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La pequeña aldea: Vida cotidiana en Buenos Aires 1800-1860

GENTE:
Había dos grupos sociales muy bien definidos: el de la élite Patricia y la incipiente
clase media. Dependiendo de ambos había un tercer grupo constituido por gente de
condición más baja, tanto en lo económico como en lo social, generalmente eran
mestizos de español e India. Paralelamente estaban los esclavos, que podían ser
propiedad de quien tuviera el dinero suficiente como para comprarlos.

-Los del grupo de élite


Rodeaban la actual Plaza de Mayo las manzanas más densamente pobladas que
constituían los barrios de la elite porteña, constituidos por enormes casonas a la
española, de dos plantas. A partir de ese momento, las constantes visitas de viajeros
europeos dieron a sus dueños la idea de dividir algunos de los muchos cuartos, para
dar cabida a tantos jóvenes solteros que solían llegar a estas tierras con intención de
establecerse.
Como consecuencia de esta inmigración es que a comienzos del siglo XIX asistimos a
un reacomodamiento: la gran mayoría del grupo comercial de elite pasó a estar
integrado por españoles nacidos en la península que habían sentado su linaje al
casarse con jóvenes herederas de familias patricias.

La elite porteña de estos años previos a la Revolución era un grupo relativamente


pequeño, formado sobre todo por comerciantes mayoristas, jefes militares, religiosos y
funcionarios administrativos de alto rango; todos en su mayoría españoles de
nacimiento, pero encumbrados a través de matrimonios con damas patricias de la vieja
estirpe criolla.

La vestimenta de la élite

Los caballeros
El hombre usaba el cabello bastante largo y sostenido con coletas o trenzas. Los tonos
sombríos y la sencillez en el corte dominaron la vestimenta masculina. Eran
indispensables los sombreros, el bastón y los guantes para conformar un verdadero
caballero.
La vestimenta típica de un hombre de clase acomodada consistía en un calzón corto
de color gris o blanco, medias de seda negras, zapatos de orillo, casaca con hebillas
de oro, alta corbata blanca, y en invierno, una capa.

Las damas
Los vestidos eran generalmente a la española, confeccionados en seda clara o
algodón, con gran cantidad de encajes. Las enaguas apenas pasaban la rodilla, desde
allí hasta los pies continuaban en encajes. Para las ocasiones especiales, la enagua
debía ser de tafeta, generalmente de color, adornada, y llegaban hasta el piso.
Cubriendo el cabello iba un velo, y sobre los hombros siempre la mantilla andaluza.

Las modas y sus cambios


La gente estaba obligada a confeccionar su propia ropa y zapatos. La Revolución de
Mayo trajo cambios en la moda y aparecieron nuevos personajes: las modistas y los
zapateros. Se pusieron de moda los zapatos de taco alto, y los vestidos comenzaron a
ser largos, amplios, con muchas enaguas.
Los cambios en la moda a veces responden a cuestiones sociales, y por ejemplo luego
del 25 de mayo resultaba importante distinguirse de lo hispánico para no pasar por
antirrevolucionario.

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-Los de la incipiente clase media
Este grupo estaba constituido por los pequeños propietarios de algún comercio:
pulperos, dueños de cafés, fondas. En suma: los “mercaderes”, sus familias y sus
empleados.
También integraban esta clase los artesanos, es decir, herreros, panaderos,
fabricantes de velas, etc.

Solían tener su casa en las manzanas que rodeaban a las centrales y patricias, por lo
que hoy es Corrientes, Esmeralda, Tacuarí, Belgrano. Pero los mercaderes trataban
de ubicar sus locales cerca de la Plaza de Mayo, para lo cual solían alquilar la parte
baja de alguna casa patricia.

Los integrantes de este grupo social eran respetados y reconocidos por los patricios
en virtud de dos razones. La primera y principal: eran españoles de origen, es decir,
nacidos en España o descendientes de españoles por ambas partes; la segunda: eran
propietarios de su medio de vida, su casa, y por lo general, uno o dos esclavos.

La vestimenta de la incipiente clase media


Trataban de vestir como la alta élite, pero había una gran diferencia, dada no por la
vestimenta en sí, ya que era la misma, sino por la cantidad. La ropa era muy costosa,
por lo que si no se tenía la posibilidad de cambiarla, se la debía utilizar durante mucho
tiempo.

