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Voces: COMPETENCIA ~ FUERO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

Título: Competencia de los tribunales nacionales en lo contenciosoadministrativo federal


Autores: Heiland, Liliana
Publicado en: LA LEY1989-E, 810
SUMARIO: I. Introducción.- II. Creación del fuero especializado en la Capital (breve reseña).- III. Sus
plenarios.- IV. -Principios que hoy imperan.- V. Conflictos más usuales. -VI. Conclusiones.

I. Introducción
¿Ante qué juez puede iniciarse un proceso?
En apariencia, es este un sencillo cuestionamiento que, sin embargo, adquiere peculiares e intrincados
perfiles cuando en el proceso interviene como parte la Administración Pública, en cualquiera de sus
manifestaciones.
Los problemas que esa presencia apareja no son, por cierto, nuevos ni exclusivos de nuestro país y tienen el
agravante de afectar en forma más o menos intensa a todos aquellos que intervienen en el proceso
(administración, administrado y tribunales) (1).
Una vez decidido qué poder va a juzgar la administración aparece el problema de cómo instrumentar ese
control: a través de la unidad o pluralidad de jurisdicción. Esto es, cuando el Estado sea parte en Juicio, va a
intervenir el mismo tribunal o las causas se van a repartir entre distintos tribunales, según sea la materia?
En general, existe una vieja aspiración a lograr la unidad de jurisdicción, pero nunca se ha conseguido, en
forma pura, en ningún lugar del mundo.
En Argentina tampoco existió unidad de jurisdicción -con esos alcances-, ni en el ámbito nacional, ni en el
provincial. La justicia federal, ni en sus comienzos, absorbió todas las causas en que la administración era parte
(2).
Por lo demás, aun hoy se confunde la competencia contenciosoadministrativa con las demandas contra el
Estado. Son conceptos distintos. La presencia de la Nación en el juicio no atribuye, per se, competencia al fuero
federal y menos aún al Contenciosoadministrativo de esta Capital.
En términos generales, podría decirse hoy que el componente esencial que impone la jurisdicción
contenciosoadministrativa, es la materia contenciosoadministrativa.
Las confusiones comienzan al intentar circunscribir los alcances de esa materia.
Y ello ocurre, fundamentalmente, porque el tema presupone delimitar los alcances de las nociones de
derecho administrativo y Administración Pública. Conceptos que por soportar directamente los contragolpes de
las grandes transformaciones sociales intentan forzadamente reconducirlas.
El accionar administrativo ha ido adaptándose a las mutaciones y necesidades de la realidad social
interviniendo, cada vez más, ya sea directamente o a través de particulares. De tal suerte que, hoy en día, la
aplicación del derecho público y privado se entremezclan con tanta intensidad que desafían todo intento de
síntesis e imposibilitan cualquier pretensión de definir al derecho administrativo en forma demasiado simple (3).
La dispersión de sus órganos, la diversificación de sus medios y graduación de sus fines, ha llevado al
abandono actual de las soluciones "monistas" en un principio pensadas para el derecho administrativo (4).
En suma, y tal como concluyera Benoit "tras las palabras y las fórmulas, siempre se plantea y seguirá
planteando el mismo problema: definir las 'materias administrativas', es definir la administración, esta
administración que es poder y servicios, variando continuamente el contenido de este poder y de estos servicios"
(5).
El problema tiene sus connotaciones más típicas en Francia, y se vincula con la creación de la jurisdicción
contenciosoadministrativa.
Nacida como consecuencia de la prohibición impuesta a la justicia de intervenir en la actividad
administrativa, trató aquélla de alejarse de la aplicación de normas del derecho civil, creando el perfil de un
derecho distinto dotado de cierta autonomía.
De la adopción, en el período clásico de un criterio orgánico para delimitar la jurisdicción administrativa de
la judicial, se pasó al criterio de actos de autoridad y de gestión, para adoptarse luego el dogma del servicio
público: todo lo que se refería a su organización y funcionamiento, constituía una operación administrativa que
pertenecía al dominio de la jurisdicción administrativo (sólo había dos excepciones: los contratos sometidos al
derecho civil por haberlo así aceptado la administración y el contencioso de los usuarios de los servicios
públicos concedidos; correspondiendo a la competencia judicial lo atinente al estado de las personas y gestión
del dominio privado de la administración). Superado ese dogma se gestó otro: el de la "gestión pública" y la
"gestión privada"; esto es, el del acto u operación material de las personas públicas que se consideren realizadas
bajo el imperio de las normas del derecho administrativo o del derecho privado. Son las normas de fondo las que

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marcan la competencia (6).
Este criterio, con matices vernáculos, también impregna hoy el contencioso nacional.

II. Creación del fueron especializado en el Capital (breve reseña)


La historia del contencioso nacional, no escapó por cierto, a las tensiones del fenómeno mundial que acabo
de bosquejar. Debió sobrellevar, además, un ingrediente folklórico: su curioso origen.
Una vez decidido el marco judicialista que lo caracterizaría (sería el Poder Judicial quien conocería en las
causas administrativas) y superadas las vicisitudes en punto a la demandabilidad del Estado en juicio, no existió,
hasta el año 1947, ninguna jurisdicción especial para controlar la actividad de la Administración nacional (7).
A diferencia de lo ocurrido, en general, en las constituciones provinciales (que imbuidas en el sistema
continental europeo, determinaron al menos el órgano o fuero competente en la materia) (8), nuestra
Constitución Nacional aparte de referirse el fuero federal (arts. 100 y 101) ninguna referencia especial hizo en
punto a Contenciosoadministrativo, en ese ámbito. Los constituyentes no prohibieron la instauración de esa
jurisdicción pero tampoco la promovieron.
Durante todo este largo período, tampoco existió una construcción jurisprudencial precisa sobre la materia
contenciosoadministrativa, no se destacaron sus notas específicas. Los fallos de la Corte Suprema de Justicia no
se refieren a ella en forma directa, advirtiéndose, en algunos, contradicciones de enfoque ya sea adhiriendo a la
primitiva clasificación francesa de actos de gestión y de imperio (con lo que el factor atributivo de competencia
lo da el acto dictado en ejercicio del poder público), o por el contrario, adoptando el criterio del art. 1º del Cód.
de la Provincia de Buenos Aires, dominado por las ideas del contencioso español (que define la competencia
resaltando la violación de un derecho administrativo preexistente) (9).
Por ese entonces, el lema no estaba nada claro y tampoco lo estuvo al momento de crearse una sala, dentro
de la Cámara Federal para entender en los "asuntos contenciosoadministrativos" (cuyo personal sería
estructurado recién por la ley de presupuesto para el año 1948). Con la promulgación de la ley 12.967 (Adla,
VIII, 248) apareció por primera vez esa atribución orgánica, pero con dos caracteres muy peculiares: a) no
estableció jueces de primera instancia para que actuaran con esa competencia especial y b) tampoco precisó qué
debía entenderse por "asuntos contenciosoadministrativos" (10).
Nuestros legisladores se limitaron a crear el órgano especializado: tres jueces de la Cámara Federal debían
conocer en determinada materia, cuyo contenido no se demarcaba.
Recién por el año 1948, la ley 13.278 (Adla, VIII, 187), al determinar la jurisdicción y competencia de los
dos nuevos juzgados creados en la ley de presupuesto para el año 1948, estableció que "... tendrán competencia
en materia contenciosoadministrativa..."(11).
Se enmendaba así, una de las singularidades de la ley del año anterior: estructuración de los tribunales de
primera instancia; persistía, empero, la falencia más grave: no delimitaba los alcances de esa competencia. Una
vez más, el legislador eludió su responsabilidad. Y, a tal punto lo hizo que cargó al tribunal de alzada creado el
año anterior la obligación de determinar los alcances de su propia competencia.
En efecto, su art. 5º dispuso que "la Cámara Federal de apelaciones de la Capital determinará por acordada
de carácter general las causas en que deben conocer cada uno de los juzgados en lo 'Contenciosoadministrativo'"
(12).

A pesar de las críticas de que fue objeto lo cierto es que mantuvo plena vigencia y hasta fue, de alguna
manera, ratificada por normas posteriores.
Hubo, es cierto, un intento serio de afrontar el problema con la ley 13.511 (30/9/48 -Adla, VIII, 248-) donde,
entre otras cosas se definía la acción contenciosoadministrativa como la revisión, en juicio, de una resolución
dictada por autoridad administrativa en función de sus facultades regladas, que lesionen intereses garantizados
por ley, decreto, reglamento, ordenanza, contrato o concesión de servicios públicos. Incursionaba, además, en
las condiciones de admisibilidad del juicio. Lamentablemente, no llegó a promulgarse por veto del Poder
Ejecutivo.
En el año 1950, la ley de organización de la justicia nacional 13.998 (Adla, X-A, 221), o más precisamente,
el proyecto del Poder Ejecutivo elevado al Congreso, pretendió salvar, en alguna medida, los entuertos
legislativos precedentes atribuyendo a los jueces con competencia contenciosoadministrativa "... las causas en
que fuere parte la Nación y entes autárquicos como personas de derecho público". La iniciativa no tuvo éxito ya
que la redacción final, en general, resultó casi tautológica. Prueba clara de ello lo configura su art. 45, inc. a) al
atribuir competencia a los juzgados de que se trata en "las causas contenciosoadministrativas". Los cuatro
incisos restantes se refieren a supuestos muy puntuales: contribuciones nacionales y sus infracciones, causas ley

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12.833 (Adla, VI, IV) y recursos contra resoluciones administrativas atribuidas por ley a la justicia federal (13).
Tuvo, al menos, un mérito formal: denominó jueces nacionales de primera instancia en lo
Contenciosoadministrativo de la Capital Federal, a los titulares de los cuatro juzgados resultantes de las leyes
13.278 y 12.833 (represiva del agio) (14).
Similares imprecisiones mantuvo, en ese punto, el decreto de organización de la justicia nacional 1285/58
(Adla, XLVIII-A, 3) ya que, en relación a los jueces de primera instancia se limitó a prescribir: "conservarán su
competencia y denominación" (15).
Resultó entonces, que al confuso origen de nuestro contencioso, se agregaba una complicación más: el
legislador no dio pautas objetivas para delimitar su competencia: no se sabía qué debía entenderse por materia
contenciosoadministrativa. La justicia especializada estaba en funcionamiento pero no se sabía bien para qué: el
contenido de su competencia debía ser cubierto por ella misma.
La jurisprudencia debió, entonces, forzadamente, manejarse sin normas precisas y directas ni de forma ni de
fondo. Si a ello sumamos las particulares tensiones a que como vimos está sometido el derecho administrativo,
emergen totalmente explicables los resultados no siempre coherentes y exentos de vacilaciones.
Impresionante fue (y es) la carga soportada por estos tribunales en su intento por otorgar alguna certeza
jurídica sobre cuestión tan cardinal que esquivó el legislador.
Por lo demás, la situación adquiere ribetes insospechados si se tiene en cuenta que una vez decidida la
competencia por el juzgador, ella incidirá, no sólo en el tipo de proceso a seguir y en sus especiales condiciones
de admisibilidad formal, sino también en la decisión de fondo, que puede llegar a resultados distintos según se
resuelva en mérito a normas del derecho público administrativo o del privado; toda vez que, esta jurisdicción
especial se ha entendido, en el sentido de que sus magistrados tengan una preparación especial en derecho
administrativo y no como de naturaleza diferente a la ordinaria.

