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“AQUÍ ESTOY” (EX.

3, 4B)

Señor Jesús, estamos reunidos como Iglesia para darte gracias por tu fidelidad que
sostiene nuestra débil entrega cotidiana. No podemos más que agradecerte, bendecirte
y adorarte, y pedirte que nos sigas colmando con todos tus dones. Danos la gracia del
recogimiento y del silencio interior para abrirnos a la escucha de tu palabra. Envía tu
Espíritu para sostener y animar nuestro caminar contigo hacia el Padre…

(Canto de invocación al Espíritu Santo)

El Señor llamó a Moisés desde la zarza, diciendo: ¡Moisés, Moisés! “Aquí estoy”,
respondió él. Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias,
porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”. Luego siguió diciendo: “Yo soy
el Dios de tu padre Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. (Ex 3 .4b- 6a)

Queremos subir como moisés hasta tu montaña y allí descalzarnos en señal de


humildad. “Descalzarnos”, en primer lugar, de nuestros pecados, de nuestras cobardías
de nuestras faltas de amor para contigo y nuestros hermanos.

“Señor tú me sondeas y me conoces, sabes si camino o si descanso. Me rodeas


por detrás y por delante y tienes tus manos sobre mí.
Sondéame, Dios mío, y penetra en mi interior, examíname y conoce lo que
pienso, observa si estoy en un camino falso y llévame por el camino eterno.
¡Crea en mí, Dios mío, ¡un corazón puro! Lávame y quedaré más blanco que la
nieve. Abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza”. (Sal. 138)

(Silencio) (Canto)

El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído
los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus
sufrimientos.... El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son
oprimidos por los egipcios”. (Ex 3. 7,9)

Sabemos Señor Jesús que conoces la opresión de tu pueblo. Hoy el mundo tiene
sed de tu presencia. Tiene sed de tu amor y de poder amar. Muchos hermanos nuestros
buscan la verdad porque desean encontrar el sentido de sus vidas. Y Tú eres el Camino,
la Verdad y la Vida, el agua viva que apaga nuestra sed, la luz que ilumina nuestras
sombras. Tú eres el que acude en auxilio de su pueblo. Por eso estás aquí presente entre
nosotros.

(Silencio)

Al señor que escuchó el clamor de los israelitas esclavizados y que ahora escucha
también a la humanidad esclavizada por los pecados, pidámosle con fervor diciendo:
¡Padre escucha nuestra oración!
 Por todos los hombres y mujeres del mundo, para que abran el corazón a Cristo
que nos muestra el amor del Padre
 Por las familias, para que descubran la gran misión que Dios les confió: ser testigos
del amor fecundo de Cristo a la Iglesia.
 Por los jóvenes, para que aprendan a ser hombres y mujeres verdaderamente
libres y así sepan descubrir la belleza de vivir como hijos de Dios.
 Por todos nosotros, para que sepamos descubrir el camino que nos tienes
preparados.

(Silencio) (Canto)

El Señor le dijo a Moisés: “ahora ve, Yo te envío al Faraón para que saques de
Egipto a mi pueblo, a los Israelitas.” (Ex 3. 10)

El señor no se queda indiferente frente al sufrimiento del pueblo hebreo, y envía


a Moisés en su nombre para librarlo y hacerlo su pueblo.
Pero Moisés fue solo una sombra, una imagen del verdadero liberador, que es
Jesús. Él vino a buscarnos a nosotros que éramos esclavos del pecado. “Porque Dios
amó tanto al mundo, que entregó a su hijo único para que todo el que crea en Él no
muera, sino que tenga vida eterna”. (Jn 3.16)
Hoy Jesús actúa en su Iglesia de diversas maneras, pero llama a algunos para que
lo representen sacramentalmente, para que guíen a su rebaño hacia las verdes praderas,
lo conduzcan a las aguas tranquilas y repare sus fuerzas, para que sepa que su amor
nunca lo abandona......

