Sei sulla pagina 1di 8

Unidad II/ Geriatría

Descripción del adulto mayor

Resulta difícil establecer el inicio real del período de desarrollo humano que
llamamos tercera edad, los expertos en la evolución del individuo no se ponen de acuerdo
respecto al momento en que comienza esta etapa, pues esto dependerá de variados factores
como la alimentación, la profesión ejercida, las vivencias, la forma de afrontar la vida y
otros (Valenzuela, 2013).

Comúnmente se puede encontrar en los teóricos relacionados al envejecimiento y la


vejez, referencias al cuerpo del adulto mayor y sus cambios, ligados exclusivamente a la
pérdida de funciones y al deterioro propio de la etapa (López, 2012:4). Entonces debemos
aclarar que al hablar de adultos mayores se percibe que aquello que se suponía saber no es
suficiente, pues existen varias maneras para definirlos, como así también las edades en que
inicia esta etapa.

II.1.1. Conceptualización y principales características del adulto mayor

La asamblea mundial del envejecimiento, realizada por la ONU en 1982, delimitó a los
diferentes grupos de personas que existen en la sociedad designando los términos de vejez,
tercera edad, ancianos y adultos mayores a los individuos que alcanzarían y rebasarían las
seis décadas [60 años] (Vásquez & De los Reyes, 2005; citado en Hernández, 2010).
Tuzzo y Mila (2008) denominan adultos mayores a aquellas personas que excedan los
60 años. El término se formula como reemplazo de tercera edad, anciano, abuelo, viejo,
senescente, senil, que pueden ser peyorativos y que se relacionan a una imagen negativa,
discriminatoria y sesgada de la vejez. Esto es un criterio de las Naciones Unidas que se
relaciona con la idea de un cambio cultural que incida en el respeto y valoración de las
personas mayores.

Para la OMS (2002) “un adulto mayor funcionalmente sano es aquel sujeto capaz de
enfrentar el proceso de cambio con un nivel adecuado de adaptabilidad y satisfacción
personal.”
Este profundo cambio debe partir desde todos los sectores de la sociedad. Esta nueva
forma de deducir el proceso de envejecimiento lleva a fortalecer un modelo de mediación
interdisciplinario, unido a todos los recintos de las ciencias de la salud [médica, psicológica
y social] (Tuzzo y Mila, 2008).

Para Marín (2000, citado en Hernández, 2010) sería útil realizar una división de dos
grupos: por un lado, los llamados “viejos-jóvenes” entre 60 y 75 años, generalmente
jubilados, sanos, que buscan darle un sentido a esta nueva etapa de la vida; y los
“ancianos”, personas de 75-80 y más años, donde la mayoría requieren de servicios
médicos asistenciales.

El envejecimiento es un ciclo de la vida, no es una variante patológica del desarrollo,


se trata de un período biológico y no una enfermedad. Es un proceso en el que se van
originando cambios en el organismo, que conlleva a una serie de limitaciones físicas y, a
veces, mentales, que lo hacen dependiente de los demás. Sin embargo se debe liberar al
adulto mayor de esa imagen invalidante, contribuyendo a fortalecer su rol social, a
redescubrir sus capacidades enriqueciendo su autoestima al formar parte activo dentro de
la sociedad. (Ander-Egg, 2011).
En relación a las características del adulto mayor, Erickson (2000) conceptualiza el
desarrollo en la adultez como progreso y no como declinación, e incorpora la dimensión
espiritual en su enfoque de la última parte de la vida. Para este autor, en la adultez mayor
ocurriría un conflicto entre los polos de integridad y desesperanza. Se lograría la integridad
en la medida que al envejecer, la persona lograría adaptarse a los triunfos y desilusiones
que implica haber dado su vida a otros seres humanos, y haber producido cosas e ideas, y se
caracterizaría por un
sentimiento de seguridad y satisfacción acumulada, de haber alcanzado un orden en el
mundo y un sentido espiritual, que es la aceptación del propio ciclo de vida como algo que
debía ser de esa manera.
Luego, Erickson (2000) constata que la vejez a los 80 y 90 años conllevaría nuevas
exigencias, revalorizaciones y dificultades diarias, las que solo pueden comprenderse
adecuadamente contemplando una nueva etapa. En ésta, cobrarían gran importancia las
fortalezas desarrolladas previamente, las características de personalidad y aprendizajes
hacia la madurez, siendo los principales logros la esperanza y la fe.

