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DERECHO PENAL: PARTE GENERAL II

APUNTE DE CLASE

CONTENIDO DEL CURSO

Módulo I: Cuasidelitos; Delito culposo y delito imprudente.


Módulo II: Elementos externos al delito.
Excusas legales absolutorias. Condiciones de responsabilidad.
Módulo III: Etapas del del delito o iter criminis.
Módulo IV: Delito frustrado y testado.
Módulo V: Concurso de delitos.
Módulo VI: Circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal; atenuantes y agravantes.
Módulo VII: La determinación o medición de la pena.
Módulo VIII: La extinción de la responsabilidad penal.

Clase 1. 20-10
MÓDULO I: CULPABILIDAD.

INTRODUCCIÓN AL CURSO.

La culpabilidad entendida como elemento subjetivo de la teoría del delito en el siglo XIX.
Luego, a partir de las primeras décadas del siglo XX, ese elemento se denominó “culpabilidad”;
cambio de paradigma desde la concepción psicológica a la normativa de la culpabilidad. Un
pasaje que, desde un punto de vista conceptual y dogmático fundamental, porque, entre otras
cosas, además de la introducción de la inexigibilidad, permitió también normativizar los
elementos que forman parte de este primero, es decir, al dolo y la culpa. Estos elementos en la
época decimonónica todavía se entendían como elementos psicológicos; el dolo como expresión
de la voluntad criminal y la culpa como voluntad defectuosa, cuestión principal que fue a
propósito de la concepción hegeliana donde pone a la acción humana como una acción
voluntaria, por ello, el elemento subjetivo que refleja la voluntad del sujeto en la acción no puede
prescindir de la noción de la voluntad de esa época.
A partir de la idea introducida de la inexigibilidad en el siglo XX ocurrió un cambio de
paradigma que normativizó a la culpabilidad. Este cambio paradigmático lo explica un autor
alemán de la siguiente manera: “La suposición de la concepción psicológica a la concepción
normativa de la culpabilidad supuso el pasaje de la cabeza de quien actúa a la cabeza de quien
tiene que juzgar”. Es decir, todos los elementos que forman parte de la culpabilidad se convierten
en criterios normativos de evaluación.
Sin embargo, en un primer momento, no obstante, en la teoría del delito la introducción de la
idea de inexigibilidad, tanto el dolo como la culpa se siguieron concibieron como elementos de
carácter psicológicos.
De acuerdo a Politoff y otros autores, tanto el dolo como la culpa la siguen manteniendo en el
marco de la culpabilidad, como la dogmática decimonónica.
Pero, entre los años 30´ y 50´ del siglo pasado, la dogmática jurídico penal cambia de nuevo
debido a la fuerte influencia dogmática de Hans Welzel sobre el finalismo.
El “Finalismo” desarrolla teoría del delito a partir de una idea fundamental, la idea
ontológica (pre normativa) de la función humana. Él explicó que la acción humana como tal es
una acción como tal dirigida hacia un fin. En otras palabras, si señala que cualquier acción
humana en tanto acción humana es así, entonces, la Teoría del Delito en tanto teoría normativa,
se debería fundamentar en esa idea. La teoría del delito concebida desde la responsabilidad
humana tiene que tomar como punto partida la idea de finalismo, y si es así, dicho fin se tiene

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que reflejar en un elemento normativo (de la dogmática del delito) que es el dolo o la culpa, es
decir, ambos forman parte de la acción; acción dolosa y acción culposa. Eso explica por qué
desde un punto en adelante, sobre la base del desarrollo de una teoría finalista, el dolo y la culpa
se quitan de la culpabilidad y se ubican en el tatbestand, en el marco del tipo, para juntarlos en el
marco de la acción. Aquello se explica en este pasaje que sacan a estos elementos de la
culpabilidad y se enmarcan en el tipo como primera categoría del delito.
Desde ahí en adelante los delitos ya no se estudian como el delito en general y se puede decir
que la teoría del delito se separa en dos partes:
A. La teoría del delito doloso.
B. La teoría del delito culposo o imprudente.
(La primera ya ha sido vista en el curso de D. Penal parte general I).
La acción dolosa es distinta a la acción culposa desde un punto de vista típico, no solo desde
el punto de vista subjetivo. Y desde ahí en adelante el tatbestand (tipo) previene dos elementos;
el tipo objetivo y el tipo subjetivo. El tipo subjetivo puede ser el dolo o la culpa.
Tener en cuenta que aquello es meramente dogmático. En Italia actual se ha rechazado el
finalismo, pero su herencia se quedó. En la actualidad tratan al dolo y la culpa como elementos
típicos.

¿Culpa e imprudencia como sinónimos?

A lo largo del siglo XIX y XX, la culpa, es decir, este elemento subjetivo o normativo por
debajo del dolo, se ha denominado “culpa”. En la dogmática hispanohablante, sobre todo a partir
de los años 60´, algunos autores cambiaron el término culpa por “imprudencia”, esto es debido a:
a) Que el Código Penal Español – que es una influencia importante para la dogmática
hispanohablante en general - empezó a emplear la palabra imprudencia en 1995.
b) Explicación conceptual: El temor es que empleando la palabra “culpa el concepto
jurídico penal se puede confundir con una concepción moral que está por detrás de la
palabra culpa, porque esta es una palabra polisémica que tiene distintos significados un
contexto, tiene significados distintos morales, éticos, sociales, etc., (nada que ver con el
D. Penal).
c) La culpa cambió de paradigma psicológico a normativo. El término de “imprudencia”
marcó esa diferencia.
Sin embargo, existe un pluralismo terminológico, debido a que hay muchos autores que
siguen empleando la palabra “culpa”. Para este curso lo usaremos como sinónimo; el Código
Penal chileno lo utiliza así.
Por su parte, el profesor Perín prefiere utilizar el término “culpa” por la sencilla razón de que
en el reconocimiento dogmático existen tres tipos de culpa; la imprudencia, la impericia y la
negligencia. Por lo tanto, emplear simplemente la palabra “imprudencia” no se podría distinguir
en términos canónicos o conceptuales los tres tipos de culpa.

LA CULPA: DELITO CULPOSO


La concepción de la culpa en la teoría del delito decimonónica y hasta las primeras
décadas del siglo XX, se entiende como elemento de carácter psicológico. Vgr. Si yo atropello a
alguien procurando la muerte del peatón. Actué de tal forma culposa en el sentido que no presté
atención a las señales, es decir, es un defecto de la voluntad.
Pero hasta el siglo XX no había mucha reflexión dogmática acerca del delito culposo.
Desde un punto de vista fenoménico (estudio de los fenómenos) la delincuencia culposa era una
delincuencia criminal, además de muy criticada, porque el desarrollo de la teoría del delito sobre
la base del pensamiento hegeliano de la acción como acción voluntaria hacía complicado
justificar la sanción de delitos culposos como delitos no voluntarios. La previsión de la
responsabilidad penal culposa de los delitos en los Códigos penales siempre ha sido muy
criticada esta cuestión. Sin embargo, se encuentra en muchos Códigos vigentes en la actualidad.
Pero la dogmática del delito culposo no lo ha desarrollado mucho, porque
conceptualmente ya se concebía como una forma de responsabilidad marginal, una especie de

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hermana menor de la delincuencia dolosa, por así decirlo. Y también desde un punto de vista
fenoménico, no habían casos, no era algo que llamara la atención en la restricción dogmática.
No obstante, todo esto comenzó a cambiar con el desarrollo de la sociedad motorizada; la
introducción de los vehículos a motor. Esto es porque se empezaron a desarrollar accidente de
tránsito que fueron y siguen siendo en la actualidad el paradigma de la asociación de
“imprudente”. Conlleva a que la restricción dogmática se empezara a desarrollar sobre todo en
Alemania, uno de los países más desarrollados económicamente, donde se comenzaron a
introducir primeramente los vehículos a motor, y con esto comenzaron a producirse accidentes
de tránsito y ahí la dogmática jurídico penal comenzó a cuestionarse qué pasaba con este tipo de
conductas.
El paradigma conceptual de la culpa como “voluntad defectuosa” empezó a raíz de la
revolución normativista de la Teoría del Delito - a finales del siglo XIX y a comienzos del siglo
XX – como reacción del concepto que había hasta ese entonces considerado como insuficiente,
esto es, a la culpa como elemento psicológico. En virtud de este pasaje, la culpa como elemento
de la culpabilidad empezó a cambiar. Y el pasaje conceptual del cambio de paradigma fue
parecido al cambio del elemento de culpabilidad; se pasó de una concepción psicológica de la
culpa a una normativa, ahí donde la culpa se concebía como defecto de voluntad, se comenzó a
concebir como “infracción del deber de cuidado”.

La concepción normativa de la culpa.

Esta concepción quiere decir que hay culpa o imprudencia cuando “se ha infringido el
deber de cuidado”.
Entonces, si piensan en el ejemplo más banal pero objetivo que es el atropello, no hay
culpa porque el que estaba manejando actúo en defecto de la voluntad, sino que hay culpa si
quien ha manejado el vehículo no actuó como debió actuar (correctamente), es decir, infringió un
deber de cuidado, no cumplió con la expectativa de actuación y debió actuar de otra manera.
El elemento fundamental es una expectativa normativa, que es cómo debemos actuar
frente a ciertas circunstancias, y a esa expectativa normativa la llamamos “infracción del deber
de cuidado”.
Vgr. El conductor de vehículo que atropella alguien, actúa de forma imprudente, de
manera que se pueda comprobar que infringió el deber de cuidado, imputado por art. “x” de
imprudencia por la muerte de la víctima.
- Nos da lo mismo cómo fue el nivel de cuidado.
- Nos importar cómo tuviese que actuar.

DETERMINACIÓN DEL DEBER DE CUIDADO.


Contenido normativo.

En algunos casos limitados, el deber de cuidado se encuentra definido en el marco de
leyes, reglamentos y fuentes jurídicas semejantes.
Vgr. En el marco de responsabilidad médica, - sector paradigmático a propósito de la
imprudencia - los médicos suelen actuar conforme a protocolos o fuentes médicas (“getlines”),
que son estas fuentes que determinan el actuar de carácter científico en los cuales indican pautas
generales sobre cómo podemos actuar frente a ciertas situaciones médicas desde un punto de
vista profesional.
Por ejemplo, está determinado que el médico que enfrente ciertos síntomas “y”, conlleva
a la enfermedad “x”, por lo que deben hacer ciertos exámenes médicos, y luego tiene las
opciones terapéuticas “a”, “b” o “c”.
Se suelen distinguir entre getlies, las cuales son indicaciones más generales, versus los
protocolos, que son más específicas.
El mismo ejemplo se puede utilizar para los conductores de vehículos. Según la ley de
tránsito, cuando el semáforo esté en rojo no se puede cruzar, la cual sería una regla general que
nos indican cómo actuar frente a ciertas circunstancias.

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Entonces, entendemos que el deber de cuidado se encuentra regulado por fuentes
jurídicas semejantes, sin embargo, en realidad, en la mayor parte de los casos, ningún protocolo
nos puede decir cómo actuar. Esto es porque estas categorías de fuentes seudo normativas
consideran circunstancias estadísticamente más probables, pero las circunstancias de la vida son
infinitas. Jamás podrán existir protocolos que regulen cada instante o circunstancias de la vida en
ningún contexto (medicina, tráfico viario, en la responsabilidad del conductor, etc.).
Entonces, también el Derecho Penal así como en forma semejante el Derecho Civil, se
plantea una cuestión: ¿Cómo definir/otorgar contenido normativo al deber de cuidado cuando
dicho deber de cuidado no se encuentra definido por fuentes reglamentarias? ¿Y cómo se
establecen en caso de que ocurran circunstancias adversas o de resultado lesivo para que el juez
argumente y determine si hubo o no infracción al deber de cuidado? Para esta última se pregunta
cómo debiese de actuar el sujeto en ciertas circunstancias.
Para responder a estas interrogantes - en el caso del atropello- el juez no tiene que decir
simplemente que así no debiese actuar, sino que tiene que decir cómo debe actuar el conductor
del vehículo, es decir, determinar el deber de cuidado a través de la infracción del conductor por
no actuar de la manera que se debe, por lo que ha infringido responsabilidad penal. Pero el
primer paso para eso, es determinar un contenido normativo al deber de cuidado.

Paradigmas Generales del deber de cuidado

Existen dos maneras para probar el asunto dentro de las dos últimas décadas, dos
paradigmas generales: Paradigma déutico objetivo generalizador y Paradigma alternativo.

1. Paradigma déutico objetivo generalizador.

Paradigma según el cual para poder otorgar un contenido normativo al deber de cuidado
en cada circunstancia de la vida hay que acudir a un parámetro objetivo general.
Igualmente en el derecho civil, en responsabilidad extracontractual, mencionar la etapa
de familia, en el Derecho Penal se acude de una forma parecida, que es el “hombre medio” o
“sensato y prudente” en las circunstancias de la cuestión, es decir, el juez se tendría que
preguntar en el caso concreto cómo hubiese tenido que actuar una persona sensata y prudente en
las mismas circunstancias que el sujeto que actuó en su caso y provocó un resultado lesivo.
Vgr. Frente al caso del atropello por accidente de tráfico, el juez se debe preguntar que un
conductor sensato y prudente habría de actuar en las mismas circunstancias en las que actuó el
sujeto que atropelló a la persona. Esto sería acudir a un parámetro objetivo general, a un
parámetro normativo de negligencia o parámetro normativo de prudencia.
Vgr. De igual forma se puede apreciar en el médico que no diagnosticó tempestivamente
una enfermedad que causó la muerte del paciente, ante un juicio penal, el juez se debió preguntar
cómo debiese de actuar un médico sensato y prudente en las mismas circunstancias en las que el
médico que no diagnosticó a tiempo la enfermedad. Hay que acudir entonces, a un parámetro
normativo general (o parámetro objetivo general, hombre medio, o persona sensata y prudente,
según sea tratado en diversas doctrinas comparadas).
Luego, desde el punto de vista que puede este parámetro darle a quien juzga, es decir, al
juez, se debería preguntar si el resultado producido era previsible desde la perspectiva del
hombre sensato y prudente dado en las mismas circunstancias en la que actuó el sujeto. Vgr. Juan
maneja su vehículo y de repente un peatón se cruza por la carretera, por lo que Juan lo atropella y
lo mata; podría ser delito imprudente o culposo. Pero supongamos que Juan cumple con todos
límites de velocidad y no infringe ninguna norma de tránsito, sin embargo, el juez se puede
preguntar si, no obstante hubo infracción del deber de cuidado, en el sentido de que él debió
darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar. La pregunta es; ¿Era previsible lo que ocurrió?
Depende del caso en concreto, porque si vemos la cámara de seguridad en cámara lenta y
determinamos que cualquier persona sensata o prudente pudo actuar o no, o darse cuenta de lo
que iba a pasar.
Según este primer paradigma, el juicio se estructura de esa manera:

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1. Hay que acudir a un parámetro objetivo ideal: el conductor, el médico, etc.,
sensato o prudente.
2. Determinar las circunstancias en las que el sujeto actuó.
3. Preguntarse desde la perspectiva ex ante si el resultado lesivo era previsible
dentro de este parámetro ideal (si sujeto se dio cuenta de lo que estaba por pasar).
Todo aquello depende de las circunstancias concretas.

La doctrina mayoritaria sigue postulando el juicio por imprudencia o culpa de esta


manera. Esta es la manera para dar respuesta al deber de cuidado, a cómo debe actuar el sujeto,
porque la respuesta a la pregunta de si el resultado lesivo era previsible desde el punto de vista
del parámetro normativo ideal supone integrar el contenido normativo al deber de cuidado, es
decir, concluir afirmando cómo el sujeto hubiese tenido que actuar (deber de cuidado). Según
esta doctrina la manera para poder argumentar cómo el sujeto hubiese tenido que actuar, es
básicamente preguntarse si era previsible desde el punto de vista del parámetro normativo ideal,
es simplemente preguntarnos conforme a la doctrina otorgarle contenido normativo al deber de
cuidado.

Problemas que se plantean.

Incurren en problemáticas en un juicio intrínsecamente indeterminado.


La dogmática del delito imprudente a partir de estas premisas sufre de este nivel de
indeterminación. Lo cual en la perspectiva del delito supone un problema de cara a los principios
generales del Derecho Penal, pilares fundamentales que se deben cumplir.
El hecho de que un juicio sea de esa manera sea indeterminado acudir a un parámetro
ideal que no está en ninguna fuente. Según el profesor indica que debió darse cuenta. Y es grave
además porque son pilares fundamentales que se tienen que cumplir, un Derecho Penal no
autoritario que cumple con principios generales (legalidad, ne bis in idem, subsidiariedad).
En la medida que se cumplan todos estos principios estamos hablando de un Derecho
Penal Liberal legítimo en el marco de un Estado democrático de Derecho. Si no se cumplen con
estos principios, ya no estamos hablando de Derecho Penal Liberal. Y ante esta indeterminación,
el principio que más sufre es el de legalidad; taxatividad como colorario y el mandato de
determinación por parte del legislador, es decir, marcar esfera ex ante entre actuar lícito y actuar
ilícito, la cual no se puede dejar a la arbitrariedad del juez (frente a la amenaza de la sanción se
debe tener claro la frontera entre lo que se debe o no hacer). Si la culpa o imprudencia marca esta
frontera entre el actuar lícito o ilícito debe ser lo más clara posible (por parte del mandato de
determinación del legislador), si esto no es posible, la responsabilidad culposa ya no es legítima
ante el principio de legalidad.
Efectivamente estas son las críticas mayores en contra de la responsabilidad culposa, por
lo menos en el marco de este paradigma general. Paradigma según el cual, la culpa se juzga de la
siguiente manera;
a. Acudir idealmente a un parámetro normativo ideal u objetivo.
b. Preguntarse por parte del juez, cómo hubiese tenido que actuar en esas
circunstancias concretas bajo la perspectivas del parámetro normativo ideal.

2. Paradigma alternativo.

Es por ello, que otra parte de la doctrina propone un modelo “alternativo” precisamente
para tratar de resolver el problema de la indeterminación de dicho parámetro normativo debido a
que se genera una incertidumbre jurídica en todos los casos indeterminados.
Hay una doctrina alternativa, que se hace llamar “doctrina praxiológica - legalista” que
establece que la única manera de cumplir con los principios de legalidad (taxatividad, mandato
de determinación) es definir el deber de cuidado sobre la base de fuentes escritas; reglamentos,

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protocolos; o bien cuando no se puede acudir a fuentes predeterminadas de este tipo, se atiende a
usos o costumbres que caracterizan cada sector social. ​
Lo que pretende evitar es que la definición de contenido normativo del deber de cuidado
le corresponda en cada caso en concreto al juez a posteriori, es decir, esta doctrina pretende
evitar que el juicio acerca de la responsabilidad culposa o imprudente se convierta en un juicio
de carácter arbitrario o bien discrecional.

Diferencia entre discrecional y arbitrario.

Un juicio discrecional no está predefinido el juicio, pero sin embargo, quien juzga se
fundamenta en criterios; generales, que no se comparten, existen indicaciones o pautas, luego el
juicio final le corresponde a quien juzga. En cambio, un juicio arbitrario se refiere a un juicio
netamente subjetivo y no emite ningún criterio de evaluación.
Ya veremos que en la práctica el juez no resuelve sobre la base de las pautas, sino que el
juez resuelve a base de la ley. La decisión del juez es un juicio discrecional. Lo que es
fundamental es que el juicio o evaluación (ya sea por el profesor, ya sea por el juez),se realice a
posteriori sobre la base de criterios fundamentales. Vgr. Aplicarle a todos el mismo criterio, pero
finalmente la evaluación le corresponde a la comisión, al tribunal o al juez.
Algo es arbitrario, si se juzga sobre la base de criterios distintos. Vgr. Se juzga a alguien
porque le cae bien o mal.

(Siguiendo con el tema)


El problema del juicio de imprudencia es que es un juicio tan discrecional que
probablemente en muchos casos puede ser arbitrario-discrecional, porque ¿Es o no es este
parámetro cognitivo ideal un criterio estándar de evaluación suficientemente determinado para
que un juicio aunque discrecional sea, un juicio legítimo ante el principio de legalidad? La
respuesta es negativa. Entonces, la solución de esta doctrina alternativa es: tratar de orientar al
juez señalándole que a la hora de determinar el contenido normativo del deber de cuidado no
tienes que acudir a un parámetro normativo ideal porque puedes caer en arbitrio, por lo que tiene
que fijarse en los deberes de cuidados fijados en fuentes o reglamentos, protocolos o criterios
compartidos (según el contexto), y si eso no es posible (vgr. en el caso concreto en que no se
deja regular por fuentes predeterminadas el deber de cuidado), entonces se debe dirigir a los usos
o costumbres que caracterizan a cada sector social.
En otras palabras, esta doctrina postula que el juez ya no se debe preguntar cómo debería
actuar un hombre sensato y prudente en las mismas circunstancias, sino que se debería preguntar
cómo actúa cualquier miembro de aquel sector social (sector dado por los vehículos a motor) o
profesional (sector dado por los profesionales médicos, etc.). Este es un criterio más rígido que
debería permitir bajo la óptica de esta doctrina, relucir cuanto más posible el margen de
discrecionalidad - que es el margen que le corresponde a un juez.
Es decir, lo que pretende esta doctrina es vincular al juez a parámetros de evaluación más
rígidos predeterminados respecto al momento del juicio, evitando que, a posteriori (después del
hecho ocurrido) al juez se le ocurra acudir a parámetros suyos, propios; sentido demasiado
discrecional, casi arbitrario. Procura además volver al juez a un marco de discrecionalidad
legítima.

Clase 2. 23-10 bloque 1

Conforme a la clase anterior, vimos:


- El delito culposo o delito imprudente.
​Que conforme al C. Penal se conoce como “cuasidelitos”. Sin embargo, en el lenguaje
que la doctrina, la jurisprudencia y manuales hacen referencia, se denomina “delitos culposos o
imprudentes”.

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(En términos generales)
La culpa o imprudencia - utilizado para estos casos como sinónimo - se suele concebir
como la forma más leve de culpabilidad. Por su parte existe;
El dolo:
1. Dolo en primer grado.
2. Dolo en segundo grado o de consecuencias necesarias.
3. Dolo eventual.
(Dado por la Segunda Fórmula de Frank y la afectación del riesgo)
Y bajando de intensidad, por debajo del dolo eventual, tenemos la especie más grave de culpa:
1. Culpa consciente o culpa con previsión de resultado.
2. Culpa inconsciente, dada por la mera infracción del deber de cuidado.
En el marco de la culpabilidad, tradicionalmente, tanto decimonónica como del siglo XX,
estas son las formas de culpabilidad bajando de nivel de intensidad (desde un punto de vista
psicológico) y bajando de nivel de reprochabilidad; más reprochable es el dolo directo o de
primer grado, un poco menos reprochable es el dolo consecuencias necesarias, algo menos el
dolo eventual, menor aún la culpa consciente (aceptando el riesgo) y por debajo la inconsciente,
dada por la infracción del deber de cuidado sin ningún elemento psicológico efectivo.
Esta escala de formas o nivel de culpabilidad de la perspectiva clásica refleja a la
culpabilidad de carácter psicológico. En cuanto más bajo sea el elemento volitivo o el elemento
de la representación, tanto más baja sería la reprochabilidad del sujeto; elemento psicológico que
se refleja en el resultado lesivo.
Dentro de este marco conceptual de carácter general, la culpa se concibe como un
elemento de voluntad. El dolo es presión de una actividad delictiva, al fin y al cabo, sus varios
niveles; más fuerte la actividad delictiva en el dolo en primer grado y bajando así al dolo en
segundo grado y al dolo eventual. Pero cuando ya se trata de culpa (consciente o inconsciente)
ya no hay voluntad, por lo tanto, se concibe como “defecto de voluntad”, el haber provocado un
daño por descuido.
Sin embargo, recordamos también como de esta primer concepción psicológica, empezó
una evolución dogmática que llevó en primer lugar a entender la culpa o imprudencia como
carácter normativo, concibiendose como “infracción del deber de cuidado”. Es decir, alguien
actúa de forma culposa, como alguien que maneja un vehículo, no tanto porque no logró atención
psicológica suficiente en lo que estaba haciendo, sino que no actuó como debía de actuar, es
decir, infringió esa normativa del deber de cuidado. El juicio de valoración ya no se centra en lo
psicológico, sino que ahora se centra en el hecho del sujeto que infringió la norma de cuidado
que debiese cumplir.
- Pasaje del elemento “culpa” normativo al marco sistemático del tipo.
Este cambio dogmático fue producido por la fuerte influencia del finalismo por Hans Welzel.
Propuso la idea ontológica de la acción humana. Sostuvo que la acción humana es
intrínsecamente dirigida a un fin (Este fin forma del concepto de acción humana en cuanto tal).
Entonces, si hay que desarrollar la teoría del delito en esta idea como acción normativizada -
estudio de la acción en el marco jurídico penal - este fin se refleja dogmática/normativamente en
el elemento subjetivo del delito, es decir, el dolo o la culpa. Entonces, tanto el dolo como la
culpa vienen a ser asumidos por el concepto de acción penalmente relevante; se mudan de la
culpabilidad al tipo.
- Elemento normativo fundamental que caracteriza al delito culposo: la infracción de un
deber de cuidado.
a. Conducta - resultado causado por imprudencia - nexo de causalidad.
b. Sujeto que provoca un daño (resultado lesivo) provocado por la infracción del deber de
cuidado para que haya culpa.
Si no, hay responsabilidad objetiva (imputación de responsabilidad sin
dolo o culpa).
El derecho penal no admite formas de responsabilidad objetiva porque

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contraviene el principio de culpabilidad, que exige al menos el dolo o la culpa
para que el sujeto tenga una responsabilidad jurídico penal liberal, algo que en el
derecho civil no.
- Determinación del contenido normativo del deber de cuidado.
Para responsabilizar a alguien se debe determinar cómo debe actuar el sujeto. Por
ello se le imputa la responsabilidad por algo debido a actuar imprudentemente.
● Predeterminación por fuentes escritas (principio de legalidad).
● No es posible protocolar todo.
● La doctrina civil como penal solucionan este problema acudiendo al parámetro
normativo; previsibilidad ex ante.
El parámetro normativo de evaluación tiene diversas concepciones; en la doctrina
antigua se denominaba “pater familia” porque hacía referencia a una figura del
derecho Romano; luego se empezó a llamar “hombre cuidadoso”; “persona
cuidadosa”; “persona sensata y prudente”; en el Common Law, “persona
razonable”; en el Derecho Alemán es el “ciudadano promedio”. Es decir
personaje ideal; como el médico, conductor.
- Juicio discrecional del juez.
Se requiere reconstruir nivel valorativo a través de capacidades y conocimientos que el
miembro típico o profesional debería tener; operación de reconstrucción ideal).
Si el criterio básico es la previsibilidad del resultado, por ejemplo, en el caso del
conductor que atropella al peatón, el juez debería preguntarse si era previsible o no del sujeto
sensato y prudente que el otro individuo se lanzara a la calle. Se refiere a los conocimientos que
nosotros tenemos, los cuales reflejan sobre las leyes del funcionamiento de la naturaleza. Vgr.
Supongamos que en un lugar dado llueve mucho, y uno sabe por conocimientos previos, que es
mucho más fácil resbalar, porque el suelo está mojado.
​La operación mental consta en otorgar conocimientos o capacidades al grupo profesional
o sector determinado.

