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Capítulo Dos

Cambios y permanencias en
la paternidad y la maternidad 1
Yolanda Puyana V
Edición final

"Mi papá no opinaba era la persona que traía la plata y nada más.
Mi mamá no me acariciaba nunca. Ahora me dice:
no vaya a acariciar al niño sino cuando esté dormido"
(Lina, de Medellín)

"Ella [la madre de este hombre] cerraba la puerta y colgaba


un lazo allá,a la viga y nos colgaba de las manos y
dénos juete colgados allá, nos machucaba los dedos
para que no tuviéramos malas costumbres"
(María, de Bucaramanga)

"Es que la forma como me criaron a mi, a la forma como


crio mis hijos ha sido mejor dicho muy largo,
como un cambio de tierra a cielo"
(Luis, de Bogotá)

Me dieron cuando niña tantos castigos:


mi papá me metía en un saco y me guindaba
de los linderos de la casa y me daba lapitasos
(Lucy, de Cartagena)

Las m i s m a s palabras fueron expresadas por la m a y o r í a de los padres y m a d r e s


d e las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, B u c a r a m a n g a y C a r t a g e n a , c u a n d o se
les p r e g u n t ó acerca d e los recuerdos sobre sus progenitores y los cambios que

'Capítulo editado por Yolanda Puyana Villamizar v redactado en conjunto a partir de los informes
de investigación de las universidades participantes en la misma: Claudia Mosquera por la Universidad
Nacional, Doris Lamus y Ximena Useche de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Blanca
Jiménez y Maria Dominique de Suremain por la Universidad de Antioquia, Maria Cristina
Maldonado y Amparo Micolta por la Universidad del Valle, Pilar Morad y Gloria Bonilla por la
Universidad de Cartagena.
Yolanda Puyana V. Edición final

consideran se han dado con respecto a la forma de cumplir dichos roles hoy. La
expresión coloquial un cambio del cielo a la tierra fue muy común, de lo que se
deduce que hay una magnitud casi infinita de variaciones, entre las que se desta-
ca el paso desde una educación autoritaria, drástica y de un intercambio
comunicativo distante en las relaciones paterno, materno y filiales, hacia formas
más expresivas del afecto con una autoridad más democrática, donde prevalecía
-como se dice en los testimonios- la sensación de estimarse como seres distintos a
sus antecesores.

Así, después de tratar los fenómenos contextúales del país y su incidencia en


los cambios con respecto a la paternidad y la maternidad, es importante
adentrarnos en las principales características de las transformaciones ocurridas
en las ciudades mencionadas en torno a ser padres y madres, comparando sus
recuerdos acerca de sus progenitores, correspondientes a los años 60, con los
rasgos más significativos de ser padre y madre hoy Para este fin, el capítulo se
inicia con una referencia de las investigaciones que las ciencias sociales han ade-
lantado respecto al cambio de la familia en general, y de la paternidad y la
maternidad en particular, para posteriormente exponer al lector las conclusiones
de la investigación, a partir de una categoría analítica denominada tendencia, a
través de la cual se diferencian las distintas narraciones respecto al cambio. En
primer término, analizaremos la tendencia tradicional, cuya característica central
es la reproducción de las formas de ser padre o madre de los años 60; en este
grupo prima la resistencia al cambio y en esa medida padres y madres tratan de
conservar las ideas y prácticas de sus antecesores. La segunda tendencia, denomi-
nada como de transición, se encuentra conformada por quienes cuestionan o
vivencian formas de asumir la paternidad y la maternidad cambiantes y contra-
dictorias, caracterizadas por resquebrajamientos entre las representaciones y
prácticas o entre las formas como se asumen estas funciones. Por último, la ten-
dencia denominada como ruptura, se caracteriza por incorporar en sus
representaciones y prácticas elementos diferentes e innovadores con respecto a
sus progenitores.

En la cuarta parte de este capítulo presentamos las características del cambio


en las ciudades, el cual contiene una inclinación hacia la homogenización de las
representaciones sociales y prácticas de las relaciones paterno, materno y filiales.
Al final se tratarán las diversas formas de ser padre o madre según sea el estrato o
el tipo de familia para, finalmente, esbozar las conclusiones analizando a la vez
la dinámica de las representaciones sociales.

Los estudios sobre la familia vaticinan el cambio


Investigaciones acerca de la familia, la dinámica de las relaciones de género o
las relaciones paterno, materno y filiales, vienen demostrando cambios en los
países occidentales en general y en Colombia en particular. Guilles Lipovestsky,
en la segunda parte del siglo XX, destacó los acelerados cambios de las tradiciona-
les relaciones entre los sexos, pero al mismo demostró cómo se mantiene la ancestral
división sexual en medio de ambigüedades y contradicciones. En consecuencia, el

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Cambiosy permanencias

autor analiza el impacto de la inserción masiva de la mujer al mercado laboral,


las resistencias de los hombres a participar en las tareas domésticas del hogar y, al
mismo tiempo, las paradojas de este cambio. Se destacan, por ejemplo, perma-
nencias e inequidades en torno a las formas de amor:
se habla mucho de nuevos hombres y nuevas mujeres, pero lo que nos rige sigue
siendo una asimetría sexual de los roles afectivos, las costumbres igualitarias
progresan, la desigualdad amorosa entre hombres y mujeres prosigue, si bien
con una intensidad netamente menos marcada que en el pasado2.
Anthony Giddens, por su parte, analiza un cambio en las relaciones íntimas
en todas las sociedades occidentales, destacando una tendencia hacia la demo-
cratización de este tipo de relaciones en la pareja y entre padres e hijos. Denomina
a los padres autoritarios como tóxicos y enuncia ahora una forma de educación
más igualitaria, en la que se concede mayor autonomía al hijo/a3. Elizabeth
Badinter, por su parte, señala cómo después de la segunda guerra mundial los
cambios en las relaciones entre los sexos son acelerados y la división sexual se
atenúa, volcándose hacia seres más andróginos, no tan marcados por la división
sexual de roles4. De todas formas los cambios en las relaciones de género conlle-
van un impacto en la forma de ser padre o madre.

Sobresalen también los estudios de Lluis Flaquer5 quien, después de analizar


la evolución actual de las formas familiares en España y en varios países de occi-
dente, plantea que las familias actuales tienden a ser post-patriarcales, cuyo rasgo
central es el derrumbamiento de la legitimidad patriarcal que mantenía a las
mujeres insertas en un marco premoderno. Para analizar los cambios en las fami-
lia, el investigador propone el término de familia premodema, cuyas características
llevan un implícito estricto papel del patriarcado, con referencia a la familia
troncal y extensa, la cual fue dominante antes de la industrialización española,
en especial de la Cataluña rural. Más adelante señala la evolución, a partir de
dos tipos de familias en transición, hacia la familia postpatriarcal: la nuclear
fusional caracterizada por la residencia posnupcial neolocal, cuyo rasgo central
es la división sexual de roles entre hombres y mujeres, y el confinamiento de la
primera al hogar, debido a su papel de madres, mientras que el hombre es el
proveedor y se vincula al mundo de lo público. Finalmente, de las formas de
transición se evoluciona hacia una individualización creciente, donde se resalta
una familia conformada por parejas cuya unión depende más de una opción
individual, en que priman las recompensas afectivas y económicas que dicha
unión procura. Si bien el estudio de Flaquer gira en tomo a las formas de familia,
estas caracterizaciones contribuyen a explicar las implicaciones que para las rela-
ciones paterno, materno y filiales conlleva a la democratización de su dinámica
interna, la pérdida del poder patriarcal y los cambios en la división sexual de
roles.

2
Lipovetsky, G. La Tercera Mujer. Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 1999, p 187.
3
Giddens A. La Transformación de la Intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades
modernas. Ediciones Cátedra. Madrid, 1995, p.I02.
4
Badinter, E. El Uno es el Otro. Editorial Planeta, Barcelona, 1987.
""Flaquer, L. La Estrella Menguante del Padre. Edición Ariel, Barcelona, 1999.
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Un planteamiento similar lo hace Nora Cebotarev 6 al analizar la evolución de


la familia Canadiense y compararla con la colombiana. La investigadora califica
la familia de los años 60 en estos países como de corte patriarcal, puesto que
predomina una rígida división del trabajo que inscribe las madres al hogar y a los
padres en su papel de proveedores, representantes de la familia en el mundo
público y centro de la autoridad. Este tipo de organización familiar era fortaleci-
da por las leyes que sólo reconocían a la familia nuclear y legitimaron el matrimonio
indisoluble. El cambio en la segunda parte del siglo XX motivó a la autora a
proponer para el análisis la categoría de familias de responsabilidad individual,
caracterizadas por unas relaciones genéricas más equitativas, el desplazamiento
de la mujer al trabajo fuera del hogar, un relativo acercamiento de los padres a las
actividades domésticas y el aumento de formas de familia diferentes a las nuclea-
res, como las monoparentales o las superpuestas. En ese sentido, el término de
responsabilidad individual implica que las funciones paternas o maternas sean
asumidas a partir de proyectos individuales de vida, que no se truncan con una
separación. La autora observa la evolución de la familia en Colombia en la misma
época y, sin profundizar sobre múltiples particularidades, plantea que se tiende
también a una familia de responsabilidad individual, con el consecuente debili-
tamiento de la familia patriarcal.

Asimismo desde la década del 80, al analizar la familia en Colombia, Virginia


Gutiérrez de Pineda destacó el cambio en las formas familiares en la división de
roles y ciertos procesos de democratización de ias relaciones padres, madres e
hijos/as, acompañado de contradicciones y paradojas: "al alterarse las reglas del
juego, la mujer hacerse auto válida y generar ingreso, desapareció el principio económico
de la desigualdad de los sexos, pero no la discriminación cultural"7. Con esto enfatiza
en el aumento de formas familiares monoparentales y en el recargo de las funcio-
nes domésticas en las mujeres:
quienes asumen las tareas biológicas en los momentos de mayor trajín laboral
llevan una carga múltiple, siguen siendo las responsables de la administración
para el consumo, de la crianza de los hijos y arrastrar, como el pecado original,
la culpa de carecer el don de la ubicuidad para satisfacer simultáneamente los
roles tradicionales y adquiridos8.
En 1988, a partir del estudio de Santander, la antropóloga citada ya vaticina
cambios en una estructura patriarcal fundamentada en el honor, con implicacio-
nes para la democratización de las relaciones en la paternidad y la maternidad 9

En la misma época, Ligia Echeverri 10 realizó una investigación sobre las for-
mas familiares, calculando un 40% de familias de hecho en el nivel nacional, las
6
Cebotarev, N. De modelo patriarcal al modelo de familia de responsabilidad individual. Una
comparación de Canadá y Colombia. En: IV Conferencia Iberoamericana sobre familia.
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1997.
"Gutiérrez de R, V Cambios y Tendencias de la Familia Colombiana. Año Interamericano de la
Familia, Edición ICBF, DNP, memorias, Bogotá, 1983, p. 245.
8
Ibid., p. 245.
'Gutiérrez de P., V Honor , Familia y Sociedad. El caso de Santander. Universidad Nacional de
Colombia, Bogotá, 1988.
'"Echeverri, L. La familia de hecho en Colombia. ICBF, DNP, Año Interamericano de la Familia,
memorias, Bogotá, 1983, p. 319.
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Cambios y permanencias

cuales contenían varias modalidades: la unión libre, el concubinato o las uniones


sucesivas. En su trabajo demostró una tendencia a la informalización de las unio-
nes en el país, que posteriormente fue calculada con precisión por Lucero Zamudio
y Norma Rubiano, a partir de una investigación sobre las separaciones conyuga-
les y la reincidencia matrimonial". En este último estudio se demostró el aumento
progresivo de las separaciones conyugales en la medida que las cohortes
generacionales más jóvenes concentraban la mayoría de estos eventos. Derivadas
de las separaciones y las uniones sucesivas se incrementaron también las familias
superpuestas o reconstituidas, con enormes implicaciones para la socialización
de las nuevas generaciones, como se observará en el curso de este escrito.

A las investigaciones anotadas se suman las que, a partir de una perspectiva


feminista y de género, demuestran la contribución del trabajo doméstico realiza-
do por las mujeres sin reconocimiento social. Estos estudios12 contribuyeron a
hacer más visible una labor femenina conferida como responsabilidad de las mu-
jeres, no reconocida por ellas mismas y que ni siquiera era apreciada como trabajo.
Al mismo tiempo, se ponen de presente las implicaciones que para las madres
conlleva la creciente vinculación de la mujer al mercado laboral sin que se procu-
re una significativa contribución de los hombres a las tareas domésticas. En el
caso de las mujeres de sectores populares, se diagnosticaron dobles y triples joma-
das de trabajo cuando se sumaron a los oficios derivados de la casa, las jornadas
laborales, y otras funciones como participar de forma activa en la obtención de
servicios públicos, la autoconstrucción y el mejoramiento de los barrios a través
de la participación comunitaria13.

En la década del 80 y con más fuerza en el 90, en Colombia se destacaron los


estudios referentes a las relaciones padres, madres e hijos a la luz de la crítica de
la violencia intrafamiliar. Investigadores/as denunciaban los casos y analizaban
así el impacto del trato violento, en especial del castigo físico en la infancia, y al
mismo tiempo mostraron los efectos de la violencia conyugal en la violación de
los derechos humanos de las mujeres. Como ya se planteó en el capítulo anterior,
estos estudios influyeron en la promulgación de leyes encaminadas a la prohibi-
ción de este tipo de violencia14.

