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Podemos recordar que Betania es el lugar donde Cristo es recibido como un amigo por la familia de Marta,
Mariá y Lázaro. Allí Jesús se encuentra como en casa. La liturgia benedictina celebra a los tres hermanos
juntos, y les otorga el hermoso tit́ ulo de «hospederos del Señor». Si cada uno de ellos tiene su propia y
específica relación con Jesús, es la familia como tal la que se hace sujeto de la hospitalidad, y es enriquecida
por la presencia del Salvador. Nuestras familias deben ser pequeñas Betanias para todo aquél que se acerque
a nosotros. Debemos aprender a ser “familia de acogida”. Esto es posible gracias a esta presencia de Jesús que
provoca el encuentro con É l y esto es una invitación a transformar todas las relaciones entre los miembros de
las familias. Si en nuestra familia acogemos a Jesús, podremos ver como poco a poco nos va cambiando el
corazón y podemos vivir nuestro diá a diá , y nuestra convivencia familiar con una paz y tranquilidad que es
muy difícil de conseguir de otra forma.
El Papa Francisco, en una de sus catequesis sobre la familia nos ayuda en esta tarea.
“Cada familia cristiana —como hicieron Marí a y José—, ante todo, puede
acoger a Jesú s, escucharlo, hablar con É l, custodiarlo, protegerlo, crecer
con É l; y asímejorar el mundo. Hagamos espacio al Señ or en nuestro corazón
y en nuestras jornadas. Asíhicieron tambié n Marí
a y José
, y no fue fácil:
¡cuá ntas dificultades tuvieron que superar! No era una familia artificial,
no era una familia irreal. La familia de Nazaret nos compromete a
redescubrir la vocació n y la misió n de la familia, de cada familia. Y,
como sucedió en esos treinta añ os en Nazaret, así puede suceder tambié n
para nosotros: convertir en algo normal el amor y no el odio, convertir
en algo comú n la ayuda mutua, no la indiferencia o la enemistad. No es una
casualidad, entonces, que «Nazaret» signifique «Aquella que custodia»,
como Marí a, que —dice el Evangelio— «conservaba todas estas cosas en su
corazó n» ( Lc 2, 19.51). Desde entonces, cada vez que hay una familia que
custodia este misterio, incluso en la periferia del mundo, se realiza el
misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesú s que viene a salvarnos, que
viene para salvar al mundo. Y esta es la gran misió n de la familia: dejar
sitio a Jesú s que viene, acoger a Jesú s en la familia, en la persona de
los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos... Jesú s está allí
.
Acogerlo allí , para que crezca espiritualmente en esa familia.” (Catequesis
del Papa Francisco sobre la familia. 17 diciembre de 2014).
DEMOS GRACIAS A DIOS por el don tan grande que nos ha hecho en el Sacramento del Matrimonio y en
nuestra realidad familiar. Pidamos a la Sagrada Familia que ayude a todas las familias del mundo a ser lugar
de encuentro, de acompañamiento, de sanación y que seamos capaces como familia a hacer presente el
misterio del amor de Cristo en nuestra vida cotidiana y oremos juntos con la oración de los esposos:
Haz, Señ
or, que en nuestra casa, cuando se hable, siempre nos miremos a
los ojos y busquemos crecer juntos; que nadie está solo, ni en la
indiferencia o el aburrimiento; que los problemas de los otros no sean
desconocidos o ignorados, que pueda entrar quien tiene necesidad y sea
bienvenido.
Señ
or, que en nuestra casa sea importante el trabajo, pero no má s
importante que la alegrí a; que la comida sea el momento de alegría y de
conversación; y que el descanso sea paz del corazón y del cuerpo; que la
riqueza mayor sea estar juntos.
Señ
or, que en nuestra casa el má s dé
bil sea el centro de la atención de
todos; que el má s pequeñ
o y el más viejo sean los más queridos; que el
mañ
ana no nos dé miedo, porque Dios siempre está cerca; que cada gesto
esté lleno de significado; que te demos gracias por todo lo que la vida
nos ofrece y tu amor nos da.
Señ
or, que nuestra casa sea el lugar de acogida como la casa de Marta,
María y Lá
zaro en Betania.
Amé
n.
Canto: “Nada nos separará”: Nada nos separará(3 veces), del amor de Dios