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Las evidencias resultan consistentes con las previsiones de la Teoría de la Equidad y refuerzan la idea de
que la salud mental, específicamente a nivel depresivo, resulta afectada negativamente por la falta de
interdependencia (desbalance en los intercambios) entre los miembros de una familia.
Los intercambios sociales negativos y positivos: cuando los intercambios negativos y positivos son iguales,
los negativos toman mayor preponderancia y se asocian con más angustia y predicen mejor la depresión
que los positivos. Aun los menores eventos negativos de la vida tienen efectos adversos sobre la salud
mental de los mayores.
Ciertos intercambios positivos pueden relacionarse de manera negativa con la salud mental ya que crean
relaciones de dependencia, a la inversa de lo que sucede con la posibilidad de ofrecer ayuda a otros.
La desintegración social y sus efectos: la exclusión llega en algunos casos a situaciones extremas que
propician la aparición de diversas patologías que permiten ver las graves consecuencias psicológicas que
puede ocasionar el aislamiento social en las personas de edad.
El desarraigo social y los sentimientos de soledad pueden desencadenar en el denominado “Síndrome de
Diógenes” o “hundimiento senil en los hábitos mínimos de cuidados, higiene, protección y adaptación
ambiental, necesarios para la salud y la supervivencia de los ancianos.
Se conoce como “Síndrome de Invisibilidad” al síndrome que sufren las personas de edad en la sociedad
actual cuando se ignoran sus problemas y necesidades físicas, psicológicas, sociales y económicas. Las
consecuencias que la invisibilidad produce a nivel psicológico afectan el estado de ánimo y la autoestima e
incluyen además ira, vergüenza, aislamiento, indefensión aprendida, depresión y suicidio. Estos cuadros
inciden negativamente sobre el bienestar de las personas incrementando las posibilidades de enfermedad
y muerte.
Teoría de la pérdida de control: una de las formas más acusadas por las cuales los sujetos expresan haber
comenzado con síntomas depresivos es ante la falta de control que sienten por haber perdido fuerza física,
belleza, capacidad, etc. y creer que no pueden manejar su vida tal como lo hacían previamente.
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Las limitaciones psicofísicas, económicas y sociales, parecen dejarlos expuestos a un sentimiento de
desprotección que los lleva a temores generalizados, una fuerte evitación ante diversas actividades y un
sentimiento de inadecuación frente a cualquier tipo de proyecto personal que suele presentarse como
síntomas depresivos difusos.
Esta pérdida de control se encuentra íntimamente relacionada con la sensación de pérdida de
reconocimiento y de validación externa. Razón por la cual el fortalecimiento externo puede permitir que el
sujeto recupere una sensación de capacidad que le permite reorganizar proyectos personales.
El tratamiento de la depresión implica el apoyo en tres grandes ejes: la psicoterapia, las redes de apoyo
social y el farmacológico. Cada uno de estos debe ser evaluado a la hora de pensar su terapéutica,
tomando en cuenta la prevención, el tratamiento y la rehabilitación. Cada paciente supone una suma de
circunstancias que deberemos atender y donde la edad va a ser uno de los datos implicados, pero no el
único.
La evaluación y mapeo de la red de apoyo social constituye una herramienta primordial en el trabajo con
adultos mayores. Brinda información detallada de los sostenes de que disponen los adultos mayores,
permitiendo conocer de antemano si es factible que la red pueda responder adecuadamente y brindar los
apoyos suficientes frente a situaciones críticas o a problemáticas ya sean puntuales o que se extiendan en
el tiempo. En este sentido la evaluación de la red puede aportar información valiosa en la elaboración de
un diagnóstico prospectivo.
La depresión requiere dicha evaluación y mapeo por parte del rol profesional. Esta patología plantea
riesgos a la hora de pensar un tratamiento, razón por la cual la evaluación y el mapeo deben ser muy bien
hechos ya que de lo contrario deberíamos pensar en una internación transitoria o diurna si el cuadro así lo
requiriese.
Las opciones psicoterapéuticas disponibles en la actualidad son múltiples. Desde las psicoanalíticas hasta
las de orden cognitivo-conductual, aun ofreciendo lecturas diferentes acerca de la cura, permiten la
elaboración y superación de la problemática. Los enfoques individuales o grupales son importantes de
determinar en relación a una serie de factores tales como la mayor gravedad, donde los primeros pueden
ser más útiles y aplicables, así como las demandas específicas y conocimientos sobre el tema de las
personas atendidas.
A nivel farmacológico resulta necesario tener en cuenta las seis reglas de la farmacocinética que regulan
la elección de un antidepresivo. En el cuerpo humano los cambios estructurales y funcionales que
acompañan al envejecimiento tienen por consecuencia modificar la farmacocinética de los psicotrópicos,
entre los que aparecen los antidepresivos.
Farmacocinética:
- La absorción: se encuentra poco influenciada por la edad, pero si por la toma de otros medicamentos.
