Sei sulla pagina 1di 3

Libertador

De hecho, su propio nombre, Jesús, significa “Jehová Es Salvación”. Cristo, nuestro Salvador, no solo
nos ha liberado del peso de los errores del pasado, sino que también ha abierto la puerta para que
podamos disfrutar de un futuro mejor. Al liberarnos de la esclavitud del pecado, Jesús nos salva de
la cólera divina y nos permite tener una amistad estrecha con Dios (Mat. 1:21).
18
la liberación del pecado se traducirá en liberación de la enfermedad y la muerte, que son el triste
resultado del pecado. Para imaginarnos mejor lo que experimentaremos cuando llegue ese día que
Dios ya ha fijado, piense en lo que sucedió cuando Jesús fue a la casa de un hombre llamado Jairo,
cuya hija de 12 años acababa de morir. Él le aseguró a Jairo: “No temas, solo muestra fe, y ella será
salva” (Luc. 8:41, 42, 49, 50). Y fiel a su palabra, resucitó a la niña. ¿Puede imaginarse la alegría que
sintieron sus padres? Entonces también puede imaginar la infinita alegría que sentiremos cuando
“todos los que están en las tumbas conmemorativas” escuchen la voz de Jesús y vuelvan a la vida
(Juan 5:28, 29). No cabe duda: Jesús es nuestro Libertador y Salvador (léase Hechos 5:31; Tito 1:4;
Rev. 7:10).

19, 20. a) ¿Cómo nos beneficia meditar en el papel que cumple Jesús, el Moisés Mayor? b) ¿De qué
hablaremos en el próximo artículo?
19
nosotros podemos ayudar a la gente a beneficiarse de los actos de liberación de Jesús; por eso
participamos en la obra de predicación y enseñanza (Isa. 61:1-3). Meditemos en el papel que cumple
Jesús, el Moisés Mayor, en el cumplimiento del propósito divino; así se fortalecerá nuestra confianza
en que nos libertará cuando destruya a este mundo malvado (Mat. 25:31-34, 41, 46; Rev. 7:9, 14).
20
Jesús realizó actos extraordinarios que Moisés jamás hubiera podido realizar; por eso lo llamamos
el Moisés Mayor. Sus profecías y su labor mediadora han beneficiado a toda la humanidad, y la
liberación que hemos obtenido gracias a él no durará unos pocos años: será eterna. Ahora bien, hay
otros siervos de Dios de la antigüedad que pueden enseñarnos mucho sobre él. El siguiente artículo
explicará por qué podemos llamar a Jesús el David Mayor y el Salomón Mayor.

SUMO SACERDOTE
El sumo sacerdocio de Jesucristo. El libro bíblico de Hebreos dice que desde que Jesucristo resucitó
y entró en el cielo, es un “sumo sacerdote a la manera de Melquisedec para siempre”. (Heb 6:20;
7:17, 21.) Para indicar la grandeza del sacerdocio de Cristo y su superioridad en contraste con el
sacerdocio aarónico, el escritor muestra que Melquisedec ocupaba los puestos de rey y sacerdote
por designación del Dios Altísimo, no por herencia. Cristo Jesús, que no era de la tribu de Leví, sino
de la de Judá, y de la línea de David, no heredó su puesto por ser descendiente de Aarón, sino por
nombramiento directo de Dios, como en el caso de Melquisedec. (Heb 5:10.) La promesa registrada
en el Salmo 110:4: “Jehová ha jurado (y no sentirá pesar): ‘¡Tú eres sacerdote hasta tiempo
indefinido a la manera de Melquisedec!’”, convierte a Cristo en un Rey-Sacerdote celestial. Pero
Cristo, además, posee la autoridad del Reino debido a ser descendiente de David, el heredero del
Reino prometido en el pacto davídico. (2Sa 7:11-16.) De manera que Jesucristo ejerce las funciones
combinadas de rey y sacerdote al igual que Melquisedec.
La sobrepujante excelencia del sumo sacerdocio de Cristo se muestra también por el hecho de que
Leví, el progenitor del sacerdocio judío, presentó diezmos a Melquisedec, pues estaba en los lomos
de Abrahán cuando el patriarca dio un diezmo al rey-sacerdote de Salem. Además, según ese
razonamiento, Leví también fue bendecido por Melquisedec, y la regla es que el menor es bendecido
por el mayor. (Heb 7:4-10.) El apóstol también subraya con respecto a Melquisedec que estuvo “sin
padre, sin madre, sin genealogía, sin tener principio de días ni fin de vida”, por lo que pudo
representar el sacerdocio eterno de Jesucristo, quien ha sido resucitado a “una vida indestructible”.
(Heb 7:3, 15-17.)