-Los del grupo más bajo


La clase baja estaba integrada por gente con pocas posibilidades de acceder al
trabajo, porque este siempre estaba ocupado por los esclavos.
Esta clase baja era criolla y mestiza de larga data, es decir, hijos de indias y
conquistadores. Generalmente residían en las afueras de la ciudad: Barracas,
Tribunales, Monserrat, Congreso.
La mayoría de ellos vivía de la dádiva de la gente rica y salían a mendigar a caballo
con un cartel en el pecho que indicaba su pobreza.

La vestimenta del grupo más bajo


Se vestían como podían o, en todo caso llevaban la indumentaria típica del hombre de
campo confeccionada por las mujeres, aunque esto era poco frecuente ya que la
vestimenta se obtenía, por lo general, de la tarea de mendigar; esto también se aplica
al calzado.

-La gente de campo


En el campo la sociedad estaba constituida de manera un poco diferente. Allí la élite
estaba representada por el estanciero, dueño de grandes extensiones de tierra y
numerosas cabezas de ganado. Por lo general este grupo permanecía en la ciudad
mientras la estancia quedaba en manos de un capataz.
La “incipiente clase media” estaba constituida por los chacareros, dueños
arrendatarios de extensiones menores de tierras y menor cantidad de animales.
Había un tercer grupo que era el de los jornaleros, integrado mayoritariamente por
gente del interior del país que migraba hacia las zonas rurales de Buenos Aires. Estas
zonas eran los actuales barrios de Flores, Caballito, Liniers, Villa del Parque, Devoto.
La migración tenía varias razones: en primer lugar porque podían acceder a un salario
más alto, y en segundo lugar existía la posibilidad de lograr la posesión de una
pequeña parcela de tierra.

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LOS ESCLAVOS

A los esclavos se los marcaba al igual que al ganado. Se los marcaba con un hierro
candente y les colocaban de dos a tres letras (las iniciales del propietario). A las
mujeres en las nalgas y a los hombres en la espalda. Esto causaba tanto terror que
muchas veces se producían huidas, suicidios, etc.

Por barco ubicaban 300 y 400 esclavos. Cada barco tenía su plano de cómo ubicarlos
para no desperdiciar lugar. Los ubicaban sentados, parados y acostados. Estos barcos
no contaban con luces, agua, ni ninguna comodidad.
Para evitar la rebelión se confeccionaban látigos en cuero de elefante o hipopótamo
con nudos en las puntas. Viajaban durante semanas, y cada dos o tres días había más
lugar ya que sacaban los cuerpo de algún infeliz que no había soportado tanto dolor y
oscuridad.
Luego de doscientos años, esta práctica fue suspendida.
Una vez marcados eran destinados al asiento de los negros para mantener en
cuarentena a los recién llegados para curarlos de la debilidad del viaje.

OFICIOS

De médicos, curanderos, pestes y entierros


Las enfermedades que arrasaban a la ciudad eran el reuma, fiebre, mal de garganta y
problemas dentales.
En contracara había gran cantidad de médicos, en su mayoría egresados del
Protomedicato (especie de escuela de Medicina fundada por el virrey Vértiz en 1779,
reemplazado en 1822 por el Tribunal y la Escuela de Medicina)
El virrey Vértiz también se encargó tomar medidas de higiene en la ciudad como
limpieza de calles, tapiamiento de baldíos, construcción de aljibes o control sanitario
de alimentos comerciales y crear el Paseo de La Alameda para contar con un espacio
verde.
En 1800 comenzaron a llegar médicos y farmacéuticos extranjeros que eran
examinados por el Protomedicato para poder ejercer.

El médico del Rey


En 1760 se instaló en Buenos Aires Miguel O’Gorman (médico de la corte de España)
y fue nombrado primer protomédico.
Sus funciones eran controlar a médicos, sacamuelas, flebotómano, herbolario y
curandero.
Fundó la Escuela de Medicina y ejerció como profesor de la cátedra Clínica Médica.

Misterios médicos
-Grafismo: Hasta el siglo XIX, el Protomedicado aconsejaba que las recetas médicas
fueran escritas en latín para que sólo el boticario pudiera entenderla.
En 1822, como los pacientes reclamaban saber qué iban a tomar, se ordenó a los
médicos redactar las recetas en castellano. Es allí que comienzan a verse las primeras
recetas con letra ilegible, aparentemente porque querían seguir manteniendo en
secreto el contenido de los remedios.

