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APUNTE DE CLASE
Clase 1. 20-10
MÓDULO I: CULPABILIDAD.
INTRODUCCIÓN AL CURSO.
La culpabilidad entendida como elemento subjetivo de la teoría del delito en el siglo XIX.
Luego, a partir de las primeras décadas del siglo XX, ese elemento se denominó “culpabilidad”;
cambio de paradigma desde la concepción psicológica a la normativa de la culpabilidad. Un
pasaje que, desde un punto de vista conceptual y dogmático fundamental, porque, entre otras
cosas, además de la introducción de la inexigibilidad, permitió también normativizar los
elementos que forman parte de este primero, es decir, al dolo y la culpa. Estos elementos en la
época decimonónica todavía se entendían como elementos psicológicos; el dolo como expresión
de la voluntad criminal y la culpa como voluntad defectuosa, cuestión principal que fue a
propósito de la concepción hegeliana donde pone a la acción humana como una acción
voluntaria, por ello, el elemento subjetivo que refleja la voluntad del sujeto en la acción no puede
prescindir de la noción de la voluntad de esa época.
A partir de la idea introducida de la inexigibilidad en el siglo XX ocurrió un cambio de
paradigma que normativizó a la culpabilidad. Este cambio paradigmático lo explica un autor
alemán de la siguiente manera: “La suposición de la concepción psicológica a la concepción
normativa de la culpabilidad supuso el pasaje de la cabeza de quien actúa a la cabeza de quien
tiene que juzgar”. Es decir, todos los elementos que forman parte de la culpabilidad se convierten
en criterios normativos de evaluación.
Sin embargo, en un primer momento, no obstante, en la teoría del delito la introducción de la
idea de inexigibilidad, tanto el dolo como la culpa se siguieron concibieron como elementos de
carácter psicológicos.
De acuerdo a Politoff y otros autores, tanto el dolo como la culpa la siguen manteniendo en el
marco de la culpabilidad, como la dogmática decimonónica.
Pero, entre los años 30´ y 50´ del siglo pasado, la dogmática jurídico penal cambia de nuevo
debido a la fuerte influencia dogmática de Hans Welzel sobre el finalismo.
El “Finalismo” desarrolla teoría del delito a partir de una idea fundamental, la idea
ontológica (pre normativa) de la función humana. Él explicó que la acción humana como tal es
una acción como tal dirigida hacia un fin. En otras palabras, si señala que cualquier acción
humana en tanto acción humana es así, entonces, la Teoría del Delito en tanto teoría normativa,
se debería fundamentar en esa idea. La teoría del delito concebida desde la responsabilidad
humana tiene que tomar como punto partida la idea de finalismo, y si es así, dicho fin se tiene
A lo largo del siglo XIX y XX, la culpa, es decir, este elemento subjetivo o normativo por
debajo del dolo, se ha denominado “culpa”. En la dogmática hispanohablante, sobre todo a partir
de los años 60´, algunos autores cambiaron el término culpa por “imprudencia”, esto es debido a:
a) Que el Código Penal Español – que es una influencia importante para la dogmática
hispanohablante en general - empezó a emplear la palabra imprudencia en 1995.
b) Explicación conceptual: El temor es que empleando la palabra “culpa el concepto
jurídico penal se puede confundir con una concepción moral que está por detrás de la
palabra culpa, porque esta es una palabra polisémica que tiene distintos significados un
contexto, tiene significados distintos morales, éticos, sociales, etc., (nada que ver con el
D. Penal).
c) La culpa cambió de paradigma psicológico a normativo. El término de “imprudencia”
marcó esa diferencia.
Sin embargo, existe un pluralismo terminológico, debido a que hay muchos autores que
siguen empleando la palabra “culpa”. Para este curso lo usaremos como sinónimo; el Código
Penal chileno lo utiliza así.
Por su parte, el profesor Perín prefiere utilizar el término “culpa” por la sencilla razón de que
en el reconocimiento dogmático existen tres tipos de culpa; la imprudencia, la impericia y la
negligencia. Por lo tanto, emplear simplemente la palabra “imprudencia” no se podría distinguir
en términos canónicos o conceptuales los tres tipos de culpa.
Esta concepción quiere decir que hay culpa o imprudencia cuando “se ha infringido el
deber de cuidado”.
Entonces, si piensan en el ejemplo más banal pero objetivo que es el atropello, no hay
culpa porque el que estaba manejando actúo en defecto de la voluntad, sino que hay culpa si
quien ha manejado el vehículo no actuó como debió actuar (correctamente), es decir, infringió un
deber de cuidado, no cumplió con la expectativa de actuación y debió actuar de otra manera.
El elemento fundamental es una expectativa normativa, que es cómo debemos actuar
frente a ciertas circunstancias, y a esa expectativa normativa la llamamos “infracción del deber
de cuidado”.
Vgr. El conductor de vehículo que atropella alguien, actúa de forma imprudente, de
manera que se pueda comprobar que infringió el deber de cuidado, imputado por art. “x” de
imprudencia por la muerte de la víctima.
- Nos da lo mismo cómo fue el nivel de cuidado.
- Nos importar cómo tuviese que actuar.
Existen dos maneras para probar el asunto dentro de las dos últimas décadas, dos
paradigmas generales: Paradigma déutico objetivo generalizador y Paradigma alternativo.
Paradigma según el cual para poder otorgar un contenido normativo al deber de cuidado
en cada circunstancia de la vida hay que acudir a un parámetro objetivo general.
Igualmente en el derecho civil, en responsabilidad extracontractual, mencionar la etapa
de familia, en el Derecho Penal se acude de una forma parecida, que es el “hombre medio” o
“sensato y prudente” en las circunstancias de la cuestión, es decir, el juez se tendría que
preguntar en el caso concreto cómo hubiese tenido que actuar una persona sensata y prudente en
las mismas circunstancias que el sujeto que actuó en su caso y provocó un resultado lesivo.
Vgr. Frente al caso del atropello por accidente de tráfico, el juez se debe preguntar que un
conductor sensato y prudente habría de actuar en las mismas circunstancias en las que actuó el
sujeto que atropelló a la persona. Esto sería acudir a un parámetro objetivo general, a un
parámetro normativo de negligencia o parámetro normativo de prudencia.
Vgr. De igual forma se puede apreciar en el médico que no diagnosticó tempestivamente
una enfermedad que causó la muerte del paciente, ante un juicio penal, el juez se debió preguntar
cómo debiese de actuar un médico sensato y prudente en las mismas circunstancias en las que el
médico que no diagnosticó a tiempo la enfermedad. Hay que acudir entonces, a un parámetro
normativo general (o parámetro objetivo general, hombre medio, o persona sensata y prudente,
según sea tratado en diversas doctrinas comparadas).
Luego, desde el punto de vista que puede este parámetro darle a quien juzga, es decir, al
juez, se debería preguntar si el resultado producido era previsible desde la perspectiva del
hombre sensato y prudente dado en las mismas circunstancias en la que actuó el sujeto. Vgr. Juan
maneja su vehículo y de repente un peatón se cruza por la carretera, por lo que Juan lo atropella y
lo mata; podría ser delito imprudente o culposo. Pero supongamos que Juan cumple con todos
límites de velocidad y no infringe ninguna norma de tránsito, sin embargo, el juez se puede
preguntar si, no obstante hubo infracción del deber de cuidado, en el sentido de que él debió
darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar. La pregunta es; ¿Era previsible lo que ocurrió?
Depende del caso en concreto, porque si vemos la cámara de seguridad en cámara lenta y
determinamos que cualquier persona sensata o prudente pudo actuar o no, o darse cuenta de lo
que iba a pasar.
Según este primer paradigma, el juicio se estructura de esa manera:
2. Paradigma alternativo.
Es por ello, que otra parte de la doctrina propone un modelo “alternativo” precisamente
para tratar de resolver el problema de la indeterminación de dicho parámetro normativo debido a
que se genera una incertidumbre jurídica en todos los casos indeterminados.
Hay una doctrina alternativa, que se hace llamar “doctrina praxiológica - legalista” que
establece que la única manera de cumplir con los principios de legalidad (taxatividad, mandato
de determinación) es definir el deber de cuidado sobre la base de fuentes escritas; reglamentos,
Un juicio discrecional no está predefinido el juicio, pero sin embargo, quien juzga se
fundamenta en criterios; generales, que no se comparten, existen indicaciones o pautas, luego el
juicio final le corresponde a quien juzga. En cambio, un juicio arbitrario se refiere a un juicio
netamente subjetivo y no emite ningún criterio de evaluación.
Ya veremos que en la práctica el juez no resuelve sobre la base de las pautas, sino que el
juez resuelve a base de la ley. La decisión del juez es un juicio discrecional. Lo que es
fundamental es que el juicio o evaluación (ya sea por el profesor, ya sea por el juez),se realice a
posteriori sobre la base de criterios fundamentales. Vgr. Aplicarle a todos el mismo criterio, pero
finalmente la evaluación le corresponde a la comisión, al tribunal o al juez.
Algo es arbitrario, si se juzga sobre la base de criterios distintos. Vgr. Se juzga a alguien
porque le cae bien o mal.
Según diversos autores alemanes, entre esos, Claus Roxín, empezó a acudir a esta
terminología bajo un razonamiento jurídico sobre el cual entiende que la conducta imprudente es
aquella que “actuó más allá del riesgo permitido”.
La terminología es distinta, pero la idea es la misma.
Umbral entre riesgo permitido y actuar más allá del riesgo permitido.
Planteamiento alternativo.
Entonces, para solucionar este tipo de problema - dados por la indeterminación intrínseca
por este parámetro normativo de evaluación - otra doctrina alternativa trata de reducir o limitar el
alcance de la responsabilidad culposa y atenderse al término imprudente. Si bien Código Penal
acude a “culpa”, “negligencia”, “imprudencia”, en el anteproyecto, sólo se acudía a la palabra
“imprudencia”, por lo tanto sería más oportuno utilizarla; esa es la lección o pendiente de la
doctrina.
