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DE PASTORAL FAMILIAR
Emaus 3 de Marzo de 2019
1. La redención de la creación
La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del
año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de
que ser conformes a Cristo (cf. Rm 8,29) es un don inestimable de la misericordia de Dios.
Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por
el Espíritu Santo (cf. Rm 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios,
comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la
creación, cooperando en su redención. Por esto, la creación –dice san Pablo– desea
ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia
del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su
maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la caridad de
Cristo transfigura la vida de los santos –espíritu, alma y cuerpo–, estos alaban a Dios y, con
la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como
demuestra de forma admirable el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís (cf.
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Enc. Laudato si’, 87). Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está
amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte.
Como sabemos, la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres
interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos
vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo. El hecho de que se haya roto la comunión
con Dios, también ha dañado la relación armoniosa de los seres humanos con el ambiente en
el que están llamados a vivir, de manera que el jardín se ha transformado en un desierto (cf.
Gn 3,17-18). Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a
sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su
propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte
sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) —y se
manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás
y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y
del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho
y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.
Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la
tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor,
que puede colmar el vacío de nuestro corazón.
Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos,
creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así
la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir
amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera
felicidad.
Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto
de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era
antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3). Que nuestra Cuaresma suponga recorrer
ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será
liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de
Dios» (Rm 8,21).
No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a
emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en
nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros
hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes
espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo
sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.
Francisco
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SEGUNDO TEMA
“Los Sacramentos, grandes regalos de Dios”
1.- OBJETIVO:
“Comprender que los Sacramentos son signos visibles de la Gracia Divina que nos
fortalecen en la búsqueda del bien y la verdad”.
OBJETIVO:
Ayudar a que las personas reconozcan en la entrega de Cristo hasta la muerte, la nueva
Alianza de Dios con el hombre y el modelo de la alianza matrimonial.
Hemos encontrado en la vida signos que tienen un significado, por ejemplo, cuando
vemos humo, sabemos que hay fuego, cuando escuchamos una sirena, sabemos que hay
una emergencia, etc.
1º. En pareja: Buscar algunos signos que les sean significativos a los dos.
2º. Todos juntos compartimos nuestras respuestas
El facilitador aprovecha esta dinámica para introducir el tema, explicando que los
sacramentos son signos eficaces de la gracia. Pregunta a los presentes qué saben del tema
de los sacramentos. Con esto se rompe el hielo entre los participantes. Se les invita a que lo
compartan abiertamente. Además, servirá para evaluar si es necesario reforzar algunos
contenidos.
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Preguntas para promover la participación:
1. ¿Quién sabe qué son los sacramentos?
2. ¿Cuántos sacramentos hay?
3. ¿Para qué nos sirven?
Lo que los católicos entendemos por Sacramento tiene mucha relación con esto, y te voy a
explicar porqué.
Al inicio estaba Dios que creó al hombre y el hombre que cayó en pecado, y como Dios es
misericordioso, quiso salvar al hombre, por eso envió a Su Hijo que es el Verbo de Dios que
se hizo Hombre para salvarnos, Jesucristo. Y Jesucristo padeció, murió y resucitó por
nosotros, eso es lo que llamamos la obra de salvación. Pero después de Su resurrección, Él
ascendió a los Cielos y nosotros nos preguntamos, cómo sigue obrando esa obra de
redención, de salvación, de reconciliación, si está en el Cielo, sentado a la derecha del Padre.
Esa obra continúa absolutamente activa hasta nuestros días, en la Iglesia, sobre todo, a través
de lo que nosotros llamamos los 7 Sacramentos. Y ¿qué son los sacramentos? Son elementos
sensibles, elementos materiales, que llevan como en un vehículo la gracia de Dios, con los
cuales recibimos la gracia de Dios en nuestros corazones, que de verdad nos transforma.
Y uno se pregunta por qué Dios quiso hacerlo a través de elementos materiales. Muy
sencillo, porque nosotros somos seres de cuerpo y alma, tenemos una dimensión material y
una dimensión espiritual. Por eso Dios, conociendo que nosotros somos así, quiso hablar en
nuestro lenguaje. Y quiso que a través de elementos materiales, recibiéramos la salvación
espiritual para nuestras almas. Por eso, de manera concisa y sintética podemos decir: los
sacramentos son estos elementos sensibles que contienen la Gracia de Dios y que de verdad
realizan la transformación espiritual que Dios quiso para nosotros.
Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la
Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (CCE 1131).
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Comprendiendo mejor la definición:
Signo: Son objetos, fenómenos, señales o acciones que podemos percibir por medio de los
sentidos (ver, oler, sentir, escuchar). En el caso de los Sacramentos, es una acción que es
realizada por un ministro (por lo general es un Sacerdote). Por ejemplo, cuando un bebé es
bautizado en la Iglesia, el sacerdote derrama agua sobre su cabeza y al mismo tiempo, dice
las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Eso es
un signo visible.