III. Sus plenarios


Sumergida en ese enmarañado panorama, la Cámara Federal de Apelaciones de la Capital Federal -dividida
entonces en tres salas: una para los asuntos civiles y comerciales, otra para los penales y otra para los
contenciosoadministrativos- tuvo entonces, la pesada carga de interpretar el contenido y alcances de la
competencia contenciosoadministrativa.
La obligación impuesta por el legislador unida a la necesidad práctica de fijan su marco de actuación, hizo
lógicamente qué los acuerdos plenarios sobre el tema fueran realmente numerosos. La tarea realizada es
elogiable, mas no aparece exenta de contradicciones y soluciones circunstanciales, las que se acentuaron con la
posterior separación de las salas en cámaras independientes.
Por esos motivos he seleccionado sólo aquellos acuerdos cuya doctrina aún hoy se aplica, sin descartar
algunos que resaltan por la singularidad de sus razones y conclusiones.
El tribunal, aprovechando quizá, la rica experiencia que en largos años atesorara el Consejo de Estado
Francés, salteó sus primeras soluciones (no encontré antecedentes que definieran la competencia
contenciosoadministrativa utilizando -en forma pura- un criterio orgánico o la teoría de los actos de autoridad o
de gestión).
Por el año 1959 ya se maduraba una idea: que la competencia contenciosoadministrativa requería que la
cuestión estuviera regida prima facie, de modo preponderante, por el derecho administrativo (16) llegando a
consagrarse al criterio último y quizá más sintético aplicado por el Consejo de Estado Francés; me refiero al
fundado en el objeto del acto litigioso, en el carácter objetivo de las normas de preponderante aplicación al caso,
dejando en segundo plano las cuestiones atinentes al órgano que dictó el acto. Son las normas de fondo de
preponderante aplicación, las que determinarán la competencia contenciosoadministrativa (17).
Además, como consecuencia de la competencia "integral" que hasta el año 1948 venía absorbiendo la
justicia federal (en lo civil y comercial), se destacó el origen del Contenciosoadministrativo como subfuero
especializado y de excepción (18).
Por razones obvias, no hubo mayores inconvenientes en delimitar la competencia penal de la administrativa;
las dificultades surgían entre esta última y el entonces "subfuero" civil y comercial (situación que, aún hoy, a
casi 40 años, aún subsiste, aunque en menor grado). Controversias en las que, paradojalmente, no pesaron sólo
las opiniones de los jueces de las especialidades en conflicto, sino el decisivo voto y hasta "desempate" de los
camaristas penales (que hasta el año 1977 integraron la Cámara).
A tal punto, que en algunos casos se atribuyó competencia al subfuero Contenciosoadministrativo, con el

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voto en disidencia de cinco de los seis camaristas de esa especialidad. Ocurrió, por ejemplo en el plenario
"Uriburu de Aldao c. ENTel. s/ordinario" (del 4/12/75 -Rev. LA LEY, t. 1976-A, p. 357-) aunque, a decir verdad,
la doctrina allí sentada es correcta y se aplica hoy: cuando la cuestión traída se vincule directamente con la
prestación de un servicio público, es competente la justicia contenciosoadministrativa.
Otro dato curioso aparece en aquellas decisiones, a las que se arribó, fundamentalmente, por razones
empíricas, circunstanciales y de distribución del trabajo.
Como natural consecuencia, es en esos fallos, donde, con mayor intensidad, se advierten resultados
casuísticos y antinómicos.
Prueba clara de ello, lo configuró el plenario sin nombre del 16/9/76, donde, entre otros temas, se decidió
que "las acciones derivadas de contratos de suministro en que sean parte empresas del Estado sería competencia
de la justicia civil y comercial federal, en tanto que aquéllas en que actúe el Estado nacional y sus entidades
descentralizadas serían de conocimiento de los juzgados contencioso-administrativos".
Para llegar a tal conclusión se tuvo en cuenta "... el cúmulo de tareas que afrontan ambos fueros... la gran
cantidad de cuestiones de competencia pendientes de decisión...".
Al margen de las imprecisiones técnicas del lenguaje utilizado, sólo razones circunstanciales explican
semejante decisión. Hoy, (descartadas las entidades locales), nadie duda que, sea cual fuere la naturaleza jurídica
de la persona que se hubiere ligado por un típico contrato administrativo, cual es el de suministros, deberá litigar
ante el fuero Contenciosoadministrativo (19).
En el año 1977, se produce el primer desmembramiento del fuero federal. Por acordada de la Corte Suprema
de Justicia se declaró constituida -con arreglo a la creación dispuesta por el art. 16 de la ley 21.628 (Adla,
XXXVII-D, 3671)- la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital (a partir del
12/9/77) (20).
Desde ese momento los plenarios ya no contaron con el voto de los jueces penales, pero ello no hizo a la
desaparición de argumentos circunstanciales. Así, por ejemplo, in re "Potenze c. ENTel. s/amparo", no obstante
admitirse que el caso era sustancialmente análogo al tratado en otro plenario del año 1975 (en el que se había
adjudicado competencia a la jurisdicción administrativa), "como... se trata de distribuir la competencia entre
subfueros de la misma justicia federal y habida cuenta la cuantía y naturaleza de las causas sobre amparo
deducidas contra ENTel., también concurren razones de mejor administración de justicia que aconsejan admitir
como solución la atribución de competencia al magistrado que previene".
"Se entiende así, por razones circunstanciales, a un criterio que, a la vez que procurará una natural
distribución de las causas, permitirá conocer con certeza el juzgado que debe conocer en cada asunto, razones
que esta Cámara ya ha valorad en la acordada del 16 de setiembre de 1976...".
Al año siguiente, el 8/9/79 en pleno, la Cámara decide la competencia del fuero civil y comercial para
entender en procesos seguidos contra ENTel. por restablecimiento de servicio y cobro de daños consecuentes.
Volvió a señalar aquí, que llegaba a esa conclusión porque era adecuado aplicar un criterio circunstancial por
razones de mejor administración de justicia en tanto subsistan las dificultades propias del excesivo recargo de
tareas en los fueros. Actualmente, no obstante haberse incrementado ese recargo, estos juicios tramitan por ante
la justicia contenciosoadministrativa.
Finalmente, en el año 1981 se llega al último eslabón de la cadena: se separan los subfueros civil y
comercial y contencioso, adquiriendo cada Cámara individualidad propia. Por acordada de la Corte Suprema de
Justicia 34, y en orden a la creación dispuesta por los arts. 16 de la ley 21.628 y 1º de la ley 21.752, se declaró
constituidas las Cámaras Nacionales de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal y en lo
Contenciosoadministrativo a partir del 1/2/81 (21).
La nueva estructura dio lugar, en lo que aquí importa, a dos consecuencias: aumento de los conflictos
atributivos de competencia entre los ex-subfueros y paradójica disminución de plenarios sobre el tema. De tal
suerte, los conflictos quedaron en gran medida sujetos a decisión de la Corte Suprema de Justicia.
Transcurridos 8 años de su creación, la Cámara Contenciosoadministrativa, solo registra cuatro plenarios
sobre el tema, dos de ellos por conflictos con civil y comercial, uno con trabajo y el otro en punto a la
competencia del poder judicial para revisar multas interadministrativas.
En "Aletto c. Instituto de Servicios Sociales Bancarios", la mayoría, invocando fundamentalmente la materia
en debate, decidió acertadamente que "es competencia del fuero laboral el conocimiento de causas en las que se
solicita la revisión judicial de resoluciones que declaran la prescindibilidad del personal perteneciente a
empresas del Estado, cuya relación de empleo no esté regida por el derecho público".
La solución engarza de alguna manera con el plenario que, años antes reuniera a la Cámara del Trabajo in re
"Imperiali c. YPF" y es hoy admitida pacíficamente por ambos fueros (22).

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De las dos cuestiones suscitadas con Civil y Comercial una fue zanjada por la Corte Suprema de Justicia
quien, a contrario de la resuello en el plenario de la Cámara Contencioso "Calderón s/excep. servicio militar"
(del 10/8/82), atribuyó competencia para entender en el recurso de inaplicabilidad regulado por el art. 34. de la
ley 17.531 (excepción al servicio militar -Adla, XXVII-C, 2819-), al fuero Contenciosoadministrativo (23).
La otra se planteó con motivo de las acciones de lanzamientos en los términos de la ley 17.091 (Adla,
XXVI-C, 1673). La Cámara Contenciosoadministrativa admitió su competencia por vía plenaria in re
"Ferrocarriles Agentinos c. Barracas Palermo S. R. L. s/desalojo y lanzamiento" del 23/11/82 (Rev. LA LEY, t.
1983-A, p. 470).
El criterio parece acertado, ya que la ley 17.091, además de reglar el ejercicio de la autotutela administrativa
para un hipótesis particular; (restituciones de bienes del dominio del Estado), aclaró expresamente, que su
dictado obedecía al intento de ex-concesionarios de ampararse en distintas prórrogas dictadas en materia de
locaciones del derecho común, tratando de subsumir la concesión dentro de disposiciones de emergencia. Su
sanción pues, excluyó la aplicación de tales normas del derecho privado, ubicando la cuestión en la órbita del
derecho administrativo (24).
A la fecha de redacción de este artículo, la última intervención de la Cámara en la materia se refirió, como
ya adelanté, a la posibilidad del poder judicial para revisar la legitimidad de multas administrativas impuestas a
una persona estatal.
En el fallo plenario del 17/6/87 in re "YPF S. del Estado s/Administración Nacional de Aduanas" (Rev. LA
LEY, t. 1988-A, p. 264) se decidió que el art. 1º de la ley 19.983 (Adla, XXXII-D, 5216) impide al Poder
Judicial revisar tales cuestiones. Se entendió pues que se trataba de controversias excluidas de decisión judicial
(25).

