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Tesis La Corriente

Por Un Socialismo Feminista Y Libertario


Congreso de Convergencia
Marco Estratégico:

Nos encontramos en un escenario de nuevo avance de la derecha en Chile y en el


continente, que intenta resolver los problemas del neoliberalismo con más neoliberalismo.
Sin embargo, ante el debilitamiento de las fuerzas socialdemócratas y el proceso de
reordenamiento de la derecha aún en marcha, continúa vigente la oportunidad para la
emergencia de un espacio político anti neoliberal. Los límites del sistema, sus injusticias
han debilitado a los actores que asumieron su defensa en los años 90 y 2000, por otra
parte la emergencia de nuevos movimientos sociales que se articulan en torno al
descontento social y a demandas que ponen en cuestión las bases del sistema abren la
posibilidad de articulación de un nuevo sujeto político. Pero, pesar de ello la izquierda con
vocación revolucionaria no logra entrar al proceso de disputa con un liderazgo propio.
Para enfrentar el escenario, el Frente Amplio, y su conducción, surgen como posibilidad
de transformación, en condiciones de expresar un nuevo proyecto político de disputa.
Proponemos así, levantar este nuevo referente para la izquierda que permita dar un
aterrizaje que vaya más allá del posicionamiento institucional y sea capaz de construir
transformaciones desde el territorio, desde la raíz.

1. Producción y reproducción de la vida

Nuestra propuesta tiene un carácter revolucionario que sostiene la necesidad de volver a


la raíz de lo común, recuperando la radicalidad de las transformaciones necesarias para el
camino al socialismo y la emancipación. Desde una concepción diferente de las
posiciones liberales y socialdemócratas, queremos avanzar más allá del actual eje de las
luchas reivindicativas de redistribución de la riqueza, al entender las limitaciones que la
naturaleza de la producción de mercancías impone a estas luchas. No sólo se trata de
mejorar la distribución de los beneficios del sistema económico, sino transformar toda la
producción social actual así como las relaciones que en ese proceso se entablan,
entendiendo que la apropiación privada de la riqueza se basa, por una parte, en la
expropiación de la riqueza producida por la gran masa de trabajadoras/es y por otra, en la
subordinación e invisibilización del trabajo material y afectivo de reproducción,
desarrollado históricamente por las mujeres.
La forma neoliberal del capitalismo contemporáneo, precariza la vida a favor del
enriquecimiento de unos/as pocos/as y fomentando la desigualdad y la pobreza. Debilita
los derechos humanos y sociales, con un Estado subsidiario gobernado por el poder
fáctico del capital, al mismo tiempo que vacía la democracia de los contenidos que le
había dado el liberalismo clásico (libertad, igualdad, fraternidad).
En este estado de cosas, resulta claro que el capitalismo contemporáneo no puede
proveer la expansión de los derechos y la profundización de la democracia, sino que es
necesario transformarlo en sus fundamentos para conseguir estas reivindicaciones en su
plenitud y avanzar más allá de ellas hacia una sociedad sin explotación. Para avanzar en
dicha transformación, consideramos en nuestro trazado una perspectiva de ruptura
democrática orientada a revertir el campo de las correlaciones de fuerza entre capitalistas
y trabajadores/as o entre quienes defienden el modelo neoliberal y los sectores populares
que luchan por su superación.
Por ello creemos que es necesario asumir la conformación de una Izquierda del Siglo XXI
que tenga como eje estructurante la disputa por la producción de la vida en su conjunto y
la construcción del sujeto político y social que se consolide como alternativa de
participación y poder desde y para las mayorías.
Ha llegado el momento de entrar a la lucha política, enfrentando de forma abierta el
neoliberalismo. La tarea de derrota del neoliberalismo supone la construcción de mayorías
a través del impulso de un protagonismo colectivo en la acción política mediante una
perspectiva feminista que, además, integre a todas las actorías que pertenezcan a las
disidencias sexuales y de género, tarea que no puede ser solo enfrentada desde la
izquierda actual, ni un escenario que perpetúe el patriarcado; necesitamos convocar
también al mundo progresista fuera del duopolio, y disputar su conducción a partir del
impulso de políticas de transformación.

