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Reflexiones sobre la complementariedad

Introducción
Aunque la noción de “complementariedad” entre hombre y mujer es cada vez más aceptada en
círculos científicos y económicos, todavía causa irritación en ámbitos legales y políticos. Sin
embargo, esta noción tiene cierta importancia en el pensamiento católico sobre la igualdad y
dignidad de la mujer, y hace parte de la invitación del Papa Francisco a que contribuyamos al
florecimiento de las mujeres, el matrimonio y la familia. En consecuencia, es necesario pensar más
sobre el modo de hacer avanzar la reflexión acerca de la complementariedad, tomando en cuenta
sus representaciones positivas y negativas.

Por limitaciones de espacio sugeriremos aquí solamente un marco inicial. Primero presentaremos
una parte de literatura científica y económica que aboga por las fortalezas diferentes y comparativas
entre hombres y mujeres y por la sinergía que se genera al combinarlas. Segundo, describiremos la
“hermenéutica de la sospecha” que se aplica al tema de la complementariedad, especialmente en
ámbitos legal y político en relación a la familia. Tercero, ofreceremos algunas propuestas en la
materia del discurso de la Iglesia sobre la complementariedad, considerando especialmente que es
probable que éste se aplique no solo a mujeres y hombres dentro de la Iglesia, sino también a
cuestiones de la familia en la sociedad.

Complementariedad y Negocios
Basta una revision casual de la literatura reciente acerca de la complementariedad para darse
cuenta de que el concepto está obteniendo respeto e incluso entusiasmo en ambientes científicos y
económicos. Neurobiólogos, sociólogos y otros científicos están encontrando evidencias
contundentes de las diferencias sexuales, las ventajas comparativas y las similitudes, por medio de
imágenes de escáner cerebrales, y estudios cualitativos y cuantitativos de hábitos de hombres y
mujeres, de sus interacciones, de sus estilos de liderazgo y sus preferencias. Hay abundantes libros
recientes en el tema; por nombrar solo algunos: Leadership and the Sexes de Michael Gurian and
Barbara Annis; The Essential Difference de Simon Baron-Cohen; What Could He Be Thinking? de
Michael Gurian; The Female Brain de Lou Ann Brizendine; y Mother Bodies, Father Bodies: How
Parenthood Changes Us From the Inside Out de Kathleen Kovner Kline and W. Bradford Wilcox.
Éstos y muchos otros libros y artículos discuten libremente los resultados de décadas de
investigación científica. Sus conclusiones no pueden ser resumidas brevemente pero podemos decir
que indican la existencia de diferencias entre hombres y mujeres en todos los aspectos, desde la
percepción espacial hasta las técnicas de solución de problemas, la percepción del contexto, los
patrones de memoria y los ciclos de descanso, por nombrar solo algunos. Los autores buscan los
orígenes de tales diferencias en fuentes tan diversas como la evolución, la construcción biológica,
los genes, la acción de las hormonas (desde la concepción hasta la muerte) y los condicionamientos
familiares y sociales. Los autores cuidan de recordar a sus lectores que estas diferencias que
observan y miden son “en promedio” – es decir, hay algunas mujeres que son menos como la mujer
promedio y tienen mucho en común con el hombre promedio y algunos hombres que son menos
como el hombre promedio y tienen mucho en común con la mujer promedio. Al tiempo, los autores
sostienen firmemente que las diferencias sexuales pueden comprobarse en todo el mundo y a lo
largo de la historia.
Es justo aclarar, además, que los científicos que reportan estas observaciones son a la vez firmes y
claros acerca de algunos temas: la igualdad entre hombres y mujeres respecto a la inteligencia; la
afirmación de que ambos sexos florecen cuando se afirman sus talentos específicos; y las sinergías
posibles cuando los dos sexos combinan sus talentos en la familia y en el lugar de trabajo. Por
ejemplo, algunos estudiosos de la famlia describen los bienes de la colaboración entre las madres,
con su superioridad-promedio para supervisar el bienestar emocional de su niño, y los padres, con
su superioridad-promedio para métodos de interacción lúdica y establecimiento de disciplina.
Estudiosos de negocios describen los buenos efectos que trae al lugar de trabajo cuando las
compañías combinan la superior habilidad general de las mujeres para “leer” contextos amplios y
multi-facéticos, con la superior habilidad general de los hombres para manipular sistemas discretos
de entradas y salidas. Los autores de negocios hacen énfasis en el hecho de que para establecer ya
sea dinámicas exitosas en el lugar de trabajo como discernimientos exitosos de las preferencias de
los consumidores, es necesario poner a trabajar los talentos unidos y complementarios de hombres
y mujeres. En palabras de uno de los líderes mundiales de consultoría empresarial: “Se está
haciendo cada vez más claro que las diversas perspectivas y experiencias tienen un papel crítico
para resolver problemas complejos e innovar en medio de condiciones que cambian rápidamente.
En realidad, la cuestión no es hombres o mujeres, es como asegurarse de que las mujeres y los
hombres estén trabajando juntos en roles de toma de
decisiones.” http://www.deloitte.com/assets/Dcom-Greece/dttl_ps_genderdividend_130111.pdf.
(el énfasis es mío).

