, la desproporción entre lo que se gasta en la industria de la muerte y
lo que se deja de gastar en salvar y hacer más satisfactoria la vida humana sigue
70 © Ediciones Pirámide
siendo abismal. En 2014 los gastos militares mundiales fueron de 1,8 billones de
dólares (más de 5.000 millones al día). Con el dinero correspondiente a sólo dos
días se podría escolarizar a todos los niños y niñas del mundo y con el de unos 20
días sería suficiente para evitar las 40.000 muertes por hambre que se producen
cada día en el mundo. Como dice el escritor Eduardo Galeano, «todavía nos sobra-
rían 345 días para el noble arte de matarnos entre nosotros».
En septiembre de 2009 el presidente del Banco Mundial denunciaba que 500.000
mujeres mueren en el parto cada año y que «para salvar a tres millones de madres y
siete millones de recién nacidos, se necesitan 2.400 millones de dólares en 2009 y
7.000 millones en 2015». Pues bien, no se recogió esa cantidad y las mujeres siguieron
muriendo a pesar de que sólo un banco, el Banco de Santander, y sólo durante el pri-
mer trimestre de 2009, obtuvo un beneficio de 2.100 millones de euros, es decir, bas-
tante más de la cantidad que evitaría esas muertes durante ese año. Y en esos momen-
tos los Gobiernos europeos destinaban 3,7 billones de euros a salvar a los bancos que
habían creado la crisis económica, es decir, más de 2.100 veces de lo que se necesitaba
para salvar la vida de esas 500.000 mujeres que mueren todos los años dando a luz.
No se puede decir, por tanto, que la pobreza y la insatisfacción de las necesida-
des humanas que sufre la mayor parte de la población mundial se deba a que faltan
recursos. Los datos reales ponen de manifiesto que las decisiones acerca del uso de
los recursos no son unívocas, en el sentido de que exista una dinámica inevitable
hacia la pobreza y la insatisfacción de las necesidades humanas. La decisión de cuá-
les satisfacer y en qué grado hacerlo no depende de una ley económica universal y
abstracta, sino de los intereses económicos que prevalezcan en el mundo, de la vo-
luntad colectiva dominante y también del tipo de compromiso ético predominante
en nuestras sociedades.
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Los problemas que ocasionan sufrimiento humano evitable no se deben a que haya escasez
sino al despilfarro y a la desigualdad. Con los 240.000 millones de dólares de ingresos netos
de las 100 personas más ricas del planeta bastaría para acabar cuatro veces con la pobreza ex-
trema, según el informe «El coste de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos
dañan a todos», de la organización Oxfam. Y según el Programa Mundial de Alimentos de las
Naciones Unidas, sólo se necesitan unos 3.000 millones de dólares al año para llevar alimentos
a 66 millones de niños en edad escolar que sufren hambre. Poco más de lo que se gastaron en
fichajes de jugadores los clubes de fútbol de primera división de las principales ligas europeas.
Esas diferencias se traducen en que unas personas viven en la abundancia y la gran mayo-
ría en la insatisfacción permanente, como demuestran claramente los datos relativos al consu-
mo mundial:
— El 15% de la población de los países industrializados consume el 61% del aluminio, el
60% del plomo, el 59% del cobre y el 49% del acero.
— La población de Estados Unidos, que representa menos del 5% de la de todo el planeta,
consume el 25% de toda la energía que se gasta en el mundo (¿cuántos planetas harían
falta para que todos consumieran igual si se extendiera el «American way of life», el
modo de vida americano?).
— La población que representan el 20% de la población más rica del planeta consume
casi la mitad de toda la carne y el pescado que se consume en el mundo, el 55% de
la energía o el 70% de las líneas teléfonicas, el 80% del papel y dispone del 85% de
la flota de vehículos. Por el contrario, al 20% más pobre sólo le corresponde el 7%, el
5%, el 2%, el 1,5% y el 1%, respectivamente.
— En 2009, 25 mánagers de fondos de inversión de alto riesgo cobraban lo que 680.000
profesores que podrían enseñar a 13.000.000 de estudiantes
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CONCEPTOS CLAVE
Necesidades.
Bienes económicos o mercancías.
Bienes libres o gratuitos.
Intercambio.
Trueque.
Dinero.
Producción.
Cambio.
Distribución.
Consumo.
Derechos de apropiación.
Factores productivos.
Trabajo.
Tierra.
Economía ecológica.
Capital.
Ahorro.
Inversión.
Acumulación de capital.
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Coste de oportunidad.
Frontera de posibilidades de la producción.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué se entiende en Economía por necesidad? ¿Qué se debe entender por ne-
cesidades básicas o primarias?
2. Explique por qué las necesidades humanas no son ajenas al contexto social y
cultural de los individuos.
3. ¿Qué se entiende por «deseos inducidos» y cuál cree que es la razón de su
existencia?
4. ¿Qué entendemos por bien económico? ¿Qué diferencia hay entre un bien eco-
nómico y un bien libre o gratuito?
5. ¿Cuál es el origen del valor de los bienes para las corrientes subjetivistas?
6. ¿Qué características debe poseer un bien en una economía capitalista para que
lo consideremos una mercancía?
7. Señale tres circunstancias que pueden provocar que el valor de una mercancía
no sea igual a su precio.
8. Resuma las cuatro fases de todo proceso de intercambio.
9. ¿Qué es un factor productivo? Indique y defina los que conozca.
10. ¿Qué es la división del trabajo? Ponga un ejemplo válido para la sociedad actual.
11. ¿Cuál es el principal problema que implica el uso productivo de los recursos
naturales?, ¿qué solución propone la Economía ecológica?
12. ¿Qué diferentes clases de capital hay?
13. ¿Qué es la acumulación de capital y qué importancia tiene?
14. ¿A qué llamamos frontera de posibilidades de la producción? Ponga algunos
ejemplos.
15. ¿Qué se entiende por coste de oportunidad?
16. ¿Qué diferencia hay entre ventaja absoluta y ventaja comparativa? Ponga un
ejemplo.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
74 © Ediciones Pirámide
Lecturas complementarias
Desigualdades
Fundación Alternativas (2013). Primer Informe sobre la Desigualdad en España.
Martínez García, J. S. (2013). Estructura social y desigualdad en España. La Cata-
rata.
Milanovic, B. (2006). La era de las desigualdades. Dimensiones de la desigualdad
internacional y global. Sistema.
Stiglitz, J. (2012). El precio de la desigualdad: cómo la división actual de la sociedad
pone en riesgo nuestro futuro. Taurus.
Informes mundiales
FAO. El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo.
FAO. El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2012.
Clásicos de la economía
Marx, K. (2004). Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política.
Comares.
© Ediciones Pirámide 75
— ¿Qué bienes producir? Puesto que los recursos son escasos y susceptibles de
usos alternativos, hay que decidir a qué uso dedicarlos. Alguien tiene que
tomar esa decisión. Puede que sea un dictador el que la resuelva, o una auto-
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84 © Ediciones Pirámide
Los anteriores tipos de sistemas económicos se han podido observar con nitidez
en diferentes épocas históricas. Pero en la realidad es muy difícil que se den tipos
de sistemas económicas puros que no tengan elementos de otros sistemas.
En muchas economías capitalistas hay elementos feudales o socialistas e incluso
aún hoy hay prácticas laborales que son verdaderamente esclavistas.
Eso es así porque la organización de un sistema económico no es una obra de
ingeniería perfecta, sino el resultado de voluntades humanas que pueden ser contra-
dictorias.
Como hemos estudiado antes, la organización de la vida económica lleva consi-
go un conflicto permanente entre los intereses de los individuos, y ese conflicto no
se resuelve generalmente a favor de un solo grupo social o de una persona.
Por eso los sistemas económicos suelen ser impuros y tener elementos de otras
formas diferentes de organizar la vida económica.
Además, la organización de la vida económica está cambiando constantemente.
Normalmente no nos damos cuenta de ello porque formamos parte de ese cambio,
porque estamos dentro de él. Pero la manera de dar respuestas a las preguntas eco-
nómicas fundamentales se modifica sin cesar porque a cada momento de su vida los
seres humanos se dedican a procurar que las relaciones económicas les sean un
poco más favorables.
Por eso no cabe pensar que una determinada forma de organizar la vida econó-
mica vaya a ser inmutable, que ya no habrá más cambios en el sistema económico
en el que vivimos. Todo lo contrario, la acción continua de los seres humanos, aun-
que sea inconsciente, está cambiándolo permanentemente.
© Ediciones Pirámide 85
Como hemos dicho anteriormente, junto a estos rasgos esenciales del capitalis-
mo se pueden dar algunos otros diferentes.
Así, en muchos países capitalistas hay una importante propiedad estatal de re-
cursos porque se entiende que es la única manera de satisfacer algunas necesidades
colectivas. También se dan muchas actividades que no buscan solamente obtener
beneficio, como las que llevan a cabo las organizaciones no gubernamentales, la
administración pública o muchas personas que dedican su vida a las demás sin reci-
bir nada a cambio. En algunas economías incluso hay rasgos propios del feudalismo
(por ejemplo, en algunas formas de cultivar el campo o en el trabajo doméstico) o
del esclavismo (al que se somete a muchos inmigrantes en los países más desarro-
llados).
a) Puesto que las actividades económicas que se llevan a cabo son las que pro-
porcionan beneficios, resulta que los individuos están motivados o incentiva-
86 © Ediciones Pirámide
dos para llevar a cabo aquello que necesita la sociedad. Quien se dedique a
producir algo que otros necesiten podrá ganar dinero. De esta manera, no
hace falta que nadie diga qué hay que producir o cómo hacerlo, sino que se
obtendrá lo necesario gracias al incentivo de la ganancia.
b) Puesto que el sistema se basa en la obtención del máximo beneficio, los
productores serán muy cuidadosos a la hora de utilizar los recursos y se lo-
grará la máxima eficiencia, pues se procurará ahorrar los costes innecesarios
para obtenerlo.
c) Por esas dos razones, el sistema será especialmente favorable a la innova-
ción y al desarrollo de nuevas técnicas, que se procurarán obtener rápidamen-
te para conseguir más beneficios.
© Ediciones Pirámide 87
88 © Ediciones Pirámide
cuadamente. Hace falta establecer qué se puede hacer y qué no, qué conductas
están permitidas y cuáles prohibidas y qué sanciones acarrea el incumplimiento de
las normas.
Además, para que el mercado actúe correctamente es necesario que haya una
información adecuada acerca de lo que se puede comprar y vender en él. El merca-
do se establece para que los compradores y vendedores adquieran los recursos al
precio más bajo, pero para ello es necesario que unos y otros tengan la mejor infor-
mación posible acerca de lo que allí se intercambia. Si es imposible saber dónde se
está ofreciendo el producto más barato, o si cuesta mucho dinero saberlo, de nada
servirá el mercado.
Conseguir que un mercado funcione correctamente, que los que intervengan en
él estén bien informados y que haya leyes que regulen adecuadamente los intercam-
bios es algo que no se consigue fácilmente. Para conseguirlo es necesario que los
gobiernos vigilen su funcionamiento y que se eviten las conductas que en lugar de
buscar la eficacia tratan de lograr ventajas en el intercambio. Como veremos más
adelante, eso no siempre se consigue, y aparecen mercados que en lugar de propor-
cionar beneficios al intercambio lo encarecen y lo hacen más difícil.
© Ediciones Pirámide 89
Estas tres circunstancias implican que para que sea posible obtener beneficio es
necesario mantener un suficiente poder sobre el trabajador, lo que significa que la
posibilidad de lograr ganancias en las economías capitalistas no sólo depende del
mecanismo del mercado, sino de la existencia de un adecuado sistema de normas
jurídicas, de una estructura de poder político e incluso de una cultura que faciliten
su poder y la sumisión de los asalariados.
Lógicamente, disfrutar de las condiciones ideales para ello no es fácil, puesto que
suelen chocar con las exigencias de bienestar que por su parte demandan los asalariados
y porque el conjunto de circunstancias de las que depende el beneficio es muy variado.
90 © Ediciones Pirámide
B=V–S–M (1)
Podemos denominar producto neto (Y) a la diferencia entre el valor de las ven-
tas totales (V) y el valor de las materias primas y maquinarias utilizadas (M).
Y=V–M (2)
B=Y–S (3)
O, lo que es igual:
Y=B+S (4)
Esta última expresión indica sencillamente que el producto neto total (Y) se re-
parte entre beneficios (B) y salarios (S). Y eso es lo que expresa el conflicto latente
en las relaciones capitalistas: lo que va para unos no puede ir para otros.
© Ediciones Pirámide 91
CONCEPTOS CLAVE
Sistema económico.
Esclavismo.
Feudalismo.
Capitalismo.
Socialismo.
Planificación.
Mercado.
Excedente.
Beneficio.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué implica que una sociedad se plantee la pregunta Qué producir?
2. ¿De qué naturaleza es la pregunta Cómo producir?
3. ¿De qué puede depender la pregunta Para quién producir en las diferentes sociedades?
4. ¿Por qué decimos que el conflicto está siempre asociado a la vida económica?
5. ¿Qué es un sistema económico?
6. ¿Qué diferentes aspectos se pueden tener en cuenta para distinguir un sistema
económico de otro?
7. ¿Qué caracterizó al sistema esclavista y dónde se dio principalmente?
8. ¿Qué características fundamentales tuvo el feudalismo?
9. ¿Cuándo apareció el capitalismo y cómo?
10. ¿Qué razones explican el fracaso del socialismo del siglo xx?
11. ¿Cuáles son los rasgos principales de las economías capitalistas modernas?
12. Señale los principales pros y contras del capitalismo.
13. ¿Qué consecuencias principales tiene la asalarización que es propia del capita-
lismo?
14. Obtenga la fórmula del producto neto total y explique su significado.
92 © Ediciones Pirámide
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Lecturas complementarias
Capitalismo y socialismo
Chesterton, G. K. (2013). La utopía capitalista y otros ensayos. Palabra.
Feito, J. L. (2009). En defensa del capitalismo. Diálogos filosóficos sobre el Mercado
y el Estado. La Esfera de los Libros.
Shaw, G. B. (2013). Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes.
RBA Editores.
Weber, M. (2013). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Península.
Clásicos de la economía
Polanyi, K. (1989). La gran transformación. Crítica del liberalismo económico. La
Piqueta.
© Ediciones Pirámide 93
«Qué sed
de saber cuánto.»
Como hemos señalado, en una economía de mercado las decisiones sobre qué
producir, cómo hacerlo y para quién se toman en función de los precios que se esta-
blecen en los diferentes mercados. No hay nadie que dé órdenes o que tome decisio-
nes administrativas para determinar lo que se debe producir y en qué cantidades.
Los precios son las referencias que sirven para que esas decisiones se adopten
sin intervención externa. Los productores ofrecerán aquellos productos que puedan
venderse a precios más beneficiosos para ellos y los consumidores comprarán los
bienes o servicios cuyo precio les resulte más favorable.
Por lo tanto, la clave del funcionamiento de los mercados radica en la forma-
ción de esos precios de manera que puedan satisfacer al mismo tiempo a los com-
pradores y a los vendedores.
Esto último es algo que no siempre se consigue. Depende de la naturaleza de
los diferentes mercados que vamos a estudiar en los siguientes capítulos, aunque
empezaremos en éste por conocer el funcionamiento más elemental del intercambio
en el mercado.
© Ediciones Pirámide 95
Los productores llevan al mercado sus productos y allí los compradores deciden
si desean comprarlos o no.
En el trato entre productores y compradores se produce una especie de regateo
que es el que permite formar el precio de las mercancías. Si el precio les parece
adecuado a ambos, los productores venderán el producto y los compradores lo com-
prarán. Por el contrario, si un comprador considera que el precio es muy elevado
para él, renunciará a comprarlo. Y si el vendedor comprueba que a un determinado
precio no vende sus productos porque les parece caro a los compradores, lo más
seguro es que baje el precio para poder venderlo, aunque esto sólo lo podrá hacer si
tiene margen suficiente para obtener beneficio a ese precio más bajo. Si no lo tiene,
terminará saliendo del mercado y entrarán otros vendedores más eficaces, es decir,
capaces de vender los mismos productos con unos costes más bajos que les permi-
tan vender más barato.
Ese proceso no es automático. Podríamos decir que se produce una especie de
regateo entre compradores y vendedores. Unas veces, se trata de un regateo clara-
mente visible. Otras veces, el regateo no se percibe claramente porque no se realiza
de forma explícita, pero en realidad se lleva cabo cuando compradores y vendedores
renuncian a vender o comprar a un precio y sí lo hacen a otro.
En ese proceso se van estableciendo finalmente precios que satisfacen a ambos
y que los economistas llamamos precios de equilibrio.
96 © Ediciones Pirámide
Variedad de mercados
Según cuáles sean esas normas y leyes, los mercados tendrán una forma u otra
porque en ellos se podrán llevar a cabo actuaciones muy diferentes.
Normalmente, los gobiernos tratan de impedir que los productores se pon-
gan de acuerdo entre sí para subir los precios. También procuran que los con
sumidores estén bien informados sobre lo que compran y obligan a las empresas
a mostrar claramente las cualidades o propiedades de lo que venden. Los sis-
temas jurídicos establecen penas para los agentes que actúan fraudulentamente
en los mercados o que no respetan la necesaria confianza a la hora de hacer
negocios.
Pero no todos los gobiernos son igual de exigentes a la hora de salvaguardar
esas condiciones. Unas veces porque no quieren serlo y otras porque los propios
agentes eluden las normas para aprovecharse y obtener ventajas extraordinarias.
Según todas esas circunstancias se pueden distinguir diferentes clases de merca-
dos, en cada uno de los cuales, como veremos en el tema siguiente, se alcanzan
resultados muy dispares.
Los criterios más importantes a la hora de diferenciar los tipos de mercados son
tres: el número de agentes que intervienen comprando o vendiendo, la naturaleza de
los productos que se intercambian y las condiciones en que se puede entrar o salir
del mercado.
De esas circunstancias depende la diferente estructura de cada mercado, y ésta
determina asimismo el tipo de conducta que desarrolla cada agente.
Atendiendo a esas circunstancias, se pueden distinguir cuatro tipos básicos de
mercados que estudiaremos con detalle en los siguientes temas:
© Ediciones Pirámide 97
Desde otro punto de vista, los mercados pueden diferenciarse según el tipo de
actividad que se lleve a cabo en ellos.
Así, se puede distinguir entre mercados de bienes y servicios, que son aquellos
destinados al intercambio de mercancías, y los mercados de factores, en los que se
intercambian los factores productivos, los recursos naturales, el trabajo o el capital.
Según la actividad sectorial que se desarrolle, se puede hablar de mercados
agrarios, mercados industriales, mercados de la vivienda, mercados financieros,
mercados editoriales, mercados futbolísticos, de arte, mercados nacionales, merca-
dos internacionales, etc.
4.2.1. Las familias
Las familias son las propietarias de los factores productivos, que ofrecen a los
productores en los llamados mercados de factores. A cambio reciben ingresos, en
forma de salarios, con los cuales pueden pagar los productos que consumen en los
mercados de bienes y servicios.
Cuando las familias disponen de ingresos superiores al gasto que realizan en
bienes y servicios decimos que ahorran una parte de su renta.
Este ahorro es un componente muy importante de las relaciones económicas.
Normalmente, las familias no mantienen su ahorro inmovilizado en sus viviendas,
sino que lo depositan en los bancos que, a su vez, pueden prestarlo a otros agentes
que lo necesiten para llevar a cabo otras actividades económicas para las que, en
principio, no tengan financiación suficiente.
Cuando esto último ocurre, decimos que la banca financia actividades económicas.
Por lo tanto, la función de las familias es triple:
a) Suministrar factores a las empresas para que éstas puedan producir bienes y
servicios.
b) Gastar sus ingresos en el consumo proporcionando así ingresos a las empre-
sas, de modo que éstas puedan proseguir con su actividad productiva.
98 © Ediciones Pirámide
c) Generar ahorro para que se pueda disponer de recursos que financien otras
actividades económicas. En este caso, se convierten en propietarias no sólo
del factor trabajo, sino también de recursos de capital.
4.2.2. Las empresas
Las empresas son las unidades económicas cuya función económica es combi-
nar los factores productivos para producir bienes y servicios.
Hay diferentes tipos de empresas dependiendo de su naturaleza jurídica.
Las cooperativas son empresas en las que la propiedad es de todos los socios.
Normalmente, este tipo de empresas se constituye por razones no puramente mer-
cantiles, sino con el objetivo de fomentar el trabajo asociado. Los beneficios se de-
dican a fomentar más actividad cooperativa o a fines sociales.
Las sociedades anónimas son las empresas típicamente capitalistas. En ellas, el
capital está repartido en acciones entre los propietarios o accionistas, que tienen más
poder de decisión cuanto mayor sea el número de acciones que sean de su propie-
dad. Para obtener más capital, los propietarios ofrecen nuevas acciones en un mer-
cado específico en el que se compran y venden esos títulos de propiedad y al que
llamamos Bolsa de Valores.
Los propietarios de las acciones reciben dividendos, que son la parte del bene-
ficio total de la sociedad que les corresponde según el número de acciones que po-
sean. De los dividendos que se estén obteniendo en el presente y de la expectativa
de obtenerlos en el futuro depende el valor bursátil de la empresa, en virtud del cual
se establece la cotización a la que se venderán las acciones.
En los últimos años se ha desarrollado mucho un tipo de actividad empresarial
que llevan a cabo personas individuales que pueden considerarse también como tra-
bajadores autónomos. Es un fenómeno dual porque, por un lado, responde a que
más personas toman la iniciativa de crear negocios y riqueza sin depender de lo que
hagan otras, pero, por otro, es también el resultado de que las empresas tienen cada
vez más poder, prefieren desentenderse de las plantilas de trabajadores y optan por
contratar los servicios que les prestan este tipo de trabajadores sin vincularse labo-
ralmente con ellos.
© Ediciones Pirámide 99
mos estudiado, Trabajo (L), Tierra (T) y Capital (K). En este caso, la función de
producción sería:
Q = f [ L, T, K ]
El siguiente ejemplo nos muestra las diferentes combinaciones posibles para fa-
bricar, por ejemplo, un televisor.
CUADRO 4.1
Decimos que una empresa actúa con eficiencia técnica cuando utiliza la com-
binación de factores productivos que requiere menos cantidades de cada uno de
ellos.
En el ejemplo de la tabla, se observa que la combinación que proporciona más
eficiencia técnica es la A porque permite obtener la misma cantidad de televisores
(100) con menor número de horas de trabajo (8) y de maquinaria (30).
Pero la eficiencia técnica no siempre coincide con la eficiencia económica. De-
cimos que una empresa actúa con eficiencia económica cuando utiliza la combina-
ción de factores productivos más barata. En la tabla resulta que la combinación
económicamente más eficiente es la B porque implica producir el mismo número
de televisores (100) con menor coste total de trabajo y de maquinaria (420).
La razón de esa diferencia radica en que las horas de trabajo y las de maquina-
ria no tienen el mismo precio. Como las de maquinaria cuestan 12 € la hora y las
de trabajo 10 € a la empresa, le compensa la combinación B porque, a pesar de
requerir más horas en total, compensa por utilizar menos horas de maquinaria que
son más caras.
Lo anterior significa que la empresa debe cuidar de analizar rigurosamente los
costes que tiene que soportar para producir los bienes y servicios.
Los costes son las cantidades que tiene que sufragar una empresa por utilizar
los diferentes recursos que necesita para producir. Normalmente se suelen distinguir
los siguientes tipos de costes:
— Los costes fijos son aquellos que tiene que soportar con independencia de
que produzca o no. El coste del alquiler de un local, por ejemplo, es fijo
porque no depende de que produzca más o menos cantidad.
— Los costes variables son aquellos que aumentan o disminuyen cuando lo
hace la producción. El gasto de energía, por ejemplo, variará normalmente a
medida que aumente la producción.
— Los costes totales son la suma de los costes fijos y los variables.
— Los costes medios son el resultado de dividir los costes totales entre el nú-
mero de unidades producidas.
El beneficio de la empresa
El cálculo de los costes y de los ingresos permite obtener el volumen de bene-
ficios de la empresa. El beneficio de la empresa es el resultado de restar los costes
totales a los ingresos totales que obtiene una empresa por la venta de sus productos.
4.2.3. El Estado
Junto a las familias y las empresas, el Estado o Sector Público tiene unas fun-
ciones muy importantes en las economías capitalistas modernas.
Dijimos anteriormente que en ellas el mercado es el mecanismo que permite
adoptar decisiones relativas al destino de los recursos sin necesidad de interferencia
administrativa alguna.
Pero también hemos visto que para que el mercado funcione es preciso que se
establezcan normas y leyes que garanticen lo que se puede o no se puede hacer en
relación con el intercambio. Y estas normas sólo las puede establecer el Estado.
Además, hay muchas actividades que no pueden llevarse a cabo a través del
mercado y que sin embargo son imprescindibles para la vida social: la justicia, la
defensa, el orden público, etc.
Por otro lado, las relaciones económicas no siempre se llevan a cabo sin proble-
mas. Como veremos más adelante, a menudo se producen momentos de crisis, situa-
ciones de pobreza o desempleo masivo, situaciones difíciles en empresas muy im-
portantes o de valor estratégico... Todo ello requiere que el Estado intervenga para
corregir esas situaciones (a veces, desgraciadamente, también para empeorarlas) a
través de medidas que llamamos de política económica.
La política económica es el conjunto de actuaciones que llevan a cabo los go-
biernos para tratar de intervenir sobre las relaciones económicas tratando de solucio-
nar los problemas que puedan darse.
Todo eso significa que, a pesar de que nos encontremos en economías de merca-
do, el Estado desempeña un papel muy importante en el capitalismo. Estudiaremos
más adelante con más detalle que su papel se resume en tres grandes funciones:
a) Proporcionar el marco jurídico que garantice que se puedan llevar a cabo los
intercambios.
b) Adoptar decisiones respecto al uso de los recursos en los casos en los que el
mercado no puede adoptarlas.
c) Actuar a través de la política económica para corregir los problemas que
pueda generar el propio funcionamiento de los mercados.
Como veremos más adelante en otros capítulos, estas intervenciones del Estado se
realizan en función de diferentes objetivos: favorecer a determinadas industrias, trans-
ferir rentas de unos sujetos a otros o, simplemente, recabar ingresos que le permitan
sufragar otras actividades que no se desenvuelven en los mercados pero que precisan
financiación, como la justicia, la sanidad o la educación públicas, la defensa nacional,
las infraestructuras, etc.
Como sabemos, una cuestión fundamental para que las economías funcionen es
que se produzca suficiente ahorro que se pueda dedicar a la inversión para así dar
lugar a la acumulación de capitales.
El ahorro lo pueden generar las familias, las empresas o el Estado cuando cada
uno de ellos gasta menos de los ingresos que ha obtenido.
Lo importante es que ese ahorro se canalice hacia la inversión, y esa tarea la
llevan a cabo unos agentes económicos especializados que se conocen como inter-
mediarios financieros.
Por regla general, las relaciones económicas se llevan a cabo comerciando unos
países con otros. Cuando eso ocurre decimos que se trata de economías abiertas.
Por eso cuando hacemos mención de los agentes que intervienen en las relacio-
nes económicas de mercado es conveniente no olvidar a los agentes del exterior que
comercian con nosotros y que incluimos globalmente en el llamado sector exterior.
Con el exterior se pueden tener relaciones de muy diferentes tipos y por muchas
razones: para comprar o vender bienes y servicios en el extranjero o para invertir
fuera o recibir fondos de inversión de otros países.
El reparto de la tarta
el propio proceso de producción para lograr que se usen otros factores, para que se
combinen de otra forma o para que su retribución sea distinta de modo que se ob-
tenga un reparto diferente.
Otra cosa es que, queriendo aceptar la distribución de la renta que es resultado
inmediato de la forma en que se está produciendo, sólo se desee corregir o aliviar
algunas de sus expresiones. Para ello se puede utilizar entonces la intervención del
Estado que, a través de impuestos o de transferencias, puede modificar la distribu-
ción final.
Por eso se suele hablar de distribución primaria de la renta, que es el resultado
del modo en que se combinan los factores productivos y de la retribución de cada
uno de ellos, y de distribución secundaria de la renta, que es la que se alcanza
como resultado de la intervención redistribuidora del Estado.
— Del precio al que se vendan los factores y los bienes. Por lo tanto, es deci-
sivo que exista un mercado capaz de generar los precios adecuados a la si-
tuación real de la oferta y la demanda existentes. En otro caso, los precios
podrían desalentar la producción, si por ejemplo son excesivamente bajos, o
el consumo, si se fijan demasiado elevados.
— De las estrategias que sigan las familias y las empresas, de sus preferencias,
de sus principios de comportamiento a la hora de determinar qué cantidad
Microeconomía y macroeconomía
Este tipo de problemas revela que hay dos cuestiones centrales por resolver en
el ámbito de las relaciones de mercado.
La primera es la fijación de los precios para las distintas transacciones que se
realizan. Éste es un asunto que tiene que ver principalmente con el comportamiento
individual de los agentes económicos y con el tipo de estructura de intercambio
existente, así como con otros de menor relevancia que se estudiarán en los temas
siguientes.
Ya sabemos que en una economía en la que el mecanismo de asignación de recur-
sos predominante sea el mercado los precios constituyen la referencia que los agentes
toman en cuenta a la hora de decidir sobre el uso de los recursos, si consumen o no
una determinada cantidad de bienes, si producen más o menos o con qué combinación
de factores lo harán. Y, como se acaba de indicar, de que el sistema de fijación de
precios funcione correctamente dependerá que los intercambios que se realicen en el
mercado sean mutuamente satisfactorios para los que los efectúen. Eso no ocurre, por
ejemplo, si la estructura de los mercados es imperfecta, por ejemplo, cuando uno o
unos pocos vendedores tienen mucho poder y pueden influir sobre la fijación de los
precios. O también, entre otras, cuando los agentes no disponen de la suficiente infor-
mación y no pueden apreciar entonces las señales que envían los precios de mercado.
Para estudiar esta clase de problemas se debe adoptar un tipo de enfoque que
sea capaz de apreciar el funcionamiento microscópico del intercambio: el comporta-
miento de consumidores y vendedores, las condiciones concretas en que se llevan a
cabo las transacciones, etc.
A este enfoque centrado en lo que ocurre con los individuos, con los agentes
económicos y con los propios mercados tomados como unidades se le denomina
microeconómico, y a la parte de la economía que lo utiliza, Microeconomía.
Los tres temas siguientes se dedican precisamente a estudiar desde este punto de
vista la morfología de los mercados, las condiciones en que pueden producir un ma-
yor o menor grado de bienestar y también algunas otras condiciones de intercambio
que son muy imperfectas desde el punto de vista del funcionamiento del mercado y
que, por ello, requieren mecanismos de asignación alternativos.
Cuando en lugar de enfocar los problemas desde el punto de vista individual los
contemplamos considerando el conjunto de las relaciones económicas, decimos que
aplicamos un enfoque macroeconómico y llamamos Macroeconomía a la parte de la
Economía que lo utiliza.
Recientemente se ha desarrollado un nuevo tipo de enfoque de análisis que se
conoce como mesoeconomía y que se concibe como intermedio entre el micro y el
macro. Se basa en considerar que, en la realidad, no se encuentran los comporta-
mientos de los individuos por un lado y los agregados por otro, sino que lo habitual
es que las personas aisladas interactúen con las instituciones y que eso es lo que
debe tomarse como punto de partida para analizar los fenómenos económicos.
4.4.1. La demanda
Los consumidores que acuden al mercado a comprar bienes no suelen estar dis-
puestos a comprarlos a cualquier precio o en cualquier condición, sino que sus com-
pras dependerán de diversos factores.
Por regla general, podemos considerar que cuanto mayor sea el precio de un
bien, menos cantidad estarán dispuestos a consumir los consumidores. Y viceversa,
cuanto más bajo sea el precio, más cantidad estarán dispuestos a consumir.
Sin embargo, esta relación entre la demanda y el precio tendrá una excepción en
los bienes de primera necesidad y en los bienes de lujo. En ambos casos, es posible
que la cantidad se mantenga aunque aumente el precio.
La demanda de un bien también depende de otras circunstancias, además del
precio de ese bien:
La función de demanda
D(x) = f [P(x)]
Y a partir de ahí podemos establecer una hipótesis básica para llegar a conocer
cómo se obtiene el precio de una mercancía en el mercado: ceteris paribus, cuanto
más bajo sea su precio, mayor será la cantidad demandada de una mercancía.
Eso significa que la función de demanda de una mercancía respecto a su precio
será decreciente.
CUADRO 4.2
600
Dx Dy Dx + y
500
PRECIO 400
300
200
100
Figura 4.1. Curvas de demanda del señor X (Dx), de la señora Y (Dy) y de mercado (Dx + y).
xd = 20 – 2p
CUADRO 4.3
Demanda de Z
8
7
Valores 6
p x 5
Precio
7 6 4
5 10 3
3 14 2
1
0
0 5 6 10 14 15
Cantidad
La elasticidad de la demanda
Aunque acabamos de ver que la cantidad demandada depende del precio, no siempre
lo hace con igual intensidad. Si aumenta un 20% el precio de las entradas del cine quizá
dejemos de ir algún día, pero si el precio de un medicamento básico sube ese mismo
porcentaje, lo más seguro es que no por ello dejemos de adquirirlo si lo necesitamos.
Para poder medir la diferente respuesta que puede tener la demanda ante cam-
bios en el precio utilizamos el concepto de elasticidad precio de la demanda, que
refleja el porcentaje de variación de la demanda cuando se produce un determinado
cambio porcentual en el precio, o, dicho de otra manera, la intensidad de la respues-
ta de la cantidad demandada de un bien ante cambios en su precio.
En cursos más avanzados de Microeconomía se estudia el concepto de elastici-
dad con más rigor, pero para entenderlo aquí nos basta con definirla del modo más
elemental utilizando la siguiente fórmula, que relaciona el cambio porcentual en la
cantidad demandada (∆Q/Q) con el cambio porcentual en el precio (∆P/P):
1
Puesto que las variaciones de cantidad y precio son de sentido contrario en el caso de la demanda,
multiplicamos por –1 la fórmula de la elasticidad para trabajar con valores positivos.
(120 – 40)/40 2
ED = –1 × –––––––––––– = ––––– = 5 > 1
(3 – 5)/5 0,4
(80 – 40)/10 1
ED = –1 × –––––––––––– = ––––– = 1
(3 – 6)/3 1
CUADRO 4.4
Diferentes tipos de funciones de demanda según su elasticidad precio
Demanda elástica ED > 1 Demanda inelástica ED < 1
P P
5 A A
5
3 B
3 B
D
D
40 120 Q 40 50 Q
6 A
3 B
Q
40 80
P P
D
Q Q
El concepto de elasticidad es muy importante para las empresas o para las polí-
ticas públicas. Veamos dos ejemplos:
— Supongamos que una empresa desea aumentar sus volúmenes de ventas y
que con ese objetivo decide reducir los precios. El éxito de esta estrategia
dependerá de la elasticidad de la demanda del bien que venda. Si es muy
elástica, con una pequeña reducción en el precio de venta podrá conseguir
un notable aumento de las ventas que incrementará sus ingresos totales. Pero
si la demanda es rígida, la reducción en el precio apenas aumentará sus ven-
tas y no le compensará bajarlo porque no aumentarán sus ingresos.
— Imaginemos que un gobierno desea que los jóvenes vayan más al cine y que
para eso da unas ayudas a las empresas de manera que puedan bajar el pre-
cio de las entradas. La estrategia será exitosa sólo si la demanda de cine es
elástica. O supongamos que el gobierno desea reducir la demanda de pro-
ductos que considera nocivos, como el tabaco o el alcohol, y que sube sus
precios con ese fin. La estrategia apenas servirá si la demanda es, como
quizá cabe suponer en estos casos, bastante rígida, porque si es así, un in-
cremento en el precio apenas disminuirá la demanda.
La diferente elasticidad que tiene la demanda de distintos bienes en diferentes
consumidores nos indica que a veces aumentar el precio de las cosas no desanima
su consumo. Cuando se quiere reducir el consumo de productos indeseables (tabaco,
delitos, drogas, botellones...) no siempre basta con subir su precio o dificultar su
consumo si la demanda es muy inelástica.
4.4.2. La oferta
Por regla general, podemos considerar que cuanto mayor sea el precio de un bien,
mayor será la cantidad de él que estén dispuestos a vender los productores. Por eso
decimos que la oferta de un bien es una función creciente del precio de dicho bien.
Sin embargo, la oferta de cualquier bien dependerá también de otras circunstan-
cias además de su precio:
La función de oferta
Si llamamos O(x) a la cantidad ofrecida del bien x, P(x) al precio del bien x,
C(x) a los costes de producción del bien x, T a la variable tecnológica, y E a las
estrategias de los productores, obtendríamos la siguiente función de oferta:
O(x) = f [P(x)]
Y a partir de ahí podemos establecer otra hipótesis básica para llegar a conocer
cómo se obtiene el precio de una mercancía en el mercado: ceteris paribus, es decir,
suponiendo constantes los demás factores, cuanto más alto sea su precio mayor será
la cantidad ofrecida de una mercancía.
Eso significa que la función de oferta de una mercancía respecto a su precio
será creciente.
Para obtener la representación gráfica de la función de oferta llevamos cabo el
mismo procedimiento que el utilizado para obtener la de demanda:
CUADRO 4.5
600
Oy Ox Ox + y
500
400
PRECIO
300
200
100
0
0 25 50 75 100 125 150 175 200
CANTIDAD
xo = 5 + 3p
CUADRO 4.6
Oferta de Z
12
10
valores
8
p x
Precio
4 17 6
6 23 4
11 38
2
0
0 10 17 20 23 30 38 40
Cantidad
La elasticidad de la oferta
Decimos que la oferta de un bien es elástica respecto al precio cuando una va-
riación porcentual en el precio da lugar a una variación porcentual mayor en la can-
tidad ofrecida. Entonces EO > 1
Por el contrario, decimos que la oferta de un bien es rígida o inelástica cuando
una variación porcentual en el precio da lugar a una variación porcentual menor en
la cantidad ofrecida. Entonces EO < 1.
Cada vez que se modifica el precio, se modifica la cantidad ofertada. Así, pode-
mos ver en la figura 4.3 que si el precio pasa de 300 a 400, la oferta de mercado
aumenta de 147 unidades a 165. Decimos entonces que se ha producido un cambio
en la cantidad ofrecida que, como puede verse, da lugar a un desplazamiento a lo
largo de la curva de oferta, del punto A al B.
600
Ox + y
500
B
400
PRECIO
A
300
200
100
Figura 4.3
En otro caso, cuando cambian los demás factores de los que depende la oferta,
la curva se desplaza. Si disminuyen los costes o mejora la tecnología, será posible
ofertar más cantidad a los mismos precios, es decir, la curva de oferta se desplaza a
la derecha. Si ocurre lo contrario, que aumenten los costes o empeore la tecnología,
la curva se desplazará a la izquierda. Así, si disminuyen los costes de producción,
los precios de los factores, o mejora la tecnología, por ejemplo, entonces los pro-
ductores podrán ofrecer más cantidad para cualquier precio. Y viceversa. Lo que
600
Ox + y Ox + y
500
400
PRECIO 300
200
100
Una vez que sabemos cómo actúan la oferta y la demanda en el mercado pode-
mos conocer ya cómo se determinan los precios.
Para ello vamos a trasladar al nuevo cuadro 4.7 los datos del mercado de la
mercancía Z que habíamos utilizado antes en los cuadros 4.2 y 4.5.
CUADRO 4.7
Cantidad ofrecida y demandada
Precio
Oferta de mercado Demanda de mercado
de Z
de Z de Z
P Ox + y Dx + y
100 75 243
200 128 177
300 147 147
400 165 118
500 182 90
A partir de esta nueva tabla podemos combinar las respectivas curvas de oferta
y de demanda, sencillamente trasladando a un mismo eje de coordenadas los datos
de cada una de ellas. Eso es lo que hacemos en la figura 4.5.
PRECIO
Si P > Pe
Dx + y Exceso de Ox + y
500 oferta
400
Punto de
Pe = 300 equilibrio
200
Si P < Pe
100 Exceso de
demanda
El precio de equilibrio
En situaciones de desequilibrio en el mercado, cuando hay exceso de oferta o de
demanda, se desencadena el procedimiento de acercamiento entre oferentes y de-
mandantes, y se produce una especie de tanteo o regateo que aproximará los deseos
de unos y otros hasta llegar a un precio que satisfaga a ambos. Entonces es cuando
se alcanza un precio de equilibrio, que es el que iguala la cantidad que se ofrece y
la que se demanda en el mercado.
En nuestro ejemplo, el precio de equilibrio es 300, y la cantidad de oferta y de-
manda de equilibrio es 147.
Oferta:
xo = 5 + 3p
Demanda:
xd = 20 – 2p
Como la condición de equilibrio es que la cantidad ofrecida sea igual a la de-
mandada, debe ser:
xo = xd
Es decir:
5 + 3p = 20 – 2p
5p = 15
p=3
xo = 5 + 3p = 5 + 9 = 14
xd = 20 – 2p = 20 – 6 = 14
CONCEPTOS CLAVE
Función económica de las familias.
Empresas.
Función de producción.
Ingresos y costes de las empresas.
Función económica del Estado.
Sector financiero.
Activos reales.
Activos financieros.
Intermediario financiero.
Bolsa de Valores.
Sector exterior.
Equilibrio y desequilibrio económico.
Micro y macroeconomía.
Oferta.
Elasticidad de la oferta.
Demanda.
Elasticidad de la demanda.
Precio de equilibrio.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué procedimiento es el que permite que se acerquen en el mercado las expec-
tativas de los compradores y los vendedores en cuanto a precio y cantidad?
2. ¿De qué dependen las diferentes clases de mercados existentes?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Marshall, A (1957). Principios de Economía. Un tratado de introducción. Aguilar.
Caps. III, IV (libro III).
embargo, para poder establecer que se alcanzan los máximos niveles de eficiencia
en un mercado no basta con que haya competencia en sentido genérico ni cual-
quier tipo de mercado, sino que deben darse unas condiciones muy estrictas en
cuanto a la conducta que siguen los agentes y a la estructura en la que realizan los
intercambios.
5.1.1. Requisitos de comportamiento
en competencia perfecta
1
Smith, A.: Teoría de los sentimientos morales, Fondo de Cultura Económica, 1979.
1. Los recursos se emplearán en sus usos más valiosos. Los oferentes venderán
sus productos al precio más favorable posible y los compradores no encon-
trarán en el mercado esos productos a un precio más reducido.
Por eso se dice que, en esas condiciones, se alcanzará un máximo grado
de eficiencia en el sistema. No habrá recursos desaprovechados o mal utili-
zados, y se estarán empleando con el menor coste posible y proporcionando
el mayor beneficio y utilidad.
2. Todos los agentes económicos alcanzarán el máximo grado de bienestar,
pues podrán adquirir o vender todos los bienes o servicios que deseen al
precio de mercado y en las mejores condiciones posibles.
3. Puesto que se supone que los costes o beneficios privados son iguales a los
sociales, resulta que la situación de máxima utilidad o beneficio individual
equivale por agregación a un máximo de bienestar social. Esta situación es
la que se conoce como óptimo de Pareto. Se caracteriza porque una vez al-
canzada a través de la actuación de cada agente en el mercado, ninguno de
ellos podría ya mejorar su situación sin perjudicar simultáneamente a cual-
quier otro.
La utilidad marginal
La utilidad vendría dada por la cantidad de dinero que los consumidores están dis-
puestos a pagar por una determinada cantidad de un bien o servicio. Es decir, se con-
sumirá una unidad más de un bien si la utilidad que proporciona es mayor que la que
tiene el dinero en otro uso alternativo: se consumirán unidades sucesivas hasta que la
utilidad marginal del dinero y del bien sean iguales. A mayores cantidades, la utilidad
del dinero en otro uso será mayor que la del bien y no compensará consumirlo.
La maximización de la utilidad
Como sabemos, los costes totales (CT) de la empresa están formados por costes
fijos (CF) y costes variables (CV).
Los costes medios (CMe) son el resultado de dividir cada uno de esos costes
(totales, fijos o variables, según el caso) por la cantidad de unidades producidas.
Finalmente, el coste marginal (CMa) se define como el coste adicional que lleva
consigo la producción de una unidad más.
Es importante conocer cómo varían los diferentes costes a medida que varía la
producción, pues de ello dependerán las decisiones que adopte la empresa para po-
der obtener el máximo beneficio.
Los costes totales medios (CTMe) descenderán a medida que aumente la produc-
ción, pues los costes fijos «se reparten» cada vez entre un mayor número de unidades.
Sin embargo, sabemos que a partir de un determinado momento hace su apari-
ción la que se denomina ley de los rendimientos decrecientes, a la que hicimos re-
ferencia en el tema anterior. Ésta predice que cuando se añaden unidades sucesivas
de un factor (a medida que va aumentando la producción) a otro que permanece
constante (el equipo capital que no varía a corto plazo) se alcanza un determinado
nivel de producción a partir del cual los rendimientos son decrecientes. O, lo que es
igual, que los costes medios serán crecientes.
Por eso, los CMe se representan en la figura 5.1 como una curva en forma de «U»:
descienden primero pero llega un momento en que ascienden cuando comienzan los
rendimientos decrecientes.
Lógicamente, este fenómeno afecta a todos los costes variables de la empresa,
así que la curva de costes marginales tendrá también forma de «U». Ahora bien,
mientras que el coste de una unidad adicional (CMa) sea menor que el coste medio,
éste irá descendiendo, y cuando el coste de una unidad adicional sea mayor que el
coste medio, éste irá subiendo: si la nota de una nueva asignatura (nota «marginal»)
es menor que la nota media, ésta baja; si la nota adicional (marginal) es mayor que
la media, ésta sube.
Es por ello que la curva de CMa corta a la de CMe en el punto en que ésta
cambia de tendencia, tal y como se refleja en la figura 5.1.
Teniendo todo esto en cuenta, se puede afirmar que una empresa obtiene su máxi-
mo beneficio si produce unidades de un bien hasta que el ingreso adicional que obtie-
ne de producir una más (ingreso marginal, IMa) sea al menos igual al coste adicional
que le supone producirla (coste marginal, CMa). Mientras el ingreso marginal vaya
siendo superior al coste marginal, podrá ir obteniendo beneficios si sigue produciendo
y por eso resulta que la situación de máximo beneficio se produce cuando:
CMa = IMa
Y como acabamos de indicar que en competencia perfecta el ingreso marginal
es igual al precio de mercado, resulta que la condición de máximo beneficio puede
definirse también como:
CMa = p
En la figura 5.1 esta condición de equilibrio se da para el nivel de producción q.
En ese nivel de producción, la empresa no tiene incentivo alguno para modificar
la producción, pues está maximizando sus beneficios, entendiendo por ello que no
hay otra situación en la que pueda obtenerlos en mayor cantidad.