Otras investigaciones han comenzado a reconocer cambios en las relaciones


entre padres, madres e hijo/as, en la medida en que la población colombiana se
urbaniza y alcanza una mayor conciencia acerca de las formas autocráticas de
este tipo de relaciones. Barreto y Puyana, en un estudio sobre los procesos de

"Rubiano, N. y Zamudio, L. Las Separaciones Conyugales en Colombia. Universidad Externado


de Colombia, Bogotá, 1991, p. 11-14.
12
Rey de M., N. El Trabajo de la Mujer. CEDE Uniandes, Bogotá, 1981. Bonilla de R., E. La Madre
Trabajadora. CEDE, Uniandes. Bogotá, 1981. León de Leal, M. Mujer y Capitalismo Agrario.
Tomo I!. ACEP, Bogolá,1982.
"Cardona, L. et al. Las Mujeres y la Crisis Urbana o Gestión Invisible de la Vivienda y de los
Servicios. Edición Centro de las Naciones Unidas para los asentamientos urbanos, Bogotá, 1994.
l4
Ramírez, M I. Elementos para un Discusión Acerca de los Malos Tratos de Infancia y Niñez. En:
Familia v cambio en Colombia. Las transformaciones de fines del siglo XX. Edición: Asociación de
Antropólogos de la Universidad de Antioquia, Medellín, 1989.

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socialización de un grupo de mujeres de sectores populares, planteaban que se


aprecia un paso de una socialización con énfasis en el sufrimiento hacia una
socialización con referentes más democráticos en la que se contradicen prácticas
innovadoras, valores y criterios en la educación de hijos e hijas, con las formas
tradicionales de socialización. Todo esto debido a que las mujeres son sometidas
a múltiples procesos de re-socialización al integrarse a la vida urbana15.

Para el caso de Boyacá16, se enuncian varias dimensiones de dicho cambio: de


una socialización con énfasis en propiciar el trabajo infantil en el hogar, hacia
una formación en colaboración con la institución educativa y de la prohibición
del juego, hacia el estímulo de esta actividad considerada necesaria para la for-
mación de la infancia. En general, se evoluciona hacia una mayor conciencia
sobre la necesidad de las expresiones afectivas en las relaciones familiares y el
resquebrajamiento del autoritarismo patriarcal. Asimismo, a finales de la década
del 90, sobresalen estudios más volcados hacia los cambios en la parentalidad
como los de Alejandro Villa, Marcela Rodríguez y Hernán Henao17, los cuales
demuestran cómo los padres cumplían roles en la familia diferentes a los de sus
progenitores. También coinciden en destacar el interés de los hombres por definir
un nuevo papel de padre y los cambios en la dinámica afectiva. Son también
relevantes los trabajos María Cristina Palacios18, para el caso de Manizales, y de
Mará Viveros en Quibdó y Armenia, quienes se refieren al papel de la paternidad
para definir la identidad masculina en las distintas etapas del ciclo vital y, en
especial, como una función que marca en los hombres ei paso a la adultez. La
investigadora Viveros, después de estudiar la masculinidad y la paternidad en
las ciudades mencionadas, deduce dos formas de paternidad diferenciadas y pro-
pias de la cultura local: en la primera el rol del padre más común es el de ser
cumplidor y en la segunda, el de ser quebrador. La autora señala el cambio y
afirma que: "actualmente asistimos al paso del ejercicio de una paternidad institucional,
a una paternidad fundada en la proximidad y la disposición hacia los hijos"19. En este
último estudio, como el de Rodríguez para el caso de Bogotá, se señala una mayor
disponibilidad de los padres jóvenes a este cambio.
A su vez, se desarrollan estudios que evocan el tema de la paternidad y la
maternidad por tipo de familia como el abordado por Blanca Jiménez acerca de
los conflictos cuando se cumplen estas funciones en el caso de familias nucleares
poligenéticas de Medellín20. Por último, deben destacarse las investigaciones so-
15
Barreto, J. v Puyana, Y. Sentí que se me Desprendía el Alma. Indepaz. Universidad Nacional,
Bogotá, 1997.
16
Puyana, Y, et al. Quiero para mis Hijos una Infancia Feliz. En: Mujeres, Hombres y Cambio
Social. CES, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional, Bogotá, 1998.
''Rodríguez, M. ¿Padre no Hay sino Uno? Representaciones sobre la paternidad de hombres
pertenecientes a sectores populares urbanos. Tesis de grado, Maestría de Estudios de Género,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1998. Villa, A. Fecundidad y Masculinidad, Algunos
Dilemas Subjetivos en la Construcción de Género de los Varones. Tesis de grado. Uniandes,
Bogotá, 1997. Henao, H. Un Hombre en la Casa la Imagen del Padre Hov. Revista Nómadas,
No.6, Universidad Central, Bogotá, 1997.
l8
Palacios, M C y Valencia, A J. La Identidad Masculina: un mundo de inclusiones y exclusiones.
Universidad de Caldas, Manizales, 2 0 0 1 .
"Viveros, M. Quebradores v Cumplidores. CES, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 2002,
p. 374.

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Cambios y permanencias

bre la forma de ser padres y madres según sean las cohortes generacionales, en
especial los jóvenes y los adolescentes21.

Padres y madres en la década del 60 22


Las familias de origen de padres y madres entrevistados provienen del campo
o son oriundas de la ciudad, y sus formas familiares son variadas: desde la exten-
sa, especialmente en Cartagena, hasta algunos monoparentales (encabezadas por
madres) o superpuestas23. Cuando entrevistados/as de los grupos A y B24 de las
ciudades rememoraron a sus padres, destacaron como cualidades dos característi-
cas polares: los responsables, en contraposición a los irresponsables. Por un lado,
a los primeros se le añadieron otras cualidades: trabajadores, estrictosy autoritarios,
las cuales correspondían a representaciones sociales dominantes sobre el deber ser
de los mismos, que se resumía en el padre proveedor. Por otro parte, quien no
cumplía ese rol ganaba el calificativo de padre irresponsable, sumándole a este
rasgo otros defectos: ausente, abandonador, borracho o mujeriego 2S. La referencia a
este segundo tipo de figuras se acompañó con calificativos como el de machistas o
traumatizantes que denotaron el rechazo a estos comportamientos, no sólo por
experiencias negativas que tuvieron con ellos, sino por la comparación con las
conductas que corrientes democratizadoras de la sociedad le están exigiendo al
padre de hoy.

En ese sentido la imagen de que un padre trabajador, estricto que cumplía con su
obligación, responsable o autoritario que infundía temor, se complementó con la de una
figura paternal distante, debido a sus responsabilidades laborales, por lo cual fue
descrito también como poco afectuoso y ausente de la vida doméstica. Al padre
había que respetársele, siendo éste el mandato social y familiar del momento; en
ocasiones, no necesitaba castigar físicamente para hacerse obedecer, bastaba sólo
una orden y ésta era ejecutada de inmediato. Tales características se conjugaban
de manera simultánea con la imagen del hombre recto o educado. Al mismo tiem-
po se valoraba al padre por el apoyo económico, lo cual fundamentaba su
autoridad en el hogar, y ser un hombre responsable significaba que era un padre

20
Jiménez, B et al. Los Tuvos, los Míos y los Nuestros. Universidad de Antioquia, Medellín, 2001.
21
Maldonado, M C y Micolta, A. Revista Nómadas, No.l 1, octubre 1999, Bogotá. Sánchez, R
del S Paternidad y Maternidad Adolescente. Universidad de Caldas, Editextos, Manizales, 1998.
22
Un primera clasificación de las cualidades acerca de los padres y las madres de esta época, se
realizó a partir de los recuerdos de entrevistados/as de Bogotá v posteriormente, se compararon
con las narraciones al respecto de las demás ciudades. Ver: Mosquera, C. et al. La Mujer en lo
Público, el Hombre en lo Privado, Revista TRANS , Vol 2, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, 2 0 0 1 .
"Las entrevistas giraron en torno a los recuerdos de madres y padres, los cuales dan cuenta de la
manera como su generación fue socializada, así como de las representaciones sociales y prácticas
más comunes de la época. Sin embargo, debe anotarse que en la mirada al pasado incide el
presente, es decir, los recuerdos fluyen influenciados por los valores éticos y morales de la sociedad
y la cultura en el momento actual.
24
E1 grupo B corresponde a los estratos 1 , 2 , 3 definidos por el DAÑE en las ciudades. El grupo A a
los estrato 4, 5 y 6.
25
E1 énfasis es distinto en cada ciudad en Medellín se señala al " no cumplidor", en Cali y Cartagena
a los padres "mujeriegos" y "borrachos".

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Wanda Puyana V. Edición final

ejemplar. Los valores trasmitidos por los padres se basaban en aspectos como la
honestidad, la responsabilidad, el trabajo, la decencia; en esta medida la educación
era rigurosa y se basaba en una respuesta severa ante estas faltas en los hijos e
hijas. En el caso de Medellín se destaca ese valor como dominante, pero también
sobresalen estos tipos de cualidades en los casos de Cartagena, Bogotá, Bucara-
manga y Cali. Si bien en la primera ciudad fueron frecuentes las narraciones
acerca de las relaciones paralelas, la exaltación de la figura del padre era la de ser
un ser responsable económicamente.

La imagen del padre violento y borracho, es empleada para describir con más
frecuencia a los padres de entrevistados/as, en especial del grupo B, quienes mal-
trataban física y verbalmente a sus hijos/as. Estos/as relatan palizas con garrotes,
correas, zambullidas de cabeza en albercas de agua fría hasta que los/as niños/as no
pudieran respirar, colgaduras del cuerpo en vigas de madera, vestir de niñas a los
niños, entre otros. Todas estas situaciones son vistan hoy por los/as entrevistados/
as como hechos que les produjeron dificultades psíquicas, lo cual demuestra la
asimilación de conceptos provenientes de la vulgarización de la psicología y el
psicoanálisis en la vida cotidiana. El cuadro de violencia descrito se agudizaba
cuando el padre llegaba boiracho en horas de la noche a golpear a toda la familia,
empezando por la madre. También se calificaban a algunos de estos hombres
como promiscuos o mujeriegos. Al mismo tiempo, los hijos mayores, aparecen en las
narraciones como las personas que protegían a sus madres de los maltratos a los
que los sometía el padre. Se recuerda también al padre como abandonador, un
hombre que se marchaba del hogar, dejaba a su progenie a cargo de la madre, o
quien entraba y salía de manera inestable, situación que marcó las historias de
varios/as entrevistados/das de diferentes estratos sociales, lo cual trajo como con-
secuencia el crecimiento de hijos/as sin esta figura y sin el apoyo social que procura.
Éstas situaciones fueron cubiertas por redes de familiares, especialmente en la
ciudad de Cartagena.

Al comparar las narraciones sobre la paternidad en las ciudades, se encuentra


que pocas aludieron a un padre a la vez responsable y cariñoso, quien compartía
actividades lúdicas con sus hijos. En el caso de Bogotá, los relatos del padre
cariñoso provinieron en especial de las mujeres del grupo A y algunas del B, con
quienes las ligazones afectivas eran más fuertes; mientras que por el contrario, los
padres temían las expresiones afectivas con los hijos, porque así podían perder la
hombría.

Las remembranzas con respecto a las madres giraron en torno a varias figuras
también polares, por un lado se destacó la imagen de la mujer ama de casa, dedi-
cada al hogar y pasiva, mientras por el otro se hizo referencia a la madre trabajadora,
verraca y echada pa delante quien, por múltiples factores, en especial la falta de
recursos o el abandono del marido, asumió el papel de proveedora.

La figura de la madre ama de casa, alcahueta, cobijay cariñosa fueron los recuer-
dos de hombres y mujeres del grupo A. Se refirieron a la madre confinada a la
vida hogareña, dedicada al cuidado de los/as hijos/as, que supervisaba el trabajo
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Cambios y permanencias

de las empleadas domésticas cuando tenían recursos, o que realizaban los oficios
de la casa, en los hogares más pobres. Asimismo a la madre se le recordó como el
pilar fundamental, garante de la unidad familiar, el sol de la familia, mujer ejemplar,
la matrona, la que hacía buñuelos y pudines, y la protectora. Sus virtudes eran la
abnegación, la sumisión, la entrega a los hijos/as, dar todo y el sacrificio. Al mismo
tiempo, las entrevistados/as no olvidan algunos defectos maternos: castigaban con
golpes, sobreprotectoras, estrictas, delegaban al padre las decisiones importantes o distan-
tes y ante el autoritarismo del padre, se convertían en las mediadoras de la progenie.
Los entrevistados recuerdan que la mujer se casaba joven y desde ese momento su
única misión en la vida era tener familia muy grande, en especial, para el caso de
Medellín. También usaron expresiones como cayó en las garras de mi padre, para
denotar la entrega de su destino al hogar y a la figura masculina.

A su vez, recuerdan madres dedicadas al oficio doméstico, y los del grupo A


las evocan esperando a su prole cuando llegaba del colegio. Asimismo, exaltan a
la reina del hogar por ser una gran cocinera, costurera, tejedora, virtuosa, abnegada,
sumisay sacrificada por los hijos e hijas. Sin embargo, el estar en el hogar no garan-
tizaba que fueran constantemente afectuosas. Unas fueron recordadas por su
expresión afectiva, en especial las de Cartagena, mientras otras rememoran que,
si bien sus madres se encontraban siempre en el hogar, eran rígidas, durasy estrictas
en todo lo que tenía que ver con la educación, más que todo en la formación moral, religiosa
y sexual, de manera especial cuando se trataba de las hijas, se preocupaban por man-
tener el honor de la familia.

