Introducción Hablar de los sentidos del cuerpo, a saber, la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto es tratar un tema tan amplio y sencillo y complejo a la vez, como personas hay en el mundo. Un ser humano, para poder interactuar con el entorno y percibirse a sí mismo requiere del uso de sus cinco sentidos. Es a través de ellos que hombres y mujeres se dan cuenta del mundo que está a su alrededor, participan de él y lo enriquecen. La forma en que cada persona perciba el ambiente depende de la experiencia particular de cada una y el grado de funcionalidad de cada uno de sus sentidos. No es lo mismo ver a una persona en un cuarto iluminado por un par de velas a la media noche que si estuviese alumbrado con 5 lámparas incandescentes. La percepción de la 5ª sinfonía de Beethoven que tiene una joven de 20 años no es igual a la que tiene otra persona que es sorda del oído derecho. Lo mismo es para personas que son muy sensibles al dolor y cualquier molestia les parece insoportable; en cambio, para otras el umbral puede ser mucho más elevado y resisten grandes padecimientos. Con ello no pretendo decir que unos sean mejores que otros según la funcionalidad de sus sentidos o capacidades, sino que cada individuo posee características muy propias mediante las cuales establecen una relación única con el entorno y con los demás de manera que a través de los sentidos la persona se sigue desarrollando, continúa aprendiendo y actuando en reciprocidad con sus semejantes y el universo. Desarrollo Imaginemos por un momento a una persona sana, con cada uno de sus miembros en perfecto funcionamiento, pero que nació sin poder escuchar… ¿cómo será la experiencia de este sujeto? Puede ver perfectamente hasta los objetos más pequeños humanamente perceptibles o a distancias considerables; puede percibir los aromas más sutiles o degustar y describir cada uno de los sabores que componen un platillo y tener una exquisita sensibilidad para el arte y las manualidades, pero carece completamente de la habilidad para captar los sonidos. ¿Sería completa su percepción del mundo son el sentido del oído? ¿Qué tal si en lugar de escuchar, no pudiera ver? ¿Cuál será su experiencia? ¿Y si en lugar de estos sentidos le falla su capacidad para olfatear o saborear la comida? ¿Cómo sería la vida de alguien que no tiene sensibilidad cutánea? ¿Habrá sentidos más importantes que otros? ¿Cuál o cuáles serían esos sentidos primordiales? ¿En qué se destacarían de los demás? En el reino animal cada sentido juega un papel crucial para la supervivencia, por ejemplo, para los perros el olfato es un sentido del que dependen en gran medida. En cambio, para los murciélagos lo es la audición, ya que se orientan gracias a la eco-localización. El ser humano, ¿de cuál de sus sentidos dependerá más para su desarrollo y supervivencia? Ackerman (1995) afirma que, en el caso de los seres humanos la visión califica como el sentido más importante. El 70 por ciento de los receptores sensoriales de nuestro cuerpo se localizan en los ojos (Citado por Morris & Maisto 2005 p. 99). Con la visión recibimos a cada instante enormes cantidades de información que llega directamente a la córnea en forma de luz. Por medio de la visión podemos percibir con detalle y claridad los objetos que están a nuestro alrededor, ya sean que se encuentren a poca distancia o estén alejados. Podemos distinguir, además el color (matiz) de los elementos que componen cada cosa, su nivel de brillantez y de saturación de color. Las células receptoras encargadas de percibir el color y la luminosidad son los conos y bastones que están dispuestos a lo largo de la córnea la fóvea (parte interna del ojo donde la visión es más nítida). Desde niños tenemos sensaciones extrañas que suceden con la visión como, por ejemplo, al entrar a una sala de cine donde en un primer momento no se ve nada fuera de la pantalla donde se proyecta la película. Después de algunos minutos podemos ya distinguir las siluetas y algunos detalles de las personas sentadas en las butacas, los asientos a nuestro alrededor, el contorno de nuestras extremidades. Observamos tenuemente los bosquejos de los muros, el techo, los escalones, etc. Otra experiencia extraña, pero real es cuando miramos fijamente un objeto por varios minutos sobre un fondo blanco. La imagen que se percibe es como si desapareciera ese fondo y el objeto en primer plano pareciera flotar en el espacio. Estos fenómenos son algunos de los que se presentan debido a la adaptación por el que tiene que pasar el sistema