II.1.2. Cambios que sobrevienen en esta etapa


Dentro de la etapa de las personas mayores se origina un declive gradual en las
diferentes áreas del desarrollo. Estos cambios que son normales con el correr del tiempo, no
son iguales para cada individuo, de ahí que puede puntualizarse como un proceso
diferencial (Antón, 2012).

Estas modificaciones o cambios en las habilidades se expresan como un retroceso del


desarrollo, al que Da Fonseca (1987, citado en Antón, 2012) denomina:

“Retrogénesis psicomotora, proceso por el cual la organización psicomotora,


que se ha ido desarrollando desde el recién nacido a la pubertad (…) y que se
complejiza durante la adultez, va a sufrir, en la edad adulta hasta la vejez, una
degeneración sistémica desde la praxia fina a la tonicidad.”

Con el trascurso del tiempo van aflorando en el cuerpo algunas alteraciones que
aumentan gradualmente y dificultan la movilidad y funcionalidad del cuerpo. La
clasificación de Núñez y Morales, (1997, citado en Tuzzo y Mila, 2008) refiere a la
generalización de una serie de trastornos que se van produciendo, siguiendo pautas
particulares para cada individuo, tales como:

TRASTORNOS CARACTERÍSTICAS
1) SENSORIALES
▪La agudeza visual perdida por trastornos de la
acomodación del cristalino.
Capacidad visual ▪Reducción de los campos visuales.
▪Detrimento de la discriminación de la retina para los
contrastes espacio-temporales.
▪Déficit en la percepción de los tonos agudos y en la
discriminación de los sonidos.
Capacidad auditiva ▪Trastornos del equilibrio vestibular alterando la capacidad
tónico-postural.
▪Perturbaciones del esquema corporal.
Capacidad táctil y somato-estésica ▪Deterioro de la percepción somato-estésica.
2) MOTRICES
▪Alteración del equilibrio estático y dinámico, produciendo
Equilibrio postural marcha insegura y caídas.
▪Declive en la elaboración de movimientos seriados para la
Programación motora acción.
▪Cambio en la coordinación visomotora.
▪Disminución de la motricidad global y fina.
Movimientos práxicos
▪Orientación y estructuración espacio-temporal
disminuidos.
3) COGNITIVOS ▪Procesos cognitivos enlentecidos.
▪Pérdida de la memoria.
▪La homeostasis [temperatura, presión sanguínea y otras] se
4) NEUROVEGETATIVOS trastornan.
▪Inestabilidad emocional [depresión, temores, somatización
de angustias].
5) PSÍQUICOS ▪La autoestima disminuye.
▪La imagen corporal se altera.
▪Alteración en las interacciones sociales.
6) SOCIALES ▪Aislamiento.
▪Cambio de roles.
Tabla 2. Clasificación de los cambios en el adulto mayor (Tuzzo y Mila, 2008).

Biológico: Según Guijarro (1999, citado en Hernández, 2010) no hay enfermedades


exclusivas de la vejez, pero sí existen ciertas enfermedades y procesos que aparecen de
modo prevalente en esta edad y con unas características diferenciales bien definidas.
Resulta obligado destacar la incontinencia, la confusión mental, los deterioros de la
homeostasis, las caídas y los trastornos iatrogénicos, deterioro cognitivo, deprivación de la
independencia. Un simple examen de estos cuadros permite reconocer el hecho básico de
que su presentación se hace principalmente en la edad avanzada y que su desarrollo,
tratamiento y cuidados son distintos a cuando suceden en otra época de la vida.

