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DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA
BOGOTÁ
Junio 2012
RESISTENCIAS, SILENCIOS Y SUMISIONES
Directora
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA
BOGOTÁ
Junio 2012.
2
CONTENIDO
CONTENIDO ..................................................................................................................................... 3
1. DESCUBRIENDO COLORES ................................................................................................ 5
2. EL CUERPO NO ES DESTINO ........................................................................................... 16
3. REALIDADES DIVERGENTES ............................................................................................ 30
FRANÇOISE ............................................................................................................................... 30
LAURA ......................................................................................................................................... 38
SANDRA ...................................................................................................................................... 46
LINA .............................................................................................................................................. 53
ISABELLA .................................................................................................................................... 62
PALOMA ...................................................................................................................................... 71
4. RESISTENCIAS, SILENCIOS Y SUMISIONES ................................................................ 79
5. LA INVESTIGACIÓN COMO INVOLUCRAMIENTO ........................................................ 95
6. BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................... 98
3
A las personas transgénero que luchan cada día
A mi familia,
a Jhon y a Leonardo.
4
1. DESCUBRIENDO COLORES
Yo nací y viví durante 15 años en Ibagué. Una pequeña ciudad, capital del Tolima,
que mi mamá y mi papá describen como “un buen vividero” a pesar del intenso
calor y las escasas oportunidades de empleo. Como una mujer más en la familia
Triviño Moreno, me criaron para ser responsable, dócil, delicada, obediente y en el
largo término casarme con un buen hombre y tener descendencia. Recibí una
educación en que siempre me dejaron en claro que los hombres y las mujeres
somos diferentes; existían algunas cosas que los primeros podían hacer y que si
las segundas hacíamos sería mal visto y generaría el repudio social; por ejemplo
no era propio de una mujer decente emborracharse, ser polígama, llegar tarde a la
casa, tener relaciones sexuales antes del matrimonio, estar sola en la casa con un
hombre que no es su pariente o vestir de forma vulgar.
1
Citado en Flores, Carlos. 2007. La antropología visual ¿distancia o cercanía con el sujeto
antropológico? Revista Nueva Antropología, vol. XX, No. 067, p. 84.
2
En la década de los noventa, había una panadería muy famosa en Ibagué llamada Mateus. Un
empleado que salió disgustado con los dueños difundió en la ciudad el rumor que los panes eran
5
tamaño de la ciudad. Pese a las advertencias, y en parte por rebeldía y en otra
por lealtad a mí misma, desde muy temprana edad me opuse a esas “leyes
naturales” que mi madre me transmitía y señalé que yo era igual a mi hermano, lo
cual acarreó muchas discusiones familiares, castigos y una fuerte sospecha,
infundida por los comentarios de mis compañeras de colegio o de mi familia
extensa, de que yo era lesbiana por no tener novio conocido y era satánica por no
asistir a misa.
Si bien mi trabajo con las personas transgénero está en parte alentado por mi
intención de mostrar otras formas posibles de ser mujer o ser hombre, fue lo que
sucedió años después lo que me haría encontrarme de frente con la homofobia y
ante sus consecuencias reales3 plantearme la necesidad de hacer algo para que
esto no siga sucediendo. El cómo y el cuándo se fueron revelando durante los
años de manera espontánea.
hechos con grasa de muerto; desde entonces las ventas bajaron y casi llevan a la quiebra a este
negocio.
3
Mientras mi hermano y sus amigos caminaban por Chapinero, después de una noche de rumba,
un grupo de hinchas de Millonarios empezaron a gritarles: “Roscones de mierda” y uno de ellos les
respondió: “Dígamelo en la cara”. Entonces el grupo de hinchas empezó a perseguirlos y ellos
tuvieron que huir hacia una estación de bomberos cercana para evitar una probable paliza.
6
cristianos4, por los estereotipos de la televisión5 y por algunos comentarios que
escuchaba en la calle6.
4
Mi papá y mi mamá comentaban que las personas homosexuales estaban poseídas por el
demonio y vivían en pecado y fuera de las leyes naturales pues Dios había hecho hombre y mujer
para la reproducción.
5
En octubre de 1999 se estrenó en Colombia la telenovela “Yo soy Betty la fea”, que incluía a un
personaje homosexual llamado Hugo Lombardi, el cual era afeminado, bullicioso, chismoso y se
desempeñaba como estilista en una empresa de modas. Cabe desatacar que la difusión y
popularidad alcanzadas por esta telenovela le hicieron ganar un lugar en el libro de los Guinness
World Records, además ha sido emitida en más de 100 países, doblada a 15 idiomas y cuenta con
unas 22 adaptaciones alrededor del mundo. Fuente: Wikipedia (Consultado el 1 de junio del 2012).
6
Entre las burlas y comentarios que se escuchaban en la calle estaban: “Pártete galleta”, “Se le
moja la canoa” o ¿Usted es de Mariquita?
7
tan solo un aspecto de la personalidad de los hombres homosexuales o las
mujeres lesbianas.
Pero para ese entonces yo ataba un cuerpo masculino, con el sentirse hombre y
tener una atracción hacia las mujeres. Estos conceptos fueron desafiados cuando
vine a vivir a Bogotá y vi por primera vez a una persona transformista7 en un show
de Theatron8 .Me intrigaba no tanto observar cómo el cuerpo podía construirse y
modificarse al antojo humano, sino enterarme que un hombre que se vestía como
mujer podía sentirse atraído por las mujeres, tener esposa e incluso
descendientes. Esto es apenas normal en alguien que como yo fue formada en
una sociedad en que las personas son predestinadas a ser hombres o ser mujeres
conforme sus cuerpos masculinos o femeninos, y donde se les asignan unos roles,
sensaciones, gustos y placeres específicos (hacia el sexo opuesto) sin dejar
espacios para puntos medios. Esto es lo que se conoce en las teorías feministas
como sociedad heteronormativa y con una hegemonía del binarismo de género.
Sin contar que mi único contacto con personas transgénero había sido a metros
de distancia, cuando el Transmilenio transitaba por la 19. Yo las veía del otro lado
de la ventana, allá, lejanas, paradas en las puertas de las casas, caminando semi-
desnudas sobre tacones altísimos, haciéndole frente al frío en noches de trabajo.
No obstante, una vez empecé a acercarme al mundo del transgenerismo y
específicamente a personas transformistas, me enteré que no todos estaban allá
en la calle; muchas estudiaban y tenían diversos trabajos. Con estos nuevos
conocimientos también llegaron malas noticias, para mí fue cada vez más
frecuente escuchar historias de muertes, golpizas o amenazas. Los preocupantes
crímenes hacia la comunidad LGBT9 de los que casi nunca se habla en los
7
Las personas transgénero denominan a las personas transformistas como aquellas que viven
cotidianamente con el físico con que nacieron y asumen una identidad de género conforme a este,
pero ocasionalmente se visten, tomando la postura y comportamientos del género opuesto, para
desempeñar actividades especificas, generalmente relacionadas con el espectáculo.
8
Theatron es el bar gay más grande de Bogotá y Latinoamérica; sin embargo allí también pueden
entrar personas heterosexuales, bisexuales y lesbianas, mientras las personas transgénero solo
entran en casos excepcionales como por invitación de los dueños, realizar un espectáculo artístico
o participar en un concurso de belleza o talento.
9
En español esta sigla se utiliza como un término colectivo que se refiere a las personas lesbianas,
gays, bisexuales y transgeneristas. En algunos países se adicionan otras letras como la I para
hacer referencia a las personas intersexuales o la Q para referirse a las personas queer.
8
noticieros nacionales, me mostraron que este mundo apenas descubierto de
colores, arte y espectáculo podía ser cegado por el odio.
10
En términos generales la lucha política del movimiento LGBT consiste en el reconocimiento de su
ciudadanía plena, de acceder a los mismos derechos y recibir el mismo trato que las demás
personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género diversa.
11
Yo empecé a asistir al grupo de familiares LGBT; allí conocí a una importante líder Trans y
obtuve las primeras herramientas para ayudar a que mi mamá y mi papá entendieran y aceptaran
la homosexualidad de mi hermano. Hasta el 2011 mi mamá asistió a la primera reunión del grupo
donde confluyen madres, padres, hermanos, hermanas, y otros familiares de personas lesbianas,
gay, bisexuales y transgeneristas que buscan orientación y apoyo.
12
Mis conocimientos sobre orientación sexual e identidad de género los adquirí después de hablar
y preguntarle a las personas de la comunidad LGBT; sólo hasta el segundo semestre del 2010
tomé una clase de inicio a los estudios feministas y de género en la Universidad Nacional de
Colombia.
9
Hace dos años, durante la clase de Técnicas de Investigación en Antropología II,
el profesor Carlos Miñana nos expuso la propuesta de pensar la autonomía y la
legitimidad en la universidad latinoamericana, entonces por mi parte surgió la
necesidad de incluir a las personas transgénero en un panorama que no se puede
limitar a las experiencias de personas mestizas, heterosexuales y de clase media
en la educación superior. Para mí era pertinente entrar a cuestionar la autonomía
que una persona puede tener en estos contextos educativos cuando está
expuesta a la discriminación y a múltiples rechazos por manifestar en su cuerpo
otro orden del mundo, de la sexualidad y de las relaciones interpersonales.
Mi ingreso a este grupo sólo fue posible una vez la coordinadora del GAT, Lorena
Duarte, y el coordinador del centro comunitario, Daniel Verástegui, evaluaron y
aprobaron mi proyecto de investigación. Normalmente las personas que desean
asistir al grupo deben pasar por consulta psicológica como una manera de
garantizar que sus intereses están orientados a buscar y brindar apoyo a las y los
asistentes, más no se trata de fetichistas que ven en estos espacios una
oportunidad para ligar. Desde el 2009 el GAT ha recibido a personas
trangeneristas residentes en Bogotá y provenientes de otras ciudades y países
con la misión de consolidarse como un “grupo de reflexión y acción que invita a la
participación de la comunidad que transita y trasciende en el género.
Construyendo un discurso que permita mostrar a la sociedad (su) sentir”13.
13
Así lo manifiesta una pieza informativa que es distribuida en el Centro Comunitario Distrital
LGBT.
10
sesiones, la forma en que cada persona participaba en estos y sus percepciones e
inquietudes frente al tránsito, la discriminación y sus propios proyectos de vida.
Mis observaciones y experiencias cotidianas con estas personas las registré en mi
diario de campo y a partir de dicha información pude diseñar entrevistas semi-
estructuradas que se hicieron a una persona intersexual y cinco mujeres
transgénero asistentes. Además concertamos algunas reuniones en sus casas,
sitios de trabajo o en el mismo centro comunitario para que cada una de ellas, de
manera libre, me contara su historia de vida.
Estas personas están entre los 24 y los 48 años de edad y tienen en común haber
finalizado sus estudios de bachillerato. Luego realizaron estudios técnicos o
universitarios y ahora se dedican a trabajos en que generalmente no se
desempeñan personas transgénero, con excepción de una de ellas que es
estilista.
Ante este panorama consideré relevante cuestionar cómo ellas logran mantenerse
en los ámbitos educativos pese a percibir o sufrir la discriminación, ya sea porque
son leídas como personas homosexuales y/o como transgénero. Quise conocer
cómo ellas no sólo perciben o sufren la homofobia y/o transfobia sino también
cómo la enfrentan, cuáles mecanismos de resistencia desarrollaron para lograr
sobrevivir en estos espacios y cómo sus condiciones de clase social, grupo étnico,
tipo de institución educativa a la que asistieron y sus relaciones familiares y entre
pares pudieron hacer más fácil o más difícil esta resistencia.
Sin embargo, luego de dos años de haber iniciado este trabajo de investigación e
indagar en la bibliografía existente sobre el tema, dicho planteamiento inicial ha
sufrido varias modificaciones. He empezado a explorar las resistencias ante la
homofobia y transfobia más allá de los espacios educativos ya que hay una
percepción general del tránsito como algo prohibido en los distintos círculos en
que se mueven estas personas. Sus historias hablan de la tensión entre asumir o
no una identidad no normativa y sus costos sociales. Cómo enfrentar a la familia, a
los pares en la escuela, el trabajo y el barrio, y a sí mismas y su proyecto de vida.
11
A continuación elaboro un esbozo del por qué es pertinente e importante para la
comunidad y la academia responder a la pregunta que guía esta investigación:
¿Cuáles han sido las experiencias de tránsito de las personas transgénero
integrantes del GAT ante la homofobia y la transfobia?
Las anteriores cifras dan cuenta de una realidad en que las personas transgénero
no sólo son blanco de la homofobia o la bifobia por su orientación sexual, incluso
cuando son heterosexuales. Sino también sufren una discriminación específica
denominada: transfobia, de la cual es difícil escapar porque llevan inscrito en su
12
corporalidad el tránsito entre el género masculino y femenino, y en muchos casos
se autodenominan como el tercer sexo.
13
a través de las voces de mujeres trans que fueron desplazadas por el conflicto
armado y actualmente residen en esta ciudad.
15
2. EL CUERPO NO ES DESTINO
Alguien en alguna ocasión me dijo que las personas transexuales son un alma mal
empacada, pero para usted, tal como lo fue para mí, eso es difícil de entender. Así
que le invito a hacer el ejercicio de mirar atentamente esta hoja y empezar a
imaginar que ha intercambiado su cuerpo con la persona del sexo opuesto que
tiene más cercana. Entonces sorpréndase, sienta que todo es tan extraño, que
usted es un extranjero o una extranjera en su propio ser, pero aún peor piense
todo eso sabiendo que eso es imposible, pues le han enseñado que la gente no
anda por ahí intercambiando cuerpos.