IV. Principios que hoy imperan


En los últimos años, se advierte una línea más segura y constante en la mayoría de los fallos del fuero. La
casuística no ha desaparecido pero sí disminuyó en importante medida; quizá porque se ha logrado hoy
unanimidad en punto a delimitar el concepto base de su competencia: Esta no se define porque intervenga el
Estado en el juicio, ni porque se cuestione la legitimidad de un acto administrativo, sino por la materia en
debate, por su contenido jurídico y por el derecho que se intenta hacer valer, esto es, por la subsunción del caso
al derecho administrativo (26).
Queda así prácticamente saneado un reservorio de antiguas polémicas: no son las normas de procedimiento
las que deciden la cuestión (la competencia, la voluntad y la forma de los actos administrativos se rigen por el
derecho administrativo), ese "... aspecto adjetivo no puede desplazar la influencia de las reglas de fondo que
rigen el caso, ya que sólo a la luz de éstas podrán aplicarse rectamente las primeras...".
En suma, debe estarse siempre a las normas sustantivas que aparecen aplicables para resolver el fondo del
litigio, ya que éstas prevalecen sobre las que atienden al aspecto meramente procedimental relativo a los vicios
que el acto pudiere contener (27).
En busca justamente, de ese derecho sustantivo, de esa materia en debate y descartando los casos en que el
derecho administrativo no sea de preponderante aplicación al fondo de la cuestión, es que vienen diagramándose
las soluciones que procuraré agrupar en bloques. Según mi experiencia como fiscal federal ante los actuales seis
juzgados nacionales en lo Contenciosoadministrativo, los problemas más conflictivos que usualmente se han
planteado en los últimos años son los que a continuación pasaré a describir (28).

V. Conflictos más usuales


A) Con la Justicia Civil y Comercial Federal
Como vimos, cada fuero fue adquiriendo su independencia orgánica-estructural (con sus propios jueces de
primera y segunda instancia); aunque, en la alzada, se mantiene la figura de un solo Procurador Fiscal que
interviene, indistintamente, ante ambas Cámaras (la Contenciosoadministrativa y la Civil y Comercial). Esta
situación conlleva una ventaja práctica: al menos ante ese órgano hay uniformidad de criterios.
Los dos fueros son federales, o sea, que respecto de ambos rige el carácter de excepción y la obligación para
quien lo invoca de demostrar los extremos necesarios para hacer surgir dicha jurisdicción federal (29).
Carácter excepcional que adquiere especial importancia para el Contenciosoadministrativo. Me refiero al
principio ya mencionado al revisar viejos plenarios, y que, de alguna manera, desempolvó el año pasado la sala

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III contenciosoadministrativa: el de la especialización del fuero en relación al civil y comercial federal, quien
posee una competencia de atribución genérica. Carácter que no sólo desgaja de la historia misma del
contencioso que acabo de repasar, sino del juego de su legislación: el art. 41 de la ley de organización de la
justicia nacional 13.998, estableció que los jueces en lo civil y comercial mantendrán la competencia resultante
del art. 11 de la vieja ley de organización de los tribunales de la Capital Federal 1893 (Adla, 1881-1888, 200),
salvo en las causas que por el art. 45 de la nueva ley (13.998) se atribuían a los jueces en lo
Contenciosoadministrativo, enumeración que se ha calificado como taxativa (30).
a) Actos y contratos de sociedades y empresas del Estado. La especial naturaleza jurídica de estos tipos
societarios diagramados artificialmente y de antemano por el Estado bajo formas jurídicas privadas, es motivos
de arduos debates de competencia cuyas consecuencias inciden, a veces funestamente, en el resultado mismo del
juicio.
Por un lado, es cierto que sus leyes de creación (12.962, 13.653, 14.380, 15.023, 17.318, 20.705 -Adla, VII,
229; IX-A, 353; XIV-A, 185; XIX-A, 1ª, 218; XXVII-B, 1480; XXIV-C, 2018-, etc.) les impone el régimen
jurídico de las sociedades privadas (ley 19.550 -Adla, XLIV-B, 1319-) y en algunos casos hasta les prohíbe
actuar en el marco de típicas normas administrativas, como la ley de obras públicas, de suministros y de
procedimientos administrativos (art. 6º, ley 20.705). Por el otro, también lo es, que más allá de la discusión
entablada en cuanto a determinar si estas sociedades integran o no los cuadros de la administración, son entes
estatales, no estatales, poseídos por el Estado, etc.; lo cierto es que bajo su aparente similitud formal con las
sociedades comerciales, la presencia del Estado en su conformación, hace a la existencia de profundas
diferencias que justifican la aplicación de regímenes jurídicos distintos (31).
Esta situación, de por sí complicada, se agrava por el juego de tres ingredientes que a veces confluyen
conjuntamente:
a) Es común que los particulares pretendan se les aplique las reglas de fondo propias de los contratos
administrativos y sus regímenes de variaciones de costo. Por eso, cuando se discute el problema del juez
competente, alegan que debe conocer el juez en lo Contenciosoadministrativo por demandarse con sustento en
contratos de ese carácter; aunque, una vez admitido ese planteo por los que hasta ese momento intervienen en
autos y requiriéndose, consecuentemente, que se cumplan las condiciones previas de la ley de procedimientos
administrativos propias de estos procesos, vuelvan los actores sobre sus pasos iniciales afirmando -esta vez- que
no corresponde el agotamiento de la instancia administrativa ni el cumplimiento de los plazos para demandar,
por sustentarse el Juicio en su contrato de derecho privado (civil y comercial) celebrado con una sociedad de
derecho comercial (32).
b) En otros casos, es el propio ente demandado quien niega haber actuado bajo normas del derecho público y
se apoya en la forma privada de su constitución (33).
c) Es también usual que a manera de monocorde "muletilla" se invoque, indiscriminadamente, para fundar la
competencia de la jurisdicción administrativa, la doctrina sentada en el año 1984 por la Corte Suprema de
Justicia a partir del caso "Gas del Estado c. Lindoro ICSA" (34) para aplicarlo a supuestos de hecho y de derecho
totalmente distintos (a pesar de que ese máximo tribunal siempre ha insistido en que para determinar la
competencia debe estarse al relato de los hechos que se hace en la demanda y al derecho invocado en la medida
de su adecuación). En los citados antecedentes eran los entes descentralizados los actores y pretendía, tan solo,
la ejecución de multas impuestas a los particulares por aplicación de disposiciones propias. Por lo general, en los
casos en que se pretende la aplicación de tales precedentes ocurre todo lo contrario, quienes demandan son
particulares, lo hacen por reconocimiento de diversos rubros que no siempre tiene como sustento normas del
derecho administrativo y por supuestos nunca por ejecución de una multa administrativa. En otros supuestos, los
particulares sólo intentan cobro de facturas impagas, con lo que la cuestión ni siquiera exige para su solución
interpretar cláusulas contractuales ni condiciones del Reglamento de contrataciones de la sociedad y/o empresa
de que se trata; circunstancia que, obviamente, también excluye la aplicación de los precedentes de referencia.
La confusión es peligrosa y puede aparejar resultados fatales para las partes: aun superada la etapa procesal
del cumplimiento de las especiales condiciones de admisibilidad de la demanda contenciosoadministrativa,
puede ganarse o perderse el juicio según que las normas de fondo para su resolución sean de derecho
administrativo o de derecho privado (no sólo en relación a cuáles serán las normas de fondo aplicables en uno u
otro caso, sino también en punto a la legitimidad del accionar de estos entes, según sea que ejerzan sus
prerrogativas especiales de auto-tutela o actúen como sujetos de derecho privado).
El problema existe y es grave, y si bien atañe a todos los que, de una y otra manera intervienen en el juicio,
incide especialmente en la órbita de las partes por los motivos recién enunciados. Debería pues, analizarse en
profundidad y sin perder la visión del conjunto.
Los extremos apuntados han llevado, no obstante a que, luchando contra entendimientos, simplistas, el fuero
Contenciosoadministrativo diagramara pautas interpretativas con la intención de delimitar el juez competente

