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Fuente: 12/10/2015 La Nona canta y baila 27.06.2001 LA NACION http://www.lanacion.com.

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El personaje que tanto éxito tuvo en cine y en teatro vuelve en una comedia musical

MIÉRCOLES 27 DE JUNIO DE 2001

Una de las obras del teatro argentino más representadas en el mundo es, sin lugar a dudas, "La Nona", de Roberto
"Tito" Cossa. Estrenada en 1977 en el teatro Lasalle, con Ulises Dumont en el rol protagónico y dirección de Carlos
Gorostiza (un año después fue llevada al cine con dirección de Héctor Olivera), la pieza desde entonces ha hecho un
recorrido más que significativo, si se piensa que se representó, entre otros países, en Bélgica, Italia, España, Francia,
Israel, Turquía, Eslovenia, Inglaterra, Armenia, Estados Unidos y en casi todo el continente latinoamericano. En
Buenos Aires, la última versión estuvo protagonizada por Diana Maggi en el Teatro de la Ribera, a fines de los años
80, con dirección de Mario Rolla. El próximo 6 de julio "La Nona" se repondrá en el Teatro Presidente Alvear, pero en
una versión musical que realizaron Eduardo Rovner, en la adaptación, y Ernesto Acher, en la música. Será
protagonizada por Hugo Arana y la dirección es responsabilidad de Claudio Hochman.

Un poco de historia

A comienzos de la década del 70, Roberto Cossa integraba un grupo creativo junto a Carlos Somigliana, Ricardo
Talesnik y Germán Rozenmacher (al que luego se agregó Ricardo Halac). Canal 9 les propuso escribir una serie de
programas de ficción que tendrían como protagonista a Pepe Soriano. Uno de los textos que apareció fue el de "La
Nona", pero como recuerda Cossa "el fragmento que sería la primera parte de la que después fue la obra de teatro".
En ese canal, el proyecto se pospuso y en el verano de 1974 pasó a Canal 13, donde finalmente pudo concretarse. El
ciclo se llamó "Historias del mediopelo". "Fue un texto que siempre me siguió rondando -dice el autor- y lo retomé
en 1976. Después del golpe yo dejé el periodismo. Tenía que resolver qué hacía con mi vida, si me iba del país o no, y
en eso armamos un grupo con Carlos Gorostiza, Leandro Ragucci, Carlos Somigliana y René Aure. Yo tenía este libro y
mi esposa, Marta (Degracia), siempre decía que ahí había una obra de teatro. En agosto del 77 la estrenamos. Y fue
un gran éxito."

Para muchos espectadores, en aquel momento, el personaje de "La Nona" simbolizaba a la dictadura militar. Esa
anciana que pedía comida y más comida, que devoraba todo lo que encontraba a su paso y hasta termina
destruyendo y matando a su familia no podía encontrar otra correspondencia. "Yo debo ser justo con la verdad" -
aclara Cossa. "La escribí como personaje dramático, partiendo de la imagen de ese personaje que tenía mucho que
ver con la historia del grotesco argentino y, en un sentido, también con mi propia familia, con mi abuelo italiano, que
hablaba cocoliche y que en realidad era muy distinto de La Nona porque era un gran trabajador. La segunda parte de
la obra la escribí en 1976 y ahí está toda la historia de las muertes, la violencia, la tragedia que apareció en el país.
Pero fue espontáneo, no fue premeditado. La prueba está en que cuando se empezó a ensayar los actores y
Gorostiza me preguntaban: ¿Qué es "La Nona"?, y yo decía: un personaje. El grupo llegó a la conclusión de que "La
Nona" es aquello que nos destruye por dentro. Que cada uno elija qué es." Y tanto es así, que, por ejemplo, la
versión que se estrenó en 1988, en la Ribera, no daba más que para pensar que "La Nona" era la gran inflación que
por entonces abrumaba la realidad de los argentinos. A mediados de los años 90 el texto se representó en el Teatro
de la Colina, de París, Francia, fue interpretado por JeanClaude Dreyfus con dirección de Jorge Lavelli. El crítico de Le
Monde realizó entonces un análisis totalmente lineal de la obra. Y cerró su artículo diciendo que esa anciana,
finalmente, sería llevada por el Servicio Social a un asilo.

(...)