Tenga en cuenta que alguna de esas personas serán sus familiares o amistades,
pues ellos y ellas están viviendo ese período en que tratan de entender si usted
está bromeando, si lo tomó por moda, está atravesando una etapa o si realmente
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se va a convertir en la oveja negra de la familia. Sentirán el miedo de lo que pueda
ocurrir si usted anda por ahí diciendo esas sandeces, la preocupación de lo que
murmurarán en el vecindario, e incluso le advertirán que si sigue con ese cuento
va a ser un solterón o una solterona.
Entonces si usted aún no había pensado en eso, empiece a considerar que hasta
ahora lo que ha aprendido es que la gente debe casarse y tener descendencia,
pero ¿cómo va a hacer usted si no se siente bien con su cuerpo?, así que
pregúntese si alguien le puede entender, desear y amar, tal y como usted se
siente.
Eso no es todo, imagine que usted se cansó de tener que ceñirse a un cuerpo
sexuado que no siente como suyo y que le obliga a actuar de una forma que usted
no quiere. Piense que opta por moldearlo de acuerdo a lo que usted considera es
su cuerpo, de tal manera que pueda identificarse con él. Pero mientras lo hace, la
gente le pondrá mil trabas para que usted no se salga de lo estipulado, le
señalarán, se le burlarán en la cara y hasta correrá el riesgo de sufrir una agresión
o incluso ser asesinado o asesinada.
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La mayoría de quienes asisten al GAT se identifican como mujeres transexuales,
ellas hacen parte de un conjunto de identidades que transitan por el género y son
cobijadas bajo el nombre de transgenerismo.
Mientras las personas travestis son aquellas que viven a diario como el género
opuesto, consumen hormonas y algunas se han realizado operaciones para
modificar sus cuerpos pero conservando los órganos genitales con que nacieron.
Generalmente las personas travestís son relacionadas con oficios como la
prostitución y la peluquería, entonces el término suele tener un carácter
peyorativo.
Es decir que no existe una forma única de desplazarse entre los géneros, esto sin
considerar que cada persona vive su tránsito en espacios y situaciones sociales
determinadas. Actualmente las asistentes al GAT están ubicadas dentro de un
rango etario entre los 23 y los 60 años, pertenecen a los estratos socioeconómicos
2,3,4 y 5, se consideran a sí mismas personas mestizas o sin ninguna marca de
raza y profesan la religión católica y en un caso el judaísmo. Además atraviesan
por momentos diferentes en sus procesos de tránsito, mientras algunas hasta
ahora inician su hormonización con o sin el acompañamiento del sistema médico,
unas asisten al psiquiatra en busca de un aval para ponerse implantes de senos y
otras ya se han realizado la cirugía de reasignación sexual.
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Algunas se arriesgaron a asumir costumbres y apariencias femeninas desde muy
jóvenes a costa de su formación académica, la aceptación familiar y/o la promesa
de un exitoso futuro laboral; otras han empezado a mediana edad luego de haber
completado su formación profesional y deben optar por contextos laborales menos
hostiles a su nueva identidad, y unas pocas lo hacen a sus cincuenta o sesenta
años cuando han consolidado sus proyectos de vida y en varios casos ya se han
casado y conformado una familia.
El GAT como grupo de apoyo y discusión que reúne esta gran diversidad de
personas, es un escenario en que se desarrollan distintos debates sobre el
tránsito, la identidad, la discriminación y los proyectos de vida individuales y
colectivos. A través de dichos debates hablaré de las preocupaciones,
percepciones e incertidumbres de estas personas aunadas a los estudios de
género para lograr mayor claridad sobre conceptos como género, sexo,
sexualidad, identidad de género y orientación sexual.
Entonces empecé a ser asimilada dentro del grupo como una mujer biológica,
mientras ellas se denominaban como mujeres transexuales. En nuestras
conversaciones las diferencias entre ellas y yo generaban preguntas como: ¿Nos
denominamos mujeres, mujeres transgénero o el tercer sexo? ¿Qué nos impide
ser consideradas mujeres?
19
Tal como lo había nombrado previamente, en nuestra sociedad existe una división
antagónica y binaria de los seres humanos en hombres y mujeres de acuerdo a
sus cuerpos sexuados, la cual se asume como natural. Cuando existen personas
que teniendo cuerpos masculinos no se identifican necesariamente como
hombres, sino que hacen un tránsito para asumir comportamientos, apariencias y
códigos típicos de las mujeres o simplemente ir y venir entre los géneros, este
desplazamiento pone en duda un orden social y sexual en que debe existir una
correspondencia entre sexo y género, el cual además afirma la hegemonía de la
heterosexualidad. Lo esperado y lo legítimo es ser mujeres en cuerpos femeninos
que se sienten atraídas por hombres o ser hombres en cuerpos masculinos que se
sienten atraídos por mujeres.
Para las personas transgénero es difícil sustraerse de este sistema pues están
inmersas en el. A través de un proceso de entendimiento de su realidad a la luz de
dicha norma, ponen en cuestión su existencia como mujeres o como hombres, por
ejemplo para muchas de las asistentes al GAT hay preguntas constantes sobre
cómo conciliar su historia previa en un cuerpo masculino y su actual vida conforme
las costumbres y la imagen femenina. Esta negociación es expresada por algunas
en su concepción de sí mismas como mujeres pero con el agregado de la palabra
transexual o transgénero y la consiguiente diferenciación con las mujeres que no
vivieron esta experiencia, nombrándolas como mujeres biológicas.
En esta postura se reúnen las que piensan que por más empeño que le impriman
a sus tránsitos ellas jamás llegaran a ser verdaderas mujeres pues no pueden
cambiar el hecho biológico de haber nacido como hombres y las que opinan que
visibilizarse como mujeres transgénero es asumir una posición política desde la
cual pueden exigir derechos y abrir camino a las futuras generaciones.
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Estas últimas se han reconciliado con sus historias y las usan de ejemplo y
estímulo frente a otras personas transgénero. Ellas consideran que ser mujer no
puede estar determinado por tener o no una vagina, es por esto que alientan a
cada quien a elegir hasta donde va su tránsito sin temer a que serán más o menos
mujer que otra.
“A veces pienso que chévere sería irse a otro país y llegar nueva. Conocer a
alguien, casarte y tener una vida sin llevar la etiqueta trans, porque siempre te van
a ver así. Cuando a una la ven así de bonita y luego se enteran que es trans, es
como ʽV, la batalla finalʼ que llegan como humanos y se quitan la piel y quedan
como un alien. La gente se imagina eso, sólo con decir esa palabra”14.
A simple vista pareciera que el género fuera la construcción cultural que se hace
con base en una realidad material: el sexo. Según Macionis y Plumier (1999:34) el
sexo biológico se refiere a la diferenciación biológica de los seres humanos como
machos y hembras. Por lo general, se distinguen seis componentes principales del
sexo: la composición cromosómica, los órganos reproductores, los genitales
externos, el componente hormonal y las características sexuales secundarias
(Cantor 2007: 22).
14
Tomadas textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de octubre y el 16 de
noviembre del 2011.
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sexuales, las cuales le dan más importancia a cierto rasgos que a otros; dicha
designación es histórica y varía según las culturas.
Las mujeres transgénero viven un proceso diario en que se construyen una y otra
vez a sí mismas, puliendo el manejo diestro de códigos y convenciones sobre lo
que es ser mujer. Judith Butler señala que desde el principio somos nuestros
cuerpos y sólo posteriormente llegamos a ser su género, dicho movimiento que
nos lleva del sexo al género es interno a la vida corporeizada, tal como “esculpir el
cuerpo original dándole forma cultural” (1996:308). Para ella el género es “una
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forma contemporánea de organizar las normas culturales pasadas y futuras, una
forma de situarse en y a través de esas normas, un estilo activo de vivir el propio
cuerpo en el mundo, es un proyecto tácito para renovar la historia cultural en los
términos corpóreos de uno” (1996:308).
15
Tomadas textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de octubre y el 16 de
noviembre del 2011.
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Esto nos conduce a otro par de preguntas: ¿Las trans deben ser heterosexuales?
¿Lo nuestro es cuestión de identidad de género o de orientación sexual? ¿Cuál es
la diferencia con las lesbianas y los homosexuales?
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avergüenzan de ellas en público, que las niegan como sus novias o que las
maltratan.
“¿Qué gano con tener unas tetas gigantes mientras los hombres te miran y
después? Porque estoy poniendo mis metas en lo que los hombres me dan pero
no en mi misma. Me empiezo a preguntar ¿que más puedo hacer como Lina? Lina
no se queda en la construcción del cuerpo, ser mujer no te asegura nada, no te
consigue un trabajo o un marido”16.
Mientras tanto las mujeres trangénero que tienen relaciones erótico-afectivas con
personas de su mismo sexo suelen ser juzgadas por la sociedad y sus familias por
haber realizado todo un proceso de adecuación corporal para terminar siendo
lesbianas. Se les reprocha no haberse mantenido como hombres heterosexuales
cuando desde esta posición podrían tener relaciones exitosas con mujeres y
satisfacer plenamente a sus parejas.
16
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de octubre y el 16 de
noviembre del 2011.
25
(2004:174). Varias de ellas sólo después de llegar al GAT empezaron a cuestionar
que su identidad no las conducía de manera inevitable a ejercer la prostitución o la
peluquería, que no eran las únicas con deseo y necesidad de transitar entre los
géneros y que existían otras formas posibles de ser transgenerista en la sociedad.
Para algunas combatir el estigma implica mostrar otra cara de sí mismas como
colectivo, evitar que la gente haga generalizaciones arbitrarias de este sector
poblacional cuando las únicas personas visibles son las chicas paradas en la
esquinas o las que trabajan en salones de belleza. Consideran que hacerse notar
es una manera de contrarrestar esa sobre exposición que ha llevado incluso a
denominar estas actividades como trabajos transexualizados (Prada, Galvis, Ruiz
& Goméz, 2012:150).
17
Tomado textualmente de la historia de vida contada por Laura el 17 de diciembre del 2011.
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Mara viveros señala que uno de los aportes principales de los estudios de género
al análisis de las interacciones entre las distintas clases de diferencias existentes
en la vida social humana (género, clase, raza orientación sexual, etc.) fue mostrar
que “estas se construían, se experimentaban y se canalizaban conjuntamente y
que esta simultaneidad dependía de las estructuras sociales en las cuales estaban
inscritos” (2004:181). Si bien no hay una hegemonía de un tipo de diferencia sobre
las demás en determinadas situaciones existen diferencias más importantes que
otras, por ende hay que mirar sus interacciones en contextos históricos y
culturales determinados.
Por otra parte hay quienes asumen una actitud opuesta pues consideran
inadmisible que las personas transgénero deban reconocerse como enfermas
mentales cuando el tránsito es parte de su identidad y su sentir. Piensan que sus
procesos deben ser cubiertos por el servicio médico sin necesidad de un
diagnostico de disforia de género e incluso adelantan movilizaciones a nivel
internacional bajo el slogan “Stop a la transpatologización”.
18
Tomadas textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25 de octubre del 2011 y el
20 marzo del 2012.
28
R (Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales de la Asociación
de Psiquiatría Norte-americana).
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3. REALIDADES DIVERGENTES
FRANÇOISE
“Llegué a la conclusión (a los 15 años) de que no importa lo que yo quiera
ser, como yo lo quiera tomar, no importa lo que yo haga, yo me siento como
una niña. No sé por qué, pero así me siento. Esa fue la primera vez que lo
acepté, antes como que lo sabía, tomaba roles femeninos en muchas cosas
pero nunca me había dicho ʽeres una niña y pare de contarʼ ”19.
En marzo del 2011 ella fue a visitar a Jhon a su nueva casa y coincidió que yo
también estaba allí. Después de ponernos al día con nuestras experiencias y
expectativas para el año, en medio de risas y uno que otro comentario en broma,
nos dijo que tenía disforia de género. Françoise usó el término médico con el que
son diagnosticadas las personas transexuales para comunicarnos cómo se sentía.
Para mí esto hablaba de su intención por legitimar su identidad de género desde
un discurso con el que está familiarizada al hacer su maestría en ingeniería
biomédica, pero también me hizo pensar, tal como lo comprobaría después, que
ella consideraba el tránsito como una situación incómoda pero necesaria para
19
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Françoise el 3
de octubre del 2011.
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corregir un error en su nacimiento y construir el cuerpo de la mujer que ella es por
dentro.
Tras recibir la noticia Jhon pensó que ella no hablaba en serio y yo dije: “Vea
pues, no imaginaba que fueras una mujer, pero bueno”. Cuando confirmamos que
esta no era una más de sus bromas habituales, le comenté sobre el GAT;
quedamos en ir juntas a la siguiente reunión y me ofrecí a acompañarla en todo el
proceso.
31
En su familia le inculcaron la fe católica, desde temprana edad estuvo vinculada a
la infancia misionera y hacía sus veces de monaguillo en la iglesia. También le
enseñaron un rol masculino claramente diferenciado del de su hermana mayor,
pues ella era la “mujercita” de la casa a quien él, como todo hombre, debía
proteger. Esta herencia cultural se pondría en conflicto con lo que Françoise
recuerda que empezó a sentir desde los 3 años y que sólo hasta los 15
reconocería: ser una mujer atrapada en un cuerpo masculino.
“Me acuerdo que en esa época me dolía, me reventaba, me agrrrrrr daba ganas
de romper las cosas cuando mi hermana o alguna prima hacían planes de ʽ¡ay
eso es sólo para niñas!ʼ, porque aparte como no quería, no entendía la
discriminación, no tenía primos de mi edad, yo no tenía amigos de mi edad, no
habían cosas de ʽsólo para niñosʼ”.
