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LAS DOS VIDAS DE FLORIA: LO FANTÁSTICO Y LO REAL

Luis Ricardo Palma de Jesús


Trabajo presentado en el XI Encuentro Internacional
de Investigadores de Lengua y Literatura

La narrativa contemporánea tiene diferentes escenarios y propuestas en cuanto a temáticas.


Uno de estos ejemplos es, sin duda, la literatura fantástica. Jorge Luis Borges, en conjunto
con Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, hizo una antología titulada Antología del cuento
fantástico, publicada en 1965 en donde recopila a los autores de la literatura universal que
escribieron sobre este género. Posteriormente, Hahn publica la Antología del cuento
fantástico hispanoamericano. Siglo XX, cuyos autores como Juan José Arreola, Carlos
Fuentes, Alfonso Reyes y Elena Garro transitan desde cuentos de fantasmas hasta
desdoblamiento de personalidad. Sin duda, el género fantástico ha sido cultivado por muchos
autores hispanoamericanos y universales que le han dado una importancia fundamental, ya
que, por lo menos en nuestro continente, las historias fantásticas están a la vuelta de la
esquina. Más adelante, Luis Jorge Boone hace una antología de cuento fantástico de autores
que nacieron en el siglo pasado, y que sin embargo están publicando en el presente siglo. El
libro lleva por título Tierras insólitas. Antología del cuento fantástico; y en este libro
aparecen autores como Isaí Moreno, Bernardo Fernández y Alberto Chimal. Estos tres libros,
sin duda, son un claro ejemplo de lo que ha ocupado a muchos escritores contemporáneos,
tanto mexicanos como autores internacionales
Tal es el caso de la escritora española Laura Martínez-Belli (Barcelona, 1975),
radicada en México desde el 2004. Autora de Por si no te vuelvo a ver, El ladrón de cálices
y Las dos vidas de Floria (novela publicada en Planeta, 2012, y cuya obra fue traducida al
italiano) es una escritora polifacética que se inició con la novela de la revolución y,
posteriormente, con la novela fantástica. En estas tres novelas hay algo particular que las une:
sus personajes protagonistas son mujeres, aquéllas que sufren lo duro de la vida. En una
entrevista que le hice a la autora sobre el tema de las mujeres, le pregunté que por qué la
mayoría de sus personajes sufrían por la vida, y que la mayoría tenían hijos que se
desperdigaban por el mundo, y me dijo que ella contaba su experiencia a través de la
imaginación. Y es aquí donde pienso que muchas autoras, en este caso Laura, sólo pueden
transmitir esas emociones, porque “ellas pueden hablar de la vida de una mujer. Más aún, la
experiencia de una mujer incluye una vida perceptiva y emocional diferente: las mujeres no
ven las cosas del mismo modo que los hombres y poseen diferentes ideas y sentimientos
acerca de lo que es importante y lo que no es” (Selden, 1987: 155).
Aunque la intención de este trabajo no es explorar un feminismo como tal, sí es
importante mencionar que el rol de las mujeres personajes en sus novelas tiene un dinamismo
constante y son ellas los ejes de la diégesis. Los personajes de Las dos vidas de Floria
transitan en ese efecto que denominamos verosimilitud; entre realidad y ficción. Y esto
ocurre porque las autoras ya no están interesadas en contar las cosas como deberían de ser
contadas, sino que ellas pretenden narrar desde un yo, sin caer en la autobiografía, para
encontrarse consigo mismas (Ferré, 1980: 17). En este sentido, aludo a la obra Las dos vidas
de Floria, novela que la que catapultó al mundo del género fantástico. En una entrevista ella
menciona que:
Floria” fue un cuento. Un cuento que yo escribí a los 19 años. En esa época, estaba
fascinada por García Márquez, y claro, intenté escribir algo que tuviera la veta del
realismo mágico. El cuento tenía unas 15 páginas y en él ya estaba la historia y los
personajes tal cual están en Las dos vidas de Floria. Después de publicar Por si no te
vuelvo a ver, casualmente, encontré entre mis papeles el susodicho cuento,
mecanografiado, y fechado en 1994. Por supuesto, me llevé una alegría. Me acordaba
del cuento, pero no recordaba haberlo conservado. Y me di a la tarea de “escribirlo bien”,
porque como te imaginarás, la historia no estaba bien trabajada ni lograda. Pero al poco
tiempo de retomar la escritura de este cuento-largo, lo dejé porque empecé a escribir El
ladrón de Cálices, mi segunda novela. No fue hasta hace un par de años, tras una grave
enfermedad (estuve ingresada mes y medio en el hospital por una mastoiditis que derivó
en meningitis); cuando, al salir, decidí terminar con todo lo inconcluso, y Floria, fue lo
primero en mi lista (Martínez-Belli, Laura. “Entrevista personal. C-electrónico a Ricardo
Palma. 09 jul. 2013).