- La distribución: los antidepresivos son liposolubles a la masa grasosa, proporcionalmente más grande
según la edad, de lo que resulta un aumento del volumen de la distribución, lo que favorece la
acumulación del medicamento.
- La unión a las proteínas es fuerte por los antidepresivos. La disminución de la albumina y la competencia
con los otros medicamentos en los sitios de unión modifican la fracción libre de los antidepresivos.
- El metabolismo: el cambio del metabolismo hepático disminuye la rapidez de eliminación y prolonga el
tiempo de acción de los antidepresivos, favoreciendo de esta forma una mayor incidencia de los efectos
secundarios.
- La función renal disminuye con la edad lo que genera una acumulación de metabolitos activos que
aumentan los efectos secundarios.
Reacción anterior: Una reacción anterior, personal o familiar, positiva o negativa, es una buena guía. De
todas maneras, hace falta juzgar la dosis recibida y la duración del tratamiento.
Coexistencia de condiciones médicas: La presencia de ciertas enfermedades físicas puede orientar la
elección del antidepresivo.
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Medicación global: en las personas mayores que toman muchos medicamentos, es preferible disminuir el
número, racionalizando el uso y reemplazando aquellos que pueden causar depresión y tener en cuenta
las interacciones medicamentosas.
Síntomas indicadores: la presencia de un enlentecimiento psicomotor importante o, a la inversa, de una
ansiedad muy marcada, podrá orientar la elección en función de las propiedades sedativas de los
diferentes antidepresivos; toda vez que se trate de un criterio más teórico que práctico.
Características y efectos secundarios: los antidepresivos se dividen en 5 grandes clases: los tricíclicos y
los heterocíclicos; las triazolopirimidinas; los inhibidores de monoamina oxidasa (reversibles y no
reversibles), y los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina.
La ansiedad es un afecto caracterizado por tres órdenes de fenómenos:
1- el sentimiento de un peligro inminente.
2- una actitud de espera frente al peligro.
3- el desconcierto por la incertidumbre en la experiencia vivida o anticipada de algo que se encuentra
oculto.
La ansiedad se acompaña de fenómenos somáticos, en parte de naturaleza neurovegetativa. La sensación
física se define como angustia (opresión en el pecho), mientras que la ansiedad es fundamentalmente
psíquica.
La ansiedad puede ser flotante, es decir desprovista de un factor detonante, o puede estar asociada a
fobias definidas, como el temor persistente e irracional de un objeto, de una actividad o de una situación
que detona un deseo compulsivo.
Este problema es caracterizado por un sentimiento continuo de tensión y de aprehensión, una tendencia a
subestimar y a denigrar, un miedo a ser criticado o rechazado, un evitamiento de los contactos sociales y
profesionales por miedo a ser desaprobado.
La ansiedad en la vejez:
Cuando el envejecimiento promueve altos niveles de incertidumbre, existe un riesgo potencial aumentar la
ansiedad. Ciertos factores contribuyen a dicha emergencia:
1- la personalidad: la personalidad ansiosa es un factor favorable a las descompensaciones,
especialmente en las situaciones de estrés.
2- la afectividad: el estado del humor determina el grado de resistencia a la fragilidad psicológica.
3- el funcionamiento intelectual: las limitaciones intelectuales son factores que predisponen a la ansiedad,
por la vulnerabilidad que produce la restricción de recursos para comprender situaciones nuevas.
4- la vida de relación: la vejez puede acarrear un aislamiento progresivo por la pérdida de la pareja y de
amigos. Esta carencias afectivas pueden resultar ansiógenas debido a la falta de recursos seguros con los
que se encuentra un sujeto.
5- la percepción del cuerpo: las pérdidas de eficacia y de control del propio cuerpo pueden producir una
pérdida de seguridad y una serie de limitaciones en las actividades que pueden llevar a incrementar los
montos de ansiedad frente a la carencia de recursos.
6- la enfermedad física: encontrarse enfermo, discapacitado o accidentado produce un sentimiento de
vulnerabilidad y angustia. También es importante destacar que la ansiedad puede ser un síntoma de
numerosas enfermedades físicas.
7- la vida social: el corte con la vida social, la perspectiva de discapacitarse, las miradas prejuiciosas sobre
la vejez llevan a que la imagen de si se ponga en duda y se vea de un modo negativo.
La ansiedad en la vejez cuenta con rasgos particulares:
Preocupaciones subjetivas: resultan de un sentimiento de vulnerabilidad y conciernen a temas que tocan la
integridad en los dominios de la salud, del cuidado de los bienes, de la propia persona y de los seres
queridos. La ansiedad suele ser frecuente detrás de un queja de memoria.
Síntomas somáticos: Además de los que se producen en todas las edades, de naturaleza neurovegetativa.
El sueño puede estar perturbado, manifestándose en la dificultad para dormir y las pesadillas.
Consecuencia comportamentales: Los comportamientos de evitamiento predominan. El repliegue en los
hábitos y en la rutina, forman parte de los mecanismos y evitan las confrontación con situaciones nuevas.
