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Celebrante: Que Cristo, el Hijo de Dios vivo, lo (la) reciba en su paraíso, Todos:
roguemos al Señor.
Celebrante: Que Cristo, el buen Pastor, lo (la) cuente entre sus ovejas,
Todos: roguemos al Señor.
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Celebrante: Que le perdone todos sus pecados y lo (la) agregue al número de
los elegidos,
Todos: roguemos al Señor.
Celebrante: Señor, tú has dicho: “Si el grano de trigo muere da mucho fruto”.
Haz que este cuerpo, humillado ahora por la muerte, descanse de sus fatigas
y, como semilla de resurrección, espere tu venida mientras su alma goza entre
los santos por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Celebrante: Por el dolor y las lágrimas que oscurecieron sus ojos. R/. A/. Por
haber creído en ti sin haber visto.
Todos: CONCÉDELE, SEÑOR, CONTEMPLAR TU ROSTRO.
Celebrante: Señor, este rostro que nos ha sido tan querido va a desaparecer
para siempre de nuestros ojos; ahora levantamos hacia ti nuestra mirada: haz
que este(a) hermano(a) nuestro(a) pueda contemplarte cara a cara en tu reino,
y aviva en nosotros la esperanza de que lo volveremos a ver este mismo rostro
glorificado junto a ti y gozaremos de él en tu presencia por los siglos de los
siglos.
Todos: CONCÉDELE, SEÑOR, CONTEMPLAR TU ROSTRO.
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Celebrante: ! Ilumina sus ojos con la luz de tu gloria.
Todos: Señor, ten piedad.
1. Ritos iniciales
(Se canta o recita el salmo 129 con la respuesta que se propone. Las estrofas
las puede cantar un salmista o bien las va recitando alguno de los presentes.
También se puede cantar otro canto como “Juntos como hermanos”).
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Todos: MI ALMA ESPERA EN EL SEÑOR, ESPERA EN SU PALABRA; MI ALMA
AGUARDA AL SEÑOR, PORQUE EN EL ESTA LA SALVACIÓN.
Celebrante: Desde lo hondo a ti grito, Señor: Señor, escucha mi voz; estén tus
oídos atentos a la voz de mi súplica.
Celebrante: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero
de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Celebrante: “La vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el
tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito
como una desgracia y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero
ellos están en paz. La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos tenían
total esperanza en la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán
grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los
probó como el oro en el crisol, los recibió como sacrificio de ofrenda. Los que
confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado;
porque Dios ama a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos”.
Celebrante: Palabra de Dios.
Celebrante: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (14, 7-9.
10c-12) Hermanos: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere
para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el
Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó
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Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el
tribunal de Dios, porque está escrito: “Por mi vida, dice el Señor, ante mí se
doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua”. Por eso, cada uno dará
cuenta a Dios de sí mismo”.
(Si se hacen dos lecturas, entre la primera y la del Evangelio se puede cantar
un canto de meditación como un salmo (ver más abajo p. 23). (Salmo 22).
Celebrante: Lectura del Santo Evangelio según san Juan (11, 17-27) “En aquel
tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Betania está como a tres kilómetros de Jerusalén; y muchos judíos habían
venido a ver a Marta y a María para darles el pésame por la muerte de su
hermano. Cuando Marta supo que Jesús venía en camino, salió a su encuentro
mientras que María permaneció en casa. Y Marta dijo a Jesús: “Señor, si
hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que todo lo que
pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”.
Marta respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección de los muertos en el
último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para
siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
(Si está presente un sacerdote o diácono, dirige a los presentes una breve
homilía. De lo contrario alguno de los presentes puede hacer algún comentario
y guardar un momento de silencio. Luego todos hacen la Profesión de fe).
Todos: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo
en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de
Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al
tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la
derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
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muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
Celebrante: Señor, por el honor de tu nombre, perdónale todas sus culpas y haz
que viva eternamente feliz en tu presencia, roguemos al Señor. ! No rechaces a
tu siervo(a) N. ni lo(la) olvides en el reino de la muerte, sino concédele gozar de
tu dicha en el país de la vida.
Celebrante: Acoge en tu Reino de vida a todos nuestros seres queridos que han
muerto con la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.
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Celebrante: Escucha, Señor, nuestras súplicas y ten misericordia de su siervo(a)
N. para que no sufra castigo por sus pecados, pues deseó cumplir tu voluntad;
y ya que la verdadera fe lo (la) unió aquí en la tierra al pueblo fiel, que tu
bondad divina lo (la) una al coro de los ángeles y elegidos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Todos: Amén.
Celebrante: Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz.
Todos: Amén.
Se puede terminar con un canto como “Resucitó”, “El Señor resucitó, aleluya”,
“Tú nos dijiste que la muerte”, “Mientras recorres la vida”.
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elevemos nuestras súplicas a Dios Padre y, con la fe puesta en la resurrección
de Cristo, el primer resucitado de entre los muertos, pidámosle que bendiga
esta tumba (este nicho) donde el cuerpo de nuestro(a) hermano(a) descansará
esperando la resurrección del último día.
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Celebrante: Tú que purificaste a nuestro(a) hermano(a) con el agua del
bautismo, dígnate admitirlo entre tus santos y elegidos,
Todos: roguemos al Señor.
