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Educar en valores para la convivencia y ciudadanía

“Convivir significa compartir vivencias juntos; convivir es, por lo tanto, encontrarse
y conversar, “dar vueltas juntos” (cum-versare). Si conversamos en la escuela,
estamos construyendo la convivencia escolar; si lo hacemos en la sociedad, en la
ciudad, estamos construyendo la ciudadanía, la convivencia democrática.
Aprender a convivir es una finalidad básica de la educación. Se trata de sumar
esfuerzos para dar respuestas favorables, conscientes de que la educación para la
convivencia democrática y la ciudadanía, para la igualdad entre hombres y
mujeres, la educación intercultural, en definitiva, la educación para una cultura de
paz, son desafíos que la escuela no puede obviar si quiere encontrar alternativas,
positivas y constructivas, a los problemas escolares y sociales del siglo XXI”.

Pero…¿qué son los VALORES?

“Valores son lo que suele mover la conducta y el comportamiento de las


personas; orientan la vida y marcan la personalidad” (García Mauriño)

– La palabra “valor” remite a “lo que importa”.

– Los valores son las reglas por las que una persona se rige en la vida. Nos
marcan una “línea de actuación”.

– Nos impulsan a hacer o no hacer ciertas cosas.

– Los valores están presentes y determinan la mayoría de nuestras decisiones, ya


sean pequeñas o muy importantes.

-Todas las personas tienen valores que les ayudan a “orientar sus vidas”.

Valores para la convivencia: Serían aquellas Valores que, de desarrollarse,


facilitarían la relación con otras personas y aumentarían su nivel de bienestar.
Algunos serían: la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la justicia, el diálogo, la
paz,…

QUE VALORES FACILITAN LA CONVIVENCIA:

LA JUSTICIA LA TOLERANCIA

LA RESPONSABILIDAD EL RESPETO

LA LIBERTAD LA PAZ

LA EMPATIA LA INTERCULTURALIDAD

LA SOLIDARIDAD EL DIALOGO
¿QUE Actitudes dificultan LA CONVIVENCIA?

EL INDIVIDUALISMO LA INTOLERANCIA

El EGOISMO LA COMPETITIVIDAD

LA INTRANSIGENCIA LOS PREJUICIOS: racismo,


sexismo,..
LA VIOLENCIA
Algunas claves para educar en valores desde la familia:

– Los educadores debemos tomar conciencia de nuestros valores personales


y de nuestros prejuicios en el momento de relacionarnos con los/las niños/as.

– Darnos más cuenta de cómo influyen nuestros valores y prejuicios en la


educación de nuestros hijos/as.

– Actualizar nuestros propios valores para transmitirlos sin miedo y con


claridad.

– Ser conscientes de la importancia de nuestras actitudes y nuestros gestos en


relación a “cómo vivir” en presencia de nuestros/as hijos/as.

– Los padres y madres nos presentamos a los/las niños como “modelos de


vida”.

– Los valores para la convivencia se expresan, de forma muy explícita, en


los ESTILOS DE VIDA FAMILIAR: los hábitos, costumbres, tiempo de ocio,
participación en la comunidad,….

– Promover en nuestros/as hijos/as comportamientos personales o sociales que


les ayuden a conformar su escala de “buenos” valores humanos, a
desarrollar valores tales como la libertad, la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la
ecología, el respeto, la gratitud, la generosidad,…

– Educar con NORMAS que ayuden a los niños/as a desarrollar la


responsabilidad, el respeto, la constancia,…

– Animarles a que personalicen sus valores reflexionando con una actitud


crítica, tomando decisiones y actuando en consecuencia.
Valores en el ser humano

Los valores son ante todo realidades que tienen una función central en la vida
social, son una cualidad de las personas o de las cosas por eso se hacen
deseables o estimables a los demás.

En todo ser humano existen valores, algunos de ellos solamente poseen validez
individual, o sea, valen para este individuo que los valora.

Los grupos sociales, por sus normas, por su convivencia, por su organización, van
moldeando las conductas de la persona en relación al grupo.

Mientras mas fuerte sea el sentido de pertinencia a un grupo social, mientras mas
afianzados se tengan los valores del respectivo grupo, mas marcada será la
conducta de la persona, pues hará de los valores su norma de vida.