Complementariedad y la Familia
En el ámbito de la familia, desde el principio, Dios unió los dones del varón y de la mujer no
solamente en vistas de la generación y crianza de niños sino también para que se enseñen uno al
otro sobre el amor cristiano como sentido de la vida. Sin embargo, llama la atención como la
literatura académica que considera la complementariedad en este ámbito normalmente no tiene esta
visión tan benigna; es diferente de la literatura que citábamos en ámbitos científicos y económicos.
En esta literatura se caracteriza la complementariedad como un medio adoptado deliberadamente
por algunas autoridades para subrayar las diferencias entre hombres y mujeres con el propósito de
subyugar las mujeres a los hombres; por este medio, dice la misma literatura, estas autoridades
buscarían concluir que las diferencias de las mujeres las hacen inadecuadas para recibir los
trabajos, honores, poderes, ganancias y respeto que corresponden a los hombres.

Por eso no debe sorprendernos que la investigación y la literatura sobre los bienes de la
complementariedad para las familias (especialmente para los niños) se haya desarrollado con
lentitud porque la palabra fue declarada per se hostil a las mujeres a inicios de los años 60. Hoy, la
complementariedad enfrenta un nuevo obstáculo: se le etiqueta como per se hostil a los individuos
que experimentan atracción por el mismo sexo que reclaman al estado que reconozca el
“matrimonio entre personas del mismo sexo”. Por ello, en las esferas legal y política, donde los
argumentos se truncan y los eslogan toman el lugar del compromiso, la complementariedad ha sido
hasta ahora una plataforma peligrosa.
Con respecto a los derechos de las mujeres, este temor no es totalmente irracional. En efecto, el
mal uso de la investigación sobre las diferencias entre hombres y mujeres era muy extendido en el
pasado y no ha terminado del todo hoy. Se negaban a las mujeres derechos humanos básicos por
motivos de sus diferencias con los hombres, en particular de su habilidad para dar a luz a los niños.
Hemos escuchado la historia repetida tan a menudo – inclusive en la Carta a las Mujeres de Juan
Pablo II – que la narración puede perder su poder de impactarnos, aunque no debería hacerlo. Para
decirlo simplemente: cuando las mujeres eran diferentes de los hombres en promedio, sus
diferencias eran señaladas como debilidades o deficiencias. Se usaban como una lógica que
negaba a las mujeres iguales derechos ante la ley e igual valor en la esfera privada. Además, el
progreso en esta situación es aún bastante desigual alrededor del mundo. Por ello todavía hoy, el
cuidado de los demás como un asunto privado o como empleo pagado sigue siendo sub-valorado.
La interacción humana se sacrifica a menudo a la eficiencia. Los modelos de liderazgo colaborativo
son regularmente mirados con desconfianza.
Ante estas dudas, no será suficiente hacer a un lado las preocupaciones acerca de usar el marco de
referencia de la complementariedad con simples salvedades que aclaren que quien la usa no
pretende hacer daño alguno, sino que desea promover los derechos humanos de todos. Más bien,
las discusiones positivas acerca de la complementariedad deberían empezar con el reconocimiento
del mal uso que se ha hecho en el pasado de este concepto y ofreciendo una hoja de ruta que
excluya la posibilidad de fomentar cualquier discriminación injusta en el futuro. Al mismo tiempo, se
pueden ofrecer hoy, quizá con más seguridad que en el pasado, argumentos para explorar los
bienes que se generarán si se reconocen y se desarrollan los dones específicos de cada sexo y se
busca reunirlos en una empresa común – ya sea en la familia o en el mundo fuera de ella.