Esta doctrina alternativa acude que frente al criterio de responsabilidad por imputación,
ya no se puede acudir a este parámetro normativo ideal tan indeterminado que supone una
cuestión del principio de legalidad, y sólo habrá imprudencia en el sentido jurídico penal cuando
se ha infringido reglas, pautas o normas de cuidado que estén predeterminadas respecto al
momento de la acción. Ya no puede el juez en el momento del juicio, es decir, a posteriori,
imaginar cómo un sujeto hubiese tenido que actuar en determinadas circunstancias, sino que sólo
tiene que preguntarse si cumplió o infringió pautas o reglas de cuidado que fueran preexistentes
respecto al momento de la acción.
Estas normas de cuidado pueden estar determinadas de dos maneras:
1) Porque se encuentran en fuentes escritas; protocolos, leyes, etc., de cualquier nivel
jerárquico del Derecho.
2) O bien cuando no estén disponibles las fuentes escritas, como por ejemplo, en los
protocolos médicos o los estándares básicos establecidos por la ley de tránsito, dichas
pautas se pueden considerar predeterminadas en la medida en que se correspondan a usos
o costumbres vigentes en el marco que sean asumidas o adoptadas en un determinado
sector social o profesional.
Solo hay culpa en ese sentido, cuando se infringió una pauta de cuidado
predeterminada escrita o bien, si se infringió una pauta de cuidado de acuerdo a un uso o
costumbres que sea constantemente adoptada en el contexto del ámbito profesional o
socialmente predeterminada.
Nunca jamás desde esta segunda perspectiva doctrinaria se le podrá imputar a alguien una
responsabilidad por imprudencia sobre la base de un parámetro normativo y diligencia
imaginario o ideal dibujado en el marco del juicio. Siempre y solamente se podrá fundamentar
una enunciación de responsabilidad por imprudencia en el marco del Derecho Penal, en cuanto
se puede imputar la infracción de un estándar de cuidado existente y reconocido ya de antemano.
En la medida que dicho estándar de cuidado haya sido por lo menos ya reconocido y adoptado
con cierta constancia en el ámbito social o profesional de que se trata.
Vgr. Ocurre un terremoto y derrumba todo el edificio. Se inicia juicio con constructores,
ingenieros, arquitectos. En ese caso lo que se buscó fue cuáles fueron los estándares de necesidad
que no se cumplieron en la construcción del edificio. Ahí se pueden encontrar dos (por lo menos)
infracciones al estándar de cuidado establecidos por la ley de construcción: 1. A propósito de la
selección o categoría del tipo de terreno en que se construyó 2. La arquitectura del edificio que se
construyó. Este es uno de los casos más simples, porque los estándares de cuidado bajo ciertos
límites están predeterminados por la ley de construcción y son además parámetros técnicos,
entonces es más fácil por lo general encontrar esa medida llamada por los penalistas como
“deber de cuidado”, cuya infracción supone o puede suponer la responsabilidad por imprudencia;
en ese caso por lesiones y homicidios imprudentes.
Pero de igual forma, esta segunda doctrina (que surge como respuesta) tiene sus límites o
críticas que se han destacado a modo general, pero sobre todo en contextos profesionales y
dentro de los ámbitos de responsabilidad más debatidos en la actualidad. Podemos considerar,
por ejemplo, el contexto de la responsabilidad médica, donde se plantean cuestiones peculiares.
La diferencia normativa para nosotros, está en el art. 391 del C.Penal.
Esta necesidad por razones de legalidad de recurrir a pautas predeterminadas al momento
de la acción puede suponer algunos riesgos:
Entonces esta tercera doctrina es una versión de la primera, es una manera de entregar
mayor objetividad a este parámetro normativo ideal. Entonces esta versión sostiene lo siguiente:
(2) Este parámetro de la mejor ciencia de la experiencia parece ser objetivo pero en
realidad no lo es. En muchos casos no es tan fácil determinar cuál es la mejor ciencia y
experiencia en un momento histórico dado.
Este problema se ha manifestado a lo largo del tiempo, hay muchos antecedentes y casos
jurisprudenciales en el derecho comparado que explican bastante bien porqué aunque se intente
acudir a parámetros de carácter científicos, en realidad ni siquiera estos parámetros científicos
nos dan un nivel de objetividad suficiente.
Por ejemplo, el asbesto es un material aislante que se ha utilizado en el ámbito de la
construcción y siderurgia. Se utilizó mucho desde finales del siglo XIX a finales de los años 80 y
90. Se dejó de utilizar porque a lo largo del tiempo que ese material es cancerígeno que puede
causar un cáncer que se denomina mesotelioma. Ese descubrimiento no ha llegado de un día a
otro, la peligrosidad de este material ha sido una hipótesis científica que se ha planteado en un
momento dado, desde los primeros años del siglo XX cuando se empezó a expandir el uso de ese
material. Se realizaron diversos estudios que llegan hasta mediados de los años 60 cuando en el
marco de la comunidad científica mundial se llegó a reconocer de forma prácticamente unánime,
que ese material puede causar esa patología. Pero antes y durante muchas décadas ese material se
ha utilizado de forma masiva y en diversos contextos. El problema que se plantea es que los
trabajadores de las industrias donde se utilizaba ese material, se enfermaron después de muchos
años, porque los primeros síntomas de esa enfermedad después de 20 o 30 años de exposición al
material. Frente a esta situación, se iniciaron procesos por homicidios y lesiones imprudentes.
Las defensas de los imputados (empresarios) alegaron el argumento de la incertidumbre acerca
de la peligrosidad del material que se estaba utilizando. Por ejemplo, el caso de un trabajador que
en los años 50 y 60 durante 15 años ha trabajado expuesto a cantidades de asbesto todos los días
y de repente, en los años 80 le diagnostican ese tipo de enfermedad.
La acusación fue que el empresario, es decir, el sujeto que se haya en posición de
garantía, hubiese debido saber que la utilización de ese material hubiese provocado ese tipo de
enfermedad. Este razonamiento se basa en la previsibilidad ex ante del resultado acaecido, es
decir, tomar un parámetro normativo ideal del empresario sensato y prudente situado en las
mismas circunstancias en las que actuó el empresario imputado. El razonamiento es: el
empresario sensato y prudente, el empresario ideal, hubiese podido prever las enfermedades
como consecuencias lesivas en la conducta, es decir, la conducta dada por la exposición de sus
trabajadores a sustancias peligrosas. Pero esto supone otorgar ciertos conocimientos y
características a este parámetro normativo ideal. Es decir, afirmar que el empresario sensato y
prudente de los años 50 o 60, tenía ese conocimiento como conocimiento esperable por parte del
empresario. El empresario hubiese tenido que saber que el utilizo de esas sustancias hubiesen
conllevado esa consecuencia, es decir, la enfermedad del trabajador. Esto es la previsibilidad ex
ante, es decir, desde antes, desde la perspectiva de quien actuaba, de las consecuencias, del daño,
del resultado lesivo, que se le pretende imputar por imprudencia.
El problema es que lo que pasa muy a menudo que no se puede decir de forma objetiva si ciertos
conocimientos son efectivamente propios y característicos del parámetro normativo ideal en un
momento histórico dado porque este evoluciona, en muchos momentos hay incertidumbre
científica acerca de la peligrosidad o no de algo.
Por ejemplo, el debate realizado a propósito de los alimentos transgénicos, que son
alimentos alterados genéticamente. El debate en torno al cambio climático, a las vacunas.
Hay incertidumbre respecto a muchas cuestiones científicas. Estos mismos problemas de
incertidumbre se pueden plantear también de cara a la necesidad de otorgar conocimientos y
características a este parámetro normativo ideal que nosotros utilizamos para evaluar la
previsibilidad o no de un resultado lesivo, en el marco de un juicio sobre la imprudencia de
alguien que actuó.
En términos más sencillos, ese empresario acusado de homicidio imprudente por haber utilizado
asbesto en sus fábricas, ¿hubiese o no hubiese podido prever las enfermedades de los
Entonces, a través de este ejemplo, podemos notar que ni siquiera una solución como la
propuesta por esta doctrina que defiende la oportunidad de acudir al parámetro de la mejor
ciencia de experiencia sea en realidad, una solución que nos dé mayor seguridad o que nos
permita hacer más objetivo este parámetro ideal. ¿Por qué? Porque incluso acudiendo a
parámetros externos, en realidad nos encontramos con situaciones de incertidumbre.
Frente a casos parecidos, como los procesos penales por trabajadores fallecidos en el
ámbito del trabajo por el uso de sustancias peligrosas en las industrias, algunos autores han
defendido la aplicabilidad del principio de precaución del derecho penal. Este principio de
precaución, quiere decir básicamente que en condiciones de incertidumbre y también de
incertidumbre científica, cuando las consecuencias podrían ser graves, catastróficas e
irreversibles, la forma ética de actuar es una actuación conforme al peor escenario posible.
Por ejemplo, si yo estoy utilizando un material que podría ser peligroso pero todavía no se sabe
porque hay incertidumbre acerca de la peligrosidad del producto, se debería actuar como si el
producto fuera efectivamente peligroso. Se debería asumir el peor escenario posible para actuar
de forma precautoria.