Celebrante: Padre nuestro que estás siempre atento a las súplicas de tus hijos,
escucha los deseos de nuestro corazón, concede a tu siervo(a), cuyo cuerpo
acabamos de depositar en el sepulcro, participar con tus santos y elegidos de
la recompensa de la gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. T/. Amén.
Celebrante: Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz.
Todos: T/. Amén.
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ORACIÓN AL FALLECIMIENTO
DE UN SER QUERIDO
¡Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén
en el vacío inmenso que la muerte causa entre los seres queridos! Tú, Señor, a
quién los cielos, la tierra y los hombres vieron llorar en días tristísimos; Tú,
Señor, que has llorado a impulsos del más tierno de los cariños sobre el
sepulcro de un amigo predilecto; Tú, ¡oh Jesús! que te compadeciste del luto de
un hogar deshecho y de corazones que en él gemían sin consuelo; Tú, Padre
amantísimo, compadécete también de nuestras lágrimas. Míralas, Señor, cómo
sangre del alma dolorida, por la pérdida de aquel que fue deudo queridísimo,
amigo fiel, cristiano fervoroso. ¡Míralas, ¡Señor, como tributo sentido que te
ofrecemos por su alma, para que la purifiques en tu sangre preciosísima y la
lleves cuanto antes al cielo, si aún no te goza en él! ¡Míralas, ¡Señor, para que
nos des fortaleza, paciencia, conformidad con tu divino querer en esta
tremenda prueba que tortura el alma! ¡Míralas, oh dulce, oh piadosísimo Jesús!
y por ellas concédenos que los que aquí en la tierra hemos vivido atados con
los fortísimos lazos de cariño, y ahora lloramos la ausencia momentánea del
ser querido, nos reunamos de nuevo junto a Ti en el Cielo, para vivir
eternamente unidos en tu Corazón. Amen.
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Concédeles, Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua. Que
las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.
Amen.
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ORACIÓN DE RECOMENDACIÓN
DEL ALMA A CRISTO
Reconócela, Señor, como criatura tuya; no creada por dioses extraños, sino
por ti, único Dios vivo y verdadero, porque no hay otro Dios fuera de Ti ni
nadie que produzca tus obras.
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RÉQUIEM
PARA UN SER QUERIDO
Silencio y paz.
Fue llevado al país de la vida. ¿Para qué hacer preguntas? Su morada, desde
ahora, es el Descanso, y su vestido, la Luz. Para siempre.
Silencio y paz. ¿Qué sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos
están las llaves de la vida y la muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la
Morada Santa, y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y
simplemente te decimos: está bien. Sea.
Silencio y paz.
Silencio y paz.
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Oh Amante de Almas, Tú no das como el mundo da. Lo que das no quitas, pues
lo que es Tuyo, también es nuestro puesto que somos Tuyos, y Tú eres nuestro.
¡Levántanos, oh Poderoso Hijo de Dios, para poder ver más allá; enjuga
nuestros ojos para mirar con luz más clara; acércanos a Ti para sentirnos junto
a Ti y hallarnos cerca de nuestros queridos seres que están contigo!
"Aunque Dios nos lo quite todo, nunca nos dejará sin Él, mientras no lo
queramos. Pero hay más; nuestras pérdidas y separaciones no son más que
por breve plazo."
"Depositad este cuerpo mío en cualquier sitio, sin que os de pena. Sólo os pido
que dondequiera que estéis, os acordéis de mí ante el altar del Señor"
(Palabras de Santa Mónica en su lecho de muerte.)
San Agustín
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EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea
tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a
nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco
vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya
reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu
rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que
está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que
corroen, y ladrones que socavan y roban. Acumulad más bien tesoros en el
cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y
roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará
luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz
que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá! Nadie puede servir a dos
señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
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Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por
vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan,
ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que
se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo
crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su
gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y
mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con
vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a
beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los
gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo
eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de
sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
¡Oh Dios! Nuestro Creador y Redentor, con tu poder Cristo conquistó la muerte y
volvió a Ti glorioso. Que todos tus hijos que nos han precedido en la fe
(especialmente N...) Participen de su victoria y disfruten para siempre de la
visión de tu gloria donde Cristo vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos. Amén.
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Buenas nuevas de salvación para Sion
Isaías 61 versículo 1-3.
1 ElEspíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados
de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la
cárcel; 2 a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de
venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; 3 a ordenar que a
los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de
luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados
árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.
Isaías 25 versículo 6-9
6 En este monte el Señor de los ejércitos ofrecerá un banquete a todos los
pueblos. Habrá los manjares más suculentos y los vinos más refinados. 7 En
este monte rasgará el velo con que se cubren todos los pueblos, el velo que
envuelve a todas las naciones. 8 Dios el Señor destruirá a la muerte para
siempre, enjugará de todos los rostros toda lágrima, y borrará de toda la tierra
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la afrenta de su pueblo. El Señor lo ha dicho. 9 En aquel día se dirá: «¡Éste es
nuestro Dios! ¡Éste es el Señor, a quien hemos esperado! ¡Él nos salvará! ¡Nos
regocijaremos y nos alegraremos en su salvación!»
Lamentaciones 3:22-26
22 Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca
Lamentaciones 3:31-33
31 Porque el Señor no desecha para siempre; 32 Antes si aflige, también se
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