Eficaz: Se refiere a que logra el efecto deseado o esperado. En este caso, es eficaz porque
da la gracia a quien recibe el Sacramento.
Gracia: La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su
llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos partícipes de la naturaleza divina, de la
vida eterna (CCE 1996). Inicia con el Bautismo y se pierde cada vez que se comete un
pecado grave. Ahora bien, la gracia puede perderse o aumentarse. A pesar de ser gratuita
el hombre puede favorecer su recepción o impedir su fruto. La gracia es absolutamente
necesaria, sin ella es imposible alcanzar la salvación, la vida eterna.
¿Qué es la gracia?
La gracia es un don que Dios nos dio para nuestra salvación. Sin esa gracia nuestras vidas
no tendrían mucho sentido, así que la gracia es de suprema importancia. Hay diferentes tipos
de gracia, la más importante es la gracia santificante, tiene un poder transformador en el
alma, nos hace verdaderos hijos de Dios. El poder transformador de la gracia santificante
puede ser entendido en diferentes formas, por ejemplo, como un fortalecimiento del alma,
como espinacas, con el que podemos completar realmente las obras de Dios, o como adorno
para el alma, que la convierte en una digna morada para Dios.
Otra metáfora de la gracia que es bastante apropiada es la de la luz, con la luz de la gracia
podemos ver y reconocer a Dios, nuestro fin último, y entre más brille la luz entre nosotros
será mejor para llegar a Él, sin obstáculos en el camino que nos tiene trazado. La luz como
una metáfora para santificar la gracia también es un tema en el bautismo. Es en el bautismo
donde recibimos la gracia de santificación por primera vez y la vela bautismal encendida con
la luz del cirio es un símbolo apropiado para ello, recibimos la luz de Cristo y debemos pues
conservarla y alimentarla en nuestro corazón.
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También hay otros tipos de gracia, como la gracia actual. Mientras que la gracia santificante
nos hace hijos de Dios, la gracia actual nos ayuda a vivir como hijos de Dios. La gracia
actual apoya y acompaña a todas nuestras actividades y así podemos tener éxito en hacer el
bien. Esta gracia ilumina el entendimiento y la comprensión, además de que mueve nuestra
voluntad para que evitemos el mal y hagamos el bien. Junto con estos dos tipos importantes
de gracia en nuestras vidas, existen otras gracias también, como por ejemplo, los carismas.
Están también las gracias externas como el encuentro con alguien bueno o las cosas
materiales que recibimos. Todas estas gracias son dones que Dios nos envía para nuestra
salvación.
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La Unción de los Enfermos: Sacramento en el que Jesucristo alivia y reconforta al cristiano
que comienza a encontrarse en peligro de muerte por enfermedad o vejez. Antiguamente se
conocía como "Extrema Unción", pues sólo se administraba cuando la persona estaba a punto
de morir. Actualmente el Sacramento se puede administrar más de una vez, siempre que sea
en caso de enfermedad grave, inclusive si la misma enfermedad agravara aún más, o antes
de una operación (cfr CCE 1514-1515). La gracia especial del Sacramento de la Unción de
los enfermos tiene como efectos:
a) la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;
b) el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la
enfermedad o de la vejez;
c) el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la
penitencia;
d) el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; e) la preparación
para el paso a la vida eterna.
Los sacramentos al servicio de la Comunidad y la Misión son:
El Orden Sacerdotal: es un Sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y
sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los
pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Preparación al Matrimonio:
La importancia de la preparación exige un proceso de evangelización consistente en la
maduración de la fe y su profundización. Si la fe está debilitada o casi no existe ya (cfr.
Familiaris Consortio = FC 68), es preciso reavivarla y no se puede excluir una instrucción
exigente y paciente que provoque y alimente el ardor de una fe viva.
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La `preparación al matrimonio abarca un proceso amplio y exigente de educación a la vida
conyugal que ha de ser considerada en el conjunto de sus valores. Se estructura en tres
etapas: preparación remota, próxima e inmediata.
La Preparación remota
Abarca la infancia, la niñez y la adolescencia, y tiene lugar sobre todo en la familia y también
en la escuela y grupos de formación, valiosas ayudas para la familia. Debe buscarse la
transmisión de los valores humanos, tanto en las relaciones interpersonales como en las
sociales, la formación del carácter, el dominio propio y la estima de sí mismo, el uso recto
de las inclinaciones y el respeto a las personas, también del otro sexo. Se requiere, además,
sobre todo para el cristiano, una sólida formación espiritual y catequética (cfr. FC 66).
