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Es aquella que se comete absteniéndose a ejecutar actos que le son jurídicamente obligatorios14. Las
conductas punibles por omisión se dividen en propias e impropias.
a) Conducta punible por omisión propia
Es la que se comete contrariando el deber jurídico de actuar conforme a lo establecido por la norma
jurídica, así que el mismo precepto jurídico establecerá si la conducta es omisiva. Como ejemplos de
conductas por omisión propias contenidas en el Código Penal aparecen la omisión de socorro (artículo
131), la omisión del agente retenedor o recaudador (artículo 402) y la omisión de denuncia de particular
(artículo 441). Se infiere que las normas que describen cada conducta punible imponen al sujeto activo
un deber: en la primera, “auxiliar a una persona cuya vida o salud se encontrare en grave peligro”; en la
segunda, “consignar las sumas retenidas y autorretenidas por el concepto de retención en la fuente
dentro de los dos (2) meses siguientes a la fecha fijada por el Gobierno nacional para la presentación y
pago de la respectiva declaración de retención en la fuente” y “cobrar y recaudar impuestos”; y en la
tercera, informar por tener conocimiento de la comisión de los delitos señalados en la disposición. Al
omitirse el deber impuesto, se entiende que se ejecuta una conducta punible.
b) Conducta punible por omisión impropia
a’) Concepto. Podemos decir que es la cometida por un sujeto que se abstiene de cumplir con el deber
jurídico que se le impone por tener cierta calidad. El artículo 25 incisos 2o fija que el sujeto activo puede
tener “a su cargo la protección en concreto del bien jurídico protegido” o “se le [ha] encomendado como
garante la vigilancia de una determinada fuente de riesgo, conforme a la Constitución o a la ley”. Sin
embargo, pese a que tiene “el deber jurídico de impedir un resultado perteneciente a una descripción
típica (…) no lo [lleva] a cabo, estando en posibilidad de hacerlo”. De esta manera, si el garante no evita
la producción de del resultado, su omisión se equipara a la actividad desplegada por el sujeto que realiza
la conducta por acción15.
b’) Posición de garante y circunstancias que lo originan. El inciso siguiente, sus respectivos ordinales y
el parágrafo del artículo citado establecen las cuatro situaciones en que el sujeto es garante, teniéndose
en cuenta únicamente cuando la conducta omisiva impropia cometida permite un resultado que atenta
contra los bienes jurídicos de la vida e integridad personal (arts. 101 a 134D), la libertad individual (arts.
165 a 204) y la libertad, integridad y formación sexuales (arts. 205 a 219B).
Una persona está en posición de garante cuando 1) asume voluntariamente la protección real de una
persona o de una fuente de riesgo, dentro del propio ámbito de dominio; 2) existe una estrecha
comunidad de vida entre personas; 3) se emprende la realización de una actividad riesgosa por varias
personas; y 4) se haya creado una situación antijurídica de riesgo próximo para el bien jurídico
correspondiente.
1) Si la persona asume voluntariamente la protección real de una persona, sea que medie o no un
contrato, se le exige que evite el resultado típico. Por ejemplo, el profesor de natación y el salvavidas
deben evitar la muerte por ahogamiento de quien se encuentre sumergido en el agua, la enfermera
deberá evitar una alteración en la salud del paciente y la niñera deberá evitar que el bebé sufra lesiones.
Si se trata de proteger una fuente de riesgo, la persona es garante cuando:
1’) Tenga deberes surgidos de comportamientos precedentes suyos o de injerencia. Por ejemplo, aquel
que mediante violencia embriaga a otro tiene la obligación de protegerlo o el conductor que al conducir
de forma incorrecta atropella al peatón deberá asistirlo;
2’) Existan deberes surgidos de los riesgos creados por otras personas que se encuentren dentro del
ámbito de influencia de quien omite. Por ejemplo, el director de la prisión está obligado a reprimir los
actos delictivos (homicidios, secuestros, lesiones, etc.) de los presos, el padre deberá evitar que su hijo
menor ocasione una lesión o a un padre le es exigible evitar que su hijo acceda carnalmente de forma
violenta a la novia en frente suyo; o
3’) Cuando tiene el deber de asumir el control de fuentes de riesgo que operan en su propio ámbito de
dominio. Por ejemplo, el jefe de seguridad de una empresa está obligado a mantener las máquinas en
perfecto estado para evitar accidentes de trabajo o el dueño de un perro rottweiler deberá evitar que su
mascota ataque a otra persona.
