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La autora, en este apartado, refiere una gran influencia que ejerció la obra de Gabriel
García Márquez en su novela. Sin duda, éste es un dato importante para poder hablar de
fantasía en su novela. En primer lugar, hay que mencionar que, así como en Cien años de
soledad, en Las dos vidas de Floria aparece un pueblo mítico llamado Otrora, que bien podría
ser producto de la imaginación de la escritora. Y así lo es, porque desde el primer párrafo nos
cuenta que la familia Alacid decidió refugiarse en un lugar apartado del pueblo para vivir la
vida y alejarse del ajetreo. Una de las características de la novela de imaginación es
precisamente situar en el mapa un pueblo cuya existencia es improbable en el mundo real.
Pensemos, por ejemplo, en Macondo, en Comala, en Yoknapatawpha, ese pueblo que creó el
gran escritor norteamericano William Faulkner. Otrora se convierte en un pueblo mítico
incluso para muchos que vivimos en América Latina, porque sin duda ese lugar representa el
lugar de nuestras apariciones, de nuestras pasiones y miedos; de nuestros lugares comunes y
de nuestra vida misma.
El argumento de Las dos vidas de Floria está en que es la historia de una familia (los
Alacid) compuesta por dos personajes: Ifigenia y Manrique. Esta familia no pudo tener hijos
debido a un problema de infertilidad. Manrique es un médico de profesión. Ifigenia sólo es
ama de casa. Desesperada por tener una familia, Ifigenia recurre a una curandera, Teófila,
para que le ayude con su problema. Teófila le entrega a su sobrina Antónima para que trabaje
con ella; pero no le ayuda en más. Antónima se lleva consigo una planta que esparcía un olor
fuerte. Después, la planta es colocada en el jardín de los Alacid. Sin embargo, Antónima
recuerda haberse comido pedazos de la planta en casa de su tía. Finalmente, Antónima queda
embarazada sin que supieran quién era el padre. Aparece Nicolás, brillante alumno de
medicina que busca una explicación, junto con Manrique, a tal acontecimiento. Y llegan a la
conclusión de que Antónima se embarazó por la ingesta de la planta. Meses después nace
Floria, cuya infancia la pasa plantada en una maceta. Nicolás se enamora de ella y en la
intimidad queda embarazada. Después de la gestación, Floria desprende de sus ramas tres
capullos en cuyo interior están los bebés, y termina convertida en un árbol plantado en el
jardín.
La primera confrontación que hay entre Ifigenia y Manrique es de un supuesto engaño
sexual con Antónima, la servidumbre, pues había quedado embarazada. Sin embargo, eso no
le incomodaba tanto como la crítica que iba a recibir en el pueblo, pues “…pudo escuchar en
su mente, con claridad, cómo el nombre de los Alacid estaría en boca de todos. Pudo sentir
las miradas de burla y lástima. Acababa de convertirse en la Gran Cornuda de Otrora, si es
que ya lo era” (Martínez-Belli, 2012: 21). El conflicto se originó, no por el engaño, sino
porque ella no sería la madre del bebé. A pesar de los esfuerzos descomunales que había
practicado con su esposo en las interminables noches de intimidad, nunca logró germinar en
su vientre ese ser que hacía tiempo esperaba. Ifigenia se frustra al saber que nunca podrá ser
madre; en cambio, Manrique, nunca se notó preocupado por tal problema. La figura maternal
queda malograda: no se cumple con el “rol” biológico, sino con el social: ser una ama de
casa. El deseo de ser madre es eminente. Al no poder concebir un hijo, Ifigenia se siente
vacía, incapaz de aceptar la imposibilidad de crear una familia; estaba yendo contra la
naturaleza al buscar una solución que no fuera la científica.
Estos primeros capítulos narran el conflicto que hay entre pareja: en primera instancia
se especulaba una infidelidad; en segundo término, la esposa busca, al no aceptar su
infecundidad, la manera de que una curandera le ayude a embarazarse; y el último punto es
cuando Antónima queda embarazada inexplicablemente. Aquí surge Floria, personaje central
de la novela, cuya vida no es normal como los demás integrantes de la familia. Laura
Martínez-Belli prorrumpe la realidad del lector y lo transporta a una invención que admite
sin cuestionarse. Comenzaré con lo fantástico que entrevera esta novela.
Como lo he mencionado, Las dos vidas de Floria posee características de lo
fantástico, aunque este género tiene componentes que lo hacen diferente al realismo mágico.
La constitución del término fantástico se vincula inmediatamente a la novela gótica europea
del siglo XVIII. Esta forma estética de crear mundos sobrenaturales, de dar un significado
distinto a los órdenes del ámbito real (crear motivos recurrentes como imaginarios, demonios,
vampiros, fantasmas, el doble) dio el surgimiento de las primeras manifestaciones fantásticas
en la literatura, pues como menciona Pampa O. Arán en su introducción:
[…] el fantástico incorpora anomalías y excesos que toma de otros discursos sobre el
comportamiento humano provenientes de sistemas filosóficos, religiosos, morales y
científicos, especialmente. Al mismo tiempo debe luchar contra la alineación y la
sanción de estos discursos culturales, buscando el efecto estético de una lógica del azar
y de lo irracional, para construir un texto que sostenga el verosímil de la ficción narrativa
(1999: 11).
