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Memorias de
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un Antiapóstol

LA INCREIBI.E HISTORIA DE
UN COMUNISTA OUE SE HIZO

SACERDOTE PARA AYACAR ·\


LA ICLESlr\ CI\TOLICA

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Titulo original en italiano:
ºE.S. 1.025 Le Memorie di un Anti Apostoloº

Traducción del italiano: M. Dolores Brice o

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oefisERICORDIA

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INTRODUCCION

i·: ¿Cómo comenzar un libro cuando no se es


escritor o más bien cómo explicar algo que uno
cree es un deber, publicar ciertas Memorias...
Memorias muy extraordinarias (y que por este
motivo, son horriblemente inquietantes ...)?
Entonces decimos que estas primeras pági-
nas son una invitación a los católicos de este
tiempo bajo la forma de prefacio, o tal vez con-
vendría decir de confesión.
Sí "confesión" es lo que a mí me concierne,
pobre "pequeña" que yo soy, parecería que es la
palabra justa, aunque sea una de esas palabras
que algunas personas de este tiempo, no desean
usar... Finalmente, cuando digo "algunas perso-
nas" quiero solamente indicar a las que creen
!.
1 que dan prueba dP inteligencia, que se adaptan
a lo que sucede durante el día, y también a lo
que sucederá pasado mañana.
Yo no encuentro sino una palabra muy banal
para explicar mi posición. Diré que este aconte-
cimiento del día, no es más que cenizas para mí.
Pero, Señor, Tú sabes bien que yo creo firme-
mente que Tú eres el más fuerte. ¿Es necesario·
precisarlo?... Sí.:. hoy... Sí... yo creo que es indis-

5
pensable, porque la gente pone la propia confian-
za en el poder del hombre... un poder que lanza
cohetes, pero que también deja morir de ham-
bre... un poder que hace trabajar la máquina, pe-
ro que también es esclavo fracasado, aplastado...
un poder que pretende no tener necesidad de
Dios, pero que sabe también engañar discutien-
do sobre la creación del mundo.
Conviene que yo calle, que me calme. Todo lo
que precede está solamente destinado, por pu-
dor, a retrasar el momento en que deberé pre-
sentarme al lector.
Yo soy una pequeña enfermera, que ha visto
morir a mucha gente y que continúa creyendo
en la Misericordia de Dios, y que experimenta
como la Voluntad del Invisible sabe sugerir en
el momento oportuno.
No soy más que una enfermera y he visto, en
un país que no menciono, en un- hospital que de-
be quedar anónimo, he visto morir, a continua-
ción de un accidente de automóvil, a un hombre
sin nombre, sin nacionalidad, quiero decir, sin
documentos.
Sin embargo él tenía en su portafolio algu- •1
nas cartas que fui obligada a examinar.
1
Una de ellas comenzaba con estas palabras: '
j
"Yo soy el hombre sin :1ombre, el hombre sin 1

6
familia, sin patria y sin herencia".
r, Aparentemente este texto, de un centenar de
páginas mecanografiadas, no podía dar ningún
elemento que permitiera identificar al herido.
¡Pero nunca se sabe!... Y luego, seamos honestos,
desde el momento que he hablado de confesión,
seamos del todo sinceros, tuve el deseo de leer
estas notas íntimas y cedí relativamente pronto
a esta tentación.
Yo no podía dudar, dejando que mi curiosidad
femenina sofoque los escrúpulos de enfermera,
no podía dudar que estaba entrando en un do-
cumento vivido que me habría descompuesto y
oprimido.
Porque este texto era demasiado grave para
ser simplemente quemado: "demasiado actual"
para ser puesto no importa en qué manos; pare--
cía demasiado verdadero para que yo, sobre to-
do yo, la anciana protestante convertida a la San-
ta Iglesia Católica e inmortal, a la Santa Iglesia
en la que no se necesitaba intentar practicar una
pequeña (o grande) sino sobre todo una perseve-
rante santidad. Que yo finalmente. no haga pasar
la defensa de mi Santa Iglesia sobre .todas las
otras consideraciones. Oh, yo sé bien que Dios
no tiene necesidad de ser defendido, no tiene ne-
cesidad de mí, pero sé también que en un tiem-
po habría podido dejarme en el error, en la tris-
teza de las preguntas sin respuesta,- en la atmós-
fera de soberana insolencia que, por ejemplo,
mantienen desde hace cuatro siglos, los católi-
cos de Irlanda, los grupos de los que 'las leyes
(presunciones legítimas y sagradas) actúan en
larnbre de púas. No soy Irlandesa, no traten de
saber quien soy yo, ustedes no lo lograrán ja-
más. Pero los irlandeses, sin saberlo, me han
ayudado a hacer un acto de coraje.
Que por lo menos este pequeño testimonio
atenúe lo que las almas de gran sabiduría olvi-
dan cumplir.
Pero mi herido, no era Irlandés, parecía más
bien eslavo. Por lo demás, ¿qué importancia po-
dría tener si no podía hablar?... Trataba de todas
formas, obtener de él alguna información, pidién-
dole que baje los párpados cada vez que quisie-
ra responderme afirmativamente. Hasta ese mo-
mento yo no había leído los documentos que lle-
vaba consigo, por lo demás él no quiso respon-
der a mis preguntas, o no tuvo la fuerza... ¿cómo
podría saberlo?...
Fue entonces que solamente después de su
muerte que pude darme cuenta, tornando cono- ·
cimiento de este texto, que él debió sufrir mil ve-
ces más pensando en los centenares de páginas
que él por debilidad jamás debió escribir, que
por sus múltiples heridas y fracturas. ·

8
Si hubiera conocido el inmenso poder, la in-
creíble importancia de este hombre reducido al
estado de títere, desarticulado, desmembrado, tal
vez habría encontrado las palabras que él tenía
necesidad de escuchar, habría podido destruir
la dura coraza que se había inventado para es-
conder su despecho o mejor aún simplemente
su sufrimiento. Una coraza consolidada por el
trabajo de los años, puede ser destruida en un
milésimo de segundo, Dios lo sabe y los Santos
lo saben.
Pero yo estaba únicamente ocupada por mi
trabajo de enfermera... pero no, no es totalmen-
te verdad, porque (y esto no se encuentra ni en
los libros, ni en mis cursos y ni siquiera en mis
exámenes) para mí la oración es un complemen-
to a mis actividades de enfermera. Yo oraba por
este hombre, el cual, me habían dicho, no poseía
·ninguna carta de identidad.
Yo le daba un nombre. Lo-llamaba Michael (Mi-
guel) porque este Arcángel me había ayudado
mucho, y su nombre latino me consuela cuando
escucho las nuevas ceremonias religiosas, ruido-
sas como nuestras calles y nuestras radios, todas
las nuevas palabras a las cuales se da el adjetivo
ruidoso para impresionar y hacernos callar. Por-
que todo esto es comedia, todos estos discursos
en los que se invita a participar como adultos,
(mientras el Cristo llama a Sí a los pequeños ni-
ños) no es más que una infamia que trata de.ca-
muflar un autoritarismo irónico y cruel, pero que
es susceptible·a irse contra sí mismo.
Entonces, yo oraba por este hombre y lo lla-
maba Michael sin saber que él era uno de nues-
tros peores enemigos. Había sabido que mi de-
ber de cristiana era siempre y en todo momen-
to orar por él con un ardor sin· igual.
Ahora yo hago decir Misas, pero es muy di-
fícil encontrar a alguien quien custodie el abso-
luto aspecto de un Sacrificio mil veces Santo y
no el compadecido proceso de una gentil cena,
¡fraternalmente filantrópica! ¡Ahí estoy!, tres ve-
ces, ¡Ahí estoy!...
· Michael tenía una mirada inolvidable, pero
en la cual no sabía leer. Después de haber toma-
do conciencia de sus confidencias, trataba de re-
sucitar en mí el poder de esta mirada, para des-
cubrir lo que habría querido que hiciera de sus
memorias.
Y ante todo, ¿por qué las había escrito? ¿No
era este un signo de su debilidad? Tal vez la úni- ; ;
ca y peligrosa debilidad a la cual había cedido...
¿Cuál fue la causa?... Sólo Dios lo sabe. •1
Hoy he encontrado a una amiga, la cual de-
sea que este texto se publique. ¿Pero tengo yo el
derecho?

10

;,::.
La más grande desolación es cuando consta-.
to que nunca podré hacer esta pregunta en con-
fesión, como no la he hecho desde hace algunos
años. No, la Santísima virtud de la obediencia es
hoy el arma extremadamente poderosa de la
cual nuestros enemigos se sirven para ir en con-
tra de lo que nosotros fuimos y para establecer
lo que ellos han decidido que llegaremos a ser.
En una palabra, este "llegar a ser" puede des-
cribirles, porque ya es conocido desde hace cua-
tro siglos de existencia, lo que se llama "protes-
tantismo". Nosotros estamos invitados poco a po-
co, de una pequeña obediencia a otra pequeña
obediencia, de una falsa humildad a falsos re-
mordimientos, de una caridad mentirosa a una
ambigüedad engañadora, de palabras enmasca-
radas en espadas de doble filo (de las que el "sí"
es "no" y el "no" es "sí"). Nosotros estamos invi-
tados a semejamos a los buenos católicos aun
siendo perfectos protestantes. Esto es genial y se
necesitaría reflexionar bien.
Sí, ésta es hoy la cristiandad que pretenden
que nosotros amemos. Pero la historia nos ense-
ña quien es el más paciente, quien es el más
fuerte, quien es el más débil.
y que Michael me perdone si yo revelo su
personaje pero es para bien suyo y nuestro... "PA-
RA MAYOR GLORIA DE DIOS".

11
EN EL QUE EL HOMBRE SIN
NOMBRE QUIERE REVE-
LARNOS EL MAS GRANDE
MISTERIO DE SU VIDA.
Me pregunto por qué deseo escribir mis me-
morias. ¡Es muy"extraño! Yo creo que lo hago to-
das las noches, en sueño, del cual una extraña
complicidad me obligaría, pienso, a continuar
durante el día.
Poco importa el resto, nadie las leerá jamás,
yo las destruiré cuando quiera.

Yo soy el hombre sin nombre, sin familia, sin ·


patria y sin herencia. Yo soy de aquellos a los
cuales los burgueses y los burócratas despre-
cian. Por todo esto y por aquellos que me han
amado, he sufrido estúpidamente.
¡Si hubiera sabido que suerte tendría! Pero j;
era demasiado joven para adivinar cuánta des- -
ventura podría adueñarse del género humano. r
¡,
Una vez yo era un pequeño muchachito sin lf', 1

nombre. Parece que a los tres años yo me arras- t·.t·


traba llorando por una calle polaca. Era en 1920.
Por lo tanto nací en 1917, pero ¿dónde? y ¿de
quién? ,.
p
Pare e que apenas supe hablar y que mi po-
laco era horrible y mi ruso aún peor. Parece que
no comprendía el alemán. ¿Quién era? No sabía
ni siquiera decir mi nombre. Cierto, había teni·-
do un nombre y había sabido responder a ese


14
nombre. Pero de ahora en adelante deberé acep-
tar lo que me inventaron mis padres adoptivos...
Aún hoy a los cincuenta años de distancia, una
ola de ira, muy apagada ya, me atraviesa el co-
razón cada vez que pienso en el doctor y en la
Señora X... Ellos eran buenos, generosos, ellos
eran magnánimos. No teman hijos y me adopta-
ron. Me amaban por haberlos sacado de la de-
sesperación en la que habían caído por la este-
rilidad. Creo que me consideraban un regalo del
Cielo, porque eran muy devotos y todo lo rela-
cionaban con Dios.
Está bien claro, yo había creído, que también
yo haría lo mismo.
Su virtud era tal que nunca los he oído decir
mal de nadie. En la época en la que me encon-
traron, llorando, solo por la vida, ellos eran muy
jóvenes, de treinta y cinco años. Eran mucho más
bellos y muy pronto fui sensible a su amor, casi
exagerado que los unía. Cuando se miraban y se
besaban, una ola beneficiosa me sumergía in-
mediat mente.
· Ellos eran MI papá y MI mamá, y yo decía
estos posesivos con ardor muy juvenil. Sobre to-
do mi madre me manifestaba un amor muy exa-
gerado que habría llegado a ser muy insoporta-
ble. No sé por qué esto no sucedió. Naturalmen-
te yo era tranquilo y estudioso y no les daba

15
ningún problema. No era afeminado y peleaba
con coraje y, para pelear no era necesario ser
violento o tener mal carácter.
Mis padres y especialmente mi madre,. pen-
saban que yo tenía buen carácter, pero ellos se
daban cuenta que para una feliz combinación
mi voluntad cuadraba con ellos. Era muy ambi-
cioso y ellos me apoyaban. Un muchacho así no
pide. más. En mis catorce años, ya que había
sobresalido en la escuela, se decidió que debe-
ríamos visitar Roma y París. Era tan feliz que
trataba de dormir cada vez menos, porque el sue-
ño me parecía tiempo perdido y yo quería prepa-
rar el viaje. Yo "comía" estas dos ciudades antici-
padamente.
Una noche que mis párpados se negaban a

obedecer, pensé que mi padre podía tener una n
medicina para alejar el sueño. Entré silenciosa- .',,

mente en el salón. Ellos estaban en el cuarto de ¡;


t,
a lado y hablaban de mí. [

Se preocupaban por mi pasaporte, diciendo
que yo no era su hijo. Quedé golpeado terrible-
mente ¿saben? Por lo menos es lo que dicen los
romanceros en circunstancias parecidas. Pero yo,
yo digo que es aún peor de lo que el lenguaje
humano expresa para decir similares abomina-
ciones. Y el dolor que surge en ese momento tie-
ne la particularidad de ser al mismo tiempo in-

16
conmensurable y al mismo tiempo pequeño, así
como un bebé que está por nacer, y se agranda
y se reafirma, pero aquel que es víctima lo igno-
ra. Habría querido morir y mi corazón parecía
tomar el camino. ¡Cómo latía mi corazón! ¡Con
qué precipitación, mientras todo mi ser se había
transformado en granito! Cuando mi corazón
pudo latir a un ritmo un poco más normal, pude
moverme nuevamente.
Tenía dolor desde la cabeza hasta los pies..¡Yo
no conocía el dolor! Así que en su primera visi-
ta me llenó íntegramente y tomó el mando de
mi vida, por un cierto tiempo. Habría querido
partir desnudo, no llevar nada de "aquella gen-
ten. El odio que siento por ellos es igual al gran
amor que ellos me han testimoniado. Porque
ellos me han mentido siempre, aunque me ama-
ban verdaderamente. Y esto no lo perdono, yo no
perdono nada por principio. Si fuera lógico esta-
ría con ellos reconocido. Es gracias a ellos, si hoy
soy uno de los agentes secretos más terribles.
He llegado a ser el enemigo personal de Dios. He
decidido enseñar y proclamar en el mundo ente-
ro la muerte de un Dios, que no me ha ayudado
nunca. Mi dolor me sugirió que corra hasta Vla-
divostock.
y partí. Pero después de algunos miles de mi-
nutos y aunque era robusto y bien parecido, de-
bí apoyarme en un muro para recobrar nueva-

17
l
mente el aliento. El muro se transformó en una
nube: yo me resbalaba aunque sentí que me lle-
gaba el susurro de una voz muy lejana que gri-
taba: "Pero, ¡este es un pobre muchacho!.. . Me
1
'
1
'

· ,,
.
di la vuelta con la intención de estrangular a la
mujer que manifestaba de esa forma sus velei-
dades materialistas.
Mi proyecto homicida fue detenido por el dis-
gusto. Nunca habría tocado, ni siquiera con la
'
punta de los dedos la piel de tan horrible perso-
na. Quería hablar pero estaba sofocado. Dos mu-
jeres trataban de hacerme beber alcohol. Lo es-
cupí y me dormí inmediatamente. La luz del día
siguiente me despertó. Una mujer me miraba
sentada a los pies de la cama. ¿Ella me había lle-
vado hasta allí? Tal vez era la misma mujer, pero
· ya no estaba maquillada. Yo le dije: "Está menos
nauseabunda que ayer por la noche"; ella estaba
tranquila: "anteayer". ¡Entonces es por esto que
tengo tanta hambre!, yo respondí -ya que las
mujeres están destinadas a alimentar a los hom-
bres-. Así, ella comprendió inmediatamente que
nunca le habría pedido otra cosa... Debo decir
que ella me llevó muchas cosas buenas y comen-
zaba a gustarme hasta que me dijo: "Usted se es-
capó, usted se llama..'.'. No respondí nada, espe-
raba lo que seguía, y ella agregó: "Puedo ayudar-
le a que se vaya a Rusia". "¿Cómo sabe que quie-
ro ir a Rusia?... "Usted habló mientras dormían.

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-"¿Es por eso que sabe mi nombre?" -"No, por los
periódicos, sus padres le suplican que regrese.
Ellos prometen que no lo regañarán". ªYo no ten-
go padres". Ella debió comprender que estaba
decidido, porque me dijo: "Tengo familia en Ru-
sia, puedo ayudarlo". Fue un rayo de luz para
mí.
Le pregunté si habría aceptado llevar una car-
ta a un compañero que habría regresado de la es-
cuela al mediodía. Ella se alegró de poder hace.-
. algo por mí. Preparé un papel pequeño en códi-
go. Felizm nte mi amigo y yo habíamos adqui-
rido esta costumbre para divertirnos y para que
nadie pudiera saber lo que nosotros decíamos.
En esta dramática circunstancia yo podía utili-
zar lo que. nos había parecido que era solamen-
te un juego.
El amigo en cuestión era rico y los padres lo
mimaban· demasiado, dejándole libertad para
que disponga de mucho dinero, más del necesa-
rio. Yo esperaba que en aquel día tuviera las
acostumbradas economías destinadas a comprar
cualquier cosa inútil y sabía también qué la amis-
tad que me brindaba, más bien quiero decir que
nos unía, estaba ante todo y me habría enviado
todo el dinero que disponía, aún más ya que no
le escondía mi intención de pasar secretamente
a Rusia, país que él admiraba por la audacia.

19
Pues, ya que él no estaba de acuerdo con el pa-
dre y prefería a la madre cuya patria era Rusia,
sabía además que me envidiaba de esta fuga y
se habría dejado matar antes que confirmar ha-
ber tenidQ alguna confidencia o información so-
bre mí.
Me acordé también de que él tenía un tío fun-
cionario en Leningraqo (San Petersburgo), creo
y le pedí la dirección de este tío con alguna car-
ta de presentación y recomendación. En el mo-
mento en que la mujer estaba por irse, agregué
prontamente una postdata que decía: "Quiero
entrar en el partido y llegar a ser grande". Esta
era mi venganza.
La mujer esperó en la puerta de mi amigo
hasta que él regresó de la escuéla y tuvo suerte
que-en aquel día él lo hizo a las catorce horas. Mi
amigo no puso dificultad para darle un paquete
que contenía una larga carta certificada para mí,
una normal para el tío y bastante dinero... ¡Era
un tipo chic!
Por motiv_os comprensibles, no diré en qu ·l.

modo logré pasar la frontera y llegué a Leningra-


do. Pero, en resumen, dir-é que mi primera visi- .1
ta al tío tiene algo de inmortal porque yo la sé de
memoria y me divierto recordándola periódica-
mente. No sabía con exactitud el puesto que ocu-
paba el tío en la administración rusa pero decidí

20
jugar francamente. Si quería llegar al lugar que .
yo me destinaba, pensé que era mejor jugar abier-
tamente el juego de la verdad con aquel único
hombre. Yo creo que me comprendió muy bien
desde esa primera visita y que le gusté.
El tío me dijo que debería estudiar antes que
nada la doctrina del partido y los idiomas. Todo
dependía de la calidad de mis estudios. Le res-
pondí que había sido siempre el primero en to-
do, tanto como para saber más que mis profeso-
res. Es bello tener a alguien a quien se pueda
mostrar como es uno en realidad. Y aquel hom-
bre era el único.
Le dije y le agradó, aunque me respondió con
una pequeña sonrisa irónica. En aquel momento
yo fui más fuerte que él y sentí que una inmen-
sa alegría me invadía, la primera después de mi
fuga.
Estudié ferozmente durante seis años. Las
únicas dos alegrías eran la visita trimestral al tío
y mi odio a Dios con la certeza de que llegaría a
ser el Jefe indiscutible del ateísmo universal.

21
I
EN EL QUE VEMOS COMO
LA DESVENTURA TRABAJA
PARA FORTALECER A· LOS
HOMBRES.
El tío era mi único amigo, el único hombre
que me conoció verdaderamente; para todos los
demás yo quería ser insignificante y lo lograba
con facilidad. Las mujeres no me interesaban,
tenía más bien un cierto disgusto por ellas y por
consiguiente también por los imbéciles que las
amaban demasiado. Mi voluntad de aprender al
máximo estaba facilitada por una sorprendente
memoria. Y tenía también la facultad de retener
sólo lo que valía la pena.
Bastaba una atenta lectura y yo ya sabía el li-
bro de memoria, aun si estaba escrito en un esti-
lo rebuscado. Mi inteligencia netamente superior
no retenía lo que no valía la pena y sabía también
criticar en secreto y con innegable diversión a
los más grandes profesores. Mi amor por las doc-
trinas ateas, que son la base y el fundamento
del partido, exaltaba mi celo, que ya no era pe-
queño.
Al final de los seis años de estudio riguroso,
el tío me convocó una noche a su estudio. Hasta
entonces él me había recibido en su casa. Aquel
precioso día pude constatar que era un alto fun-
donario de la policía, lo que siempre había su-
p11esto.
Me hizo una propuesta brutal, verdaderamen-
te pensaba en perturbarme. Me dijo: "Quiero
ahora enviarlo a practicar un ateísmo militante e

24
internacional.
"\eb_e l char contra todas las religio-
nes,· pero palmente contra la católica,
que es la·menos estructurada. Por este moti-
vo, entrará en un seminario y se convertirá
en un Sacerdote romano":
Un silencio, durante el cual yo me dejé inva-
dir totalmente por la felicidad aun manteniendo
una apariencia de total indiferencia, fue mi úni-
ca respuesta. El tío estaba _contento de mí y no
lo ocultaba. Con la misma calma prosiguió: "Pa-
ra poder entrar en un seminario, usted regresa-
rá a Polonia. Se reconciliará con su familia ado¡r
tiva y, se presentará ante el Obispon.
Tuve·un breve momento de perturbación. Era
la primera vez desde mi relación eón el tío, que
no me señoreaba. El parecía satisfecho y tam-
bién divertido. "¡Así, él continl}Ó, que no es com-
pletamente de mármol!". El tío parecía tener un
espíritu reposado y al mismo tiempo divertido,
corno si mi carrera, mi vocación, mi futuro (y por
lo tanto también el del partido) no dependieran
de las decisiones tornadas aquel día.
El agregó: "El mármol es una roca muy bella,
de uso primordial pár-d qui n quiere convertirse
en agente secreto, pero en esta oportunidad, se-
rá necesario que usted testimonie el más grande

25
afecto por su farnilian. Me sentí vil y pregunté de
manera piadosa: "¿Durante seis años de semina-
rio?". El me contestó con la dureza que se usa
con los culpables: "Y si le dijera que sí, ¿qué me
respondería?". Me fue muy fácil responder que
me hubiera doblegado y hasta yo mismo me sor-
prendí de sentirme más maligno que él.
El sonreía siempre y me dijo: "Sí, pero no ha
podido esconder que usted piensa que yo soy un
imbécil ya que he podido revelar ingenuamente
mi juego". Enrojecí completamente, cosa que
nunca me sucede. El agregó: "Un agente secreto
no tiene sangre en sus venas, no ama a nadie, ni
siquiera a sí mismo, no tiene corazón. Lo único
que puede devorarlo es el partido y sin avisar.
Convénzase que no importa en donde esté, noso-
tros lo vigilaremos y nos deshacerernos de usted
cuando cometa la primera imprudencia. Y, que
quede claro, si usted está en peligro y aunque no
tenga la culpa, no cuente con nosotros. Usted es-
tará solo, desrnentidon. Respondí: "todo esto lo
sé, pero me permito preguntarle por qué debo
manifestar afecto á mi familia. No le he escondi-
do jamás el odio que siento por ellan. -"El odio !Í
me respondió, con excepción del odio por Dios:
bajo el ejemplo de Lenín, no existe en nuestro
servicio. Tengo necesidad de que sea aceptado
corno un verdadero Obispo en su país de origen,
Polonia. Pero no tenernos la intención de hacer-

26
le hacer estudios religiosos en este país. No, us-
ted irá a la otra costa del Atlántico, pero esto es
una confidencia y usted fingirá estupor cuando
recibirá esta orden. Sí, tememos una guerra eu-
ropea con aquel loco que gobierna Alemania.
Entonces, sería para nosotros más prudente ha-
cerlo estudiar en alguna parte de Canadá, por
ejemplo. Nos empuja también otro motivo y es
que los seminarios europeos son mucho más es-
. trictos que los de América". Tuve un impercep-
tible gesto de protesta y fue inmediatamente ad-
vertido.
El tío prosiguió: "Sé muy bien que usted po-
dría soportar seis años de seminario muy estric-
tos, sin salir nunca, pero éste no es el caso. Pero
tenemos necesidad que usted conozca el mundo
y como usted puede hablar inteligentemente pa-
ra hacerlos perder la Fe, está sobreentendido, con
la certeza que no seremos nunca delatados.
No nos serviría enviar a los seminarios ajó-
venes si éstos se delataran. No, será Sacerdote
hasta la muerte y se conducirá como un Sacer-
dote fiel y casto. Por lo demás, yo lo conozco, us-
ted es un cerebral".
Luego me dio alguna precisión sobre el ser-
vicio en el que debía entrar y con la seguridad
de que así terminaría mis días.