Una Izquierda del Siglo XXI

Para esto, debemos consolidar el referente que constituya una Izquierda del Siglo XXI -
democrática socialista y feminista-, una izquierda que renueve su vocación
transformadora a la luz de las nuevas construcciones desarrolladas en el siglo XX por las
luchas de los movimientos sociales y de diferentes esfuerzos revolucionarios. Esta
construcción debe iniciar un proceso de reflexiones y prácticas incesantes donde la
cuestión del socialismo vuelva a ser asumida en su centralidad, esta vez, desde un
enfoque feminista, ecologista y decolonial, que le permita pensar en nuevos horizontes de
emancipación que encaren las múltiples formas de sometimiento contemporáneo.
La política chilena se ha caracterizado en estas últimas décadas por un despliegue de
negociaciones que no dan respuesta a las necesidades de las personas, pues sólo lo
hace ante el poder del capital. Para poder transformar el status quo, la izquierda
latinoamericana debe llevar adelante nuevos desarrollos de la teoría revolucionaria, en
diálogo fecundo y crítico con las múltiples apuestas intelectuales que hoy construyen y
alimentan una amplia diversidad de perspectivas contrahegemónicas en el mundo.
Refundar una izquierda revolucionaria y feminista en Chile, entonces, es volver a la
transformación radical de nuestra sociedad.
Ello requiere, sin duda alguna, de una refundación del campo de la política, que haga
posible el ingreso de amplios sectores cuya exclusión ha sido la divisa fundamental de la
estabilidad política del neoliberalismo como: las mujeres, las personas migrantes, las
disidencias sexuales y de géneros, entre otres. Es desde esas formas diferentes de mirar
el mundo que nos toca elevar un proyecto emancipador de las personas y la naturaleza,
que sea capaz de desafiar el sentido común instalado, mediante demostraciones prácticas
de caminos con posibilidades socialistas y feministas.

Disputa feminista al capital


El movimiento feminista actual es heredero de un proceso histórico que durante los
últimos años se mantuvo en resistencia y que da un giro hacia la ofensiva en las marchas
contra los feminicidios, por el aborto libre, en las convocatorias al 8 de marzo y la Huelga
Feminista. Desde estas luchas sociales se ha instalado como demanda no sólo el término
de la violencia de género, sino que de manera transversal la necesidad de visibilizar que
nuestras relaciones sociales están atravesadas por las formas capitalistas de producción
y por la dominación patriarcal, que de manera articulada conforman la doble explotación
de las mujeres.
De esta manera, entendemos que las articulaciones entre capitalismo y patriarcado
obedecen a la lógica de generar una mayor tasa de ganancia para el capital, el cual no
sólo se beneficia del trabajo de las mujeres en la esfera del mercado y la producción de
mercancías, en donde éstas sufren de una mayor explotación -salarios más bajos y
condiciones laborales más precarias-, sino que además del rol histórico no remunerado de
las mujeres sobre la reproducción, tanto de las personas, como del trabajo doméstico y de
cuidados, desde la cual se invisibiliza como sujetas económicas. Ahora bien, las mujeres
no sólo son explotadas como agentes económicos, sino que además se encuentran
imposibilitadas de decidir sobre su propia existencia, viéndose despojadas de todo tipo de
autonomía sobre sus cuerpos.
El feminismo ha develado y levantado la voz frente a aspectos estructurales del actual
régimen, siendo capaz de organizar una activa resistencia a las injusticias del orden
capitalista patriarcal, así como de generar propuestas de superación de las estructuras de
dominación y explotación, mostrando el potencial transformador del movimiento al
exponer las fisuras por las que hay que abrir caminos socialistas de avance para la
izquierda transformadora del siglo XXI.
Una propuesta de socialismo libertario y emancipador debe abordar de forma transversal
el feminismo en su construcción política y en su construcción orgánica. Para el nuevo
referente que se quiere levantar, volver a la raíz también es volver a relevar el
protagonismo de las mujeres como sujetas políticas gatillantes y generadoras de
transformaciones sociales y políticas. Esto plantea el desafío prefigurativo de pensar una
orgánica que asegure la participación de las mujeres en todos los espacios sin exclusión:
orgánicos, sociales, de representación, etc. Para ello, es necesario que la orgánica
asegure las herramientas necesarias para que emerjan nuevas lideresas que conduzcan
el proyecto político con una orientación feminista en todas sus manifestaciones.
Creemos en un feminismo materialista, decolonial y comunitario, que considera las
condiciones geopolíticas en que se desarrolla la vida y la lucha feminista, reconociendo
que las condiciones de opresión que viven las mujeres están atravesadas de forma
interseccional por la clase, la raza y/o la orientación sexual. Volver a la raíz de la común,
tiene que ver igualmente con la politización de lo privado -develar el carácter político de
las formas producción y de reproducción-, la disolución de la separación con lo público
como construcción patriarcal y acabar con la división sexual del trabajo. Así, creemos que
la puesta en común de las tareas de cuidado debe ser una de las preocupaciones
fundamentales de la transformación de nuestra cotidianidad.
Igualmente, la reflexión feminista amplía la concepción de la sociedad y su configuración
como actoría dentro de nuestra misma lucha. Ya no podemos hablar únicamente de
feminismo como la reivindicación de los derechos de la mujer, sino que debemos incluir a
toda la población perjudicada por los estragos de un sistema patriarcal. Aquí, relevamos la
realidad de las diversidades y disidencias sexuales, que no se identifican con el algoritmo
binario heteronormado para concebir su sexualidad -LGTBQI+-. La izquierda
revolucionaria que pensamos debe reconocer a todas las identidades y diversidades en
su compleja riqueza.

