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El manzano es oriundo de Europa y Asia, pero hoy día se cultiva extensamente en todos los continentes, excepto en los países tropicales, ya que el
fruto no se desarrolla sin algo de frío.
El árbol necesita un clima templado y húmedo, así como temperaturas que no desciendan de los 20 ºC bajo cero.
Cada año se producen en el mundo más de 40 millones de toneladas de manzanas, lo que las sitúa en el cuarto lugar en la producción mundial de
frutas, tras la uva, la naranja y el plátano.
Propiedades de la manzana
La composición de la manzana es un cóctel extraordinario.
Taninos y flavonoides
La manzana es, después del membrillo, una de las frutas con un mayor contenido en taninos, que son astringentes y antiinflama torios.
En cuanto a los flavonoides –presentes en muchas frutas y hortalizas– impiden la oxidación del colesterol “malo” LDL, lo que evita que se
deposite en las paredes las arterias.
Vitaminas y minerales
Entre sus vitaminas destaca la C: una manzana puede cubrir el 30% de las necesidades diarias.
Es rica en boro, mineral que interviene en numerosas funciones del organismo. Una de ellas es la de facilitar la asimilación del calcio y el
magnesio, por lo que contribuye a prevenir la osteoporosis. La manzana es una de las frutas más ricas en boro.
También aporta algo de vitamina E (0,32 mg/100 g), potasio (140 mg) y fósforo (10 mg), todo ello en pequeña proporción.
A todas estas sustancias se deben las propiedades que tradicionalmente se han atribuido a esta sencilla pero prodigiosa fruta : detiene las diarreas,
combate el estreñimiento, depura, baja el colesterol y los triglicéridos en la sangre y estimula el sistema nervioso.
Para los diabéticos la manzana es ideal por dos razones: una buena parte de su azúcar está en forma de fructosa, que no precisa de insulina para
entrar en las células y, en segundo lugar, la pectina ayuda a regular la liberación de azúcares, lo que permite que su paso a la sangre sea lento y
progresivo.