Un personaje representativo

Ernesto Acher define a la Nona como un "personaje arquetípico", en tanto que Rovner lo ubica como "un verdadero
clásico". Y éstos son algunos de los obstáculos que debe sortear Hugo Arana a la hora de recrearlo.
El actor vuelve a conectarse con un texto de Roberto Cossa. Su trabajo anterior en teatro fue "El saludador", del
mismo dramaturgo. Pero en este caso asoma una dificultad. "Es un personaje muy singular- dice Arana-, en muchos
aspectos me encuentro con cosas nuevas que tienen que ver con el tema de la actuación. Es un personaje muy
solitario, con un mundo muy propio, dentro de una familia. Las interrelaciones de los otros personajes transitan por
cierto realismo. La Nona está inserta ahí de una manera particular, tiene poco contacto con los demás, su relación es
con la comida. Uno como actor está entrenado para conectarse con el otro. ¿Cuál es esa vida propia? ¿Cuál es el yo
del personaje? ¿Cuál es su identidad?"

El otro tema se relaciona con la construcción del personaje desde un travestismo también singular. La Nona no sólo
es un hombre que construye a una abuelita de cien años. Por el contrario, el intérprete debe dar señales de que es
un hombre el que está interpretando una conducta tan terrible como la de esa mujer.

En algún momento "La Nona" simbolizó la dictadura; en otros, la inflación. ¿A qué refiere ese personaje hoy?

Uno siempre tiene la necesidad de conectar, de despejar dudas. Uno se anima a certezas y dice: quiere decir esto, y
se tranquiliza. Este proceso lo hará cada espectador y encontrará cual es su Nona interna o externa. Uno de los
grandes hallazgos de esta pieza está ahí. La Nona es un símbolo, también es un reflejo de muchas dictaduras, y no
me refiero sólo a los gobiernos militares. Qué cosas propias, internas, tenemos nosotros que nos comen,
injustamente. Qué nos pasa, qué me pasa, con aquello que me obliga, que me presiona, y vivo esto como una
injusticia, sintiéndome a la vez no merecedor. Y sin embargo, hasta dónde soy o no colaborador de eso.

