Sei sulla pagina 1di 2

Caacupé, 5 de marzo del 2017

Primer domingo de Cuaresma A

Jesús va al desierto por 40 días. En este relato, como en nuestra cuaresma de hoy,
hay una idea de tiempo. Hace falta tiempo. También hay una idea de “dejar”: dejar
que acontezca algo, que venga a la conciencia algo importante, que podamos elegir
en libertad. Hay que dejar que el tiempo haga su efecto, un tiempo de oración, de
“vigilancia”, de amor, con una cierta tranquilidad y una cierta espera: callar los
ruidos, calmar el ritmo, dejar que aparezcan las cosas profundas.

No me gusta hablar del pecado como de una “mancha”. La idea de mancha está
demasiada enfocada en la pureza, en una evaluación de apariencia. El pecado no es
una cosa de apariencia, es una realidad en nuestras vidas y es fuerte. Ijy. Hapo
tuicha. Y lleva tiempo darnos cuenta. Lleva tiempo también combatir. No me gusta
hablar de mancha pero la imagen que me viene hoy es la del “remojo”. Cuando
lavamos la ropa, la que está muy incrustada de suciedad, la ponemos en remojo por
un buen tiempo. Ñamboaruru. Luego cambiamos el agua y volvemos a lavar. La
cuaresma es un remojo. Tiene su tiempo. Sirve para que se derriten, se despeguen,
se disuelvan las manchas incrustadas. En otras palabras: necesitamos tiempo para
hacer la verdad en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás y con
Dios. La gracia de la cuaresma es vivir este tiempo y que Dios nos haga ver más
claramente esta realidad nuestra: el pecado y sobre todo su misericordia.

Tengo otro ejemplo de remojo. Alguien me dijo que el Trienio de la Juventud es muy
largo. Tres años, me dijo, es demasiado, ipukuetereima. No estoy de acuerdo. Creo
que para este caso, también la imagen del remojo vale. Necesitamos tiempo para
dejar que la realidad de los jóvenes y de nuestra Iglesia nos aparezca más claramente
y para que podamos llegar a un compromiso más fuerte. Quiero ilustrar esto más
concretamente.

1. Creo que lo primero que hay que poner en remojo es nuestra idea, nuestra
representación de la juventud. “Divino tesoro”, juventud eterna, la mejor parte de la
vida, etc. Hay muchas ideas conectadas al tema de la juventud que no son sanas.
Nos hacen mal, y hacen mal a los jóvenes. Vivimos en una cultura que idolatra la
adolescencia y la juventud. Envejecer nos parece ser una enfermedad. No queremos
madurar, crecer, aceptar que la vida nos marca y nos hace hermosos o hermosas, no
porque somos siempre joven sino porque vivimos y nos desgastamos en el
compromiso del amor. Esta “ideología juvenil” sirve mucho a la gente que vende
cosas y productos y, al final, que vende imagen. Todo tiene que ser divertido, fácil,
lleno de risas,… La vida no es así. La vida de los jóvenes no es así. Tres años para
superar esas representaciones superficiales, no va a ser mucho. Necesitamos el
remojo.

2. Tocar el tema de los jóvenes es también tocar la responsabilidad que tenemos


hacia las nuevas generaciones. Esto sí que necesita remojo y aquí aparecen manchas
de todos los colores. Aceptar la responsabilidad hacia las nuevas generaciones
implica una decisión interior de asumir la paternidad y la maternidad en todas sus
formas y esto va mucho más allá de la maternidad/paternidad biológica. Quiere decir
un compromiso para la vida. Darnos para que las vidas nuevas crezcan, sean libres y
fuertes. Aquí encontramos primero mucha desorientación y hay que tener paciencia y
misericordia con los padres. Pero también encontramos miedo en los adultos a entrar
seriamente, con respeto y humildad, en la vida de los jóvenes. A veces encontramos
sencillamente abandono y negación de las responsabilidades. Encontramos las
diferencias culturales entre las generaciones, diferencias que se han vuelto a veces
impenetrables, y nos cuesta hacer el esfuerzo de cruzar las fronteras. Otra vez, aquí
encontramos la realidad de una generación adulta que, en vez de ayudar a los jóvenes
a crecer, busca salvaguardar sus superficialidades juveniles. Valdría una larga
reflexión todos juntos, un largo remojo… Para esto sirve el Trienio, y nos va a
quedar corto.

3. La juventud tiene que ser parte de nuestro “proyecto país”. Aquí otra realidad a
poner en remojo. El proyecto país no saldrá únicamente de reuniones y definiciones
de comités, y lindas planificaciones. Estamos cansados de discusiones sólo teóricas e
ideológicas. El primer paso de un proyecto país es de volver a encontrarnos y
compartir. Esto es lo que queremos hacer en la primera etapa del Trienio (y hoy
venimos unos cuantos obispos a celebrar el lanzamiento de un material que servirá
justo a esto): salir al encuentro de gente, especialmente gente joven, que no son de
nuestros familiares y conocidos, salir hacia los diferentes, los extraños, los
marginados, los excluidos. Si no hay esta salida y este encuentro persona-a-persona,
en una auténtica búsqueda de amistad, no habrá “proyecto país”. Y es así, no tanto
porque saliendo vamos a “aprender” y tener datos para entender la realidad, sino y
sobre todo porque esta salida, este encuentro nos cambia, nos transforma, nos
convierte, nos hace diferente, más abiertos y más disponibles a una verdadera
comunión. Para vivir esto, para pasar a través de todas la etapas de un verdadero
“proyecto país”, hace falta tiempo, hace falta remojo…

Al final, hace falta tiempo para la amistad. Jesús nos dice y es nuestro tema del año:
“Ustedes son mis amigos”. La amistad implica una duración larga, pruebas, ofensas
y perdón, crecer juntos, dejar que aparezcan las verdades, aprender a afrontarlas con
la debida actitud de humildad y respeto y acción de gracias. No, la cuaresma no es
tan larga cuando uno piensa en lo que hace falta para renovar la amistad con los
demás y con Dios. Tampoco el Trienio de la Juventud será muy largo, si pensamos
en estos procesos tan importantes que queremos vivir. No tenemos que perder
tiempo. Vayamos al desierto con Jesús. Pongámonos en el remojo de su amor
misericordioso.

Potrebbero piacerti anche