Durante su niñez le llamaba mucho la atención las prendas que utilizaban las
mujeres de su familia. Ella recuerda que en una ocasión se puso unas hombreras
y al ser regañada por su madre entendió que esto lo debía hacer a las escondidas.
Por mucho tiempo Françoise se dedicó a trasvestirse mientras tuviera acceso a
ropa femenina, ya sea porque compartía su habitación con la empleada de
servicio o con alguna prima que estuviera de visita. Ella lo hacía cuando estaba
sola en su casa, se miraba en el espejo del baño y asumía roles femeninos que en
la cotidianidad de su familia estaban prohibidos.
A sus 13 años ella cambió de colegio. Está institución también era mixta y privada,
con un alto estatus académico pero que ofrecía un ambiente menos personalizado
y más juvenil. Para Françoise fue difícil perder a sus amigos y amigas, y ver que
en este nuevo lugar había mayores barreras entre estudiantes y docentes. Ella
recuerda que atravesaba un momento de tensión donde aún no quería abandonar
su parte infantil. La convivencia con compañeros y compañeras de 15 años o más
la hacía sentirse sola, tenía mucho tiempo para pensar y así empezó a cuestionar
quien era y que quería para su futuro.
33
“Yo no conozco a nadie, ningún niño que le guste vestirse de niña. Todos mis
amigos bromean con eso y lo tratan como si fuera algo malo, entonces ¿por qué
me gusta? Me empecé a cuestionar eso y pasó el primer incidente”.
“Mi mama fue la primera en hablar conmigo, fue lagrimas pa´arriba y lagrimas para
abajo. Fue como si yo hubiera hecho algo terrible (…) Y con mi papá fue peor, yo
creo que al le dio durísimo, durísimo, durísimo y se convencieron de eso, creo,
pero el tema no se volvió a tocar”.
Después de ser descubierta Françoise mantuvo un bajo perfil, pero ella dice que
luego de un tiempo sus ganas pudieron más y continuó con su “mal hábito”. Esta
expresión da a entender que ella aún no termina de aceptar esta parte de su vida;
además hubo algo que aumentó su sentimiento de culpa, pues el travestismo
empezó a estar acompañado de prácticas de autoerotismo en las que se
imaginaba en roles femeninos y teniendo relaciones con hombres, aunque en ese
momento no sentía una atracción evidente hacia ellos.
Hoy en día esto le causa bastante curiosidad, pues me ha comentado que nunca
ha tenido experiencias con hombres; por el contrario, durante su vida ha tenido
varias novias.
A los 14 años se enamoró de una muchacha de su colegio que hacía parte del
grupo, mayoritariamente femenino, al que pertenecía. Tras un año de amistad se
hicieron novios e inició su vida sexual. Para Françoise este fue el comienzo de la
tragedia y el drama porque la relación con esta chica le hizo descubrir que no
34
estaba conforme con esa parte de su sexualidad ni se sentía muy a gusto con su
cuerpo masculino.
Por otra parte, ella me ha comentado que tanto este como sus siguientes
noviazgos le hicieron darse cuenta que ella en el fondo quería ser para sus novias
el novio perfecto que a ella misma le gustaría tener. Durante un buen tiempo,
principalmente al inicio de sus noviazgos, cuando todo era color de rosa, pensaba
que podía seguir viviendo como hombre, que era capaz de aguantarse esta
situación o que quizás lo que sucedía era que le gustaban tanto las mujeres que
quería vestirse como ellas.
Recordando a su segunda novia, Françoise dice: “Estar con ella era muy
gratificante pero me llenaba de mucha envidia. Era pequeñita y compacta,
entonces yo la podía cargar, ponerla aquí en el regazo mientras se quedaba
dormida, entonces yo decía yo quiero algo así, yo no tengo que estar
haciéndoselo a ella, alguien me lo tiene que estar haciendo a mí. Yo quiero, yo
quiero”.
Françoise recuerda como algo estúpido, que a esa edad ella le pidiera a Dios que
las cosas cambiaran. Recurrir a esta opción cuando ella previamente ya había
puesto en duda todas las cosas que dice la religión católica, como la Biblia, Jesús
y María, y había entendido el mensaje de rechazo hacia personas como ella,
35
muestra que para sí misma su situación requería de una intervención divina, luego
de que otras posibilidades más mundanas ya habían sido agotadas.
A los 15 años ella no sabía que existían las personas trasngénero, sólo que
habían “maricas” y ya. No se ponía etiquetas, sólo tenía la certeza que hubo un
error en algún momento de la repartición de los cuerpos para las almas y que la
suya había quedado mal empacada.
Ese mismo año Françoise se graduó y viajó a Bogotá para estudiar Ingeniería
Mecatrónica en la Universidad Nacional. Al ser una carrera en la que se inscribe
una mayor cantidad de hombres que de mujeres ella dice que cayó en una fase de
depresión pues los grupos de hombres, las charlas pesadas y las cosas
masculinas que hacían le generaban un sentimiento de extrañeza, pensaba que
nada de eso era lo suyo y por ende se aislaba. Consideraba que no podía
confiarle sus problemas a nadie y entonces llevaba dos vidas paralelas: Un mundo
externo y público, el de la calle donde mostraba una personalidad chévere y otro
que era el interno y privado, el de su habitación en donde se encerraba a llorar
durante horas.
“Lamentaba mi pobre existencia, haber nacido así para mí era lo más anormal del
mundo, como hasta los 22 no sabía quién era una persona trans, ni las
posibilidades que tenía”.
Toda su carrera mantuvo las apariencias, tuvo varias novias, se travistió con la
ropa de ellas y simultáneamente llevó una relación de amistad con un chico por
internet a quien le dijo que era una mujer. Esta situación además de ser un escape
para ser todo lo femenina que quería y ser tratada como tal, le ayudó a descubrir
que si la ponía en comparación con toda su vida como hombre no tenía nada que
envidiar, entendió quien quería ser, qué era lo que la satisfacía y lo que ya no
estaba más dispuesta a tolerar.
36
“Mi depresión se fue cuando empecé el tratamiento, como de los 18 a los 22 yo
evadía cualquier contacto real, casi nunca mostré eso por miedo al rechazo, de
por sí que mis amigos eran poquitos. El que me vayan a rechazar eso para mí es
terrible”.
Actualmente Françoise continúa con su tránsito y a partir del primero de enero del
2012 ha asumido un rol permanente como mujer. Sale sola a la calle, ha
comprado suficiente ropa para uso diario y ha dado rienda suelta a su feminidad
en los espacios académicos.
Ella considera que sus amistades han sabido afrontar mejor su tránsito que su
propia familia. Sus compañeros y compañeras de carrera lo han tomado de forma
positiva y su director de tesis y jefe del laboratorio en que trabaja le ha dicho que
puede ser lo que quiera siempre y cuando haga bien su labor.
37
resultado de la curiosidad de la gente por considerarla una persona exótica o
habrá quienes puedan opinar que es algo malo y aún así no discriminarla.
“Yo no estoy haciendo nada malo. Durante mucho tiempo creí que era algo malo,
pero por qué voy a ser yo la persona que estoy haciendo algo malo si a mí fue la
que me sucedió la situación mala, para empezar y yo solo quiero corregir y tener
una mejor vida. No creo que sea malo buscar una solución para ser feliz, luego de
estar en lo profundo sé que no vale la pena vivir así solo porque a alguien le
parece inmoral”.
LAURA
“Soy una mujer transexual. Hago parte de esta comunidad (la LGBT) y me
siento orgullosa de lo que soy y amo lo que hago. Las experiencias de vida
pueden ser difíciles, pero creo que han sido el detonante para llegar a ser lo
que tú ves hoy en día”20
La primera vez que vi a Laura fue a inicios del 2010, cuando coincidimos en una
reunión del grupo de madres y padres de personas LGBT al que yo solía asistir
dos sábados al mes en el Centro Comunitario LGBT de Chapinero.
A primera vista Laura tenía un aspecto andrógino que contrastaba con un tono de
voz y unos gestos suaves que me llamaron la atención, pues me planteaban otra
forma de ser una persona trans, alejada de una estética ultra-femenina que yo
estaba acostumbrada a ver.
20
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Laura el 17
de diciembre del 2011.
38
Una vez finalizada la reunión no pude evitar buscarla y hablarle sobre el proyecto
que para esa época adelantaba como parte de la clase de Técnicas de
Investigación en Antropología II y que consistía en una etnografía sobre las
implicaciones de la discriminación de género en la educación superior de Bogotá,
la cual fue la base para plantear esta tesis.
Debido a sus múltiples ocupaciones sólo hasta el 9 de marzo del 2010 logré
concertar mi primera entrevista con ella y algunas de sus amistades
transgeneristas. En esa oportunidad ellos y ellas me hablaron sobre sus
principales preocupaciones en torno a la discriminación que sufren las personas
transgénero, además me compartieron algunas de sus experiencias en distintos
espacios educativos. Después organizamos una salida al Centro Comercial
Andino y una cena en Crepes & Waffles para el 18 de abril de ese año, con la
intención de que yo pudiera observar las reacciones de las y los transeúntes ante
la presencia de estas personas, y cómo ellas reaccionaban a las actitudes de la
gente.
Al año siguiente Laura tomó la coordinación del GAT, así que pasamos de vernos
esporádicamente en espacios donde confluían nuestros intereses comunes como
reuniones, plantones, marchas o salidas de visibilización, a compartir una vez por
semana en el grupo. Luego el 17 de diciembre del 2011 nos reunimos para hablar
específicamente de su vida.
Así que esta historia de vida está basada en más de dos años que llevó de
conocer a Laura. Tiene en cuenta tanto nuestros encuentros esporádicos en
distintos espacios y situaciones que compartimos como activistas LGBT y en las
dos reuniones que hemos organizado con la finalidad de aclarar mis dudas y
ahondar más en las experiencias de Laura.
Ella es una persona reconocida en la comunidad LGBT por sus más de 13 años
de labor como defensora de los derechos de las personas sexualmente diversas.
Actualmente es una de las voceras de la Mesa de Trabajo LGBTI de Bogotá, lidera
varias acciones en contra de la patologización de la transexualidad y la
discriminación de género, trabaja con el IDPAC (Instituto Distrital para la
39
Participación y Acción Comunal) e incluso ha aparecido en varios medios de
comunicación nacionales, como el noticiero CM&, para hablar sobre las demandas
de los sectores LGBT y su situación de vulnerabilidad en el país.
Pese a que es una cara conocida, ella es una persona muy reservada con su vida
privada. Durante nuestras conversaciones siempre salen a relucir sus posturas
ideológicas frente a la diversidad sexual y de género; no tiene inconveniente en
darle consejos a las chicas que asisten al GAT o en hablar de sus experiencias
ante grandes públicos universitarios, pero admite que muchas partes de su
infancia no me las cuenta porque aún le producen dolor y prefiere no revelar su
edad exacta.
Su padre fue un alemán con un talento innato para el comercio y su madre, quien
aun vive, es una mujer rusa de cerca de 80 años que dedicó su vida al hogar y la
educación de sus hijos e hijas, mientras su esposo daba el sustento económico,
conforme la tradición judía.
Ante mis pocos conocimientos sobre judaísmo, Laura quiso aclararme que esta no
es una religión machista, sin embargo, sus palabras dejan ver un marcado
sexismo: “No hay cultura más matriarcal que la judía empezando porque el
judaísmo se hereda por la madre. Ella se encarga de la educación (…) No puede ir
a rezar, si la mujer se va a rezar ¿qué pasa? Sus hijos pierden su judaísmo. No
hay quien los eduque, quien les enseñe. Las funciones de rezar se la dejan al
padre, pero quien decide y quien da las órdenes es la mamá y generalmente por
eso es que las mujeres judías son de carácter tan fuerte. Es la que maneja,
organiza y hace cumplir todas las leyes”.
Generalmente las familias judías son muy unidas y numerosas. En su caso Laura
creció junto a seis hermanos de sangre, cinco hombres y una mujer, y un hermano
40
adoptivo que es homosexual; igualmente ha sido muy cercana a sus demás
parientes. Esta importancia que le inculcaron por los lazos afectivos entre
familiares y allegados le generó desde pequeña un sentido de comunidad que
permanece en su interés por trabajar con las personas LGBT.
Su familia, al igual que el común de las familias judías, goza de ciertas facilidades
económicas que le brindaron a Laura comodidades tales como vivir su infancia y
su adolescencia en un reconocido sector de la ciudad conocido como la zona rosa,
estudiar en uno de los colegios más costosos de Bogotá y realizar sus estudios
universitarios en Israel.
Laura desde muy pequeña sentía que algo no andaba bien pues no era igual a los
otros niños ni tampoco podía ser una niña. Cuando tenía 5 años se puso un
hermoso vestido de flores que era de su hermana y empezó a jugar al lado de una
pileta que había en el patio de su casa, pero este momento de gran alegría fue
interrumpido cuando su papá llegó y la castigó encerrándola en un cuarto oscuro.
“Recuerdo que tenía unas boticas muy bonitas que me habían regalado y me las
puse con el vestido y un sombrero grande que mi mamá tenia, yo era feliz así;
entonces llegó mi papa y me castigo ese día. Yo no entendía por qué me castiga
pero me encerró en un cuarto oscuro y eso automáticamente marcó en mi como el
hecho de no le puedes decir esto, no te puedes sentir así, tienes que vivir las
cosas como yo te digo, porque si no vas a recibir algo que te produce miedo,
porque para mí la oscuridad era tenebrosa”.
La infancia y el paso por el colegio fueron para ella etapas muy difíciles de su vida.
