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El sacerdocio en América Latina

Documento de Aparecida
El Documento de Aparecida (DA) expresa por todas sus partes la necesidad de ser discípulos
y misioneros, es un grito que convoca a la Iglesia a un estado de misión (cf. Codina, 2007).
De aquí surge el gran reto para la Iglesia: “formar” discípulos y misioneros (cf. DA 14).
A partir del análisis realizado por los obispos en Aparecida, se deja ver su preocupación por
la pérdida de vitalidad de la Iglesia en Latinoamérica (cf. Codina, 2007). Benedicto XVI
habla -en su discurso inaugural (DI)- de un “debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto
de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica” (DI 2).
El DA, en su capítulo 5, nos habla sobre la situación del presbítero en su identidad y ejercicio
de su ministerio sacerdotal. A partir de esta realidad, podemos descubrir la concepción que
DA tiene del sacerdocio, no sólo del ministerial, sino también del sacerdocio común de todo
bautizado.
El DA presenta algunos desafíos actuales ante los que el presbítero se enfrenta. La Comisión
Pontificia para América Latina, en su Asamblea Plenaria sobre la Formación sacerdotal en
los seminarios de América Latina en febrero de 2009, menciona que, a pesar de la presencia
de vocaciones a la vida consagrada, sin embargo, alerta sobre algunas características que
presentan dichos candidatos y, que hacen referencia a los desafíos que DA menciona:
vulnerabilidad, debilitamiento de su identidad, ya sea por el impacto con el mundo
contemporáneo, así como por la situación frágil de las familias.
Uno de estos desafíos consiste en la identidad teológica del ministerio de los sacerdotes
(cf. DA 193). El DA señala como un desafío la comprensión que el sacerdote debe tener de
sí mismo. Desafío porque en la construcción y consolidación de esta identidad, existen varios
elementos que le afectan negativamente en la actualidad: algunos rasgos de la cultura actual,
deficiencia de los itinerarios formativos, los paradigmas sacerdotales contrastantes, sus
propios complejos y opciones personales, entre otros (cf. Cavagnari).
Un indicio de una identidad deficiente o confusa en el sacerdote es la consideración del
sacerdocio como una mera delegación o representación de la comunidad (cf. DA 193).
Desde el sentir mismo del pueblo de Dios, el DA afirma que, el sacerdocio es un “don” para
la comunidad (cf. DA 193). El sacerdocio (ministerial) tiene una radical forma
“comunitaria” y sólo se desarrolla como “tarea colectiva” (cf. DA 195). El DA, afirma que
el presbítero debe ser sinónimo de misericordia, cercanía y servicio (cf. DA 198). Estos
aspectos hablan de la necesidad que tiene la comunidad eclesial respecto de sus sacerdotes.
La situación propia de la Iglesia latinoamericana hace poner el énfasis en esta concepción
sobre la naturaleza del sacerdocio: el sacerdocio es visto como un don para la comunidad y
que compromete con ella; sin embargo, el DA, hace notar que este compromiso y conciencia
del ministerio, tiene que ser experimentado en primer lugar, por los mismos presbíteros. La
comunidad es llamada -en su sacerdocio común- a concebirse de igual manera, como un don
que sólo puede desarrollarse auténticamente en el ámbito comunitario. Cuando el sacerdocio
ministerial es visto y considerado como una realidad a parte del sacerdocio común -ya sea
por parte de los sacerdotes o por parte de los laicos-, tenemos como resultado, una de los
grandes pecados de la Iglesia latinoamericana, a saber, el clericalismo (cf. Cavassa, 2007).
Contemplando lo anterior, el DA deja muy en claro qué modelo de presbíteros necesita la
Iglesia latinoamericana: "El pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos:
que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del buen Pastor,
dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de
la oración; de presbíteros-misioneros, movidos por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar
del rebaño a ellos confiado y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios,
siempre en profunda comunión con su obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas
y laicos; de presbíteros-servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los
más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores
de la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia, disponibles
para administrar el sacramento de la Reconciliación" (DA 199).
Aparecida afirma, por lo tanto, que el discipulado forma parte de la identidad sacerdotal: “la
Iglesia necesita sacerdotes y consagrados que nunca pierdan la conciencia de ser discípulos
en comunión” (DA 324); “la primera exigencia es que el presbítero sea auténtico discípulo
del Jesucristo” (DA 201).

Fuentes bibliográficas:
- Cavassa E., Después de Aparecida… ¿Qué?, Revista Sal Terrae, No. 105, 2017.
- Cavagnari G., El sacerdocio en el Documento de Aparecida, In persona Christi, 29
de agosto de 2009. Consultado en: https://codipasac.wordpress.com/2009/08/29/el-
sacerdocio-en-el-documento-de-aparecida/
- Codina V., Para comprender Aparecida, Revista latinoamericana de teología, No.
72, 2007.
- Comisión Pontificia para América Latina, La Formación sacerdotal en los
seminarios de América Latina. Recomendaciones Pastorales de la Asamblea
Plenaria, 17-20 de febrero de 2009.
- V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de
Aparecida, Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007.

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