Se plantean otras cuestiones al margen del problema del cuidado debido. Algunos autores
sostienen que a consecuencia de la normativización de la imprudencia, es decir, del desarrollo de
la asunción normativa de la imprudencia, este elemento que denominamos “culpa” o
“imprudencia” se ha objetivizado demasiado. Sin darnos cuenta, pasó de ser un elemento de
carácter subjetivo a ser un elemento de carácter eminentemente objetivo. Tan objetivo que se
acerca a la realidad objetiva. Esto de acudir a un parámetro ideal, con todos los matices que se
pueden dar, supone haber objetivizado mucho un elemento dogmático que en el fondo surgió
como elemento de carácter subjetivo, entonces se debe recurrir a algunos remedios (remedios en
el sentido de planteamientos doctrinarios para tratar de subjetivizar este elemento dogmático que
es la imprudencia).
Planteamientos:
B) Otra doctrina, sostiene que para subjetivizar el juicio sobre la imprudencia, deberíamos
exigir que haya un elemento sicológico efectivo.
Hemos dicho que la culpa inconsciente consiste en la infracción del deber de cuidado, no
hay elementos sicológicos. Mientras que el dolo, en todas sus formas, incluso la culpa con
representación se caracterizan por un elemento sicológico efectivo, dado por lo menos por la
representación efectiva de resultado, en caso de culpa con representación o culpa consciente, en
el caso de la culpa inconsciente este elemento sicológico no existe, ósea le estamos imputando la
responsabilidad a alguien por algo, sin que se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Por ejemplo, el atropello de un peatón. La responsabilidad por imprudencia se le imputa
al sujeto, por no haberse dado cuenta de lo que estaba pasando, siendo previsible lo que estaba a
punto de pasar, pero no por haber querido o por haberse dado cuenta y actuado de todas formas
de esa manera. No existe ningún elemento sicológico efectivo. Entonces algunos autores
sostienen que la exigencia mínima de culpabilidad exigida por el derecho penal nos obliga a
exigir también en caso de culpa o imprudencia, un nivel mínimo de representación, de
participación sicológica por parte del sujeto. Es una manera para reducir el alcance de la culpa
como criterio de imputación, excluyendo del ámbito del derecho penal, las hipótesis de
imprudencia meramente normativa, dadas meramente por la infracción de un deber de cuidado.
Dicho de otras palabras, exigir un elemento sicológico de cualquier tipo como requisito mínimo
para que exista responsabilidad penal.
Dentro de este marco algunos autores sostienen que para que haya imprudencia o culpa,
hace falta que el sujeto aunque no se haya representado lo que estaba a punto de pasar, fuera
consciente de que estaba infringiendo un deber de cuidado.
Por ejemplo, una persona que va conduciendo a exceso de velocidad, no se representa
que está a punto de atropellar a alguien o de chocar otro vehículo, pero si está consciente que
está infringiendo los límites de velocidad. Esto, podría cumplir con ese requisito de carácter
sicológico mínimo, que según esta doctrina, que justificaría la intervención penal.
Sin algún elemento de carácter sicológico como respaldo para la imputación de
responsabilidad, según estos autores, no se justificaría la intervención penal.
Casi todos los autores, que buscan definir de alguna manera definir esta concepción
subjetiva de la imprudencia, ubican este elemento subjetivo de la imprudencia en el marco de la
culpabilidad.
Todo lo que hemos dicho, tiene que ver con el mismo problema que se plantea: ¿Cómo juzgar la
imprudencia de alguien?, ¿cuándo no hay dolo, en ninguna de las tres formas?, ¿en qué consiste
A efectos de otorgar contenido normativo del deber de cuidado, hay que tener en cuenta
otro principio o criterio de carácter general, que tenemos que considerar en el marco de las
relaciones interpersonales, como pueden ser las relaciones anónimas que se establecen en el
tráfico vial. O por ejemplo, las relaciones interpersonales no anónimas que se establecen en el
marco de un equipo médico.
En aquellos contextos en los que distintos sujetos interactúan y pueden en conjunto, entre
ellos, provocar resultados lesivos, se plantea el problema de la distribución de responsabilidad
entre los sujetos, que de una u otra manera, han participado en el mismo proceso que ha llevado
al mismo resultado acaecido.
Aquí hay que considerar un principio que se denomina principio de confianza, que
también existe en derecho civil.
PRINCIPIO DE CONFIANZA
Conforme al principio de confianza, por regla general cada sujeto puede actuar confiando
en que los demás miembros del conjunto social, todos los demás participantes de la vida de
relación, se comporten cada uno conforme a su propio deber de cuidado. Por ejemplo, atravesar
un cruce.
En efecto, este principio lo desarrolla la dogmática alemana en coincidencia con el
desarrollo del tráfico viario, a partir de las primeras décadas del siglo pasado. Es el desarrollo
tecnológico que exige discusiones dogmáticas nuevas, porque cambian los fenómenos, se
plantean problemas nuevos y se plantean también problemas jurídicos nuevos porque cambian
las condiciones fácticas para que ciertos problemas se plantearan. En este contexto, de repente
surge el tráfico viario y ahí se empiezan a plantear problemas que antes no se planteaban, no
existían los accidentes pero empiezan a ocurrir. Entonces, se plantea el problema de la
distribución de la responsabilidad cuando, como típicamente pasa en este tipo de contexto, varios
sujetos interactúan de forma más o menos anónima hacia la potencial producción del mismo
resultado lesivo.
Lo mismo, mutatis mutandis (cambiando lo que hace falta cambiar), puede ocurrir en el
ámbito de un equipo médico, por ejemplo. En un equipo médico hay varios sujetos cada uno con
su especialidad, cada uno con su marco de competencias y responsabilidades, podría pasar lo
mismo, puede que varias conductas se dirijan potencialmente a la producción de un mismo
resultado lesivo.
¿Qué pasa cuando de una u otra manera, varios sujetos han participado en esto? Hay que
decidir si la responsabilidad le corresponde a todos o solo a algunos de ellos.
Explicaciones de su surgimiento.
(3) Hay otro fundamento dogmático que se le ha dado al principio de confianza, como
principio jurídico penal que se denomina teoría del premio.
Consiste que en la medida que uno cumpla con sus deberes de cuidado, estaría facultado
para confiar en el cumplimiento también de los demás y por ello, no se le podrían imputar en
ningún caso resultados lesivos derivados de la interacción con otros sujetos.
Este principio de confianza que sirve para limitar el alcance del deber de cuidado de cada
uno, en el marco de las relaciones que se pueden establecer en la vida diaria, tiene ciertos límites
(límite como circunstancias, supuestos, en los que el sujeto ya no rige)
2) Segundo límite: Algunos autores entienden que no puede actuar al amparo del
principio de confianza, quien asuma una posición de garante respecto de otros
sujetos.
Cuando hablamos de este sujeto, hablamos de delitos omisivos impropios (son delitos
cuya estructura típica exige un resultado lesivo). Un sujeto en posición de garante es un
sujeto que tiene que evitar ciertas categorías de resultados. Esta posición se justifica cuando
existan sujetos necesitados de garantía, de una especial protección. Por ejemplo, relación
entre los padres y los niños.
Entonces, algunos autores entienden que dadas las razones sustantivas que justifiquen que
ciertos sujetos se encuentren en posición de garante hacia otros, hacen que en el marco de
estas relaciones, quien se halle en posición de garante no pueda actuar en amparo del
principio de confianza, precisamente porque está garantizando la protección de bienes de
otros sujetos, los sujetos garantizados.
Clase 3. 24-10.
Guías para la primera prueba: Manual Jaime Náquira Tomo I, edición 2015; pág. 239-253, 255-
291, 304-311, 319-323, 448-454, 499-500.
(Guías para la primera prueba + guías del panel sobre Politoff).
Hay ciertas doctrinas que procuran subjetivizar el juicio de imputación por imprudencia.
Esta tendencia general, que parte de la concepción psicológica de la culpa y nos lleva varias
doctrinas dentro del marco de la concepción normativa de la imprudencia, suponen o reflejan una
objetivización, una normativización cada vez mayor de este criterio, de este elemento dogmático
que denominamos imprudencia. Entonces, hay algunos autores que destacan esto como un
problema y tratan de defender algunas estrategias dogmáticas para volver a subjetivizar de
alguna manera el criterio de imputación por culpa y ahí existen algunas doctrinas como las
mencionadas la clase anterior, que tratan de agregar un elemento más subjetivo a este dimensión
objetiva de la imprudencia dada por la infracción de un deber de cuidado. Encontraremos
preferencias sobre algunas de estas doctrinas en las guías del manual.
2) Segundo, preguntarse si estas conductas que causaron el resultado lesivo, son conductas que
infringieron el deber de cuidado.
Esta es la pregunta es la que nos hemos planteado en las clases y entonces, las doctrinas que
hemos mencionado son intentos, estrategias, para tratar de contestar estas preguntas.
3) Pero esto no es suficiente, existe otro paso, un tercer momento en el marco de la imputación
normativa de resultado, en el marco del tipo, que se corresponde por lo menos según la
doctrina mayoritaria, a lo que se denomina: “imputación objetiva de resultado”.
Entonces, aquí vamos a abrir otro “capitulo” en el marco del juicio de imputación. Vamos a
describir otro paso más en el marco del juicio de imputación (1. Nexo de causalidad, 2.
Infracción del deber de cuidado, 3. Imputación objetiva de resultado a la conducta imprudente).
Introducción.
Este discurso teórico surge de la teoría de la causalidad. Cuando estudiamos el tema del
nexo o de la relación de causalidad, destacamos algunos problemas, algunos límites que
caracterizan la teoría de la condictio sine qua non. Destacamos algunos límites, solucionados
algunos de ellos y dejamos abiertos otros problemas que no solucionamos y lo haremos ahora.
Este problema se sigue planteando en los delitos cualificados por el resultado, que son una
categoría específicas de delitos cuya estructura típica es la siguiente:
Existe un resultado lesivo (porque son delitos de resultado), pero este resultado puede ser
imputado a la responsabilidad del autor de una conducta base dolosa e imprudente, sobre la base
de la mera relación causal, sin que sea necesario que el dolo o la culpa del sujeto cubran también
este resultado final.