Algunos hombres y mujeres del grupo B, respondieron al abandono del esposo/


a, consagrándose en cuerpo y alma a su progenie y asumiendo múltiples tareas al
mismo tiempo. Se recordó a las madres campesinas dedicadas a las duras labores
agropecuarias y cocinando para los trabajadores, a la vez que se hizo referencia a
las migrantes, quienes tuvieron que trabajar sin descanso, bien sea como artesanas,
en el servicio doméstico remunerado, como profesoras, enfermeras o secretarias.
En esta situación es clara la asociación entre trabajo de las madres y estrato social
ya que, si bien la representación social dominante apuntaba a que una buena
madre debía entregarse sólo a los hijos/as, las circunstancias las abocaban a la
lucha por la sobrevivencia, ya que se imponían a este deber ser. Sucede lo mismo
en todas las ciudades, incluso en Medellín donde la cultura desestimaba el traba-
jo de las mujeres casadas pero, cuando las circunstancias se lo demandaban,
debían trabajar.

El trabajo fuera del hogar no les impedía a las madres cumplir con ese rol;
algunas de las mujeres sortearon la situación dejando encerrados/as a los/as hijos/
as en su hogar, puesto que en esa época poco se recurría a los jardines infantiles.
Sin embargo, otras contaron con el apoyo de sus madres y de la red próxima de
parientes, contacto especialmente resaltado para el caso de Cartagena, donde la
figura de la abuela surge como dominante en la crianza y la educación de la
progenie. Sin embargo, se amaba a la madre, aunque fuera fuerte en el trato y
severa en los castigos. En general, el destino de estas madres de los años 60, era

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Yolanda Puyana V. Edición final

definido en función de la maternidad y cada proyecto de vida emprendido estaba


determinado por su progenie, así cumplieran también con el rol de proveedoras.

Sólo una minoría de entrevistados/as hizo referencia a madres que optaran


por otros proyectos de vida además de la maternidad, lo que las llevó a recibir
ciertas sanciones sociales. No obstante, hoy son recordadas por sus hijas sin ren-
cor, reconociendo que éstas cualidades las llevaron a construir un camino más
independiente para realizarse en otras esferas de la vida, no solo en la materni-
dad: aprendí de ella el valor y la tenacidad, plantea una profesional de Bogotá,
pensando en su progenitora.

En general, la representación social dominante para definir la familia ideal de


los años 60, se refiere a la mujer cuyo destino era la maternidad y permanencia
en el hogar; de ahí se derivaban sus cualidades de afectividad, sacrificio, pasivi-
dad, complementada con la imagen del padre proveedor, el cual centralizaba la
autoridad. Sin embargo, estas representaciones chocaban con las prácticas, en
especial de las madres del grupo B, quienes trabajaban. Asimismo, las relaciones
entre padres y progenie con las materno filiales, se caracterizaban por el temor a
expresar el afecto y al contacto corporal, debido a que consideraban que sí se era
muy amoroso con la prole se perdía el respeto y por ende la autoridad. Asimismo,
la división sexual de roles en tomo a la educación de niños y niñas era estricta y
las prohibiciones que permitieran a las niñas desplazarse al espacio público y el
control de su sexualidad era drástico. Finalmente, debe señalarse como común la
legitimación del castigo físico, pues se pensaba que era el mejor camino para
educar, imponer la autoridad y moldear la infancia.

El cambio y las tendencias de la paternidad y la maternidad


Los cambios en la paternidad y la maternidad son complejos26, están someti-
dos a una dialéctica permanente de reproducción e innovación, son contradictorios
y de ninguna forma contienen la dinámica que entrevistados/as le confieren. Si
bien la mayoría de éstos/as se situaron como padres y madres muy diferentes e
idealizaron el cambio cuando se compararon con sus progenitores, esta situación
obedece a que han asimilado representaciones sociales de la modernidad en torno
a la infancia y a las relaciones de pareja cuyos rasgos corresponden a una ideali-
zación de aquella como sujeto de derechos, que permita un ejercicio más
democrático de la autoridad frente a la progenie y una equidad en las relaciones
de género. Ante estos ideales, las formas autoritarias propias de los antecesores se
rechazan y la mayoría de los/as entrevistados/as manifiestan que adoptan estilos
de socialización contrarios y enmarcan sus relatos en el deber ser democrático de
la socialización hoy en boga. El análisis de las narraciones conlleva a distinguir
en los relatos de padres y madres el deber ser con respecto a sus prácticas, a
analizar a profundidad sus narraciones, con el objeto de ir más allá de lo que se
26
Fernández, A. M. Plantea el cambio cultural, implica, "desde la incorporación a la tergiversación y la
negociación, pasando por la resistencia, recuperación y readaptación innovadora; hasta llegar a las
rupturas, reacomodos y nuevos aprendizajes". En: Mujeres, Revolución y Cambio Cultural:
transformaciones sociales versus modelos culturales persistentes. Anthropos, editorial España,
2000, p. 23.
54
Cambios y permanencias

dice. En ese sentido se propuso la categoría denominada tendencia21, la cual faci-


lita entender la heterogeneidad del cambio analizando las narraciones como
totalidad, la relación entre representaciones y prácticas, y la forma como entre-
vistados/as se sitúan ante las corrientes innovadoras con respecto a la paternidad
y la maternidad hoy Las tendencias se comprenden como un instrumento analí-
tico28, son matrices creadas a partir del análisis intratexutal de las entrevistas, las
cuales expresan aquellos rasgos comunes inducidos a partir de la lectura cuidado-
sa e interpretativa de las narraciones. Estas categorías facilitan agrupar los relatos
de acuerdo con la forma como hombres y mujeres se representan o cumplen roles
y prácticas en torno a la maternidad y la paternidad. No obstante, al agrupar las
narraciones en tendencias no se pretende homogenizar la población, más bien se
analiza lo común en medio de la diversidad de las mismas y al calificar a entrevis-
tados/as en estas categorías, se señalan los resquebrajamientos, las permanencias
o alteraciones respecto de una serie de concepciones o prácticas que eran propias
de la maternidad y la paternidad en los años 6029. En ese sentido se capta la
heterogeneidad del cambio, ya que su dinámica no es similar entre los entrevista-
dos/as.

A partir de la investigación se concluyó que se ha presentado un cambio en la


paternidad y en la maternidad en las ciudades en los últimos 40 años. Sin embar-
go, este proceso contiene una dinámica compleja caracterizada por un ritmo dispar,
es decir, mientras en unos aspectos se produce más bien una reproducción de las
formas tradicionales como se cumplen estas funciones, en otros la variación es
mayor. Asimismo, el cambio es diferencial por estratos, por tipos de familia, por
ciudades o por la forma como padres y madres se sitúan ante ciertas tendencias
de la modernidad. En ese sentido, a partir de los criterios metodológicos expues-
tos se presentarán dichos cambios: en primer término, las respuestas de padres y
madres con respecto a la forma como ellos y ellas se ubican ante esta dinámica y,
en segundo lugar, las características de padres y madres calificados en las tenden-
cias denominadas como: tradicional, en transición o en ruptura.

Cuando padres o madres afirman sentirse diferentes a sus antecesores, se refie-


ren principalmente a cambios en las expresiones afectivas y en la autoridad. En
los años 60 se enfatiza con frecuencia la escasa comunicación verbal y la poca
preocupación por la búsqueda de espacios de interacción propios de la vida coti-
diana. En esta perspectiva padres y madres consideran que hoy existe un mayor
interés por el acercamiento afectivo y una búsqueda de horizontalidad en el trato

"Similar categoría fue desarrollada por Lluis Flaquer al estudiar los cambios de la familia en
España. Flaquer, L op. cit., al estudiar los cambios de la familia en España.
28
No se pretende establecer tipologías, pues estos términos hacen referencia a categorías deductivas
a partir de modelos teóricos. En este estudio cada narración fue agrupada en comparación con la
otra y se dedujeron dichas tendencias a través de un análisis intratextual de cada entrevista
profunda como totalidad.
2,
En cada tendencia se percibe la tensión entre la reproducción de la tradición v las respuestas a las
demandas producidas por la circulación de nuevos conocimientos, creencias, ideas y opiniones
relacionadas con asuntos como el ser hombre o mujer, padre o madre; diversas concepciones
democráticas acerca de la niñez, la crianza, la autoridad y el ser niño/a, como también por el
cambio en las condiciones de vida de los individuos, los cuales están asociados con factores como
lugar de residencia, empleo, necesidades de subsistencia, escolaridad o tipo de familia.
55
Wanda Puyana V. Edición final

con la progenie. Ambas situaciones van unidas a una mayor liberación en la


expresión de emociones, puesto que ahora es más valorada la comunicación a
través de! contacto corporal por medio de caricias y besos, a la vez que la palabra
y la voluntad de diálogo se estiman como afecto dentro de las teorías innovadoras
respecto al deber ser de la familia. Otro aspecto apreciado y ligado a lo anterior es
una verbalización más frecuente de las inquietudes acerca de los cambios en la
corporalidad y ia sexualidad.

Asimismo, se estima que existe un cambio profundo en el estilo de impartir la


autoridad: en consecuencia, los padres y las madres -en especial del grupo B- con
orgullo consideraron que ahora son menos violentos con sus hijos/as y dicen adoptar
comportamientos más racionales ante los sentimientos de hostilidad que les des-
pertaban el desacato de sus hijos/as, cuando se comparan con sus antecesores/as.
Una lectura del pasado sobre este aspecto provoca cierto sentimiento de vulnera-
ción por el trato recibido: mientras que algunos padres y madres perdonan a sus
progenitores por los castigos físicos recibidos, otros se sitúan en la época, los y las
excusan por su falta de cultura. Sin embargo, una minoría siente que su éxito en
los distintos proyectos de vida emprendidos, son producto de este tipo de autori-
dad. Hombres y mujeres consideran que ahora las normas necesitan justificarse,
racionalizarse y que la comunicación verbal debe ser el eje central para la nego-
ciación de la disciplina. En los sectores populares se observa la incorporación del
Estado en la regulación de la vida familiar, ya que cuando padres y madres pro-
pician castigos físicos a sus hijos/as, se presenta temor a las sanciones del Sistema
Nacional de Bienestar Familiar, la Fiscalía y otras. Debido al impacto que la
violencia intrafamiliar les ha generado, prevalecen en padres y madres dualidades
e inseguridades en el ejercicio de la autoridad que oscilan entre el diálogo y el
castigo, como se analizará más adelante.

Con insistencia se mencionan también los cambios en las relaciones de género,


en la construcción de la feminidad y la masculinidad. En primer lugar, las muje-
res y algunos hombres resaltan las transformaciones en la condición femenina,
critican a sus madres por la sumisión, porque para ser ciudadanas dependían del
matrimonio y consideran un logro el que ahora ellas se hayan convertido en perso-
nas más autónomas. Las mujeres, en especial las profesionales del grupo A, son
críticas con sus madres cuando recuerdan que éstas aceptaban que sus padres
decidieran desde la vida sexual hasta la escolaridad de su progenie. Consideran
positivo que hoy ellas asuman los costos emocionales y económicos de un divorcio
o una separación, sin ser dependientes, y sentir que la vida en pareja, la materni-
dad y la crianza de la progenie, esté asociada con el sufrimiento.

Finalmente, tanto hombres como mujeres expresan que uno de los aspectos en
los cuales se ponen de manifiesto los cambios culturales, tiene que ver con la
forma como han aparecido nuevas significaciones de la niñez. De una infancia
centrada en una socialización a través del trabajo, se pasa a valorar otras activi-
dades como el juego y el estudio. Se prefiere que los niños/as sean más apreciados
por sus padres y madres como sujetos/as con derechos, ya que antes el mundo de
los adultos era separado de la infancia y sus criterios eran muy poco tenidos en
56
Cambiosy permanencias

cuenta. En general, la mayoría de padres y madres consideran que hoy los adoles-
centes son rebeldes, desobedientes y quieren conocer el mundo a través de preguntas
difíciles de responder para ellos/as.

A pesar de estas afirmaciones tan tajantes acerca del cambio, el estudio dete-
nido y comparativo de las entrevistas, facilitó reconocer las diferentes formas
como padres y madres se sitúan ante la paternidad y la maternidad. En esta
perspectiva se analizarán los principales hallazgos de esta investigación en las
tres tendencias ya señaladas.

Padres y madres con rasgos tradicionales


Anthony Giddens, al referirse al término tradicional en contraste con el de
modernidad, señala que persisten:
discusiones interminables sobre la modernización y qué significa ser modernos,
pero muy pocas sobre la tradición. ¿Cómo entender la tradición?, yo diría que
todas las tradiciones son inventadas. Ninguna sociedad tradicional fue total-
mente tradicional, las tradiciones y las costumbres han sido inventadas por
varias razones30.
Recuerda el autor que "las tradiciones son necesarias y perdurarán siempre, porque
dan continuidad y formas de vida"3'. En otras palabras, tradición es lo que perma-
nece, calificado como tal a partir de la diferencia con ideas y prácticas innovadoras
o formas de pensar y sentir consideradas modernas32. En esta investigación el
término tradicional hace referencia a aquellas narraciones que se acercan más a la
paternidad y la maternidad de los años 60, las cuales se mantienen y reproducen
a pesar de las presiones sociales hacia el cambio, resistiéndose a adoptar las repre-
sentaciones y prácticas más propias de esa época.

