Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Una de los principales problemas que no hacen abordar el tema de “La pena de
muerte” es el gran incremento de la delincuencia en México, lo cual genera
inseguridad, indignación, coraje y deseos de venganza por parte de la sociedad
Mexicana la cual pide un mayor esfuerzo por parte de las autoridades locales para
prevenir los delitos y sancionar adecuadamente a los delincuentes.
La pena de muerte en nuestra sociedad está catalogada como algo antiético porque
nuestra conciencia nos dicta que las personas tenemos derecho a la vida y el
principal motivo de nuestra constitución actual es salvaguardar la integridad de
todos a quién está dirigida.
El propósito de analizar la pena de muerte es poner en una balanza los pro y los
contra de aplicar esta pena. Un pro sería tener un castigo ejemplar y un contra sería
que el país no cuenta con los suficientes recursos económicos ni humanos.
“Queda también prohibida la pena de muerte por delitos políticos, y en cuanto a los
demás, sólo podrá imponerse al traidor a la Patria en guerra extranjera, al parricida,
al homicida con alevosía, premeditación y ventaja, al incendiario, al plagiario, al
salteador de caminos, al pirata y a los reos de delitos graves del orden militar.”
Analizaremos si dicho artículo debía seguir al día de doy o si estuvo bien que se
reformara.
Argumentos históricos:
● El C. Diputado Gaspar Bolaños V. pretende la abolición de la pena de
muerte, salvo el caso de traición a la patria, fundando su iniciativa,
sintéticamente, en las mismas razones que han venido sosteniendo los
abolicionistas de la pena capital; ésta constituye una violación al derecho
natural: su aplicación es contraria a la teoría que no autoriza las penas sino
como medio de conseguir la corrección moral del delincuente; es inútil la
pena de muerte, porque no es verdad la ejemplaridad que se ha pretendido;
quien menos sufre con la aplicación de esa pena, es el propio delincuente; a
quien afecta principalmente es a su familia; y, por tanto, es injusta aquélla,
porque castiga con rigor implacable a quien no tiene culpa; la irrevocabilidad
de tal pena no deja lugar a la enmienda de errores judiciales; en el estado
actual de la ciencia, no puede asegurarse si un infractor de la ley es un
criminal o un enfermo; por medio de la pena de muerte se confunden los dos
casos de una manera irreflexiva e injusta. La delincuencia entre nosotros es
fruto de la ignorancia; mientras la sociedad no haya cumplido con su deber
de extirpar ésta, no tiene el derecho de aplicar la pena de muerte, puesto que
los delitos a que ella se aplica son el fruto de la omisión de la misma
sociedad. Por último, está cumplida la condición bajo la cual los
constituyentes de 1857 ofrecieron al pueblo la abolición de la pena capital; ya
se ha establecido el régimen penitenciario; no debe demorarse más el
cumplimiento de esta solemne promesa.
Argumentos Filosóficos:
La pregunta es: ¿cuál es el delito que con justicia puede ser sancionado con la pena
capital? La ejecución de un delincuente sólo podría considerarse como una
expresión de la justicia si ésta se sustentará en el principio de la retribución, cuyos
orígenes los encontramos en la ley del talión: “ojo por ojo y diente por diente”; ello
supondría que se debe sancionar al delincuente con un mal equivalente al del daño
que causó. Pero la propuesta que se está planteando hoy en día es matar al que
privó a otro de la libertad. ¿Acaso la vida tiene el mismo valor que la libertad?, esto
no puede ser equivalente y ni siquiera en la Edad Media podría considerarse como
una sanción justa. Evidentemente la vida es el bien jurídico por excelencia y los
demás bienes jurídicos tienen un valor menor y eso nos lleva a concluir que no sería
justo privar de la vida a quien afectó bienes de menor valía.
Por ende, si quisiéramos decir que con la pena de muerte se busca un fin retributivo,
entonces sólo podríamos condenar a dicha pena a quien ha privado de la vida a
otro. Mas por esa vía sólo estaríamos institucionalizando la ley del talión, sólo que la
víctima o los familiares colmarían su sed de venganza a través del Estado, que sería
el brazo ejecutor de una sanción desproporcionada con el daño causado; en otras
palabras, “la aplicación de la pena de muerte para los secuestradores se convertiría
en un acto 7 institucionalizado de venganza injusta”
Argumentos criminológicos.
Por otra parte, existen casos en los cuales el factor racial no es decisivo sino
el aspecto económico. Ello quedó de manifiesto en el caso del jugador de
fútbol americano O. J. Simpson, quien a pesar de pertenecer a la raza negra,
pudo evitar la pena de muerte e incluso la condena a prisión gracias al
costoso grupo de abogados que se ocuparon de su defensa.