Por ejemplo, Art. 474 inciso final CP, delito de incendio: “El que incendiare edificio, tren de
ferrocarril, buque u otro lugar cualquiera, causando la muerte de una o más personas cuya
presencia allí pudo prever, será castigado con presidio mayor en su grado máximo a grado
perpetuo”;
1 Si nos fijamos en la estructura típica, señalada en el inciso primero del Art. 474, este no es un
delito cualificado de resultado porque la persona, es decir, el sujeto que incendió por ejemplo un
edificio, pudo prever. Esto significa que este tipo penal, el delito de incendio, exige que un
elemento subjetivo dado por lo que pudo prever cubra el resultado final dado por el fallecimiento
de la persona presente en el lugar del incendio.
2 Entonces, hay una conducta de incendio que es prender fuego a algo. Si a consecuencia de esta
conducta se ocasiona la muerte de alguien cuya presencia allí en el lugar (nexo de causalidad), el
sujeto que prendió fuego en el edificio pudo prever, entonces se le castigará por la pena prevista.
Este último es el elemento subjetivo requerido por el tipo penal para que la
responsabilidad por el resultado muerte, se le pueda imputar. Esto no es un delito cualificado por
el resultado, en ese sentido, porque exije un elemento subjetivo.
Algo distinto ocurre en el inciso final del Art. 474 CP: “Las penas de este artículo se
aplicarán respectivamente en el grado inferior de ellas si a consecuencia de explosiones
ocasionadas por incendios, resultare la muerte o lesiones graves de personas que se hallaren a
cualquier distancia del lugar del siniestro”;
1 Es una conducta parecida pero cambia, desde el punto de vista del tipo objetivo porque aquí
hay explosiones de por medio. Aquí el legislador se imagina a otra situación: prender fuego a
algo, una explosión como resultado intermedio y que la explosión cause la muerte de un sujeto
que se encuentre a cualquier distancia.
2 Además, desde el punto de vista de tipo subjetivo, no requiere que el sujeto que actúa haya
podido prever. El CP entiende suficiente para que al hechor se le pueda imputar el resultado
final, por la simple relación causal entre pegar fuego, explosión, muerte. Y el sujeto, por el nexo
mismo de que su conducta haya ocasionado una explosión que haya causado la muerte de
cualquier sujeto que se encuentre a una distancia del lugar, se le imputa la responsabilidad.
Entonces en este caso el legislador no requiere un criterio de imputación subjetiva, es decir, no
requiere que el dolo o la imprudencia de un sujeto cubra también el resultado final. Esto ha sido
señalado por la doctrina como delito cualificado de resultado, porque existe un delito base, dado
por la conducta dolosa en este caso, que se cualifica por un resultado que le es imputable al autor
de la conducta sobre la base de la mera relación de causalidad.
Esos delitos plantean un problema evidente (esto significa que existe un choque actual
Para que exista una relación de causalidad en sentido jurídico penal del término causalidad,
no es suficiente que se cumpla que la conducta del hechor sea conditio sine qua non respecto del
resultado final, hace falta algo más (esto con el objetivo de restringir la imputación de delitos,
como por ejemplo los delitos imputados de resultado), es decir, hace falta que se pueda sostener
que exista la previsibilidad objetiva del resultado como consecuencia de la acción.
Estos autores añaden otro requisito más a la condictio sine qua non como criterio básico de
imputación causal para que exista una relación de causalidad en el sentido jurídico penal de la
palabra causalidad. Señalan que la conducta debe ser conditio sine qua non del resultado, pero
además, para que el resultado se pueda imputar como resultado de esa conducta tiene que haber
sido objetivamente previsible como consecuencia de este tipo de actividad. Previsible según lo
que suele pasar generalmente. Es una previsibilidad objetiva, es decir, conforme a los
conocimientos generales del funcionamiento de las cosas, de la naturaleza del mundo en general.
La finalidad de estas doctrinas fue buscar una interpretación o solución dogmática, que haga
compatible la estructura de los delitos calificados de resultado de cara a los principios de la
culpabilidad. La operación dogmática ha sido la siguiente: coger la palabra causalidad de los CP
e interpretar ese requisito de imputación de una manera que también estos delitos fueran
compatibles con el principio de culpabilidad. Esta doctrina añade un requisito más para restringir
el ámbito de imputación también respecto a los delitos calificados de resultado.
Dicho de otra manera, ante la evidencia que estos delitos permiten la imputación de un
resultado aunque no exista dolo ni imprudencia, esta doctrina se desarrolló con la finalidad de
restringir el ámbito de la imputabilidad de dichos resultados a las conductas. Reinterpretaron el
concepto de causalidad dado por los códigos, agregándole otro requisito que al fin y al cabo se
acerca a la imprudencia, porque exigir la previsibilidad de algo como consecuencia de una
conducta, es una manera para agregarle un elemento que es de carácter objetivo, que se acerca a
lo que hoy en día denominamos imprudencia.
Esta operación ha sido relevante desde una perspectiva histórica porque lo que se hace hoy
en día es ir derechamente al objetivo, sin darnos tantas vueltas y sostener que una
reinterpretación legítima ante los principios generales, es derechamente exigir la culpa aunque el
CP no la prevea.
Esta teoría de esta es una derivación de las antiguas teorías de la causalidad jurídica,
porque parten de la misma necesidad: establecer criterios normativos que permitan restringir el
marco, el ámbito de imputación jurídico penal más allá de la causalidad material y del dolo o la
imprudencia del sujeto según el delito que se trate.
Las teorías de la imputación objetiva del resultado, tienen como ratio (como espíritu
original, como razón originaria) la necesidad de buscar criterios normativos para limitar la
imputación de un resultado a una conducta imprudente más allá de la causalidad y de la
imprudencia dada por la infracción del deber cuidado por parte del autor que lo ha ocasionado.
En ese sentido, la teoría de la imputación objetiva de resultado proviene de las antiguas teorías
de la causalidad jurídica porque refleja la misma exigencia de alguna manera, esto es buscar
límites, criterios jurídicos que limiten, delimiten la imputación de un resultado más allá de la
causalidad material y de la culpa o dolo del sujeto.
Esta temática es uno de los temas más complicados y debatidos de la dogmática actual, de hecho
no existe una teoría única de imputación objetiva de resultado sino que existen unas cuantas
variantes. Sin embargo, existen elementos compartidos por todas las variantes, que son las
constantes que vamos a considerar:
La idea que constituye el núcleo original de la imputación objetiva de resultado como
tercer paso para la imputación del resultado de una conducta imprudente, es una idea defendida o
expresada por otro autor alemán que se llamaba Karl Engisch.
Este autor es uno de los pilares de la dogmática jurídico penal europea continental del
siglo pasado. Cuando hablamos de dogmática jurídico penal europea también comprende la
dogmática iberoamericana en cuanto comprende la misma familia, la misma tradición dogmática.
Este autor alemán señaló lo siguiente: las normas que imponen deber de diligencia o
deber de cuidado, los imponen no para impedir resultado en general, si no uno bien determinado.
Es decir, los deberes de cuidado tienen una finalidad de protección. Por ejemplo, el pare,
el cruce, el semáforo rojo, se han establecido por la ley de tránsito, por la praxis, etc., con
finalidades específicas, la cual es prevenir o evitar ciertas categorías de resultado, en este caso,
prevenir un accidente de tránsito en el cruce.
Lo mencionado parece banal, pero es muy relevante porque sobre la base de esta
observación aparentemente banal, se ha desarrollado un criterio fundamental que es el primer
criterio de imputación objetiva de resultado.
Los delitos cualificados por el resultado son aquellos delitos cuya estructura prevé un
delito doloso base -por ejemplo, el delito de incendio del artículo 474 inc. 1 y final del Código
penal, que son dos figuras distintas, en cuanto el último corresponde a un delito cualificado por
el resultado, ya que prevé que, si alguien produce un incendio en algún lugar, a causa de tal
incendio se producen explosiones y las explosiones causan el fallecimiento de personas en
cualquier lugar- y un resultado que puede imputarse a un sujeto por la simple existencia de un
nexo de casualidad entre su conducta y el resultado, es decir que no es necesario ni siquiera que
exista culpa respecto de quién actuó.
En síntesis, el resultado final que refleja el perjuicio del bien jurídico tutelado por el
Derecho Penal, se le imputa a la responsabilidad del autor del hecho, en cuanto exista una
relación de causalidad entre la acción y el resultado, sin que la disposición legal requiera que
además exista un elemento subjetivo -como el dolo o la imprudencia-, sobre ese resultado.
La problemática de esta clase de delitos es que el principio de culpabilidad exige que
todos los elementos relevantes del tipo objetivo -en este caso el resultado- estén cubiertos por un
elemento subjetivo mínimo dado por la imprudencia, por tanto, el delito calificado por el
resultado no cumple por su estructura típica con el principio de culpabilidad.
Para resolver esta problemática, se acudió en una primera instancia a las teorías de la
causalidad jurídica, que lo que hicieron fue precisamente tratar de buscar un criterio añadido a la
mera relación de causalidad, y este criterio añadido fue la previsibilidad objetiva según el id
quod plerumque accidit del resultado acaecido, es decir que si la conducta es condictio sine qua
non del resultado -v.gr. Incendio → Explosión → Resultado de muerte- para que el resultado
final se le pueda imputar a la responsabilidad del actor de la conducta, hace falta no sólo que se
compruebe este nexo de causalidad -mediante la condictio sine qua non-, sino que también que
ese resultado fuera objetivamente previsible como consecuencia de ese tipo de acción.
