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MÓDULO DE FE Y CULTURA: Prof.

Luis Enrique Pérez – Usat 2010


Unidad III: Jesús Cristo, plenitud de la revelación. La Iglesia, obra de Cristo

Tema 4
¿QUIÉN ES JESÚS DE NAZARET?

INTRODUCCIÓN: EL CONOCIMIENTO DE JESÚS

Preguntas sobre quién es Jesús de Nazaret

En el mundo actual caracterizado por el progreso de las ciencias, de la técnica y del bienestar
material, con frecuencia el hombre se hace estas dos preguntas: ¿Aporta algo Jesucristo al hombre de
hoy? ¿Qué posibilidad tiene el hombre actual de encontrar a Jesús y conocer la verdad entera sobre su
persona y su obra?

Vemos que la pregunta que hiciera Jesús a sus discípulos en Cesarea de Filipo sigue siendo muy
actual e interpela a los hombres de hoy con la misma fuerza de ayer: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?» (Mt 16,15).

El conocimiento histórico y el conocimiento de fe

Hay que tener en cuenta que el conocimiento racional de Jesús --el conocimiento que nos ofrece la
verificación que es propia de las ciencias históricas- no puede «demostrar» la Divinidad de Jesús. La
Divinidad de Jesús solo se acepta por el conocimiento de fe, como una verdad revelada por Dios a los
hombres.

Ya hemos visto al tratar el tema de la Revelación divina que la fe sobrenatural es un don de Dios por
el que el hombre acepta la Divinidad del hombre Jesús: esta fe viene por el oído que escucha la palabra
de Jesús y busca asimilarla; y viene también por la vida que, con la ayuda de la gracia, se esfuerza en
seguir a Jesús, en vivir lo que Jesús enseña, lo cual produce en el hombre una liberación gozosa del mal,
del egoísmo, y de reducir la existencia humana a una mera dimensión temporal y terrena. Pero es
históricamente demostrable que Jesús se presento a sí mismo como Dios Salvador de los hombres, tanto
en sus palabras como en sus hechos.

I. DIOS PADRE REVELA LA DIVINIDAD DE JESUS


Capítulo: ¿QUIÉN ES JESÚS DE NAZARET?

En los Evangelios sinópticos encontramos que la fe de los Apóstoles en la filiación divina de Jesús se
formó de un modo notable por el testimonio del mismo Padre, que revela en Jesús a su Hijo, en sentido
estricto y pleno, en las escenas del Bautismo en el Jordán y en la Transfiguración.
a) En el Bautismo de Jesús en el Jordán, al comienzo de su misión de Mesías, la voz del Padre dice: «Tú
eres mi Hijo, el Amado; en quien tengo mis complacencias» (Mc 1,9-11; Mt 3,13-17; Lc 3,21-22; Jn
1,29-34; Catecismo, nn. 535-537).

La voz del cielo que se dirige al Hijo en segunda persona es la voz del Padre, que en cierto sentido
presenta a su propio Hijo a los hombres que habían acudido al Jordán par a escuchar a Juan
Bautista. Jesús es el Hijo en quien el Padre ha puesto sus complacencias, el Hijo «amado», el Hijo
único en el sentido preciso y estricto de esta palabra.

b) En la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor, poco antes de su Pasión, el Padre dice: «Este es
mi Hijo amado, escúchenle» (Mc 9,2-13; Mt 17,1-13; Lc 9,28-36; Catecismo, nn. 554-556). En esta

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ocasión, la voz del Padre se dirige a unas personas escogidas y constituye como una confirmación
«desde lo alto» de lo que estaba madurando ya en la conciencia de los discípulos. Sobre la base de
los milagros y de las palabras de Jesús, el Padre confirma la fe de los discípulos acerca de la
condición divina de su Maestro.

II. JESÚS TUVO CONCIENCIA DE SU DIVINIDAD

La vida y las palabras de Jesús manifiestan la conciencia de su relación filial al Padre; es decir, testifican
que Jesús tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y, en sentido propio y exclusivo, de ser, Él
mismo, Dios17.