La educación de los niños comienza antes del nacimiento, en el ambiente en que la nueva
vida del que va a nacer es esperada y acogida, especialmente con el diálogo de amor de la
madre con su criatura y prosigue durante la infancia, dado que la educación es « ante todo
una "dádiva" de humanidad por parte de ambos padres: ellos comunican juntos su humanidad
madura al recién nacido ».
Es importante la educación sexual recibida de los padres en los primeros años de la niñez y
la adolescencia, como lo indica el documento del Pontificio Consejo para la Familia.
En la familia, iglesia doméstica, los padres cristianos son los primeros testimonios y
formadores de los hijos, tanto en el crecimiento de la « fe-esperanza-caridad » como en la
configuración de la vocación propia de cada uno. « Los padres son los primeros y principales
educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia
fundamental: son educadores por ser padres » (Gratissimam Sane, 16). A este propósito
también los padres necesitan ayudas oportunas y adecuadas.
Entre estas ayudas se ha de incluir, ante todo, la parroquia como lugar de formación eclesial
cristiana; en ella se aprende el estilo de convivencia comunitaria (cfr. Sacrosanctum
Concilium, 42). No hay que olvidar tampoco la escuela, las otras instituciones educativas,
los movimientos, los grupos, las asociaciones católicas y, claro está, aquellas de las mismas
familias cristianas.
La preparación próxima
Tiene lugar en el tiempo del noviazgo. Se estructura en cursos específicos y se la distingue
de la inmediata, que se realiza en la época próxima a la celebración del sacramento del
matrimonio. Es oportuno que durante la preparación próxima, se ofrezca la posibilidad de
verificar la madurez de los valores humanos propios de la relación de amistad y diálogo que
caracterizan el noviazgo.
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de evangelización, en la que, la fe ha de incidir en la dimensión personal y comunitaria, tanto
de los jóvenes personalmente, cuanto de sus familias.
El período de esta preparación coincide, en general, con la época de la juventud, por tanto,
corresponde al campo de acción de la pastoral juvenil que se ocupa del crecimiento integral
del fiel cristiano. La pastoral juvenil no es separable del ámbito de la familia como si los
jóvenes formasen una especie de «clase social» disgregada e independiente. Dicha pastoral
debe reforzar el sentido social de los jóvenes, primeramente, con los miembros de la propia
familia, orientando sus valores hacia la futura familia que habrán de formar.
La pastoral juvenil tendrá presente así mismo que, por dificultades de distinto tipo como la
«adolescencia prolongada» y una más larga permanencia en la familia de origen (fenómeno
nuevo y preocupante), el compromiso matrimonial de los jóvenes de hoy se retrasa
excesivamente en no pocos casos. La preparación próxima habrá de apoyarse ante todo en
una catequesis alimentada por la escucha de la Palabra de Dios e interpretada con la guía del
Magisterio de la Iglesia, para que comprendan la fe con mayor plenitud y la testimonial en
la vida concreta.
La preparación inmediata
Esta catequesis inmediata es la que se realiza para profundizar directamente en el sacramento
y la celebración del matrimonio. Si se llevó a cabo una buena preparación remota y próxima,
debería lograrse que la pareja haya madurado en su decisión de formar una familia estable
querida por Dios y la Iglesia. La preparación inmediata al Sacramento del Matrimonio debe
encontrar ocasiones aptas para iniciar a los novios en el rito matrimonial. En dicha
preparación, además de profundizar en la doctrina cristiana sobre el matrimonio y la familia,
con especial mención de los deberes morales, los novios han de ser guiados a tomar parte
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consciente y activa en la celebración nupcial, para entender también el significado de los
gestos y textos litúrgicos.
Es importante que los novios sepan que se unen en matrimonio como bautizados en Cristo y
habrán de comportarse en su vida familiar en sintonía con el Espíritu Santo. Conviene, pues,
que los futuros esposos se dispongan a la celebración del matrimonio para que sea válida,
digna y fructuosa, recibiendo el sacramento de la Penitencia (cfr. Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 1622). La preparación litúrgica al sacramento del Matrimonio debe resaltar el
valor de los elementos rituales actualmente disponibles. Normalmente la celebración del
matrimonio se inserta en la celebración eucarística, a fin de establecer una relación más clara
entre el sacramento nupcial y el misterio pascual.
Se acompañe la preparación de los novios con una devoción sincera y honda a María, Madre
de la Iglesia, Reina de la Familia; se forme a los futuros esposos para que capten cómo la
presencia de María está activa en la familia, Iglesia Doméstica, como lo está en la Iglesia
Grande; se les eduque también a imitar las virtudes de María. De este modo la Sagrada
Familia, es decir, el hogar de María, José y Jesús, llevará a los novios a descubrir « cuan
dulce e insustituible es la educación en familia » (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5.1.1964).