(Terminología distinta en manuales)

TERMINOLOGÍA DEL “RIESGO PERMITIDO”

Según diversos autores alemanes, entre esos, Claus Roxín, empezó a acudir a esta
terminología bajo un razonamiento jurídico sobre el cual entiende que la conducta imprudente es
aquella que “actuó más allá del riesgo permitido”.
La terminología es distinta, pero la idea es la misma.

Umbral entre riesgo permitido y actuar más allá del riesgo permitido.

El concepto de riesgo permitido tiene carácter normativo, es decir, necesitamos acudir a


criterios y parámetros normativos para definir en dónde está la frontera entre actuar prudente
(conforme al riesgo permitido) y el actuar de forma imprudente (más allá del riesgo permitido).

Límites de este tratamiento.

Planteamiento normativo de evaluación.


Según el planteamiento general que acude este parámetro normativo de evaluación,
surgen las siguientes críticas o límites:

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La indeterminación del parámetro normativo de evaluación.

Se refiere a la indeterminación del parámetro de la persona sensata y prudente ubicada en


las mismas circunstancias en las de quien actuó.
Como se ha señalado, existe una manera para que el juez pueda otorgar una estructura o
características a este parámetro normativo, y sin embargo, este procedimiento dado por otorgarle
a este sujeto imaginario, capacidades y conocimientos es tan ampliamente discrecional que se
acerca al borde del arbitrio. Y eso supone un problema de cara al principio de legalidad;
taxatividad y mandato de determinación.
Es este parámetro normativo que marca la frontera entre actuar lícito o actuar ilícito, y en
virtud de esto estamos hablando de absolver o condenar.
Lo anterior respecto al problema que surge contra el principio de legalidad tiene una
consecuencia, que es la tendencia por parte de los tribunales a diseñar parámetros normativos
objetivos excesivos en términos de exigibilidad. Vgr. El tribunal se imagina a un médico
demasiado sensato y prudente y capaz, hábil respecto a lo que se le puede exigir a un médico
normal.
Además - aplicando la psicología al razonamiento judicial - este tipo de razonamiento
sufre de bayas, dados por un mecanismo psicológico que todos sufrimos, que es el siguiente: a
posteriori, algo que ya ha acaecido, es justamente más previsible de lo que es efectivamente ex
ante cuando uno no sabe lo que va a ocurrir. Si yo a posteriori como observador externo, jugando
al papel del juez, trato de ver de nuevo la película de lo que ocurrió, me va a resultar
psicológicamente más previsible lo que ocurrió respecto a lo que efectivamente le pudo haber
resultado de quien estaba manejando el vehículo en ese momento, a posteriori es mucho más
fácil decir “esto lo que tenía que preveer o evitar”; ese un defecto de carácter cognitivo que nos
afecta a todos en la vida diaria como a los tribunales de justicia.

Planteamiento alternativo.

Entonces, para solucionar este tipo de problema - dados por la indeterminación intrínseca
por este parámetro normativo de evaluación - otra doctrina alternativa trata de reducir o limitar el
alcance de la responsabilidad culposa y atenderse al término imprudente. Si bien Código Penal
acude a “culpa”, “negligencia”, “imprudencia”, en el anteproyecto, sólo se acudía a la palabra
“imprudencia”, por lo tanto sería más oportuno utilizarla; esa es la lección o pendiente de la
doctrina.
Esta doctrina alternativa acude que frente al criterio de responsabilidad por imputación,
ya no se puede acudir a este parámetro normativo ideal tan indeterminado que supone una
cuestión del principio de legalidad, y sólo habrá imprudencia en el sentido jurídico penal cuando
se ha infringido reglas, pautas o normas de cuidado que estén predeterminadas respecto al
momento de la acción. Ya no puede el juez en el momento del juicio, es decir, a posteriori,
imaginar cómo un sujeto hubiese tenido que actuar en determinadas circunstancias, sino que sólo
tiene que preguntarse si cumplió o infringió pautas o reglas de cuidado que fueran preexistentes
respecto al momento de la acción.
Estas normas de cuidado pueden estar determinadas de dos maneras:
1) Porque se encuentran en fuentes escritas; protocolos, leyes, etc., de cualquier nivel
jerárquico del Derecho.
2) O bien cuando no estén disponibles las fuentes escritas, como por ejemplo, en los
protocolos médicos o los estándares básicos establecidos por la ley de tránsito, dichas
pautas se pueden considerar predeterminadas en la medida en que se correspondan a usos
o costumbres vigentes en el marco que sean asumidas o adoptadas en un determinado
sector social o profesional.
Solo hay culpa en ese sentido, cuando se infringió una pauta de cuidado
predeterminada escrita o bien, si se infringió una pauta de cuidado de acuerdo a un uso o
costumbres que sea constantemente adoptada en el contexto del ámbito profesional o
socialmente predeterminada.

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Es una perspectiva distinta que excluye ese juicio discrecional, más vinculado a
normas de comportamiento de cuidado predeterminadas respecto al momento de la
acción.

​Nunca jamás desde esta segunda perspectiva doctrinaria se le podrá imputar a alguien una
responsabilidad por imprudencia sobre la base de un parámetro normativo y diligencia
imaginario o ideal dibujado en el marco del juicio. Siempre y solamente se podrá fundamentar
una enunciación de responsabilidad por imprudencia en el marco del Derecho Penal, en cuanto
se puede imputar la infracción de un estándar de cuidado existente y reconocido ya de antemano.
En la medida que dicho estándar de cuidado haya sido por lo menos ya reconocido y adoptado
con cierta constancia en el ámbito social o profesional de que se trata.
​Vgr. Ocurre un terremoto y derrumba todo el edificio. Se inicia juicio con constructores,
ingenieros, arquitectos. En ese caso lo que se buscó fue cuáles fueron los estándares de necesidad
que no se cumplieron en la construcción del edificio. Ahí se pueden encontrar dos (por lo menos)
infracciones al estándar de cuidado establecidos por la ley de construcción: 1. A propósito de la
selección o categoría del tipo de terreno en que se construyó 2. La arquitectura del edificio que se
construyó. Este es uno de los casos más simples, porque los estándares de cuidado bajo ciertos
límites están predeterminados por la ley de construcción y son además parámetros técnicos,
entonces es más fácil por lo general encontrar esa medida llamada por los penalistas como
“deber de cuidado”, cuya infracción supone o puede suponer la responsabilidad por imprudencia;
en ese caso por lesiones y homicidios imprudentes.

Pero de igual forma, esta segunda doctrina (que surge como respuesta) tiene sus límites o
críticas que se han destacado a modo general, pero sobre todo en contextos profesionales y
dentro de los ámbitos de responsabilidad más debatidos en la actualidad. Podemos considerar,
por ejemplo, el contexto de la responsabilidad médica, donde se plantean cuestiones peculiares.
La diferencia normativa para nosotros, está en el art. 391 del C.Penal.
Esta necesidad por razones de legalidad de recurrir a pautas predeterminadas al momento
de la acción puede suponer algunos riesgos:

1. El riesgo de que en el marco del juicio se sobrevalora la importancia de la infracción


de una pauta de conducta predeterminada.
Eso pasa en la responsabilidad médica como también en la responsabilidad por accidente
de tráfico en el caso del atropello.
Vgr. Supongamos que el conductor del vehículo no cumple con los límites de velocidad.
Ahí hay una infracción de una pauta o estándar de cuidado predeterminado. Pero esto no quiere
decir en absoluto que aquel resultado lesivo fue ocasionado por la infracción de aquella pauta de
cuidado.
Entonces, el hecho de fijar o vincular de una forma tan rígida, la responsabilidad por
imprudencia por la infracción de pautas predeterminadas, supone el riesgo de una
sobrevaloración de la infracción de las pautas predeterminadas, en ese sentido. Porque puede que
en el marco de la conducta posiblemente haya una infracción de ese tipo, pero no significa que el
resultado lesivo del sujeto será imputado por la infracción de aquella pauta de conducta.
Cuestión que sucede a menudo en el contexto de la responsabilidad por accidentes de tránsito.
Muchas veces los jueces determinan una infracción, por ser más banal, de un límite de
velocidad, y esto parece suficiente en muchos casos para que se le atribuya la imputación del
resultado.

2. El significado que se le puede atribuir al principio de responsabilidad.


Otra crítica que se le puede plantear a este planteamiento doctrinario, es que, no siempre
se podrá considerar suficiente que un sujeto actúe simplemente cumpliendo pautas de conductas
predeterminadas. Porque en muchos casos y circunstancias de la vida, acudir o confiar
simplemente en la validez de pautas de conductas predeterminadas no nos permite actuar de
forma prudente.
Vgr. Problema del VIH explotó por el año 80-90. En los hospitales, en general, para

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reducir el riesgo de transmisión del VIH en caso de transmisiones de sangre, todavía en aquella
época no se adoptaban las técnicas para probar los anticuerpos en la sangre que se utilizan en la
actualidad. Esa manera precisa socio-ética en ese momento en algunos hospitales era excluir de
los sujetos donantes aquellas personas pertenecientes a ciertos grupos de riesgos - teniendo en
cuenta la perspectiva histórica - como los trabajadores sexuales, homosexuales y drogadictos;
considerado como el concepto de estándar de cuidado.
Esto supone reducir y no eliminar el riesgo de infección. Por otra parte, en España, luego
utilizaron técnicas más especializadas. Los protocolos hospitalarios en Catalán no preveían
todavía adoptar estas técnicas que son más precisas. El problema se planteó a la médico
responsable; señaló que los protocolos a los que acude (“estándar de cuidado predeterminados”),
excluir de la categoría de los sujetos donantes a ciertos grupos de riesgo, y sin embargo ella sabe
(la médico responsable) que hay técnicas tecnológicas más avanzadas
que nos permitirían aumentar el nivel de seguridad en el centro hospitalario.
El director del centro hospitalario no actualizó durante cierto tiempo los protocolos que
se adoptaban en el marco de esa estructura
El problema que se planteó a la hora de juzgar las conductas de profesionales que
actuaron conforme a los protocolos viejos, y no a las técnicas más avanzadas son precisamente
estas; porque hubieron casos de transmisión del virus.
La problemática quiere decir; conforme al principio de legalidad, de previsibilidad de la
normas, es mucho más garantista limitar el alcance de reclutación de responsabilidad por culpa a
los casos de infracción de normas predeterminadas, es decir, juzgando este caso, los médicos
sólo tenían que cumplir con los protocolos dados, sin hacerse más preguntas. Pero desde un
punto de vista de la ética o de visión más amplia del principio de responsabilidad como tal (como
principio general que rige las relaciones entre nosotros como miembros del mismo conjunto
social) el argumento es un argumento opuesto, es decir, no somos autónomos, somos entes moral
o personas éticas. Entonces, no basta en la actuación del día a día, en nuestras relaciones,
realizando nuestras acciones, que siempre pueden suponer daños para otros, no basta con cumplir
con normas de cuidado predeterminadas, se requiere ir más allá (de la costumbre, de los usos, del
protocolo).
​Desde el punto de la ética, se vuelve a justificar la primera doctrina; el parámetro
normativo de la persona sensata y prudente.
​No es suficiente llegar a la primera, hay que ir más allá.

Clase 2. 23-10, bloque 2.

Consideramos dos planteamientos alternativos que reflejan exigencias distintas: el planteamiento


doctrinario tradicional que supone acudir a un parámetro normativo ideal típico, lo cual no
significa no acudir a normas predeterminadas sino que significa que en algunos casos el juez
puede imputar responsabilidad por culpa, por infracción de un deber de cuidado que se ha
generado sobre la base de un parámetro normativo ideal. El otro planteamiento nos dice
básicamente que de cara al principio de legalidad, solo hay imprudencia en el sentido jurídico
penal de este término, cuando se infringieron normas de cuidado predeterminadas, el juez no
puede acudir a parámetros normativos ideales porque esto supondría un juicio demasiado
discrecional e indeterminado.
Todo esto frente al mismo problema que es la determinación del contenido normativo del
cuidado debido, que es aquel elemento normativo cuya infracción supone una responsabilidad
por culpa o imprudencia en el derecho penal, bajo en el mismo capítulo digamos, dado por la
concepción normativa de la imprudencia.
Cuando hablamos de estas cosas dogmáticas y abstractas se debe pensar en ejemplos
simples. Por ejemplo, cuando se acude a un hospital, en el cual realizan un diagnóstico y aplican
un tratamiento médico que no soluciona el problema, porque fue diagnosticado demasiado tarde,
el tratamiento no resultó o causaron daños que antes no se tenían. Las personas denuncian o
piden indemnización por los daños causados por mala praxis médica.
Hay otras doctrinas también que se acercan según el caso, a la primera o a la segunda
doctrina y que se enmarcan en el mismo debate. Una de las principales es la siguiente: si hace
falta acudir a un parámetro normativo ideal típico, si hace falta preguntarnos ¿cómo hubiese

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actuado el médico sensato y prudente ubicado en las mismas circunstancias que actuó el médico
que actuó de forma inadecuada? ¿Cómo hubiese actuado el conductor del vehículo sensato y
prudente ubicado idealmente en las mismas circunstancias en las que actuó el conductor que
mató a un peatón? Es decir, si hace falta acudir a un parámetro normativo ideal, pero este
parámetro hay que concretarlo, hay que diseñarlo, hay que dibujarlo, acudiendo a elementos o
conocimientos externos al derecho que sean los más objetivos posibles. Desde esta perspectiva
de este parámetro, las capacidades y conocimientos que caracterizan a este sujeto ideal típico
normativo, deberían estar dados por la mejor ciencia y experiencia en un momento histórico
dado. Entonces un médico, por ejemplo, actúa de forma inadecuada o imprudente cuando no
actúa conforme a los mejores conocimientos médicos científicos disponibles en el momento en el
que actúo.
Por ejemplo, en el caso de la transmisión del VIH en las transfusiones de sangre. La
mejor ciencia de experiencia en un momento es aplicar los test de detección. En un caso como
este, según la doctrina que se adopte como punto de partida, el juicio será distinto. Si yo entiendo
que solo hay influencia en derecho penal cuando se infrinjan normas de cuidado
predeterminadas, entonces en ese caso habría que absolver porque los médicos que trabajaban en
ese hospital cumplieron con las normas y estándares de cuidado establecidos por los protocolos
adoptados en la estructura hospitalaria en la que trabajaban (esta es la doctrina más garantista. En
cambio, si se toma como punto de partida la doctrina que se refiere al parámetro normativo ideal,
el juez se tiene que preguntar ¿cómo hubiese tenido que actuar el médico ideal?, ¿cómo hubiese
tenido que actuar el médico sensato y prudente ubicado en las mismas situaciones en las que
actuaron esos otros médicos de ese hospital? Y la respuesta puede ser un médico sensato y
prudente, un médico ideal, hubiese tenido que ir más allá de los protocolos y actuar conforme a
las mejores normas de cuidado disponibles. Entonces, no solo se debe actuar conforme al
protocolo, sino ir más allá de la costumbre, es decir, actuar conforme a un estándar de cuidado
más elevado, fijado por una expectativa que se le ocurra al juez. Se le ocurre al juez porque este
está entregando características, conocimientos y capacidades a ese parámetro normativo.
Entonces, según esta doctrina el juez tiene que acudir a la mejor ciencia disponible en el mejor
momento dado. En este caso los médicos debiesen haber adoptado las medidas diagnósticas más
avanzadas no obstante que los protocolos no las previeran.
Por tanto, según la doctrina que se tome como punto de partida la respuesta a la pregunta
¿hubo o no hubo imprudencia? Cambia.

Tercer planteamiento doctrinario

Entonces esta tercera doctrina es una versión de la primera, es una manera de entregar
mayor objetividad a este parámetro normativo ideal. Entonces esta versión sostiene lo siguiente:

Hace falta acudir a un parámetro normativo ideal porque en muchos casos de la


vida el principio de responsabilidad nos impone.
Desde este punto, este parámetro normativo en muchos casos de la vida, el principio de
responsabilidad nos impone y nos obliga ir más allá de la costumbre, de los usos y de los
protocolos, pero siendo que este parámetro normativo es muy indeterminado, lo que hace que el
juicio de valoración del juez sea muy discrecional, hay que buscar parámetros lo más objetivos
posibles, externos al derecho que le permita a quien juzga individuar las características de este
parámetro objetivo ideal. Entonces una solución que se propone es ir al parámetro técnico de la
mejor ciencia de la experiencia dada en un contexto histórico dado. Es decir, nosotros como
sujetos para poder actuar conforme a la perspectiva de diligencia, debiésemos actuar conforme a
los mejores y más actualizados conocimientos disponibles en el ámbito social y profesional en el
que cada uno pertenece.
Este planteamiento presenta ciertos problemas:

(1) ​En muchos casos, este deber de cuidado sería excesivo. ​

Por ejemplo, en el ámbito de la construcción cualquier edificio debería ser construido

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acudiendo a las mejores, más actualizadas y avanzadas tecnologías disponibles en el momento de
la construcción y eso no es exigible, porque una cosa es lo que exija la ley de construcción y otra
cosa distinta sería exigirle al constructor, cumplir con los mejores estándares tecnológicos
disponibles en el mundo, en un momento dado.

(2) ​Este parámetro de la mejor ciencia de la experiencia parece ser objetivo pero en
realidad no lo es. En muchos casos no es tan fácil determinar cuál es la mejor ciencia y
experiencia en un momento histórico dado.

Este problema se ha manifestado a lo largo del tiempo, hay muchos antecedentes y casos
jurisprudenciales en el derecho comparado que explican bastante bien porqué aunque se intente
acudir a parámetros de carácter científicos, en realidad ni siquiera estos parámetros científicos
nos dan un nivel de objetividad suficiente.
Por ejemplo, el asbesto es un material aislante que se ha utilizado en el ámbito de la
construcción y siderurgia. Se utilizó mucho desde finales del siglo XIX a finales de los años 80 y
90. Se dejó de utilizar porque a lo largo del tiempo que ese material es cancerígeno que puede
causar un cáncer que se denomina mesotelioma. Ese descubrimiento no ha llegado de un día a
otro, la peligrosidad de este material ha sido una hipótesis científica que se ha planteado en un
momento dado, desde los primeros años del siglo XX cuando se empezó a expandir el uso de ese
material. Se realizaron diversos estudios que llegan hasta mediados de los años 60 cuando en el
marco de la comunidad científica mundial se llegó a reconocer de forma prácticamente unánime,
que ese material puede causar esa patología. Pero antes y durante muchas décadas ese material se
ha utilizado de forma masiva y en diversos contextos. El problema que se plantea es que los
trabajadores de las industrias donde se utilizaba ese material, se enfermaron después de muchos
años, porque los primeros síntomas de esa enfermedad después de 20 o 30 años de exposición al
material. Frente a esta situación, se iniciaron procesos por homicidios y lesiones imprudentes.
Las defensas de los imputados (empresarios) alegaron el argumento de la incertidumbre acerca
de la peligrosidad del material que se estaba utilizando. Por ejemplo, el caso de un trabajador que
en los años 50 y 60 durante 15 años ha trabajado expuesto a cantidades de asbesto todos los días
y de repente, en los años 80 le diagnostican ese tipo de enfermedad.
La acusación fue que el empresario, es decir, el sujeto que se haya en posición de
garantía, hubiese debido saber que la utilización de ese material hubiese provocado ese tipo de
enfermedad. Este razonamiento se basa en la previsibilidad ex ante del resultado acaecido, es
decir, tomar un parámetro normativo ideal del empresario sensato y prudente situado en las
mismas circunstancias en las que actuó el empresario imputado. El razonamiento es: el
empresario sensato y prudente, el empresario ideal, hubiese podido prever las enfermedades
como consecuencias lesivas en la conducta, es decir, la conducta dada por la exposición de sus
trabajadores a sustancias peligrosas. Pero esto supone otorgar ciertos conocimientos y
características a este parámetro normativo ideal. Es decir, afirmar que el empresario sensato y
prudente de los años 50 o 60, tenía ese conocimiento como conocimiento esperable por parte del
empresario. El empresario hubiese tenido que saber que el utilizo de esas sustancias hubiesen
conllevado esa consecuencia, es decir, la enfermedad del trabajador. Esto es la previsibilidad ex
ante, es decir, desde antes, desde la perspectiva de quien actuaba, de las consecuencias, del daño,
del resultado lesivo, que se le pretende imputar por imprudencia.
El problema es que lo que pasa muy a menudo que no se puede decir de forma objetiva si ciertos
conocimientos son efectivamente propios y característicos del parámetro normativo ideal en un
momento histórico dado porque este evoluciona, en muchos momentos hay incertidumbre
científica acerca de la peligrosidad o no de algo.
Por ejemplo, el debate realizado a propósito de los alimentos transgénicos, que son
alimentos alterados genéticamente. El debate en torno al cambio climático, a las vacunas.
Hay incertidumbre respecto a muchas cuestiones científicas. Estos mismos problemas de
incertidumbre se pueden plantear también de cara a la necesidad de otorgar conocimientos y
características a este parámetro normativo ideal que nosotros utilizamos para evaluar la
previsibilidad o no de un resultado lesivo, en el marco de un juicio sobre la imprudencia de
alguien que actuó.
En términos más sencillos, ese empresario acusado de homicidio imprudente por haber utilizado
asbesto en sus fábricas, ¿hubiese o no hubiese podido prever las enfermedades de los

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trabajadores como consecuencias del uso del amianto? La respuesta depende si le otorgamos o
no le otorgamos al empresario ideal ese conocimiento, es decir, que sepa que el amianto es
peligroso o cancerígeno.
Por tanto, depende de las características y conocimientos que nosotros le imputamos a este
parámetro normativo ideal que utilizamos como punto de partida para nuestro juicio sobre la
previsibilidad de resultado.

Entonces, a través de este ejemplo, podemos notar que ni siquiera una solución como la
propuesta por esta doctrina que defiende la oportunidad de acudir al parámetro de la mejor
ciencia de experiencia sea en realidad, una solución que nos dé mayor seguridad o que nos
permita hacer más objetivo este parámetro ideal. ¿Por qué? Porque incluso acudiendo a
parámetros externos, en realidad nos encontramos con situaciones de incertidumbre.

Frente a casos parecidos, como los procesos penales por trabajadores fallecidos en el
ámbito del trabajo por el uso de sustancias peligrosas en las industrias, algunos autores han
defendido la aplicabilidad del principio de precaución del derecho penal. Este principio de
precaución, quiere decir básicamente que en condiciones de incertidumbre y también de
incertidumbre científica, cuando las consecuencias podrían ser graves, catastróficas e
irreversibles, la forma ética de actuar es una actuación conforme al peor escenario posible.
Por ejemplo, si yo estoy utilizando un material que podría ser peligroso pero todavía no se sabe
porque hay incertidumbre acerca de la peligrosidad del producto, se debería actuar como si el
producto fuera efectivamente peligroso. Se debería asumir el peor escenario posible para actuar
de forma precautoria.

Algunos autores tomaron este principio que se ha desarrollado jurídicamente en el marco


del derecho ambiental y han defendido la oportunidad de aplicarlo también al derecho penal de la
imprudencia, con la siguiente consecuencia: “ese parámetro normativo ideal, de la persona
sensata y prudente ubicada idealmente en las mismas circunstancias que actuó quien actuó,
debería actuar conforme al principio de precaución”. Entonces, frente a situaciones de
incertidumbre, la persona ética y responsable, la persona sensata y prudente, actuaría conforme al
peor escenario posible. Esto expandir el ámbito de responsabilidad, porque supone elevar más
aún el nivel de cuidado objetivamente exigible. Significa basar el razonamiento del juez en un
parámetro normativo aún más elevado en términos de exigencia.