1. Se identifica con Dios Padre

Jesús tiene conciencia de ser Aquel que conoce a Dios perfectamente. Por eso, el propio Jesús es la
revelación definitiva de Dios a los hombres: «Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn 10, 30); «El Padre
está en mí y yo en el Padre» (Jn 10,38). Este «Yo» de Jesús tiene la misma dignidad que el «Yo» de Yhwh
cuando se revela a Moisés en la zarza que no se consume (Ex 3, 14).
Los pasajes evangélicos más significativos son los siguientes:
a. Al regreso de los 72 discípulos, dice Jesús: «Todo me ha sido entregado por mi Padre; y nadie
conoce al Hijo sino el Padre; ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar» (Mt 11,25-27; Lc 10,21-24). Con estas palabras Jesús da a conocer a sus discípulos que
está unido al Padre con un vínculo único: «todo» lo del Padre es del Hijo; y «todo» lo del Hijo es
del Padre. En otras palabras, el Hijo es igual al Padre, el Hijo es Dios como el Padre. También
expresa que el Hijo revela al Padre como Aquel que lo «conoce» y lo ha enviado como Hijo para
«hablar» a los hombres y «lo ha dado» para la salvación del mundo 18.

b. En la fiesta de la Dedicación del Templo, Jesús manifestó públicamente su identidad con el


Padre. Al desafío de los que se habían congregado: «Si eres el Mesías, dínoslo claramente», Jesús
responde: «Se lo he dicho y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan
testimonio de mí». Y a continuación afirma Jesús que los que lo escuchan y creen en Él,
pertenecen a su rebaño en virtud de un don del Padre: «Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco...
Lo que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo
y el Padre somos una solo cosa» (Jn 10, 24-30).

c. También expresa la misma verdad en otras ocasiones: en el discurso de despedida (Jn 14, 1-14); en
la llamada oración sacerdotal, en la que Jesús insiste en dar a conocer a sus discípulos que está
unido al Padre con un vínculo de pertenencia particular: «Quien me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,
19)19; «Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío» (Jn 17,10); y, por último, en la acusación de blasfemia
que hacen los judíos contra Jesús (Jn 5,18).

2. Jesús se llama «Hijo del Hombre»

Para hablar de sí mismo, Jesús utiliza frecuentemente la profecía mesiánica del «Hijo del Hombre»
(Dan 7,14), mientras que los demás lo llaman «Hijo de Dios». Destacamos los siguientes testimonios:

 en la curación del paralítico: Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5,6-26;


 en el anuncio de su pasión, muerte y resurrección: Mc 8,31-33;
 en la conversión de Zaqueo: Lc 19,1-10;
 en el diálogo con Nicodemo: Jn 3,1-21;
Capítulo:

17
Cfr. Comisión Teológica Internacional: La conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su misión, p.12
18
Cfr. K. Adam: El Cristo de nuestra fe, pp. 201 y ss.
19
Cfr. Juan Pablo II: Dives in Misericordia, n.2 y ss.

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 ante el tribunal de Caifás: Mc 14,53-64.


En el arameo de la época de Jesús, el título de «Hijo del Hombre» se había convertido para la mayor
parte de las gentes en una expresión que indicaba simplemente «hombre». Sin embargo, esta figura
bíblica indica el carácter divino del Mesías prometido: a pesar de su apariencia humana, se trata de un
ser eterno que procede de Dios, que tiene el poder de Dios y a quien todos los pueblos sirven.
En labios de Jesús, el título de «Hijo del Hombre» se enriquece y presenta un doble significado:
a) El Hijo del Hombre representa a Dios, pues anuncia el Reino de Dios, y es el profeta que llama a la
conversión.
b) El Hijo del Hombre también representa a los hombres, pues comparte con estos su condición terrena
y sus sufrimientos, para redimirlos y salvarlos según el designio del Padre; se trata de un anuncio
claro de la pasión.
Jesús habla repetidas veces de la «elevación» del Hijo del Hombre, expresando también que
incluye la «humillación» de la cruz: «Cuando levanten en alto al Hijo del Hombre, entonces conocerán
que yo soy, y que no hago nada por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo» (Jn 8,28).
Jesús afirma que su «elevación» en la cruz constituirá su glorificación. Al abandonar Judas el Cenáculo.
Jesús dice: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él» (Jn 13, 31).