De esta forma las teorías de la causalidad jurídica -de la causalidad humana y la de la
causalidad adecuada- limitan el ámbito de la imputabilidad de la responsabilidad de resultados en
el caso de estos delitos cualificados por el resultado.
istóricamente de estas teorías de la causalidad jurídica surge la teoría de la imputación
H
objetiva del resultado.
Los dos criterios dogmáticos que caracterizan a la imputación objetiva del resultado hoy
en día son:
2. En segundo lugar, tenemos el criterio de la evitabilidad, que dice relación con que hace
falta averiguar con seguridad rayana en la certeza que si el sujeto hubiese actuado
conforme al deber de cuidado se hubiese evitado el resultado.
Esta última es la versión más ortodoxa y aceptada por la doctrina mayoritaria del criterio de
evitabilidad, se caracteriza por ser un criterio más estricto.
Sin embargo, hay autores que sostienen que el criterio a aplicar sería el criterio del aumento
del riesgo, es decir, que sería suficiente para poder imputar el resultado a la conducta del hechor
argumentar que esa conducta supuso un aumento de riesgo.
Este último es un criterio cuya finalidad es tratar de solucionar el problema dado por la
imposibilidad lógica de sostener la evitabilidad del resultado, específicamente en lo referente a
los cursos causales hipotéticos para imputar la responsabilidad a alguien, ya que aunque se exija
la evitabilidad del resultado, esto nunca se podrá comprobar porque es lógicamente imposible
saber que hubiese pasado si se hubiese realizado un curso causal que nunca jamás se concretó en
la realidad, ya que la realidad es que el sujeto no actuó de acuerdo al deber de cuidado.
Dentro del criterio del ámbito de protección de la norma o de la realización del riesgo en
el resultado, se han desarrollado otros sub criterios que correspondientes al criterio de auto
puesta en peligro de la víctima y el criterio de la hetero puesta en peligro no consentido por
la víctima (se analizan al final del ejemplo) los cuales analizaremos mediante ejemplos:
Ejemplo: Una persona 0+ y otra persona 0- mantienen una relación sexual, la persona 0-
sabe que su pareja es 0+, y en un momento dado la persona que anteriormente era 0- se contagia
de VIH. ¿Es o no es responsable la persona 0+ para el resultado de daño o muerte -en su caso-?
En primer lugar, se trataría de un delito comisivo de resultado porque existe una acción y
esta acción causa un resultado, y existe una relación material efectiva entre la relación sexual -
que constituye la acción- y el resultado, que es el contagio del virus del VIH.
En segundo lugar, se deben resolver los problemas que se podrían plantear para efectos de
comprobar la relación causal entre la conducta y el resultado, por tanto en primer lugar se
debería aplicar la condictio sine qua non, es decir que si eliminamos mentalmente la relación
- Delito de resultado son aquellos cuya estructura típica prevé una conducta y un resultado
final, ese resultado que supone la afectación de un bien jurídico penalmente protegido.
- Luego se califican como comisivos u omisivos, según las características del nexo de
causalidad, si la conducta ocasiona el resultado, entonces es un delito de resultado
comisivo, si la conducta refleja la situación de un sujeto que se halla en posición garante
-un resultado no provocado por su conducta-, y el resultado se halla dentro del ámbito de
protección de la posición de garante y se podía evitar por el sujeto, entonces se tratará de
un delito omisivo impropio.
- En los delitos comisivos tenemos una acción, un resultado, y un nexo de causalidad (tipo
objetivo), y una vez establecido que existe nexo de causalidad, nos preguntamos si hubo
infracción de un deber de cuidado y eventualmente la representación del resultado -en el
evento de que se trate de culpa consciente-, hay que preguntarnos si hay imputación
objetiva del resultado.
- Para la imputación objetiva del resultado entonces se atenderá a los criterios del ámbito de
protección de la norma, y los criterios de la evitabilidad o aumento de riesgo, y a los sub
criterios del ámbito de protección de la norma, que son la auto puesta en peligro de la
víctima y la hetero puesta en peligro no consentido de la víctima.
- En los delitos omisivos impropios existe un sujeto que se halla en posición de garante,
hay un resultado que acaece, y nos debemos preguntar en primer lugar si ese resultado es
uno de aquellos resultados que esa posición de garante tenía como finalidad evitar.
- Luego en esta clase de delitos tenemos que preguntarnos si hubo infracción del deber de
cuidado, es decir si el resultado era evitable o no evitable a propósito de la causalidad
omisiva o pérdida o disminución de oportunidades.
Tenemos que ordenar el hecho, es decir, detectar los elementos relevantes a efectos de la
calificación jurídica del hecho. Tenemos que otorgarle una calificación jurídica. Para eso
tenemos que hacer las siguientes determinaciones:
1. Individualizar al autor.
2. La relación entre el autor y el resultado.
3. Determinar cuál es el resultado.
Pasos a seguir.
1. El primer paso, es considerar la estructura lógica del juicio de comprobación, lo que
denominamos abducción, que es una estructura lógica que nos permite comprobar el nexo de
causalidad eventual excluyendo todas las explicaciones alternativas del mismo hecho.
(Ya hemos visto cómo tratar de considerar el elemento normativo del deber de cuidado).
- Luego está la imprudencia consciente, considerada un poco más grave, lo que puede ser
determinante a efectos de determinación de la pena;
El juez puede considerar la existencia de un elemento psicológico efectivo dado por la
representación efectiva del resultado. Actúo infringiendo un deber de cuidado y provoco un
resultado lesivo, y además, existe en términos subjetivos una representación efectiva por parte
del autor de lo que podía pasar como consecuencia de su acción.
Este tipo de imprudencia debe distinguirse del dolo eventual. El dolo eventual se caracteriza
por lo siguiente: existe una representación efectiva del resultado como consecuencia de la acción,
pero además existe la aceptación del riesgo, que es el criterio que hemos denominado segunda
fórmula de Frank, que nos permitiría dogmática y prácticamente distinguir los casos dolosos de
los casos imprudentes.
Lo cual es relevante porque la distinción entre dolo e imprudencia, muchas veces, casi
siempre, marca la distinción entre penalmente relevante y penalmente no relevante, porque la
responsabilidad imprudente es excepcional. Cuando el CP castiga una conducta se supone que la
castiga en cuanto dolosa.
La duda era distinguir entre dolo eventual e imprudencia consciente. Una evaluación de ese
tipo es sumamente discrecional, y sin embargo, inevitablemente le corresponde al juez. Por
claras que seas las definiciones generales de las categorías de imputación, que por cierto son
dogmáticas, de todas maneras al juez le corresponde llevar a cabo una evaluación
extremadamente discrecional. En el caso del contagio hay jurisprudencia que ha calificado el
caso como culpa inconsciente o también como dolo eventual.
Una vez que se haya calificado como un supuesto de imprudencia consciente, entra el juego el
elemento del consentimiento, en el marco de la imputación objetiva. Denominamos como
imputación objetiva a aquel conjunto de cuestiones de oportunidad de imputación que se
plantean cuando el resultado se le puede imputar al autor de la conducta porque existe un nexo
de causalidad y un elemento subjetivo, y sin embargo por las características del caso específico,
se plantean otras cuestiones.
b) Criterio de la evitabilidad.
Se debate si es evitabilidad en sentido estricto o aumento de riesgo, o disminución de
oportunidades, en caso de delitos omisivos impropios.
• Todas estas cuestiones reflejan las consideraciones jurídicas que se deberían tomar en
cuenta a la hora de calificar jurídicamente un hecho lesivo.
• Todo lo anterior debe considerarse con vistas al Código Penal.
• ART. 2: “Las acciones u omisiones que cometidas con dolo o malicia importaría un delito,
constituyen cuasidelito si solo hay culpa en el que las comete”.
• Esta es la base de derecho positivo que justifica la responsabilidad culposa. A veces el CP
acude a la palabra culpa, a veces negligencia, a veces imprudencia, a veces descuido
culpable. La única manera razonable de interpretar estos términos es entenderlos como
El problema entonces es entender hasta qué punto hay que generalizar, es decir, cuáles
son las características o conocimientos que habría que incluir o excluir de la construcción de este
segundo parámetro, que nos permite responder la pregunta sobre si le era exigible a esa persona
cumplir el deber de cuidado.
Analizando los arts. 490, 491 y 492, surge otra cuestión interpretativa, que es realizar la
diferencia entre la imprudencia simple y la imprudencia temeraria.
El concepto de imprudencia temeraria ha sido objeto de muchas discusiones en el marco
de la doctrina penal, no existe una noción consensuada de imprudencia temeraria, pero existen
criterios indicativos que deberían permitir al juez evaluar si existe o no existe imprudencia
temeraria en un caso concreto.
Hablar de imprudencia temeraria supone plantear una distinción, porque si hay
imprudencia temeraria, significa que hay un tipo de imprudencia que sin embargo no es
temeraria, la distinción que se suele proponer es la distinción entre imprudencia grave e
imprudencia leve, la primera como sinónimo de imprudencia temeraria y la segunda como
sinónimo de imprudencia simple, que se distinguen según el nivel de gravedad.
Los criterios para definir el marco semántico de las expresiones son:
En primer lugar, una manera tradicional y coherente con la visión decimonónica de
culpabilidad es entender que la culpa simple es la culpa inconsciente y que la culpa temeraria es
la culpa consciente o con representación efectiva del resultado.
Es más coherente con la concepción decimonónica de la culpabilidad, ya que esta era una
concepción básicamente psicológica y defender que la imprudencia inconsciente es menos grave,
Luego existen otros criterios, más bien normativos más recientes para distinguir en el
caso concreto la imprudencia leve de la imprudencia grave o temeraria.