Remedios doctrinarios ante la problemática al margen del deber de cuidado

Se plantean otras cuestiones al margen del problema del cuidado debido. Algunos autores
sostienen que a consecuencia de la normativización de la imprudencia, es decir, del desarrollo de
la asunción normativa de la imprudencia, este elemento que denominamos “culpa” o
“imprudencia” se ha objetivizado demasiado. Sin darnos cuenta, pasó de ser un elemento de
carácter subjetivo a ser un elemento de carácter eminentemente objetivo. Tan objetivo que se
acerca a la realidad objetiva. Esto de acudir a un parámetro ideal, con todos los matices que se
pueden dar, supone haber objetivizado mucho un elemento dogmático que en el fondo surgió
como elemento de carácter subjetivo, entonces se debe recurrir a algunos remedios (remedios en
el sentido de planteamientos doctrinarios para tratar de subjetivizar este elemento dogmático que
es la imprudencia).

Planteamientos:

A) Algunos autores sostienen la teoría de la doble medida de la culpa o doble medida o


dimensión de la imprudencia.

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La culpa consiste en primer lugar de la infracción de un deber de cuidado, pero para que haya
culpabilidad hace falta también otra evaluación, que consiste en averiguar o juzgar si el cuidado
debido le era subjetivamente exigible al sujeto que actuó.
El juicio sobre la imprudencia de alguien, en ese sentido, supondría dar dos pasos:
a. En primer lugar, determinar el contenido normativo del cuidado debido, es decir, como
alguien que forma parte de un contexto social o profesional dado hubiese tenido que
actuar.
b. Pero además hace falta preguntarnos si el sujeto que actuó pudo por sus características
individuales, culturales, por sus capacidades motoras, por todo lo que tiene que ver con
sus características personales, si a ese sujeto le era subjetivamente exigible cumplir con
esa expectativa normativa del deber de cuidado.
- Esto es, porque ciertas características personales (capacidades, conocimientos,
aspectos culturales) pueden, en el caso concreto hacer que el cumplimiento del
cuidado debido no sea subjetivamente exigible.
- En otros términos, se trata de averiguar si la expectativa del deber de cuidado, es
algo que esa persona concreta con esas características individuales, pueda
cumplir.

B) ​Otra doctrina, sostiene que para subjetivizar el juicio sobre la imprudencia, deberíamos
exigir que haya un elemento sicológico efectivo.

Hemos dicho que la culpa inconsciente consiste en la infracción del deber de cuidado, no
hay elementos sicológicos. Mientras que el dolo, en todas sus formas, incluso la culpa con
representación se caracterizan por un elemento sicológico efectivo, dado por lo menos por la
representación efectiva de resultado, en caso de culpa con representación o culpa consciente, en
el caso de la culpa inconsciente este elemento sicológico no existe, ósea le estamos imputando la
responsabilidad a alguien por algo, sin que se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Por ejemplo, el atropello de un peatón. La responsabilidad por imprudencia se le imputa
al sujeto, por no haberse dado cuenta de lo que estaba pasando, siendo previsible lo que estaba a
punto de pasar, pero no por haber querido o por haberse dado cuenta y actuado de todas formas
de esa manera. No existe ningún elemento sicológico efectivo. Entonces algunos autores
sostienen que la exigencia mínima de culpabilidad exigida por el derecho penal nos obliga a
exigir también en caso de culpa o imprudencia, un nivel mínimo de representación, de
participación sicológica por parte del sujeto. Es una manera para reducir el alcance de la culpa
como criterio de imputación, excluyendo del ámbito del derecho penal, las hipótesis de
imprudencia meramente normativa, dadas meramente por la infracción de un deber de cuidado.
Dicho de otras palabras, exigir un elemento sicológico de cualquier tipo como requisito mínimo
para que exista responsabilidad penal.
Dentro de este marco algunos autores sostienen que para que haya imprudencia o culpa,
hace falta que el sujeto aunque no se haya representado lo que estaba a punto de pasar, fuera
consciente de que estaba infringiendo un deber de cuidado.
Por ejemplo, una persona que va conduciendo a exceso de velocidad, no se representa
que está a punto de atropellar a alguien o de chocar otro vehículo, pero si está consciente que
está infringiendo los límites de velocidad. Esto, podría cumplir con ese requisito de carácter
sicológico mínimo, que según esta doctrina, que justificaría la intervención penal.
Sin algún elemento de carácter sicológico como respaldo para la imputación de
responsabilidad, según estos autores, no se justificaría la intervención penal.

Casi todos los autores, que buscan definir de alguna manera definir esta concepción
subjetiva de la imprudencia, ubican este elemento subjetivo de la imprudencia en el marco de la
culpabilidad.

Todo lo que hemos dicho, tiene que ver con el mismo problema que se plantea: ¿Cómo juzgar la
imprudencia de alguien?, ¿cuándo no hay dolo, en ninguna de las tres formas?, ¿en qué consiste

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aquel criterio de imputación de responsabilidad que denominamos imprudencia? Todas estas
doctrinas y los criterios que estas doctrinas proponen y defienden, son intentos, maneras,
propuestas, para abordar la cuestión y para otorgarle al juez, criterios, estrategias para juzgar en
cada caso concreto si existe o no existe responsabilidad por imprudencia. Por ejemplo, si a un
sujeto que ocasionó un resultado lesivo, se le puede imputar responsabilidad penalmente al tipo
de imprudencia. Ahora, en cuanto al marco de un proceso penal este tipo de juicio se lleva a
cabo, lo que pasa es que el juicio es muy intuitivo, lo cual es un problema grave. Si nos fijamos,
estos criterios dogmáticos son criterios que hemos desarrollado responden al sentido común.
En Derecho Civil también existe la culpa por daños, se llama responsabilidad extracontractual
porque no es la responsabilidad jurídica por incumplimiento de un contrato, es la responsabilidad
jurídica que se puede dar por ejemplo, causar un daño a alguien. El criterio de imputación se
denomina “culpa” también. Dado que existe este tipo de responsabilidad también en el Derecho
Civil ¿por qué la culpa civil debería ser más amplia que la culpa penal? O ¿por qué la culpa
penal debería ser un ámbito de responsabilidad, es decir, un criterio de imputación más reducido
respecto de la culpa civil? Art. 491: El profesional sanitario que incurre en daños por
negligencias tiene responsabilidad penal. Si el mismo tipo de responsabilidad por daños en caso
de negligencia, por qué el derecho penal debería ser más reducido que la culpa civil. La respuesta
es que, la sanción penal es de última ratio (último instrumento que al ordenamiento jurídico se le
ocurra para tratar de solucionar un problema), así debería ser idealmente.

A efectos de otorgar contenido normativo del deber de cuidado, hay que tener en cuenta
otro principio o criterio de carácter general, que tenemos que considerar en el marco de las
relaciones interpersonales, como pueden ser las relaciones anónimas que se establecen en el
tráfico vial. O por ejemplo, las relaciones interpersonales no anónimas que se establecen en el
marco de un equipo médico.
En aquellos contextos en los que distintos sujetos interactúan y pueden en conjunto, entre
ellos, provocar resultados lesivos, se plantea el problema de la distribución de responsabilidad
entre los sujetos, que de una u otra manera, han participado en el mismo proceso que ha llevado
al mismo resultado acaecido.

Aquí hay que considerar un principio que se denomina principio de confianza, que
también existe en derecho civil.

PRINCIPIO DE CONFIANZA

Conforme al principio de confianza, por regla general cada sujeto puede actuar confiando
en que los demás miembros del conjunto social, todos los demás participantes de la vida de
relación, se comporten cada uno conforme a su propio deber de cuidado. Por ejemplo, atravesar
un cruce.
En efecto, este principio lo desarrolla la dogmática alemana en coincidencia con el
desarrollo del tráfico viario, a partir de las primeras décadas del siglo pasado. Es el desarrollo
tecnológico que exige discusiones dogmáticas nuevas, porque cambian los fenómenos, se
plantean problemas nuevos y se plantean también problemas jurídicos nuevos porque cambian
las condiciones fácticas para que ciertos problemas se plantearan. En este contexto, de repente
surge el tráfico viario y ahí se empiezan a plantear problemas que antes no se planteaban, no
existían los accidentes pero empiezan a ocurrir. Entonces, se plantea el problema de la
distribución de la responsabilidad cuando, como típicamente pasa en este tipo de contexto, varios
sujetos interactúan de forma más o menos anónima hacia la potencial producción del mismo
resultado lesivo.
Lo mismo, mutatis mutandis (cambiando lo que hace falta cambiar), puede ocurrir en el
ámbito de un equipo médico, por ejemplo. En un equipo médico hay varios sujetos cada uno con
su especialidad, cada uno con su marco de competencias y responsabilidades, podría pasar lo
mismo, puede que varias conductas se dirijan potencialmente a la producción de un mismo
resultado lesivo.
¿Qué pasa cuando de una u otra manera, varios sujetos han participado en esto? Hay que
decidir si la responsabilidad le corresponde a todos o solo a algunos de ellos.

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Este principio, que antes que ser un principio jurídico penal, es un principio de
convivencia básica. No hay sociedad sin confianza, sin niveles mínimos de confianza. Este tipo
de razonamiento que tiene que ver con una visión de la sociedad, cómo se estructura, cómo se
desarrolla, se aplica también al contexto de la responsabilidad penal y participa de la
construcción de la teoría del delito.

Explicaciones de su surgimiento.

(1) ​Hay una explicación sociopolítica.


Explicación que señala que este principio surgió en los años 30, en la sociedad nazi y por
tanto es una visión muy rígida de sociedad. Esta es una visión organicista (organista) de la
sociedad, la totalitaria en general. Cualquier visión totalitaria de la sociedad, ve el conjunto
social como un organismo muy estructurado. El principio de confianza participa de esa visión
organicista de la sociedad en una perspectiva totalitaria. Sin embargo, este principio es un
principio vigente también más allá de una visión totalitaria de la sociedad

(2) ​Hay una explicación más práctica o pragmática de la sociedad.


Sin confianza, sin poder actuar en cada contexto de la vida, confiando por lo menos en
principio, el hecho de que los demás a su vez, están actuando de manera conforme a su deber de
cuidado, sería imposible actuar. Por ejemplo, no se podría a través un cruce sin estar mirando a
cada rato que los demás estén respetando el pare. No se podría hacer básicamente nada sin poder
confiar en el comportamiento de los demás. Este principio entonces permite actuar en cada
contexto relacional de la vida, con cierta libertad de acción, sin estar obligados a estar vigilando
todo el tiempo y constantemente que también los demás estén actuando conforme a lo que cabe
esperar de ellos. En términos simples, este principio es algo que permite que el mecanismo social
permita funcionar. No podríamos hacer absolutamente nada o casi nada, si tuviéramos que estar
vigilando a cada rato también a los demás. Necesitamos confiar en que existan mecanismos a
nuestro alrededor que sigan funcionando de una forma más o menos esperable.

(3) ​Hay otro fundamento dogmático que se le ha dado al principio de confianza, como
principio jurídico penal que se denomina teoría del premio.
Consiste que en la medida que uno cumpla con sus deberes de cuidado, estaría facultado
para confiar en el cumplimiento también de los demás y por ello, no se le podrían imputar en
ningún caso resultados lesivos derivados de la interacción con otros sujetos.

Este principio (de confianza) supone un límite al marco de la responsabilidad. ¿Porqué?


Porque si se afirma, como afirma este principio que cada persona puede actuar confiando en la
conducta correcta de los demás, la consecuencia de todo esto, es que el sujeto no tiene que estar
vigilando todo el rato sobre lo que hagan los demás, es decir, este principio supone una
limitación del deber de cuidado hacia los demás, porque afirma que el sujeto no tiene el deber de
vigilar lo que están haciendo los demás, se puede actuar confiando lo que están haciendo los
demás.

Límites del principio.

Este principio de confianza que sirve para limitar el alcance del deber de cuidado de cada
uno, en el marco de las relaciones que se pueden establecer en la vida diaria, tiene ciertos límites
(límite como circunstancias, supuestos, en los que el sujeto ya no rige)

1) El principio de confianza va a delimitar el alcance de deber de cuidado, hasta que el


resultado (elemento dañino, consecuencia de la interacción causable de una conducta
con otra), es decir, de la conducta de distintos sujetos, que sea objetivamente previsible.

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Por ejemplo, al atravesar un cruce, se puede pasar si corresponde, confiando que los que
vienen del lado del pare, paren. Esto conforme al principio de confianza, se puede seguir
adelante sin estar controlando que los demás estén cumplimiento ¿hasta qué punto? Hasta que el
hecho de que haya otro sujeto que está a punto de no cumplir su deber de cuidado, sea
objetivamente previsible.
Entonces, la infracción del deber de cuidado del otro que llega del lado de pare, que no está
cumpliendo con él, en la medida que esa conducta se haga claramente previsible, ya no rige el
principio de confianza.
No se puede justificar la conducta al amparo del principio de confianza cuando el resultado
que estaba a punto de acaecer y finalmente acaeció era objetivamente previsible. Esto conforme
al criterio general de evaluación de la imprudencia.
Entonces, si las circunstancias concretas hubieran permitido reconocer la imprudencia
convergente ajena, esto, la previsibilidad en concreto del hecho de que el otro sujeto ya no estaba
cumpliendo su deber de cuidado, hace que el principio de confianza ya no pueda regir para
limitar el marco de responsabilidad.
Todo esto en la eventualidad que pase algo. Por ejemplo, en el caso del cruce, si la infracción
del deber del pare por parte del otro, en interacción causal con la conducta de un sujeto que causa
la muerte del otro conductor, no se puede alegar el principio de confianza para excluir cualquier
tipo de responsabilidad. En la medida que el juez pueda argumentar, que no obstante el principio
de confianza, dadas las circunstancias en las que actuaron los sujetos, el resultado lesivo se había
hecho objetivamente previsible y por tanto, ya no se podía actuar bajo esas circunstancias bajo
este principio.

2) Segundo límite: Algunos autores entienden que no puede actuar al amparo del
principio de confianza, quien asuma una posición de garante respecto de otros
sujetos.
Cuando hablamos de este sujeto, hablamos de delitos omisivos impropios (son delitos
cuya estructura típica exige un resultado lesivo). Un sujeto en posición de garante es un
sujeto que tiene que evitar ciertas categorías de resultados. Esta posición se justifica cuando
existan sujetos necesitados de garantía, de una especial protección. Por ejemplo, relación
entre los padres y los niños.
Entonces, algunos autores entienden que dadas las razones sustantivas que justifiquen que
ciertos sujetos se encuentren en posición de garante hacia otros, hacen que en el marco de
estas relaciones, quien se halle en posición de garante no pueda actuar en amparo del
principio de confianza, precisamente porque está garantizando la protección de bienes de
otros sujetos, los sujetos garantizados.

Clase 3. 24-10.

Guías para la primera prueba: Manual Jaime Náquira Tomo I, edición 2015; pág. 239-253, 255-
291, 304-311, 319-323, 448-454, 499-500.
(Guías para la primera prueba + guías del panel sobre Politoff).

En este punto, todavía estamos hablando de los delitos comisivos y omisivos de


resultado.

​Los delitos comisivos tienen una estructura básica que es:


- Nexo de causalidad.
- Acción.
- Resultado.
Los delitos omisivos impropios tienen la misma estructura porque existe un resultado

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también, lo que lo distingue precisamente de los delitos omisivos propios. Toda la reflexión que
hemos desarrollado se refiere a, desde el punto de vista de la estructura típica, a los delitos de
resultado. Es decir, aquellos delitos cuya estructura típica prevé que exista un resultado como
consecuencia de una acción, que puede ser una conducta comisiva u omisiva.

Hay ciertas doctrinas que procuran subjetivizar el juicio de imputación por imprudencia.
Esta tendencia general, que parte de la concepción psicológica de la culpa y nos lleva varias
doctrinas dentro del marco de la concepción normativa de la imprudencia, suponen o reflejan una
objetivización, una normativización cada vez mayor de este criterio, de este elemento dogmático
que denominamos imprudencia. Entonces, hay algunos autores que destacan esto como un
problema y tratan de defender algunas estrategias dogmáticas para volver a subjetivizar de
alguna manera el criterio de imputación por culpa y ahí existen algunas doctrinas como las
mencionadas la clase anterior, que tratan de agregar un elemento más subjetivo a este dimensión
objetiva de la imprudencia dada por la infracción de un deber de cuidado. Encontraremos
preferencias sobre algunas de estas doctrinas en las guías del manual.

Entonces, siguiendo adelante en la estructura típica de los delitos imprudentes.


Primero, estamos hablando de los delitos de resultado. El primero de los requisitos, desde
el punto de vista de la estructura típica de los delitos imprudentes de resultado es:

1) La relación de causalidad - pero ese es un problema que ya tratamos en el curso anterior –


entre conducta y resultado.
Primero, la teoría del delito se puede ver como pasos a seguir del juez para llegar a la
culpabilidad del sujeto.
Todos esos elementos son los pasos que supuestamente el juez debería cumplir. Por ejemplo,
hay una intervención quirúrgica que acabó con el fallecimiento del paciente. Hay tres imputados.
El juez debe comenzar con su razonamiento. Primero, se plantea que tenemos un resultado
lesivo, que es la muerte del paciente y que hay ciertas conductas alrededor de este resultado.
Debe preguntarse ¿existe una relación de causalidad entre resultado y las conductas? Y ese es el
primer elemento del tipo objetivo, la relación de causalidad.

2) Segundo, preguntarse si estas conductas que causaron el resultado lesivo, son conductas que
infringieron el deber de cuidado.
Esta es la pregunta es la que nos hemos planteado en las clases y entonces, las doctrinas que
hemos mencionado son intentos, estrategias, para tratar de contestar estas preguntas.

3) Pero esto no es suficiente, existe otro paso, un tercer momento en el marco de la imputación
normativa de resultado, en el marco del tipo, que se corresponde por lo menos según la
doctrina mayoritaria, a lo que se denomina: “imputación objetiva de resultado”.
Entonces, aquí vamos a abrir otro “capitulo” en el marco del juicio de imputación. Vamos a
describir otro paso más en el marco del juicio de imputación (1. Nexo de causalidad, 2.
Infracción del deber de cuidado, 3. Imputación objetiva de resultado a la conducta imprudente).

IMPUTACIÓN OBJETIVA DE RESULTADO A LA CONDUCTA IMPRUDENTE.

Introducción.
Este discurso teórico surge de la teoría de la causalidad. Cuando estudiamos el tema del
nexo o de la relación de causalidad, destacamos algunos problemas, algunos límites que
caracterizan la teoría de la condictio sine qua non. Destacamos algunos límites, solucionados
algunos de ellos y dejamos abiertos otros problemas que no solucionamos y lo haremos ahora.

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Problemas de la teoría sine qua non.

1) Escasa eficacia heurística: la solución a este problema que plantea la incapacidad de


explicar realmente cómo ocurrieron los hechos y es el método de la subsunción bajo leyes
científicas de cobertura.
2) No explica la causalidad omisiva.
3) Problema dado por el regreso al infinito: este es un problema más aparente que
efectivo, en el sentido de que el tipo penal permite restringir la relevancia penal de la
conducta a la conducta misma. Por ejemplo, los padres no podrían ser imputados por la
conducta de un hijo que causa un homicidio con el fundamento de que la crianza es
condictio sine qua non de su conducta.

Este problema se sigue planteando en los delitos cualificados por el resultado, que son una
categoría específicas de delitos cuya estructura típica es la siguiente:
Existe un resultado lesivo (porque son delitos de resultado), pero este resultado puede ser
imputado a la responsabilidad del autor de una conducta base dolosa e imprudente, sobre la base
de la mera relación causal, sin que sea necesario que el dolo o la culpa del sujeto cubran también
este resultado final.
Por ejemplo, Art. 474 inciso final CP, delito de incendio: “El que incendiare edificio, tren de
ferrocarril, buque u otro lugar cualquiera, causando la muerte de una o más personas cuya
presencia allí pudo prever, será castigado con presidio mayor en su grado máximo a grado
perpetuo”;

1 Si nos fijamos en la estructura típica, señalada en el inciso primero del Art. 474, este no es un
delito cualificado de resultado porque la persona, es decir, el sujeto que incendió por ejemplo un
edificio, pudo prever. Esto significa que este tipo penal, el delito de incendio, exige que un
elemento subjetivo dado por lo que pudo prever cubra el resultado final dado por el fallecimiento
de la persona presente en el lugar del incendio.
2 Entonces, hay una conducta de incendio que es prender fuego a algo. Si a consecuencia de esta
conducta se ocasiona la muerte de alguien cuya presencia allí en el lugar (nexo de causalidad), el
sujeto que prendió fuego en el edificio pudo prever, entonces se le castigará por la pena prevista.
Este último es el elemento subjetivo requerido por el tipo penal para que la
responsabilidad por el resultado muerte, se le pueda imputar. Esto no es un delito cualificado por
el resultado, en ese sentido, porque exije un elemento subjetivo.
Algo distinto ocurre en el inciso final del Art. 474 CP: “Las penas de este artículo se
aplicarán respectivamente en el grado inferior de ellas si a consecuencia de explosiones
ocasionadas por incendios, resultare la muerte o lesiones graves de personas que se hallaren a
cualquier distancia del lugar del siniestro”;
1 Es una conducta parecida pero cambia, desde el punto de vista del tipo objetivo porque aquí
hay explosiones de por medio. Aquí el legislador se imagina a otra situación: prender fuego a
algo, una explosión como resultado intermedio y que la explosión cause la muerte de un sujeto
que se encuentre a cualquier distancia.
2 Además, desde el punto de vista de tipo subjetivo, no requiere que el sujeto que actúa haya
podido prever. El CP entiende suficiente para que al hechor se le pueda imputar el resultado
final, por la simple relación causal entre pegar fuego, explosión, muerte. Y el sujeto, por el nexo
mismo de que su conducta haya ocasionado una explosión que haya causado la muerte de
cualquier sujeto que se encuentre a una distancia del lugar, se le imputa la responsabilidad.
Entonces en este caso el legislador no requiere un criterio de imputación subjetiva, es decir, no
requiere que el dolo o la imprudencia de un sujeto cubra también el resultado final. Esto ha sido
señalado por la doctrina como delito cualificado de resultado, porque existe un delito base, dado
por la conducta dolosa en este caso, que se cualifica por un resultado que le es imputable al autor
de la conducta sobre la base de la mera relación de causalidad.
Esos delitos plantean un problema evidente (esto significa que existe un choque actual

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entre la regulación y los principios generales del derecho penal). Una estructura típica de este
tipo, nos plantea problema respecto al principio de culpabilidad, porque existe una
responsabilidad por un resultado que se le imputa a un sujeto sin que se cumpla una exigencia
mínima de culpabilidad porque no existe, el CP no requiere el dolo ni tampoco la imprudencia
respecto el resultado final (respecto de la conducta base sí). El principio de culpabilidad
requiere que exista un elemento subjetivo mínimo respecto de todos los elementos relevantes del
tipo objetivo. Los delitos cualificados de resultado no cumplen con este principio. Entonces, se
desarrollaron estrategias dogmáticas para solucionar este problema. ​
Las teorías que a partir de los años 50, en el panorama del derecho comparado, trataron
de buscar una solución que plantean estos delitos que están en los CP, con una exigencia de
culpabilidad mínima, desarrollaron las denominadas teorías de la causalidad jurídica. Existen dos
versiones:
- Teoría de la causalidad adecuada: desarrollada en Alemania y también en la comunidad
hispanohablante.
- Teoría de la causalidad humana: tuvo éxito en el marco del derecho penal italiano.

Ambas plantean las siguientes soluciones:

Para que exista una relación de causalidad en sentido jurídico penal del término causalidad,
no es suficiente que se cumpla que la conducta del hechor sea conditio sine qua non respecto del
resultado final, hace falta algo más (esto con el objetivo de restringir la imputación de delitos,
como por ejemplo los delitos imputados de resultado), es decir, hace falta que se pueda sostener
que exista la previsibilidad objetiva del resultado como consecuencia de la acción.
Estos autores añaden otro requisito más a la condictio sine qua non como criterio básico de
imputación causal para que exista una relación de causalidad en el sentido jurídico penal de la
palabra causalidad. Señalan que la conducta debe ser conditio sine qua non del resultado, pero
además, para que el resultado se pueda imputar como resultado de esa conducta tiene que haber
sido objetivamente previsible como consecuencia de este tipo de actividad. Previsible según lo
que suele pasar generalmente. Es una previsibilidad objetiva, es decir, conforme a los
conocimientos generales del funcionamiento de las cosas, de la naturaleza del mundo en general.

La finalidad de estas doctrinas fue buscar una interpretación o solución dogmática, que haga
compatible la estructura de los delitos calificados de resultado de cara a los principios de la
culpabilidad. La operación dogmática ha sido la siguiente: coger la palabra causalidad de los CP
e interpretar ese requisito de imputación de una manera que también estos delitos fueran
compatibles con el principio de culpabilidad. Esta doctrina añade un requisito más para restringir
el ámbito de imputación también respecto a los delitos calificados de resultado.
Dicho de otra manera, ante la evidencia que estos delitos permiten la imputación de un
resultado aunque no exista dolo ni imprudencia, esta doctrina se desarrolló con la finalidad de
restringir el ámbito de la imputabilidad de dichos resultados a las conductas. Reinterpretaron el
concepto de causalidad dado por los códigos, agregándole otro requisito que al fin y al cabo se
acerca a la imprudencia, porque exigir la previsibilidad de algo como consecuencia de una
conducta, es una manera para agregarle un elemento que es de carácter objetivo, que se acerca a
lo que hoy en día denominamos imprudencia.