Al ser un niño afeminado fue blanco de la discriminación expresada en rechazo,
41
burlas, miradas despectivas y comentarios hirientes. Su resistencia a estas
acciones estuvo condicionada por dos ambientes que vigilaban estrictamente la
división sexual de roles: su familia y el colegio, siendo que cualquier violación al
deber ser hombre era sentenciada con castigos severos, llamados de atención y
un aislamiento social que la sumía en la profunda soledad.
Ella recuerda que en los salones de clase los niños se sentaban a un lado y las
niñas al otro; esto permanencia durante la hora del descanso, incluso en las
clases de natación los niños debían esperar que las niñas salieran antes de poder
meterse a la piscina; es decir que Laura no tenía la oportunidad de relacionarse
con sus compañeras de estudio y acceder así de forma indirecta al mundo
femenino.
Laura señala que uno de los motivos para evitar el contacto entre hombres y
mujeres, es que según el judaismo “un hombre no le puede dar la mano a una
mujer porque no se sabe si la mujer está en nidad, es decir, impura, se refiere a su
periodo menstrual, entonces, si la tocas de una vez puedes quedar impuro”.
Todas estas prohibiciones hacían que Laura sintiera que no podía permanecer en
ese lugar, se consideraba ajena y olvidada en el silencio cómplice de los y las
docentes que permitían la discriminación hacia ella: “Sentí mucha discriminación,
a los profesores no les importaba, entonces el colegio nunca fue para mí el
territorio, el lugar bueno y bonito. Pensaba que quería terminar esto, ya irme, pero
siempre se hacía largo, entonces siempre hubo la desmotivación por el estudio”.
21
Son los alimentos que siguen los preceptos judíos de no combinar cárnicos y lácteos, y no
consumir cerdo.
42
Pero ella también se imponía un silencio hacia su propia inconformidad. Pensaba
que sufrir sola y empeñarse en ser una estudiante aplicada eran la mejor manera
de ser agradecida con el gran esfuerzo que su mamá y su papá hacían para darle
educación, algo que es muy valorado en la comunidad judía.
Sin embargo, recuerda que todos los años reprobó la materia de educación física
porque para ella era un martirio participar en lo que hacían los niños y cuando
intentaba jugar fútbol sus compañeros se burlaban porque ella no lo hacía como
ellos. Inclusive en alguna ocasión llamaron a su papá para que se encargara de
ella y le dedicara más tiempo porque de continuar así podría tomar “otro camino”.
Sus esfuerzos por ser masculina eran un intento fallido que siempre la conducían
a la conclusión de que su experiencia escolar, en vez de ayudarle a ser una mejor
persona, sólo le generaba conflictos; la llevaba a cuestionarse constantemente
sobre qué le sucedía y qué había de malo en ella como para no poder ser como
los otros niños y relacionarse con la gente. Unos pensamientos que la hicieron
sentir muchas veces tentada a suicidarse.
“No tenía amigos ni amigas, a nadie le interesaba tener una relación de cercanía
con una persona como yo. Me hubiera encantado tener a quien decirle y que me
hubiera creído por lo que estaba pasando y lo que sentía. Hasta tu propia familia
se burlaba de ti”.
Eventualmente Laura encontraría con quien hablar sobre sus sentimientos. A sus
14 años ella tuvo su primer contacto con las personas trans que se paraban en la
carrera 15 entre calle 93 y calle 100, muy cerca de su casa. Una noche cuando
ella iba en el carro con su papá vio a las mujeres trans que se prostituían en el
sector y sintió mucha curiosidad por esa feminidad tan distinta a la que ella estaba
habituada.
“Yo las miré y pues ʽson mujeres, pero estas mujeres tienen algo diferenteʼ
pensaba yo, eran muy grandes. No entendía que era lo que pasaba, pero sí había
esa feminidad explícita y absolutamente majestuosa de lo que uno concibe es la
feminidad. Mujeres con ligero, el corsé y todas esas vainas y yo ʽ¡ve!ʼ y mi papá
43
me dijo: ʽEs que son maricas, son travestisʼ, entonces yo tampoco entendía el
termino; de marica sí, de travesti no.”
Después de esa noche Laura regresó al lugar donde se ubicaban las chicas y con
el tiempo se convirtió en parte de su cotidianidad. De tal manera que hizo varias
amigas y empezó a hablarles sobre sus inquietudes y su deseo de ser como ellas.
“Me escapaba de mi casa y me iba a hablar con ellas. Les decía: ʽ¡Yo quiero ser
como tú!ʼ entonces me decían: ʽ¡No te vayas de tu casa!, mira yo lo hice, ¡espera!,
¡estudia!, tú puedes ser una mejor persona, puedes lograr muchas cosas. Mira
vives en un buen sitio, tienes muchas posibilidades, termina eso y comienza ya a
hacer lo que quieres llegar a serʼ.”
Estando en Israel Laura acudió a donde un rabino para cumplir con el objetivo
central de su viaje que era hacer una serie de ejercicios orientados a corregir
quien era. Ella esperaba finalmente poder sentirse a gusto consigo misma, pero al
no obtener éxito con su terapia el rabino le ofreció una alternativa que le llevaría a
tener una nueva perspectiva sobre sí misma:
“Él dijo: ʽHe llegado a la conclusión que Dios no mira qué llevas puesto sino mira
qué ser humano eres; tú puedes hacer con tu vida lo que quieras desde que seas
un ser humano bondadoso y generoso con los demás; tener claro que tu condición
no daña a nadieʼ. Entonces, si él que tiene conexión tan directa con Dios me da
44
permiso eso demuestra que no estoy tan mal, que puedo hacerlo. Así surge de
alguna manera mi tránsito”.
Con estas palabras el rabino le dio la aprobación que ella necesitaba por parte de
su religión y la hizo reconocer que podía ser quien quería y continuar siendo una
buena judía.
Desde hace cuatro años Laura inició su tránsito. Vive hace dos años como mujer y
ha intentado ir sensibilizando a su familia sobre su identidad de género diversa,
pero haciéndolo desde una construcción de mujer muy relacionada con la que
percibió en su hogar; es decir una mujer recatada, responsable, hogareña y
estable emocionalmente, de esta manera ha logrado que sus parientes abandonen
sus miedos de que ella tendría una vida desordenada o indecente y afiancen la
seguridad que tienen en su futuro.
“Tengo muy claro que quiero que ellos transiten conmigo, no quiero forzarlos a
nada. Ellos decidirán el momento que quieran verme y reconocerme como soy”.
45
SANDRA
“Comencé a explicarle a ella que lo mío no era vestirme sino que yo me
sentía totalmente como una mujer, que el vestirme era también algo propio
de mi identidad, que así como me veía vestida, así quería verme siempre” 22
Sandra tiene 35 años, se identifica como una mujer transexual y hace 20 meses
frecuenta las reuniones del GAT. Yo la conozco desde entonces y he podido
apreciar cómo ha cambiado por dentro y por fuera.
Al inicio ella puede ser una persona tímida y reservada, pero luego cuando
adquiere confianza resulta ser agradable y muy buena conversadora. Sandra ha
ido feminizando su figura gradualmente mientras se vincula al movimiento social
LGBT.
Esta historia de vida está basada en las conversaciones cotidianas con ella, en
nuestros encuentros casuales en fiestas, eventos, marchas y otras actividades
relacionadas con el activismo LGBT y finalmente en una reunión que tuvimos el 21
de diciembre del 2011.
Para esta ocasión fui invitada a la casa de Sandra. Antes estuve allí de paso,
cuando la acompañe a ella, a Françoise y a Mariana a una fiesta en la Primero de
mayo; pero esta vez pude recorrer junto a Sandra el barrio en el que vive y luego
nos sentamos a hablar de su vida mientras mirábamos sus álbumes de fotos.
Desde que Sandra llegó a Bogotá hace 11 años, siempre ha vivido en El Garcés
Navas. Este es un barrio popular ubicado en el noroccidente de la ciudad y
conocido por sus altos índices de homicidios, robos y consumo de drogas. Pese a
22
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Sandra el 21
de diciembre del 2011.
46
esta mala fama, Sandra me dice que allí se siente segura y que como en toda
parte lo único que hay que tener es cuidado, para ella la actividad comercial y el
flujo de transeúntes, tanto en las calles principales como en los callejones, crea un
ambiente bastante vivo que inspira confianza.
Sin embargo, cada vez que la he visitado, ella se ofrece a recogerme en la parada
del alimentador y siempre lo hace vestida con ropa masculina, pues en el
vecindario la gente hace comentarios negativos sobre su aspecto, la miran con
desprecio o le chiflan; entonces se cuida mucho de no dejarse ver así. Ella sólo
usa prendas femeninas en público cuando le es imposible cambiarse en otro lugar
y preferiblemente lo hace durante la noche, ser Sandra en el barrio es para ella
una actividad clandestina.
Ella me cuenta que además del maltrato físico que sufría, su padre más de una
vez la trataba de “marica” porque no tenía novia; eso la hacía pensar en la
reacción que podría tener si se daba cuenta de sus comportamientos femeninos,
su temor llegaba hasta el punto no sólo de travestirse a escondidas, sino también
de planear abandonar su casa e irse a vivir sola.
“Mi mamá subió (a la azotea) y me vio vestida me dijo: ʽQuítese esa ropa que no
se quéʼ, me miraba y yo me sentía re mal. A pesar que yo tuve el reproche de mi
mamá yo me seguía vistiendo, tenía como unos 8 años”.
Sandra recuerda que aunque su mamá no le dijo que lo que hacía estaba mal, ni
intentó confrontarla con preguntas sobre su comportamiento, permanecía una
vigilancia constante de sus actitudes para evitar que eso se volviera a repetir. Ella
le decía a sus hijas que no dejaran su ropa interior en el baño donde podía quedar
al alcance de Sandra y todas las noches se aseguraba que llevara puesto su
pijama en vez de alguna prenda de sus hermanas.
Esta reacción pasiva, según Sandra, podía deberse al miedo que su mamá tenía a
desarticular su hogar, ya sea porque su esposo se enterara o porque ella al
regañarla pudiera ocasionar que Sandra quisiera emanciparse. Además en su
ambiente familiar este era un problema más entre tantos; su mamá no tenía el
tiempo ni la energía necesaria para abordarlo de una forma más represiva.
48
Cuando Sandra me hablaba acerca de estas anécdotas, me recalcó que
travestirse nunca ha sido un fetiche para ella, sino que era una forma de expresar
esa feminidad que sentía propia y que al vestirse con las prendas de sus
hermanas la podía exteriorizar y eso le agradaba: “Yo pues no tenía la idea de que
me sentía mujer transexual ni nada, lo hacía porque sentía la necesidad de
hacerlo. En ese tiempo yo me vestía y me quería ver así y de pronto el susto tan
tenaz de que llegara mi mamá y me viera vestida”.
A los 17 años, mientras cursaba noveno, Sandra decidió irse a prestar servicio
militar como una vía de escape a la situación que vivía en su casa. Pero no tomó
en consideración el ambiente machista del ejército ni las situaciones incómodas
que pudiera vivir, tales como tener que compartir la habitación con varios
hombres, bañarse en público o ser acosada por sus compañeros. Este no era un
lugar idóneo para personas homosexuales y menos para transgeneristas, si
alguien se daba cuenta les podían forzar a mantener relaciones sexuales, les
agredían o incluso les obligaban a dejar el servicio, así que ella nunca dio
“papaya”.
“Tener una relación homosexual en el ejército era muy complicado porque casi
siempre que yo veía lo pelados que de pronto accedían a tener algo con los
mismos soldados, sufrían mucho, en el sentido de las enfermedades, de pronto se
50
aprovechaban y querían que lo hicieran a las malas, los obligaban. También se
metían mucho con ellos y eso me frenó”.
Ella concluye que ese año y medio como soldado regular en el batallón Liborio
Mejía de Caquetá fue tiempo perdido, que bien pudo haber aprovechado para
estar más cerca de hacer su tránsito. Muchas veces le pasa por la mente que
quizá en vez de hacer ejercicio y anchar su espalda mientras esperaba que los
días pasaran o hubiera algún combate, ella pudo haber trabajado, ahorrado y
logrado ser Sandra desde mucho antes.
51
equilibrar gastos y tener compañía en una ciudad que para ella era desconocida.
Durante este tiempo ha trabajado en ferreterías y cuando compró una moto pudo
empezar a laborar como mensajera.
“Me dijo que pilas, que no me dejara ver así, que si me dejaba ver así qué iba a
decir la gente, que no metiera tipos a la casa, que pilas con lo que hacía, que la
gente hablaba(…) Para ella era más importante como lo que iban a decir los
demás que lo que yo quería ¿sí?”
Así que Sandra intentó seguir con su tránsito a escondidas, pero los choques con
su hermana eran frecuentes. En esa época su hermana se casó y se fue a vivir a
la casa de al lado. Sin embargo le seguía insistiendo que abandonara ese estilo de
vida.
Luego su mamá, quien ya llevaba varios años separada de su papá, vino a vivir a
Bogotá y al notar la transformación de Sandra se sintió muy afectada. Le dijo que
la encomendaba a Dios y le advirtió que si no cambiaba iba a regresar junto a su
hija y su yerno a Ibagué.
52
escondidas, lo mejor es que se fueran y yo llevara mi vida como ahora yo la llevo,
normalmente, ¿sí?”