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cuándo interviene en juicio alguna de estas entidades:
a) dada su especial conformación jurídica, no es la personalidad jurídica del ente la que resolverá la cuestión
ubicándola en el marco del derecho público o del privado, lo determinante será indagar en la naturaleza del
negocio jurídico que se invoque (35);
b) para ello suelen tenerse en cuenta tanto las normas que la ejecución y extinción del contrato sustentan en
tanto impliquen el ejercicio de autotutela administrativa y sean o no exorbitantes (sin incidir en la decisión el
procedimiento que se hubiere utilizado para seleccionar al contratista, pues ello no es privativo de los contratos
administrativos), como el objeto contractual (en tanto importe el ejercicio de una actividad mercantil o se
vincule directamente con la prestación de un servicio público que preste el ente) (36).
En los casos de duda, la competencia se atribuye al fuero civil y comercial, por dos motivos fundamentales:
a) el ya apuntado carácter genérico de aquella jurisdicción en relación a la especial del contencioso y b) la base
jurídica y la finalidad con sustento en los cuales se han creado estos entes por lo que, como regla, actúan en
principio, en el ámbito del derecho común (37).
En tanto no se dicte una norma que expresamente disponga sobre el juez competente para entender en todos
los casos, al menos en materia contractual (sólo hay concurso en que debe intervenir la justicia federal),
convendría que, al menos en cada contrato y/u orden de compra se especifique claramente qué tipo de negocio
jurídico se pactó: si es de derecho privado o público. b) Cuestiones atinentes al derecho de la Navegación. Este
tema también dio lugar a muchas divergencias que fueron minoradas en importante medida por la Corte
Suprema de Justicia a partir del caso "Astarsa c. Conicet" del 13/11/86.
Si bien se reconocía (y se reconoce) sin inconvenientes que las cuestiones atinentes al derecho de la
navegación son competencia del fuero federal civil y comercial ya que así lo prescribe la ley; las divergencias
aparecían cuando se invocaba la existencia de actos o contratos regidos por el derecho público (administrativo):
¿prevalecía la integridad del derecho de la navegación o la naturaleza administrativa de los actos y/o contratos?.
En el leading case recién invocado tanto la justicia civil y comercial como la contenciosa, habían declarado
su incompetencia. La primera, por entender que la relación jurídica se desenvolvía en el campo del derecho
administrativo; la segunda por lo contrario: que se trataba de una locación de obra del derecho común.
La Corte Suprema de Justicia dijo que la solución de la contienda no debía buscarse por ese camino sino en
ponderar los alcances del art. 100 de la Constitución Nacional en tanto confiere competencia para conocer en
"las causas de almirantazgo y jurisdicción marítima" (consid. 3"). Insistió en que esa jurisdicción no se
desnaturaliza porque pueda exigir la causa la eventual aplicación de normas de derecho público y atribuyó
competencia al fuero civil y comercial federal en tanto no advertía"... cuáles razones llevarían a desgajar el
conocimiento del contrato de construcción de buques -de que aquí se trata- del ámbito de la mentada
Jurisdicción, cuyas finalidades determinan la índole integral que tradicionalmente se le reconoce". Carácter
cuyas excepciones "... han de hallarse expresas en la ley y no deben ser objeto de interpretación extensiva".
c) Responsabilidad por accidentes de trabajo. El abanico de problemas que este bloque generó, dio lugar en
un principio, a soluciones casuísticas. Felizmente, hace un año la Corte Suprema de Justicia terminó de precisar
una solución orgánica que venía perfilándose sin total claridad.
Por el año 1985, el máximo tribunal sentó dos principios: si el reclamo indemnizatorio derivado de un
accidente de trabajo, provenía de un agente público, atento la naturaleza de ese vínculo, debía entender la
justicia del fuero federal y, dentro de ella, el fuero civil y comercial"... por resultar prima facie prevalecientes los
aspectos relativos al derecho privado sobre aquellos que conciernen al administrativo..." Doctrina que fue
reiterada y precisada al año siguiente "es competente la justicia civil y comercial federal, toda vez que el vínculo
entre las partes resulta encuadrable como relación de empleo público... y se invocan normas civiles como base
fundante de la pretensión..." (38).
Se tenían en cuenta dos aspectos: la intervención en juicio del Estado nacional (o el vínculo de agente
público) y la naturaleza de las normas en que se fundaba la pretensión resarcitoria.
El enfoque era diferente cuando se demandaban indemnizaciones con sustento en la ley de accidentes de
trabajo 9688 (Adla, 1889-1919, 949). Se entendía que era competente el fuero laboral por la materia de fondo en
debate, sin importar ya el vínculo (público) del agente pretensor: lo determinante es el derecho de fondo que se
pretende aplicar (39).
Hubo empero, una importante variante en la cual si era decisivo el vínculo del agente. Si los reclamos
provenían de miembros de las fuerzas armadas y/o seguridad, ya no importaban las normas de fondo cuya
aplicación se pretendía: era competente federal Contenciosoadministrativo. Ello así, dijo la Corte Suprema de
Justicia "... pues la relación de los hombres que integran las filas militares entre sí y con la Nación, se gobiernan
por los respectivos reglamentos... los cuales desenvuelven sus principios en la órbita del derecho público,
constitucional y administrativo" (40).

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Al año siguiente en cambio (1985), en una demanda indemnizatoria de un agente de seguridad (Servicio
Penitenciario Federal) fundada en la ley 9688. la Corte atribuyó competencia a la justicia del trabajo porque la
pretensión "... se ha fundado en la ley de accidentes de trabajo..." (41).
Los motivos del cambio han sido claramente explicados por la sala III del fuero Contenciosoadministrativo
"... las razones que sustentaron en el precedente de Fallos, t. 306, p. 2160 (Rev. LA LEY, t. 1985-A, p. 401) la
atribución de competencia a este fuero de acciones indemnizatorias fundadas en normas ajenas a las leyes que
rigen la actividad militar, deducidas por conscriptos lesionados en acto de servicio, estuvieron inescindiblemente
ligadas, como surge de un precedente anterior que allí se citó (Fallos, t. 291, p. 280-Rev. LA LEY, t. 1975-C, p.
67-), a la jurisprudencia que imponía en definitiva el rechazo de la pretensión indemnizatoria fundada en las
normas del derecho civil o laboral por entender que el damnificado sólo tenía los derechos reconocidos por las
leyes militares".
"Esos precedentes son inaplicables luego del cambio iniciado en Fallos, t. 308, p. 1118, que dejó sin efecto
dicha jurisprudencia y admitió reclamos fundados en normas civiles y laborales (ley 9688, arts. 2º, 13 bis y 17,
arts. 1109 y 1113 Cód. Civil)" (42).
En suma, se ha concluido hoy que, pertenezca o no el damnificado a las filas militares, corresponderá
determinar en cada caso la competencia, en orden a las normas que fundan la pretensión indemnizatoria (si se
hace con sustento en normas de derecho administrativo, por ejemplo, en las previstas en el específico régimen
de las leyes militares, será competente el fuero Contenciosoadministrativo, si por el contrario, se funda en
normas del derecho civil, entenderá civil y comercial federal y si se la solicita con sustento en normas laborales
serán competentes los tribunales del trabajo).
d) Registro Nacional de la Propiedad Automotor. Como último tema que ha dado lugar a polémica aunque
ya en mucha menor medida, ha seleccionado el referido a este Registro.
Ambos fueros aceptan en la actualidad, casi unánimemente que es civil y comercial el llamado a resolver en
cuestiones atinentes a la materia registral de automotores y sus accesorios (43).
Esto se debe a dos motivos fundamentales.
Por un lado, porque la ley del régimen de la propiedad automotor (22.977 -Adla, XLIII-D, 3962-) en su art.
2º ha previsto un recurso directo ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal de la
Capital Federal para recurrir "... las decisiones de los encargados de Registro en materia registral".
Sobre esa base se ha venido diagramando una interesante jurisprudencia que, enraizada en doctrina de la
Corte Suprema de Justicia, viene a solucionar aquellas cuestiones que no se ajustan literalmente al supuesto
descripto por la norma pero que son su antecedente o consecuencia.
El texto legal transcripto pone de manifiesto la voluntad legislativa de someter las decisiones de ese órgano
al conocimiento de la Justicia en lo civil y comercial federal, que posee especialización sobre el tema. Es que,
"... la creación de un sistema específico para el control judicial de ciertas decisiones administrativas indica el
propósito legal de asignar al tribunal especializado en la materia, con exclusión de otros órganos judiciales,
aquella función"; regla que no aparece enervada si se demandan indemnizaciones contra el Registro, pues de lo
contrario quedaría librado a la voluntad de la actora la vigencia del propósito legislativo indicado (44).
Desde otra óptica y atendiendo ya a los principios generales, es claro, que la materia en debate no es de
derecho público administrativo. Si bien es cierto que aún se discute la autonomía del derecho registral, no lo es
menos, que su contorno lo marca el derecho privado: el ámbito de las cosas susceptibles de inscribirse aparece
expresamente delimitado en el Código Civil (art. 1277, 3147 y 4016 bis) o en la legislación mercantil (registro
de buques: ley 19.170, de aeronaves: ley 17.285 y de automotores: decreto-ley 6582/58 y 4560/73 -Adla, XXXI-
C, 2802; XXVII-A, 326; XVIII-A, 1079; XXXIII-B, 1991-).
De las premisas anteriores y del estricto alcance que tienen los recursos directos en general, desgaja
naturalmente, que todos los supuestos que excedan ese estricto marco previsto en el art. 2º de la ley 22.977
tramitan ante la primera instancia del mismo fuero.

B) Con la Justicia Nacional del Trabajo y de la Seguridad Social


Las divergencias con el fuero del trabajo se intensificaron en estos últimos 4 años, en los que la jurisdicción
administrativa inició una metódica labor depurativa, desprendiéndose de muchas causas en las que de hecho
venía entendiendo, pese a ser extrañas a su especialización.
La confusión bien pudo deberse a dos razones fundamentales: a) hasta hace poco tiempo no había
unanimidad en punto a la definición de competencia contenciosoadministrativa, y b) tampoco se recordaba
demasiado que, no obstante carecer la Justicia Nacional del Trabajo de carácter federal, con arreglo a lo