Finalmente, debe tenerse en cuenta que a una empresa puede interesarle no ce-
rrar aunque esté sufriendo pérdidas. Mientras la empresa pueda cubrir el coste va-
riable, estará interesada en producir. Sólo si no lo cubre, diremos que está en un
punto mínimo de explotación o punto de cierre y deberá cerrar.
Supóngase que los costes fijos de una empresa son 100 y los variables 250. Si
puede obtener unos ingresos de 251 o más, le interesará producir, pues así incurrirá
en menores pérdidas: el nivel de producción correspondiente a unos costes variables
Lo que acabamos de señalar es lo que ocurre en el llamado corto plazo, esto es,
en un período tan corto que la empresa no tiene posibilidad de variar su dimensión,
ni hay tiempo para que salgan o entren nuevas empresas en el mercado.
Pero si consideramos períodos de tiempo más extensos, el largo plazo, resultará
que la empresa puede variar la producción incrementando o reduciendo la utiliza-
ción de la planta ya existente (al igual que a corto plazo) y, además, podrá aumentar
o disminuir la dimensión de su actividad; y también hay tiempo y oportunidades
para que entren nuevas firmas a la industria o para que algunas de las existentes la
abandonen.
Puesto que la entrada a la industria es libre, la existencia de beneficios atraería
a otras firmas, al prometer la industria una rentabilidad mucho mayor que otras al-
ternativas posibles. Pero la entrada de nuevas empresas aumentaría la oferta del
producto y provocaría la reducción del precio respecto a su nivel inicial, lo que ha-
ría que desaparecieran los beneficios extraordinarios.
Eso permite afirmar que en competencia perfecta y a largo plazo no hay posibi-
lidades de beneficios extraordinarios para las firmas de la industria y que ninguna
de ellas mantendrá su actividad si está incurriendo en pérdidas.
En definitiva, cuando una industria perfectamente competitiva se encuentra en equi-
librio a largo plazo, el precio de mercado es igual al coste medio de producción.
Por lo tanto, la función económica del Estado sólo debe reducirse al ámbito de
la asignación. Ninguna otra actividad estatal está justificada desde el punto de vista
del modelo de competencia perfecta. Y aun las señaladas sólo deberían llevarse a
cabo si, y sólo si, proporcionan al sistema un grado de eficiencia mayor que el que
se pierde en el mercado: es decir, si comportan menos costes que éste.
El problema surge, como veremos, cuando los desequilibrios del mercado, sus
imperfecciones, se hacen permanentes y cuando eso provoca una preferencia social
que desea la intervención estatal para aliviar la injusticia, las crisis económicas, la
destrucción del medio ambiente o cualquier otro efecto negativo que el mercado,
por sí solo, no puede evitar.
Por estas razones, lo que sucede en la realidad de las economías capitalistas es
que el Estado interviene no sólo en el ámbito de la asignación, sino también en los
de la estabilización, el crecimiento económico y la redistribución de la renta.
quirir los bienes finales, así como los factores productivos necesarios para pro-
ducirlos.
Por lo tanto, un problema esencial es conocer cómo se generan y cómo se dis-
tribuyen esos recursos entre los agentes. Como ya hemos estudiado, la distribución
determina la participación de los distintos agentes en el producto total y, en defini-
tiva, en qué situación y condiciones pueden hacer frente al problema de la satisfac-
ción de sus necesidades.
Desde el punto de vista de la teoría económica convencional o neoclásica que
sustenta el modelo de la competencia perfecta, la cuestión de la generación y distri-
bución de las rentas no constituye un problema específico, sino que sólo consiste en
un problema de fijación de precios de los factores productivos, al igual que ocurre
con las demás mercancías. Las rentas se obtienen como consecuencia de la venta en
el mercado de los factores productivos y se distribuyen de conformidad con su ofer-
ta y demanda respectivas, tal y como veremos en el capítulo 7.
En consecuencia, el problema de la distribución de la renta (desde esta perspec-
tiva teórica) no comporta ningún tipo de significación especial y, por ello, nada tie-
ne que ver con criterios ajenos a la dinámica de los mercados: las rentas que se
generan son las que el mercado determina, y su distribución se realiza sin la inter-
ferencia de fuerzas ajenas a él. No hay (ni puede haber) otras connotaciones que
deban ser tomadas en consideración, como las relativas a la equidad o la justicia de
una situación distributiva determinada.
2
Hirshleifer, J.: Microeconomía. Teoría y aplicaciones, Prentice-Hall, 1984, p. 535.
3
Wonnacott, P., y Wonnacott, R.: Economía, McGraw-Hill, 1984, p. 552.
el modelo. Estos fallos afectan a los diferentes supuestos que se acaban de estable-
cer y se pueden manifestar en alguna de las siguientes circunstancias:
CONCEPTOS CLAVE
Competencia perfecta.
Individualismo.
Comportamiento racional.
Conducta egoísta.
Estrategia maximizadora.
Homogeneidad del producto.
Barreras de entrada y salida.
Información perfecta y gratuita.
Óptimo de Pareto.
Utilidad marginal.
Maximización del beneficio.
Ingreso y coste marginal.
Beneficio normal.
Beneficios extraordinarios.
Fallos del mercado.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿En qué consiste la conducta individualista?
2. ¿En qué consiste el comportamiento racional?
3. ¿Qué se entiende en Economía por conducta egoísta?
4. ¿Cómo se manifiesta la conducta maximizadora de los sujetos económicos?
5. ¿En qué consiste el requisito de libre y completa concurrencia en el mercado?
6. ¿Por qué debe haber homogeneidad de producto para que un mercado sea de
competencia perfecta? Ponga un ejemplo.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 8
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Cap. 9.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 6.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Cap. 8.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 8.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Caps. 5, 6, 11.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 7.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. McGraw-Hill. Caps. 8, 9.
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Friedman, M. y Friedman, R. (2008). Libertad de elegir. Gota a Gota Ediciones.
(Jenofonte, Anábasis)
Los fallos de la competencia perfecta que pueden dar lugar a que las empresas
no fijen su nivel de producción igualando los costes marginales al precio de merca-
do pueden resumirse en dos: la existencia de un reducido número de oferentes y la
falta de homogeneidad del producto. En términos generales, cuando se dé alguno de
ellos, o ambos al mismo tiempo, diremos que se trata de intercambios que se reali-
zan en condiciones de competencia imperfecta o en mercados imperfectos.
En ambos casos, la empresa podrá fijar precios por encima del coste marginal y,
por tanto, se altera el criterio que lleva a alcanzar una situación de óptimo paretiano
y máxima eficiencia.
En términos generales pueden distinguirse tres patrones esenciales de competen-
cia imperfecta: los dos primeros —el monopolio y el oligopolio— son el resultado
de procesos de concentración de capitales; el tercero —la competencia monopolísti-
ca—, de la capacidad que tienen algunas empresas para lograr ventajas de mercado
mediante la diferenciación de los productos que venden.
Estas situaciones son las que van a ser analizadas en este capítulo.
Esta concentración da lugar a que cada vez sean menos las empresas que con-
trolan la mayor parte del volumen total de los mercados.
Normalmente, los procesos de concentración revisten alguna de las siguientes
formas:
— Monopolios puros.
— Acuerdos voluntarios para repartirse el mercado.
— Asociaciones para regular los precios del mercado.
— Pools o cárteles que son acuerdos instituidos para restringir la competencia;
en el segundo caso, con precios, clientela o ventas comunes.
— Trusts, que es el resultado de la fusión de empresas.
— Holdings, que son conjuntos de empresas que forman un grupo financiero
organizado en torno de ellas, que controla a las demás a través de participa-
ciones.
— Fusiones o absorciones de empresas.
El origen de la concentración
Las causas que propician los procesos de concentración pueden resumirse en las
siguientes:
6.2. EL MONOPOLIO
En sentido elemental hablamos de monopolio cuando una sola empresa domina
todo el mercado. Estrictamente hablando, el monopolio puro sería aquella situación en
la que el monopolista puede captar toda la renta de los consumidores, pero ésta es una
situación prácticamente imposible. Sólo es aceptable en teoría, puesto que los consu-
midores siempre pueden destinar su consumo hacia bienes que produzcan otras em-
presas. El monopolio puro, pues, sólo existiría si una sola empresa ofreciera todos los
bienes de la sociedad. Por eso se dice que en la realidad existen monopolios aislados,
en expresión de Chamberlain, es decir, empresas que han logrado dominar el mercado
en un determinado ámbito o en relación con un determinado producto.
En esos casos, el producto que vende el monopolista es completamente diferente de
los otros productos que se ofrecen. No existen productos cercanos cuya oferta o precio
puedan influir de manera perceptible en el precio del monopolista o en sus ventas.
Como sabemos, para alcanzarlo debe fijar su producción al nivel en que el in-
greso marginal sea igual al coste marginal.
La diferencia entre una empresa que actúa en competencia perfecta y una mo-
nopolista está en las ventas: para vender mayores cantidades, el monopolista debe
pedir precios más bajos, mientras que la empresa competitiva puede vender tanto
como desee al precio de mercado vigente.
Esta diferencia es esencial de cara a poder comparar los resultados en precios y
cantidades a que dan lugar los mercados competitivos y monopolistas.
Para ello, supongamos que las condiciones de demanda y de costes sean las
mismas, independientemente de que el mercado esté monopolizado o sea competiti-
vo. Entonces, tanto la empresa competitiva como la monopolista se enfrentan a rec-
tas de demanda (D) y de costes marginales (CMa) idénticas, tal y como se refleja
en la figura 6.2.
(IMacp = CMa)
(IMam = CMa)
1. En monopolio produce una cantidad (qm) que es menor que la que se produ-
ciría si la situación fuese de competencia perfecta (qcp).
2. En monopolio se vende a un precio (Pm) que es más elevado que el corres-
pondería a una situación de competencia perfecta (Pcp).
Monopolista discriminador
Puede ocurrir que un monopolista ofrezca un mismo bien a diferentes compra-
dores o grupos de compradores a precios diferenciados. Se dice entonces que realiza
discriminación de precios.
Esto únicamente lo puede hacer si es el único oferente y, además, si no hay po-
sibilidad de que los que adquieran el producto a un precio más bajo lo revendan a
los demás compradores.
La discriminación puede ser de varios tipos:
Monopolio bilateral
En este caso, se trata de un mercado en el que se enfrentan un único vendedor
y un único demandante, como es el caso típico de algunos mercados de trabajo en
los que actúan sindicatos y organizaciones patronales frente a frente, o incluso el de
países que comercian directamente entre ellos.
El resultado de estas situaciones depende de circunstancias más complejas: de la
fuerza negociadora de cada parte, de los derechos que le hayan sido reconocidos a cada
uno, de condiciones técnicas, como la posibilidad de almacenamiento que tenga el ven-
dedor, de factores financieros o, incluso, de las condiciones psicológicas de las partes.
6.3. EL OLIGOPOLIO
Un oligopolio es una industria integrada por unos pocos vendedores que ofrecen
un producto homogéneo o ligeramente diferenciado.
Pero lo realmente característico de un mercado oligopolista no es tanto el redu-
cido número de vendedores como el hecho de que cualquier decisión de cada em-
presa va estar influida por las decisiones que puedan tomar las demás.
Por consiguiente, en una industria oligopolista los vendedores ya no son inde-
pendientes entre sí, como lo eran en competencia perfecta o en monopolio puro. El
resto de las firmas siempre reaccionarán, de un modo u otro, ante cualquier cambio
en la política comercial de alguna de ellas. Así resulta que la conducta estratégica
de cada vendedor es un aspecto esencial en el seno de la industria oligopolista.
Esto es así porque la cantidad que una empresa puede vender si cambia su pre-
cio depende de la reacción de las demás ante dicho cambio: los rivales pueden acep-
tarlo, cambiarlo en la misma dirección, mejorar la calidad de sus productos, lanzar
una fuerte campaña publicitaria o reaccionar de otra forma alternativa.
Por el contrario, cuando el oligopolista conozca con algún grado de certeza
cómo reaccionarán sus rivales ante los cambios que introduzca, entonces podrá de-
terminar su recta de demanda.
En cualquier caso, y con independencia de que la empresa se enfrente o no a una
recta de demanda muy difícil de determinar porque está influida por lo que hagan las
demás empresas, dicha recta será decreciente. El oligopolista sabe que para incremen-
tar sus ventas debe disminuir el precio, a no ser que el aumento de tales ventas pro-
venga de un desplazamiento hacia la derecha de su curva de demanda. Igualmente, la
firma podrá también elevar el precio, pero a expensas de las cantidades vendidas.
Coordinación parcial
En algunas ocasiones la industria oligopolista está formada por una gran empre-
sa —que suministra una importante proporción de la oferta total— y un segmento
competitivo de firmas que venden todo lo que desean al precio vigente. La empresa
dominante tiene una dimensión tal que le permite mantener el precio por encima del
nivel competitivo.
La empresa dominante establece el precio al que venderán todas las firmas y
ajusta su producción para que la demanda total del mercado sea igual a la oferta
conjunta del cártel a dicho precio. Mientras que la empresa dominante mantenga
el precio y las condiciones de la demanda sean estables, las otras firmas del seg-
mento competitivo no tendrán ningún incentivo para violar el acuerdo reduciendo
el precio.
Otro procedimiento de coordinación parcial, que se da sobre todo cuando la co-
lusión explícita es ilegal, es que una empresa actúe como líder de precios. Al alterar
su precio, da la señal a las demás para que cambien el suyo.
El líder decide la variación del precio. Si no se equivoca, las demás empresas
hacen lo mismo y el líder termina cambiando realmente el precio de la industria sin
haber coludido explícitamente con las demás. Si, por el contrario, éstas no le siguen,
el líder volverá al grupo retirando la subida del precio.
Pero a pesar de las ventajas de la colusión entre vendedores oligopolistas, la
cooperación se rompe en algunas situaciones: es difícil mantener la disciplina de
precios cuando hay muchas empresas en la industria, cuando sus productos no son
homogéneos o cuando las condiciones de coste y de demanda varían rápidamente.
También es difícil mantener la conducta colusoria si las empresas no conocen
los precios que están cobrando las demás o las cantidades que están vendiendo. Es
mucho más fácil violar un acuerdo cuando no existe información suficiente sobre
los precios y las cantidades.
Rivalidad y competencia
a) El modelo de Bertrand
Según esta hipótesis, cada firma de la industria oligopolista considera que ob-
tendrá importantes beneficios reduciendo el precio, al quitarles la demanda a todos
sus rivales. Pero, en la práctica, las demás la siguen, y al reducir el precio toda la
industria de forma sucesiva desaparecen los beneficios extraordinarios oligopolistas,
ya que no existe ningún procedimiento que vele por el interés común de las firmas
para restringir la producción, al objeto de proteger los beneficios. El proceso termi-
na cuando el precio alcanza el nivel competitivo. En esa fase, cualquier reducción
posterior del precio hace que quiebren las empresas.
Este modelo proporciona una buena explicación de las guerras de precios que
tienen lugar, en ocasiones, en las industrias oligopolistas. En el mundo real, las em-
presas imitan en la reducción de los precios y los clientes salen ganando durante
algún tiempo con esta situación. Posteriormente, se dan cuenta de que todas podrían
mejorar su situación si decidieran no competir con los precios y cooperan entre sí
para elevarlos de nuevo.
b) El modelo de Cournot
Las empresas mantienen estable el precio de mercado. Si entra una nueva firma
en la industria, la única forma que tiene de captar clientes es fijar un precio inferior
al vigente en la industria.
La empresa que efectúa el desafío aumenta sus beneficios extraordinarios, pero
también reduce los de las demás firmas de la industria. No podemos saber qué su-
cederá finalmente con el precio de la industria. El modelo de Cournot predice que
si el número de firmas es reducido, el precio será superior al nivel competitivo por-
que será fácil que se pongan de acuerdo. Si el número de empresas es más elevado,
lo más seguro es que terminen sin ponerse de acuerdo y el precio sea tanto más
parecido al de competencia perfecta.
Como hemos señalado, la teoría económica predice que las situaciones de mo-
nopolio (o de oligopolio, cuando se actúa de hecho con suficiente influencia sobre
los precios) dan lugar a una ineficiencia en la asignación, en la medida en que se
produce menor cantidad y a un precio mayor, en relación con las condiciones de la
competencia perfecta.
Pero además de esta consecuencia de la concentración en el mercado, los análisis
empíricos coinciden al señalar que la ausencia de competencia suele dar lugar, igual-
mente, a retrasos en la aplicación de innovaciones y en la incorporación de nuevas
tecnologías. Las empresas que gozan de poder monopolista tienden a conservar las
situaciones de mercado que les proporcionan beneficios. Aunque suelen ser, por su
mayor dimensión, las empresas que dedican mayores recursos a la investigación, al
desarrollo y la innovación (convencionalmente a estas actividades se les denomina
I+D+i), no suelen incorporar sus resultados sino sólo cuando las líneas productivas
dominantes dan muestras de agotamiento y presionan sobre las estructuras de costes.
Igualmente, la existencia de monopolios y oligopolios influye decisivamente so-
bre la calidad y las condiciones de consumo en las industrias respectivas. El poder
sobre el mercado es un buen seguro para la realización de prácticas abusivas no sólo
en la fijación de precios, sino también en lo que hace referencia a la puesta a dis-
posición de los consumidores de los bienes o servicios que producen.
Comúnmente, este poder se afianza por la capacidad de presión sobre las pro-
pias autoridades públicas de la que suelen disponer los oligopolios y monopolios.
Todos estos efectos negativos de la pérdida de competencia en los mercados han
generado demandas sociales de intervención y regulación tendentes a recobrarla y a
evitar que los intercambios se lleven a cabo en situaciones de desequilibrio entre
oferentes y demandantes. De hecho, una de las intervenciones permanentes de los
poderes públicos en las economías modernas es el resultado de la confrontación en-
tre las demandas sociales de mayor concurrencia y la tendencia a la concentración
que ofrece mayores expectativas de beneficios para los productores.
Es obvio que los individuos tienen gustos diferentes. Esto plantea la alternativa
de producir o más productos para satisfacer mejor los diferentes gustos, o un con-
junto dado al coste más reducido posible. No obstante, debemos tener en cuenta que
cuanto mayor sea el número de productos diferenciados en existencia, mayor será
también el coste unitario de producción de cada bien. En consecuencia, se produci-
rá en menor cantidad y a mayor precio.
Por lo tanto, una cuestión principal en relación con este tipo de mercado es de-
terminar si la diferenciación del producto comporta verdaderamente productos dife-
rentes y, por lo tanto, satisfacción de nuevas o distintas necesidades.
La realidad indica, más bien, que la diferenciación no es siempre un fenómeno
con base real, sino que generalmente responde a la necesidad empresarial de crear
su propio mercado ideando connotaciones de los productos que los diferencian tan
sólo en la ilusión de los consumidores y no en su propia materialidad. Eso implica
que, en tales condiciones, la diferenciación es una estrategia conducente exclusiva-
mente a conseguir mayor grado de poder sobre el mercado y no a producir bienes o
servicios verdaderamente diferentes.
CONCEPTOS CLAVE
Monopolio.
Poder de mercado.
Monopolio discriminador.
Monopolio bilateral.
Oligopolio.
Cártel.
Concentración de capital.
Monopolio natural.
Competencia monopolística.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué es un monopolio puro y por qué no es fácil que pueda darse?
2. ¿Qué significa decir que el monopolio es preciodeterminante? Ponga algún
ejemplo.
3. ¿Qué relación hay entre el ingreso marginal y el precio en el mercado de mo-
nopolio?
4. Indique la diferencia entre el monopolio y la competencia perfecta en cuanto
a precios y cantidad de equilibrio.
5. ¿Qué es un monopolio discriminador y de qué tipos puede ser?
6. ¿Qué es un monopolio bilateral? Ponga algún ejemplo.
7. ¿Qué caracteriza principalmente a un mercado oligopolista?
8. ¿Cuándo hay colusión explícita en el oligopolio y qué consecuencias tiene?
9. Ponga algunos ejemplos de coordinación parcial en oligopolio.
10. Ponga un ejemplo de guerra de precios entre oligopolistas y señale sus efectos.
11. ¿Como explica el comportamiento oligopolista el modelo de la demanda que-
brada?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 9.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 6.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Cap. 10.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Madrid. Caps. 11, 12.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Caps.
16, 17.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 8.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Caps. 12, 13.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. McGraw-Hill. Cap. 10.
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Galbraith, J. K. (1986). El nuevo estado industrial. Planeta.
Para aquirir los bienes y servicios en los mercados que ya hemos estudiado es
necesario disponer de rentas que, como sabemos, se obtienen en el mercado de fac-
tores. En este capítulo estudiaremos su funcionamiento y los problemas de distribu-
ción de la renta y de la riqueza a los que pueden dar.
ocurre, por ejemplo, con los bancos de peces o los bosques, pues si se pescan o
explotan a mayor velocidad de la que necesita cada especie para reponer su pobla-
ción, terminarían por desaparecer.
En términos económicos eso significa que la oferta de recursos naturales es muy
rígida, y en el caso de la tierra, completamente rígida, pues la cantidad que se pue-
de ofrecer es la que hay y no más.
La consecuencia es que, a diferencia de la oferta de cualquier otro bien, que es
variable y aumenta más o menos a medida que varía el precio, la cantidad ofrecida de
recursos naturales es prácticamente fija: la que exista en la naturaleza en un momento
dado. La oferta de diamantes en el mundo o la de cobre o la de petróleo es fija y no
podemos hacer que aumente a nuestro gusto, o por mucho que se eleve su precio.
Un economista muy preocupado por estos asuntos, Kenneth Boulding, decía a
propósito de la oferta de recursos naturales que la economía del futuro se iba a con-
vertir en una economía del cosmonauta, porque la Tierra es como una nave espacial
que no tiene reservas ilimitadas de nada y sus conductores, que somos todos los
seres humanos, tenemos como principal tarea la de aprender a administrar esos re-
cursos limitados para no poner en peligro a la especie.
Los problemas que plantea la oferta de recursos naturales depende del tipo de
recurso específico del que se trate, pues podemos distinguir dos grandes clases: los
recursos apropiables o no apropiables y los renovables o no renovables.
Algunos recursos naturales pueden ser objeto de apropiación y, por tanto, ser
vendidos y comprados en los mercados. Eso ocurre, por ejemplo, con una mina, con
la madera o el agua. En este caso, la problemática de su precio se puede dilucidar
en un mercado.
Pero hay otros recursos naturales que no son apropiables, como le ocurre, por
ejemplo, a los bancos de peces o a la atmósfera. En este caso nos encontramos con
un problema diferente: los mercados no sirven para fijar su precio y, por lo tanto,
hay que recurrir a otros sistemas para determinar la cantidad de ese recurso de la
que se vaya a disponer. Analizaremos este asunto en el capítulo siguiente, cuando
estudiemos el problema de los bienes públicos.
Cuando las empresas utilizan ese capital para producir otros bienes decimos que
llevan a cabo inversión.
Para que pueda realizarse inversión en bienes de capital (maquinarias, herra-
mientas, medios de transporte, programas...) con el fin de producir otros bienes,
debe haber unas empresas especializadas en producirlos. Y, como también sabemos,
para poder adquirirlos, para llevar a cabo la inversión, es necesario que se hayan
generado unos recursos previos sobrantes que provienen del ahorro de las familias.
Por eso conviene distinguir entre el capital físico, que son los bienes utilizados
para producir otros bienes, y el capital financiero, que son los recursos necesarios
para adquirir producir el capital físico.
Cuando las empresas utilizan el capital físico para producir bienes finales reci-
ben una retribución llamada beneficio. Y cuando los ahorradores ofrecen sus recur-
sos a los inversores reciben una retribución que llamamos tipo de interés.
La retribución que reciben las personas o familias por el ahorro que realizan se
llama interés. Cuando ahorran en un año, por ejemplo, 1.000 euros e ingresan esa
cantidad en un banco, este último retribuirá ese ahorro. Si al final del año le paga a la
familia, por ejemplo, 100 euros, diremos que esta cantidad ha sido el ingreso que ha
recibido la familia en concepto de interés por haberle prestado su ahorro al banco.
Si ese rendimiento o retribución de los fondos prestados se expresa en porcen-
taje, se obtiene el tipo de interés. Así, puesto que los 100 euros del ejemplo anterior
son el 10% de los 1.000 que depositó, podemos decir que el tipo de interés aplicado
al depósito ha sido del 10%.
Se suele distinguir a menudo entre tipos de interés a corto o largo plazo o tam-
bién entre tipos de interés fijos, que no varían durante la vida del préstamo o de la
inversión, o variables, que van variando a lo largo del tiempo, por ejemplo, en fun-
ción de cómo varíen los precios.
Supongamos, por ejemplo, que se desea emprender un negocio que requiere una
inversión inicial de 1.250 euros y que en el primer año de actividad se prevé tener
unos ingresos de 250 euros y unos costes totales de 125 euros.
El ingreso neto alcanzado es 125 euros (250 € – 125 € = 125 €) y, por tanto, la tasa
de rendimiento del capital sería del 10% (puesto que 125 es justamente el 10% de
1.250). Podemos decir, por tanto, que la demanda de capital depende de esta tasa de
rendimiento.
Ahora bien, ¿qué tasa de rendimiento tendrá que obtener para que adquiera efec-
tivamente el capital? Es decir, ¿cuál debería ser para que llevara a cabo la inversión?
Para saberlo, la empresa compara la tasa de rendimiento que espera obtener con
el tipo de interés existente en la economía.
Supongamos que en el momento de hacer los cálculos del ejemplo anterior el tipo
de interés fuese el 15%. En este caso no compensaría llevar a cabo la inversión porque
con ella ganaríamos un 10% (que es su tasa de rendimiento), mientras que simplemen-
te prestando o depositando los 1.250 euros en un banco recibiríamos un 15%.
Eso nos permite afirmar que una empresa demanda capital para invertir siempre
y cuando su tasa de rendimiento sea, al menos, igual al tipo de interés de los fondos
prestados prevaleciente en la economía.
Si el tipo de interés de la economía fuese más elevado que la tasa de rendimien-
to medio de la economía, ninguna empresa demandaría capital y, por tanto, el tipo
de interés tendería a bajar. Y, por el contrario, si el tipo de interés fuese más bajo
que la tasa de rendimiento, muchas empresas desearían obtenerlo tan barato y eso
haría que aumentase la demanda de capital y el tipo de interés. Eso nos permite de-
cir que en condiciones normales lo lógico sería que el tipo de interés de la econo-
mía fuese igual a la tasa de rendimiento de la inversión, lo que permite decir que la
demanda de capital depende del tipo de interés.
Puesto que la demanda de capital depende en última instancia del tipo de inte-
rés, dado que ésta es la variable que la empresa compara con su tasa de rendimien-
to para decidir la cantidad que demandará, y puesto que la oferta de capital también
depende, ceteris paribus, del tipo de interés, como acabamos de señalar, resulta que
en el mercado de capital se podrá determinar una cantidad de demanda y oferta de
capital de equilibrio para un determinado tipo de interés.
El tipo de interés que se fije en el mercado es, por lo tanto, una variable muy
importante y, a su vez, muy problemática y su fijación constituye uno de los gran-
des problemas de la economía.
Es muy importante porque de él depende la demanda de inversión que hagan las
empresas y también la cantidad de recursos que estén dispuestos a ofrecer los ahorra-
dores. Pero también es muy problemática porque lo que conviene a unos es lo contra-
rio de lo que desean los otros. Desde el punto de vista de los inversores debería ser lo
más bajo posible para que puedan obtener beneficio utilizando el capital. Pero si es
muy bajo, no compensará a los ahorradores y preferirán gastar sus recursos en consu-
mo, de modo que no habrá suficientes para que se lleve a cabo la inversión.
Por eso, tratar de que haya un nivel de tipos de interés que iguale la demanda
de inversión de la economía con la oferta de ahorro es una de las claves para alcan-
zar el equilibrio económico.
trabajo, mientras que las empresas necesitan del trabajo para poder producir bienes
y servicios. Los primeros obtienen los ingresos vendiendo su trabajo, y las empresas
pueden disponer de él si lo compran en unos mercados especializados que llamamos
mercados de trabajo o mercados laborales.
En teoría, las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo en el mercado
funcionan igual que en cualquier otro mercado. De su interrelación surge un precio
que llamamos salario, que será más o menos elevado según cuál sea en cada mo-
mento la situación de la oferta y la demanda, al igual que ocurre con cualquier otra
mercancía que se intercambie en el mercado.
Así, si en un momento dado las empresas tienen gran necesidad de trabajo y no
hay oferta suficiente, se produciría un exceso de demanda que provocaría un alza en
el salario. Y al revés, si se diera un exceso de oferta, porque haya más trabajo dispo-
nible del que necesitan las empresas, lo que ocurriría sería que los salarios tenderían
a bajar.
Lo que ocurre es que eso no siempre se produce tan automáticamente en los
mercados laborales. Para que fuese así, sería preciso que hubiera completa flexibili-
dad en el mercado. Si la oferta o la demanda son muy rígidas, no podrán responder
rápidamente ante las variaciones que se produzcan en alguna de las circunstancias
que influyen en la formación del salario.
El problema es que es muy difícil alcanzar esa completa flexibilidad por dife-
rentes razones. Unas veces porque la demanda de trabajo se refiere normalmente a
trabajadores con un determinado tipo de formación o características profesionales
que no siempre se encuentran instantáneamente. Otras veces, porque a los trabaja-
dores no les interesa trabajar por debajo de determinado salario o incluso puede
suceder que el Gobierno haya fijado unos salarios mínimos.
Esas rigideces son la consecuencia inevitable de que los trabajadores son seres
humanos que no pueden estar sujetos, o no deberían estarlo, a las mismas condicio-
nes en que se intercambian los objetos.
También, al igual que en los de otras mercancías, los mercados laborales podrán
ser más o menos competitivos. Cuanto más lo sean, resultará que los oferentes y los
demandantes estarán en condiciones más igualadas para actuar en el mercado. Si no
hay competencia, si por el lado de la oferta o de la demanda hay demasiado poder
de mercado, entonces alguien estará en condiciones de imponer sus condiciones: si
son las empresas, utilizarán ese poder para bajar los salarios; si son los trabajadores,
lo utilizarán para subirlos.
La oferta de trabajo es la cantidad de horas de trabajo que los trabajadores están dis-
puestos a ofrecer en función de los diferentes salarios existentes en un momento dado.
El problema de la oferta de trabajo en nuestras sociedades es que no todas las
personas están dispuestas o pueden ofrecer sus servicios en los mercados laborales.
Unas, porque son demasiado jóvenes o demasiado mayores o porque quizá no les
interese el salario que le ofrecen. Otras quizá no encuentren quien las contrate a
pesar de que estén dispuestas a trabajar.
Eso significa que para que se produzcan contrataciones no sólo basta con que
haya población suficiente y que ésta desee trabajar efectivamente, sino que es preci-
so que la oferta de trabajo existente sea la adecuada: que tenga la formación reque-
rida, que pueda desplazarse allí donde haya más demanda, que esté en condiciones
de aportar el tipo de servicio específico que necesitan las empresas, etc.
Por tanto, para lograr que exista el máximo posible de contrataciones es necesa-
rio que la oferta de trabajo sea lo más ajustada posible a los perfiles profesionales y
demandas que realizan las empresas. Para lograrlo se han fortalecido en los últimos
años las llamadas políticas activas de empleo, que buscan facilitar la colocación de
los trabajadores fomentando lo que se llama empleabilidad, es decir, su mejor ade-
cuación a la demanda de trabajo existente.
Eso no es fácil. Unas veces porque se necesita una formación costosa y conti-
nuada y una disposición de los trabajadores que en ocasiones no se valora luego en
el salario. Otras, porque las empresas confunden a veces capacidad de adaptación
con sometimiento, y lo que desean es que los trabajadores renuncien a los derechos
laborales que se habían consolidado en las naciones más desarrolladas y que están
perdiéndose en los últimos años.
a) Del nivel del salario que tenga que pagar. Cuanto más elevado sea, más tra-
bajo procurará ahorrar y viceversa, si es más bajo tenderá a contratar más
trabajo.
b) Del precio de otros factores sustitutivos del trabajo, pues si los demás son
caros, tratará de sustituirlos por trabajo. Y si, por el contrario, los demás
factores están más baratos, tratará de sustituir el trabajo.
c) De la productividad del trabajo. Es decir, del volumen de producto que sea
capaz de obtener el trabajador por unidad de tiempo. Si los trabajadores son
muy productivos, la empresa demandará más trabajo. Si son muy poco pro-
ductivos, tratará de sustituirlos por otro factor.
ocurre especialmente con las mujeres —que reciben un salario en España que ha
llegado a ser más de un 30% más bajo que los hombres en los mismos puestos de
trabajo— o con las personas de color u otros grupos sociales.
7.4.5. El paro
Cuando en otros mercados hay un exceso de oferta, sabemos que lo que ocurri-
rá normalmente es que baje el precio y que se recupere con cierta facilidad el equi-
librio entre oferta y demanda. Pero si eso ocurre, en los mercados laborales la situa-
ción es mucho más problemática porque no siempre será posible que se reduzca el
salario.
Cuando se produce un exceso de oferta de trabajo decimos que hay paro, es
decir, un determinado volumen de población que quiere trabajar pero que no en-
cuentra empleo.
El paro es un verdadero drama social puesto que quienes lo sufren suelen ser
personas que no tienen otro tipo de ingresos y que al no poder trabajar sufren gran-
des daños psicológicos y morales.
Por esa razón, todos los grandes economistas han tratado de encontrar las cau-
sas y los remedios del paro, aunque con análisis y propuestas muy diferentes, tal y
como estudiaremos en el capítulo 17.
Los economistas liberales piensan que el trabajo es una mercancía más y que el
paro es un simple problema de exceso de oferta. Para resolverlo, basta con bajar
el precio, es decir, el salario.
Quienes no suscriben esta idea señalan que de esa forma no se arreglaría el pro-
blema. Primero, porque la demanda de trabajo no depende sólo del salario, sino de
otras circunstancias, tal y como hemos dicho antes. Segundo, porque aunque fuese
cierto que a salarios más bajos las empresas iban a contratar a todos los trabajadores
en paro, ¿de qué serviría eso si los salarios fuesen tan bajos que no permitieran rea-
lizar consumo suficiente para comprar todo lo que producen las empresas?
A veces ocurre que a las propias empresas les favorece que haya paro porque
así los trabajadores están dispuestos a aceptar salarios más bajos y eso les ahorra
costes.
En general, se podría afirmar que existen dos vías diferentes, aunque pueden y
suelen coincidir, que generan paro o desempleo: la micro y la macroeconómica.
Desde un punto de vista microeconómico el paro es el resultado de un funcio-
namiento inadecuado del mercado laboral que impide que se ajusten la oferta y la
demanda. Desde el punto de vista macroeconómico, el paro sería el resultado de que
no existe suficiente actividad productiva en el conjunto de la economía, bien por
falta de recursos para la inversión que genere puestos de trabajo, bien porque no
haya demanda suficiente para todo lo que se produce y las empresas tengan enton-
ces empleo sobrante.
Puesto que suelen coincidir estas dos dimensiones del problema, el paro re-
quiere un análisis muy complejo y, por lo tanto, políticas económicas que aborden
La causas de la desigualdad
a) Las diferencias salariales que hemos comentado y que dan lugar a grandes
desigualdades de ingresos, pues el salario suele ser la única fuente de ingre-
so de la mayoría de la población.
b) La desigual distribución de los patrimonios y de la riqueza. Quienes tienen
un origen familiar acomodado parten ya de una situación privilegiada que
les permite gozar de ventajas en la formación, en la información y en los
recursos para obtener más ingresos. A diferencia de lo que sería deseable, en
nuestro mundo parece que a quien más tiene más se le da, y eso hace que la
desigualdad de partida actúe como una especie de pescadilla que se muerde
la cola.
c) Los obstáculos existentes para que todas las personas accedan en igualdad
de condiciones a la educación y la formación, que suelen ser los factores
que más ayudan a que los individuos progresen y disfruten de mejor condi-
ción social.
d) El reparto también muy desigual del poder en nuestro mundo y la falta de
auténtica democracia. Quienes tienen influencia y capacidad de decisión po-
lítica y social las utilizan para mejorar su posición en el mercado y en el
reparto de los ingresos. Pueden negociar mejores condiciones de trabajo y
de salario, acceden a informaciones privilegiadas, imponen sus preferencias
a los demás y hacen que los gobiernos legislen a su favor.
e) Por último, las desigualdades también están originadas por circunstancias
muy difíciles de prever, como la suerte, la salud o incidentes familiares o
profesionales fruto de la casualidad.
Por tanto, si se quiere que una sociedad sea más igualitaria, es necesario actuar
sobre estas circunstancias, y eso se puede hacer básicamente a través de tres vías:
En relación con todos estos problemas hay que tener en cuenta que no todas las
personas ni todo el mundo académico consideran la desigualdad como un gran pro-
blema. Unos, porque disfrutan de condiciones privilegiadas y son incapaces de ver
el sufrimiento ajeno de quienes viven en la miseria y en la frustración permanente.
Otros, porque creen que si no hubiera desigualdad la economía no funcionaría co-
rrectamente. Opinan que si no hubiera diferencias nadie estaría incentivado a esfor-
zarse, a prepararse mejor o a realizar las tareas más ingratas que son necesarias en
nuestra sociedad. Afirman que en los mercados de factores tiene que haber desigual-
dad para que los propietarios de los factores estén interesados en dedicarlos a los
usos más rentables.
Otros economistas y filósofos sociales piensan que pueden llevar parte de ra-
zón quienes piensan así, pero que eso no puede conducir a admitir desigualdades
tan grandes como las que existen hoy día. Y se preguntan: ¿no sería más humano
aceptar algo menos de eficiencia de mercado y alcanzar un reparto más equitati-
vo?
Ése es seguramente el dilema más importante de nuestra sociedad y el reto más
trascendental: hacer que se resuelvan los problemas económicos con eficacia pero
sin que eso se haga completamente a costa de la justicia, de la equidad que debería
presidir las relaciones humanas.
Se tardará mucho en disponer de una respuesta definitiva estos problemas, si es
que se llega a ello. Pero lo que es cierto es que no podrá ser una respuesta «de la-
boratorio», sino que habrá de venir dada por la discusión social para la asunción de
una ética de mínimos en nuestras sociedades que establezca umbrales de insatisfac-
ción por debajo de los cuales se considere inaceptable que estén los seres humanos.
Sólo a partir de ahí se podrán derivar convenciones globales que establezcan impe-
rativamente las condiciones de reparto para garantizar una vida digna a todo tipo de
personas.
CONCEPTOS CLAVE
Mercado de factores.
Demanda derivada.
Renta de la tierra.
Rendimiento sostenible.
Interés.
Tasa de rendimiento del capital.
Descuento.
Salario.
Empleabilidad.
Productividad del trabajo.
Discriminación salarial.
Paro.
Desigualdad.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué naturaleza tienen algunos mercados específicos de factores como los de
futbolistas, cantantes o profesionales muy especializados?
2. ¿Qué singularidades tienen los mercados de factores respecto al resto de los
mercados?
3. ¿Qué se entiende por recursos naturales como factor productivo?
4. ¿Cómo es la oferta de los recursos naturales?
5. ¿Qué diferencia hay entre recursos apropiables y no apropiables? Ponga ejem-
plos y señale sus efectos económicos.
6. ¿Qué es el rendimiento sostenible de un recurso natural?
7. ¿Qué alternativas hay para mantener la dotación actual de un recurso natural
no renovable?
8. ¿De qué depende la demanda de recursos naturales?
9. ¿Quién realiza la oferta de capital y de qué circunstancias depende?
10. ¿Qué es la tasa de rendimiento de capital y que relación tiene con los tipos de
interés?
11. ¿De qué dependen la oferta de trabajo y la demanda de trabajo, respectivamente?
12. ¿Qué singularidades tiene el mercado de trabajo?
13. ¿Qué tipo de circunstancias influyen en la generación de paro?
14. ¿Cuáles son las principales causas de la desigualdad y en qué líneas principa-
les conviene actuar para combatirlas?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Caps. 10, 11, 12.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Caps. 13, 16 y 21.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Caps. 6.
Hardwick, Ph., Khan, B. y Langmead, J. (2005). Economía moderna. Minerva Edi-
ciones. Caps. 16 y 17.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Editorial
Reverte. Cap. 9.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Caps.
18, 19, 20.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 9.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Caps. 18, 19.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Caps. 11, 13, 14.
Lecturas complementarias
Factores productivos
Álvarez, F. (2001). No le digas a mi madre que trabajo en bolsa. Alianza Editorial.
Georgescu-Roegen, N. y Carpintero, O. (ed. 2007). Ensayos bioeconómicos. Antología.
Libros de La Catarata.
Solow, R. (1992). El mercado de trabajo como institución social. Alianza Editorial.
Desigualdad
Piketty, T. (2014). El capital del siglo xxi. Fondo de Cultura Económica. Madrid.
Clásicos de la economía
Boulding, K. (2012). «La economía de la futura nave espacial tierra». Revista de
Economía Crítica, 14.
William J. Baumol, por ejemplo, afirmó que los gerentes están más bien intere-
sados en incrementar la dimensión de la organización empresarial y en maximizar el
volumen de ventas, una vez alcanzado cierto nivel mínimo de beneficio. Así pueden
lograr una distribución de dividendos más favorable a los accionistas que les permi-
ta proteger su posición en la empresa.
Según el criterio neoclásico, los sujetos buscan la mayor utilidad individual, lue-
go si llevan a cabo una determinada acción es porque esperan alcanzarla. Sin em-
bargo, la actuación de los individuos en la sociedad —y en el mundo de los proble-
mas económicos— no puede reducirse categóricamente a una pauta de conducta tan
simple. A veces, los individuos egoístas (buscadores tan sólo de su utilidad perso-
nal) deben actuar de forma solidaria en acciones intermedias y, otras muchas veces,
la existencia de vínculos sociales de todo tipo hace que los individuos hagan suyas
pautas de comportamiento en las que la utilidad que se pretende alcanzar no sea la
propia, sino la de colectivos, familias o corporaciones de las que se forma parte.
No es tampoco anormal que los individuos evalúen las consecuencias de su con-
ducta sobre los demás. La realidad muestra que en numerosas ocasiones los sujetos
establecen sus preferencias en función de su pertenencia a determinados grupos so-
ciales y que, por lo tanto, el comportamiento que se sigue no tiene por qué resultar
de máxima satisfacción para cada individuo considerado aisladamente.
Pero la implicación más importante del supuesto de conducta egoísta es que las
decisiones sociales se adoptarán entonces de conformidad con, o respetando, las
preferencias individuales. Francis Y. Edgeworth afirmó que «el primer principio de
la economía es que todo agente actúa sólo por interés propio».
Sin embargo, Kenneth Arrow demostró que un sistema social de decisiones ba-
sadas en preferencias individuales no puede llegar a ser nunca satisfactorio para
todos los sujetos, puesto que habitualmente no existe sistema alguno que sea capaz
de trasladar el conjunto de todas las preferencias individuales a una pauta de prefe-
rencia social si no media la coerción o la dictadura.
Un ejemplo tradicional es el que se conoce como paradoja del voto. Supóngase
que un colectivo de tres sujetos debe elegir entre tres posibles alternativas: construir
un colegio (C), un jardín (J) o no construir (N).
Cada sujeto tiene sus preferencias individuales, y podría ordenarlas, por ejem-
plo, de la siguiente forma:
Del orden de preferencias que muestra el cuadro se deducen los siguientes re-
sultados:
bios dispongan de información perfecta y gratuita sobre las circunstancias que afecten
al mercado.
Sin embargo, lo cierto es que los consumidores o empresas que intervienen en
los mercados disponen normalmente de información imperfecta, y ello causa un dis-
turbio importante en el intercambio de mercado, pues impide que se alcancen las
situaciones previstas de óptimo paretiano.
Un ejemplo tradicional que muestra cómo la información imperfecta provoca si-
tuaciones ineficientes es el que se conoce como el dilema del prisionero. Supóngase
que la policía captura a dos delincuentes después de haber robado en una tienda, pero
una vez que se han deshecho de lo robado. La policía, aunque convencida de su cul-
pabilidad, no tiene pruebas para acusarlos y decide interrogarlos por separado.
A cada uno de ellos le ofrece las siguientes alternativas: si no confiesan, les será
aplicada una ley de maleantes y tendrán un año de prisión. Si no confiesan, pero
uno es delatado por el otro, el delatado tendrá diez años de prisión y el que hubiera
confesado, sólo cinco años.
Si cada ladrón persigue su propio interés y sólo tiene en cuenta su propia situa-
ción, como se supone que actúa el homo oeconomicus de la competencia perfecta,
no confesará. Pero como tiene información imperfecta y no sabe de qué forma ac-
tuará su colega, corre el riesgo de que éste confiese, en cuyo caso le caerían diez
años. Por tanto, no le compensa el riesgo y por eso la mejor solución para ambos
—siempre que desconozca lo que hará el otro— será confesar.
Es evidente, por lo tanto, que la falta de información impide que se adopte la
solución que habría sido más eficiente o más beneficiosa, que en este ejemplo sería
no confesar.
De ahí puede generalizarse que la ausencia de información perfecta por parte de
todos los sujetos da lugar a que la elección no se pueda llevar a cabo en los térmi-
nos de la racionalidad prevista por el modelo.
La falta de información con que suelen actuar los sujetos económicos en el
mundo real hace que deban enfrentarse a grandes dosis de incertidumbre, que sus
decisiones comporten siempre riesgos y que la evaluación de éstos les lleve a elegir
situaciones por debajo del nivel máximo de satisfacción previsto por el criterio de
conducta racional.
Información asimétrica
Los compradores, que ignoran todo acerca de la calidad del coche, pensarán que
el que desean comprar es de calidad media y, por lo tanto, estarán dispuestos a pa-
gar el precio promedio de los coches de la ciudad. Pero, a ese precio, los vendedo-
res sólo estarán dispuestos a vender los coches que ellos saben que son de calidad
inferior a la media. Y puesto que los compradores saben también que los vendedo-
res actuarán de esa forma, no comprarán ningún coche. Sea cual sea el precio, no
habrá operaciones en ese mercado como consecuencia de que sólo los vendedores
disponen de la información necesaria para aquilatar precios y cantidades.
Como podemos imaginar, el hecho de que la información sea imperfecta, o muy
costosa de obtener, no es una cuestión baladí. No sólo se darán estos casos extre-
mos, sino que se producirán situaciones en las que los sujetos no intervendrán en
situación de igualdad en los intercambios. Estas circunstancias provocan necesaria-
mente prepotencia sobre el precio y, en definitiva, situaciones ineficientes a la par
que injustas.
Hoy día, las modernas tecnologías hacen que sea mucho más fácil disponer y
distribuir la información, pero también que se pueda acaparar generando situaciones
de ventaja o asimetrías en su disposición.
