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Hepatitis c

La hepatitis es una inflamación del hígado. El hígado, ubicado en la parte derecha del
abdomen, es un órgano importante que procesa nutrientes, metaboliza medicamentos y
ayuda a eliminar toxinas del organismo.

La mayoría de los casos de hepatitis están provocados por un virus. Los tres virus más
frecuentes son el virus de la hepatitis A, el de la hepatitis B, y el de la hepatitis C. (Los
virus de la hepatitis D y E son muy poco frecuentes.

La hepatitis C es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al hígado y es


causada por el virus de la hepatitis C(VHC). La infección aguda es por lo general
asintomática, pero la infección crónica puede producir lesión en el hígado y a la larga
originar cirrosis. En algunos casos, los pacientes con cirrosis también
presentan insuficiencia hepática, cáncer de hígado y varices esofágicas potencialmente
fatales.

La hepatitis C se contrae principalmente mediante el contacto con sangre contaminada


asociado con el consumo de drogas por vía intravenosa, el uso de instrumental médico no
esterilizado y las transfusiones de sangre no testadas previamente. La existencia de hepatitis
C (originalmente «hepatitis no A no B») fue postulada en la década de 1970 y confirmada
en 1989.

Hepatitis c aguda

La hepatitis C aguda es una enfermedad generalmente subclínica, de ahí que no se incluya


en el diagnóstico diferencial de los pacientes con un cuadro agudo. Además diagnosticarla
presenta dificultades ya que los anticuerpos contra el virus tardan en aparecer, pudiendo ser
negativos cuando el paciente manifiesta los síntomas; en este punto la enfermedad podría
diagnosticarse con el RNA viral, pero éste no es fácil que sea solicitado inicialmente.

Hepatitis c crónica

En la actualidad, la hepatitis C crónica generalmente puede curarse con medicamentos


de administración oral que se toman todos los días durante un período de dos a seis meses.
Aun así, alrededor de la mitad de las personas que tienen VHC no saben que están
infectadas, principalmente, porque no tienen síntomas; estos últimos pueden tardar décadas
en aparecer.

Mecanismos de transmisión de la enfermedad

Transmisión parenteral.

La vía de transmisión más frecuente es la vía parenteral percutánea siendo el uso de


drogas por vía intravenosa la principal forma de transmisión del VHC en el momento actual
en el que más del 50% de los usuarios de drogas por vía parenteral son anti-VHC positivos.
Los índices de infección por esta vía oscilan alrededor del 80% globalmente. Otras vías de
transmisión parenteral incluyen la hemodiálisis, el trasplante de órganos (antes de 1992), al
igual que los tatuajes, la acupuntura y los piercing, si bien estos últimos están solo
implicados ocasionalmente.

Transmisión no parenteral

Transmisión sexual

El riesgo de transmisión a largo plazo en relaciones monógamas heterosexuales es


menor del 5%. El riesgo se incrementa hasta el doble si el paciente mantiene relaciones
sexuales sin protección con múltiples parejas sexuales, en caso de coinfección por el VIH y
si se padecen enfermedades de transmisión sexual. No existen evidencias que sustenten la
transmisión del VHC a través del sexo oral, excepto en casos de lesiones mucosas.

Transmisión vertical o perinatal

El riesgo de transmisión vertical es del 5% de promedio, porcentaje que se triplica en los


niños nacidos de madres coinfectadas por VIH. No está claro si la práctica de
amniocentesis o una rotura prolongada de membranas están asociadas con un mayor riesgo
de transmisión materno- infantil. La lactancia materna no ha sido implicada a largo plazo
en la transmisión del VHC al recién nacido excepto en casos de grietas en el pezón con
sangrado.

Transmisión horizontal
La transmisión intrafamiliar entre contactos domésticos, siempre que no haya relaciones
sexuales o contacto sanguíneo, es prácticamente inexistente o excepcional. Por tanto, el
virus de la hepatitis C no se transmite por abrazar, besar, o compartir utensilios para comer.

Metodos de diagnostico

Dado que la infección aguda por el VHC es generalmente asintomática, pocos son los casos
diagnosticados en la fase aguda. A menudo, la infección crónica por el VHC también queda
sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta décadas después, cuando aparecen
síntomas secundarios al daño hepático grave.

La infección con el VHC se diagnostica en dos etapas:

 La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la


infección.

 Si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la infección crónica se


necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus. Ello es así
porque un 30% de las personas infectadas por el VHC eliminan espontáneamente la
infección mediante una respuesta inmunitaria fuerte, sin necesidad de tratamiento, y
aunque ya no estén infectadas seguirán teniendo los anticuerpos anti-VHC
positivos.

Una vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño hepático
(fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por diversas pruebas no
invasivas.

Además, se debería realizar una prueba de laboratorio para identificar el genotipo del virus.
Hay seis genotipos del VHC, y su respuesta al tratamiento es diferente. Por otra parte, una
misma persona puede estar infectada por más de un genotipo. El grado de daño hepático y
el genotipo del virus se utilizan para orientar las decisiones terapéuticas y la conducta
clínica.

Síntomas
Síntomas habituales:
 Cansancio.

 Náuseas.

 Fiebre.

 Pérdida del apetito.

 Dolor de estómago.

 Diarrea.

Síntomas que sólo presentan algunas personas:


 Oscurecimiento de la orina.

 Excrementos de color claro.

 Color amarillento de ojos y piel (ictericia).

Tratamiento

Medicamentos antivirales

Los investigadores recientemente lograron grandes avances en el tratamiento de la


hepatitis C con nuevos medicamentos antivirales, a veces en combinación con otros
medicamentos existentes. Como consecuencia, las personas tienen mejores resultados,
menos efectos secundarios y tratamientos más cortos, algunos duran solamente ocho
semanas. La elección de medicamentos y duración del tratamiento dependen del genotipo
de la hepatitis C, la presencia del daño hepático existente, otras afecciones y tratamientos
anteriores.

Trasplante de hígado
Durante el trasplante de hígado, el cirujano extrae el hígado dañado y lo reemplaza con
uno sano. La mayoría de los hígados trasplantados provienen de donantes fallecidos, si bien
una pequeña cantidad proviene de donantes vivos que donan una porción de sus hígados.

En la mayoría de los casos, la hepatitis C no se cura solo con el trasplante de hígado. Es


probable que la infección vuelva a aparecer y requiera un tratamiento con medicación
antiviral para evitar daños en el hígado trasplantado. Varios estudios han demostrado que
los nuevos regímenes de medicación antiviral de acción directa son efectivos para curar la
hepatitis C después de un trasplante. El tratamiento con antivirales de acción directa
también puede ser efectivo con ciertos pacientes seleccionados adecuadamente antes del
trasplante de hígado.

Vacunas

Aunque no existe la vacuna contra la hepatitis C, es probable que el médico recomiende


que te coloques vacunas contra los virus de la hepatitis A y B. Estos virus son diferentes y
también pueden provocar daño hepático y complicar la evolución de la hepatitis C crónica.

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