Plurinacionalidad

Aspiramos a constituir una izquierda socialista para nuestros tiempos, que se plantee la
problemática del Estado-Nación y el enfrentamiento que su estructura genera con los
Pueblos Originarios. La izquierda de hoy debe reconocer la diversidad de pueblos que
habitan nuestros territorios desde la época precolombina, anterior a la existencia del
Estado de Chile y previo a la construcción de la chilenidad que le da forma al Estado-
Nación. Este proyecto político debe aspirar a constituir un modelo de Estado, dentro del
camino de la transición socialista, que acabe con las formas neoliberales y coloniales de
relacionarse con los pueblos, que sea capaz de resolver el problema de la relación
asimétrica entre estos.
Creemos en un proceso de plurinacionalización que nazca desde los territorios, que
permita transformar las relaciones sociales, culturales y económicas, apuntando a la
descolonización de las prácticas políticas. De esta forma queremos construir
institucionalidad de carácter plurinacional, desarmando el modelo actual del Estado,
apelando a la horizontalización de los derechos colectivos y al reconocimiento de las
estructuras organizativas de todos los pueblos. Entender y construir un Estado capaz de
delegar poder a las comunidades, para que desde los pueblos se ejerza
autodeterminación; es un camino para construir un país de múltiples naciones, de pueblos
libres y soberanos.
La izquierda del siglo XXI debe enfrentar la pregunta de las independencias desde la
perspectiva de que la forma de vida de los pueblos originarios se entiende desde lo
comunitario, hacia el buen vivir. En este sentido, son posibles ordenamientos políticos
territoriales que constituyen modos de vida más igualitarios, solidarios y colectivos;
principios que esta izquierda nueva debe hacer suyos para soñar una sociedad
emancipada.

Transformación de la instituciones y democratización de la política

Apostamos por la construcción de un socialismo no simplemente estatista, sino libertario,


que camine siempre hacia la emancipación de los sujetos y las relaciones sociales.
Buscamos impulsar desde el Estado procesos transformadores para las políticas públicas,
sin dejar de lado la convicción de que el camino al socialismo, libertario y feminista,
requiere de cada vez mayores grados de autonomía de las comunidades, lo que nos invita
a pensar aparatos nacionales de un carácter diferente al Estado neoliberal
contemporáneo.
En la actualidad, el entramado institucional se ve limitado por el carácter subsidiario, el
enfoque de focalización y la imposibilidad de un rol productivo y planificador del Estado.
En este marco, la disputa por la institucionalidad debe fundamentarse en una crítica
sustantiva del Rol del Estado en el modelo neoliberal y debe avanzar hacia una
transformación de las instituciones que, en diversos niveles, permita impulsar el retroceso
de las políticas de privatización de los bienes comunes.
Para ello, la estrategia de ruptura democrática refiere a un proceso, en constante
desarrollo histórico y que abarca a la sociedad en su conjunto, que busca sintetizar la
articulación orgánica y la acción colectiva de los sectores populares -es decir, una
democracia radical entendida como resultado de la acción organizada del pueblo- con un
programa de reformas estructurales coordinado desde el Estado para superar el
neoliberalismo y sus blindajes institucionales, al tiempo de consolidar nuevas relaciones
de tipo socialistas, libertarias y feministas.
2. Lectura del régimen y el periodo