La dogmática cumple la labor fundamental de construir conceptualmente las categorías


teóricas a partir del dato positivo. Es decir, su labor consiste en analizar el derecho positivo y a
partir de los textos desarrollar un conjunto de categorías de forman la teoría del delito. Esta
solución, de las teorías de la causalidad jurídica, es un ejemplo de esta función que cumple la
labor dogmática, esto es, tratar de ajustar también los problemas que se presentan. Los delitos
cualificados de resultado son un ejemplo de incumplimiento del derecho positivo a los principios
generales, pero estos últimos no están codificados en muchos casos, pertenecen al pensamiento
sobre el derecho penal liberal, de un estado democrático de derecho. Otro derecho penal, de un
estado autoritario podría prescindir de estos principios. Los CP muchas veces son de otras
épocas, entonces la labor dogmática consiste en ajustar un derecho penal no tan liberal, a los

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principios generales de derecho penal liberal que tenemos que cumplir.

Esta operación ha sido relevante desde una perspectiva histórica porque lo que se hace hoy
en día es ir derechamente al objetivo, sin darnos tantas vueltas y sostener que una
reinterpretación legítima ante los principios generales, es derechamente exigir la culpa aunque el
CP no la prevea.

Mientras que la teoría de la causalidad jurídica no agregaron un requisito que el CP no


preveía sino que reinterpretaron un requisito existente de manera tal, que de hecho se pudiera
restringir la imputación, hoy en día, hay doctrina que señala que los delitos cualificados de
resultado, hay que leerlo e interpretarlo como si el legislador exigiera a lo menos la imprudencia
del resultado final, ya que si el derecho penal asume el principio de culpabilidad, no se pueden
permitir excepciones.
Sin embargo, aunque este problema específico hoy en día se soluciona así, de toda esta
reflexión que se ha desarrollado, ha surgido otra corriente de reflexión que nos lleva a esa tercera
etapa en el marco del tipo de los delitos imprudentes de resultado que hemos denominado
imputación objetiva de resultado.

IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL RESULTADO.


(Tercera etapa de la estructura de los delitos imprudentes de resultado).

Esta teoría de esta es una derivación de las antiguas teorías de la causalidad jurídica,
porque parten de la misma necesidad: establecer criterios normativos que permitan restringir el
marco, el ámbito de imputación jurídico penal más allá de la causalidad material y del dolo o la
imprudencia del sujeto según el delito que se trate.
Las teorías de la imputación objetiva del resultado, tienen como ratio (como espíritu
original, como razón originaria) la necesidad de buscar criterios normativos para limitar la
imputación de un resultado a una conducta imprudente más allá de la causalidad y de la
imprudencia dada por la infracción del deber cuidado por parte del autor que lo ha ocasionado.
En ese sentido, la teoría de la imputación objetiva de resultado proviene de las antiguas teorías
de la causalidad jurídica porque refleja la misma exigencia de alguna manera, esto es buscar
límites, criterios jurídicos que limiten, delimiten la imputación de un resultado más allá de la
causalidad material y de la culpa o dolo del sujeto.
Esta temática es uno de los temas más complicados y debatidos de la dogmática actual, de hecho
no existe una teoría única de imputación objetiva de resultado sino que existen unas cuantas
variantes. Sin embargo, existen elementos compartidos por todas las variantes, que son las
constantes que vamos a considerar:
La idea que constituye el núcleo original de la imputación objetiva de resultado como
tercer paso para la imputación del resultado de una conducta imprudente, es una idea defendida o
expresada por otro autor alemán que se llamaba Karl Engisch.
Este autor es uno de los pilares de la dogmática jurídico penal europea continental del
siglo pasado. Cuando hablamos de dogmática jurídico penal europea también comprende la
dogmática iberoamericana en cuanto comprende la misma familia, la misma tradición dogmática.
Este autor alemán señaló lo siguiente: las normas que imponen deber de diligencia o
deber de cuidado, los imponen no para impedir resultado en general, si no uno bien determinado.
Es decir, los deberes de cuidado tienen una finalidad de protección. Por ejemplo, el pare,
el cruce, el semáforo rojo, se han establecido por la ley de tránsito, por la praxis, etc., con
finalidades específicas, la cual es prevenir o evitar ciertas categorías de resultado, en este caso,
prevenir un accidente de tránsito en el cruce.
Lo mencionado parece banal, pero es muy relevante porque sobre la base de esta
observación aparentemente banal, se ha desarrollado un criterio fundamental que es el primer
criterio de imputación objetiva de resultado.

Primer criterio de la imputación objetiva de resultado

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Según este criterio, para que un resultado lesivo se pueda imputar a una conducta
imprudente, dicho resultado tiene que pertenecer al ámbito de protección de la norma del
cuidado infringido. Dicho de otro modo, el resultado tiene que pertenecer a aquellas categorías
de resultados que el deber de cuidado infringido tiene el deber de evitar. Si un deber de cuidado
se ha concebido para evitar ciertos grupos o categorías de resultados, un resultado acaecido se le
puede imputar a la conducta de un sujeto en la medida en que el deber de cuidado infringido
contemple, incluya, en su ámbito de protección esa categoría de resultado.
Según la doctrina este criterio se denomina “el criterio del ámbito de la finalidad de la
protección de la norma”. Otra manera para denominar a este criterio es la manera de algunos
autores alemanes o hispanohablantes es “criterio de la realización del riesgo”. Sin embargo
estamos hablando de la misma cuestión, la misma exigencia de imputación.
Se define de esta última manera porque lo que se suele denominar o definir como
infracción de un deber de cuidado, algunos autores hablan de generación de un riesgo no
permitido. Consecuencia terminológica de esta segunda concepción es denominar criterio de la
realización del riesgo al criterio del ámbito de la finalidad de la protección de la norma. Este
criterio consiste en lo siguiente: un resultado es imputable a una conducta que ha generado un
riesgo no permitido en la medida que dicho resultado realiza el mismo riesgo que se ha generado
en torno a la conducta. Es otra manera, desde el punto de vista terminológico de abordar el
mismo problema de imputación.
Por ejemplo, el hecho de que alguien ocasione un accidente de tráfico atravesando un
cruce y que este mismo sujeto haya infringido los límites de velocidad, algunos metros antes de
atravesar el cruce, esa infracción no justifica la imputación de resultado sino que lo que tiene que
comprobar o saber argumentar el juez, es que el resultado acaecido pertenece al ámbito de
protección de la norma. No necesariamente el hecho de haber infringido los límites de velocidad
acercándose el conductor del vehículo al cruce, significa que el accidente ocasionado en el cruce
tiene que ver con la infracción anterior. Ese es un criterio que permite relacionar el resultado con
la infracción, porque se puede actuar o infringir unas cuantas veces varios deberes de cuidado y
después ocasionar un resultado lesivo. El simple hecho de infringir deberes de cuidado en un
momento dado, no significa que dichas infracciones expliquen o sean causa del resultado que ha
ocasionado después.
Este criterio del fin del ámbito de protección de la norma permite comprobar que entre la
infracción del deber de cuidado y el resultado ocasionado existe una relación que se denomina
relación de riesgo.
Se comprueba de esta manera: hay que ver cuál es el ámbito de protección de un deber de
cuidado dado y si el resultado acaecido pertenece a dicho ámbito de protección.
Sin embargo, algunos autores se dieron cuenta de que ni siquiera este criterio de
imputación objetiva permite solucionar todos los casos que se puedan plantear, porque aunque se
cumplan todos los requisitos anteriores (relación de causalidad, infracción de un deber de
cuidado y que el resultado pertenezca al ámbito de protección de la norma) en algunos casos,
surge la cuestión de la evitabilidad de resultado a través de la conducta alternativa conforme al
derecho.
Este problema que se plantea, nos lleva al segundo criterio de la imputación objetiva

Segundo criterio de la imputación objetiva de resultado

Primero tenemos la causalidad, luego la infracción de un deber de cuidado y finalmente,


la imputación objetiva. Dentro este tercer paso tenemos el criterio del ámbito de protección de la
norma pero también este segundo criterio que de alguna manera se superpone al primero.
En algunos casos aunque se hayan cumplido todos los pasos, se plantea el problema de la
evitabilidad del resultado. Es decir, existen casos donde aunque el sujeto hubiese cumplido con
el deber de cuidado, no se sabe si el cumplimiento hubiese podido permitir evitar el resultado.
Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Es oportuno o no es oportuno imputar la
responsabilidad a un sujeto por un resultado, siendo que aunque ese sujeto hubiese cumplido con
su deber de cuidado probablemente no hubiese podido evitar ese resultado?
Por ejemplo, caso de la novocaína que es anestésico que se utiliza antes de realizar
intervenciones quirúrgicas. Ocurrió que un médico inyectó cocaína en lugar de novocaína lo que
provocó la muerte del paciente. En este caso hay una relación de causalidad clarísima que

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consiste en la inyección de cocaína y el resultado es la muerte del paciente. Superamos el primer
paso porque existe una relación de causalidad. Luego, el segundo paso también porque hay una
infracción potente del deber de cuidado. Finalmente, se comprueba que el ámbito pertenece al
ámbito de protección de deber de la norma. El deber de cuidado que instruye al profesional a
inyectar la sustancia correcta tiene como finalidad evitar la muerte del paciente por paro
profiláctico, por ejemplo. Entonces, cumple el primer requisito de imputación objetiva. Sin
embargo, se comprueba después que el paciente hubiese muerto aunque el medico hubiese
inyectado novocaína porque ese paciente presentaba una alergia a la novocaína que nos lleva a
la conclusión que aunque el anestesista hubiese inyectado correctamente la novocaína, el
paciente hubiese fallecido de igual manera.
Entonces la pregunta es ¿es oportuno o no es oportuno imputar al profesional un
resultado que aunque hubiese actuado conforme al deber de cuidado, el paciente hubiese
fallecido de todas formas? Es una cuestión que se plantea en ese sentido en términos de
oportunidad y es difícil, en ese sentido, encontrar una respuesta correcta.

Frente a este problema, en la dogmática contemporánea se plantean dos soluciones.


a. Doctrina mayoritaria: defiende el criterio de la evitabilidad. Es decir, entiende que hasta
que no se compruebe la evitabilidad del resultado con seguridad más allá de toda duda
razonable, no se le puede imputar el resultado a la conducta imprudente del hechor sino
que hace falta la evitabilidad del resultado. Si ex post se comprueba que el resultado no
era evitable cumpliendo con el deber de cuidado, entonces la respuesta es que no se le
puede imputar el resultado a la conducta imprudente del hechor.

b. Doctrina minoritaria: se concreta en el criterio de aumento de riesgo. Algunos autores


como Claus Roxín, defienden que para que el resultado se le pueda imputar a la conducta
imprudente del sujeto no es necesario comprobar la evitabilidad más allá de toda duda
razonable sino que es suficiente a posteriori demostrar que la conducta imprudente de
sujeto significó, conllevó o representó un aumento de riesgo.

La doctrina más garantista es la primera, porque la teoría de la evitabilidad es la que permite


restringir más el ámbito de imputación, es más exigente. Evitabilidad significa exigir la
imputabilidad, significa que en un caso, como el de la novocaína no se le imputa la
responsabilidad al facultativo. El caso de la novocaína es más claro, porque sabemos que aunque
el anestesista hubiera actuado de manera adecuada, el paciente hubiese fallecido de todos modos,
sin embargo, hay casos complicados en los que no se sabe lo que hubiese pasado si el sujeto
hubiese actuado conforme al deber de cuidado. Por ejemplo, un sujeto tiene un accidente de
tráfico y lo llevan al hospital por una fractura grave en el brazo que necesita reconstrucción. Se
realiza la una intervención quirúrgica, aparentemente con éxito. Sin embargo, después de la
intervención se empieza a manifestar una distrofia muscular. Entonces el cirujano debió haber
podido detectar el síntoma de una posible lesión a los nervios, que no se sabe si fue ocasionada
por el accidente o por la intervención misma. El médico no realiza un diagnóstico tempestivo.
No se da cuenta que esa distrofia muscular es un síntoma probable de una lesión nerviosa
anterior. Ahí hay una infracción del deber de cuidado. El diagnóstico correcto se realiza meses
después, pero el hecho de que no se haya realizado un diagnóstico tempestivo hace que no se
puedan aplicar las estrategias terapéuticas adecuadas a tiempo para tratar de solucionar el
problema.
¿Qué pasa? en casos de este tipo, aunque el médico infrinja un deber de cuidado, en la
medida que no se da cuenta de síntomas que hubiesen exigido exámenes diagnósticos adicionales
para poder efectivamente el problema y adoptar estrategias terapéuticas adecuadas.
En casos de esta naturaleza el problema es que a posteriori, es difícil de argumentar que el
cumplimiento del deber de cuidado debido por parte del profesional hubiese permitido evitar el
resultado más allá de toda duda razonable. ¿Por qué? El profesional podría argumentar que
infringió un deber de cuidado, que existe un nexo de causalidad omisivo porque el médico no
ocasionó la lesión sino que no impidió el resultado (es un delito omisivo impropio). Sin
embargo, no se sabe si un diagnóstico tempestivo hubiese permitido evitar el resultado, el cual es
la lesión definitiva e insalvable del nervio.

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En este caso nos quedamos en una situación de incertidumbre porque no sabemos qué
hubiese pasado si el sujeto hubiese actuado de forma prudente, adecuada o cuidadosa.
Aquí las respuestas son las dos: el criterio de evitabilidad que es el más garantista porque
frente a un caso de este tipo impide la imputación de resultado, porque hay evitabilidad más allá
de toda duda razonable o no hay evitabilidad más allá de toda duda razonable. Entonces, no hay
imputación de responsabilidad. O bien, la solución menos garantista, menos restrictiva, que
permite ampliar el marco de la imputación que es el criterio del aumento de riesgo que en caso,
en los supuestos de omisión impropia, se denomina disminución de oportunidades, que en
cambio permite imputar resultados en la medida que se puede argumentar un aumento de riesgos
si se trata de delitos comisivos o una disminución de oportunidades tratándose de supuestos de
omisión impropia.

Clase 4. 31-10 bloque 1 y 2

Problema con los delitos calificados por el resultado

​Los delitos cualificados por el resultado son aquellos delitos cuya estructura prevé un
delito doloso base -por ejemplo, el delito de incendio del artículo 474 inc. 1 y final del Código
penal, que son dos figuras distintas, en cuanto el último corresponde a un delito cualificado por
el resultado, ya que prevé que, si alguien produce un incendio en algún lugar, a causa de tal
incendio se producen explosiones y las explosiones causan el fallecimiento de personas en
cualquier lugar- y un resultado que puede imputarse a un sujeto por la simple existencia de un
nexo de casualidad entre su conducta y el resultado, es decir que no es necesario ni siquiera que
exista culpa respecto de quién actuó.
​En síntesis, el resultado final que refleja el perjuicio del bien jurídico tutelado por el
Derecho Penal, se le imputa a la responsabilidad del autor del hecho, en cuanto exista una
relación de causalidad entre la acción y el resultado, sin que la disposición legal requiera que
además exista un elemento subjetivo -como el dolo o la imprudencia-, sobre ese resultado.
​La problemática de esta clase de delitos es que el principio de culpabilidad exige que
todos los elementos relevantes del tipo objetivo -en este caso el resultado- estén cubiertos por un
elemento subjetivo mínimo dado por la imprudencia, por tanto, el delito calificado por el
resultado no cumple por su estructura típica con el principio de culpabilidad.
​Para resolver esta problemática, se acudió en una primera instancia a las teorías de la
causalidad jurídica, que lo que hicieron fue precisamente tratar de buscar un criterio añadido a la
mera relación de causalidad, y este criterio añadido fue la previsibilidad objetiva según el id
quod plerumque accidit del resultado acaecido, es decir que si la conducta es condictio sine qua
non del resultado -v.gr. Incendio → Explosión → Resultado de muerte- para que el resultado
final se le pueda imputar a la responsabilidad del actor de la conducta, hace falta no sólo que se
compruebe este nexo de causalidad -mediante la condictio sine qua non-, sino que también que
ese resultado fuera objetivamente previsible como consecuencia de ese tipo de acción.
​De esta forma las teorías de la causalidad jurídica -de la causalidad humana y la de la
causalidad adecuada- limitan el ámbito de la imputabilidad de la responsabilidad de resultados en
el caso de estos delitos cualificados por el resultado.
​ istóricamente de estas teorías de la causalidad jurídica surge la teoría de la imputación
H
objetiva del resultado.
​Los dos criterios dogmáticos que caracterizan a la imputación objetiva del resultado hoy
en día son:

1. Que el resultado acaecido pertenezca al ámbito de protección de la norma, es decir que el


resultado sea uno de aquellos resultados que esa norma de cuidado infringida tenía el
objetivo de evitar.

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Esto en la doctrina se expresa también de otra manera, que es que el resultado tiene que
concretar el riesgo no permitido generado por la conducta imprudente, en tal sentido se
habla también de realización del riesgo en el resultado. (v.gr. El accidente de tráfico, si la
infracción de la norma según la cual se debe detener un vehículo ante un signo pare, esto
se trata de un deber de cuidado cuyo ámbito de protección abarca los resultados dados
por los accidentes del tráfico que se puedan generar en el cruce, por tanto si hay
infracción de esa norma de cuidado y como consecuencia de la acción hay un accidente
de tráfico, ese resultado -que puede ser la lesión o la muerte de la víctima- pertenece al
ámbito de protección de la norma infringida, dicho de otra manera, dicho resultado
realiza el riesgo no permitido generado por la conducta de quién infringió la norma de
cuidado.)
(v.gr. Por contraposición, si hubo una infracción del limite de velocidad un kilometro
antes por parte del mismo conductor y luego al atravesar un cruce hay un accidente, esa
infracción no tiene absolutamente nada que ver con el resultado, porque ese resultado no
pertenece al ámbito de protección de la norma, ya que el deber de cuidado que se
desprende de los límites de velocidad no tiene por objetivo evitar un accidente de tránsito
en el cruce, lo que nos lleva a concluir que el hecho de que se hay infringido un deber de
cuidado anteriormente no significa que el hecho de haber causado un resultado después,
le sea imputable a esa infracción.).
De esta forma funciona este criterio, sirve para asegurarnos que la infracción del deber de
cuidado que justifica la imputación por imprudencia se refiera al resultado que se le está
imputando a la responsabilidad del autor, entonces cuando se establece este nexo de
riesgo, finalmente se le puede imputar el resultado al autor, y existe este nexo de riesgo
cuando primero se cumpla el requisito del fin de protección de la norma, y luego cuando
se cumpla el criterio de la evitabilidad -corresponde al segundo elemento o criterio de la
imputación objetiva del resultado-.

2. En segundo lugar, tenemos el criterio de la evitabilidad, que dice relación con que hace
falta averiguar con seguridad rayana en la certeza que si el sujeto hubiese actuado
conforme al deber de cuidado se hubiese evitado el resultado.
Esta última es la versión más ortodoxa y aceptada por la doctrina mayoritaria del criterio de
evitabilidad, se caracteriza por ser un criterio más estricto.
Sin embargo, hay autores que sostienen que el criterio a aplicar sería el criterio del aumento
del riesgo, es decir, que sería suficiente para poder imputar el resultado a la conducta del hechor
argumentar que esa conducta supuso un aumento de riesgo.
Este último es un criterio cuya finalidad es tratar de solucionar el problema dado por la
imposibilidad lógica de sostener la evitabilidad del resultado, específicamente en lo referente a
los cursos causales hipotéticos para imputar la responsabilidad a alguien, ya que aunque se exija
la evitabilidad del resultado, esto nunca se podrá comprobar porque es lógicamente imposible
saber que hubiese pasado si se hubiese realizado un curso causal que nunca jamás se concretó en
la realidad, ya que la realidad es que el sujeto no actuó de acuerdo al deber de cuidado.

Dentro del criterio del ámbito de protección de la norma o de la realización del riesgo en
el resultado, se han desarrollado otros sub criterios que correspondientes al criterio de auto
puesta en peligro de la víctima y el criterio de la hetero puesta en peligro no consentido por
la víctima (se analizan al final del ejemplo) los cuales analizaremos mediante ejemplos:

Ejemplo: Una persona 0+ y otra persona 0- mantienen una relación sexual, la persona 0-
sabe que su pareja es 0+, y en un momento dado la persona que anteriormente era 0- se contagia
de VIH. ¿Es o no es responsable la persona 0+ para el resultado de daño o muerte -en su caso-?
En primer lugar, se trataría de un delito comisivo de resultado porque existe una acción y
esta acción causa un resultado, y existe una relación material efectiva entre la relación sexual -
que constituye la acción- y el resultado, que es el contagio del virus del VIH.
En segundo lugar, se deben resolver los problemas que se podrían plantear para efectos de
comprobar la relación causal entre la conducta y el resultado, por tanto en primer lugar se
debería aplicar la condictio sine qua non, es decir que si eliminamos mentalmente la relación

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sexual debería desaparecer el resultado de contagio, es aquí donde surge el primer problema en
cuanto no podemos estar certeros de que esto será así, por la falta de contenido de la formula
lógica de la condictio sine qua non, es por esto que debemos recurrir a las leyes científicas de
cobertura, y posteriormente realizar una abducción, que nos sirva para excluir todas las otras
posibilidades de contagio en este caso -v.gr. Que haya contraído el virus por la relación sexual
con otra persona, que haya usado alguna jeringa con el virus, etc.-, y una vez excluidas todas
estas posibilidades explicativas alternativas poder comprobar que esa persona 0- fue la que
contagió a la otra del virus en tal momento y oportunidad.
En tercer lugar, en este caso si suponemos que se comprobó el nexo de causalidad, y
aceptamos que el contagio se produjo en tal relación sexual, cumplidos los requisitos del tipo
objetivo, se debe analizar ahora desde el punto de vista del tipo subjetivo, por tanto, deberíamos
determinar si es que es dolosa o culposa la conducta, en este ejemplo estaríamos frente a la
problemática de si se trata de dolo eventual o culpa con representación, nosotros sabemos que
tanto la culpa consciente como el dolo eventual se caracterizan por la previsibilidad del
resultado, pero la diferencia es que en el dolo eventual existe también la aceptación del riesgo de
acuerdo al criterio dado por la segunda formula de Frank, por tanto en la resolución de este caso
nos debemos preguntar si la persona 0+ que actuó con representación, pero confiando en que el
contagio no se iba a producir, o si bien actuó con representación, pero aceptando el riesgo de que
el contagio se produjera, y la respuesta no es certera, puesto que de acuerdo a la jurisprudencia
las conclusiones son distintas, en algunos casos los tribunales llegaron a calificar el hecho como
un hecho cometido con dolo eventual y en otros casos los tribunales han defendido la solución de
la culpa con representación. ​ ​ ​ ​ ​ ​
En cuarto lugar, existe una infracción al deber de cuidado, puesto que si tenemos a la
culpa con representación como elemento básico, ya que en hipótesis de imprudencia inconsciente
como en los casos de imprudencia consciente, siempre hay una infracción del deber de
cuidado, que es el elemento básico que permite la imputación subjetiva del resultado al autor de
la conducta, la diferencia entre culpa consciente e inconsciente es que hay en la primera
representación del resultado, se afirma que en este caso existe la infracción de un deber de
cuidado puesto que el primer criterio para determinar esto es la previsibilidad del resultado,
por lo cual una persona que es 0+ en un relación sexual con una persona que es 0-, hay sin lugar
a duda previsibilidad del contagio como consecuencia posible de la conducta, esto nos permite
establecer que efectivamente hubo una infracción al deber de cuidado.
Cumplido con el tipo subjetivo, se plantea otra cuestión referente a los criterios de
imputación objetiva, es decir en primer lugar que el resultado pertenezca al ámbito de protección
de la norma de cuidado infringida o que el resultado realice el riesgo no permitido en el resultado
y luego tenemos el criterio de evitabilidad versus el criterio de aumento del riesgo o disminución
de oportunidades, dentro del criterio del fin de protección a la norma se han desarrollado otros
sub criterios para solucionar casos como el que nos atañe.
Algunos autores entienden respecto del caso del contagio y casos parecidos que el
consentimiento de la víctima al riesgo podría suponer una interrupción del nexo de imputación,
es decir que no obstante la relación de causalidad entre la conducta -en este caso el acto sexual- y
el resultado -contagio-, no obstante la imprudencia -en nuestro caso- o incluso el dolo eventual
del sujeto, el hecho de que la víctima fuera consciente del riesgo al que se exponía supone una
interrupción al nexo de imputación, y por tanto no se lo podría imputar el resultado a la
conducta de la persona 0+, falta el nexo de riesgo conforme al criterio de la auto puesta en
peligro de la víctima, existe auto puesta en peligro de la víctima cuando una persona se expone
conscientemente al riesgo generado por otra y permanece hasta el final dueña de su propio
destino, en este caso la otra persona es nuestro sujeto portador del virus, y la víctima se expone
conscientemente al riesgo a través de la relación sexual y permanece dueña de su destino en el
sentido de que en cualquier momento hubiese podido salir de la situación de riesgo, por tanto a la
persona que haya generado el riesgo no se le puede imputar el resultado final aunque esta la haya
provocado.
En resumen, existe una conducta, un resultado, un nexo causal entre la conducta y el
resultado (tipo objetivo), existe también culpa con representación o dolo eventual, según se
califique el tipo subjetivo (tipo subjetivo), pero sin embargo no hay imputación objetiva del
resultado conforme al criterio de la auto puesta en peligro de la víctima o del consentimiento de
la misma.
Un criterio alternativo es que se le podría imputar el resultado a la conducta de la persona