Durante esta etapa es importante efectuar experiencias de oración (retiros espirituales,
ejercicios para novios) donde el encuentro con el Señor haga descubrir la profundidad y la
belleza de la vida sobrenatural
1.
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¿Qué aprendió con este tema?
3.
Habiendo leído el documento, ¿Cómo considera usted que podría colaborar con la
Pastoral Juvenil, en su calidad de catequista prematrimonial?
4.
ORACIÓN FINAL
Señor, Haz de nuestro hogar un sitio de Tu amor, donde no haya injuria, porque Tú
nos das comprensión; donde no haya amargura, porque Tú nos bendices; donde no
haya egoísmo, porque Tú nos alientas; donde no haya rencor, porque Tú nos das el
perdón; donde no haya abandono, porque Tú estás con nosotros; donde sepamos
marchar hacia Ti en nuestro diario vivir; donde cada mañana amanezca un día más de
entrega y sacrificio; donde cada noche nos encuentre con más amor de esposos. Haz,
Señor, de nuestras vidas que quisiste unir, una página llena de Ti. Haz, Señor, de
nuestros hijos, lo que Tú anhelas: ayúdanos a educarlos y orientarlos por Tu camino;
que nos esforcemos en el consuelo mutuo; que hagamos de nuestro amor un motivo
para amarte más; que demos lo mejor de nosotros para ser felices en nuestro hogar; y
que cuando amanezca el gran día de ir a Tu encuentro, nos concedas el hallarnos
unidos para siempre en Ti. Amén.
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TERCER TEMA
FORTALECIENDO NUESTRO MATRIMONIO:
LA ESCUELA DE PADRES
2.- ORACIÓN:
Señor, nuestro Dios te bendecimos por tomar en tus manos nuestro amor. Ayúdanos a
cumplir nuestra misión. Ven a compartir nuestra vida. Ayúdanos a formar a nuestros
hijos, a ser testigos de tu amor en nuestra familia en la comunidad. Danos fuerza en
los desalientos. Comparte nuestras alegrías. Señor, bendice nuestro amor. Amén.
VER:
Nuestra familia la componen
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¿Cuáles han sido los 5 acontecimientos más importantes que hemos vivido como
matrimonio y/o familia?
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Expectativas
Pedir que cada matrimonio conteste en una hoja, cuáles son las expectativas que tienen
de este tema:
¿Por qué vinieron?
¿Qué esperan encontrar?
¿Qué esperan llevarse de esta experiencia?
ENCUENTRO Nº 4: “Las fuerzas que mantienen vivo el amor II”: Las muestras
de afecto (las caricias, la ternura, etc.)
El amor esponsal se expresa y crece con las caricias y se marchita cuando éstas van
desapareciendo en el trato mutuo o cuando se limitan a lo sexual.
¿Cómo cultivar una “cultura de la expresión del afecto sensible entre nosotros…?
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ENCUENTRO Nº 5: “Las fuerzas que mantienen vivo el amor III”: Respeto
Mutuo
Sólo donde reina el respeto es posible la entrega al conyugue en forma incondicional.
En el tipo de trato que se da entre los esposos es importante acoger con respeto, dando
espacio al otro; permitiéndole ser quien es y ayudándole con delicadeza a que se supere
en aquello que necesita conquistar.
ACTUAR:
A.- METODOLOGÍA
Frecuencia : una vez al mes
Lugar y horario : A la misma hora y en el mismo lugar ( escuela para padres)
• Duración : 7 encuentros de 2 horas de duración cada uno (Hacer énfasis en el respeto por
la hora de inicio y de finalización)
• Metodología: Participativa, ya que es el intercambio, la forma como podemos
enriquecernos y aprender unos de otros.
• Cada taller propone una dinámica para el tema y un propósito para trabajar, ya sea en
forma individual o matrimonial, durante el tiempo hasta la realización del próximo taller.
B.- MOTIVACIÓN
Cuento del cumpleaños del granjero, para motivar la participación activa, como
protagonistas y no como espectadores, aunque eso muchas veces nos demande un esfuerzo,
el vencer barreras, etc.
Esto como la única forma de que el Señor, en este Taller, vaya tallando en mi interior y me
permita crecer en mi vida como esposo/a, matrimonio y familia.
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Había una vez un granjero, que vivía en su granja con muchos animales. Un día él estaba
de cumpleaños, y los animales, decidieron organizarle una fiesta para celebrarlo. Llamaron
a una reunión donde estaban la vaca, el chancho, la gallina, los pollos y varios más...