visual, pues al igual que el resto de los sentidos, la vista está en un proceso de cambio constante, de acuerdo a los estímulos que se encuentren en el ambiente. En mi opinión, la visión es el sentido más completo que posee el ser humano, ya que recibe los estímulos luminosos que son transformados en imágenes y que nos dan la mayor cantidad de información que necesitamos para actuar en un momento determinado sin necesidad de estar muy cerca de los objetos para dar una respuesta. Cosa que no ocurre con el tacto y el gusto. Si escucháramos un sonido fuerte, tal vez por el lugar en el que estamos y la intensidad de la detonación podamos imaginarnos lo que pudo haber pasado. Sin embargo, una imagen nos genera una gran cantidad de datos como la causa y el origen de la explosión, el lugar, los espacios implicados, las posibles víctimas, los peligros que se pueden desarrollar, etc. “Después de la visión, el sentido del oído, o audición, es nuestro vínculo más importante con el ambiente” (Davis & Palladino 2008 p. 100). Muchos animales utilizan su sentido auditivo para cazar, para cortejar y aparearse o para localizar a otros miembros de la manada. “Sin embargo, ninguna otra especie usa el sonido para crear significados, tanto en la música como en el lenguaje, de manera tan extensa como lo hacen los humanos” (Morris & Maisto 2005 p. 109). Es muy común para casi cualquier persona escuchar sonidos: iniciamos nuestro día escuchando la alarma del despertador, nos levantamos y escuchamos el “tic” del interruptor de luz; al entrar en la ducha no reparamos en el ruido del agua saliendo de la regadera o del grifo, de la secadora o la rasuradora eléctrica, de la comida sobre la estufa cocinándose, las voces de los niños y el marido conversando durante el desayuno; los sonidos del coche, el autobús, la campana del camión de basura pasando lentamente, las conversaciones de grupos de personas rumbo al trabajo; la música que disfrutamos desde el celular, Mp3 o Ipad… toda esta gama de sonidos que escuchamos en sus distintas tonalidades es gracias al trabajo que realizan en conjunto el oído junto con el encéfalo. Es sorprendente saber que a nuestros oídos no llegan sino ondas que transportan moléculas de aire, las cuales pasan a través del oído medio e interno y son enviadas al cerebro donde se lleva a cabo la interpretación de esa energía. Lo que comúnmente llamamos sonido (Davis & Palladino 2008 p. 102-103). El sentido del tacto, es el más extenso en el cuerpo y percibe estímulos de presión, temperatura y dolor. Debe estar en contacto físico con los objetos para poderlos reconocer (Morris & Maisto 2005 p. 121). Si caminamos de noche por un callejón oscuro e intentamos sacar el celular de la bolsa que traemos, palpamos con la mano cada uno de los objetos contenidos dentro hasta reconocer el objeto con las características específicas que estamos buscando: esa cosa de forma rectangular, delgada, de textura lisa, dura y ligeramente pesada para su pequeño tamaño. No nos va a importar el color del aparato, ya que la vista no nos sirve de nada en tales circunstancias. Lo mismo aplica cuando queremos saber la temperatura de la leche que le vamos a dar al bebé, debemos tocarla para darnos cuenta si está en condiciones aptas para ser bebida. Al experimentar presión constate en alguna parte del cuerpo, esto nos genera dolor, igual que si recibimos un golpe repentino o sufrimos algún otro daño en la piel. Olfato está conectado a la amígdala y al hipocampo (participan en la emoción y la memoria) puesto que en términos evolutivos guardan una estrecha relación. Cito textualmente las palabras de Morris & Maisto (2005) que nos refieren sobre esta relación: La mayoría de los animales se basan en los olores para distinguir entre bueno y malo, seguro e inseguro. Dependen de su sentido del olfato para determinar si es seguro o peligroso entrar a un territorio, ingerir un alimento específico o acercarse a otro animal. El ser humano, aunque ya no depende tanto del olfato para sobrevivir como lo hacen otros animales, sí requiere de este sentido para tener una mayor experiencia de lo que las sensaciones que se le presentan: ¿quién no comienza a salivar cuando ve un suculento platillo servido sobre la mesa decorado cuidadosamente y con sus respectivas guarniciones? Una persona que está acatarrada y no percibe olor alguno no le atraerá en absoluto comer nada, pues aunque el panorama que observa es bastante agradable a la vista, no le brindará ninguna satisfacción al paladar. Por otro lado, es bueno