-Maletín e instrumentos: tarrito de opio para mitigar el dolor, ramas de quina en polvo
para la fiebre o preparar un antiséptico, jeringas de marfil, ventosas y correas.
Podrían sumarse también trépanos ingleses para horadar cráneos, elementos para la
talla, máquina fumigadora. Caja de amputación: sierra, trocales y torniquetes.

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Las pestes y las epidemias
La ciudad era muy sucia, una de las causas se originaba en el descuido que se tenía
con la pureza del agua. Por lo general se consumía la que el aguatero extraía del río,
del mismo lugar donde las lavanderas tenían sus piletones, al lado donde los
pescadores dejaban un tendal de peces podridos y la policía acarreaba los caballos
muertos.
-Epidemias: angina gangrenosa,viruela,sarampión y disentería
-Enfermedades que provocaban la muerte: fiebres catarrales, reumatismo, tisis, fiebres
intestinales, hepatitis, sífilis, rabia, peste bubónica.
En 1820 la ciudad tenía dos hospitales para varones (el Santa Catalina y la
Residencia) y uno de mujeres (el San Miguel).

De muertos, entierros y cementerios


Desde su fundación hasta comienzos del siglo XIX, en Buenos Aires los entierros se
efectuaban en las iglesias. Los más pudientes pagaban y eran enterrados dentro de la
iglesia, cerca del altar y los pobres en el patio trasero.
Era usual que los fallecidos dejen un testamento que los familiares debían cumplir
sobre cómo, dónde y hasta que vestimenta deseaban tener.
El foso que se cavaba no era muy profundo y los ataúdes no eran sellados, con el
tiempo y abundancia de cadáveres el olor a putrefacción inundaba la iglesia. También
se creía que a raíz de esa putrefacción era la causa de numerosas enfermedades.
En 1822, por iniciativa de Bernardino Rivadavia se prohibieron los entierros en las
iglesias y se mandó a construir el primer cementerio, el que hoy se conoce como el
cementerio de la Recoleta con servicio gratuito.
Esto terminó con la costumbre de algunos de dejar al finado en la puerta de la iglesia o
en alguna esquina.
Sea como fuera el hecho cuando se encontraba un cadáver, desde el Cabildo, para
que lo reconozcan y se hagan cargo del entierro, lo colgaban en el balcón para
exhibirlo

Alegre entierro de niño


Costumbre ya en desuso, se creía que si un niño moría antes de los siete años iba
directamente al cielo.
Cuando moría un niño era una fiesta porque lo principal consistía en pensar que un
ángel se iba al cielo.
También tuvieron su propio lugar en el cementerio.

Oficios de negros
Además de las tareas del hogar, para lo que eran comprados, se les enseñaba un
oficio para que sus dueños pudieran obtener algún dinero extra.
De esta forma hubo: carpinteros, violinistas, herreros, lavanderas, planchadoras, amas
de leche. Para el Cabildo: pregoneros, serenos, faroleros, juntar cadáveres y matar
perros y ratas.
Cuando fueron libres, tenían tantas habilidades que supieron ocupar todos los lugares
de trabajo de que se disponía para su nivel social.

Lo que más abundaba era la venta ambulante. Pero no hay que olvidar que las
mujeres negras trabajaban como lavanderas hasta 1889 cuando se prohibió la
actividad en el río por considerarse sucio y peligroso, entonces se recluyeron en los
conventillos.
Otras mujeres negras vendían buñuelitos y tortas fritas. Podían ser “ama de leche”, es
decir, dar de mamar a los recién nacidos a cambio de dinero.

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Sin ocupación ni oficio (delincuentes)
Crímenes y ajusticiados
Había delincuentes “económicos”: estafadores, falsificadores, ladronzuelos de poca
monta. En la época de Rosas hubo muchos ajusticiamientos por razones políticas. La
costumbre era el degüello y la posterior exhibición en la punta de las lanzas o en las
rejas de la casa.

DIVERSIONES

Las tertulias
Las tertulias representaron, en el siglo pasado, reuniones en las que se conversaba
sobre un tema o era una oportunidad para entablar relaciones.
Cada familia tenía la suya y se esforzaba para que fuera la más trascendente. Era la
salida más importante a la que podía aspirar un porteño.
En las tertulias se realizaban bailes y música, y finalizaban a las 11 en punto. Además,
también las mujeres hacían gala de instrumentos como piano, guitarra y arpa.