¿Qué hace que el argumento a favor de la complementariedad sea particularmente fuerte hoy?
Muchas razones. Una, los datos científicos en esta área están creciendo de modo exponencial,
como queda dicho.

Dos, están apareciendo reconocimientos a favor de la complementariedad incluso en lugares que


previamente estaban mal dispuestos hacia ésta. En los Estados Unidos, una de las mujeres más
poderosas que trabaja en la administración Obama escribió un ensayo famoso y con carácter de
pionero acerca de las mujeres donde dijo con simplicidad:

“Es un hecho indisputable – las mujeres y los hombres son diferentes en muchos y fundamentales
modos, que se basan en su neurobiología y su entrenamiento cultural... Una buena parte del
comportamiento de hombres y mujeres es programado, “cableado” en nuestros cerebros, y también
influenciado por la cultura... Es necesario aumentar el entrenamiento multicultural y de diversidad
para que las mujeres y los hombres asuman totalmente sus diferencias y comprendan que la
diversidad y la diferencia nos hace más fuertes y más competitivos.”

Tres, las experiencias de las mujeres en los últimos cincuenta años parecen haberlas convencido de
que es insatisfactorio intentar ser “dos persoans diferentes” en el hogar y en el trabajo; quieren ser
auténticamente sí mismas en ambos lugares. Por ende, las mujeres tienen mucho que ganar de un
reconocimiento de sus dones únicos, así como de los dones que comparten con los hombres.
Basados en esta evidencia, tanto los trabajadores como el estado deberían moverse más fácilmente
para adoptar políticas favorables a las mujeres.

Cuatro, el argumento del mundo de los negocios que invita a dejar florecer la complementariedad se
está haciendo cada vez más fuerte. Esto se aplica tanto a la Iglesia como a empresas no religiosas.
Lo mismo para la complementariedad en la familia, aunque en este ámbito todavía se necesita
mucha más investigación, dado que se trata de un tema rodeado de una cierta “neuralgia” cuando
se trata de la familia, en el pasado pero continúa también hoy.

Cinco, con respecto a la familia, hay cada vez más evidencia que el bienestar de los niños depente
en una contribución estable y complementaria de ambos padres. En la medida en que una cultura se
interesa por la influencia socializante más importante que se ejerce sobre los niños – la familia – en
la misma medida debería ocuparse de la complementariedad.

Sexto, y ultimo, mucha parte de la teología Católica depende de la complementariedad (esto es


quizá aplicable a muchas tradiciones religiosas en el mundo, pero ello va mas allá de los alcances
de esta reflexión). Cuando decimos que el varón y la mujer juntos son imagen de Dios; cuando
decimos que los seres humanos son una comunidad de personas que reflejan la identidad Trinitaria
de Dios; cuando decimos que el matrimonio nos permite atisbar la relación entre Cristo y la Iglesia; y
cuando decimos que la familia es la escuela de amor que prepara la persona humana para amar y
servir todo “prójimo” que él o ella encuentra en el mundo – cuando decimos cualquiera y todas estas
cosas – estamos apoyándonos en una noción de complementariedad.

Estamos en un excelente momento para que académicos de muchas disciplinas se dispongan a


investigar y reflexionar en este tema de la complementariedad. Para los católicos, este trabajo
puede asistir las iniciativas del Papa Francisco respecto a las mujeres, así como respecto al
matrimonio y la familia.

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