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dispuesto por el art. 47 de la ley 13.998 y el art. 20 de la ley 18.345 tiene la competencia que le atribuye la ley
12.948 (Adla, XXIX-C, 2664: VII, 203) "aun en las causas en que son parte de la Nación, sus reparticiones
autárquicas o la Municipalidad".
En suma, para resolver los conflictos atributivos de competencia, el principio general se mantiene intacto:
habrá siempre que buscar la materia de fondo de preponderante aplicación al caso sin importar que intervenga
en el juicio el Estado nacional y/o que se impugne un acto administrativo de alcance particular o general.
a) Agentes de sociedades y empresas del Estado. Con sustento en la doctrina seguida pacíficamente por la
Corte Suprema de Justicia a partir de Fallos, t. 238, p. 226 (Rev. LA LEY, t. 90, p. 297) (45), doctrina y
jurisprudencia vienen aceptando que los agentes superiores, es decir, aquellos que ejercen funciones de
dirección, gobierno conducción ejecutiva en la entidad, se rigen por el derecho público administrativo y por
ende, debe conocer el fuero Contenciosoadministrativo. Los restantes, es decir, aquellos que no ejercen tales
funciones se rigen por el derecho privado, por lo que es competente la justicia del trabajo.
El quid estaba en determinar cuáles eran sus exactos límites. Hasta qué categoría puede entenderse que se
trata de un agente público sometido a ese derecho o de uno privado regido por normas del derecho laboral.
Podría señalarse, en términos generales, que el fuero contencioso ha ubicado esa línea divisoria en el
directorio de la entidad.
Se trata de agentes que, a propuesta de concretos intereses estatales ejercen funciones ejecutivas nítidamente
conectadas con la Administración Pública, de quien, además, emana su designación.
Así, por ejemplo, para el supuesto de intervenir en juicio Aerolíneas Argentinas, se ha resuelto que no se
rigen por normas de derecho público: los gerentes de la entidad, los auxiliares de abordo, sus comandantes, etc.
(46). Es que, conforme los arts. 8º y 9º del Estatuto de la actual sociedad del Estado (aprobado por decreto
808/79 -Adla, XXXIX-B, 1412-) "la dirección y administración de la sociedad estará a cargo de un Directorio,
integrado por un presidente, un vicepresidente y tres directores titulares..." los que serán designados "... a
propuesta... del Comando en Jefe de la Fuerza Aérea y del Ministerio de Economía según los cargos, con...
amplias facultades para organizar, dirigir y administrar la sociedad..." (art. 14).
En suma, pareciera bastante claro que, así como estos entes se relacionan con el Estado nacional por normas
del derecho público, aquellos agentes que resulten designados a propuesta de aquél también lo sean.
b) Agentes públicos que invocan normas del derecho del trabajo. Estos casos tramitan ante la Justicia
Nacional del Trabajo a mérito de los principios específicos de improrrogabilidad y especialidad que prescriben
los arts. 10 y 20 de la ley 18.345; en tanto atribuyen competencia a ese fuero en las causas contenciosas "...
cualquiera fueren las partes -incluso la Nación, sus reparticiones autárquicas, la Municipalidad de Buenos Ares,
y cualquier ente público... fundadas en contratos de trabajo, convenciones colectivas de trabajo laudos con
eficacia de convenciones colectivas, o disposiciones legales o reglamentarias del derecho del trabajo...".
De alguna manera, la justicia del trabajo había sentado la piedra liminar ya por el año 1950, cuando en el
plenario "Goldberg, Lucio c. Szapiro, Miguel" (Rev. LA LEY, t. 62, p. 683) y con motivo de una contienda con
la justicia comercial admitió su competencia, advirtiendo que "... si el accionante no acredita el vínculo laboral
que invoca, no corresponde una declaración de incompetencia sino el rechazo de la demanda..." (47).
Principio reiterado recientemente, con toda claridad, por la sala VII de la Cámara de ese fuero a principios
de año pasado: conforme a la doctrina del fallo plenario "Goldberg", cuando la demanda se basa en la existencia
de un vínculo laboral y se invocan en apoyo de los reclamos, normas laborales, es competente la Justicia
Nacional del Trabajo, sin perjuicio de que si el magistrado que entiende en la causa estima erróneo el
fundamento jurídico de la acción promovida o la naturaleza del vínculo al sentenciar, desestime el reclamo (48).
El tema adquirió especial actualidad es los últimos años ya que la Administración Pública procedió a incluir
a varios de sus agentes en convenios colectivos.
Se ha concluido pues, que, con independencia de pertenecer el agente a la categoría de empleado o
funcionario público, si lo que pretende es el reconocimiento de beneficios comprendidos en las referidas normas
laborales, es el fuero del trabajo el llamado a conocer (49).
c) Amparo por mora. Hasta hace muy pocos años el fuero Contenciosoadministrativo venía conociendo en
todos los amparos por mora (art. 28, ley de procedimientos administrativos -Adla, XXXIX-C, 2339-) que ante
sus Estados se iniciaran, cualquiera fuere la materia de fondo que involucraran. Es decir, aun cuando las normas
sustantivas no fueran de derecho administrativo se entendía, erróneamente, que por el solo hecho de seguirse ese
itinerario adjetivo previsto en la ley de procedimientos administrativos, eran competentes los juzgados
contenciosoadministrativos.
Hoy, unánimemente, se ha resuelto lo contrario. Es una muestra más de la prolija aplicación del principio del
derecho de fondo aplicable y de su prevalencia por sobre las normas procedimentales que lo instrumentan.

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La doctrina surgió con motivo de amparos por mora iniciados contra las Cajas de Previsión y/o Comisión
Nacional de Previsión Social para que se pronuncien sobre determinado haber y/o aporte previsional. Así fue
como, atendiendo tanto a la índole de la cuestión traída (queja por retardo o demora injustificada) que se atribuía
al ente previsional para resolver, como a la materia de fondo del recurso (previsional), se decidió la competencia
de la justicia especializada en esa materia, que era al momento, la del trabajo (50).
A la conclusión precedente se llegó por dos motivos fundamentales, uno de orden legal: en atención a lo
prescripto por los arts. 13, 14 de la ley 14.236 y 23, inc. b) de la ley 18. 345 que atribuía competencia a la
Cámara Nacional del Trabajo para entender por vía de apelación de las decisiones de la Comisión Nacional de
Previsión Social y el otro de orden jurisprudencial: en tanto también se venía asignando competencia a ese
tribunal para entender en los recursos de queja por retardo o denegatoria de justicia del organismo previsional
(CS, Fallos, t. 256, p. 575 y t. 259, p. 105).
Por ese entonces, el fuero Contenciosoadministrativo, debió aclarar expresamente que el itinerario adjetivo
escogido (art. 28, ley de procedimientos administrativos) en nada incidía para determinar el juez competente.
Con la sanción de la ley 23.473 (Adla, XLVII-A, 106) que creó la Cámara Nacional de Apelaciones de la
Seguridad Social, la conclusión precedente tuvo expresa acogida legislativa, ya que su art. 8º, inc. 1) le otorgó
competencia para entender en estos supuestos.
Atribución de competencia que adquirió total operatividad a partir del 30/3/89; fecha en que por acordada
6/89, la Corte Suprema de Justicia declaró habilitada la nueva Cámara de la Seguridad Social.
d) Previsión social. Se viene entendiendo, sin mayores inconvenientes que todo lo atinente a esta materia,
debe ser resuelto por el fuero especializado: el del trabajo (o en su caso, la nueva Cámara de Apelaciones de la
Seguridad Social) dado que la cuestión de fondo exige una específica versación que poseen los jueces de esa
especialidad (51).
No importa que en el Juicio intervenga el Estado en cualquiera de sus manifestaciones o que se invoque un
vínculo jurídico de agente público; siempre habrá que indagar si la materia de fondo que subyace la acción es de
derecho público, o de derecho privado referido a la previsión social (en cualquiera de sus manifestaciones)
derecho que, por lo demás, forma parte de la legislación común, no federal (52).
Cuando deban resolverse los alcances de un beneficio previsional -sea cual fuere- es obligado estudiar la
cuestión dentro de ese marco especializado. Ello no sólo justifica, sino exige, que -pese a la necesidad de que los
actos administrativos se juzguen con relación a sus respectivas normas de procedimiento- el reconocimiento de
la causa se desplace hacia los tribunales que detentan aquella especialización.
Este esquema, tan claro en sus lineamientos (receptado, para algunos supuestos por la competencia
legalmente atribuida a la flamante Cámara Nacional de Apelaciones de la Seguridad Social) viene sufriendo, no
obstante, una importante quiebra.
Se trata de las cuestiones previsionales atinentes a los magistrados y funcionarios judiciales que tramitan
actualmente por ante el fuero Contenciosoadministrativo.
Así lo decidió la Corte Suprema de Justicia a partir de Fallos, t. 308, p. 2026, doctrina que ha venido
reiterando hasta la fecha.
Se trataba de la demanda de un ex-magistrado del Poder Judicial que reclamaba la nulidad de sendas
resoluciones de la Corte (emitidas por vía de Superintendencia) que le habían denegado un beneficio jubilatorio.
La Corte Suprema de Justicia sin desconocer los "... aspectos previsionales del caso..." atribuyó competencia al
fuero Contenciosoadministrativo por dos motivos, uno de ellos vinculado con la validez de "... decisiones no
jurisdiccionales del tribunal..." (se cuestionaban decisiones administrativas de ese máximo tribunal en materia
previsional) y el otro, con el"... carácter federal de las normas legales..." en juego.
Es decir, aun admitiendo la connotación previsional de la materia en discusión, le atribuyó carácter
"subsidiario" (conf. dictamen del Procurador General de la Nación, compartido por la Corte Suprema de
Justicia).
Hasta el momento ha venido haciendo hincapié en la doctrina jurisprudencial imperante, que sin mayores
vacilaciones viene postulando la primacía del fondo por sobre las formas que lo instrumentan. No importa que
se cuestione la legitimidad de un acto administrativo: lo que inclinará definitivamente la balanza es la materia
que ese acto decide o certifica.
Decisiones no jurisprudenciales de cualquier órgano del Poder Judicial, son aquellas dictadas en su ámbito
administrativo interno, actos administrativos que, en lo que toca a su aspecto procedimental (competencia,
forma y voluntad) participan de las características de cualquier acto que -en ejercicio de la función
administrativa- dicte el Estado. Como vimos, la jurisprudencia se encargó de puntualizar, que el aspecto adjetivo
no puede desplazar la influencia de las reglas de fondo que rijan el caso,"... ya que sólo a la luz de éstas podrán

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aplicarse rectamente las primeras". Despejado ese aspecto formal sólo queda la materia de fondo que, según se
admite en el propio, podríamos llamarlo, leading case, es de derecho previsional.
Se trata siempre de demandas interpuestas por quienes invocan ser beneficiarios de sistemas previsionales:
no se están discutiendo aspectos relacionados con el vínculo de agente público, sino sobre su haber jubilatorio.
El matiz apuntado por la Corte en el precedente comentado (naturaleza del acto atacado) no altera esa materia
previsional ni puede modificar la competencia del fuero especializado; por ante el cual, por lo demás, han
tramitado en su momento, varios reclamos de orden previsional por parte de estos agentes (53).
Es cierto que en la mayoría de esos precedentes podría haber conocido la Cámara Nacional de Apelaciones
del Trabajo con arreglo a los recursos en su momento previstos en los arts. 13 y 14 de la ley 14.236 y 26 de la
ley 18.345; pero, no lo es menos, que también es doctrina del máximo tribunal (ya comentada) que la creación
de un sistema específico para el control judicial de ciertas decisiones administrativas indica el propósito legal de
asegurar el tribunal especializado en la materia, con exclusión de otros órganos judiciales, aquella función.
Doctrina inveterada que hace apenas unos meses ratificó la Corte al señalar "que las normas que atribuyen
competencia a determinados tribunales para entender en ciertas materias cuando de recursos se trata, son
indicativas de una especialización que el ordenamiento les reconoce y que constituye una relevante
circunstancia a tener en cuenta cuando esos mismos temas son objeto de una demanda, a falta de disposiciones
legales que impongan una atribución distinta..." (54).
Por lo demás, el hecho de cuestionarse la inteligencia de normas federales, tampoco es óbice para que la
justicia común (no federal) conociera en el pleito.
Es que -aun sin detenernos en la circunstancia de que todos los jueces de esta Capital son nacionales-,
conforman prueba clara de lo afirmado en numerosos fallos de la Corte, en los cuales no obstante decidirse en
punto a la inteligencia de normas federales, las causas habían tramitado ante la justicia común (55).