LINA
“Mi infancia fue de una niña en un mundo azul que me toco vivir. Vivía un
mundo que no quería y no entendía”23
Lina nació en un cuerpo de hombre pero nunca se sintió como tal. Consideraba
que era diferente a los otros niños de su barrio porque le gustaba ser delicada y en
cada juego asumía un rol femenino. A los 7 años su mamá le regaló un pantalón
rosado y unas “mafalditas”, ese día Lina se sintió identificada con la ropa que
llevaba puesta y no se la quiso volver a quitar. Su siguiente recuerdo es el de ella
a los 13, cuando parada frente al espejo calzaba los tacones de la vecina, unos
de 12 centímetros de alto que le encantaban y la hacían sentirse bonita.
Yo conocí a Lina hace más de un año. En agosto del 2010 esta chica de
contextura mediana, sonriente y un poco tímida llegó al GAT y se presentó como
23
Tomada del diario de Lina: “Los sueños de una vida rosa”.
53
una mujer trans. Durante este tiempo la he visto convertirse en lo que ella define
como su sueño. La he acompañado en la cotidianidad de las reuniones, en
plantones y en algunas fiestas. De cierta manera podría decir que he visto nacer
por segunda vez a Lina.
La otra fue casi un mes después, el 16 de noviembre, pero esta vez Lina me invitó
a su casa. En esta oportunidad pude conocer el barrio donde creció, hojear
algunos de sus álbumes familiares y adquirir en calidad de préstamo un libro que
ella está escribiendo sobre sus sueños: “Los sueños de una vida rosa”.
Después de caminar por varios minutos buscando la dirección llegué a una casa
de aspecto modesto; sin embargo, una vez Lina abrió la puerta y me invitó a
seguir descubrí que la fachada no le hacía justicia. Estaba muy bien organizada,
tenía algunas plantas colgando y sus paredes eran de colores vivos. Sobresalía la
habitación de Lina por sus tonos rosas, algunas mariposas adornando las paredes
y varios estantes que contenían ropa, productos para el cuidado personal y otros
instrumentos necesarios para su trabajo como estilista.
54
El primer nacimiento de Lina fue en esta misma ciudad: Bogotá, en una familia
humilde y de origen tolimense. Su abuelo tenía mucho dinero, era el dueño de
varias propiedades en San Antonio; allí su mamá se enamoró del que sería su
papá, un hombre casado que iba eventualmente a trabajar a la finca como peón y
que tenía fama de mujeriego. Cuando su mamá cumplió 23 años se escapó con
este hombre quien la trajo con engaños a vivir a Bogotá y se asentaron en el
barrio Chile donde vivía una de las tías paternas de Lina.
Luego su papá las dejó para ir a trabajar en las minas de esmeralda en Muzo
(Boyacá) y aunque solía gastarse parte del dinero en trago y mujeres, le dio a la
mamá de Lina 500 pesos con los que ella pudo pagar el lote sobre el que está
construida actualmente su casa.
Lina es hija única, aunque estima que tiene más de diez hermanos fruto del
matrimonio de su papá con su primera esposa y de las relaciones con otras
mujeres. Fue criada por su mamá quien debió encargarse de los oficios
domésticos y de traer el sustento al hogar, pues su papá las abandonó cuando ella
tenía tres años.
24
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de
octubre y el 16 de noviembre del 2011.
55
de ella hasta su regreso alrededor de las 11 de la noche. Esta fue la rutina de
ambas, hasta que Lina cumplió 14 años y recibió una copia de las llaves.
A lo largo de estos 33 años de vida, Lina conoció otras figuras masculinas que le
han hecho desarrollar un miedo a los hombres y considerar que por naturaleza
son personas violentas y abusivas, con las cuales para ella aún hoy en día es
difícil relacionarse y casi un reto llegar a establecer un noviazgo. Ella recuerda que
durante su niñez tuvo un padrastro que fumaba marihuana, maltrataba a su madre
y odiaba a los niños, pero especialmente la detestaba a ella por su parecido físico
con su padre. La convivencia de su mamá con este hombre terminó un día que él
las golpeó, las encerró en una habitación y ellas lograron escapar e ir a llamar a la
policía.
Su segundo karma fue la creciente atracción que empezó a experimentar por los
chicos y que la hacía sentirse impotente porque ella quería gustarles, pero ellos no
podían ver la mujer que ella era por dentro. Entonces pasó el colegio sin vivir nada
más allá que un amor platónico por uno de sus compañeros, sólo varios años
después tendría su primera relación homosexual pero se sentiría inconforme por
ser tratada como un chico gay y no como una mujer.
El último karma fue la segregación que vivió en el colegio distrital en que estudió
todo el bachillerato. Sus compañeros se burlaban de ella y la rechazaban al punto
de no querer darle ni la mano, haciéndola sentir como una “leprosa o una persona
portadora del VIH”.
En octavo ellos mismos dividieron el salón en dos partes: una para los hombres y
una para las mujeres, y dejaron a Lina en el medio. Una situación similar ocurría
durante los desfiles e izadas de bandera, pues Lina era retirada del grupo de
hombres y no podía hacerse en el de mujeres, por eso ella solía escaparse de
estas actividades o no ir ese día a estudiar.
Pero el trato que recibía de sus compañeras era muy distinto, las niñas eran sus
únicas amigas y siempre se hacía con ellas en los trabajos en grupo. Lina
recuerda que una de sus compañeras, quien solía tener algunos “rasgos
57
masculinos” como la rudeza, era la que se encargaba de defenderla de los
abusos de sus compañeros.
En otra ocasión le cerraron el paso para entrar al salón y Lina tuvo que armarse de
valor e ir a buscar a la coordinadora de grupo. Tras explicarle que ellos la
acosaban, la coordinadora le hizo señalar a quienes la molestaban, entonces Lina
en medio del temor, las ganas de llorar y el pulso alterado por los nervios terminó
señalando a todos sus compañeros, quienes fueron advertidos de que si seguían
metiéndose con ella iban a recibir matricula condicional. Pero esto no impidió que
mediante pequeños actos, miradas y eufemismos la siguieran discriminando.
En medio de este ambiente Lina recuerda que pudo participar en algunas obras de
teatro. Ella se travestía, salía al escenario como un personaje femenino y lograba
un fuerte impacto entre sus compañeros que no podían descifrar si era un hombre
o una mujer. Eso le permitía retomar fuerzas pero al mismo tiempo la deprimía
pues muchos de sus compañeros le comentaban “Ay lástima que no fueras mujer”.
Esas palabras la hacían odiarse a sí misma. Cada día detestaba más sus
genitales pues ella pensaba: “Esto es lo que a mí me impide ser mujer” y en varias
ocasiones estuvo tentada a cortárselos con una cuchilla.
Cuando Lina tenía 13 años pensaba mucho en el suicidio, quería morir a los 18
años, no quería vivir más así. Hoy en día Lina explica que todo “era precisamente
por eso, por no poder ser lo que uno quería ser, entonces la única forma de
escapar de pronto es esa”. Pero su religión también parecía ser un camino. Lina
siempre ha sido devota al niño dios y a la virgen, entonces hacia novenas y le
pedía a “diosito lindo” que se la llevara para no hacerle daño a nadie, incluso le
pedía cambiar su vida por la de una prima que tenía una enfermedad terminal.
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Para Lina cultivar su mundo interior la ayudó a resistir. Ella decidió refugiarse en
su casa, allí confeccionaba vestidos a partir de la ropa vieja de su mamá, entonces
se hizo un uniforme y lo usaba durante las tardes aprovechando que estaba sola.
Se sentaba a hacer sus tareas y a escuchar música. Además ahorraba de sus
onces para comprar maquillaje.
Este refugio se volvió adverso cuando hacia los 17 años su mamá la llevó con
engaños a la psicóloga, diciéndole que iban a visitar a una tía. Allí la doctora y su
madre llegaron a la conclusión que todo se debía a una supuesta violación y que
la solución era evitar los manerismos de Lina, pues la doctora tenía varios amigos
gays que no se les notaba y “así la gente no decía nada”.
Esa fue la primera vez que Lina le dijo a su mamá que era gay, desde ese
momento fue obligada a comportarse como un joven de su edad. Su madre
empezó a esconderle o botarle el maquillaje, guardó su ropa en un clóset que
mantenía bajo llave y le prohibió volverse a depilar las cejas. Ante esta nueva
situación Lina descubrió la forma de abrir el armario de su madre sin que ella lo
notara, así que cada vez que iba a usar su ropa le quitaba las puntillas y calculaba
el tiempo preciso para dejar todo en su lugar antes que su madre regresara del
trabajo. A medida que pasaron los años Lina fue mejorando sus tácticas para
aprovechar al máximo esas horas de soledad.
En una ocasión, una vecina que tenía su casa en remodelación arrendó una de las
piezas de la casa de Lina. Mientras la vecina, que era una mujer muy femenina,
estaba de vacaciones en otro lugar, Lina se media sus tacones y sus hermosos
vestidos de coctel y trajes ejecutivos. Luego cuando la vecina se fue, Lina siguió
confeccionando ropa no sólo para ella sino también para sus barbies, que tenía
bajo la excusa de ser modelos para elaborar muñecas de tela que su mamá le
ayudaba a vender. Por supuesto, este era un pretexto para poder jugar con ellas.
Sus otros juguetes eran unos muñecos grandes que hacía con retazos y a los que
guardaba en una casa de madera que ella misma había construido.
Pero hubo otras situaciones que Lina no pudo evitar, como asistir al examen del
servicio militar. Ella lo recuerda como una de las peores experiencias de su vida,
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no sólo por tener que desnudar su cuerpo en público, sino también porque al estar
acostumbrada a refugiarse en el grupo de niñas, está vez tuvo que estar sola.
Sentada durante todo el día en un andén esperando a ser llamada y que un militar
al verle las cejas depiladas la descartara con un rotundo: “¡No! Usted es marica”.
A sus 18 años Lina obtuvo el título de bachiller. Nunca perdió un año y siempre
ocupó los mejores lugares. Terminada esta etapa ella se olvidó de ser Lina por un
tiempo, aunque para ese entonces no tenía un nombre femenino. Nunca lo había
necesitado para aceptar que en el fondo siempre había sido mujer.
Cuando Lina se graduó del colegio tuvo muchas dificultades para conseguir
trabajo por su aspecto femenino y su voz suave. Después de tomar un curso de
administración hotelera en el SENA empezó su práctica en un club militar donde
se sintió vulnerada de varias formas. Ella nunca había dormido en la misma
habitación con un hombre, debía levantarse dos horas antes que el resto para no
exponer su cuerpo ante todos en la ducha que compartían, y aunque
cotidianamente sus compañeros de trabajo le hacían bromas y comentarios
homofóbicos, en la noche algunos le proponían que los visitara en sus
habitaciones, a lo cual ella se negaba.
Ya a sus 23 años Lina dejó este trabajo y se volvió a refugiar en su casa por cerca
de cuatro años, durante este tiempo pudo volver a vestirse por las tardes y vivir
una vida “chévere” en que no tenía que aparentar ser un hombre. Tras la
insistencia de su madre y de sus familiares consiguió un trabajo “heterosexual” en
CAFAM, donde según ella volvió a recibir comentarios homofóbicos de sus
compañeros, pero logró reunir el dinero suficiente para empezar la construcción de
su casa y pagar sus estudios de estética, aunque su madre se oponía por
considerarlo un trabajo de “maricas”.
Para Lina la peluquería era la única labor en la que ella podía ser, pues pese a
que intentaba ocultar su feminidad siempre sus movimientos la delataban y
generaban burlas. En el primer salón que trabajó sólo había travestis; ella me
explica que allí tuvo que afrontar su deseo por transitar pero que al mismo tiempo
60
sentía temor porque no se identificaba con el prototipo de las mujeres trans que
trabajan como estilistas.
Sólo hasta que su mamá sufrió de cáncer y empezó a compartir diariamente con
ella en su hogar, Lina se sintió presionada a empezar a hacer el tránsito.
Luego trabajó en un salón junto a varios hombres gays y conoció ese mundo que
durante tanto tiempo había ignorado, al punto de creer que ella era el único gay en
el planeta. Pero tras una larga convivencia con hombres homosexuales confirmó
que definitivamente no se identificaba con ninguno de ellos porque lo suyo no era
una cuestión de orientación sexual, sino de identidad de género.
61
ISABELLA
“Yo no me comprometo con ninguno de los dos lados, no soy niño lo tengo
que reconocer; nunca he sido el macho machote, el ejemplar así como
masculino, pero tampoco me la vengo a dar de niña (…) Para mí es algo de
respeto, los niños son niños, las niñas son niñas y los que somos de la
mitad, pues somos de la mitad; mi postura es esa que hay un tercer sexo,
intersexual, es decir que estoy en la mitad” 25
Luego de varios minutos quien abre la puerta es una mujer. Ella tiene una
cabellera castaña que le cae sobre los hombros, la silueta ajustada de su vestido
le dibuja un sensual escote mientras enseña unas piernas que aparentan ser aun
más largas gracias al alto de sus tacones. El maquillaje le resalta la mirada y los
accesorios hacen perfecta combinación con su ropa; para quien no ha estado
pendiente de la situación, esta mujer nada tiene que ver con el hombre que antes
había entrado al baño, pero él y ella son la misma persona.
25
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Isabella el 24
de marzo del 2012.
62
Por ende, a lo largo de este relato hablaré tanto de él como de ella, tratando de
mostrar el dinamismo de esta identidad que se genera entre idas y venidas por las
construcciones que en nuestra sociedad se han hecho sobre lo que es ser un
hombre y lo que es ser una mujer. Para su escritura ha sido de gran ayuda
conocer una copia de su libro autobiográfico “El tercer sexo: La historia de un
unicornio azul”, donde le revela a su hija adolescente la existencia de Isabella;
además tomo como base nuestras conversaciones cotidianas y la reunión que
tuvimos el pasado 24 de marzo durante la cual me habló sobre su vida.