Como ejemplo tómense tres de ellos: la incontinencia, las caídas y la confusión mental.
Cualquiera de ellos pueden ser considerados procesos edad-dependientes, y su prevalencia
en la patología geriátrica es muy elevada. La incontinencia, a partir de los 80 años, en la
mujer, la padecen una cuarta parte de la población, más en la institucionalizada. Las caídas,
de intrincada etiología, donde se añaden a trastornos intrínsecos los del entorno, son el
origen de las fracturas y de la mayor parte de la hospitalización traumatológica junto a los
accidentes de automóvil. La confusión mental o delirium es un proceso que acompaña
comúnmente a los ancianos cuando se encuentran hospitalizados por cualquier motivo, y
condicionan un notable incremento en las medidas terapéuticas y en su cuidado.

Según Gac (2000) dentro de los procesos de envejecimiento se producen cambios tanto en
la esfera orgánica como en la mental. Dichos cambios, que son normales, con el paso de los
años predisponen a una serie de eventos fisiopatológicos que llevan al adulto mayor a
presentar variadas enfermedades. En lo que respecta a anatomía general el sujeto normal
promedio entre 30 y 40 años alcanza el máximo de altura, disminuyendo luego 5 cm. por
año; este cambio es más acentuado en las mujeres. Se explica por cambios posturales
(mayor flexión de caderas y rodillas), disminución de la altura de los cuerpos vertebrales y
alteración de los discos intervertebrales. El peso alcanza su máximo nivel a los 50 años y
luego disminuye. El comportamiento del tejido graso sufre un aumento de 15% a 30 %
entre los 40 y 55 años para luego disminuir un 20% promedio.

Psicológico: De la Paz (2000, citado en Hernández, 2010) al referirse a los factores de


riesgo vinculados a lo psicológico plantea que ellos involucrarían los cambios en las
facultades intelectuales y mentales y en el modo de encarar el proceso de envejecer.
Concha (2000, citado en Hernández, 2010) nos señala que los riesgos de este ámbito deben
tomarse en forma más integrada, o sea como un sólo tipo de factores de riesgo. Dentro de
los cuales los aspectos más significativos que se pueden encontrar en el adulto mayor están
asociados al “Problemas de reubicación” que implica los cambios de residencia
involuntaria experimentados por algunos ancianos, que pueden provocar: alteraciones
sensoriales, inmovilidad, aislamiento social, pérdida de control y desorientación. Además,
de vincularse a sentimiento de desamparo, pérdida y depresión. Y, por otro lado tendríamos
la “Pérdida de los sistemas de apoyo” (p.80) que conllevaría la relación establecida con sus
vecinos, amigos y familia. Entre otros sistemas de apoyo alterados en el adulto mayor
podríamos encontrar: la pérdida del trabajo, la movilidad, el prestigio, el poder y las
distancias geográficas que limitan las actividades diarias.
Díaz y Peraita (2008, citado en Hernández, 2010), son de opinión que serían tres los
aspectos del funcionamiento cognitivo que afecta a la memoria en los adultos mayores: la
disminución o ausencia en el control inhibitorio, la disminución en la rapidez del
procesamiento cognitivo y las herramientas limitadas en el sistema de procesamiento para
codificar y recuperar información en el momento pertinente.
A lo anterior, Maylor (2005 citado en Peraita, 2008) plantea datos experimentales de cómo
estarían afectados los sistemas de la memoria: de corto plazo y la de largo plazo. Llegando
a la conclusión de que en lo real - a excepción de un tipo de me78moria de largo plazo –
estos sistemas estarían afectados en la etapa del adulto mayor, más en la función de
problema de procesamiento que en problemas de memoria.
Social: De la Paz (2000), nos plantea que el campo en el área social respecto a las personas
de la tercera edad son especialmente afectados: “La vida laboral” donde el retiro del
mundo del trabajo produce quiera o no un gran impacto en la persona, esto caracterizado
por la pérdida de identificación dentro de la comunidad en la que se desenvuelve; cambio
de sustentación
económica, como la disposición de mucho tiempo libre, además de presentarse la creencia
de no ser útil, perdiendo progresivamente los niveles de socialización alcanzados a lo largo
de su vida; “La ideología del viejísmo” consistente en la idea social caracterizada como
una forma de decadencia en lo físico y lo mental, adquiriendo por tanto un aspecto de
invalidez e inutilidad social; “Ausencia del rol” caracterizado por la escasa claridad social
respecto a los roles del conjunto de las actividades que deberían ser para las personas
mayores.