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portadora -hechor- si, en cambio en lugar de calificarlo como un supuesto de auto puesta en
peligro se calificara como un supuesto de hetero puesta en peligro no consentido por la
víctima, en este caso la víctima también se expone conscientemente al riesgo generado por la
conducta de otra persona, pero la diferencia de los casos de auto puesta en peligro es que en
cambio no permanece hasta el final, es decir hasta que se realice el resultado dueña de su propio
destino. (v.gr. El caso de la motocicleta, dos amigos se emborrachan y tienen que volver a la
casa, quién maneja está subsumido en los efectos del alcohol y quién está detrás también, y este
último sabe que se está exponiendo a un riesgo, pero el dueño de la situación de riesgo es quién
maneja, si luego se arrepiente la persona que está detrás y manifiesta su voluntad de bajarse del
vehículo, pero esto no sea posible, en definitiva esta sería una situación de hetero puesta, que
mantiene la responsabilidad de quien maneja precisamente porque quién asume el riesgo
libremente, en un momento dado ya no es dueña de su destino (cuando se pone en marcha la
motocicleta), ya que no se podrá bajar de la motocicleta).
Este problema entre auto puesta y hetero puesto, e imputación o no de responsabilidad se
ha planteado también en casos de accidentes laborales, a propósito de la responsabilidad del
empresario, así por ejemplo hay un accidente laboral con resultado de muerte -v.gr. obra de
construcción, en una explotación minera, en una obra pública, etc.- se plantea entonces la
responsabilidad del empleador, o en su caso de los responsables según el organigrama que tenga
el empleo, sin embargo, el elemento de complejidad dentro de un punto de vista dogmático es
que mientras en los casos anteriores que hemos considerado supuestos comisivos, en los casos de
responsabilidad laboral estamos hablando de supuestos omisivos impropios -no es el empresario
que le pega un golpe al trabajador procurando su muerte, es que el trabajador por ejemplo se cae
de una estructura de construcción o se hace daño manejando un instrumento peligroso en una
fábrica-, es omisiva la responsabilidad puesto que no se ha evitado algo, habiendo un sujeto o
varios sujetos que se hallan en posición de garante, y existe un resultado final, y nos
preguntamos si tal resultado se puede imputar a la responsabilidad del garante -en este caso del
garante de la seguridad-.
En este caso también se ha planteado la cuestión de la auto puesta o hétero puesta en
peligro, específicamente se plantea en España este debate a partir de un accidente producido en
Barcelona, en el año 2003, cuando en la obra de construcción de un edificio, un joven se subió a
un caballete sin ninguna medida de seguridad -para hacer un trabajo más rápido y no ir a buscar
la escalera-, cayendo éste luego del caballete y quedando tetrapléjico, el debate que se produjo en
España fue a raíz de que el tribunal de Barcelona absolvió al empresario acudiendo al criterio de
la auto puesta en peligro de la víctima, sostuvo que si bien existía un resultado que pertenecía al
ámbito de protección de la posición de garante, en que el garante infringió el deber de cuidado
por no estar vigilando, pero la víctima conscientemente se expuso a un riesgo y mantuvo el
dominio del riesgo hasta el final, entonces, como sabemos se produce la interrupción del nexo de
imputación y consecuentemente se fallo por la absolución del empresario/empleador, no obstante
la infracción del deber de cuidado.
El contra argumento que se utilizó es que para poder argumentar que efectivamente existe
un auto puesta -que supone la libertad de la persona que se expone al riesgo-, por lo tanto sería
difícil argumentar que un trabajador que se encuentra bajo presión por el empleador de terminar
una obra rápido se exponga libremente al riesgo, porque este trabajador estaba bajo una presión
motivacional contextual que le pertenecen a otros sujetos, por tanto no puede darse un
calificación de auto puesta de peligro de la víctima porque no existe en realidad el dominio del
hecho, ya que este dominio del hecho sólo existirá en el evento de que haya libertad en la
asunción de riesgo, si se trata de una asunción de riesgo inducida, ahí no existe dominio del
hecho sino que aparentemente la víctima se expone a un riesgo con toda libertad.

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RESUMEN DE LA ESTRUCTURA GENERAL DE LOS DELITOS DE RESULTADO
IMPRUDENTES COMISIVOS O OMISIVOS:

- Delito de resultado son aquellos cuya estructura típica prevé una conducta y un resultado
final, ese resultado que supone la afectación de un bien jurídico penalmente protegido.
- Luego se califican como comisivos u omisivos, según las características del nexo de
causalidad, si la conducta ocasiona el resultado, entonces es un delito de resultado
comisivo, si la conducta refleja la situación de un sujeto que se halla en posición garante
-un resultado no provocado por su conducta-, y el resultado se halla dentro del ámbito de
protección de la posición de garante y se podía evitar por el sujeto, entonces se tratará de
un delito omisivo impropio.
- En los delitos comisivos tenemos una acción, un resultado, y un nexo de causalidad (tipo
objetivo), y una vez establecido que existe nexo de causalidad, nos preguntamos si hubo
infracción de un deber de cuidado y eventualmente la representación del resultado -en el
evento de que se trate de culpa consciente-, hay que preguntarnos si hay imputación
objetiva del resultado.
- Para la imputación objetiva del resultado entonces se atenderá a los criterios del ámbito de
protección de la norma, y los criterios de la evitabilidad o aumento de riesgo, y a los sub
criterios del ámbito de protección de la norma, que son la auto puesta en peligro de la
víctima y la hetero puesta en peligro no consentido de la víctima.
- En los delitos omisivos impropios existe un sujeto que se halla en posición de garante,
hay un resultado que acaece, y nos debemos preguntar en primer lugar si ese resultado es
uno de aquellos resultados que esa posición de garante tenía como finalidad evitar.
- Luego en esta clase de delitos tenemos que preguntarnos si hubo infracción del deber de
cuidado, es decir si el resultado era evitable o no evitable a propósito de la causalidad
omisiva o pérdida o disminución de oportunidades.

Clase 5 – 07.11 bloque 1

CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL HECHO

Tenemos que ordenar el hecho, es decir, detectar los elementos relevantes a efectos de la
calificación jurídica del hecho. Tenemos que otorgarle una calificación jurídica. Para eso
tenemos que hacer las siguientes determinaciones:

1. Individualizar al autor.
2. La relación entre el autor y el resultado.
3. Determinar cuál es el resultado.

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4. Calificarlo como delito comisivo u omisivo de resultado
5. (Y según esta calificación, conforme a la estructura típica del delito, ver y considerar todos
los pasos a seguir para llegar al final), dar una solución en términos de imputación o no
imputación de responsabilidad al autor del hecho.

Todos estos criterios generales en realidad tienen una relevancia práctica.

Pasos a seguir.

La comprobación de un nexo de causalidad en estos casos es muy relevante porque puede


suponer muchos problemas.

1. ​El primer paso, es considerar la estructura lógica del juicio de comprobación, lo que
denominamos abducción, que es una estructura lógica que nos permite comprobar el nexo de
causalidad eventual excluyendo todas las explicaciones alternativas del mismo hecho.

2. ​Esclarecido lo anterior, llegamos al segundo paso del juicio de imputación, que es el


juicio de imprudencia. Las consideraciones que realizamos a propósito del caso del contagio:
Hay que destacar que el resultado relevante es el contagio, porque supone una vulneración
del bien jurídico salud, lo cual es relevante en la estructura del resultado. La pregunta es si cabe
imputárselo a la responsabilidad del autor.
- Luego, a propósito del elemento subjetivo del autor vimos que: La imprudencia es la
infracción de un deber de cuidado sin que sea necesaria la representación efectiva del
resultado. Para que haya imprudencia, esa palabra que se corresponde con un criterio de
imputación, eso no requiere que exista una representación efectiva del resultado, es decir,
no se requiere que exista un elemento psicológico real. Construimos dogmáticamente el
criterio de imputación denominado imprudencia de forma meramente normativa. En ese
sentido esta imprudencia inconsciente se denomina también imprudencia puramente
normativa, precisamente porque no requiere, a efectos de imputación de responsabilidad,
la existencia y comprobación de un elemento psicológico efectivo.

(Ya hemos visto cómo tratar de considerar el elemento normativo del deber de cuidado).

- Luego está la imprudencia consciente, considerada un poco más grave, lo que puede ser
determinante a efectos de determinación de la pena;
El juez puede considerar la existencia de un elemento psicológico efectivo dado por la
representación efectiva del resultado. Actúo infringiendo un deber de cuidado y provoco un
resultado lesivo, y además, existe en términos subjetivos una representación efectiva por parte
del autor de lo que podía pasar como consecuencia de su acción.
Este tipo de imprudencia debe distinguirse del dolo eventual. El dolo eventual se caracteriza
por lo siguiente: existe una representación efectiva del resultado como consecuencia de la acción,
pero además existe la aceptación del riesgo, que es el criterio que hemos denominado segunda
fórmula de Frank, que nos permitiría dogmática y prácticamente distinguir los casos dolosos de
los casos imprudentes.
Lo cual es relevante porque la distinción entre dolo e imprudencia, muchas veces, casi
siempre, marca la distinción entre penalmente relevante y penalmente no relevante, porque la
responsabilidad imprudente es excepcional. Cuando el CP castiga una conducta se supone que la
castiga en cuanto dolosa.

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Después de haber calificado el hecho en términos generales, vale decir, como delito comisivo
de resultado u omisivo impropio, nexo de causalidad, el paso siguiente es:

3 Calificación en términos de tipo subjetivo, o bien de forma de culpabilidad.

Se tiene que calificar el hecho según sus características.


De esta forma ante un caso el problema que se plantea es que no puede ser imprudencia
inconsciente porque había seguramente una representación efectiva del riesgo de contagiar a la
pareja. Eso sin duda, lo que excluye que se pueda tratar de imprudencia consciente.

a. Podría ser imprudencia consciente, es decir, que la persona portadora se haya


representado el riesgo y que, sin embargo, haya actuado bajo la convicción de
que ese riesgo no se habría realizado.
b. Pudiera ser también que haya sido una conducta dolosa en sentido estricto, es
decir que actúe con la voluntad llena de provocar ese resultado.

La duda era distinguir entre dolo eventual e imprudencia consciente. Una evaluación de ese
tipo es sumamente discrecional, y sin embargo, inevitablemente le corresponde al juez. Por
claras que seas las definiciones generales de las categorías de imputación, que por cierto son
dogmáticas, de todas maneras al juez le corresponde llevar a cabo una evaluación
extremadamente discrecional. En el caso del contagio hay jurisprudencia que ha calificado el
caso como culpa inconsciente o también como dolo eventual.

Una vez que se haya calificado como un supuesto de imprudencia consciente, entra el juego el
elemento del consentimiento, en el marco de la imputación objetiva. Denominamos como
imputación objetiva a aquel conjunto de cuestiones de oportunidad de imputación que se
plantean cuando el resultado se le puede imputar al autor de la conducta porque existe un nexo
de causalidad y un elemento subjetivo, y sin embargo por las características del caso específico,
se plantean otras cuestiones.

Vimos dos criterios principales:


a) Ámbito de protección de la norma o fin de protección de la norma o realización del
riesgo. Reflejan la misma necesidad que es la de averiguar o comprobar que el resultado
pertenezca al ámbito de protección de la norma.
(1) La imputación objetiva surge de las teorías de la causalidad jurídica, las cuales
surgen para solucionar el problema de los delitos calificados por el resultado. Son
delitos cuya conducta base es dolosa y un resultado que se le imputa al sujeto sin
que el CP requiera que el elemento subjetivo del autor cubra también ese
resultado que se le imputa sobre la base del nexo de causalidad.
(2) Consideramos algunas estrategias interpretativas para hacer estos delitos
compatibles de cara al principio de culpabilidad. Dentro de ellas están las teorías
de la causalidad jurídica.
(3) Termina su función histórica, porque actualmente, más que acudir a estas teorías,
en doctrina se suele afirmar que hay que requerir interpretativamente la
imprudencia al autor.
(4) La imputación objetiva busca también soluciones dogmáticas a los problemas que
se puedan presentar frente a la necesidad de imputar un resultado a la conducta de
alguien.

b) Criterio de la evitabilidad.
Se debate si es evitabilidad en sentido estricto o aumento de riesgo, o disminución de
oportunidades, en caso de delitos omisivos impropios.

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De las necesidades prácticas, ahí se desarrollan criterios de imputación objetivas. Cuando
hablamos de imputación objetiva nos referimos a problemas de imputación que se plantean
después de haber calificado la conducta como causal, y de haberla calificado como dolosa o
imprudente. Hablamos aquí de la tercera etapa del juicio de imputación.
A propósito de esto;
- El CP no soluciona estas cosas, sino que se plantean en el ejercicio de la labor dogmática.
- Luego se señala qué relevancia puede tener el consentimiento. Estamos frente a un hecho
dañino; la persona portadora actuó, existiendo un nexo de causalidad con el resultado
final. Lo hemos calificado también en términos subjetivos. Luego se planteó lo siguiente:
la víctima sabía a qué riesgo se estaba exponiendo. ¿Es oportuno o inoportuno imputarle
al autor la responsabilidad por un resultado que provocó, siendo que la víctima sabía a
qué riesgo se estaba exponiendo?

o La causalidad es una cuestión de hecho: existe o no existe. La imprudencia no es


algo que exista o que no, sino que es un concepto normativo que se regula
dogmáticamente y la evaluación que se refleja en este criterio de imputación, es
una evaluación extremadamente discrecional.
o La culpa no existe en los hechos en ese sentido, sino que existe en el plano
normativo según la decisión de quien tenga de evaluar. La culpa existe en la
cabeza del tribunal. Cuando hablamos de criterios normativos siempre nos
referimos a cosas que se generan desde el punto de vista de quien juzga.
o Si se defiende que hay que excluir la responsabilidad de la persona portadora, es
decir, interrumpir el nexo de imputación, se defiende en términos dogmáticos que
por parte de la víctima hubo una auto puesta en peligro. Ese es el criterio de
imputación objetiva que permite justificar técnicamente la interrupción del nexo
de imputación: en cualquier momento hubiese podido salir.
o Otros casos en cambio, se califican como supuestos de hetero puesta de peligro
consentida y esos son los casos en que la víctima se expone conscientemente a un
riesgo y sin embargo, no mantiene el dominio del hecho hasta el final, de manera
tal que en un momento dado ya no puede salir del riesgo.
▪ Como por ejemplo, el caso de la pareja que va en moto. Quien maneja está
borracho, si en un momento dado, la persona que va atrás se arrepiente, ya
no puede bajarse. En caso de accidente, ¿vamos a imputarle
responsabilidad a quien manejaba por las lesiones o fallecimiento de quien
iba detrás?
• La hetero puesta confirmaría la responsabilidad de quien maneja.
o Esa es la relevancia que podría tener el consentimiento en casos como estos.
Luego consideramos el caso del accidente laboral.

• Todas estas cuestiones reflejan las consideraciones jurídicas que se deberían tomar en
cuenta a la hora de calificar jurídicamente un hecho lesivo.
• Todo lo anterior debe considerarse con vistas al Código Penal.

• ART. 2: “Las acciones u omisiones que cometidas con dolo o malicia importaría un delito,
constituyen cuasidelito si solo hay culpa en el que las comete”.
• Esta es la base de derecho positivo que justifica la responsabilidad culposa. A veces el CP
acude a la palabra culpa, a veces negligencia, a veces imprudencia, a veces descuido
culpable. La única manera razonable de interpretar estos términos es entenderlos como

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sinónimos.
​ART. 10 inc. 13: “Están exentos de responsabilidad criminal:
13°. El que cometiere un cuasidelito, salvo en los casos expresamente penados por la
ley”.
Por regla general no existe responsabilidad imprudente, salvo los casos expresamente regulados
por el CP, para destacar el carácter excepcional de la responsabilidad culposa. El sistema
asumido por el sistema penal chileno es numerus clausus, es decir, los supuestos de
responsabilidad imprudente son los expresamente indicados por el CP.
Las referencias fundamentales son los artículos 490 y 492.
ART. 490: “El que por imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediara malicia,
constituiría crimen o un simple delito contra las personas, será penado…”.
ART. 491: “El médico, cirujano, farmacéutico, flebotomiano o matrona que causare mal a
las personas por negligencia culpable en el desempeño de su profesión, incurrirá
respectivamente en las penas del artículo anterior. Iguales penas se aplicarán al dueño de
animales feroces que, por descuido culpable de su parte, causaren daño a las personas”.
La calificación es negligencia culpable. En el art. 490 se exige la imprudencia temeraria. Estos
reflejan el tipo subjetivo de ambos artículos.
ART. 492: “Las penas del artículo 490 se impondrán también respectivamente al que, con
infracción de los reglamentos y por mera imprudencia o negligencia, ejecutare un hecho o
incurriere en una omisión que, a mediar malicia, constituiría un crimen o un simple delito
contra las personas”.
Aquí existen otros matices que hacen diferentes el elemento subjetivo exigido, los criterios de
imputación subjetiva. Habría que hacer notar que se habla de imprudencia temeraria, luego de
negligencia culpable: la imprudencia es la infracción del deber de cuidado pero además, algunos
autores entienden que hace falta otra evaluación de carácter subjetivo: doble medida de la culpa;
consiste en preguntarse si el sujeto concreto hubiese podido actuar conforme al deber de cuidado
infringido: eso sería un elemento de la imprudencia que se debería ubicar en la culpabilidad. Eso
haría culpable la imprudencia. Esta expresión de negligencia culpable según algunos autores
sería el dato de derecho positivo que sería un argumento más para justificar la concepción de la
doble medida de la imprudencia.
1) Además, se requiere preguntar por parte del juez, idealmente, si esa persona por sus
características personales, nivel cultural, de conocimiento, capacidades físicas, todo lo que
tenga que ver con esa persona en concreto, hubiese podido cumplir con el deber de
cuidado que infringió. (teoría de la doble medida)
2) En los manuales se encuentra el caso de la campesina que lleva a su sobrino la ciudad y se
le escapa de las manos y el niño muere en el metro. Existe una responsabilidad por la
posición de garante de la persona adulta, sin embargo, no tenía por su estilo de vida, no
sabía cómo funcionaban las puertas del metro. Si la respuesta no podía comprender su
deber de cuidado, no se cumple con la dimensión subjetiva de imprudencia conforme a la
teoría general. Volvemos a considerar la exigibilidad: que es el concepto que provocó el
pasaje de la concepción psicológica a la concepción normativa.

07/11/2018 (Siguiendo con la imputación subjetiva del resultado)

La teoría de la doble medida supone re-evaluar el juicio de imputación a las capacidades,


los conocimientos y las características propias del sujeto o persona que actuó, para evaluar si le
era a esta persona subjetivamente exigible el cumplimiento del deber de cuidado, supone dar un
paso más allá en términos de imputación subjetiva.
La ubicación sistemática de esta segunda evaluación subjetiva, generalmente suele ser la
culpabilidad, la doctrina que defiende la necesidad de llevar a cabo una segunda parte del juicio
de imputación por imprudencia suelen ubicar en el marco de la concepción sistemática del delito
culposo, en la culpabilidad la teoría doble dimensión o medida -es una manera de devolver a la
culpabilidad algo que se le había sustraído a raíz de la concepción normativa de la imprudencia,
que llevó consigo la ubicación de la imprudencia en el marco del tipo-, lo que es relevante es que
esta teoría del a doble medida supone subjetivizar más el juicio de imputación, excluyendo en su

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caso la responsabilidad de la persona a quien no le era exigible el cumplimiento del deber de
cuidado.
Esta teoría sin embargo tiene un limite, que es un limite lógico, nunca se puede
subjetivizar del todo ningún juicio de responsabilidad, porque subjetivizándolo del todo, hasta
llegar a considerar todas las características de la persona que actuó -tomando como parámetro de
evaluación a la misma persona que actuó-, impide que a esta persona se le pueda imputar
cualquier tipo de responsabilidad. La culpa en general como concepto más amplio –como
sinónimo de responsabilidad- implica un dualismo, que está dado por la realidad -quién actuó y
como lo hizo- y el parámetro de evaluación -el estándar que no se cumplió-, hay culpa cuando
existe un no cumplimiento de un deber de cuidado, entonces si se considera como parámetro de
evaluación el sujeto que actuó y todas sus características y capacidades, eso impide lógicamente
llegar a un juicio de imputación, es decir que siempre habrá que generalizar algo, aunque sea un
parámetro de carácter subjetivo, en el marco de la segunda etapa de evaluación, tenemos que
realizar un corte normativo. (v.gr. Persona campesina, que se encuentra en un ambiente urbano y
que infringe un deber de cuidado, cualquier persona sensata y prudente, ubicada en las mismas
condiciones en que él actuó, hubiese tenido que darse cuenta de lo que iba a pasar,
objetivamente hay una infracción del deber de cuidado, pero nos vamos a preguntar también si a
esa persona debido a sus características -ej. nivel de desarrollo cultural, sus conocimientos y
experiencias- le era subjetivamente exigible el cumplimiento del deber de cuidado, esta
pregunta, supone de todas maneras un corte normativo, nunca el parámetro de evaluación será la
persona considerando todas sus características, porque si fuera así, el juicio sería necesariamente
un juicio de absolución, no se le puede juzgar al campesino por el parámetro dado por él mismo,
ya que si esto no fuese así, nunca se produciría el dualismo que nos da como resultado una
imputación de responsabilidad.)
Por tanto, culpa y responsabilidad existen cuando existe una diferencia entre lo que se
hizo y la expectativa del comportamiento dado por la norma, es por eso que la responsabilidad
consiste entre la diferencia que se comprueba entre el deber ser y el ser, sino conceptualmente
sería imposible imputar algún tipo de responsabilidad.

El problema entonces es entender hasta qué punto hay que generalizar, es decir, cuáles
son las características o conocimientos que habría que incluir o excluir de la construcción de este
segundo parámetro, que nos permite responder la pregunta sobre si le era exigible a esa persona
cumplir el deber de cuidado.

Distinción entre imprudencia grave o temeraria y entre imprudencia leve o simple:

​Analizando los arts. 490, 491 y 492, surge otra cuestión interpretativa, que es realizar la
diferencia entre la imprudencia simple y la imprudencia temeraria.
​El concepto de imprudencia temeraria ha sido objeto de muchas discusiones en el marco
de la doctrina penal, no existe una noción consensuada de imprudencia temeraria, pero existen
criterios indicativos que deberían permitir al juez evaluar si existe o no existe imprudencia
temeraria en un caso concreto.
​Hablar de imprudencia temeraria supone plantear una distinción, porque si hay
imprudencia temeraria, significa que hay un tipo de imprudencia que sin embargo no es
temeraria, la distinción que se suele proponer es la distinción entre imprudencia grave e
imprudencia leve, la primera como sinónimo de imprudencia temeraria y la segunda como
sinónimo de imprudencia simple, que se distinguen según el nivel de gravedad.
​Los criterios para definir el marco semántico de las expresiones son:
En primer lugar, una manera tradicional y coherente con la visión decimonónica de
culpabilidad es entender que la culpa simple es la culpa inconsciente y que la culpa temeraria es
la culpa consciente o con representación efectiva del resultado.
Es más coherente con la concepción decimonónica de la culpabilidad, ya que esta era una
concepción básicamente psicológica y defender que la imprudencia inconsciente es menos grave,

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frente a la imprudencia con representación significa dar un peso relevante a ese nivel
psicológico, es decir, significa sostener que la representación del resultado es precisamente el
elemento que hace más grave a la imprudencia con representación o consciente, frente a la
imprudencia inconsciente, en tal sentido significa superponer las dos distinciones ya planteadas
entre imprudencia consciente e inconsciente y la distinción entre imprudencia leve e imprudencia
grave, en el sentido de que la imprudencia leve sería la imprudencia inconsciente, mientras que
la imprudencia grave sería la imprudencia con representación de resultado.
Hay una critica a este criterio, que es que el hecho de haber actuado con representación
del resultado como consecuencia posible de la conducta, puede ser considerado menos grave
que la conducta de aquel que actúa sin ni siquiera darse cuenta del riesgo que está generando,
es decir, actuar bajo representación del resultado de por sí, no es más reprochable, que actuar
sin ni siquiera darse cuenta de lo que se está haciendo, la misma cuestión se puede ver de dos
dimensiones distintas.
Uno puede considerar -atendiendo a la perspectiva tradicional- que si se actúa con
representación de resultado y no obstante la representación del resultado, se actúa, esto es más
grave que actuar y causar un daño sin que el sujeto se haya dado cuenta de lo que hubiese podido
pasar a consecuencia de la conducta.
También se puede sostener lo mismo, pero al revés -de conformidad a la crítica- ya que se
puede afirmar que es mucho más grave haber actuado y haber provocado un daño sin ni siquiera
haberse dado cuenta de lo que puede pasar -culpa inconsciente- respecto de quién por lo menos
se lo había representado, porque la representación supondría un nivel de atención o conocimiento
mayor, que permite realizar una previsión efectiva. (v.gr. Un médico. La profesión medica es una
de aquellas profesiones que de forma paradigmática requieren haber adquirido ciertos
conocimientos, ya que está en juego la salud, por tanto si un medico comete un error que provoca
un daño, se puede considerar más grave haber actuado, pero sin ni siquiera haberse dado cuenta
del error que se estaba cometiendo, y considerar en cambio menos grave que haya actuado de la
misma forma, pero por lo menos se había dado cuenta, porque haberse dado cuenta supone que
por lo menos el médico estaba más preparado que le permitía representar un riesgo o
consecuencia).
Es por esto que los que sostienen esta critica opinan que no se puede hacer coincidir la
imprudencia leve o grave en la distinción entre consciente e inconsciente porque en realidad, en
algunos casos la imprudencia inconsciente refleja un nivel de reprochabilidad mayor, respecto de
la imprudencia consciente

Luego existen otros criterios, más bien normativos más recientes para distinguir en el
caso concreto la imprudencia leve de la imprudencia grave o temeraria.
Uno de estos criterios es el nivel o grado de previsibilidad, cuanto mayor resulte el
nivel de previsibilidad del riesgo que posteriormente se realiza en el resultado, tanto más
grave será la imprudencia de quién actuó (v.gr. Un atropello. Se puede reconstruir el caso
concreto de cómo ocurrieron los hechos, y según la conclusión sostener que era evidente que la
víctima se encontraba en medio de la carretera, era tan evidente que cualquiera hubiere podido
darse cuenta de lo que iba a pasar, esto sería una consideración fáctica que podría llevar a
sostener un nivel de previsibilidad tan elevado, como para poder calificar de grave la
imprudencia de quién actuó).
Otro criterio, que puede reflejar el carácter grave o temerario de la imprudencia es la
gravedad del riesgo previsible. (v.gr. Caso Alto Río. Este caso es el de un edificio que se
derrumbó en Concepción, tras el terremoto del 2010, la conducta que fue la construcción del
edificio de forma no adecuada a los estándares de la ingeniería, que generó varios resultados -
cada víctima es un resultado-, desde la óptica de la gravedad del riesgo previsible, se podría
sostener que la infracción al deber de cuidado fue grave, precisamente por la dimensión del
riesgo previsible, dado por la eventualidad de un número de víctimas, ya que construir un
edificio que no cumple con las normas básicas para poder aguantar un terremoto, supone la
previsibilidad de un número cuantioso de víctimas)(Ej. Una cosa es infringir una norma del
tráfico y arriesgarse a atropellar un peatón y otra cosa es construir un edificio que puede
provocar un número de víctimas). Por tanto, la magnitud del riesgo previsible podría ser otro
criterio complementario al anterior para sostener el carácter grave de la imprudencia que se
realizó.
Otro criterio más que puede ser índice para reflejar el carácter grave de la imprudencia,

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puede ser el carácter elemental de la norma de cuidado infringida, es decir una norma de
cuidado tan obvia y tan básica, que es exigible a cualquiera y tan fácil de cumplir, que su
infracción necesariamente supone una imprudencia de carácter temeraria.

