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y esto suscita aún más dudas de las que se hubieran tenido en una relación tradicional en la
que los intereses económicos, de seguridad y reproducción eran más importantes que el
amor romántico, el compañerismo o la camaradería mutua. Las cosas están cambiando y,
como todo cambio, lleva su tiempo. Mientras tanto, las consultas de terapia psicológica están
repletas de parejas que no son felices y que no saben por qué. Recogemos estos enemigos de
una relación de pareja feliz que pueden ser el detonante de una ruptura.
Pero, ¿Qué origina esta negatividad en la relación? La necesidad de que todo estímulo conlleve
una misma respuesta. Al comienzo existe una dinámica, normalmente irreal, de lo que se supone
que va a ser la relación. Se sale más de la cuenta, se hacen grandes viajes, se desestabiliza la
economía de uno o ambos miembros – también la vida social – y la rutina se pone patas arriba.
No sin razón las parejas, al principio, suelen engordar y tener muchísimas aficiones en común. Por
supuesto, también hay más sexo y los defectos del otro pasan inadvertidos o, incluso, se ven
de una manera positiva.
Bueno, es que nadie es muy él mismo cuando está enamorado (del mismo modo que en una
borrachera o cuando se acaba de ganar un premio). Las reacciones químicas nos llevan a estar
centrados en el otro más que en nosotros mismos. Pero pasan los meses (entre 6 meses 1 año,
normalmente) y todo empieza a cambiar. Esto es de sobra conocido pero la mayoría nos
resistimos a entender que ni el otro ni nosotros éramos quién somos. Empezamos a requerir
espacios, no todo nos agrada y somos conscientes de que tenemos necesidades personales,
¿Existe la posibilidad de recuperar lo que se ha perdido? No, pero si que se puede construir
algo nuevo si, en todo caso, existían unos cimientos de amor mutuo y compatibilidad. En este
caso, la terapia de pareja siempre es la mejor solución.
Autora: Alex Bayorti (colaboradora de nuestro Blog)
A todas las dificultades existentes para cada uno se une el hecho de que, cada vez más, se hace
más difícil compaginar mundo laboral, familiar y social. La educación de los hijos muy
frecuentemente está en manos de otros y son pocas las horas que muchas familias comparten. A
pesar de ello la calidad de la relación entre hijos y padres no tiene porque verse afectada, pues en
ocasiones es más importante pasar un tiempo de calidad con los hijos versus la cantidad de
tiempo con ellos.
2. Desde que el niño nace es importante transmitirle nuestro afecto y atención, ya que esto
ayuda a que adquiera confianza, aumente su interés por lo que le rodea y le anima a explorar el
mundo con seguridad. Además, desde que nacen, crear un vínculo afectivo positivo con
ellos favorecerá al equilibrio emocional ya que les permite la expresión de sus sentimientos y
fomenta una relación más saludable.
3. Marcar límites y normas para conseguir que los hijos aprendan lo que está bien y lo que está
mal, así como qué hacer para controlarse cuando sientan frustración al no poder conseguir aquello
que desean. Marcar normas permite que los menores conozcan la manera correcta de actuar y, en
consecuencia, los beneficios de ello o sus repercusiones negativas. Todo ello ayuda a desarrollar la
madurez del niño, así como la adquisición de responsabilidades, pues conociendo los pros y
contras de su toma de decisiones ellos ejercen su propia elección y por ende su libertad.
4. Diferenciar entre las conductas, es decir, lo que hacen los niños y su propia persona o
personalidad. No es lo mismo decirle a un niño “eres malo” (ataca directamente a su
autoestima), que decirle “lo que has hecho está mal” (conducta). La conducta es modificable,
todos nos equivocamos, pero esto no nos convierte en malas personas, por eso es importante
saber diferenciar estos conceptos pues si no, estaremos contribuyendo a que el menor genere una
baja autoestima.
5. Debemos ser consistentes y coherentes, tanto con las normas establecidas como con las
sanciones existentes si estas no se cumplen. También es fundamental que ambos padres estén
de acuerdo en ellas y trabajen conjuntamente para su cumplimiento. Las discrepancias entre los
adultos deberán ser siempre resueltas en ausencia de los menores, para así mantener la
coherencia de lo establecido frente a ellos.
Frecuentemente el cansancio o agotamiento del día termina por hacer que dejemos pasar
comportamientos inadmisibles en los menores que quizás en otro momento serían atendidos y
castigados, debemos prestar atención a ello pues si no los menores aprovecharán estas
oportunidades.
6. Generar un clima donde exista comunicación y donde los problemas se resuelvan desde la
tranquilidad y no desde un ambiente crispado. Desarrollar nuestras habilidades para solucionar
problemas, así como la capacidad para negociar ayuda a una mayor efectividad a la hora de
resolver conflictos. En este punto es importante destacar que existen distintos estilos educativos
por parte de los padres, y que cada uno de ellos generará unas consecuencias u otras en el
ambiente familiar.
7. Somos ejemplo para ellos, por eso debemos ser buenos modelos para lograr aprendizajes
positivos. Debemos saber que no somos los únicos, pues profesores, amigos e ídolos marcarán
también mucho de los aprendizajes que lleven a cabo. Explicarles el por qué de los
comportamientos deseados así como ser coherentes y llevar a cabo aquello que exigimos
aumentará las probabilidades de su adquisición. A modo de ejemplo, si pido a mi hijo que no
pegue, grite o tenga conductas agresivas pero en casa, bien hacia ellos o a nivel de pareja,
observan ese tipo de comportamientos, será incongruente para el menor.
Esto son algunos consejos que nuestros psicólogos infantiles de Madrid consideran
importantes a tener en cuenta, pues la buena práctica de estos no solo mejora el desarrollo del
niño, sino que además fomenta un mejor clima familiar donde se promueve el desarrollo de nuevas
habilidades y la adquisición de recursos positivos para el menor.
¿Te ves reflejado en algunos de estos comportamientos?