(Se canta o recita el Salmo 22) (Silencio)

Porque así habla el Señor: “¡Aquí estoy Yo! Yo mismo voy a buscar a mi rebaño y
me ocupare de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus
ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde
se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Buscaré a la oveja perdida, haré
volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a
la que esta gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia.” (Ez. 34,11-12.16)

Señor, sabemos que Tú no abandonas a tu pueblo, cumples tu promesa. Y la


cumples por medio de tus pastores, que hacen presente entre nosotros tu solicitud de
Buen Pastor. Queremos pedirte en especial por ellos, para que les des un corazón como
el tuyo, manso y humilde, para que los acompañes llenándolos y sosteniéndolos con tu
amor. Concédeles una fe firme para que sean capaces de mirar al mundo con tus ojos y
una viva esperanza que los haga caminar alegres junto con sus hermanos hacia la casa
del Padre.

(Canto)

Señor, tú amas a tu rebaño. Como prometiste: ¡Ven a buscarlo, no dejes de


ocuparte de él! ¡Manda pastores según tu corazón! ¡Que busquen la oveja perdida,
hagan volver a la descarriada, venden a la herida y curen a la enferma!
“INMEDIATAMENTE, DEJARON LAS REDES Y LO
SIGUIERON” (MT. 4, 19) (PARA JÓVENES)
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Estas cuestiones muchas veces
zumban como abejas dentro de nuestra cabeza. Pero son tan difíciles de responder, que
preferimos aturdirnos entre wasaps, música e internet…sin embargo siempre están ahí,
esperando el momento en que los ruidos del diario vivir se conviertan en inquietantes
silencios, y entonces esas preguntas reinician sus giros por nuestra mente.
En este momento, estos interrogantes están volviendo: ¿Cuál es mi lugar en el
universo? ¿En qué lugar del rompecabezas debo insertar mi existencia? ¿Quién puede
responderme? Ahora el silencio me rodea, pero no estoy solo, hay más gente a mi
alrededor; todos con las mismas preguntas y en medio de nuestras dudas, está Cristo,
misteriosamente presente en la Eucaristía.
Dios está con nosotros, y en Cristo Eucaristía nos tiende su mano y nos invita a que
con él vayamos desentrañando el gran misterio de nuestra vida. Entonces nuestra
pregunta ya no es: ¿Qué haré de mi vida? Sino: Dios mío ¿Qué deseas que hagamos Tú
y yo con mi vida?

(Silencio) (Canto)

Señor, Tú que has creado el cielo, que mueves las estrellas y nos has regalado la
vida. A ti que eres infinitamente sabio te pedimos, que durante este rato de encuentro
contigo, acompañes y guíes nuestras reflexiones. Llénanos de tu Espíritu Santo para
descubrir poco a poco lo que nos pides. Para que tu plan vaya tomando forma en nuestra
existencia.

(Canto: “Coplas de Yaraví”)

Gracias, Jesús, porque me conoces verdaderamente, porque me has entendido, y


has entendido lo que valgo.
Gracias porque te preocupas por mí, piensas en mí, me estimas.
Gracias, Jesús, porque también ves el poco bien que hago y sabes valorizar aquello
que tal vez otros no comprenden de mí.
Gracias porque me conoces más a fondo que todos y ves el bien que tú has puesto
dentro de mí. (Card. Martini)

(Silencio) (Canto)

Todos tenemos muchas debilidades, Dios tiene la suya. Las nuestras son muchas,
entre otras están: el hastío de las cosas cotidianas, la falta de perseverancia, el
desánimo, el miedo a avanzar, el miedo de mostrarnos como somos. La debilidad de
Dios, por el contrario, es distinta, y es una sola, la del Amor por el hombre. ¿¡Es que
tanto amas al hombre Señor!? ¡Que entregas a tu único Hijo por nosotros!
Y Dios se hizo en su Hijo Jesucristo, nuestro compañero de camino, para
conducirnos como Buen Pastor hacia la plenitud que buscamos; nos ayuda con su
entrega a salir de nosotros mismos y animarnos a asumir el riesgo del amor, de la
entrega generosa. Con su amorosa presencia entre nosotros nos fortalece para que
dejemos de “balconear la vida” sin comprometernos y tengamos el coraje de “salir a la
cancha” (como dice el Papa Francisco), para que dejemos de “dar vueltas” buscando
solo consumir cosas, experiencias, relaciones… y junto a Jesús elegir y recorrer el camino
que Él nos irá marcando, siendo verdaderos “caminantes”, que no se apoltronan ante la
primera dificultad.

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