Perdida de valores

Es evidente que estamos experimentando un profundo vacío de valores. Estamos


aturdidos, entre prisas y ruidos, justificando errados procederes. ¿Por qué hemos
llegado a estos niveles?

En casa aprendíamos el respeto, en la escuela se aportaba una gran dosis de


disciplina y en el trabajo entendíamos qué era eso de ser responsables.

La tolerancia, la honestidad, la generosidad, la ética y la perseverancia también


hacían parte del diario vivir. Un negocio, por ejemplo, se pactaba solo con la
palabra de las partes.

Y a medida que madurábamos comenzábamos a asumir los valores sociales. Ya


no se trataba solo del buen trato hacia nuestros semejantes, sino también de la
cooperación, la comprensión y la que, a mi juicio, es la mejor de todas las
misiones: la vocación de servicio.

¿Qué habrá pasado para que estos valores anden tan extraviados por estos días?

Algunos dicen que es la ‘natural’ transformación de la sociedad, otros sostienen


que lo que sucede es que nos hemos alejado del camino de Dios, varios nos
echan la culpa a los medios de comunicación y no faltan los que le atribuyen esta
situación al llamado ‘entorno global’.

La descomposición y los conflictos familiares, los vicios, las mismas crisis


económicas e incluso la promiscuidad han hecho mella en este asunto.
Lo cierto del caso es que, cada día que pasa, hay menos respeto por los valores.
El ser mala clase, el no cumplir las promesas, el cuento de ‘ser vivo’ y hasta la
‘malicia indígena’ que algunos de manera errada suelen atribuirnos, avanzan a
pasos agigantados.

Me aterra ver que algunos acepten la envidia, la trampa y la corrupción como


‘estilos de vida’; hay papás que enseñan a sus hijos a tomar alcohol desde niños y
ni hablar de la pérdida de las más elementales normas de cortesía. Las palabras
soeces aparecen cada vez más en nuestras conversaciones.

Los valores ya no se tienen en cuenta. Es más, casi que se le hace ‘matoneo’ al


que actúa de una manera correcta, dizque por no está ‘in’.

¿Acaso la forma de pensar de la sociedad ha cambiado a tal punto que el


concepto de profesar valores humanos no tiene lugar en estos tiempos?

Un hombre religioso, sin importar del credo que sea, se atreve a decir que vivimos
en un caos moral y que estamos cayendo en la dictadura de los sentidos. Eso es
un grave error, sobre todo si esa forma de gobernarnos está fundamentada en el
egoísmo.

Y la verdad es que no hay que ser tan conservador para entender que, de manera
definitiva, hay cosas que no pueden ser negociables.

Lo que se vive actualmente es una apología a los extremos, en donde todo vale y
se echa por la borda la espiritualidad. Por eso ahora la gente cree que puede
hacer lo que se le dé la gana.

¿Saben algo? Son por estas razones o circunstancias que muchas personas no
son felices. El castigo que reciben los individuos por no respetar los valores; es
decir, por ganar a toda costa haciéndole daño a alguien o realizando algo con
mala intención, es perder la posibilidad de tener paz y armonía interior.

Dicho de otra forma: nuestra sociedad vive una profunda desmoralización porque,
en el fondo, ha perdido el verdadero sentido de la vida.

Si siguen triunfando los dioses del consumo, si la comodidad sin esfuerzo es la


nota predominante y si continuamos sacrificado los valores esenciales, no me
imagino qué les esperará a las nuevas generaciones.

Debemos apoyar las políticas que promuevan el bien común. Hay que recuperar la
confianza en la gente, trabajar por la paz, jugarle limpio a la vida, permitir la
libertad sin perjudicar a los demás, saber perdonar y cultivar la fe, entre otros
tantas acciones que son fundamentales y que poco a poco se han ido perdiendo.
¡Claro! También será preciso trabajar en el sentido de la autonomía personal, en la
fuerza de la responsabilidad, en la madurez espiritual y, de manera especial, en la
solidaridad.

Considero que la familia, las instituciones educativas y también nosotros, como


medios de comunicación, tenemos hoy unos retos formadores impostergables.

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