Nuestra reunión fue acordada para un sábado, día en que Isabella estaba fuera de
la rutina de su trabajo como arquitecta y podía invitarme a conocer su hogar y el
barrio San Francisco, donde ha vivido por varios años. Después de casi dos horas
de viaje en trasporte público yo llegué al centro comercial Metrópolis, aguardé a
que la lluvia cesara antes de empezar a buscar la dirección, pero pasados varios
minutos ella se ofreció amablemente a recogerme en su carro y me llevó hasta su
casa. A través de las ventanas empañadas del automóvil pude ver algunas calles
que me recordaron al barrio 7 de agosto; los talleres de mecánica, varias tiendas,
misceláneas y panaderías contrastaban con las casas modestas de estrato tres.
Su actividad comercial atraía durante el día a los y las transeúntes mientras en la
noche este mismo lugar lucía desolado, oscuro y peligroso.
El recorrido terminó cuando Fernando, así lucía ese día, dejó el carro en un taller,
no sin antes saludar con bastante confianza a los trabajadores y hacerles algunas
recomendaciones. Este trato amistoso llamó mi atención, pues me ha contado que
más de una noche ha salido de su casa como Isabella y es posible que en el
vecindario la hayan reconocido; no obstante me ha dicho que en el barrio nunca
se ha sentido discriminada por esta razón.
Luego de caminar dos cuadras llegamos a un edificio con un gran portón metálico
por donde se podía ingresar a una fábrica de puertas de Transmilenio. A su lado
había una pequeña puerta blanca que daba acceso a tres pisos de oficinas y
consultorios, en el último y cuarto piso vive Isabella.
63
La decoración de su casa, que califica como “la casa de los espejos”, deja ver su
vocación de arquitecta y su gusto por la fotografía. Es un lugar completamente
diferente al ambiente tosco y bullicioso de afuera. Su habitación sobresale por sus
tonalidades rosa y el arsenal de objetos que la hacen lucir como una tienda
dedicada a la belleza femenina. Desde la entrada hasta el extremo de la pared hay
una fila de tacones de distintos diseños, el guardarropas es un tubo de acero del
que cuelgan vestidos, abrigos y bufandas, mientras el tocador con un gran espejo
contiene toda clase de productos para el cuidado personal.
Durante cerca de dos años, ambos niños estuvieron rotando por las casas de sus
parientes hasta que se mudaron definitivamente al hogar de su tía. Fernando
considera que pese a estas dificultades tuvo todo lo necesario para llevar una
infancia feliz. Su tía-mamá fue una mujer con vocación de cuidado que los acogió
como a su hijo e hija, mientras su tío-papá se dedicaba a administrar un negocio
familiar de muebles y artículos en madera.
Sus compañeros solían aislarse de ellas para jugar fútbol o enfrentarse en peleas
clandestinas que imitaban a Rocky Marciano y otras glorias del boxeo de la época,
pero como Fernando era delgado, débil y no le gustaba usar los golpes para
demostrar “quien era más hombre que todos” tuvo muchos problemas con los
demás niños. Ellos se le burlaban llamándolo “nena” o “afeminado”; en muchas
ocasiones su hermana salía a defenderlo, tenía que quitarle a los niños de encima
pues se venían de a tres o de a cuatro a golpearlo.
Uno de los juegos de la infancia que Fernando recuerda era cuando sus
compañeros de primaria lo metían contra su voluntad al baño de las niñas: “Entrar
al baño de las niñas era un sacrilegio (…) eso era como la burla, la mofa y a mí
me lo hacían muchas veces. Era como una forma de menospreciarme, ellos
decían que yo era una niña porque me la pasaba con las niñas y me zampaban
allá entre todos”.
Mientras él me cuenta esta anécdota no puede evitar sonreír; me explica que todo
se debía a su aspecto poco varonil y a la envidia que despertaba entre sus
compañeros. Si bien sabe que era malo ser rechazado por los otros niños, su
reacción no fue la de sentirse inferior o cambiar su personalidad. De hecho le
agradaba refugiarse en el grupo de las niñas y se sentía privilegiado porque a esa
edad ya tenía novia. Para él la discriminación que recibía era muestra de su
superioridad frente a los otros, que en su ignorancia no podían entender que no
había nada malo en que fuera diferente a ellos.
La primera vez que Fernando se vistió como mujer fue por un accidente. Cuando
él cursaba segundo de primaria olvidó ir al baño antes de entrar a clase y como su
profesora no le dio permiso para salir del aula él se orinó en sus pantalones, como
castigo la docente lo llevó al baño de las niñas, lo duchó con agua helada, lo vistió
con una jardinera y lo puso a secar al sol en un altar a la Virgen que estaba
cercado de tal forma que no pudiera escaparse.
65
Al contrario de lo que la maestra pensaba, ser vestido como una niña no lo hizo
sentirse avergonzado. Él estaba muy a gusto, consideraba que había sido puesto
en un lugar especial como si fuera una virgen más. Allí de pie, rodeado por flores,
el sol lo calentaba y su única preocupación era la reacción de sus compañeros
cuando salieran a descanso y lo vieran así.
Pero el miedo a las burlas de los niños perdió importancia cuando su hermana y
sus amigas saltaron la reja y entraron al pequeño jardín para hacerle compañía. Él
se sentía una más en el grupo de niñas: “(Ellas) me acompañaron durante todo el
recreo, se pusieron a hablar conmigo como si fuéramos las mejores amigas (...)
nunca en ningún momento me dijeron te ves mal, trataron de protegerme de los
niños y resultamos que pasó el recreo en un momentico y lo disfruté mucho
porque hablamos de todo, o sea como niñas, como amigas”.
66
Para Fernando travestirse y asumir actitudes femeninas tenía un doble significado.
Por una parte consideraba que lo acercaba a su mamá, pero también en ese
momento se sentía más identificado con esta ropa porque estaba más acorde con
su personalidad delicada, tierna y sentimental, “lo que se supone son las niñas y
no deben ser los niños”, pues para él cuando lo vestían con prendas masculinas lo
obligaban a interactuar y a pertenecer a un mundo que no le agradaba, debía
jugar con los niños y ser uno más de ellos.
“Siempre me han fascinado las niñas, las amo, es por eso que yo digo que quiero
ser una de ellas, me parece tan lindas, tan bellas y tan hermosas que uno no
puede darse ese gusto”.
Fernando tiene una concepción esencialista de las mujeres y los hombres, a ellas
las considera superiores ya que, según él, su capacidad natural para concebir
hijos les impide atentar contra la vida, en cambio ellos son los malos que
empiezan las guerras y no tienen el privilegio de expresar sus sentimientos. Por
ende piensa que son las mujeres las dignas de imitar y en la medida que él asume
un rol femenino puede ser una mejor persona. Es por esto que durante su infancia
ser feminizado no fue motivo de humillación o vergüenza, sino de orgullo y alegría.
“Siempre la vi a ella que volverse mujer era algo importante, que te hacia
especial, que te hace más bella, más agradable al mundo de los demás. A los ojos
de los demás empecé a sentir que me quede estancado y ella me ha superado por
mucho y de pronto lo que yo tengo en mi cabeza, mi anhelo es eso, que yo tengo
que ir evolucionando para alcanzar esa perfección que yo tengo imaginaria, no de
mi hermana, sino de la mujer en general”.
67
Después de asistir a varias sesiones con el psicólogo, los médicos, las
autoridades del colegio e incluso su familia consideraron que su comportamiento
continuaba siendo inadecuado y el convivir entre niñas solo afianzaba esta “mala”
costumbre. Entonces decidierron que lo mejor era enviarlo a un colegio masculino
de los hermanos de la Salle.
“Si yo no estudiaba me tocaba irme con los buses, con los conductores y eso;
entonces mi único escape era: o estudiaba o estudiaba, si no me tocaba irme a
manejar un bus, a hacer mecánica, a lavar un bus, desde que estuviera ocupado
haciendo tareas, no me pedía nada”.
Según él, estudiar en un colegio masculino eliminó la competencia por las chicas
que había experimentado en su escuela anterior; allí ser aplicado y juicioso fue
una forma de compensar su falta de aptitudes para el deporte. Considera que el
ambiente religioso basado en valores de respeto y amor hizo que su personalidad,
más allá de su aspecto afeminado, fuera apreciada entre sus compañeros y no se
68
sintió discriminado; por el contrario pasaba gran parte del día en las aulas. Para él
la mayor prueba de la aceptación y calidez que se vivían en este lugar era que uno
de sus compañeros abiertamente homosexual llevaba una convivencia armónica
con el resto de estudiantes, docentes y directivas: “William se llamaba, y el era de
los chicos que se tinturaba el cabello de mono, se le partía el hablado y todo; él
era uno de los mejores amigos de todos. Sabíamos que tenía su forma muy
femenina de manifestar las cosas, fue tan amigo como cualquiera, no había burla”.
Se graduó con honores y ganó una beca para ser hermano lasallista, la cual
rechazó porque debía hacer votos de castidad y en ese momento tenía novia.
Luego entró a estudiar arquitectura en la Universidad Nacional, pero como el
dinero no le alcanzaba debió cambiarse a la Universidad Católica que tenía
horario nocturno y le permitía trabajar de día.
“Ella reencontró esa parte femenina mía, la volvió a sacar a flote y volví a
encontrarle ese gusto tan íntimo, tan personal de mis recuerdos de niño, la volví a
dejar salir y me ha hecho tan feliz eso, me di cuenta que casi pierdo algo que
podía ser tan agradable.”
Tras la ruptura con su novia y sufrir una enfermedad en el hígado que lo tuvo al
borde de la muerte, Fernando reevaluó su vida y cuestionó si su éxito profesional
lo hacía sentir pleno. Entonces hizo un viaje a New York donde dada su condición
de migrante terminó vendiendo ropa interior femenina en los bares de striptease y
clubes que tenían como protagonistas a transformistas que emulaban a divas
como Cher y Madonna. En este ambiente tuvo la confianza para modelar la ropa
que vendía y empezó a llamarse Isabella; luego el negocio decaería por las trabas
para prolongar su visa, así que regresó a Colombia.
70
PALOMA
“Depende de con quién esté, con el equipo médico pues hay que
identificarse como trans pero digamos que en sociedad, en general, soy una
mujer común y corriente”26
Paloma se identifica como una mujer que nació en un cuerpo masculino. Prefiere
no hablar sobre su experiencia de tránsito en los ambientes que frecuenta
regularmente; sin embargo, asiste al GAT como una forma de ayudar a otras
personas que pasan por lo ve no tanto como una enfermedad si no como una
“patología” que ha hecho “ruido” en su existencia.
A Paloma la conocí durante una reunión del GAT hace más de un año. Ella es una
joven reservada, no registra su nombre dentro de la planilla de asistencia al grupo,
no le gusta ser grabada mientras habla en las reuniones y suele construir una
barrera a la hora de socializar con otras personas. Sobresale entre el grupo por su
apariencia de una mujer de clase alta, siempre está muy bien vestida, es delicada
con sus gestos y la forma en que habla da cuenta de una rica formación intelectual
y el hábito de la lectura. Sus intervenciones suelen referirse a la importancia de
hacer un tránsito bien planeado, valerse de estudios científicos que hablan de la
transexualidad como disforia de género, hacer un uso estratégico de las
instituciones y normas para lograr la adecuación corporal y otras tácticas que más
que transgresoras buscan acoplarse a una realidad social que no las ve con
buenos ojos.
Nosotras nos reunimos en dos ocasiones, octubre y marzo, para hablar sobre su
vida y las opiniones que tiene respecto a las experiencias de tránsito, sus
obstáculos y desafíos. A lo largo de este proceso Paloma se ha preocupado por
26
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25
de octubre del 2011 y el 20 marzo del 2012.
71
mostrarme esa otra cara del transitar por los géneros, pues para ella en los
estudios que se han hecho al respecto sobresalen las historias de quienes se
enorgullecen de su identidad y salen a las calles a visibilizarse; pero se ignora a
las personas que como ella prefieren no hablar del tema, que no sienten orgullo
por haber vivido esta situación, que no creen que su problema sea de identidad
sino sexual y que reclaman ser tratadas con indiferencia como una mujer más.
Razones por las cuales esta historia de vida muestra otra forma de resistir la
discriminación y plantea una manera de vivir el tránsito como un evento temporal
más no como un proceso que marca la trayectoria personal, el lugar de definición
y la percepción de sí.
Ella recuerda que durante su infancia prefería los juguetes de su hermana a los
propios. Pensaba que era una niña y afirma que hasta en sus sueños se percibía
como tal, entonces cuando era tratada como un niño creía que las otras personas
estaban equivocadas. Luego se empezó a dar cuenta que quien estaba “mal” era
ella, sin embargo, durante mucho tiempo usó su imaginación para oponerse a esta
idea: “Cuando tu descubres las diferencias empiezas a creer (e) imaginarte que el
cuerpo va a cambiar mágicamente por no sé qué, hasta te inventas cuenticos de
hadas mágicas.”
Ella afirma que a lo largo del bachillerato siempre hubo una constante: La gente
murmuraba que ella era un persona rara, si bien no tenía manerismos el estar
siempre al margen de actividades y de los grupos sociales generaba sospecha. En
varias ocasiones su madre y su padre fueron citados por el colegio ante la duda de
si se trataba de problemas familiares que afectaran su forma de relacionarse.
