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Monje budista le enseña a una niña cómo dejar de sufrir por las opiniones de
los demás (VIDEO) 2
Monje budista le enseña a una niña cómo dejar de sufrir
por las opiniones de los demás (VIDEO)
Por: pijamasurf - 03/30/2015
Si quieres escapar de la dicotomía de sentirte bien cuando alguien habla bien de ti y mal cuando
alguien habla mal de ti, escucha estas palabras con las que Thich Nhat Hanh contestó a la
apremiante pregunta de una adolescente
La mayoría de las personas se guía por las presiones sociales: somos animales políticos y el
colectivo resuena en nuestro interior. Esto es algo natural, siendo parte de una especie
cableada para buscar la aprobación y la seguridad que brindan los signos de confort social: las
sonrisas, los asentimientos, los gestos de simpatía. Sin embargo, esto a veces nos puede llevar
a un infierno interno o a una parálisis enajenante en la que nuestros actos y pensamientos son
determinados por nuestra preocupación por cómo serán recibidos por los demás.
En una conferencia con el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, una niña se atrevió a
preguntarle sobre la enorme influencia que los demás ejercen en nuestra vida psíquica.
"Cuando alguien habla bien de mí me siento feliz, cuando alguien habla mal de mí me siento
infeliz". Esto es problemático porque nos deja como veletas de las opiniones externas y nos
hace completamente dependientes de factores que no podemos controlar.
Thich Nhat Hanh, quien también es poeta, explica que para escapar de esta tiranía de los juicios
ajenos es importante explorar profundamente la propia conciencia y encontrar una epifanía
("insight"), esa médula de certidumbre (que tal vez alguien identificaría con el alma), y desde
esa profundidad moverse:
Ten fe en ti misma. Si vemos las cosas profundamente, las entenderemos... y [así]
encuentras ese insight, lo que te da confianza en ti misma--encuentras la paz respirando y
crees en ello... practicas respiración consciente y sabes, por tu propia experiencia, que eso
te ayuda, así que las opiniones de las otras personas no te hacen abandonar esa creencia...
te das cuenta también que la noción de la belleza difiere entre cada persona... son sólo
nociones y opiniones, cada quien piensa distinto... pero sabes que eres una flor en el jardín
de la humanidad, perteneces al reino de Dios como cualquier cosa... eres la continuación
de esta belleza y las opiniones de los demás no te afectan... Puedes así cultivar la semilla
de la compasión en ti y saber que tienes un valor.
El monje vietnamita le cuenta una historia sobre lo que le ocurrió en la guerra, cuando en su
pueblo decidieron no tomar partido entre los bandos en conflicto:
Pensaban que éramos estúpidos porque no tomamos un partido, si tomas algún partido al
menos te protegerá uno de ellos, pero si crees que tu camino es la compasión, sigues
adelante... muchos pensaban que éramos comunistas, otros pensaron que éramos
proamericanos, pero de todas maneras continuamos con nuestro camino, porque creímos
en nuestros valores... si continuas así serás como una montaña que no puede ser asaltada
por las opiniones, así que buena suerte.
En otras palabras, Thich Nhat Hanh señala que la clave es creer en ti mismo y practicar la
compasión, habiendo descubierto la belleza del mundo del que somos parte.
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Heidegger
La neurociencia, la biología y la física --sin duda tres de las ramas dominantes de la ciencia
contemporánea-- tienen en común una creciente concepción de la naturaleza fundamental de
las cosas en términos de la información. Como dijera el físico John Wheeler, from bit to it. Lo
que en la filosofía es el ser, en la ciencia cada vez más se trata como un principio informático,
una ontología lingüística, matemática y programativa. De otra forma Heisenberg había dicho:
"los átomos no son cosas, son tendencias", lo cual sugiere que deberíamos de pensar en la
realidad como una especie de infraestructura matemática con una tendencia probabilística a
hacerse manifiesta. Este es el paso de la información a la realidad.
Según el filósofo Lawrence Berger: "Se puede argumentar que la ciencia cognitiva tiende a
ignorar la importancia de lo que muchos consideran las características esenciales de la
existencia humana, prefiriendo concebirnos como procesadores de información en lugar de
humanos de sangre caliente inmersos en un mundo de significado". Berger tiene en mente al
neurocientífico Michael Graziano, quien escribió en el New York Times que "realmente no
tenemos sentimientos internos de la forma en la que muchos creemos", y que en realidad la
conciencia de sí que creemos tener es un error que surge al intervincular la percepción de un
objeto con un sujeto que percibe: "no hay impresión subjetiva; sólo información en un aparato
de procesamiento de datos".