Surgió primero la voz de la gallina, quien moviendo sus alas y muy cocoroca ofreció poner
sus huevos para hacer el masa para el pastel. Una gran ovación...”bien, bien, gracias
gallina...” y la aplaudían.
Luego la vaca grande y algo torpe se adelanta y dice: “yo ofrezco la leche para hacer la
mantequilla y el manjar...” Una nueva ovación con aplausos y alegría.
Finalmente desde atrás se escucha al chancho que dice: “yo ofrezco el jamón para los
sándwiches...”
Este cuento quiere ilustrar las diferentes formas como uno puede participar: - desde lejos
sólo observando lo que sucede - comprometiéndose a aportar, pero sin mayor esfuerzo (como
la gallina y la vaca a las que nada les costó lo que entregaron) - involucrándose y aportando
lo mejor de uno aunque cueste (como el chancho, que le dolió entregar el jamón)
Esta es una invitación a que aunque en muchos momentos sea más fácil sólo observar, nos
atrevamos a participar y a entregar lo mejor de nosotros para el éxito de este taller.
ORACIÓN FINAL
CUARTO TEMA
CULTURA DE LA MUERTE Y CULTURA DE LA VIDA
MORIR O VIVIR
El Señor Dios formo al hombre con polvo del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y
resulto el hombre un ser viviente. Gn 2, 7
… se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde
está oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? 1 Co 15, 54-55
1. OBJETIVO ESPECIFICO
◼ Crear y difundir un discurso ético sobre la vida humana, basado en una reflexión que se
apoye en conceptos y en criterios claros, adecuados y justos, coherentes con la moral y el
respeto a todo ser humano, desde el momento de la concepción.
2.- VER
En la introducción de su libro: El Evangelio de la Vida – Hacia una cultura ética de la vida
– dice Marciano Vidal: “Pocas cuestiones hay de tanta trascendencia y de tanta actualidad
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en el debate ético de hoy como las que se refieren a la vida humana”. Baste recordar los
interrogantes sobre el aborto, cuestión ésta que, según Julián Marías, representa una de las
alarmas más significativas del siglo XX. Las discusiones sobre la eutanasia comienzan a
cobrar tanta amplitud y tanta virulencia como las del aborto. Entre el comienzo y el final, la
vida humana se debate entre dos culturas que el Papa Juan Pablo II gusta describir como
cultura de la vida y cultura de la muerte.
Es preciso reconocer desde el principio, continúa Marciano Vidal, que el valor de la vida
humana es tan básico y tan general que constituye un lugar de convergencia de todas las
éticas, sean religiosas o de signo secular. El siglo XX será considerado una época de ataques
masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de
vidas humanas inocentes (EV, 17).
El “eclipse del valor de la vida humana” (EV, 10) se constata en hechos y situaciones de gran
alcance y de no menor profundidad. La vida humana es infravalorada y atacada desde su fase
inicial hasta su momento final; persisten las amenazas de siempre, aún no superadas, y
aparecen, además, formas nuevas muy agresivas.
La “cultura de la muerte”, que a veces se traduce en una verdadera “conspiración contra la
vida” (EV, 12), no puede ser vista como un elemento humanizador de la cultura; aún más,
en el fondo es una “no-cultura” deshumanizadora; es decir, una anti-cultura.
Dentro de las múltiples “amenazas” a la vida humana que Juan Pablo II presenta en el
Evangelio de la Vida se encuentran: las amenazas que proceden de la naturaleza misma y
que se agravan por la desidia culpable y la negligencia de los hombres; los desajustes en el
equilibrio ecológico; las enfermedades endémicas; las condiciones infrahumanas de vida; las
situaciones de violencia, el odio, las agresiones, las guerras, matanzas y genocidios; los
encarcelamientos arbitrarios, el secuestro y las deportaciones; la esclavitud; la prostitución
y la trata de blancas y de jóvenes; las condiciones ignominiosas de trabajo; el comercio
escandaloso de las armas y el mismo armamentismo, que favorecen los conflictos nacionales
e internacionales; la miseria, el hambre y la desnutrición; las mutilaciones, las torturas
corporales y mentales y hasta la coacción psicológica; la criminal difusión de la droga; los
modelos de prácticas sexuales inmorales, portadoras de grandes riesgos para la vida (el sida,
las enfermedades venéreas entre otras); el aborto; las técnicas de reproducción artificial que
frecuentemente atentan contra la vida del nuevo ser; la anticoncepción y la esterilización; la
eliminación de embriones, fetos y niños deformes y minusválidos (esto es, en cierta forma,
la ´selección arbitraria´ o eugenesia); la eutanasia; el homicidio y el suicidio; el infanticidio;
la pena de muerte.