Si todo lo anterior lo trasladamos a México podríamos preguntarnos:
¿quiénes serían los condenados a muerte?, ¿quienes cometen delitos graves
o quiénes cometen delitos graves y son pobres?
El asunto está dominado por un principio sustancial expresado por el primer párrafo,
según el cual “toda persona tiene derecho a que se respete su vida” y por un
principio procesal según el cual “nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”.
De ahí que, en los países que no han abolido la pena de muerte, ésta no pueda
imponerse sino en cumplimiento de sentencia ejecutoriada dictada por un tribunal
competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con
anterioridad a la comisión del delito. La circunstancia de que estas garantías se
agreguen a lo previsto por los artículos 8 y 9 indican el claro propósito de la
Convención de extremar las condiciones en que sería compatible con ella la
imposición de la pena de muerte en los países que no la han abolido.
Quedan así definidos tres grupos de limitaciones para la pena de muerte en los
países que no han resuelto su abolición. En primer lugar, la imposición o aplicación
de dicha pena está sujeta al cumplimiento de reglas procesales cuyo respeto debe
vigilarse y exigirse de modo estricto. En segundo lugar, su ámbito de aplicación
debe reducirse al de los más graves delitos comunes y no conexos con delitos
políticos. Por último, es preciso atender a ciertas consideraciones propias de la
persona del reo, las cuales pueden excluir la imposición o aplicación de la pena
capital.
En esta materia la Convención expresa una clara nota de progresividad, consistente
en que, sin llegar a decidir la abolición de la pena de muerte, adopta las
disposiciones requeridas para limitar definitivamente su aplicación y su ámbito, de
modo que éste se vaya reduciendo hasta su supresión final.
Aun cuando la Convención no prohíbe expresamente la aplicación de la pena de
muerte, la Corte ha afirmado que las normas convencionales sobre ésta deben
interpretarse en el sentido de “limitar definitivamente su aplicación y su ámbito, de
modo que éste se vaya reduciendo hasta su supresión final”.
Al interpretar la cuestión de la pena de muerte en general, la Corte ha observado
que el artículo 4.2 de la Convención permite la privación del derecho a la vida
mediante la imposición de la pena de muerte en aquellos países en los cuales no
está abolida.
bibliografia
Maria Elena Lugo Garfias. “PENA DE MUERTE,DEBATE, INDULTO Y
ABOLICIÓN”. Mexico 2008. p.11
A pesar de que en los primeros años del siglo XX los Estados de Arizona, Kansas,
Minnesota, Missouri, North Dakota, Oregon, South Dakota, Tennessee, y
Washington, promulgan leyes abrogando la aplicación de la pena de muerte, la
criminalidad desatada por la Ley Seca (1916-1932) y la depresión económica (1929-
1940) originan que durante la década de los años treinta y cuarenta se registre el
mayor número de ejecuciones durante este periodo.
"Durante cincuenta años, ese gran cambio transcurrió sin ser controlado por
la comunidad que estaba transformando." Las ciudades crecían sin ningún
tipo de maquinaria administrativa, gobierno local ni seguridad pública.
una gama ilimitada de delincuentes y delitos, creando así con cada sentencia
un precedente sobre el que podían basarse las sentencias posteriores. Creó
de esta manera la "Waltham Black Act", 350 delitos punibles con la pena de
muerte, los cuales se referían a: personas armadas o con el rostro pintado de
negro; o armadas y disfrazadas de cualquier otra manera; o a personas que
simplemente iban disfrazadas; y que no iban ni armadas ni disfrazadas o a
cómplices en segundo grado o después del acto.
Los delitos que se incluían eran: delitos contra venados y ciervos, robos de
liebres, conejos o peces, destrucción de manantiales de pozas de peces,
cortar un árbol plantado en cualquier avenida, jardín, huerto o plantación con
fines de decoración, sombra o provecho, delitos contra el ganado, prender
fuego a cualquier cosa, disparar a cualquier persona, el envío de cartas
exigiendo dinero sin firmar o firmadas con un nombre falso y así
sucesivamente hasta sumar 350 tipos.
"Durante cincuenta años, ese gran cambio transcurrió sin ser controlado por
la comunidad que estaba transformando.". Las ciudades crecían sin ningún
tipo de maquinaria administrativa, gobierno local ni seguridad pública.