27
Desde mi ingreso en el seminario,·debfa de-
dicarme a descubrir el modo para destruir. todo
lo que me enseñaban. Pero para hacer esto, e-
bía estudiar con atención e inteligencia es decir
sin pasión, la historia de la Iglesia.
Particularmente nunca debía olvidarme que
la persecución no sirve sino para crear mártires
de quienes los católicos han dicho y, con razón,
que ellos son las semillas de los cristianos. Pues,
a no crear mártires. No me debía olvidar que to-
das las religiones estaban basadas en el miedo.
Entonces debía suprimir el miedo para que su-
priman las religiones. Pero no basta. A ustedes
les toca, me dijo, descubrir los métodos buenos.
Yo navegaba en la alegría. El agregó: "me es-
cribirá todas las semanas con estilo breve, para
indicarme todos los slogan que quisiera ver dis-
persos por el mundo, con una breve explicación
de las razones que lo han guiado.
Al final de un cierto tiempo, más o menos lar-
go, será puesto en contacto directo con la red. Es
decir, tendrá diez personas y cada una de ellas
tendrá también a otras diez. Las diez personas
que estarán directamente bajo sus órdenes, no
lo conocerán. Así, nunca será denunciado. Ya te-
nemos numerosos Sacerdotes en todos los paí-
ses donde está radicado el cristianismo, pero no
se conocerán nunca entre ustedes. El uno es

28
Obispo y puede ser que usted tenga que relado-
narse con él, pero dependerá del grado que al-
canzará. Tenemos observadores en todas partes
y particularmente entre los antiguos que se apro-
vechan de la prensa de todo el mundo. Le será
enviado regularmente un resumen. Sabremos ele
este modo y con facilidad si sus ideas habrán re-
corrido su propio camino en los espíritus. Verá,
una idea es buena cuando es absorbida por ,.m
escritor imbécil que la presenta como suya. Por-
que nadie es más vanidoso.que un escritor. Con-
tamos mucho con ellos y no tenemos ni siquiera
la necesidad de formarlos, ellos trabajan para
nosotros sin saberlo, más bien, sin quererlo".
Le pregunté como me habría mantenido en
contacto con él si en algún momento estallaba la
guerra. El lo había previsto todo. Habría recibido
en tiempo útil una carta depositada en un país li-
bre y fuera de toda hostilidad. Reconocería esta
carta como válida por el hecho de que se me da-
ría la denominación secreta, es decir: E. S. 1.025.
-Pensé que la cifra 1.925 era el número de or-
den, y con gran estupor había estado en lo cier-
to. E. S. significaba: "Estudiante seminarista".
-"Entonces, grité, ¡1.024 Sacerdotes o seminaris-
tas, entraron en esta carrera antes que yo!". "Así
es", me respondió fríamente.
No estaba desalentado sino ulcerado y furio-

29
so. Con mucho gusto habría estrangulado a ese
1.024. Pero dije solamente: "¿Se necesitan tan-
tos?... El tío se limitó a sonreír".
Era inútil escon·derle m·is pensamientos. Por
esto agregué miserablemente: "Se diría que no
han hecho un buen trabajo si ustedes continúan
reclutando". Pero él no quiso satisfacer mi curio-
sidad.
Quise por lo menos saber si podía entrar en
contacto con alguno, pero el tío me aseguró que
nunca había conocido ni siquiera a uno... Me sen-
tí abandonado. Le dije: ¿Cómo podemos hacer un
buen trabajo si estamos desperdigados y priva-
dos de coordinación y emulación? "En lo que se
refiere a la coordinación, no se preocupe. En es-
to hemos pensado nosotros, pero sólo los gra-
duados conocen el funcionamiento. En cuanto a
la emulación, contamos con el amor por el Parti-
do".
No tenía nada más que decir. ¿Podía tal vez
decir que el Partido no habría salido del domi-
nio del ateísmo, hast que yo no estaría a la ca-
beza de aquel servicio? Estaba completamente
convencido que ponía en un abrir y cerrar de
ojos a los 1.024 predecesores, en un comparti-
mento para los abonados ausentes.

30
EN EL QUE EL ORGULLO
ES EXALTADO COMO UNA
CUALIDAD DOMINANTE Y
SOBERBIA.
De pués.de esta memorable noche, el tío me.
invitó a conocer algún secreto "dossier" muy
apasionante. A pesar de que estas memorias
nunca deben ser publicadas quiero ser pruden-
te y no hablar. de estos "dossier". Conozco a
1,1t
,· 1
quien daría una fortuna, aún hoy para poderlos
fotografiar. Yo me río ya que bastaría inventar
una máquina capaz de leer en mi memoria.
En aquellas semanas aprendí un cierto nú-
mero de direcciones útiles, corno también nú-
meros de teléfono de vario.s países. Todas estas ·
precauciones olían a guerra detrás de la puerta
y yo me moría por el deseo de dejar Europa, por-
que el bien de la humanidad hubiera estado de-
masiado comprometido por mi muerte o aun so-
lamente por el embrutecimiento que procura el
servicio militar un poco prolongado.
El tío me hizo regresar a su oficina para dis- ;¡
.,.,
cutir sobre política internacional, pero yo me in- '
teresaba muy mediocremente en esta ciencia. ·d¡ (¡
.,
El tío me regañó precisando que el ateísmo no
es más que na parte de la política. Y yo qu·e i,

pensaba que era lo más importante. El tío que .r,


- 1
parecía captar todos mis pensamientos agregó: ,,:::
"tiene razón de considerar el ateísmo corno pri-
rnordial, corno fundamental, pero usted tiene
.,' Í!
mucho que aprender en este dominio". Convine, f
11
con la más perfecta mala fe, y conservando muy ¡

i
t '
'
i
1

32 t
'1
.i
•..
bien mi forzada imposibilidad agregué:· "Pero·;
mi pequeña idea sobre la dirección general·que
convendría dar a lá lucha·en la que estamos:.:.
Un yo divertido _pas por el !-:Ostro del tío; y
cre'o_ que 'fue'porque 'n1e _aÍiiaba mucho. :
. Yo lo miraba fijamente·con Un poco de desa-
. fío... El me dijo: "Hable pero sea breve". "¿Qué
más quería?". Entonces. dije con mucha tranqui-
lidad: ntes.que combatir, el sentimiento ·reli-
gioso, conviene exaltarlo, pero en una dirección
utopística". Un silencio, él reflexionaba. "Bien,
dijo, un ejemplo"..
.·Y.o tenía el ilo uenb"ymeparecí que la tie-
rra estuviera en ID.Í .:·,.."farios'.
'-
Explicaba tranqui- 1

; lamenté:·eo viene, pone1\


• O • • • ' "•

ñ la,cabeza de la gen:..
• • ," • " ' ' n •' e ' <> '• •

··. te ,¡particilla rité'enJós:hom}?res de la'lgle-


.. fa. de'tratar _riÓ i_µipo á-á 'qtié precio, una reii-
•. gió .,.t1 ivt:rsa( -i1.-J ::, ; o?as las iglesias·se
, . ·rundan. Para que esta bµena idea _tome·cuerpo y
; ;;r.·vida! se necesita i11 ,lc .-- a ge?!e piadosa y.
·.. - particularmente a los ron1anos catolicos, un sen-
..timiento de concienciúm;la·única,verdad en la
cual erlos'pretenden, vivint';,..:: .
• ·.-' . ,..·.. ': ?;::;),;_.. ,/.:,-·.._ . ; · .
- - · ····¿No'.es.usted mismo. tfu poco utopista en la
segunda parte d su prpposición?" -"No, no, pa-
ra nada", respondí viváníérite. Yo era católico,
muy católico, quiero ecir muy piadóso hasta·
mis catorce años, y creo que es reJatiV'a.Tllente
fácil demostrar a los católi.cos que existe gente -
. santa entre los protestantes, entre.los musul-
. manes, entre los hebreos, etc.
."Admitámoslo, me respondió, pero ahora, ¿qué
sentil"(liento tuvieran las demás religiones?... Se-
rá variado, dije, pero todavía debía estudiar este
aspecto del problema, para mí, lo esencial es gol-
pear profundamente y definitivamente a la Igle-
s.ia católica que es la más peligrosan. -"Y, ¿cómo
vería usted a esta iglesia universal?... ¿hacia la
cual quisiera ver correr a todos?". "Es simple y
no puede ser de otra manera sino solamente sim-
ple. Para.que todos puedan tomar parte, ella no
''deberá cóifservar inás que un vago aspecto .de
. : o·ios, un Dios má$.o enos creador, más o me- i
i nofs# n -tr s días.. Y por_ lo demás, este f!
Dios no será util smo en los.periodos de calami- · 1¡
. dad. Entonces el miedo ancestral llenará aquellos ;:
.: \.J 1P s, per c n. la difeforicia de que est ·: ¡;:
·. mas bien vac1os . . . . ¡,
;:'<:,-: ..:rtf· ;,.1.. -... ,:..' ,"" · ·· · ;1
:. l tío reflexionó durante un momento y dijo: f
. ':Temo·que el clero·católico pronto se dará cuen- il\
ta del peligro y será hostil con su proyecto·. Yo :Í
:·. le r spondí vivamente: "Es lo que ha sucedido D
hasta ah(?ra: Mi idea ya ha sido lanzada en la zo- 1
na.de los no católicos y esta Iglesia siempre ha :-1
cerrado la puerta a dicho programa. Es por e.ste
·11
i
motivo que he querido estudiar fa manera para :A
1
34 ·•. ,._ -:·.'ff' ,-.-:. .;;ct'.e:ir.oat:.. ..-;:.:-
{'?

1
hacerles cambiar de opinión. Sé que esto no se-
rá fácil y se necesitará trabajar veinte o tal vez .
cincuenta años, pero nosotros _debemos lograr-
lo". -"¿Con qué medios?".
"Con medios sutiles y numerosos. Veo a la
Iglesia Católica como a una esfera. Para destruir-
la convendrá atacarla desde· numerosas y pe-
queñas partes hasta que se reduzca a la nada..
Convendría tener mucha paciencia. Tengo m:u-
éhas ideas que por ahora pueden parecer mez-
quinas y pueriles, pero yo estoy convencido que
todas estas mezquinas puerilidades se converti-
rán en un arma invisible de gran eficacia".
"Bien, me dijo el tío, hágame una pequeña 1to-
pografía> r, ·.. ·. , .:, ·
. _· Lentairiente saqué de mi portafolio. una bol-
sa que contenía un ºprecioso trabajo de mesa a
propó ito de mis ideas. Puse este documento o-.
bre el escritorio con invisible satisfacción. El tío
se puso a'.} r inll!ediatamente, lo que 11,unca ha-
bría osadtf esperar. Esto probaba que tenía gran-
des: esperanzas para conmigo. ¡Cómo tenía ra-
zón el querido y buen·viejo.!. .
Después de·la lectura que él hizo durante u·n
tiempo qúe era más del necesario, el tío·me mi-
ró y dijo: "Quiero hacer examinar este trabajo a
mis consejeros. Regresará para oír Ta respuesta
después de ocho días, a la misma hora. Durante·

35
\
la esp ra.prepéÍrará su viaje a Polonia•.."Tome
esto·, me dijo tendiéndome una (?Isa que gene-:
rosamente estaba llena de,rublos,.muchos más '
de los que jamás había" poseí ó.. · ; . ' \¡
1 \•
.. Hice una "indigestión• de teatro y de cine y :
compré un gran ·número de libros. Verdadera-
mente no sabía como los habría enviado, pero
pensaba que el tío habría proveído a través de
cu_alq ier valija diplomática. - ·. ·
Viví aquellos ocho días en un estado de exal-
. tación como para no·sentir mi cuerpo y como si
dijera, no dormí _nunca. ··

'• .

' .. ''; ''"·
' • . 1

i;rara mí surgió también.la pregunta (y era la.


primera.vez) s,i.habría tratado de ei:icontrarme '.: -
con una mujer. Pero en el estado de exaltación ·:
cerebral eii·ei'que estaba: 'pens{que_nó\,alía'la .W,
pena.- em_ía e una céfón m e ie - al. : ::
me tra mauguno al proyecto que estaba ·. '·
bajo_ el estudio - 'las más altas autoridades del .

' brepas _la p fª _tentativa con muchos gra-, :_


dos obre_ el mas grande n ero de' los 1.024. ·
· predecesor que no podían servirme:
i
servicio. Pero sobre todo_ era importalite que so-· ·. -:t

. ·i ,.
,
Una noche traté de embriagarme para ver si.. _r,
mi cerebro habría recibido un impulso útil. Pe-:
. ro no sucedió nada Y puedo afirmar que el aleo- ·
hol es más nefasto que la religión, de la cual no

36
hay·mucho que decir.,
· Cuando llegó el momento de presentarme
nuevamente en la oficina del tío, mi corazón la-
tía aceleradamente,·péro esto no era agradable, ·
lo importante era que nadie se diera cuenta.
El tío me miró largamente, luego con una pe-
queña sonrisa me dijo que su jefe quería·co.no-
. cerme. Ya que estaba seguro de que un alto per-
.sonaje no se habría molestadp para notificarme
su descontento, no estuve para nada impresio-
nado .por esta convocación. En cambio, estuve
asombrado por el aspecto exterior de este famo-
so ."jefe-". Asombrado 'es la palabra justa y, des- · ·
·.: : pués de treinta años de distanciá solamente me ·
.. basta cerrar.los ojos· para mirarlo y oírlo. El te-•-:
.,_,.,:nía. iufa ' presencia" y los; demás ·no. eran más..
que marionetas. ' . · ·
·:· ·· .. Yo 4éiisto' esta s·ensación,·pero ¿d b.o agr,e-
la
-;. gari qu e.sia:.·presencia" era de un Ínons-.
:, ; · tnio ?¿Como· s«lpuede acumular fealdad, gro:-
·:sería,·sagacidad
<J\ ·,..,. :.
.! .:.I\•
astucia, vul ridad?...
'. ·• •. ' • '>

.,'<: .Ciettaineµte:éste hombre debía ser de los·que


'vari'._ · láiprisiones'a, deleitarse con·las torturas.
-Á.hóra bien,· tengo un profundo disgusto· de la
", crueldad que es, y estoy seguro, un signo de de-
· bilidad, y puesto que yo desprecio a todas las de-
bilidad . nunca·_he aceptado que el tío se mos-
· trara tan servil delante del biuto que nos recibía.
El bruto hizo lo que todos los jefes hacen. Co-
i
!J
menzó con rhirarme fijamente a los·ojos para
ver. ¿Para ver qué?.Conmigo· no hay nada que l,··,¡
ver,·compañero, pensé con satisfacción.
El jefe me preguntó que era lo más querido
para mí; me fue fácil decir: "el triunfo del Parti-
do, desde el punto en que la verdad tiene mu-
chas sutilezasn. El jefe, ¿ho tenía ninguna? Era
imposible. Luego él agregó en un pequeño tono
negligente: "Desdé hoy está inscrito entre los
agentes secretos activos. Usted dará órdenes to-
das las semanas. Cuento con-usted ·Ouiero ad-
mitir. que se necesita de un cierto tiempo para
destruir a las religiones.en el interior (en la con-
ciencia). A pesar de esto es necesario que las ór- ,
denes que dará tengan acogida entre los escri- ii,
tores,.. los· periodistas· como también entre los . t
teólogos. Que ·quede claro, nosotros tenemos ,
"uil équipon que vigila los escritos relimosos de !
todo el mundo y da su opinión sobre la utilidad
de las directivas de uno o de otro agente. Ento - ,
ces, desenvuélvase por favor. Tengo buenas es- ·
peranzas porque me parece que ya lo ha com-
prendido por sí solo". ·
El bruto no era un idiota, él quería hablar de
mi trabajoaélque yo·estaba seguro. Conocía de-
masiado-bien la vulnerabilidad de los cristianos

38
para dudar de mi futuro logro. Creo que a esta.
vulnerabilidad se la puede llamar "caridad". En
nombre de esta sacrosanta caridad, se puede
inocular cualquier remordimiento. Y el remordi-.
miento siempre es un estado de menor resisten-·
cia. Esto es médico y matemático y aunque es-
tas dos cosas no están de acuerdo, yo las unía.
Me despedí del jefe con dignidad y le agrade-
cí con frialdad, no quería que se imagine que
me había impresionado.
Cuando me encontré a solas con el tío, me·
contuve de hacer el mínimo comentario sobre es-
te famoso jefe. Por lo demás debía felicitarme
que este personaje fuera tan antipático, así ya es- .
taba armado con la timidez para con los grandes·
del mundo. Y yo llegaba siempre a la misma con- :
clusión: de todos modos, el más grande era yo. ·
"....

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• '.

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EN EL. QUE.EL ARTE ·DE.


..
'.' .· . .,. ·:· . ·,l:: -- : . . . .. ',l. • _'! '' '

JUGAR LA'·.COMEDJA:DELA
: MODESTJA' ENCUENÍRA' UN
. .. ' . . ·' . ', .. . . " : ' .' . . . . . ·. '

OBSTACULO PERFECTAMEN-
·-.l·L,,,r:'.Hrr-,,,rz·r·n¡. .;..,...·.:_;:i ·.'·, ·.: . - · ::-··
UJV1.. .LUL• ..·. :-- · ·.
•. ·-· • - 1• • ·, ' ' .·"

' ' .-- . ' • 1 •• • ...

.· ''.,:
Partí a Polonia tratando de persuadirme que mi
poder de disimulo significaba el don más se- guro
del comediante. A los veinte y un años des- pués
de haber vivido seis años solo, estudiando, l:
pobre y ambicioso, _era necesario que llegue a . ::
ser un joven afectuoso, atento, obediente y... pia-
doso, y más que piadoso, lleno de impaciencia
por entrar en el·semi ario.
Una graciosa comedia para mi exordio. Pen-
saba q_ue lograría engañar a mi dulce madre,
¿pero al doctor?... temía realmente su diagnósti-
co. Este hombre era el único del que nunca ha-
bíá tenido miedo en mi vida. Pero a pesar de es-
to necésitaba CÍé.to ás.'formas, no importa a qué
·. precio, pol!erlo,en nii_bolsillo. No; o se trata de
que·no habiíá po i_do_entrar en el seminario sin :
su apoyo, pero para, probarme a mí mismo la
. fuerza, él rio debía dudar de mí. El doctor era pa-
ra míuna prueba para.mi valor.. . 1

_Toqué la.puerta de "mi casa" en.eso de las !-


seis tratando de pasar con "ella" por lo menos '
una hora, antes de que "él" regrese.
1
· Ella .inism rn . abrió. Se había envejecido
mucho y ni siquiera estaba arreglada, parecía t i
enferma. Se puso a temblar y luego a llorar. las
mujeres nunca están en el puest9 que les co-
rresponde sino en los sitios en los cuales los . ,
hoI_I1bres no van a verlas sino cuando tienen

42
una necesidad absoluta.
Pedí perdón por mi prolongado silencio, es-
perando arreglar la cuestión de mi arrepenti-
miento antes de que el doctor regresara. Con
ella yo sabía que habría llegado con·rapiclez a
sentir la alegríg de volver a encontrarlos y a ha-
blar sobre los proyectos del futuro. Ya que ella
no podía tener un mayor deseo q e el de verme
Sacerdote cat'5líco, yo la puse inmediatamente
al corriente· de mi vocación irresistible. La po-
brecita estaba tan feliz que le habría hecho
creer lo que sea.
Ella quis saber'coino sentí esta predilecta
vocaciCln. -:YQ había pensado en diversas explica-
ciones, pero, había .renunciado a preparar esta
escena anticipadamente. Generalmente lo que
es premeditado suena menos creíble que lo im-
provisado. • ·
.'' ,,•.

Le_conté
i.tna istoria de una aparición como
para séd_ucirla. ·sab a que el doctor habría des-
confiado de. este tipo de cosas. Pero ella tenía
. una maravillosa debilidad por mí. De esta ma-
nera, me aseguré de prepararlos por separado y
reforzar así.mi posición.
Mientras ellos disputaban sobre mí, me deja-
ron tranquilo. Les conté una vibrante historia de
aparición celestial tratando de no exagerar los
. . .
detalles en mi memoria, para luego no deber re:-· i
dimensionarme.. i

Encontré que era pintoresco·el pretender ha-


ber recil)ido la visita de San Antonio de Padua.
El padre de los objetos perdidos, ¿no habría de-
bido ocuparse de los jóvenes perdidos? Este
Santo .es tan popular que se le puede atribuir
c;ualquie ,milagro..,, Entonces, San. Antonio de
· Padua nie había visitado, naturalmente con el
pequeño Jesús entre los brazos. Desde ·el mo-
mento en que· me encontré allí, tenía que fabri-
. car inmediatamente una bella imagen de devo-
ción. Mientras navegaba en mi devoción inven-
tada, llegó el doctor Me sentí aliyi do d_e ver lle-
gar a UD·ser razonable,· pero·sup(f que él IlÓ m.e
creía. Pues, lasituación:llegabá a·ser más difícil.
y divertida.· " · ,.,: · ;, ,:' · · ' ·
' • • • f •

Era·mi deber:el de convencer a mi falso pa-


.,;i
!

1
.