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Los problemas ansiosos fóbicos son más frecuentes entre las mujeres y su prevalencia disminuye después
de los 75 años.
El pánico es raro después de los 60 años y les afecta a personas que ya lo han sufrido de jóvenes.
El trastorno obsesivo compulsivo comienza raramente después de los 50 años, lo cual no significa que
esté ausente en este grupo etario. Generalmente encuentran un equilibrio con el tiempo, aunque frente a
un cambio importante puede detonar un fuerte acceso de ansiedad.
La ansiedad puede interferir con el funcionamiento de la memoria.
La ansiedad puede ser el resultado de múltiples cuadros entre los que se destacan los comienzos de las
demencias.
Es necesario considerar tres dimensiones básicas: La psicoterapia, el apoyo social, teniendo en cuenta el
apoyo familiar y comunitario, así como los programas socio-recreativos y por último el tratamiento
medicamentoso.
El problema hipocondríaco que se observa tanto en el hombre como en la mujer sobrevienen
generalmente después de los 50 años. El enfermo está convencido que está afectado, o tiene
posibilidades de estarlo, de una o varias enfermedades. Expresa quejas múltiples, repetidas, a menudo
alimentadas por sensaciones o signos físicos normales o anodinos. La ansiedad y la depresión pueden
acompañar este cuadro.
La queja hipocondríaca no excluye que haya enfermedades reales, particularmente en personas mayores
donde puede haber una pluripatología.
Muchos estiman a la hipocondría como un síntoma de la depresión por la atención exagerada al cuerpo y
su funcionamiento, pero existen otras posibles causas.
La hipocondría tiene una alta función adaptativa: ya que le permite desplazar a la ansiedad hacia una
enfermedad imaginaria que pareciera darle un papel más aceptable socialmente; por otro lado permitiría
una expiación de sentimientos de culpa por el malestar que siente con su entorno, y por último implicaría
un goce autoerótico por los cuidados corporales que se brinda.
Las ideas hipocondríacas pueden cristalizarse en ideas estructuradas que permanecen en el tiempo y que
precipitan en trastornos delirantes persistentes. Una serie de factores favorecen su desarrollo en la vejez:
- los cambios físicos asociados al envejecimiento,
- la pluripatología,
- la pérdida de familiares y seres queridos,
- la carencia de actividades importantes,
- la vivencia de un descontrol psíquico acerca del propio cuerpo e incluso de la muerte.
La personalidad normal puede modificar algunos trazos sin que se vuelva patológica. Uno de estos es el
cuidado obsesivo de la vida cotidiana, que privilegia el hábito, el orden, la prudencia, una cierta rigidez en
los horarios y en el estilo de vida, tratando de contener con ello los potenciales peligros.
Aquellos sujetos que tenían problemas con las actividades desarrolladas hacia el exterior tenderán a
disminuir sus actividades. Los sujetos introvertidos tendrán más tendencia a profundizarla, así como a
desarrollar más dependencia psicológica especialmente cuando existen enfermedades invalidantes.
Los problemas se manifiestan de un modo mayor en relación a las circunstancias del entorno y tienen una
fuerte perdurabilidad en el tiempo.
- Alteración senil del carácter: dominada por el egocentrismo, la rigidez, la avaricia, la hostilidad y la
agresividad. Los pacientes tienen tendencia a no cuidar su higiene, su alimentación y sus actividades. Son
pseudo dependientes ya que no son conscientes de sus problemas y se oponen a toda sugestión, solo una
crisis permite la intervención.
- Síndrome de Diógenes: el enfermo es anosognósico, lo que extrema una situación de negligencia y
abandono de su propia persona. Son sujetos con historia de aislamiento, suspicacia y labilidad emocional.
- Síndrome Frontal: donde las alteraciones de los comportamientos están detrás de la escena: pasividad,
falta de iniciativa, desinterés e indiferencia.
Para no “caer” en la vejez – Zarebski:
Pensar en el envejecimiento implica percibir el transcurso del tiempo de la propia vida, implica
pensar en su final. Una vida que se va acabando.
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De acuerdo a como la vivamos y como vivamos la muerte, soportaremos o no la idea de
envejecer.
Algunos literalmente se suicidan. Otros, la atraviesan como una caída en picada y se van
matando. Envejecen cayéndose. Y están los que toman precauciones para evitar la caída, para
que la vejez forme parte de la vida.
Podemos hablar de tres distintas maneras de enfrentar el envejecimiento:
1. Los que piensan que es inevitable la caída y no quieren llegar a viejos;
2. Los que caen en la vejez, cayéndose
3. Los que piensan que es evitable la caída y se cuidan para no caerse. Y, podríamos
agregar…
4. Los que aprenden, en la vejez, a no caer.
El amor en tiempos de cólera, de G. Garcia Marquez es una novela que trata acerca de la vejez y
de os distintos modos de envejecer. Sus personajes principales son ejemplos de esta
clasificación.
Replanteándonos nuestro modo de ser adultos, favoreceremos un sano envejecer.
No “caer” en la vejez:
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