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EN ARMAS
Capítulo I
El propio Santana declaró traidores a la patria a Juan Pablo Duarte, Francisco del
Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina,
José María Serra y a otros destacados trinitarios entre julio y agosto de 1844,
verdaderos fundadores de la nación dominicana. Commented [ab1]:
Por otro lado, el general Santana cifraba falsas esperan- zas en que la nación
española resolvería las imperiosas necesidades del pueblo dominicano; que
otorgaría la libertad civil, la libertad natural, el derecho de propiedad, la validez de
los actos ejecutados por la República Dominicana a partir de su independencia, los
méritos debidos a los oficiales, clases y soldados por los servicios prestados a la
patria, y que alcanzaría la paz con resultados benéficos. Muchas de estas
aspiraciones las habían obtenido ya los dominicanos con lucha tenaz por la libertad,
la independencia y la reafirmación de la soberanía nacional, pero las perdieron
irremisiblemente una vez pasaron a cobijarse bajo el blasón de España.
En el transcurso de la dominación española en la República Dominicana, las cosas
no le salieron al general Santana como esperaba. Esto se evidenció en el hecho de
que, a menos de un año de producirse la Anexión, en enero de 1862 él renunció
como gobernador y capitán general de Santo Do- mingo, cediéndole el poder a
Felipe Rivero y Lemoine, al haber comprendido que era solo un títere del primer
ministro de España, Leopoldo O’Donnell, y del capitán general de Cuba, Francisco
Serrano y Domínguez, sin posibilidad alguna de hacer lo que entendiera más
conveniente para el país y sus intereses particulares y de grupo.
Según lo expuso Gregorio Luperón (1992, tomo 1:82), dice que esto se hacía con
el único propósito de “exasperar a los portadores que, viendo la injusticia, destruían,
unos sus papeletas, y otros las vendían a ínfimo precio, a esos mismos funcionarios
que la cambiaban a la par”. Todo esto revela la gran felonía e inmoralidad con que
actuaban los funcionarios y empleados públicos españoles y prohispanos, lo que
contribuyó a exacerbar los ánimos del bien intencionado pueblo dominicano, al
darse cuenta de la mala fe y de la búsqueda de ventajas en que incurría una gran
parte de los agentes de cambio peninsulares.
Los objetivos del movimiento no estaban del todo claros, ya que algunos de los
complotados hablaban de una República Dominicana libre e independiente mientras
que otros hablaban de la incorporación al vecino país de Haití. Con esto último no
estaba de acuerdo una parte de los con- jurados y la población en general, ya que
el 22 de diciembre de 1855 los patriotas dominicanos, encabezados por Fran cisco
Sosa y Lorenzo de Sena, habían vencido a las tropas haitianas encabezadas por
los generales Garat y Senneville, en la batalla de Cambronal.
Este movimiento fue el segundo en producirse en el suroeste de la República
Dominicana, al consumarse la anexión a España y tras el fracaso de la acción
armada encabezada por los generales Francisco del Rosario Sánchez, José María
Cabral y Fernando Taveras entre mayo y julio de 1861.
El factor sorpresa fue el que decidió la victoria a favor de los españoles, luego de
que hábilmente lograran dividir la fuerza de los patriotas mediante la estratagema
de una supuesta Comisión de Paz. Valenzuela se lanzó sobre una de las piezas
para tomarla, y aunque fue herido de once machetazos, tras caer de un balazo la
cara de la Virgen del Rosario que habían colocado entre dos cañones, los
dominicanos se desmoralizaron y huyeron en desbandada, para reunirse
posteriormente en El Llano, cerca de Sabaneta.
La guerra restauradora fue una obra diseñada y construida por las masas populares
dominicanas, quienes, in- mediatamente después de producirse la anexión a
España, expresaron su descontento y rebeldía a través de diversas formas de
protesta, tanto cívicas como armadas, dando continuidad de ese modo a los ideales
y a la lucha por la independencia absoluta de la República Dominicana, iniciada por
Juan Pablo Duarte y los integrantes de la sociedad secreta La Trinitaria.
La guerra restauradora fue una revolución popular por- que integró a los diferentes
sectores sociales de la vida nacional dominicana de las más variadas formas,
logrando que los campesinos, los obreros o peones agrícolas, los obreros urbanos,
los artesanos, la pequeña burguesía urbana, los sectores productivos nacionalistas,
los militares de orientación nacionalista, las mujeres con sentimientos patrióticos y
los jóvenes con ideas revolucionarias se comprometieran con el restablecimiento de
la independencia nacional absoluta.