Los padres calificados como tradicionales son valorados por su papel de pro-
veedores; es decir, son quienes principalmente aportan económicamente y se hacen
cargo de los gastos de sostenimiento de la familia, incluidos los de la esposa o
compañera. Esta función fue considerada por ellos como su obligación y respon-
sabilidad ante la sociedad y su familia, una condición inherente a su paternidad.
Se concibe también que así es más viril y se asocia el ser padre con la proveeduría,
la capacidad de ejercer la autoridad con los rasgos de su masculinidad. Por lo
general, los padres agrupados en esta tendencia manifiestan haber reaccionado
ante el nacimiento de su prole concentrándose más en su trabajo. Los padres de
esta tendencia participan muy poco en los oficios domésticos, sólo en caso de
bricolaje, arreglos de electrodomésticos y tareas de reparación de la casa. Dado
que el papel valorado como padre es el de proveedor, muy poco participan en la
30
Giddnes, A. Un Mundo Desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Madrid,
Tauros. 2000, p. 51-55.
31
Ibid.
32
Giddnes sostiene que las maneras tradicionales de hacer las cosas tienden a subsistir o a restablecerse
en muchos ámbitos de la vida, incluida la vida diaria. Se produce una suerte de simbiosis entre
modernidad y tradición. En la mayoría de los países, la familia, la sexualidad y las divisiones entre
los sexos continuaron, pese a los cambios modernos, saturadas de tradición y costumbres. Véase:
Ibid., p. 51-55.
57
Wanda Puyana V Edición final

crianza, pues la consideran una tarea femenina y al mismo tiempo sienten que
están muy atareados cumpliendo su función de proveer.

Existe una fuerte asociación entre el papel de padre proveedor y la figura de


autoridad, ya que para estos hombres el hecho de ser proveedores les confiere
mayores posibilidades de mando y autonomía hasta el punto de considerar que
son quienes deben dar la última palabra en las decisiones importantes respecto al
hogar y la familia. Ejercen la autoridad al designar las normas trascendentales o
las más generales y procuran que las madres las hagan cumplir. Además, quienes
castigan cuando se alteran sus mandos o cuando la madre lo solicita, señalan
cuáles son las sanciones más convenientes y toman las decisiones más importan-
tes de la familia. Si bien suelen emplear castigos físicos y drásticos sin escuchar a
la prole, al mismo tiempo hacen la salvedad de ser menos rudos que sus padres,
ya que de todas formas consideran que al normalizar, así sea de esta manera,
cumplen con su deber como tal.

Por lo general, estos padres son poco comunicativos en las expresiones de sus
afectos y cuando procuran serlo reconocen sus propias limitaciones, pues fueron
formados e interiorizaron los rasgos de una masculinidad fuerte, agreste y ajena a
las expresiones afectivas, en oposición a las características emocionales de las
mujeres. Pasan la vida diaria alejados de las actividades de los hijos/as, concen-
trados en sus trabajos y muy poco les ayudan en las tareas escolares o las actividades
que el sistema educativo les demanda.

Para los padres la educación sexual, la información sobre el desarrollo físico y


sexual de la prole, en especial la de sus hijas, se relega a las mujeres, porque se
considera que éste es un asunto propio del mundo femenino o de las instituciones
educativas. Su mayor preocupación radica en el posible embarazo de sus hijas o
en los temores en torno a la drogadicción o la participación de los jóvenes en las
pandillas callejeras.

El complemento del padre proveedor es la madre ama de casa, dedicada prin-


cipalmente a la crianza, cuidado, socialización o alimentación de los hijos e
hijas, cuyo proyecto central de vida es la maternidad. Sin embargo, se encontra-
ron en esta tendencia madres que participan en actividades productivas, por lo
general en negocios hogareños, ya que elaboran productos artesanales, laboran en
algunos servicios o en ventas. Dentro de esta categoría, las madres ocupan su
tiempo en dos tipos de actividades: el primero, en el hogar realizando o supervi-
sando los oficios domésticos, sin un trabajo fuera o dentro de éste y las segundas;
con actividades productivas que generan algunos ingresos. Estas tareas con fre-
cuencia son integradas a labores domésticas y muy poco apreciadas como trabajo.
Puesto que la representación social dominante fortalece la imagen del padre pro-
veedor, y éste es quien genera los ingresos, en el evento de que exista la coproveduría
se tiende a desconocer el papel de la mujer, se invisibiliza su aporte económico en
el hogar y, en consecuencia, no se alteran las relaciones de poder que concentran
el mando y la autoridad en el padre.

58
Cambios y permanencias

En general, la paternidad no alteró el proyecto de vida de estos hombres, pues


no planificaron su primer hijo/a y el embarazo fue parte del ciclo vital o una
circunstancia. Cuando éstos/as nacieron se interesaron por generar más ingresos,
consumir menos para ellos y asistir más tiempo al hogar, mientras que las mujeres
cambiaron por completo su cotidianidad encargándose del cuidado de los recién
nacidos. Estos hogares demandan un padre responsable como proveedor, pero
poco presente en tomo a tareas comunes de la vida en familia porque se mantiene
una idealización de la división complementaria de roles.

La madre, por su parte, está dedicada fundamentalmente a la crianza y la


socialización de la progenie, concentrando el apoyo en tareas escolares o demás
demandas de las institución escolar. Son ellas quienes atienden los oficios domés-
ticos, de forma diferente según sean los recursos económicos en el hogar: cuando
cuentan con éstos contratan empleadas domésticas, pero son quienes las supervi-
san y están a cargo de los hijos, porque la maternidad se ha constituido en el
proyecto de vida único y más importante.

Las madres ejercen la autoridad ante la ausencia del padre, en nombre del
padre o por delegación del mismo. Son quienes están muy presentes en lahorma-
tización diaria y rutinaria de la progenie, pues permanecen el mayor tiempo
posible en casa. Utilizan castigos físicos, regaños y restricciones para hacer cum-
plir las normas paternas, a veces son afectuosas, pues se constituyen en los ejes de
la vida emocional de su hogar, pero con frecuencia manifiestan sus expresiones de
cariño con temor de perder el respeto ante su descendencia.

Virginia Gutiérrez de Pineda33 se refirió a este tipo de familia como aquella


organizada a través de opuestos complementarios, puesto que la organización
familiar se basa en los roles de la pareja en tomo a la progenie a partir de cualida-
des prefijadas con base en la diferencia sexual. Asimismo, Mercedes González de
la Roche también resalta la familia tradicional con los rasgos aquí establecidos,
caracterizada por la concentración de las tareas domésticas en las mujeres, mien-
tras que el hombre proveedor se reafirma en la autoridad 34. Para la autora, esta
forma de familia está legitimada en una representación social dominante, de allí
se derivan las sanciones o resistencias a la formación de otro tipo de relaciones
familiares, consideradas con frecuencia como patológicas o anormales.

Como conclusión, se puede señalar que en los relatos de estos padres y madres
de la tendencia tradicional se observa cierta coherencia entre las representaciones
y las prácticas, pues al ser valorado el padre de manera especial por su rol de
proveedor se es consecuente con tradiciones de centurias. Por otro lado, la repre-
sentación social proclive a la maternidad como proyecto de vida central para la
mujer se resuelve con su estadía en el hogar, siendo ella la encargada de la crianza
y de los asuntos domésticos de la prole. Sin embargo, ya estos grupos son inquietados
3
Gutiérrez, V La Dotación Cualitativa de los Géneros para su Estatus v Función. Revista Nómadas,
No. 11, Bogotá, octubre de 1999.
4
De la Roche, M. El Cambio de la Familia en México. Revista Nómadas, No. 11, Universidad
Central, Departamento de Investigación, Santafé de Bogotá, Octubre de 1999.

59
Wanda Puyana V. Edición final

por corrientes innovadoras acerca de la paternidad y la maternidad y en sus


mismas narraciones y experiencias vitales se captan elementos innovadores res-
pecto al pasado. En primer término, el promedio de hijos/as ha bajado en
comparación con los de sus progenitores. Si bien algunos exaltaron las cualidades
de las familias del pasado, la mayoría se situó de manera diferente a sus anteceso-
res, resaltando y valorando de manera especial el ser menos autoritarios;
cuestionando las prácticas disciplinarias de sus padres y fueron constantes las
críticas al castigo físico, así como el temor a la rebeldía entre los adolescentes.
Asimismo, padres y madres se consideraron progresivos, especialmente en las ex-
presiones de los afectos y en propiciar momentos de comunicación con sus hijos/
as. Se observa ya en esta tendencia el papel de la psicología, de la medicina y de
la biología, al explicar las bases necesarias para la educación de la prole; concepto
como el de trauma, fruto de la vulgarización del psicoanálisis, se emplea indistin-
tamente por entrevistados de todos los estratos sociales. Mientras que madres de
mayores ingresos acuden a eventos educativos para aprender o a consulta con
profesionales, las de los grupos de menores ingresos han asistido a los servicios del
Estado para informarse al respecto, bien sea en escuelas o en hogares infantiles.
En cualquier forma, el papel socializador de los progenitores es hoy más reflexivo,
así se cumpla en medio de formas similares a las de los años 60.

Padres y madres en transición


Investigaciones sobre los cambios en la familia, la paternidad, la maternidad
e incluso sobre la sexualidad emplean esta categoría para calificar los
resquebrajamientos con respecto a la tradición; al respecto Norbert Elias enunció
como propio del proceso civilizador una transición en las relaciones entre padres
e hijos por otras formas más recientes, en cuanto a la forma en que es expresada la
autoridad y los afectos: según el sociólogo, la transición obedece a que caracterís-
ticas anteriores de socialización se reproducen, a la vez que cambian y aún se
mantienen "en medio de otras más recientes, más igualitarias, se encuentran simultá-
neamente, y ambas formas suelen mezclarse incluso en las familias"35. Por otro lado,
Mercedes González, para el caso de México,36 hace referencia a la transición para
calificar las formas de familia y las referencias culturales innovadoras, propias de
las últimas décadas del siglo XX. Según la autora, si bien se mantiene como ideal
el matrimonio católico y el patriarcado en la vida cotidiana, la familia mejicana
rompe con dichos ideales. Para el caso de Colombia, Ligia Echeverri destaca la
importancia que para los hogares conlleva la definición de la pareja como
coproveedora, lo cual altera el manejo del poder entre ellos/as. Señala que la
rapidez de las transformaciones de la función sexual y reproductiva
ha dado origen a nuevos problemas, especialmente en esta etapa de transición
entre la familia tradicional y la familia contemporánea, en la cual se encuentran
una mujer recientemente liberada y apoyada por la ley, con un hombre patriar-
cal apoyado por la religión y por la tradición cultural37.

"Elias, N. La Revolución de los Padres y Otros Ensayos. Norma, Bogotá, 1998, p. 412.
36
González de la R. op.cit.
"Echeverri, L. Las Transformaciones Recientes en la Familia Colombiana. Revista de Trabajo
Social, No.l Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1998, p. 51.
60
Cambios y permanencias

En esta investigación, bajo la categoría de transición se agrupan aquellas


narraciones que expresan un resquebrajamiento de las relaciones paterno, mater-
no y filiales de tipo tradicional, con relaciones de poder diferentes entre los sexos,
a la vez que se modifican representaciones sociales sobre el deber ser de padre y
madre o en relación con la infancia, introduciendo simultáneamente expectati-
vas sobre esta dinámica relacional más propias de la modernidad. Los cambios
que se presentan en el desarrollo de funciones paternas o maternas como la pro-
veeduría, la división sexual de roles en tomo al oficio doméstico, la autoridad o
las expresiones afectivas, entre otras, están acompañados al mismo tiempo de
resistencias y contradicciones. En unos casos madres y padres expresan diversas
tensiones entre representaciones sociales innovadoras y las prácticas tradiciona-
les, ante los retos que circunstancias especiales les imponen y las cualidades
aprendidas durante la socialización, ya que si bien algunos conservan ideas pro-
pias de la tradición al respecto, tratan de reproducirlas ante su progenie en medio
de contradicciones. Asimismo, también se presentan avances en algunas de las
funciones paternas, mientras que se mantienen las tradiciones en las otras; por
ejemplo, padres que realizan labores domésticas en el hogar, pero continúan sien-
do autoritarios.

En esta tendencia se observan contradicciones cuando se asumen la paterni-


dad y la maternidad, alrededor de la división sexual de roles, la autoridad, la
expresión afectiva y las representaciones que definen y dan forma a los ideales de
familia. Uno de los cambios más drásticos lo constituye la vinculación de la mu-
jer al mercado laboral o el reconocimiento de su papel como proveedora. Esta
situación conlleva como complemento una expectativa de cambio en la función
paterna cuya evolución es más lenta, porque los padres poco intervienen aún en
los oficios domésticos. En algunos casos, cuando ellos asumen las funciones hoga-
reñas mientras las madres trabajan dejan de hacerlo ante alguna circunstancia
innovadora, volviendo a delegar en la esposa de nuevo estas funciones. Si bien se
reconoce el trabajo femenino como una necesidad económica para el hogar o una
forma de realización de las mujeres, ellas aún no lo asumen con decisión, porque
se culpabilizan cuando sienten que se disminuye el tiempo para su papel mater-
no. Otras mujeres, aunque se socializan con una perspectiva favorable a la equidad
de género, no le dan espacio al padre para compartir este rol con ellas. En rela-
ción con la vida doméstica, en esta tendencia se quieren borrar estereotipos sexistas,
intentando que hijos e hijas asuman responsabilidades y estas sean distribuidas
de acuerdo con la edad, pero no según su sexo.