Uno de estos criterios es el nivel o grado de previsibilidad, cuanto mayor resulte el
nivel de previsibilidad del riesgo que posteriormente se realiza en el resultado, tanto más
grave será la imprudencia de quién actuó (v.gr. Un atropello. Se puede reconstruir el caso
concreto de cómo ocurrieron los hechos, y según la conclusión sostener que era evidente que la
víctima se encontraba en medio de la carretera, era tan evidente que cualquiera hubiere podido
darse cuenta de lo que iba a pasar, esto sería una consideración fáctica que podría llevar a
sostener un nivel de previsibilidad tan elevado, como para poder calificar de grave la
imprudencia de quién actuó).
Otro criterio, que puede reflejar el carácter grave o temerario de la imprudencia es la
gravedad del riesgo previsible. (v.gr. Caso Alto Río. Este caso es el de un edificio que se
derrumbó en Concepción, tras el terremoto del 2010, la conducta que fue la construcción del
edificio de forma no adecuada a los estándares de la ingeniería, que generó varios resultados -
cada víctima es un resultado-, desde la óptica de la gravedad del riesgo previsible, se podría
sostener que la infracción al deber de cuidado fue grave, precisamente por la dimensión del
riesgo previsible, dado por la eventualidad de un número de víctimas, ya que construir un
edificio que no cumple con las normas básicas para poder aguantar un terremoto, supone la
previsibilidad de un número cuantioso de víctimas)(Ej. Una cosa es infringir una norma del
tráfico y arriesgarse a atropellar un peatón y otra cosa es construir un edificio que puede
provocar un número de víctimas). Por tanto, la magnitud del riesgo previsible podría ser otro
criterio complementario al anterior para sostener el carácter grave de la imprudencia que se
realizó.
Otro criterio más que puede ser índice para reflejar el carácter grave de la imprudencia,
Finalmente, hay otros autores que sustentan que la distinción que plantea la diferencia
entre imprudencia leve y grave o temeraria, se superpone a otra distinción, que es la distinción
entre la dimensión objetiva y subjetiva de la imprudencia, es decir que habría imprudencia grave
cuando le era subjetivamente exigible al sujeto el cumplimiento del cuidado debido, es decir que
defienden que el criterio de la exigibilidad subjetiva -segunda dimensión de la imprudencia- no
sirve para concluir el juicio de imprudencia, sino que sirve para establecer si la imprudencia fue
o no grave, es grave la imprudencia entonces, cuando existe esta segunda medida.
En este marco, se ha planteado en la doctrina chilena una distinción respecto del artículo
491 del Código Penal, la cuestión que se plantea es si el artículo 491 exige o no exige la
imprudencia grave, es decir bajo qué condiciones existe responsabilidad penal en el marco de la
responsabilidad médica en casos de errores de diagnostico y/o tratamiento.
El artículo 491 del Código Penal prescribe que: “El médico, cirujano, farmacéutico,
flebotomiano o matrona que causare mal a las personas por negligencia culpable en el
desempeño de su profesión, incurrirá respectivamente en las penas del artículo anterior.
Iguales penas se aplicarán al dueño de animales feroces que, por descuido culpable de
su parte causaren daño a las personas”.
Respecto de esta discusión, existen dos doctrinas:
La doctrina mayoritaria defiende que para que se cumplan los requisitos exigidos por el
artículo 491 del Código Penal, no hace falta la culpa grave o temeraria, por tanto, es suficiente
para la existencia de responsabilidad penal médica la imprudencia leve o simple, por dos
motivos:
Primero, porque el art. 490 exige la imprudencia temeraria, mientras que el art. 491 no, se
trata de un argumento literal, en cuanto si el legislador puso la imprudencia temeraria en el
artículo 490, y en el 491 no acudió al mismo término, eso significa que la imprudencia del
artículo 491 es algo menos en términos de nivel de gravedad, respecto de la imprudencia exigida
por el artículo 490.
La doctrina minoritaria y opuesta, que entiende que el artículo 491 si exige la
imprudencia grave, y se erige de conformidad a los siguientes argumentos:
El primer argumento es también literal, ya que el artículo 491 utiliza el término
“negligencia culpable”, entonces el argumento es que si se utiliza la palabra “culpable” eso
significaría exigir la imprudencia subjetivamente grave, por tanto, hay algo más que la mera
imprudencia o imprudencia simple, por tanto, se exige en este artículo la imprudencia grave.
El segundo argumento es de carácter (lato sensu) político criminal, ya que la amenaza de
la sanción penal dada por la interpretación del artículo 491 en el sentido de exigir la imprudencia
leve, podría generar problemas en términos político criminales, porque la ultra
responsabilización de los médicos hace que los profesionales médicos actúen de forma menos
adecuada de lo que harían sin amenaza de sanción, es decir, el médico no actúa para proteger al
paciente, sino que actúa para protegerse a sí mismo de incurrir en algún tipo de responsabilidad
penal. (v.gr. Caso de la medicina defensiva, en que se suelen prescribir dos fármacos a la vez, por
si acaso, aunque esto pueda generar daños a la salud, pero el médico lo hace porque
posteriormente se le puede imputar no haber elegido el fármaco más adecuado, entonces ante la
duda, recetan todo, es un claro ejemplo del médico actuando frente a la amenaza de la sanción.),
por tanto, la amenaza de la sanción algunas veces no produce el efecto de impedir la producción
de delitos, sino que ayuda a fomentar la producción de delitos.
En definitiva, si la amenaza del derecho penal puede representar en algunos casos un
factor negativo en términos de prevención, es mejor limitar el alcance de la intervención del
derecho penal, lo que podría significar, a propósito del artículo 491, argumentar sobre la base de
Cerramos el tema del delito imprudente y ahora vamos a definir otros elementos que pueden
caracterizar algunos tipos objetivos y que se acercan o son semejantes a aquellos delitos que
denominamos delitos calificados por el resultado.
¿Cómo se estructuran desde el punto de vista del tipo los delitos calificados por el resultado?
Por ejemplo, el caso del incendio. La estructura de este delito es que hay una conducta base
dolosa que consiste en prender fuego, también hay un resultado lesivo que es el daño a personas.
Conforme a esta estructura, para que se le pueda imputar el resultado a la responsabilidad del
autor de la conducta dolosa, no hace falta que exista un elemento subjetivo que cubra también
ese tipo de resultado. O sea, los delitos calificados por el resultado no exigen que se le pueda
imputar también subjetivamente ese resultado, solo exigen la existencia de un nexo de
causalidad. Es decir, que el incendio efectivamente a través de explosiones en el caso del tipo de
incendio calificado por el resultado, solo exige que la conducta efectivamente haya causado un
resultado. En este caso, que a consecuencia de las explosiones, que devienen a su vez del
incendio, se hayan provocado daño a personas. No se exige que exista dolo ni tampoco
imprudencia a propósito de ese resultado.
Cuando vimos las teorías de la causalidad jurídica, para explicar históricamente de donde viene
la teoría de la imputación de resultado, también vimos que la estructura de estos delitos choca
ante el principio de culpabilidad, porque este exige que todos los elementos relevantes del tipo
objetivo que se le imputen a la conducta del hechor, se le imputen también subjetivamente. No
solo debe haber causalidad entre la conducta que se le imputa y el resultado, también tiene que
haber dolo o a lo menos imprudencia a propósito de este resultado, para que esa responsabilidad
Son elementos, hechos u otros requisitos de carácter objetivo, previstos y requeridos por la ley
penal, por el tipo penal dado, para que la conducta prevista por el tipo penal de que se trate, se
pueda considerar típica y punible.
Se trata entonces de elementos que se tienen que comprobar para que la conducta típica sea
punible y sin embargo, no se exige que estos mismos elementos sean cubiertos por el dolo del
actor, del autor, de quien realizó la conducta típica.
Entre los ejemplos que se suelen mencionar en los manuales, cabe mencionar lo siguiente:
Art. 393 CP
El que con conocimiento de causa prestare auxilio a otro para que se suicide, sufrirá la
pena de presidio menor en sus grados medio a máximo, si se efectúa la muerte.
Hay una conducta que se realiza anteriormente, que es la conducta de auxilio que ya tiene
su relevancia en principio, pero el legislador penal entiende que cabe castigar esta
conducta en la medida que se realice otra condición, que es la muerte de quien se mata.
2. Art. 234 CP
El empleado público que, por abandono o negligencia inexcusables, diere ocasión a que
se efectúe por otra persona la sustracción de caudales o efectos públicos o de
particulares de que se trata en los tres números del artículo anterior, incurrirá en la pena
de suspensión en cualquiera de sus grados, quedando además obligado a la devolución
de la cantidad o efectos sustraídos.
Sin embargo, cada vez que el legislador prevea un delito con una conducta de ese tipo, es
decir, existe una conducta base que es punible en la medida en que se realice también el
resultado, hay que tener cuidado en cuanto a la calificación jurídica porque también en
doctrina existe cierta confusión respecto a esto.
Si el tipo penal, en delitos estructurados de forma semejante, prevé o exige tanto la
existencia del nexo de causalidad como el dolo del autor en el resultado, eso sería
simplemente un delito de resultado. Distinta es la cuestión de los delitos calificados por el
resultado donde sí se requiere el nexo de causalidad pero no se requiere el elemento
subjetivo a propósito del resultado. Y ahí la doctrina realiza un interpretación correctiva y
exige que haya al menos imprudencia para que se cumpla el principio de culpabilidad.
La cuestión que se plantea es cuál es la diferencia entre los delitos calificados por el
resultado y las condiciones objetivas de punibilidad. Ahora, lo que pasa es que en muchos
casos también en la literatura jurídica, se confunden o se superponen las dos estructuras y
a veces las condiciones objetivas de punibilidad se tratan como si fueran los resultados
requeridos por los delitos calificados por el resultado.