3. Jesús llama a Dios «mi Padre» y « Abba»

La designación de Dios como «Padre», que ha llegado a ser el modo cristiano más sencillo y
puro de nombrar a Dios, se remonta a Jesús mismo. En el Antiguo Testamento también se utiliza el
término «Padre» para referirse a Dios; pero tiene un significado exclusivamente analógico, e incluso,
metafórico; el pueblo de Israel llama a Dios «Padre», en sentido genérico, pues se sabe elegido como
pueblo suyo, pero Jesús llama a Dios «Padre» en sentido estricto y propio: el Padre de Jesús no es un
hombre, sino el mismísimo Dios, con el que Jesús se identifica plenamente.

Jesús fue acostumbrando a sus oyentes para que entendieran que en sus labios la palabra
«Dios» y, en especial, la palabra «Padre», significaba padre en sentido propio y exclusivo: «Abbá-Padre
mío». Así, desde la infancia, cuando tenía 12 años, Jesús dice a María y a José que lo habían estado
buscando durante tres días: ¿No sabían que es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre?» (Lc
2,49). Y al final de su vida, en la oración sacerdotal con la que concluye su misión, insiste en pedir a
Dios: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti» (Jn 17,1); «Padre
santo, guarda en tu nombre a estos que me has dado» (Jn 17,11); «Padre justo, si el mundo no te ha
conocido, yo te conocí» (Jn 17,25). Ya en el anuncio de las realidades últimas, hecho con la parábola
sobre el juicio final, se presenta como Aquel que proclama: «Vengan a mí, benditos de mi Padre» (Mt
25,34). Luego pronuncia en la cruz sus últimas palabras: «Padre, en tus manos encomiendo mi
Capítulo: II. JESÚS TUVO CONCIENCIA DE SU DIVINIDAD
espíritu» (Lc 23,46). Por último, una vez resucitado anuncia a los discípulos «Yo les envío la promesa
de mi Padre» (Lc 24,49).

Además, en su oración, Jesús invoca a Dios con una designación aun más sorprendente y
audaz: le trata con el lenguaje familiar e íntimo del hijo que ama profundamente a su padre. San
Marcos conserva la expresión aramea «Abba», es decir, Padre mío, papá, papá querido, en la oración
que Jesús dirige al Padre en el huerto de Getsemaní: Mc 14, 36; Mt 26, 39-42; Lc 22, 42.

4. Jesús distingue siempre entre «mi Padre» y «Padre de ustedes»

La manera de orar Jesús («mi Padre», Mt 11,25), y la manera de orar que enseña a los
discípulos («Padre nuestro», Mt 6,9) subraya la exclusividad de su relación filial con Dios. Jesús
establece siempre una distinción entre «Padre mío» y «Padre de ustedes». Incluso después de la
Resurrección, dice a María Magdalena: «Ve a mis hermanos y diles: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre,
a mi Dios y a vuestro Dios"» (Jn 20,17). También lo había expresado numerosas veces en el sermón de la
montana: (Mt 6, 1.4.6.8.9.14.15. 18.26.32).

Con estas expresiones, Jesús distingue su filiación divina natural, que es por generación eterna
del Padre, de la filiación divina de los hombres, que es por adopción. Jesús es el hijo «único» o

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«unigénito», en sentido propio y esencial. No duda en afirmar: «Todo me ha sido entregado por mi
Padre» (Mt 11,27). A la vez, Jesús revela que los discípulos también participan de un modo especial en
la filiación divina, de la que el Apóstol Juan dirá en el prólogo de su Evangelio: «A cuantos le recibieron,
–es decir, a cuantos recibieron al Verbo que se hizo carne–, Jesús les dio poder de llegar a ser hijos de
Dios» (Jn 1, 12). Por eso, siguiendo su propia enseñanza, los cristianos rezan con toda razón y confianza
filial «Padre nuestro».