Elementos centrales del régimen neoliberal en Chile

El neoliberalismo constituye a la vez una ideología y una modalidad específica de


acumulación capitalista, que da forma a un régimen político, económico, social y cultural,
en cuya dimensión material organiza las relaciones sociales sobre la base de la
mercantilización de estas, mientras que en su dimensión ideológica, las despolitiza y
exacerba el rol de la individualidad.
El régimen neoliberal chileno se circunscribe en un proceso mundial de
transnacionalización de la economía y del poder político. La expansión acelerada del
capital genera un importante competencia de producción, la cual se traslada de
economías industrializadas a las economías dependientes, debido al alto costo del trabajo
en las primeras, y la falta de protección y bajos salarios de las segundas.
La subordinación y asimilación de las fracciones de la burguesía industrial nacional por
parte de la burguesía monopólico-financiera, comercial y exportadora, dan forma a un
patrón de acumulación de base primario exportador y especulativo-financiero,
sosteniéndose el modelo sobre la máxima explotación del trabajo -productivo y
reproductivo- y de la naturaleza.
La dictadura cívico-militar impuso en Chile un marco de relaciones laborales anclado en el
derecho individual a nivel de empresa y la neutralización del conflicto colectivo, que
permitió la instalación de un esquema de fuerte flexibilidad y fragmentación de las formas
de trabajo como son la subcontratación, el suministro, el teletrabajo o el trabajo autónomo.
Igualmente, el neoliberalismo se sirve de modo creciente de la división sexual y
racializada del trabajo. El régimen neoliberal redefine el patriarcado y se sustenta en él,
generando una nueva dimensión de opresión de la mujer, al masificarse su explotación
laboral con su ingreso creciente a los procesos productivos antes reservados para los
hombres. Con la inserción femenina en el mercado laboral, las mujeres se incorporan con
más fuerza al trabajo productivo en áreas que extienden el rol reproductivo al ámbito
público. De esta forma, además del trabajo invisibilizado para producir las condiciones
materiales y afectivas para la reproducción y mantención de la fuerza de trabajo, las
mujeres ingresan a un mercado laboral especialmente precarizado. La responsabilidad
exclusiva por las labores de cuidado y las condiciones laborales precarias a las que son
sometidas las mujeres (brechas salariales, precarización laboral, segregación vertical y
horizontal, inequidad de las pensiones y presencia en el trabajo informal), sumado al
aumento de familias monoparentales en el país, propicia la feminización de la pobreza y la
precarización de las áreas productivas feminizadas. Todo esto se suma a la violencia
sexual que, en un sistema crecientemente competitivo, no ha hecho más que aumentar.
Mediante la mercantilización y creditización de los derechos sociales el capitalismo
contemporáneo supera la forma en que el Estado de Bienestar concibió la seguridad
social, intensificando la explotación de lxs trabajadores mediante la deuda. Esta
modalidad de acumulación “por desposesión” se expresa igualmente en la apropiación
privada de los medios de vida de la población y de sus recursos naturales o comunes a
partir de su privatización
La reprimarización de la matriz productiva nacional (un proceso sostenido y profundizado
desde la dictadura hasta la actualidad) ha implicado la multiplicación de actividades
altamente contaminantes por todo el territorio nacional, controladas por la clase
empresarial pero estimuladas y subsidiadas por el Estado, constituyendo enclaves
territoriales de despojo y explotación para la acumulación capitalista.
En este contexto, los altos niveles de segregación socioespacial a nivel nacional son el
reflejo territorializado de una desigualdad social estructural. Esto explica que sean las
comunidades más pobres las más afectados por las catástrofes, ya sean estas originadas
por el cambio climático o por la explotación de recursos naturales. Son esos sectores de
la población los que dependen de manera directa de la tierra, de los sistemas hídricos
continentales y del mar para subsistir; quienes habitan en zonas rurales y ciudades
medias, en contextos de altos niveles de pobreza multidimensional, escasa presencia
estatal en infraestructura y servicios públicos (educación, salud, servicios sanitarios,
alcantarillado, etc.), y pocas fuentes de trabajo. En el plano institucional, este proceso se
sostiene en pilares constitucionales y jurídicos como el Código de Aguas, el Código
Minero, el DFL 701, así como en la ausencia de normativas que apunten a la planificación
territorial, la protección de ecosistemas y zonas de importancia estratégica para la
conservación de la vida y la biodiversidad, y la recuperación de zonas contaminadas
Por otra parte, el régimen neoliberal implica una reconfiguración del rol económico del
Estado, expresado en el cercenamiento de la intervención directa en la actividad
económica como agente productivo, a raíz del proceso de privatizaciones y política de
concesiones públicas. De esta manera se profundiza la brecha entre las funciones
económicas y políticas, y estas últimas se subordinan exclusivamente a los equilibrios
macroeconómicos y a la regla del superávit estructural. Desde el punto de vista de la
recaudación fiscal, la liberalización en materia de comercio exterior y el incentivo a la
inversión extranjera involucró la eliminación de las barreras arancelarias, lo que consolidó
una estructura tributaria regresiva basada en el impuesto al consumo, en contraste con la
baja carga impositiva a las rentas del capital y los incentivos a la concentración a partir del
sistema de integración impositiva.
El neoliberalismo está fuertemente blindado por instituciones heredadas de la dictadura y
perfeccionadas desde inicios de la transición pactada. El modelo de representación
política y los marcos institucionales de la Constitución de 1980, se evidencian fuertemente
compenetrados con los intereses de la elite económica y el capital monopólico
transnacional, basado en un esquema de democracia tutelada (a partir de enclaves
autoritarios) y restringida (a partir de cerrojos institucionales), destinada a eliminar toda
forma de alteración democrática al régimen neoliberal.
Desde el punto de vista de la gestión pública, el neoliberalismo no solo pone en marcha
una poderosa fuerza de corrosión y debilitamiento de la democracia, sino que redefine sus
sentidos y su funcionamiento. Al mismo tiempo, se impone un esquema de control social
asentado en los mecanismos de la democracia liberal representativa, consistente en
eliminar y bloquear los canales y vehículos de representación y deliberación social,
imponiéndose un modelo de representación de intereses de clase en el Estado
plenamente subordinado al poder económico y una separación de los ámbitos político y
social, a partir de la introducción de lógicas de la competencia, la meritocracia y el
individualismo neoliberal.