La autora, en este apartado, refiere una gran influencia que ejerció la obra de Gabriel
García Márquez en su novela. Sin duda, éste es un dato importante para poder hablar de
fantasía en su novela. En primer lugar, hay que mencionar que, así como en Cien años de
soledad, en Las dos vidas de Floria aparece un pueblo mítico llamado Otrora, que bien podría
ser producto de la imaginación de la escritora. Y así lo es, porque desde el primer párrafo nos
cuenta que la familia Alacid decidió refugiarse en un lugar apartado del pueblo para vivir la
vida y alejarse del ajetreo. Una de las características de la novela de imaginación es
precisamente situar en el mapa un pueblo cuya existencia es improbable en el mundo real.
Pensemos, por ejemplo, en Macondo, en Comala, en Yoknapatawpha, ese pueblo que creó el
gran escritor norteamericano William Faulkner. Otrora se convierte en un pueblo mítico
incluso para muchos que vivimos en América Latina, porque sin duda ese lugar representa el
lugar de nuestras apariciones, de nuestras pasiones y miedos; de nuestros lugares comunes y
de nuestra vida misma.
El argumento de Las dos vidas de Floria está en que es la historia de una familia (los
Alacid) compuesta por dos personajes: Ifigenia y Manrique. Esta familia no pudo tener hijos
debido a un problema de infertilidad. Manrique es un médico de profesión. Ifigenia sólo es
ama de casa. Desesperada por tener una familia, Ifigenia recurre a una curandera, Teófila,
para que le ayude con su problema. Teófila le entrega a su sobrina Antónima para que trabaje
con ella; pero no le ayuda en más. Antónima se lleva consigo una planta que esparcía un olor
fuerte. Después, la planta es colocada en el jardín de los Alacid. Sin embargo, Antónima
recuerda haberse comido pedazos de la planta en casa de su tía. Finalmente, Antónima queda
embarazada sin que supieran quién era el padre. Aparece Nicolás, brillante alumno de
medicina que busca una explicación, junto con Manrique, a tal acontecimiento. Y llegan a la
conclusión de que Antónima se embarazó por la ingesta de la planta. Meses después nace
Floria, cuya infancia la pasa plantada en una maceta. Nicolás se enamora de ella y en la
intimidad queda embarazada. Después de la gestación, Floria desprende de sus ramas tres
capullos en cuyo interior están los bebés, y termina convertida en un árbol plantado en el
jardín.
La primera confrontación que hay entre Ifigenia y Manrique es de un supuesto engaño
sexual con Antónima, la servidumbre, pues había quedado embarazada. Sin embargo, eso no
le incomodaba tanto como la crítica que iba a recibir en el pueblo, pues “…pudo escuchar en
su mente, con claridad, cómo el nombre de los Alacid estaría en boca de todos. Pudo sentir
las miradas de burla y lástima. Acababa de convertirse en la Gran Cornuda de Otrora, si es
que ya lo era” (Martínez-Belli, 2012: 21). El conflicto se originó, no por el engaño, sino
porque ella no sería la madre del bebé. A pesar de los esfuerzos descomunales que había
practicado con su esposo en las interminables noches de intimidad, nunca logró germinar en
su vientre ese ser que hacía tiempo esperaba. Ifigenia se frustra al saber que nunca podrá ser
madre; en cambio, Manrique, nunca se notó preocupado por tal problema. La figura maternal
queda malograda: no se cumple con el “rol” biológico, sino con el social: ser una ama de
casa. El deseo de ser madre es eminente. Al no poder concebir un hijo, Ifigenia se siente
vacía, incapaz de aceptar la imposibilidad de crear una familia; estaba yendo contra la
naturaleza al buscar una solución que no fuera la científica.
Estos primeros capítulos narran el conflicto que hay entre pareja: en primera instancia
se especulaba una infidelidad; en segundo término, la esposa busca, al no aceptar su