Mientras que unos sujetos disponen de abundante información, otros han de ha-
cer frente a una gran incertidumbre y deben soportar un alto riesgo al participar en
ellos. Los primeros están en condiciones de influir sobre los precios, y los segundos,
forzados por el contexto de riesgo e incertidumbre, se verán normalmente obligados
a aceptar precios superiores, si así entienden que pueden eliminar el coste que aca-
rrea la falta de información.
En definitiva, la información imperfecta (tanto por ser asimétrica como por muy
costosa) desequilibra el mercado e impide alcanzar situaciones de eficiencia tal y
como están previstas en los mercados de competencia perfecta. Y eso lleva a que los
gobiernos también intervengan muy a menudo tratando de evitar esas asimetrías en
el uso de la información, para eliminar o reducir la información imperfecta y la in-
certidumbre y para impedir que quien tenga información privilegiada actúe con ven-
taja en los intercambios.
formular es diciendo que debe darse el principio de exclusión: es decir, que los be-
neficios o los derechos derivados de pagar el precio de un bien se disfrutan con
exclusividad por quien lo ha pagado.
Como veremos enseguida, esto es algo que no siempre ocurre, porque hay unos
determinados bienes cuyo consumo por una persona no excluye que puedan disfru-
tar de él otras más.
Por otro lado, cuando estudiamos las condiciones del Optimo de Pareto también
analizamos que para que éste se alcance y los mercados proporcionen soluciones efi-
cientes es imprescindible que los costes o beneficios que soporta un sujeto individual,
un consumidor o una empresa sean los mismos que soporta la sociedad en su conjun-
to. Es decir, que el coste o beneficio privado sea igual al coste o beneficio social.
Pero esta condición tampoco se produce siempre en la realidad, como vamos a
ver a continuación.
En ambos casos, el mercado o simplemente no puede funcionar o si funciona
proporciona soluciones que no son eficientes.
En algunos casos, los bienes públicos no sólo presentan consumo no rival, sino
que, además, resulta materialmente imposible excluir de su disfrute a nuevos sujetos
cuando ya lo usan algunos.
Eso es lo que ocurre, por ejemplo, con un faro. El hecho de que un barco utili-
ce ese servicio no puede impedir que cualquier otro lo utilice al mismo tiempo: no
tiene consumo rival. Pero, además, resulta técnicamente imposible excluir de su uso
a cualquier otro barco.
Por tanto, ningún barco estará dispuesto a pagar un precio por utilizarlo puesto
que podrá disfrutar del servicio que presta si cualquier otro lo paga.
En términos más formales, podemos decir que el coste marginal del servicio que
presta el faro es cero puesto que cuesta lo mismo el servicio si lo usa uno o muchos
más barcos: no tiene coste alguno admitir a un usuario adicional del servicio.
Como sabemos, la condición de eficiencia establece que el precio debe ser el
coste marginal, pero si este último es cero en el caso de los bienes públicos, resulta
que es imposible que éstos se adquieran a través del mercado porque no tienen pre-
cio posible distinto a cero.
El mercado, en consecuencia, no puede proporcionar este tipo de bienes o ser-
vicios.
8.3.2. Las externalidades
Otra circunstancia que hace que el mercado no funcione o que funcione con
ineficiencia es que los costes o beneficios privados no sean iguales a los sociales.
Eso es lo que ocurre cuando una actividad económica emprendida por un indi-
viduo o una empresa genera efectos, negativos o positivos, sobre algún tercero. En
ese caso decimos que se ha producido una externalidad y el problema que plantea
es que los costes o beneficios que produce no se internalizan por quien los soporta
o se beneficia de ellos y, por tanto, no los tiene en cuenta al realizar el cómputo
necesario para decidir su nivel de actividad.
Como hemos visto, la solución al fallo del mercado debido a los bienes públicos
consiste en la provisión del bien a través de un procedimiento político de decisión.
En el caso de las externalidades hay que proporcionar condiciones a los sujetos eco-
nómicos para conseguir que paguen todos los costes que generan o para que se
aprovechen de todos los beneficios que produce su actividad.
Estas condiciones no las puede proporcionar el mercado puesto que allí los suje-
tos no pueden incorporar a los precios los efectos externos que generan. Por eso se
hace necesaria la intervención del Estado a través de normas legales de diverso tipo:
impuestos sobre los causantes del coste externo, subvenciones a los sujetos que los
producen para que restrinjan su actividad o, simplemente, límites cuantitativos o pro-
hibiciones de las actividades que los pueden producir. En definitiva, estableciendo
normas reguladoras que incentiven una asignación de los recursos más eficiente.
Esta intervención a través de normas jurídicas está relacionada estrechamente
con el tipo de información del que disponen los sujetos afectados. De hecho, se
puede demostrar que si el mercado funciona correctamente, si los costes de transac-
ción son muy reducidos y si los sujetos tienen perfecta información, las normas
apenas si serán necesarias, como muestra el siguiente ejemplo.
La conducta eficiente sería que cada vecino pagase 70 u.m. y, entre todos, finan-
ciaran la colocación del filtro en la fábrica.
Sin embargo, para poder alcanzar esa solución sería necesario, entre otras cosas,
conocer a los demás vecinos, reunirse y discutir con ellos, saber que efectivamente
el filtro evitaría el daño; en suma, tener una información perfecta acerca del daño,
de las posibilidades de evitarlo y de los costes de cada una.
Si es así, no será necesaria ninguna iniciativa legal para lograr que se adopte la
solución eficiente.
Pero si se desconocen tales cuestiones, cada vecino terminará comprando una
secadora, adoptando entonces una solución ineficiente por ser más costosa.
Ésta es la prueba de que el mercado sólo proporciona una solución eficiente si
los sujetos disponen de información perfecta.
Pero no sólo se trata de un problema de información suficiente.
Supongamos que los vecinos tienen la suficiente información y saben que lo
más eficiente para todos es que ellos compren el filtro de la fábrica, pero que
reunirlos, discutir entre ellos y llegar al acuerdo de comprar el filtro cuesta más
de 30 u.m.
En ese caso, incluso sería preferible soportar los daños (100 u.m.) antes que
comprar el filtro, puesto que éste costaría ya más de 100 u.m.
Estaríamos, entonces, ante un caso típico en el que el mercado no proporciona
la solución eficiente porque existen costes de transacción demasiado altos.
En definitiva: si hay información perfecta y gratuita y si los costes de transac-
ción son muy bajos, es el propio mercado el que resuelve la externalidad.
Lógicamente, el problema es que estas condiciones no suelen darse en la reali-
dad, y por eso es generalmente necesario que existan normas jurídicas que eviten
que se soporten costes que hagan ineficiente la producción.
Por último, no puede obviarse otra circunstancia. Aunque el mercado funcionara
suficientemente bien, aunque hubiese información perfecta y gratuita y los costes de
transacción fuesen nulos, ¿quién decide y con qué razones el sujeto que debe asumir
los costes?
Desde el punto de vista del mercado, da igual cómo se responda a esta pregun-
ta, puesto que lo que el mercado busca es simplemente que se dé la solución más
eficiente, es decir, la que implique utilizar menos recursos. Pero es evidente que no
es indiferente desde el punto de vista del bienestar de las personas, pues no les re-
sulta igual hacerse cargo o no del daño que produce otro.
Eso demuestra una vez más que los problemas económicos no tienen soluciones
simplemente técnicas, sino políticas, puesto que cualquier solución afecta desigual-
mente al bienestar de las personas. Lo lógico y deseable, por tanto, es que se decida
una u otra tomando en cuenta la preferencia de todas las personas afectadas.
Mercado y desigualdad
impide disfrutar de sus resultados. Por ello se dice que en las economías de merca-
do la pregunta «¿para quién producir?» no tiene más respuesta que «para aquellos
que dispongan de los suficientes votos monetarios». Por eso, en estas economías
existen lo que José Luis Sampedro ha denominado las «colas invisibles», formadas
por quienes, carentes de votos monetarios, no dispondrán nunca de los beneficios
del intercambio.
Se puede decir entonces que el mercado puede proporcionar soluciones eficien-
tes de asignación (si es de competencia perfecta), pero que es un mecanismo que
expulsa de él a quienes no disfrutan de un respaldo necesario de renta o riqueza. No
sólo impide la entrada de quienes no la tienen, sino que quienes dejan de tenerla
pasan inevitablemente a estar fuera del mundo del intercambio.
De ahí las situaciones, a veces extremas, de pobreza y marginación que convi-
ven con la opulencia en estas economías y que han hecho necesaria una interven-
ción creciente de los Estados para tratar de aliviar la insatisfacción que produce el
mercado, para limitar los efectos, a veces devastadores, de la desigualdad y el ma-
lestar social.
perspectiva del análisis de la microeconomía neoclásica, es útil sintetizar las ideas más
importantes, así como las cuestiones que deja por resolver este tipo de análisis.
Esto quiere decir que, por una u otra causa, el mercado no puede proporcionar
siempre soluciones genéricas al intercambio, sino que constantemente se hace nece-
saria la intervención de criterios exógenos al mercado que vienen dados por las
normas, la cultura o los valores dominantes en cada momento en la sociedad. El
CONCEPTOS CLAVE
Productividad marginal.
Paradoja de Arrow o Teorema de la imposibilidad.
Acción colectiva.
Ética utilitarista.
Dilema del prisionero.
Información asimétrica.
Consumo rival.
Principio de exclusión
Bienes públicos puros.
Bien público impuro.
Congestión.
Externalidad positiva.
Externalidad negativa.
Equidad.
PREGUNTAS DE REPASO
1. Resuma las principales críticas a la teoría marginalista del consumidor.
2. ¿Qué circunstancias influyen para que los mercados de trabajo difícilmente
sean mercados de competencia perfecta?
3. Explique la posición de Arrow sobre el problema de la adopción de decisiones
sociales basadas en preferencias individuales.
4. ¿Por qué se dice que el criterio utilitarista puede conducir a la adopción de
soluciones técnicamente óptimas pero éticamente reprobables?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 15.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Caps. 11, 15.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 6.
Hardwick, Ph., Khan, B. y Langmead, J. (2005). Economía moderna. Minerva Edi-
ciones. Caps. 16, 17.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Caps. 13, 14.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012): Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 10.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Caps.
10, 11.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Caps. 18, 19.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Cap. 19.
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Sampedro, J. L. (2002). El mercado y la globalización. Destino.
gracias a ello van a obtener beneficios suficientes. Pero para eso deben de-
dicar o invertir recursos que no siempre están a su disposición. O puede
suceder que la oferta de esos recursos (de trabajo o de capital, por ejemplo)
no coincida con las expectativas de las empresas, o responda a criterios de
rendimiento diferentes, o que haya oferta sobrante en mercados en los que
no hay demanda suficiente, o viceversa.
Las condiciones en las que puede alcanzarse el pleno empleo son por lo
tanto muy complejas y obligan a analizar al mismo tiempo un abanico muy
extenso de circunstancias, tal y como veremos en los capítulos siguientes.
b) Crecimiento y desarrollo económicos. Aunque se pudiera conseguir en un mo-
mento dado el suficiente equilibrio entre los oferentes y demandantes de re-
cursos logrando el pleno empleo de todos los disponibles, podría suceder que
eso ocurriera solamente un momento dado, sin continuidad en el tiempo.
Para evitar esa situación es preciso garantizar que la actividad económica
que proporciona el pleno empleo de los recursos se mantenga suficientemente
fuerte a lo largo del tiempo. Incluso hay que tener en cuenta que no basta con
que un determinado nivel de actividad económica se mantenga constante año
tras año, porque la población o sus necesidades y demandas seguramente van
a ir incrementándose continuamente.
Eso significa que hay que garantizar que la actividad crezca prácticamente
sin cesar y a un ritmo adecuado y suficiente. El crecimiento económico es
precisamente el proceso que permite ir haciendo frente a esas necesidades en
continuo incremento, y alcanzarlo es otro problema macroeconómico funda-
mental.
Para colmo, no siempre es deseable cualquier tipo de crecimiento econó-
mico. No basta con lograr que se incremente el registro cuantitativo de la
actividad económica que se realiza en una economía porque puede ser que
esté siendo insostenible o que sea de una calidad tal que no permita el enri-
quecimiento de los sujetos económicos. Por eso hay que aspirar al desarrollo
como proceso de crecimiento de la actividad económica que va acompañado
también de paz social, estabilidad política y de relaciones armónicas con la
naturaleza. Desde la perspectiva macroeconómica, también hay que analizar,
por tanto, la naturaleza de los factores que desencadenan el crecimiento y el
desarrollo, las circunstancias de las que depende su sostenibilidad y su efec-
tiva contribución al desarrollo humano.
c) Estabilidad de precios. Como sabemos, en las economías de mercado los
precios son las señales que permiten identificar la existencia de demandas
insatisfechas o de ofertas atractivas. Por eso es preciso que se muestren con
suficiente claridad y estabilidad, para evitar que los sujetos económicos per-
ciban erróneamente la situación económica y para que no se altere el valor
real de los recursos globales que están implicados en la actividad económi-
ca. Los precios son, en realidad, los incentivos para que los sujetos econó-
micos actúen o no de una determinada forma, y para ello han de funcionar
correctamente.
entre todas ellas. Para tener una visión de conjunto las representamos todas ellas en
la figura 9.1.
Ingresos y pagos
de las empresas
Cuando las familias ahorran dirigen sus recursos al mercado financiero y cuan-
do necesitan financiación también la reciben de éste.
Las empresas
Como también sabemos ya, las empresas elaboran el producto, que no es sino
el montante total de bienes y servicios producidos, y para ello tienen que realizar
previamente la inversión, es decir, adquirir el capital y los demás factores necesarios
que le permitan obtener lo que producen.
Por tanto, en el mercado de factores (nacional o exterior) realizan pagos para retri-
buir a los propietarios que le venden o alquilan los factores, y en el mercado de bienes
y servicios (nacional o exterior) obtienen ingresos por la venta de lo que producen.
También pueden recibir ingresos por parte del sector público, normalmente en
forma de subvenciones, y le pagan a este diversos tipos de impuestos.
Al igual que las familias, a partir de estos ingresos y pagos pueden obtener su-
perávit o déficit, es decir, registrar capacidad o necesidad de financiación, que pro-
porcionan u obtienen del mercado financiero.
El sector público
El sector financiero
Y del mismo modo que los anteriores, puede ser que no coloque todo el ahorro
recibido, de modo que habrá ahorro neto en la economía, o que el ahorro generado
en su interior por empresas, familias o sector público sea insuficiente para satisfacer
su necesidad de financiación y, por tanto, que haya que recurrir al ahorro que pueda
proporcionar el sector exterior.
El sector exterior
Como ya es fácil deducir, el resto del mundo o sector exterior está formado por
las empresas, familias o sectores públicos de otros países que interactúan cono nues-
tra economía nacional.
En el sector exterior podemos vender bienes y servicios (exportaciones) o com-
prar (importaciones), comprar factores o vender o alquilar allí los nacionales, o co-
locar allí nuestro ahorro u obtener financiación de él.
Por tanto, la economía nacional también tendrá un saldo final con el exterior
por cada uno de esos conceptos.
por ejemplo, estudiar empíricamente las variables de las que depende el consumo de
un sujeto que el consumo global de una economía, pues, aunque sean genéricamen-
te las mismas (precios, renta, etc.), su registro cuantitativo será mucho más compli-
cado en este último caso.
Esa complejidad explica que en macroeconomía sea imprescindible utilizar mo-
delos econométricos que sinteticen el funcionamiento agregado de la economía y
permitan descubrir la realidad social y económica, además de predecir el efecto de
modificaciones en cada una de ellas.
Y para que los modelos sean efectivos y proporcionen resultados útiles para to-
mar medidas políticas es imprescindible definir las magnitudes de estudio de forma
muy rigurosa, midiéndolas de la forma más exacta posible mediante una contabili-
dad sistemática y apropiada.
Por todo ello, la contabilización del conjunto de las relaciones económicas rea-
les constituye una tarea ardua y compleja, aunque extraordinariamente necesaria,
pues la determinación de los desequilibrios y la adopción de las medidas políticas
que hay que adoptar para resolverlos únicamente es posible si se conoce con exac-
titud no sólo dónde se producen sino también su magnitud concreta.
En Europa la contabilidad nacional sigue las normas establecidas en el Sistema
Europeo de Cuentas Nacionales y Regionales (SEC), que elabora una serie de cuen-
tas en las que se describen las diversas operaciones de bienes y servicios, de distri-
bución y financieras, para los distintos sectores institucionales y para el conjunto de
la economía nacional, destacando por su carácter básico las cuentas simplificadas de
la Nación.
A continuación veremos que el cálculo del PIB así definido puede realizarse por
tres vías o métodos.
Si deseamos calcular el valor total del libro para añadirlo a nuestro cómputo
del producto, podemos tomar dos caminos: o contabilizar el valor final del libro
(90 unidades monetarias) o sumar el valor añadido de cada una de las actividades
que han dado lugar a su producción: 20 + 10 + 25 + 35 = 90 u.m. Lo que nunca
podremos hacer es ambas cosas, pues entonces estaríamos contabilizando dos veces
la producción. Por eso decimos que el producto se debe contabilizar o bien regis-
trando el valor final o bien sumando el valor añadido en cada fase productiva.
Como ya hemos podido comprobar, el valor de todos los bienes y servicios pro-
ducidos (la oferta total) se corresponde con el gasto que han realizado los diferentes
sujetos. Por lo tanto, un segundo procedimiento para calcular el PIB sería sumar las
componentes de la demanda total, a las que habrá que restar las importaciones, por-
que éstas son un gasto en producto que no es interior o nacional, que es el que de-
seamos medir. Las exportaciones menos las importaciones son las llamadas exporta-
ciones netas (X – M), resultando que, por esta vía del gasto:
PIB = Rentas del trabajo (Sueldos y salarios + Cotizaciones sociales) + Rentas del
capital (intereses, beneficios, rentas de la tierra, alquileres...) + Rentas del sector
público (Impuestos indirectos (Ii) – Subvenciones (Sb))
El cuadro 9.1 presenta los datos reales de la economía española relativos al PIB
obtenido por estas tres vías.
CUADRO 9.1
Las relaciones macroeconómicas básicas de España
(en millones a finales de 2014)
Gasto
Gasto en consumo final de los hogares y de las instituciones sin fines de lucro
a su servicio 624.553
Inversión (formación bruta de capital menos variación de existencias) 199.828
Gasto en consumo final de las administraciones públicas 202.698
DEMANDA NACIONAL 1.033.297
Exportaciones de bienes y servicios 339.004
Importaciones de bienes y servicios 313.832
PRODUCTO INTERIOR BRUTO a precios de mercado 1.058.469
Producto
Agricultura, ganadería, silvicultura y pesca 24.050
Industria 169.077
Construcción 53.672
Servicios 718.311
- Comercio, transporte y hostelería 232.124
- Información y comunicaciones 38.534
- Actividades financieras y de seguros 37.481
- Actividades inmobiliarias 117.319
- Actividades profesionales 71.407
- Administración pública, sanidad y educación 179.466
- Actividades artísticas, recreativas y otros servicios 41.980
Impuestos netos sobre los productos 93.359
PRODUCTO INTERIOR BRUTO a precios de mercado 1.058.469
Rentas
Renta de los asalariados 496.870
Excedente de explotación (renta del capital) 458.068
Impuestos sobre los productos 103.531
PRODUCTO INTERIOR BRUTO a precios de mercado 1.058.469
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Contabilidad Nacional Trimestral de España. Base 2010.
9.3.2. Renta Nacional
Por eso decimos que la Renta Nacional es, por tanto, el Producto Nacional Neto
a coste de los factores. Es decir, el conjunto de todas las rentas que reciben los dis-
tintos factores productivos y que se pueden dedicar a gastarse en bienes y servicios
(consumo) o no (ahorro):
Las magnitudes que acabamos de estudiar son las que habitualmente se utilizan
para conocer el estado y la evolución de las economías. Los gobiernos se sirven de
ellas para pilotar las relaciones económicas, y las familias y las empresas también
las utilizan para establecer sus previsiones y programas de gasto.
Sin embargo, todas estas magnitudes tienen algunos problemas importantes que
no conviene olvidar y que han llevado a muchos economistas a criticarlas y propo-
ner otras más ajustadas a la realidad. Las más importantes son las siguientes:
CUADRO 9.4
Cuadro macroeconómico 2012-2016 presentado por el Ministerio de Economía
y Competitividad
CONCEPTOS CLAVE
Pleno empleo.
Crecimiento económico.
Desarrollo económico.
Estabilidad de precios.
Distribución equitativa.
Necesidad y capacidad de financiación.
Contabilidad nacional.
Producto Interior Bruto.
Valor añadido.
Subvenciones.
Transferencias.
Renta Nacional.
Renta Familiar.
Renta Familiar Disponible.
Precios reales.
Precios corrientes.
Tasa de inflación
Índice de precios al consumo.
Deflactor del PIB.
Cuadro macroeconómico.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué diferencia hay entre el enfoque de la micro y el de la macroeconomía?
2. ¿Cuáles son los grandes problemas de los que se ocupa la macroeconomía?
3. ¿Por qué el objetivo de crecimiento económico puede resultar insuficiente?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 19.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Caps. 17, 18.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 3.
González, M. J. y Pérez, A. (2009). Introducción a la Economía. Pearson. Prentice
Hall. Madrid. 4.ª edición. Cap. 9.
Hardwick, Ph., Khan, B. y Langmead, J. (2005). Economía moderna. Minerva Edi-
ciones. Caps. 16, 17.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Cap. 16.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Caps. 14, 15.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Madrid. 4.ª edición. Cap.
23.
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
Keynes, J. M. (1992). Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo
de Cultura Económica. Libro 1, cap. 3, «El principio de la demanda efectiva».
10.1. EL CONSUMO
Para poder establecer conclusiones sobre el comportamiento del consumidor des-
de el punto de vista microeconómico se establece la hipótesis de que el consumo in-
dividual depende del precio de los bienes, siempre que se mantengan constantes las
demás circunstancias que puedan influirle (renta, gustos, precio de otros bienes, etc.).
Cuando el problema del consumo se aborda a nivel agregado, esa hipótesis es
más difícil de mantener porque, considerados todos los consumidores en su conjun-
to, es mucho más realista considerar que el gasto total que realicen en la adquisición
de bienes y servicios dependerá principalmente de la renta total, además de otros
factores adicionales a los que nos referiremos más adelante.
Los estudios empíricos que se han venido realizando desde hace años han per-
mitido descubrir un abundante abanico de regularidades en las pautas que sigue el
consumo agregado en casi todas las economías.
Simon Kuznets demostró que los determinantes del consumo no eran tan esta-
bles durante períodos largos de tiempo, cuando el nivel de riqueza varía, porque
entonces el consumo no depende ya sólo de la renta disponible, sino también de los
ingresos que los consumidores esperan obtener en el futuro.
Además, como siempre hay gran incertidumbre sobre esos ingresos futuros, el
consumo actual queda condicionado también por las posibilidades que haya para
endeudarse, las cuales dependen de que haya un mercado financiero ágil y que ge-
nere gran oferta de créditos, así como del tipo de interés, es decir, del precio que
habrá que pagar por esos créditos.
Este análisis llevó a considerar dos posibles efectos que pueden tener las varia-
ciones de los tipos de interés sobre el consumo a largo plazo.
Por un lado, provocan un efecto renta: si los tipos de interés son altos, entonces
el valor actual de la riqueza es mayor (porque se retribuye mejor), y eso significa
que se podrá mantener el consumo futuro con menos ahorro presente, lo que hará
que haya ahora más consumo.
Pero, por otro lado, los tipos de interés provocan también un efecto sustitución
en sentido contrario: si en el presente los tipos de interés están altos, resulta que
ahora es más caro endeudarse que en el futuro, lo que disminuirá el consumo pre-
sente aumentando el ahorro.
El efecto final dependerá, por tanto, de la fuerza de cada uno de estos dos efec-
tos por separado.
Finalmente, Franco Modigliani consideró que hay varias etapas en la vida que se
corresponden con pautas de consumo diferentes: el comienzo, con mayor propensión
al endeudamiento, la edad adulta, cuando hay más capacidad para generar rentas y se
ahorra, y la edad del retiro, cuando se gastan las rentas ahorradas anteriormente.
Hay que tener en cuenta, como se refleja en este gráfico, que siempre existe un
nivel de consumo autónomo que se realiza independientemente de la renta o por
muy baja que sea ésta. Por eso, incluso al nivel de renta cero, existe un determinado
nivel de consumo C0, aunque lógicamente comportará un desahorro o endeudamien-
to de la misma magnitud.
Una función de esta naturaleza es útil para avanzar en el análisis de las fluctua-
ciones de la producción y de la incidencia en ella de los diversos componentes de
la demanda agregada.
Si suponemos que la inversión, el sector exterior y el gasto público no existen,
la función de consumo que acabamos de obtener sería también la de demanda agre-
gada.
En la figura 10.2 se representa una función de consumo C y se incluye también
una recta (C = Y) que es bisectriz del ángulo que forman los ejes: como es equidis-
tante del eje del consumo y del eje de la renta, quiere decirse que está formada por
puntos para los cuales los niveles de renta y consumo son iguales.
Para que la economía estuviese en equilibrio se debería dar la identidad entre la
producción y el gasto, es decir, en este caso DA = C = Y. Eso sólo ocurre para una
renta Y0, que sería el nivel de renta de equilibrio.
Si el nivel de renta estuviese en cualquier nivel a su derecha, por ejemplo en
Y1, la producción sería mayor que la demanda de consumo de las familias: las
empresas reducirían su producción, despedirían trabajadores o éstos trabajarían
menos horas, hasta llegar a un nivel de producción que iguale a la demanda de
consumo.
10.2. EL AHORRO
Aunque se puede deducir que el ahorro es sencillamente un residuo del consu-
mo, es decir, la parte de renta que no se consume, en realidad ocurre que las deci-
siones de ahorrar y la magnitud del ahorro no equivalen exactamente a las de no
consumir, sino que son algo más complejas. Hay efectivamente un juego de decisio-
nes que afectan conjuntamente al consumo y al ahorro, por lo que conviene analizar
aisladamente la problemática del ahorro.
El análisis clásico entiende que mantener una parte de la renta sin gastar, tener
dinero durmiente, no tiene utilidad en sí mismo. Sin embargo, hoy día se debe con-
siderar que el ahorro no es dejar de usar la disponibilidad de renta actual, sino tratar
de aumentar la riqueza del mañana.
Desde este punto de vista, se considera que el ahorro dependerá del poder de
compra, presente y futuro, que proporcionen los tipos de interés existentes. Si, por
ejemplo, los tipos de interés y los incrementos en el nivel de precios son iguales,
resulta que no aumentará el poder de compra futuro, pero ocurrirá lo contrario si los
tipos de interés aumentan más que los precios.
Se puede decir entonces que el ahorro depende del tipo de interés y que este
último es en realidad la remuneración de la abstinencia presente, la compensación
por no consumir en el momento actual. Pero se pueden añadir también otras razones
de muy variado tipo que influyen en la decisión o en la posibilidad de ahorrar de las
familias. Entre ellas se encuentran las siguientes:
Además de todo ello, hoy día se tiende a considerar que las familias ahorran,
principalmente, con carácter preventivo, con el fin de lograr un patrimonio que les
permita hacer frente a la incertidumbre futura y a la posibilidad de sufrir disminu-
ciones de rentas con el paso del tiempo. En concreto, las expectativas de sufrir des-
empleo o de no disponer de pensiones públicas de jubilación influyen en la actuali-
dad de manera muy decisiva en la generación de ahorro.
10.3. LA INVERSIÓN
Como sabemos, la demanda de inversión es la parte del producto total que se
destina a aumentar el capital existente en la economía.
La importancia de la inversión como componente de la demanda agregada deri-
va de dos factores. Por un lado, porque es el factor fundamental para que exista
acumulación de capitales y crecimiento de la actividad económica. Pero, además,
porque es una variable mucho más inestable y volátil que las demás y sus alteracio-
nes afectan en mayor magnitud a la producción y la renta globales.
Determinantes de la inversión
A nivel microeconómico una empresa decide realizar una determinada inversión
comparando dos variables: por un lado, el rendimiento interno o eficiencia marginal
del capital, que le puede proporcionar llevarla a cabo. Es decir, el incremento de
beneficio que podría obtener si la realiza, y, por otro, el rendimiento que podría ob-
tener si los recursos que destinaría a la inversión los colocara en el mercado finan-
ciero, es decir, el interés que percibiría.
Así, si una empresa puede obtener un 7% de rendimiento al comprar nuevas máqui-
nas y aumentar la producción, pero los tipos de interés en el mercado financiero son del
10%, no llevaría a cabo la inversión, si es que busca el máximo beneficio, pues obten-
dría más rendimiento colocando sus recursos en fondos financieros de cualquier tipo.
Se puede generalizar entonces diciendo que la demanda de inversión de una
economía evoluciona de manera inversa a como lo hacen los tipos de interés: cuan-
do éstos aumentan, disminuye la demanda de inversión, y viceversa.
Al mismo tiempo, la inversión también podría depender del nivel de renta na-
cional, pues cabe pensar que a medida que esta última sea mayor, hay más recursos
disponibles para el ahorro y, por extensión, para la inversión. Cuando esto ocurre,
decimos que hay una inversión inducida por la renta.
Sin embargo, el problema principal de la demanda de inversión es que se trata
de una variable muy inconstante, que en realidad depende no sólo de la eficiencia
marginal del capital, del tipo de interés y de la renta, sino, en general, de los bene-
ficios totales que pueden esperarse si se realiza, y éstos dependen de circunstancias
muy variadas. Eso es lo que hace que la inversión, siendo como es una variable tan
importante y estratégica, resulte muy volátil en las economías capitalistas, muy difí-
cil de controlar y de incentivar. Como veremos más adelante, eso es lo que en bue-
na medida explica que las economías capitalistas sean tan sumamente inestables y
estén expuestas muy a menudo a crisis y a grandes fluctuaciones de la actividad.
El efecto multiplicador
El efecto acelerador
Como sabemos, las empresas realizan inversión cuando necesitan más capital
para poder generar mayor volumen de producción, pero esto sólo ocurre, lógicamen-
te, cuando estiman que las ventas van a aumentar.
Eso quiere decir que la inversión sólo aumentará cuando aumenten las ventas, que
a su vez aumentarán cuando se eleve la renta. Por tanto, si las ventas se mantienen
constantes, no será necesario que las empresas realicen nuevas inversiones.
Resulta entonces que para que se incremente la demanda de inversión por las
empresas no será suficiente con que se mantengan las ventas, sino que es necesario
que estén en continuo aumento. De ahí se deduce el llamado efecto o principio del
acelerador, que indica que para mantener la demanda agregada es necesario que la
producción y la renta estén en permanente expansión. Podríamos decir entonces que
a la inversión y a la renta les ocurre lo que a cualquier ciclista: si se para, se cae.
El problema es que estos procesos se producen amplificándose uno a otro. Si las
ventas no crecen, caerá la inversión (efecto acelerador), pero eso dará lugar a una
disminución mucho mayor de la renta (efecto multiplicador), lo que llevará consigo
nuevas caídas en las ventas y nuevas disminuciones amplificadas de la inversión,
que provocarán una nueva reducción de la renta...
Así, de manera sucesiva, se genera una especie de círculo vicioso del que no se po-
drá salir hasta que algún factor, seguramente exógeno, provoque un cambio de tendencia.
Afortunadamente, también ocurre el proceso contrario, un círculo virtuoso cuando
un pequeño aumento de las ventas da lugar a un incremento mayor de la inversión
(efecto acelerador), que provoca un aumento mayor de las rentas y de las ventas (efec-
to multiplicador), que de nuevo incrementa la inversión, y así sucesivamente.
Como sabemos, el excedente necesario para que exista inversión sólo se puede
generar si una economía es capaz de ahorrar. Ésta es la base necesaria para que las
economías crezcan, es decir, para que tengan una capacidad renovada de producción
de bienes y servicios.
Por esa razón, la evolución del ahorro será un asunto central cuando se estudian
las condiciones del crecimiento económico.
La ausencia del ahorro necesario constituye, por tanto, una seria incapacidad de
las economías para generar actividad futura, pues no se podría financiar la inversión
Los diferentes análisis que se realizan sobre este mercado, y sobre el equilibrio
macroeconómico en general, difieren a la hora de evaluar las consecuencias y la
naturaleza de las situaciones de desequilibrio que pueden darse.
Así, los que creen que los mercados funcionan sin dificultad y libremente con-
sideran que esta situación sólo será pasajera: si, por ejemplo, hay exceso de ahorro,
es decir, recursos financieros sobrantes, bajarán entonces los tipos de interés. Pero
con tipos de interés más bajos, el ahorro será menos atractivo, lo que lo hará des-
cender su nivel hasta la situación de equilibrio. Al mismo tiempo, el exceso de ofer-
ta de bienes al que daría lugar haría disminuir el precio de éstos y aumentaría el
atractivo del consumo. En suma, el juego de los precios permitiría por sí solo reco-
brar el equilibrio.
Los economistas keynesianos consideran, por el contrario, que los precios no son
tan flexibles, de manera que puede darse entonces un desequilibrio permanente entre
el ahorro y la inversión. En el caso anterior, si hay exceso de ahorro se produciría una
insuficiencia del gasto agregado que no se resolvería automáticamente por vía de los
precios. Los keynesianos, en este caso, entienden que la situación debe resolverse de
un modo exógeno, es decir, mediante intervenciones del sector público inyectando re-
cursos adicionales de gasto que el ahorro excesivo está retirando del mercado.
— Las hipótesis más aceptadas señalan que el consumo agregado tiene una estrecha
relación no sólo con la renta familiar del momento, sino con la relativa y con la
que se espera disfrutar a lo largo del tiempo o ciclo vital. Además, en el consu-
mo influyen la riqueza, la distribución de la renta, los tipos de interés, las expec-
tativas sobre los precios, los impuestos y factores psicológicos y culturales.
— Los estudios empíricos muestran que el ahorro es función del poder de compra
y también de otras variables como la riqueza familiar, la situación demográfica,
la distribución de la renta, los precios y las características del sector financiero.
— A nivel agregado es difícil determinar los factores que influyen más directamente
en la demanda de inversión dado su carácter volátil e incierto. Puede considerarse
que tiene una componente influida por la renta (inversión inducida) y otra que no
depende de ella. Su gran incidencia en la determinación del equilibrio proviene de
los efectos multiplicador y acelerador que produce sobre la renta.
— Para que la economía se encuentre en equilibrio es preciso que la demanda de in-
versión prevista sea igual al ahorro. Las respuestas a un desequilibrio entre estas
variables son diferentes dependiendo del modelo teórico del que se parta. Quienes
creen que los mercados pueden funcionar libremente entienden que el ajuste se da
a través de los precios, mientras que los keynesianos deducen que es necesaria una
intervención externa a través del gasto público para recobrar el equilibrio.
CONCEPTOS CLAVE
Propensión marginal al consumo.
Efecto imitación.
Renta relativa.
Renta permanente.
Ciclo vital.
Función de consumo.
Eficiencia marginal del capital.
Efecto multiplicador de la inversión.
Efecto acelerador de la inversión.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué se entiende por propensión marginal al consumo?
2. ¿Por qué se dice que PMC + PMA = 1?
3. ¿Es cierto que, a medida que aumenta la renta, el nivel de ahorro aumenta tam-
bién aunque en menor proporción? Justifique su respuesta.
4. ¿Qué aportación importante a la teoría del consumo realizó Duesenberry? Resu-
ma la teoría de Friedman sobre el consumo.
5. ¿Por qué serán puntos de equilibrio macroeconómico los que equidistan del eje
de la renta y del eje de la demanda agregada?
6. ¿En qué sentido la distribución de la renta influye sobre las decisiones de con-
sumo de las familias?
7. ¿Por qué se dice que los tipos de interés y las condiciones del crecimiento in-
fluyen sobre las decisiones de consumo de las familias?
8. ¿En qué condiciones las expectativas sobre los precios influyen sobre las deci-
siones de consumo de las familias?
9. Indique su opinión sobre el papel de la publicidad como determinante del consumo.
10. Indique los principales determinantes del ahorro que se genera en una eco-
nomía.
11. ¿Por qué se dice que la inversión es una de las componentes más importantes
de la demanda agregada?
12. ¿En qué consiste el efecto multiplicador de la inversión?
13. ¿Por qué cuanto mayor sea la PMC, mayor será también el efecto multiplica-
dor de la inversión?
14. ¿Qué es el efecto acelerador y qué diferencias y concomitancias tiene con el
multiplicador?
15. Explique cuál es el sentido económico y la importancia de la identidad
Ahorro ≡ Inversión.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 20.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Cap. 22.
Gimeno, J., González, M., Guirola, J. M. y Ruiz-Huerta, J. (2008). Principios de
Economía. McGraw-Hill. Cap. 7.
González, M. J. y Pérez, A. (2009). Introducción a la Economía. Pearson Prentice
Hall. Madrid. 4.ª edición. Cap. 9.
Heyne, P. (2005). Conceptos de economía. El mundo de los economistas. Pearson
Prentice Hall. Cap. 20.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012): Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 18.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Cap. 26.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 14.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Cap. 25.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. McGraw-Hill. Caps. 16, 22.
Schiller, B. R. (2008). Principios de economía. McGraw-Hill. Cap. 11.
Lecturas complementarias
Consumo, inversión
Bowles, S. y Edwards, R. (1990). Introducción a la economía. Cap. 5.
Clásicos de la economía
Veblen, Th. (2008). Teoría de la clase ociosa. Alianza Editorial.
2. Empresas públicas. Son las empresas que actúan normalmente en los merca-
dos pero cuya propiedad es de alguna de las diferentes administraciones que
acabamos de señalar.
Desde posiciones más críticas con el modelo neoclásico y con las prácticas po-
líticas de inspiración keynesiana, se interpreta que la intervención del Estado es una
consecuencia de la tendencia a la baja de la tasa de beneficio privado. Frente a ello,
no cabrían más alternativas que la concentración de capitales (para encontrar mejo-
res y más rentables posiciones de mercado) o que la financiación pública se hiciera
cargo de las actividades necesarias pero no rentables al capital privado (sanidad,
formación, administración civil, etc.).
James O’Connor, por ejemplo, entiende que las dos grandes funciones del Esta-
do en las economías capitalistas son las de acumulación y legitimación.
La primera persigue aumentar la tasa de beneficios privados, y para ello la in-
versión y el consumo social se destinan a incrementar la productividad o a reducir
los costes de reproducción de la mano de obra. La segunda trata de garantizar un
estado adecuado de armonía social, y para ello utiliza los gastos sociales en destinos
que permitan crear un clima de consenso social, o al menos que eviten el conflicto
inmediato por la apropiación de la renta.
O’Connor considera que el crecimiento de la intervención estatal ha tenido
como consecuencia el impulso del sector monopolista de la economía y que da lu-
gar a grandes contradicciones: mientras que se socializan cada vez más los costes
del capital (lo que origina una brecha entre los gastos y los recursos públicos que
provocan lo que denominó la crisis fiscal del Estado), el excedente social es apro-
piado por el sector privado.
Como acabamos de señalar, una función esencial del sector público es la regu-
lación de la vida económica, es decir, establecer las normas que deben respetarse,
los procedimientos que deben seguirse a la hora de que los agentes económicos ac-
túen por su propia cuenta para resolver los problemas económicos.
La intervención del sector público como regulador de la vida económica no es
solamente necesaria porque todas las relaciones humanas en general precisan de
normas y leyes de comportamiento que todos debemos respetar. Además, hay razo-
nes económicas de peso que justifican esta función pública.
ciendo períodos de análisis y medidas de control que, aunque son muy cos-
tosos, garantizan que los medicamentos que se ponen en el mercado reúnen
todas las garantías deseadas.
c) Mercados ineficientes. Otras veces, resulta que el mercado no es eficiente,
por ejemplo, porque las empresas que actúan en él no tienen la dimensión
adecuada. En esos casos, el sector público debe regular la actividad para
garantizar lo que se llaman las economías de escala, es decir, el tamaño
oportuno para que las empresas obtengan el máximo rendimiento.
d) Competencia imperfecta. Finalmente, el sector público no sólo debe regular
la vida económica cuando no se esté dando la suficiente competencia, sino
que a veces tiene que intervenir justamente para evitar que se produzca de
la forma despiadada que muchas veces predomina en los mercados y que
tiene efectos muy negativos, tanto sobre las propias empresas como sobre
los consumidores y los intereses generales de la sociedad.
El sector público regula una amplísima gama de actividades que tienen que ver
con los asuntos económicos. Y eso ocurre prácticamente de forma generalizada en
todos los países del mundo.
Sus principales campos de actuación reguladora son los siguientes:
La actuación estatal más importante desde el punto de vista del análisis macro-
económico es la intervención del Gobierno sobre las grandes magnitudes económi-
cas con el fin de alcanzar los objetivos que conforman lo que Nicholas Kaldor de-
nominó un «cuadrado mágico»: el crecimiento económico, la estabilidad de los
precios, el pleno empleo y el equilibrio exterior.
Para tratar de lograr esos objetivos se dispone de una amplia gama de políticas
e instrumentos:
Los gastos públicos son extraordinariamente variados y por ello resulta útil cla-
sificarlos, lo que puede hacerse utilizando diversos criterios.
De forma general y atendiendo a un criterio económico, se puede distinguir en-
tre tres grandes tipos.
Los gastos corrientes son los destinados a la retribución del personal al servicio
del sector público, así como a la adquisición de bienes y servicios, y a las transfe-
rencias corrientes.
Los gastos de inversión son aquellos con los que el sector público contribuye a la
formación bruta de capital en la economía o transfiere recursos de capital a otros sectores.
Los gastos financieros son los destinados a hacer frente a los intereses y a la
carga de la deuda del Estado.
También se puede distinguir entre gastos reales (o bilaterales), que llevan con-
sigo una contraprestación del sector al que van destinados, y gastos de transferencia
(o unilaterales), que se realizan sin que el sector público reciba pago alguno del
agente al que se destinan.
Con un criterio funcional se distinguen las diferentes áreas o destinos a los que
se aplica el gasto (justicia, obras públicas, educación, pensiones, deuda pública...).
Como es natural, y sea cual sea la causa de su aumento, los gastos públicos de-
ben financiarse. Eso se puede hacer por tres vías: con los ingresos por la venta de
los bienes y servicios que producen las empresas públicas, por vía coactiva (princi-
palmente por medio de impuestos) o acudiendo al endeudamiento.
La vía de los ingresos coactivos es la más importante, y dentro de ella destacan
sobremanera los que se obtienen de los impuestos y las cotizaciones sociales.
Los primeros constituyen el pago obligado que familias y empresas realizan al
Estado o a otros sujetos económicos dependientes de él, sin contraprestación y se-
gún las condiciones fijadas por la ley. Aunque hay una gran variedad de impuestos,
aquí sólo señalaremos dos. Los impuestos directos son los que gravan la riqueza o
la renta en sí mismas y de manera inmediata o personal. Por ejemplo, el impuesto
sobre la renta, el del patrimonio o el del beneficio de las empresas. Todos ellos re-
caen sobre un sujeto determinado en virtud de obtener un determinado ingreso o
beneficio o tener un patrimonio. Los impuestos indirectos gravan determinadas acti-
vidades sin atender a la capacidad económica del agente que las realiza. Por ejem-
plo, el impuesto sobre el valor añadido (IVA) que se establece en diferentes porcen-
tajes sobre determinadas actividades.
Las cotizaciones sociales son pagos que se realizan al Estado vinculados a la
percepción de los salarios por los trabajadores. Constituyen una especie de salario
indirecto, pues con cargo a ellas se financia la Seguridad Social y todas sus presta-
ciones, que constituyen rentas en especie percibidas por los trabajadores.
Desde el punto de vista de la demanda agregada, lo que interesa destacar es que
los impuestos constituyen disminuciones de la renta disponible de las familias o las
empresas y, por lo tanto, su magnitud e incluso su naturaleza concreta influirán de-
cisivamente en la determinación del equilibrio económico.
incrementos del gasto realizado por el sector público aumentan la demanda agrega-
da y, en consecuencia, permiten elevar el nivel de renta nacional.
El efecto multiplicador del gasto público es lo que hace que la intervención del
gobierno por esta vía sea particularmente atractiva y eficaz para lograr incrementos
en el nivel de renta. Pero es muy importante tener en cuenta que ese efecto se pro-
duce efectivamente sólo si se dan unas condiciones muy precisas, entre las que des-
tacan las siguientes:
— Deben existir recursos ociosos en la economía. De no ser así, un incremento
del gasto público no podría producir más aumento en la producción y la
renta, sino tan sólo subidas de precios.
— La propensión marginal al consumo debe mantenerse constante o aumentar a
medida que aumenta la renta. Si se reduce, como los análisis empíricos parecen
demostrar, el efecto final del incremento del gasto público sería mucho menor,
puesto que aumentos sucesivos en la renta se irían traduciendo cada vez en más
ahorro, es decir, en menos gasto de consumo y efecto multiplicador más reducido.
— El incremento del gasto público debe aumentar no sólo la renta nacional,
sino también la renta disponible de las familias. Si se consigue un aumento
de la renta nacional pero luego hay impuestos, cotizaciones o beneficios no
distribuidos que reducen ese incremento, resultará que no hay efecto final de
incremento de la renta.
— Los incrementos de consumo inducidos por el gasto público deben darse en
bienes nacionales. Si se dedican a la compra de bienes extranjeros, no su-
pondrán aumentos de la renta nacional.
La polémica acerca de la eficacia del gasto público como fórmula de impulso de
la demanda agregada se ha basado, precisamente, en verificar si estas circunstancias
se cumplen o no, es decir, hasta qué punto el efecto multiplicador es significativo y
tiene potencia suficiente para generar movimientos en la renta de mayor magnitud
que otras componentes de la demanda agregada.
La mayor parte de los ingresos públicos (en España algo más del 80%) proviene
de los impuestos de diferentes tipos que establece el Estado y puede recaer sobre
muy distintos tipos de actividades económicas, según el objetivo que se persiga con
ellos.
Por ejemplo, pueden establecerse sobre las diferentes rentas de las personas fí-
sicas (impuesto general sobre la renta), sobre los beneficios de las empresas (im-
puestos sobre sociedades), sobre la renta gastada en el consumo (impuesto personal
sobre el gasto) o sobre el consumo en el momento de la venta (impuesto sobre las
ventas), entre otros.
Todas estas posibilidades dan lugar a tipos muy variados de impuestos, cada
uno de ellos con efectos singulares sobre las variables macroeconómicas y, en gene-
ral, sobre el sistema económico. Se estudian en los cursos de Hacienda Pública y
aquí nos limitamos a señalar su incidencia en la demanda agregada de forma ele-
mental.
Es decir,
CONCEPTOS CLAVE
Ámbito del sector público.