C) Problemas con la Justicia Nacional en lo Civil


Una ligera visión de la materia y naturaleza jurídica de personas involucradas en uno y otro fuero, parecerían
erradicar, de cuajo, cualquier conflicto atributivo de competencia. Con esa actitud, empero, sólo estaríamos
viendo la punta del iceberg, por debajo del cual subsisten varias cuestiones puntuales, aun hoy, no del todo
resueltas.
Ya por el año 1881, con la ley de organización de la justicia de la Capital del 15/12, el legislador sienta los
principios de una importante peculiaridad de la justicia civil.
Según su texto, los jueces de primera instancia"... conocerán en todos los asuntos regidos por leyes civiles..."
y también de "... las resoluciones de los jueces de paz en negocios civiles" (arts. 46 y 47). A la Cámara Civil,
además de señalarla como tribunal de segunda instancia respecto a las resoluciones de los jueces en lo civil, le
concede competencia en los "... asuntos de carácter Contenciosoadministrativo..." municipal (art. 71).
Cinco años después la ley homónima 1893 sigue -en lo que aquí importa- el mismo lineamiento que, sin
mayores variantes, mantuvieron las normas posteriores (56).
De tal suerte, ocurre que la justicia civil es competente en los asuntos regidos por el derecho privado civil;
pero, al mismo tiempo, también lo es para conocer cuestiones de derecho público administrativo (local).
El sistema parece pugnar el principio de especialización o en el mejor de los casos, exigir a estos jueces una
doble especialidad: en derecho civil y en derecho administrativo (local).
Esa particular interpolación legislativa es, de alguna manera, germen, en este momento, de numerosos
conflictos atributivos de competencia entre ambos fueros.
a) Intervención enjuicio de Obras Sanitarias de la Nación. La intervención en juicio, como parte, de la
empresa Obras Sanitarias de la Nación, conforma un claro ejemplo de lo anunciado.
El nudo del problema arrancó con la redacción del art. 43 de la ley 20.324 (que conformó jurídicamente a O.
S. N. como empresa del Estado), procurando (según reza la nota de elevación) organizaría conjugando los
principios de centralización normativa y descentralización operativa.
Con arreglo a su descentralización operativa, O. S. N. tiene distinta órbita de acción, según lo haga en
Capital Federal o en las provincias. Tierra del Fuego, Antártida e Islas de Atlántico Sur.
Los escarceos atributivos de competencia centraron la cuestión de determinar si era la justicia federal o la
local que debía intervenir en esta Capital, cuando se cuestionaban actos o contratos regidos por el derecho
administrativo.

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En "Rigo y Cía., S. A., Ornar c. O. S. N." (del 23/2/88) la Corte Suprema zanjó la cuestión manteniendo
doctrina de fallos anteriores. Se cuestionaba allí la interpretación de cláusulas y condiciones de un contrato
administrativo de obra pública con ejecución dentro de ámbito de la Capital Federal.
El tribunal fue preciso en sus fundamentos para atribuir la competencia al fuero civil de esta Capital.
En primer lugar recordó su vieja doctrina con arreglo a la cual cuando O. S. N. ejercita su actividad en
Capital constituye una repartición administrativa local y por ello sometida a los tribunales ordinarios, en tanto
que cuando actúa dentro del territorio de alguna provincia es competente la justicia federal. Puntualizó luego
que tales precedentes no se verán alterados por lo preceptuado en el art. 43 (párr. 2º) de la ley 20.324 "... pues
ello implicaría dar a la norma un significado que no surge de su letra..." a lo que tampoco obstaba el carácter
administrativo del contrato en discusión toda vez que la legislación aparta a los jueces federales de la Capital
Federal de conocimiento de las causas relacionadas con la administración local (57).
La cuestión quedó afortunadamente aclarada; O. S. N. puede actuar en doble carácter: a) como entidad local
cuando se desenvuelve en la órbita de la Capital Federal, cuya competencia es improrrogable -supuesto para el
que queda, evidentemente, excluido el Fuero Federal-; o b) como entidad nacional, cuando actúa en la órbita de
alguna provincia -supuesto en que sí sería competente el juez federal pero aquel que tenga jurisdicción en esa
provincia.
En suma, sea como fuere que despliegue su actividad (en la órbita de esta Capital o en la de alguna provincia
o territorio nacional), nunca sería competente la justicia federal (en lo Contenciosoadministrativo de esta
Capital).
b) Intervención en juicio de la Comisión Municipal de la Vivienda. Desde hace aproximadamente tres años
el fuero contencioso y el civil se viene adjudicando mutuamente el conocimiento en una importante cantidad de
juicios, en que interviniendo un ente autárquico municipal, cual es la Comisión Municipal de la Vivienda, se
cuestiona la escrituración y/o revocación de adjudicaciones de unidades de vivienda en contratos de
compraventa celebrados en el marco de la ley federal 21.581 (Fonavi -Adla, XXXVII-C, 2464-).
La jurisdicción federal administrativa, atribuía la competencia a la nacional civil en razón de la personal (la
Comisión Municipal de la Vivienda fue creada como repartición autárquica de la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires, por lo que su carácter local excluye la intervención del fuero federal) y de la materia (que era
preponderantemente de derecho civil o, en su caso, según como se hubiese planteado la demanda, de derecho
público local).
Como último tribunal, las soluciones las aportó la Corte Suprema de Justicia. Por el mes de marzo del año
1987 (juicio iniciado por particulares contra la Comisión Municipal de la Vivienda por cumplimiento de
adjudicaciones de viviendas celebradas por aquélla como vendedora en los términos de la ley 21.581) la Corte
atribuyó la competencia al fuero Contenciosoadministrativo por cuestionarse la citada ley federal y actos de la
administración nacional (58).
Al año siguiente (ante un planteo similar) el Supremo tribunal (en contra de lo dictaminado por la
Procuración General, quien invocaba la solución del precedente anterior "Sosa") atribuyó la competencia al
fuero federal en lo civil y comercial, en razón de la materia, por cuestionarse la ley federal 21.581 y no
controvertirse actos de la Administración Nacional (59).
Por economía procesal, la justicia contenciosoadministrativa dispuso remitir los autos al nuevo fuero
adjudicado.
Al año siguiente, la Corte Suprema de Justicia advirtió una variante: en algunos casos los boletos de
compraventa en los cuales se fundaba la demanda no aparecería "... prima facie celebrados en el marco de la ley
21.581..." agregando a ello que tampoco se controvertían actos administrativos nacionales. Remitió, entonces,
las causas a la Justicia Civil (en contra de lo dictaminado por la Procuración General, quien, una vez más, había
entendido que la causa enmarcaba en los últimos precedentes del año 1987 ("Flores" y "Torres") (60).
Esta particular historia, no concluye aquí.
Tal como lo adelanté, hubo supuestos en que el juicio se invertía: era la Comisión Municipal de la Vivienda
quien demandaba por nulidad de su propio acto de adjudicación de unidad de vivienda en venta al particular, en
razón de falsedades en que habría incurrido al prestar declaración jurada acerca de la composición de su núcleo
familiar y/u otros datos similares.
La Corte Suprema de Justicia dirimiendo la contienda trabada (entre civil y Contenciosoadministrativo)
atribuyó la competencia a este último (nuevamente en contra de lo sugerido por la Procuración General que
opinó lo contrario). Esta vez, los argumentos de la Corte fueron: cuestionándose los alcances de una ley federal
(21.581) la competencia quedaba circunscripta a los tribunales federales cuestionándose la legitimidad de un
acto administrativo, el tema encuadraba en el "... ámbito específico del fuero Contenciosoadministrativo

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federal..."; aclarando que, en el caso "... resulta irrelevante que el ente del cual emanó el acto que será necesario
juzgar... sea municipal, pues no es ratione personae que se deslinda la competencia..." (61).

VI. Conclusiones
Lo sabemos, lo hemos visto, no estamos ante un modelo inalterable del Estado y menos aún del derecho
administrativo; pero a esa conflictiva realidad se agregó en la
Capital Federal, el protagonismo excesivo atribuido por el legislador a los jueces federales en lo
Contenciosoadministrativo para delimitar los alcances de su propio campo de acción.
Durante más de cuatro décadas de marcha y contramarchas la jurisprudencia fue diagramando algunos
principios, varias excepciones y no menos contraexcepciones.
Por momentos, los esfuerzos por mantener una línea coherente parecen desafiar al más terco y corren al
albur de transformarse en quimera.
Alcalá Zamora nos cuenta que los viejos abogados españoles, -que allá por el segundo tercio del pasado
siglo colaboraron para formar la jurisdicción contenciosa- "... decían que la materia contenciosoadministrativa
se distingue de la que no lo es, como las señoras diferencian los tejidos de hilo, algodón, lana o seda: al tacto;
querían indicar con ello que la delimitación, muy confusa al principio, fue estableciéndose por vacilantes
experiencias y luego por casuísticas leyes y sutiles ficciones jurídicas, hasta que la jurisprudencia elaboró una
doctrina sistemática... formulada en los primeros artículos de la básica ley española del 13 de setiembre de
1888..." (62).
En el contencioso nacional la vacilante experiencia, las casuísticas leyes y las sutiles ficciones jurídicas
sobran. No podemos hablar aún de total sistemática Jurisprudencial pero sí es preciso evitar que toda esa rica
experiencia acumulada caiga en el vacío y que, acaso un día, llegue a perder funcionalidad.
Para ello debería el legislador asumir las responsabilidades que originariamente eludió, aprovechar los ricos
esfuerzos de nuestra doctrina jurisprudencial y sentar al menos las líneas maestras de un sistema que otorgue
seguridad al espinoso problema de la competencia contenciosoadministrativa en la Capital Federal.
Es este otro motivo para que, de una vez, se sancione el necesario y postergado Código Contencioso.
(1) Con crudeza describe Prosper Weil la situación imperante en la posguerra francesa: a la hora de iniciar
un pleito y encontrar respuestas satisfactorias al juez competente "... el Contenciosoadministrativo se convertía
en un lotería y sus especialistas en adivinos en los que no se podía confiar con demasiada certeza" ("Derecho
administrativo" Cuadernos Civitas, p. 57).