Lo fantástico manifiesta signos particulares que alteran el orden y las leyes que rigen
el universo. En la literatura fantástica existe una relación entre lo real y lo imaginario. Cuando
estos dos elementos se combinan generan en el lector lo denominado confusión de realidades.
Es decir “En el verdadero campo de lo fantástico, existe siempre la posibilidad exterior y
formal de una explicación simple de los fenómenos, pero, al mismo tiempo, esta explicación
carece por completo de probabilidad interna” (cit. en: Tomachevsky: 24) “Hay un fenómeno
extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de causas naturales y
sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico” (Todorov,
1994: 24).
Aunque en Las dos vidas de Floria no aparecen elementos utilizados en la narrativa
gótica, sí existen personajes imaginarios que alteran la realidad del lector. La novela logra
una transcripción verbal de una realidad ficticia. Esto quiere decir que, como lo apunta
Greimas: “[…] el efecto del sentido no es la verdad sino un hacer-parecer verdadero pues se
construye de un discurso cuya función no es decir la verdad sino lo que parece verdad”
(Beristáin, 2008: 29); la novela logra adquirir estos arquetipos a partir de un acontecimiento
que aparentemente es increíble; sin embargo, por medio del discurso, la ficción se vuelve
verosímil por imposible que parezca. La verosimilitud da credibilidad a la historia. Lo
fantástico de la novela se fundamenta en que el lector vacila en la posibilidad de que Floria
adquiera la forma de un árbol, y que a través de la fotosíntesis, un humano se alimente; esta
forma de revertir la realidad, de crear personajes y lugares imaginarios, de hacer parecer
verdadero el mundo ficcional, de alterar las leyes del universo convergen en lo fantástico.
Esta fábula tiene semejanza con el mito de Dafne, cuando Apolo se enamora de ésta
y decide, después de tratar de huir, convertirla en árbol:
Tan pronto como sus pies tocaron la tierra, una extraña fuerza la petrificó, comenzando
por sus pies que se transformaron en raíces y sus piernas tronco. Y en el preciso
momento en que Apolo descendió con los brazos abiertos para abrazar a la escurridiza
ninfa, una gruesa corteza había cubierto su cuerpo y sus brazos se habían llenado de
hojas (R. Padilla, 2002: 57).
Ya que plantee las singularidades de lo fantástico, este pasaje abre una nueva visión:
el realismo mágico. Como todo vocablo tiene su principio y fundamento, doy a conocer ahora
las características de éste. El término realista fue acuñado en el siglo XIX, especialmente en
Francia. Los realistas se interesaban por la especificidad de los acontecimientos cotidianos;
buscaban los detalles, las características de la vida. En este sentido “El realismo literario, en
el sentido más vago y general, significa la representación directa y fiel de tales detalles,
incidentes y características” (Flores, 1990: 12). Puesto que la realidad es compleja, muchas
conjeturas pueden resultar subjetivas en demasía. Sin embargo, autores del siglo XIX
representaron la realidad tal cual. En años posteriores, autores como Virginia Woolf, Proust
y Kafka, consideraron que reproducir la realidad como tal estaba pasado de moda, y que lo
novedoso era yuxtaponer la realidad con los procesos mentales, psicológicos e inconscientes
del humano. Las dimensiones realistas quedaron sumamente estrechas, reducidas a una
incapacidad de explorar el inconsciente que no se puede articular.
Esta búsqueda conceptual es un laberinto sin salida. Por esa razón, Ralph Flores
señala que:
[…] no hay ninguna necesidad de este círculo vicioso: debiera ser posible conceder que
el mundo es suficientemente amplio para contener muchas realidades, y que la función
de la literatura es la de guiar a los lectores fuera de la realidad de sus experiencias
familiares y habituales a otras experiencias que sean reales también. La realidad no
necesariamente es una e indivisible y, aun si lo fuera, ningún estilo ni edad podrían
poseer un pedazo único o especial de ella (1990: 11).
Infringir la realidad con sucesos extraños es una forma de inventar, a partir de la
realidad, un mundo distorsionado, complejo, con una percepción diferente. Pero, ¿cómo
combinar dos términos totalmente opuestos: realidad y mágico? Lo importante es cuando
estos componentes se conjugan. La realidad objetiva es limitada; en cambio la realidad
mágica (la imaginativa) no; esa combinación presupone el realismo mágico. Es una forma de
recrear, a partir de la imaginación, la realidad y hacerla poética, metafórica, enriqueciendo
los dos términos, de tener una percepción estética del mundo. La metáfora de Floria se
convierte en realidad; se comportaba como una planta; era ser fabuloso, dotado de una natura
nueva. Laura Martínez-Belli combina las realidades exteriores (lo cotidiano, lo tangible) con
las realidades interiores (lo no tangible), pues Floria establece una particular comunicación
con la familia. Lo fantástico y lo real, la realidad y la ficción se ejemplifica en Las dos vidas
de Floria, novela en donde la autora explora los confines del pensamiento femenino, y las
posibilidades que hay de entrar una Floria en nuestra vida diaria, y aceptarla, así como
aceptamos la realidad con sus deferentes caminos y rumbos.
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