Regulación.
Instrumentos de política económica.
Política fiscal.
Gastos públicos.
Ingresos públicos.
Impuestos.
Cotizaciones sociales.
Déficit público.
Efecto incentivo.
Efecto sustitución.
Efecto renta.
Estabilizadores automáticos.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué diferentes instituciones conforman el sector público?
2. Señale las diferentes funciones económicas del Estado y coméntelas.
3. Indique los principales modos de actuación del sector público en la vida eco-
nómica.
4. ¿Qué se entiende por regulación de la vida económica y qué razones la pueden
justificar?
5. Indique los ámbitos en que se da la regulación económica del sector público.
6. Comente las ventajas e inconvenientes de la regulación.
7. Enumere instrumentos que puede utilizar la política económica.
8. ¿En qué se diferencia un gasto público corriente de uno de inversión? Ponga
algún ejemplo de ambos.
9. Señale las características del gasto público en las etapas del gasto clásico, de
bienestar, intervencionista y neoliberal.
10. ¿Por qué la mayor participación de las rentas más bajas en los procesos de
decisión originó, según Atkinson y Stiglitz, aumentos en el gasto público?
11. Defina lo que es el déficit público y la deuda pública y comente sus principa-
les efectos sobre el conjunto de la economía y el bienestar.
12. ¿Por qué es preciso que existan recursos ociosos en la economía para que el
efecto multiplicador del gasto público se produzca efectivamente?
13. ¿En qué diferentes momentos del proceso económico se pueden establecer los
impuestos?
14. ¿Qué es un estabilizador automático? Señale los que conozca.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 21.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Cap. 5.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 18.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Cap. 26.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 14.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Cap. 26.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Caps. 23, 24.
Schiller, B. R. (2008). Principios de economía. McGraw-Hill. Cap. 12.
Lecturas complementarias
Hacienda Pública
Bustos, A. (2011). Curso básico de Hacienda Pública. Colex.
Clásicos de la economía
Bastiat, F. (2009). Obras escogidas. Unión Editorial. Cap. 2, «Lo que se ve y lo que
no se ve».
Como medio de pago, el dinero circula, cambia de manos y sirve para muchas
transacciones.
En diferentes economías y en distintas situaciones económicas circula con ma-
yor o menor rapidez. Esta velocidad de circulación del dinero (V) es el número de
veces en que se emplea una unidad monetaria para comprar bienes y servicios du-
rante un tiempo determinado. Más rigurosamente, expresa el número medio de ve-
ces por año que se emplea el dinero en la compra del flujo anual de la producción,
y se puede calcular dividiendo el PIB entre la cantidad total de dinero:
V ≡ PIB/M (1)
Si el PIB es, por ejemplo, de 1 billón de euros y la cantidad total de dinero o
de medios de pago circulantes es de 500.000 millones de euros, la velocidad de cir-
culación habría sido de 2. Es decir, que cada unidad monetaria habría cambiado de
manos un promedio de dos veces al año, una vez cada seis meses.
Como sabemos, el Producto Interior Bruto se puede descomponer en precios y
cantidades. Es decir, PIB ≡ P × Q, siendo P el precio promedio de los productos
finales y Q las cantidades físicas producidas.
Por tanto, la identidad anterior (1) puede expresarse de otra forma:
V ≡ (P × Q)/M (2)
Despejando, la expresión anterior es también la siguiente:
MV ≡ PQ (3)
Estas expresiones son «identidades», puesto que expresan relaciones por defini-
ción: la cantidad total de dinero empleada en el producto final (M × V) debe ser
idéntica a la cantidad total percibida a cambio del producto final (P × Q). Sin em-
bargo, si incorporamos algunos supuestos, se podrán sustentar proposiciones impor-
tantes relativas a la política monetaria, que más tarde tendremos la ocasión de ana-
lizar con detalle.
Si se supone, por ejemplo, que la velocidad de circulación del dinero es estable
(porque depende de los hábitos y de otras circunstancias más o menos dadas) y que
Q es más o menos constante (porque, por ejemplo, se supone que tiende a ser la
producción de pleno empleo), se deducirá que el nivel de precios (P) dependerá de
la cantidad total de dinero (M), de manera que quien tenga influencia sobre la can-
tidad de dinero podrá influir sobre el nivel de precios.
Como hemos dicho, el dinero legal lo crean los bancos centrales, que son quie-
nes analizan la situación de la economía y emiten o retiran monedas y billetes de la
circulación. El dinero bancario lo crean los bancos comerciales, aunque los bancos
centrales también pueden influir sobre la cantidad que se puede crear a través de
diversos instrumentos que tienen a su alcance.
Por tanto, bancos comerciales y banco central son los dos grandes pilares del
sector financiero. Estudiaremos a continuación cómo crean el dinero y cómo contro-
lan su circulación, así como las dificultades y problemas que eso lleva consigo.
Los bancos son intermediarios financieros que tienen dos grandes funciones:
recoger los recursos de los ahorradores en forma de depósitos y hacer que éstos lle-
guen a la inversión.
Los depósitos de los ahorradores pueden ser de tres tipos fundamentales:
— Depósitos a la vista: aquellos cuyos fondos se pueden retirar en cualquier
momento a través de cheques. Por esa razón tienen una retribución o interés
muy bajo.
— Depósitos a plazo: cuyos fondos sólo se pueden retirar una vez que termina
el período de depósito establecido en el contrato. El interés suele ser más
elevado porque son menos líquidos.
— Depósitos de ahorro: hoy día prácticamente igual de líquidos que los depó-
sitos a la vista, aunque se diferencian en que los movimientos se hacen con
una cartilla en lugar de con cheques.
Tradicionalmente se habían distinguido dos grandes tipos de bancos según el
uso que hicieran de los depósitos que reciben.
Los bancos comerciales se dedican simplemente a recibir depósitos y a prestar
a sus clientes (a consumidores para adquirir bienes de consumo o para comprar vi-
viendas, o a empresas para que inviertan).
La diferencia entre el tipo de interés que pagan a quienes depositan dinero en
los bancos y el que cobran a quienes prestan es lo esencial del negocio de los ban-
cos comerciales y de donde procede su principal beneficio.
Los bancos de inversión colocan ellos mismos los recursos de sus depositantes
en diferentes tipos de negocios. Así obtienen mayor rentabilidad que prestando, aun-
que incurren en mayor riesgo.
Sin embargo, desde los años noventa del siglo pasado apenas hay diferencia en-
tre ambos tipos de bancos, pues casi todos ellos se dedican a los dos tipos de ope-
raciones, algo que ha sido bastante negativo, pues el riesgo de la inversión ha con-
taminado los balances más «conservadores» de la pura intermediación comercial.
Ésa ha sido precisamente una de las causas de la última gran crisis económica.
Aquí nos vamos a limitar a estudiar la función de los bancos comerciales como
prestamistas, que es la que les permite crear el dinero bancario.
Como se ha supuesto que el banco no desea mantener más que las reservas re-
queridas, en la siguiente etapa 2 utilizará las excedentarias para conceder un présta-
mo, por ejemplo, al Sr. Miguel por valor de los 980 euros excedentarios.
El Sr. Miguel abre enseguida un nuevo depósito en el banco por valor de esos
980 euros, que ahora están a su disposición. Y al crearse ese nuevo depósito apare-
cen una parte de esos 980 euros como reservas requeridas (el 2% de 980 = 19,6) y
otra como reservas excedentarias (98% de 980 = 960,4). Es decir:
En una siguiente etapa 3, el banco procederá a prestar esos 960,4 euros que tie-
ne como reservas excedentarias, por ejemplo, a la Sra. María, que los recibe e inme-
diatamente hace un depósito con esa cantidad. Y de ese nuevo depósito de 960,4
euros el banco distingue un 2% (0,02 × 960,4 = 19,2 euros) como reservas requeri-
das y el 98% (0,98 × 960,4 = 941,2 euros) como reservas excedentarias. Es decir:
En una siguiente etapa 4, el banco prestará los 941,2 euros de reservas exceden-
tarias, por ejemplo, al Sr. Pedro. Éste hará un nuevo depósito por esa cantidad y
habrá entonces reservas requeridas por valor de 18,8 euros (0,02 × 941,2 = 18,8
euros) y excedentarias de 922,3 (0,98 × 941,2 = 922,3 euros). Es decir:
El coeficiente de retención
Hasta aquí hemos supuesto que todo el dinero recibido por los prestatarios era
ingresado en depósitos a la vista. Lo normal será, por el contrario, que los agentes
económicos retengan una parte de su dinero en efectivo y que no todo lo depositen
en el banco. En este caso, las sucesivas cantidades que los bancos concedían en
préstamos (980; 960,4; 941,2...) no hubieran sido íntegramente depositadas de nuevo
en otros bancos.
Ese diferente grado de retención del dinero por parte del público depende de los
hábitos de compra, de la época y de otros factores conocidos, de manera que se puede
estimar más o menos exactamente el llamado coeficiente de retención —es decir, el
porcentaje que retienen— para incorporarlo al proceso que acabamos de explicar.
Si, por ejemplo, el coeficiente de retención (r) hubiera sido del 1%, resultaría
que en la columna de nuevos depósitos las cantidades respectivas habrían estado
multiplicadas en cada etapa por 0,99, puesto que al retener al público el 1% de su
dinero sólo el 99% es destinado a nuevos depósitos.
En este caso el efecto multiplicador sería menor: ahora sería igual a (1 – r)/c.
En cada país existe un banco central que se encarga de llevar a cabo estas im-
portantes funciones. En España es el Banco de España, que tiene básicamente las
mismas funciones que las señaladas genéricamente más arriba, aunque, a su vez,
pertenece al Sistema Europeo de Bancos Centrales. Éste está constituido por el Ban-
co Central Europeo y por los bancos centrales de los países que forman parte de la
Unión Europea, con independencia de que hayan adoptado el euro o no.
En los últimos años se ha impuesto el criterio de que los bancos centrales de-
ben ser autoridades muy independientes para que los gobiernos no influyan en sus
decisiones. Eso tiene la ventaja de que pueden ejecutar sus políticas monetarias
con gran eficacia, pero también tiene el inconveniente de que su actuación puede
ser antidemocrática al no estar sometidos a la voluntad popular de la que nacen
los gobiernos.
El banco central actúa como un banco más y recibe depósitos tanto del sector
público como de otros bancos privados o del sector exterior y con cargo a ellos con-
cede créditos de diverso tipo.
En el Activo de su Balance (donde se registran los bienes que posee y los dere-
chos a su favor) aparecen, como podemos ver en el recuadro, los derechos que tiene
frente a terceros como consecuencia de haberles concedido créditos, además de los
activos reales que puedan ser de su propiedad.
La base monetaria
El efectivo en circulación y los depósitos de los bancos en el banco central cons-
tituyen activos completamente líquidos para sus poseedores. El efectivo porque es di-
nero metálico y los depósitos de los bancos en el banco central porque se pueden re-
tirar en cualquier momento sin ningún problema. Debido a su alta liquidez decimos
que ambos conceptos constituyen la base monetaria o dinero de alta potencia:
Base monetaria =
= Efectivo en manos del público + Efectivo en caja de los bancos +
+ Depósitos de los bancos privados en el banco central
Base monetaria = Efectivo en manos del público + Activos de Caja de los bancos
BM = Ep + ACB
Más adelante veremos la importancia que tiene este concepto de cara a llevar a
cabo la política monetaria y la creación de dinero por parte del banco central.
Los individuos necesitan disponer de dinero, en primer lugar, para poder adqui-
rir bienes y servicios, y para ello se precisan medios de pago muy líquidos, mone-
das o billetes y el dinero bancario de depósitos a la vista.
Lo que se busca cuando se demanda dinero para transacciones es que proporcio-
ne capacidad de compra. No se está interesado en disponer de más o menos mone-
das o billetes, sino de un determinado poder adquisitivo. Eso quiere decir que la
demanda de dinero para transacciones tiene en cuenta los precios a la hora de deter-
minar qué cantidad de dinero se desea disponer. Por eso se dice que la demanda de
dinero por motivo de transacción es una demanda de saldos reales.
Esta demanda de dinero para transacciones depende de la renta, pues es de esta
variable de la que fundamentalmente depende el volumen de transacciones que rea-
lizan los agentes económicos. Diremos entonces que la demanda de dinero es elás-
tica respecto a la renta.
financieras, han ganado liquidez los activos financieros. Hoy día, por ejemplo, se
puede disponer de manera prácticamente inmediata de los saldos de una cuenta de
ahorro o, incluso, de un depósito a plazo. Además, otros activos financieros se acep-
tan en muchas operaciones como medios de pago. Se ha producido un fenómeno de
innovación financiera que proporciona activos financieros suficientemente líquidos
como para que puedan ser efectivamente utilizados como medios de pago y a los
que se les suele llamar cuasi dinero. Ésa es la razón por la que las autoridades mo-
netarias han ampliado progresivamente la definición de oferta monetaria, de tal
modo que, en cada momento, refleje con exactitud la variedad de medios de pago
que circulan en una economía. De ahí han surgido los conceptos adicionales de
Oferta monetaria, M2, M3, M4...:
M2: compuesto por los pasivos incluidos en M1 más los depósitos a plazo de
hasta dos años y los depósitos disponibles con preaviso de hasta tres meses.
M3: compuesto por los pasivos incluidos en M2 más otros menos corrientes
como las cesiones temporales, las participaciones en fondos del mercado monetario
e instrumentos del mercado monetario y los valores de renta fija de hasta dos años,
emitidos por las instituciones financieras monetarias.
A la hora de elaborar la política monetaria, las autoridades deben decidir cuál
de estos agregados responde mejor a las condiciones económicas reales, cuál es el
que se manifiesta más nítidamente en las fuentes estadísticas y, en suma, el que
debe ser objeto de control por entender que refleja más adecuadamente las funcio-
nes que el dinero cumple para alcanzar el equilibrio en todos los mercados.
Los que más directamente reflejan el dinero, es decir, los activos más líquidos,
son M1 y M2. Pero el Eurosistema y muchos otros bancos centrales eligen M3 por-
que no les interesa controlar sólo lo que ya es dinero, sino lo que puede serlo en un
plazo relativamente cercano. Y también porque se entiende que los activos vincula-
dos a operaciones a plazo forman parte de un modo más estable de los medios de
pago generalmente utilizados por los agentes económicos.
M = Ep + D (1)
BM = Ep + ACB (2)
Pues bien, si dividimos entre sí las dos ecuaciones (M/BM) y cada uno de sus su-
mandos entre D, de modo que la igualdad no varíe, se obtiene la siguiente expresión:
M Ep + D Ep/D + D/D
––– = ––––––––– = ––––––––––––– (3)
BM Ep + ACB Ep/D + ACB/D
Ahora bien:
Ep/D es la cantidad de efectivo que los agentes mantienen en relación con los
depósitos, es decir, es un coeficiente de retención (r).
ACB/D es la relación entre los activos de caja de los bancos y los depósitos to-
tales, es decir, un coeficiente de caja (c).
Por tanto, si sustituimos en (3):
M r+1
–––– = ––––––– (4)
BM r + c
o, lo que es igual:
r + 1
M = BM –––––––– (5)
r + c
Eso indica que hay una relación directa entre la base monetaria (BM) y la ofer-
ta monetaria (M). Esta última es la base monetaria (BM) multiplicada por la expre-
sión (r + 1)/(r + c). Es por eso que a este último cociente se le denomina multipli-
cador monetario.
Dicho de otro modo, resulta que las modificaciones de la base monetaria afectan
a la oferta monetaria en una magnitud mayor o menor, que dependerá de cuáles
sean los valores de los coeficientes de retención y caja. Si la autoridad monetaria
consigue modificar la base monetaria (la cantidad de efectivo en manos del público,
el efectivo en caja de los bancos o sus depósitos en el banco central), el coeficiente
de caja o el de retención podrán influir sobre la cantidad de dinero circulante (M).
Como hemos analizado ya, la demanda de dinero respecto del tipo de interés
viene determinada por la mayor o menor necesidad de activos líquidos que tengan
los sujetos económicos en función del uso que hagan del dinero como depósito de
valor. Para un tipo de interés más alto, habrá menos demanda de dinero, puesto que
estará más caro y no compensará tanto adquirirlo. Y viceversa, cuando el tipo de
interés baje, aumentará la demanda de dinero para especulación.
Por lo tanto, podemos representar gráficamente la demanda de dinero como una
recta decreciente de izquierda a derecha, tal y como muestra la figura 12.1 A.
Esta recta de demanda de dinero tendrá más o menos inclinación o elasticidad
en función de cómo sea el grado de su respuesta ante variaciones del tipo de interés,
algo que sólo podremos conocer mediante el estudio empírico de lo que ocurre en
la realidad. Una cuestión de gran importancia sobre la que no se ponen de acuerdo
las diferentes corrientes económicas.
Por otro lado, la oferta de dinero viene dada por el banco central, puesto que
acabamos de ver que tiene capacidad para controlar la cantidad de dinero en circu-
lación y, por lo tanto, para establecer la oferta en el nivel que le parezca más opor-
tuno. Por eso se representa gráficamente, tal y como vemos en la figura 12.1 A,
como una perpendicular al eje de abscisas. Es decir, que sólo varía cuando el banco
central decida que esté en otro nivel.
El tipo de interés
i0
Dd1
Dd0
Cantidad de dinero
Podría haber ocurrido lo contrario. Que el banco central considerase que hay
demasiada circulación de dinero y que, en consecuencia, habría que disminuirla.
Para ello haría la operación inversa, reducir la oferta monetaria.
En principio, este objetivo puede ser cualesquiera de los que ocupan a la políti-
ca económica general: pleno empleo, estabilidad de precios, crecimiento a largo
plazo, distribución más equitativa, etc.
Cada Gobierno o Parlamento o la institución a quien legalmente corresponda
definirlos determina el objetivo u objetivos finales que debe perseguir la política
monetaria y encarga su ejecución concreta a su respectivo banco central.
El Banco Central Europeo tiene como objetivo principal o final mantener la es-
tabilidad de precios. Otros bancos centrales, como la Reserva Federal de Estados
Unidos, tienen además el del crecimiento económico y el pleno empleo.
En el caso europeo, el propio BCE estableció una definición cuantitativa de ese
objetivo de estabilidad de precios señalando que consiste en evitar que los precios
suban por encima del 2% anual a medio plazo. De esta manera el Banco Central
Europeo entiende que contribuye a que se consigan niveles de crecimiento económi-
co y de empleo elevados.
Objetivos intermedios
Para lograr ese objetivo, el Banco Central Europeo define una estrategia de po-
lítica monetaria, que es una descripción coherente y estructurada de la manera en
que se adoptarán las decisiones de política monetaria para que el banco central logre
el objetivo establecido.
Al ponerla en marcha el banco central debe disponer de la información y de los
análisis necesarios para adoptarla, y al aplicarla informa a los ciudadanos de la po-
lítica monetaria que va a realizar. Y por esa doble vía se busca aumentar su credibi-
lidad en los mercados financieros.
1
El Instituto Nacional de Estadística define al Índice Armonizado de Precios de Consumo como un
indicador estadístico cuyo objetivo es proporcionar una medida común de la inflación que permita rea-
lizar comparaciones internacionales. El de cada país cubre las parcelas que superan el uno por mil del
total de gasto de la cesta de la compra nacional.
Para poder determinar los riesgos que puedan afectar a la estabilidad de precios
que debe mantener, el Banco Central Europeo analiza la evolución económica y mo-
netaria mediante lo que el banco llama un «enfoque basado en dos pilares», el aná-
lisis económico y el análisis monetario.
El primero tiene como objetivo evaluar los determinantes reales y financieros de
la evolución de los precios a corto y a medio plazo. Para ello evalúa periódicamen-
te la evolución del producto total, la evolución de la demanda y la situación de los
mercados de trabajo, una amplia gama de indicadores de precios y costes, las polí-
ticas presupuestarias y la balanza de pagos de la zona del euro.
El análisis monetario se centra en un horizonte temporal más amplio y se basa
en la estrecha relación existente entre el crecimiento monetario y la inflación a me-
dio y a largo plazo. Trata de analizar el comportamiento del agregado M3 para tener
una visión más amplia de la situación de liquidez en la economía y sus consecuen-
cias en términos de riesgos para la estabilidad de precios.
Variables operativas
Los bancos centrales deben elegir también una variable operativa que es el me-
canismo concreto de intervención que se va a utilizar para producir efectos que per-
mitan alcanzar los objetivos que se persiguen.
Lógicamente, la elección de la variable operativa depende de cuál haya sido el
objetivo intermedio establecido.
El Banco Central Europeo utiliza como variable operativa los tipos de interés,
porque considera que modificándolos al alza o a la baja puede influir sobre una am-
plia gama de otras variables de las que depende, según los análisis que realiza, la
evolución de los precios.
Como ya hemos apuntado anteriormente, la utilización del tipo de interés es
muy común entre los bancos centrales que quieren controlar los precios o favorecer
el empleo o el crecimiento de la actividad.
Si un banco central tiene como objetivo la estabilidad de los precios, como el
Banco Central Europeo, y observa que los precios están subiendo demasiado porque
hay exceso de demanda, el banco central puede frenar ese proceso subiendo los ti-
pos de interés para hacer más costosa la financiación del consumo o de la inversión
que considera excesiva y que presiona a la demanda.
Si el banco central también persigue el crecimiento y el pleno empleo, como
sucede con la Reserva Federal, y la economía se encuentra en situación depresi-
va, con alto nivel de paro, el banco central puede recurrir a bajar el tipo de in-
terés.
Esto último lo puede lograr, como sabemos, aumentando la oferta monetaria. Al
bajar el tipo de interés, la financiación de la actividad económica será más barata.
Es decir, se podrán obtener créditos para el consumo y para la inversión a coste más
reducido, e incluso el Estado podrá financiarse también con menor coste. Por lo
tanto, lo que ocurrirá será que aumentarán previsiblemente el consumo, la inversión
c) Reservas mínimas. Son las cantidades que el Eurosistema obliga a que las
entidades de crédito mantengan en cuentas abiertas en los bancos centrales naciona-
les con el objetivo de estabilizar los tipos de interés del mercado monetario. Actual-
mente está fijado en el 1% para los depósitos a la vista y en el 0% para los demás.
ros, el Banco Central Europeo puede utilizar otras medidas menos habituales. En-
tre ellas se encuentran las siguientes:
— Inyección de liquidez a tipo de interés fijo, en lugar de las que hace a interés
variable cuando realiza las habituales operaciones de mercado abierto. De
esa forma, cuando hay crisis o problemas graves, se garantiza de antemano
adjudicar el importe íntegro de liquidez solicitado por las entidades de cré-
dito.
— Reducción de los requisitos mínimos de garantía que las entidades de crédi-
to deben satisfacer para tomar prestado del Eurosistema y así facilitar su
acceso a la inyección de liquidez.
— Inyección de liquidez a plazo más largo.
— Modificación del coeficiente de reservas exigido.
A partir de 2012, y para hacer frente a la situación especialmente grave que ha-
bía provocado la crisis, el Banco Central Europeo (que tiene prohibido financiar a
los gobiernos) compró bonos gubernamentales en el llamado mercado secundario, es
decir, que no lo hizo directamente a los gobiernos cuando estos hicieron la oferta
pública, sino que los compró a las entidades que los habían adquirido antes.
Todas estas actuaciones son a veces contradictorias y requieren operar por diver-
sas vías y con diferentes instrumentos a la vez. Además, el cálculo de las variables
que intervienen y de los diferentes efectos multiplicadores que hay que considerar
es siempre difícil. Todo ello hace que la puesta en marcha y aplicación de la políti-
ca monetaria sea especialmente delicada y difícil de llevar a cabo.
Habitualmente (y sobre todo en los modelos teóricos) se considera que los ban-
cos centrales controlan efectivamente y con precisión la oferta monetaria, gracias a
los procedimientos que se han analizado. Sin embargo, lo cierto es que la política
monetaria se lleva a cabo en condiciones de gran incertidumbre, unas veces porque
los comportamientos de los sujetos económicos son inesperados y otras porque los
propios componentes de la base monetaria son erráticos o de difícil medición. Todo
eso provoca que la política monetaria de los bancos centrales, a pesar de los avances
en las técnicas estadísticas y econométricas, se lleve a cabo muchas veces en condi-
ciones de inseguridad, tensión y error.
Y una de las cuestiones clave para dilucidar la eficacia final de las políticas
económicas es determinar la naturaleza efectiva de los procesos de transmisión de
los efectos monetarios, esto es, el tipo de respuesta de las variables reales ante cam-
bios en las monetarias que vamos a estudiar a continuación.
En este caso, los pagos realizados por el Estado se verán compensados por los
pagos que harán los agentes al liquidar los impuestos. Entonces, se producirá o una
reducción del efectivo en manos del público o una disminución de los depósitos, es
decir, un descenso de la oferta monetaria equivalente al aumento que habían origi-
nado los pagos del Estado.
Por lo tanto, si los gastos públicos se financian mediante impuestos, los efectos
sobre la cantidad de dinero de unos y otros se compensan y no se producen efectos
monetarios.
2
Citado en Bowles et al., La economía del despilfarro, ob. cit., p. 258.
CONCEPTOS CLAVE
Dinero mercancía.
Dinero legal.
Dinero bancario.
Dinero financiero.
Velocidad de circulación del dinero.
Dinero fiduciario.
Bancos comerciales.
Bancos de inversión.
Coeficiente de caja o de reserva.
Coeficiente de retención.
Banco central.
Base monetaria.
Demanda de dinero.
Saldos reales.
Oferta monetaria: M1, M2, M3.
Multiplicador monetario.
Política monetaria.
Operaciones de mercado abierto.
Objetivo final de la política monetaria.
Objetivos intermedios.
Variables operativas.
Instrumentos de política monetaria.
Facilidades permanentes.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cuál es el tipo de dinero que funciona hoy día en nuestras economías?
2. Resuma cuál es el proceso en virtud del cual crean dinero los bancos comer-
ciales.
3. ¿Qué es el multiplicador monetario, qué importancia económica tiene y de qué
depende?
4. ¿Qué es el coeficiente de retención y cómo influye sobre el proceso de crea-
ción de dinero?
5. Indique las funciones del banco central.
6. ¿Cómo se define la base monetaria?
7. Indique algunas medidas que puede tomar el banco central para aumentar la
base monetaria.
8. ¿Qué principales motivos pueden generar demanda de dinero?
9. ¿Por qué se dice que la demanda de dinero por motivo de transacción es una
demanda de «saldos reales»?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Lecturas complementarias
El dinero
Galbraith, J. K. (1983). El dinero. ¿De dónde vino, adónde fue? Orbis.
Graeber, D. (2012). En deuda. Una historia alternativa de la economía. Ariel.
Weatherford, J. (1998). La historia del dinero: de la piedra arenisca al ciberespacio.
Andrés Bello.
El euro y el BCE
BCE (2011). La política monetaria del BCE. Banco Central Europeo.
Calaza, J. J. R. (1999). Teoría económica de la moneda única. El euro contra España.
Pirámide
Finanzas internacionales
Navarro, V., Torres, J. (2012). Los amos del mundo. Las armas del terrorismo finan-
ciero. Espasa.
Clásicos de la economía
Azpilicueta, M. de (1965). Comentario resolutorio de cambios. Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
de productos industriales de muy escaso valor añadido. Las primeras suelen dispo-
ner de una amplia autonomía en sus relaciones exteriores para tratar de encontrar
ventajas en los intercambios, mientras que las segundas se encuentran generalmente
en situación de fuerte dependencia comercial y financiera, lo que da lugar a deudas
permanentes que bloquean las posibilidades de expansión de la propia producción
nacional.
El subdesarrollo y los frenos al crecimiento que hoy día afectan a la gran ma-
yoría de las naciones tienen mucho que ver con las condiciones en que se está de
senvolviendo el comercio internacional y las reglas de juego muy injustas que han
impuesto los países más desarrollados.
El gran peso del comercio internacional en las economías ha dado pie a los teó-
ricos para preguntarse acerca de las razones que lo motivan, de las causas que lo
impulsan y, por tanto, de las condiciones en que puede fomentarse.
Adam Smith fue el primero en formular una teoría del comercio internacional
que se basó en la obtención por los países de ventajas absolutas en el intercambio.
Si una nación ofrece a otra una mercancía a un coste menor que el que esta úl-
tima puede obtener, le interesará adquirirla y comerciarán entre ambas. De ahí que
se produzca una especialización a escala internacional beneficiosa para todas las
partes.
Sin embargo, esta explicación es insuficiente, pues resulta difícil pensar que
las naciones puedan alcanzar ventajas absolutas de forma permanente. El inter-
cambio sobre estas bases habría dado lugar a la multiplicación de economías per-
dedoras que, incapaces de competir en costes con cualquier otra, habrían estable-
cido barreras al comercio internacional para poder mantener la producción nacional
y evitar su endeudamiento más o menos permanente. Pero eso no es lo que ha
ocurrido.
Ventajas comparativas
David Ricardo, por su parte, fundamentó las ventajas del comercio internacional
en la existencia de costes relativos diferentes de un mismo producto en dos nacio-
nes. En los términos más sencillos, su teoría de la ventaja comparativa puede ejem-
plificarse de la siguiente manera: aunque un abogado sea mejor y más productivo en
la jardinería que su propio jardinero, no le compensará dedicarse a ésta, pues cada
hora que le dedique tiene un coste de oportunidad (la retribución que pierde como
abogado) mayor que la retribución que habrá que pagar a un jardinero. Es decir, que
aunque el abogado tiene ventaja absoluta respecto al jardinero en las dos activida-
des, el jardinero goza de ventaja, en términos relativos, para dedicarse a la jardine-
ría, pues incurre en un menor coste de oportunidad.
El proteccionismo
Razones de este tipo llevaron a que los países establecieran muy a menudo una
gama muy variada de medidas proteccionistas, entre las que destacan las siguientes:
«Los aranceles aplicados (por los países del Norte) al comercio con los países
en desarrollo son, en promedio, más elevados que los aplicados al comercio entre
los países industrializados... Las industrias procesadoras de los países en desarro-
llo se encuentran con tasas mayores de protección efectiva en los mercados de los
países industrializados... El rápido crecimiento de las barreras no arancelarias en
los últimos veinte años ha sido más pronunciado para los productos exportados
El crecimiento de estos últimos se debe en gran parte a que cada vez se instalan
más empresas en esas zonas, buscando sobre todo bajos salarios. Así, en 1990 las
empresas en el Sur representaban sólo el 4% de las 500 mayores del mundo y en
2011 la proporción fue del 22%.
Pero a pesar de ello y de que el enorme crecimiento de los intercambios inter-
nacionales lleva a decir que la economía mundial se ha globalizado, hay que des-
tacar, sin embargo, que en ese contexto indudable de globalización existen tres
grandes bloques diferenciados, Japón, Estados Unidos y Unión Europea, con inte-
reses propios y con fuertes barreras hacia su exterior. Así, los diez principales
países comerciantes de mercancías representaron algo más de la mitad del total
del comercio mundial en 2011 y el 50% del total de las exportaciones mundiales
proceden de América del Norte y Europa, según la Organización Mundial del Co-
mercio.
Beneficios no identificados
5,8%
Fuente: Cálculos de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano basados en Kraemer,
Linden y Dedrick (2011)
Cada una de esas cuentas puede tener un saldo positivo o negativo. Si el saldo
es positivo (superávit), significa que los ingresos por el concepto de cada cuenta han
sido mayores que los pagos realizados, lo que quiere decir que el país tiene capaci-
dad de financiación. Por el contrario, si hay déficit en una cuenta, significa que tie-
ne necesidad de financiación para hacer frente a los pagos mayores que los ingresos
obtenidos.
Cuando una economía tiene necesidad de financiación en el conjunto de la ba-
lanza por cuenta corriente, estará obligada a obtener otros ingresos por cuenta de
capital en forma de inversiones o créditos. Si estos ingresos compensan el déficit
por cuenta corriente, no habrá variación en las reservas, pero si son menores, las
reservas disminuirán. Y al revés, si el déficit por cuenta corriente es mayor que el
superávit de capital, entonces habrá una salida neta de reservas.
Por lo tanto, el hecho de que exista déficit corriente no es intrínsecamente nega-
tivo, siempre y cuando la economía tenga la posibilidad de obtener las suficientes
entradas de capital, aunque ello podría dejarla en una delicada situación de endeu-
damiento y hacerla dependiente del capital extranjero. Además, esta última situación
puede ser negativa a largo plazo, pues para atraer capitales será necesario que los
tipos de interés sean suficientemente atractivos, más bien elevados, lo que podría
dar lugar, como sabemos, a una reducción de la inversión y el consumo interno, así
como a un encarecimiento de la deuda que mantenga el Estado.
Una situación especialmente aguda se plantea cuando coinciden el déficit por
cuenta corriente y el déficit público. Se dice entonces que se producen déficit geme-
los que suelen provocar problemas en la economía por el deterioro que ocasionan en
la demanda agregada los tipos de interés más elevados que son precisos para atraer
el capital necesario para financiarlos.
El mercado de divisas
Los sujetos económicos demandan u ofertan las divisas por razones muy diver-
sas: para efectuar los pagos correspondientes a los bienes o servicios que adquieran
a otros países, para invertir fuera de sus fronteras o simplemente para especular
comprando y vendiendo divisas en el momento oportuno aprovechándose de los
cambios que se puedan producir en su precio.
La oferta y la demanda de divisas que realizan esos sujetos se llevan a cabo en
el mercado y determinan el tipo de cambio. Éste irá variando, como ocurre en todos
los mercados, en función de cuáles sean la oferta y la demanda existentes en cada
momento.
Para comprender cómo funciona ese mercado, nos referiremos al caso genérico
de Europa con el resto del mundo:
Por eso es muy importante determinar cuáles son los diversos factores que pue-
den ocasionar que los agentes de un país aumenten o disminuyan su oferta o de-
manda de divisas.
Las principales circunstancias que influyen en la oferta y la demanda de divisas
son las siguientes.
— Renta interior. A medida que aumenta la renta, aumentan también las tran-
sacciones que un país realiza con los demás. Por lo tanto, a mayor renta
interior, habrá más demanda de divisas por parte de los nacionales. Y si sube
la renta interior en el extranjero, aumentará la oferta de divisas para comer-
ciar con nuestro país.
— Precios relativos. Cuando los precios de nuestros productos o servicios
se eleva en relación con los de fuera, se venderán menos. Por lo tanto, si
aumentan los precios nacionales en relación con los del extranjero, habrá
menos demanda de nuestra moneda y, al mismo tiempo, se comprarán
más productos extranjeros, lo que hará que suba nuestra demanda de di-
visas. Y al revés, si suben los precios extranjeros en relación con los
nuestros, habrá más demanda de nuestra moneda y más oferta de otras
divisas para obtenerla.
— Tipos de interés. Si los tipos de interés en nuestro país se elevan en re-
lación con los del extranjero, los inversores de otros países se verán
atraídos por esa posibilidad de obtener más rentabilidad, así que aumen-
tará la demanda de nuestra moneda para invertir aquí. Por el contrario, si
nuestros tipos de interés son más bajos, los inversores preferirán invertir
fuera, así que aumentarán la oferta de moneda nacional y la demanda de
divisas.
— Tipo de cambio. Lógicamente, si una moneda se cambia a un precio bajo,
habrá más demanda de ella. Y viceversa.
Depreciación y apreciación
Esto implica que disminuyen las compras de productos europeos que realizan los estadouni-
denses, porque ahora son relativamente más caros.
Por tanto, desciende la oferta de dólares y se desplaza a la izquierda (de O'$ a O''$).
Al mismo tiempo, los productos estadounidenses se abaratan para los europeos, y éstos aumen-
tarán sus compras en Estados Unidos, para lo cual demandarán más dólares. La demanda de
dólares aumenta y se desplaza a la derecha (de D'$ a D''$).
Al tipo de cambio vigente (T1) se produce un exceso de demanda de dólares y esto provocará,
como se sabe, un aumento en el precio del dólar, es decir, en su tipo de cambio, que se elevará
hasta T2, donde se produce el equilibrio entre las nuevas rectas de oferta y demanda de dólares. El
dólar se ha apreciado respecto al euro.
Por una parte, aumentan las inversiones de capital estadounidense en Europa, puesto que aquí
obtendrán mayor rentabilidad. Esto hace que aumente la oferta de dólares (a cambio de euros
para invertir en Europa), que se desplaza de O'$ a O''$.
Paralelamente, disminuirán los movimientos de capital europeo hacia Estados Unidos, lo que
hará que descienda la demanda de dólares, que se desplaza de D'$ a D''$.
Al tipo de cambio vigente (T1), la oferta de dólares es mayor que su demanda, lo que provoca una
disminución en el tipo de cambio hasta que se alcance el equilibrio para las nuevas rectas de oferta
y demanda (en T2).
En este caso, se ha producido una depreciación del dólar respecto al euro y una apreciación
del euro respecto al dólar.
Como acabamos de ver, los cambios de la demanda y la oferta son las que de-
terminan el tipo de cambio, apreciando o depreciando la moneda de un país.
Puede ocurrir que la situación alcanzada sea o no favorable para una economía.
Por ejemplo, si el euro está apreciándose mucho, tienen unos efectos muy claros
sobre las economías europeas:
— Los productos europeos son más caros para quienes paguen con otras mone-
das, luego las exportaciones europeas serán más caras para los extranjeros y
seguramente disminuyan.
— Por el contrario, las compras fuera de Europa serán más baratas, así que
seguramente aumenten las importaciones.
— Las dos circunstancias anteriores harán que empeore el saldo comercial.
— La inversión en Europa también será más cara, así que quizá entren menos
capitales.
Devaluación y revaluación
Como hemos señalado antes, los mercados de divisas tienen su origen en la ne-
cesidad de disponer de medios de pago que permitan liquidar las operaciones co-
merciales internacionales.
Hoy día, sin embargo, es cada vez más habitual que las operaciones de compra
y venta de divisas no se realicen con ese fin, sino para especular. Es decir, persi-
guiendo la obtención de ganancias gracias a la diferente cotización de las monedas.
Por ello hay que incluir también a la especulación como determinante de la oferta y
la demanda de moneda en los mercados de divisas.
Según el Banco Internacional de Pagos, el valor de las divisas que circulan dia-
riamente en los mercados es de 5,3 billones de dólares diarios, de los cuales sólo el
5% se destina directamente a financiar operaciones comerciales. Eso significa que
un volumen ingente de recursos financieros circula en los mercados sin estar vincu-
lado a un fin productivo concreto, tan sólo al objetivo de lograr la mayor rentabili-
dad posible comprando o vendiendo divisas.
La especulación se ha convertido así en una vía privilegiada para rentabilizar los
recursos financieros que acumulan los bancos, las grandes compañías de seguros y
fondos de inversiones y, en general, las grandes empresas.
Puesto que los precios de la divisas suben y bajan, es rentable apostar por esos
movimientos tratando de vender una divisa cuando se estima que su cotización va a
bajar o de comprar otra cuando se cree que aumentará.
Aunque los cambios en las cotizaciones sean mínimos, la disposición de fuertes
cantidades de otras divisas permite obtener grandes beneficios por este procedimiento.
A todo ello ha contribuido de forma singular la informatización de los merca-
dos, puesto que ahora las operaciones se pueden realizar prácticamente al instante,
durante las veinticuatro horas del día y desde cualquier lugar del mundo, muchas
veces sin disponer más que de un fax o de una simple comunicación telemática.
Actualmente, casi el 70% de las operaciones que se realizan ya en Estados Uni-
dos son de las llamadas de alta frecuencia. No están vinculadas a decisiones huma-
nas, sino que se llevan a cabo mediante algoritmos matemáticos a una velocidad
vertiginosa: se calcula que sólo se tardan unos cuatro segundos en invertir 1.000
millones de dólares. Lógicamente, de esa forma se pueden obtener beneficios mul-
timillonarios aunque el margen sea muy pequeño en cada operación concreta.
Efectos de la especulación
Los efectos que lleva consigo la generalización de estas operaciones financieras
especulativas son triples:
— Originan un drenaje de recursos de la actividad productiva que normalmente
no proporciona ganancias tan rentables y rápidas como la especulación fi-
nanciera.
— Provocan una enorme inestabilidad en los mercados de divisas, lo que se tradu-
ce en fuertes oscilaciones que afectan a las condiciones en que se llevan a cabo
los pagos de las operaciones comerciales. En particular, las operaciones espe-
culativas en que puede quedar envuelta cualquier moneda afectan a las cuentas
exteriores de cada nación, pues pueden hipotecar, por ejemplo, la competitivi-
dad de sus exportaciones o a su capacidad para atraer inversiones exteriores.
— Conllevan siempre un riesgo importante para los operadores, pues la base de
su alta rentabilidad es precisamente la incertidumbre en que se llevan a cabo
los intercambios en los mercados.
Aparentemente, las autoridades están interesadas en controlar estos problemas
de inestabilidad y financiarización. Pero sus medidas no suelen ser muy eficaces.
Primero, porque la especulación es una alternativa muy rentable a la que acuden los
grandes poseedores de liquidez y no es descabellado pensar que los grandes propieta-
rios de capital financiero son los primeros interesados en que los mercados de divisas
se orienten más a la especulación que a la financiación de la actividad productiva. De
hecho, de allí proceden hoy día las mayores fortunas y las ganancias más elevadas, toda
vez que las autoridades monetarias responden habitualmente a estas circunstancias con la
elevación de los tipos de interés, es decir, propiciando mayor retribución a sus recursos.
Segundo, porque los efectos perniciosos de la especulación se podrían evitar
estableciendo controles a los movimientos internacionales de capital que, sin embar-
go, no se aplican por falta de voluntad política.
La consecuencia de todo ello es la inestabilidad permanente y la sucesión de
crisis financieras. Si se tiene en cuenta que las reservas de los bancos centrales son
una pequeña parte de los movimientos totales de los mercados, no es descabellado
pensar que, en algún momento, esas crisis, en lugar de circunscribirse a una deter-
minada área geográfica, como ha sucedido hasta ahora, se pudieran generalizar y la
economía mundial se encontrase ante un auténtico caos financiero.
El patrón oro
ron a intervenir para que éstos fuesen respetados. Así, poco a poco, todo se fue
desmoronando.
En 1972, con el anuncio de un récord en el déficit estadounidense que provocaría la
apreciación de las monedas fuertes (marco y yen, fundamentalmente), se desató una
venta masiva de dólares que obligó a Alemania a instaurar un severo control de cambios.
pagos, sino más bien todo lo contrario, como prueban los desequilibrios que han
sufrido las economías occidentales en estos años.
Las operaciones privadas sobre los mercados internacionales de capital han cre-
cido mucho y los gobiernos han necesitado también mucha más financiación, lo que
ha disparado la deuda y provocado la aparición de nuevos productos financieros, en
gran parte creados por instituciones privadas internacionales que escapan al control
de las autoridades monetarias.
Puede decirse que el sistema monetario internacional se encuentra, en la actua-
lidad, en un momento de desestructuración. Las diferentes propuestas que se vienen
realizando (readaptación del patrón oro, adopción de una o diversas monedas como
patrones con márgenes de fluctuación, sistema de cambios fijos en torno a un patrón
monetario ajustado por indicadores económicos rigurosos, etc.) no han tenido prác-
ticamente trascendencia a la hora de ser articuladas por las diferentes naciones.
Al igual que ocurrió con la inversión y el gasto públicos, cuando aumentan las
exportaciones se produce un incremento final en la renta mayor.
CONCEPTOS CLAVE
Ventaja absoluta.
Ventaja comparativa.
Libre cambio.
Proteccionismo.
Arancel.
Contingentes.
Barreras no arancelarias.
Empresas multinacionales.
Balanza de pagos.
Balanza por cuenta corriente.
Balanza de capital.
Reservas.
Mercado de divisas.
Apreciación y depreciación.
Devaluación y revaluación.
Especulación.
Sistema monetario.
Patrón oro.
Sistema de tipos de cambio flexibles.
Propensión marginal a importar.
Multiplicador del comercio exterior.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué rasgos distintivos, respecto al comercio internacional, caracterizan a las
economías más avanzadas y a las más atrasadas?
2. ¿Qué se entiende por ventaja comparativa?
3. Indique las ventajas que se suelen asociar al libre cambio y las condiciones
que deben darse para que efectivamente se produzcan.
4. ¿Qué se entiende por proteccionismo? ¿Qué mecanismos tienen los estados
para llevarlo a cabo?
5. Indique las realidades y los rasgos más importantes del comercio internacional
contemporáneo.
6. Señale claramente las diferentes cuentas de la balanza de pagos.
7. ¿Qué se entiende por déficit por cuenta corriente y cómo puede compensarse?
¿Qué consecuencias lleva consigo el desequilibrio (déficit o superávit) de la
balanza por cuenta corriente de un país?
8. Señale qué agentes son los que realizan la oferta y la demanda de moneda na-
cional y la oferta y la demanda de divisas.
9. Indique los factores que determinan el tipo de cambio de una moneda.
10. Señale el efecto esperado sobre el tipo de cambio del euro respecto al dó-
lar de:
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Caps. 28, 29.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Caps.
9, 30.
Lecturas complementarias
Economía Internacional
Krugman, P., Obstfeld, M., Melitz, M. J. (2012). Economía Internacional. Teoría y
política. Prentice Hall.
Muñoz de Bustillo, R., Bonete, R. (2009). Introducción a la Unión Europea. Un aná-
lisis desde la economía. Alianza Editorial.
Clásicos de la economía
Ricardo, D. (1994). Principios de Economía Política e Imposición. Fondo de Cultura
Económica. Cap. 7.
Para ello habría que lograr una situación de equilibrio entre la cantidad total de
bienes y servicios que están dispuestas o pueden producir las empresas (oferta total
o agregada) y la cantidad total de gasto que se está dispuesto a realizar en la econo-
mía por las familias (C), las empresas (I) y el sector público (G), además de por el
sector exterior (X – M).
Normalmente, las empresas estarían dispuestas a producir y vender la mayor
cantidad posible, pero finalmente sólo producirán aquella cantidad que les propor-
cione el máximo beneficio, lo cual dependerá de los precios de venta y de su capa-
cidad potencial, puesto que lógicamente no podrán producir más que lo que den de
sí sus recursos de capital disponibles (trabajo, máquinas, equipos, etc.).
Igual ocurrirá con las unidades de gasto: las familias, por ejemplo, desearían
adquirir la máxima cantidad de bienes y servicios, pero finalmente gastarán una de-
terminada cantidad que estará en función, entre otras variables, de los precios de
venta.
El problema, pues, radica en conseguir que se dé una situación de equilibrio
entre la oferta y la demanda agregadas que garantice no solamente que las ex-
pectativas de producción y gasto respectivas sean iguales, sino que, además, eso
se produzca para un nivel de producción en el cual haya pleno empleo, que se
consiga año tras año, con precios estables y con una distribución de la renta
aceptable desde el criterio de equidad dominante en la sociedad en un momento
dado.