(2) Ya por el año 1881 la ley de organización de los tribunales de la Capital del 15 de diciembre (Adla,
1881-1888, p. 26) atribuyó a la Cámara Civil competencia en materia contencioso municipal (art. 71, inc. 3º):
ampliar MUÑOZ, Guillermo, "El reclamo administrativo previo", Rev. LA LEY, t. 1988-A, p. 1061, y
PALACIO, Lino. "Derecho procesal civil", t. II, ps. 432/450; 523/535.

(3) Forsthoff llegó a sostener en su "Tratado de derecho administrativo" (Madrid 1958, Institutos de
Estudios Políticos) -y tras él, un importante sector de la doctrina- que la administración se deja describir pero no
definir. También GRECO y MUÑOZ, "Lecciones de derecho administrativo", Ed. Morena, 1977.

(4) Entre sus detractores, Prosper Weil (ob. cit., p. 120 y concs.) lo gráfica: "Resignarse a la pluralidad de
criterios ha conducido a una visión de las cosas, sin duda, menos entusiasta, pero probablemente más realista.
Quizá haya incluso llegado el momento de volver a plantearse las nociones mismas del régimen de derecho
público y de derecho privado, y de dar así una cierta coherencia al derecho administrativo...". Postula por ello
una sugerente tesis haciendo intervenir tres elementos de la acción administrativa: órganos, fines y medios, en
dosis diferentes según la cuestión propuesta. "Cuando la incógnita reside en la naturaleza jurídica pública o
privada, de un organismo, el juez se basará en los fines previstos para la institución y en los medios que ha
puesto a su disposición la ley. Cuando el problema consista en saber si un organismo puede beneficiarse de
determinadas prerrogativas la solución la determinarán la naturaleza jurídica del organismo y los fines previstos.
Cuando, en fin, la cuestión recaiga sobre el carácter de la misión asignada a un organismo, el razonamiento se
apoyará sobre la naturaleza jurídica del organismo y de los medios puestos a su disposición por la ley".

(5) BENOIT, Paul "El derecho administrativo francés", p. 510, Instituto de Estudios Administrativos,

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Madrid.

(6) BENOIT, ob. cit., ps. 481 y sigts.; GOUR, "Le contentieux des services judiciaires en matière
administratifs", ps. 43 y concs., 1960.

(7) Sobre el tema ver el excelente trabajo de MUÑOZ, Guillermo en, "El reclamo administrativo" (Rev. LA
LEY, t. 1988-A, p. 1048) cuyas citas constituyen acabada síntesis de una prolija investigación histórico-jurídica
que rebasa sobradamente el sentido que usualmente se les asigna.

(8) En la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, la Constitución de Estado de 1854, ya establecía, en su
art. 129, que serían juzgadas por un tribunal especial ("... cuyas formas y atribuciones... determinará la ley de la
materia...") las causas "... contenciosas de hacienda y las que nacen de los contratos entre particulares y el
Gobierno..." Los constituyentes de 1873 fueron aún más precisos: atribuyeron esa competencia especial en
materia contenciosoadministrativa a la Suprema Corte.

(9) FIORINI, Bartolomé, "Qué es el contencioso" ps. 184 y sigts., Ed. Abeledo-Perrot, 1965; BIELSA.
Rafael, "Derecho administrativo", t. V, Buenos Aires, 1957; ARGAÑARAS, M. J., "Tratado de lo
Contenciosoadministrativo", ps. 41 y sigts., Buenos Aires, 1955.

(10) Publicada en el B. O. de 19/4/47 (Adla, VII, 248).

(11) Publicada en el B. O. del 7/10/84 (Adla, VIII, 187).

(12) El comentario de FIORINI (ob. cit., p. 191) fue contundente"... la omisión de la ley 12.967 fue salvada
en esta forma tan discutible como ilegal". Coincidió DIEZ, Manuel M. (en "Derecho administrativo", t. VI, p.
94) "... en cuanto a la competencia el legislador no fue feliz, porque en vez de fijar disposiciones generales al
respecto la dejó librada a la acordada de la Cámara Federal, procedimiento que no es legal, ya que las
atribuciones o facultades del juez debían dimanar de una ley. Es imposible que una simple acordada judicial...
establezca la competencia de los nuevos jueces". Por su parte DEGREGORIO LAVIE, Julio A. (en "La
competencia contencioso administrativa", p. 31, Ed. Abeledo-Perrot, 1961) señaló que "... tal delegación
legislativa en un tribunal judicial, es inadmisible, máxime en causas de esta naturaleza, en la que debe juzgar la
actuación de otro Poder del Estado".

(13) Publicada en el B. O. del 11/10/50 (Adla, X-A, 221).

(14) Al desaparecer la vigencia de estas normas represivas del agio (ley 12.833 y decreto 956/46 -Adla, VI,
IV-), el legislador transformó los "Tribunales de Policía Administrativa" para aquel afecto creados en el año
1946 (con la función de aplicar penas pecuniarias, de clausura, comiso y corporales, pérdida de ciudadanía y
derecho cívico) en Juzgados contenciosoadministrativos. De tal suerte, fueron aquellos viejos tribunales "del
agio" el embrión de nuestra actual Justicia administrativa.

(15) Publicado en el B. O. del 7/2/58 (y ratificado por ley 14.467 -Adla, XVIII-A, 94-).

(16) Plenario "J. R. Kudrnac y Cía. S. R. L. s/rec. amparo" del 4/8/59 en Rev. LA LEY, t. 96, p. 243.

(17) Plenario "Miguel Boccardo e hijos y otros c. Banco Hipotecario Nacional" del 30/5/78 (Rev. LA LEY,
t. 1978-C, p. 5)

(18) Plenario "Lainati" 10/4/56 (Rev. LA LEY, t. 88, p. 265); "Estado nacional (Min. de Transportes) c.
Empresa Transp. La Internacional" 31/10/57; "Estado nacional c. Yaboti" del 29/12/58.

(19) En materia de otro típico contrato administrativo, cual es el de obra pública, hacía casi 20 años atrás

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que se había atribuido competencia a la jurisdicción administrativa: "Espiasse, J. A. c. La Nación" del 8/2/57.

(20) CS Fallos, t. 298, p. 605.

(21) CS Fallos, t. 302, p. 34.

(22) El plenario "Aletto c. Instituto de Servicios Sociales para el Personal Ferroviario" data del 16/2/82
(Rev. LA LEY, t. 1982-C, p. 215) y el de la Cámara Nac. del Trabajo es del 29/8/61 (Rev. LA LEY, t. 104, p.
618).

(23) CS Fallos, t. 304, p. 1672.

(24) Sobre esta cuestión ver el meduloso trabajo de GRECCO, Carlos en Rev. LA LEY, t. 1980-B, p. 906.

(25) La CS acaba, empero, de decidir lo contrario in re "Yacimientos Petrolíferos Fiscales Soc. del Estado
s/recurso de apelación" (del 11/4/89); dejando sin efecto un pronunciamiento de segunda instancia que había
resuelto la no justiciabilidad del caso en orden al citado plenario. Decidió que "el art. 1º de la ley 19.983 no es
óbice para que el Poder Judicial revise la legitimidad de una multa administrativa impuesta a una persona
estatal".

(26) Reuniendo conceptos dispersos de anteriores plenarios las cuatro salas vienen coincidiendo en ello
reiteradamente: sala I in re "Comelli Duarte de Amuchástegui" del 28/7/81; sala II in re "Obra Social de MOSP
s/nul. acto adm." del 24/4/86; sala III in re "Carnero" del 7/8/84 y sala IV in re "Requeira c. Caja de Previsión"
del 27/12/85, entre muchos otros. Doctrina en punto a la cual también viene coincidiendo la CS: Fallos, t. 300,
p. 484 y 1148, entre muchos otros.

(27) Doctrina CS Fallos, t. 295, p. 112 (por remisión al dictamen Proc. Gral.) t. 298, p. 446 (ídem); t. 304, p.
377; admitida unánimemente por la Cámara en lo Contenciosoadministrativo.

(28) Conf. art. 117, incs. 4º y 5º de la ley 1893 (Adla, 1881-1888, 200) y art. 118, incs. 4º y 5º del Cód.
Penal de aplicación general.

(29) Conf. art. 332 de Cód. Procesal, cuya fuente fue el art. 2º de la ley 50 (Adla, 1852-1880, 391) y CS
Fallos, t. 135, p. 431; t. 259, p. 227; t. 293, p. 21; t. 307, p. 1139 (Rev. LA LEY, t. 1976-B, p. 405, fallo 33.324-
S, t. 1985-E, p. 324) entre otros.

(30) Recientemente CNFed. Contenciosoadministrativo sala III in re "Domínguez" del 22/3/88 (Rev. LA
LEY, t. 1988-E, p. 327) y IV "Alessi" del 7/7/88 de conformidad con la doctrina expresamente receptada por la
CS en el cuarto considerando de Fallos t. 308, p. 2164.

(31) GARCIA DE ENTERRIA-FERNANDEZ, "Curso de derecho administrativo", t. I y "Corporaciones


profesionales y administración Pública" en RAP. núm. 46; GARCIA TREVIJANO FOS, "Concepción unitaria
del Sector Público" en la obra "La empresa pública" t. I; SOSA WAGNER "Organización y control del sector
empresarial público en España"; GARRIDO FALLA, "Las empresas públicas en la Administración Pública y el
Estado contemporáneo", ps. 140 y concs., Madrid, 1961; GIANINI, "Actividades económicas públicas y formas
jurídicas privadas" en "La Empresa Pública", t. I; CASAGNE, "Derecho administrativo", t. I; ídem, "La
actuación estatal a través de la forma societaria mercantil", E. D., t. 69, p. 853; GORDILLO, "Empresas del
Estado" ps. 41/44; entre otros.

