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Seminario monográfico: El simbolismo.

Sesión sobre Rubén Darío y “El universo / el verso de su música activa” de Guillermo
Sucre.
Miguel Ángel Castro Caballero

Puedes elegir un poema al azar de Rubén Darío, cualquiera, siempre tendrá ritmo, melodía y
son. Cuando se lee su poesía, asistimos a una sinfonía en la que los colores, imágenes y
sonidos revisten al lenguaje español de distintas sedas, como si cada palabra fuera vestida
con las más finas telas. A este efecto, Guillermo Sucre lo denomina arreglo. Cada poema es
modelado sensiblemente, de modo que pareciere que cada palabra “recobra el gusto de ser
palabra”. El lenguaje español se reviste al interior de la poesía de Rubén Darío, renovando la
sensibilidad y el lenguaje anquilosado, estático, de ese español rudimentario hispánico. (Ver
poemas: “Salutación del optimista” y “Los cisnes” de Cantos de vida y esperanza).
Guillermo Sucre observa que esta renovación de la sensibilidad poética dentro del lenguaje
castellano, se caracteriza por su infusión en las energías profundas del universo. Por medio
de la infusión, la poesía adquiere una realidad mágica en la que el poeta actúa como un mago,
un hechicero. Esta visión del poeta/médium es de importancia en la lectura propuesta por
Guillermo Sucre, ya que nos señala que el poeta es el encargado de interpretar las relaciones
mágicas de los símbolos con el universo. Es así que el ritmo y la armonía, se convierten en
los instrumentos que en manos del poeta, permiten plasmar dichas relaciones en el poema.
El ritmo permite constituir los sonidos que tejen las relaciones, la magia detrás de los
símbolos, pero sobre todo, constituir las tensiones vitales entre el universo y el individuo. La
armonía en cambio, constituye el elemento sagrado del poema. No basta que el poema tenga
ritmo, también es necesaria la armonía musical en cada verso para completar el ritual mágico
de la poesía: encarnar en la palabra los ritmos y melodías de la vida y la muerte. (Ver el
poema: “Coloquio de los centauros”).

La poesía de Rubén Darío podemos atribuirle sinestesias a través del juego con la música, el
color y la creación de imágenes. Versos como “El cisne en la sombra parece de nieve”, “Los
violines de la bruma / saludan al sol que muere”, “Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
/ pase. Y suene el divino clarín extraordinario. / Mi corazón será brasa de tu incensario.”;
evocan en la lectura efectos visuales que se cruzan con la creación de imágenes musicales.
Para ello, Rubén Darío le otorga color a las notas, siendo los más predilectos el azul celeste,
el blanco nieve, el rojo corazón, entre otros. La poesía de Rubén Darío es una palestra de
colores y armonías en la que el poeta penetra en lo desconocido. Las sinestesias en sus
poemas constituyen una realidad mágica, donde el lenguaje mediante infusión, adquiere un
revestimiento sagrado, cuasi-religioso. Esa realidad mágica está llena de colores cálidos y
cientos de formas musicales tales como instrumentos y animales. La fe del poeta no sería
posible sin la confianza ciega en las energías y poderes del universo. No hay otro camino:
creer y confiar en el lenguaje. Así, el poema es el testimonio de ese fervor hacia la poesía,
una búsqueda vital en la que se entrega con todo el alma.

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