Cuando eso no se produce es cuando se dan desequilibrios que se manifiestan
en paro, subidas indeseables de precios, crisis económicas, pobreza y otros proble-
mas económicos que estudiaremos en los temas siguientes.
Para conocer cómo se originan el equilibrio y el desequilibrio, así como sus
efectos, vamos a utilizar un modelo elemental de oferta y demanda agregadas que
exponemos a continuación.
hay muchas dudas acerca de que la relación sea tan clara como en la perspectiva
microeoconómica que se refiere a una sola empresa.
Supongamos, por ejemplo, que sube el precio del producto que vende una sola
empresa. En principio, podríamos predecir que el efecto agregado sería que aumen-
taría la oferta total porque esa empresa podría aprovecharse y obtener más ingresos
ofertando más cantidad, siempre que ese aumento del precio no haya ido acompa-
ñado de un aumento en los costes.
Pero cuando consideramos lo que sucede en realidad a escala de todo el
mercado, las cosas podrían ser de otro modo. Cuando se elevan los precios, to-
das las empresas deberán pagar más por sus consumos intermedios, lo que lleva
consigo aumentos en sus costes que seguramente le impidan aumentar la canti-
dad ofrecida. No es fácil asegurar qué efecto predominará.
Es por eso por lo que los economistas discrepan acerca de la relación entre la
oferta agregada y los precios. Podría aceptarse, en términos generales, que existe y
que una subida de precios incentiva incrementos en la oferta agregada de las empre-
sas, pero hay muchas más dudas cuando se trata de determinar su grado de respues-
ta ante variaciones en los precios, es decir, su elasticidad.
En términos generales, se podría aceptar que a corto plazo la oferta tiende a ser
más rígida respecto a cambios en los precios porque las empresas no tienen posibi-
lidad de realizar grandes modificaciones. Sin embargo, es aceptable admitir que a
medida que avanza el tiempo la oferta agregada se hace más elástica.
nuevo empleo porque el trabajo irá siendo más escaso. En este caso, se podría ob-
tener una función de oferta agregada con dos fases bien diferenciadas, tal y como se
representa en la figura 14.1.
Como puede verse, inicialmente sube suavemente como resultado del descen-
so de la productividad del trabajo, que hace que los aumentos de la producción
se realicen a precios más altos. A partir de un determinado momento, y cuanto
mayor es la cercanía al pleno empleo (Ype), los salarios monetarios van subiendo
y ello se traduce en mayores precios a medida que aumentan la producción y el
empleo.
En consecuencia, si llamamos P al nivel de precios, p a la población activa, k a
la dotación de capital y t a la tecnología existente, podríamos definir una función de
oferta agregada de la siguiente manera:
Oferta agregada (OA) = f [P, p, k, t]
Según esa expresión, es fácil deducir que la oferta agregada será mayor si au-
mentan el nivel de precios, la población activa, la dotación de capital y la tecnología
disponible y viceversa.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que, además de las variaciones en los
precios, hay otros factores que pueden generar cambios en la demanda agregada:
todos aquellos de los que depende cada uno de sus componentes.
Así, un aumento del consumo, de la inversión, del gasto público o de las exporta-
ciones netas, provocado por cualquiera de las circunstancias de las que depende cada
uno de ellos y que hemos estudiado en los temas anteriores, provocará aumentos en la
demanda agregada. Y viceversa, una disminución de cada uno de ellos la disminuirá.
Si, por ejemplo, el nivel de precios fuese demasiado elevado (P1), se produciría
un exceso de oferta (AB) y las empresas tenderían a reducir los precios para evitar
la acumulación de existencias no vendidas y poder estimular la demanda (que au-
mentaría en DA), de manera que así se recuperaría el equilibrio.
La principal conclusión del modelo es que para alcanzar el equilibrio con pleno
empleo bastará con hacer que los precios sean completamente flexibles y que los
mercados funcionen libremente. Las intervenciones exógenas de cualquier tipo a
través de la demanda agregada serían inútiles para corregir los desequilibrios, pues-
to que se supone que se resuelven solos. Por lo tanto, estas intervenciones sólo pro-
vocarán subidas de precios.
Supongamos que para un determinado tipo de interés monetario (el que no tiene
en cuenta la subida de precios y determina las decisiones empresariales a corto pla-
zo) la demanda agregada es mayor que la producción o renta de pleno empleo.
Como sabemos, ese exceso de demanda producirá una subida de precios.
Esa subida de precios equivale a una disminución de los saldos reales de dinero,
es decir, a una pérdida de poder adquisitivo que se traduce en una disminución efec-
tiva de los medios de pago. Eso significa que la oferta de dinero en términos reales
disminuye y entonces se producirá una disminución del tipo de interés en el merca-
do que permitirá que suba la inversión, el consumo y, en definitiva, la renta y la
producción.
Según este modelo, si la demanda agregada aumenta como en la figura 14.3 de DA1
a DA2, etc., se irían alcanzando niveles sucesivos y distintos de producción Y1, Y2, etc.
Si se partiera de un nivel de producción que no fuera de pleno empleo (todos los
que están a la izquierda de Ype), convendría desplazar el equilibrio hacia la derecha, ha-
cia el pleno empleo, y eso se podría conseguir haciendo aumentar la demanda agregada.
Por tanto, desde el punto de vista de este modelo, las intervenciones dirigidas a
incrementar la demanda agregada serían muy útiles y necesarias para aumentar la
producción cuando la economía se encuentre por debajo del pleno empleo.
Sólo cuando la economía alcanzara el nivel de pleno empleo (Ype), podría llegar
un momento a partir del cual los incrementos en la demanda sólo provocarían alzas
en los precios (pasando, como en la figura, de P a P').
Hay que tener en cuenta que las variaciones en los programas de ingresos y
gastos públicos pueden dar lugar a un presupuesto equilibrado, deficitario o supera-
vitario. Haremos referencia tan sólo a las dos primeras posibilidades, recurriendo,
en cada caso, a los dos modelos utilizados anteriormente.
Se entiende que hay presupuesto equilibrado cuando el volumen del gasto públi-
co se financia completamente con los ingresos ordinarios, es decir, mediante los
impuestos.
Por tanto, el efecto sobre la renta de cualquier variación del gasto público debe
tener en cuenta, como sabemos, no sólo el efecto multiplicador del gasto, sino tam-
bién el de los impuestos, puesto que:
1 PMC
Variación Y = Variación G × –––––––– – ––––––––
1 – PMC 1 – PMC
Puesto que la expresión entre paréntesis es igual a la unidad, resulta que el efec-
to multiplicador total del presupuesto equilibrado es unitario, de manera que todo
aumento del gasto público financiado íntegramente con impuestos aumenta la renta
en la misma cantidad, y un descenso la disminuye.
Como vimos en el capítulo 12, las variaciones del gasto público financiadas con
impuestos no generan efectos monetarios. Por tanto, las variaciones del gasto públi-
co dan lugar, simplemente, a un aumento de la demanda agregada y de la renta. Sin
embargo, esa subida en la renta aumentará la demanda de dinero para transacciones,
lo que elevará la demanda de dinero, subiendo los tipos de interés.
Si el primer efecto (aumento de la renta) es más potente que el segundo (subida
del tipo de interés), que es lo que creen los keynesianos, se producirá un efecto ex-
pansivo que podría ser útil si la economía se encuentra lejos del pleno empleo. Pero
si estuviera en pleno empleo se produciría una subida en los precios.
Ti
Por otro lado, y también como consecuencia del déficit, en el mercado de dinero
se produce un aumento de la oferta monetaria, mayor o menor dependiendo de a qué
agentes se vendan los títulos de la deuda. Los casos extremos se producen cuando se
vende a particulares (la oferta monetaria no varía y permanece en M0/P0) y cuando se
vende al banco central (la oferta monetaria sufre la máxima expansión, M2/P0). Un
caso intermedio (venta a bancos en situación de reservas legales) sería M1/P0.
Modelo neoclásico
El modelo neoclásico parte de considerar que todos los flujos monetarios son
contrarrestados por los flujos reales de la economía. Por tanto:
M×V≡P×Q
Por otro lado, el modelo asume como hipótesis que la velocidad de circulación
del dinero permanece constante.
Bajo tales condiciones, un aumento de la oferta monetaria (por cualquiera de los
procedimientos estudiados) haría que se elevase (P × Q), es decir, la producción
nominal.
La explicación de este efecto es bien sencilla. Al aumentar la cantidad de dinero,
disminuyen los tipos de interés monetarios. Esto provoca, por una parte, un aumento
de la demanda de inversión de las empresas, pues la financiación es más ventajosa; y,
por otra, que disminuya la rentabilidad de los activos financieros, lo que hará menos
atractivo el ahorro y provocará el aumento del consumo de las familias.
Así pues, aunque a largo plazo las variaciones de la oferta monetaria no tengan
demasiado efecto sobre la renta (pues ésta alcanza el nivel de pleno empleo que no
puede sobrepasarse), a corto plazo resultan un medio adecuado para expandir o con-
traer la demanda agregada, según este modelo.
Si a ello se añade que, tal y como se analizó anteriormente, el modelo neoclá-
sico predice que la política fiscal expansiva sólo procurará elevaciones de precios,
se deducirá la firme apuesta que los defensores de este modelo hacen por la política
monetaria como principal instrumento para intervenir sobre los desequilibrios de las
variables macroeconómicas.
Modelo keynesiano
En este modelo, el mecanismo de transmisión de los efectos de variaciones en
la oferta monetaria no se diferencia sustancialmente del que acabamos de señalar.
En un primer momento, un aumento de la cantidad de dinero hace que los bancos
dispongan de mayor liquidez y se encuentren con exceso de caja. Eso les llevará a
adquirir activos rentables, por ejemplo, en forma de créditos o títulos.
Para aumentar la concesión de préstamos o créditos habrán de disminuir los ti-
pos de interés, lo que abaratará la financiación de la inversión.
En un segundo momento, y como consecuencia de lo anterior, aumentará la in-
versión y el consumo, lo que hará que se expanda la demanda agregada.
La diferencia con el modelo anterior estriba, sin embargo, en que aquí no se
aceptan las hipótesis de partida relativas a los dos primeros momentos.
En primer lugar, se argumenta que las variaciones en la oferta monetaria pueden
no afectar al tipo de interés, como veremos enseguida.
En segundo lugar, puede suceder que la inversión no responda a las disminucio-
nes en el tipo de interés, normalmente porque al ser una variable tan volátil dependa
más bien de otras circunstancias, de los beneficios esperados, de las condiciones
generales de la economía y de las expectativas de los empresarios.
En ambos casos se rompería la cadena en virtud de la cual las variaciones en la
cantidad de dinero transmiten impulsos monetarios a la economía. Por esta razón,
los keynesianos argumentan que la política monetaria no es eficaz para conseguir
aumentos en la producción, la renta y el empleo.
Hasta aquí hemos establecido unos tipos de relaciones muy simples, aunque
bastante realistas. Sin embargo, lo que ocurre es que la influencia de una variable
sobre otra no siempre es tan mecánica como nosotros hemos establecido en estos
ejemplos.
En el primer caso, la política monetaria sería poco útil para lograr efectos sobre
la producción a través de los tipos de interés. En el segundo caso, sería la opción
más efectiva.
Esas cuestiones son complicadas y constituyen los asuntos más importantes que
tienen que dilucidar las autoridades económicas a la hora de decidir qué medidas
adoptar cuando se producen desequilibrios. En una gran medida, se pueden abordar
con suficiente buen conocimiento gracias a las propuestas teóricas y a los estudios
empíricos que hoy día se realizan por los investigadores y las propias instituciones
y que se estudian con detalle en los cursos superiores de macroeconomía. No obs-
tante, es inevitable que las decisiones finales respondan no sólo a los datos científi-
cos, que nunca suelen ser completamente objetivos y generalmente aceptados, sino
también a las preferencias e ideologías de quienes las adoptan.
De hecho, a lo largo de los últimos decenios, y a pesar de disponerse de mejo-
res medios de contrastación empírica, se ha experimentado una importante falta de
acuerdo entre los teóricos acerca de cuáles son los comportamientos que predomi-
nan en la realidad. Y ello pone de manifiesto, una vez más, que la cuestión de la
eficacia de las políticas económicas no se resuelve tanto en el marco de modelos
teóricos como en función del tipo de solución que se prefiere dar a los problemas
económicos: dependiendo de los objetivos que se deseen alcanzar prioritariamente y,
sobre todo, de qué variables se quiere que resulten afectadas, así se decide una ac-
tuación político-económica determinada.
Supóngase, por ejemplo, que las medidas de política fiscal y la política moneta-
ria fuesen igual de eficaces. Los modelos pueden predecir que se alcanzará un mis-
mo efecto mediante el aumento de la oferta monetaria o del gasto público. Sin em-
bargo, hay un efecto distributivo evidente que no se toma en cuenta: aunque
finalmente pueda conseguirse un aumento de la producción y de la renta global, no
es lo mismo que ésta la disfruten, por ejemplo, los tenedores de activos rentables
que los desempleados o los pensionistas.
Y en particular, hay que considerar el diferente marco institucional desde el que
se instrumentan estas dos políticas. Mientras que la política fiscal está sometida —o
al menos debe estarlo— al control directo de los Parlamentos, que son la sede de la
soberanía popular, las políticas monetarias se diseñan desde los bancos centrales,
instituciones mucho más ajenas al control democrático, sobre todo, desde que se
han ido haciendo independientes.
En definitiva, resulta que todas las medidas de política económica estén condi-
cionadas, a su vez, por los juicios de valor, por los presupuestos ideológicos y, sobre
todo, por la preeminencia de unos u otros intereses en el sistema social.
— Para decidir el uso de una u otra política económica hay que evaluar la exactitud
de cada hipótesis y, en particular, el diferente grado de respuesta de las variables
cuando cambian las demás.
— En todo caso, es fundamental tener en cuenta que a la hora de adoptar esas de-
cisiones influyen razones de todo tipo que tienen que ver con la diferente situa-
ción social de los sujetos económicos y con sus preferencias y valores éticos.
CONCEPTOS CLAVE
Equilibrio macroeconómico.
Oferta agregada.
Efecto riqueza.
Efecto tipo de interés.
Efecto exportaciones netas.
Modelo macroeconómico.
Modelo neoclásico.
Flexibilidad de los precios.
Modelo keynesiano.
Velocidad de circulación del dinero.
Trampa de la liquidez.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Cuáles son las componentes de la oferta agregada y de qué dependen?
2. ¿Cuáles son las componentes de la demanda agregada y de qué dependen?
3. Señale las consecuencias de una situación de desequilibrio en la que la oferta
agregada sea mayor que la demanda agregada.
4. ¿Qué consecuencias previsibles tiene un exceso de demanda agregada sobre la
oferta agregada?
5. Señale las hipótesis fundamentales del modelo neoclásico.
6. Indique las diferencias entre las hipótesis de partida del modelo neoclásico y
el keynesiano.
7. ¿Qué diferentes conclusiones plantean los modelos neoclásico y keynesiano en
relación con las políticas económicas de oferta y demanda?
8. Señale el efecto final del presupuesto equilibrado en el modelo neoclásico y en
el keynesiano.
9. Indique el efecto final del presupuesto deficitario en el modelo keynesiano.
10. ¿Qué tipo de financiación del déficit presupuestario es la que provoca mayor
efecto expansivo según el modelo keynesiano? Justifique la respuesta.
11. ¿Qué consecuencias tiene el déficit presupuestario según el modelo neoclási-
co?
12. ¿Cómo defiende el modelo neoclásico la efectividad de la política monetaria?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 19.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Cap. 17.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012): Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 16.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Cap. 33.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 14.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Caps. 20, 31.
Lecturas complementarias
Modelos macroeconómicos
Anisi, D. (1991). Modelos económicos: Una interpretación de la Macroeconomía.
Alianza.
Clásicos de la economía
Mill, J. S. (1965). Principios de Economía Política. Fondo de Cultura Económica.
Libro V, caps. X, XI.
Se diría entonces que la tasa de crecimiento del PIB en 1701 habría sido de un
7,5% respecto a la del año anterior.
No ha sido fácil que los economistas concretasen una explicación de las causas
que impulsan o frenan el crecimiento de las economías modernas.
Sin embargo, se pueden señalar algunos factores de los que depende que las
economías dispongan de una mayor capacidad productiva y que ésta pueda ampliar-
se a lo largo del tiempo.
En términos generales, el crecimiento económico se basa en la mayor disposi-
ción de factores productivos o en su uso más eficiente. Por ello, podemos señalar
entre los principales factores que contribuyen a impulsarlo a los siguientes.
a) Recursos naturales. La riqueza del suelo, del subsuelo, de los mares o el pro-
pio clima son factores que permiten alcanzar una mayor capacidad productiva.
Y, a la inversa, su sobreexplotación o su esquilmación impedirán en el futuro
su utilización, contribuyendo a frenar la dinámica de crecimiento económico.
b) Población, demografía y capital humano. La población, además de propor-
cionar el factor trabajo, es quien realiza las demandas que incitan a producir
1
Kregel, J. A.: Teoría del crecimiento económico, MacMillan-Vicens Vives, 1976, p. 13.
El excedente
En sus análisis se viene a suponer que los recursos precisos para ello provienen
de la reinversión casi integral de los beneficios de los capitalistas, puesto que los
asalariados no están en condiciones de invertir, ya que su salario se destina exclusi-
vamente al consumo necesario para su subsistencia.
Puesto que la acumulación proporciona un beneficio sostenido, existe el incen-
tivo suficiente para que los capitalistas reinviertan y se acumulen capitales.
Pero los economistas clásicos reconocieron una tendencia a la reducción de las
tasas de beneficios a largo plazo: el aumento de población obligará a poner en uso
tierras cada vez menos productivas y a utilizarlas más intensamente, lo que provo-
cará, como consecuencia de la ley de los rendimientos decrecientes, una caída de
los beneficios.
Sólo el progreso técnico, con la incorporación de fórmulas más eficientes de
organizar la producción y el trabajo, permitiría recuperar los beneficios y salir así de
la perspectiva del estado estacionario.
El marxismo y la crisis
Ahora bien, ¿de qué depende la tasa de beneficios? Kaldor demostró que será
mayor cuanto mayor sea la tasa de crecimiento y menor sea la propensión marginal
a ahorrar de los capitalistas. Es decir, que a los capitalistas les interesa gastar sus
beneficios, no ahorrarlos, y que el ritmo de crecimiento sea el mayor posible.
Cuando la tasa de crecimiento no sea lo suficientemente elevada como para pro-
porcionar los beneficios deseados, los capitalistas tendrán que aumentarla: bien aho-
rrando menos, bien procurando que haya una proporción de renta más elevada para
los trabajadores, pues así la propensión total al ahorro será menor, aumentará la tasa
de crecimiento y sus beneficios serán mayores.
Ahora bien, es evidente que para que haya acumulación debe haber beneficios
porque, como señaló Joan Robinson, «si no obtienen beneficios, los empresarios no
pueden acumular, y si no acumulan, no obtienen beneficios».
Por tanto, la pregunta inmediata que surge es qué determina la tasa de acumu-
lación de capitales.
Joan Robinson, y con ella los economistas postkeynesianos, afirmaba que no hay
mecanismo alguno en la economía que sea el «causante» del crecimiento (aunque se-
pamos que depende de los beneficios). Su origen se encuentra más bien en «la natu-
raleza humana y en la estructura social». La acumulación de capital es el resultado, en
su opinión, de un impulso natural hacia el crecimiento típico de la economía capita-
lista, de la competencia o de la resistencia de las empresas a que otras se incorporen
a sus mercados, lo que les lleva a ampliar sus capacidades productivas.
Desde este punto de vista, se considera que el crecimiento engendra crecimiento
adicional como consecuencia del «instinto» de búsqueda de beneficio del empresa-
rio, que le obliga a emprender inversiones para corregirlo.
Estos análisis incorporan una importante dosis de realismo en la explicación de
las tendencias a largo plazo de la economía capitalista: en contra de los presupues-
tos neoclásicos, advierten de la posibilidad (que la realidad ha confirmado amplia-
mente) de que la dinámica de crecimiento —la que, por ejemplo, había sido carac-
terística de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado— se vea alterada si no se
produce una distribución de la renta adecuada, o si no puede satisfacerse ese «ins-
tinto» hacia el beneficio que impulsa la acumulación de capitales.
Dicho de otro modo, la evolución de las economías y el desarrollo de los pro-
blemas que padecen a lo largo del tiempo son causa y consecuencia, a la vez, de las
posturas que los agentes sociales adoptan frente a la distribución de la renta. Los
asalariados, para obtener mayores recursos que les permitan satisfacer más necesi-
dades. Los capitalistas, para disfrutar de mayores beneficios, procurando que la dis-
tribución existente sea la adecuada para alcanzar el ritmo de crecimiento que se los
proporciona.
Eso obliga a tener necesariamente en cuenta la posición de cada grupo social en
el entramado de las relaciones sociales a la hora de analizar la evolución y los pro-
blemas concretos de las economías capitalistas.
La crisis
vez superado éste y conseguido el favor de los votantes, los gobiernos vuelven a
adoptar medidas restrictivas para contener los efectos de su «alegría» preelectoral:
como ha dicho Edward Tufte, «la vida económica vibra al ritmo de la política»2.
Todas éstas son explicaciones exógenas, porque sitúan las causas de los ciclos
económicos fuera de la dinámica propia de la economía.
Junto a ellas, otras explicaciones endógenas proporcionan diferentes claves para
entenderlos, que tienen que ver con los propios procesos económicos.
La explicación monetaria
La innovación y el ciclo
2
Citado en Samuelson, P. A., y Nordhaus, W. D.: Economía, McGraw-Hill, 1990, p. 249.
innovadoras son las que disponen de mayor poder de monopolio), en los salarios y
en los tipos de interés. Los antiguos medios de producción se irán quedando obso-
letos, y todo ello hará que muchas empresas dejen de ser competitivas, lo que les
llevará a desaparecer del mercado, generando desempleo y originando a la larga una
nueva fase de depresión. Sólo un nuevo período de innovación generalizada permi-
tirá abrir otra vez el camino a la expansión.
La sobreproducción
El subconsumo
intermedio del efecto multiplicador, que la demanda efectiva sea insuficiente, provo-
cando la crisis y la depresión.
Sólo cuando la inversión, o el gasto en general, recibe un impulso adicional,
será posible que los empresarios recuperen la iniciativa y se estimulen la producción
y el empleo.
15.4. EL SUBDESARROLLO
La consideración del crecimiento económico que hemos hecho hasta aquí, como
un simple incremento del Producto Interior Bruto, no contempla factores cualitati-
vos y estructurales que, sin embargo, son los que verdaderamente permiten evaluar
el auténtico progreso de las economías y las sociedades.
El fenómeno que se viene produciendo de manera generalizada en la economía
mundial es que el deterioro en las condiciones de vida coincida a veces con la me-
jora de las magnitudes cuantitativas que reflejan crecimiento económico.
De hecho, algo más de la mitad de la población mundial vive en países en vías
de desarrollo, eufemismo que se utiliza para evitar decir que viven muy cerca de la
indigencia y la postración.
Todas estas naciones presentan unos rasgos comunes que, según Paul Streeten,
se expresan en ámbitos muy diferentes:
En los años sesenta se consideraba que el proceso de desarrollo era una simple suce-
sión de etapas por las que debían pasar todas las economías, y que para salir del subde-
sarrollo sería suficiente una combinación acertada de ahorro, inversión y ayuda exterior.
Sin embargo, la realidad ha mostrado que el subdesarrollo es un fenómeno de caren-
cias plurales. La inversión no es suficiente cuando faltan otros factores como capacidad
de gerencia y planificación, mano de obra especializada, infraestructuras y otras condicio-
nes institucionales, administrativas y humanas que escasean en los países más pobres.
crecimiento utilizamos tasas que comparan la actividad entre dos momentos de-
terminados.
— La posibilidad de impulsar el crecimiento económico depende de que las econo-
mías dispongan de recursos suficientes y de factores como la disponibilidad de
recursos naturales, de población adecuada y tecnología suficiente, además de
otros de naturaleza institucional o incluso cultural, como la capacidad empren-
dedora de los individuos.
— Las diferentes escuelas de pensamiento económico han elaborado teorías distin-
tas para explicar los motores del crecimiento y su naturaleza. Los economistas
clásicos se centraron en el concepto de excedente y en el análisis del beneficio
y la distribución de la renta. El marginalismo se caracterizó por realizar análisis
estáticos, de modo que el problema del crecimiento apenas si fue incorporado en
sus análisis.
— Aunque el keynesianismo original también razonaba a corto plazo, los análisis
posteriores elaboraron teorías del crecimiento que señalaban que las economías
capitalistas eran intrínsecamente inestables a largo plazo, de modo que la inter-
vención estatal era necesaria, como a corto, para recobrar el equilibrio.
— Sin embargo, nuevos desarrollos del modelo neoclásico trataron de mostrar que
es posible lograr sendas de crecimiento estables a largo plazo sólo mediante
ajustes a través de los precios si los mercados funcionan en condiciones de com-
petencia perfecta.
— La historia de los hechos económicos muestra que la evolución de las economías
es cíclica. Las explicaciones de este fenómeno son muy variadas según se subra-
yen unos elementos u otros como detonantes de las crisis económicas. Las teo-
rías más relevantes del ciclo económico son la monetaria, la de la innovación, la
de la sobreproducción y la del consumo.
— El crecimiento económico se refiere solamente al incremento cuantitativo de la
actividad económica, sin tener en cuenta sus efectos o rasgos cualitativos. Por
ello conviene hablar mejor de desarrollo y subdesarrollo para poner de relieve la
naturaleza de la actividad económica desde el punto de vista de su contribución
efectiva al desarrollo y al bienestar humano.
CONCEPTOS CLAVE
Crecimiento económico.
Tasa de crecimiento.
Ciclo económico.
Crisis.
Recesión.
Depresión.
Ciclo menor.
Ciclo de Juglar.
Ciclo largo o de Kondratief.
Ciclo político.
Innovación.
Sobreproducción.
Subdesarrollo.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué se entiende por crecimiento económico?
2. Indique los principales factores de los que depende el crecimiento económico
y en qué forma lo hacen.
3. ¿Qué relación hay entre capital constante y capital variable, según C. Marx, y
cómo influyen las variaciones de cada uno sobre los beneficios y el crecimiento?
4. ¿Qué es lo que explica la despreocupación marginalista hacia la problemática
del crecimiento económico?
5. Resuma la teoría keynesiana del crecimiento.
6. ¿En qué se basa la respuesta neoclásica a la teoría keynesiana del crecimiento
y qué implicaciones tiene?
7. ¿Qué papel desempeñan los beneficios en el proceso de crecimiento en una
economía capitalista?
8. ¿Qué entendemos por ciclo económico y cuáles son las características de sus
distintas fases?
9. ¿Qué caracteriza las explicaciones exógenas del ciclo económico? Señale las
que conozca.
10. ¿Cuál es el proceso que origina un ciclo económico como consecuencia de un
exceso de oferta monetaria?
11. ¿Cuál es la diferencia entre innovación e invención? ¿Qué dinámica origina la
introducción de innovaciones, según Schumpeter?
12. ¿Qué papel desempeña el desempleo en la explicación marxista del ciclo eco-
nómico?
13. ¿En qué se basan las teorías del subconsumo como explicación del ciclo eco-
nómico y quiénes han sido sus principales defensores?
14. A partir de señalar los rasgos del subdesarrollo, indique las diferencias entre
crecimiento y desarrollo económico.
15. Comente las teorías explicativas del subdesarrollo que conozca.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Caps. 30, 31.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Caps.
20, 21.
Lecturas complementarias
Desarrollo humano
PNUD. Informe sobre el desarrollo humano (2013). El ascenso del Sur: Progreso
humano en un mundo diverso. Naciones Unidas.
PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano (2010). La verdadera riqueza de las na-
ciones: Caminos al desarrollo humano. Naciones Unidas.
Clásicos de la economía
Schumpeter, J. A. (1996). Capitalismo, socialismo, democracia. Folio. Cap. 7, «El
proceso de la destrucción creadora».
En los capítulos anteriores hemos estudiado los problemas teóricos del desequilibrio
económico y los instrumentos de análisis que permiten a la economía conocerlos y tratar
de darles respuestas. En los capítulos siguientes se estudian los problemas desde una
perspectiva mucho más concreta, tratando de situar en primer plano la realidad en la que
se producen y las medidas políticas que se adoptan para hacerles frente.
En primer lugar, se plantea en este capítulo cómo se desarrolló la última gran
crisis de las economías contemporáneas, la que provocó los problemas de paro, in-
flación y déficit que han afectado, prácticamente sin excepción, a todos los países
en una época dominada por la globalización.
16.2.2. El fordismo
Frente a las luchas obreras por el aumento del salario, los capitalistas habían
tratado siempre de encontrar fórmulas que permitieran compensar tales subidas con
aumentos en la productividad del trabajo.
La forma de conseguirlo consistía en profundizar y mejorar la división del tra-
bajo para obtener así un mayor rendimiento por hora trabajada.
Eso fue lo que dio pie al taylorismo u organización científica del trabajo. Éste
trataba de lograr que el proceso de trabajo se convirtiese en una sucesión de tareas
repetitivas que sólo requiriesen una mínima destreza por parte del obrero, para que
éste pudiera realizarlas eficaz y velozmente.
El obrero se transformaba así en un operario superespecializado y que debía ac-
tuar disciplinadamente para alcanzar los objetivos de producción que le habían sido
encomendados. Como el propio Taylor prescribió, se trataba de reclutar trabajadores
sin cualificación y «entrenarlos, uno tras otro, bajo la dirección de un profesor com-
petente, hasta que apliquen de modo continuo y habitual una manera de trabajar».
En estas condiciones, los asalariados pugnarían por mayores salarios, pero las
empresas podían hacerles frente modificando las condiciones de su productividad,
alterando la intensidad o la asignación de tareas en el trabajo.
Gracias a esos procedimientos, que se generalizaron en la industria después de
la Segunda Guerra Mundial, se podía elevar considerablemente la producción tanto
de bienes finales como de productos intermedios y materias primas. Y gracias a que
esos procesos permitían utilizar el trabajo con mucha más intensidad, se podían ele-
var los salarios y reducir la jornada laboral. De esa manera, los asalariados ganaban
tiempo y renta suficientes para convertirse en los consumidores de aquello que pro-
ducían.
Apareció así el fordismo, que era precisamente la combinación de formas taylo-
ristas con salarios elevados que permitían que los trabajadores se incorporasen al
consumo masivo.
Se denomina así porque fue el constructor de automóviles estadounidense Henry
Ford el primero que detectó que la mejor forma de dar salida a su producción era
convertir a sus trabajadores en los usuarios de sus modelos. Como él decía: «Todos
los negocios de los ricos no bastarían para hacer vivir una sola industria. Aquí la
clase que compra es la clase trabajadora, y es necesario que se convierta en nuestra
clase “acomodada” si queremos dar salida a nuestra enorme producción... los em-
pleados de una industria deben ser sus mejores clientes».
Así se desarrolló lo que se conoce como ingeniería del valor, es decir, el con-
junto de actividades tendentes a colocar en el mercado, a precios más ventajosos,
productos semejantes a los antiguos gracias a la utilización de materiales más bara-
tos, a la disminución de su peso, a su envoltura diferente, etc.
Eso suele implicar que los «nuevos» productos son siempre de precio más elevado
que los antiguos, pues deben incorporar los gastos de la publicidad, de la innovación
o el marketing, el coste del reciclaje de los productos antiguos, los mayores costes
financieros a que da lugar el recurso habitual al crédito cuando no se ha vendido la
producción anterior y puesto que soportan unos mayores costes fijos, etc.
Por tanto, como consecuencia de esta nueva forma de competencia oligopólica
o monopolística, aumentaba la capacidad productiva del sistema pero, como ha se-
ñalado James O’Connor, «la nueva capacidad no tenía, en forma predominante, la
finalidad de abaratar la producción de los productos antiguos, sino la de ofrecer
materiales para producir nuevos»1.
Las inversiones directas son aquellas que se llevan a cabo en el extranjero para
participar en empresas y tomar parte activa en su gestión.
Durante los años sesenta, Estados Unidos realizó cerca del 70% de las inversio-
nes extranjeras mundiales (en 1980 esta proporción bajaría al 45%).
Un fenómeno significativo ha sido el creciente peso de los países más ricos en
la acumulación de activos fuera de sus fronteras. En 1914, sólo un 37,2% del stock
de inversiones directas en el extranjero correspondía a estos países; en el año 1960
pasó a ser el 67%; en 1978, el 73%, y el 74% en 1982.
Y, quizá sobre todo, es significativo el cambio de sentido de las inversiones en
Estados Unidos: mientras que en 1961-1963 sólo se invirtió en Estados Unidos un
10,5% del total de inversiones directas mundiales en el extranjero, en 1979 ya se al-
canzó un 35%, pasando de unas entradas de capital por ese concepto de 8.000 millo-
1
O’Connor, J.: Crisis de acumulación, Península, 1987, p. 103.
nes de dólares en 1963 a 183.000 millones en 1985. Es decir, que la economía esta-
dounidense pasó de ser exportador a importador de capitales.
serán siempre un eficaz medio de presión para controlar subidas salariales y para
obtener subvenciones o ayudas estatales que garanticen el empleo en empresas que
se presentan como deficitarias. Sin embargo, la empresa obtiene jugosos beneficios
a nivel multinacional.
ción que impide que las medidas tradicionales de intervención económica puedan
llegar a tener efectos reales sobre ellos.
Por último, una consecuencia inevitable de la internacionalización de las rela-
ciones económicas en este período fue el aumento de los gastos militares para de-
fender los intereses económicos allí donde se encuentran. Según Harry Magdoff, en
la década de los años veinte había fuerzas estadounidenses estacionadas en sólo tres
países; a principios de los años setenta, en sesenta y cuatro.
El gasto militar no sólo drenó recursos que no se aplicaban a la industria civil
(con más capacidad de creación de empleo), sino que contribuyó a presionar sobre
los precios, pues los contratos gubernamentales no se realizan normalmente en con-
diciones de licitación competitiva.
La escalada en este tipo de gastos improductivos obligó a los gobiernos occi-
dentales a un incremento permanente del gasto público, contribuyó a la caída gene-
ral de la productividad en la industria y —al absorber la parte más importante de los
recursos para investigación y desarrollo de innovaciones— retrasó la aplicación de
las nuevas tecnologías a la industria civil.
La financiarización
Pero como estos fondos no podían proceder del ahorro por la alta propensión
marginal al consumo existente, sólo podían obtenerse del incremento de la oferta
monetaria.
Por otra parte, los intercambios internacionales comenzaban a generar, igual-
mente, un desajuste continuo entre los movimientos de mercancías y de capitales y
los pagos internacionales.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos representaba el 60% de
la producción mundial y el 32,5% del comercio mundial y disponía del 80% de las
reservas de oro existentes en el mundo.
Según los acuerdos de Bretton Woods, el oro sería el medio de pago internacio-
nal, pero como el dólar tenía respaldo suficiente y era automáticamente convertible,
los bancos centrales prefirieron almacenar la divisa estadounidense para hacer frente
a sus pagos internacionales.
Hasta que las economías europeas y japonesa no se recuperaron, Estados Uni-
dos fue un exportador neto de mercancías y capitales. Aquellos países demandaban
gran cantidad de dólares para poner en marcha sus industrias y eso permitía que el
dólar permaneciese estable a pesar de que las inversiones directas de Estados Uni-
dos (la oferta de dólares) se multiplicaron por 4,5 de 1945 a 1960.
Pero al empezar a ser competitivas, las demás economías occidentales cada vez
exportaban más, y eso apreciaba sus monedas, mientras que el dólar, por el contra-
rio, se depreciaba.
Eso daba lugar a un doble proceso. Por un lado, los bancos centrales preferían
tener oro en lugar de dólares. Por otro, había cada vez más especuladores que juga-
ban sobre algo seguro: la depreciación continuada del dólar y la apreciación de mo-
nedas como el marco o del yen. Todo ello creaba inestabilidad y una sobreabundan-
cia de dólares en los mercados que incrementaba la oferta mundial de recursos
financieros.
La acumulación de reservas en oro en perjuicio de los dólares dio lugar a que ya
en 1971 las reservas de oro estadounidenses sólo significaran el 35% de las mundia-
les, lo que implicaba realmente que el dólar apenas si tenía respaldo.
todo el mundo habían acumulado enormes reservas excedentarias tras la euforia es-
peculativa y ello les permitió estar en inmejorables condiciones para realizar una
inmensa oferta de crédito internacional.
La existencia de tipos de interés todavía atractivos (dada la oferta de liquidez
existente) permitió que el comercio internacional en expansión acudiese a esta fi-
nanciación y que la mayoría de las naciones no tuvieran inconveniente en recurrir a
fuertes empréstitos en condiciones de financiación que se presuponían inmejorables.
En particular, los países más pobres acumularon grandes volúmenes de deuda. En
unos casos, por la magnitud de sus carencias, pero la mayoría de las veces porque
eran arrastrados a la deuda por sus propios oferentes bajo el señuelo de intereses
muy bajos. Sin embargo, cuando los tipos subieron —como tenía que suceder—, la
carga de esas deudas se haría insoportable y se generó una tremenda deuda externa
en todos esos países que los llevó prácticamente a una ruina generalizada.
El 6 de octubre de 1973 Israel fue atacado militarmente por Egipto y seis días
después concluía el episodio bélico con la ocupación de territorios árabes. Casi de
forma inmediata, el 16 del mismo mes, los países árabes exportadores de petróleo
se reunían en Kuwait y adoptaban una triple decisión: el embargo comercial de los
países que habían apoyado a Israel, la subida del precio del petróleo en un 70% (de
— Como consecuencia de la subida del precio del petróleo se produjo una re-
distribución de las rentas a escala internacional, desde los países importado-
res hacia los países exportadores.
— Las economías occidentales, importadoras netas de petróleo, vieron cómo se
deterioraron de manera casi instantánea sus balanzas comerciales. Así, los
países miembros de la OCDE, que en el año 1973 habían tenido un superá-
vit corriente de 5.000 millones de dólares, pasaron a soportar un déficit co-
rriente de 33.000 millones de dólares en 1974. Y un efecto semejante se
produjo sobre las balanzas corrientes de los países menos desarrollados, que
aumentaron su déficit de 6.000 millones de dólares a 33.000 en el mismo
año. Por el contrario, los países exportadores integrados en la OPEP (Orga-
nización de Países Exportadores de Petróleo) multiplicaron su superávit co-
rriente, que pasó de 21.500 millones de dólares a 77.000 millones.
Las subidas reiteradas en los precios del petróleo en los dos años siguientes
agudizaron este proceso de acumulación de recursos en los países de la OPEP, has-
ta el punto de que sus propias economías resultaban incapaces de absorberlos. De
ahí que una ingente cantidad de dólares procedentes de sus exportaciones petroleras
fuera colocada en bancos e instituciones financieras europeas. Estos petrodólares
multiplicaron la ya sobrada oferta de recursos líquidos en las economías occidenta-
les y permitieron a los bancos comerciales expandir el dinero bancario a través de
la concesión de créditos baratos, de forma que la oferta monetaria en las economías
occidentales aumentó doce veces en una década.
Por otra parte, el encarecimiento del petróleo se transmitió inmediatamente a los
precios industriales y de los bienes de consumo, lo que, a su vez, originó una espi-
ral reivindicativa de salarios más elevados, costes laborales más altos y precios aún
mayores. Esto provocó que en 1973 el índice general de precios en los países occi-
dentales alcanzase el 7,9%, frente al 2,7% de media en los años sesenta.
A finales de los años sesenta el dólar estaba sometido a una fuerte inestabilidad
como consecuencia del déficit exterior de Estados Unidos. Esa inestabilidad se
transmitía a todas las divisas, al actuar como medio de pago internacional, y llegó a
ser tan fuerte que los gobiernos no estaban en condiciones de mantener fijas las pa-
ridades de sus monedas. Se acordó entonces la fluctuación de las divisas más im-
portantes, terminando así, de hecho, la era monetaria que se había iniciado en la
Conferencia de Bretton Woods y dándose paso a una situación de fluctuación gene-
ralizada.
Como su propio nombre indica, la fluctuación significa que no hay mecanismos
institucionales capaces de garantizar la estabilidad de los tipos de cambio, algo que
Esta situación se agravó enormemente después de las dos grandes subidas en los
precios del petróleo.
Por un lado, aumentaron los déficit exteriores de todos los países occidentales,
y principalmente de Estados Unidos. Por otro, los países productores de petróleo
inyectaron ingentes sumas de liquidez al sistema monetario internacional.
Para financiar su déficit, Estados Unidos tuvo que acudir a los capitales extran-
jeros, y para atraerlos recurrió a fuertes subidas de los tipos de interés, que tuvieron
que ser necesariamente seguidas después por los demás países occidentales, pues si
no lo hacían se produciría la fuga de capitales en sus países respectivos.
Los tipos de interés al alza dificultaban enormemente la inversión interna, y esto
produjo una insuficiencia de recursos para aumentar la capacidad productiva, lo que
impidió mantener el empleo.
Por otro lado, los gobiernos seguían haciendo frente a enormes gastos. Aumen-
taban las prestaciones sociales al crecer el paro, ayudaban a las empresas en
crisis, realizaban fuertes gastos militares y ante la crisis que se abría paso seguían
realizando políticas keynesianas de incremento de la inversión pública. Y como la
crisis proporcionaba cada vez menos ingresos públicos, resultaba que los déficit
presupuestarios fueron cada vez más elevados, aumentando sin cesar la deuda pú-
blica.
Todo ello trajo consigo la recesión económica en los países occidentales, en la
que se combinaba una gran caída en la producción y el empleo, por un lado, y la su-
bida de precios y el incremento constante de la oferta monetaria que animaba sin ce-
sar a la especulación financiera, por otro.
En esa situación de crisis, los países más poderosos, Estados Unidos, Japón y la
Comunidad Europea, comenzaron a proteger sus industrias, al mismo tiempo que
obligaban a los más pobres a abrir sus fronteras, lo que hacía que estos últimos
afrontaran la crisis en una situación de especial fragilidad.
A mediados del año 1987, la situación financiera internacional prácticamente
no había cambiado de tónica respecto a los años anteriores: déficit crecientes de
la balanza corriente de Estados Unidos, alzas en los tipos de interés y sosteni-
miento del dólar gracias a las intervenciones de los bancos centrales europeos,
que los compraban para evitar su depreciación, y de la propia Reserva Federal
estadounidense.
El mantenimiento de la inestabilidad y de las tendencias alcistas de los tipos de
interés permitió vaticinar a John K. Galbraith, en septiembre de 1987, con extraor-
dinario acierto, que «llegará un momento o cualquier cosa —no se puede saber nun-
ca cuándo ni qué— que decidirá a un determinado número de agentes a retirarse del
mercado... la hipótesis más sensata es la que prevé lo peor».
Sucede que cuanto más se elevan los tipos de interés, más se espera su bajada.
Y un minúsculo indicio de que así va a suceder dará lugar a que los agentes se des-
hagan de sus títulos, puesto que lo que buscan es venderlos en el mejor momento,
justo antes de que bajen sus cotizaciones.
El sábado 16 de octubre de 1987 el secretario del Tesoro norteamericano anun-
ció que Estados Unidos podría dejar que bajase la cotización del dólar en respuesta
a la política monetaria de intervención de la República Federal de Alemania: el lu-
nes siguiente las bolsas mundiales se hundieron.
Los bancos centrales hubieron de comprar masivamente para mantener las coti-
zaciones, inyectaron liquidez al sistema y adoptaron medidas encaminadas a la re-
ducción de los tipos de interés. Como consecuencia de todo, resultó una nueva era
de dólar depreciado y de políticas monetarias más coordinadas.
La depreciación del dólar (a pesar de que Estados Unidos mantenía una política
interna que seguía presionando al alza los tipos de interés) supuso un importante
impulso para el resto de las economías occidentales, que pudieron entrar en una
nueva fase de cierta expansión a partir de 1988.
Por esa fecha ya habían mostrado sus efectos las políticas de ajuste industrial
que analizaremos más adelante y se habían contenido las alzas salariales gracias al
debilitamiento de los trabajadores como consecuencia de los mayores niveles de
desempleo existentes: los beneficios pudieron comenzar a recuperarse, aunque el
peligro de inestabilidad financiera y de nuevas fases de recesión no pudo dejar de
ser contemplado.
La especulación financiera
2
Gunder Frank, A.: El desafío de la crisis, IEPALA, 1988, p. 187.
c) Desajustes sectoriales
A lo largo de los años cincuenta y sesenta se había producido un trasvase im-
portante de población del campo a las ciudades que, junto a la innovación técnica,
había permitido conseguir ganancias de productividad en la agricultura y proporcio-
nar mano de obra abundante a la industria.
Pero este proceso llevó también consigo una demanda creciente de servicios
de todo tipo, desde bancarios hasta sanitarios, educativos, culturales, administrati-
vos, etc. Se produjo así una terciarización de las economías que también afectó a las
propias empresas, obligándolas a competir mejorando la presentación de los produc-
tos, aumentando sus gastos de publicidad y acudiendo, en definitiva, a servicios
cada vez más diversificados, pero con una productividad mucho menor que la de los
sectores industriales.
3 Bowles, S.; Gordon, D. M., y Weisskopf, T. E.: La economía del despilfarro, Alianza Editorial,
1989, pp. 159-160.
Neoliberalismo y globalización
A lo largo de los años ochenta y noventa del siglo pasado se produjo una crisis
de deuda externa que afectó a un gran número de países menos desarrollados, cuyas
causas analizaremos más adelante, y también diversas crisis financieras de una gra-
vedad hasta entonces nunca vista desde antes de la II Guerra Mundial.
Las medidas liberalizadoras que vinieron de la mano de la respuesta neoliberal
a la gran crisis de los años setenta del siglo pasado, y que analizamos en los si-
guientes capítulos, abrieron la puerta a una nueva época de perturbaciones financie-
ras prácticamente continuadas. Gerald Caprio y Danila Klingebiel han contabilizado
117 crisis bancarias sistémicas en 93 países y 113 episodios de «stress» financiero
en 17 países desde 1970 a 2003, poco antes de la última gran crisis de 2007.
El 19 de octubre de 1987 la bolsa de Wall Street registró una caída del 22,6%,
casi el doble de la del 28 de octubre de 1929 y sólo por detrás de la que se produ-
jo el 12 de diciembre de 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En 1992
saltó por los aires el Sistema Monetario Europeo. En 1994, una masiva salida de
capitales produjo una crisis profunda en México, y en los años siguientes se regis-
traron nuevos episodios de especulación generalizada, crisis financieras y deterioro
subsiguiente de la economía real en Argentina, Rusia, Turquía, de nuevo en México,
y en varios países asiáticos, además de una larga deflación en Japón, entre otros
episodios más o menos del mismo tipo a lo largo de todo el planeta.