2) Si existe una estrecha comunidad de vida entre personas. Por ejemplo, el hijo que deberá proteger a
su padre anciano de una caída mortal;
3) Si se realiza una actividad riesgosa por varias personas concertada con antelación, guardando
semejanza con la circunstancia anterior, ellas están obligadas tácitamente a ayudarse de forma mutua.
Por ejemplo, los excursionistas tienen el deber de evitar que alguno de ellos muera en el bosque; y
finalmente
4) Si se ha creado precedentemente una situación antijurídica de riesgo próximo para el bien jurídico
correspondiente, el sujeto deberá impedir su resultado lesivo16. Por ejemplo, si ocurrido un incendio una
persona discapacitada no puede abandonar el lugar, quien esté en capacidad de rescatarla deberá evitar
que sea consumida por las llamas.
Es necesario dejar claro que la acción salvadora específica exigida al garante con capacidad de
realizarla debe ser, con seguridad o certeza, de forma concluyente y definitiva, la que habría impedido
el resultado típico.
El principio según el cual a toda causa le sigue un resultado se llama principio de causalidad y al nexo
que une dicha causa con el resultado se llama relación de causalidad.
Para poder atribuir un resultado a una determinada conducta, se requiere establecer en primer término,
si entre esa acción y ese resultado existe una relación de causalidad desde una perspectiva natural. Sin
embargo, aún no se tiene resuelto el problema, es preciso, además determinar que ese vínculo natural
interese al Derecho Penal. Pues bien, este último caso consiste en formular un juicio normativo, también
conocido con el nombre de juicio de imputación objetiva. Comprobar la existencia de la relación de
causalidad es el primer paso de la imputación objetiva.
Por otro lado se define la causalidad como el proceso por el cual se llega al reproche, con varias
condiciones, el nexo causal entre la conducta y el resultado penalmente reprochable, sin ser ésta la
única condición para dicho reproche, pues debe tomarse en cuenta la intención del autor, su grado de
imputabilidad al momento de cometer el hecho, las eximentes de responsabilidad, etc., todo esto dentro
de una "imputación subjetiva" del resultado. El principal problema al que puede enfrentar el juez es a no
tener conocimiento suficiente para saber si se cumple la relación causal en determinado caso, esto
porque ciencias naturales ajenas al derecho pueden verse involucradas, en el caso de estudio.
Entonces, el juez tendrá que atenerse en un primer plano a la denominada causalidad genérica. Esto
implica que el desarrollo de leyes causales es un problema científico cuya tarea incumbe a cada rama
especialmente del saber dentro de un proceso judicial, sólo puede tenerse como demostrada la
existencia de una ley causal dentro de la ciencia correspondiente, ello sea admitido.
Una vez que en el proceso se logra determinar esta ley causal científica, el juez acude a la llamada
causalidad concreta dónde se procede a valorar si la conducta del imputado se adhiere a esa causalidad
científica como causante del resultado, caso en el cual previa otras valoraciones se le impondrán la
sanción correspondiente al delito cometido.
La imputación objetiva
Es la atribución de una acción a un resultado, cuando esa acción crea un peligro no permitido o
jurídicamente desaprobado, siendo dicho resultado correlato lógico del riesgo creado, es decir, de la
concreción de dicho peligro. En virtud de esto, sólo puede imputarse objetivamente un resultado delictivo
a una acción que crea un riesgo que se encuentra al menos potencialmente dentro de la esfera de la
acción realizada (vgr. si una persona empuja a otra levemente y por encontrarse el suelo mojado se cae
y muere al darse contra el suelo, el resultado de muerte no es objetivamente imputable a la acción de
empujar levemente; por el contrario, la muerte si sería un resultado imputable objetivamente a una acción
que consistiera en un fortísimo empujón en la cabeza de otra persona para golpearle contra una pared).
La Jurisprudencia reiterada del Tribunal Supremo sostiene que la relación entre la acción y el resultado
en delitos de lesión no debe limitarse, únicamente, al estudio de la causalidad natural de acuerdo a la
teoría de la conditio sine qua non (lo que es causa de la causa es causa del mal causado), sino que
depende de la posibilidad de la imputación objetiva del resultado de la acción llevada a cabo por el
sujeto. En este sentido, sin causalidad no puede afirmarse la imputación objetiva.