' 11

dre, debía por ló menos·vincularlo a una seme- 1(


. janza.: Aquella' noche fue· más bien I penosa. El ·il
<.·
.!
doctor es uno dé los raros hombres verdadera- t1
. mente. inteligentes. que.haya encontrado en i '
1
camino..El juego_ ra más que Voluptuoso. 1 (1
Al día s_iguiente le pedí audiencia al Obispo.· ·, f1
Mi falsa madre, lo conocía desde la infancia. El _:t
·'
me recibió con gentileza pero sin entusiasmo. ,, 1

Cierto, formaba parte de aquellos católicos que I


piensan que no es preferible alentar una nueva )l
!
44
. ·vocación :sino por el contrario combatirla; una.
verdadera .vocación debe triunfar contra todos , •
los obstáculos. ·
,;;'·.: . ::· f f, ! .• '. • . • • • ·.- .-. • . .,. '

...,·: Por uerte conocía bien este éstado de espíri7


tu. y así no me dejé contrariar. Pero de í recono-
. cer que este sistema puede provocar confusión
en un ser que no tiene la verdadera vocación.
. •, . .
En lo que se refiere a mí, me quedé cristia-
nament_e humilde y no me parecía posible que
el Obispo estuviera descontento de mí. ·
· Visité inmediatamente a mi párroco, un hom-
bre· muy bueno y sencillo. El deseaba ver ílore-
cer'ü'ná vocación en su parroquia y me habría
.dado todo lo que poseía, es decir casi nada, para
. ieStéja'f esta feliz noticia. '' ·
;_") .. .. '. .. .: . . .
: ·::--Para.que este santo entusiasmo me sea pro-
yec Q O con el doctor, le pedí a-mi falsa madre
que"..mxite a una cena al eclesiástico. Fue deli-
.: iosg;porque el ho111:bre tenía el alma de niño y
ante este fenómeno raro, muy valorizado en los
.. procesos. de canónízación, el doctor se sentía c
\· • mó,sf-estuviera :en...!rmo.·¿Cómo puede un ho- ·
•·ne to _cristiano resistirse a los Santos? ;
.' Estuve muy consolado cuando fui donde el
..,,. religioso d l cual se jactaba la perspicacia. Este
hombr.e,.a primera vista, me pareGió que era di- ,
· .fícil sQportara causa de su lentitud y de los-nu- · :
meroSbs silencios que parecía que a él le impor-
. tabari mucho. A pesar de esto, pude entrever to-
das las ilustraciones susceptibles como para des-
cribir una verdadera vocación sacerdotal. Yo reía
interiormente. ¿Cómo habría podido pensar este
hoinbre· que mis pensamientos secretos podían j¡
serle revelados?, y ¿cómo habría sabido que yo ¡
tenía pensamientos secretos?... Nuestra entre- ·,_¡
vista fue muy larga, pero terminé por sentir gus- ; 1
to; yo hablaba con facilidad y me escuchaba con ,:·
satisfacción. A propósito, yo manifestaba una }
modestia exquisita, como en muchas otras co- ¡::
medias. ,Me prohibía a mí mismo hablar de la f
· por si acaso mi madre le hubiera revelado el he- 1
aparición de San Antonio de Padua, ya que si ;i.

· cho. él hubiera ·sentido mucha satisfacción. De f.


·· todas.formas me sentí muy orgulloso cuando le ) ,.
·_. dije que no había conocido mujeres y me desin- . ,
-teresaba·.·completamente de este sexo. útil sólo :
: J?ára pf<? rear. Pienso que esto pueda ser un sig-
, -,.·no ciertóde vocación. Porque yo podía usar esta .-
. palabra vocación para el trabajo que había esco- t
/gido·en el cuadro del partido,· y mi indiferencia '
por l s· ujeres se convertía en una especie de , .,
predestinación. Apóstoles o anti-apóstoles de- \
bíaÍl solamente acoger su apostolado. •
. :, ..

Fui muy elocuente cada vez que la palabra


apostolado regresaba a la conversación; debía
parecer evidente que había llegado a ser más di-
ligente en esto. Este religioso me tendió muchas
trampas, sobre todo trató de hacerme mentir.
¡Qué infantil! .Un hombre inteligente que sabe
que la mentira no debe ser empleada sino muy
raramente y que también cuando estoy obligado
a mentir, tengo muy buena memoria corno para
equivocarme revelando la verdad. No, una bue-
na mentira debe convertirse simplemente en
verdad para quien la crea como para sus interlo-
cutores.
Este religioso quiso saber por qué había aban-
donado a mis padres adoptivos dejándolos sin te-
ner ninguna noticia sobre mí durante seis años.
En este punto, fui patético. Me era fácil regresar
atrás y revivir la ola de dolor que me había em-
pujado hacia Rusia. Pero justamente este hom-
bre prudente parecía temer que yo me hubiera
hecho comunista. Yo le aseguré que la política
no me interesaba para nada; en lo que se refie-
re a mis seis años de silencio, simplemente yo
no podía explicarle. Creo que era mejor parecer
le a veces un hbrnbre débil y vulnerable. Las
personas que se encuentran en lo alto son muy
felices cuando pueden proteger. Insistió dicien-
do que esto habría sido el remordimiento de to-
da mi vida, dejando sobreentender que mi ma-
dre se sentía recompensada por mi vocación sa-
cerdotal. Estaba seguro de que este hombre vie-
jo no habría osado causarle un dolor a mi madre

47
quitándole la única dicha dé sus viejos días.Evi
dentemente yo no pronunciaba palabras impru- ., rj
dentes, me sentía satisfecho de esperar.
. . .. . . ,, .(

Mientras más pasaba el tiempo, más cordial


llegaba a ser nuestra conversación. Yo estaba muy l. . :
satisfecho y nos despedimos como buenos ami- :l
gos. Pasaron algunos días de silencio, como si la
Iglesia no tuviera prisa por tener a un seminaris-
ta más. ,
Por mi·parte trabajaba con ardor en mis pró- ,i
ximas directivas que debían llegar a todo el mun-
do, a través de Rusia. Finalmente fui convocado ,j
por el Obispo, y la tierra se me abrió por delan- l ,
te, cuando el Obispo me dijo tranquilamente que 1
el religioso pensaba que yo no tenía vocación. · :f.

.¡.
:,

J.· 1(

l·' ((

l
1·¡

,(

48
.
1
EN EL QUE UN AMBICIOSO
PROGRAMA·_ANTI-CRISTIA-. ·
NO CONDUCE A.L INICIO
DEL ASESINATO.
Mi madre•se enfermó y fue necesario ínter- ·
narla para que estuviera en observación, Mi pa- .:i.
dre por un reflejo de piedad, creo, me prodigó
toda una serie de cortesías. Yo le correspondía ·¡
con igual dignidad. Me preguntaba qué es lo que >?·
había pensado hacer y yo le respondía que no lo '
habría dejado nunca y que estudiaría medicina
si en .realidad la Iglesia no quería saber de mí.
Pequeño versículo sobre el bien del cuerpo que
favorece el bien del alma. ¡Cerrar el capítulo! (el
anuncio). Naturalmente había enviado un tele-
grama urgente al tío por medio del Sacerdote in-
termediario que me servía de casillero para mis
cartas. En seguida llegó la respuesta, breve, y
no me sorprendió sino la mitad. Esta decía: "Su-
prima el obstáculo"'. ·
Es cierto que había recibido un tratamiento
especial reservado a los agentes secretos. Así sa- · ..
bía como atacar y como defenderme. En el pre-
s nte caso discutía largamente conmigo para sa- ·!i
ber si debía disimular un accidente o más bien
un ataque al corazón. En resumen, ¿debía divul-
gar la inquietud o simplemente.dar prueba de ;:
mi docilidad? Pensé que era mejor proceder con +l
esta liquidación fuera del convento. Por lo tanto ·:·;
le pedí a mi corresponsal que invite a su casa al ,• !

religioso bajo cualquier pretexto. Por suerte, es-


tos dos hombres se conocía·n. Yo no mentía cuan-
do decía que quería saber qué es lo que lo había·
,.
'!'

50
hecho rehusar el signo de la.verdadera voca-
ción. Era muy importante para mí, así habría
aprendido poco a poco a perfeccionar la peque-
ña comedia religiosa.
Además estaba terriblemente molesto por es-
ta jugada, y todavía esperaba que el religioso con-
sidere nuevamente mi decisión.
Mientras esperaba la segunda conversación,
yo l)erfeccionaba mi verdadero trabajo en el cual
dec[a: "Es muy importante que los cristianos to-
men conciencia del escándalo que representa la
división de la Iglesia, ya que existen tres tipos
de cristiandad: ·la católica, las muchas ortodo-
xias y las trescientos siete protestantes". Tomar
en consideración la "última oración de Jesús de
Nazaret, oración que nunca es escuchada: "Sois
uno corno mi Padre y Yo somos uno".
Cultivar a este propósito un mortal remordi-
miento, particularmente en los católicos. Hacer
resaltar que toda la culpa es de los católicos, los
cuales por su intransigencia provocan cismas y
herejías;
Llegar al punto en que el católico se sienta
muy consciente de querer reparar a cualquier
precio. Sugerirles que deben buscar solamente
todo lo que puede acercar a los protestantes, y
de esta- manera a todos los demás, Sin hacerle

51
.i
! .
¡ daño al Cred9. No salvar más que al Credo. Y
además... atención: El Credo debe sufrir una ínfi- f ,
ma modifü: ción. Los católicos dicen: "Creo en la ·1 1
Iglesia Catolica", los protestantes, "Creo en la
Iglesia Universal". Es la misma cosa. La misma, 1 : .!
ji
i
palabra católica quiere decir Universal. Por lo me- · ,
nos este era el significado original. Pero a trayés
1

del tiempo la palabra "católica" ha tomado un sig-


nificado más profundo. Casi es una palabra má-
gica, y yo digo que conviene suprimir a esta pa- 1
labra del Credo, para un mayor bie . es decir, pa- t·
ra la unión con los protestantes. :J
Además es necesario que cada católico haga ¡, . .l
el esfuerzo de bu_scar lo que puede agradar a los· ':': ,.,
protestantes, quedando bien claro que la Fe y el
Credo no están en c;aus . ni lo estarán jamás. k 1t.
ll
Pero siempre dirigir los espíritus hacia una más
grande caridad y una mayor fraternidad. ._ 'jl

:t ,
Nunca hablar de Dios, más bien de la gran- ¡!
deza del h mbre. 1ransformar poco a poco el
lenguaje y la mentalidad. Cultivar la confianza i·
del hombre que dará prueba de su grandeza fun-
dando la Iglesia Universal en la que deberán
fundirse todas las buenas voluntades. Hacer re-
saltar que la bu na voluntad del hombre, su sin-
ceridad, su dignidad, tienen más valor que un
Dios siempre invisible.
t,
Mostrar que la apariencia de lujo y de arte

52
que envuelve a las Iglesias Católicas y Ortodo-.
xas causa horror a los protestantes, a los he-
breos y musulmanes. Sugerir que esta situación
inútil .conviene suprimirla para un mayor bien.
Resaltar el celo iconoclasta. Los jóvenes deben
ácabar con toda esta apariencia: estatuas, imá-
genes, relicarios, ornamentos saéerdotales, ór-
ganos, ceras, lámparas, vidrieras y catedrales,
etc...
Será de mucha utilidad que se lance una pro-
fecía en todo el mundo que diga: "Veréis a los
Sacerdotes casados y la Misa en idioma vulgar".
Me acuerdo con alegría de ser el primero que di-
jo estas cos s eri 1938. El mismo año empujaba
a las mujeres para que pidan el sacerdocio e
inventaba una Misa que no sea parroquial sino
familiar, dicha en casa, ya sea por los padres o
por las madres antes de toda comida.
Las ideas me llegaban de una sola, cada una
más exaltante que la otra. Cuando terminé de
transcribir en código todo este programa, mi
amigo me informó que el religioso lo·habría vi-
sitado al día siguiente. Había preparado mi lí-
nea de conducta y pensaba llegar a modificar el
veredicto de este hombre, un ser muy simple y
poco culto. No pareció sorprendido de verme
. llegar. Mi amigo hizo lo que pudo para hacerlo
hablar, pero todo fue en vano porque me hizo un

53
'
pequeño signo como convinimQs. ' i .
1
No me desmoralicé sino que ataqué con dul-
zura a este hombre que era ciertamente íntegro. ·A
Le hice comprender que cometía casi un asesi- i•
nato al negarme el sacerdocio e i sistía para sa-
ber el motivo de esta actitud. Pero él me respon-
dió que no había ningún motivo, era simple-
mente que el Señor le daba luz sobre las almas
y que la mía no era uná de aquellas que podía
entrar en el sacerdocio. Confieso que me enojé,
esta no era una respuesta, pero terminé por
creer que él no mentía. Verdaderamente él no
tenía ningún motivo preciso para rechazarme,
con excepción de una especie _de olfato que no
tiene nada de científico. La enormidad del he-
cho er.a que no parecía darse cuenta de la gra-
tuidad de su acción. Parecía que nadaba en ple-
na magia.
Le informé qµe estaba deci<}ido a presentar-
me en otra parte. El me respondió con una son-
risa angélica que cometía un error en querer
obstinarme. Le dije que sería capaz de quitarme
la vida si este gesto hubiera podido hacerme en- :H
trar en el seminario. El me respondió que lo sa-
bía, por lo que me quedé verdaderamente sor-
prendido. Nos quedamos mirándonos por un
largo momento. Luego el .tomó nuevamente la
palabra para decir: "Usted no sabe lo que hace".

54
. ·Confieso que en ese momento quise huir a .
otra parte-del mundo. Este hombre tenía un po-
der que no podía alcanzar a explicarme. Pero mi
amigo me hizo una eñ?l:El se daba cuenta·que
me debilitaba. Y yo sabía que todo habría termf..:
nado para mísi desobedecía a las órdenes del tío.
Yo mismo debía hacer desaparecer este obstácu-
lo. Mi valor, aunque invisible, debía ser confir-
mado por este gesto de obediencia y de coraje.
Entonces me levanté y provoqué la muerte
sin heridas. Los hombres de mi valor habían te-
nido la suerte de tener un entrenamiento espe-
cial, preciosos secretos que nos llegaban del Ja-
pón. En esa época pocos occidentales estaban
conscientes que eran muy ignorantes de las ex-
traordinarias posibilidades que ofrece el cuerpo
humano, ya sea para la defensa o para la ofensa,
aun sin tener nada en las manos. Aunque yo era
ruso, reconozco que en este dominio, tal vez en
muchos otros, los Japoneses son los mejores.
No creo que en la época de mis es_tudios, mu-
chos países europeos y también americanos, en-
señaban al mismo tiempo métodos estéticos y
eficaces para luchar con o sin la muerte, pero
siempre con las manos vacías. Estoy orgulloso
de ser uno de los primeros interesados en estas
artes marciales cuando Rusia tiene un culto na-
cional por la danza. Estas nociones me han per-

55
.i
' '
.mitido, en muchas ocasiones, defenderme sin dar '
· ;·
'
'

espectáculo del animal rudo y prehistórico. . >' .


-·T
1 '

Habiendo provocado con dos gestos rápidos


(pero que necesitaban de una larga enseñanza
y'ejercicio) la muerte sin heridas de aquel que
1,,.
·!
, (

había tenido la audacia, casi cómica, de desafiar


al MarxismerLeninismo (en otras palabras en con-
tra del .futuro), yo entré tranquilamente én casa.
El deceso habría sido causado por un ataque al
corazón. li
Al día siguiente mi cuerpo estaba completa-
mente cubierto de pequeñas ampollas. Estaba fu- 11
rioso, porque indicaba un signo de debilidad,
signo que mi hígado no había soportado la ten-
.. sión. ¡Estúpido!
Luego me felicité, porque mi padre creyó en
realidad que sufría por no poder entrar en el se-
minario y sintió tal pena que fue-a-exponer-mi
causa al Obispo. Con éxito.

>6 ':.•t '• ·- ' ......... ";.·


EN EL QUE EL ANTI-APOS-
TOL COMIENZA EFECTIVA-
MENTE SU- TRABAJO Y
SIENTE UN ODIO Mm' ESPE-
CIAL POR LA SOTANA.
Me preparaba abiertamente a entrar en el se-.
minarlo. Mi madre que ya estaba restablecida,
me hizo compras desmesuradas, Llegó un telegra-
ma que fue como una bomba, me llamaban a Ro- ·
ma con la siguiente frase: "Para una nueva osten-
tación''. Fingí no comprender nada. Mi madre se
puso a llorar y yo emití un gran suspiro de des-
canso cuando dejé el pueblo de mi infancia, a
donde esperaba no regresar nunca más.
En Roma tuve interesantísimas conversacio-
nes con el profesor que sería el mío, cuando ha-
bría recibido el sacerdocio. El formaba parte de
nuestra red y era muy optimista. Se había espe-
cializado en la Sagrada Escritura y trabajaba en
una nueva traducción de la Biblia en inglés. Lo
maravilloso era que había escog1do como único
col&borador a un sacerdote luterano, al que lla-
maban pastor y que por lo demás no estaba muy
de acuerdo con su misma Iglesia,·que le parecía
viejita. F¡:.
Se comprendía que esta colaboración era se-
.'.
creta. El fin de los dos· hombres era de quitarle
a la humanidad todos los sistemas que tenía pa-
ra la interpretación de la Biblia y sobre todo del
Nuevo Testamento. Así como también de la Vir-
ginidad de María, la presencia real en la Euca-
ristía y la Resurrección, que debían, según ellos,
ser puestos entre paréntesis con el fin de supri-

58
mirlos. La dignidad del hombre moderno les pa-.
recía que valiera este precio. El profesor me en-
señó un modo razonable de decir la Misa, ya
que dentro de seis años la habría dicho.
Esperando la modificación profunda de toda
esta ceremonia, él no pronunciaba nunca las pa-
·1abras de la·consagración. Pero _para nq caer en
sospecha, él decía palabras similares, por lo me-
nos en su terminación, a las mismas pálabras y
me invitaba a actuar como él. Todo lo que en es-
te sacrificio tenía el aspecto de ceremonia, poco
a poco debía ser suprimido. Todo el conjunto no
debía representar sino una cena hecha en co-
mún, así como se hace donde los protestantes.
Y aseguraba que no debería ser de otra forma.
. . .
El trabajaba también en la elaboración.de un
nuevo ordinario de la Misa y me aconsejó hacer
lo mismo porque le parecía que era muy favo1:i-
ble presentar al mundo un número variado de Mi-
sas. Se necesitaba una que fuera muy breve pa-
ra·las familias y pequeños grupos, y otras más
largas para los días de fiesta aunque según él, la
verdadera fiesta para-la humanidad trabajadora
es el paseo por la naturaleza. El pensaba que se
habría llegado fácilmente a considerar el Domin-
go como el día cons3aorado a la Naturaleza.
Me dijo que sus trabajos no le dejaban tiem-
po para meditar sobre las religiones: Judía, mu-

59
1
j

sulmana, oriental y otras, pero que este trabajo


tenía una gran importancia, tal vez más que.su ..
traducción de la Biblia. Me aconsejó vivamente
que haga investigaciones en .todas las .religio-
nes no cristianas que exaltan mejor al hombre ,,
y que haga propaganda.
Traté de hacerlo hablar de los demás Sacerdo-
tes y seminaristas afiliados como yo al Partido,
pero él fingía no saber casi nada. Me dio, a pesar
de esto, la dirección de un francés, profesor de
canto, instalado en la ciudad a la que debía ir pa-
ra estudiar ciencias profundamente aburridas
durante seis años. Me aseguró que podía tener
mucha confianza en este hombre que me habría
dado los servicios más delicados, como por
ejemplo el de permitirme vestir donde él con há-
bitos civiles, con. la condición de que le pague
muy bien.
Naturalmente me hizo visitar Roma, me hizo
conocer todo tipo de leyendas sobre los Santos
más venerados en esta ciudad. Muchos debían
ser cancelados del calendario. Este era también I'

uno de nuestros objetivos.-.Pero nosotros sabía- .'!


mos, él y yo, que se necesitaría de más tiempo
para matar a todos los Santos que para matar a
Dios.
Un día que descansábamos en la terraza de
un café, me dijo: Imagínate a esta ciudad sin una

60 '-,.-·· ._.,. ..
sola sotana, sin un hábito religioso, masculino y .
femenino. ¡Qué vacío! ¡Qué maravilloso vacío! Es
en Roma que me di cuenta de la enorme impor-
tancia de la sotana. Y juré que ésta debería desa-
parecer de nuestras calles y hasta de la Iglesia,
porque se puede decir la Misa con chaqueta. E_s-
te jueguito que consiste en imaginar las calles
sin sotanas llegó a ser para mí como un reflejo y
gané un odio cada vez mayor por este trapo ne-
gro. Me parecía que la sotana tenía un lenguaje
mudo, ¡pero muy elocuente!
Todas decían, ya sea a los creyentes o a los in-
diferentes, que el hombre tan cuidadoso se ha-
bía entregado a un Dios invisible que pretendía
ser omnipotente. Cuando yo también fui obliga-
do.a vestir este hábito ridículo, me prometí dos
cosas: sugerir a los que la llevaban el piadoso
deseo de quitársela para llegar mejor a los indi-
ferentes y a los enemigos. Para este fin me pro-
metí dar todas las fuerzas con el más grande en-
tusiasmo. Por lo demás me era relativamente fá-
cil.
Tuve una mayor -dificultad en combatir las
vocaciones que nacían en los chicos jóvenes.
Este nacimiento era tan simple que me era difí-
cil creerlo verdadero. Parece natural que los jó-
venes, entre los cuatro y los diez años que cono--
cen a un Sacerdote simpático, deseen parecér-
sele. Pero ahí comprendí mejor mi odio por la

61
sotana ya que
do el real estos jovencitos
o imaginario no habrían
poder del senli-
·Sacerdote si
éste no se hubiera elegido por sí mismo a lleva_r l'.
!
I:_

una vida diferente de toda la demás gente. El

hábito era una de estas diferencias. y también se


11

1!
1

puede decir que el hábito se atribuía toda la


doctrina de aquel que se revestía para siempre.
Era para mí, un matrimonio con Dios descrito
como poderosísimo y este hombre que manifes-
taba a cada paso "don y separación".
Mientras más meditaba en estas cosas, más
sentía ira. Pero estaba también muy reconocido
con la vida por haberme hecho pasar mi infan-
cia y también la adolescencia en el seno de una
familia muy católica, porque yo creo que el va-
lor de mi apostolado, por el contrario, provenía
de allí. Yo sabía que por causa de mis experien-. ¡
cías pasadas habría llegado a ser el mejor de los
agentes y que por consiguiente estaba destina- ,¡
do a ser el modelo de esta obra. Me sentí autori- Íl
zado a alegrarme anticipadamente, ya que si es- \¡
tos muchachos encuentran a Sacerdotes que vi- .,
ven como todo el mundq, no _tendrán ningún de- ·r:
seo de imitarlos y deberán darse cuenta de que ·r1·
todo el mundo está alejado... La opción de imitar r
a los hombres, será muy grande... Estos nuevos !1
Sacerdotes, perteneciendo a una.Iglesia abierta
\¡ para todos, no se asemejarán. Ellos no recibirán .:;
las mismas enseñanzas y por lo tanto no podrán r ;•

62
l
compr nderse entre ellos, por lo menos. en.el \·
plan teológico, por cuanto no dispondrán de una ,
pequeña audiencia y porque temerán siempreV
al colega que está cerca... no podrán compren-'-
derse sino sobre temas filantrópicos. Y Dios es-
tará muerto. Es todo. En el fondo no es difícil y
me pregunto por qué nadie todavía ha usado di-
cho método. Es verdad que ciertas tierras son
más favorables que otras para el florecimiento
de las plantas de manera diversa.
Mis inicios en el seminario fueron los más
felices. Mi posición de hijo único y muy amado,
de familia rica que había preferido la separa-
ción a 1a·guerra me hizo interesante. Cada uno
quería manifestar su simpatía al valeroso Pola-
co. La Gloria de Dios me interesaba más que la
de mi país. ¡Qué santidad! Yo les dejaba decir
con modestia. •
Me había propuesto ser el primero en todo, y
así fue. Mi conocimiento de los idiomas vivos
era prodigioso. Estudiaba latín y griego con mu-
cho entusiasmo; era también muy musical y me
autorizaron para que tome lecciones privadas
de canto con mi amigo francés. Este seminario
no era muy estricto. La formación del carácter
era menos fuerte que en Europa. Brillaba tam-
bién en las actividades deportivas, pero no mos-
traba ningún conocimiento especial sobre la lu-

63
1 . r'it::i
·1
1
1
· -i ii: :I
cha cuerpo a cuerp . conocimientos que venían ...'\?!
directamente desde el Japón. Todo iba tan bien ., · l
que me aburría y buscaba una acción que me
pudiera dar la vida. No encontré nada mejor qué·· ¡:
confesarme con el profesor que- parecía muy·
atraído hacia mi persona.

j
1
¡-

i (

64
.•1 ·· '. .•. ,,.. ..

