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I. EL VALOR DE UN ÁRBOL
“Imagínate que los árboles dieran señal de Wi-Fi, todo mundo plantaría árboles
como locos y acabaríamos con la deforestación. Es una lástima que solo produzca
el oxígeno que respiramos”. La sarcástica y popular frase de autor desconocido
nos refleja la desalentadora situación actual de la importancia que se le brinda, no
solamente a los árboles, sino al ambiente en general.
La mayoría de personas saben que los árboles y otras plantas son valiosos para la
vida del ser humano. Éstos embellecen los alrededores, purifican el aire, sirven
como barreras contra el ruido, producen el indispensable oxígeno y nos ayudan a
ahorrar energía, refrescándonos con su sombra en el verano y reduciendo el
viento en el invierno.
Los árboles han estado desde que existe nuestro planeta. Las diferentes especies
son vitales para el equilibrio del ecosistema así como para la vida cotidiana del ser
humano. Se utilizan para embellecer espacios, jardines y parques, son
generadores de sombra, humedecen el ambiente y aminoran el ruido, entre otras
cosas. Pero lo más importante es que proporcionan oxígeno al ser humano. Por
ejemplo, una Encina produce diariamente este oxígeno para 10 personas
aproximadamente.
Cada variedad requiere de un cuidado particular pero, más allá del tipo de árbol
del que se hable, lo importante es tomar conciencia del cuidado que merecen los
ejemplares no sólo porque colaboran con el medio ambiente a la hora de brindar
oxígeno sino porque nos regalan placeres varios, desde embellecer nuestro
alrededor hasta nutrir nuestra vista de un hermoso manto verde.
La altura, fortaleza y resistencia de los árboles les otorga una calidad de catedral.
Debido a su longevidad, los árboles a menudo se plantan como monumentos
vivientes. Con frecuencia, sentimos apego por aquellos árboles que plantamos
nosotros o nuestros seres más queridos. El fuerte vínculo que existe entre las
personas y los árboles se hace a menudo evidente cuando nuestros
conciudadanos protestan por la tala de un árbol por motivos urbanísticos o cuando
se reúnen para salvar un árbol especialmente grande o histórico.
Los árboles modifican el ambiente que nos rodea, moderando el clima, mejorando
la calidad del aire, reduciendo la escorrentía de las aguas pluviales y albergando
un hábitat silvestre. Protege la climatología local del sol, la lluvia y el viento
extremo. La energía procedente de sol es absorbida o bloqueada por las hojas de
los árboles de hoja caduca durante el verano, y solo es filtrada por las ramas en
invierno. Cuanto mayor sea la altura de un árbol, mayor será su efecto de
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enfriamiento. Cuando se plantan árboles en la ciudad, podemos moderar el efecto
isla de calor provocado por los edificios y el pavimento.
Los árboles inciden en la velocidad y la dirección del viento. Cuanto más frondoso
sea un árbol o un grupo de árboles, mayor será su resistencia al viento. La lluvia y
el granizo son absorbidos o amortiguados por los árboles, proporcionando
protección a las personas, vehículos y edificios.