Finalmente, hay otros autores que sustentan que la distinción que plantea la diferencia
entre imprudencia leve y grave o temeraria, se superpone a otra distinción, que es la distinción
entre la dimensión objetiva y subjetiva de la imprudencia, es decir que habría imprudencia grave
cuando le era subjetivamente exigible al sujeto el cumplimiento del cuidado debido, es decir que
defienden que el criterio de la exigibilidad subjetiva -segunda dimensión de la imprudencia- no
sirve para concluir el juicio de imprudencia, sino que sirve para establecer si la imprudencia fue
o no grave, es grave la imprudencia entonces, cuando existe esta segunda medida.

En este marco, se ha planteado en la doctrina chilena una distinción respecto del artículo
491 del Código Penal, la cuestión que se plantea es si el artículo 491 exige o no exige la
imprudencia grave, es decir bajo qué condiciones existe responsabilidad penal en el marco de la
responsabilidad médica en casos de errores de diagnostico y/o tratamiento.
El artículo 491 del Código Penal prescribe que: “El médico, cirujano, farmacéutico,
flebotomiano o matrona que causare mal a las personas por negligencia culpable en el
desempeño de su profesión, incurrirá respectivamente en las penas del artículo anterior.
Iguales penas se aplicarán al dueño de animales feroces que, por descuido culpable de
su parte causaren daño a las personas”.
Respecto de esta discusión, existen dos doctrinas:

La doctrina mayoritaria defiende que para que se cumplan los requisitos exigidos por el
artículo 491 del Código Penal, no hace falta la culpa grave o temeraria, por tanto, es suficiente
para la existencia de responsabilidad penal médica la imprudencia leve o simple, por dos
motivos:
Primero, porque el art. 490 exige la imprudencia temeraria, mientras que el art. 491 no, se
trata de un argumento literal, en cuanto si el legislador puso la imprudencia temeraria en el
artículo 490, y en el 491 no acudió al mismo término, eso significa que la imprudencia del
artículo 491 es algo menos en términos de nivel de gravedad, respecto de la imprudencia exigida
por el artículo 490.

​La doctrina minoritaria y opuesta, que entiende que el artículo 491 si exige la
imprudencia grave, y se erige de conformidad a los siguientes argumentos:
​El primer argumento es también literal, ya que el artículo 491 utiliza el término
“negligencia culpable”, entonces el argumento es que si se utiliza la palabra “culpable” eso
significaría exigir la imprudencia subjetivamente grave, por tanto, hay algo más que la mera
imprudencia o imprudencia simple, por tanto, se exige en este artículo la imprudencia grave.
​El segundo argumento es de carácter (lato sensu) político criminal, ya que la amenaza de
la sanción penal dada por la interpretación del artículo 491 en el sentido de exigir la imprudencia
leve, podría generar problemas en términos político criminales, porque la ultra
responsabilización de los médicos hace que los profesionales médicos actúen de forma menos
adecuada de lo que harían sin amenaza de sanción, es decir, el médico no actúa para proteger al
paciente, sino que actúa para protegerse a sí mismo de incurrir en algún tipo de responsabilidad
penal. (v.gr. Caso de la medicina defensiva, en que se suelen prescribir dos fármacos a la vez, por
si acaso, aunque esto pueda generar daños a la salud, pero el médico lo hace porque
posteriormente se le puede imputar no haber elegido el fármaco más adecuado, entonces ante la
duda, recetan todo, es un claro ejemplo del médico actuando frente a la amenaza de la sanción.),
por tanto, la amenaza de la sanción algunas veces no produce el efecto de impedir la producción
de delitos, sino que ayuda a fomentar la producción de delitos.
​En definitiva, si la amenaza del derecho penal puede representar en algunos casos un
factor negativo en términos de prevención, es mejor limitar el alcance de la intervención del
derecho penal, lo que podría significar, a propósito del artículo 491, argumentar sobre la base de

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un argumento político criminal, la oportunidad de exigir la imprudencia temeraria, lo que haría
“retroceder” al derecho penal, en cuanto significa pedir más para que el profesional médico sea
penalmente responsable

Clase 6. 10-11 bloque 1.


La interrupción del nexo de imputación, se refiere a que conforme a los criterios de imputación
objetiva, como puede ser por ejemplo, el criterio de puesta en peligro de la víctima, si cabe
aplicar ese criterio al caso en cuestión, la aplicación del criterio de imputación objetiva puede
suponer que no se le pueda imputar normativamente el resultado de la conducta. Interrupción es
algo normativo. Al hablar de la interrupción del nexo de imputación, quiere decir que no cabe,
no corresponde imputar normativamente ese resultado a la responsabilidad del autor. Cuando en
los manuales se señala que conforme a un criterio X, como puede ser el criterio de la puesta en
peligro, se interrumpe el nexo de imputación, significa que ese resultado lesivo no se le imputa a
la responsabilidad de quien actuó. Esto vale respecto a todos los criterios de imputación objetiva
que evaluamos.
Si por ejemplo, llevando a cabo la valoración a propósito de la evitabilidad o no evitabilidad del
resultado, resulta que el resultado, el elemento lesivo no era evitable a través de una conducta
conforme a derecho, la no evitabilidad conlleva la interrupción del nexo de causalidad. Es decir,
no cabe imputar normativamente el resultado a la conducta.
Puesta en peligro de la víctima significa que está se expuso conscientemente a un riesgo y que
mantuvo el dominio del hecho hasta el final, en el sentido de que en cualquier momento pudo
haberse quitado de la situación de riesgo. Precisamente por ese consentimiento consciente y
expreso de la víctima, es que se interrumpe el nexo de imputación del resultado a la conducta del
hechor. Dicho de otro modo, hay una conducta causalmente relevante que ocasiona resultados
lesivos por infracción del deber de cuidado debido, pero no obstante eso, por razones de
consentimiento de la víctima, cabe que se interrumpa el nexo de imputación, lo cual significa que
no se le imputa la responsabilidad, o sea, no hay delito.
Todos los criterios de imputación objetiva que consideramos, son criterios sirven para responder
a la pregunta: ¿se realizó el tipo objetivo o no? Si la conducta es causalmente relevante y
además, hay una infracción del cuidado debido, es una conducta típica. Si no hay nexo de
imputación, conforme a todos los criterios de imputación objetiva que hemos considerado, no
hay conducta típica. La conducta puede ser causal, en el sentido que ocasiona un resultado
lesivo, la conducta puede infringir en el deber de cuidado debido, pero por falta del nexo de
imputación objetiva del resultado, la conducta no es típica y entonces no cabe imputar la
responsabilidad.

Cerramos el tema del delito imprudente y ahora vamos a definir otros elementos que pueden
caracterizar algunos tipos objetivos y que se acercan o son semejantes a aquellos delitos que
denominamos delitos calificados por el resultado.
¿Cómo se estructuran desde el punto de vista del tipo los delitos calificados por el resultado?
Por ejemplo, el caso del incendio. La estructura de este delito es que hay una conducta base
dolosa que consiste en prender fuego, también hay un resultado lesivo que es el daño a personas.
Conforme a esta estructura, para que se le pueda imputar el resultado a la responsabilidad del
autor de la conducta dolosa, no hace falta que exista un elemento subjetivo que cubra también
ese tipo de resultado. O sea, los delitos calificados por el resultado no exigen que se le pueda
imputar también subjetivamente ese resultado, solo exigen la existencia de un nexo de
causalidad. Es decir, que el incendio efectivamente a través de explosiones en el caso del tipo de
incendio calificado por el resultado, solo exige que la conducta efectivamente haya causado un
resultado. En este caso, que a consecuencia de las explosiones, que devienen a su vez del
incendio, se hayan provocado daño a personas. No se exige que exista dolo ni tampoco
imprudencia a propósito de ese resultado.
Cuando vimos las teorías de la causalidad jurídica, para explicar históricamente de donde viene
la teoría de la imputación de resultado, también vimos que la estructura de estos delitos choca
ante el principio de culpabilidad, porque este exige que todos los elementos relevantes del tipo
objetivo que se le imputen a la conducta del hechor, se le imputen también subjetivamente. No
solo debe haber causalidad entre la conducta que se le imputa y el resultado, también tiene que
haber dolo o a lo menos imprudencia a propósito de este resultado, para que esa responsabilidad

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cumpla con el principio de culpabilidad. El derecho penal no acepta formas de responsabilidad
objetiva.
Existen otros delitos que se parecen mucho, desde el punto de vista de la estructura, a los delitos
calificados por el resultado y son los delitos que prevén los elementos denominados condiciones
objetivas de punibilidad.

CONDICIONES OBJETIVAS DE PUNIBILIDAD

Son elementos, hechos u otros requisitos de carácter objetivo, previstos y requeridos por la ley
penal, por el tipo penal dado, para que la conducta prevista por el tipo penal de que se trate, se
pueda considerar típica y punible.
Se trata entonces de elementos que se tienen que comprobar para que la conducta típica sea
punible y sin embargo, no se exige que estos mismos elementos sean cubiertos por el dolo del
actor, del autor, de quien realizó la conducta típica.
Entre los ejemplos que se suelen mencionar en los manuales, cabe mencionar lo siguiente:

1. Delito de auxilio al suicidio:

Art. 393 CP
El que con conocimiento de causa prestare auxilio a otro para que se suicide, sufrirá la
pena de presidio menor en sus grados medio a máximo, si se efectúa la muerte.

Hay una conducta que se realiza anteriormente, que es la conducta de auxilio que ya tiene
su relevancia en principio, pero el legislador penal entiende que cabe castigar esta
conducta en la medida que se realice otra condición, que es la muerte de quien se mata.

2. Art. 234 CP
El empleado público que, por abandono o negligencia inexcusables, diere ocasión a que
se efectúe por otra persona la sustracción de caudales o efectos públicos o de
particulares de que se trata en los tres números del artículo anterior, incurrirá en la pena
de suspensión en cualquiera de sus grados, quedando además obligado a la devolución
de la cantidad o efectos sustraídos.

Sin embargo, cada vez que el legislador prevea un delito con una conducta de ese tipo, es
decir, existe una conducta base que es punible en la medida en que se realice también el
resultado, hay que tener cuidado en cuanto a la calificación jurídica porque también en
doctrina existe cierta confusión respecto a esto.
Si el tipo penal, en delitos estructurados de forma semejante, prevé o exige tanto la
existencia del nexo de causalidad como el dolo del autor en el resultado, eso sería
simplemente un delito de resultado. Distinta es la cuestión de los delitos calificados por el
resultado donde sí se requiere el nexo de causalidad pero no se requiere el elemento
subjetivo a propósito del resultado. Y ahí la doctrina realiza un interpretación correctiva y
exige que haya al menos imprudencia para que se cumpla el principio de culpabilidad.

La cuestión que se plantea es cuál es la diferencia entre los delitos calificados por el
resultado y las condiciones objetivas de punibilidad. Ahora, lo que pasa es que en muchos
casos también en la literatura jurídica, se confunden o se superponen las dos estructuras y
a veces las condiciones objetivas de punibilidad se tratan como si fueran los resultados
requeridos por los delitos calificados por el resultado.
En realidad existe una diferencia fundamental, en las condiciones objetivas de
punibilidad en sentido estricto además de no exigirse el elemento subjetivo a propósito
del resultado, tampoco se exigiría el nexo de causalidad. Por tanto, se habla de

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condiciones objetivas de punibilidad en sentido estricto, cuando el legislador prevé un
resultado como condición de punibilidad de una conducta anterior sin que haga falta: (1)
que el elemento subjetivo de la conducta base cubra ese resultado, (2) la comprobación
del nexo de causalidad entre esa conducta y el resultado.
Lo que requiere el legislador es que después de una conducta que ya califica de relevante
de alguna manera, se realice otra condición que es un resultado o un evento, para que se
le pueda imputar la conducta anterior a la responsabilidad del autor.
En estos casos, en sentido estricto, si se podría hablar de condiciones objetivas de
punibilidad.
Si no se realiza el resultado, como es el caso del suicidio, la conducta anterior no es
punible. Si se realiza el resultado, que es la muerte, si corresponde castigar la conducta
anterior.

También las condiciones objetivas de punibilidad han planteado cuestiones de cara al


principio de culpabilidad. Si ya la cuestión se plantea a propósito de los delitos
calificados por el resultado, más todavía cabe plantearse la misma cuestión a propósito de
las condiciones objetivas de punibilidad, precisamente porque hay algo que se acaece o
realiza sin que el elemento subjetivo del autor, de quien realizó la conducta, cubra ese
elemento que parte después.
Esto supone una vulneración al principio de culpabilidad porque le estamos imputando la
responsabilidad a alguien, por algo que efectivamente realizó pero a raíz de algo que
ocurrió después y que ese autor no quiso que se realizara o que no pudo controlar.
En realidad, la presunta o supuesta vulneración al principio de culpabilidad se excluye
considerando lo siguiente: pensemos de nuevo en la estructura del auxilio al suicidio. En
estos casos el legislador, no es como en los delitos calificados por el resultado, como por
ejemplo el caso de incendio. Lo que hace el legislador en estos casos de condiciones
objetivas de punibilidad no es imputarle al autor la responsabilidad por el resultado que
se realiza después, sino esperar para castigarle por una conducta anterior, que se realice
una condición más. Entonces las condiciones objetivas de punibilidad hay que verlas
desde una perspectiva opuesta, no son formas de responsabilidad objetivas ocultas. La
cuestión es opuesta, es que desde el punto de vista del legislador y de política criminal, el
autor ya realizó una conducta que merece una sanción penal, sin embargo espera que se
realice una condición más que haga efectivamente oportuna la intervención penal a
propósito de la conducta del hechor, que ya fue penalmente reprochable.
Si uno lo ve desde esta perspectiva, las condiciones objetivas de punibilidad ya no son
elementos que supondrían una vulneración del principio de culpabilidad sino que al
revés, hacen que el legislador espere algo más para que se castigue efectivamente la
conducta que ya se considera desde el punto de vista del derecho penal, como una
merecedora de sanción.

Para explicar por qué las condiciones objetivas de punibilidad no vulneran el principio de
culpabilidad, también se acude a la siguiente distinción:
Condiciones objetivas de punibilidad intrínsecas
Condiciones objetivas de punibilidad extrínsecas.
Las condiciones objetivas de punibilidad intrínsecas, serían condiciones que reflejan o que
expresan el desvalor de la conducta.
Las condiciones objetivas de punibilidad extrínsecas, son aquellas condiciones que no
representan o expresan el desvalor de la conducta.
El desvalor de la conducta es aquella característica de la conducta penalmente relevante, que
desde el punto de vista político criminal, justifica la intervención penal.
Por ejemplo, en el auxilio al suicidio, desde el punto de vista del legislador penal, se reconoce en
el hecho de apoyar a alguien para que vulnere su propio bien jurídico fundamental vida. Si una
condición objetiva de punibilidad se puede calificar de extrínseca, en ese sentido no vulnera el
principio de culpabilidad. Si la condición objetiva de punibilidad fuera intrínseca, fuera
expresión ella misma del desvalor de la conducta, entonces si se podría plantear el problema de
compatibilidad de cara al principio de culpabilidad.

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Esta es una clasificación que sirve para decir: las condiciones objetivas de punibilidad son
legítimas de cara al principio de culpabilidad, en la medida que sean extrínsecas. Es decir, en la
medida en que sean acontecimientos, hechos que no tienen que ver con el desvalor de la
conducta. El desvalor de la conducta ya está en la conducta cubierta por el dolo del sujeto. En el
caso del auxilio al suicidio, el desvalor de la conducta ya se expresa por el simple hecho de que
alguien apoye a otro para que se quite la vida. Ahí ya está resumido, entre comillas, el desvalor
de la conducta. La conducta expresa todo el desvalor penal que justifica la intervención penal en
ese caso, lo que pasa es que el legislador espera a que se realice otra condición que es la muerte
de una persona, pero ese resultado no tiene nada que ver con el desvalor de la conducta que ya se
expresó en la conducta anterior. Esta reflexión hace que se pueda justificar el hecho, de que esa
condición posterior no vulnere el principio de culpabilidad por no requerirse un elemento
subjetivo que cubra ese resultado.
Todas las condiciones deberían ser extrínsecas. Por su parte, si la condición fuera intrínseca el
delito tendría la misma estructura que un delito de resultado pero el legislador penal se ahorraría
la exigencia del elemento subjetivo en el resultado.
Hablar de condiciones objetivas de punibilidad intrínsecas significa decir que existe un delito de
resultado y que el resultado le es imputable a la responsabilidad del autor sin que haga falta la
comprobación de dolo por parte de ese resultado, lo que si vulneraría el principio de
culpabilidad.
En el derecho comparado se suele hablar de condiciones de punibilidad intrínsecas en casos de
quebrantamiento de las empresas en los delitos contables. Por ejemplo, si la quiebra de la
empresa, como elemento objetivo, se realiza después del resultado de un delito contable, en el
ordenamiento jurídico italiano existe un delito de resultado de esa manera que prevé que en
cuanto se realice la quiebra, eso hace que se pueda castigar ese delito contable. Algunos lo
califican de condición de punibilidad intrínseca porque ven en lo que pasa después, parte del
desvalor reflejado por la conducta anterior.
Estas son consideraciones doctrinarias. Esta clasificación surge a raíz de la siguiente
consideración: existen delitos estructurados de esta manera, como es el delito de auxilio al
suicidio en el código penal chileno. Esa estructura se parece mucho a los delitos calificados por
el resultado y puede suponer inconvenientes ante el principio de culpabilidad.
Por ejemplo, el inciso último del Art.374, que prevé el delito de incendio, el cual es un delito
calificado por el resultado que se debe reinterpretar para que sea compatible con el principio de
culpabilidad.
Hay parte de la doctrina que lo ha calificado como delito calificado por el resultado, pero
también hay autores que lo han calificado como si fuera un delito que prevé una condición
objetiva de punibilidad, precisamente por esa confusión que se ha generado en doctrina también
a propósito de la calificación de algo como delito calificado por el resultado o bien, como delito
que prevé una condición objetiva de punibilidad. Se parecen mucho desde el punto de vista de la
estructura y una prueba de esta confusión que existe en el marco de la discusión doctrinaria, lo
demuestran todos los comentarios que existen en la doctrina chilena a propósito del delito de
incendio.
Quienes califican ese tipo de delitos como delitos cuya estructura típica prevé una condición
objetiva de punibilidad, sin embargo de forma a parecida a lo que pasa respecto a los delitos
calificados por el resultado, se plantean la cuestión de la culpabilidad. Señalan que hay
elementos que el tipo objetivo prevé que se realicen para que se pueda castigar la conducta al
hechor, pero el tipo no exige un elemento subjetivo del hechor a propósito de ese resultado. Es
decir, con que se realice ese resultado, desde el punto de vista del legislador, es suficiente para
que se le pueda imputar la responsabilidad al autor.
Eso plantea de nuevo, de forma parecida un problema de cara al principio de culpabilidad.
A raíz de esto se ha desarrollado esa clasificación entre extrínsecas e intrínsecas, que es una
clasificación dogmática que sirve simplemente para decir que en la medida que la condición
objetiva de punibilidad, no refleje ella misma el desvalor de la conducta o dicho de otra manera,
en la medida que el desvalor de la conducta esté todo incluido o expresado por la conducta
anterior, esto no supone ninguna vulneración al principio de culpabilidad. Esto porque el
desvalor de la conducta, o sea las razones porqué el legislador entiende oportuno castigar esa
conducta, esas razones ya están expresadas por la conducta anterior, simplemente que el
legislador espera que cumpla una condición más para que se pueda castigar la conducta anterior,
pero el desvalor está todo reflejado por la conducta anterior. Por lo tanto, en la medida que esa

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condición no refleje ningún desvalor no hay infracción de la culpabilidad, porque este principio
requiere que el elemento subjetivo cubra todos los elementos relevantes del tipo. Dicho de otra
manera, el concepto de condiciones objetivas de punibilidad extrínsecas, sirve para decir que ese
elemento que se tiene que realizar no es un elemento fundamental, es por eso que está bien que
no se exija el elemento subjetivo y que el dolo cubra ese elemento.
En conclusión, los delitos estructurados de esa forma no vulneran el principio de culpabilidad
porque el desvalor está todo en aquella parte del tipo que si exige que exista un elemento
subjetivo.
Las condiciones objetivas de punibilidad suponen una restricción o limitación al alcance de la
punibilidad. Desde este punto de vista, más que una vulneración al principio de culpabilidad se
ven como un elemento de garantía porque condicionan la punibilidad a que se cumpla una
condición más, pero cuando la conducta anterior de por sí refleje el desvalor.

Las condiciones objetivas de punibilidad también hay que distinguirlas de las condiciones de
procesabilidad:
- Las condiciones de procesabilidad como lo expresa su denominación, no tienen naturaleza
sustantiva. Mientras que las condiciones objetivas de punibilidad si tienen naturaleza
sustantiva, forman parte del tipo penal.

- Las condiciones de procesabilidad no condicionan la existencia del delito, aunque


consisten en requisitos de carácter procesal para poder ejercer la acción penal. Por
ejemplo, algunos delitos prevén que se tenga que realizar la conducta por parte de la
víctima a las autoridades competentes. En la medida que la ley penal o procesal penal
exija que sea la víctima quien denuncie a las autoridades para que se pueda perseguir, ese
elemento requerido por la ley penal, consiste en una condición de procesabilidad. Eso no
tiene nada que ver con la descripción del tipo, por eso que no son categorías o
instrumentos de carácter sustantivo sino que son requisitos que se tienen que cumplir para
que se pueda perseguir un delito que supuestamente ya se realizó.

Existen otros institutos que también se tienen que diferenciar de las condiciones objetivas de
punibilidad, que son las denominadas excusas absolutorias.
Las excusas absolutorias son causales que impiden la punibilidad, aunque el delito de que se trate
resulte ya configurado en todos sus elementos (tipicidad, antijuridicidad, imputabilidad).
Estas excusas absolutorias, según el caso, se prevén por las siguientes razones:
1. En razón de las características personales del autor o de uno de los autores (en caso de
complicidad).

2. En razón de falta de oportunidad político criminal de la intervención por parte del


derecho penal ante ciertas conductas típicas, antijurídicas y culpables.
Es decir, en algunos casos por razones “x” el legislador penal entiende que no es oportuna la
intervención penal, no obstante se realiza la conducta típica, antijurídica y culpable.
Por ejemplo, el Art. 489 CP

ART. 489. Están exentos de responsabilidad criminal y sujetos únicamente a la civil por los
hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren:
1º Los parientes consanguíneos en toda la línea recta.
2º Los parientes consanguíneos hasta el segundo grado inclusive de la línea colateral.
3° Los parientes afines en toda la línea recta.
4° Derogado.
5° Los cónyuges.
6° Los convivientes civiles.
La excepción de este artículo no es aplicable a los extraños que participaren del delito, ni
tampoco entre cónyuges cuando se trate de los delitos de daños indicados en el párrafo anterior.
Además, esta exención no será aplicable cuando la víctima sea una persona mayor de sesenta
años.