EN EL QUE EL HEROE TRA-


TA DE PONEl{A PRUEBA ·EL
SECRETO DE .. LA· ·CONFE-
SION.

' .. . ..
Me confesé con un adorable viejo, al que lo ,
llamaré "ojos azules; que tenía una cierta ternu-
ra. A veces me dejaba llevar por el encanto de
su mirada infantil, y es por esta apariencia que
lo escogí. Para mí era interesante ver cómo se
habría desarrollado, respetando el secreto de la
confesión y utilizándolo para hacer que me des-
pidan. Yo no pensaba que podía ser peligroso pa-
ra mí ya que hubiera podido siempre negar todo.
Además era el primero en todo, por ende muy
notado. Era visiblemente· el más inteligente de
todo el complejo.
Le rogué a "ojos azules" que me escuche en
confesión y le conté todo, o por lo menos lo esen-
cial: que era comunista, que pertenecía al servi-
cio secreto, sección ateísmo militante, que había
asesinado a un religioso polaco porque pensaba
que no tenía vocación. Cosa extraña, "ojos azu-
les" me creyó inmediatamente. Por lo menos hu-
biera podido inventar esta historia. El tuvo el re-
flejo banal de hablarme en primer lugar de mi
salvación eterna. M-e hizo desternillar de risa.
· ¿Se imagin ba que no tenía el más pequeño áto-
mo de fe? ·
Estuve obligado a explicarle muy bien que
no creía ni en Dios ni en el diablo. Dicha confe-
sión era probablement nueva para él. Lo com-
padecí. El me preguntó: "¿Qué es lo que esperan

66
entrando en las Ordenes religiosas?". y con toda
si.Qceridad respondí: "Destruir la Iglesia en su·
interior". "Es muy presuntuoso" me respondió.
Me ofendí y me sentí muy contento de revelarle
que ya habían más de mil, como yo, seminaris-
tas y Sacerdotes. El me respondió: "No lo creo".
-"Para su tranquilidad, pero yo soy et Nº 1025 y,
suponiendo que alguno esté muerto, puedo decir
que somos más de un millón".
Hubo un largo silencio y con voz seca me pre-
guntó: "¿Qué esperan de mí?" Me era difícil con-
testarle que solamente había querido divertirme
tratando de saber como habría salido del paso
con el secreto de confesión. Le dije simplemen-
te: "Supongo que tratarán de enviarme nueva-
mente". "¿Enviarlo? ¿No es usted el más brillan-
te de nuestros estudiantes y también uno de los
más devotos?".
Fui yo el que ya no supo qué decir, aunque
proseguí: "¿Verdaderamente mi confesión no lo
ilumina sobre mi real personalidad?". El me dijo:
"La·confesión ha sido instituida por Nuestro Se-
ñor Jesucristo para el bien de las almas, por con-.
siguiente la suya no tiene ninguna utilidad".-"¿Ni
siquiera para comprenderme mejor?". -ªNi siquie-
ra para esto, cuando usted se haya ido, yo ya lo
habré olvidado".-ª¿En realidad?". -"Usted lo sabe
muy bien porque estudia entre nosotros".

6
. ·11
"Sí, lo sé teóricamente, -pero ¿cómo lo·podré, il
saber en la práctica?n. Me respondió de esta ma- ,
nera: "¿Es la meta real de esta increíble confe-
sión?n. -"Podría se . -"Si tiene otra meta, haría. ,::'1, ":
mejor en decírmelon. -"No, le respondí, yo quie-· ··
ro estudiarlo a usted, es todo".
El tuvo el aire de reflexionar, luego me dijo:
"Vana empresa, no pasará nada". -"¿Del todo na-
da en realidad?".
Al día siguiente, el condiscípulo que creía
que era mi amigo, porque me quería mucho, me
dijo en voz baja "ojos azules" ha orado toda la
noc;he en la capilla. Observé al viejo profesor, él
no tenía el aspecto de haber pasado una noche
en vela. Pero mientras él dictaba sÜ cursó, yo
meditaba en esta noche,·que tal vez fue similar
a la agonía en el Huerto de los Olivos.
"Ojos azules" ciertamente debió orar para que
este cáliz se aleje de él, pero nadie tenía el poder
para suprimir esta confesión. Me parecía que
era imposible para él olvidarla. El había podido
orar para que yo parta y·me convierta. ¿Había
tratado de provocar mi partida? Y cada vez que
esta idea le regresaba, él debía gritar interior-
mente: "No, porque yo no sé nada".
¿Qué habría podido decir en mi contra que
no fuera del dominio de esta confesión? Nada,

68
simplemente nada. Yo no me habría confesado si
no hubiera dado siempre la imagen del perfecto
seminarista. ¿No sabía pues, el pobrecito, que un
comunista está listo a cumplir todos los sacrifi-
cios? _Toda esta gente piensa con gusto que sólo
los cristianos hacen sacrificios.
Los días que seguían yo miraba con atención
a "ojos azules" y lo encontraba cor:no siempre. El
era tranquilo, dulce, podría decir, celestial. En el
fondo tenía una deb_ilidad por él y habría debido
acusarme, escribiendo al tío. Pero luego decidí
no contar nada de esta historia de la confesión,
porque allá no me habrían comprendido. Algu-
nos meses después sentí el gran deseo de con-
fesarme del mismo modo con los demás profe-
sores. En- el fondo estaba molesto por la mono-
tonía de mi vida y por el hecho de que parecía
que gustaba a todos. Así, un poco de alboroto
me habría sentado bien.
Me confesé pues; sucesivamente con todos
los profesores, divirtiéndome al imaginarlos que
estaban dándole las vueltas a este horrible-se-
creto. Pero nunca supe comprender como pudie-
ron soportar el peso de mi presencia enn-e ellos
y la visión áe_l mal que podía causar. A pesar de
esto; ciertos días estaba "deliciosamente" inquie-
to.Tenía necesidad de este estimulante. Me ima-
ginaba que ellos habrían intentado todo para i -

69
pedir que reciba la "Ordenación.:-.

nes eran modelos, en realidad v i;dade ,


,•-•::,· <

de arte. Además yo tenía el rné o de ontt:oI,aK


f-
.. ';r ..
Entonces redoblaba mi atención. Mis serm 11, :

la buena marcha de nuestra acc10n antirrellgio: '


sa en el mundo entero. Por suerte, el tío había com-
prendido que no se necesitaba pedirme que co-
difique mis trabajos. Sólo debía presentar un
proyecto a la semana. Estaba lleno de ideas y es-
te trabajo no me costaba, por el contrario era mi
alegría y mi consuelo. En la época en la que ju-:-
gaba con la confesión, un punto de la doctrina
me fue particularmente sensible: la Santa virtud
de la obediencia, como dicen. Esta obediencia se
refiere a todo y en particular al Papa. Yo le daba -
vueltas al problema en todas las direcciones sin ··•
poderlo comprender. Fui obligado a pedir a nues-
tros servicios para que vigilen con el fin de que
. la confianza que los católicos le deben al Papa :'.
sea discretamente ridiculizada cada vez que sea ·
posible. No ignoraba que pedía algo muy difícil.
Pero me pareció primordial incitar a los cató-
licos para que critiquen al Papa. .,
fj.i
Alguien estuvo encargado de vigilar con
atención todos lo escritos del Vaticano para
descubrir también los más pequeños detalles
susceptibles a las molestias de cualquier cate-
goría de individuos. Poco importa la calidad de

70
quienes critican al Papa, lo importante es que
sea criticado y lo·ideal sería que moleste a to-
dos, es decir tanto a los reaccionarios como a los
modernistas.
En lo que se refiere a la virtud de la obedien-
cia ésta es una de las principales formas de es-
ta Iglesia. Pensaba que podía hacerla temblar
cultivando el remordimiento. Cada uno debe
sentirse responsable de la actual división de la
cristiandad. Cada católico debe decir el "mea
culpan y buscar el modo de cancelar cuatro si-
glos de desprecio hacia las sectas protestantes
sugiriendo también un poco más de caridad. La
caridad tiene esta ventaja. Se le puede hacer
cumplir cualquier disparate.
En esta época yo temía que mi método se
descubra y que muchos vieran un modo astuto
para destruir a Dios. Pero después de todos es-
tos hechos, me di cuenta que me había equivo-
cado al sentir miedo. A pesar de que un prover-
bio francés dice que, "lo mejor es enemigo del
bienn, en este caso nadie lo vio jamás. Mi amor
fraternal por los protestantes, a los que los tenía
en la mira para destruir todo el cristianismo.
· No quiero decir, por lo demás, que los protes-
tantes no tengan Fe (más bien todas las clases
de fe "diferentes") y que mis servicios no deban
ocuparse de ellos. Pero yo los incito mostrándo-

71
1
les que noes necesario que se conviertan al cris-.
tianismo, por el contrario es la Iglesia Romana ;\
que debe ir hacia ellos. ·
y así, cuando anunciaron el Conciff·o (este 1
Concilio que me llenó de alegría anticipadamen-
te) yo ya lo lanzaba en el mundo que lo recibía
con estupor: una orden y una profecía. Primera-
mente la profecía: Dios, hacía un gran milagro,
espectacular (la gente adora esto): estaba El mis-
mo haciendo la Unidad de los Cristianos. Para
esto no se necesita otra cosa sino que los hom-
bres se ocupen de esto con una gran disponibili-
dad, "disponibilidad muy caritativan. En otras pa-
labras era necesario que los católicos, cansados
del lastre, permitieran finalmente que Dios ma-
nifieste su gran milagro entre los corazones pu-
ros.
Para los católicos de este tiempo, el corazón
puro debe ser el que se empeña utilizando cual-
quier medio para complacer a los protestantes.
La orden era muy simple: prohibición absoluta a
los protestantes a que se·conviertan al catolicis-
mo; Y esto me interesaba mucho, ya que las con- :1/.i
versiones habrían alcanzado un ritmoacelerado. •.·
·v

En todas partes hice precisar que el gran mila-


gro no habría podido hacerse realidad si los ca-
tólicos continuaban aceptando las conversiones
de los protestantes.
· Hice saber claramente que convenía dejarle
a Dios la libertad de movimientos. Y fui escu·-
chado. ¡Era yo el·que hacía milagros y no su
Dios! Yo me estremezco de alegría aún hoy, me
parecía una de mis más bellas conquistas.

73
·1 1
.

! t
.4

'
. 1
. 1
!

EN EL QUE LA AMBICION
QUE SE CREIA MAS FUER-
TE QUE TODO, ENCUENTRA
A "CABELLO NEGRO" Y SE
ASUSTA DE SU PRIMERA
DEBILIDAD.

,'?,
f
}t111
Al final de os años de seminario, me pr;·m 1
guntaba si habría podido continuar. La voluntad .; 1
que se ejercita por sí solos no es siempre sufi-
I
ciente, y yo era muy joven para alimentarme so-··- ·
lamente con mi odio. Yo veía aumentar mi odio ·
que primeramente estaba reservado para Dios y
que luego se extendía a todo lo que me rodeaba.
¡Si solamente hubieran podido adivinar hasta
qué punto los detestaba!... Aún hoy me admiro
por haberlos podido soportar. Naturalmente yo
soy y sigo siempre un solitario y si el calor co-
munitario no me es indispensable, me faltaban
pequeñas dosis de cal r humano en mi juven-
tud. Pues yo no tenía más que mi profesor de
canto; este francés al que yo visitaba todos los
sábados. Sobre ciertos argumentos, nos enten-
díamos con palabras breves, pero él no conoció
jamás toda la amplitud de mi misión. La mara-
villa era que por él yo podía distenderme verda-
deramente y sin él no habría tenido nunca la
fuerza de resistir.
Felizmente estas notas nunca fueron publ_i- {
cadas porque no habrían sido de buen ejemplo .... : (
para mis compañeros. ..,
Había recibido la orden de aceptar algunas
invitaciones mundanas, y llegaron sin que yo
supiera el porqué ni como. Estaba obligado a
obedecer. No me atrevía a escribir al tío para

76
preguntarJe.1la rntilidad, de estas :ocupaciones.
mortalmente .frívolas. Por lo demás él conocía mi
gustO'.por,·este:tipo:de.cosas y ya me había dicho
f.: que·me ·serfa:1muyJútil·.conocer las costumbres
·'f¿ · del mundo:- Admitánioslo, a pesar de que nunca
hice el más mínimo descubrimiento que sea útil.
Una noche mientras estaba en un gran recibi-
miento particularm,ente brillante, mi mirada se fi-
jó en el perfil de una joven y todo lo que estaba
alrededor se desvaneció, aun mis sentidos.
Ella tenía un cuello largo, más inclinado que
la torre de Pisa, y una abundante trenza negra
que habría podido deshacer, y un perfil que era
. _.,' al mismo tiempo pueril y voluntarioso... La mira-
ba conteniendo la respiración. Me parecía que
estábamos solos y a pesar de que ella no me veía
le gritaba interiormente que vire ligeramente la
cabeza con,el fin· de ·robarle una mirada, pero
ella no hizo ningún gesto. No sé cuanto tiempo
1

duró este éxtasis, pero fui conducido nuevamen-


te a la tierra por un joven desconocido. El había
compre·ndido todo, tal :vez mejorque yo. El tenía
corazón>porque me.füjo: "¿Quiere·que le presen-
te a la ,señorita X...?n.. Esté me conocía por mi
nombre, pero me cre1a un estudiante universita-
. rio. Pues, en esta mundanidad, nadie podía to-
marme por un s minarista.
• 'J : .• : - · . '

77
·.f-·
.,
.
Más tarde este joven cortés me presentó a ·¡.
"cabello negron (nunca le daré otro nombre). Ha-
bía reencontrado mi tranquilidad gracias a los
ejercicios de respiración. A pesar de esto era- ·1
otro hombre, totalmente diferente. ¡Y solamente
había sido suficiente un centésimo de segundo!
Durante esta noche yo no alcanzaba a compren-
der lo que me sucedía. Estaba qemasiado ocupa-
do para complacerme de mis nuevos sentimien-
" tos. Hablé unos instantes con "cabellos negrosn
durante los cuales yo no pude "comerla" com-
pletamente. Lo que dominaba en mí era el deseo
de tomar a esta joven solamente para mí, escon-
derla en una pequeña casa donde ella no habría
tenido otro deber que el de atenderme. Ella te-
nía grandes ojos negros que miraban con una
seriedad que producía sumisión. Cuando fue in-
vitada a bailar, debí cerrar mis manos detrás de
mí para no matar a aquel que la tenía entre los
brazos. La danza es una invención diabólica. Yo
no comprendo cómo un hombre puede soportar
que la propia·esposa baile con otro. Yo la miraba
bailar un vals, su vestido era maravilloso pero
mis ojos estaban como hipnotizados por su cue- 1:
llo doblado como si se amoldara dócilmente al
hacha del verdugo. No sé por qué me parecía
que esta joven estuviera destinada a morir de
muerte violenta. Este pensamiento aumentaba
el furor con el cual habría querido arrancarla de

78
a ese mundo. ¿Qué hacía ella entre todos aquellos
imbéciles? Y, ¿qué es lo que hacía en la vida? Era
necesario que ella consintiera a no hacer nada
l. más que atenderme. No importa el medio nece-
sario para llegar a este fin. Ella me pertenecía y
era todo.
Pero ella se fue con una pareja de ancianos,
que no conocía. Me desesperé. ¿Qué hacer para
verla nuevamente? Ella no me prestaba atención,
tal vez solamente en el último momento cuando
su mirada se encontró con la mía. ¿Qué significa-
ba toda esa mirada? ¿Tratará de verme nueva-
mente?... tal vez... de todos modos yo no me preo-
cupaba por lo que ella pudiera pensar. Había de-
cidido dirigir sus pensamientos porque estaba
seguro que . ella me pertenecía para siempre.
Que ella no estuviera de acuerdo, no habría sido
más que un desafío pintoresco.
No sabía más que su nombre y le encargué a
mi profesor de canto que la encuentre. Esta his-
toria lo divertía prodigiosamente y me decía: ' .\sí,
usted se está humanizando". No comprendía que
era lo que podía encontrar de humano en mí y es-
tuve un poco contrariado. Pero él no quiso expli-
carse.
Sus prácticas fueron largas y yo debí tran-
quilizarme trabajando con un cuidado duplica-
do. Fue durante estos días que lancé al mercado

79
(casi lo podría decir) el programa que habría per-
mitido a los católicos ser aceptados por los pro-
testantes. Hasta ese momento los católicos ha-
bían esperado demasiado por el regreso del pro-
testantismo hacia la casa madre. Era hora de
que pierdan su arrogancia. La caridad les obli-
gaba y cuando la caridad está en juego, yo pre-
tendía mientras reía entre dientes, que nada
malo podía suceder. Yo profetizaba con seguri-
dad para que esto se repita en este tono, la su-
presión del latín, de los ornamentos sacerdo-
tales, de las estatuas y de las imágenes, de
los clérigos, de los reclinatorios (para que no
pudieran arrodillarse). Hice una campaña muy
activa para suprimir la señal de la Cruz. Esta se-
ñal no es practicada más que en las Iglesias Ro-
manas y Griegas.
Ya es tiempo en que se den cuenta que ellos
ofenden a los demás que tienen la misma cali-
dad y santidad como ellos. Esta señal, como tam-
bién las genuflexiones, son costumbres ridícu-
las.
Profetizaba igualmente, y solamente estamos
en 1940, el abandono de los altares, substituidos
por una mesa completamente vacía, y el abando-
no de los crucifijos con la finalidad de que Cris-
to fuera considerado como un hombre y no como
Dios.

80
Insistía en que la Misa no sea más que una ,:.:....
comida comunitaria donde todos estaban invi-
tados, también los incrédulos. Y llegué a hacer
esta profecía: el bautismo para el hombre mo-
derno se -ha convertido en una ceremonia ridí-
culamente mágica. Ya sea por inmersión o no, el
bautismo debía ser abandonado en favor de una
religión adulta.
Buscaba el medio para suprimir al Papa, pero
no logré nunca encontrar ninguna posibilidad.
Hasta que no fuera probado que el juego de pa-
labras de Cristo: "Tú eres Pedro y sobre esta pie-
dra edificaré mi Iglesia", fue inventado por un
romano lleno de celo,·(y por lo demás, ¡cómo pro-
barlo! No era suficiente que esto sea posible) un
Papa estará siempre en el poder. Me consolaba
esperando que llegaremos a hacerlo antipático.
Lo importante es gritar contra él cada vez que. _ .. _
hace algo nuevo, así también cuando nos re-
cuerda lo antiguo, demasiado duro para soportar.
Además todo esto que es permitido por los pro-
testantes, aunque sea en una sola secta, debe ser
autorizado por los católicos. Por ejemplo el ca-
sarse nuevamente entre divorciados, la poliga-
mia, la eutanasia...
La [glesia universal, debiendo acoger a todas
las religiones y también a los filósofos mis ere-

Bl
yentes, urgentemente debía renunciar a todo el
decoro de las iglesias cristianas. Invitaba pues a
hacer un inmenso "barrido". Todo lo que invita al
corazón y al espíritu a dar culto al Dios invisible
debía ser suprimido sin piedad. No crean que yo
ignoré, como ciertas personas que no menciono,
· el poder de los gestos y de todo lo que habla a los
sentidos.
Un espíritu que apenas es reflexivo habría vis-
to que yo suprimía todo lo que es amable en una
religión que para otros es suficientemente es-
tricta. Pero dejar la severidad era una gran astu-
cia.
Yo insinuaba en secreto que este Dios cruel
podía ser una invención humana. ¡¡¡Un Dios que
había enviado a su único Hijo a hacerse crucifi-
car!!! Pero debía poner atención para que mi odio
no se dejara entrever en mis escritos. Convenía
ganar dulzura, y ¿cómo?, con disgusto.
Mientras me embriagaba en estas órdenes y
profecías, mi profesor de canto me llamó por te-
léfono. El la había encontrado y me invitaba esa
misma noche al concierto donde la habría visto
nuevamente. Por suerte pude obtener fácilmen-
te la autorización para salir. Yo tenía una bella
voz y la gente de Iglesia siempre ha tratado bien
a los músicos:..

82
Yo la vi nuevamente... estaba más bella que
la primera vez. Tan bella... tan bella... ¿cómo no
convertirse en un loco?... Ella aceptó venir a to-
mar una taza·de té el sábado siguiente donde mi
profesor de canto. Yo le había dicho que vivía en
un centro universitario. Mi profesor de cantQ se
llamaba Aquiles y me pidió, mientras esperába-
mos a "cabello negro" que lo llame "tío Aquiles".
Comprendí que con esto quería darme la ilusión
de tener una familia. Le fui grato, pero muy po-
co reconocido, porque su actitud me hacía ver
que pensaba seriamente en el matrimonio. ¿Có-
mo podía tener pensamientos tan absurdos?...
Pues, él comprendía en mí la ausencia de voca-
ción sacerdotal, pero no había adivinado la se-
riedad de mi vocación socialista.
Reflexionando, vi en esta incomprensión el
signo de mi fuerza de carácter y de la calidad de
mi juego. Esto solamente podía facilitar mi plan.
Para ser un verdadero y grande hombre es muy
vent?.joso parecer medio o completamente ador-
milado. Aquellos que se enorgullecen delante
de las multitudes no son los que tiran las verda-
deras redes.
"Cabello negro" pareció que estaba muy a
gusto en la casa del tío Aquiles. Yo mostraba to-
do lo mejor de mi temperamento eslavo. Nadie
me había ensenado aquel juego, pero constaté
, .

1
.
.

que es instintivo. Y. debo decir que tuve· una;


graff aceptación. La mujer de mis sueños vestía
ese día un vestido azul muy simple y solo tenía .;
una joya: una gran medalla de la Virgen, llama- .:
da Medalla Milagrosa. Mis ojos fijaban conti- ,,
nuamente este objeto y· se quemaban. Habría
querido arrancársela y botarla por la ventana.

..
84
CAPITULO 9

EN EL QUE UN CELO ANTI-·.