Sin lugar a dudas, las grandes masas campesinas, la pequeña burguesía urbana,
los obreros, los intelectuales progresistas, los militares nacionalistas provenientes
de los sectores más humildes del pueblo, así como algunos burgueses,
comerciantes y hacendados de ideas nacionalistas, fueron quienes asumieron con
más ardor y entrega la causa de la guerra restauradora, convirtiéndose en el sostén
principal del Ejército Libertador del Pueblo Dominicano. Así lo con- firma el general
Gregorio Luperón cuando escribe sobre la guerra de la Restauración:
Una muestra de que la mayor parte de los integrantes del ejército restaurador eran
campesinos la da en 1864 el ministro de Guerra del Gobierno restaurador, Pedro
Fran- cisco Bono, cuando en la descripción de su visita al cantón de Arroyo Bermejo
en Guanuma, Yamasá, y pase de revista a las tropas presentes, afirma:
Se pasaba revista. No había casi nadie vestido. Harapos eran los vestidos; el tambor
de la Comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimenta; daba risa
verlo redoblar con su túnica; el corneta estaba desnudo de la cintura para arriba.
Todos estaban descalzos y a pierna desnuda.
Es evidente que los campesinos y los obreros agrícolas ocupaban alrededor del
80% de los puestos del Ejército libertador del Pueblo Dominicano, mientras que el
otro 20% lo ocupaban sectores de la pequeña burguesía, pequeño medianos y
grandes propietarios e intelectuales progresista.
Esta revolución fue, sin duda alguna, una guerra popular de liberación nacional
donde los sectores humildes de la población se convirtieron en abanderados
incondicionales de la lucha por la restauración de la independencia perdida.
Los principales líderes políticos y militares de esta gesta patriótica fueron Santiago
Rodríguez, José Cabrera, Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, Pedro
Francisco Bono, Gaspar Polanco, Juan Antonio Polanco, Gregorio de I ora, Benito
Monción, Ignacio Reyes, José Antonio Salcedo, llamón Matías Mella, Pedro Antonio
Pimentel, Máximo I «i nilón, Benigno Filomeno de Rojas, José María Cabral,
Federico de Jesús García y Eusebio Manzueta, entre otros, quienes se dedicaron
en cuerpo y alma a la revolución y a la defensa de la patria bien amada, aunque
varios de ellos claudicaron posteriormente a sus ideas de redención absoluta de
República Dominicana.
Luperón fue uno de los pocos líderes del siglo xix que auspició en la práctica la
alternabilidad en el poder, al modificar la Constitución de la República en 1880 para
limitar a dos años —sin reelección— el período presidencial, al asumir la presidencia
de la República de forma provisional en septiembre de 1879, desde su natal Puerto
Plata. Con esta acción se proponía hacer posible que todos los líderes honestos y
responsables que militaban en el Partido Azul, que dignamente lideraba, u otros
ciudadanos independientes del país, pudieran ocupar el solio presidencial. No
obstante, algunos líderes de esa agrupación política, como fue el caso del general
Ulises Heureaux, traicionaron esos principios y al líder que los predicó de forma
vehemente.
Capítulo IV
El ejército español perdió en aquella guerra diez y ocho mil peninsulares y sin contar
los de las reservas dominicanas ni los voluntarios de Cuba y Puerto Rico, que no se
contaban en el número de muertos peninsulares. Los dominicanos perdieron más
de cuatro mil hombres, sin contar tampoco los que murieron en las filas españolas,
porque en aquellas circunstancias aquellos desgraciados, no eran dominicanos ni
españoles.
La táctica de guerra de guerrillas diseñada por el patricio Ramón Maris Mella, y dada
a conocer el 26 de enero de 1864 a todos los miembros del Ejército Libertador del
Pueblo Dominicano. El uso de la táctica de guerra de guerrillas fue fundamental para
el triunfo de las fuerzas restauradoras frente a las tropas realistas españolas. En el
Manual de guerra de guerrillas se les invitaba a tener suma precaución y a actuar
con astucia y sabiduría frente al adversario, para no dejarse sorprender y, de esa
manera, tratar de igualar la superioridad de las tropas enemigas en cantidad,
disciplina y recursos logísticos.
Capítulo V
Visto el panorama de escasez que en todos los órdenes debían afrontar las tropas
restauradoras para vencer a unas tropas españolas disciplinadas, con una gran
cultura militar, con armas nuevas y modernas, con municiones suficientes y
contingentes de miles de hombres que participaban en las batallas decisivas, se
puede afirmar que solo el patriotismo desbordante de los dominicanos, la audacia
con que manejaron las acciones de guerra de guerrillas y el uso indiscutible de la
creatividad en la implementación de los más disímiles métodos de lucha, pueden
explicar el triunfo aplastante de los hijos de Duarte, Sánchez, Mella y los demás
trinitarios, logrando de esa manera concretizar la restauración de la independencia
de la República Dominicana.
OPINION PERSONAL
La intención del autor Juan de la Cruz de publicar los textos y reflexiones acerca de
la guerra patriótica de la Restauración es, según deja entendido, es "comprender
esos aspectos, así como el contexto internacional de la época, la situación
económica, social y política anterior a la Anexión y las odiosas medidas de diversa
índole tomadas por el gobierno".
Índice
Capítulo I .................................................................................................... 1
Capítulo II ................................................................................................... 6
Capítulo IV ................................................................................................ 14
Capítulo V ................................................................................................. 16