Al inicio del año 2000 se podía percibir un cierto clima de euforia, sobre todo
porque la economía de Estados Unidos alcanzaba tasas de crecimiento muy eleva-
das. Se hablaba entonces de la nueva economía como resultado de las transforma-
ciones tecnológicas y productivas de los últimos años que alumbraban a cientos de
las llamadas nuevas empresas puntocom. Pero lo que se había generado era otra
colosal burbuja, es decir, una situación en la que los precios se disparan al alza sim-
plemente como resultado de que todo el mundo cree o espera que van a subir, y eso
hace que efectivamente suban. La mera expectativa de éxito de empresas recién na-
cidas hacía que sus cotizaciones se disparasen al salir a bolsa. Así, las acciones de
la sociedad que desarrolló el primer navegador en Internet, Netscape, subieron de 28
dólares a 75 dólares el primer día, y las de Amazon un 5.266% en sólo dos años, de
1997 a 1999, cuando el índice Nasdaq correspondiente al sector de las empresas de
nuevas tecnologías se multiplicó por tres y su capitalización bursátil por 6. Pero el
10 de marzo de 2000 dicho índice alcanzó su máximo valor histórico y enseguida
comenzó a bajar casi tan rápido como había subido, provocando pérdidas cuantiosas
y el final de un vertiginoso proceso de euforia que a los pocos meses afectó a la
economía real. A mediados de 2001 ya se había iniciado una nueva recaída de la
actividad económica en Estados Unidos que se agudizó con el ataque sangriento a
las Torres Gemelas.
Para hacerle frente a la recaída, las autoridades comenzaron a bajar los tipos de
interés, primero en Estados Unidos y luego en los demás países. Eso produjo un
aumento muy grande de la actividad inmobiliaria y del crédito concedido por la
banca (pues con tipos más bajos han de aumentar su oferta para mantener las ganan-
cias), generando una nueva burbuja en muchos países en torno al precio en alza
constante de las viviendas.
Para obtener nueva liquidez y poder seguir dando crédito, los bancos recurrieron
a la titulización de los contratos hipotecarios. Es decir, a su transformación en otros
productos (llamados por eso derivados financieros) que vendían en los mercados
internacionales con propósitos puramente especulativos, pero con muy alta rentabi-
lidad, de ahí vino la última gran crisis económica que estuvo a punto de llevarse por
delante a toda la economía mundial.
— La respuesta a esta crisis vino de la mano del neoliberalismo, que supuso el re-
nacimiento de las ideas liberales. La liberalización de los intercambios y las
nuevas posibilidades de interconexión mundial gracias a las nuevas tecnologías
han llevado a denominar a esta nueva etapa social como la globalización, a pesar
de que no se ha logrado que ésta afecte a todo el conjunto de las actividades
económicas y sociales.
CONCEPTOS CLAVE
«Años gloriosos».
Taylorismo.
Fordismo.
Precios de transferencia.
Financiarización.
Relocalización.
Estanflación.
Neoliberalismo.
Globalización.
Burbuja.
Titulización.
Derivados financieros.
Empresas puntocom.
Nueva economía.
Gran recesión.
Hipotecas sub prime.
Burbuja.
Titulización
Derivados financieros.
PREGUNTAS DE REPASO
1. Indique las causas de la expansión económica posterior a la Segunda Guerra
Mundial.
2. ¿A qué se llama taylorismo u organización científica del trabajo?
3. ¿Qué quiere decirse cuando se afirma que el fordismo comporta un tipo de
relación salarial y una pauta social de consumo?
4. Comente los rasgos del tipo de competencia que predominó en las economías
de la segunda postguerra mundial.
5. ¿Qué son las inversiones directas en el exterior?
6. Señale las características de una empresa multinacional e indique en qué sec-
tores opera preferentemente.
7. ¿Qué ventajas e inconvenientes conlleva la presencia de importantes empresas
multinacionales?
BIBLIOGRAFÍA
Lecturas complementarias
Clásicos de la economía
antes de iniciarse la crisis y 8 millones menos de los previstos para 2019, según la
OIT.
Y eso, sin contar que una gran cantidad de los puestos de trabajo existentes son
de muy mala calidad, con salario muy bajo y en condiciones a veces infrahumanas.
La OIT estima que unos 550 millones de trabajadores, casi la mitad de total mun-
dial, trabajan por menos de un dólar diario y 900 millones por menos de 2 dólares.
En España, el paro ha alcanzado cifras escalofriantes a causa de la crisis, y en
el primer trimestre de 2015 se superaban los 5,4 millones de parados
Pero a pesar de la magnitud de este problema, de sus inmensos costes sobre la
economía, la sociedad y, especialmente, sobre las personas, los economistas no dispo-
nen de una explicación suficientemente generalizada y aceptable sobre este fenómeno.
La economía convencional neoliberal parece haber llegado a considerar ya el
desempleo como una nota consustancial de los modernos sistemas productivos, y
hasta el propio concepto de «pleno empleo», sobre el que habían girado los análisis
y las políticas económicas en los últimos cincuenta años, se considera, según Frie-
drich Hayek, que debe ser erradicado.
cumplir para desincentivar que se registren. Otras veces, es su propio mal funciona-
miento o inutilidad a la hora de encontrar trabajo lo que los hace poco efectivos
como sistema de registro.
Las encuestas evitan estos problemas, pero tienen el inconveniente de que los
resultados pueden ser muy dispares en función de las definiciones o del tratamiento
estadístico que se dé al fenómeno del desempleo.
El subempleo
Por otro lado, se consideran situaciones de empleo inadecuado las que llevan a
que los trabajadores deseen cambiar su empleo por causas como el escaso ingreso,
la formación o los servicios sociales inadecuados, horarios de trabajos variables,
arbitrarios o inconvenientes, dificultades de traslado, interrupción prolongada en el
pago de los salarios, etc.
Todas estas situaciones, y el reconocimiento de que se producen especialmente
en los países en desarrollo, aunque también de forma progresiva en los países ricos,
han llevado a la OIT a proponer la realización de mediciones que vayan más allá
del simple concepto de desempleo y, en particular, de otras vinculadas al bienestar
y al desarrollo como las que registran los llamados «trabajadores pobres», cuyo sa-
lario se sitúa por debajo de los niveles de pobreza, o las «personas con necesidades
básicas insatisfechas» aunque estén trabajando.
Debe tenerse en cuenta que los datos sobre el paro que proporcionan las encues-
tas son estimativos y que no tienen por qué coincidir con la cifra de personas ins-
critas en los registros de las instituciones que registran a los parados o con estima-
ciones realizadas por otros organismos.
Los datos recogidos por las encuestas son una aproximación válida al volumen
de empleo existente, aunque su rigor depende de la naturaleza de la muestra y de la
fidelidad de las respuestas recibidas, así como de su adecuación permanente a las
modificaciones producidas en la estructura de la población de cada país.
De los sistemas de encuesta que se utilizan más habitualmente se deducen dos
problemas significativos. Por una parte, que el concepto de población inactiva en
globa categorías muy amplias (como amas de casa y estudiantes e incluso los «de
sanimados») que no se consideran parados porque se estima que no están interesa-
dos en la búsqueda de empleo, cuando puede suceder que, en gran parte, no traten
de encontrar trabajo porque asumen de antemano expectativas negativas de encon-
trar empleo.
Por otro lado, el concepto de empleo que se utiliza es sumamente restringido
(una hora de trabajo al menos durante la semana de referencia y a cambio de pagos
incluso en especie, como podrían ser un par de entradas para el cine), por lo que las
cifras de empleo ocultan inevitablemente situaciones de auténtico subempleo, en el
sentido de que las personas ocupadas lo están en condiciones muy precarias de in-
greso y estabilidad. De esta forma, la categoría de ocupados engloba a quienes se
denominan activos u ocupados marginales, que sólo lo están por muy pocas horas o
de manera accidental.
Todo lo anterior ha dado lugar a que las cifras del desempleo que se presentan
habitualmente por los servicios estadísticos de los gobiernos escondan frecuente-
mente la realidad. René Passet2, por ejemplo, indica que el modo de cálculo del
2
Passet, R.: La ilusión neoliberal, Editorial Debate, Barcelona, 2001, pp. 174 y ss.
paro británico había sido modificado treinta y dos veces entre 1979 y 1997 «siem-
pre en la dirección de reducir la estadística del número de parados». La última re-
forma de la Encuesta de Población Activa en España permitió que el paro disminu-
yera de un día para otro en trescientas mil personas.
Como señala ese mismo autor, si en lugar de contabilizar el desempleo tal y como
ahora se realiza se descontasen las llamadas personas privadas de empleo pero que no
se computan como parados, la tasa de paro prácticamente se doblaría en los países
europeos. Algo semejante ocurre si se considerase parados a los «trabajadores desani-
mados» que ya desisten de buscar empleo, si se desinflasen los registros de invalidez
o si no se considerase un empleo «total» el que tienen los trabajadores a tiempo par-
cial que desean ser contratados a tiempo completo.
a) Un problema permanente
El desempleo es un fenómeno permanente porque se viene produciendo de manera
reiterada desde la mitad de los años setenta y, con la casi única excepción de Estados
Unidos, ni tan siquiera ha dejado de manifestarse en los años anteriores a la crisis de
2007, en los que la situación económica había mejorado. Ni tan siquiera en los países
donde mejor han evolucionado las cifras de desempleo se puede considerar que se haya
producido una reducción sustancial del mismo, sino más bien todo lo contrario.
hecho, muchos estudios empíricos muestran que la incorporación de las nuevas tec-
nologías no ha originado una pérdida de puestos de trabajo.
— Es cada vez más frecuente que los empleos que se crean sean precarios,
temporales o por muy pocas horas, de manera que no satisfacen la demanda
de trabajo a tiempo completo que realizan los trabajadores. Según la OIT, el
45% del empleo mundial (1.440 millones de personas) es vulnerable.
— Se extiende la práctica que obliga al propio trabajador a sufragar directa-
mente el pago de las prestaciones sociales que atienden los riesgos laborales
más elementales o la cobertura sanitaria que precisa. Las empresas tienden
cada vez más a exigir que los trabajadores se constituyan como empresarios
de sí mismos para ahorrarse costes y desentenderse de las eventualidades
que puedan producirse en el desempeño de la actividad laboral.
— Los salarios se reducen y resulta que el trabajo es cada vez más incapaz de ser-
vir como fuente digna y suficiente de ingresos. Así, en Estados Unidos, el ingre-
so medio de los directores ejecutivos era 45 veces mayor que el de la media de
los trabajadores de sus empresas en 1970, y ahora más de 1.700 veces mayor.
— Según la OIT, en promedio, en los países sobre los que se dispone de datos,
el 10% más rico gana un 30-40% de los ingresos totales. En cambio, el 10%
más pobre sólo gana alrededor del 2% de los ingresos totales.
— Al calcular la llamada tasa de empleo no pobre, que resta de tal empleo a los
asalariados con jornada completa cuyo salario es inferior a las dos terceras par-
tes del salario medio, se alcanzan niveles que expresan el malestar social aso-
ciado al empleo en nuestros días. En España, el 60% de los trabajadores gana
menos de 1.000 euros mensuales, y uno de cada tres trabajadores asalariados
cobra un sueldo inferior o igual al Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
Las condiciones en las que se desenvuelve el trabajo son cada vez menos agrada-
bles, e incluso ha aumentado la explotación laboral de niños y mujeres. A pesar de que
se suele tener la idea de que las nuevas tecnologías traen consigo condiciones de traba-
jo mucho más sofisticadas, lo cierto es que, incluso en los países más ricos, se han
deteriorado. El estudio más amplio realizado sobre el particular es el que realiza para
la Unión Europea la Fundación Europa para la Mejora de las Condiciones de Vida y
Trabajo. En la encuesta realizada en 2005, antes de que la crisis empeorase aún más las
condiciones de trabajo, se establecían, entre otras, las siguientes conclusiones:
— El 23% trabaja seis o siete días a la semana y el 15% del total de trabajado-
res normalmente más de 48 horas por semana. Algo más del 44% de estos
últimos se declaran insatisfechos en cuanto al equilibrio entre trabajo y vida
personal.
Aunque los enfoques teóricos del problema del desempleo son muy diversos, po-
dría decirse que existen tres grandes líneas de estudio del fenómeno del desempleo.
La primera está ligada a la comprensión del mercado como mecanismo natural
de regulación que proporciona soluciones eficientes (y por tanto de pleno empleo)
si se deja que funcione de manera libre y transparente, sin intervenciones exógenas.
La explicación del desempleo desde esta perspectiva se deriva de la asunción de las
hipótesis tradicionales del modelo neoclásico.
La segunda acepta —con diferentes supuestos— que el mercado no es comple-
tamente capaz de proporcionar la plena utilización de los recursos productivos, pues,
aun cuando se alcancen situaciones de equilibrio entre las expectativas de gasto de
los agentes y la capacidad productiva de la economía, no tienen por qué correspon-
derse con los niveles de ocupación máxima o de pleno empleo. De ahí se deduciría
la necesidad de efectuar diferentes intervenciones exógenas al mercado tendentes a
reconducir el equilibrio a situaciones lo más cercanas posible al pleno empleo. Estas
líneas de pensamiento tienen su origen en el modelo keynesiano, posteriormente
modificado en diferentes direcciones.
Por último, una tercera línea de análisis trata de encontrar las causas del desem-
pleo en desajustes que se originan más bien en la estructura misma de los sistemas
productivos, considerando que ésta abarca no sólo el comportamiento más o menos
libre de los agentes económicos, sino también otra serie de componentes institucio-
nales u organizacionales que afectan al desarrollo de los intercambios y a los proce-
sos de asignación.
Naturalmente, la pertinaz presencia del desempleo, la incapacidad de las medidas
adoptadas desde cada una de estas líneas de análisis y la existencia de factores y cau-
sas muy diversos e interrelacionados en su gestación han provocado la aparición de
enfoques de alcance parcial que se sitúan a medio camino entre los tres anteriores.
El origen de esta teoría se encuentra en una idea que formuló Juan Bautista Say
(ley de Say) diciendo que «la oferta crea su propia demanda». Si es así, la oferta de
empleo que realizan los trabajadores atraerá por sí misma la demanda suficiente, de
modo que no habría desempleo. Tan sólo cabría pensar en la existencia de un des-
empleo voluntario u ocasional que se resolvería sin mayor problema.
mos, como precioaceptantes), contratarán trabajadores hasta que el valor del produc-
to marginal del factor trabajo sea igual al salario real. Si el valor de la productividad
marginal del trabajo fuese mayor que el salario real, podrían contratarse más traba-
jadores obteniendo beneficios.
Por lo tanto, la demanda de trabajo es una función negativa del salario real:
cuanto mayor sea éste, menor será la cantidad demandada.
Por otra parte, la oferta de trabajo depende de una serie de decisiones que
los trabajadores adoptan respecto a la cantidad de tiempo que desean trabajar,
siendo el salario real el incentivo que les lleva a ofertar más o menos cantidad
de trabajo.
Cuanto mayor sea la capacidad adquisitiva del salario (el salario real), mayor
será, por una parte, su deseo de trabajar, pero también, a medida que sean mayores
los salarios reales, mejor será su situación y desearán trabajar menos.
En términos generales, sin embargo, el aumento del salario real les llevará a
ofertar más cantidad de trabajo; es decir, que la oferta de trabajo crecerá a medida
que crezca el salario real y viceversa.
El nivel de empleo de equilibrio se encontrará en aquella situación en que se
encuentran las respectivas funciones de demanda y oferta de trabajo.
La teoría neoclásica supone que los salarios y los precios (y por tanto los sala-
rios reales) son completamente flexibles (pueden subir o bajar sin problema alguno);
de ahí que siempre sea posible alcanzar un equilibrio convencional en el mercado.
Un exceso de oferta sólo será ocasional, puesto que provocará una reducción en los
salarios reales que restablecerá el equilibrio de pleno empleo.
Desde este punto de vista, el desempleo es exclusivamente el resultado de un
salario excesivo, por encima del nivel salarial de equilibrio. Por eso se dice que es
un desempleo voluntario, pues podría reducirse si los trabajadores aceptaran trabajar
con salarios reales más bajos.
a la tasa natural de paro y provoquen desempleo, pueden ser dos. En primer lugar,
que en el mercado de trabajo no se den las condiciones de competencia perfecta,
como consecuencia de que los agentes dispongan de insuficiente información o
por la existencia de monopolios, tanto en la demanda como en la oferta. En se-
gundo lugar, que los trabajadores tengan expectativas erradas respecto a la evolu-
ción de los precios, lo que les llevará a realizar demandas de salarios reales más
elevadas.
Por lo tanto, desde el punto de vista neoclásico, las posibilidades de reducir
el desempleo se basan en garantizar la mayor flexibilidad posible de los sala-
rios reales y en conseguir que el mercado de trabajo sea perfectamente compe-
titivo.
De ahí se derivan las llamadas políticas del «lado de la oferta», aquellas tenden-
tes a facilitar la producción en las condiciones de costes más ventajosas posibles
para las empresas.
Según los defensores de este enfoque, las negociaciones en el mercado de traba-
jo deben realizarse con la mayor ausencia posible de intervenciones exógenas, y por
ello se propone limitar al máximo el poder negociador de los sindicatos que actúan
normalmente como defensores de niveles salariales lo más altos posible.
Esta teoría se basa en un supuesto real: cuanto mayores sean los salarios, menor
es el margen de beneficios que pueden obtener las empresas, si se mantienen cons-
tantes otras determinantes de éstos (capacidad utilizada, ventas y productividad del
trabajo y del capital), lo que lleva a pensar que a salarios más bajos, las empresas
demandarán más trabajo.
La prueba de ello la ofrece la evolución de los mercados de trabajo a finales de
los años noventa. Cuando se ha logrado reducir el coste salarial en casi todos los
países, gracias a las políticas restrictivas, a la debilidad que el propio desempleo
masivo ha generado en los trabajadores a la hora de defender sus intereses y al me-
nor poder de los sindicatos, se han creado millones de empleos, aunque con retribu-
ciones muy bajas.
Sin embargo, el propio modelo no tiene en consideración que la reducción ge-
neralizada de los salarios da lugar a una menor disposición de rentas, lo que origina
irremediablemente una caída en las ventas, y por lo tanto de los beneficios, si no se
modifican las demás condiciones. Y eso es precisamente lo que provoca que los rit-
mos de crecimiento y de empleo que se alcanzan cuando predominan estas políticas
restrictivas hayan sido mucho muy reducidos.
Todo ello, además, sin considerar que el salario es la única fuente de ingreso de
la inmensa mayoría de los trabajadores, lo que significa que la estrategia de reduc-
ción salarial implica, a su vez, una pérdida de bienestar en la parte más amplia de
la población que ve reducidos su poder adquisitivo y sus posibilidades de satisfac-
ción de necesidades.
De ahí que se haya tratado de combinar ambos enfoques considerando que el des-
empleo generado en los últimos veinticinco años tiene su origen tanto en problemas
de demanda agregada como en circunstancias inherentes al mercado de trabajo.
En situaciones en las que el desempleo está originado a la vez por causas de
tipo neoclásico y keynesiano (es decir, motivado conjuntamente por tensiones al
alza de los salarios reales en el mercado de trabajo y por insuficiencia de la deman-
da agregada), se proponen medidas que actúan conjuntamente sobre ambos elemen-
tos, procurando, sobre todo, que el impulso de la demanda agregada se realice sobre
la formación bruta de capital. Es decir, tratando de lograr su mayor productividad y
evitando tener que reducir los salarios reales.
El economista francés Edmond Malinvaud sistematizó por primera vez estas si-
tuaciones considerando diferentes alternativas. La situación sería de «paro keynesia-
no» si lleva consigo el exceso de oferta en el mercado de trabajo y la insuficiencia
de demanda en el mercado de bienes y servicios. Por el contrario, una situación de
«paro clásico» sería aquella en la que se registra un exceso de oferta en el mercado
de trabajo y un exceso de demanda en el mercado de bienes que provocará una su-
bida en el nivel general de precios.
Sin embargo, la resolución del problema del desempleo desde este punto de vis-
ta está sujeta a la dificultad intrínseca que lleva aparejada la aplicación de medidas
de política económica en situaciones combinadas de esta naturaleza. Estimular la
demanda para hacer frente al paro keynesiano no resuelve el problema de rentabili-
dad de la oferta, mientras que favorecer a los beneficios para aliviar el paro clásico
no siempre favorece la recuperación de una demanda insuficiente.
es lo que dificulta que las empresas puedan ajustar rápidamente los salarios a los
cambios en la oferta de trabajo.
Se supone, además, que los asalariados prefieren un salario rígido (aunque sea
más bajo) a una remuneración fluctuante en función de la coyuntura, pues no están
en condiciones de conocer bien la situación real de la empresa y el contexto general
de la economía.
En consecuencia, en caso de modificaciones de la coyuntura económica, la em-
presa altera el empleo y no los salarios, por lo que éstos no serían los determinantes
de las variaciones en el empleo, que dependen de decisiones tomadas por la empre-
sa y no de la situación del mercado de trabajo.
e) La inercia o histéresis
Finalmente, una derivación reciente de la teoría neoclásica analiza el desempleo
como la manifestación de un fenómeno llamado de histéresis, que consiste en el
mantenimiento de una situación cuando desaparece la causa que la ha originado.
Se dice que cuando se alcanza una determinada tasa de empleo en un momento
o período determinado, se conserva en los períodos posteriores, haciéndose ya habi-
tual. Se convierte como en una especie de suelo porque se perpetúa y ya no baja.
3
Aunque parezca mentira, esto ocurre también en los puestos de trabajo más cualificados: William
Meyer cuenta que cuando Henry Ford despidió a Lee Iacocca, quien ya tenía fama de ser uno de los
gerentes más eficaces del mundo, éste le preguntó por las razones para hacerlo, después de treinta y dos
años de trabajo en su empresa. «Simplemente, porque no me gusta usted», fue la respuesta de Ford.
Citado en Meyers, W.: Los creadores de imagen, Ariel, 1991, p. 114.
Ahora bien, el tiempo efectivo destinado a la obtención del producto (L) depen-
de del número de individuos contratados para el trabajo (N), de la jornada laboral
(j) y de la eficiencia del trabajo (f). De manera que L = N × j × f.
Por lo tanto, se puede expresar la definición de productividad de otra forma:
Y
z = ––––––––
N × j × f
Y
z = –––––––––––––––
(N/A) × j × f × A
Y
z = –––––––––––
e × j × f × A
— Aumento de Y.
— Disminución de e, j, f o A.
Si se supone que la jornada laboral y la eficiencia del trabajo no se modifican
a corto o medio plazo, y que la población activa será difícil que disminuya,
resulta que cuando un determinado cambio técnico conlleva aumentos en la
productividad, debe aumentar la producción o disminuir el empleo.
Para alcanzar el aumento del nivel de producción será preciso expandir la de-
manda agregada, y ello puede conseguirse mediante varias vías:
La falta de recursos para generar demandas de trabajo ha sido una de las razo-
nes que con mayor abundancia utiliza la economía convencional para explicar el
desempleo.
Algunos autores, sin embargo, han tratado de demostrar que tal criterio —en el
que se ha basado abundantemente la política económica de la mayoría de los gobier-
nos occidentales en los últimos años— no responde a la realidad, y que el desempleo
es más bien el resultado de un uso socialmente ineficiente de los recursos disponibles.
Así, Samuel Bowles, David Gordon y Thomas Weisskopf han demostrado que la
economía estadounidense ha dispuesto de recursos suficientes para generar tasas de
empleo y actividad económica muy superiores a las que han existido a lo largo de este
siglo.
Para estos autores, lo que ocurre es que el pleno empleo se sacrifica en aras de
mantener una estructura empresarial y una política económica que se destinan a ga-
rantizar los beneficios privados de la empresa capitalista.
6
Bowles, Gordon, Weisskopf: La economía del despilfarro, ob. cit., p. 35.
Estas medidas no significan, sin embargo, más que una falsa solución, puesto
que no subsanan el problema de la falta de empleos para los individuos en edad de
trabajar.
Otras medidas posibles, como la reducción de la jornada de trabajo o la dismi-
nución de las «horas extraordinarias», permiten, por el contrario, un auténtico repar-
to del trabajo y mejoran las tasas de actividad.
Alternativamente, se puede actuar sobre el grado de cualificación y preparación
de la mano de obra de manera que esté en condiciones de satisfacer las demandas
cada vez más exigentes que imponen los cambios tecnológicos y organizacionales
contemporáneos. O también generando sistemas de discriminación positiva que faci-
liten el empleo de los colectivos más afectados por el paro.
Quienes creen que el desempleo está causado por factores estructurales deriva-
dos del despilfarro, del conflicto de intereses y de la desigualdad intrínseca al siste-
ma capitalista proponen otro tipo de medidas para combatirlo: reducir el gasto inútil
y las actividades improductivas, repartir las cargas y rentas para favorecer la deman-
da o democratizar los procesos de toma de decisiones y la organización del trabajo
para hacer posible todo lo anterior.
Desde otro punto de vista se pueden distinguir también las políticas de empleo
según se trate de las llamadas políticas activas o pasivas.
Las políticas activas de empleo son aquellas medidas que actúan directamente
sobre el mercado de trabajo tratando de incentivar y favorecer la creación de em-
pleos. Entre ellas, las que se utilizan más generalmente son las siguientes:
Las políticas pasivas son las que se dedican a paliar los efectos del desempleo
concediendo subsidios a las personas que se encuentran en esa situación tratando,
además, de mantener la demanda global a través de estas rentas.
— Para medir la realidad del desempleo hemos de recurrir a vías indirectas, por
medio de encuestas o de registros públicos, que no siempre proporcionan una
imagen rigurosa del desempleo realmente existente.
— Los rasgos principales que caracterizan la situación del trabajo y el empleo en el
mundo actual son: la permanencia del desempleo, el insuficiente impulso del
crecimiento económico, el aumento del trabajo precario, la larga duración de la
situación de desempleo, la diferente incidencia del paro en diferentes grupos so-
ciales y los daños personales y sociales que provoca todo ello.
— La teoría neoclásica del desempleo es la que inspira los planteamientos liberales
hoy día dominantes. Parte de considerar que los mercados pueden funcionar per-
fectamente, de modo que si hay suficiente flexibilidad los salarios bajarán cuan-
do hay desempleo y éste no tendrá por qué mantenerse. El paro sólo se daría si
los trabajadores no aceptan salarios más bajos y por eso se considera que es un
desempleo voluntario.
— La teoría keynesiana del desempleo rechaza la explicación anterior porque con-
sidera que los salarios no serán nunca flexibles y, por el contrario, entiende que
el paro se produce porque hay una insuficiente demanda.
— Malinvaud sintetizó la explicación neoclásica y la keynesiana afirmando que en
las situaciones de paro suelen darse, al mismo tiempo, factores relativos a la ri-
gidez de salarios y a la insuficiencia de la demanda que deben tratarse combina-
damente.
— Para explicar las manifestaciones contemporáneas del desempleo se han formu-
lado teorías más recientes aunque su poder explicativo es bastante limitado. Las
más importantes son las que explican el paro en función de la segmentación que
se produce en los mercados, las que consideran que el desempleo se produce por
deficiencias en las estrategias en la búsqueda de empleo, la teoría de los contra-
tos implícitos, la de la negociación salarial y la de la inercia o histéresis.
— Otros enfoques teóricos entienden que el desempleo es una manifestación de las
debilidades estructurales de la economía capitalista y de que el mercado laboral
tiene una naturaleza muy singular y distinta a las del resto de los mercados.
— Las más destacadas de estas explicaciones son las que vinculan el desempleo a la
crisis en la obtención de beneficios, la teoría marxista, la que mantiene que el paro
es el resultado de que la innovación tecnológica se lleve a cabo mientras se aplican
políticas restrictivas que limitan el crecimiento y la que afirma que el desempleo es
una consecuencia inmediata del despilfarro típico de las economías capitalistas.
— Las políticas de empleo son las actuaciones públicas que tratan de fomentar la
creación de puestos de trabajo. Su contenido concreto depende de la posición
doctrinal que mantenga quien las formule: los partidarios del modelo neoclásico
tratarán de hacer que los mercados funcionen con la mayor flexibilidad, los key
nesianos utilizarán políticas de impulso de la demanda agregada y quienes con-
sideren que es un problema estructural tratarán de modificar las condiciones en
que se llevan a cabo las relaciones laborales en las economías capitalistas. Se
suelen distinguir entre políticas sobre la demanda de trabajo, sobre la oferta de
trabajo y sobre el mercado de trabajo.
CONCEPTOS CLAVE
Paro registrado.
Paro estimado.
Población activa.
Población ocupada.
Población desocupada.
Subempleo.
Trabajadores pobres.
Paro voluntario.
Desempleo friccional.
Tasa natural de paro.
Mercados internos.
Histéresis.
Contratos implícitos.
Política de empleo.
Reparto del trabajo.
Políticas de empleo activas.
PREGUNTAS DE REPASO
1. Explique con detalle las dos vías que se pueden utilizar principalmente para
medir el desempleo en una economía.
2. ¿Qué categorías poblacionales reconoce la Encuesta de Población Activa?
3. ¿Qué se entiende por subempleo?
4. ¿Cuáles son los rasgos que definen el fenómeno del desempleo en las econo-
mías actuales?
5. Indique cuáles son las principales manifestaciones de la degeneración del tra-
bajo que se produce en las sociedades contemporáneas.
6. Explique por qué según la teoría neoclásica el desempleo es voluntario. ¿Qué
actuaciones habrá que llevar a cabo, entonces, cuando se produzca?
7. Exponga la explicación keynesiana del desempleo y las medidas que habría
que adoptar para resolverlo.
8. ¿En qué se basa la teoría de Malinvaud sobre el desempleo?
9. ¿Por qué se dice que las empresas constituyen «mercados internos» de trabajo
y qué consecuencias tiene ello sobre la generación de paro? ¿Qué autores de-
sarrollaron estas tesis?
10. ¿Qué explica la conocida como teoría de la búsqueda de empleo? ¿Se puede
considerar como una explicación suficiente del paro?
11. Comente la teoría de los costes implícitos y señale cómo explica el fenómeno
del desempleo.
12. Indique por qué se habla de histéresis en relación con el desempleo.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 27.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill, Madrid. 6.ª edición.
Caps. 19.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Cap. 30.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Cap. 31.
Schiller, B. R. (2008). Principios de economía. McGraw-Hill. Cap. 8.
Lecturas complementarias
Informes
CES (varios años). Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España.
Consejo Económico y Social de España.
OIT (varios años). Informe Sobre el Trabajo en el Mundo. Organización Internacional
del Trabajo.
Varios autores (2012). Trabajadores pobres y empobrecimiento en España. Fundación
1.º de mayo.
Clásicos de la economía
Kalecki, M. (2011). «Aspectos políticos del pleno empleo». Revista de Economía
Crítica, 12.
Los precios son una pieza fundamental de las economías de mercado. Guían la
asignación de los recursos y son la expresión inmediata de los valores económicos:
las empresas los toman en consideración para evaluar los beneficios que obtienen o
pueden obtener, los consumidores para conocer el poder de compra del que dispo-
nen, los propietarios de capital para estimar la rentabilidad que podrán proporcio-
narle sus recursos o su patrimonio financiero.
Es fácil deducir entonces que las variaciones no previstas de los precios impiden
que los agentes puedan realizar estimaciones adecuadas de sus planes de gasto o
producción.
Las subidas continuadas y fuertes de los precios son, pues, una grave perturba-
ción que altera los comportamientos económicos y afecta negativamente a los inter-
cambios y su caída suele ser también el síntoma de que la economía no funciona
bien.
En este capítulo analizamos las explicaciones que se han dado sobre las causas
que provocan la inestabilidad de los precios y su relación con otros desajustes y
problemas económicos.
Problemas de medición
Como sabemos, para medir las variaciones en los precios a lo largo del tiempo
se utilizan índices de precios (generalmente el Índice de precios al consumo) o el
deflactor del PIB.
Hoy en día, la obtención de estos índices de precios al consumo se realiza con
bastantes garantías estadísticas, lo que impide que puedan ser fácilmente manipula-
dos. Sin embargo, siguen existiendo problemas que impiden que estos índices pue-
dan recoger con todo rigor y precisión la evolución real de los precios analizados.
Los más habituales tienen que ver con los siguientes aspectos:
Como se analizará en el epígrafe siguiente, son muy variadas las causas que
pueden motivar las subidas generalizadas de los precios. Pero es muy conveniente
destacar desde el principio que son también diversos los sujetos y las conductas que
influyen, o pueden influir, en los movimientos al alza de los precios.
a) Demandas salariales
Las familias pueden adquirir los bienes y servicios que les son necesarios gra-
cias a los salarios que reciben de las empresas. Por lo tanto, tienden a demandar
salarios cada vez más elevados que les permitan una mejor satisfacción de sus nece-
sidades y un mayor bienestar. Esta demanda se dará especialmente cuando los pre-
cios estén en alza, puesto que ya no sólo se tratará de alcanzar una mayor satisfac-
ción, sino de garantizar el poder de compra de sus ingresos actuales frente a la
subida en los precios.
Puesto que los salarios son una parte importante de los costes de producción
que soportan las empresas, su elevación produce una disminución en sus márgenes
de beneficio. En esta situación, las empresas podrán reaccionar bien aumentando, si
pueden, la productividad del trabajo (aumentando la explotación de la mano de obra
gracias a fórmulas más efectivas de organización, de control horario o de tareas) o
del capital (incorporando nuevas técnicas), o bien elevando los precios de venta al
público para mantener constantes los márgenes de beneficio.
b) Poder de mercado
Las empresas con poder suficiente sobre los precios no los elevan solamente
cuando les han subido los costes. Puesto que su poder sobre los precios les permite
realmente «administrarlos» a su conveniencia (de ahí el término conocido de precios
administrados), pueden utilizarlos incluso para elevar sus márgenes de beneficio aun
cuando no se hayan producido alzas previas en los costes de producción.
Debe tenerse en cuenta que este poder sobre los precios no es consustancial tan
sólo a los mercados monopolistas u oligopolistas convencionales.
Los mercados modernos, incluso los de bajos niveles de concentración, suelen
funcionar habitualmente como «mercados de clientelas»: las empresas consiguen
segmentar el universo de los compradores de tal forma que cada una de ellas (gra-
cias a la publicidad, a la diferenciación del producto o a las ventajas espaciales)
actúa frente a un segmento de clientes ante los que puede comportarse como un
auténtico monopolista (los pequeños tenderos de nuestros barrios, por ejemplo, ac-
túan normalmente como monopolistas en el sentido de que tienen poder sobre los
precios: disfrutan de una clientela bastante fija que soporta unos mayores precios
por su olvido, por razones de tiempo o, simplemente, por comodidad).
Igualmente, las empresas pueden provocar restricciones artificiales en la oferta
que darán lugar a una presión excesiva de la demanda y a una subsiguiente subida
de precios.
d) Costes financieros
El sistema de intermediación financiera puede desempeñar también un papel
importante en los procesos inflacionistas. Los beneficios de estos agentes proceden
del cobro de comisiones o intereses diferenciales tras la intermediación. Si el siste-
ma financiero en su conjunto no es eficiente, si soporta grandes costes administrati-
vos o de gestión, actuará con costes elevados que repercutirán desfavorablemente en
los costes de la financiación, obligando a las empresas a elevar los precios para
hacer frente a unos costes financieros más altos. E igual sucederá si el mercado fi-
nanciero (especialmente el bancario) está concentrado, como sucede de hecho: cuan-
to mayor sea su grado de concentración, más facilidades tendrá la banca para ase-
gurarse altos márgenes de intermediación, lo que afectará del mismo modo al coste
de la inversión y a los precios.
La altísima rentabilidad de la que disfruta el sistema bancario y financiero en
general ha originado, además, una hipertrofia de los flujos monetarios y de los acti-
vos financieros, hasta el punto en que la circulación monetaria es extraordinaria-
mente superior a la circulación de mercancías. Esta hipertrofia provoca la existencia
de un permanente caudal de medios de pago sin contrapartida real que multiplica la
masa monetaria y hace que disminuya el valor real de los bienes y servicios, es de-
cir, que suban sus precios.
e) Intervención estatal
El Estado puede ser también una fuente importante de tensión inflacionista. El
gasto público es un componente más de la demanda agregada, de modo que puede
coadyuvar —al igual que el gasto que realizan las familias o las empresas— a que
se produzcan excesos de demanda sobre la oferta agregada que originen subidas en
el nivel de los precios. Algunos de los gastos que realiza el Estado, sobre todo aque-
llos en los que actúa como único comprador, son especialmente inflacionistas. Eso
sucede, por ejemplo, con los gastos militares, pues las empresas de armamento sue-
len estar en condiciones de imponerle los precios al Estado.
f) Inflación importada
Por último, debe considerarse que las economías nacionales están cada vez más
involucradas en el conjunto de las relaciones económicas internacionales, de manera
que la inflación resulta ser un fenómeno transnacional, en el sentido de que las su-
bidas de precios se «exportan» de una a otra economía. Los desórdenes económicos
internacionales de todo tipo alteran las expectativas de los agentes y provocan reac-
ciones de defensa en forma de subidas de precios.
c) Estrategias anticipativas
Las subidas en los precios no siempre son previstas o anticipadas correctamente
por todos los sujetos económicos y éstos no evalúan siempre en la misma magnitud
la inflación que anticipan porque la información de la que disponen para prever los
movimientos en los índices de precios es distinta.
Eso hace que cada agente se defienda de los efectos negativos o positivos que
pueda generarle la inflación con desigual fuerza y perspectiva, lo que origina un
desajuste en todo tipo de previsiones a nivel agregado.
Como se ha dicho, los individuos han aprendido a vivir con la inflación, pero al
procurar anticiparse a sus consecuencias generan comportamientos que pueden per-
petuarla.
Imaginemos, por ejemplo, que los asalariados prevén que los precios subirán en
mayor medida que la anunciada por el Gobierno. Entonces, tratarán de alcanzar con-
venios que garanticen su poder adquisitivo demandando incrementos salariales por
encima de la tasa de inflación prevista, lo que hará que ésta siga manteniendo ten-
siones al alza, o que las empresas anticipan una subida en los precios de las mate-
rias primas. En este caso, tratarán de defenderse de la erosión que eso pueda produ-
cir en sus beneficios planificando sus ventas a precios proporcionalmente más
elevados que la subida esperada de los costes.
En ambos casos se habrán dado estrategias anticipativas que pueden dar lugar a
espirales inflacionarias que no siempre son fáciles de detener. Sólo si se controlan
las expectativas alcistas se puede evitar una cadena de reacciones para adelantarse a
los efectos de la inflación. Pero eso es algo que no siempre está al alcance de todos
los gobiernos, sobre todo si a lo largo del tiempo han ido perdiendo credibilidad y
la confianza de sus votantes.
La deflación
A eso se añade que la disminución de los salarios reales para evitar que su alza
presione a los precios reduce el poder de compra de los asalariados, lo que debilita
también la demanda agregada.
La consecuencia de medidas de este tipo no ha sido sólo el efecto positivo de
reducir la tasa de inflación, sino también la caída de la actividad, de los ingresos y
del empleo, que ha sido característica de los últimos años en casi toda la economía
mundial, salvo en algunas fases breves de políticas más expansionistas.
Cuando la inflación se reduce como efecto de este tipo de políticas, que supo-
nen un auténtico freno en la generación de rentas y en la creación de empleo, o por
efecto de fases recesivas, que deprimen la demanda, decimos que se produce defla-
ción. En el capítulo siguiente analizaremos el coste excesivo que estas políticas de-
flacionistas han tenido sobre el bienestar social en los últimos treinta años.
Como sabemos, Keynes defendió que la demanda efectiva era el factor determi-
nante del nivel de renta de una economía, pues consideraba que las empresas ajus-
tan sus planes de producción en función de ella.
Keynes no realizó un análisis específico de la inflación más que al contemplar
una situación singular derivada de una guerra. Para comprender la naturaleza de su
análisis, supongamos una economía de guerra con una renta disponible de 5 y un
nivel de ahorro de 1. La demanda privada resultante será, por lo tanto, de 4. Si la
producción de la economía, a los precios del período anterior, es de 6 y el Gobierno
absorbe 3, por causa de la guerra, no quedará más que una producción disponible de
3 para el consumo privado.
Este exceso de la demanda privada (4) sobre la producción disponible para el
consumo (3) será el que produzca la subida de los precios (inflación).
En los últimos decenios se han desarrollado una serie de teorías tendentes a de-
mostrar que la causa de la inflación era la subida que experimentaban los costes de
las empresas, aunque al final, como ha señalado Alan Cotta, se han convertido en
una forma púdica de señalar a los salarios como culpables de que se produjese.
para conseguir disminuir los costes reales por medio de una organización más efi-
ciente y competitiva de la producción.
M×V≡P×Q
18.3.1.
La estanflación
Sin embargo, a partir de los años setenta la realidad comenzó a ser otra. La in-
flación se aceleraba y el paro, en contra de lo que había establecido Phillips, no
bajaba entonces, sino que también aumentaba. Se producía un fenómeno insólito
hasta entonces, la combinación estancamiento que destruía empleo con inflación: la
llamada estanflación.
Las viejas premisas teóricas en las que se había fundamentado la política de
estabilidad y de crecimiento de antaño dejaron de ser útiles y los gobiernos hubie-
ron de realizar experimentos de diverso tipo para contener los desequilibrios en ca-
dena que afectaban a las economías.
Los postulados keynesianos fueron los más afectados: los precios se elevaron
sin que llegara a producirse una presión de la demanda y sin que se hubiera alcan-
zado el pleno empleo de los recursos.
La interpretación keynesiana
mientras que la disminución del desempleo fortalecerá sus posiciones y ello les im-
pulsará a realizar demandas salariales al alza.
Lo que según estas explicaciones monetaristas debe ocurrir en situaciones de
altos niveles de paro es que los salarios reales bajen. En su opinión, la política ex-
pansiva de demanda, el poder de los sindicatos o el temor de las empresas a perder
a su mano de obra más cualificada es lo que suele impedir que esto ocurra. Por
tanto, lo que se debe hacer para evitar la estanflación es aumentar la flexibilidad y
libertad en el mercado de trabajo para que los salarios puedan reducirse convenien-
temente, disminuir el poder de los sindicatos y aplicar políticas de demanda muy
restrictivas.
Todo ello les lleva a pensar que la oferta y la demanda dejen de funcionar con
libertad y que los precios evolucionen al alza.
rantiza a las empresas con poder sobre el precio que la subida de éste no ponga en
peligro seriamente sus planes de ventas (lo que además ha estado facilitado por la
permanente apertura de nuevos mercados). La fácil disposición de crédito al consu-
mo permitía, además, que los planes de gasto pudieran superar los volúmenes de
rentas efectivamente percibidas por los consumidores.
Sin embargo, la codicia consumista que incentiva la propia oferta exige cada vez
mayores rentas para poder realizar nuevos bienes (o quizá los mismos pero hábilmen-
te metamorfoseados) de manera que puedan venderse a precios más elevados.
De ahí que la expansión de la oferta y la demanda se realice en un contexto de
permanente reivindicación de rentas más altas, de más medios de pago disponibles,
de mayores servicios al alcance de los consumidores y de beneficios empresariales
más elevados: es decir, de mayores salarios, de más oferta monetaria, de mayor gas-
to público y de márgenes de explotación más elevados.
La elevación de los precios, por lo tanto, es una consecuencia inevitable de una
pauta social de consumo permanentemente enardecida. O, lo que es lo mismo, de
una organización de la producción para el gasto, independientemente de que éste
sea necesario.
1
Zawadzki, K. K. E.: La economía de los procesos inflacionarios, Labor, 1974, p. 36.
y del gasto público, replanteamiento que no tiene por qué estar exclusiva-
mente ligado a la pérdida de protagonismo de la acción colectiva —como
propugnan las corrientes liberales—, sino más bien a la definición del tipo
de contribución que puede realizar para conseguir el objetivo de bienestar
social deseado por los ciudadanos.
e) Equidad. Cualquier política económica contra la inflación y el desempleo
debe abordar prioritariamente el problema del reparto de la renta, pues ahí
se encuentra el verdadero origen del conflicto que los provoca.
CONCEPTOS CLAVE
Inflación importada.
Estrategias anticipativas.
Desinflación.
Deflación.
Inflación de demanda.
Inflación de costes.
Tasa natural de paro.
Teoría aceleracionista.
Expectativas adaptables.
NAIRU.
Estanflación.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué se entiende exactamente por inflación y cómo se mide?
2. ¿Qué problemas del sistema de intermediación financiera pueden contribuir a
generar inflación?
3. ¿Qué se entiende por inflación exportada? Ponga algún ejemplo.
4. ¿Cómo afecta la inflación a los ahorradores y a los deudores?
5. ¿A qué se llama deflación y políticas deflacionistas?
6. Desde el punto de vista keynesiano, ¿de qué depende que una presión de la
demanda efectiva genere inflación?
7. ¿En qué se basa la explicación de la inflación por la vía de los costes?
8. ¿Qué papel desempeña la distribución de la renta en el proceso inflacionario
según los postkeynesianos?
9. ¿Cuál es la causa directa de la inflación para los monetarista? ¿Cuál es el re-
medio de la inflación según su teoría?
10. ¿Cuáles fueron los resultados principales de los trabajos empíricos de W. Phillips?
¿Cuál fue su consecuencia desde el punto de vista de las medidas gubernamentales
para atajar la inflación?
11. ¿Qué es la NAIRU o nivel de paro de equilibrio? Según estas tesis, ¿qué rela-
ción deben guardar los salarios reales y el empleo?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 26.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Cap. 28.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2009). Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 14.
Mankiw, N. G. (2007). Principios de Economía. Thomson. Caps. 30, 35.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 19.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. McGraw-Hill. Cap. 32.
Lecturas complementarias
Sampedro, J. L., Berzosa, C. (2012 ). La inflación (al alcance de los ministros). De-
bate.
Clásicos de la economía
Myrdal, G. (1965). El elemento político en el desarrollo de la teoría económica.
Gredos.
empresas de modo que hubiera suficiente consumo social sin poner en peligro el
beneficio empresarial.
Pero esas dos grandes líneas de actuación fueron debilitándose como resultado
de la controversia teórica y, sobre todo, por la aparición de nuevos problemas eco-
nómicos, tal y como analizamos en los capítulos 16, 17 y 18.
1
Citado en Bowles et al., La economía del despilfarro, ob. cit., p. 85.
siguieron éxitos notables frente a la inflación. Pero también otros mucho menos
positivos:
— Déficit fiscales
Los críticos del monetarismo inicial también señalaron que estas políticas fracasa-
ron igualmente en el campo fiscal y que las previsiones de Laffer no se cumplieron.
La reducción de los impuestos sólo afectó al 10% de las rentas más altas y no aumen-
tó la recaudación fiscal como consecuencia de una mayor oferta de trabajo (posible-
mente porque la gran mayoría de los asalariados no responde al esquematismo con
que contempla Laffer la posible sustitución entre el trabajo y el ocio).