Se desencadena así -dice Juan Pablo II en El Evangelio de la Vida (I, 12) -una especie de
“conjura contra la vida”, que afecta no sólo a las personas concretas en sus relaciones
individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá, llegando a perjudicar y a alterar, a
nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados.
De hecho, “…estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una
verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura
contraria a la solidaridad y que en muchos casos se configura como verdadera “cultura de la
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muerte”. En el fondo, existe una profunda crisis de la cultura; crisis que hace cada vez más
difícil poder ver con claridad el sentido de hombre, de sus derechos y deberes”.
Nuestras ciudades corren el riesgo de pasar de ser sociedades de ‘con-vivientes‘ a sociedades
de excluidos, marginados, rechazados y eliminados (cf. EV, 1, 18).
Sin embargo, no puede darse una imagen unilateral, centrada en la “cultura de la muerte”, lo
que podría inducir a un estéril desánimo, ya que, en realidad, y en virtud de la redención del
hombre por el sacrificio de Cristo “Dios ha dado a su hijo”, a fin de que él, el hombre, “no
muera, sino que tenga la vida eterna” (cf. Jn 3, 16). No faltan signos que anticipan la victoria
de la vida a nuestras sociedades y culturas. Entonces, junto con la denuncia de las
“amenazas” contra la vida, deben presentarse también los signos positivos, “signos de
esperanza” que se dan en la situación actual de la humanidad.
Signos que muchas veces se manifiestan y se reconocen con dificultad, ya que no encuentra
una adecuada atención ni una oportuna difusión a nivel individual y mucho menos colectivo.
El Evangelio de la Vida cita carios de ellos. Por ejemplo:
Las ayudas e iniciativas a nivel particular o grupal, para apoyar a las personas más débiles e
indefensas, a los minusválidos, a los niños abandonados, a los muchachos y jóvenes en
dificultad, a los ancianos; los esposos que saben acoger a los hijos como el don mas excelente
del matrimonios, san hacer distinción de condiciones físicas o psicológicas; los centros de
ayuda a la vida; los grupos de personas voluntarias, dedicadas a trabajar con gran amor por
los necesitados; los investigadores y profesionales de la medicina, empeñados en encontrar
remedios, terapias, intervenciones, cada vez más eficaces para salvar vidas y abrir nuevas
perspectivas para la vida naciente, para las personas que sufren y los enfermos en fase aguda
o terminal; los varios movimientos de sensibilización social en favor de la vida; las
instituciones que trabajan en pro de la existencia humana: hospitales, orfanatos, ancianatos,
etc.; la búsqueda de una mejora global en la calidad de vida y en la ecología; la reflexión y
el dialogo sobre problemas éticos fundamentales que afectan a la vida del hombre- entre
creyentes y personas de otras convicciones, fruto, en gran parte, del nacimiento y del amplio
desarrollo de la bioética; las campañas para sensibilizar a individuos y sociedades en favor
de la paz y en contra de cualquier forma de violencia y de conflicto armado, así como de la
pena de muerte.
Estos gestos construyen en lo profundo la “civilización del amor y de la vida”, sin la cual la
existencia de las personas y de la sociedad pierde su significado más auténticamente humano.
“Aunque nadie los advierta y permanezcan escondidos a la mayoría, la fe asegura el Padre
“que ve en lo secreto” (Mt 6, 4), no soló sabrá recompensarlos, sino que ya desde ahora los
hace fecundos con frutos duraderos para todos”.
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JUZGAR
Por otra parte, parecería que la fuerza se hace, cada vez más, criterio de opción y de acción
en las relaciones interpersonales y en la convivencia social. Naturalmente, este predominio
de los “más fuertes” es contrario a cuanto ha querido afirmar históricamente el Estado de
Derecho, como comunidad en la que la “fuerza de la razón”, tendrá que superar las “razones
de la fuerza”.
Existe hoy un aspecto aún más profundo que acentúa la contradicción entre “cultura de
la muerte” y “cultura de la vida”: la libertad, mal entendida y aplicada, autodestruye y
dispone a la eliminación del otro, cuando no reconoce ni respeta su vínculo con la verdad.
De esta manera, cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de la tradición y de la
autoridad, se cierra ante una verdad objetiva y común -fundamento de la vida personal y
social, - lleva a la persona a asumir como única e indiscutible referencia para sus propias
decisiones, no ya la verdad sobre el bien o el mal, sino su opinión subjetiva y cambiante o,
incluso, su interés egoísta y su capricho. Con tal concepción sobre la libertad, la convivencia
social se deteriora profundamente, ya que el propio “yo” llega hasta negar al prójimo,
considerado como “enemigo” de quien defenderse; nos limitamos así a existir, “colocados”
unos juntos a otros, sin vínculos de amor reciproco. Desaparece entonces toda referencia a
los valores comunes y a una verdad absoluta para todos:” …la vida social se adentra en las
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arenas movedizas de un relativismo absoluto. Todo es pactable, todo es negociable; incluso
el primero de los derechos fundamentales, el de la vida”.