5. Jesús acepta plenamente que se le llame «Hijo de Dios»

Aunque en los Evangelios sinópticos Jesús jamás se define como Hijo de Dios (lo mismo que no
se llama Mesías), sin embargo acepta plenamente que los demás le llamen de este modo. Incluso afirma
y hace comprender que es el Hijo de Dios en sentido natural, propio y único. Como hemos visto antes,
la convicción de la Filiación divina de Jesús tiene su fuente definitiva en Dios-Padre, que da testimonio
de Cristo como Hijo suyo en el Bautismo del Jordán y en la Transfiguración. Destacamos las
narraciones siguientes:

 en discusión con los judíos: Jn 10, 31-39;


 en el proceso ante el Sanedrín: Mc 14, 53-65; Mt 26, 57-68; Lc 22, 54-65; Jn 18, 12-24;
 los príncipes de los sacerdotes se burlan de Jesús precisamente por declararse «Hijo de Dios»:
Mt 27, 41-43; Jn 19, 7.

6. Jesús conocía su misión divina

Jesús habla de Sí mismo como enviado del Padre 20 para liberar y salvar a los hombres: «Yo he
salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, sino que es Él quien me ha enviado» (Jn 8,42).
Viene en la carne (Rom 8,3), bajo la ley (Gal 4,4), para hacernos justos (2Cor 5,21), enriquecernos
(2Cor 8,9) y hacer de nosotros los hijos de Dios por medio del Espíritu Santo (Rom 8,15). En concreto:

a. Jesús se manifiesta como la plenitud de la Revelación de Dios a los hombres: Se sabe enviado
para «anunciar el Evangelio del Reino de Dios» (Lc 4,43). Su Persona divina, sus hechos y sus
palabras anuncian el Reino de Dios y lo hacen presente, para que el mundo sea reconciliado con
Dios y renovado21.

b. Jesús se presenta como el Salvador o Redentor de los hombres: Se sabe enviado para «buscar y
salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). Jesús ha aceptado libremente la voluntad del Padre: dar
su vida para la salvación de los hombres; se sabe enviado por el Padre para servir y para dar su
vida «por la muchedumbre» (Mc 14,24). La parábola de los viñadores homicidas subraya el Capítulo: II. JESÚS TUVO CONCIENCIA DE SU DIVINIDAD
carácter sacrificial y redentor de este envío (Mc 12,1-12; Mt 21,33-46; Lc 20,9, 19).

c. Jesús funda la Iglesia como sacramento universal de la salvación. La conciencia de su misión


salvífica implica la fundación de su Iglesia, regida por Pedro (Mt 16,16-19) y los Apóstoles (Mc
3,13-19), abierta a todos los hombres (Mt 8,11-12). Sus discípulos forman la verdadera familia de
Jesús (Mc 3,34) y participan de su misma misión (Mt 5,13-16; Jn 15, 16. 26-27).

d. Además, en discusión con los judíos, Jesús se identifica plenamente con la voluntad del Padre:
«He bajado del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que me ha
enviado» (Jn 6,38); las palabras de Jesús son las palabras de su Padre (Jn 3,34; 12,49); sus obras
son las obras del Padre (Jn 9,4); en consecuencia, puede decir: «Quien me ha visto, ha visto al
Padre» (Jn 14,9). Véase también: Jn 8,16.18; 7,28-29; 5, 36; 4, 34.

20
Cfr. Comisión Teológica Internacional: ibid. p.13
21
Cfr. K. Adam: Jesucristo, pp. 145 y ss.

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7. Jesús manifiesta su divina preexistencia

La conciencia que Jesús tiene de su misión implica la conciencia de su divina preexistencia como
«Hijo Unigénito»22. El que «se hizo carne», es decir, hombre en el tiempo, es desde la eternidad el Verbo
mismo, el Dios que «está en el seno del Padre» y por quien «todas las cosas fueron hechas» (Jn 1,1-18).
La misión de Jesús en la tierra no es esencialmente separable de la generación eterna del Hijo, pues
trae consigo a la humanidad la plenitud «de gracia y de verdad». Trae la plenitud de la verdad, porque
da a conocer al Dios verdadero a quien «nadie ha visto jamás». Y trae la plenitud de la gracia, porque a
cuantos le acogen les da la fuerza para llegar a ser «hijos de Dios». Esta preexistencia se manifiesta con
claridad en el significado de la misión de Jesús y en la aplicación a sí mismo del nombre –«Yo soy»– con
el que Dios se da a conocer en el Antiguo Testamento.