(32) Conforme lúcidamente lo visualizara MUÑOZ, Guillermo en "Contratos de la Administración"


publicado en Anuario de Derecho Administrativo -Fundación de Cultura Universitaria- Uruguay - Montevideo
1988.

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(33) Lo hace especialmente cuando niega les sean aplicables las normas de la ley de procedimientos
administrativos (en materia de amparo por mora y/o concesión de vista en los términos del art. 38 del decreto
1759/72 -Adla, XXXIX-C, 2346-): CNFed. Contenciosoadministrativo, in re "Carem S.A. c./AA y EE
s/amparo" del 14/VI/83; art. 28: sala III in re "Amil A. c/Yacimientos Petrolíferos Fiscales s/amparo por mora"
del 10/XI/81 Rev. LA LEY, t. 1982-C, p. 332); entre otros.

(34) CS Fallos, t. 306, ps. 328 y 333; t. 307, p. 1058 (Rev. LA LEY, t. 1984-C, p. 45, cit. en nota; t. 1985-E,
p. 387); t. 308, 229; etcétera. (35) CNFed. Contenciosoadministrativo Payca Asoc. c. Petroquímica Gral.
Mosconi, S.A.I.C. s/indemnización de daños" del 7/XI/85.

(36) La fase preparatoria de todo contrato que celebre el Estado, se traduce en una pluralidad de actos de
inequívoco carácter administrativo rigurosamente reglado por el derecho administrativo: decisión de contratar,
de autorizar el gasto, procedimiento de selección del contratista, etc.; aunque luego se contrate bajo las normas
del derecho privado (conf. CNFed. Contenciosoadministrativo, sala III, Tecin Rosenbauer c. Yacimientos
Petrolíferos Fiscales del 14/10/86; entre otros).

(37) Criterio en el que viene insistiendo el actual Fiscal de Cámara doctor Medrano in re "Metalit c. Somisa
del 19/12/85; "Yacimientos Petrolíferos Fiscales c. Horizon Exploration" del 22/7/85; entre muchos otros.

(38) CS Fallos, t. 307, p. 1523 y t. 308, p. 488.

(39) Doct. CS Fallos, t. 286, p. 45; t. 291, p. 536 y 568 (Rev. LA LEY, t. 151, p. 404; t. 1976-A, p. 473); t.
303, ps. 1231 y 1418, t. 306, p. 886; t. 307, p. 1682.

(40) Fallos, t. 306, p. 2160.

(41) Fallos, 307, p. 871 reiterado recientemente con motivo del reclamo indemnizatorio ley 9688 intentado
por un teniente coronel de actividad "Ortiz A. J. c. Gobierno Nacional -Ministerio de Defensa- s/cobro del
15/9/88.

(42) "Sena, Aníbal c. Estado Nacional (Fuerza Aérea)" del 7/3/89.

(43) Lo concerniente al Registro de la Propiedad Inmueble, en cambio es competencia de la justicia nac.


civil atento la naturaleza local de la ley 17.417 que la rige y además, porque su art. 28 prevé un recurso
específico ante la Cámara de ese fuero (CNFed. Contenciosoadministrativo sala III, in re "Gutiérrez, A. c.
Estado Nacional -Min. de Educación y Justicia- s/ordinario del 8/5/86; entre otros).

(44) Doctr. CS en Fallos, t. 295, p. 994; t. 302, p. 1606, entre otros y doctr. CNFed.
Contenciosoadministrativo, sala III in re "Artival c. Com. Nac. de Valores" del 3/10/85 y Gutiérrez c. Estado
Nacional del 8/5/86.

(45) Reiterada en Fallos, t. 244, p. 196; t. 245, p. 260 y 271; t. 247, p. 363; etc. y receptada en la conclusión
del plenario de la Cámara del Trabajo "Imperiali c. Y.P.F." (29/8/61).

(46) Juzg. Cont. "2" in re "Curchister S. c. A.A. 7/86; ídem "1" in re "Grigera M. S. c. A. A." del 2/8/85;
CNFed. Contenciosoadministrativo, sala IV in re "Iturregui M. A. c. A. A." del 26/4/85.

(47) De fecha 13/10/50, en Rev. LA LEY, t. 62, p. 683.

(48) in re "Lombardo González, M. F. c. Corporación de Mercado Central de Buenos Aires del 29/2/88,
D.T., t. 1988-B, 1120.

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(49) CS, Fallos, t. 306, p. 948; CNFed. Contenciosoadministrativo, sala III, in re "Carnero del 7/9/84;
"Lasa" del 10/3/87; "Alvarez de Riviera" del 15/9/88.

(50) Decisión unánime de las cuatro salas del fuero Contenciosoadministrativo, sala I, "Verdi" c. Caja
s/amparo por mora" del 29/XI/85; S. sala II, "Mazzarol c. Caja s/amparo por mora" del 17/4/86; sala III
"Jáuregui c. Caja s/amparo por mora" del 10/12/85 sala IV "Jackolson s/amparo por mora" del 18/11/86.

(51) CS Fallos, t. 303, p. 568 (Rev. LA LEY, t. 1981-D, p. 488); t. 304, p. 377; "Leonhordt c. Caja Nac. de
Prev. para el Personal del Estado y Servicios Públicos s/amparo" del 25/6/87; "Cormillot, E. A. y otros c. Minist.
de Trabajo, Secret. de Seg. Social" t. del 10/12/87.

(52) CS Fallos, t. 294, p. 431 (Rev. LA LEY, t. 1976-C, p. 77); t. 297, p. 317; t. 301, p. 448; CNFed.
Contenciosoadministrativo in re "Rizzo c. Caja Nac." del 20/3/86.

(53) CS Fallos, t. 295, ps. 563 y 574; t. 297; p. 263 (Rev. LA LEY, t. 1976-D, p. 262; t. 1977-B, p. 596); t.
303, p. 951; t. 305, p. 1149; t. 307, p. 564; entre otros.

(54) Fallos "Federación Argentina Unión Personal Panaderías y Afines c. Ministerio de Salud y Acción
Social - Instituto Nacional de Obras Sociales s/acción de amparo" del 15/6/89.

(55) CS Fallos, t. 303, p. 645 abierto el recurso por cuestionarse la ley federal 21.864 (prestaciones y
créditos de la seguridad social), la Corte confirmó la sentencia de la Cámara Nac. del Trabajo que había
declarado la inconstitucionalidad de su art. 4º; t. 304, p. 486 precisado el carácter federal de la ley 21.400
(derecho de huelga) la Corte revocó la sentencia de un Tribunal de Trabajo (de San Martín) que había
condenado a pagar indemnizaciones por falta de preaviso y antigüedad; t. 304, p. 1069 cuestionándose la
inteligencia de la ley federal de jubilaciones 21.864, la Corte confirmó la sentencia de la Cámara Nac. del
Trabajo que había dispuesto actualizar una jubilación; t. 304, p. 1416 precisado, nuevamente, el carácter federal
de la ley controvertida, 21.400 (derecho de huelga) la Corte confirmó la sentencia en su momento dictada por la
Cámara Segunda del Trabajo de Córdoba donde los agentes solicitaron su reincorporación y pago de
remuneraciones; t. 304, p. 1445 (Rev. LA LEY, t. 1983-A, p. 234) cuestionándose la inteligencia de normas
federales atinentes al régimen previsional del Poder Judicial, la Corte confirmó la sentencia de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo (sala III) que había denegado la pretensión de un funcionario judicial para
que se le pague un adicional; t. 306, p. 533 desestimada la inconstitucionalidad de la ley federal de jubilaciones
y pensiones para trabajadores en relación de dependencia 18.037 (Adla, XXXVI-D, 3082), la Corte confirmó la
sentencia de la Cámara Nacional del Trabajo (sala V) que había denegado el pedido de jubilación ordinaria del
titular de un retirado militar; t. 307, p. 564 precisada, nuevamente, la aplicación de leyes federales (20.550,
20.572, 21.121 y 22.940 atinente a jubilaciones de funcionarios judiciales -Adla, XXXIII-D, 3659, XXXIV-A,
6; XXV-D, 3570; XLIII-D, 3901-) dejó la Corte sin efecto la sentencia de la sala VIII de la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo para que se dicte nuevo pronunciamiento reduciendo el haber jubilatorio del titular; t.
307, p. 1888 precisado que se controvertía la inteligencia de una norma federal (ley 21.356 -Adla, XXXVI-C,
2027-) resolvió el problema de fondo atinente a la estabilidad sindical de un obrero despedido (la causa había
tramitado por ante la justicia del trabajo); y t. 305, p. 1149 cuestionándose el régimen previsional del Poder
Judicial, la Corte confirmó un fallo de la Cámara Nac. de Apelaciones del Trabajo (sala II) que denegara la
pretensión de transformar el retiro voluntario del agente en jubilación ordinaria.

(56) Criterio que también adoptó la legislación orgánica de la Municipalidad, ajustada en la redacción de la
ley 19.988 (Adla, XXXII-D, 5222).

(57) El acento aquí atribuido al carácter local del ente y a la conclusión a que ello llevó fue opuesto al que
pocos meses después hizo jugar ese máximo tribunal en los autos "Comisión Municipal de la Vivienda c.
Acuña" del 16/8/88, fallo al que luego me referiré.

(58) CS Fallo, t. 308, p. 393.

(59) CS Fallos, "Flores, R. c. C. M. V. s/escrituración" y "Torres M. E. c. C.M.V. s/escrituración" ambos del

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1/XII/87.

(60) CS Fallo, "Amarilla c. C. M. V. s/escrituración" del 25/2/88.

(61) CS Fallo, "Comisión Municipal de la vivienda c/Acuña, H. s/nulidad de acto jurídico" del 16/8/88.

(62) ALCALA ZAMORA, N., "Lo Contenciosoadministrativo" ps. 5 y 6, Buenos Aires, Argentina, 1943.

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