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En este caso se realizan conductas típicas, antijurídicas y culpables, sin embargo el legislador
penal entiende que no es oportuna su intervención en cuanto los autores se encuentren vinculados
por alguna relación familiar o de parentesco.
Hay algunos casos discutidos en la literatura que algunos autores califican de excusas
absolutorias y otros no:
1. Desistimiento voluntario en la tentativa
2. Desistimiento en caso de proposición a la conspiración
3. Reglado en caso de falsificaciones monetarias (Art. 198 CP)

Clase 6. 10- 11 bloque 2

Tercer módulo: Iter Criminis o etapas del desarrollo del delito:

​Por iter criminis se entiende el conjunto de acontecimientos que caracterizan la


realización de un delito conforme a su configuración típica, el iter criminis entonces
comprenderá desde la primera acción ejecutiva, hasta lo que se denomina consumación. (v.gr. el
artículo 391, que prevé el delito de homicidio doloso sanciona a quien mate dolosamente a otra,
es decir castiga a quien, mediante una serie de actos de muerte a otro, esto se puede realizar de
forma comisiva u omisiva, lo que importa es que se ocasione en términos materiales o
normativos -no evitación- el resultado, el iter criminis aquí consiste en la realización de todas las
conductas que llevan al resultado final o de muerte.)
​Este razonamiento del iter criminis se puede aplicar a todo tipo de delito, y servirá en
principio para explicar el pasaje desde el primer acto ejecutivo hasta la consumación del delito -
el cual no es inmediato, ya que a veces existen actos preparatorios que ya pueden caracterizar
una parte del iter criminis sin todavía llegar a la consumación-, por tanto nos ocuparemos de
cómo el legislador penal entiende que incluso algunos actos preparatorios o anteriores a la
consumación -pero que ya caracterizan al iter criminis- pueden ser considerados penalmente
relevantes.
​Por regla general cuando la ley penal prevé y regula ciertos delitos, lo hace pensando en
la hipótesis en que el sujeto activo -autor- realiza completamente sus actividades y se ocasiona
finalmente el resultado lesivo y todos aquellos elementos requeridos por el tipo legal de que
se trata, sin embargo en algunos casos es posible que el autor de la conducta realice sólo una
parte del iter criminis, y que por alguna razón -según el caso- no llegue a cumplirse todo este
“camino” del delito, encaminado al resultado final. (v.gr. en un caso de homicidio, quién echa
una dosis de veneno en el vaso de otro para matarle, el inicio del iter criminis puede consistir en
buscar la sustancia mortal, luego verterla en el vaso de la víctima, consiguientemente que esta
persona la beba.)
​Este iter criminis encaminado hacia el resultado final, se puede interrumpir en cualquier
momento por varias razones (v.gr. se echa el veneno en un vaso equivocado o porque lo echó en
el vaso correcto, pero la víctima no se tome la sustancia, o puede pasar también que la víctima
tome la sustancia, pero que la lleven a tiempo al hospital para tratarlo) que no le permiten al
autor llegar al resultado final.
​Pensando en estas circunstancias el Código Penal chileno en los artículos 7º, 8º y 9º,
prevé algunas categorías que se encargan precisamente de regular estas hipótesis de forma
general -hipótesis en las que el autor trató de cometer un delito, que sin embargo no llegó al
estado de la consumación, al final del iter criminis-, estas categorías son las siguientes:

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1. La tentativa (artículo 7º inc. 3 del Código Penal)
2. La frustración (artículo 7º inc. 2 del Código Penal)
3. La proposición (artículo 8º inc. 3 del Código Penal)
4. La conspiración (artículo 8º inc. 2 del Código Penal)

Estos estados o etapas del iter criminis que no llegan al estado de la consumación,
también se definen o son denominadas como formas imperfectas de ejecución del delito. Estas
cuatro figuras tienen sus características típicas que en razón del menor desvalor respecto de la
consumación, el Código Penal prevé que estas formas de ejecución imperfectas de delito se
castiguen de una forma inferior respecto de lo que hubiese sido si el iter criminis hubiese llegado
a la etapa de la consumación.
Por regla general y conforme al art. 50 del Código Penal, cuando la ley indica la pena de
un delito, se entiende que la impone al delito consumado. (v.gr. el homicidio, quién ocasione la
muerte de otro será castigado con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo si se
ejecutare bajo ciertas circunstancias o con presidio mayor en su grado medio en cualquier otro
caso, esta sanción se refiere al delito de homicidio en su grado de consumación.)
En cambio, existen normas específicas en los casos de ejecución imperfecta de estos
delitos, para rebajar la pena que se aplique en caso de que se trate de por ejemplo tentativa de
homicidio, delito frustrado, etc.
Las normas que prevén estas reglas específicas son el art. 51 y 52 del Código Penal,
según los cuales el autor, al cómplice y al encubridor del crimen o simple delito frustrado le
corresponde una pena inferior en un grado a la del autor.
Según el art. 52 del Código Penal, el autor, cómplice o encubridor de crimen o simple
delito tentado, prevé que se le aplica la pena inferior en dos grados.

Artículo 51 del Código Penal: “A los autores de crimen o simple delito frustrado y a los
cómplices de crimen o simple delito consumado, se impondrá la pena inmediatamente inferior en
grado a la señalada por la ley para el crimen o simple delito.”

Artículo 52 del Código Penal: “A los autores de tentativa de crimen o simple delito, a los
cómplices de crimen o simple delito frustrado y a los encubridores de crimen o simple delito
consumado, se impondrá la pena inferior en dos grados a la que señala la ley para el crimen o
simple delito”.

Artículo 53 del Código Penal: “A los cómplices de tentativa de crimen o simple delito y a
los encubridores de crimen o simple delito frustrado, se impondrá la pena inferior en tres grados
a la que señala la ley para el crimen o simple delito”

Artículo 54 del Código Penal “A los encubridores de tentativa de crimen o simple delito,
se impondrá la pena inferior en cuatro grados a la señalada para el crimen o simple delito”.

Podemos ver, que el legislador penal considera que la tentativa es algo menos grave que
la frustración, esto se verá reflejado en las características típicas de la frustración.

En cambio, respecto de la proposición y la conspiración la pena que se impondrá será la


pena establecida por el legislador penal en cada caso concreto, por tanto si en la tentativa y en la
frustración tenemos normas generales, en la conspiración y proposición el legislador se encargará
de imponer la pena dependiendo el caso.

CONSUMACIÓN:

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​Un delito se puede entender consumado, desde un punto de vista material, o desde un
punto de vista formal, por tanto, hay dos concepciones de consumación.
​Desde un punto de vista formal, un delito se entiende formalmente consumado cuando
el autor realizó con su actividad todos los elementos requeridos por el tipo legal, por tanto, en la
medida en que el hechor haya realizado todos los elementos previstos por el tipo legal, se
tratará de un delito consumado.
​Sin embargo, desde un punto de vista material, se entenderá consumado cuando además
de haberse realizado todos los elementos requeridos por el tipo legal, se tiene que haber
realizado una vulneración efectiva del bien jurídico protegido por la norma penal. De este
modo si estamos hablando de un delito de resultado, se tendrá haber resultado una vulneración
efectiva del bien jurídico protegido por la norma penal, si estamos hablando en cambio de un
delito de peligro concreto se tiene que haber realizado un peligro concreto como resultado
normativo que suponga una afectación efectiva también del bien jurídico protegido por la norma.
​El principio donde se fundamenta esta distinción entre consumación material y formal, es
el principio de lesividad, ya que la consumación formal no necesariamente supone la lesión
efectiva de un bien jurídico. (v.gr. así por ejemplo en delito de hurto, el bien jurídico protegido es
la propiedad, en cuanto el legislador entiende desde una valoración político criminal que la
propiedad es un bien jurídico merecedor de la intervención penal, por eso se sancionan las
conductas de quienes se apropien de bienes ajenos, sin embargo es posible que alguien se
apropie de una cosa ajena de tan escaso valor o tan mínima identidad que esto no suponga
una vulneración del bien jurídico protegido, como lo sería por ejemplo, el hurto de manzana,
en este sentido esa conducta supondría formalmente la consumación de un delito, pero
materialmente no supone una vulneración efectiva del bien jurídico propiedad, y por tanto no
podría constituir sustancialmente -materialmente- consumación). Respecto de esta cuestión se
plantea la no oportunidad de sancionar conductas que, aunque hayan realizado una consumación
formal, sin embargo, no representen una consumación material del delito.
​En definitiva, la definición material de consumación refleja el principio de lesividad u
ofensividad

LOS ACTOS PREPARATORIOS

​Por regla general, los actos que no consisten siquiera en dar comienzo a la ejecución de
un delito, no son punibles, es decir, no pueden ser considerados penalmente relevantes, (v.gr. el
simple hecho de comprar una dosis de veneno, aunque ya exista una intención en el fuero interno
del hechor para utilizar ese producto para envenenar a alguien, el simple hecho de conseguir una
dosis de veneno, no puede de por sí suponer una conducta penalmente relevante.) por tanto de
conformidad al principio de materialidad, y en la medida de que ninguna norma penal prevea que
tal conducta por si sola sea penalmente relevante, no puede supone responsabilidad penal.
​Sin embargo en ciertos casos excepcionales la ley prevé la sanción de algunos hechos que
aunque no se puedan calificar de directo o dirigidos a realizar conductas típicas, representan sin
embargo, un peligro para ciertos bienes jurídicos penalmente protegidos, y por ello desde un
punto de vista político criminal el legislador entiende que estas conductas si pueden merecer la
intervención anticipada del derecho penal, es decir, existen actos simplemente preparatorios que
excepcionalmente son considerados punibles por la ley penal.
​Estos actos preparatorios que la ley penal considera como de por sí penalmente relevante
y punibles son:

1. La proposición y la conspiración, que son actos preparatorio tipificados en forma


general.

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2. Otros actos preparatorios tipificados en forma específica.
3. Algunos delitos específicos de asociación ilícita -que también se considerarán dentro de
la categoría de actos preparatorios penalmente relevantes-

En cuanto a la segunda categoría -de actos preparatorios tipificados de forma especifica-


se pueden mencionar:

a) El delito previsto por el artículo 181 del Código Penal, que se refiere a la falsificación de
cuños o matrices y uso de ciertos objetos falsos, que dispone: “El que falsificare
punzones, cuños o cuadrados destinados a la fabricación de moneda; punzones,
matrices, clisées, planchas o cualesquiera otros objetos que sirvan para la fabricación
de bonos, acciones, obligaciones, cupones de intereses o de dividendos, o billetes de
banco cuya emisión haya sido autorizada por la ley; timbres, planchas o cualesquiera
otros objetos destinados a la fabricación de papel sellado o estampillas, o el que hiciere
uso de estos sellos o planchas falsos, será castigado con presidio mayor en sus grados
mínimo a medio y multa de veintiuna a treinta unidades tributarias mensuales”

b) El artículo 445 del Código Penal, que sanciona la realización de ciertos actos
preparatorios del delito de robo, en los siguientes términos: “El que fabricare, expendiere
o tuviere en su poder llaves falsas, ganzúas u otros instrumentos destinados
conocidamente para efectuar el delito de robo y no diere descargo suficiente sobre su
fabricación, expendición, adquisición o conservación, será castigado con presidio menor
en su grado mínimo.”

c) El artículo 481 del Código Penal, que también sanciona algunos actos preparatorios que
también están destinados a realizar el delito de incendio u otros estragos, en los siguientes
términos: “El que fuere aprehendido con bombas explosivas o preparativos
conocidamente dispuestos para incendiar o causar alguno de los estragos expresados
en este párrafo, será castigado con presidio menor en sus grados mínimo a medio; salvo
que pudiendo considerarse el hecho como tentativa de un delito determinado debiera
castigarse con mayor pena”

La razón político criminal que justifica la intervención penal adelantada, es que el


legislador entiende que respecto de ciertas conductas es necesario intervenir, incluso ante la
realización de actos que de por sí no suponen ninguna vulneración efectiva de algún bien
jurídico, pero que según el id quod plerumque accidit, consisten en actos preparatorios para
delitos de cierta gravedad, por tanto es necesario la intervención ya en el momento de la
realización de actos preparatorios que supuestamente llevarían al autor de estos actos a realizar
uno de los delitos contemplados. (v.gr. delito de robo, delito de incendio o de fabricación de
moneda).
El legislador entiende entonces que no es oportuno esperar hasta que se realice el delito,
ya que en casos que se realicen actos que generalmente permiten la realización del delito,
entonces en estos casos excepcionales es necesario intervenir con antelación, se trata entonces,
de formas anticipadas de la intervención por parte del derecho penal.
En definitiva, la razón político criminal, es la peligrosidad presunta de ciertas
conductas como actos generalmente preparatorios para realizar otros, que se quieren
evidentemente evitar.

En cuanto a la primera categoría, existen las figuras generales de la proposición y de la


conspiración, según el artículo 8º del Código Penal en su inc. 1: “La conspiración y la
proposición para cometer un crimen o simple delito, sólo son punibles en los casos que la ley las

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pena especialmente”.
De esta norma podemos desprender que, sólo en los casos en que la ley penal prevea una
pena para la proposición o conspiración, estas se podrán sancionar.
Tanto la proposición como la conspiración son figuras generales, que serán relevantes en
la medida de que la ley prevea que un delito se pueda castigar por proposición o por conspiración
a la realización de ese delito.
Así podemos concluir que la proposición y la conspiración no son delitos autónomos,
por contraposición de los delitos mencionados anteriormente, que si son delitos autónomos
(v.gr. art. 181, art. 445, art. 481, todos de la segunda categoría de actos preparatorios penalmente
relevantes).
Así por ejemplo si existe un delito sobre la seguridad del Estado, -art. 111 del Código
Penal- la ley penal puede prever que ese delito tipificado se pueda sancionar a nivel de
conspiración.
La ley penal adelanta la sanción penal a través del instrumento de la conspiración y la
proposición en casos especiales.
Además, siendo que tanto la conspiración como la proposición son conductas dirigidas a
la comisión de otro delito, en ambos casos, no proceden las modalidades legales de
participación -instigación y complicidad-, ni tampoco las formas imperfectas de ejecución,
que son la tentativa y la frustración, por tanto, en ambos casos sólo se sanciona al autor de dichas
conductas preparatorias.
Dentro de las hipótesis previstas por el ordenamiento jurídico en general cabe destacar a
título de ejemplo los siguientes casos:

1. Los delitos que atentan a la seguridad exterior del Estado, del artículo 111 del Código
Penal, previsto de la siguiente manera: “En los casos de los cinco artículos
precedentes el delito frustrado se castiga como si fuera consumado, la tentativa con
la pena inferior en un grado a la señalada para el delito, la conspiración con la
inferior en dos grados y la proposición con la de presidio menor en cualquiera de
sus grados.
2. Los delitos que atentan a la seguridad interior del Estado, del artículo 125 del Código
Penal, previsto en los siguientes términos: “En los crímenes de que tratan los
artículos 121, 122 y 124, la conspiración se pena con extrañamiento mayor en su
grado medio y la proposición con extrañamiento menor en su grado medio.”
3. Los delitos fijados por la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado.
4. Los delitos previstos y regulados en la Ley 18.314 sobre conductas terroristas.
5. Los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes; entre otros.

Desde un punto de vista político criminal, se puede mencionar que estos delitos son
particularmente atentatorios contra la seguridad del Estado, y por tanto se justificaría la
intervención adelantada a través de las figuras de la proposición y la conspiración.

LA CONSPIRACIÓN:

​Conforme a lo dispuesto por el inc. 2 del artículo 8º del Código Penal, se establece que:
“La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución del crimen o
simple delito.”
​ e acuerdo al principio de legalidad por adelantada que sea la intervención del legislador
D
en estos casos, hay que interpretar y así determinar los elementos típicos requeridos por el

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Código Penal de la conspiración. Los elementos requeridos por el tipo de conspiración son tres:

1. La existencia de una pluralidad de sujetos activos, es decir que dos o más sujetos se
comuniquen o se encuentren realizando la conducta de conspiración.
2. El elemento de la tipicidad que permite distinguir entre una simple intención
compartida y una conspiración punible es la existencia de dos elementos, en primer
lugar, un acuerdo acerca del lugar, la modalidad y los tiempos de ejecución de uno
de los delitos autónomos respecto de los cuales la ley penal prevé la punibilidad en
grado de conspiración, y, en segundo lugar, una decisión expresada de realizarlo.
Esto es desde el punto de vista del tipo objetivo de la conspiración.
3. Respecto del tipo subjetivo, el elemento es el dolo de la conspiración, y éste solo
tendrá que cubrir los elementos del tipo objetivo, por tanto, deberá cubrir tanto el
acuerdo, como también la decisión efectiva expresada que haya surgido a raíz de este
acuerdo.

Se plantea la pregunta de ¿Qué pasa si por parte de uno o varios de los sujetos
involucrados en la conspiración existe un error acerca de las características del delito que
supuestamente se va a realizar? (v.gr. A, B y C están conspirando para cometer un delito contra
la Seguridad del Estado, pero en el marco del debate sobre las características de cómo se llevará
a cabo el delito, por parte de A se incurre un error de percepción a propósito de estas
características del delito que se va a realizar, se trata entonces de un error del tipo o de hecho que
supone la exclusión del dolo).
A propósito del elemento subjetivo de la conspiración existe un debate respecto de la
compatibilidad del dolo eventual con la conspiración, la pregunta es ¿Se puede realizar un acto
de conspiración con dolo eventual?

Clase 7. 14-11-2018 – Primer Bloque

PROPOSICIÓN:

​La figura de la proposición también se puede denominar inducción fracasada, conforme a


lo dispuesto por el inciso 3 artículo 8 del Código Penal “La proposición se verifica cuando el que
ha resuelto cometer un crimen o simple delito, propone su ejecución a otra u otras personas”.
​A propósito de la proposición, debemos señalar los elementos típicos o del tatbestant que
caracterizan precisamente a esta figura, para que haya responsabilidad por proposición. Los
elementos requeridos por el tipo de proposición son:

1. Existencia de un sujeto activo quien se dirige a otra u otras personas, según lo


dispuesto por el artículo 8 inc.3.
2. Corresponde a la conducta típica, dada por proponer la ejecución de un delito a
otra u otras personas. Se puede considerar de forma interpretativa lo siguiente:
a. No hay conducta típica de proposición, si el delito que se propone cometer no
está bien determinado en el marco de la propuesta, así por ejemplo no hay
proposición en el sentido jurídico penal si A le propone a B cometer delitos en
general, en el futuro. Esto no basta para que se cumplan los requisitos del tipo
de proposición.
b. No hay proposición tampoco si se trata de inducir a otra persona a cometer un
delito imposible.

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c. En doctrina se ha considerado también que no se cumple el requisito de la
proposición típica, cuando se trata de una invitación a participar en un delito
que el invitante quiere realizar, ya que la proposición está dirigida a que la
otra persona se haga cargo de realizar el delito inducido,

Asimismo, hay que diferenciar la conducta típica de proposición de otras formas


delictivas: En primer lugar, es necesario para que se realice una conducta de
proposición, que ésta se rechace o que haya sido rechazada por parte de la otra
persona, puesto que, si no existe un rechazo, entonces se trataría de una
conspiración, ya que la proposición acogida formaría un acuerdo entre estas dos o
más personas idóneas para configurar la figura de la conspiración.
También hace falta que la proposición fracase, para que la conducta no se convierta
en una conducta de inducción, ya que para distinguir la proposición de la inducción
que es una forma de autoría hace falta que la proposición fracase.
Entonces el destinatario de la proposición no tiene que realizar actos ejecutivos
más allá de los actos materiales de preparación, y si ha dado comienzo a la ejecución,
tiene que desistir de forma voluntaria de aquello

3. Como tercer elemento a considerar, tenemos al tipo subjetivo de la proposición, el


tipo subjetivo en la proposición está dada por el dolo, que se cumple en cuanto se
caracterice por un objeto doble:
a. Dolo a propósito del hecho mismo de la proposición, se tiene que tratar de una
conducta de proposición en sí dolosa.
b. Dolo a propósito de la ejecución potencial por parte de otra u otras
personas del delito propuesto.

Excusa legal absolutoria en la proposición y la conspiración (artículo 8 inc. final)

En ambos casos, tanto en el caso de la proposición como en el caso de la conspiración, en


la parte final del artículo 8 del Código Penal, se prevé una causa legal absolutoria en caso de
desistimiento.
Para que pueda operar el desistimiento en los términos requeridos por el artículo 8 del
Código Penal, hace falta que dicho desistimiento sea anterior a la realización del plan
propuesto o conspirado, respectivamente, y hace falta también que los sujetos involucrados
denuncien a la autoridad el plan y sus circunstancias.
La razón político criminal de la figura del desistimiento como excusa legal absolutoria
ante hipótesis de conspiración o proposición, es en primer lugar, una razón premial, ya que
tenemos a al incentivo como medida premial, ya que en el caso de que el o los sujetos activos de
la proposición o conspiraciones hayan cumplido con no realizar el delito objeto de la proposición
o conspiración, la lógica premial conlleva la aplicación de la excusa legal absolutoria. Y por otro
lado también hay una razón preventiva, consistente en incentivar a que no se realicen esas
conductas objeto de proposición o conspiración, según el caso

​Estas dos figuras, tanto la proposición como la conspiración, son figuras excepcionales
porque suponen adelantar la intervención penal, ya que el legislador entiende que frente al riesgo
de que se realicen ciertas conductas delictivas de especial gravedad (v.gr. que ponen en riesgo
por ejemplo, la seguridad interior del Estado, la seguridad exterior del Estado, conductas
terroristas, o de tráfico ilícito de drogas, etc.), se trata de la ultima ratio, dentro de la ultima
ratio, en cuanto la ultima ratio es el derecho penal, y la ultima ratio de la ultima ratio es
precisamente prever la responsabilidad por proposición o conspiración en casos excepcionales,
adelantar la intervención penal a meros actos preparatorios.

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ACTOS EJECUTIVOS IMPERFECTOS O QUE NO ALCANZAN LA CONSUMACIÓN
(Artículo 7 CP).

LA TENTATIVA:

​En términos generales en la dogmática penal, por tentativa se entiende aquella situación
en la cual, el autor da comienzo a la ejecución de un delito, sin lograr llegar a su etapa de
consumación.
​Esta consumación fracasada se puede dar en dos hipótesis generales:
​En primer lugar, si trata de un delito de resultado, es decir de aquellos delitos cuya
estructura típica exige que exista un resultado material o bien un resultado de peligro concreto,
en esta clase de delito puede que haya tentativa cuando el se realizaron algunos actos dirigidos
a realizar ese resultado, sin que se realice dicho resultado. (v.gr. homicidio en grado de
tentativa.)
​En segundo lugar, en los delitos de mera actividad -que son aquellos delitos cuya
estructura típica no prevé que se realice un resultado lesivo o de peligro- se puede configurar en
grado de tentativa en la medida en que dicha conducta sea una conducta fraccionable
material o intelectualmente, es decir, en la medida en que sea posible que se realicen algunos
actos que caracterizan la ejecución de ese delito, sin llegar a consumación, pero como la
consumación no requiere un resultado final, eso supone lógicamente que esa conducta se puede
fraccionar ideal o prácticamente.
​Según el artículo 7 inc. 3 del Código Penal: “Hay tentativa cuando el culpable da
principio a la ejecución del crimen o simple delito, por hechos directos, pero faltan uno o más
para su complemento”.
​Entonces, la tentativa no es un tipo punible autónomo, porque es una figura de carácter
general que se aplicará en cuanto el Código Penal prevea que se pueda configurar una
responsabilidad por tentativa de un delito autónomo, la figura general de la tentativa entonces, se
tiene que asociar a los delitos de la parte especial. (v.gr. tentativa de hurto, de estafa, de
violación, etc.)
​La tentativa se define también como “delito imperfecto”, precisamente para destacar el
menor grado de desvalor que la tentativa representa, en comparación con la consumación del
delito, ya que no se han realizado todos los elementos que permitirían afirmar la consumación
del delito, se han realizado actos o conductas dirigidas al delito-fin, sin lograr realizar el
resultado y llegar al grado de consumación.