Si bien está de moda un discurso proclive a considerar a los hijos e hijas como
sujetos de derechos, con posibilidades de autorregulación, de realización perso-
nal y a la infancia, como una etapa en la que prime la felicidad, aún los padres y
madres presentan múltiples limitaciones para cumplir con estas metas. Entre
madres y padres de la tendencia de transición aparece una fuerte ambigüedad en
el ejercicio de los castigos y de las formas de imponer la autoridad. Esto se debe a
que comparten una alta valoración del diálogo por encima del uso del castigo
físico, pero con frecuencia acuden a drásticas reprimendas, repitiendo de manera

61
Wanda Puyana V. Edición final

inconsciente prácticas de castigo violentas recibidas de sus progenitores. Esto con-


lleva a contradicciones como la de no querer reproducir la historia de ellos y, por
tanto, se culpabilizan y arrepienten una vez castigan a sus hijos/as. Si bien mani-
fiestan en los relatos que no se debe usar el castigofísico,posteriormente lo ejercen,
pues el golpe se considera una forma rápida o eficaz para erradicar un comporta-
miento negativo en sus hijos/as. Asimismo, sienten temor a la respuesta agresiva
de éstos/as, cuando por circunstancias especiales pierden el control. El uso de
castigos más propios del contexto campesino, como dar plano o rejo, demuestra
que las experiencias con sus padres o madres en la infancia les sigue signando y
están presentes en su inconsciente cuando ejercen este rol. Sin embargo, si se
compara esta tendencia con la anterior prevalece una inclinación a reducir el
castigo físico, puesto que éste es cuestionado y su implementación es diferente
según la edad de los hijos; así, en la medida que crecen, se conversa más con ellos/
as, se explica y se sanciona de otras maneras. Finalmente, se observa una contra-
dicción entre las respuestas que padres y madres deben dar ante las nuevas
circunstancias que la sociedad les demanda, el reconocimiento que los hijos e
hijas han hecho de sus derechos y la visión tradicional más normativa y autorita-
ria del deber ser paterno o materno.

En el caso de los padres (y aún en las madres, aunque menos), la expresión de


afecto por parte de sus progenitores en su infancia se convierte en un obstáculo
para ser hoy más expresivos de sus emociones con su prole. En cuanto a las rela-
ciones afectivas, en el núcleo familiar se observa una amplia gama: en el grupo A
existen los padres que han hecho un gran esfuerzo por ser más expresivos y cariño-
sos y lo van logrando con los hijos en la medida que comparten la crianza y su
crecimiento. Se encuentran también los padrastros que cuidan ciertos límites en
los afectos con las adolescentes; los padres que besaron a sus hijos varones hasta
los 15 años y, por supuesto, los que dicen no tener problemas en expresar afecto
corporal o verbal a hijos e hijas en cualquier edad. A pesar de que entre las
madres se procura más diálogo con su prole y más expresiones de cariño, no
desaparecen formas de castigar o reprender a través del insulto, el grito, el corre-
azo o la palmada. Cuando esto ocurre, el relato se acompaña de precauciones
como no ir a causarles daño físico o evitar asumir la actitud agresiva de sus
progenitores/as.

Aunque unos expresen más afecto que otros, los padres del grupo B se conside-
ran, en general, más activos, cercanos y pendientes de los hijos, así como de la
compañera, cuando se comparan con sus respectivos progenitores, manteniendo
como referencia el recuerdo de su padre. Otros, pese a una infancia de pobreza,
de abandono o de maltrato, quieren ser diferentes y conversar, acariciar, besar,
decir palabras estimulantes y gratificantes a sus hijos/as. Los padres del grupo B,
tienden a reconocer en sus hijos personas con derechos; se lamentan de sus condi-
ciones de pobreza e ignorancia e intentan compensar con algunos medios como la
información, charlas y talleres en los establecimientos educativos y de modo in-
formal entre amigos/as.

62
Cambiosy permanencias

Otros padres y madres reconocen que hoy todo está en discusión, que las
relaciones con los hijos/as se construyen y reconstruyen día a día, y que no es que
fracasen ellos o sus métodos, sino que ahora el diálogo y los acuerdos tienen una
vigencia limitada, no como en los tiempos de los abuelos. Están presentes unos
relatos según los cuales, los hijos deben ir asumiendo sus propias responsabilida-
des y lo que se establece entre padres, madres e hijos es el diálogo, como también
la negociación. Estos procesos se van dando con el crecimiento de los hijos y no se
hacen diferencias entre los chicos y las chicas. Cabría la posibilidad del caso un
poco más radical de esta versión de paternidad: el laissez faire, laissez passaire,
acompañada de la figura del padre amigo o la madre amiga, con la cual se disuel-
ve el rol de autoridad, como una forma de discurso y práctica que en aras de una
mayor libertad de la prole, releva al padre de sus obligaciones y casi no establece
límites.

Una contradicción destacada en esta tendencia consiste en considerar la fami-


lia nuclear legitimada a través del matrimonio indisoluble y eterno como la forma
ideal de las relación de pareja y la vía más expedita para formar a las nuevas
generaciones, mientras que por diversas circunstancias padres y madres se organi-
zan en familias extensas, monoparentales o poligenéticas, como se profundizará
más adelante. Estos padres y madres, sin descuidar el proyecto educativo de sus
hijos, tienen además un enorme deseo de que sus hijos sean felices en el camino que
ellos mismos elijan en su vida. Simultáneamente, son padres que valoran la familia
como institución y la ven hoy como un espacio para brindar seguridad y formar a
los ciudadanos/as.

En general, los rasgos del padre de la tendencia de transición contienen las si-
guientes características distintivas: ya no se plantea como tarea central ante la
prole ser proveedor, porque comparten la proveeduría o el sustento económico
del hogar con la madre u otros parientes; en consecuencia, esta situación novedosa
modifica la representación de sí como padre y el discurso democrático marcado
por inconsistencias con respecto a las prácticas de la autoridad, buscando otras
alternativas comunicativas con su prole. Asimismo, tienden a compartir la auto-
ridad con la madre y a procurar menos castigosfísicosante las faltas de su progenie,
si se compara con la tendencia anterior38. Cuando estos padres cambian sus pro-
pias actitudes y prácticas frente a las expresiones afectivas, con frecuencia
experimentan crisis, pues ahora corrientes de pensamiento innovadoras le de-
mandan ser un padre cariñoso y comunicativo, lo cual choca con una socialización
basada en la formación de una masculinidad agreste y poco expresiva de afectos.

Si bien estos padres participan en las labores domésticas, se concentran de


manera especial en aquellas que significan la relación directa con la prole, pero
muy poco en las correspondientes a la tareas cotidianas como cocinar o lavar.
Ante estos oficios, este padre se involucra en medio de una representación social
,8
En la medida en que las relaciones entre padres e hijos van pasando de la obediencia y el control
de los primeros sobre los segundos, a unas menos impositivas, afloran más frecuentemente tensiones,
desacuerdos, típicos de las nuevas relaciones. Estos 'conflictos' y las formas de abordarlos y procesarlos
son parte de la dinámica cotidiana de las familias.

63
Wanda Puyana V Edición final

que le demanda ser un colaborador, palabra que significa no responsabilizarse


pues su compañera es quien desempeña ese rol. Otros padres han asumido las
tareas domésticas debido a circunstancias especiales como la viudez, las separa-
ciones o el desempleo, constituyéndose estas responsabilidades en un reto, debido
a que en la infancia no fue socializado para ello. Finalmente, debe anotarse que
procuran compartir con su prole algunos temas de sexualidad, pero, en especial,
con los hijos varones.

Por otra parte, las madres calificadas en la tendencia de transición presentan las
siguientes características: en primer término, contribuyen de manera significativa
al sostenimiento económico de la familia, constituyéndose este aporte en estimu-
lante para su autoestima y el aprecio que la misma sociedad hace de su rol. Si
bien la mayoría de las mujeres devengan menos ingresos que sus maridos, en
varios casos su papel de proveeduría se transforma en el principal. El manejo que
se hace de los recursos familiares se distribuye a partir de varias alternativas,
según las cualidades de las parejas. Madres profesionales o que son trabajadoras
y que vivencian profundos conflictos consigo mismas por el tiempo que el trabajo
deja para sus hijos/hijas, buscando por tanto formas alternativas como llegar
temprano, trabajar cerca al hogar o alcanzar apoyos entre trabajadoras domésti-
cas, profesoras o abuelas. Las madres procuran ejercer una autoridad compartida
o delegada con los padres y, ante las faltas de su hijos/as, hablan, explican y,
eventualmente, aplican el castigo físico, ya que prefieren usar las prohibiciones
como forma de control disciplinario y de expresar los conflictos con ios adolescen-
tes. Se enuncia como deber ser el acuerdo sobre las normas con los padres, pero
con frecuencia esa meta no se cumple. Las madres buscan entablar una relación
de confianza, comunicación y cercanía con los hijos/as, sin miedo a perder la
autoridad; son expresivas del afecto y cariñosas, tienden a entablar diálogos acer-
ca de temas como el de la sexualidad, principalmente con sus hijas. Si bien la
vinculación de la progenie a la educación formal es planeada entre ambos padres,
aún ellas son las más responsables al respecto, convirtiéndose en las que acompa-
ñan, controlan y apoyan las actividades escolares.

Padres y madres de la tendencia en ruptura


En textos acerca del cambio en la familia se hace referencia a ciertos hogares
donde prevalecen relaciones de equidad en las relaciones de género o en las pater-
no, materno yfiliales.Virginia Gutiérrez de Pineda, por su parte, se refiere a ellas
como un hogar conformado por semejantes o pares, en el sentido de que allí
prima una relación horizontal entre sus miembros39. Cebotarev, los caracteriza
también como hogares de responsabilidad compartida, pues se destacan rasgos
democráticos en la distribución de las tareas hogareñas40. En el caso de la inves-
tigación aquí presentada, estos padres y madres se han clasificado en esta tendencia
porque se sitúan en ruptura y oposición frente a sus progenitores, procurando un
cambio con respecto a la forma de ser y se replantean el construir relaciones

"Gutiérrez de R, V op. cit.


'"Cebotarev, N. op. cit.

64
Cambios y permanencias

innovadoras en sus hogares. Si bien apenas son una minoría, en las ciudades
estudiadas se constituyen en cierta vanguardia emergente41, con respecto a las
formas de transición y tradicionales. Prima en ellos/as la construcción de relacio-
nes diferentes en el espacio familiar y en la sociedad, sin que persistan modelos
fijos o rígidamente establecidos. En ese sentido, este grupo se caracteriza por la
autorreflexión del yo ante las circunstancias complejas que la vida les demanda;
en términos de Anthony Giddens42, corresponde a una actitud propia de la mo-
dernidad reciente, en la cual se conjuga una relación con el tiempo, un espacio
globalizado y cambiante, la pérdida de ideas fijas o preestablecidas, la necesidad
de pensar acerca de la cotidianidad, ilustrarse con las ciencias (en especial las
humanas) e innumerables inquietudes que conllevan al riesgo como una constan-
te de reflexión de la persona, sobre el sentido de sus vidas. Hoy hombres y mujeres
fundamentan sus propias emociones en los descubrimientos de la psicología, la
biología, la antropología o la pedagogía y, en general, en representaciones sociales
circulantes acerca de la equidad y la democracia en la familia. Como consecuen-
cia de querer formar hijos e hijas autónomos y autorregulados, es relevante en
esta tendencia la búsqueda de principios o de acuerdos para establecer la autori-
dad. Sin embargo, persiste una inclinación a ver en la niñez y en la juventud una
capacidad natural para dirigirse sí misma que demanda muy poca intervención
de los/as adultos/as. La figura que representa este modelo es la de padre amigo o
madre amiga, con quien se genera una función de comunicación con la prole, de
orientación por parte de los adultos/as, que de imposición de las normas.

Este grupo de padres y madres en ruptura presenta una cierta coherencia


entre los discursos y las prácticas con la tendencia de transición. Unos y otras se
orientan por criterios no sólo compartidos, sino por una mayor equidad entre
ellos y ellas y en la relación que entablan con hijos/as. Es decir, se desdibujan y
reelaboran las antiguas representaciones diferenciales de género, y también de
edad, ahora orientadas hacia relaciones y arreglos familiares más equitativos,
pero en procesos permanentes de búsqueda y construcción. Los modelos referen-
tes con los cuales se hacían los antiguos arreglos con sus progenitores, pierden
vigencia y sentido. Esta perspectiva se denomina como ruptura, puesto que sugie-
re la construcción de nuevas relaciones entre hombres y mujeres, adultos y jóvenes
en el espacio familiar y en la sociedad en su conjunto, constituyendo una dinámi-
ca dominada por la incertidumbre, pues carece de los modelos fijos que existen en
la familia patriarcal, y deben asumirse negociaciones frecuentes de normas y lími-
tes. Se define la vida a partir de proyectos donde prima la incertidumbre como
signo de la época ya que padres y madres no referencian en sus ideales modelos
preconcebidos cultural o socialmente como ha sido el patriarcal, sobre el cual se
declaran en oposición, a la vez que no comparten en todo o en gran parte, las
formas de paternidad y maternidad de sus predecesores. En síntesis, a partir del
conjunto de los relatos de esta tendencia, se pueden caracterizar sus rasgos dis-

41
Expresión empleada por Virginia Gutiérrez de Pineda para referirse a las familias mas innovadoras.
Gutiérez de R, V Honor, Familia y Sociedad en la Estructura Patriarcal. El caso de Santander.
Universidad Nacional de Colombia, 1988.
42
Giddens, A. Modernidad e Identidad del Yo. Ediciones Península, Barcelona, 1997.

65
Wanda Puyana V. Edición final

tíntivos sobre un denominador común: la construcción permanente de acuerdos,


normas y límites, cuando se trata de la autoridad, la proveeduría o el trabajo
doméstico en el hogar.

En las ciudades los padres y las madres que asumen los cambios dan cuenta en
forma amplia de historias personales caracterizadas por un cuestionamiento so-
bre los modelos impuestos de hombre y mujer, la búsqueda de relaciones más
equitativas entre los géneros y las generaciones o con discursos democráticos refe-
ridos a la vida familiar. De ninguna manera están exentos/as de contradicciones,
pero existe en ellos mayor concordancia entre representaciones y prácticas, si se
comparan con la tendencia anterior. La paternidad y la maternidad la conciben
de manera central en tomo a la formación de criterios de autonomía y el respeto
de los derechos de todos los hijos/as, sin diferencia de edad o sexo.

