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Reflexión práctica pedagógica Freedom writers:

La competencia literaria como agente de cambio


Sin embargo, es de esperar que la comunidad educativa, frente a la tozuda realidad actual
de las aulas, continuará buscando la mejor forma para hacer posible que los jóvenes lean
las obras “para hallarles un sentido que le permita entender mejor al hombre y al mundo,
para descubrir en ellas una belleza que enriquezca su existencia” (Todorov 2007: 26)
Colomer, 2004

Desde la propuesta planteada por Colomer (2014) en la que se espera que la


competencia literaria más que un conjunto de competencias lectoras se convierta
en un saber literario, podemos afirmar, que la práctica docente analizada logró
alcanzar esta visión mucho tiempo antes de que se plantearan estas ideas acerca
de la literatura, sobre todo porque esta propuesta revolucionaria se dio en un
momento donde la literatura se presentaba como una herramienta para el
fortalecimiento del pensamiento histórico y el desarrollo de prácticas de tipo
gramatical y lingüístico.

La dinámica desarrollada en el aula por la maestra Gruwell nos muestra la literatura


como ejercicio interactivo que permite el disfrute propio de la lectura, el desarrollo
de la creatividad y la imaginación y potencializador de una postura crítica frente a
su realidad, para convertirlos en sujetos agenciadores de cambio social. Esta
postura reflexiva que se alcanza a través de la competencia literaria, en la que como
lo afirma Nussbaum (1997), la lectura debe ser un forma de vivir en la que el
discurso filosófico y la narrativa literaria deben ser complementarios constituyendo
un medio educativo para afinar el conocimiento de la realidad y posibilitar una mejor
respuesta a los retos éticos del presente, donde las emociones cobren un papel
preponderante en la reflexión y el auto-conocimiento a partir del propio pensamiento
para juzgar y entender el mundo.

Es así, que la literatura desencadena un pacto entre lector y texto, en el que la


intimidad y la gratificación, permiten que el proceso de reflexión y concienciación se
den de manera autónoma y consigo mismo para después ser proyectado a la
comunidad lectora con la cual se interactúa y al contexto en el que se desempeñan
como ciudadano y agentes sociales.

La competencia literaria, contemplada desde el saber literario, permite enfrentarse


a dilemas morales desde las propias experiencias que encuentran identificación y
reconocimiento en el conjunto de personajes que han cobrado vida a través de los
libros. Son estos personajes con quienes terminan solidarizándose,
entusiasmándose, comprendiéndolos y hasta rechazándolos sin correr el riesgo de
lastimar a otros, pues, se mantiene la autonomía contextual, la independencia de la
realidad y la actitud crítica que se proyecta al entorno en el cual viven. Esa simpatía
y compasión que ronda alrededor de los textos literarios prepara a los sujetos para
la vida en sociedad mediante el reconocimiento de actitudes que favorecen la
construcción de sociedades democráticas y tolerantes. De la mano de lo anterior,
se fortalecen otros saberes y competencias que los sujetos requieren para su
desempeño adecuado en la sociedad contemporánea donde se hace evidente la
formación de lectores competentes desde una perspectiva funcional, tal y como nos
lo permite evidenciar la experiencia pedagógica de la maestra Erin Gruwell.

Es posible la enseñanza/aprendizaje desde los intereses particulares, teniendo en


cuenta los ritmos propios de aprendizaje, la realidad que los afecta y que exige que
se conviertan en agentes de cambio, sin que por ello, se desconozcan sus
particularidades; es necesario el desarrollo de habilidades y competencias, pero, en
un proceso integrador que permita la construcción de saberes y la intertextualidad
para alcanzar una verdadera metacognición, para que al momento de cuestionarse
se han capaces de
[…] Extraer información de un texto, interpretarla aportando conocimientos propios
y pudiendo utilizar la lectura para algún propósito determinado o reflexionar sobre el
texto y su lectura. Acciones que hay que saber hacer sobre diferentes tipos de texto
y en situaciones comunicativas habituales en nuestras sociedades. (Colomer, 2014)

De tal manera, que los hábitos y comportamientos lectores se mantengan a lo largo


de la vida como ciudadanos, tal y como lo permitió la experiencia de la escuela
Woodrow Wilson, y no que se convierta en un conjunto de actividades y planes
temporales y coyunturales que no evidencien resultado alguno en el trascurrir del
tiempo no podemos olvidar que
“Hacer de la escuela una comunidad de lectores y escritores” ha sido una de las
múltiples formulaciones didácticas del objetivo de situar las prácticas de lectura y
escritura en el centro de la dinámica escolar, ofreciendo situaciones ricas en
estímulos, motivaciones, modelos y experiencias a todos los alumnos. (Bombini,
2008 citado por Colomer, 2004 en El aprendizaje de la competencia literaria)

En la que se propenda por ideas innovadoras centradas en el diálogo que se puede


entablar entre escuela y literatura, con un enfoque más cultural que
lingüístico/histórico el cual lleve a la reflexión sobre el comportamiento humano
desde la comprensión de sí mismos y el respeto por el otro, donde el arte y la ficción
sean los motores de la creatividad y la imaginación para descubrir nuevas formas
de resolver los conflictos sin recurrir a la violencia o a la imposición de una
comunidad sobre otra, tensiones de dominación/poder que tanto han lastimado y
quebrantado la dinámica social de la humanidad a través de la historia.

Es importante, notar que el desarrollo de la competencia literaria, como se evidenció


a lo largo de la práctica pedagógica tratada, se debe convertir en un ejercicio de
construcción conjunta de saberes, de aprendizaje compartido y cooperativo, en el
que unos y otros aprenden mutuamente sobre la base del diálogo, la discusión
crítica y la mediación para potencializar diversas formas de enseñanza/aprendizaje
en el aula. Es necesario que dichas prácticas trasciendan el instruccionalismo
generando vínculos funcionales que permitan superar las dificultades específicas
en un trabajo articulado y coordinado entre escuela y comunidad que hagan que
estos elementos de apoyo sean sostenibles a través del tiempo, como ocurrió con
la Fundación Escritores de la libertad.

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