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América Latina debe invertir en conectividad a la red para poder aprovechar los beneficios de esta
tecnología que está cambiando la vida cotidiana
MARJORIE DELGADO
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Vacas con chips en una granja en Santa Catarina, Brasil. BANCO MUNDIAL
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¿Has oído hablar de los anteojos en cuyos cristales puedes ver el correo electrónico o de la
refrigeradora que avisa cuando un producto está a punto de vencerse? ¿Y del brazalete que envía
una alerta a un equipo médico que puede ayudar a una persona de la tercera edad si alguno de sus
signos vitales se altera? ¿O del sensor conectado a otro dispositivo que registra cuántos transeúntes
usan un cruce y, a partir de esa data, mejorar el tránsito en una zona?
Bienvenido al Internet de las cosas (IdC, o IoT, por sus siglas en inglés), la posibilidad de conectar
objetos, más allá de computadoras, tabletas o teléfonos inteligentes, a la red.
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Los ejemplos mencionados son solo unos pocos de los miles de usos. Según predicciones del sector
tecnológico, para 2023 se espera que las conexiones al Internet de las Cosas alcancen los 3.500
millones.
Hace menos de dos décadas esta era una de esas ideas que todos creen utópica, pero los avances
en la innovación tecnológica la están haciendo posible. En 2008, la empresa Cisco System ya
registraba que había más dispositivos conectados que personas. Desde entonces, el IdC es uno de
los brazos más fuertes en el ecosistema de las Tecnologías de la Comunicación e Información (TIC).
Así, aunque todavía no sea un término conocido por todos, el Internet de las Cosas se asoma cada
vez más, de forma directa o indirecta, a la vida cotidiana. Desde vacas con chip, monitoreadas desde
que nacen hasta que llegan en filetes a las góndolas de los supermercados, hasta los “edificios
inteligentes”, los avances en el Internet de las Cosas, la “big data” y la inteligencia artificial
producirán transformaciones que reconfigurarán la manera en la que hacemos todo, o casi todo.
El don de ubicuidad, de interoperación de los objetos con los objetos y, en consecuencia, con las
personas, las organizaciones y los gobiernos, pueden colaborar con el desarrollo del sector
alimentario, la gobernanza, la asistencia sanitaria, la educación, las ciudades y el transporte
inteligente, entre otros.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), perteneciente a las
Naciones Unidas, afirma que el Internet de las Cosas constituye una próxima fase del desarrollo de
la red.