“Si antes a ti medio te aceptaban en el grupo, ya no. ʽEs que tú no eres como
nosotros, tú eres a este ladoʼ. Eres la persona nerda que cuando hacen un deporte
y empiezan a escoger, eres la última a la que eligen. Eso genera problemas,
conflicto, porque tú estás buscando aceptación, estás buscando pertenecer,
formando tu personalidad y no encuentras cómo.”
Ella afirma que haber estudiado en colegios mixtos no significó una ventaja para
su situación pues no buscó la compañía exclusiva de las niñas, sino que
interactuaba con todos pero manteniendo las distancias. Por otra parte, su fugaz
paso por un colegio militar lo recuerda como una experiencia amarga
caracterizada por el exceso de control y disciplina.
73
Paloma vivió una adolescencia en que reprimió su gusto por los hombres, ella
lidiaba de la mejor forma posible con su nerviosismo al hablar y el deseo de estar
cerca a la persona que le atraía. En una ocasión su hermano le preguntó si era
homosexual y ella reaccionó sorprendida e indignada, así que dentro de sus
estrategias para no ser discriminada estuvo la de invitar a salir ocasionalmente a
sus compañeras de estudio y sugerir que podría tener una novia. Al mismo tiempo,
trataba de acercarse con sutileza a personas homosexuales hasta que se animó a
visitar un reconocido bar de ambiente en Chapinero para probar suerte y enterarse
de primera mano de qué se trataba ese mundo y si ella hacía parte de él.
“Yo pensaba que uno podía ser gay, yo quiero ser gay, si bien no podía ser como
mi hermano podía ser como ese señor y hacerlo todo a la escondida”.
“La gente las trataban mal y las corrían de todo lado. La forma en que se vestían,
como hablaban, me parecían violentas, para mí era un choque muy grande pues
pensaba que yo tenía que ser eso porque no había otra opción, entonces más
rabia me daba”.
Para ella era aterrador imaginar que podía ser una más de esas personas, ella
visitaba bibliotecas y navegaba por internet como una forma de conocer más
acerca de lo que le ocurría pero le resultaba descabellado y aberrante pensar que
podía tener algo en común con esas historias de transgeneristas que habían sido
echadas de la casa, que habían quedado desempleadas y hasta habían intentado
en repetidas ocasiones quitarse la vida.
Su deseo por no generar discordia ni levantar sospechas era tal que al tener una
compañera de curso que era aparentemente lesbiana, se unió al grupo de
74
compañeros que la molestaban. Hoy en día se avergüenza de su actitud, reconoce
que fue cruel y cobarde pero para ella primaba su temor a ser discriminada,
entonces su estrategia para evitarlo era unirse a los victimarios, no dar lugar a
ambigüedades y dejar en claro que estaba de su lado.
Por esa misma época Paloma hacia parte de un entorno exclusivo y muy
conservador: El Opus Dei. Ella estaba intentando alcanzar el éxito y ser como
aquellas personas respetadas que frecuentaban este ambiente, tales como Luis
Carlos Sarmiento Angulo27 quien asistió en una oportunidad, pues las percibía
como ejemplos de realización personal con sus hogares, sus descendencias y sus
prometedoras carreras.
Entonces Paloma quería estudiar, trabajar y ser una persona respetable de la que
nadie podría poner su reputación en duda. Consideraba que para reafirmar sus
buenos valores debía unirse a una persona buena y correcta para luego construir
un hogar donde hacer crecer intelectual, social y emocionalmente a sus
descendientes para que fueran mejores que ella. Pero este sueño era cada vez
más insostenible al no poder negar el malestar ante algunos preceptos de esta
religión que entraban en conflicto con sus sentimientos, recuerda advertencias
como: “Si Dios te hizo así es porque tenía un plan para ti, si tú te cambias,
cambias el plan de Dios, más o menos, si estas en contra de Dios, recibes las
consecuencias y al infierno vas a dar”.
Actualmente Paloma reconoce que las vidas de estas personas no eran tan
perfectas ni estaban exentas de escándalos e inmoralidad. En ese momento ella
tenía un proyecto de vida diseñado para protegerse de la controversia, pero
después de varias experiencias ella ha tomado una postura agnóstica.
Una vez se graduó del bachillerato y vio como sus compañeros y compañeras de
estudio empezaban a formalizar sus relaciones e incluso pensar en el matrimonio,
Paloma descubrió que la vida no se trataba de un juego y empezó a plantearse
qué iba a hacer con su futuro y cómo lograría una estabilidad económica y social
27
Gustavo Sarmiento Angulo es el multimillonario más rico de Colombia, un exitoso empresario
colombiano y presidente de la junta directiva del grupo Aval acciones y valores.
75
que le garantizara una situación idónea para tomar decisiones. Dada su habilidad
con los computadores, eligió estudiar ingeniería de sistemas en la Universidad de
los Andes, pero ante los persistentes problemas económicos en su casa debió
cambiarse a la Universidad Nacional; luego cuando logró cierta estabilidad optó
por finalizar la carrera en ambas instituciones, una con un enfoque gerencial y la
otra con una vocación más técnica.
Al mismo tiempo continuó con las investigaciones sobre lo que le sucedía y obtuvo
varias certificaciones médicas. Con el apoyo de estos documentos le habló a su
familia sobre cómo se había sentido a lo largo de su vida. Inicialmente la reacción
de su madre fue la de encomendarla a los santos para que le quitaran “eso”,
mientras su papá recibió la noticia de una manera más serena y le ayudó a calmar
al resto de sus parientes.
Cuando Paloma cuenta esta parte de su vida se esmera por explicar la reacción
de su madre, considera que era apenas lógica porque ella no había dado señales
de que algo “raro” ocurría. En un esfuerzo por entender a su familia me aclara que
al darles a conocer por lo que pasaba les generó un sentimiento de incertidumbre
y volcó radicalmente los planes que habían construido para ella. Ahora intenta ser
comprensiva con las reacciones de su círculo cercano ante sus cambios, pues le
importa lo que piensan de ella y tiene la intención de hacer la situación lo menos
traumática posible.
Paloma eligió su profesión no sólo por gusto sino también como una forma de
protegerse de la discriminación. Sabía que siendo un oficio solitario no tendría
mayor contacto con el público y así podría hacer su tránsito con tranquilidad. En
76
este entorno laboral nuevamente se valió de estudios y estadísticas para instruir a
sus jefes y colegas sobre lo que ella estaba atravesando. Organizó una
presentación con diapositivas a través de las cuales explicaba de manera clara las
causas, consecuencias, tratamientos, alternativas, ventajas y desventajas de su
identidad diversa, de modo tal que nadie tuviera excusas para hacer de su
situación un chisme de pasillo. De hecho reconoce que aunque esta situación
nunca ocurrió si notó que algunas personas, principalmente los hombres, la
empezaron a tratar de una forma fría.
Ella señala que para transitar hay que saber hacer bien las cosas y cultivar la
paciencia. Aconseja asumir una estrategia inteligente que reconozca su campo de
acción según su entorno particular, de tal manera que avance con paso lento pero
seguro hacia la obtención de sus propios intereses: Ser una mujer plena, formada
integralmente como un ser humano y sobre quien la experiencia de tránsito pasa a
un segundo plano. Para ella los cambios se hacen de forma gradual y confiesa ser
más amiga de las evoluciones que de las revoluciones, pues según ella estas
últimas ocasionan choques, rupturas y desencuentros con quienes se debería
promover vínculos y conciliaciones.
“No me interesa hablar de eso ni mi vida gira alrededor de eso. Si quieres hablar
de eso para mí es un borrón y cuenta nueva, así funciona más o menos. Esto es
77
como la quimio, tu superas todo eso ¡Ya sanaste! ¿Por qué seguir cargando con la
enfermedad? ¿Por qué seguir cargando el cáncer? ¿Por qué seguir hablando del
cáncer? Mejor ayudar a las personas que lo tienen que superar pero decir ʽYo soy
cáncerʼ y ¿Estoy orgullosa de ser cáncer? Es que yo no soy eso, yo pase por esto
pero no soy eso”.
78
4. RESISTENCIAS, SILENCIOS Y SUMISIONES
Godelier afirma que “Las categorías de género, raza o etnia son una especie de
pantalla a través de la que se proyecta una imagen de la realidad”(Citado en
Comas d´argemir,1995:43), para las personas transgénero esto tiene como
consecuencia que se les atribuyan arbitrariamente ciertas cualidades y
capacidades diferenciales que son aprehendidas como naturales; mediante dichas
representaciones ideológicas, señala el autor, se cumplen tres funciones: la
interpretación de la realidad, la organización de pautas de interacción y la
legitimación de las relaciones entre las personas. En esta última función es
fundamental el consentimiento, lo cual implica que estas personas internalicen
bajo el condicionamiento de la socialización su propia diferencia, considerando así
que por ser transgénero están destinadas a prostituirse o dedicarse
exclusivamente a la peluquería y desde esa posición asuman relaciones
particulares (Ibídem,1995: 41). Esto también significa “la definición a nivel social
de lo que es justo o injusto, bueno o malo” (Ibídem, 1995: 43) de manera que la
discriminación no sea percibida como tal sino como una consecuencia natural y
esperada del ser transgenerista.
Mientras cada una narraba sus experiencias le iban confiriendo un sentido a sus
actuaciones, sus decisiones y principalmente a la forma en que reaccionaron ante
los múltiples obstáculos para asumir su tránsito. Personas como Lina y Sandra,
pertenecientes a clases sociales bajas, destacan cómo la falta de recursos
económicos y los conflictos en sus hogares machistas, caracterizados por padres
violentos y madres dóciles y abnegadas, cambiaron su orden de prioridades de tal
manera que evitaron a toda costa generar nuevos motivos que empeoraran el
ambiente familiar y se preocuparon por mejorar sus calidades de vida: “Quería
28
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25 de octubre del 2011 y el
20 marzo del 2012.
29
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Françoise el 3
de octubre del 2011.
80
mejorar el nivel de vida que teníamos, mejorar la casa, tener un espacio donde
vivir mejor, una tranquilidad. Quería ayudarle a mi mamá”30
Por otra parte, aquellas mujeres transgénero que contaron con mejores
condiciones económicas, crecieron en espacios seguros y tenían hogares
30
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de octubre y el 16 de
noviembre del 2011.
31
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25 de octubre del 2011 y el 20
marzo del 2012.
81
relativamente estables también aplazaron sus tránsitos, en sus casos hasta la
culminación de sus estudios universitarios. Ellas reconocen que su situación fue
privilegiada, aunque no significa que estuvieran exentas de depresiones, miedos y
conflictos entre lo que sus familias esperaban que fueran y lo que ellas sentían y
anhelaban para sí mismas.
En las vidas de Lina, Sandra, Isabella y Francoise las mujeres y los hombres
tienen roles y actitudes distintas frente a ellas. Las primeras han sido sus
compañeras de estudio y de trabajo que han tenido una postura más permisiva y
tolerante ante sus comportamientos femeninos. Ellas han preferido relacionarse
con los grupos de mujeres porque logran una mayor identificación con sus temas
de conversación, sus gustos y sus actividades, por ejemplo Francoise afirma que
es más “natural” interactuar con ellas que con los chicos.
También las mujeres han sido sus madres dedicadas a labores domésticas y
oficios de cuidado, constituyendo ideales de mujeres fuertes que en los casos de
Lina y Sandra debieron sacar a sus hijos e hijas adelante asumiendo a cabalidad
las responsabilidades del hogar ya sea por ser madres solteras o esposas de
hombres mantenidos que despilfarraban el dinero. Para Isabella su madre fue una
trabajadora en otro país que ocasionalmente aparecía con regalos para ella, pero
también fue una tía que construyó un hogar que a pesar de algunas dificultades
económicas, fue ideal para crecer como una persona feliz.
El acceso al mundo femenino para Paloma y Laura estuvo troncado por sus
dificultades para relacionarse con sus pares ya sea por una elección personal de
no dar lugar a dudas sobre su supuesta masculinidad o por la fuerte división de
roles en los espacios en que crecieron. Especialmente para Laura la escasa
82
interacción con niñas de su edad estaba basada en los preceptos de su religión
que creaba y vigilaba estrictamente la distribución de comportamientos y
actividades entre hombres y mujeres.
En sus vidas son ellos el reverso de la imagen que tienen de sí mismas. Para ellas
haber sido obligadas a vestir prendas masculinas y a tener comportamientos
bruscos fue un atentado a su feminidad. Sin embargo, eran conscientes de que
tampoco correspondían a lo que socialmente y culturalmente se espera sea una
mujer, así que en sus procesos de identificación, como la hablaré más adelante,
para algunas hubo un cuestionamiento sobre si eran homosexuales y en la
mayoría de casos descubren tardíamente la existencia de otras personas
trangénero.
Para estas personas uno de los principales obstáculos a la hora de asumir sus
tránsitos desde temprana edad fue no tener muy en claro lo que les pasaba o
relacionarlo con estereotipos negativos de homosexualidad; esta confusión se
agudizó al pertenecer a hogares con una marcada división sexual de roles que en
83
más de una ocasión daba pie a situaciones de violencia intrafamiliar. También fue
una desventaja crecer en condiciones económicas difíciles que las obligaba a
trabajar y estudiar al mismo tiempo, pues este junto al miedo fueron factores que
las excluyeron de espacios de socialización propicios para construir redes de
apoyo con sus pares y poder confiar sus sentimientos e inquietudes.
Así que a partir de estos contextos es preciso conocer cómo cada una de ellas
desarrolló mecanismos propios de resistencia.
Paloma pensaba que eran las y los demás quienes estaban equivocados, pero
después de hacer comparaciones con sus pares descubrió que ella era la que
estaba “mal”. Sin embargo, imaginaba cuentos de hadas y hechizos que
84
mágicamente cambiarían su cuerpo. Françoise también señala que su imaginación
le hizo creer que ella nunca tendría que vivir como hombre cuando fuera adulta.