RELIGIOSO QUERIA ARRAS-
TRAR A SU PROPIO TERRE-
NO A "CABELLO NEGRO".

j
¡
1
l ,
1

1
1
ij
·-i
1
Debí darme por vencido a la evidencia, estaba i
simplemente enamorado por primera vez; ena-
morado como un pobrecito cuya inteligencia no
domina sus instintos. No encontré sino solo un
remedio: un celo cada vez mayor para defender y
hacer avanzar la gran causa del proletariado.
Es en esta época que lancé mi gran campaña
del diálogo bíblico. Se trataba de empujar a los
católicos a una lectura asidua y reflexiva de la
Palabra de Dios, insistiendo sobre el libre exa-
men practicado durante cuatro siglos por los
protestantes. Yo demostraba que esta libertad
nos daría algunas generaciones de seres verda-
deramente adultos y maestros de sus propios
caminos. Con este medio muy piadoso, incitaba
a los católicos a intervenir en el juego papista y
a los protestantes a convertirse en maestros de
las nuevas generaciones.
Dando a los protestantes esta posición domi-
nante debía también debilitarlos, sin que su or-
gullo disminuya naturalmente por la emulación·
entre las diversas sectas. En este ejercicio los :
católicos no pudieron ejercitar más que la parte --.! 1
de árbitros porque estaban únicamente preocu-
pados por el deseo de reformarse. Fue un juego
de muchachos poder persuadirlos que debían al
mismo tiempo regresar a las fuentes y también
actuar una modernización estrepitosa.

86
'.la Sugería que el cuidado para darnos, nuevas ·
a- traducciones en todos los idiomas de la Biblia
10 en estilo moderno, no debía detenerse. Y así pu-
m de constatar una viva emulación. Naturalmente
y no hablé del problema financiero, ya que el nú-
mero de las nuevas traducciones permitió cons-
tatar que este aspecto no fue considerado por
a
los hombres de la Iglesia.
,s
a La modernización de la Palabra de Dios per-
l- mitió atenuar la intransigencia. Y esto se hacía
s del modo natural. Cada vez que una palabra pa-
:1 recía tener un uso poco corriente y podía ser in-
comprendida, se la sustituía con una mucho
más simple... entendiéndose que cambiaba el
sentido profundo. ¿Cómo podía lamentarme?
Estas nuevas traducciones facilitaron además
los diálogos bíblicos en los cuales yo tenía gran-
des esperanzas.
Ya que estos diálogos debían servir para en-
viar a los hombres de la Iglesia al exterior, a otros
lugares, no importa dónde, para dejar a los lai-
cos la libertad de mostrarse finalmente adultos.
· Yo incentivaba los encuentros bíblicos inter-
confesionales y en realidad esta era mi meta. De
tal forma habría podido pasar el examen del Co-
. rán y de cualquier otro libro oriental.

87
..
"
Para olvidar a "cabello negro" yo mismo pre-
paraba algunas charlas sobre diálogos bíblicos
subrayando los diferentes aspectos de algunos
problemas claves. Uno de mis diálogos preferi-
dos se refería al Papa, este personaje era en
realidad un obstáculo para mí. Cuando digo
"este personaje" también quiero decir los textos
sobre los cuales él se apoya. Estos textos son
muy inoportunos para mí como lo son también
para los cristianos separados (como así dicen).
Estoy muy reconocido con aquel que ha pen-
sado que el verbo "prevalecer" ha llegado a ser
incomprensible para el hombre moderno y lo ha
sustituido con el verbo "poder". Así, en lugar de:
"Las puertas del infierno no prevalecerán contra
la Iglesia", él ha escrito: "Las puertas del infier-
no no podrán hacer nada en contra de ella"... Es-
to facilitaba enormemente mis reuniones sobre
los diálogos bíblicos, por lo menos en los países
francófonos. Cada uno se da cuenta rápidamen-
te que esta profecía que pretende que el infierno
no puede hacer nada en contra de la Iglesia, es
absolutamente falsa, y cada uno respira, y así se
destruye esta creencia secular de una divina
protección que en definitiva suprimiría siempre
los esfuerzos de los católicos (sobreentendido,
jamás los de los herejes).
Amo mucho lanzar mis diálogos en el laberin-

88
to del Antiguo Testamento. El Génesis por sí mis-
mo es suficiente para enloquecer a un hombre ho-·
nesto. Mientras más envejezco, más constato
que solo la Fe del carbonero y la del niño pueden
sobrevivir en un mundo en que la inteligencia
tiene la supremacía en todo. Y también me sien-
to autorizado para preguntar: ¿todavía existen
carboneros? y sobre todo ¿existen todavía niños?
Parece que hoy la infancia se murió al nacer, por
lo menos en la raza blanca, y está. reemplazada
por pequeños adultos, muy inquietantes, debo
decir. No sé si debo alegrarme. Que la Fe se pier-
da está bien, pero la mía gana algo? Algunos
puntos interrogativos...
Poco después del tercer encuentro con "cabe-
llo negron, Francia, su patria, fue invadida por
soldados de Hitler, y parece que solamente opu-
so una ficticia resistencia.
En esta ocasión escribí una bellísima carta a
mi orgullosa amiga, tratando de consolarla. Ella
aceptó dar un paseo en el campo conmigo. Ella
tenía un carro que le había prestado su tío.
Pues, habitaba en la casa de un hermano det pa-
dre, pero toda su familia se había quedado en
Francia en la zona ocupada. ¡Habría querido re-.
gresar, reflejo humano que me encantaba, ama-
ba este corajé y esta necesidad de superación!
¡Cuánto habría querido hacerla mi colabora.dora!

89
Pero no me atrevía a afrontar el problema de
la Fe y ni siquiera problemas políticos. La meda-
lla que todavía la llevaba en este cuarh;> encuen-
tro, ponía un mundo entre nosotros dos.
Mientras tomábamos el té en un grandioso
lugar, que parecía que estaba reservado para los
enamorados, una pareja nos hizo un ligero ges-
to de amistad, discreto,. pero que me llenó de in-
quietud. El hombre era el hermano de un condis-
cípulo mío; había sido invitado por su familia y
me conocía bien. ¿Cómo habría podido olvidarse
que era seminarista? No lo podía creer. La joven
que lo acompañaba era una prima de "cabello
negro".
Me sentí furioso y mi amiga se dio cuenta. Me
quiso presentar.a la tía y a su tío para que pudie-
ra ir tranquilamente a visitarla en la casa, o aún
mejor, donde ellos. Sentía deseos de preguntar:
"¿Con qué título? ¿Novio?". ¿Cómo podía decirle
que la quería sólo para mí, pero que nunca me
habría casado con ella? No, yo estaba clavado en
el celibato católico para salvar la causa del pro-
letariado.
Si ella hubiera podido comprender mi ideal,
habría sido maravilloso, pero no me atrevía ni
siquiera a enfocar el problema. Pero habría po-
dido ir donde ella .a visitarla. Habría sido sufi-
ciente que ella aceptara esta· parte (escondida)

90
de en la sombra.
la- Comprendió que no estaba entusiasta con la
n- idea de ser presentado en familia y sospechó. Es-
ta no fue una pelea, pero el primer y grave ma-
:o lentendido.
IS
No era lo suficientemente rico como para arren-
;-
dar un departamento y ni siquiera un estudio. El
1-
partido nunca ha admitido el despilfarro, esto es
:-
un grave defecto burgués. Aquel día faltó poco
{
para que nos separáramos fríamente. Los dos sen-
tíamos que fuerzas desconocidas se unían para
contrastar nuestro amor. Y no era necesario ha- .
blar para advertirlo.
Además me preguntaba si ella no estaba em-
pujada únicamente, como muchas otras jóvenes,
por el deseo de casarse. Deseo legítimo, eviden-
temente y que no lo habría reprobado, pero en
este caso, era un deseo muy funesto.
Le dije adiós con una ligera frialdad y sin ha-
ber hablado del próximo encuentro. Ella me res-
pondió con un pequeño temblor, luego se alejó,
lentamente. Me quedé sin moverme; los ojos fi-
jos en su cuello blan o que se curvaba con el pe-
so de los cabellos que eran demasiado pesados
y también con pensamientos demasiado tristes.

Ya que me había quedado inmóvil, ella se gi-


ró y me miró. Una docena de metros nos sepa-

91
raba, entonces vi esta maravilla: ella regresó...
muy lentamente, los ojos en mis ojos, ella regre-
saba, ella regresaba a mí...
Cuando estuvo muy cerca de mí, levantó len-
tamente sus manos, las puso en mis hombros.
Continuaba mirándome y yo no me movía. En-
tonces ella continuó su gesto acercando sus la-
bios a mis labios. Era la primera vez que besa-
ba a una mujer.

92
isó..:· p-.,..,_,fT,o>.,t1:;..,., ,.,.,,,,•.,. ,,,.1n,..-,'L'I CAPITULO 10
:gre-

len-
ros.
En-
la-
sa-

EN EL QUE UNA SIMPLE


MEDALLA SE PERMITE
TOMAR PARTE COMO SI
TUVIERA ALGUN DERECHO
SOBRE LAS PERSONAS QUE
ENCUENTRA.
Por suerte había alquilado una casilla postal
desde el inicio y el tío Aquiles tenía la llave.
Una casilla postal es muy útil para esconder la
dirección sin delatar. Algunos días después de
este beso, del que el recuerdo me despertaba to-
das las noches, recibí una carta maravillosa de
"cabello negro". Ella me decía: "para que yo pue-
da continuar seriamente con la pintura, mi tío
ha arrendado un pequeño estudio para mí. Lo
espero el sábado para tomar el té".
Desde aquel momento abandoné el canto pa-
ra pasar todos los sábados por la tarde en el es-
tudio. Mi amiga me hizo un retrato. Debo decir
que tenía un gran talento y me enorgullecía por
el modo magistral con el cual había representa-
do mi personalidad.
Por medio de este retrato yo veía mejor lo
que significaba para ella. Sin mentir, para ella
yo era el príncipe encantado. Era mucho más
conquistador, mucho más viril, tal vez con una
punta secreta de crueldad.
Le pregunté como veía mi carácter y si real-
mente suponía que yo tenía defectos secretos
muy inquietantes. Ella pareció indignada. Yo le
dije: "Pero este retrato revela un espíritu con-
quistador, orgulloso y también con una punta
secreta de crueldad". Pareció confundida y me
dijo que tenía demasiada fantasía y que por el

94
contrario había querido representar lo que yo
era para ella, es decir el hombre ideal... y ¿cuán-
do el hombre ideal puede tener defectos secre-
tos? Le pregunté entonces cuales eran mis de-
fectos aparentes, ya que no tenía ninguno se-
creto. Me respondió con sorpresa que tenía un
cierto gusto por aislarme.
Para hacerme perdonar le aseguré que está
era la pura verdad, que ella estaba siempre con-
migo en mi aislamiento. Me respondió que no lo
dudaba pero que era una presencia que yo solo
podía coger, que a ella le afectaba como una au-
sencia. ¿Cómo conciliar mi deseo de tenerla to-
da para mí y no poder ser completamente suyo?
Me preguntó qué obstáculo me impedía estar
disponible. Me detuve un momento y luego ju-
gándome el todo por el todo le mostré la meda-
lla que ella llevaba en el cuello. Me miró con un
profundo estupor. ¿No tiene Fe?, me preguntó
simplemente. Yo dije: "Non sin otro comentario.
Ella me rogó que le explique qué efecto me pro-
ducía la medalla. Yo respondí: "Es un obstáculo
ya que repr enta algo que nosotros nunca po-
dremos amar juntos.. . Ya que ella reflexionaba
yo insistí diciendo: ''A.demás esto tiene el aire de
interponerse a propósito entre nosotros para.
1
. que no podamos ser el uno del otro..'.'.. Entonces
ella se quitó la medalla y me -la extendió.

95
. º l i;
,: ,,
Me la puse en el bolsillo. Pienso que era de
oro. Yo ·habría querido hacerla fundir para otra i::
cosa, pero esto era imposible. Con este gesto ell·a (
había unido nuestros destinos de modo extraño. ·
Ella tuvo la delicadeza de no preguntarme que···'
habría hecho de esta medalla.
Los días siguientes tuve inquietudes con res-
pecto a este punto. Tuve la tentación de infor-
marme sobre este objeto que era llamado "mila-
grosa", no porque pudiera creer que este ador-
no tuviera la facultad de hacer milagros. Según
yo nadie hace milagros. Aquellos que se cuen-
tan o son inventados o se los explicará científi-
camente más tarde.
Sin embargo leí que esta medalla era renom-
brada por haber reconducido a la Fe a los incré-
dulos. No creía en realidad este hecho, ni siquie-
ra en una posibilidad, pero temía que mi tierna
amiga tuviera esta esperanza en el corazón y es-
to destruía para mí el gesto de darme y de sacri-
ficarme la medalla.
En este nuevo punto de vista·, ella no habría
hecho ningún saérificio, sino por el contrario. Es-
taba asombrado ¿hasta este punto? ¿No era estu-
pidez el estar atormentado por este hecho?
Algunos meses después, mientras estábamos
doblegados sobre sus últimos trabajos, delante

96 ,'',•'";º.
e de un fuego de leña que favorecía el relajamien-
·a
to, yo le expuse dulcemente la·cuestión. ¿No me
a había dado la medalla con la esperanza de con-
).
vertirme y no era esto lo contrario a un sacrifi-
e
cio?
Ella se apretó entre mis brazos y me respon-
dió: "No miento jamás, ciertamente quiero que la
medalla obre su conversión. Se lo pido día y no-
che, y también algunas veces durante el día, tal
vez cada cuarto de hora, mi querido.. . No supe
qué responder. No temía nada de esta medalla y
de estas oraciones, para mí era una niñería; pe-
ro yo sufría corno si fuera una derrota, porque
por mi parte, quería_ con todas mis fuerzas, y sin
medalla, tenerla como colaboradora.
¿Había una guerra entre nosotros? Mientras
más reflexionaba, más veía que la lógica quiere
que el hombre sea vencedor, por lo menos en un
amor tan fuerte y cálido como el nuestro. Pero no
dije nada parecido. Además sabía que ella no ha-
bría sido mía hasta que pensara como yo. No por
orgullo, sino porque habría debido explicarle el
porqué no habría debido casarme con ella. Si
ella hubiera tenido mis ideas y si hubiera queri-
do ayudarme en mi misión, pienso que habría
aceptado vivir maritalmente y muy secretamen-
te-conmigo. Además de que no habría podido ca-
sarme jamás, era necesario que yo {fuera creído)

97
.'.,¡·
-

apareciera del todo casto. .:,.·.;

Una noche de invierno, cerrando la cortina ··


mientras ella servía el té, me pareció que me pin- t
chaba con un prendedor olvidado en el lazo de la ,.
cortina.
Miré más de cerca, se trataba de una peque-
ña medalla, de metal blanco, creo, cuyo anillo un
poco ordinario tenía un defecto y pinchaba Era
la misma medalla mucho más pequeña. Enton-
ces me viré y ella me miró. Había comprendido.
"¿También las cortinas tienen necesidad de ser
convertidas?", le dije con amargura ·No sea ma-
lo ni absurdo• me contestó. -"Es porque no soy
absurdo que,quisiera comprender_ lo que espe-
ras de este talismán". Ella se ofendió y se sonro-
jó. "No es un talismán". -·¿Entonces, qué esr
-"Un acto de Fe": -"Fe en qué". -"No en qué, sino
en Quien... en Ella, la Madre de Jesucristo·. (Si
pongo mayúsculas es porque ella hablaba como
si lo hiciera con mayúsculas).
No quise ir más allá de esta inútil discusión.
Callé. Ella prosiguió con una voz muy baja: "No
se necesita creer que el metal o la madera o la
carta, tengan la mínima importanciá.. Sé que es
este el aspecto del problema que lo irrita. Pues
una medalla no es sino un modo simple para ex-
teriorizar la Fe y no sólo para exteriorizarla si- ·
no para aumentarla. Tener siempre esta medalla

98
conmigo, como también en la casa donde traba-
jo, me invita a orar a Aquella que me dio a Jesu-
cristo".
Así, ella no me había sacrificado su medalla,
poseía otras. En este punto no sé qué cosa me
impidió violarla. Ella no sabrá nunca por cual
riesgo hél pasado. Hubo un largo silencio. Yo
temblaba de enervamiento. Habría querido gri-
tar mi odio. Dije solamente: "Es mía y no puedo
soportar que ame a otra cosa más que a mí".
-"¡Cuán extraño es! No hay ninguna relación po-
sible. Todo lo que es religioso está dentro de un
dominio muy diferente, no es caso de corazón o
de inteligencia". -"Entonces ¿qué es?" -"El in-
menso dominio de lo sobrenatural". -"No conoz-
co". -"Lo dudo", dijo ella con su sonrisa a la cual
no pude resistir.
¿Ella está consciente de dominarme con su
sonrisa? En ciertos momentos me parece que no
hay ninguna otra cosa que esta singular empre-
sa. Su sonrisa es lenta, se tiene tiempo para ver-
la llegar, los labios se cierran con mucha dulzu-
ra y con tanta lentitud que cada vez uno se pre-
gunta si en realidad llegará hasta el final. Cuan-
do la luz de los dientes aparece, uno se siente
muy alegre y en lo que se refiere a mí no hago
más que abandonarme al beneficio de toda esta
luminosa ternura, Es lo que hice en ese momen-

99
to en el cual tenía necesidad de un consuelo
tranquilizador.
Entonces, ella me preguntó algo muy extra-
ño. Me dijo: "¿Por qué no quiere casarse conmi-
go?". Yo nunca había dicho que no lo quería ha-
cer, pero "cabello negro" parecía poseer un don
con el cual podía adivinar; un don que algunas
veces me daba miedo. ¿Qué es lo que ella sabía
de mí? Yo le respondí: "Yo no deseo casarme, pe-
. ro no puedo decirle el porqué". Ella dio un pe-
queño suspiro y me dijo: "¿Es porque yo creo en
Dios?".
Las mujeres son extrañas, pueden pasar de
la puerilidad a la adivinación. Mi madre era así.
Yo le respondí: "Una pareja tiene que tener los
mismos amores, es este el mayor defecto, el ma-
yor obstáculo". Ella me sonrió de nuevo dicién-
dome: "Yo no amaré a nadie más que a usted".

100
., ·CAPITU.LO 11

EN EL QUE EL TRABAJO
DESTRUCTOR PARECE· QUE
HACE. GRANDES PROGRE-
SOS AUN ENFRENTANDO-
SE A OBSTACULOS RIDICU-
LAMENTE PUERILES.
En esta época di prueba de una gran energía
para destruir el culto mariano. Insistía mucho
en la pena que los católicos y los ortodoxos dan
a los protestantes por su múltiple devoción por
la Virgen María.
Hice notar qúe mientras más los queridos
hermanos separados eran más lógicos y más sa-
bios. Estas criaturas humanas, de las cuales no
sabemos casi nada, son de alguna forma, más po-
derosas que Dios, (o por lo menos más gentiles).
En esta ocasión yo tomé la defensa de los de-
rechos de Dios, divirtiéndome mucho. Puse en
evidencia el hecho de que muchos protestantes
creen que María haya tenido otros hijos des-
pués de Jesús. ¿Creen ellos en la virginidad de
María después del nacimiento del primer hijo?
Esto es difícil decirlo. Por lo demás, en todo, es
difícil determinar las creencias exactas de estos
cristianos. Pues cada uno cree en lo que quiere.
Además es relativamente fácil saber que se de-
testan. Instigaba por lo tanto que supriman al
Rosario y a las numerosas fiestas destinadas a
María. Mi libro de Misa tenía más de veinte y
cinco. Se puede todavía agregar ciertas fiestas
· regionales. Sin hablar de la destrucción total de
las medallas, imá,genes y estatuas. Mucho tra-
bajo en prospectiva pero valía la pena.
Sin embargo aún no sabía como habría podi-

102
do suprimir a Lourdes... Fátima... y cualquier.
otro lugar de menor importancia. Lo que se re-
fiere a l.ourdes es terriblemente aburrido. Esta
es una verdadera plaga en el corazón de los pro-
testan tes. Nunca, en la Iglesia universal, esto se
podría suplantar sólidamente puesto que este
lugar de peregrinaje atrae a millones de indivi-
duos de todas las razas cada·año.
Hice hacer un estudio especial del.fenómeno
de Lourdes, pero este largo trabajo no me sirvió
de {llUcho.. Apenas pude constatar que había
una seria diferencia con los primeros testimo-
nios. El uno hablaba de Bernardita, desmayada
y perseguida por la aparición, hasta el lugar
donde descansaba, al molino, si mi memoria es
buena. La joven misma no lo reconocía. Se ha-
bria podido decir que ella había olvidado, pero
esto no era demasiado serio. Yo detestaba una
propaganda llena de mentiras. Sé muy bien que
la mentira es admitida en el partido, cuando es-
tá en juego una razón más fuerte, pero por mi
parte prefiero la dignidad. Me siento más fuerte
y siento que supero·en mi partido a aquellos
que han usado la mentira y creo que siempre es
posible arreglárselas sin jugar con la verdad. Es .
necesario saber interpretar el aspecto útil de to-
da verdad.
Así puedo decir que mi misión se articula ínte-
gramente bajo esta enseñanza de Qisto: ''.t\.mense
los unos a los otros". Simplemente yo dirigía las
miradas caritativas de toda la Iglesia a los cris-
tianos, llamados herejes. Escuchándome, ellos
desobedecían a los Apóstoles, pero generalmen-
te no tenían conocimiento.
Había otra dificultad para des.tronar a María;
convenía suprimir la Navidad. Ahora la Navidad
ha llegado a ser una fiesta de alegría para todos
los creyentes. Estas personas no sabrían expli-
carse el porqué ni el cómo. Solamente se nece-
sita constatar que la paz y la alegría son bienes
muy deseados.
Por lo demás es onsolador notar que si Jesús
de Nazaret no es Hijo de Dios, su Madre ya no
tiene ninguna impórtancia. No vale ni siquiera la
pena conocer su nombre. Y para quien quisiera
continuar admirando,. con justa razón, a la ma-
yor parte de la enseñanza moral de Jesús (aquel
al que yo lo creo un revolucionario) llega a ser ri-
dículo venerar la infancia de este Jesús. ¿Qué es
este pequeño niño que ha nacido en un pesebre?
¿Qué cosa puede cambiar? .
Se debe precisar que si los cristianos protes- .
tantes no creen generalmente en el nacimientó
virginal del profeta Jesús, setecientos millones
de musulmanes han adoptado este dogma como
intermediario de su Corán. Lo que, y que esto se
lo diga pensando, obliga a la mitad de la huma-

104
nidad a venerar a esta joven mujer... es muy cu-
s rioso... Pero lo más curioso es que los musulma-
:- nes no aceptan a Jesús sino como un profeta, y
s un profeta menor de su Mahoma, él, que nació
de manera normal. La extravagancia humana no
tiene límites.
Todo esto refuerza mi convicción de que ne-
gar la virginidad de María es el medio más se-
guro para transformar a los cristianos como dis-
cípulos de un hombre, que no sería para nada
un Dios.
¿Quién no ve lo útil que es, antes de matar a
Dios, matar a Jesús de Nazaret? Los Evangelios y
las epístolas, y finalmente todo el Nuevo Testa-
mento, se convierten en palabra del hombre y,
que quede claro,·cada uno puede pretender lo
que quiere, criticar lo que no le gusta y negar lo
que es exagerado... Esto conviene obtener...
Si en el Oriente los iconos representan la
principal devoción por María y hoy, en toda Ru-
sia, escondidas o destruidas, en Occidente el Ro-
sario es muy popular. A esta devoción que hon-
ra a quince llamados misterios, se la debe des-
truir con absoluta energía. Esta devoción por sí
sola sería capaz de mantener y propagar la Fe en
un Dios-trino. Así como por todo lo demás, será
necesario dar una mala información a aquellos
que rezan el Rosario.

