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La paradoja de la fuerza de voluntad: plantearte propósitos de Año Nuevo es
garantía para no cumplirlos 2
La paradoja de la fuerza de voluntad: plantearte propósitos
de Año Nuevo es garantía para no cumplirlos
Por: pijamasurf - 12/28/2013

La resolución firme contra la duda reflexiva: esforzarse en mantener un plan o estar abierto a la
contingencia propia de la vida; la "paradoja de la fuerza de voluntad" nos muestra que
plantearnos una decisión firme parece ser el mejor camino para que de pronto perdamos el
interés en realizarla.

Oh hermoso instante, versión magistral, jardín


salvaje. Doblas la esquina al salir de la casa y en
el camino del jardín te sale al encuentro la diosa
de la Fortuna.

-Kafka

Esta temporada, lo sabemos de sobra, se caracteriza por las tradiciones, por la repetición
incesante de ritos y prácticas, no pocas veces con nuestra anuencia y aun nuestra participación.
Los abrazos, las felicitaciones, los parabienes, los buenos deseos, los platillos, las bebidas, son
algunos de los elementos que se iteran y se multiplican en este mosaico de final de año.

Entre esas tradiciones, una de las imprescindibles se encuentra en los llamados “propósitos de
Año Nuevo”, esa lista de deseos, aspiraciones u objetivos que muchas personas se plantean
pocos días antes de cambiar de calendario. Y aquí también los lugares comunes salen al paso:
hacer más ejercicio, dejar de fumar, comer saludablemente, bajar de peso, viajar, leer y una
serie de acciones futuras que, en ese instante en que se formulan, se miran ya consumadas,
alcanzadas, fácilmente asequibles.

Paralelamente, sin embargo, no menos usual es que esos propósitos se abandonen apenas
pasados dos o tres meses del nuevo ciclo. Google —quizá la entidad que actualmente tiene
mayor potencial inquisitivo sobre la naturaleza humana— desarrolló un recurso para graficar el
paulatino y al parecer inevitable abandono de estas intenciones.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué el empeño, la determinación y la firme resolución no bastan
para conseguir un objetivo que, no obstante, parece que se desea tanto?

De acuerdo con un estudio de Ibrahim Senay, de la Universidad de Illinois, esto ocurre porque
existe un fenómeno conocido como “paradoja de la fuerza de voluntad” ("willpower paradox"), la
cual, grosso modo, consiste en que decidir hacer algo provoca que ya no queramos hacerlo.

Partiendo de la existencia de la voz interior en su forma de "eso que nos decimos a nosotros
mismos cuando pensamos" (la voz con la que exploramos nuestras opciones ante una
situación, nuestros miedos, nuestras expectativas, etc.), Senay condujo un experimento sencillo:
con dos grupos de voluntarios a sus órdenes les pidió que realizaran anagramas con las
palabras “sauce” y “when”, sólo que a uno de esos grupos antes se les pidió que reflexionara
sobre su posible desempeño para completar la tarea y al otro simplemente que pensara en el
hecho de que tendrían que comenzar a hacer los anagramas en unos cuantos minutos.

Como escribe Wray Herbert en el sitio Scientific American, la diferencia es sutil, pero
inesperadamente significativa para nuestra mente, pues mientras en este último caso la tarea se
presenta bajo la forma del “Voy a hacer esto” (“I will do this”: una afirmación, casi como algo que
se da por entendido y realizado), en el otro el escenario es más bien el de una pregunta: “¿Voy
a hacer esto?” (“Will I do this?”)

En el experimento, el grupo dubitativo fue el que completó más anagramas en comparación con
el otro que se consideró, en el marco del estudio, con una mente más voluntariosa. Y ahí el
fenómeno paradójico, contraintuitivo: el sentido común nos dice que la duda mina nuestras
resoluciones, que la reflexión las debilita y, como Hamlet, la pregunta nos impide entregarnos a
la acción, pero al parecer en esto, como en muchas otras cosas, el sentido común se equivoca.

En otra prueba, el psicólogo pidió a otros voluntarios que escribieran una y otra vez, a mano, la
expresión “I will", al tiempo que un segundo grupo tenía el mismo cometido pero con la pregunta
“Will I?”. Aquí se buscó explorar la manera en que se comienza y persiste en un régimen de
ejercicio. Y los resultados se repitieron: aquellos que caligrafiaron la pregunta “¿Lo haré?”
mostraron mucho mayor compromiso con la tarea que quienes escribieron la afirmación.

La conclusión ante estos resultados es que las personas con una mente que interroga están
mucho más dispuestos a la posibilidad de conseguir un cambio en sus vidas, motivados por una
inspiración interna que los lleva a ser menos rígidos que quienes solo se afirman sobre las
decisiones tomadas o los planes realizados. Su mente, en suma, se encuentra abierta, con todo
lo que ello implica.

En io9, Esther Inglis-Arkell ironiza un poco sobre esto y escribe:

Así que, de cara al año que viene, quizá deberías repensar tus tradicionales resoluciones
de Año Nuevo. No digas “Haré esto” o “Haré esto otro”. Di: “¡Oh, delicioso misterio de la
vida! ¡Oh, maravilloso torrente de la posibilidad! ¿Dedicaré parte de este año a entrenar
para un triatlón? ¿Serviré como voluntario en un refugio y aprenderé a escribir portugués?
¿Iré a buscar a un grupo de gorilas de la montaña, conoceré sus gentiles costumbres y les
enseñaré el lenguaje de las señas? ¿Quién puede saberlo? ¡El mundo está aquí para el
descubrimiento y la exploración y tiemblo de alegría cuando contemplo lo que este año
puede traer!”

Tal vez el tono sea exagerado, pero aun en esa exageración el mensaje es claro: destinar
menos esfuerzo al control (que no pocas veces se revela inútilmente ambicioso) y mejor
entregar esa energía a la contingencia, la circunstancia, lo inesperado, el impetuoso torrente de
la existencia que se deja navegar con un puñado de consignas que, en el fondo, todos sabemos
cuáles son.

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