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LO FEMINISTA NO TE QUITA LO RACISTA

Desirée Bela-Lobedde

Hoy quiero hablar del racismo dentro del feminismo, tema peliagudo donde los haya, y de la
tan nombrada interseccionalidad. Hoy estos son los temas que voy a intentar desenredar.
Además, ahora que tenemos el 8 de marzo a las puertas, también me parece un buen
momento para reflexionar acerca de estas cuestiones.

Últimamente he sido testigo de casos en los que el racismo ha sido instrumentalizado dentro
del movimiento feminista blanco hegemónico. Lo peor del caso es que no solo los cuerpos
negros se instrumentalizan y se usa la violencia que sufrimos para justificar la lucha, sino
que, cuando señalamos esa instrumentalización, la respuesta es tremenda, por lo violenta.
En el artículo de hoy quiero hablar de lo que dice el título: lo feminista no quita lo racista.

Hablemos de intereseccionalidad

Creo que, antes de entrar en materia, es conveniente hablar de la interseccionalidad,


término acuñado por Kimberlé Williams Crenshaw. Crenshaw empezó a hablar de
interseccinalidad al constatar que en muchas situaciones de injusticia social, el racismo y el
sexismo se solapaban a menudo, creando múltiples niveles de injusticia social.

Experimentamos el impacto simultáneo de la raza y el género, y eso, como sostiene


Crenshaw, genera diferentes niveles de discriminación. Evidentemente, desde mi punto de
vista, limitarnos a observar la raza y el género, implicaría mantener un punto de vista muy
ingenuo sabiendo que otras discriminaciones también coinciden. clasismo, homofobia,
transfobia, capacitismo, xenofobia… Cada solapamiento de varias de estas estructuras
sociales crea condiciones que dan lugar a situaciones únicas. Sin embargo voy a limitarme a
hablar en este artículo de lo que comento en el título: género y raza.

Como decía, y ciñéndome a la coincidencia de género y raza, la interseccionalidad es la


posibilidad de visibilizar, reclamar y defender esos espacios creados por las injusticias que se
derivan del sexismo implícito al hecho de ser una mujer y del racismo inherente a vivir en un
cuerpo negro. Esa interseccionalidad debe permitir poner el foco en la discriminación que
viven las mujeres negras y que no son tenidas en cuenta ni por el feminismo (blanco) ni por
el antirracismo, que casi siempre visibiliza las historias de los hombres racializados y oculta
las historias de las mujeres salvo excepciones, como el de las compañeras temporeras de
Huelva; pero son casos puntuales a los que se les da visibilidad durante apenas unos
“momentos” mediáticos y después vuelven a ser relegadas al olvido. Porque, parémonos a


FUENTE: https://blogs.publico.es/desenredando/2019/03/05/lo-feminista-no-te-quita-lo-
racista/?fbclid=IwAR1dP-yYRAdElpER28frEyBwthbEC5VM8osMSy0Ubj9OzSuwZC1Wkktji00 (08.03.19).

De Barcelona y de la cosecha de 1978. Comunicadora, afrofeminista.

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pensar un segundo: ¿se habla de las mujeres que pierden la vida en el mar, cruzando el
estrecho? ¿Se habla de las mujeres encerradas en los CIE?

A día de hoy siento que el término interseccionalidad, en boca del feminismo hegemónico
blanco, se ha corrompido. Se usa el lema “el feminismo será interseccional o no será” hasta
la saciedad, igual que se usa el eslogan “el feminismo será antirracista o no será”, pero esa
interseccionalidad se va difuminando en algún punto entre el momento en que sale de las
camisetas, las tote bags y las publicaciones en redes sociales, y se lleva a la práctica
reconociendo las prerrogativas de las mujeres negras.