a. En el significado de su misión: La misión de Jesús en la tierra es la prolongación en la historia de


la eterna acción del Espíritu Santo en el seno del Padre23:

 En la Encarnación: La existencia humana de Jesús es el resultado de una acción del Espíritu


Santo: «EI Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso, el hijo engendrado será llamado Santo, Hijo de Dios» (Lc 1,35).
 En su vida pública: Jesús realiza su misión en la tierra en y por el Espíritu: En la sinagoga de
Nazaret, Jesús afirma que Él realiza la promesa de la Escritura por la acción del Espíritu Santo:
«Espíritu del Señor está sobre mí,...para evangelizar a los pobres... y para anunciar la redención a
los cautivos» (Lc 4,16-21; Mc 1,12; Mt 12,28).
 A partir de su Resurrección y Ascensión, Jesús es glorificado como hombre y manifiesta que es el
Señor que envía soberanamente al Espíritu Santo, para elevar a los hombres a la dignidad de
hijos y llamarles a la santidad de vida.

b. Al atribuirse el nombre divino «Yo soy»: Esta preexistencia o eternidad del Hijo la afirma Jesús
de Sí mismo al aplicarse el nombre con el que Dios se da a conocer en el Antiguo Testamento: «YO
SOY» (Ex 3,14), significando que Dios es el Ser supremo en sentido absoluto, pleno y eterno, que
no depende de ningún otro ser:

 En discusión con los judíos: «Yo soy de arriba... si no creen que yo soy, morirán en sus pecados»
(Jn 8,24); «Cuando levanten en alto al Hijo del Hombre, entonces conocerán que yo soy, y que no
hago nada por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo» (Jn 8,28); «Antes que
Abraham naciese, yo soy» (Jn 8,58). La prueba de que sus oyentes entendieron que Jesús

Capítulo: JESÚS MANIFIESTA SU DIVINIDAD CON SUS «ACTITUDES»


afirmaba de si mismo que era Dios, como el Padre, es que muchos creyeron en Jesús, mientras
que otros le acusaron de blasfemia.
 Al lavar los pies a los Apóstoles, enseña que su misión y la de sus discípulos es la de servir; y
anuncia de antemano la traición de Judas: «Se lo digo desde ahora, antes de que suceda, para
que cuando ocurra crean que yo soy» (Jn 13,19). Poco después, les dice: «Salí del Padre y vine al
mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28).
 En el proceso ante el Sanedrín: Mc 14,61-62; Lc 22,70.50.

III. JESÚS MANIFIESTA SU DIVINIDAD CON SUS «ACTITUDES»

Jesús manifiesta la conciencia de su Divinidad con unas actitudes externas que están
perfectamente testimoniadas en los Evangelios. Se trata de unos hechos y de unas palabras, de unos
comportamientos, que van más allá de lo que Jesús afirma sobre sí mismo. Las actitudes que manifiesta
Jesús expresan que Jesús se siente investido de autoridad divina, de una autoridad que sobrepasa con
mucho la de los antiguos profetas y que, propiamente, solo corresponde a Dios. Las actitudes que
adopta Jesús sólo pueden ser entendidas desde su Divinidad; en otro caso, resultarían grotescas y
absurdas, lo que va en contra del testimonio histórico sobre Jesús. Veamos alguna de estas actitudes:

22
Cfr. K. Adam: El Cristo de nuestra fe, pp. 166 y ss.
23
Cfr. Juan Pablo II: Dominum et Vivificantem, nn. 2-6

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1. Se erige como el Juez glorioso de vivos y de muertos

Adopta esta actitud cuando habla del juicio final, atribuyéndose un poder que corresponde sólo
a Dios: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con Él, se sentará en su trono de
gloria, y serán reunidas en su presencia todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor
separa a las ovejas de los cabritos». Después de la convocatoria y del desarrollo del juicio, Jesús habla de
la sentencia; para unos, será aprobatoria: «Venid, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo»; para otros será condenatoria: «Apártense de mí,
malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25,31-46).

También adopta la actitud de verdadero Dios, cuando se atribuye el poder divino de juzgar las
obras y las conciencias humanas de un modo definitivo y universal. El propio Jesús explica por qué tiene
este poder: «El Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo su poder de juzgar, para que
todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo ha enviado»
(Jn 5, 22-23).