La música siempre ha estado presente en la historia de cualquier pueblo, sea en la


alta sociedad o en la baja, en francés o en español, sea un minué o un cielito.

Una de las tertulias más famosas era la de Mariquita Sánchez de Thompson.


En los bailes, las mujeres se sentaban sumisamente juntas. Las reglas ordenaban que
los caballeros debían acercarse, si fuera posible con paso vacilante y tímido, para
invitarlas a vals o minué.

También solían organizar algunas tardes tertulias “masculinas” para jugar a las cartas,
contarse las últimas novedades políticas de España o chusmerío sobre algún
prostíbulo.

Los juegos
 Los chicos de todos los tiempos se las ingeniaron para divertirse, y crearon
juegos que en el fondo eran los mismos, los único que variaba era el material o
el lugar. Solían pescar ranas en los charcos, cortar cañas y transformarlas en
lanzas medievales con las cuales imitar un combate de caballeros.
 Solían disfrazarse con plumas, para eso le arrojaban naranjas al gallo hasta
matarlo y luego desplumarlo.
 Otro juego era el de las escondidas, por supuesto que era más divertido y
duraba más que ahora ya que había muchos más lugares secretos. Los niños
que jugaban en la calle eran los de la clase baja.
 Realizaban carreras de caballos. Las más recordadas se hacían sobre la calle
larga del barrio de Barracas.
 En la actual plaza de mayo se realizaban corridas de toros
 Lo que no se prohibió en muchos años fueron las riñas de los gallos. Podía
durar hasta la muerte de uno o hasta que uno huía por una puerta que siempre
estaba abierta, para los cobardes. También se consideraba derrotado al gallo
que, sangrando, bizco y tal vez caído al pico, canta, llamando en su socorro.

Tanto como para los ricos y pobres, la niñez duraba hasta los 10 años. Luego de esa
edad los pobres debían ir a trabajar y los ricos a la escuela. A los 14, todos sin
excepción, ya estaban ocupando el lugar de los grandes: las social, irían al ejército,
estudiarían una carrera universitaria, arrearían ganado, acarrearía agua del río.

Bares, cafés, hoteles y posadas.


En aquellas épocas no se daba de comer en cualquier lado. En los cafés, sólo se
servía lo que fuera líquido.

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Las damas no debían entrar a los cafés, ya que resultaba mal visto por las estrictas
costumbres de la época.

El café más lujoso de la época era el café de Marcos ubicado en Bolívar y Alsina.
La excelencia de estos lugares se medía por: La cantidad de mesas de billar y por la
posibilidad de enfriar bebidas.
El único café que le continuaba al de Marcos, con 4 estrellas era el de Victoria ya que
contaba solo con dos mesas y resaltaba su decoración.

Hoteles y posadas
Por cuarenta pesos mensuales, cualquier viajero podía conseguir una habitación.
Estas posadas también alquilaban caballos.

Fiestas y celebraciones.
La Navidad
En la vieja Buenos Aires, la navidad siempre se esperó con un pesebre. Hasta que en
el año 1828 una casa alarmó a los vecinos: era un pequeño árbol con decenas de
velitas encendidas entre sus ramas. Debajo del mismo había juguetes, muñecas,
soldaditos, etc. Sentado al lado del árbol se encontraba el primer papa Noel de plata:
un inglés.

El Carnaval
En esta ciudad el carnaval siempre fue mojado. Se vendía huevos de agua por la calle.
La costumbre indicaba que quien no tenía azotea ni casa estratégicamente ubicada,
debía asociarse con el que sí tenía. Los carnavales se realizaban los fines de semana,
los lunes parecía que las calles habían sido regadas. Toda persona que iba por la calle
recibía una jarra de agua encima y se realizaba la lucha entre una y otra azotea.
Al parecer los excesos que se producían durante el carnaval llegaron a tal grado de
descontrol que fue necesario tomar medidas oficiales.

COMIDAS, POSTRES Y GOLOSINAS

En cada casa había uno o dos esclavos dedicados únicamente a la cocina, según
cuenta Mariquita.
Con el dinero no se podía ni tener aún lo preciso, se veían en la necesidad de
prestarse unos a otros. La costumbre que tenemos hoy en día de sentarnos todos en
la mesa a comer, antes no existía, cada integrante de la familia comía cuando tenía
hambre.