Para Laura fue el encierro en un cuarto oscuro, al que la sometió su padre, el que
la hizo creer que no podía ser ella misma porque sería castigada y atemorizada;
entonces optó por pasar el tiempo leyendo, mientras se decía a sí misma que
algún día iba a poder ser quien quería y que esto no iba a ser para siempre.
Sandra por su parte jugaba a ser la mamá de sus hermanas y aprovechaba para
travestirse. Ella cuidaba cada detalle para evitar ser descubierta pues pensaba
que su masculinidad era realmente esa vestimenta que usaba cotidianamente y no
le dejaba proyectar su ser interior. Lina construyó un santuario en la intimidad de
su casa, allí usaba prendas femeninas y se sentaba a hacer tareas, para luego
jugar con las muñecas y los vestidos que ella misma confeccionaba.
Cada una de ellas pasó por la práctica del travestismo sin ser ajenas a sustos e
incidentes. Cuando Françoise fue descubierta por su hermana lo explicó todo bajo
la excusa de querer llamar la atención y luego desarrolló mejores estrategias para
no volver a ser sorprendida. Sandra recibió la mirada de desaprobación de su
madre al ser tomada por sorpresa en la azotea de su casa y tuvo que sortear la
vigilancia severa que ella imponía sobre sus comportamientos y la ropa de sus
hermanas. Lina aprendió a desarmar el armario de su mamá y se volvió una
experta en ocultar maquillaje y vestidos, además aprovechaba las obras de teatro
del colegio para protagonizar roles femeninos. Mientras Laura y Paloma lo hacían
rara vez pero siempre con la frustración de no sentirse a gusto en sus cuerpos ni
siquiera cuando llevaban puestas ropas femeninas. Por su parte, Isabella vivió dos
etapas del travestismo, la infancia en que era un juego más con su hermana y la
edad adulta cuando lo practicaba junto a su pareja. Actualmente es parte de su
identidad como persona intersexual.
Una vez ellas iniciaron sus tránsitos el travestismo dejó de ser una práctica
privada y ocasional para empezar a desarrollarse de manera más pública y
constante. Generalmente este proceso va acompañado por la adopción de un
85
nombre femenino que es utilizado al principio sólo en los contextos del travestismo
y luego en la vida ordinaria.
“Me concentré tanto en formarme, como decía alguien tu puedes verte como te
veas pero si tienes un Premio Nobel encima no importa, ¡vístete cómo quieras! Te
aceptan como sea. Uno también tiene que ver si la sociedad es así, pues a ver me
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voy a concentrar en consolidar en ese campo para que no se me compliquen las
cosas”32.
32
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25 de octubre del 2011 y el 20
marzo del 2012.
33
Tomadas textualmente de la historia de vida contada por Laura el 17 de diciembre del 2011.
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costura, la gran imaginación de Françoise, el gusto de Laura por la pintura y las
destrezas de Paloma con la programación de computadores.
La diferencia entre un mundo privado donde podían ser ellas mismas e incluso
travestirse en la intimidad de sus casas en contraste con un mundo público donde
estaban expuestas a la homofobia y la transfobia, hacía que ellas lidiaran con
vidas paralelas y aprendieran a actuar según cada espacio y grupo con el que
interactuaban. Así mismo, cuando las mujeres transgénero inician su proceso de
adecuación a lo que se espera es una mujer en esta sociedad desarrollan una
hiperconciencia de la norma de género y una gran capacidad performativa y
plástica para comportarse de acuerdo al guión de la feminidad en cada contexto
específico. Ellas manejan códigos y desarrollan competencias mestizas pues se
mueven entre lo homo y lo hetero, lo femenino y lo masculino.
34
Tomada textualmente de la historia de vida contada por Paloma el 25 de octubre del 2011 y el
20 marzo del 2012.
88
obtener el prestigio de la indiferencia o de la invisibilidad, haciendo usos
estratégicos de “lo que es dado a ver” (Ibídem, 81) a las y los demás.
Además elegir muy bien con quien se comparte sus historias de tránsito es una
manera de evitar que su identidad de género diversa sea asumida como la
totalidad de su personalidad, opacando sus aptitudes en otros aspectos como el
estudio, el trabajo o el hogar.
Durante la infancia de estas personas esos pasajes eran actos cotidianos en que
había un gran esfuerzo por mantener la imagen masculina para evitar la
discriminación, pero al mismo tiempo se adelantaba una búsqueda de medios de
expresión para sus feminidades. La pubertad fue una etapa que para la mayoría
de ellas significó un recrudecimiento de su conflicto interno, pensamientos suicidas
y autodiscriminación; pues no sólo sus cuerpos se desarrollaban hacia una
apariencia que no querían, sino también las diferencias entre hombres y mujeres
se hacían cada vez más marcadas se reducían los espacios en que era posible
ser sin tomar partido de dicha división sexual. La reconfiguración de las relaciones
de los géneros les exigió cambiar sus propios mecanismos de resistencia y
actualizar en su performance el paso de la infancia a la adultez. Antes eran niños
percibidos como introvertidos o afeminados, ahora como jóvenes debían
demostrar su interés por el sexo opuesto y su habilidad para ser proveedores del
hogar y defenderse a sí mismos.
En los casos de Lina y Laura pese a que ellas fueron niños afeminados no
llegaron a afirmarse como homosexuales ante su familia y amistades, por el
contrario ellas intentaban asumir actitudes masculinas, obligándose a sí mismas a
participar en juegos como el fútbol o las charlas entre chicos pero no lograban
integrarse exitosamente. Mientras Paloma tuvo como modelo a su hermano menor
y aprendió de manera diestra unos códigos de comportamiento que le ayudaban a
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no generar sospechas sobre su orientación sexual, sin embargo, su
distanciamiento de las demás personas incitaba a la gente a cuestionarse sobre
por qué era tan diferente, cuál era su problema y por qué actuaba de una forma
tan hermética, siendo que era confundida con el grupo de personas marginadas
por su aspecto físico, por tener problemas familiares o ser nerdas.
Isabella también fue discriminada por sus actitudes femeninas pero en su caso
particular contó con la ventaja de que mediante juegos con su hermana y amigas
pudo expresar su feminidad de manera libre, de tal manera que ser feminizada era
para ella un orgullo o un motivo para sentirse mejor que sus compañeros que sólo
se dedicaban a la fuerza bruta y que por naturaleza no podían alcanzar la
perfección de las mujeres.
Francoise por su parte dice que su forma de actuar era leída como falta de
madurez más no era tildada como homosexual. Ella estaba al tanto de las
consecuencias que le llevaría ser gay en una sociedad conservadora como la de
Cartagena: “Yo siempre sabia que ser gay estaba mal y yo siempre he tenido una
necesidad de atención, entonces sabía que mal era diferente a atención entonces
mejor no. Quería atención de la buena.”35
35
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Francoise el 3
de octubre del 2011.
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llegar a trabajar a un salón de belleza descubrió que sus actitudes eran femeninas
más no homosexuales, Paloma prefería ser un gay de clóset pero no se sintió a
gusto en este ambiente y Françoise sospechaba que su miedo a las personas
sexualmente diversas podía ser una señal de que era una de ellas. Además sus
incursiones en un mundo que compartía ciertos rasgos con los que pensaba
podían identificarse hacían parte de su estrategia de investigación y la búsqueda
de una asesoría y un nombre que pudieran definir el sentimiento de una vida.
Incluso ansiaban encontrar personas que lograran comprenderlas y/o que
estuvieran afrontando lo mismo. Estos hallazgos fueron utilizados para legitimar
sus identidades diversas frente a sus familiares, colegas y amistades, tal como lo
hizo Paloma.
En el caso de Laura ella conoció desde muy joven a las personas trangénero que
se dedicaban a la prostitución y logró entablar una relación de amistad y apoyo
con algunas de ellas, mientras Paloma aunque tuvo esta misma posibilidad de
encuentro, cuando debía pasar por la zona de prostitución rumbo a su trabajo, el
miedo a tener algo en común con estas personas que vendían sus cuerpos
semidesnudos y actuaban de manera vulgar evitó cualquier acercamiento.
De allí la importancia de grupos como el GAT pues les permite descubrir que
definitivamente ellas no son las únicas y que no todas las personas trans ejercen
la prostitución. A través de sus reuniones han conocido a otras personas que
están transitando por los géneros, lo cual les ofrece, como lo nombra Lina, un
abanico de posibilidades sobre lo que es ser trans y los roles que puede asumir en
la sociedad. Además les ayuda a consolidar una red de apoyo desde donde
organizarse para hacer exigencias puntuales de derechos.
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las que se les nota. Todo. Uno se da cuenta que es un abanico de posibilidades y
piensas en cual te quieres ubicar”36.
36
Tomadas textualmente de la historia de vida contada por Lina el 18 de octubre y el 16 de
noviembre del 2011.
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“Siempre he creído que esto es un karma o simplemente una lección que tengo
que aprender. Puede que sea una ayuda un poco disimulada para poder encontrar
personas que me acepten como soy, creo que tiene un significado”.37
Mientras tanto, Isabella rescata los valores de amor, respeto y solidaridad vividos
durante su paso por el colegio lasallista y que han quedado en ellas como pilares
para aprender a ver en los y las demás su ser más allá de las apariencias, las
identidades de género, las orientaciones sexuales o las pertenencias materiales.
37
Las palabras o frases son tomadas textualmente de la historia de vida contada por Francoise el 3
de octubre del 2011.
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posibilitó crear redes de apoyos entre ellas parar compartir consejos, anécdotas y
puntos de vista, al tiempo que favoreció su organización para la defensa de sus
derechos.
Estas personas debieron aprender a reconocer su entorno, las relaciones con sus
pares y la autoridad y la norma de género para poder efectuar su poder de
agencia dentro de las tensiones entre lo que ellas quieren construir de sí mismas y
lo que la sociedad, sus familias y círculos cercanos esperan de ellas. Resistencias
desde contextos particulares en que se aprende a hacer un uso consciente de
códigos y se reconoce que hay una mirada vigilante sobre sus cuerpos y
existencias que es posible modular para que vea lo que ellas desean mientras
hacen una búsqueda de sus propias identidades. En este proceso reaccionar así
como callar y saber esperar o cuando desesperar hacen parte de sus capacidades
mestizas, de su ir y venir por los géneros, la aceptación o el rechazo propios y la
resignación o la resistencia.
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5. LA INVESTIGACIÓN COMO INVOLUCRAMIENTO
Quisiera pensar este final más como el paso que le precede a un nuevo comienzo.
Una despedida breve de una actividad que exigió un desafío constante a mis
capacidades para investigar, analizar y comunicar mi experiencia compartida con
estas seis personas que inevitablemente se han vuelto parte de mi vida.
Es un adiós al gusto de escucharlas con los oídos abiertos y las pupilas dilatadas,
sin poder quitarles la vista de encima porque cada detalle y cada recuerdo iban
construyendo en mi mente una historia de luchas, tensiones, triunfos, derrotas y
esperanzas. Hasta hoy me duró la excusa de visitarlas para vivir eso que me
enamoró de la antropología: Descubrir que otros mundos y otras formas son
posibles.
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Ellas tienen en común idas y venidas por los géneros pero lo hacen de maneras
tan disímiles, con puntos de vista propios, testimonios y recuerdos, dándome a
entender que las formas de la lucha pueden ser muy diversas y tienen el potencial
de contagiársele a la gente aún cuando un mar de diferencia podría distanciarlas.
Me sentiría satisfecha si usted abandona esta tesis con una pregunta, una
curiosidad o una duda sobre la manera en que hasta ahora ha visto el mundo. Por
mi parte desde hace dos años empecé a calibrar mis gafas; no negaré que es un
reto cotidiano no pensar dicotómicamente e intentar entender cómo puede ser que
algo tan “natural” como la propia identificación con nuestros cuerpos es el
resultado de relaciones sociales, discursos y contextos que cambian con el tiempo
mientras crean, reciclan y transforman sus reglas.
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Los mecanismos de resistencia que vi en estas seis personas me ayudaron a
ponerle carne a la teoría de Foucault. Me mostraron cómo el poder circula entre
todos nosotros y todas nosotras, víctimas y victimarios, que a su vez
intercambiamos estos dos roles según los contextos y las relaciones que
establezcamos. La dominación que se ejerce sobre los cuerpos y las vidas de
Lina, Françoise, Sandra, Laura, Paloma e Isabella no es sólida, aplastante y
estática, sino que ellas están activamente presentes logrando influir en los
impactos, las dinámicas y los significados que la homofobia y transfobia acarrean
sobre sus experiencias de tránsito.
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6. BIBLIOGRAFÍA
Butler, J. (1996). "Variaciones sobre sexo y género: Beauvoir, Wittig y Foucault". En:
Marta Lamas (Comp.) El género. La construcción cultural de la diferencia sexual (pp. 303-
326). México:PUEG.
Castellanos, G. (2006). Sexo Género y feminismo; tres categorias en pugna. En: Tovar,
Patricia (Editora), Familia, género y antropología: desafíos y transformaciones (pp. 30-61).
Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia- ICANH.
Colombia Diversa (2011). Todos los deberes, pocos los derechos. Situación de derechos
humanos de lesbianas, gay, bisexuales y transgeneristas en Colombia 2008-2009.
Bogotá: Colombia diversa.
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Prada,N., Galvis,S., Ruiz,L., & Gómez, A. (2012) ¡A mí me sacaron volada de allá!
Bogotá: Secretaría General de la Alcaldía Mayor de Bogotá D.C.
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