Este poder divino está vinculado a la facultad de dar la vida sobrenatural (Jn 5, 21.26-29), y a la
misión de Cristo como Salvador (Mt 16,27). Cristo juzgara a cada uno por el amor al prójimo (Mt
25,40), y por la difusión de la fe entre los hombres (Lc 12,8; Lc 9,26).

2. Jesús se atribuye el poder de perdonar los pecados

El poder de perdonar los pecados pertenece sólo a Dios 24. Si Jesús tiene el mismo poder que el Padre,
quiere decir que Él es Dios, conforme a lo que Él mismo había dicho: «Yo y el Padre somos una sola
cosa» (Jn 10,30). Este poder lo ejercita en su vida histórica y no solo en el juicio final. Además, se
atribuye el poder de confiar a los hombres el perdón de los pecados, mediante el sacramento de la
penitencia:
 en la curación del paralítico: Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26;
 a la pecadora arrepentida en casa de Simón el fariseo: Lc 7, 36-50;
 a la mujer sorprendida en adulterio: Jn 8, 1-11;
 Cristo resucitado otorgó el poder de perdonar los pecados a los Apóstoles, y a sus
sucesores, para la salvación de los hombres: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes
perdonen los pecados, les serán perdonados» (Jn 20,22-23).

Capítulo: JESÚS MANIFIESTA SU DIVINIDAD CON SUS «ACTITUDES»


3. Pide que se crea en su Divinidad para conseguir una nueva vida

Se trata de la vida de la gracia: «Creen en Dios, crean también en mi» (Jn 14,1). En la Última
Cena, Jesús dice a los Apóstoles que va a prepararles un lugar en la casa del Padre. Felipe le pide que les
muestre al Padre; y Jesús responde de un modo inequívoco: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre...
Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí; al menos, créanlo por las obras» (Jn 14,9. 11). A este
respecto, comenta Juan Pablo II: «La inteligencia humana no puede rechazar esta declaración de Jesús,
si no es partiendo ya a priori de un prejuicio anti divino. A los que admiten al Padre, y más aún, lo
buscan piadosamente, Jesús se manifiesta a sí mismo y les dice: «Miren, el Padre está en mi» 25. Entre
otros, en los siguientes pasajes Jesús pide que se crea en su Divinidad:

 en el diálogo con Nicodemo: Jn 3, 15-21;


 Jesús es el pan de vida para los que creen en Él: Jn 6,26-51;
 Jesús es el agua viva: Jn 7, 37-39;
 Jesús es la luz del mundo: Jn 8,12-20;
 Jesús es la resurrección y la vida: Jn 11,17-27.

24
Cfr. Ocáriz-Mateo Seco-Riestra: El misterio de Jesucristo, p.108
25
Cfr. Juan Pablo II: Discurso, 21-X-1987, n.2

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4. Llama a seguirle personalmente

Incluso hasta la muerte; y promete como recompensa la «vida eterna» (Mt 16,24-27; Lc 18,29-30).
De este modo, la actitud de los hombres con respecto a Jesús es lo que decide su salvación eterna (Lc
12,8). Para seguir a Jesús es necesario:

 amarle más que a los padres: Mt 10, 37-42; Mc 10, 29-30; Lc 14, 25-35;
 ponerle por encima de todos los bienes terrenos: la escena del joven rico: Mc 10,17-31;
Mt 16, 24-28;
 estar dispuesto hasta perder la vida «por mí»: Mc 8,34-38.

5. Se declara superior a todos

Y se coloca por encima de:

 los profetas y los reyes: Mt 12,41-42;


 los Patriarcas: Jn 8,48-59;
 David: Mt 22,41-46;
 el Sábado: Mt 12,1-8; Jn 5,10-18;
 el Templo de Jerusalén: Mt 12,6.

6. Se atribuye el poder del Padre para resucitar a los muertos

Al afirmar Jesús que Él realiza obras que son propias de Dios, esta testificando con ellas su
Divinidad: «Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a
quienes quiere» (Jn 5,19-23).