105
,;;,
yj

Este es el resumen de las órdenes que lanza- "q


ba en el mundo entero en la época en que, en mi
dormitorio de seminarista, había colocado la Me-
dalla llamad Milagrosa, que venía a simbolizar
el retrato de aguella con la que nunca habría po-
dido casarme. Cada uno habría podido pensar
que yo pedía un milagro, mientras quería forta-
lecerme en mi odio que ya no era pequeño.
El siguiente sábado, "cabello negro" no pudo
recibirme, había partido en un peregrinaje ma-
riano. Mi rabia igualaba solamente mi irrisión,
porque seguramente la pobrecita quería mi con-
versión. Fui a cultivar mi·voz que había dejado
de lado en estas últimas semanas. Mi amigó Aqui-
les estuvo contento. Yo no pude impedirme de
contarle la historia de la Medalla.
Estuve sorprendido por su respuesta. El me
dijo: 'í\tención, todo lo que se dice de esta Meda-
lla es verdad. Si la tiene en su dormitorio, está
en peligro". Le pregunté si tenía fiebre. El dijo
· que no, pero que solamente la visita de aquella
Medalla lo habría enfermado, y que él no sopor-
taría nunca la presencia sin enloquecerse.
El corazón humano es un abismo incompren-
sible. Que mi viejo profesor, ardiente comunista,
pueda tener dichas suposiciones me dejó muy
inquieto. Por primera vez en mi vida dudé de
mis logros en mi misión. Me sentí muy infeliz y

106
comprendí entonces que mi trabajo era:mi única
razón de vivir, mi único amor. Lo sabía teórica-·
mente, en aquel día lo comprendí en el sufrimien-
to de mi espíritu inquieto por la estupidez del co-
razón hÚniano. · · ·· · ' ··
Yo quise discutir, pero fue en vano. Aquiles
me respondió: "Yo no creo en nada, ni en Dios ni
en el diablo, aún menos en la Virgen María, pe-
ro tengo miedo de esta Medalla, es todo".
"¿Pero, usted cree que me pueda convertir?",
grité agitándolo por los hombros. El me dijo: "Se-
guro, más bien no, tengo miedo, es todo". -"¿Pe-
ro no ve la estupidez de este miedo? No ve que
sería más honorable para usted vencer este mie-
do infantil poniendo esta Medalla en evidencia
en su casa?". El no respondió, y yo insistía. Con
cansancio me dijo: "Hablemos de otra cosa".
-"No, quiero llegar al punto central de este pro-
blema, porque es el futuro de la humanidad que 'J
está en juego, en lo que usted no cree que sea
solamente una puerilidad. ¿En qué se converti-
rían los comunistas si, como usted, se aterroriza-
ran secretamente por un icono o por una Meda-
lla? Reflexione".
El no quiso reflexionar. Tenía que hacerlo en
su lugar. Ya que para mí será siempre imposi-
ble, quedanne impasible delante de una derro-
ta, todas las dificultades me excitan y me bene-

. ·· :. . . ··.. ·=--·-· ' . .


107
-· !
fician. Ante su obstinación, salí dando un golpe ·
a la puerta, pero sabía muy bien lo que debía
hacer.
1
El siguiente sábado, antes de ir donde "cabe:-
llo negro" pasé por casa de Aquiles con un mar-
tillo, un clavo, la Medalla y su cadena.
Sin permitirle discutir, fui a su dormitorio, pu-
se el clavo sobre su cama, en lugar del crucifijo,
y coloqué la Medalla Milagrosa.
El sábado sucesivo, Aquiles se había transfe-
rido y nunca más supe de él. Esta pérdida fue
grave para mis actividades, por lo menos hasta
que Aquiles no fuera sustituido.
-·/ Partiendo me había enviado nuevamente la Me-
dalla como también la llave de la casilla postal.

108
-V\IH'?".J,;·: : .,:- :,;.•.•-:.. ; ·.;;;,,·, CAPITULO 12

EN EL QUE SE TRA_TA DEL CA-


TECISMO PARA EL AÑO 2000
Y DE UN F,STUDIANTE PO- ·
. BRE PERO LLENO DE CELO.
.
·,:.
En ,ese año trabajaba con ardor en la compo- '
sición de un nuevo catecismo, que habría sido
muy útil para la Iglesia Universal, tal y como ·
quería verla, establecida en el mundo entero.
Plasmar el espíritu de los jovencitos es una
necesidad vital para que cada doctrina se respe-
te. Enseñar el ateísmo desde la infancia es im-
portante, porque la parte misteriosa de las doc-
trinas religiosas deja una cierta nostalgia, salvo
para los seres superiores entre los cuales estoy
yo. Pero no sería honesto por mi parte negar
que muchos ateos no son sinceros consigo mis-
mos. Nadie siente gusto de confesar la propia
debilidad, por lo tanto conviene adecuarse pára
no serlo jamás..Además los más fuertes deben
dar a los débiles, que son la mayoría, un encua-
dramiento sólido que no permita que se caigan.
Frente a la doctrina religiosa, es de sabios
considerar a cada hombre como un minusváli-
do, por lo menos hasta el final del siglo XX. Es
muy razonable esperar la curación para el año
2000.
Un cierto número de palabras se debe supri-
mir del diccionario humano y el método más efi-
caz es asegurarse que los jóvenes nunca escu-
chen estas palabras. Es por esto que es mucho
más útil componer un nuevo catecismo antes
que simplemente suprimir toda la enseñanza

110
religiosa. No, esto no será posible si no en dos o
tres generaciones. Por el momento conviene jµ-
gar con el fenómeno "Iglesia". Asamblea de her-
manos amigos en todo el mundo. Este catecis-
mo será el que reemplazará la antigua caridad
cristiana con esta amistad. La palabra "caridad"
será absolutamente sustituida por la palabra
"amor" que permite tener los pies en la tierra y
jugar; sin darse a conocer, toda clase de juegos
ambiguos.
Debo decir que siempre tengo y continúo te-
niendo, un gran respeto por el poder subterrá-
neo y subyugante, por los juegos de ambigüe-
dad, cuando están en las manos dignas de ellos.
Mientras preparaba este nuevo catecismo,
. anotaba todo lo que debe ser modificado y supri-
mido en la enseñanza actual, y tenía el gran de-
seo de que "cabello negro" participe de mis con-
vicciones. Fue ella la que me facilitó la cosa, des-
cribiéndome su peregrinaje y los... "milagros he-
chos por la Santísima Virgen".
Yo le explicaba que todos estos fenómenos
religiosos, cualquiera que fueran, eran el fruto
de la propia creación. Ella negó con vehemen-
cia. Yo insistí "todo aquello que no se puede ver,
. ni sentir, es el resultado de su creación y no veo
por qué esto la irrite". "Usted no lo ve, porque
no sabe que toda mi Fe me ha sido revelada y

111
·I viene del Cielo. Habría sido completamente inca-,
paz de inventar todo esto". -"Es verdad que usted
no lo ha inventado, pero usted imita a sus ante-
pasados, es todo". "No-me respondió- es más que
una imitación".
Con calma le expliqué que, por ejemplo, su
creencia en la presencia real de Jesucristo en la
Eucaristía, obra esta presencia a medida de la
fuerza que anima su Fe, pero para aquel que no
cree nada, no existe nada. Ella no quería admi-
tirlo pero a pesar de todo, esto era importante
para mí que, siguiendo el ejemplo de los protes-
tantes, se embarcara en esto. El fin real que le
es,;ondía éon gran esmero era la abolición de la
Fe, pero era necesario que pase por este estadio
intermedio.
Le demostraba por medio de los evangelios y,
especialmente, por·las curaciones que hizo Cris-
to, donde la Fe de los enfermos se exige siem-
pre, que esta es la obra de curación. Pero ella
era terca como un niño, pretendiendo que Cris-
to había querido despertar la Fe siendo ésta el
más grande bAneficio, más que la curación cor-
poral.
Le expliqué que nada de esto que es religio-
so existe fuera de la Fe creadora y que por lo
tanto es absurdo bautizar a los recién nacidos,
ya que convenía esperar la maybría de edad y

112
que también el Bautismo, 1:1n día, habría sido su-
primido corno la-acción mágica de un pasado pue-
ril.
·Ella se puso a llorar y me dijo que habríamos
debido terminar con nuestros encuentros por un
cierto tiempo. Yo estaba completamente de acuer-
do porque tenía much9 que hacer y además p n:-
saba que una separación habría podido hacerla
más dócil porque las mujeres soportan menos
que nosotros los disgustos. En cuanto a mí, ella
me importaba mucho y estaba orgulloso de pro-
bar mi fuerza.
Obtuve el permiso para asistir a dos cursos
universitarios, lo que me permitió navegar en es-:-
te ambiente, sin revelar mi posición de semina-
rista. El director me autorizó a vestirme de civil
cada vez que lo crea necesarió. Parecía que ad-
mitía que la sotana era un anacronismo.
Nos comprendíamos inmediatamente, sabien-
do bien que el Sacerdote moderno será diferen-
te de sus predecesores. Es una banalidad repe-
tir que con\!iene saber caminar con el propio
tiempo. Por mi parte juzgaba a la Iglesia un po-
co retrógada. Me parecía fácil probar que des-
pués del Concilio de Trento, ella no había cam-
biado, por así decirlo para nada, cosa que debía
modificarse y se debía recuperar el tiempo per-
dido.

113
,{
Estuve obligado a sustituir a Aquiles, ya que
no podía ir personalmente a la casilla postal y
mucho menos codificar mi correspondencia, no
tenía el tiempo. Necesitaba un hombre seguro y
en plena guerra era difícil encontrarlo.
Finalmente recibí la orden de ponerme en
contacto con un profesor de la Universidad, que
a primera vista me pareció muy práctico. Pero
cuando lo vi, debí cambiar de opinión.
Tengo un buen olfato para juzgar a la gente.
Y aquello olía a traición. Le di la llave de la ca-
silla postal pero estaba resuelto a preguntar por
él en lo alto antes de confiarle mis trabajos que
se debían codificar. Desgraciadamente recibí la
orden de obedecer sin discutir.
Me atormentaba mucho y tomé la resolución
de buscar un segundo corresponsal al cual de-
bía confiar el mismo trabajo, así habría sido fá-
cil por lo menos después de la guerra, hacer
comparaciones. Llegué a esperar que mis supo-
siciones fueran fundadas, antes que nada por el
gusto de tener razón, pero.sobre todo para com-
parar el valor de mis dos corresponsales pues-
tos delante de dos textos diferentes, con el mis-
mo sujeto y con la firma E. S. X. 1025.
La X. significaba solamente que era un estu-
diante seminarista activo; si el profesor hubiera

114
sido un traidor, habría podido poner prudentes
modificaciones en mis textos, a menos que él
pudiera creer que podía aprovechar de la guerra
para anular todo mi trabajo. De todas formas te-
nía mis razones para tomar un segundo corres-
ponsal.
Lo descubrí entre los estudiantes pobres. Era
un tipo un poco exaltado, pero su celo me venía
bien. Le dejé que piense en un bello futuro en-
tre nosotros. Verdaderamente no es una cos-
tumbre del Partido incrementar el egoísmo y la
avaricia del hombre, pero me era necesario ha-
cer nacer en este joven una calma prudente.
Cuando tuve todo listo, tuve un fuerte deseo
de ver a "cabello negro". Debí constatar que es-
taba más unido a ella de lo que yo había creído
hasta entonces. Me importaba mucho y esto no
se podía decir de un comunista militante y mu-
cho menos de un futilro modelo del Partido.
Ya había frecuentado tres años de seminario,
no me quedaban más que otros tres. Todos esta-
ban de acuerdo para mandarme a Roma para pro-
seguir los estudios superiores. Entonces me ha-
bría convertido en un profesor, creo, y probable-
mente en un profesor de seminario. Estos son
los puestos clayes de la Iglesia, aquellos en los
cuales es posible formar pacientemente a un
clero completamente nuevo y que del viejo no

115
debía tener en común más que el nombre.
Mi vida estaba programada y yo no deseaba na-
da más. Pero debía confesar a mí mismo que un
grano de arena poderosa como una roca se había
introducido en todo el conjunto. Si hubiera teni-
do un carácter ligeró, habría podido considerar
que "cabello negro" era un capricho higiénico. Pe-
ro. no era. ni siquiera su amante. Para mí la unión
hombre-mujer o es total o no lo es. La unión de
los corazones y de los espíritus permite la unión
de los cuerpos, de otra forma es prostitución.
Si "cabello negro" hubiera querido adoptar mis
doctrinas habría podido pedirle que me siga a Ro-
ma, o donde quiera· que yo habría sido enviado.
Sí, habría podido hacerlo. Pero ¿cómo arrancar
de su espíritu la puerilidad que lo ensombrece?
¡Me encontraba en la siguiente posición absur-
da, la de ser un hombre que destruye todas las
religiones del globo y que no puede convencer a
una jovencita de veinte años! Sabía que habría
debido dejarla y no ignoraba que el tío, en mi Ru-
sia en guerra, no se habría sentido contento si
hubiera sabido todo esto. Pensaba también que
estaba muy vi&ilado como en tiempo de paz.
Pero el colmo del dolor era de sentir algo que
"YO» no tenía el coraje de hacer.

116
EN EL QUE EL SJMBOLO DE
LOS APOSTOLES Y LOS
SIETE SACRAMENTOS SON
CENSURADOS.
Trabajando en mi nuevo catecismo que se po-
drá llamar: "Catecismo de la religión del hom-
bre", vi que habría sido sabio preparar una serie,
modificándolo cada vez más y restringiéndolo
con el fin de acostumbrar a los espíritus.
La primera edición debía modestamente su-
primir dos puntos sobre el Símbolo de los Após-
toles. Primeramente sustituyendo la palabra "ca-
tólico" por "universal" que en el fondo quería de-
cir la misma cosa. Pero es muy importante que
la palabra "católico" no lastime los oídos de los
protestantes y tampoco incite a los fieles de! rito
romano a que crean que son super-cristianos.
Seguidamente, suprimir decididamente el culto
por los Santos. Los Santos deben desaparecer
antes que Dios. Por el momento me atengo a es-
to: suprimir antes, todos los que no son seria-
mente testimoniados, como también los que no
tuvieron un gran suceso. Suprimir también to-
dos aquellos que han ayudado a luchar contra la
reforma, porque en la época actual no es un atri-
buto, donde la unidad atormenta a todos los co-
razones.
Más tarde habría sido muy astuto reclamar
discretamente y con mucha unción y alguna que
otra lágrima de cocodrilo, la rehabilitación, lue-
go la beatificación y también la canonización de
los más grandes herejes, particularmente de aque-

118
Uos que han ostentado un odio enonne, devorador
y explosivo hacia la Iglesia de Roma. Pero antes
convendrá lanzar aquella sonda de ensayo, con
Lutero por ejemplo, y si los católicos no reaccio-
nan, quiero decir si no se indignan, este lado de
nuestra acti dad jugará por í solo,_ con pruden-
cia y modestia, a intervalo regulares, luego cada
vez·más de cerca. ·
Además suprimir el Juicio, el Cielo, el Purga-
torio, el Infierno. Pero esta es la·cosa más fácil.
Muchos están muy dispuestos a creer que -la bon-
dad de Dios sobrepasa todos los límites y críme-
nes. Conviene insistir en esta bondad. Por lo de-
más un Dios que no hace tener miedo será pron-
to un Dios al cual ya no se piensa. Es esto lo que
se necesita obtener.
····· ···········
Me pennito interrumpir las memorias de Mi-
guel, porque tengo mucho deseo de hablar. Yo no
sé lo que el editor pensará; tal vez tomará su
grueso lápiz rojo y dirá cancelando mis "imperp.-
nentes reflexiones": "¿Piensa tal vez esta mujer
sin talento que le deje poner su grano de pimien-
ta en la mitad de un texto que no le pertenece?".
Esto es lo que pasará. Nadie más que yo sabrá al-:-
go.
Si el lápiz rojo no ha intervenido aún, debo

>,·.. '-><- ..c.,, •.· ,,,,;. ...·: 119


decir que me siento responsable de esta publi-
cación y que los seis Mandamientos de la Igle-
sia que se han abandonado, con el pretexto de
dejarnos la noble libertad de santificarnos se-
gún nuestro gusto, han tenido una gran respon-
sabilidad, si es que está permitido poder expre-
sarse así.
No me gusta lamentarme, no amo a los que
se sienten satisfechos de gemir y ni siquiera a
aquellos que tienen un alma de esclavo, -quiero
decir que no me siento atraída por esta catego-
ría de gente- pero los seis Mandamientos de la
Iglesia eran de los amigos.
Yo que no soy más que una pequeña enfer-
mera, acostumbrada a callar, quisiera decir lo
mismo de los eclesiásticos de este siglo que pa-
rece que tratan de hacerse antipáticos. ¿Por
qué? Es esto lo que no alcanzo a adivinar. Pero
un hecho universalmente conocido es que tra-
tan de imponernos todas sus invenciones como
si procedieran de un amor puramente sobrena-
tural para con sus amadísim.os fieles. Así noso-
tros habremos sentido, nosotros los fieles, noso-
tros las ovejas, los dolores secretos viendo a
nuestros queridos Sacerdotes ejercitar su mi-
nisterio a los pies de un altar muy elevado y Je-·
jos de nosotros, con esta circun tancia agravan-
te (para nosotros) que ellos nos dan la espalda.

120
Es curioso, pero ellos nunca han comprendi-
do que sabemos perfectamente que ellos hablan
a Dios en nuestro nombre, cierto.
· No, éllos se han conmovido (porque no hay
nadie como las mujeres para ser audaces), se
han enternecido por nuestro aislamiento, nues-
tros secretos dolores, y han descendido a !a al-
tura de la mesa de la Comunión, y esto única-
mente en los días de las grandes fiestas. El re-
sultado fue que en estos días, solo las primeras
cuatro filas veían algo; y fue entonces, solamen-
te entonces, que todas las otras filas se sintie-
ron abandonadas.
Luego instalaron una mesa simple, baja, en
las gradas y el viejo altar adquirió pronto la fi-
gura de un pasado pueril y demasiado ostenta-
dor que convenía demolir, en este siglo en el
cual el hombre está por ser idolatrado.
El Santísimo Sacramento, no pudiendo ser
conservado en una mesa, ellos lo relegan en un
pequeño hueco que se encuentra en uno de los
muros laterales. Alguna vez lo custodian en lo
que era el tabernáculo y que llega a ser un pe-
queño armario liberado de todo lo que lo rodea-
ba. Allí celebran la Misa y los demás Oficios y
dan la espalda al Santísimo Sacramento, (lo que
una vez era severamente prohibido}. Pero ellos
nos miran, y nosotros podemos contemplarlos

121
mejor, y parece cada vez más importante, sobre
todo cuando ellos tienen la necesidad de lim-
piarse la nariz.
En la nueva mesa llamada altar, y de la que
nadie sabe si ha sido bendecida y si guarda al-
guna reliquia de algún mártir (como lo quiere el
uso constante) ellos pusieron un pequeño cruci-
fijo. Luego se dieron cuenta de que este dulce
Cristo en la cruz nos daba las espaldas y mira-
ba solamente a ellos: entonces lo suprimieron,
como también las ceras y los demás accesorios
indignos de un siglo tan científico. Esto era su
modo de colaborar en lo que se llamaba "la mu-
tación" y que señala tantos cambios notables y
al menos poniéndolos con esta denominación
altamente sabia sobre un pedestal para que na-
die jamás se atreva a contestar.
Siempre doblegándose paternalmente sobre
nuestras necesidades espirituales, los eclesiás-
ticos de este siglo hicieron otros descubrimien-
tos. Habiendo notado que los protestantes (a los
cuales ellos muestran un cariño particular) no
se arrodillan en sus templos, concluyeron que .
nosotros debemos desear hacer lo mismo, pero
por otro motivo, porque aún no somos lo sufi-
cientemente maduros para cultivar el des o-de
imitar a los protestantes, sino que debemos
ciertamente desear ser in'1itados a imitar a

122
nuestros Sacerdotes que no se arrodillan
cuando celebran la Misa. De esta manera es-
cogieron a algún joven colega y le dieron el po-
der sobre nosotros con uno o más micrófonos al-
toparlantes. Fue la época en la que debíamos
obedecer: sentados, n pie, sentados, en pie du-
rante toda la Misa; con órdenes militares, des-
truyendo todo deseo de humilde y dulce ora-
ción.
Sentados; en·pie, porque no se va a la Misa
para orar, proclamaron en esa época. Durante
diez años fuimos amaestrados y nuestros do-
nantes pueden reposar. Parece que hasta sintie-
ron gusto por el descanso, porque sus últimas
invenciones ilustran bien este diagnóstico.
En primer lugar ellos han multiplicado las
concelebraciones, en las que un solo hombre se
dedica a pronunciar todas las palabras de la Mi-
sa, escogiendo el canon más breve y esto, pien-
so, por caridad hacia los colegas que esperan la
palabra "fin" con una impaciencia bien enmas-
carada; porque nuestras Misas han dado a las
tres lecturas bíblicas una prim cía de honor,
aunque nuestra cultura no nos permite com-
prender sino la décima parte, y al sacrificio pro-
piamente dicho (admito que muchos creen que
todavía se cumple un sacrificio) un mínimo de
tiempo con un máximo de ruido. Estas concele-

123
braciones permiten que todos los demás ecle-
siásticos presentes, que rápidamente se pusie-
ron una túnica blanca sobre sus pantalones o
sobre sus sacos, pronuncien tan solo las pocas
palabras de la Consagración, los brazos extendi-
dos (lo'que creo que los canse). Estas celebra-
ciones les permite fantasear durante todo el res-
to de la ceremonia.
Para halagar a los laicos y hacerlos dóciles a
nuevas invenciones futuras, las lecturas del An-
tiguo Testamento y de las Epístolas son leídas
por algún joven o por cualquier notable que no
sabe articular o de algún gracioso monaguillo.
Yo espero que el editor y los lectores perdo-
nen a una enfermera que tiene la costumbre de
dominarse, por estas líneas en las que cada per-
sona de corazón leerá el sufrimiento de la per-
sona que las ha dictado. Una vez más perdonen,
y ahora doy la palabra nuevamente a aquel que
fue el agente secreto de una causa que se es-
fuerza por empujar la barca de Pedro hacia el
naufragio.