saber que al no percibir aroma alguno se disminuye en gran parte la capacidad para percibir los sabores… Bueno, yo cuando era niña hacía trampa con este truco a mi mamá cuando me obligaba a comer algo que me repugnaba. Simplemente me tapaba la nariz y me comía aquella “abominación”. Por cierto, todo mundo sabe que la lengua es el principal órgano del gusto y que en ella están ubicadas las papilas gustativas, alojadas en las papilas de la lengua. Gracias a las papilas gustativas, que son los receptores del sentido del gusto podemos experimentar sabores en la comida como dulce, ácido, salado y amargo. Claro que, como mencionamos anteriormente, requerimos del sentido del olfato para advertir estos sabores. Se dice que las papilas gustativas van disminuyendo conforme a la edad, es por eso que muchas personas en edad avanzada pierden el interés en la comida. Llega un momento en el que me pregunto: si las papilas gustativas perciben la dulzura de los alimentos, la acidez de otros, cuando algo está salado o es amargo, ¿qué pasa cuando probamos una comida picante? ¿Cómo es que lo sentimos en los labios, en los músculos internos de la boca y hasta los oídos, la nariz, los ojos, la piel y demás órganos sufren por ello? La respuesta es muy simple: La capsaicina es una sustancia contenida en los pimientos que produce una sensación de calor. “La capsaicina estimula los termoceptores y nociceptores polimodales como el receptor de neuronas sensoriales cutáneas […] incrementando la liberación masiva de neuropéptidos, incluyendo la sustancia P, responsable de la transmisión de señales de dolor (Vergara, D., et al. 2006). Conclusión Los sentidos, con cada una de sus funciones y órganos, se complementan entre sí. Son importantes no solo para nuestra supervivencia, sino también para nuestro desarrollo personal, ya que cuando una persona se ve disminuida en alguno de los sentidos o al carecer de alguno de ellos afecta en su manera de experimentar el mundo. Sin embargo, el ser humano tiene la capacidad para adaptarse a sus nuevas condiciones y sabe salir adelante con los recursos con que cuenta, haciéndose de instrumentos que puedan así suplir sus pérdidas o carencias. A lo largo de la historia evolutiva del ser humano, anatómicamente hablando, se han empleado y han entrado en desuso diferentes huesos, músculos y órganos como son el coxis, el apéndice, los pares molares #2 (llamadas muelas del juicio), por mencionar algunos. Ahora, yo me pregunto: y si transcurrieran otros tantos millones de años y las condiciones que preservan la vida del planeta cambiaran ¿se modificarían los sentidos de los seres vivos? ¿Qué otros sentidos podrían evolucionar en los seres humanos que nos permitan adaptarnos a nuevas condiciones climatológicas y atmosféricas, no sólo en el planeta tierra, incluso en la posibilidad de habitar nuevos planetas? Los seres vivos somos el resultado de la combinación de muchos elementos en acción constante, por lo que adoptamos las características ideales que nos permiten subsistir ante las adversidades, de manera que cada especie de aves, reptiles, insectos, etc. ha evolucionado es debido a la influencia de las condiciones que existen en su hábitat. Por ello Darwin encontró en su viaje por el mundo a través del Beagle distintas variedades de animales (muchos de ellos extintos) de una misma especie, cada una, resultado del diseño de la Selección Natural con el paso de los años (Hothersall, 2004). Por lo tanto somos seres dotados con un equipamiento completo (sin nada de más, sin nada de menos) necesario para vivir de manera armónica en relación constante y efectiva con nosotros mismos, con los semejantes y con la naturaleza. Referencias Davis, S., & Palladino, J. (2008) Psicología: Audición (escuchar). p. 100. México: Pearson Educación. Davis, S., & Palladino, J. (2008) Psicología: Audición (escuchar). p. 102-103. México: Pearson Educación. Hothersall, D. (2004). Historia de la Psicología: Charles Darwin (1809-1882). p. 312-315. México: Mc Graw Hill Morris, C., & Maisto, A. (2005). Introducción a la Psicología: Visión. p. 99. México: Pearson Educación. Morris, C. & Maisto, A. (2005). Introducción a la Psicología: Audición. p. 109. México, Pearson Educación. Morris, C. & Maisto, A. (2005). Introducción a la Psicología: Los sentidos de la piel. p. 121. México, Pearson Educación. Vergara, D., Lozada-Requena, I., Aguilar O, J., (2006). Revista peruana de medicina experimental y salud pública, 23 (1), 52. Recuperado de: http://www.scielo.org.pe/pdf/rins/v23n1/a08v23n1.pdf