Carlos Pacheco
Teatro Abierto: un mito regresa al Picadero
"Las nuevas generaciones, seguramente, se apropiarán de él", augura Roberto Cossa
Carlos Pacheco PARA LA NACION SÁBADO 28 DE SEPTIEMBRE DE 2013
Uno de los acontecimientos más destacados dentro de la historia del teatro nacional contemporáneo es, sin duda, Teatro
Abierto, el movimiento de resistencia cultural que en tiempos de la última dictadura militar reunió a autores, directores y
actores.
Inaugurado el 28 de julio de 1981, en el Teatro Picadero, con un éxito de público inesperado, el ciclo incluía a 21 autores, otros
tantos directores y aproximadamente 150 intérpretes.
Cualquier evocación de aquella gesta audaz debe registrar, para ser justa, los nombres propios que la sostuvieron, muchos de los
cuales se constituyeron en lo mejor del teatro argentino del último cuarto del siglo pasado: entre ellos deben anotarse los de los
autores Carlos Somigliana, Carlos Gorostiza, Eugenio Griffero, Elio Gandolfo, Aída Bortnik, Eduardo Pavlovsky y Osvaldo Dragún;
y los de los directores Carlos Gandolfo, Alberto Ure, Luis Agustoni, Villanueva Cosse, Osvaldo Bonet, Alfredo Zemma y Francisco
Javier, entre tantos otros.
La fuerte repercusión que obtuvo el ciclo llevó verdadera inquietud a los círculos más cercanos al régimen. En la madrugada del
6 de agosto, un atentado provocó un incendio que devoró la sala. El episodio no hizo sino fortalecer el estado de ánimo de la
gente de teatro. Carlos Rottemberg cedió el Tabarís, de modo que el ciclo se trasladó a la calle Corrientes. Teatro Abierto se
convirtió en un verdadero acontecimiento escénico, con infinidad de derivaciones sociales y políticas, que se prolongó hasta el
21 de septiembre de ese año. Se cumplieron, la semana pasada, 32 años de esa gesta.
Teatro Abierto vuelve a ser ahora eje de un proyecto que se llevará a cabo en el renovado Picadero. Sebastián Blutrach, su
actual propietario, y Roberto Cossa, uno de los grandes protagonistas de aquel momento, reunieron esfuerzos junto a la
Secretaría de Cultura de la Nación y la TV Pública. El resultado es un ciclo que movilizará a nuevos autores, actores y directores a
la vez que rendirá homenaje a aquel acontecimiento.
"Cuando comencé a poner en valor el edificio del Picadero, Teatro Abierto se hizo presente", dice Blutrach. "Ese movimiento
tiene casi un valor de mito para la comunidad teatral. Hablando un día con Tito Cossa, me propuso rendirle tributo. Pero no
descubriendo una placa recordatoria. Quería traer ese movimiento en el tiempo y mantenerlo vivo."
Otra vez
En octubre se verán las primeras tres piezas del ciclo original. Pero, antes, acaba de lanzarse un concurso de obras teatrales (el
reglamento puede verse en www.cultura.gob.ar/concursos), en el que se elegirán dieciocho textos que subirán a escena a partir
de marzo. Y también está en proceso la creación de un espacio interactivo, que funcionará en el hall de El Picadero, que
permitirá encontrarse con materiales fotográficos y audiovisuales que recuerdan las jornadas de Teatro Abierto 81.
"Es muy movilizador", dice Cossa. "En aquel tiempo vivíamos con mucho dolor. La dictadura era violenta, brutal y, fíjate,
nosotros armábamos Teatro Abierto con alegría. Los autores queríamos escribir. Nos habían aislado, nos perseguían. Nuestras
obras habían sido prohibidas en los teatros oficiales y eliminadas en los programas del Conservatorio Nacional. Queríamos
demostrar que existíamos y eso se transformó, por la pura brutalidad del régimen, en un hecho de resistencia cultural notable.
No hay año en que no reciba a investigadores de diferentes países del mundo que me consultan acerca de Teatro Abierto. Esa
reivindicación, con el tiempo, fue cauterizando los dolores. Creí que el círculo se había cerrado. Pero, cuando Sebastián recuperó
esta sala, sentí que Teatro Abierto estaba vivo. Y este proyecto nos permitirá revivirlo aún porque las nuevas generaciones,
seguramente, se apropiarán de él".
Cuando se le señala que vuelven a reunirse creadores y empresarios para crear un hecho teatral, esta vez con la participación
del Estado, Blutrach señala que desde hace algún tiempo las asociaciones que agrupan a empresarios, autores y actores, a
quienes se sumaron algunos directores, vienen reuniéndose para impulsar la producción de obras de autores argentinos en salas
de la calle Corrientes (ver aparte). "La Televisión Pública se sumó a este homenaje, junto con la Secretaría de Cultura. Es
responsabilidad de quienes hacemos teatro ver cómo difundimos el teatro nacional y cómo fomentamos a los autores. En
épocas de opresión eso resultaba muy difícil. El teatro había perdido cierta identidad nacional. Ahora, es necesario afirmarla."
Cossa es testigo privilegiado de ese momento histórico. "En aquella época, por el sólo hecho de ser un artista estabas
sospechado", dice. "Por eso Teatro Abierto fue un fenómeno más político que teatral. En la película País cerrado, Teatro
Abierto se ven las ovaciones del público después de cada función y eso aún hoy resulta conmovedor. El ciclo tenía sus desniveles
artísticos, pero era bueno. Se trató de un fenómeno antifascista, de verdadera resistencia cultural. Cuando comenzaron los
ensayos, invitamos a algunos amigos y las colas eran impresionantes. Los abonos se vendieron enseguida. La gente entendió que
era una bocanada de aire. Cuando quemaron la sala, llegamos al Tabarís y el éxito se multiplicó. Hasta la prensa más pacata
hablaba del atentado. Después surgieron Danza Abierta, Poesía Abierta, los pintores nos donaron cuadros para recuperar los
gastos. Se prolongó el ciclo en el 82 y en el 83, y ahí terminó. Después vino el Teatrazo, impulsado por otros artistas que
pretendieron instalarlo como una respuesta al imperialista, pero ya no fue lo mismo." (…)
La Nación, Espectáculos (fragmento) http://www.lanacion.com.ar/1623982-teatro-abierto-un-mito-regresa-al-picadero

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