Con respecto a los padres de la tendencia denominada de ruptura se destacan


en general los siguientes rasgos: emplean un discurso democrático en la vida fami-
liar acompañado de cierta coherencia con las prácticas, que no excluye la existencia
de fronteras borrosas entre la democracia y dejar hacer, dejar pasar, ya que las nor-
mas y límites están en permanente negociación. Asimismo, redistribuyen las
relaciones de poder/autoridad entre todos los miembros de la familia, a través del
diálogo y la negociación sobre los conflictos. Entre estos padres la proveeduría o
coproveeduría no permanece directamente relacionada con la representación de
sí como padre, lo cual les facilita una mayor presencia en la familia y expresan la
paternidad a través de la afectividad. Se caracterizan por ser cariñosos y expresi-
vos con la prole a través del contacto corporal y verbal, sin discriminaciones en
razón a la edad o al sexo. Finalmente, debe destacarse que se asumen las labores
domésticas como una responsabilidad y se trata de compartirlas con la compañe-
ra y, en los hogares monoparentales, con la prole. Sin embargo, a veces se presentan
conflictos o se distancian de algunas responsabilidades domésticas. En general, se
encuentran dispuestos para realizar acciones encaminadas a cambiar los estereo-
tipos sexistas que distribuyen los roles.

Las madres, por su parte, destacan los siguientes rasgos: emplean un discurso
democrático en la vida familiar coherente con las prácticas, las cuales no exclu-
yen la existencia de fronteras borrosas entre ser democrático y el dejar hacer o
dejar pasar. AI mismo tiempo, intentan de manera permanente construir normas,
límites, diálogo, o la negociación ante los conflictos de autoridad. A su vez, com-
parten la proveeduría cuando se vive en pareja o se presenta autosuficiencia
económica cuando no. Al mismo tiempo, propenden por la redistribución de ta-
reas domésticas entre hijos e hijas y el padre, con el objeto de evitar la
discriminación por género. Asimismo, estas mujeres se convierten en copartícipes
del proyecto de educación y profesionalización de los hijos/as, proyectan su vida
a través de varias posibilidades, bien sea en su rol profesional o como trabajado-
ras y esta situación no les genera mayores conflictos pues el tiempo de compartir
con sus hijos /as lo valoran por su calidad. Son expresivas y cariñosas sin discri-
minación con su prole en razón de la edad o sexo y expresan un interés por la

66
Cambios y permanencias

construcción del vínculo afectivo entre padre-hijos/hijas. Estas situaciones no son


ajenas a conflictos que tratan de ser manejados a través del diálogo.

En este grupo, los cambios culturales se reflejan en el campo de las conviccio-


nes relacionadas con la religión y la sexualidad, aunque perciben rupturas con
respecto a la generación anterior y no brindan educación en los parámetros de la
formación religiosa tradicional, de manera que se seculariza el control que cada
uno o una presente en la vida cotidiana, como la sexualidad, la familia o el
comportamiento reproductivo. Se procura la transmisión de valores basados en el
hedonismo, la solidaridad, la felicidad, la honestidad o la auto responsabilidad,
mientras que el sacrificio o el sufrimiento se desechan.

El cambio y las tendencias en las cinco ciudades


En el texto sobre historia de la familia en Colombia, Virginia Gutiérrez de
Pineda analiza la evolución de esta en relación al creciente proceso de urbaniza-
ción que se viene presentado y afirma que la creación de una unidad nacional,
producto del crecimiento de las ciudades, la modernización del Estado y otros
factores, incidieron en el cambio de la familia. En esta etapa, dice la autora:
"podemos presenciar como secuencia del proceso migratorio y de los polos de
desarrollo regional, acelerados por las comunicaciones y el transporte, un cre-
ciente desdibujamiento de los claustros etnogeográficos y el rompimiento de
las endogamias regionales, aspecto que contribuye a la homogenización étnica"43.
Prospecta la antropóloga Gutiérrez que la urbanización en primera instancia
conlleva una hibridación cultural generada por el encuentro entre diversas cultu-
ras rurales. Aunque, posteriormente, con el crecimiento de las nuevas generaciones
citadinas, la diversidad cultural por regiones se hace más tenue y se va
homogenizando. Parecida tesis expone Hernán Henao cuando se refiere a una
familia en Medellín con características similares a las demás ciudades, ya que el
proceso de urbanización, sumado a la inequidad, provoca problemáticas comu-
nes entre los citadinos. Señala el autor: "la instauración de territorios urbanos a los
que acceden pobladores de todas partes, crea otras realidades familiares y culturales que
no han sido debidamente tipologizadas aún"44. Múltiples fenómenos, ya analizados
en el capítulo anterior, inciden en cierta homogenización del grupo familiar con
respecto a las formas culturales propias de las zonas rurales, al mismo tiempo,
persiste un poliformismo familiar que se diferencia según sean el tipo de hogar
que se conforme, sexo, generación o estrato social.

Si bien en los años 60 los estudios realizados por Virginia Gutiérrez de Pineda
en las regiones45de Colombia destacaron las diferencias alrededor de las formas
de organización familiar, las relaciones de pareja y la dinámica relacional pater-
43
ICBF et al. Tradicionalismo y Familia en Colombia. En; Memorias del año interamericano de la
familia. 1983, p.276
44
Henao, H. Colombia: sociedad mestiza y polimorfismo cultural. En: Cuadernos Familia Cultura
y sociedad. CISH, Centro de Investigaciones Universidad de Antioquia, Medellín, 2000.
45
La región incluye el sector urbano y el rural, así como las poblaciones semiurbanas muestran la
investigación presentada, en este estudio se delimitó a los grandes centros urbanos.
67
Wanda Puyana V Edición final

no-matemo y filial, hoy la principal conclusión de la investigación por el caso de


las ciudades consiste en afirmar una inclinación hacia la homogenización de
concepciones y prácticas en tomo a las representaciones sociales sobre el deber y
ser de la maternidad y la paternidad, de la forma como padres y madres manejan
la autoridad, las expresiones afectivas, las maneras de proveer los recursos para el
hogar y los oficios domésticos, en las ciudades colombianas. Es decir, las diferen-
cias entre cada ciudad son tenues, a pesar de pertenecer a regiones antes bien
diferenciadas por Virginia Gutiérrez46 en los años sesenta, y es con base en esto
que se sustenta la homogenización.

Este proceso puede ser probado también a partir de indicadores estadísticos


que demuestran características similares en las ciudades. En otras palabras, el
descenso de la fecundidad, el aumento de la tasa de participación laboral femeni-
na, el aumento del nivel educativo, en especial de la mujer, las tasas de divorcios,
tuvieron una dinámica similar en los últimos cuarenta años del siglo XX en Bogo-
tá, Medellín, Cali, Cartagena y Bucaramanga47.

Si bien se cambia en todas las ciudades al mismo tiempo que éstas se moderni-
zan, la transformación no ha sido igual cuando se comparan sus características
por tendencias. Se puede afirmar que el rasgo más común de la paternidad y la
maternidad de las personas entrevistadas en Medellín, Bogotá y Cali es la transi-
ción48, lo cual implica la permanencia y coexistencia de representaciones sociales
y prácticas apropias" de los años cincuenta o sesenta junto con las comentes
renovadoras acerca de una mayor equidad entre los géneros, relaciones más afec-
tuosas y cercanas con los hijos e hijas y una autoridad más democrática. Al mismo
tiempo, el peso de los relatos que contienen elementos de la tradición en Cartage-
na y Bucaramanga es mayor. Son estas zonas donde se presentan procesos más
lentos de urbanización y de desarrollo económico, lo cual incide en que las es-
tructuras políticas y sociales tradicionales aún tengan mucho peso, la dinámica
espacial genere relaciones más directas entre los ciudadanos y el temor al control
social sea mayor. Por tanto en los relatos se evidencia con frecuencia la añoranza
por los hogares tradicionales acompañados de concepciones o prácticas encami-
nadas a conservar relaciones más jerarquizadas entre los géneros y las generaciones.

Si bien en Bucaramanga se percibe con facilidad la pervivencia de formas


tradicionales, es preciso anotar que, sin embargo, ellas no logran contener los
procesos de cambio provenientes del entorno. De manera que el hallazgo más
significativo en los hogares bumangueses tiene que ver con cambios muy profun-
dos en la identidad masculina, especialmente. Hoy los padres de esta ciudad son
más afectuosos y expresivos con sus hijos, independientemente del sexo y la edad,
tal como lo intuyó Virginia Gutiérrez de Pineda en 198649. En síntesis, en
""Gutiérrez de R, V Familia y Cultura en Colombia. Universidad de Antioquia, Medellín, Reedición,
1996.
47
La tesis aquí expuestas acerca de la homogenización de la paternidad y la maternidad, no significa
que aún no persistan diferencias, pero poco fueron percibidas con las entrevistas profundas y las
historias de vida, metodología desarrollada en esta investigación
48
La transición la constituyen el 45% ó 50% de casos entrevistados en las ciudades mencionadas.
«Gutiérrez de R, V 1.987, Op. cit.
68
Cambios y permanencias

Bucaramanga coexisten formas tradicionales con nuevas prácticas en las relacio-


nes paterno-materno-filiales. En Cartagena los hombres como proveedores
pretenden ser servidos en la familia, independiente del estrato social, por ello es
muy poca su vinculación a las tareas domésticas y a los procesos de crianza.
Continúa teniendo mucha importancia en esta ciudad la división de tareas entre
los géneros y el establecimiento de jerarquías entre las generaciones junto con el
enorme papel de las abuelas en la socialización, lo que conlleva a un reconoci-
miento y respeto por los adultos. En el ejercicio de la autoridad se encuentran
pocas referencias a la utilización del castigo físico, aun cuanto persiste la amena-
za como mecanismo para imponer las normas50.

En Cali, Bogotá y Medellín, los padres de ayer eran los proveedores económi-
cos, concentrando la autoridad o delegándola en la madre y, en general, eran más
distantes con la progenie. A su vez, las madres eran amas de casa o trabajadoras
y quienes mostraban el afecto en el manejo de los recursos en pro del bienestar de
la familia. En cuanto al trabajo de la mujer, en Bogotá se presentan ciertas parti-
cularidades en relación con Medellín, mientras que en la primera ciudad son más
reiterativos los relatos que dan cuenta de madres (especialmente de sectores de
bajos recursos) vinculadas a trabajos productivos aún por fuera del hogar, la
cultura de Medellín es aún fuerte para incidir en que la mujer permanezca en el
hogar.

El poder patriarcal en Bogotá, Medellín y Cali se confronta con las nuevas


ideas a favor de relaciones más cercanas con los hijos y se aprecia aún en algunos
padres y madres tradicionales que se están preguntando sobre la manera de ex-
presar el afecto y de ejercer la autoridad disminuyendo o suprimiendo el castigo
físico. En Cartagena y Bucaramanga, este cuestionamiento del poder patriarcal
se percibe con menos fuerza con respecto a las demás ciudades.

Debe destacarse que en las cinco ciudades los grupos innovadores en tomo a
las formas de ejercer la paternidad y la maternidad solo constituyen una mino-
ría51, luego aún predominan intensas contradicciones entre el deber ser de las
representaciones sociales y las prácticas, entre las circunstancias que obligan a
vivir en contra de ese deber ser y entre los cambios en algunas funciones, mientras
que se mantienen otras. En ese sentido puede afirmarse que la representación
social sobre la cual se privilegia el papel de padre como proveedor se está resque-
brajando, ciertas circunstancias e ideas aún los ligan a dicha funciones y los
separan de las otras, pero al mismo tiempo nuevas prácticas como la de partici-
par activamente en las labores de crianza y en el cuidado de los niños/as recién
nacidos los dinamizan hacia el cambio. Por otro lado, las ideas que privilegian la
maternidad aún se conservan en todas las ciudades bajo la creencia de que la
mamá —y no tanto el papá— es indispensable para la crianza y el crecimiento

'"Cuando se comparan los índices de castigo físico por ciudades, se encuentran el doble entre
Bucaramanga y Bogotá respecto al Norte de Bolívar, lo cual indica este empleo, pero no en la
misma intensidad de otras regiones del país. Encuesta de PROFAMILIA Demografía y Salud.
Bogotá. 2.000.
''Entre el 12% v 14% en todas las ciudades,
69
Yolanda Puyana V Edición final

del hijo/a, por lo cual hombres y mujeres, especialmente los tradicionales o en


transición, cuestionan el hecho de que las madres permanezcan durante largas
jornadas por fuera del hogar desempeñando trabajos remunerados y, simultánea-
mente, aceptando que los hombres permanezcan en sus labores y por ende no
participen en tareas de crianza y en los oficios domésticos.

Diversidad y cambio por estratos sociales


En el curso del capítulo se viene haciendo referencia a la relación entre los
cambios y los estratos sociales. En efecto, persisten prácticas y cambios que se
encaminan hacia una visión más modemizadora en tomo a la infancia o la equi-
dad entre los padres y las madres pertenecientes a los estratos cuatro, cinco (grupo A)
de las ciudades estudiadas, que en los y las del tres, dos y uno, (grupo B). Los
primeros se concentran en la tendencia de transición y ruptura, mientras que los
segundos, en la tradición. Esta asociación se demuestra de forma más contunden-
te en la tendencia de ruptura, ya que estos padres y madres representantes de
cierta vanguardia, renovadora de valores, presentan los más altos niveles educa-
tivos: la mayoría son universitarios/as, lo cual incide en que se asocien con corrientes
de pensamiento crítico acerca de las formas educativas de sus progenitores.