Las comidas
El general almuerzo era chocolate o café con leche, con pan o tostadas de manteca o
bizcochos. Nada de tenedor. Se comía a las doce en las casas pobres, a la 1 en las de
media fortuna, las más ricas a la 3 de la tarde.
Las comidas eran muy variadas: infaltable era el puchero, y luego el bisquete (carne
frita en grasa con un poco de tomate y cebolla) y cuando no había bisquete comían
huevos revueltos y carne.
Rara vez comían empanadas, ya que para conseguir las buenas había que ir a las
provincias del norte.

Postre
En las casas no solían preparar postre, de vez en cuando se lo compraban a los
vendedores que se acercaban a las casas.
En el verano, cuando caía granizo todos salían a recolectarlo para poder hacer eso
que hoy llamamos helado. Además del granizo, utilizaban cacao, vainilla, leche batida
con huevos y azúcar.

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BUENOS AIRES, UNA CIUDAD VIRREINAL

La construcción
Lo primero que se construye es un precario fuerte, emplazado donde hoy se encuentra
la parte central de la Casa de Gobierno, que luego será remodelado y mejorado.
Las casas son construidas de barro, están techadas con paja y caña y no tienen altos.

La Plaza Mayor, era el polo hegemónico del desarrollo urbano, un sitio multiuso: servía
de estacionamiento para carretas, ceremonias religiosas, mercado, corridas de todos,
despojadero de basura o animales muertos, ejecuciones públicas, etc.
En 1803 el virrey del Pino logró que un emprendimiento privado construyera la
Recova, con puestos de venta de comestibles y mercadería.

Las calles:
Aunque bien situada y delineada, la ciudad era sucia y descuidada. Además de
ratones y perros, las calles estaban plagadas de moscas debido a las basuras
acumuladas, tanto por la policía que tapaba con los desperdicios los pozos hechos por
las carretas como por los mismos habitantes.
Entre 1795 y 1798 se empedraron varias calles céntricas.

La Plaza Mayor
Actualmente Plaza de Mayo, era más pequeña hasta que demolieron las
construcciones de los jesuitas pero estaba dividida de la siguiente manera: del lado del
Cabildo, el estacionamiento, al medio y los costados el sector del mercado y frente al
Fuerte, sitio destinado a las maniobras militares.
En 1808 se rebautizó como Plaza de la Victoria, en conmemoración al triunfo sobre los
ingleses en 1806.
La otra mitad se denominaba Plaza del Fuerte o de Armas, luego en 1810 empezó a
llamarse 25 de Mayo.

UN PAÍS: VIAJES ERAN LOS DE ANTES


Hacer un viaje desde una ciudad a otra era arriesgado. Las rutas no estaban
delineadas, los trayectos dependían del clima, de las crecidas de los ríos, el avance o
retroceso de alguna tribu aborigen; durante casi dos siglos existió lo que se podría
llamar “misterio geográfico”. Este misterio se producía por la indeterminación
cartográfica, no se llegaba nunca a acumular suficiente sabiduría en caminos debido a
la necesidad de reacomodar el trayecto. Para estos reacomodamientos de trayectos
eran indispensables los baquianos, especialistas en descifrar el laberinto del misterio
geográfico.

A pesar de las pocas rutas, existían ciertos trayectos que debían seguirse para lograr
reparo a tanta intemperie y algo de comida y agua. Este hecho fue gestando, poco a
poco, las rutas que hoy tenemos, sobre todo las viejas rutas nacionales número siete,
ocho y nueve.

Formas de viajar
Había dos formas de viajar: a caballo o en transporte, y la elección dependía de la
intención, apuro, dinero y salud del viajero.

-A caballo
Para esto había que pensar en ir de posta en posta, para lo que se hacía
indispensable contar con una licencia que permitiera alquilar en ellas caballos de

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recambio y “postillones” (especie de guías-mucamos-encargados de caballos), o bien
guardar en el establo los caballos propios, dormir y comer.
La licencia era una especie de pasaporte que demostraba intenciones, conducta y
destino del viajero.
Viajar a caballo de posta en posta era bastante costoso. Si uno no quería o no podía
gastar ese dinero, se podía elegir viajar libre con tropilla propia.

-En transporte
Aquí se tenían dos opciones: en carreta o en carruaje. La elección dependía de las
características del viaje. Las carretas se utilizaban más para el traslado de
mercaderías que para el de pasajeros, aunque no por ello se podría decir que no los
aceptaran.