infecundidad, la manera de que una curandera le ayude a embarazarse; y el último punto es
cuando Antónima queda embarazada inexplicablemente. Aquí surge Floria, personaje central
de la novela, cuya vida no es normal como los demás integrantes de la familia. Laura
Martínez-Belli prorrumpe la realidad del lector y lo transporta a una invención que admite
sin cuestionarse. Comenzaré con lo fantástico que entrevera esta novela.
Como lo he mencionado, Las dos vidas de Floria posee características de lo
fantástico, aunque este género tiene componentes que lo hacen diferente al realismo mágico.
La constitución del término fantástico se vincula inmediatamente a la novela gótica europea
del siglo XVIII. Esta forma estética de crear mundos sobrenaturales, de dar un significado
distinto a los órdenes del ámbito real (crear motivos recurrentes como imaginarios, demonios,
vampiros, fantasmas, el doble) dio el surgimiento de las primeras manifestaciones fantásticas
en la literatura, pues como menciona Pampa O. Arán en su introducción:
[…] el fantástico incorpora anomalías y excesos que toma de otros discursos sobre el
comportamiento humano provenientes de sistemas filosóficos, religiosos, morales y
científicos, especialmente. Al mismo tiempo debe luchar contra la alineación y la
sanción de estos discursos culturales, buscando el efecto estético de una lógica del azar
y de lo irracional, para construir un texto que sostenga el verosímil de la ficción narrativa
(1999: 11).
Lo fantástico manifiesta signos particulares que alteran el orden y las leyes que rigen
el universo. En la literatura fantástica existe una relación entre lo real y lo imaginario. Cuando
estos dos elementos se combinan generan en el lector lo denominado confusión de realidades.
Es decir “En el verdadero campo de lo fantástico, existe siempre la posibilidad exterior y
formal de una explicación simple de los fenómenos, pero, al mismo tiempo, esta explicación
carece por completo de probabilidad interna” (cit. en: Tomachevsky: 24) “Hay un fenómeno
extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de causas naturales y
sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico” (Todorov,
1994: 24).
Aunque en Las dos vidas de Floria no aparecen elementos utilizados en la narrativa
gótica, sí existen personajes imaginarios que alteran la realidad del lector. La novela logra
una transcripción verbal de una realidad ficticia. Esto quiere decir que, como lo apunta
Greimas: “[…] el efecto del sentido no es la verdad sino un hacer-parecer verdadero pues se
construye de un discurso cuya función no es decir la verdad sino lo que parece verdad”
(Beristáin, 2008: 29); la novela logra adquirir estos arquetipos a partir de un acontecimiento
que aparentemente es increíble; sin embargo, por medio del discurso, la ficción se vuelve
verosímil por imposible que parezca. La verosimilitud da credibilidad a la historia. Lo
fantástico de la novela se fundamenta en que el lector vacila en la posibilidad de que Floria
adquiera la forma de un árbol, y que a través de la fotosíntesis, un humano se alimente; esta
forma de revertir la realidad, de crear personajes y lugares imaginarios, de hacer parecer
verdadero el mundo ficcional, de alterar las leyes del universo convergen en lo fantástico.
Esta fábula tiene semejanza con el mito de Dafne, cuando Apolo se enamora de ésta
y decide, después de tratar de huir, convertirla en árbol:
Tan pronto como sus pies tocaron la tierra, una extraña fuerza la petrificó, comenzando
por sus pies que se transformaron en raíces y sus piernas tronco. Y en el preciso
momento en que Apolo descendió con los brazos abiertos para abrazar a la escurridiza
ninfa, una gruesa corteza había cubierto su cuerpo y sus brazos se habían llenado de
hojas (R. Padilla, 2002: 57).