Este proceso, se extendió por un siglo, y recién llega a su fin cuando Robert
Peel, en 1829, creó un cuerpo de policía moderno. La razón de que no se
hiciera con anterioridad se debe a que los ingleses amaban la libertad, y
tenían un gran temor de que una fuerza regular de policía pudiera ser utilizada
con el fin de limitar las libertades individuales y las libertades políticas.
Tal y como varios documentos oficiales los subrayan, Europa contribuye una
“zona liberada de la pena de muerte” sin embargo, ant6e una situación tan
reconfortante en nuestra región ¿podemos realmente considerar que el debate
sobre la pena capital en Europa está definitivamente cerrado? Una conclusión
de estas características seria precipitada teniendo en cuenta que este acervo
pasar de su carácter aparentemente consensual y su estabilidad relativa
esconde un a serie de problemáticas que merecen un análisis es verdad que
en el debate jurídico europeo la problemática acerca de la justificaciones la
pena capital y delas objeciones que se oponen ya no ocupa una dimensión
central lo que ha llevado a Europa a introducir progresivamente límites
infranqueables que impidan recurrir a esta sanción extrema se rige por la
escala de valores en una sociedad democrática y no solo por criterios utilitario
taras tan lejos de poder considerar que la reflexión sobre la pena de muerte en
Europa ya se ha acabado esta sigue teniendo un gran interés y ello por dos
razones en primer lugar desde la perspectiva de análisis de lo procesos de
integración normativa la experiencia europea que ha llegado a la abolición
(casi) integral muestra una gran especificidad. Así pese a la representación
lineal que a menudo se ha hecho, el abolicionismo europeo se muestra según
un modelo que podríamos definir como “ci rular” en el sentido que el
mecanismo de producción de la prohibición esta acaballo entre una pluralidad
de niveles que interactúan entre si a través de la jurisprudencia de las cortes
supremas. En un primer momento las principales fases de este circulo
virtuoso serán objeto de análisis.
Posteriormente será necesario señalar que dicho mecanismo esta lejos de ser
perfecto: el marco jurídico que consideramos que se ha alcanzado totalmente
presenta una seria de fragilidades, que conviene valorar. El desplazamiento
progresivo que se afectada en los estados unidos desde 2001 hacia una
comprensión, mas fuerte de los espacios de libertad individual y de lo que
Europa claramente se influencia llevan a riesgos de debilitamiento, incluso de
ruptura de circulo abolicionista de implica la inversión de la lógica normativa
que lleva a la creación de este espacio libre de la pena capital. Sin querer
subestimar el alcance efectivo de los peligros que amenaza la fronteras
actuales del derecho a la vida conviene sin embargo prestar atención a las
tentativas de derogar debilitar o restablecer la prohibición: de ahí que la
segunda parte de esta presentación tenga por objetivo el análisis de algunos
riesgos de ruptura del circulo abolicionista.
En diciembre de 1982 la Asamblea General requería a la Comisión de
Derechos Humanos para elaborar un proyecto de protocolo optativo a la
convención Internacional de Derechos Civiles y Políticos tendiente a la
abolición de la pena de muerte.
"La cuestión de ejecutar a alguien muy joven siempre está sobre el tapete.
Según informaciones de agencias periodísticas publicadas en nuestro país a
fines de enero de 1989 y originadas en Chicago, el caso de Paula Cooper,
quien a los 15 años asesinó a una anciana para robarle, fue el centro de una
polémica en la que incluso intervino Juan Pablo II. La joven, que entonces
tenía 19 años y estudiaba para obtener un título universitario, esperaba el
momento de ser ejecutada en una prisión en Indiana. En el momento del
asesinato las leyes de ese Estado permitían la aplicación de la pena capital a
personas de hasta 10 años, pero en 1987 el Estado modificó sus normas de
manera que no se puede ejecutar a nadie que no haya tenido por lo menos 16
años cuando cometió el delito. La cuestión es que la modificación no se aplica
allí retroactivamente y por ende carece de valor en el caso de la joven negra.
La lucha de la defensa, no obstante, consistía en utilizar el argumento del
cambio legislativo para demostrar que la sociedad no admite más suplicio
para un caso semejante. A raíz del interés que el caso despertó se informó
también que 282 personas fueron ejecutadas en los Estados Unidos desde
1642 por crímenes cometidos antes de los 18 años, lo que constituye una
pequeña proporción de los 16.000 ajusticiados en la historia de Norteamérica.
La diferencia con nuestro país es notable, pues aquí no es punible el menor
que no hubiese cumplido 16 años. No se lo juzga capaz de culpabilidad y
consecuentemente sólo se adoptan medidas de seguridad. "