Fundamento teórico de la sanción de la figura de la tentativa:

​Existen varias reconstrucciones de carácter teórico general, como fundamento de la figura


de la tentativa, en cuanto se acoja una u otra explicación de la figura de la tentativa, de eso
dependerán también los límites de la aplicabilidad de la misma figura.
​En primer lugar, la primera concepción acerca del fundamento de la sanción en grado de

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tentativa es una perspectiva de carácter objetivo liberal, según defiende este sector de la
doctrina, que se podría considerar más cercano o coherente con el pensamiento clásico liberal
sobre la teoría del delito -decimonónico- en cumplimiento de los principios generales del
Derecho Penal Liberal, el fundamento de la punibilidad de la tentativa estriba en la
peligrosidad objetiva y material de los actos que se hayan realizado, según una perspectiva
ex ante.
​Es decir, lo que justifica la sanción de la tentativa no es que por parte de quien actúa
exista una intención o voluntad criminal, sino lo que justifica y hace legitima la intervención del
Derecho Penal de cara a los principios generales del Derecho Penal Liberal, es el hecho material
de que se hayan realizado actos peligrosos, que pongan en riesgo un bien jurídico penalmente
protegido e idóneos para que esa proyección efectivamente se realice.
​Desde esta perspectiva, actos idóneos dirigidos a realizar un resultado típicos serán
penalmente relevantes en grado de tentativa, en la medida en que desde la perspectiva ideal de un
observador externo esas conductas supongan efectivamente un peligro concreto para el bien
jurídico protegido, no cualquier acto preparatorio potencialmente dirigido a realizar un delito se
puede considerar como tentativa punible, se tiene que llegar a un nivel de cumplimiento o de
ejecución tal, que desde el punto de vista de un observador ideal externo, se tiene que tratar
hechos directos e idóneos ya dirigidos concretamente a que se realice el resultado final. (ésta
es la evaluación ex ante). (v.gr. comprar un vaso de veneno que alguien tiene intención de echar
en el vaso de alguien es algo -se trata de un acto preparatorio-, pero echar el verter el veneno en
el vaso de la potencial victima, a pesar de que no se consiga la muerte, es otra cosa. El primer
acto desde un punto de vista ex ante de observador ideal externo no tiene la consistencia material
como para poder ser considerado dirigido efectivamente a que se realice el resultado final, la
conducta que consiste en echar materialmente esa dosis de veneno, si puede cumplir esas
características, siempre desde el punto de vista ex ante de un observador ideal externo.).
​En definitiva, hace falta que se exige un requisito mínimo de materialidad, en cuanto se
requiere que se hayan realizado actos, y estos actos tienen que tener características tales que
desde el punto de vista de un observador ideal externo parezcan ya concretamente dirigidos a la
realización del delito final

​Una doctrina minoritaria, trata de considerar el fundamento de la sanción de la tentativa,


desde una perspectiva subjetivista, en oposición a la doctrina anterior, estos autores han
sostenido que lo que justificaría la sanción penal de la tentativa sería el ánimo o la voluntad
dañina del autor, esto se ha expresado de muchas maneras.
​Algunos autores, sustentan a propósito de fundamentar la tentativa como sanción en la
violación del deber de obediencia, otros autores han justificado la tentativa como figura idónea
para sancionar la voluntad antijurídica o contraria al derecho, es decir, una voluntad contraria a
lo dispuesto por el ordenamiento jurídico.
Esta doctrina supone adelantar mucho más la intervención del Derecho Penal, hace que
esta intervención sea justificable ante una mera o supuesta expresión de voluntad criminal.

Clase 6. 14.11 bloque 2


Fundamentos teóricos de la previsión por parte del legislador en la tentativa
I. Perspectiva de carácter objetivo-liberal.
II. Algunos han sostenido que lo que justificaría la sanción penal de la tentativa sería el
ánimo o voluntad dañina y antijurídica del autor.

III. Teorías mixtas subjetivo-objetivas.


En tercer lugar, hay teorías mixtas subjetivo-objetivas que procuran conjugar ambas perspectivas
anteriores; la perspectiva objetivo-liberal, basada en el principio de ofensividad, y la perspectiva
voluntarista. Estas teorías con el objetivo señalado defienden que el fundamento de la

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punibilidad de la tentativa seguiría siendo la voluntad contraria a una norma, lo que nos llevaría,
desde el punto de vista de la tipicidad, a la punibilidad de la tentativa absolutamente inidónea -
En cambio, como veremos a continuación, la tentativa inidónea no se podría considerar punible
bajo una perspectiva liberal.
Dentro de este marco general de teorías tenemos que considerar que en el marco del derecho
penal liberal – basados en los principios de ofensividad material e inmaterial - la explicación
acerca de la figura del fundamento de la tentativa más afectable en cuanto coherente con los
principios liberales, es la teoría objetivo-liberal acerca de la tentativa.

Ámbito de aplicación de la figura de la tentativa (conforme a como está regulado en el Código


Penal Chileno)
En primer lugar, la figura de la tentativa solo se aplica a los crímenes y a los simples delitos
(son punibles en grado de tentativa), y en contraposición, por regla general no se aplica a las
faltas, salvo excepciones previstas por el Código penal.
Los delitos imprudentes o cuasidelitos – conforme al Código Penal -, no se pueden realizar en
grado de tentativa, es decir, no se aplica a los delitos culposos. Tampoco es aplicable la figura de
la tentativa la figura de los delitos omisivos propios.

Aplicación de la tentativa en el dolo eventual y los delitos omisivos impropios.


El objeto de debate que se plantea: ¿la figura de la tentativa es compatible con el dolo eventual y
los delitos omisivos impropios?
Es por esto, que se ha mencionado que la tentativa como categoría dogmática es muy relevante
en el marco de la teoría general del delito porque es una categoría clave muy estrechamente
dogmático con otras figuras.
A propósito del dolo eventual, la cuestión que se plantea conceptualmente desde el punto de vista
de la tipicidad tiene que ver con el requisito a propósito de los actos ejecutivos objetivamente
dirigidos a una final (un acto es punible de tentativa en cuanto realice unos actos ejecutivos que
desde un punto de vista del observador externo ideal parecen dirigidos a la realización de un
delito final). Entonces, la pregunta es, si este requisito de ser típico objetivo es compatible con
una actividad que se lleva adelante con dolo eventual – desde el punto de vista psicológico – con
representación del riesgo y aceptación de éste, pase lo que pase. Es un problema de
compatibilidad y no del Código.
(Pensando en un caso típico de dolo eventual con representación y aceptación de riesgo):
V.gr El caso en que una persona que maneja en contra del tráfico en una carretera, ¿es o no
configurable algo así en grado de tentativa antes de que se realice un accidente?
¿Un homicidio en grado de tentativa se le podría castigar a este sujeto más allá de otros delitos
que puedan suponer las infracciones de la ley de tráfico? ¿pero, se le podría imputar como
homicidio doloso con grado eventual, aunque esto no se haya realizado (es decir, sin
consumación)? ¿Es o no compatible el dolo eventual con la tentativa?
Mutandis mutandis (así mismo), la misma duda se puede plantear respecto de los delitos
omisivos impropios, ¿se pueden realizar en un marco de tentativa? Primero, pensemos los delitos
omisivos impropios son aquellos delitos omisivos realizados por sujetos que se hallen en posición
de garante, quien es un sujeto titular de un deber especial de protección en relación con ciertos
bienes jurídicos o con ciertas categoría de riesgos, en la medida que se realice un evento con
resultado lesivo perteneciente al ámbito de protección de la posición de garante, puede, si se
cumplen los demás requisitos del tipo, que haya responsabilidad por omisión en relación con el
evento de que no se realiza por no haber evitado que se realizara el resultado. Entonces, ¿delitos
realizados de esa forma, se pueden realizar en grado de tentativa?
Los delitos comisivos de resultado suelen ser aquellos cuya conducta es fraccionable
(válido para los delitos de mera conducta como a los delitos de resultado). El hecho de que el
delito se puede realizar por una serie de conductas (“acción fraccionable”), lo cual permite que
esta acción se pueda llevar hasta cierto punto y ahí se justifica la punibilidad de la tentativa. Esta
última se justifica como que esa acción se pueda ejecutar hasta cierto punto sin que se haya
llevado a cabo. Pero ¿Es posible esto respecto de un delito de comisión por omisión? En
principio no, aunque existen hipótesis más en la literatura o doctrina que en la jurisprudencia o
en la práctica.
Por ejemplo, según han sostenido algunos autores, el hecho de generar las condiciones

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para que se realice un resultado que se debería evitar, podría configurar una hipótesis de delito
omisivo impropio realizado en grado de tentativa.
Vgr. Caso del hombre del barco que tiene que recoger a unos turistas. Eso es un ejemplo
que se ha realizado mucho en literatura comparada, y no muy tratado en Chile, debido que aquí
no se hace el margen de diferencia entre la tentativa y la frustración, lo que hace un poco más
complicado en hacer un ejemplo; Supongamos que hay turistas quieren ir a una isla y alguien los
lleva en barco que va y viene de la isla a la tierra, y hay que volver a recoger a los turistas dentro
de cierta hora antes de que se suban las mareas y los turistas mueran ahogados en esta pequeña
isla en medio del océano. Podría ser que quién esté encargado de recogerlos, este garante, se
ponga en las condiciones para no hacerlo porque los quiere matar, pero de forma omisiva;
matarlos a través de la conducta que consiste en no ir a recogerlos en la isla. Sin embargo, antes
de que el potencial homicida consiga que los turistas hayan muerto en la isla, alguien se entera y
va a recogerlos y consigue que se salven. Esta hipótesis más que tentativa sería un delito
frustrado.
Vgr. También se puede dar cuando existen ciertos deberes de declaraciones en el ámbito
de la delincuencia empresarial o derecho tributario en ciertos deberes de cumplimiento, cuando
el resultado consiste en el no cumplimiento de ciertos deberes, el hecho de haberse puesto en las
condiciones por parte de alguien en no cumplir con dicho deber que no se realice dicho
incumplimiento, podría suponer delito omisivo impropio en grado de tentativa.
Estas solo son construcciones teorías o hipotéticas. Lo que significa en términos teóricos es que
es posible configurar un delito omisivo impropio en grado de tentativa, en la medida en que
alguien se ponga en las condiciones de no cumplir con el deber de evitación de resultado, pero,
sin embargo, este resultado no se realice, porque si se realiza sería una consumación del delito.
Sin embargo, sigue siendo objeto de debate y la doctrina es bastante complicada.
Por su parte, doctrina mayoritaria rechaza y señala la incompatibilidad en que se pueda
configurar un delito omisivo impropio en grado de tentativa.
Por lo tanto, la tentativa solo se aplica a los crímenes y simples delitos y no se aplica a los delitos
imprudentes por la misma razón, en que se hace imposible la tentativa con 1) el dolo eventual y
2) de los delitos imprudente en cuestión abierta que acabamos de ver, a propósito de los delitos
omisivos impropios, lo cual es cuestionable, y la única manera en configurarlo sería ponerse por
parte del garante en las posiciones para como no cumplir con el deber de evitación, pero eso es
complicado de justificar.

Aplicación de la tentativa en la figura de los delitos de peligro.


También es objeto de discusiones la aplicabilidad de la figura de la tentativa a los delitos
de peligro. ¿Es posible realizar un delito de peligro sin llegar a consumación?
Aquí hay fundamentalmente dos posturas:
1 Algunos entienden que es teórica y prácticamente configurable en la medida que el
peligro se entienda como un resultado normativo en la medida que el peligro podría
ser absolutamente configurable el delito de peligro realizado en grado de tentativa
hasta que no se realice dicho resultado normativo.

2 Otros autores sostienen que dada la estructura típica que supone una anticipación de la
intervención penal, eso no haría justificable la aplicación de la figura de la tentativa
(que ya de por sí supone una anticipación de la intervención penal) a delitos que ya
suponen ese tipo de anticipación.

Como los delitos de peligro conforme a cómo ya están concebidos, suponen o


representan formas anticipadas de intervención penal respecto a los delitos de
resultado material, entonces, dado eso, no sería correcto castigar un delito de peligro,
que ya es en sí una anticipación, en grado de tentativa, como si fuera la “anticipación
de la anticipación”.

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TIPICIDAD DE LA TENTATIVA
Elementos del tipo objetivo
1. La materialización del acto.
En primer lugar, la tentativa requiere dar comienzo a la ejecución de un crimen o delito,
conforme al principio de materialidad. La tentativa requiere que ya se hayan realizado actos
directos o dirigidos a la realización futura del delito que sin embargo no se realiza, porque o si no
sería consumación.
Conforme al modelo objetivo liberal, conforme al principio de materialidad, que es la
perspectiva dominante en la doctrina contemporánea en el marco del Derecho Penal Liberal, se
da comienzo a la ejecución de un crimen o de un simple delito cuando la realización del plan del
autor representa, desde el punto de vista, del observador externo ideal e imparcial, ya un peligro
concreto para el bien jurídico, ya que este plan ya ha sido ejecutado parcialmente mediante
hechos directos y objetivamente idóneos para causar el resultado típico.
En otros términos, nuestro observador externo e imparcial - nuestro criterio objetivo general de
observación - tiene que ver en la fase de ejecución algo idóneo para ocasionar el resultado final,
y en cuanto tal, algo que ya representa un peligro concreto para el bien jurídico protegido por la
norma.
Nos encontramos entonces, desde el punto de vista de la ejecución, en una etapa intermedia entre
la mera voluntad criminal (que aún no se ha concretado o realizado en ningún acto) y la
consumación. Entre la mera voluntad criminal o antijurídica, que de por sí no se puede sancionar
(en el marco del Derecho Penal Liberal que se ocupe de voluntades contrarias a la norma
jurídica). esa voluntad ya se ha realizado concretándose en actos que, sin embargo, a pesar de
haberse manifestado en algo, no han logrado llevar a cabo todos los actos y todos los elementos
requeridos por el tipo legal, para que haya consumación.
(i) Pero tampoco es suficiente que se hayan realizado actos, si no que estos actos se deben
caracterizar como concretamente idóneos para llevar a la afectación del bien jurídico
protegido por la norma.

Bajo esta misma perspectiva teórica de carácter objetivo-liberal hay que excluir del marco de la
tipicidad de la tentativa dos hipótesis generales:
a. Hay que excluir la tentativa inidónea.
En otros términos, la aceptación de una explicación de la tentativa desde un punto de vista
general supone la no punibilidad de la tentativa inidónea.
Hay tentativa inidónea en general, cuando desde el punto de vista de un juicio ex ante, ( ósea
tomando en consideración de quien actúa) del observador ideal y objetivo, ubicándonos
idealmente en el momento de la acción, y tomando en cuenta las circunstancias concretas y los
elementos que habían podido estar en conocimiento del hechor, se concluye que falta o es
inexistente el objeto de la acción, el medio empleador es absolutamente ineficaz para conseguir
el fin al que se le destina o falta en el sujeto activo una característica personal exigida por la ley.
Vgr. El caso de apuñalar un cadáver ¿podría ser un homicidio en grado de tentativa? Eso de
primeras parece algo imposible, pero bajo una perspectiva voluntarista, si pudiera ser sancionado
porque responde a una actividad antijurídica. Si la figura de la tentativa se justificara desde un
parámetro objetivo general, en cuanto expresión de una voluntad antijurídica o contra la ley
penal, como el caso de apuñalar un cadáver bajo la condición de que se encuentre con vida
(como que se encuentre dormido), podría ser algo punible bajo esa perspectiva. Eso sería una
acción bajo un acto criminal, porque se apuñala bajo la convicción de matar, se actúa con
voluntad, que por lo tanto corresponde a una tentativa inidónea porque se trata de un cadáver. Se
trata de inidónea para perseguir el fin desde el punto de vista ex ante: mi conducta, es objetiva y
concretamente inidónea a realizar el fin.
Vgr. Si yo intento matar a otro vertiendo veneno a su bebida, pero se trata de una sustancia no
efectiva e inútil para efectos de matar, que se confunda con agua y no sea veneno, igual sería
tentativa inidónea.
Entonces, tratándose de una tentativa inidónea bajo ese marco, no se podría castigar.
(i) Según la manera de fundamentar la figura de la tentativa, tiene implicaciones directas y

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concretas en cuanto a los márgenes de la tipicidad de la tentativa. Porque si se
justifica desde una perspectiva voluntarista, las tentativas inidóneas incluso serían
punibles en cuanto una expresión criminal.

(ii) En cambio, desde una perspectiva objetivo-liberal, no. Hace falta la materialidad de la
tentativa, y dicho comienzo de la ejecución debe ser completamente idóneo directo y
dirigido a que se realice el objetivo final. Eso significa restringir el ámbito de
aplicación de la tentativa.

b. Hay que excluir el delito putativo.


Vgr. Caso respecto a la droga, como la cocaína. Como bien se sabe, la cocaína se corta mucho y
según la etapa del tráfico ilícito, puede que se encuentre muy cortada al final que se encuentra
que es pared rasgada, por lo que ya no es absolutamente cocaína. El sujeto se encuentra en la
posición con toda la convicción criminal y voluntad antijurídica más fuerte pensando en que se
encuentra en el tráfico ilícito de cocaína, cuando en realidad se trata de tráfico de pared rasgada.
Eso también sería una tentativa inidónea en la medida en que le pillen antes que se realice todo el
delito. Bajo la estructura que supone, conlleva la no punibilidad de la supuesta tentativa en
cuanto tentativa inidónea.
El delito putativo se refiere a cuando quien actúe cree punible una acción o conducta que en
realidad no está penada por la ley.
Por su parte, sobre este punto, según el profesor, Náquira comete un error, porque asocia este
concepto de delito putativo como algo no punible con el concepto de un error de hecho, el cual
parece más bien un error de previsión sui géneris, es decir, un error de previsión al revés, creer
que una conducta está castigada cuando en cambio es una conducta penalmente no relevante, por
lo que eso claro está que no se puede aplicar de ninguna manera.
(i) Ejemplo de delito putativo en el Manual de Náquira o de Politof en el que dos mujeres
que realizan actos de lesbianismo como si fuera algo que está penado por la ley,
cuando en realidad no lo está. En este ejemplo tiene una connotación moral y se puede
pensar que la conducta esté penada por la ley.

En resumen, se tienen que realizar actos, pero tienen que ser actos idóneos desde la perspectiva
ex ante para que se realice el resultado final, ya no una mera manifestación de voluntad
antijurídica, sino una voluntad antijurídica que ya se ha concretado en actos de ejecución que
tienen que alcanzar una etapa tal como para que se le pueda juzgar a estos pactos como
concretamente idóneos para realizar el resultado final.

(Segundo elemento de la tipicidad para la configuración de la tentativa)


2. Tienen que faltar uno o más hechos para que se llegue a la consumación del delito.
La tentativa exige que no se hayan llevado a cabo todos los actos que objetivamente
llevarían a la realización del delito o tipo penal.
Estos dos elementos son aspectos a propósito de la tipicidad objetiva de la figura de la
tentativa.

Elementos del tipo subjetivo

Hay que considerar el tipo subjetivo de la tentativa, que es la voluntad que sostiene, que
rige la actuación que sin embargo no se lleva a la consumación. Se habla de voluntad porque ya
han excluido del ámbito de tentativa los delitos imprudentes y el dolo eventual, por regla general.
Solamente nos queda el dolo directo de primer grado y el dolo de consecuencias necesarias,
estamos hablamos de una voluntad dirigida hacia un fin; el elemento volitivo es un elemento
intensidad mayor en estos casos que incluso el dolo eventual.
1

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La voluntad del sujeto se tiene que dirigir a lograr la consumación del delito; el dolo tiene que
cubrir elementos objetivos, aunque no se hayan realizado precisamente, pero la voluntad tiene
que estar dirigida a la consumación; la voluntad va más allá de lo que se realiza, cubre hasta la
consumación del delito, aunque no se realice.
También en el caso de tentativa se prevé como causa de exclusión de la pena el desistimiento
voluntario de la tentativa, el cual lo exime de toda pena. Las condiciones para que el
desistimiento voluntario exima de la pena en caso de tentativa son:
a) Requiere que el agente no siga actuando cuando aún podría hacerlo. No
hay desistimiento si el sujeto deja de actuar cuando ya no podría actuar. El
desistimiento tiene que reflejar una decisión de no actuar y eso se refleja
precisamente cuando el sujeto no siga actuando, aunque el problema es que
hubiese podido actuar.
No hay desistimiento válido o relevante rel evante cuando el sujeto alcanzó
una etapa en la que ya no podía actuar. El hecho que no siga actuando
depende de su voluntad y en ese sentido se aplica la figura del
desistimiento, no en el caso que por otras razones el vehículo podría seguir
adelante.

(Desistimiento de carácter objetivo).

b) También el desistimiento tiene un carácter subjetivo dado por la voluntad


de abandonar la ejecución del delito.

Efectos jurídicos del desistimiento de la tentativa:


1 En cuanto exclusa legal absolutoria exime de la pena por los hechos que constituyen la
tentativa a quien desiste.
2 En caso de coparticipación criminal el partícipe que desiste debe abstenerse de contribuir al
hecho y anular su contribución anterior, si es que esta puede seguir teniendo su eficacia causal
con independencia de su voluntad.

Otra figura muy semejante a la tentativa prevista y regulada por el CP es la figura de la


frustración.

FIGURA DE LA “FRUSTACIÓN”
Es en términos generales una consumación fracasada, que no consigue serlo, no porque dependa
de una interrupción ni de una ejecución de actos ya idóneos y dirigidos a un fin – caso de la
tentativa -, sino en un momento posterior dicha interrupción se realiza por causas independientes
a la voluntad de quien actúa.
Art. 7 inc. 2 del CP define “crimen” o “simple delito frustrado” de la siguiente manera: “Hay
crimen o simple delito frustrado cuando el delincuente pone de su parte todo lo necesario para
que el crimen o simple delito se consume, y esto (la consumación) no se verifica por causas
independientes de su voluntad”.
El desafío práctico consiste en distinguir teórica y prácticamente a la tentativa de la frustración.
La diferencia consiste en el número de actos requeridos en la tentativa en la que se requiere que
se hayan realizado parte de los actos de ejecución dirigidos a realizar el delito final, mientras que
la frustración exige que se hayan realizado todos los actos dirigidos a realizar el resultado final.
En la práctica puede ser más o menos fácil distinguir los supuestos de tentativa o frustración.
Vgr. Un ejemplo para vislumbrar las diferencias es el siguiente: Hay un sujeto con un arma de
fuego que actúa con dolo de matar, apunta, dispara, pero por un error de ejecución no consigue
alcanzar a la víctima; eso puede ser castigado como un homicidio en grado de tentativa. Si yo le
disparo y le llego a alcanzar, pero lo llevan al hospital y la intervención médica de salvación le
salva la vida, eso podría calificarse como un homicidio frustrado;
El primer supuesto se corresponde a la definición anterior, mientras que el segundo ejemplo se
corresponde a la frustración, como algo acabado pero sin llegar al nivel de la consumación,

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porque el autor que apunta para matar, se ha hecho todo lo que se podía para matar, y si no
consigue el resultado lesivo (la muerte de la víctima) es porque hay alguien (ambulancia,
hospital, médico), un curso causal independiente de su voluntad que aparece y hace su
intervención, y finalmente logra evitar su final. Eso impide que haya consumación en caso de la
frustración, pero por parte de quien actúa se habían realizado todos los actos por su parte, -
pensando en la definición del art. 7 inc. 2 CC - quien actúa había hecho todo lo que estaba en su
poder para realizar el resultado final. Si eso no pasa, es porque existe la intervención de un curso
causal independiente dado por una actuación de salvación.
A propósito de ello hay algunos casos complejos que son distintos, pero que planteando cosas en
común sobre cuestión de imputación objetiva:
Vgr. Hay un accidente de tráfico ocasionado por alguien que infringió su deber de cuidado, y la
víctima que sale lesionada gravemente, pero con vida se traslada al hospital. En el traslado al
hospital hay otro accidente, la ambulancia llega al hospital muy tarde, luego los médicos
cometen errores, etc. El resultado de toda esta cadena de cursos causales es el fallecimiento de la
víctima. La pregunta es, (otro ejemplo de la imputación objetiva) ¿se le puede imputar a título de
homicidio imprudente al autor del accidente?
- El autor del accidente de tránsito (conductor) creó un riesgo no permitido, es decir,
infringió un deber de cuidado, antes aún su conducta se encuentra relacionada con el
nexo causal (condictio sine qua non) si eliminamos mentalmente la conducta del
conductor, también encontramos que desaparece el resultado final.

- ¿Hay causalidad comisiva? ¿Hay infracción del deber de cuidado?


Esa infracción del deber de cuidado cumple con el requisito con el ámbito de aplicación
de la norma porque el resultado pertenece al ámbito de protección de la norma infringida,
y también hay evitabilidad, pero la cuestión que se plantea es si no hubiese pasado todo
eso, lo que ahora es un homicidio ahora es un resultado de muerte, hubiese sido otra cosa.
- Entonces ahí vuelve la misma pregunta que se hace en los criterios de imputación objetiva:
¿Es oportuno o no que se le impute al autor del accidente la responsabilidad por el
resultado final? ¿Es tan obvio que no se le impute por el hecho de que de intermedio se
produzcan otros errores y hayan pasado unas cuantas cosas, es tan obvio que no se le
impute?

(i) Uno de los criterios par dar solución a este tipo de casos es según se
califique la conducta de los médicos que se equivoquen.
Supongamos que la ambulancia va del todo bien, el sujeto, la víctima, llega
al hospital bajo el cuidado médico.
Según el tipo de error: si se trata de una calificación de un error omisivo,
por ejemplo, el médico no realiza el diagnóstico tempestivo sobre lo que le pasa a
la víctima, sobre los síntomas o heridas que tenía, en ese caso, no obstante, el error
médico, el resultado final se le podría imputar al autor del accidente y en coautoría
imprudente al médico. Habría delito comisivo de parte del autor del accidente de
tránsito y omisiva de parte del médico.
(ii) En cambio, si el error médico que se realiza durante el desarrollo
causal, el error médico es un error comisivo, es decir, un error que
agrega otro antecedente causal, en ese sentido el resultado final ya no
se le podría imputar al autor del accidente de tránsito, porque ese nuevo
curso causal dado por la conducta comisiva del médico justificaría una
interrupción del nexo de imputación objetiva de resultado con la
conducta de él.
Es una manera bastante consensuado de resolver estos casos.

(iii) El criterio sería calificar en términos omisivos o comisivos la


conducta intermedia.

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Este ejemplo no confundirlo con el delito imprudente, ya que la frustración no cabe en la
estructura de este tipo de delito. El ejemplo es para tratarlo en paralelo de la tentativa. Esta
hipótesis se trataba sobre un delito de frustración es para el caso en que un sujeto dispara para
matar a una persona, pero esta víctima es asistida por un médico y le salva la vida, aquello se
calificaría de un delito de frustración homicida.

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