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“EL CEREBRO DEL NIÑO” (II): ESTRATEGIAS 3, 4 Y 5.

Pues seguimos con la segunda entrega del resumen del libro “El cerebro del
niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de
tu hijo“, de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.
En la primera entrega hablamos de la integración horizontal y las dos primeras
estrategias para logar ese tipo de integración. Hoy seguimos con la integración
vertical, para la que habrán 3 nuevas estrategias.

Pero antes de preguntarnos qué es la integración vertical, debemos conocer sus


componentes: el cerebro superior y el cerebro inferior.

El cerebro superior es básicamente la corteza cerebral (la parte más superficial


del cerebro, ésa que parece arrugada, excepto la parte trasera, que es el
cerebelo). Es la parte del cerebro más evolucionada y en la que se encuentra el
pensamiento, la imaginación y la planificación. Vamos, lo que nos hace ser
humanos. Esta parte del cerebro realiza funciones tan importantes como regular
emociones, plantearse consecuencias, pensar antes de actuar, o tener en cuenta
los sentimientos de los demás. Pero claro, no alcanza su madurez completa, de
nuevo, hasta los 20 años.

Manera hipercientífica de explicar lo que es la corteza cerebral xD (¡no todo iba a


ser tan serio!)
El cerebro inferior está compuesto por el tronco cerebral y el sistema límbico. Es
la parte del cerebro más primitiva, y por tanto realiza las funciones más básicas,
y es el causante de las reacciones innatas e impulsos, de las emociones
emociones fuertes… Esto ocurre básicamente a una parte del sistema límbico
llamada amígdala (sí, como las de la garganta pero con neuronas), que siempre
está alerta ante las posibles amenazas. Si ve peligro, la amígdala asume el control
de la situación, y es cuando actuamos antes de pensar. Por supuesto, no es difícil
imaginar que el cerebro inferior está plenamente desarrollado al nacer.
Anatomía del tronco cerebral, más conocido como “lo que hay entre la médula el
resto del cerebro”

Anatomía del sistema límbico (amígdala incluida)


De manera análoga a como ocurría con los cerebros derecho e izquierdo, lo ideal
es que el cerebro superior y el cerebro inferior estén en equilibrio. Ya no os sonará
a chino que diga que tiene que haber una integración vertical, ¿verdad?
Si uno de los dos cerebros predomina sobre el otro, se producen las rabietas.
Pero las rabietas serán distintas si provienen del cerebro superior o del
inferior. Las rabietas del cerebro superior son voluntarias. El niño ha decidido
tener una pataleta, así que si quiere, puede interrumpirla. En este caso, deberían
ponerse unos límites estrictos y tener una conversación sobre su conducta. Sin
embargo, en medio de una rabieta del cerebro inferior, desaparece la
capacidad para usar el cerebro suprior, por lo que no se pueden controlar el
cuerpo ni las emociones. Por tanto, en este caso la respuesta ha de ser
afectuosa y reconfortante hasta que el cerebro superior se vuelve a activar y se
puede hablar de conductas adecuadas e inadecuadas. Esto se parece bastante a
“Conectar y redirigir“, ¿no crees?

Para que el cerebro inferior y el superior permanezcan integrados verticalmente, y


por tanto no se produzca ningún tipo de rabieta, podemos utilizar 3 estrategias.
La primera es para actuar más bien ante una rabieta, las otras dos son más bien
para desarrollar el cerebro superior, de manera que en algún momento deje de
dominar el inferior.
 Estrategia número 3: “Activa, no enfurezcas“. Esta estrategia viene a
decir, básicamente, que ante una situación de estrés lo inteligente es activar el
cerebro superior en lugar de enfurecer al inferior. Para ello, podemos hacer
preguntas, buscar alternativas o incluso negociar.
 Estrategia número 4: “Úsalo o piérdelo: ejercita el cerebro superior“.
Esta estrategia consiste en ejercitar el cerebro superior, para que pueda
ponerse, por fin, a la altura del inferior. ¿Cómo? Se pueden hacer varias cosas,
y además no son alternativas o eliminatorias, así que se pueden poner todas en
práctica:
 Evitar resolver sus problemas y no acudir en su ayuda a la mínima
oportunidad. Debemos permitir que se debatan antes de tomar una decisión y
asumir las consecuencias. Esto también es un poco confiar en sus
posibilidades de decisión y de responsabilidad.
 Enseñarles, cuando se encuentren bien, actitudes que les ayudarán
a tomar las decisiones acertadas cuando estén disgustados: respirar hondo,
contar hasta 10, expresar lo que sienten, o incluso pegarle patadas a la
almohada para desahogarse.
 Plantear preguntas que ayuden a ir más allá de la superficie (por
ejemplo por qué hicieron algo…) y sobre todo que les induzcan a pensar en
los sentimientos ajenos. No olvidemos que, según a qué edades, todavía
están en una etapa bastante egocéntrica y esto de que los demás también
tengan sentimientos, por mucho que tú se lo repitas mil veces, no acaban de
verlo claro xD
 Plantear también preguntas pero relacionadas con ética y moral en
situaciones cotidianas, ofrecer situaciones hipotéticas… un poco preparar al
cerebro superior para las posibles situaciones en las que el cerebro inferior
“saltará sobre él”.
 Estrategia número 5: “Muévelo o piérdelo: cueve el cuerpo para no
perder la cabeza“. Esta estrategia se basa en el hecho probado de que el
movimiento corporal afecta directamente a las sustancias químicas del cerebro
(neurotransmisores). Por tanto, podemos alterar nuestro estado físico (de
movimiento o relajación) para cambiar nuestro estado emocional. ¿Has oído
alguna vez que al correr se segregan ciertas sustancias en el cerebro que
hacen que nos sintamos bien? Pues esto es muy parecido. Tan parecido que
incluso diría que es lo mismo xD
Y hasta aquí la segunda entrega de este ciclo sobre el cerebro de los niños. Si
tenéis alguna duda, no tengáis ningún reparo en preguntar. Espero que os siga
resultando útil. El próximo día iremos con las memorias implícita y explícita, así
como con las estrategias 6 y 7.

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