A propósito de la abolición de los Manda-


mientos de la Iglesia, aprovechar para exaltar al
cristiano que ha llegado a ser adulto, que sabe
muy bien que Dios es demasiado inmenso para

124
preocuparse al ver si se come-o no la carne el
Viernes.
En lo que se refiere a la confesión anual, de-
bería ser sustituida con ·una ceremonia co-
munitaria, en la que el Sacerdote enumerará
los crímenes más corrientes en contra de !as
clases más humildes, desde el momento en que
está dispuesto a orientar los espíritus. La con-
fesión privada es una pérdida de tiempo. Por
el contrario, la ceremonia que imagino, condi-
cionará a los espíritus y dará excelentes frutos.
Pero es necesario un clero que esté bien for-
mado.
En lo que se refiere a la Misa obligatoria del
domingo, conviene notar que el hombre moder-
no tiene necesidad de estar en un lugar abierto
y verde, y que sea beneficioso para que él pue-
da ir al campo el sábado y el domingo. Así, pa-
ra aquellos a los cuales el culto semanal o una
Misa es importante, podrán ser autorizados a
escoger el viernes en lugar del domingo; el vier-
nes por la noche sería mejor, con excepción de
los que parten aquella misma noche al campo,
entonces se les permitirá escoger el jueves.
Finalmente, lo que debe ser primordial es
que cada uno siga a su conciencia. Este método
inventado por los protestantes y que consiste

125
en obedecer a la propia conciencia, es uno de
los mejores, y no permite dar órdenes que co-
rren el riesgo de lastimar a alguien y de susti-
tuirlos con sugerencias varias, dejando paso al
libre albedrío.
Está muy claro que se necesitará suprimir
todo lo que se refiere a la vida sobrenatural y a
la Gracia.
Estas son nociones muy peligrosas.
La oración dominical será tenida momentá-
neamente. Pero será muy sagaz obligar a los ca-
tólicos a que tuteen a Dios bajo el caritativo pre-
texto de adoptar en todos los países para la tra-
ducción en lengua vulgar, una versión conforme
a la de los protestantes. Esto será un modo ama-
ble para hacernos perdonar cuatro siglos de
arrogancia. Si estas nuevas traducciones causa-
ran disgusto a los más piadosos, como es fácil
de prever, será todo un beneficio.
Seguidamente encontramos los siete Sacra-
mentos, que se los debe revisar, ya que los pro-
testantes no tienen más que dos. Todos los cris-
tianos, de todas las denominaciones, han con-
servado el Bautismo, pero por mi parte es el Sa-
cramento que primero quisiera ver desaparecer.
Esto me parece relativamente fácil. Es un Sacra-
mento demasiado infantil, casi tan infantil como

126
la señal de la cruz y el agua bendita. Comenzaré
diciendo que no·se debería administrar sino so-
lamente a los adultos y sólo a los que creen que
no lo pueden dejar. Ya desde ahora veo todo lo
que un hombre inteligente puede sacar de esta
fórmula.
En realidad no sé de dónde surge todo lo que
invento, pero soy un hombre de genio. Siento
que el genio sale de todos los poros de la piel.
Está claro que conviene suprimir absolutamen-
te la idea de que el Bautismo borra el pecado ori-
ginal, este pecado es una invención literaria; la
historia de Adán y Eva no se la dirá sino para
reír. Convendrá decir simplemente que el Bau-
tismo es un signo de pertenencia al cristianismo
universal. Precisar que todos lo pueden adminis-
trar, pero que todos pueden dejarlo de un lado.
Aprovechar de la ocasión para cantar una estro-
fita a las almas santas que viven en las religio-
nes no cristianas. Esto produce una mala con-
ciencia, ¡excelente!
De acuerdo al Sacramento de la Confirmación ,
que pretende dar al Espíritu Santo y no puede
ser administrado sino por el Obispo, debe ser
enérgicamente suprimido. Esta actitud permitirá
denunciar el dogma de la Trinidad como una ofen-
sa a los Judíos y a los musulmanes, como también
para ciertas sectas protestantes creadas recien-

:-:1 •·.••• • 127


temente.
Ya no será necesario fabricar el óleo santo el
Jueves Santo. Todo esto tiene demasiada magia.
Convendrá hacer notar que la Fe puede dejar
de un lado estas ceremonias u otras manifesta-
ciones exteriores y que en este caso es mucho
menos noble.
Insistir bien sobre eminentes virtudes que
pueden causar molestias entre paganos, judíos,
musulmanes y comunistas, ya que he descubier-
to que los católicos se avergüenzan de pensar
que existen más Santos entre ellos que entre los
demás.
En cuanto,al Sacramento de la Penitencia con-
vendrá sustituirlo con una ceremonia comunita-
ria que no será más que un examen de concien-
cia dirigido por un Sacerdote bien formado; se-
guido por una absolución general, como se hace
en ciertas iglesias protestantes.
Los Sacerdotes modernos serán liberados de es-
tas interminables horas de confesión, como tam-
bién por el peso que éstas representan.
Escribiendo esto, no puedo impedinne de pen-
sar en mis desgraciados profesores de seminario,
ya difuntos en el momento que escribo, que lle-
varon hasta ia muerte, cada uno para sí, delante

128
·.::.-
de su Dios, el inútil conocimiento del peligro que
yo representaba para la Iglesia.
Estas confesiones comunitarias podrían tener
lugar dos veces por año, en la Pascua y por Navi-
dad. Ciertos jóvenes Sacerdotes serán adiestra-
dos para guiar estas multitudes por medio de una
sólida formación socialista. Se trata, a tr vés d,e
un examen detallado de pecados sociales, de
dirigir a los espíritus hacia el marxismo.
Los motivos de la contrición serán únicamen-
te la falta de justicia hacia todos los demás. Con-
vendrá hacer admitir que el cristiano es un hom-
bre que tiene confianza en el hombre. Cada uno
se hará esta pregunta: ¿los demás podrán tener
confianza en mí?
Dios pasará bajo silencio en esta ceremonia,
que ya no tendrá el nombre de Sacramento (por-
que es una palabra que deberá desaparecer del
diccionario).
Está claro, ya no se hablará de indulgencias.
Nadie conoce el significado exacto.
En cuanto al Sacramento de la Extrema Un-
ción, se necesitará encontrarle otro nombre. No
se podrá suprimirla desde el principio de nues-
tra reforma, porque concierne a los enfermos
graves; una medida corno ésta no será popular,
sino que convendrá vigilar para que la noción

129
de Vida Eterna, de Juicio, de Paraíso, Purgatorio
o Infierno, sea sustituida por el único deseo de
sanación.
En práctica, se darán cuenta que el médico no
tiene necesidad de un Sacerdote para ayudarlo
en sus funciones de curación.
Entre tanto escogería con gusto la denomina-
ción de Sacramento de los enfermos, para evitar
que la idea de la Vida Eterna no aparezca. Con-
vendría ofrecer este Sacramento también a los
enfermos que no están graves. Por lo demás no
pienso más que en esto, todos los Sacramentos
desaparecerán muy fácilmente. gente ya no
tiene tiempo.
En lo que se refiere. al Sacramento de Ordena-
ción Sacerdotal que da el poder de ejercitar las
funciones eclesiásticas, convendrá conservarlo,
es evidente.
En nuestra Iglesia universal nosotros ten-
dremos necesidad·de Sacerdotes que serán
los dispensadores de la sana doctrina social.
Ellos podrán establecer las fiestas sirviéndo-
se del "Folklore", por ejemplo, porque el pue-
.blo tiene necesidad. Pero estas fiestas serán ín-,
tegramente para el hombre, sin tener ninguna
relación con un Dios cualquiera.

130
El Matrimonio no es un Sacramento inútil, con
la condición que no sea más que una fiesta de fa-
milia. Se necesitará barrer con todas las costum-
bres en ciertos países que pretenden que el ma-
trimonio religioso, es decir católico, es la única
forma de matrimonio válida. No, el matrimonio
civil, debe ser el único. Así esta Iglesia, bási-
camente autoritaria no podrá prohibir el di-
vorcio, ni el matrimonio entre divorciados.
Sé bien que Jesús de Nazaret habló en este
sentido, pero ya he dicho en otras partes que de
su enseñanza conviene saber escoger lo que con-
viene al hombre moderno. La indisolubilidad del
matrimonio es una exigencia que termina con la
felicidad del hombre. Y aquellos que hablan del
bien de los hijitos, ignoran que los hijos estarán
mejor cuando pertenezcan al Estado.
Que quede claro que el Sacramento del Ma-
trimonio no les será negado a los Sacerdotes
que lo pidan aunque el Sacramento de Orde-
nación Sacerdotal será negado a las mujeres.

131
·,·¡
:l,,
EN EL QUE SE DEMUESTRA
QUE LA IGLESIA UNIVER-
SAL DEBERIA CANTAR LA
GLORIA DEL HOMBRE.
Antes de proceder al estudio profundizado
del Sacramento de la Eucaristía, envié mi traba-
jo al estudiante como también a "cabello negron.
El estudia_nte estuvo tan entusiasmado de to-
mar contacto conmigo un día en la Universidad
como para remitirme una serie de artículos. En-
rojeciendo él preguntó y esperó mi apoyo para
publicarlos en una buena revista. Verdadera-
mente nosotros no debíamos hablarnos en pú-
blico, pero pensé que por causa de la guerra, po-
día tomar iniciativas. Discutir abiertamente con
el estudiante, intercambiar documentos, no re-
presentaba ningún peligro.
Me sentía mucho más a mi gusto desde cuan-
do fui autorizado a seguir dos cursos en la Uni-
versidad; compré una moto que me evitó el ofre-
cimiento de ser acompañado por uno o por otro.
Los artículos del estúdiante eran simplemen-
te notables. Hasta podía estar celoso, porque yo
no soy un escritor. Pero inmediatamente me di
cuenta de la preciosa influencia que habrían te-
nido estos escritos que habían sido hechos con
perfección. Nosotros íbamos hacia una colabora-
ción ideal; yo daba las ideas, presentadas fría-
mente en todo su rigor y el estudiante escogía
las más importantes o por lo menos las que le
inspiraban para escribir dichos artículos astu-
tos. Sentir que mis ideas germinaban y reventa-

134
ban en flores literarias excitaba mi genio por.-
que en este "tandem" el genio era yo y el estu-
diante no era más que el talento.
Encontré una revista que, financiada, aceptó
publicar regularmente los artículos inspirados
por mí. Los hice pasar en todos los países que
aún no estaban en guerra, con el fin de que fue-
ran traducidos y distribuidos. Pero debo confé-
sar que no tuvieron suceso sino después de la
guerra.
Teniendo mucha más i:;onfianza en el estudian-
te que en el profesor impuesto por mis jefes, to-
mé un segundo casillero postal del cual le di la
llave. Puesto que era bien pagado, él me tomó
por un dios y se habría hecho matar por mí.
Ya que "cabello negro" no respondía, le envié
regularmente los artícl!].os del estudiante preci-
sando, en una pequeña carta afectuosa, que aque-
llos eran el reflejo de mis pensamientos.
"Cabello negro" fue sensible al talento del es-
tudiante y me escribió para decirme que aque-
llos artículos eran mucho más simpáticos que mi
trabajo tan brutal. Reí entre dientes; los artículos
no decían otra cosa que lo que yo había (?!) bru-
talmente anunciado. Esto me confirmó la idea
que el talento literario permite engullir proyec-
tos nuevos como si estuvieran envueltos en cho-

135
colate.
Durante todas estas largas semanas, "cabello
negro" ya no me invitó a regresar a su estudio.
Estaba furioso, cuando un buen día encontré a la
que consideraba que era mía, en los corredores
de la Universidad. Ella había decidido seguir un
curso de arte antiguo. Se detuvo para decirme
que estaba preparando una respuesta a mi pro-
yecto sobre el nuevo catecismo y esperaba poder
discutir muy gentilmente conmigo. Discutir,... dis-
cutir... Yo no estaba acostumbrado a encontrar el
más mínimo obstáculo por el camino donde lan-
zaba mis ideas... Pero le respondí que el gusto de
verla nuevamente era demasiado fuerte en mí pa-
ra n aceptar su deseo de discutir. Pero me pro-
metí decirle que una mujer enamorada, adopta
-sin darse cuenta- todas las opiniones del hombre
que su corazón ha escogido.
Aquel día le dije solamente que trabajaba en
el Sacramento de la Eucaristía con el fin de com-
pletar el nuevo Catecismo que le había enviado.
Ella suspiró con lágrimas en los ojos. Finalmen-
te se excusó sin contestarme nada.
Quise escribir como encabezamiento de este
trabajo tan apasionante, la verdadera definición
de la Eucaristía, quiero decir la que es la única
y verdadera para los católicos (los protestantes
tietien muchas otras). A la pregunta: "¿Qué cosa

136
es la Eucaristía?", cada joven católico debe res- .
ponder: "La Eucaristía es un Sacramento· que
contiene realmente y sustancialmente el Cuer-
po, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucris-
to, bajo las especies del pan y del vino". ¡Nada
más que esto! Entonces, ahí se trata de trabajar
. seriamente. No es que esta creencia no pueda
ser combatida, pero se necesita ser prudentes y
no atacar po·r el frente.
La tan llamada "presencia real de Cristo bajo
las especies del pan y del vino" debe ser atacada
con medios indirectos. Si se la ataca por el fren-
te, ellos protestarían. Nada sería tan dañino, ya
que es muy conocido que la persecución exalta
a la Fe. Conviene suprimir en silencio la expre-
sión "presencia real" y poner a la luz todo lo que
puede destruir·y malograr esta convicción.
Pues, es una necesidad primaria refonnar com-
pletamente las palabras de la Misa y será una co-
sa buena suprimir el uso de la palabra misma y
sustituirla con la de "cena" en lugar de Euca-
ristía (por ejemplo).
La renovación de la Misa debe minimizar la
'importancia de lo que ellos llaman la Consagra-
ción y debe dar a la Comunión una apariencia
. mucho más banal.
Es este un trabajo muy largo, que no debe

137
dejar pasar ningún detalle. Así, para comenzar,
conviene tener presente que el Sacerdote sacri-
ficador da las espaldas al público y parece ha-
blar directamente con un Dios invisible, un Dios
representado por el gran crucifijo que está por
delante de él.
Este Sacerdote es ál mismo tiempo el escogi-
do por Dios y el representante de la multitud
que lo mira. El da la impresión de poder, pero
también de separación. Será un bien, el hacer
sentir que los parroquianos se sienten un-poco
perdidos, un poco aislados, un poco abandona- ·
dos, y que serían felices si el Sacerdote se les
acerca.
Cuando esta idea tome su camino, ofrecere-
mos la posibilidad de abandonar el altar so-
breelevado y de sustituirlo con una pequeña
mesa absolutamente desnuda donde el Sacer-
dote estará al frente del pueblo. Además la
parte del culto que concierne propiamente a la
Eucaristía y que necesita de esta mesa, será re-
ducida al máximo y la parte de la enseñanza de
la Palabra de Dios, sensiblemente alargada.
Es muy conocido que los católicos tienen una
gran ignorancia en lo que a la Biblia se refiere,
así esta modificación en el modo de conducir la
Misa les parecerá legítima.

138

No digo que estarán felices de escuchar lar-
gas citaciones Bíblicas, porque está sobreenten-
dido que no comprenden nada, pero no es nece-
sario que comprendan, por lo menos hasta que
Sacerdotes verdaderamente socialistas sean for-
mados.
Cada texto que compone el Ordinario de la
Misa será cuidadosamente comparado con tex-
tos anglicanos y luteranos, con el fin de promo-
ver un texto único con preferencias de varian-
tes susceptibles a ser acogidas por las tres reli-
giones.
¿Quién no ve la ventaja inmensa que existe
en este procedimiento, que dará a las mismas
palabras significados muy opuestos? La unidad
de los espíritus se hará en la ambigüedad, ya
que no se podrá hacer de otro modo. No existen
otras alternativas: conversión o ambigüedad. Yo
escojo esta opción ya que me permite atacar la
"presencia real". Cuando los católicos vean que
los protestantes comulgan en su Misa, sin estar
convertidos, ellos ya no tendrán la misma con-
fianza en su antigua "presencia real". Se les ex-
plicará que esta "presencia" existe sólo cuando
se cree en ella. Así ellos se sentirán los creado-
.res de su religión, y los más inteligentes sabrán
comprender las consecuencias que se imponen.

139
Para atenuar aún la noción "presencia real"
de Cristo convendría renunciar a todo el decoro.
No más ricos atuendos bordados, no más música
llamada sacra, no más cantos gregorianos, sino
una música que será inventada en el estilo
del jazz¡ no más señales de cruces y genufle-
·xiones, sino actitudes dignas y estrictas. Además
los fieles deben desacostumbrarse a ponerse
de rodillas y esto estará absolutamente prohi-
bido para la Comunión.
Muy pronto se dará la Hostia en la mano,
para que todo el concepto de sacro sea supri-
mido. No estará mal el permitir a ciertos (desti-
nados anteriormente) comulgar con las dos es-
pecies, como los Sacerdotes... para que de esta
n:i.anera aquellos que no recibirán el vino esta-
rán terriblemente celosos y tentados a mandar
todo al aire (lo que conviene esperar).
Además será fuertemente recomendado no de-
cir más la Misa durante la semana, el mundo mo-
derno no tiene tiempo que perder.
Otro método excelente será la Misa dicha a do-
micilio, en familia, justo antes o después de la co-
mida comunitaria.
A este propósito, los padres y las·madres de
familia podrán recibir el sacramento de Ordena-
ción. ¿Quién no ve la ventaja de este- método que

140
suprime la necesidad de lugares de culto tan o-
nerosos? Con el fin de·hacer que el culto ya no
sea sagrado, el Sacerdote será invitado a decir
todas las Misas en idioma vulgar y sobre todo a
recitar las palabras de la consagración como un
cuento, lo que son en realidad. Sobre todo él no
deberá pronunciar las palabras: "Este es mi
Cuerpo, esta es mi Sangre" como si realmente to-
mara el lugar de Cristo que las pronuncia. Que
nadie oiga bien que se trata de una narración.
Con mayor razón, nunca será una cuestión de
Sacrificio, es decir Misa con Sacrificio no cruen-
to, renovado por la.Cruz. Ningún protestante acep-
ta esta fórmula. Que la Misa sea una cena co-
munitaria para el mayor bien de la fraternidad
humana.
Por lo demás, cuando la Iglesia Universal sea
establecida, la Misa no tendrá una razón de ser
sino en las familias, quiero decir ante las más
exaltadas. Conviene contar con esta categoría de
gente. Pero, justamente, quedándose en casa, se-
rán inofensivos.
Las oraciones del Ordinario de la Misa serán
simplificadas al máximo y rápidamente será da-
da la autorización de no decir más que tres ora-
ciones, es decir: el Ofertorio, la Consagración y
la Comunión.

141
Cuando lleguemos a presentar diferentes tex-
tos simplificados y humanizados, se deberá me-
morizarlos, para la edificación de las generacio-
nes futuras y las que fueron oraciones de la Mi-
sa dichas por S. Pío V contribuirá a mantener
la multitud en la obscuridad medieval.
Así, el ofertorio es un modelo de ese tipo; es-
te dice: Recibe oh Padre Santo, Dios Eterno y Po-
derosísimo, esta Hostia sin mancha que os ofrez-
co, yo, vuestro indigno servidor, a Vos que sois
mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables
pecados, ofensas y negligencias, por todos los
presentes y por todos los cristianos vivos y di-
funtos, para que sean de provecho para mi salud
y para la de ellos para la Vida Eterna.
¿Quién dice algo mejor? Yo propongo que to-
dos los monasterios trabajen fabricando muchos
"ofertorios" como también otras oraciones de la
Misa. Y porque se trata de ofrecer el pan, me pa-
recería juicioso decir simplemente: "Nosotros
traemos hasta aquí a este pan, hecho por la ma-
no del hombre y que debe servir de alimento a
los hombres".
De todas formas las palabras que tienden a
presentar esta ceremonia como sagrada, deben
ser suprimidas. Yo daré un ejemplo: en la Anti-
gua Misa se ha dicho siempre: "Jesús tomó el pan
en sus santas y venerables manos"... las palabras

142
"santas" deben desaparecer de nuestro vocabu-.
lario, no se hablará de santas y venerables ma-
nos, se dirá: "tomó el pan, lo bendijo", ,etc.. Este
es un buen ejemplo del espíritu en el cual este
trabajo debe proseguir. Por mi parte no tengo
tiempo por ahora, pero yo diría también una o
más misas de mi propia producción, aunque es-
to es sobre todo un trabajo de monje.
Está claro que cuando la Misa no tendrá más
que tres oraciones obligatorias, siempre estará
permitido agregar, salmos, cantos, lecturas y ser-
mones... a gusto de cada uno.
Puesto que esta Misa no conservará nada
más que su función dé cena, será muy importan-
te que la mesa sea lo suficientemente grande pa-
ra acoger a doce personas. Siempre he encontra-
do ridícula a esa gente que, por comer, están
obligadas a incomodarse-y a lastimarse (porque
no se debe negar que la mesa de la Comunión es
un desorden). Pero es su culpa, ¿por qué llaman
"mesa" a una simple barrera? Pues, yo vería a ca-
da Iglesia llena de mesas destinadas para doce
personas. Algunos piensan que en la cena eran
trece, pero ya que todos tienen miedo de esta ci-
fra, nosotros adoptaremos la fórmula que dice
que Judas partió antes de la fracción del pan.
Esto hace resaltar la necesidad de.fabricar un
mayor número de Sacerdotes. Es fácil. Será sufi-

143
ciente con exigir una cierta buena voluntad, una
cierta buena conducta y nada de estudios inter-
minables y de celibato. Pero los que querrán be-
neficiarse de la fuerza que lleva a la continencia
serán monjes o ermitaños y los que querrán estu-
diar serán teólogos. Habrán muchas especies de
Sacerdotes. Lo más corriente será el hombre ca-
sado que dirá la Misa en su casa en cada cena.
Ya que la Misa no será más que la·"cena",
ya no habrá un acto de adoración, sino un ac-
to de fraternidad. Ya no habrá el agradecimien-
to por los beneficios ilusos, ya no ofrecerá el per-
dón que es incapaz-de dar, no preguntará nada
al misterio de lo desconocido sino al hombre.
La Iglesia Universal será finalmente y entera-
mente para la gloria del hombre, exaltará su
grandeza, su fuerza, su virilidad. Ella pondrá in-
cienso a sus derechos y cantará sus victorias.

144
EN EL QUE "CABELLO NE-
GRO" ESCRIBE UNA CARTA
DIGNA DE UNA OBSCURI-
DAD MEDIEVAL Y ROMAN-
TICA.
Cuando hube terminado mis trabajos en este
primer catecismo, recibí una carta muy larga de
"cabello negro". Una carta asombrosa que decía
así:
"Querido,
Le agradezco por la confianza que me ha da-
do y que me incita a abrirle mi corazón. ¿Qué di-
ce este corazón?... que lo ama... y usted lo sabe...
y lo sabe en demasía. Me parece que su corazón
desea que yo comparta todas sus ideas, pero yo
no tengo esta... pretensión. Quiero solamente
gritar: precipicio. Lea, lea, le ruego, no se dis-
guste antes de haber leído todo esto, antes de
haber meditado... Con seguridad, usted pensará
que tiene una razón mucho más fuerte que yo,
pero le digo: rele la Historia, la Iglesia es in-
mortal, usted pierde su tiempo, sus fuerzas. No
se lucha contra Dios.
Si quiere solamente meditar esto: no es por-
que usted no crea en Dios y que El no existe. Es-
to debería serle fácil porque usted Jo piensa en
sentido contrario. Usted se imagina que Dios no
puede existir por el simple hecho que yo creo
en El. Es verdad que creer o no creer no tierie
en definitiva ningún poder. Pero, mi querido, to-
do lo que vive alrededor de usted le grita la pre-
sencia de Dios.

46 ' . ;·· .· ,:- :., .