Instrumentalización interesada

Desde el feminismo se tiene a instrumentalizar la lucha antirracista cuando conviene. Y


cuando las mujeres negras señalamos ese uso partidista, se nos hace luz de gas e incluso se
cuestiona nuestra capacidad de entender con qué finalidades se usan esos mensajes
cayendo en entonces, además, en el capacitismo. Se nos trata con paternalismo y
condescendencia, pretendiendo establecer qué debe ofendernos y qué no, cuando solo
nosotras, como mujeres negras que vivimos y experienciamos esas situaciones, deberíamos
decidir eso.

Ante el señalamiento de racismo a compañeras feministas blancas, la respuesta de éstas


suele ser desacertada y desinformada. Se llega a declarar que España no es racista. Se
sostiene que las manifestaciones antirracistas suelen convocar a multitudes, cuando
cualquiera sabe que, de ninguna manera, una manifestación antirracista moviliza a
tantísimas personas como una marcha feminista. Se declara tranquilamente que en la
sociedad esapañola no caben comportamientos vejatorios y violentos contra las personas
negras, cuando constantemente las personas negras (las mujeres negras) son agredidas en el
espacio público, a la vista de cualquiera y nadie hace nada o, como mucho, alguien saca el
móvil para grabarlo para subirlo a redes sociales y ganar likes y follows con la “denuncia”.
¿Pero alguien detiene esas agresiones? No, nadie.

Se justifica la instrumentalización y la invisibilización de los cuerpos racializados de las


formas más inverosímiles y, después se actúa de forma reactiva, lo que vuelve a ser violento
por más que las compañeras que ejercen esa violencia no sean conscientes de ella.

Lo de las intenciones

Después de eso llegan unas disculpas tibias que en realidad no llegan a ser unas disculpas, en
forma de “si alguien se ha sentido ofendida, no fue mi/nuestra intención”. En este punto me
gustaría recordar que la falta de intención no exime a nadie de tener conductas
discriminatorias. Así que estaría bien dejar, de una vez por todas, de escudarse en la excusa
de las buenas intenciones que, si el infierno está lleno de ellas, por algo será.

Lo cierto es que a mí, como mujer negra, en ocasiones me resulta difícil sentirme
identificada y, sobre todo, sostenida, por un movimiento feminista que pretende que me
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implique en su lucha, pero no reconoce ni recoge mi realidad y mis prerrogativas a base de
negarlas y minimizarlas una y otra vez. Esa minimización y esa negación se dan
continuamente cuando, ante el señalamiento del racismo existente en el feminismo
hegemónico, la defensa suele llegar de la mano de, una vez más, eslóganes del tipo de “el
enemigo común es el mismo” o “esta lucha es de todas”, cuando queda demostrado una y
otra vez que no, que la lucha es más de unas que de todas, y más para unas que para otras.

En otras ocasiones, y cuando las mujeres señalamos el racismo existente en el movimiento


feminista, se dan situaciones como la que se dio en el Foro Iberoamericano de Huelva.
Durante su intervención, Antoinette Torres, directora de Afroféminas, señaló que el
feminismo estaba obviando los intereses de las mujeres negras: la falta de representación de
las mujeres negras, la problemática de los CIES, la ausencia de referencias de personalidades
racializadas en el sistema educativo, el doble techo de cristal para las mujeres negras. La
respuesta fue, como habitualmente, afirmar que nunca se ha excluido a ninguna mujer,
invisibilizando las reclamaciones históricas de las mujeres negras y, cómo no, acusándola (y,
por ende, acusándonos a las mujeres negras) de pretender fragmentar el movimiento
feminista.

La defensa, desde el feminismo hegemónico, frecuentemente va en la línea de que el


movimiento nos incluye a todas, y que, cuando señalamos las diferencias existentes,
estamos haciendo Flaco Favor™. Pero, ¿cómo puedo sentirme representada por un
movimiento que no está informado de cuáles son mis reivindicaciones? ¿Cómo puedo
sentirme incluida en un movimiento que, bajo el pretexto de ser absolutamente inclusivo,
determina que mis reivindicaciones son menores, porque su impacto numérico es
insignificante? ¿Cómo puedo sentirme apoyada por un movimiento que declara que la
mayoría de mujeres explotadas en España son españolas, considerando que cualquier
persona no blanca es extranjera o migrante y obviando mi propia realidad como
afroespañola?