Otras investigaciones han demostrado la relación de los cambios culturales y


los estratos sociales, así enuncia Stone:
la clave para comorender cómo sucedieron en realidad los cambios en la familia
esta en la difusión por estratos de las nuevas ideas y prácticas. Por tanto deben
estudiarse las generalizaciones sobre el cambio familiar a través de una cuida-
dosa definición del grupo de estrato o clase que esté bajo discusión, del sector
alfabetizado o analfabeta de los devotos apasionados o de los conformistas
casuales52.
En el caso de España, Flaquer insinúa: "el nivel de ingresos, las profesiones intelec-
tuales, en suma el capital cultural, son variables decisivas para la asunción de una
nueva paternidad"53. Foucault, por su parte, cuando estudiaba los cambios en la
sexualidad, resaltó para el caso de Europa54 cómo estos se iniciaron entre los
grupos de altos ingresos y luego se difundieron en los sectores más pobres. En
relación con Bogotá, por ejemplo, un estudio sobre el movimiento obrero en los
años 30, hace referencia a las campañas de higiene y mensajes de moralización de
costumbres consideradas dañinas para la familia como la bebida de la chicha,
que fueron establecidas desde los grupos burgueses hacia los proletarios55.

Como se trató en el capítulo primero de este texto, en el caso que nos ocupa las
ideas acerca de la infancia como sujeto de derechos, la equidad entre los géneros
y otras representeciones sociales democratizadoras fueron apropiadas desde los

52
Stone, L. Familia, Sexo y Matrimonio en Inglaterra 1500-1800. Edita Fondo de Cultura
Económica, México, 1979, p. 19.
53
Flaquer, Op. cit., p. 87.
S4
Foucault, M. La Historia de la Sexualidad. La voluntad del saber. Tomo I, Siglo XXI, México,
1978.
55
Archila, M. La Clase Obrera en Bogotá. Cinep y Universidad Nacional de Colombia, 1991.
70
Cambiosy permanencias

años 30 por grupos de élites intelectuales, maestros, sectores de profesionales que


se formaban en tomo a ellas en las escuelas de altos estudios, en las normales, o
porque las conocieron cuando viajaban hacia otros países y luego las difundieron
a otros sectores sociales.

A pesar de presentarse una tendencia hacia la conservación de la tradición


entre los estratos de menores ingresos en las ciudades, debe resaltarse que también
se observaron representaciones sociales y prácticas proclives a la reproducción de
las relaciones paterno, materno y filiales entre los estratos seis de las ciudades de
Bogotá, Bucaramanga y Cartagena. Estos entrevistados/as fueron clasificados en
la tendencia tradicional porque formaban familias nucleares con una férrea divi-
sión sexual del trabajo, donde las madres tenían como único proyecto vital a su
prole y los padres interpretaban su rol en función de la proveeduría e inhibían
sus expresiones afectivas con ellos/as, ejerciendo una autoridad rígida. Estos casos
demuestran que no se presenta una relación mecánica entre el cambio con respec-
to a las relaciones familiares y el estrato social, pues ciertos grupos de altos ingresos
no son permeados por las corrientes innovadoras al respecto, más bien se identi-
fican con las tradiciones fundamentadas en discursos religiosos o biológicos, que
con frecuencia pronostican como muy negativo para la sociedad el advenimiento
de relaciones más democráticas entre género y generación.

Al mismo tiempo, cuando se analizan las entrevistas, sorprenden las referen-


cias de padres y en mayor medida de madres, que manifiestan concepciones
modernizadoras alrededor de su infancia y de su rol como padres y madres, aun-
que sus condiciones de vida y empleos son muy precarios y provienen de hogares
muy pobres. A pesar de haber recibido de sus progenitores una socialización de
estilo rígido, en medio de muy pocas expresiones afectivas, estas madres o padres
innovan y se niegan a reproducir las formas de socialización que la tradición les
impone. Así, si bien estas narraciones están inmersas en conflictos y contradiccio-
nes, como se enunció anteriormente, se demuestra cómo sus representaciones
sociales están permeadas por corrientes innovadoras acerca de la paternidad y la
maternidad, por encima del estrato social a que pertenecen. A manera de hipóte-
sis, se propone como fuentes de cambio de las representaciones sociales en tomo a
la paternidad y la maternidad el papel de los medios de comunicación, en espe-
cial de la televisión y la radio, así mismo inciden en el cambio los programas del
Estado encaminados hacia esa población, tales como las guarderías infantiles, las
reuniones de padres de familia en las escuelas y colegios de los hijos/as, eventos
que provocan cuestionamientos a las tradiciones, nuevas circunstancias o desa-
fíos vitales como el encuentro e interacción con otros sectores sociales. Es el caso
de las empleadas del servicio doméstico de origen rural, quienes al migrar a las
ciudades, deben compartir con otras familias y se presenta la influencia de la
comparación de sus propias experiencias con la socialización que observan en los
otros hogares.

71
Wanda Puyana V. Edición final

Formas familiares y cambios en la paternidad y la


maternidad
La conformación de los hogares se asocia con el contexto social, con los cam-
bios en el trabajo de la mujer, los procesos de modernización y secularización, y
otros aspectos ya enunciados en el capítulo anterior. La diversidad que hoy se
encuentra en las formas familiares manifiesta un proceso de cambio y revolución
de la intimidad, en palabras de Antony Giddens56. Sin embargo, persiste una
contradicción entre una tendencia a idealizar la familia, especialmente marcada
por las ideologías religiosas, respecto de las formas familiares que en América
Latina se desarrollan.

Como se planteaba en varios apartes de este texto, en la presente investigación


se estudiaron la paternidad y la maternidad según el tipo de hogar que estos
conforman, distribuyéndose los mismos en nucleares, extensos, monoparentales
femeninos o masculinos, superpuestos y poligenéticos57. Al analizar la informa-
ción, se concluye que en las ciudades persiste una diferencia en la forma como
padres y madres cumplen con ¡as funciones de autoridad, proveeduría, activida-
des domésticas y la manera como se expresan afectivamente con la prole, según
sea el hogar que conforman. Al mismo tiempo, sobresale la representación social
con la cual se legitima la familia nuclear conformada por la pareja y los hijos/as
nacidos de esta unión, mientras que en los demás tipos de hogar se conciben
formas transitorias como un fracaso o una necesidad, debidas a ciertas circuns-
tancias vitales y se sueña por volver a construir un hogar nuclear. A continuación
se analizarán en primer término las diferencias de ser padre y madre según el tipo
de hogar y en segundo lugar, el significado otorgado a la familia nuclear como
representación social dominante.

La familia extensa conformada por la presencia de tres generaciones estuvo


integrada bien sea por una pareja de procreación e hijos/as, o por una mujer jefe
de hogar con sus descendientes. Al mismo tiempo, con este tipo se hogar se resca-
tan hijos adultos y, en especial, madres sin pareja, que se albergan allí porque no
están en posibilidad de conformar hogares independientes. Se destaca el papel de
las abuelas ante las necesidades de las madres solteras porque, gracias al apoyo
brindado, éstas logran seguir en el sistema educativo o cumpliendo su papel de
proveedoras, a pesar de las responsabilidades que su situación les demanda. Este
tipo de hogar, se constituye en una necesidad valorada por los sectores de más
bajos ingresos de las ciudades, pues se convierte en un mecanismo de superviven-
cia ante la crisis, el desempleo y como alternativa de apoyo para la crianza de
hijos e hijas. A su vez, la convivencia de tres generaciones en la misma vivienda,
flexibiliza las fronteras para compartir los recursos, proveer a los desprotegidos,
compartir viviendas amplias, acoger parientes que migran del sector rural o asu-
mir la protección de los niños/as cuando las madres se ausentan por circunstancias

'•"Giddens, A. La Transformación de la Intimidad. Ediciones Cátedra, Madrid, 1992.


'7La calificación de poligenéticos o superpuestos aún está en debate para significar los hogares
compuestos por hijos e hijas de diferentes uniones anteriores. Jiménez, B. Los Míos, los Tuyos y los
Nuestros. Universidad de Antioquia, Medellín, 2001.
72
Cambios y permanencias

laborales. Esta forma de familia cumple también un papel central ante los secto-
res más golpeados por el desempleo y la falta de seguridad social, es, en suma,
una especie de amortiguador ante la crisis que tanto agobia a los colombianos/as
hoy. En diversas investigaciones realizadas en Guadalajara y en la ciudad de
México pudo contrastarse similar situación, ya que los hogares extensos eran mucho
más capaces de disminuir los efectos de las crisis económica y la precariedad de
los salarios. "Todos esos estudios han dado evidencia del dinamismo de los grupos fami-
liaresy de su íntima relación cambiante con los también cambiantes mercados de trabajo "5S.

En los hogares extensos los conflictos intergeneracionales se aumentan, en es-


pecial porque prevalece la representación social que delimita las funciones de
autoridad sólo a padres y madres, mientras que se considera que los abuelos/as
deben brindar el afecto. Por otra parte, los cambios en torno a la democratización
de las relaciones familiares resquebrajan el respeto a los mayores y la obediencia
que la prole debe a los mismos, atenuando al tiempo un mecanismo que facilitaba
la convivencia. Aveces los menores se mueven bajo la premisa de los derechos de
los niños/as, mientras que los mayores son más proclives a una educación rígida y
autoritaria. Sin embargo, con frecuencia también los abuelos y abuelas son elásti-
cos con la autoridad y en consecuencia, los padres y madres les demandan ser
más estrictos con los nietos. Finalmente, cualquiera que sea la actitud de los
mayores, permisiva o autoritaria, se producen conflictos entre generaciones. Las
interpretaciones sobre la familia extensa varían en las ciudades: en Bucaramanga
se concentran los padres y madres más tradicionales por cuanto los abuelos y
abuelas reproducen dichos valores en medio de la convivencia, mientras en Car-
tagena se vive con más satisfacción en este tipo de hogares, reproduciendo así la
tradición de compartir en familias ampliadas.

En relación con los hogares monoparentales femeninos o masculinos se encon-


traron características comunes que los diferencian de los demás, cuando se cumplen
las funciones paternas o maternas. En primer lugar porque estas circunstancias
provocan de inmediato una inversión de roles y a padres y madres se les imponen
retos para los cuales no fueron socializados. Acorde con esto, las mujeres, forma-
das para las labores más propias del hogar, deben desarrollar tareas encaminadas
a generar ingresos, mientras los hombres, preparados para la proveeduría y sepa-
rados de las labores domésticas cuando niños, deben cumplir con estas tareas y
constituirse en el apoyo afectivo fundamental de su prole. Asimismo, en los casos
de hogares monoparentales femeninos o masculinos, padres o madres se
sobresaturan de funciones porque, por lo general, el apoyo de su pareja es míni-
mo, ya que éstos y éstas tienden a marginarse de sus responsabilidades, a partir
de la separación. Por otra parte, con frecuencia quienes no conviven con la prole
se convierten en padres de fines de semana y en este caso los hijos/as deben com-
partir normas de ambos hogares que con frecuencia se contradicen.

Si bien padres y madres vivencian circunstancias similares por el hecho de


convivir sin pareja y permanecer sobresaturados/as de responsabilidades, se pre-
58
González de la R., M. Cambio Social v Dinámica Familiar. Revista Nómadas, No. 11, México,
Octubre 1999-2000, p. 56
73
Wanda Puyana V. Edición final

sentan diferencias según el sexo. En el caso de las madres, las estadísticas demues-
tran que esta forma de convivencia es mucho más común, ya que se acostumbra
que ellas respondan por los hijos/as después de la separación, concentrando una
sobrecarga de responsabilidades y trabajos, a causa de las labores domésticas y el
cuidado de la progenie. Mientras los hogares monoparentales conformados por
padres y la prole estadísticamente son menos significativos, reciben apoyo más
constante de la familia de origen. De todas formas, mientras que en los relatos de
los padres se enfatiza en las dificultades para asumir la custodia de la progenie,
en los de las madres se destacan las responsabilidades, las culpas y las tensiones
cuando deben asumir el trabajo fuera del hogar. A esta situación se suma el que
en el mercado laboral los ingresos femeninos son menores respecto de los masculi-
nos, lo cual hace aún más precarias las condiciones económicas de los hogares
monoparentales femeninos.

Como consecuencia del cambio de roles que deben asumir padres o madres
con este tipo de hogar, se observa una mayor confluencia de los mismos en la
tendencia calificada como de transición en todas las ciudades; lo cual demues-
tran que son más susceptibles al cambio porque las circunstancias demandan
nuevos roles y por ello se contradicen con los patrones tradicionales de la división
sexual de roles en el hogar.

Si bien no existen estadísticas que demuestren el aumento de los hogares su-


perpuestos o poligenéticos en el país, el incremento de las nuevas uniones entre
las parejas separadas permite afirmar que ésta es una situación ahora más común
y se convive así, a pesar de las restricciones que aún se mantienen sobre ese tipo
de hogares. Por lo general, en éstos las relaciones entre padres, madres y prole son
bien conflictivas: por una parte, porque persisten recelos de los niños/as o jóvenes
frente al rol de padrastro o madrastra, y por otra, por el temor al incesto, lo que
genera dificultad para las expresiones afectivas entre ellos y ellas. Aun el padre o
la madre social son concebidos como intrusos cuando se trata de establecer lazos
amorosos, reproducir normas o controlar a los jóvenes. Es frecuente la idea de que
sólo los padres o las madres biológicas pueden castigar físicamente a su prole y se
establece la distinción entre aplicar un castigo más simbólico a quienes no son los
hijos/as por lazos de sangre. Asimismo, cuando el padre está vivo, se exige la
proveeduría a éstos y de allí se deriva la legitimación de la autoridad en el padre
biológico. Los conflictos en este tipo de familia se acentúan en relación a los/as
adolescentes. No obstante, estas dificultades no se presentan en todos los hogares
superpuestos o poligenéticos; en algunos de ellos, en especial de la tendencia de
ruptura, se construyen relaciones de solidaridad, intenso afecto, formas de auto-
ridad democrática entre padrastros, madrastras con hijos e hijas sociales. Esta
vinculación afectiva permanece a pesar de que las parejas se separen de nuevo.