Es lo que de hecho sucede hoy en el ámbito político o estatal, cuando el “derecho” deja de
ser tal, porque ya no está fundamentado en la inviolable dignidad de la persona, sino que ha
quedado sometido a la voluntad del “más fuerte” (parlamentos, gremios, etc.) que hace
predominar su interés particular, bajo el ropaje de las, así llamadas, “reglas democráticas”.
En este contexto, “Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y
reconocerlo legalmente, equivale a atribuir a la libertad humana un significado perverso e
inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás. Pero ésta es la muerte
de la verdadera libertad: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un
esclavo” (Jn 8, 34).
◼ Anunciar el evangelio de la vida es anunciar a un Dios vivo y cercano que nos llama a una
profunda comunión con Él y nos abre a la esperanza segura de la vida eterna. Es la
presentación de la vida humana como vida de relación, don de Dios, fruto y signo de su
amor; es la proclamación de la extraordinaria relación de Jesús con cada hombre y mujer,
que permite reconocer en cada rostro humano el rostro de Cristo
¿Cómo se presenta hoy esta relación entre Dios y el hombre?
Ante este “eclipse del sentido de Dios y del hombre”, la vida llega a ser simplemente
“una cosa”, que el hombre considera como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y
manipulable.
Así, ante la vida que nace y la vida que muere, el hombre se afana por programar,
controlar y dominar, sin tener tiempo para interrogarse sobre el sentido de la existencia
humana y prescindiendo del concepto de sacralidad de la vida.
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En este contexto, el sufrimiento y el dolor pierden su sentido como factores del
crecimiento personal, si se saben aprovechar; por el contrario, son rechazados y censurados
como inútiles y, más aun, combatidos como males que deben evitarse siempre y de cualquier
forma.
La conciencia moral, tanto individual como social, influida fuertemente por muchos
medios de comunicación masiva, está sometida hoy a otro peligro gravísimo y mortal: el de
la confusión entre el bien y el mal, aun cuando se trata del derecho fundamental a la vida.
B.- Iluminación
La verdadera cultura es humanización, mientras la no cultura y las falsas culturas son
deshumanizadoras… La cultura debe cultivar al hombre y a cada hombre en la extensión de
un humanismo integral y pleno, en el cual todo el hombre y todos los hombres son
promovidos en la plenitud de todas las dimensiones humanas.
…no debemos caer en el indiferentismo y consiguientemente en la imposibilidad de
individualizar un criterio de discernimiento en relación con las diversas culturas históricas.
No se puede, a causa de un mal entendido “respeto de las culturas”, impedir la denuncia
profética, en nombre de la fe o de la sabiduría humana, en nombre de la defensa de la persona
y de la vida humana.
Cuando la conciencia, este luminoso ojo del alma (cf Mt 6, 22-23), llama “al mal bien y al
bien mal” (Is 5, 20), camina ya hacia su degradación más inquietante y hacia la más tenebrosa
ceguera moral.
Así, por la palabra, la acción y la persona misma de Jesús se da al hombre la posibilidad de
“conocer” toda la verdad sobre el valor de la vida humana. De esa “fuente” recibe, en
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particular, la capacidad de “obrar” perfectamente esa verdad (cf Jn 3, 21); es decir, asumir y
realizar en plenitud la responsabilidad de amar y servir, defender y promover la vida humana.
El hombre que vive es gloria de Dios, pero la vida del hombre consiste en la visión de Dios
(San Irineo, Vita autem hominis visio Dei: Contra las herejías, IV, 20, 7: Sch 100/2, 648-
649).
De aquí derivan unas consecuencias inmediatas para la vida humana en su misma condición
terrena, en la que ya ha germinado y está creciendo la vida eterna.
La vida del hombre proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su
soplo vital. Por tanto, Dios es el único señor de esta vida: el hombre no puede disponer de
ella.
PROFUNDICEMOS
A. Preguntas de reflexión.
1. ¿Creen ustedes que el sentido, el alcance y el anuncio de la encíclica El Evangelio de la
Vida, de SS Juan Pablo II, están destinados sólo a los cristianos católicos? ¿Por qué?
2. ¿En qué consiste la “cultura de la muerte”?