Varios autores concuerdan en que muchas de las decadencias de algunas destrezas en


el adulto mayor obedecen más a una falta de adiestramiento o actividad que el proceso
inevitable de esta etapa (Mila, 2008).
Clasificación
De la Paz (2000), plantea la clasificación de las personas adultas mayores en tres grupos:
normal, frágil y postrado o terminal:
Normal: Es la persona que ha logrado un bienestar y vida satisfactoria en la etapa de adulto
mayor, representa alrededor del 56% de la población mayor de 65 años y se caracteriza por:
1) Ha asumido su vejez.
2) Sano física y psíquicamente.
3) Independiente.
4) Ha causado en forma positiva y creativa la experiencia acumulada.
5) Sabe que hacer con su vida, buena autoestima.
6) Tiene actividad de crecimiento personal.
7) Tiene compañía y afecto (pareja, familia, amigos).
8) Seguridad económica.
9) Vivienda.
Frágil: Es la persona que no ha logrado una vida plena en el transcurso de su vejez y se
encuentra en una situación de riesgo, este grupo representa aproximadamente al 28% de la
población adulto mayor y se condiciona por:
1) Que no ha asumido su vejez.
2) Sufre algún daño físico o psíquico.
3) Dependiente.
4) No tiene actividad creativa para él.
5) Mala autoestima.
6) Carente de afecto.
7) Problemas económicos.
8) No tiene posibilidades de vivir independientemente.
9) Maltratado o sobreprotegido (que no lo utiliza).
10) Tiene temores de pobreza, enfermedad, soledad.
Postrado o Terminal: Es la persona muy dañada, sin posibilidad de superación,
dependiente absoluta o institucionalizada. Representa un porcentaje aproximado al 16% de
la población mayor con un porcentaje de más o menos el 4% de ella, recluida en algún
Hogar de Ancianos.

Síndromes Geriátricos
Los síndromes geriátricos son un conjunto de cuadros habitualmente originados por la
conjunción de enfermedades con alta prevalencia en los adultos mayores y que son el
frecuente origen de incapacidad funcional o social en la población. Son la manifestación
(síntomas) de muchas enfermedades, pero también son el principio de muchos otros
problemas que debemos tener en cuenta desde su detección para establecer una buena
prevención de los mismos. Son, en definitiva, un conjunto de cuadros originados por la
concurrencia de una serie de enfermedades que tienen su expresión a través de cuadros
patológicos no encuadrados en las enfermedades habituales. Se conocen como «los gigantes
de la geriatría», y su conocimiento resulta imprescindible para realizar una correcta
valoración geriátrica. Su detección y estudio protocolizado es una exigencia ante cualquier
paciente anciano. Los síndromes geriátricos son magníficamente definidos por Kane, en
1989, en su libro Essentials of Clinical Geriatrics como problemas geriátricos, permitiendo
a través de una regla nemotécnica su memorización por medio de la regla de las «ies»:
inestabilidad, incontinencia, inmovilidad, impotencia, etc.
Bibliografía
Antón, M. (2012). Gerontopsicomotricidad: La intervención psicomotriz en la tercera
edad. Córdoba: Boulevard.
Erickson, E. (2000). El Ciclo Vital Completado. Ed. revisada y ampliada. Barcelona:
Paidós.

López, A. (2012). Hacia una visión psicomotriz del cuerpo en la Vejez. Disponible
en:http://red.antropologiadelcuerpo.com/wpcontent/uploads/GT11LopezAlejandro.pdf

Consultado el 21/11/2013

Tuzzo, R. y Mila, J. (2008). La Formación de Psicomotricista en el campo del


envejecimiento y vejez, interfaces necesarias. Revista Interuniversitaria de Formación del
Profesorado. Zaragoza: Miño y Dávila.
Valenzuela, P. (2013). Psicomotricidad y ejercicios físicos para mayores. Disponible en
http://es.scribd.com/doc/153897772/Psicomotricidad-y-Ejercicio-Fisico-Para-Mayores.
Consultado el 24/11/2013.

Potrebbero piacerti anche