Sin embargo, aunque Cristo no recibe su sacerdocio por ser descendiente carnal de Aarón ni tiene
ningún predecesor ni sucesor en su puesto, cumple con el modelo ejemplificado por el sumo
sacerdote Aarón. El apóstol deja este hecho muy claro cuando muestra que el tabernáculo en forma
de tienda que se construyó en el desierto era un modelo de “la tienda verdadera, que Jehová
levantó, y no el hombre”, y que los sacerdotes levíticos rendían “servicio sagrado en una
representación típica y sombra de las cosas celestiales”. (Heb 8:1-6; 9:11.) También dice que
Jesucristo, quien ofreció su propio cuerpo perfecto en lugar de ofrecer sacrificios animales, abolió
la validez o la necesidad de aquellos sacrificios y luego “[pasó] por los cielos”, “no con la sangre de
machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre[,] una vez para siempre en el lugar santo, y
obtuvo liberación eterna para nosotros”. (Heb 4:14; 9:12; 10:5, 6, 9.) Él entró en el lugar santo
tipificado por el Santísimo en el que entraba Aarón, a saber, “el cielo mismo, para comparecer ahora
delante de la persona de Dios a favor de nosotros”. (Heb 9:24.)

No era necesario repetir el sacrificio de Jesús como el sumo sacerdote antitípico, como ocurría con
los sacrificios de los sacerdotes aarónicos, porque el de Jesús quitó definitivamente el pecado. (Heb
9:13, 14, 25, 26.) Además, en el tipo o sombra, ningún sacerdote del sacerdocio aarónico podía vivir
suficiente tiempo para salvar completamente, es decir, llevar a una salvación y perfección completas
a aquellos a quienes ministraba, pero Cristo “puede salvar completamente a los que están
acercándose a Dios mediante él, porque siempre está vivo para abogar por ellos”. (Heb 7:23-25.)

Además de su responsabilidad de ofrecer los sacrificios, el sumo sacerdote también bendecía al


pueblo y lo instruía en las justas leyes de Dios. En Jesucristo también se combinan estas tres
funciones. Al comparecer ante su Padre en los cielos, “ofreció un solo sacrificio por los pecados
perpetuamente, y se sentó a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que se coloque a
sus enemigos como banquillo para sus pies”. (Heb 10:12, 13; 8:1.) Además, “la segunda vez que
aparece será aparte del pecado y a los que lo están esperando con intenso anhelo para la salvación
de ellos”. (Heb 9:28.)

La superioridad de Jesucristo como Sumo Sacerdote se ve también en otro sentido. Llegó a ser un
hombre de carne y sangre como sus “hermanos” (Heb 2:14-17), y fue probado completamente;
sufrió toda clase de oposición, persecución y finalmente una muerte ignominiosa. Como dice el
registro bíblico, “aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió; y después de
haber sido perfeccionado vino a ser responsable de la salvación eterna para todos los que le
obedecen”. (Heb 5:8, 9.) El apóstol Pablo explica cuál es uno de los beneficios que se deriva del
hecho de que Jesús haya sido probado, al decir: “Pues por cuanto él mismo ha sufrido al ser puesto
a prueba, puede ir en socorro de los que están siendo puestos a prueba”. (Heb 2:18.) Todo aquel
que necesite ayuda puede tener la seguridad de que recibirá un trato misericordioso y considerado,
pues, como Pablo dice: “No tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de
nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin
pecado”. (Heb 4:15, 16.)

Los sacerdotes cristianos. Jesucristo es el único sacerdote “a la manera de Melquisedec” (Heb 7:17),
pero, al igual que Aarón, el sumo sacerdote de Israel, Jesucristo tiene un cuerpo de sacerdotes que
su Padre Jehová le ha proporcionado. A estos se les ha prometido que serán coherederos con él en
los cielos y participarán como reyes asociados en su Reino. (Ro 8:17.) Se les conoce como “un
sacerdocio real” (1Pe 2:9), y en la visión del libro bíblico de Revelación se les presenta cantando una
canción nueva, en la que dicen que Cristo los ha comprado con su sangre y los ha hecho “un reino y
sacerdotes para nuestro Dios, y han de reinar sobre la tierra”. (Rev 5:9, 10.) Después, la misma visión
revela que la cantidad total asciende a 144.000 personas. También se dice que estos han “sido
comprados de la tierra”, como seguidores del Cordero, “comprados de entre la humanidad como
primicias para Dios y para el Cordero”. (Rev 14:1-4; compárese con Snt 1:18.) En este capítulo de
Revelación (14) se da la advertencia con respecto a la marca de la bestia y se muestra que el evitar
esta marca “significa aguante para los santos”. (Rev 14:9-12.) Estos 144.000 comprados son los que
aguantan fielmente y llegan a vivir y reinar con Cristo, pues se dice que “serán sacerdotes de Dios y
del Cristo, y reinarán con él por los mil años”. (Rev 20:4, 6.) Son los servicios de Jesús como sumo
sacerdote lo que los introduce en esta posición gloriosa.

Beneficiarios del sacerdocio celestial. La visión de la Nueva Jerusalén que se da en Revelación ofrece
información en cuanto a los que se beneficiarán de los servicios del Sumo Sacerdote, Jesucristo, y
de su cuerpo de sacerdotes celestiales que colabora con él. Tal como Aarón, su familia y la tribu
sacerdotal de Leví ministraron a las doce tribus de Israel en la tierra de Palestina, se dice de la Nueva
Jerusalén que “las naciones andarán por medio de su luz”. (Véase Rev 21:2, 22-24.)

Potrebbero piacerti anche