En realidad existe una diferencia fundamental, en las condiciones objetivas de
punibilidad en sentido estricto además de no exigirse el elemento subjetivo a propósito
del resultado, tampoco se exigiría el nexo de causalidad. Por tanto, se habla de
Para explicar por qué las condiciones objetivas de punibilidad no vulneran el principio de
culpabilidad, también se acude a la siguiente distinción:
Condiciones objetivas de punibilidad intrínsecas
Condiciones objetivas de punibilidad extrínsecas.
Las condiciones objetivas de punibilidad intrínsecas, serían condiciones que reflejan o que
expresan el desvalor de la conducta.
Las condiciones objetivas de punibilidad extrínsecas, son aquellas condiciones que no
representan o expresan el desvalor de la conducta.
El desvalor de la conducta es aquella característica de la conducta penalmente relevante, que
desde el punto de vista político criminal, justifica la intervención penal.
Por ejemplo, en el auxilio al suicidio, desde el punto de vista del legislador penal, se reconoce en
el hecho de apoyar a alguien para que vulnere su propio bien jurídico fundamental vida. Si una
condición objetiva de punibilidad se puede calificar de extrínseca, en ese sentido no vulnera el
principio de culpabilidad. Si la condición objetiva de punibilidad fuera intrínseca, fuera
expresión ella misma del desvalor de la conducta, entonces si se podría plantear el problema de
compatibilidad de cara al principio de culpabilidad.
Las condiciones objetivas de punibilidad también hay que distinguirlas de las condiciones de
procesabilidad:
- Las condiciones de procesabilidad como lo expresa su denominación, no tienen naturaleza
sustantiva. Mientras que las condiciones objetivas de punibilidad si tienen naturaleza
sustantiva, forman parte del tipo penal.
Existen otros institutos que también se tienen que diferenciar de las condiciones objetivas de
punibilidad, que son las denominadas excusas absolutorias.
Las excusas absolutorias son causales que impiden la punibilidad, aunque el delito de que se trate
resulte ya configurado en todos sus elementos (tipicidad, antijuridicidad, imputabilidad).
Estas excusas absolutorias, según el caso, se prevén por las siguientes razones:
1. En razón de las características personales del autor o de uno de los autores (en caso de
complicidad).
ART. 489. Están exentos de responsabilidad criminal y sujetos únicamente a la civil por los
hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren:
1º Los parientes consanguíneos en toda la línea recta.
2º Los parientes consanguíneos hasta el segundo grado inclusive de la línea colateral.
3° Los parientes afines en toda la línea recta.
4° Derogado.
5° Los cónyuges.
6° Los convivientes civiles.
La excepción de este artículo no es aplicable a los extraños que participaren del delito, ni
tampoco entre cónyuges cuando se trate de los delitos de daños indicados en el párrafo anterior.
Además, esta exención no será aplicable cuando la víctima sea una persona mayor de sesenta
años.
Estos estados o etapas del iter criminis que no llegan al estado de la consumación,
también se definen o son denominadas como formas imperfectas de ejecución del delito. Estas
cuatro figuras tienen sus características típicas que en razón del menor desvalor respecto de la
consumación, el Código Penal prevé que estas formas de ejecución imperfectas de delito se
castiguen de una forma inferior respecto de lo que hubiese sido si el iter criminis hubiese llegado
a la etapa de la consumación.
Por regla general y conforme al art. 50 del Código Penal, cuando la ley indica la pena de
un delito, se entiende que la impone al delito consumado. (v.gr. el homicidio, quién ocasione la
muerte de otro será castigado con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo si se
ejecutare bajo ciertas circunstancias o con presidio mayor en su grado medio en cualquier otro
caso, esta sanción se refiere al delito de homicidio en su grado de consumación.)
En cambio, existen normas específicas en los casos de ejecución imperfecta de estos
delitos, para rebajar la pena que se aplique en caso de que se trate de por ejemplo tentativa de
homicidio, delito frustrado, etc.
Las normas que prevén estas reglas específicas son el art. 51 y 52 del Código Penal,
según los cuales el autor, al cómplice y al encubridor del crimen o simple delito frustrado le
corresponde una pena inferior en un grado a la del autor.
Según el art. 52 del Código Penal, el autor, cómplice o encubridor de crimen o simple
delito tentado, prevé que se le aplica la pena inferior en dos grados.
Artículo 51 del Código Penal: “A los autores de crimen o simple delito frustrado y a los
cómplices de crimen o simple delito consumado, se impondrá la pena inmediatamente inferior en
grado a la señalada por la ley para el crimen o simple delito.”
Artículo 52 del Código Penal: “A los autores de tentativa de crimen o simple delito, a los
cómplices de crimen o simple delito frustrado y a los encubridores de crimen o simple delito
consumado, se impondrá la pena inferior en dos grados a la que señala la ley para el crimen o
simple delito”.
Artículo 53 del Código Penal: “A los cómplices de tentativa de crimen o simple delito y a
los encubridores de crimen o simple delito frustrado, se impondrá la pena inferior en tres grados
a la que señala la ley para el crimen o simple delito”
Artículo 54 del Código Penal “A los encubridores de tentativa de crimen o simple delito,
se impondrá la pena inferior en cuatro grados a la señalada para el crimen o simple delito”.
Podemos ver, que el legislador penal considera que la tentativa es algo menos grave que
la frustración, esto se verá reflejado en las características típicas de la frustración.
CONSUMACIÓN:
Por regla general, los actos que no consisten siquiera en dar comienzo a la ejecución de
un delito, no son punibles, es decir, no pueden ser considerados penalmente relevantes, (v.gr. el
simple hecho de comprar una dosis de veneno, aunque ya exista una intención en el fuero interno
del hechor para utilizar ese producto para envenenar a alguien, el simple hecho de conseguir una
dosis de veneno, no puede de por sí suponer una conducta penalmente relevante.) por tanto de
conformidad al principio de materialidad, y en la medida de que ninguna norma penal prevea que
tal conducta por si sola sea penalmente relevante, no puede supone responsabilidad penal.
Sin embargo en ciertos casos excepcionales la ley prevé la sanción de algunos hechos que
aunque no se puedan calificar de directo o dirigidos a realizar conductas típicas, representan sin
embargo, un peligro para ciertos bienes jurídicos penalmente protegidos, y por ello desde un
punto de vista político criminal el legislador entiende que estas conductas si pueden merecer la
intervención anticipada del derecho penal, es decir, existen actos simplemente preparatorios que
excepcionalmente son considerados punibles por la ley penal.
Estos actos preparatorios que la ley penal considera como de por sí penalmente relevante
y punibles son:
a) El delito previsto por el artículo 181 del Código Penal, que se refiere a la falsificación de
cuños o matrices y uso de ciertos objetos falsos, que dispone: “El que falsificare
punzones, cuños o cuadrados destinados a la fabricación de moneda; punzones,
matrices, clisées, planchas o cualesquiera otros objetos que sirvan para la fabricación
de bonos, acciones, obligaciones, cupones de intereses o de dividendos, o billetes de
banco cuya emisión haya sido autorizada por la ley; timbres, planchas o cualesquiera
otros objetos destinados a la fabricación de papel sellado o estampillas, o el que hiciere
uso de estos sellos o planchas falsos, será castigado con presidio mayor en sus grados
mínimo a medio y multa de veintiuna a treinta unidades tributarias mensuales”
b) El artículo 445 del Código Penal, que sanciona la realización de ciertos actos
preparatorios del delito de robo, en los siguientes términos: “El que fabricare, expendiere
o tuviere en su poder llaves falsas, ganzúas u otros instrumentos destinados
conocidamente para efectuar el delito de robo y no diere descargo suficiente sobre su
fabricación, expendición, adquisición o conservación, será castigado con presidio menor
en su grado mínimo.”
c) El artículo 481 del Código Penal, que también sanciona algunos actos preparatorios que
también están destinados a realizar el delito de incendio u otros estragos, en los siguientes
términos: “El que fuere aprehendido con bombas explosivas o preparativos
conocidamente dispuestos para incendiar o causar alguno de los estragos expresados
en este párrafo, será castigado con presidio menor en sus grados mínimo a medio; salvo
que pudiendo considerarse el hecho como tentativa de un delito determinado debiera
castigarse con mayor pena”
1. Los delitos que atentan a la seguridad exterior del Estado, del artículo 111 del Código
Penal, previsto de la siguiente manera: “En los casos de los cinco artículos
precedentes el delito frustrado se castiga como si fuera consumado, la tentativa con
la pena inferior en un grado a la señalada para el delito, la conspiración con la
inferior en dos grados y la proposición con la de presidio menor en cualquiera de
sus grados.
2. Los delitos que atentan a la seguridad interior del Estado, del artículo 125 del Código
Penal, previsto en los siguientes términos: “En los crímenes de que tratan los
artículos 121, 122 y 124, la conspiración se pena con extrañamiento mayor en su
grado medio y la proposición con extrañamiento menor en su grado medio.”
3. Los delitos fijados por la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado.
4. Los delitos previstos y regulados en la Ley 18.314 sobre conductas terroristas.
5. Los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes; entre otros.
Desde un punto de vista político criminal, se puede mencionar que estos delitos son
particularmente atentatorios contra la seguridad del Estado, y por tanto se justificaría la
intervención adelantada a través de las figuras de la proposición y la conspiración.
LA CONSPIRACIÓN:
Conforme a lo dispuesto por el inc. 2 del artículo 8º del Código Penal, se establece que:
“La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución del crimen o
simple delito.”
e acuerdo al principio de legalidad por adelantada que sea la intervención del legislador
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en estos casos, hay que interpretar y así determinar los elementos típicos requeridos por el
Se plantea la pregunta de ¿Qué pasa si por parte de uno o varios de los sujetos
involucrados en la conspiración existe un error acerca de las características del delito que
supuestamente se va a realizar? (v.gr. A, B y C están conspirando para cometer un delito contra
la Seguridad del Estado, pero en el marco del debate sobre las características de cómo se llevará
a cabo el delito, por parte de A se incurre un error de percepción a propósito de estas
características del delito que se va a realizar, se trata entonces de un error del tipo o de hecho que
supone la exclusión del dolo).