— Privatizaciones ineficientes
Los procesos de privatización han tenido alcances diferentes según los países y
según la historia y características de los respectivos sectores públicos. En Estados
Unidos y Gran Bretaña, y en casi todos los países de América Latina, han afectado
de forma más pronunciada a sectores básicos de la infraestructura y las comunica-
ciones, a la sanidad, a las pensiones e incluso, en algunos casos, a las prisiones o a
la seguridad pública. En otros (como Alemania, Francia, Italia o España), no todos
los sectores han sido privatizados, aunque, en todo caso, se ha producido una trans-
ferencia importante de capitales del sector público al privado. La evidencia empírica
muestra que con las privatizaciones no se han alcanzado los incrementos de eficien-
cia, calidad o bienestar previstos. Más bien se da una menor provisión y más cara.
2
Galbraith, J. K.: La cultura de la satisfacción, Ariel, 1992.
encareció la factura que había que pagar como consecuencia del incremento de los
créditos que se habían ido recibiendo en años anteriores.
Esto último provocó el gravísimo problema de la deuda externa que afectó, so-
bre todo, a los países más pobres del planeta, que estaban endeudados en dólares.
En los años setenta del siglo pasado se había generado, como ya sabemos, un gran
exceso de liquidez que estaba principalmente en manos de los grandes bancos interna-
cionales. Éstos, que siempre han tenido una gran influencia política, consiguieron que
los gobiernos les solicitaran grandes cantidades de créditos, que se ofrecían en condicio-
nes aparentemente muy atractivas, con tipos de interés muy bajos aunque variables.
Sin embargo, cuando se comenzaron a aplicar las primeras medidas monetaris-
tas, los tipos se elevaron unilateralmente y la factura de los endeudados se multipli-
có. En 1976, los tipos de los créditos suscritos por los países subdesarrollados se
situaban alrededor del 7%, pero en 1981 subirían al 18,7%. En el caso de Brasil los
tipos de interés pasaron en ese año del 6,25% al 21,5%.
A ese proceso se añadía que al encontrarse en crisis los países más ricos dismi-
nuían sus compras procedentes de los países más pobres, de manera que éstos te-
nían menos ingresos para hacer frente a los pagos.
Todo ello dio lugar a una crisis de la deuda sin precedentes que arruinó a doce-
nas de países en desarrollo. Según la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), el montante de capital desembolsado para
hacer frente a la deuda de los países de América Latina pasó de 42.300 millones de
dólares en 1973 a 284.865 millones de dólares en 1981. Esa última cantidad equi-
valía a la mitad del producto generado y a 2,6 veces las exportaciones totales del
área, lo que da idea de la magnitud de la deuda y del peso irresistible que significa-
ba para las economías endeudadas.
Las llamadas políticas de ajuste estructural han sido los instrumentos utilizados
para eliminar los bloqueos que afectaban a la iniciativa privada y para permitir que
Las políticas de ajuste que se han venido aplicando de manera generalizada han
modificado los contenidos y los escenarios tradicionales de las políticas económicas
y han procurado alcanzar, normalmente con tanto éxito como coste social, los si-
guientes objetivos:
Para ello se han modificado los procesos de negociación de manera que dismi-
nuya el poder sindical, se han reformado los mecanismos de fijación de salarios
evitando que se ajusten inmediatamente a las subidas de precios y se han generado
nuevas baterías de normas legales sobre el despido, los salarios mínimos y las pres-
taciones a los desempleados.
Las políticas de ajuste estructural aplicadas en los países más pobres o menos
desarrollados tienen importantes singularidades.
Como se ha analizado anteriormente, a los problemas derivados de la crisis eco
nómica general se añadía en todos estos países una gran crisis de deuda externa, lo
cual hizo que el ajuste se orientara principalmente a conseguir que devolvieran la
mayor parte de los créditos que habían recibido en años anteriores.
El procedimiento empleado fue el de concederles recursos adicionales cuando la
subida de los tipos de interés los había arruinado, estableciendo cláusulas estrictas de
condicionalidad. De esa manera, los organismos que les concedían las «ayudas», el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, garantizaban que los gobiernos
aplicaran, a cambio, las políticas económicas que respondían a los principios e inte
reses de las grandes potencias acreedoras, bien fueran gobiernos o bien grandes ban
cos internacionales.
Las medidas que se proponían eran prácticamente las mismas en todos los países
y respondían al enfoque neoliberal predominante, que se consideraba era el que de
bían asumir todos los gobiernos que quisieran acomodarse a lo que en Washington
(sede de los principales centros de poder) se estimaba adecuado. Por eso se denomi
nó a ese recetario Consenso de Washington, cuyo contenido puede verse en el recua
dro siguiente.
El llamado Consenso de Washington consiste en las diez grandes políticas que John Williamson
enumeró para reflejar en qué estaban de acuerdo todos los grandes grupos de poder estado
unidenses e internacionales sin excepción en materia de política o reformas económicas, y por
tanto, lo que deberían hacer los países que quisieran ganarse su apoyo o ayuda:
1. Control del déficit presupuestario.
2. Reducción del gasto público considerado como innecesario porque no fomenta el creci
miento o la eficiencia de los mercados.
3. Disminución de las tarifas impositivas para no crear desincentivos a la inversión
4. Liberalización de la actividad financiera y de la formación del tipo de interés.
5. Tipos de cambio de la moneda fijados por la acción de los mercados.
6. Eliminación de todo tipo de barreras que pudieran afectar al comercio internacional.
7. Desaparición de trabas a las inversiones extranjeras.
8. Privatización de las empresas públicas.
9. Desregulación de la vida económica.
10. Protección a la iniciativa y propiedad privadas.
— Ajuste interno
En los países ricos, las políticas restrictivas del gasto, la aplicación de una gran
batería de medidas flexibilizadoras y la privatización masiva de servicios públicos
— Ajuste exterior
Las medidas relacionadas con el equilibrio exterior provocaron también efectos
muy negativos.
La devaluación de una moneda puede proporcionar ventajas cuando la adopta un
país, pero cuando la adopta un grupo tan grande de países, muchos de los cuales ofre-
cen los mismos productos en los mercados internacionales, lo que ocurre, como efec-
tivamente sucedió, es que los precios de exportación se reducen generalizadamente.
La consecuencia fue que los países que devaluaban no obtenían mayores ingre-
sos, mientras que los países ricos podían ahora suministrarse a costes mucho más
reducidos.
— Inseguridad alimentaria
Uno de los grandes objetivos del ajuste, con el supuesto fin de lograr divisas para
poder pagar la deuda, fue sustituir la producción tradicional, hasta entonces dedicada
a satisfacer al mercado interno, por productos dedicados a la exportación, que, ade-
más, solían estar en manos de empresas extranjeras. Las consecuencias fueron dramá-
ticas porque muchos países que siempre habían tenido suficiencia alimentaria se en-
contraron con que exportaban productos, como flores o espárragos, cuyo precio había
bajado como consecuencia de las devaluaciones generalizadas, y que no podían satis-
facer las necesidades de la población. Se rompía así una cadena de seguridad alimen-
taria al mismo tiempo que no se garantizaban ingresos alternativos suficientes.
Resultaba así que países en desarrollo que hasta entonces habían sido grandes pro-
ductores de cereales y exportadores terminaban por importarlos de los países ricos.
Es por todas estas razones que este tipo de ajuste ha provocado un efecto aparente-
mente sorprendente en nuestro mundo: los países pobres del planeta son los que trans-
fieren recursos en términos netos a los países ricos. Los que nada tienen financian a los
que disfrutan de todo y el flujo de recursos de los países del Tercer Mundo hacia
los más ricos es hoy en día casi el doble de la ayuda al desarrollo que reciben de ellos.
Las diversas medidas de ajuste estructural que hemos analizado se han venido
aplicando con más o menos intensidad en casi todos los países del mundo durante los
últimos años. Pero la gran crisis iniciada en 2007 ha tenido en Europa como respues-
ta una intensificación de todas ellas a través de la llamada política de austeridad.
La crisis de las hipotecas basura dejó sin financiación y más tarde sin demanda
efectiva, cuando cayó la actividad y se multiplicó el desempleo, a la inmensa mayo-
ría de las economías europeas. El gasto público aumentó por los programas de estí-
mulo que inicialmente se pusieron en marcha y, sobre todo, por la enorme factura
que supuso el salvamento de la banca, que había quebrado por la acumulación de
activos tóxicos. Y como al mismo tiempo se redujeron los ingresos públicos, la ini-
cial crisis financiera terminó convirtiéndose en otra de la deuda soberana.
Como había ocurrido antes en América Latina y en otros continentes, las auto-
ridades europeas aplicaron a la situación un rígido programa de ajuste, en esta oca-
sión bajo la fórmula de severas políticas de austeridad.
Con la intención de hacer frente a la deuda que la crisis había desbordado, se im-
pusieron recortes muy grandes en el gasto público y sobre todo social, tratando así de
lograr que los gobiernos no tuvieran que hacer frente a una factura tan abultada.
Sin embargo, pronto se pudo comprobar que los recortes de gasto público, como
ya ocurriera en América Latina y en otros continentes, conllevan un efecto multipli-
cador negativo y bastante mayor que el esperado, lo que provocó que, en lugar de
mejorar la situación de las arcas estatales y de la economía en general, se produjese
un rebrote de la recesión en casi toda Europa, con una secuela inevitable de más
paro e incluso de la deuda que se trataba de reducir.
una nueva base tecnológica en la economía mundial, han cambiado las bases de la
competencia internacional, han abordado con éxito desigual los desequilibrios ma-
croeconómicos más importantes y, al mismo tiempo, han ido acompañadas de cam-
bios muy significativos en los valores y las creencias sociales.
Los efectos de todos estos cambios han sido muy desiguales, positivos o negativos
según el punto de vista desde el que se valoren. Si se atiende, por ejemplo, a los be-
neficios empresariales y a la configuración de un clima de mayor confianza para la
inversión privada, no cabe la menor duda de que han sido tremendamente exitosos. Si
se contemplan desde la perspectiva del bienestar social, habría que ser mucho más
críticos si se tiene en cuenta que, en casi la inmensa totalidad de las naciones y desde
luego en el conjunto mundial, han aumentado la pobreza y la desigualdad económica
y social. Y tampoco puede considerarse que hayan sido muy positivas si se tiene en
cuenta la gran inestabilidad que han provocado, pues desde 1970 a la actualidad, tal y
como dijimos anteriormente, se han producido más de 130 crisis financieras, mientras
que de 1945 a 1970 prácticamente no se había producido ninguna.
Analizamos a continuación la naturaleza de los cambios más importantes que se
han producido y los retos teóricos que plantean a la Economía en un período lleno
de perturbaciones y crisis.
Las industrias, las empresas o incluso los países que no son capaces de innovar
para incorporar constantemente nuevas tecnologías y nuevas formas de gestión de la
mano de obra, se encuentran en condiciones muy débiles a la hora de hacer frente
a la cada vez mayor competencia mundial. De hecho, sólo tienen una alternativa
para mantener cuotas de mercado, para ser competitivos: reducir al máximo los cos-
tes de producción o gozar de la protección suficiente en su respectiva zona de in-
fluencia que posibilite la venta de una producción más cara en términos relativos.
Puesto que esta segunda posibilidad no está a la mano más que de las grandes
potencias, la solución a la que han tenido que recurrir los países o empresas que han
querido mantenerse en el tablero de la competencia mundial ha sido reducir los sa-
larios.
Eso es lo que ha dado entrada a nuevas potencias comerciales como China, pero
es una estrategia bastante destructiva porque debilita los mercados internos y ade-
más es muy insegura, pues siempre puede aparecer un nuevo país que oferte condi-
ciones salariales y laborales menos costosas. En esos casos, cuando bajar salarios ya
no es suficiente para conquistar los mercados o los mercados internos se han debi-
litado por el empobrecimiento de la demanda a que da lugar la reducción salarial, lo
que se produce son procesos generalizados de deslocalización, es decir, el desplaza-
miento de las empresas a lugares donde el nivel salarial sea más bajo (a veces hasta
setenta veces más bajo para las mismas tareas) y las condiciones laborales o fiscales
más flexibles y beneficiosas.
En consecuencia, en los países de salarios más altos (o, lo que es lo mismo, en
los que las clases trabajadoras habían gozado de mayor protección social, de más
seguridad en el trabajo y de mejores condiciones laborales) se ha producido una
Las empresas o nuevas industrias de alto valor añadido, es decir, las que son
capaces de incorporar la innovación tecnológica más avanzada y las pautas de orga-
nización interna más apropiadas para lograr una combinación de costes óptima y
alta productividad, son las únicas que pueden desentenderse de la política de bajos
salarios y aprovecharse de su mayor productividad.
Sin embargo, también se desenvuelven en un medio ambiente muy competitivo,
que provoca un proceso permanente de desaparición de las empresas menos eficien-
tes, y un ritmo vertiginoso en la innovación. Eso también contribuye a generar una
constante tendencia a la inestabilidad, a variaciones permanentes en el empleo y un
proceso de crecimiento económico «a saltos». Y todo ello se traduce también en las
crisis sucesivas en la economía real, que se añaden a las de la economía financiera.
Otro de los grandes retos de la economía de nuestro tiempo es promover la
competencia en los mercados a través de variables diferentes a la reducción salarial,
es decir, consolidar modelos de desarrollo que se basen en el fortalecimiento de los
mercados internos y en su capacidad de crear actividad, empleo e ingresos suficien-
tes y no en el empobrecimiento mutuo.
19.4.3. La globalización
tre todos los agentes sociales, de internacionalizar no sólo los intercambios, sino las
relaciones sociales de todo tipo.
Sin embargo, a pesar de que el término globalización suele utilizarse para seña-
lar el signo principal de nuestra época, a poco que se contemple con detenimiento
la realidad de los intercambios internacionales se puede comprobar hasta qué punto
oculta realidades contradictorias.
A diferencia de lo que suele afirmarse comúnmente, la evidencia empírica
muestra que el régimen comercial de nuestros días no está tan globalizado como se
cree. Los países ricos han disminuido en los últimos años el volumen de importa-
ciones procedentes de países subdesarrollados respecto a su consumo interno y, a
pesar del discurso retórico prevaleciente, se han multiplicado las barreras al comer-
cio. Más que un verdadero proceso de globalización se ha generado una regionali-
zación del comercio y las inversiones mundiales. Sólo los flujos de capital se en-
cuentran sometidos a un auténtico régimen de libertad, pero ello, lejos de provocar
efectos globales beneficiosos, constituye uno de los problemas más graves que hoy
padece la economía mundial.
En realidad, detrás del concepto de globalización se esconde una realidad equívoca.
Es cierto, por un lado, que la tecnología hoy en día existente permite la conectividad
casi inmediata entre todos los espacios y la conformación de redes planetarias práctica-
mente en todas las actividades sociales. Pero, por otro lado, no lo es menos que esa
capacidad de interrelacionar no se viene utilizando de manera auténticamente globali-
zadora. Mientras que sería en extremo deseable que un mundo efectivamente globaliza-
do hiciera frente de manera global a los problemas del bienestar y la felicidad humana
en todo el planeta, lo que ocurre es que la globalización realmente existente es muy
asimétrica y muy excluyente, de manera especial en el campo de la economía.
En primer lugar, porque la economía mundial no responde a la estructura sisté-
mica y globalmente integrada que se quiere dar a entender cuando se habla de glo-
balización. Nuestro planeta sigue funcionando bajo la gran supremacía de Estados
Unidos. Ni la conformación de espacios regionales, como la Unión Europea, ni la
cada vez mayor potencia de China y otras economías emergentes sirven de contra-
peso efectivo frente al gran poder estadounidense.
En segundo lugar, porque los países más atrasados, el antes denominado Tercer
Mundo, tienen una gran fragmentación y heterogeneidad. Sólo una pequeña parte de
la periferia se ha industrializado, mientras que su mayor parte, más pobre y depri-
mida, se desconecta progresivamente de los centros de gravedad de las relaciones
económicas, convirtiéndose en un submundo sometido a conflictos armados y ham-
brunas sistemáticas.
En tercer lugar, porque la globalización va también de la mano de poderosas
fuerzas centrífugas que se explicitan en el incremento de las desigualdades y de la
exclusión de todo tipo.
Como sabemos, las políticas de ajuste que se han generalizado en los últimos
tres decenios se han centrado en considerar a la inflación como el enemigo principal
del equilibrio macroeconómico y eso ha llevado consigo importantes consecuencias
que constituyen una limitación importante a la hora de promover la actividad pro-
ductiva que genera empleo decente y, sobre todo, la distribución equitativa de la
renta.
Con ese objetivo antiinflacionista, la política económica se ha venido centrando
en dos tipos de actuaciones que responden a la doble caracterización de la inflación
(como fenómeno de naturaleza monetaria y provocado por presión de los costes): el
mantenimiento de tipos de interés elevados y la contención salarial.
Ambos tipos de medidas frenan las subidas de precios, pero tienden a producir
situaciones recesivas porque encarecen la inversión y el consumo y debilitan la de-
manda. Por eso, los gobiernos se veían obligados recurrentemente a estimular más
o menos explícitamente la economía aumentando el gasto para evitar que se hundie-
ra. Y como, además, la menor actividad impone incremento de gastos públicos (bien
los discrecionales, bien los de estabilización automática, como subsidios de desem-
pleo o a las empresas en crisis) y menores ingresos públicos, las políticas antiinfla-
cionistas han venido acompañadas de una tendencia constante al incremento de los
déficit y de la deuda pública.
En los países en donde esta deuda puede financiarla el banco central aumenta la
masa monetaria, que es lo que se quería evitar inicialmente para combatir la infla-
ción, lo que de nuevo obliga a otro ajuste. Si la financian los bancos comerciales
adquiriendo los títulos de la deuda, reducen sus recursos disponibles para conceder
créditos a la actividad productiva, lo que provoca sucesivas disminuciones del con-
sumo y la inversión. Si la financian agentes económicos externos, sale capital y se
produce déficit exterior. En definitiva, la economía se frena, sea cual sea la vía de
financiación. Y, en cualquier caso, para atraer nuevos y suficientes recursos para fi-
nanciar la deuda es necesario que los tipos de interés sean suficientemente atracti-
vos, lo que, a su vez, repercute negativamente en la magnitud de los déficit públicos
(porque se eleva la factura por intereses) y en la actividad real (porque encarece la
inversión y el consumo).
3
Fitoussi, J.-P.: El debate prohibido. Moneda, Europa, pobreza, Paidós, Barcelona, 1996, p. 171.
La compensación que llevan consigo las políticas redistributivas sólo puede dar-
se, según los principios que guían las políticas de ajuste de inspiración neoliberal,
cuando hay de por medio responsabilidad. Pero se entiende que las relaciones eco-
nómicas que se llevan a cabo en el mercado están exentas de responsabilidad, y ello
es lo que impide hablar de injusticia en relación con los resultados distributivos que
proporciona el mercado. Por tanto, se entiende que cualquier resultado distributivo
alcanzado en el mercado es independiente o ajeno a cualquier idea de justicia o in-
justicia. La justicia sería exclusivamente un simple concepto moral y no un proble-
ma económico. Como decía Harold Acton: «La pobreza y el infortunio son situacio-
nes negativas, pero no constituyen injusticia»4 y cualquier tipo de ayuda o de
corrección de la situación que moralmente se considere injusta debe prestarse sólo
«sobre la base de sentimientos humanitarios».
Estas ideas, propagadas en los últimos años a través de todo tipo de medios de
difusión ideológica, no sólo han tenido eco en la academia o en los despachos de
los políticos conservadores, sino que han sabido provocar una auténtica revolución
en los valores sociales. El rechazo de la solidaridad, el individualismo más exacer-
bado y el ensimismamiento del ser humano han vaciado de contenido colectivo (so-
cial) al problema de la necesidad, y la libertad ya no es la de poder satisfacerse
realmente, sino la de aspirar a estar unos por encima de otros en un mundo que no
da posibilidades de satisfacción general.
De esta forma, la política económica no sólo deja sin resolver sino que no llega
a plantearse la objeción principal que dio lugar a la necesaria aparición de los siste-
mas de protección social y que obligó a llevar a cabo políticas redistributivas: que
el mercado produce y reproduce una distribución desigual de las rentas. La produce
por la «inevitable tendencia del mercado a excluir a los individuos», como destaca
David Harris5, y la reproduce porque la teórica optimalidad paretiana se deduce de
una distribución previa de las rentas y recursos cuya desigualdad no quiere corre
girse.
Es lógico que este rechazo a sostener potentes sistemas de protección social
haya ido de la mano de un incremento de la pobreza y la exclusión, de ahí que la
economía de nuestro tiempo se enfrente también a un reto de carácter normativo:
desentenderse o no de las consideraciones éticas y morales, asumir que la justicia es
algo ajeno a las proposiciones económicas o hacerlas suyas e incorporarlas a los
presupuestos sobre los que se define la política económica en cualquiera de sus di-
mensiones y ámbitos, por ejemplo, evaluando previamente su impacto distributivo o
anteponiendo a su formulación prerrequisitos de carácter ético o igualitario.
4
Acton, H.: La moral del mercado, Unión Editorial, 1978, p. 144.
5
Harris, D.: Justifyng Welfare State. The New Right versus the Old Left, B. Blackwell, 1987, p. 41
(hay versión española editada por el Instituto de Estudios Fiscales).
6
Branco Milanovic, Los que tienen y los que no tienen. Breve y particular historia de la desigual-
dad global, Alianza Editorial, Madrid, 2012.
Incluso organismos tan conservadores como el propio Banco Mundial, una ins-
titución que en realidad es la principal responsable de estos desastres al haber fo-
mentado la aplicación de políticas literalmente despreocupadas de sus costes socia-
les, ha de admitir finalmente que la pobreza en el mundo es un amenaza de primer
orden a la que ya no queda más remedio que hacer frente. Y mucho más cuando una
crisis tan amplia como la que comenzó en 2007 ha vuelto a empeorar los resultados
que años antes habían empezado a ser positivos.
Como hemos analizado en capítulos anteriores, el incremento de la desigualdad
no es sólo un problema moral en la medida en que empobrece a los grupos sociales,
de por sí más desprotegidos, es un gran problema económico porque deteriora la
demanda, fomenta el uso especulativo de los recursos y crea una gran inestabilidad,
como demuestra el hecho de que los niveles de mayor desigualdad (por ejemplo
antes de 1929 y 2007) coincidan con las crisis económicas más graves de la historia.
Así lo ha demostrado el estudio del economista francés Thomas Piketty El capital
del siglo xxi, un análisis histórico de la evolución de la desigualdad que significati-
vamente se ha convertido en un best seller en gran número de países. Combatirla,
por tanto, no constituye sólo un imperativo ético, sino una exigencia principal para
lograr estabilidad y eficiencia en la actividad económica, lo cual es otro de los gran-
des retos de la economía y de la política económica de nuestro tiempo.
Las políticas de los últimos decenios han supeditado cualquier otro objetivo a la
lógica de la ganancia, lo que ha llevado a soslayar que sus efectos sociales a medio
y largo plazo implican un verdadero desastre en relación con el medio ambiente
planetario. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se refiere a esta
circunstancia como una «emergencia silenciosa».
Según se advierte en todos sus informes, el agotamiento de los recursos renova-
bles y de las disponibilidades de agua, la destrucción de la capa forestal o el aumen-
to de la temperatura, que provoca la contaminación generalizada y del nivel de los
mares, constituyen «una amenaza para la seguridad económica, para la seguridad
alimentaria y para la salud de los habitantes más pobres del mundo». Aunque habría
que añadir que de esa amenaza no van a librarse, aunque sea algo más tarde, ni tan
siquiera los más ricos del planeta.
En los últimos cincuenta años se ha degradado, prácticamente sin solución, la
sexta parte de la tierra productiva del planeta, la mitad de la cual se encuentra en las
zonas más pobres de Asia y África.
Aunque a veces se quiere dar la impresión de que las amenazas medioambien-
tales se presentan con gran dosis de exageración por grupos sociales radicales, lo
cierto es que las Naciones Unidas afirman que «el agotamiento del agua está pasan-
do a ser irreversible», que sólo la esquilmación de los bancos pesqueros implica un
riesgo cierto de que 1.000 millones de personas de 40 países se queden si acceso a
su única fuente de consumo de proteínas o que las especies silvestres se degradan
entre 50 y 100 veces más rápidamente de lo normal, y eso abre grandes, y quizá
definitivos, huecos en la red de la vida.
Esta «emergencia» ambiental indica que no basta con que las políticas económi-
cas aborden los desequilibrios económicos si, al mismo tiempo, dan la espalda al
equilibrio natural de nuestro planeta y al sentido más elemental del bienestar huma-
no: la pura posibilidad de vivir en la Tierra.
No se puede sobrevivir en un planeta sometido a permanente degradación ni en
una sociedad en la que los marginados y empobrecidos crezcan continuamente, de
modo que es imperativo que la economía contemple criterios efectivos y rigurosos
de sostenibilidad en los próximos años.
Por otro lado, señala las «cuatro cuestiones macroeconómicas más importantes
que aún no se han resuelto», que son las siguientes:
7
Mankiw, N. G.: Macroeconomía, ob. cit., pp. 163 y ss.
— Segunda. No hay certeza suficiente para poder afirmar que sea positivo tra-
tar de estabilizar la economía, es decir, procurar utilizar la política económi-
ca para tratar de contrarrestar las fluctuaciones económicas.
— Tercera. No hay acuerdo hoy en día sobre el coste real de la inflación y del
beneficio que lleva consigo tratar de controlarla.
— Cuarta. No existe tampoco evidencia que permita llegar a un acuerdo sufi-
ciente para decidir si los déficit presupuestarios públicos son un verdadero
problema.
9
Thurow, L.: «Una reconstrucción de los fundamentos de la Economía», en Hacienda Pública Es-
pañola, 118 (1991), p. 190.
10
Citado en Zampaglione, ob. cit., p. 118.
11
Leontieff, W.: «Economía académica», en Hacienda Pública, 111, 1991, p. 160.
12
Heilbroner, R. y Milberg, W.: La crisis de visión del pensamiento económico, Paidós, Barcelona,
1998, p. 122.
necesario, por tanto, que los economistas discurran fórmulas de intercambio y siste-
mas de decisión que faciliten el encuentro entre los seres humanos más que la com-
petencia entre deseos llamados a quedar frustrados para los más a causa de la des-
igualdad prevaleciente.
CONCEPTOS CLAVE
Revolución conservadora.
Economía de la oferta.
Curva de Laffer.
Nueva macroeconomía clásica.
Políticas de ajuste estructural.
Capitales golondrina.
Consenso de Washington.
Expectativas racionales.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué razones llevaron a los keynesianos a negar el papel de la política mone-
taria?
2. ¿Qué nuevos problemas económicos pusieron en crisis los postulados keyne-
sianos?
3. Señale el efecto paradójico que tuvo el pleno empleo en la crisis de los años
setenta.
4. Indique los principios en que se basó el protagonismo de las políticas moneta-
ristas a lo largo de los años ochenta.
5. ¿Cuáles fueron los presupuestos y objetivos de la economía de la oferta?
6. ¿Qué consecuencias tuvo en la economía mundial la tendencia al alza de los
altos tipos de interés en Estados Unidos durante los años ochenta?
7. ¿En qué consiste el supuesto de expectativas racionales de los agentes econó-
micos? ¿Qué implicaciones tiene sobre la política económica su aceptación?
8. ¿Qué razones argumentan los economistas liberales para justificar los procesos
de privatización y desreglamentación generalizados?
9. ¿En qué grandes ámbitos se aplicaron las políticas de ajuste y con qué conte-
nidos?
10. Indique los contenidos del llamado Consenso de Washington.
11. Señale el contenido específico de las políticas de ajuste en los países menos
desarrollados.
12. Indique y comente los grandes retos a los que se enfrentan la economía y la
política económica actuales.
13. ¿Por qué se puede decir que la economía mundial se desenvuelve en condicio-
nes de globalización asimétrica?
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Lecturas complementarias
Ajuste estructural
Informe SAPRI (2005). Ajuste estructural. Las políticas de ajuste estructural en las
raíces de la crisis económica, la pobreza y la desigualdad. Intermón, Fundación
para el Tercer Mundo.
Clásicos de la economía
Hicks, J. R. (1976). La crisis de la economía keynesiana. Labor. Cap. III.
Frank, R. H., 50, 74, 93, 127, 145, 182, 205, 425, 426, 437, 438, 439, 440, 441, 442,
228, 244, 267, 295, 320, 344, 368, 449 448, 451, 452, 453, 455, 456, 458, 475,
Frey, B., 81 479, 480, 481
Friedman, M., 46, 145, 233, 243, 440, 445 Khan, B., 182, 205, 228
Friedman, R., 145 Kitchin, 359
Klingebiel, D., 392
Kregel, J. A., 351
Galbraith, J. K., 40, 161, 295, 387, 458, 481 Krugman, P., 50, 74, 93, 127, 145, 161, 182,
Galeano, E., 71 205, 228, 244, 267, 295, 299, 321, 344,
Georgescu-Roegen, N., 183 369, 449, 477, 481, 484
Gimeno, J. A., 50, 74, 127, 145, 161, 182, Kuznets, S., 233, 250
205, 228, 244, 295, 321, 369
Gogol, N., 297 Laffer, A., 456, 458, 480
González, E., 161 Lancaster, K., 159
González, M., 50, 74, 127, 145, 161, 182, Landes, D., 474, 484
205, 228, 244, 295, 321, 369 Langmead, J., 182, 205, 228
Gordon, D. M., 390, 420, 422 Latouche, S., 75
Gossen, H., 134 Leontieff, W., 478
Grabel, I., 481 Lesage, R. S., 231
Gracián, B., 247 Lodge, D., 397
Graeber, D., 295
Guirola, J. M., 50, 74, 127, 145, 161, 182, Machado, A., 19, 56
205, 228, 244, 295, 321, 369 Macpherson, D. A., 427
Gunder Frank, A., 387, 388 Maddison, A., 350
Magdoff, H., 381
Hahn, F. H., 50 Maistre, J. de, 206
Harford, T., 127 Malinvaud, E., 15, 410, 411, 425, 426
Hardwick, Ph., 182, 205, 228 Malthus, T. R., 35, 44, 62, 352, 361
Harris, D., 471 Mankiw, N. G., 50, 74, 93, 127, 145, 161,
Harrod, R. F., 354, 355 182, 205, 228, 244, 267, 295, 321, 344,
Hayek, F., 398 369, 449, 475
Hecksher, E., 299 Marshall, A., 30, 128, 134
Heilbroner, R., 50, 478 Martínez García, J. S., 75
Hernández, J., 161 Marx, C., 15, 35, 44, 47, 49, 75, 84, 353, 361,
Heyne, P., 145, 161, 205, 228, 244 368, 418, 425
Hicks, J. R., 481 Mattelart, A., 380, 477
Hirshleifer, J., 45, 141 Mattelart, M., 477
Hollis, M., 50 McConnell, C. R., 427
Hunt, E. K., 417 McDonald, I., 413
Mendoza, E., 451
Jenofonte, 147 Menger, K., 134
Jevons, W. S., 134, 359 Meyer, W., 415
Johnson, L. B., 452 Milanovic, B., 71, 75, 472
Milberg, V., 478
Kaldor, N., 255, 355, 356 Mill, J. S., 44, 344
Kalecki, J. M., 417, 427, 454 Miller, R., 128
Kennedy, J. F., 452 Mochón, F., 127, 145, 161, 182, 229, 244,
Keynes, J. M., 14, 15, 16, 45, 46, 47, 48, 49, 267, 295, 321, 344, 369, 427, 449
229, 232, 242, 243, 247, 250, 329, 331, Modigliani, F., 234
332, 333, 334, 335, 336, 337, 339, 340, Montchrétien, A., 43
342, 343, 354, 355, 356, 361, 367, 368, Muller, R., 380
386, 391, 407, 410, 411, 414, 418, 421, Muñoz de Bustillo, R., 321
Mutis, A., 29 182, 195, 205, 229, 244, 267, 295, 321,
Myrdal, G., 449 344, 360, 369, 427, 449, 474, 481
Sauvy, A., 63
Naredo, J. M., 43, 50 Say, J. B., 35, 396, 407, 410
Navarro, V., 296 Schiller, B. R., 183, 244, 267, 427
Neruda, P., 95 Schumpeter, J. A., 360, 368, 369
Nordhaus, W. D., 74, 81, 93, 127, 145, 161, Schwartz, J. G., 417
182, 205, 229, 244, 267, 295, 321, 344, Sempere, J., 481
360, 369, 385, 427, 449, 481 Sen, A., 20, 33, 50, 192, 229, 351
North, D., 128 Séneca, A., 53
Sepúlveda, L., 79
Obstfeld, M., 299, 321 Shaw, G. B., 93
O’Connor, J., 251, 378 Sheffrin, S. M., 161, 182, 205, 229, 244, 267,
O’Sullivan, A., 161, 182, 205, 229, 244, 267, 321, 369, 427
321, 369, 427 Singer, P., 365
Ohlin, B., 299 Simonde de Sismondi, 361
Olney, M. L., 50, 74, 93, 127, 145, 161, 182, Smith, A., 44, 50, 130, 131, 142, 298, 299,
205, 228, 244, 267, 295, 321, 344, 369, 351, 352
449 Solmssen, A. R. G., 429
Ostron, E., 481 Solow, R., 20, 183, 355, 413, 416, 454
Ovejero, F., 206 Steger, M. B., 481
Pareto, W., 133, 141, 143, 144, 145, 185, Stiglitz, G. J., 75, 229, 258, 267, 396, 412
192, 195, 202 Streeten, P., 363
Passet, R., 50, 401 Taylor, H., 44, 376
Pérez, A., 228, 244 Teitelbaum, A., 161
Phelps, E., 412 Thatcher, M., 455, 457
Phillips, W., 441, 448, 456 Thurow, L. C., 454, 477
Pigou, A. C., 25, 359, 440 Tiebout, Ch., 196, 205
Piketty, T., 183, 473 Tobin, J., 292, 439, 455
Piore, M., 411 Todaro, M., 366
Polanyi, K., 87, 93 Torres López, J., 5, 6, 21, 24, 145, 296, 396
Quesnay, F., 43, 352 Veblen, Th., 245
Quevedo, F., 269 Vizinzey, S., 345
Rallo, J. R., 206 Wagner, A., 257
Ramiro, P., 161 Walras, L., 35, 49, 134
Reagan, R., 455, 457, 458 Weatherford, J., 295
Ricardo, D., 35, 44, 298, 321 Weber, M., 93
Riechmann, J., 75 Weatherford, J., 295
Robbins, L., 44, 49 Weisskopf, T. E., 390, 420, 422
Robinson, J., 48, 158, 356, 439 Wells, R., 50, 74, 93, 127, 145, 161, 182, 205,
Rodríguez, J. M., 427 228, 244, 267, 295, 321, 344, 369, 449
Rodríguez Braun, C., 206 Wherler, 359
Ruiz-Huerta, J., 50, 74, 127, 145, 161, 182, Williamson, F., 127
205, 228, 244, 295, 321, 369 Wonnacott, P., 142
Wonnacott, R., 142
Sampedro, J. L., 24, 201, 206, 449
Samuelson, P., 41, 74, 81, 93, 127, 145, 161, Zampaglione, A., 476, 477
Acción colectiva, 191, 204, 447. Apreciación, 309, 310, 311, 316, 319, 349, 385.
Actividad económica, 19, 31, 32, 33, 34, 35, Arancel, 300, 301, 302, 319.
36, 44, 47, 48, 49, 51, 59, 62, 63, 64, 72, Autoridad monetaria, 274, 276, 282, 285,
75, 79, 81, 82, 83, 84, 86, 87, 91, 92, 98, 292, 293, 327.
185, 197, 198, 211, 212, 226, 227, 228, .
238, 247, 248, 251, 252, 253, 254, 257, Balanza comercial, 305.
259, 265, 287, 323, 345, 355, 357, 358, Balanza de capital, 319.
359, 364, 366, 367, 389, 391, 393, 394, Balanza de pagos, 287, 304, 305, 315, 318,
420 ,434, 436, 444, 452, 455, 465, 470, 319, 320, 321, 462.
473, 474, 475. Balanza de rentas, 305.
Activos en cajas de los bancos, 278, 282. Balanza de servicios, 305.
Activos financieros, 103, 104, 126, 280, 281, Balanza de transferencias, 305.
338, 340, 433, 445, 465. Balanza financiera, 305.
Activos reales, 103, 126, 277, 278, 434. Balanza por cuenta corriente, 305, 306, 319,
Acumulación de capital, 65, 70, 73, 74, 103, 320.
238, 258, 285, 349, 351, 353, 356, 366, Banco central, 216, 272, 274, 276, 277, 278,
375. 279, 281, 282, 283, 284, 285, 286, 287,
Agregados macroeconómicos, 217. 291, 292, 293, 294, 311, 315, 316, 336,
Ahorro, 65, 73, 98, 99, 103, 125, 169, 170, 337, 338, 443, 469.
172, 212, 213, 214, 215, 221, 231, 232, Banco Central Europeo, 270, 276, 277, 286,
233, 235, 236, 237, 238, 240, 241, 242, 287, 288, 289, 293, 295.
243, 250, 261, 262, 272, 281, 285, 293, Banco de España, 270, 277, 321.
338, 340, 351, 354, 355, 356, 363, 365, Banco Internacional de Pagos, 312.
382, 385, 410, 422, 437, 438, 456, 460. Banco Mundial, 71, 314, 461, 463, 472, 473,
Ahorro nacional, 215, 221. 476.
Ahorro público, 213. Bancos comerciales, 270, 272, 273, 278, 291,
Ajuste estructural, 446, 459, 461, 464, 470, 293, 294, 336, 338, 384, 469.
479, 480, 481. Bancos de inversión, 272, 294.
Ámbito del sector público, 248, 266. Barreras de entrada, 143, 144, 145, 148.
Análisis económico keynesiano, 49. Barreras de salida, 143, 144, 145.
Análisis económico neoclásico, 189, 329. Barreras no arancelarias, 301, 319.
Análisis macroeconómico, 209, 255, 323, Base monetaria, 278, 279, 281, 282, 289,
333, 342. 293, 294.
Análisis marginalista, 189. Beneficio, 35, 36, 42, 45, 47, 59, 71, 86, 87,
Años gloriosos, 375, 395. 88, 89, 90, 92, 96, 99, 101, 123, 125,
131, 133, 135, 136, 137, 138, 142, 144, Capital, 60, 64, 65, 68, 70, 73, 74, 80, 84, 88,
145, 151, 154, 158, 169, 170, 171, 175, 89, 90, 98, 99, 105, 117, 125, 135, 137,
186, 188, 195, 196, 197, 203, 222, 238, 160, 163, 164, 168, 169, 170, 171, 172,
250, 252, 255, 258, 272, 307, 324, 353, 178, 181, 182, 183, 187, 188, 210, 211,
355, 356, 361, 366, 367, 379, 385, 391, 213, 214, 216, 218, 219, 220, 224, 226,
416, 421, 432, 435, 445, 452, 453, 454, 238, 241, 243, 250, 251, 257, 258, 270,
461, 465, 470, 476, 477. 278, 285, 299, 303, 304, 305, 306, 310,
Beneficio normal, 144, 188. 313, 317, 318, 319, 324, 325, 326, 328,
Beneficios a largo plazo, 139, 353. 329, 333, 347, 348, 349, 350, 351, 352,
Beneficios extraordinarios, 37, 117, 138, 353, 355, 356, 358, 366, 368, 378, 380,
139, 144, 145, 154, 155, 156, 158, 160, 388, 390, 392, 409, 411, 418, 421, 429,
188. 432, 435, 438, 439, 459, 460, 463, 465,
Beneficios sociales, 142, 143, 197. 468, 469, 470, 473, 474, 475, 479.
Bien económico, 54, 55, 74. Capital constante, 353, 368.
Bien público impuro, 204. Capital humano, 224, 299, 318, 329, 347,
Bienes inmateriales, 54. 351.
Bienes inmuebles, 216. Capital variable, 353, 368.
Bienes materiales, 54. Capitales especulativos, 380, 458.
Bienes muebles, 216. Capitales golondrina, 463, 480.
Bienes privados, 195. Capitalismo, 49, 79, 84, 86, 87, 88, 89, 90,
Bienes libres, 54, 73. 91, 92, 93, 102, 127, 145, 161, 360, 369,
Bienes complementarios, 109. 396, 443.
Bienes de capital, 65, 68, 169, 170, 187, 188, Carrera armamentística, 84.
216. Cártel, 148, 154, 155, 160.
Bienes de consumo, 54, 240, 272, 381, 384, Ceteris paribus, 40, 49, 110, 118, 171.
389. Cheques, 270, 272.
Bienes de inversión, 54. Ciclo de Juglar, 359, 367.
Bienes públicos parcialmente rivales, 196, Ciclo de Kondratief, 359.
205. Ciclo del producto, 381.
Bienes públicos puros, 195, 204, 205. Ciclo económico, 357, 359, 361, 367, 368,
Bienes sustitutivos, 109, 115. 469.
Bienestar, 46, 52, 61, 62, 65, 70, 80, 90, 108, Ciclo largo, 359, 367.
129, 130, 133, 141, 143, 165, 185, 186, Ciclo menor, 359, 367.
190, 192, 200, 203, 210, 212, 224, 227, Ciclo político, 359, 368.
256, 257, 263, 266, 267, 323, 333, 345, Ciclo vital, 233, 243.
347, 349, 363, 366, 367, 375, 388, 390, Ciencia económica, 29, 30, 33, 34, 36, 45,
391, 394, 401, 406, 409, 432, 437, 447, 48, 49, 100, 125, 224, 474, 477, 478,
448, 455, 458, 463, 465, 468, 470, 471, 479, 481.
474, 475, 477, 478, 479, 481. Coeficiente de caja, 274, 276, 282, 294.
Billetes, 270, 272, 277, 278, 279, 280, 293, Coeficiente de retención, 276, 282, 294.
429. Coeficientes bancarios, 293.
Bolsa de Valores, 99, 103, 126. Coeficientes de reservas, 289, 291, 293, 294.
Bretton Woods, 314, 382, 385. Colusión explícita, 154, 155, 160.
Burbuja, 392, 393, 395. Colusión, 154, 155, 160.
Búsqueda de empleo, 401, 412, 413, 425, 426. Comercial Mortgage Backed Securities
(CMBS), 393.
Calidad de vida, 224, 300. Comercio internacional, 29, 297, 298, 299,
Cambio estructural, 300, 365. 302, 303, 318, 320, 321, 350, 363, 375,
Cambio tecnológico, 418. 383, 436, 462.
Campañas publicitarias, 150, 186. Comisión económica para América Latina y
Capacidad de financiación, 213, 214, 227, el Caribe de las Naciones Unidas
228, 259, 306. (CEPAL), 459.
Competencia, 36, 37, 84, 91, 93, 97, 98, 107, 293, 306, 318, 326, 327, 328, 330, 332,
125, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 333, 336, 338, 339, 340, 341, 344, 347,
136, 138, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 349, 352, 353, 358, 360, 361, 367, 375,
145, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 153, 376, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385,
154, 156, 157, 158, 159, 160, 161, 164, 389, 391, 395, 410, 417, 420, 430, 433,
173, 176, 185, 186, 187, 188, 189, 192, 434, 436, 437, 438, 441, 443, 444, 445,
193, 194, 200, 201, 202, 204, 249, 250, 452, 453, 454, 461, 462, 468, 469, 473,
252, 253, 266, 300, 348, 354, 355, 356, 475, 477.
367, 377, 378, 380, 395, 407, 409, 412, Consumo autónomo, 235.
414, 415, 416, 439, 446, 465, 466, 467, Consumo nacional, 318.
478, 479. Consumo no rival, 195, 197.
Competencia en el oligopolio, 154. Consumo privado, 222, 226, 234, 265, 326,
Competencia imperfecta, 147, 250, 253. 333, 336, 420, 437.
Competencia monopolística, 98, 125, 147, Consumo público, 214.
158, 160, 161, 377. Consumo rival, 194, 195, 204.
Competencia perfecta, 36, 37, 97, 107, 125, Contabilidad nacional, 216, 220, 226, 227,
129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 228.
138, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 145, Contingentes, 301, 319.
147, 149, 150, 151, 152, 153, 157, 158, Contratos de trabajo, 404.
159, 160, 164, 185, 186, 187, 188, 189, Contratos implícitos, 412, 425, 426.
192, 193, 194, 200, 201, 202, 204, 300, Control de cambios, 316.
355, 367, 407, 409, 415, 416. Control de precios, 315, 452.
Comportamiento de la empresa, 186. Controles directos, 255.
Comportamiento del consumidor, 231. Convertibilidad, 314, 315, 382.
Comportamiento económico, 32, 33, 48, 49. Cooperativas, 99, 125, 421.
Comportamiento óptimo de la empresa, 135. Coordinación en oligopolio, 154, 160.
Comportamiento racional, 130, 144, 478. Corrupción, 85, 91, 380.
Compradores, 87, 88, 89, 95, 96, 97, 116, 123, Coste de oportunidad, 67, 68, 74, 104, 298,
125, 126, 132, 133, 152, 193, 218, 432. 453.
Comunismo primitivo, 80. Coste de producción, 55, 301.
Concentración de capitales, 147, 159, 161, Coste marginal, 137, 138, 142, 143, 144,
250, 377, 394. 147, 151.
Condicionalidad, 461. Coste medio, 137, 138, 139.
Conducta egoísta, 130, 131, 144, 190. Coste social, 460.
Conducta estratégica, 153. Costes de transacción, 198, 199.
Conflicto, 47, 82, 85, 89, 90, 91, 92, 189, Costes fijos, 101, 127, 137, 138, 378.
251, 334, 362, 373, 374, 390, 391, 421, Costes financieros, 285, 378, 433, 444, 447.
424, 445, 446, 447, 454, 468, 476, 479. Costes laborales, 174, 375, 384, 417, 423.
Congestión, 196, 204. Costes privados, 130, 133, 197.
Consenso de Washington, 461, 462, 480. Costes sociales, 130, 142, 143, 193, 255,
Consenso keynesiano, 451. 424, 473.
Consumismo, 454. Costes totales, 101, 135, 137, 171, 174, 186.
Consumo, 31, 35, 39, 41, 45, 52, 53, 54, 56, Costes variables, 101, 137, 138.
57, 71, 72, 73, 79, 98, 104, 405, 106, Cotizaciones sociales, 219, 222, 258, 266,
115, 116, 125, 134, 135, 142, 143, 149, 423.
153, 157, 167, 168, 169, 172, 175, 177, Creación de dinero, 273, 274, 278, 291, 294.