Si bien en las ciudades objeto de este estudio la familia nuclear ha perdido


importancia debido al aumento o, por lo menos, al reconocimiento social de otros
tipos familiares, aún persiste una enorme valoración por la familia monogámica,
conformada por una pareja que perdure durante muchos años, institucionalizada
a través del matrimonio, preferentemente católico. En las y los entrevistados, ésta
74
Cambios y permanencias

valoración sigue siendo un referente ideal para ejercer la paternidad y la materni-


dad. Se puede considerar, después de un análisis riguroso de los relatos, a estas
imágenes como las representaciones dominantes sobre la familia. Uno de los con-
flictos que más se destacan en las formas familiares diferentes a la nuclear tiene
que ver con un cambio no simétrico entre representación y práctica, porque ha
variado la sociedad el lugar preponderante de la familia nuclear, pero ésta no
tiene mucho peso en la representación. Cuando se vive en otro tipo de familia,
esta representación dificulta la adaptación a esa forma diferente de vida familiar.
La contradicción es especialmente evidente entre los hogares de tipo superpuesto
o poligenético, ya que el rechazo hacia la calificación de padrastro o madrastra es
fuerte, incluso entre los grupos familiares más renovadores. Las contradicciones
derivadas de estos cambios también ocurren en otros contextos sociales, como
anota Mercedes González para el caso de México, ya que para ella católicos o
protestantes continúan idealizando la familia nuclear monogámica; al respecto
dice la autora: "lejos de ser unas formas patológicas, la unidades familiares no nuclea-
res, deben ser entendidas como parte de la compleja configuración que las familias asumen
en México y en el mundo entero"59.

Cambios en las representaciones sociales


Para concluir, se tratarán los cambios en las formas como se representan y
cumplen padres y madres las tareas referidas a la proveeduría, los oficios domés-
ticos, la autoridad y las expresiones afectivas, a partir de la conceptualización
realizada por Jodelet acerca de la representación social, quien la define como: "un
conjunto organizado de opiniones, actitudes, creencias y situaciones sobre un objeto o una
situación ". Son formas de saberes colectivos interiorizadas y reelaboradas por los
sujetos que tienen un carácter constituido y otro constituyente. Con el primero se
hace referencia a que son producto de la vida social y, con el segundo, a cómo
intervienen en la misma, creando realidades. En este caso, las funciones de pa-
dres y madres aquí señaladas, son determinadas por el sujeto, su historia, el
sistema social, e ideológico en que se encuentra y por la naturaleza de los víncu-
los que tiene la persona con el contexto social60. Las representaciones sociales
cambian, influenciadas por nuevas circunstancias que van rompiendo el núcleo
mismo de la representación. Bajo esta perspectiva se plantean conclusiones acer-
ca de los cambios de las representaciones sociales, alrededor de la maternidad y la
paternidad.

Con respecto a la proveeduría, la representación social dominante en los años


60 era la del padre proveedor, acompañado por la madre ama de casa. Contenía
un núcleo central fuerte, coherente cimentado en la ideología de la domesticidad
difundida en Colombia desde el siglo XIX. Sin embargo, circunstancias que obli-
gan al cambio de la representación social, como la vinculación masiva de la mujer
al mercado laboral, acompañada de la necesidad de un ingreso complementario
al del marido en el hogar, el aumento de su educación y de las ideas libertarias de
las mujeres, fueron alterando el núcleo mismo de la representación. Hoy, la mayo-
S9
Ibid., p. 55.
"Jodelet, D. La Representación Social. Fenómenos, conceptos y teorías. En: Moscovici, S. et al.
Psicología Social II, Paidós, Barcelona, España, 1984, p. 478.
75
Wanda Puyana V. Edición final

ría. de los entrevistados/as legitiman una nueva representación social, la provee-


duría económica como fundón compartida entre mujeres y hombres, porque ambos
requieren de estos ingresos para el sostenimiento familiar. Sin embargo, en algu-
nos grupos sociales, estos cambios aún no están acompañados en la práctica con
variaciones en las representaciones, en el sentido del cuestionamiento a las
inequidades entre los géneros. Padres y madres calificados en la tendencia tradi-
cional, aún no han visualizado el trabajo y el aporte de las mujeres en el
sostenimiento económico del hogar. En algunos casos estos cambios empiezan con
la actitud resignada con la que el hombre enfrenta el trabajo de la mujer, ante la
necesidad de un ingreso adicional para el sostén del hogar, aunque siguen consi-
derando que ellos son y deben ser los proveedores únicos, a pesar de que aceptan
la cooproveduría, minimizan el aporte de las mujeres, bajo el argumento de que
ellas tienen pocos ingresos y los utilizan en gastos menores o "blandos". En cam-
bio, los que han aceptado la participación de la mujer como proveedora, valoran
la nueva condición femenina, constituyendo arreglos menos conflictivos y contri-
buyendo a desarrollar los proyectos de vida de la pareja por fuera de lo doméstico.
Son grupos de padres y madres calificados en las tendencias de transición o rup-
tura cuyo núcleo de la representación lo constituye la cooproveduría y la equidad
de derechos y deberes.

Sin embargo, aún persisten rezagos de la representación anterior porque si el


ingreso del padre es menor que el de la madre, o cuando éste no tiene empleo, se
presentan situaciones de conflicto; ei hombre ve resquebrajada su representación
de padre proveedor y se enfrenta a dificultades prácticas como atender de mane-
ra directa a los hijos y comunicar su afecto. También se encuentran obstáculos
para enfrentar la pérdida del control absoluto de sus ingresos económicos y, por lo
tanto, se cuestiona su identidad paterna definida de acuerdo con modelos pa-
triarcales del pasado.

Con el trabajo remunerado por fuera del hogar la mujer tiene la oportunidad
de cuestionar la crianza y socialización como única tarea femenina, aumentar su
reconocimiento social y construir proyectos de vida alternativos o simultáneos a
la maternidad. No obstante, cuando son afectadas por las representaciones tra-
dicionales aún interiorizadas por ellas y se sienten como las únicas responsables
del destino de la prole, ellas tienden a justificar su participación en el mercado
laboral por sus hijos/as, argumentando que sus ingresos contribuyen a mejorar la
calidad de vida de éstos. Al mismo tiempo, se debaten entre el trabajo remunera-
do y la atención de su progenie sometidas a un grado muy alto de tensión y
culpa.

Con relación al trabajo doméstico, se pasa de un núcleo de la representación


que obligaba a la mujer al oficio doméstico como si fuera una tarea natural,
propia de su sexo y de ser madre o esposa, hacia la solicitud al padre para inter-
venir en dichas tareas. La cultura que antes, bajo adagios populares como el
hombre en la cocina huele a caca de gallina, les eximía de los oficios domésticos,
ahora, por el contrario, les exige un rol diferente. En este caso, circunstancias
sociales como el trabajo de la mujer fuera del hogar, pero principalmente la asimi-
76
Cambiosy permanencias

lación de ideas libertarias o de equidad entre los géneros, fragmentaron el núcleo


mismo de la representación y hoy existen nuevas construcciones, a veces débiles,
acerca de la equidad.

En síntesis, el trabajo doméstico se fragmenta en tres ámbitos: el primero,


concentra las tareas asociadas a la reposición de las energías vitales; el segundo,
tiene que ver con el cuidado físico y afectivo de los hijos/as y el tercero está
orientado a la transmisión y adquisición del capital cultural. Acorde con esto, se
concluyó que la mayoría de los hombres entrevistados participaban muy poco de
las tareas de reposición, a no ser que existan circunstancias especiales. Solamente
los hombres que han hecho rupturas significativas con el modelo de padre provee-
dor y madre ama de casa, logran asumir responsablemente las tareas denominadas
de reposición o servicio de los miembros del grupo familiar. En cambio los padres
se integran más al cuidado físico y afectivo de los hijos e hijas, participando en la
socialización de los niños/as a través del juego, la lectura, obteniendo una mayor
satisfacción afectiva. El tercer ámbito, relacionado con la formación de los hijos a
través de la educación formal e informal, compromete a padres y madres de ma-
nera diferencial: si bien ambos tienen interés en participar en el desarrollo educativo
de los hijos, los padres encuentran mayores obstáculos para lograrlo por estar más
comprometidos con la proveeduría.

En relación con las formas y con la concentración de la autoridad, los cambios


en las representaciones sociales han sido intensos por cuanto en la década del 60
el núcleo de éstas legitimaba la autoridad centrada en el padre, quien por ser el
proveedor presentaba la imagen dura requerida para el estilo autoritario. Las
madres también eran fuertes y acompañaban estas imágenes: unos y otros eran
más bien distantes en las comunicaciones con la prole. Esa representación social
se ha resquebrajado e ideas que legitimaron la autoridad en el padre se han debi-
litado y no son tan generalizadas hoy. El mayor reconocimiento del papel de
proveedora de la mujer puede incidir en el debilitamiento de la autoridad centra-
da en el padre, es más común la autoridad compartida y en las familias en las
cuales el padre concentra el poder se hacen evidentes conflictos que manifiestan
el desacuerdo con el monopolio masculino del mismo.

Aunque hay contradicciones entre padres y madres sobre la normalización


de la infancia que se expresan en desacuerdos entre el ejercicio de la autoridad
democrática y la autoritaria, entre el castigo físico y el uso del diálogo, se presen-
ta una tendencia a favorecer las representaciones y prácticas participativas, las
cuales incluyen a los hijos e hijas. Ahora, surgen imágenes sobre los padres amigos
y las madres amigas, que están en contravía con la imposición de límites.

El discurso social sobre el ejercicio de la autoridad ha debilitado la educación


autoritaria, generando fisuras al núcleo de las representaciones que la legitima-
ban, en la medida en que se incluyen conceptos desaprobatorios del castigo físico
e ideas que propenden por una moderación de los mismos y la utilización del
diálogo en su reemplazo. En los relatos de padres y madres se observa aún la
presencia de castigos físicos, aunque con menor frecuencia e intensidad que los
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Wanda Puyana V. Edición final

ejercidos por sus progenitores. Se suelen emplear formas más simbólicas de ejercer
el control tales como la supresión de permisos y de estímulos, el chantaje o la
amenaza, la amonestación y la persuasión. De todos modos en el proceso de
disciplinar las nuevas generaciones se observa una tendencia a implementar prác-
ticas moderadas y el ejercicio del autocontrol por parte de padres y madres ante
la agresividad que las faltas de la prole provocan. Nuevas representaciones socia-
les se divulgan como las referentes a ios derechos de los niños y niñas, que son
especialmente interiorizadas y defendidas por éstos y éstas. Por otra parte, se usa
la afectividad para imponer la autoridad, pues si en los años sesenta padres y
madres tenían temor a expresar los afectos para no perder la autoridad, ahora,
cuando manifiestan su amor a la prole, les solicitan cumplir con las normas.

En cuanto a las expresiones afectivas se presentó un cambio en las representa-


ciones sociales y en las prácticas: de relaciones distantes, con marcadas fronteras
en el contacto corporal y verbal de padres, madres y progenie, se pasa a una
representación social que concibe que para el desarrollo normal de la infancia, se
requieren expresiones afectivas como las caricias o los besos. El resquebrajamiento
de la representación social, con la cual padres y madres evitaban las caricias para
no perder la autoridad, ha incidido en un proceso de vulgarización de psicoaná-
lisis y de la psicología, ya que se han apropiado teorías proclives a las expresiones
afectivas como fundamentales para la construcción de una niñez con salud men-
tal.

Esta representación sobre el afecto genera prácticas caracterizadas por mayor


comunicación corporal entre padres, madres, hijos e hijas, por más horizontalidad
en el trato, conversaciones acerca de sí mismos y una disminución de las brechas
entre el mundo de los adultos y el de la niñez. Se mantiene, sin embargo, una
fuerte tensión por la paradoja del querer ser "amigo" de los hijos y, a la vez,
conservar la posición de autoridad. Aún a veces los padres dudan de las expresio-
nes de afecto a los varones, debido a temores homofóbicos.

Como se ha demostrado a lo largo de este capítulo, las transformaciones en la


organización familiar y en las relaciones padres-hijos/as son más lentas de lo que
ellos y ellas creen. Por otra parte, éstas son diferentes según el estrato, las formas
familiares y, en especial, la manera como las subjetividades se sitúan ante ellos/as.
En ese sentido no existen todavía aún palabras apropiadas para describir el papel
del padre afectuoso y comprometido con su progenie, asociándose, por ejemplo,
con la idea de "padres maternales". Las mayores dificultades en tomo a un len-
guaje que demuestre la legitimación de representaciones sociales proclives a nuevas
formas de familia se relacionan con la superpuesta o poligenética. Según esto,
cuando el padre contemporáneo se enfrenta a las complejas articulaciones que
demandan relaciones entre hijos sociales y biológicos denominados: "los míos, los
tuyosy los nuestros", choca con las cargas negativas de las imágenes sobre el padras-
tro o la madrastra.

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Cambiosy permanencias

Hasta aquí se han presentado las conclusiones generales de la investigación,


en adelante se tratarán los rasgos particulares del cambio en medio del contexto
de cada ciudad. Por ello, las autoras hemos realizado artículos específicos enca-
minados a ilustrar las variaciones de la paternidsd y la maternidad cuando
cumplen funciones como la autoridad, los oficios domésticos, la proveeduría, las
expresiones afectivas, así como las contradicciones que dichos fenómenos
generan.

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