A propósito del elemento subjetivo de la conspiración existe un debate respecto de la
compatibilidad del dolo eventual con la conspiración, la pregunta es ¿Se puede realizar un acto
de conspiración con dolo eventual?
PROPOSICIÓN:
Estas dos figuras, tanto la proposición como la conspiración, son figuras excepcionales
porque suponen adelantar la intervención penal, ya que el legislador entiende que frente al riesgo
de que se realicen ciertas conductas delictivas de especial gravedad (v.gr. que ponen en riesgo
por ejemplo, la seguridad interior del Estado, la seguridad exterior del Estado, conductas
terroristas, o de tráfico ilícito de drogas, etc.), se trata de la ultima ratio, dentro de la ultima
ratio, en cuanto la ultima ratio es el derecho penal, y la ultima ratio de la ultima ratio es
precisamente prever la responsabilidad por proposición o conspiración en casos excepcionales,
adelantar la intervención penal a meros actos preparatorios.
LA TENTATIVA:
En términos generales en la dogmática penal, por tentativa se entiende aquella situación
en la cual, el autor da comienzo a la ejecución de un delito, sin lograr llegar a su etapa de
consumación.
Esta consumación fracasada se puede dar en dos hipótesis generales:
En primer lugar, si trata de un delito de resultado, es decir de aquellos delitos cuya
estructura típica exige que exista un resultado material o bien un resultado de peligro concreto,
en esta clase de delito puede que haya tentativa cuando el se realizaron algunos actos dirigidos
a realizar ese resultado, sin que se realice dicho resultado. (v.gr. homicidio en grado de
tentativa.)
En segundo lugar, en los delitos de mera actividad -que son aquellos delitos cuya
estructura típica no prevé que se realice un resultado lesivo o de peligro- se puede configurar en
grado de tentativa en la medida en que dicha conducta sea una conducta fraccionable
material o intelectualmente, es decir, en la medida en que sea posible que se realicen algunos
actos que caracterizan la ejecución de ese delito, sin llegar a consumación, pero como la
consumación no requiere un resultado final, eso supone lógicamente que esa conducta se puede
fraccionar ideal o prácticamente.
Según el artículo 7 inc. 3 del Código Penal: “Hay tentativa cuando el culpable da
principio a la ejecución del crimen o simple delito, por hechos directos, pero faltan uno o más
para su complemento”.
Entonces, la tentativa no es un tipo punible autónomo, porque es una figura de carácter
general que se aplicará en cuanto el Código Penal prevea que se pueda configurar una
responsabilidad por tentativa de un delito autónomo, la figura general de la tentativa entonces, se
tiene que asociar a los delitos de la parte especial. (v.gr. tentativa de hurto, de estafa, de
violación, etc.)
La tentativa se define también como “delito imperfecto”, precisamente para destacar el
menor grado de desvalor que la tentativa representa, en comparación con la consumación del
delito, ya que no se han realizado todos los elementos que permitirían afirmar la consumación
del delito, se han realizado actos o conductas dirigidas al delito-fin, sin lograr realizar el
resultado y llegar al grado de consumación.
2 Otros autores sostienen que dada la estructura típica que supone una anticipación de la
intervención penal, eso no haría justificable la aplicación de la figura de la tentativa
(que ya de por sí supone una anticipación de la intervención penal) a delitos que ya
suponen ese tipo de anticipación.
Bajo esta misma perspectiva teórica de carácter objetivo-liberal hay que excluir del marco de la
tipicidad de la tentativa dos hipótesis generales:
a. Hay que excluir la tentativa inidónea.
En otros términos, la aceptación de una explicación de la tentativa desde un punto de vista
general supone la no punibilidad de la tentativa inidónea.
Hay tentativa inidónea en general, cuando desde el punto de vista de un juicio ex ante, ( ósea
tomando en consideración de quien actúa) del observador ideal y objetivo, ubicándonos
idealmente en el momento de la acción, y tomando en cuenta las circunstancias concretas y los
elementos que habían podido estar en conocimiento del hechor, se concluye que falta o es
inexistente el objeto de la acción, el medio empleador es absolutamente ineficaz para conseguir
el fin al que se le destina o falta en el sujeto activo una característica personal exigida por la ley.
Vgr. El caso de apuñalar un cadáver ¿podría ser un homicidio en grado de tentativa? Eso de
primeras parece algo imposible, pero bajo una perspectiva voluntarista, si pudiera ser sancionado
porque responde a una actividad antijurídica. Si la figura de la tentativa se justificara desde un
parámetro objetivo general, en cuanto expresión de una voluntad antijurídica o contra la ley
penal, como el caso de apuñalar un cadáver bajo la condición de que se encuentre con vida
(como que se encuentre dormido), podría ser algo punible bajo esa perspectiva. Eso sería una
acción bajo un acto criminal, porque se apuñala bajo la convicción de matar, se actúa con
voluntad, que por lo tanto corresponde a una tentativa inidónea porque se trata de un cadáver. Se
trata de inidónea para perseguir el fin desde el punto de vista ex ante: mi conducta, es objetiva y
concretamente inidónea a realizar el fin.
Vgr. Si yo intento matar a otro vertiendo veneno a su bebida, pero se trata de una sustancia no
efectiva e inútil para efectos de matar, que se confunda con agua y no sea veneno, igual sería
tentativa inidónea.
Entonces, tratándose de una tentativa inidónea bajo ese marco, no se podría castigar.
(i) Según la manera de fundamentar la figura de la tentativa, tiene implicaciones directas y
(ii) En cambio, desde una perspectiva objetivo-liberal, no. Hace falta la materialidad de la
tentativa, y dicho comienzo de la ejecución debe ser completamente idóneo directo y
dirigido a que se realice el objetivo final. Eso significa restringir el ámbito de
aplicación de la tentativa.
En resumen, se tienen que realizar actos, pero tienen que ser actos idóneos desde la perspectiva
ex ante para que se realice el resultado final, ya no una mera manifestación de voluntad
antijurídica, sino una voluntad antijurídica que ya se ha concretado en actos de ejecución que
tienen que alcanzar una etapa tal como para que se le pueda juzgar a estos pactos como
concretamente idóneos para realizar el resultado final.
Hay que considerar el tipo subjetivo de la tentativa, que es la voluntad que sostiene, que
rige la actuación que sin embargo no se lleva a la consumación. Se habla de voluntad porque ya
han excluido del ámbito de tentativa los delitos imprudentes y el dolo eventual, por regla general.
Solamente nos queda el dolo directo de primer grado y el dolo de consecuencias necesarias,
estamos hablamos de una voluntad dirigida hacia un fin; el elemento volitivo es un elemento
intensidad mayor en estos casos que incluso el dolo eventual.
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FIGURA DE LA “FRUSTACIÓN”
Es en términos generales una consumación fracasada, que no consigue serlo, no porque dependa
de una interrupción ni de una ejecución de actos ya idóneos y dirigidos a un fin – caso de la
tentativa -, sino en un momento posterior dicha interrupción se realiza por causas independientes
a la voluntad de quien actúa.
Art. 7 inc. 2 del CP define “crimen” o “simple delito frustrado” de la siguiente manera: “Hay
crimen o simple delito frustrado cuando el delincuente pone de su parte todo lo necesario para
que el crimen o simple delito se consume, y esto (la consumación) no se verifica por causas
independientes de su voluntad”.
El desafío práctico consiste en distinguir teórica y prácticamente a la tentativa de la frustración.
La diferencia consiste en el número de actos requeridos en la tentativa en la que se requiere que
se hayan realizado parte de los actos de ejecución dirigidos a realizar el delito final, mientras que
la frustración exige que se hayan realizado todos los actos dirigidos a realizar el resultado final.
En la práctica puede ser más o menos fácil distinguir los supuestos de tentativa o frustración.
Vgr. Un ejemplo para vislumbrar las diferencias es el siguiente: Hay un sujeto con un arma de
fuego que actúa con dolo de matar, apunta, dispara, pero por un error de ejecución no consigue
alcanzar a la víctima; eso puede ser castigado como un homicidio en grado de tentativa. Si yo le
disparo y le llego a alcanzar, pero lo llevan al hospital y la intervención médica de salvación le
salva la vida, eso podría calificarse como un homicidio frustrado;
El primer supuesto se corresponde a la definición anterior, mientras que el segundo ejemplo se
corresponde a la frustración, como algo acabado pero sin llegar al nivel de la consumación,
(i) Uno de los criterios par dar solución a este tipo de casos es según se
califique la conducta de los médicos que se equivoquen.
Supongamos que la ambulancia va del todo bien, el sujeto, la víctima, llega
al hospital bajo el cuidado médico.
Según el tipo de error: si se trata de una calificación de un error omisivo,
por ejemplo, el médico no realiza el diagnóstico tempestivo sobre lo que le pasa a
la víctima, sobre los síntomas o heridas que tenía, en ese caso, no obstante, el error
médico, el resultado final se le podría imputar al autor del accidente y en coautoría
imprudente al médico. Habría delito comisivo de parte del autor del accidente de
tránsito y omisiva de parte del médico.
(ii) En cambio, si el error médico que se realiza durante el desarrollo
causal, el error médico es un error comisivo, es decir, un error que
agrega otro antecedente causal, en ese sentido el resultado final ya no
se le podría imputar al autor del accidente de tránsito, porque ese nuevo
curso causal dado por la conducta comisiva del médico justificaría una
interrupción del nexo de imputación objetiva de resultado con la
conducta de él.
Es una manera bastante consensuado de resolver estos casos.
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