180, 194, 195, 196, 197, 204, 210, 214, Crecimiento económico, 46, 75, 140, 211,
216, 219, 220, 221, 222, 223, 224, 226, 227, 241, 250, 255, 259, 286, 345, 346,
227, 231, 232, 233, 234, 235, 236, 237, 347, 348, 349, 350, 351, 353, 354, 355,
238, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 357, 358, 362, 364, 367, 368, 374, 375,
251, 253, 254, 257, 259, 260, 261, 262, 379, 390, 402, 425, 431, 452, 467, 470,
263, 264, 265, 272, 284, 286, 287, 292, 477.
Crédito bancario, 284, 290. Demanda de dinero, 279, 280, 282, 283, 284,
Crédito, 30, 170, 233, 236, 255, 270, 274, 293, 294, 327, 332, 335, 336, 340, 436.
277, 278, 279, 284, 287, 288, 289, 290, Demanda de divisas, 307, 308, 320.
293, 304, 306, 336, 339, 360, 362, 378, Demanda de inversión, 171, 238, 239, 240,
381, 383, 384, 393, 394, 443, 444, 445, 241, 242, 243, 292, 332, 338.
459, 460, 461, 469. Demanda de recursos naturales, 167, 168,
Crisis, 19, 23, 45, 46, 47, 48, 71, 84, 87, 102, 180, 182.
106, 140, 202, 204, 238, 250, 251, 259, Demanda de trabajo, 173, 174, 175, 177, 181,
272, 289, 302, 313, 319, 324, 348, 351, 182, 360, 361, 405, 407, 408, 416, 417,
353, 354, 357, 358, 359, 361, 362, 367, 422, 423, 425, 427.
373, 374, 378, 382, 383, 385, 386, 388, Demanda derivada, 165, 167, 181.
389, 390, 391, 392, 393, 394, 396, 397, Demanda efectiva, 196, 229, 352, 354, 358,
402, 403, 405, 418, 420, 425, 431, 451, 362, 410, 437, 438, 448, 464, 470.
454, 455, 456, 459, 461, 464, 465, 466, Demanda en monopolio, 150.
467, 469, 470, 471, 473, 477, 478, 479, Demanda inelástica en monopolio, 150, 152,
480, 481. 167.
Crisis de oferta, 418. Demanda interna, 219, 231, 292, 317, 467.
Crisis fiscal del Estado, 251. Demanda quebrada, 157, 160.
Crisis monetaria internacional, 396. Demanda total, 155, 219, 228.
Crisis productiva, 388. Democracia, 81, 179, 292, 303, 369, 422,
Criterio marginalista, 205. 478.
Criterio utilitarista, 192, 203, 204. Demografía, 347.
Cuadrado mágico, 255. Dependencia, 77, 90, 164, 187, 298, 300,
Cuadro macroeconómico, 224, 225, 227, 228. 366, 384, 415.
Cuasi dinero, 281. Depósito de ahorro, 272.
Cuenta corriente, 305, 306, 314, 319, 320. Depósitos a la vista, 272, 273, 274, 276, 279,
Cuenta de capital, 305, 306. 280, 288, 290, 291.
Cuenta financiera, 305. Depósitos a plazo, 272, 281.
Curva de Laffer, 456, 480. Depósitos bancarios, 274, 276, 280.
Depósitos de ahorro, 272.
Defensa de la competencia, 140. Depósitos, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278,
Déficit gemelos, 306. 279, 280, 281, 282, 288, 290, 291, 293.
Déficit por cuenta corriente, 306, 314, 320. Depreciación, 224, 309, 310, 319, 320, 327,
Déficit presupuestario, 335, 336, 337, 343, 382, 383, 387.
386, 458, 462, 476. Depresión, 351, 357, 358, 361, 362, 367,
Déficit público, 226, 248, 259, 266, 267, 306, 373, 394, 431, 438, 452, 481.
391, 453, 455, 457, 469. Derecho, 55, 58, 59, 61, 73, 80, 81, 84, 86,
Deflación, 392, 431, 436, 437, 446, 448, 469, 103, 140, 144, 145, 147, 153, 174, 176,
470, 479. 179, 189, 195, 249, 254, 277, 304, 349,
Deflactor del PIB, 223, 227, 430. 404, 415, 416, 477.
Degeneración del trabajo, 397, 405, 426, 474. Derechos de apropiación, 59, 73, 140, 144.
Demanda, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 112, Derechos de propiedad, 189, 349.
113, 114, 115, 116, 117, 118, 120, 122, Derechos humanos, 84, 404.
123, 127, 125, 126, 127. Derivados financieros, 393, 395.
Demanda agregada, 210, 231, 234, 235, 238, Desarrollo, 34, 35, 43, 46, 47, 52, 58, 61, 64,
241, 243, 244, 247, 257, 258, 259, 260, 66, 75, 83, 84, 85, 87, 91, 157, 178, 203,
261, 262, 263, 265, 266, 285, 288, 297, 211, 226, 227, 250, 297, 298, 301, 302,
306, 317, 319, 232, 324, 326, 327, 328, 303, 304, 321, 345, 349, 350, 355, 356,
329, 330, 331, 332, 333, 335, 336, 337, 362, 363, 364, 365, 366, 367, 368, 369,
338, 339, 340, 342, 343, 385, 410, 411, 373, 375, 377, 379, 380, 381, 392, 401,
417, 418, 419, 420, 423, 425, 427, 433, 404, 407, 449, 452, 457, 459, 464, 467,
437, 438, 441, 442, 452, 475. 473, 474, 476, 477, 478, 481.
Desarrollo económico, 85, 178, 211, 226, 339, 340, 341, 343, 360, 384, 388, 399,
227, 345, 368, 467, 474. 421, 429, 431, 436, 440, 453, 475, 477.
Desarrollo tecnológico, 250, 349, 350. Dinero bancario, 270, 271, 272, 273, 274,
Descentralización, 249. 279, 290, 293, 294, 384.
Deseconomías externas, 197. Dinero de alta potencia, 278.
Desempleo, 30, 35, 45, 48, 102, 125, 177, Dinero fiduciario, 270, 271, 294.
210, 237, 265, 329, 342, 360, 361, 362, Dinero financiero, 270, 271, 294.
366, 368, 374, 385, 387, 390, 391, 394, Dinero legal, 270, 271, 280, 294.
397, 398, 399, 400, 401, 402, 403, 404, Dinero mercancía, 269, 293, 294.
405, 406, 407, 408, 409, 410, 411, 412, Discriminación de género, 62.
413, 414, 415, 416, 417, 418, 420, 421, Discriminación de precios, 152.
422, 423, 424, 425, 426, 438, 441, 443, Discriminación salarial, 181.
446, 447, 453, 454, 456, 458, 463, 464, Distribución de la renta, 47, 48, 81, 106, 140,
467, 469. 141, 144, 163, 187, 188, 189, 204, 205,
Desempleo de larga duración, 403. 212, 226, 227, 228, 236, 237, 243, 244,
Desempleo friccional, 408. 251, 258, 265, 266, 324, 351, 355, 356,
Desempleo voluntario, 407, 408, 425. 367, 418, 439, 448, 454, 470.
Desequilibrio, 30, 45, 46, 106, 107, 123, 125, Distribución equitativa, 212, 227, 228, 469.
126, 140, 157, 172, 201, 202, 204, 215, Distribución primaria de la renta, 106.
217, 242, 243, 248, 250, 315, 316, 317, Distribución secundaria de la renta, 106.
320, 323, 324, 329, 330, 331, 332, 334, Dividendos, 94, 125, 187, 219, 422.
338, 341, 342, 343, 345, 348, 352, 373, Divisas, 103, 305, 306, 307, 308, 309, 310,
441, 446, 453, 465, 470, 474, 477, 479. 312, 313, 314, 315, 316, 319, 320, 382,
Desequilibrio macroeconómico, 342. 385, 463, 479.
Desigualdad, 19, 30, 40, 47, 62, 66, 67, 71, 75, Dólar, 66, 70, 71, 72, 178, 303, 309, 310,
82, 92, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 200, 311, 312, 313, 314, 315, 316, 320, 374,
201, 204, 252, 266, 303, 318, 342, 363, 379, 382, 383, 384, 385, 387, 392, 394,
366, 394, 396, 421, 424, 465, 468, 471, 398, 422, 429, 459, 472.
472, 473, 474, 476, 477, 478, 479, 481. Dumping social, 301.
Desinflación, 436, 448.
Deslocalización, 466. Economía capitalista, 42, 74, 80, 86, 90, 247,
Despilfarro, 72, 84, 293, 302, 390, 394, 404, 356, 362, 368, 414, 416, 417, 420, 425,
420, 421, 422, 424, 425, 455, 478. 427, 444.
Desregulación, 149, 253, 457, 462. Economía clásica, 43, 44, 49, 352, 355, 457,
Deuda externa, 382, 383, 392, 458, 459, 461, 480.
462, 479. Economía de la oferta, 455, 456, 458, 479, 480.
Deuda pública, 222, 248, 257, 267, 291, 335, Economía del cosmonauta, 166.
336, 386, 469. Economía ecológica, 47, 63, 64, 73, 74.
Devaluación, 311, 312, 316, 319, 320, 382, Economía feminista, 47.
460, 462, 463. Economía internacional, 321.
Diferenciación de producto, 132, 147, 148, Economía keynesiana, 481.
158, 159, 299, 377, 432. Economía neoclásica, 44, 45, 202.
Diferencias salariales, 176, 179, 181. Economía Política, 33, 43, 44, 59, 62, 75,
Dilema del prisionero, 193, 204. 321, 344, 396.
Dinero, 19, 36, 42, 56, 57, 58, 71, 72, 73, 86, Economías abiertas, 104.
87, 88, 89, 103, 104, 117, 134, 135, 147, Economías de escala, 148, 149, 253.
172, 175, 186, 192, 201, 229, 231, 236, Economías de mercado, 95, 102, 107, 129,
237, 251, 255, 269, 270, 271, 272, 273, 140, 201, 210, 211, 323, 429, 434, 443.
274, 275, 276, 277, 278, 279, 280, 281, Economistas clásicos, 44, 45, 48, 57, 352,
282, 283, 284, 285, 287, 289, 290, 291, 353, 361, 367.
292, 293, 294, 295, 298, 314, 323, 327, Economistas keynesianos, 242, 250, 336,
329, 330, 332, 333, 335, 336, 337, 338, 441, 442, 452, 453.
Economistas liberales, 177, 249, 443, 480. 408, 409, 410, 412, 413, 414, 416, 417,
Economistas neoclásicos, 45, 134, 355, 441. 419, 420, 421, 422, 423, 424, 425, 426,
Economistas postkeynesianos, 356, 439. 427, 434, 436, 437, 438, 440, 441, 442,
Educación, 20, 52, 60, 84, 103, 179, 220, 446, 447, 448, 452, 454, 456, 460, 467,
257, 305, 348, 364, 366. 469, 470, 474, 476, 479, 480.
Efectivo en circulación, 278, 279. Empresa dominante, 155.
Efectivo en manos del público, 278, 280, Empresas, 19, 29, 31, 36, 37, 41, 45, 47, 57,
282, 290, 291. 81, 92, 97, 98, 99, 101, 102, 103, 105,
Efecto acelerador, 241, 243, 244. 106, 107, 115, 121, 123, 125, 126, 127,
Efecto exportaciones netas, 327, 343. 133, 134, 135, 136, 139, 142, 143, 145,
Efecto imitación, 233, 243, 433. 147, 148, 149, 154, 155, 156, 157, 158,
Efecto incentivo, 263, 266, 456. 160, 161, 163, 164, 169, 170, 171, 173,
Efecto multiplicador de la inversión, 239, 174, 175, 176, 177, 178, 181, 186, 187,
240, 243, 244. 188, 193, 198, 203, 209, 210, 211, 213,
Efecto multiplicador de los impuestos, 263, 214, 215, 218, 219, 222, 224, 226, 235,
264, 334, 492. 236, 239, 241, 242, 249, 252, 253, 255,
Efecto multiplicador del gasto publico, 260, 258, 263, 270, 271, 272, 280, 299, 303,
262, 267, 334, 337. 312, 318, 319, 324, 325, 328, 330, 332,
Efecto renta, 233, 263, 266. 333, 338, 342, 348, 349, 352, 355, 356,
Efecto riqueza, 327, 343. 358, 359, 360, 361, 364, 365, 376, 377,
Efecto sustitución, 233, 263, 266. 378, 379, 380, 381, 383, 385, 386, 388,
Efecto tipo de interés, 327, 343. 389, 390, 391, 392, 394, 395, 397, 404,
Efectos externos, 143, 198, 250. 405, 407, 409, 410, 411, 412, 413, 414,
Eficacia, 84, 98, 105, 180, 212, 256, 262, 415, 416, 417, 418, 421, 422, 423, 426,
277, 289, 292, 341, 350, 380, 388, 452. 429, 432, 433, 435, 436, 437, 438, 439,
Eficiencia, 49, 87, 100, 125, 130, 133, 139, 442, 443, 444, 445, 452, 453, 454, 455,
140, 143, 147, 152, 153, 157, 158, 159, 457, 460, 462, 463, 465, 466, 467, 469.
180, 185, 192, 194, 195, 197, 200, 203, Empresas multinacionales, 47, 303, 318, 319,
238, 243, 249, 259, 363, 406, 413, 419, 364, 365, 378, 379, 380, 390, 394, 395,
421, 425, 443, 446, 455, 457, 458, 462, 465, 467.
473. Empresas públicas, 249, 258, 457, 462.
Eficiencia del trabajo, 419. Empresas puntocom, 392, 395.
Eficiencia económica, 100, 125. Encuesta de población activa, 402, 426, 492.
Eficiencia marginal del capital, 238, 243. Endeudamiento, 213, 234, 235, 237, 248,
Eficiencia técnica, 100. 258, 298, 306, 365, 381, 383, 394, 396,
Egoísmo, 82, 198, 203. 435, 465.
Elasticidad, 112, 113, 114, 115, 120, 126, Endeudamiento empresarial, 492.
127, 152, 167, 283, 285, 325, 340, 360, Endeudamiento familiar, 465.
438. Equidad, 51, 72, 82, 141, 180, 200, 201, 204,
Elasticidad de la demanda, 112, 113, 115, 212, 250, 324, 447, 448.
126, 152, 167, 340. Equilibrio en monopolio, 161.
Elasticidad de la oferta, 120, 126, 127, 438. Equilibrio exterior, 255, 285, 316, 463.
Elección óptima, 67. Equilibrio general, 107, 334.
Empleabilidad, 174, 178, 181. Equilibrio macroeconómico, 242, 243, 247,
Empleo, 31, 45, 46, 62, 90, 141, 174, 177, 319, 323, 328, 337, 342, 343, 469.
178, 210, 211, 226, 227, 248, 251, 255, Escasez, 31, 44, 56, 64, 66, 67, 68, 71, 82,
256, 271, 285, 286, 287, 288, 292, 293, 85, 117, 187, 299, 323, 363.
300, 323, 324, 325, 326, 329, 330, 331, Esclavismo, 83, 86, 92.
332, 335, 337, 338, 339, 342, 349, 350, Escuela de Chicago, 46, 50, 455.
354, 355, 358, 361, 362, 364, 374, 375, España, 39, 75, 177, 220, 248, 249, 263, 270,
377, 379, 380, 381, 386, 388, 389, 398, 277, 295, 321, 379, 398, 399, 402, 403,
400, 401, 402, 403, 404, 405, 406, 407, 404, 405, 427, 458.
Especialización, 42, 297, 298, 299, 302, 318, Exclusión, 195, 204, 205, 468, 471, 472.
363. Expansión, 241, 258, 274, 275, 290, 293,
Especulación financiera, 313, 374, 386, 387, 298, 315, 335, 336, 337, 346, 352, 357,
394, 422. 358, 360, 361, 362, 373, 374, 376, 377,
Especulación, 280, 283, 312, 313, 319, 320, 381, 383, 387, 388, 394, 395, 402, 418,
336, 374, 386, 387, 388, 392, 394, 422, 437, 438, 441, 442, 443, 444, 445, 453,
466. 454, 470.
Espiral inflacionista, 384. Expansión múltiple de los depósitos, 274,
Estabilidad de precios, 211, 212, 227, 286, 293.
287, 288, 293, 446, 447, 470. Expectativas, 126, 140, 157, 172, 186, 211,
Estabilización, 140, 248, 250, 265, 342, 380, 212, 236, 237, 243, 244, 324, 332, 339,
452, 462, 469. 340, 349, 353, 385, 388, 401, 407, 409,
Estabilizadores automáticos, 265, 266. 416, 417, 430, 434, 436, 442, 448, 457,
Estado de Bienestar, 375, 394, 455, 470, 471, 480.
477, 481. Expectativas adaptables, 442, 448.
Estado estacionario, 352, 353, 354. Expectativas de gasto, 212, 353, 407, 430, 434.
Estado regresivo, 352. Expectativas racionales, 457, 480.
Estado, 44, 46, 58, 66, 75, 84, 86, 88, 93, 96, Explotación del trabajo, 65, 418.
98, 102, 103, 104, 106, 125, 126, 127, Exportaciones, 215, 219, 220, 226, 302, 303,
139, 140, 144, 165, 176, 186, 197, 198, 304, 305, 310, 312, 313, 314, 316, 317,
200, 201, 202, 222, 247, 248, 249, 250, 318, 319, 326, 327, 328, 333, 340, 343,
251, 256, 257, 258, 259, 263, 265, 266, 363, 374, 384, 420, 459, 460, 462.
267, 270, 287, 290, 292, 305, 306, 349, Exportaciones netas, 219, 318, 326, 327,
354, 375, 388, 389, 390, 394, 433, 435, 328, 333, 340, 343, 420.
443, 445, 454, 455, 457, 463, 470, 471, Externalidad negativa, 197, 204.
477, 479, 481. Externalidad positiva, 198, 204.
Estado progresivo, 352. Externalidades, 197, 198, 199, 202, 204, 205,
Estados Unidos, 19, 66, 72, 178, 270, 286, 292, 250, 255.
301, 302, 303, 304, 309, 310, 313, 314,
315, 320, 374, 377, 378, 382, 384, 385, Facilidades permanentes, 288, 293, 294.
386, 387, 392, 393, 396, 402, 405, 422, Factores del crecimiento económico, 345.
431, 452, 455, 458, 463, 468, 472, 480. Factores productivos, 60, 73, 98, 99, 100,
Estanflación, 390, 395, 441, 442, 443, 447, 105, 106, 117, 125, 131, 135, 141, 163,
448, 453, 479. 165, 167, 180, 183, 188, 212, 221, 222,
Estrategia maximizadora, 131, 144. 263, 299, 329, 347, 348, 350, 355, 439.
Estrategias anticipativas, 435, 436, 448. Falacia de la composición, 41.
Estructura institucional, 366. Fallos del mercado, 144, 266.
Ética, 33, 42, 49, 50, 57, 60, 62, 73, 80, 93, Familias, 35, 45, 81, 98, 102, 103, 106, 125,
180, 191, 192, 204, 206, 312, 334, 471. 126, 127, 131, 169, 170, 178, 190, 192,
Ética paretiana, 192. 213, 214, 215, 216, 219, 222, 224, 234,
Ética utilitarista, 192, 204. 235, 236, 237, 244, 258, 262, 324, 326,
Euro, 55, 277, 287, 295, 309, 310, 311, 320. 332, 338, 398, 432, 433, 435.
Europa, 83, 84, 217, 301, 303, 307, 309, 310, FAO, 70, 71, 75.
315, 375, 402, 405, 452, 464, 470, 472, Fases del ciclo, 357.
479. Feudalismo, 84, 86, 92.
Europa Oriental, 84. Filosofía utilitarista, 45.
Excedente, 65, 90, 92, 188, 220, 241, 251, Financiarización, 313, 381, 394, 395, 465,
345, 352, 353, 355, 367, 454. 466, 479.
Exceso de demanda, 123, 126, 173, 287, 307, Fisiocracia, 43, 49.
309, 315, 330, 338, 343, 411, 438, 445. Flexibilidad, 173, 329, 343, 409, 410, 415,
Exceso de oferta, 123, 126, 173, 177, 242, 423, 425, 441, 443, 446, 460.
307, 315, 329, 330, 368, 408, 411. Flexibilidad de los precios, 343.
Inestabilidad, 172, 212, 313, 355, 373, 382, Instrumentos de política monetaria, 288, 294.
385, 387, 388, 394, 430, 447, 456, 465, Intercambio, 31, 44, 55, 56, 58, 59, 72, 73,
466, 467, 470, 473. 74, 80, 89, 95, 96, 98, 99, 101, 102, 105,
Inestabilidad financiera, 387. 107, 108, 125, 129, 132, 164, 189, 191,
Inestabilidad monetaria, 456. 193, 194, 200, 201, 202, 203, 204, 205,
Inflación, 29, 223, 227, 286, 287, 373, 385, 297, 298, 387, 388, 414, 416, 467, 477,
390, 391, 429, 430, 431, 433, 434, 435, 478, 479.
436, 437, 438, 439, 440, 441, 442, 443, Interdependencia, 153, 164.
444, 445, 446, 447, 448, 449, 453, 455, Interés, 42, 154, 169, 170, 171, 172, 181,
456, 458, 469, 470, 475, 476. 182, 190, 197, 229, 233, 236, 237, 238,
Inflación de costes, 438, 439, 448. 242, 243, 244, 252, 254, 259, 272, 273,
Inflación de demanda, 437, 448. 279, 280, 282, 283, 284, 285, 286, 287,
Inflación exportada, 448. 288, 292, 293, 306, 308, 309, 310, 311,
Inflación galopante, 430. 313, 320, 327, 330, 332, 333, 335, 336,
Inflación importada, 434, 448. 338, 339, 340, 341, 343, 344, 354, 360,
Inflación larvada, 430. 361, 374, 383, 386, 387, 393, 394, 396,
Información, 36, 38, 89, 107, 133, 140, 143, 435, 436, 442, 447, 453, 456, 458, 459,
144, 145, 149, 156, 179, 188, 193, 194, 461, 462, 463, 469, 479, 480.
197, 198, 199, 203, 204, 205, 220, 250, Interés general, 252, 254.
277, 286, 303, 374, 389, 392, 402, 409, Interés propio, 190.
412, 418, 435, 457, 467. Intereses comerciales, 301.
Información asimétrica, 188, 193, 204, 205, Intereses de clase, 202.
250. Intereses sociales, 33, 40, 59, 334, 341, 344,
Información imperfecta, 193, 194, 412. 391, 479.
Informe sobre el desarrollo humano, 369. Intermediario financiero, 126.
Infraestructuras, 103, 149, 214, 250, 365, Internacionalización, 378, 379, 380, 394,
375. 453, 460, 467, 469, 479.
Infraprovisión, 204. Intervención del Estado, 106, 198, 200, 201,
Ingreso marginal, 137, 138, 150, 151, 160. 250, 256, 354, 389, 394, 443.
Ingreso marginal del monopolista, 150. Inversión, 36, 53, 54, 55, 65, 72, 73, 103,
Ingreso medio, 136, 178, 405. 104, 149, 169, 170, 171, 177, 214, 215,
Ingresos de las empresas, 101, 115. 216, 219, 220, 226, 231, 235, 238, 239,
Ingresos públicos, 256, 258, 263, 266, 386, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 250, 251,
464, 469, 470. 257, 259, 260, 261, 262, 263, 265, 267,
Ingresos totales, 101, 115, 135, 136, 139, 272, 284, 287, 292, 293, 294, 302, 305,
152, 405. 306, 310, 317, 318, 321, 323, 326, 327,
Innovación, 87, 92, 157, 167, 172, 188, 281, 328, 330, 332, 333, 336, 338, 339, 340,
349, 360, 361, 362, 364, 367, 368, 377, 341, 344, 347, 351, 354, 355, 358, 360,
378, 380, 381, 389, 425, 467. 361, 365, 380, 385, 386, 389, 393, 410,
Innovación financiera, 281. 417, 418, 420, 433, 435, 436, 438, 442,
Instituciones, 42, 47, 58, 59, 81, 88, 108, 453, 456, 457, 460, 462, 465, 469, 472.
125, 127, 203, 214, 216, 220, 248, 249, Inversión extranjera, 302, 472.
251, 254, 255, 267, 269, 270, 277, 281, Inversión inducida, 238, 243.
288, 292, 314, 316, 317, 341, 342, 363, Inversión publica, 214, 386.
364, 381, 384, 398, 401, 404, 476. Inversiones directas, 304, 305, 378, 382, 395.
Instituciones bancarias, 270. Investigación y desarrollo, 64, 377, 381.
Instituciones financieras internacionales, 316. Iphone, 303, 304.
Instituciones financieras, 47, 216, 281, 288,
316, 381, 384. Jerarquía, 81, 92, 134.
Instituciones sin ánimo de lucro, 216. Jerarquización, 415.
Instituto Nacional de Estadística, 220, 286. Jubilación, 237, 348, 422.
Instrumentos de política económica, 266. Juicios de valor, 40, 48, 49, 342.
Justicia, 82, 102, 103, 141, 180, 248, 254, Maximización de la utilidad, 135, 192.
257, 363, 471, 480. Maximización del beneficio, 131, 135, 137,
144, 145, 203.
Keynesianismo, 45, 46, 49, 367, 391, 451, Máximo beneficio, 36, 45, 87, 136, 137, 144,
453, 455, 456, 458, 481. 238, 252, 324.
Keynesianismo reaccionario, 458. Medio ambiente, 19, 59, 60, 75, 80, 88, 140,
254, 255, 345, 347, 349, 364, 421, 467,
Largo plazo, 37, 44, 45, 48, 101, 121, 127, 473, 475.
139, 144, 145, 156, 158, 169, 188, Medios de pago, 269, 270, 271, 273, 276, 279,
232, 233, 234, 242, 250, 257, 286, 280, 281, 290, 293, 305, 312, 315, 330,
287, 288, 304, 306, 338, 345, 347, 335, 433, 445.
350, 352, 353, 354, 355, 367, 455, Mentalidad social, 349.
456, 472, 473, 475. Mercado, 45, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95,
Legitimación, 251, 391. 96, 97, 98, 99, 100, 105, 106, 107, 124,
Lenguaje maximizador, 132. 125, 126, 127, 132, 138, 139, 163, 185,
Leyes, 30, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 43, 44, 45, 48, 189, 191, 194, 195, 198, 199, 200, 201,
49, 59, 63, 73, 86, 87, 89, 90, 96, 102, 125, 202, 203, 242, 479, 480.
134, 166, 187, 251, 252, 253, 254, 417. Mercado capitalista, 43, 87.
Leyes económicas, 34, 35, 49. Mercado de bienes y servicios, 102, 135,
Liberales, 45, 81, 89, 177, 249, 250, 253, 175, 212, 213, 214, 228, 251, 329, 332,
391, 392, 394, 395, 415, 425, 443, 447, 410, 411.
459, 462, 474, 476, 479, 480. Mercado de capital, 103, 171.
Liberalización, 395, 460, 462. Mercado de dinero, 103, 281, 282, 284, 332,
Libertad, 19, 52, 81, 86, 87, 89, 91, 97, 129, 336, 337.
133, 145, 158, 165, 249, 301, 302, 316, Mercado de divisas, 103, 306, 308, 309, 310,
364, 391, 443, 444, 457, 460, 462, 463, 319.
465, 468, 471, 479. Mercado de factores, 135, 163, 181, 212,
Libertades públicas, 84, 91. 214, 251.
Librecambio, 321. Mercado de trabajo, 175, 181, 182, 183, 188,
Límites del mercado, 185, 194, 206. 348, 399, 404, 407, 408, 409, 410, 411,
Liquidez, 104, 278, 280, 281, 287, 288, 289, 412, 413, 414, 415, 416, 422, 423, 424,
290, 313, 333, 339, 340, 343, 344, 383, 425, 441, 443, 460, 479.
386, 387, 393, 446, 459. Mercado financiero, 103, 212, 214, 233, 238,
242, 251, 433.
M1, 280, 281, 283, 295, 337. Mercados de clientelas, 432, 444.
M2, 281, 294, 295, 337. Mercados imperfectos, 147.
M3, 281, 287, 294, 295. Mercados ineficientes, 253.
Macroeconomía, 107, 108, 126, 207, 209, Mercados internos, 412, 426, 466, 467.
210, 212, 216, 226, 227, 256, 341, 344, Mercancías, 31, 45, 54, 55, 56, 57, 58, 72,
457, 475, 480. 73, 96, 98, 141, 173, 176, 181, 223, 269,
Macromagnitudes, 217, 224. 297, 299, 300, 303, 304, 318, 363, 382,
Magnitudes monetarias, 222. 390, 430, 433.
Magnitudes reales, 222. Mercantilismo, 43, 49.
Manipulación, 186, 292. Mercantilización, 90.
Marco institucional, 341. Mesoeconomía, 108.
Marco jurídico, 102. Método científico, 34, 39, 48, 49.
Marginalismo, 44, 49, 367. Microeconomía, 107, 108, 112, 141, 202.
Marketing, 236, 377, 378, 381, 421. Moda, 52, 104, 109, 116, 126, 179, 316, 377,
Marxismo, 353. 461, 477.
Materias primas, 60, 64, 80, 84, 90, 149, 165, Modelo de Bertrand, 156.
297, 301, 302, 328, 350, 352, 359, 363, Modelo de Cournot, 156.
373, 375, 376, 379, 383, 436, 442. Modelo económico, 37, 333.
Modelo keynesiano, 331, 332, 333, 334, 335, 199, 202, 216, 250, 251, 252, 253, 254,
337, 339, 342, 343, 407, 475. 301, 314, 319, 393, 460.
Modelo macroeconómico, 343. Nueva economía, 392, 395.
Modelo neoclásico, 46, 47, 48, 189, 203, Nueva macroeconomía, 457, 480.
250, 329, 330, 331, 335, 337, 338, 342, Nuevas tecnologías, 149, 157, 198, 359, 374,
343, 365, 367, 407, 409, 425, 436. 381, 389, 390, 392, 395, 403, 405, 418,
Monedas, 35, 43, 103, 270, 272, 277, 278, 420, 465, 466, 467.
279, 280, 291, 293, 305, 307, 310, 311,
312, 314, 315, 316, 317, 319, 375, 379, Objetivos finales de la política monetaria,
382, 385, 386, 387, 429, 479. 285, 286, 292, 295.
Monetarismo, 46, 49, 457, 458, 479. Objetivos intermedios de la política moneta-
Monetaristas, 440, 442, 443, 452, 459, 479, ria, 286, 294, 295.
480. Objetivos macroeconómicos, 231.
Monopolio, 97, 98, 125, 147, 148, 149, 150, Oferta, 106, 107, 108, 109, 116, 117, 118,
151, 152, 153, 154, 155, 157, 158, 159, 126.
160, 164, 202, 248, 270, 361, 409, 439, Oferta agregada, 328, 329, 331, 333, 342,
443, 457. 343, 433, 438.
Monopolio bilateral, 153, 160. Oferta de capital, 169, 171, 172, 181, 182.
Monopolio discriminador, 160. Oferta de dinero, 279, 280, 283, 291, 330,
Monopolio natural, 160. 340, 341.
Movimientos internacionales de capital, 313, Oferta de divisas, 307, 308.
465. Oferta de trabajo, 173, 174, 177, 181, 182,
Mujeres, 62, 66, 71, 93, 177, 348, 375, 402, 408, 410, 413, 414, 415, 416, 422, 425,
403, 405, 406, 422. 442, 456, 458.
Multiplicador de la inversión, 239, 240, 243, Oferta monetaria, 279, 280, 281, 282, 283,
244, 262. 284, 287, 289, 290, 291, 292, 293, 294,
Multiplicador de los depósitos bancarios, 295, 327, 336, 337, 338, 339, 341, 360,
276. 368, 382, 383, 384, 386, 440, 445, 455,
Multiplicador de los impuestos, 263, 264, 460.
334. Oligopolio, 97, 125, 147, 149, 153, 154, 156,
Multiplicador del comercio exterior, 317, 318, 157, 160, 202.
319. Oligopolios cooperadores, 154, 160.
Multiplicador del gasto publico, 260, 262, Oligopolios naturales, 149.
267, 334, 337. Operaciones de mercado abierto, 288, 289,
Multiplicador monetario, 281, 282, 294. 293, 294.
Mundialización, 467. Operaciones financieras, 313, 466.
Óptimo de Pareto, 133, 141, 143, 144, 145,
Naciones Unidas, NAIRU (Non Accelerating 185, 192, 195, 202.
Inflation Rate of Unemployment), 442, Organismos económicos internacionales,
448. 480.
Necesidad de financiación, 213, 214, 215, Organización científica del trabajo, 376, 395.
259, 306. Organización de Países Exportadores de Pe-
Necesidades, 51, 52, 53, 72, 73, 74, 75, 79, tróleo (OPEP), 155, 384.
104, 105, 201, 202, 346. Organización Mundial de la Salud, 70.
Neoliberalismo, 46, 47, 49, 391, 395, 455, Organización Internacional del Trabajo, 178,
456, 479, 481. 397, 399, 400, 427, 476.
Nivel de precios, 120, 223, 237, 271, 324, Organizaciones patronales, 153, 176, 415.
325, 326, 327, 328, 329, 331, 338, 342, Organizaciones sindicales, 181, 187.
430, 436, 438.
Nivel de vida, 366, 374, 375, 381, 475. Pagos internacionales, 297, 306, 314, 319,
Normas, 59, 60, 61, 73, 79, 87, 88, 90, 96, 382.
97, 102, 125, 140, 167, 180, 197, 198, Países en vías de desarrollo, 363.
Paradoja de Arrow o Teorema de la imposi- 292, 316, 323, 333, 334, 342, 343, 380,
bilidad, 204. 391, 411, 420, 422, 446, 447, 451, 452,
Paradoja del voto, 190. 454, 455, 457, 464, 466, 469, 470, 471,
Paro, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 400, 401, 473, 474, 477, 480, 481.
402, 407, 411, 427, 442, 449. Política económica conservadora, 455.
Paro estimado, 398, 426. Política estructural, 256.
Paro involuntario, 410. Política expansiva, 443.
Paro registrado, 398, 426. Política fiscal, 247, 255, 256, 259, 260, 265,
Paro voluntario, 426. 266, 290, 291, 292, 293, 295, 334, 337,
Pasivo, 103, 274, 278, 281, 305. 338, 339, 341, 342, 410, 438, 451, 452,
Patrimonio, 31, 179, 181, 237, 258, 393, 429, 455, 461, 475.
478. Política monetaria expansiva, 443.
Patrón oro, 314, 317, 319, 374. Política monetaria restrictiva, 458.
Pauta social de consumo, 395, 445. Política monetaria, 255, 269, 271, 277, 278,
Petrodólares, 384. 281, 284, 285, 286, 288, 289, 290, 291,
Petróleo, 155, 166, 167, 168, 312, 375, 379, 292, 293, 294, 295, 334, 338, 339, 340,
383, 384, 385, 386, 394, 396. 341, 343, 386, 387, 442, 451, 452, 455,
Planificación, 88, 92, 365, 421. 458, 475, 480.
Pleno empleo, 45, 46, 210, 211, 226, 227, Política presupuestaria, 255, 291, 292,
255, 271, 286, 287, 323, 324, 326, 329, 389.
330, 331, 332, 335, 337, 338, 342, 354, Políticas de ajuste, 387, 459, 460, 461, 466,
355, 375, 398, 406, 407, 408, 410, 414, 469, 470, 471, 474, 479, 480, 481.
416, 417, 420, 421, 422, 427, 434, 440, Políticas de demanda, 391, 443, 453.
441, 454, 480. Políticas de empleo activas, 424, 426.
Población, 62, 63, 166, 167, 172, 174, 177, 179, Políticas keynesianas, 386.
345, 347. Políticas monetaristas, 480.
Población activa, 326, 348, 399, 402, 408, Políticas procíclicas, 470.
419, 426. Políticas redistributivas, 470, 471.
Población desocupada, 426. Políticas restrictivas, 311, 409, 425, 462.
Población inactiva, 400, 401. Políticas sectoriales, 256.
Población ocupada, 399, 426. Pool, 148.
Población parada o desempleada, 400, 403. Precio aceptante, 136, 143, 150.
Pobreza, 29, 30, 42, 71, 72, 79, 87, 102, 128, Precio de equilibrio, 108, 123, 124, 125, 126,
201, 324, 363, 366, 394, 401, 463, 465, 136, 168.
470, 471, 472, 473, 477, 478, 479, 481. Precio del dinero, 282, 283.
Poder de compra, 234, 237, 243, 429, 432, Precios, 31, 42, 55, 56, 95, 96, 97, 106, 107,
436, 437, 440, 454. 108, 109, 110, 111, 113, 115, 116, 117,
Poder de mercado, 159, 160, 164, 173, 215, 119, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 126,
415, 432, 447. 129, 131, 132, 133, 134, 135, 141, 143,
Poder de monopolio, 361. 144, 147, 148, 151, 152, 153, 154, 155,
Poder político, 84, 90, 202, 248. 156, 157, 158, 159, 160, 168, 169, 186,
Poder, 90, 175, 176, 177, 181. 188, 189, 194, 198, 201, 203, 205, 210,
Política antiinflacionista, 446, 449. 211, 212, 215, 216, 218, 219, 220, 221,
Política de empleo, 256, 426. 222, 223, 226, 227, 228, 236, 237, 242,
Política de estabilización, 452, 462. 243, 244, 250, 251, 253, 255, 258, 262,
Política de oferta, 255. 265, 271, 279, 285, 286, 287, 288, 292,
Política de rentas, 255, 451. 293, 301, 308, 309, 311, 312, 314, 315,
Política de stop and go, 453. 317, 319, 320, 323, 324, 325, 326, 327,
Política deflacionista, 431, 437, 448, 469, 328, 329, 330, 331, 332, 333, 335, 338,
470. 342, 343, 349, 350, 355, 358, 359, 360,
Política económica, 46, 102, 224, 234, 251, 362, 363, 367, 373, 374, 377, 379, 381,
252, 254, 255, 259, 265, 266, 267, 286, 383, 384, 385, 386, 388, 390, 391, 392,
394, 395, 407, 408, 409, 411, 417, 423, Programa de las Naciones Unidas para el
429, 430, 431, 432, 433, 434, 435, 436, Desarrollo (PNUD), 364, 473.
437, 438, 439, 440, 441, 442, 443, 444, Progreso técnico, 348, 353, 375.
445, 446, 447, 452, 453, 454, 456, 458, Propensión marginal a exportar, 320.
460, 463, 467, 469, 470. Propensión marginal a importar, 317, 318, 319.
Precios administrados, 432. Propensión marginal al ahorro, 232, 355.
Precios completamente flexibles, 342, 408. Propensión marginal al consumo, 232, 236,
Precios constantes, 223, 228. 240, 242, 243, 261, 262, 264, 318, 382,
Precios corrientes, 223, 227. 420.
Precios de transferencia, 379, 395, 467. Propiedad de la tierra, 84, 188.
Precios reales, 227. Propiedad privada, 86, 91, 92, 462.
Precios relativos, 258, 308, 317, 320, 435. Protección social, 81, 178, 403, 415, 455,
Precios rígidos, 333. 466, 471.
Preferencias, 35, 42, 48, 57, 80, 91, 106, 179, Proteccionismo, 299, 300, 301, 302, 318,
186, 189, 190, 191, 192, 196, 202, 203, 319, 320, 321, 365, 463.
204, 205, 212, 332, 341, 343, 470. Publicidad, 36, 57, 236, 244, 377, 378, 381,
Preferencias individuales, 190, 191, 192, 204, 389, 421, 422, 432, 433, 447.
470. Punto de cierre, 138.
Preferencias sociales, 81, 189, 202, 203, 204, Punto de nivelación, 138, 139.
205. Punto mínimo de explotación, 138, 139.
Presión fiscal, 226, 443.
Prestaciones sociales, 385, 386, 405. Racionalidad, 130, 186, 193, 457.
Presupuesto deficitario, 335, 336, 337, 343. Recesión, 265, 320, 357, 358, 359, 361, 362,
Presupuesto equilibrado, 334, 335, 343. 367, 373, 374, 384, 386, 387, 393, 394,
Presupuestos Generales del Estado, 256. 395, 464, 470, 477, 479.
Principio de exclusión, 195, 204, 205. Recursos apropiables, 166, 182.
Privatización, 457, 458, 462, 480. Recursos financieros, 188, 242, 312, 382,
Problemas de observación, 40. 400, 465.
Problemas macroeconómicos, 209, 212, 215, Recursos naturales, 63, 64, 73, 74, 83, 98, 99,
260, 323. 105, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 180,
Procedimiento político, 198. 182, 210, 213, 224, 347, 350, 367, 475,
Producción, 56, 57, 60, 61, 64, 65, 68, 69, 479.
70, 71, 72, 73, 74, 104, 105, 106, 226, Recursos no apropiables, 166.
235, 251, 253, 262, 265, 288, 292, 324, Recursos no renovables, 166, 180.
328, 338. Recursos renovables, 166, 473.
Producción agregada, 210. Redistribución, 140, 250, 258, 384, 454, 455,
Producción potencial, 329, 410. 470.
Productividad, 35, 65, 167, 168, 174, 175, Regulación, 157, 187, 202, 251, 252, 253,
180, 181, 187, 204, 251, 325, 326, 348, 254, 255, 265, 266, 267, 374, 391, 394,
354, 355, 363, 375, 376, 381, 385, 388, 407, 446, 459.
389, 390, 391, 408, 409, 411, 413, 418, Regulación macroeconómica, 391, 394.
419, 420, 421, 423, 427, 432, 439, 451, Regulación monetaria, 374, 446.
454, 467. Regulación social, 254.
Productividad del trabajo, 65, 174, 175, 181, Relaciones de propiedad, 35, 189.
187, 325, 326, 376, 409, 418, 423, 432. Relaciones laborales, 90, 404, 425, 459.
Productividad marginal, 187, 204, 354, 355, Relocalización, 390, 395.
408. Rendimiento sostenible, 180, 181, 182.
Producto final, 105, 168, 218, 271, 379. Rendimientos de escala, 101, 127.
Producto interior bruto, 217, 220, 221, 225, Rendimientos decrecientes, 35, 101, 127,
226, 227, 228, 271, 346, 362, 474. 137, 325, 353.
Producto nacional, 217, 221, 332, 333, 422. Renta de equilibrio, 235, 241, 260, 297, 337.
Producto neto, 91, 92, 218, 352. Renta de la tierra, 135, 168, 181.
Renta de las empresas, 263. Sector financiero, 98, 103, 125, 126, 214,
Renta del capital, 220. 243, 272, 444, 479.
Renta del trabajo, 213, 214, 218, 219. Sector público, 48, 102, 213, 214, 215, 216,
Renta disponible, 233, 234, 236, 258, 261, 219, 222, 231, 242, 247, 248, 249, 251,
262, 263, 437. 252, 253, 254, 255, 256, 258, 259, 260,
Renta familiar disponible, 217, 222, 226, 261, 263, 265, 266, 267, 277, 278, 301,
227, 228. 324, 420, 458, 460, 461, 470.
Renta fija, 281. Segunda Guerra Mundial, 46, 247, 315, 362,
Renta interior, 308, 317. 374, 376, 382, 395, 431, 451.
Renta nacional, 217, 221, 222, 226, 227, 228, Seguridad social, 216, 236, 249, 258, 261,
236, 238, 261, 262, 264, 318, 334. 375.
Renta permanente, 233, 243. Servicio, 54, 80, 91, 117, 135, 174, 194, 195,
Renta primaria, 305. 196, 203, 210, 218, 220, 256, 263, 274,
Renta secundaria, 305. 365, 377, 398.
Rentas del sector público, 216, 219, 220. Servicio Público de Empleo, 398.
Reparto del trabajo, 423, 424, 426. Servicios públicos, 247, 258, 424, 462.
Reserva Federal, 19, 270, 286, 287, 387. Sindicatos, 47, 61, 89, 153, 176, 400, 409,
Reservas, 63, 166, 273, 274, 275, 276, 277, 413, 415, 423, 439, 443, 451.
288, 289, 290, 291, 293, 305, 306, 311, Sistema bancario, 433.
313, 314, 315, 316, 319, 336, 337, 382, Sistema capitalista, 79, 84, 125, 420, 421, 424.
383. Sistema de patrón dólar, 315.
Reservas de oro, 314, 315, 382. Sistema de tipos de cambio flexibles, 316, 319.
Reservas excedentarias, 274, 275, 276, 383. Sistema económico, 43, 53, 83, 85, 87, 92,
Reservas requeridas, 274, 275. 201, 202, 256, 263, 352, 360, 447.
Residential Mortgage Backed Securities Sistema económico esclavista, 83.
(RMBS), 393. Sistema Europeo de Bancos Centrales, 277.
Revaluación, 311, 319, 320. Sistema feudal, 83, 91.
Revolución conservadora, 47, 455, 459, 480. Sistema financiero, 271, 277, 293, 393, 433,
Riesgo, 72, 73, 75, 164, 165, 186, 188, 193, 446.
194, 252, 272, 287, 313, 388, 393, 405, Sistema fiscal, 256.
457, 473. Sistema monetario internacional, 314, 316,
Rigidez de los precios, 331. 317, 319, 374, 375, 382, 386, 394.
Riqueza, 31, 44, 50, 52, 58, 71, 79, 82, 84, Sistema socialista, 84.
85, 99, 104, 109, 116, 163, 179, 200, Sistemas económicos mixtos, 85.
201, 212, 227, 233, 236, 237, 243, 258, Sistemas económicos, 82, 83, 85, 91, 406.
273, 279, 327, 343, 345, 346, 347, 349, Soberanía del consumidor, 457.
351, 352, 358, 363, 364, 369, 418, 434, Sobreproducción, 197, 361, 362, 367, 368,
455, 470, 472, 474, 477, 478. 374.
Rivalidad en oligopolio, 154. Sobreprovisión, 204.
Socialdemocracia, 81.
Salario, 81, 84, 89, 92, 163, 164, 173, 174, 175, Socialismo, 84, 85, 88, 92, 93, 369.
176, 177, 178, 179, 181, 187, 258, 353, 355, Sociedades anónimas, 99, 125.
376, 397, 398, 404, 403, 404, 405, 408, 409, Solución ineficiente, 199.
413, 415, 417, 423, 441. Sostenibilidad, 64, 167, 211, 227, 474.
Salario Mínimo Interprofesional (SMI), Subconsumo, 353, 361, 368, 418.
405. Subdesarrollo, 47, 298, 362, 363, 364, 365,
Salarios administrados, 414. 367, 368.
Saldo financiero, 285. Subempleo, 400, 401, 426.
Saldo presupuestario, 259. Subprovisión, 198.
Saldos reales, 279, 294, 330, 440. Subvenciones, 56, 102, 198, 214, 218, 219,
Sector exterior, 104, 125, 126, 212, 213, 215, 221, 227, 261, 301, 305, 333, 379, 380,
219, 235, 277, 297, 317, 324, 447. 423.
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