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María Simma era una anciana mujer que vivió hasta el diá
de San José del año 2004 en las montañas austríacas.
Desde temprana edad ella recibió de Dios el don de recibir
la presencia sobrenatural de las almas del Purgatorio, que
acuden a ella en busca de oración y ayuda para acortar su
tiempo de expiación. Sor Emanuel, muy reconocida por
aquellos que conocen la aparición de María en Medjugorje,
tuvo la oportunidad de realizarle un reportaje en su humilde
casa en la montaña, el cual fue documentado en un
hermoso libro.
"Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del
Purgatorio había consagrado toda su vida a sufragar por
ellas. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada
con furor por el demonio que la veía a punto de
escapársele. Parecía que el abismo entero, confederado
contra ella, la rodease con sus cohortes infernales. La
moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos
más penosos, cuando todo de un golpe vio entrar en su
casa una multitud de personajes desconocidos, pero
resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga al
demonio y, acercándose a su lecho, le dirigieron palabras
de aliento y de consolación totalmente celestiales.
Emitiendo entonces un profundo suspiro, y llena de alegría,
gritó: ¿quiénes son ustedes? ¿quiénes son los que me
hacen tanto bien?. Aquellos buenos visitantes respondieron:
"Nosotros somos habitantes del Cielo, que tu ayuda ha
encaminado a la felicidad, y, como reconocimiento,
venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la
eternidad y te libres de este lugar de angustia y te
introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa".
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva
que la de los adultos, y es preciso sobre todo luchar contra
la mentira; ellos son muy sensibles.
"EI encender velas ayuda a las almas: ante todo porque esa
atención de amor les da una ayuda moral: luego porque las
velas son benditas y disipan las tinieblas en las que se
hallan las almas. Un niño de 11 años, de Kaiser, pidió a
María Simma que orase por él. Estaba en el Purgatorio
porque, el día de los fieles difuntos, apagó en el cementerio
las velas encendidas en las tumbas y robó la cera para
diversión. Las velas benditas son de mucho valor para las
almas. El día de la Candelaria, María Simma debió encender
dos velas por un alma, mientras soportaba por ellas
sufrimientos expiatorios ".