Esta imagen de carácter meramente surrealista de Dafne convertida en un árbol es


análoga a Floria en su crecimiento, cuando después de comenzar a marchitarse, y no
desprenderse del jardín, Nicolás advierte que, si no se planta, morirá. La impresión que
produjo Ifigenia fue de asombro:
Después, echó una rodilla a tierra y se colocó sus lentes bifocales. Se acercó a los pies
desnudos de la niña del mismo modo en que una filatelista contempla un sello nuevo.
Tuvo que llevarse una de las manos a la boca para no exclamar un improperio. Floria no
se movía ¡porque no podía! De sus pies habían brotado diminutas raíces que se tornaban
gruesas y fuertes según avanzaban en su crecimiento, anclándola a la tierra (Las
dos…Martínez-Belli: 107).

Ya que plantee las singularidades de lo fantástico, este pasaje abre una nueva visión:
el realismo mágico. Como todo vocablo tiene su principio y fundamento, doy a conocer ahora
las características de éste. El término realista fue acuñado en el siglo XIX, especialmente en
Francia. Los realistas se interesaban por la especificidad de los acontecimientos cotidianos;
buscaban los detalles, las características de la vida. En este sentido “El realismo literario, en
el sentido más vago y general, significa la representación directa y fiel de tales detalles,
incidentes y características” (Flores, 1990: 12). Puesto que la realidad es compleja, muchas
conjeturas pueden resultar subjetivas en demasía. Sin embargo, autores del siglo XIX
representaron la realidad tal cual. En años posteriores, autores como Virginia Woolf, Proust
y Kafka, consideraron que reproducir la realidad como tal estaba pasado de moda, y que lo
novedoso era yuxtaponer la realidad con los procesos mentales, psicológicos e inconscientes
del humano. Las dimensiones realistas quedaron sumamente estrechas, reducidas a una
incapacidad de explorar el inconsciente que no se puede articular.
Esta búsqueda conceptual es un laberinto sin salida. Por esa razón, Ralph Flores
señala que:
[…] no hay ninguna necesidad de este círculo vicioso: debiera ser posible conceder que
el mundo es suficientemente amplio para contener muchas realidades, y que la función
de la literatura es la de guiar a los lectores fuera de la realidad de sus experiencias
familiares y habituales a otras experiencias que sean reales también. La realidad no
necesariamente es una e indivisible y, aun si lo fuera, ningún estilo ni edad podrían
poseer un pedazo único o especial de ella (1990: 11).
Infringir la realidad con sucesos extraños es una forma de inventar, a partir de la
realidad, un mundo distorsionado, complejo, con una percepción diferente. Pero, ¿cómo
combinar dos términos totalmente opuestos: realidad y mágico? Lo importante es cuando
estos componentes se conjugan. La realidad objetiva es limitada; en cambio la realidad
mágica (la imaginativa) no; esa combinación presupone el realismo mágico. Es una forma de
recrear, a partir de la imaginación, la realidad y hacerla poética, metafórica, enriqueciendo
los dos términos, de tener una percepción estética del mundo. La metáfora de Floria se
convierte en realidad; se comportaba como una planta; era ser fabuloso, dotado de una natura
nueva. Laura Martínez-Belli combina las realidades exteriores (lo cotidiano, lo tangible) con
las realidades interiores (lo no tangible), pues Floria establece una particular comunicación
con la familia. Lo fantástico y lo real, la realidad y la ficción se ejemplifica en Las dos vidas
de Floria, novela en donde la autora explora los confines del pensamiento femenino, y las
posibilidades que hay de entrar una Floria en nuestra vida diaria, y aceptarla, así como
aceptamos la realidad con sus deferentes caminos y rumbos.
BIBLIOGRAFÍA

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