La idea es que nuestra presencia en el mundo tiene un efecto sustancial en cómo las cosas
se desenvuelven, más allá de los procesos físicos o fisiológicos que supondrían ser la base
última de la actividad humana. Así, por ejemplo, cuando sentimos que alguien realmente
nos está escuchando, nos sentimos más vivos, sentimos nuestro ser verdadero emergiendo
a la superficie --es en este sentido que la presencia en el mundo importa.
La forma en la que las cosas cobran esta presencia significativa que vivifica el ser, es a través
de la atención humana. Heidegger habla de la importancia de percibir las cosas
ontológicamente y no sólo instrumental o utilitariamente: objetos como un martillo que sólo son
concebidos mecánica y hasta automáticamente como herramientas funcionales de alguna
manera desaparecen a nuestro alrededor. En este sentido hay una conexión en su pensamiento
con la filosofía oriental, especialmente el zen, que llama a presenciar la naturaleza de los
objetos con la más circunspecta atención: esta atención aguzada es una comunicación del ser -
-un desocultamiento de lo esencial; las cosas no pueden más que mostrar su naturaleza
esplendente cuando se les mira con cuidado. La apertura al ser permite que seamos lo que
presenciamos: nuestra conciencia crece al presenciar un atardecer, una montaña, un jarro de
agua, las alas de una cigarra, el rumor del viento entre los árboles; integra lo que observa y se
exalta.
Es posible probar este efecto de atención-revelación. Por ejemplo observar qué sucede cuando
nos quedamos con una piedra y le otorgamos nuestra sostenida atención, abiertos a lo que se
puede manifestar. Esto debería de hacer que experimentemos la piedra más allá de lo que
comúnmente experimentamos cuando interactuamos con una piedra, al estar "en contacto
directo con ella a través de mi presencia de mundo", dice Berger. Quizás nos podamos acercar
a un misticismo cotidiano en la percepción del ser. Aunque según Heidegger la filosofía no se
ha hecho la pregunta por el ser, tenemos numerosos relatos místicos de este desocultamiento
radiante del ser, de lo infinito en lo infinitesimal. James Joyce escribió en Ulises que cualquier
cosa, si uno la mira fijamente, provoca visiones místicas. Por ejemplo, Santo Tomás con una
piedra: “Encontré una cierta piedra, roja, brillante, transparente y en ella vi la forma de todos los
elementos y también sus contrarios". O Aldous Huxley, bajo una luz de transfiguración óntica
(aunque también bajo la mezcalina):
Como flores brillaban cuando los veía… Libros rojos, como rubíes; librosesmeraldas; libros
empastados con jade blanco; libros de ágata; de topacio amarillo; libros de lapislázuli cuyo
brillo era tan intenso, tan intrínsecamente significativo que parecía salir volando de los
anaqueles para ocupar insistentemente mi atención.
Heidegger consideraba que la tecnología (techné), al igual que la poesía, tiene el atributo de
hacer manifiesto, de revelar las cosas. Pero esta acepción de la tecnología no es la que hemos
practicado como civilización. En cambio, interpretamos las cosas como equipo e instrumentos
en función a un sistema particular de propósito y sentido y perdemos conciencia del ser.
Heidegger no divide del todo entre sujeto y objeto, o entre el ser humano y el ser de las cosas,
por lo que en el trance de ver todas las cosas --el planeta mismo-- como recursos energéticos,
también el ser humano se convierte en un recurso, en energía para usarse y gastarse, nos
volvemos infraestructura humana, bio-techné y nos alejamos del ser. Sin embargo, hay una
posibilidad latente de habitar poéticamente incluso con la tecnología, preguntándonos siempre
por el ser.
Ser uno con todo --esta es la vida divina, este es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo
que vive, regresar a un estado beatífico de disolución de la identidad hacia el Todo de la
Naturaleza-- este es el pináculo del pensamiento y la alegría, la sagrada cima de la
montaña, el lugar de eterno sosiego, en el que el mediodía pierde su calor opresivo y el
relámpago su voz y el mar hirviente es como el campo floreciente de grano.