¿Confrontación o autocrítica?

Finalmente, tengo la sensación de que, bajo esa supuesta “hermandad” (o sisterhood) se


invisibiliza un hecho, y es que el feminismo surgió durante la época colonialista y que, por lo
tanto, está tintado de esa supremacía blanca de la que hay que desprenderse para que,
como dice bell hooks, el feminismo sea para todo el mundo. Y para que el feminismo sea
para todo el mundo, el feminismo debe ser antirracista. Pero es bastante difícil que el
feminismo sea antirracista cuando se pretende que las mujeres racializadas apoyemos un
movimiento que no siempre nos tiene en cuenta.

Me resulta también bastante violenta la creencia de que, cuando quiero que se tengan en
cuenta mis reivindicaciones como mujer negra, lo hago desde la confrontación y se
sentencie que cometo un error al plantearlo así. Pero yo me pregunto, ¿no será que esto se
dice desde la vivencia de estos reclamos como una amenaza y como una pérdida de
privilegios, en vez de lo que es realmente, es decir, una reclamación de justicia, reparación
histórica e igualdad?
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Determinar que, porque el afrofeminismo reclama unos derechos está estableciendo un
enfrentamiento, culpabiliza a un colectivo minorizado y obvia cualquier responsabilidad y
cualquier voluntad de ejercer autocrítica, que sería lo deseable, pues solo desde el
reconocimiento honesto de que se ha obviado una problemática se puede tomar conciencia
de ella y se puede propulsar el cambio; pero esa problemática debe ser reconocida y
nombrada. Como dijo Kimberlé W. Crenshaw en su charla TED sobre la intereseccionalidad:
“cuando no existe un nombre para un problema, no puedes ver ese problema. Y si no
puedes verlo, difícilmente puedes resolverlo” (.

No quisiera terminar este artículo aquí, pues algo que me temo que pueda pasar es que,
desde las opiniones de personas que no detectan el problema del que hablo, se me acuse de
victimista y se me interpele, como habitualmente con un “¿y tú qué vas a hacer?”, como si
terminar con el racismo (en la sociedad en general y dentro del movimiento feminista en
particular) fuese únicamente una responsabilidad de las mujeres negras que lo vivimos, lo
denunciamos y lo detectamos; así que ahí van algunas propuestas

Propuestas de cambio

Sé que leer este artículo puede que, de entrada, te haya escocido; así que te propongo que
hagas lo que hago yo cuando leo me siento interpelada por algo que me remueve.

 La reacción habitual es ponerse a la defensiva, pero te invito a que pares un


momento y antes de lanzar toda tu rabia contra este texto, te preguntes qué dice
este texto que te cause esa sensación y que explores por qué te la causa. Esto es algo
que me dicen muchas veces las personas que me siguen en Instagram, así que si
tanta gente me dice que lo hace, igual es que sirve.

 Revisa este artículo que escribí sobre cómo ser una buena aliada antirracista:
https://blogs.publico.es/desenredando/2019/01/08/decalogo-aliada-antirracista/.

 Trabaja también tu fragilidad blanca porque es lo que, seguramente, te la está


jugando: https://blogs.publico.es/desenredando/2018/08/28/fragilidad-blanca/.

 Pasa a la acción. Repito que lo feminista no te quita lo racista, así que vale solo con
no considerarse racista: hay que ser antirracista. Y eso conlleva mucho trabajo. Así
que, si en tus círculos feministas detectas conductas racistas, exponlas y genera
debate acerca de ellas.

Acabar con el racismo dentro de los movimientos feministas es cosa de todas las personas
que conformamos esos movimientos, por lo tanto es hora de dejar de creer que, si
señalamos el racismo dentro del feminismo estamos intentando crear una guerra. No,
estamos intentando ampliar los horizontes para no tener que sentir que nos da de lado un
movimiento que también nos pertenece.

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