¿Usted ha fabricado el trigo?, ¿las leyes? ¿Exis-
te un único hilo de hierba que sea su obra?, y
pues, ¿su propiedad? Su misma persona no le per-
tenece... usted no ha pedido vivir y no posee na-
da que no lo haya recibido.
Aun si logra crear esta Iglesia sin Dios, usted
no ha vencido, porque Dios no sería disminuido.
De todas formas usted no puede disminuirlo, ni
siquiera matarlo. Yo lloro al verlo empeñado en
esta guerra pueril. Este Dios que quiere supri-
mir está por doquier, Amo de todo, para El us-
ted vive, para El solamente continúa viviendo.
Tal vez llegará a hacer tambalear a la Iglesia, es-
· to se ha visto muchas veces durante 2000
años... pero siempre ésta se ha levantado cada
vez más bella y más fuerte. La Iglesia de
Jesucristo, tiene las promesas de Vida Eterna,
ella sabe y se lo grita a través de mi boca, que la
Santísima Trini- dad no la abandonará nunca y
todos los ataques que podrá sufrir no son más
que pruebas que deben permitir para purificar
la Fe. Muchas al- mas, querido mío, cederán a
la tentación de en- trar en una iglesia toda
humana que mezclará todas las creencias
hasta hacerlas irreconoci- bles, pero la Iglesia
Católica se quedará en pie.
. Si usted la persigue ella se ocultará, pero su al-
ma quedará siempre en pie. Porque el signo de
esta Iglesia es la sumisión para con una Revela-
14
':- ··•
ción venida del Cielo.- Su dominio particular ·es ,
diferente del que usted está acostumbrado. Su
dominio es sobrenatural y santo, poco le impor-
ta si nosotros seamos inteligentes o no. Usted,
mi pobre. querido, es demasiado inteligente.
Además ha sufrido una sacudida en su infan-
cia y yo no le pregunto cuál es. -¿Tiene la edad
en la cual puede mirar el pasado con un alma
serena? Me parece que inconscientemente trata
de vengarse. ¿Es esta una actitud noble?
Ha sido un joven muy devoto hasta los cator-
ce años, me lo ha dicho, entonces, todo lo que
mi carta le pide es que medite, lo sabe. Si hubie-
ra nacido dentro del ateísmo, comprendería que
no podría escoger sino el dominio de la Fe, es de
otra esencia. Yo temo que su odio por Dios y por
su Iglesia sea la prueba de que es un rebelde, un
rebelde creyente. Y se dice que éstos sean los
más fuertes.
Pero lo compadezco con todo el corazón, por-
que ha perdido anticipadamente y yo no tengo
miedo, para nada.... Usted puede ganar un cier-
to número de almas para sus doctrinas perver-
sas, aun una parte del clero (todavía no lo pue-
do creer) pero nunca ganará a todas las almas,
por el contrario, usted fortalecerá a los Santos.
Pero, mi pobre amigo querido, atacando a la Igle-
sia de Dios, usted viene a constituirse nada más

148
que en un juego en las manos del Todopoderoso..
Se cree fuerte, pero no lo es sino en la medida
que Dios lo permite. Tema el día en el que el Se-
ñor dirá: "Basta, he escuchado las oraciones de
aquellos que sufren y he decidido consolarlos
destruyendo a mis enemigos"... El enemigo de
Dios se arriesga para toda la eternidad, a pesar
de su gran desesperación, pero será demasiado
tarde.
Usted actúa como si la S. Iglesia no tuviera
oiás que la fuerza de una institución humana, pe-
ro nosotros, nosotros tenemos en nuestras ma-
nos con que regar en todas las montañas del uni-
verso. Aun matándonos, no destruirá las fuerzas
que son nuestra prerrogativa.
Cuando usted está cerca de mí, cuando está
lejos, Cristo está entre nosotros. Yo le hablo, El lo
mira y ¡Cómo lo mira! Cómo podría ser de otro
modo, yo le hablo de usted hasta en mis sueños.
Usted se cree libre, se cree fuerte. ¡Qué error el
suyo! Aunque debiera morir hoy; esté seguro que
continuaría luchando contra nuestra libertad
por lo menos contra el universo que hace y s
opondría a la fuerza que usted piensa que repre-
senta, la fuerza misma de Dios.
No sonría mi querido, no, no sonría, acuérde-
se más bien de su infancia... verá que la conoce
muy bien, esta fuerza invisible pero muy temi-

149
ble... y también muy amable.
Mi corazón y m_i alma son los detentores de
fuerzas inagotables e indestructibles, piense con
calma; aleje de su espíritu todo. lo que la pasión
que está en usted pueda dictarle... no sea volun-
tariamente sordo ni voluntariamente ciego, ésta
no es una actitud digna de un hombre de cora-
zón... pero, us!ed ha girado su corazón a- un
amor que está fundado en el odio, el odio a Dios.
¿Usted no sabe que el odio es el grito de un
amor desilusionado? Por mi parte, estoy segura
que Dios lo ama con un amor particular y que lo
espera con su acostumbrada paciencia. Y ya que
por el momento no quiere orar a este Dios de bon-
dad, tomo su lugar y es en su nombre,·que mil
veces al día, ofrezco al Señor Todopoderoso, los
méritos·de su Hijo, aquellos de la Santísima Vir-
gen María, de todos los Santos conocidos y des-
conocidos. Yo le ofrezco con alegría y confianza
durante todo el día y también durante mi sueño...
Usted quiere transformar la Misa, reducirla
a una cena comunitaria... ¡Qué equivocación! Mi-
sas, hemos ofrecido ya millares, después de la
primera del Jueves Santo; Misas surgen en in-
cienso de adoración por lo menos una todos los
segundos del día, y yo me uno a estos adorables
sacrificios en los que el Hijo se ofrece nueva-
mente por la salvación del mundo; yo me uno y

150
me ofrezco a El, yo que soy tan pequeña... pare- .
ce que este ofrecimiento sea irrisorio, ya que yo
soy tan "nada" cerca de EL Cierto que yo soy na-
da... cada uno de nosotros lo sabe bien, y a los
que no lo saben se los debe compadecer... Está
allí, yo creo, la gran diferencia entre creyentes y
no creyentes. Los creyentes ofrecen. lo que han
recibido y que es inmenso, los otros desean sola-
mente reinar, o mandar, o descubrir, o dominar, o
también destruir.
Cuando me ofrezco con El en el Santo Sacrifi-
cio de la Misa, ofrezco también todo lo que me
ha dado, le doy sus propios dones y calidad en
un alegre homenaje de reconocimiento... Si us-
ted supiera todos los intercambios amorosos que
se hacen entre el Cielo y nosotros... usted sería
aplastado de miedo porque podría medir la equi-
vocación de sus acciones. No puedo hacer otra
cosa sino llorar y estas lágrimas yo las ofrezco
como perlas preciosas.
Usted ha sufrido y se ha rebelado. Si usted

ª'
hubiera mirado un crucifijo y si hubiera suplica-
do humildemente Señor para que le otorgue
su Paz y la fuerza de perdonar, hubiera sentido
mucha dulzura que espontáneamente, habría
agradecido por el dolor que le dio gratuitamente.
Porque este doior es un regalo beneficioso, Dios
lo trataba como su querida viña y lo podaba pa-

.. _,
151
_
ra que dé frutos (¿no es cierto que la uva no se
poda nunca por sí misma?).
¿Pero cuáles frutos dará la obra que ha em-
prendido?, frutos de amargura, de soledad y de
desesperación ...
¿Cree que yo sea la única que lucha en su
contra? No, pero mis oraciones son escuchadas Y
transmitidas por la inmensa corte de aquellos
que ya han llegado al Paraíso. No sonría, porque
la inmortalidad del alma es la única cosa que no
podrá jamás destruir. La inmortalidad del alma...
piense bien en estas palabras, porque éstas quie-
ren decir que la muerte no existe. Convendría
que cada casa tuviera estas palabras impresas
en letras doradas en los muros de la sala comu-
nal. En lugar de temer la muerte, o simplemen-
te de hacerse a la idea, convendría saber que no
i existe y que esto es infinitamente más grave.
\:
Querido, preferiría que no me ame más en
esta tierra, antes que saberlo por toda la eterni-
dad en un lugar donde las lágrimas no se seca-
rán nunca...
Porque yo, lo amo.
...

152
.-

EN EL QUE EL SACRIFICIO
DE UNA DULCE AMIGA PA-
RECE ESTAR AHOGADO EN
UN TORRENTE QUE SE PRE-
PARA PARA RENOVAR LA
FAZ DE LA IGLESIA.
------- .- .. -
_,. ---

No respondí a la carta insensata de "cabello


negro" por un recrudecimiento de celo anti-
apostólico.
En esa época en la que nos acercábamos al
final de aquella estúpida guerra, preparaba un
gran número de ataques con los cuales conside-
raba una victoria completa en treinta años má-
ximo. Y soñaba que para el año 1974 pueda fes-
tejar el nacimiento de esta Iglesia Universal sin
Dios. Mi odio por lo sobrenatural me daba no so-
lamente el genio, sino fuerzas casi increíbles en
mi doble trabajo. No conviene olvidar que estu-
diaba teología y que era importantísimo que tu-
viera excelentes calificaciones. Pues era el me-
jor de todos, lo que me hacía reír y me reforza-
ba mi convicción que un Dios que no defiende a
sus verdaderos fieles, no existe.
La palabra "sobrenatural" esconde todo lo que
el hombre no comprende, bajo velos movibles,
irradiados por sueños coloreados. Yo resolví des-
truir este.mal teatro. Encargué a mi corresponsal
desmenuzar al Nuevo Testamento en todo lo que
no es perfectamente natural y explicable.
Es un trabajo de gran utilidad, porque Cristo
mismo creía en su propia divinidad, por lo me-
nos si se acepta los discursos que le atribuyen.
Pero cómo es posible hacer la división entre lo
que ha dicho verdaderamente y lo que los evan-

154
gelistas han agregado. No hay más que rehusar
todo lo que repugna a la sana razón.
Como ya he dicho la acción más virilmente
marxista me parece la que ataca al problema de
la infancia y se adueña de estos cerebros malea-
bles. Con la convicción más ardiente lancé órde- ·
nes que se referían a la libertad de cada indivi-
duo, libertad que se les debe ·ser transmitida
desde que sabe caminar y hablar. Es escandalo-
so, verdaderamente escandaloso que los padres
se atribuyan el derecho para obligar a los jóve-
nes a seguir todos los domingos la ceremonia
de la Misa. Y no es menos escandaloso inscribir.-
los en el catecismo sin pedirles su autorización.
Como resultado. estos pobres pequeños se
creen obligados a comulgar aún cuando prefie-
ren ir a jugar. ¡¡¡Qué decir del Bautismo que se
le ha impuesto desde la cuna!!! Es desde allí que
comienza el verdadero escándalo. Yo dirigía una
enérgica campaña de información de la juven-
tud. Que todos se dediquen a la Iglesia, al cate-
cismo, a la escuela, a la radio, con el fin de que
todos los jóvenes del mundo sean informados
de su derecho absoluto de decir: "non a sus pa-
dres cuando quieren hacer de ellos pequeños
cristianos hipócritamente obedientes.
Feliz el día en -el que miles de jóvenes digan
abiertamente y alegremente: "Yo, no soy cristia

155
no, no creo en Dios, no soy tan ingenuo como
_mis padres que son unos viejos que no sirven
· para nada".
Entre tanto ardía del deseo de ver nuevamen-
te a "cabello negro" y este vivo deseo fue conce-
dido sin que deba suplicar humildemente. Reci-
bí una invitación alentadora diciéndome que te-
nía una petición para presentarme.
Un sábado en el que el sol quemaba con un
ardor muy juvenil, llegué como un bólido al es-
tudio donde "cabello negro" me esperaba. Quién
podrá comprender lo que podía valer para mí
estas banales palabras "cabello negro me espe-
raba"... eran muy fuertes para mí aquellos cabe-
llos que hubiera querido cortarlos para que nin-
guna persona los mire. ¡Cortarlos!, ¡qué idea cri-
minal me había cruzado el cerebro!...
Ella era la dulzura, el amor, cuando me dijo
que tenía una petición para presentarme. Poco
faltó para que tiemble, se trataba simplemente
de dibujar mis manos que le parecían admira-
bles. En realidad las mujeres tienen ideas ab-
surdas, pero fascinantes. Con una paciencia que
! me envidiarían los ángeles, yo posé toda la tar-
j de,. y esto únicamente por mis manos. Los dibu-
jos seguían los unos a los otros, en la mesa y yo
nadaba en una especie de euforia que debe lla-
marse felicidad perfecta, supongo... por lo me-

156
nos desde entonces no me acuerdo de haber co-
nocido una tan grande.
Yo sé que no me creerán, pero nuestra unión
fue tan fuerte y perfecta en aquellas horas que yo
dudo que la banal unión carnal pueda dar una fe-
licidad tan extraordinariamente fuera del tiempo.
Cuando el dibujo fue term,inado, mi dulce
enemiga me explicó que mis manos eran ha-
blantes y que estaban ciertamente destinadas
para hacer grandes cosas. Yo estaba casi confun-
dido porque la verdad tenía un gusto de muerte
y de homicidio.
Aquel día ella me permitió desatar sus cabe-
llos, para jugar con ellos. Traté de arreglárselos,
los trencé, los enrollé, luego los cepillé con un
gran cuidado, corno si jamás los hubiera visto,
como si los preparara para un doloroso sacrifi-
cio... ¿Por qué aquel día tuve aquella extraña
sensación? Todo el día fue muy extraño. Aun
hoy, no sabría explicarme de donde venía aquel
flujo misterioso.
Nos separarnos con una dificultad trágica.
"Hasta el sábado, hasta el sábado" nos decíamos
como si esta· esperanza debiera estar escrita en
una memoria profética, corno si nosotros debié-
ramos encontrai: la única mesa de salvación, co-
mo si quisiéramos quitar todos los obstáculos...

157
Quitar los obstáculos. Y yo que había olvidado
completamente ... que aquel sábado teníamos un
retiro, nosotros que debíamos recibir la Ordena-
ción Sacerdotal dentro de pocos días.
Debí escribir una cartita a "cabello negro" in-
ventándome una.mentira plausible. Pero habría
querido poder agregar con toda sencillez que me
iba próximamente a Roma y que esperaba que
me vaya a ver. Pero ¿cómo atreverse a hablar de
sencillez cuando todo me gritaba que estaba por
entrar en una esclavitud peor a la que tuve du-
rante los seis años de seminario?
En Roma habría estado dentro de la conexión
de la ciudad llamada eterna, pero me consolaba
acordándome de que era en realidad el grano de
arena que debía dañar la máquina, y hacerlo tan
bien como para que nunca sea reparada.
Entré pues en retiro para prepararme a la úl-
tima ceremonia que me habría hecho un Sacerdo-
te para la eternidad. Puesto que yo no creo en la
eternidad, no sufrí esta perspectiva. Era un mal
momento que debía pasar, como cuando se va
donde el dentista, por una causa justa. Lo impor-
tante es tener la Fe y la mía vale como la de ellos,
que digo, la mía sobrepasa la de ellos, porque no
es infantil ni llena de temores ni de terrores.
El gran día llegó,·como dicen los periodistas.

158
Yo estaba tranquilo. Muchos se esforzaron par.a
sustituir mi familia ausente. Cada uno rivaliza-
ba en gentileza. Una buena y pequeña contien-
da hubiera sido más saludable, pero es difícil
querer convertirse en un ser mitad sobrenatu-
ral conservando el derecho de luchar con algún
enemigo ficticio. Cuando entré en la capilla era
un ser perfecto en modestia y humildad. Estas
virtudes son fáciles para jugar cuando un orgu-
llo secreto puesto más en alto es el sostén.
Caminaba con un paso deslizado, los ojos ba-
jos, cuando un grito sofocado, por exclamacio-
nes y un cierto desorden se hicieron eco a mi iz-
quierda. Por regla no habría debido mirar. Pero
desobedecí a mi conciencia (quiero decir a la
que me había fabricado y que manipulaba divir-
tiéndome). Vi que hombres jóvenes sostenían a
una joven desmayada. La mantilla había caído y
los largos cabellos negros estaban desordenados
en el pavimento de la capilla. Alzando los ojos
para quitarlos de ese espectáculo me crucé con
la mirada del profesor que había servido para la
casilla postal. ¿Qué hacía allí? ¿Había·sido él el
que había llevado a "cabello negro"? En el inter-
cambio de miradas me pareció leer en aquel
hombre un triunfo cruel. Me prometí saber la
verdad y hacer pagar muy caro al que había co-
metido aquella infamia. El resto del día lo pasé

·:·t, ··•.· --=- , .... , _., .·


'. 159
en una neblina dolorosa. Cada uno debió hacer;
suposiciones acerca de mí, pero no me di por
enterado. No tenía el más mínimo deseo de apa-
recer decorosamente piadoso, ni de escuchar
las dulces voces que profetizaban mi futura san-
tidad.
Por suerte el estudiante vino a saludarme,
era mi único amigo. Lo puse al corriente y le en-
cargué una investigación. Quería saber, quería
matar, quería gritar, defenderme y defenderla,
sobre todo defenderla, pero era demasiado tar-
de, para todo era demasiado tarde. Si hubiera te-
nido el coraje de decirle todo sobre mí, ella ha-
bría aceptado sufrir en silencio y amarme a es-
condidas...
Los días siguientes yo preparaba un viaje pa-
ra los Estados Unidos donde quería visitar a las
más importantes sectas protestantes, para ver
cómo podía maniobrarlas. Hasta entonces había
debido por la fuerza, olvidarme de un factor im-
portante de la Fe que está sólidamente arraiga-
do en el mundo protestante. Debía conocer bien
este aspecto del problema, antes de continuar '
los estudios en Roma.
Antes de mi partida, el estudiante llegó co-
rriendo para darme la noticia que más que to-
das podía hacerme sufrir: ¡el ingreso de "cabello
negro" en el Carmelo! Ella ingresaba por mí, por

160
mí se habría hecho cortar su cabellera. Ella ora-
rá toda su vida por mí, ella estará en un claustro
por mí y no tendrá la menor alegría de amor...
por mí. Yo no sé si habría preferido que hubiera
muerto.
De todos modos, me juré que abriría y vacia-
ría todos los monasterios del mundo y particu-
larmente los monasterios contemplativos.
Lancé una campaña ardiente en contra de la
clausura hasta hacer súplicas al Papa, a través
de intermediarios religiosos muy sencillos. Ha-
cía observar que los claustros habían sido nece-
sarios para custodiar a las jóvenes que estaban
por la fuerza en el convento debido a sus pa-
dres. Era para impedir que huyan y se relacio-
nen con el mundo exterior, que los claustros
eran dobles y reforzados con rejas de madera.
Hice de todo para obtener que esta clase de pri-
sión, llamada divina, fuera abolida. Puse en evi-
dencia el sentido de honor ante las vírgenes
consagradas, para que sientan el deseo de ser
recibidas en casas (conventos) abiertos a todos
los vientos. Seguidamente ·habría ido aún más
lejos, suplicando a las religiosas para que regre-
sen a este mundo que tenía tanta necesidad de
su presencia. Y las habría persuadido que ha-
brían hecho mucho bien sin hacer cre r lo que
no eran.

161
Se encontró escritores ·muy sutiles para dis-
poner de viejos libros, sobre este tema, con un
lujo de vocabulario muy admirable. Luché tam-
bién contra la bárbara costumbre de rapar las
cabezas de las monjas. Puse en evidencia el he-
cho de que estas cabezas rapadas hacían a estas
pobres hijas ridículas, cuando debían entrar en
. la clínica para.cualquier operación. Insistí en las
jóvenes vocaciones que se perdían tontamente
por causa de esta costumbre de otra época.
Me aferraba a las costumbres antiguas y so-
lemnes tan pesadas durante el verano y tan po-
co eficientes en invierno. Sugerí que todas las
reglas y constituciones fueran revisadas cuida-
dosamente; preferiblemente por hombres .(las
mujeres tienen una cierta tendencia a la exage-
ración en la generosidad).
Pero cuando contemplaba la universalidad
de mi trabajo, me tropezaba con un obstáculo si-
lencioso, aunque era pequeño en relación al
Cosmos... un modesto y muy secreto Carmelo de
donde no recibí nunca una carta. Por una parte
existía el mundo y por la otra esta prisión. Yo
mandaba al uno pero al mismo tiempo era pri-
sio-nero del otro. A pesar de esto mi trabajo no
sufría, más bien por el contrario. Paradójica-
mente, me enfurecía al constatar la inutilidad
del sacrificio de "cabello negro". ¡Un sacrificio

162
tan completo y tan ineficaz!
Mi trabajo·fµncionaba con un ritmo monóto-
no, cuando rumores concernientes a un posible
Concilio Universal llegaron a incintar mi celo.
Entendí que ciertos esquemas estaban en cami-
no de preparación por orden del Papa. Hice
comprender a mis superiores que una partida
definitiva podía ser jugada. Fui nombrado para
ocupar un puesto más elevado.
El mundo entero dependía de mí y mis posi-
bilidades estaban prácticamente iluminadas. Fi-
nancié las revistas de izquierda, como también·
un gran número de periodistas que me hicieron
un excelente trabajo. Toda mi esperanza des-
cansaba principalmente en los ·esquemas ·que
había sugerido para la elaboración con trucos
de teología muy avanzados y muy audaces.
Pienso .que los guiaba la ambición, que es el
más poderoso motor.
Logré obtener copias de todos los esquemas
oficiales, quiero decir, los que habían sido enVia-
dos por el Papa: Para mí eran catastróficos. Abso-
lutamente catastróficos, y peso mis palabras. Aún
hoy, después de algunos años d que haya finali-
. zado el Concilio, siento frío en la espalda (expre-
sión idiota que -uso por pereza). Supongan que es-
tos esquemas sean publicados y difundidos todo
mi trabajo debía empezar desde cero (o casí).

16
Pero gracias a mi celo, y sobre todo al dinero
empleado, como si fueran inagotables, los esque-
mas modernistas, ¡oh! muy tímidamente moder-
nistas, debo confesar, fueron llevados a escondi-
das al Concilio y presentados con audacia con el
fin de sustituir a los documentos oficiales, a los
cuales se criticaba de no haber sido elaborados
con plena libertad, la santa libertad de los hijos
de Dios como ellos dicen. Este juego dejó a toda
la Asamblea estupefacta que ciertamente no
reaccionó ni lo hará jamás. Esto prueba que la
audacia -siempre paga-. ¿No es esto lo que decía
Danton?

A pesar de esto, no estoy satisfecho. No, este


Concilio no fue lo que esperaba. Conviene espe-
rar Vaticano III. Entonces será la victoria com-
pleta. Pero para el Vaticano II no sé que haya su-
cedido. Se habrá dicho que un demonio invisible
ha llegado para detener todas las tentativas de
modernización en el momento en que habrían
e
debido ser más eficientes. Extraño itritante.
Por suerte, desde entonces se ha encontrado
la astucia que consiste en ponerse en un lugar
seguro detrás del "Espíritu del Concilion para
lanzar toda clase de novedades halagadoras. Es-
ta expresión "El Espíritu del Concilion ha llegado

164
a ser para mí la carta maestra. Yo lanzo la carta
maestra que recoge a los pequeños corazones
perdidos, a las pequeñas flores sin dinero, a los
pequeños infantes desarmados.
Pero no será sino en el Vaticano III que po-
dré presentarme con un martillo y con clavos,
no pélra clavar a Dios en la Cruz, sino para cla-
varlo en su ataúd.
FIN

El portafolio no contenía esquemas concer-


nientes con el Vaticano 111, sin embargo es muy
probable que existan algunos textos y sean estu-
diados, comparados... Alguna rápid_a anotación
en una pequeña libreta, en idioma ruso que hice
traducir con discreción, me dio aún algunas bre-
ves indicaciones relacionadas con los proyectos
futuros de mi accidentado.
Pues, para gente como Miguel, Vaticano II no
fue más que una sonda de prueba de la cual los
libros de Historia conservarán apenas el recuer-
do. Pero Vaticano III completará la alianza del
cristianismo con el marxismo y lo más impor-
tante será la pluralidad de los dogmas religiosos
y la intransigencia de los dogmas sociales. To-
das las religiones cristianas o no, formando una

165
gran asociación, serán reducidas a su denomina-
dor común: "La magia" y darán al subconsciente
(por lo menos a los astutos) un verdadero poder
aunque esté manejado por los Puros.
Lo sorprendente es que nadie reclamó nunca
los p;:ipeles de Miguel, por lo menos hasta hoy
Pero él había comprado un auto bajo un fals o
nombre y probablemente se había olvidado de
informar a quien sea de su viaje.
No s é donde esté "cabello ne gro". Tai vez aún
en oración en un Carmelo, donde la Priora debe
haber conservado la Fe de los días pasados.
Puede ser que un día este libro penetrará dis-
cretamente en aquel Carmelo. Que "cabellos ne-
gros" sepa que yo también oro por Miguel.

·l t:,.
1. 0 0

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