3. ¿Se puede afirmar que en nuestra sociedad actual hay “actitudes, comportamientos,
instituciones y leyes que favorecen y provocan” la muerte? ¿Podrían citar ejemplos?
4. ¿Por qué la “cultura de la muerte” crea una “anticultura” o “no cultura”?
5. ¿Qué “signos de esperanza” en favor de la vida encuentran ustedes hoy, en su ambiente
particular? (en su familia, escuela, colegio, universidad, empresa, grupo de amigos,…).
6. ¿Cuál es su juicio y su posición en relación con la vida, a la luz de la doctrina expuesta
en El Evangelio de la Vida?
ACTUAR
Estamos, como dice SS Juan Pablo II en El Evangelio de la Vida, no sólo ante, sino
necesariamente en medio del conflicto entre la “cultura de la muerte” y la “cultura de la vida”
(I, 28). En esta circunstancia, todos, sin distinción alguna, estamos llamados a participar con
la responsabilidad inevitable de elegir incondicionalmente en favor de la vida.
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Conocer El Evangelio de la Vida, meditarlo, testimoniarlo y trabajar, con base en él, con
el fin de: ayudar a la familia para que se mantenga como “santuario de la vida”; ofrecer a la
sociedad “signos de esperanza” que favorezcan la justicia social y la solidaridad; afianzar
una nueva cultura de la vida humana, propicia para la edificación de una autentica
civilización de la verdad y el amor.
QUINTO TEMA
“ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL A FAMILIAS EN
SITUACIONES DIFICILES “
A.- Introducción:
La atención a las familias es una acción pastoral de la Iglesia para acompañarlas en las
diferentes etapas de su vida, dando testimonio de Cristo. Aunque el ideal de familia se basa
en la familia de Nazareth, existen familias que viven en fragilidad, quienes por falta de una
atención pastoral y el temor a ser atendidas las conduce a sentirse rechazadas,
incomprendidas y marginadas. “El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o
anatemas sino proclamar la misericordia de Dios, de llamar a la conversión y de conducir a
todos los hombres a la salvación del Señor”.
La Iglesia quiere llegar a las familias en situaciones difíciles e irregulares con humilde
comprensión, y su deseo es acompañarlas para que puedan descubrir la mejor manera de
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superar las dificultades, sanar sus heridas y madurar en su fe, en un proceso de
discernimiento a la luz verdadera de Cristo, para que acepten y afronten su realidad y puedan
integrarse a la vida parroquial, que no es otra cosa que la presencia de Dios en la vida de
cada ser humano.
A los agentes de pastoral familias de la Iglesia, las dos Exhortaciones nos señalan algunas
líneas pastorales para acompañar, discernir e integrar a las familias en situaciones difíciles e
irregulares.
La Exhortación Amoris Laetitia dice “la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a
sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo
confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio
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de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la
tempestad ».313 No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un
hospital de campaña.
Cada caso tiene sus particularidades, por lo que, “frente a situaciones difíciles y familias
heridas, siempre es necesario recordar un principio general: “Los pastores, por amor a la
verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. El grado de responsabilidad no es
igual en todos los casos, por lo que hay que evitar hacer juicios de valor que podrían dañar
más a las personas que lo están sufriendo.
(El facilitador compartirá una vivencia personal, familiar o de algún conocido con relación al
tema. Debe ser motivadora para que los demás participantes se animen a compartir abiertamente
sus propias vivencias).
Compartir General
Motivar a los participantes a compartir abiertamente sus propias vivencias con respecto al
tema haciéndoles las mismas preguntas que sirvieron al facilitar para iluminar el compartir
personal anterior. Motivar a que más de uno exponga.
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2. ¿Qué sentimiento ha creado en mi corazón y en mi familia esa situación difícil que
afrontamos?
3. ¿Qué hizo la Pastoral Familiar para acompañarme en esta situación?
Motivar a que los presentes reflexionen personalmente, en pareja o en familia sobre el tema
expuesto y que en base a lo que el tema les cuestionó, respondan a esta pregunta:
¿qué pueden hacer como equipos de Pastoral Familiar para acompañar a las familias en
Situación Difícil?.(Sus conclusiones las anotan en la hoja que se les entregó con el tema).
Plenaria
Motivar a que tres personas compartan los propósitos de mejora que definieron.
ORACIÓN FINAL
Por: Madre Teresa
Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine amor, la paz y
la alegría. Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con
alegría. Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo
y de dolor. Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia especialmente
en los momentos de angustia. Haz que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones
mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una
manera santa. Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a
cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas, como Tú perdonas
nuestros pecados. Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo
que quieres recibir con una gran sonrisa. Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra
alegría, ruega por nosotros. Santos Ángeles de la Guarda permaneced a nuestro lado,
guiadnos y protegednos. Amén.
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