>En carruajes:
Eran coches de cuatro ruedas, con puerta en la parte posterior y asientos laterales
para seis u ocho personas.
Hacían el viaje a 16 km/h, si bien para la época era bastante rápido, también era caro
porque implicaba alquilar el coche o comprarlo, alquilar postillones, y también había
que pagar para cambiar los caballos que estaban exhaustos.

>En carreta:
Era más barato que el anterior pero también mucho más lento. De todos modos había
que contar con bastante dinero, ya que, además de alquilar las carretas suficientes
para transportar las mercancías, se debía contratar un capataz para los carreteros.
El alquiler de carretas de comercio se realizaba en alguna plaza, sobre todo tres: la
Plaza Miserere, la de San José de Flores y la del Caballito.
Las carretas de comercio eran tiradas por bueyes; las de pasajeros por caballos.

Caravanas y carretas
Se salía siempre en caravanas de cincuenta carretas agrupadas en escuadras de
quince o veinte. La caravana numerosa respondía a razones de economía y, sobre
todo, de seguridad; ya que cuanto más alto era el número de asaltantes, más fácil
resultaba defenderse de los indios pampas y de los asaltantes.
Cada escuadra llevaba todo lo necesario para el viaje, y como no seguían una ruta de
postas, la caravana era conducida por un baquiano, que se adelantaba al galope,
verificaba el recorrido y volvía.

Formas de cruzar un río


Había varias maneras de cruzarlo. Si no existía un puente flotante (como el que se
acostumbrara en las llanuras), o colgante (para el caso de ríos entre montañas), o una
balsa de troncos (si el río era muy ancho o caudaloso, cruzarlo era complicado.
Según el lugar en el cual el viajero se encontrara, se disponía de tres sistemas. Se
podía cruzar con tarabita, con oroya o en pelota.

-En tarabita: Se cruzaba por arriba del río a través de una cuerda de cuero (sostenida
de cada una de las laderas de un cañadón entre montañas) aferrándose de pies y
manos y calzándose sobre un cinturón o tarabita que los deslizaba a lo largo del
trayecto de la cuerda.

-En oroya: Era un sistema igual al anterior con la diferencia de que el pasajero iba
sentado en una canastita u oroya tirada desde una de las orillas por un sistema
semejante al de la polea.

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-En pelota: Consistía en una gran cesta de cuero cosida por las cuatro puntas hacia
arriba y relleno con pajas. El pasajero o la carga se ubicaba en el centro de la pelota y
era cruzado por una india nadadora.

Había un cuarto método reservado para los más valientes, que consistía en bajarse
del caballo cuando todavía se hace pie y agarrarse de la cola.

Postas y mensajerías
Las postas fueron paradores en medio de las rutas. En toda posta había un maestro
de posta, quien debía tener dispuesto un cuarto de ordenanza para que durmieran los
viajeros, contaran con agua potable y alimentos. También debía tener para alquilar
hasta la posta siguiente suficientes caballos.
Las postas no eran instaladas a voluntad de nadie, eran algo así como “estatales”,
establecidas por mandato del rey o del gobierno. El maestro de posta era enviado a
ese destino y se le pagaba dejándole conservar las ganancias de todo lo que vendiera.
Para después de la Revolución de Mayo, el cargo caería siempre en criollos leales a la
causa.

Chasquis y correos
Con la palabra “chasqui” los incas designaban a cada uno de los miembros de su
sistema de correo que consistía en hacer correr con el mensaje a un hombre
entrenado, a lo largo de un camino en el cual había una serie de paradas (semejantes
a las postas). En cada una de ellas el corredor era reemplazado por otro chasqui. El
mensaje se transmitía en forma oral o a través de un quipu (conjunto de soguitas de
distintos colores con nudos a distancias variadas según un código específico).
Durante años se siguió utilizando este sistema de mensajería, aunque sin prescindir
del traslado del correo en carretas. Con el tiempo los servicios de mensajerías
reemplazarían paulatinamente a los chasquis. Sin embargo, hasta la implementación
del telégrafo, siempre que se necesitó que un parte llegara urgente, hubo que recurrir
a ellos.

Una vez constituida la Primera Junta de Gobierno, el 25 de mayo de 1810, resultó


fundamental comunicar el hecho a las provincias para que eligieran los representantes
que deliberarían sobre la forma de gobierno que más convenía al país. Así partieron
los chasquis con orden de hacer en menos de una semana un camino que insumía el
doble de tiempo.

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