IV. LOS APÓSTOLES PROCLAMAN LA DIVINIDAD DE JESUS

En los Evangelios encontramos que los discípulos fueron descubriendo progresivamente la


Divinidad de Jesús y que la proclamaron abiertamente. Más aún: la filiación divina de Jesús está en el
centro de la predicación de los Apóstoles; estos hablan de Él afirmando que es «el Hijo de Dios», pero
también le llaman con otras expresiones que manifiestan la convicción de los Apóstoles acerca de la
Divinidad de Jesús de Nazaret26.

1. Los Apóstoles proclaman a Jesús como «el Hijo», y como «el Hijo de Dios»

 Cuando Jesús anda sobre las aguas del lago de Genesaret: «Los que estaban en la barca le adoraron
diciendo: "Verdaderamente eres el Hijo de Dios"» (Mt 14, 22-33).

 Simón Pedro confiesa la Divinidad de Jesús en Cesarea de Filipo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo». Jesús confirma esta declaración: «Bienaventurado tú, Simón hijo de Juan, porque no es la carne
ni la sangre quien te ha revelado esto, sino mi Padre, que está en los cielos» (Mt 16,13-20). En
definitiva, Jesús afirma en la respuesta dada a Pedro, que sólo el Padre puede conceder este
conocimiento al hombre, porque solo el Padre sabe «quien es el Hijo» (Lc 10,22).

 Natanael lo dice al encontrarse con Jesús: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn
1,49).
Capítulo:

26
Cfr. CatIglCat nn. 430-455

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 Juan confiesa la Divinidad de Jesús en el prólogo de su Evangelio: Jn 1, 1-18. El que «se hizo carne»
en el tiempo, es desde la eternidad el Verbo mismo, el Hijo unigénito de Dios, que trae a los
hombres la plenitud de gracia y de verdad. Juan precisamente escribe su Evangelio para que los
hombres crean que Jesús es el Hijo de Dios (cfr. Jn 20,31).

 San Pablo resume el conjunto de su predicación en la expresión «el Evangelio de Dios acerca de su
Hijo» (Rom 1,3-9). Al hablar de la misión de Jesús dice que «Dios ha enviado a su Hijo» (Gal 4,4;
Rom 8,3).

2. Los Apóstoles le dan títulos bíblicos que expresan su naturaleza divina

 Verbo eterno: Jn 1,1-18;


 Cristo o Mesías: Mt 1, 16; Hch 2,36;
 Señor: Mt 3,3 ss. ; Hch 2,36;
 Cordero de Dios: Jn 1, 29;
 Siervo de Yhwh: Mt 3,17;
 Rabbi o Maestro: Mt 9,1;
 Rey de Israel: Mt 2, 1-6; Lc 1, 32-33;
 Hijo de David: Mt 1, 17.

3. San Juan y San Pablo escriben directamente que Jesús es Dios

 «El Verbo era Dios» Jn 1, 1;


 «Señor mío y Dios mío» (apóstol Tomas) (Jn 20,28);
 «(Jesucristo) es el verdadero Dios» (1Jn 5,20);
 «(Cristo es) Dios bendito por los siglos, amen» (Rom 9,5);
 «El gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús» (Tit 2,13);
 «En Cristo habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente» (Col 2,9);
 Jesús «teniendo la forma de Dios» (Fil 2,6).

Capítulo: LOS DEMONIOS RECONOCEN A JESUS COMO HIJO DE DIOS


V. LOS DEMONIOS RECONOCEN A JESUS COMO HIJO DE DIOS

Los Evangelios también dan testimonio de que los demonios reconocen la Divinidad de Jesús de
Nazaret:
a. En la sinagoga de Cafarnaúm: «¿Qué hay entre nosotros y tu, Jesús Nazareno? ¿Has venido a
perdernos? ¡Sé quién eres tú, el Santo de Dios!» (Mc 1, 24; Lc 4, 34-41).
b. En Gadara: «¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no
me atormentes» (Mc 5,7; Mt 8,29).

Todos estos testimonios históricos muestran que los Apóstoles y la Iglesia primitiva tenían la
firme convicción de la condición divina de Jesús, a quien confiesan como «el Hijo de Dios» y por
quien dan sus vidas hasta la persecución y la muerte.

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