Tendencias políticas centrales de la transición:


• El primer ciclo político del proceso transicional, que abarca los dos primeros
gobiernos de la Concertación, dan cuenta del reflujo del movimiento popular y la
cooptación institucional del movimiento feminista, que opera sobre la base del temor a la
reversibilidad del proceso democrático pactado y la renuncia por parte de los partidos de
la Concertación a la posibilidad de construir un sujeto encaminado a la superación del
paradigma neoliberal. Esta tendencia a la desmovilización y descomposición del campo
social coincide con el fuerte enraizamiento subjetivo del modelo económico neoliberal y
patriarcal, basado en la integración de capas marginales por medio de políticas sociales
focalizadas, de fomento al emprendimiento y expansión del consumo mediante el
endeudamiento, dando cuenta de un programa sustentado en la administración del
modelo y la promesa de humanizarlo en la medida que la expansión de la economía lo
hiciera posible. En el plano institucional, a partir de 1989 se inaugura la política de los
consensos entre la centro izquierda y la derecha para la sustentabilidad del modelo,
cristalizada en el plebiscito del mismo año, el que termina por consagrar las componentes
autoritarias de la Constitución de 1980 expresadas en la existencia de enclaves
autoritarios (COSENA, Senadores Designados, inamovilidad de los comandantes en jefe)
y de cerrojos institucionales (control preventivo del Tribunal Constitucional, quorum supra
mayoritarios, materias de ley elevadas a rango constitucional y Sistema electoral
binominal).
• En el segundo ciclo político de la transición, que abarca el tercer y cuarto gobierno
de la Concertación, el régimen se asienta mediante la consolidación del consenso
neoliberal, dando lugar al abandono paulatino de los militares del escenario político y la
consolidación de una democracia de baja intensidad. La Reforma Constitucional de 2005
elimina los “enclaves autoritarios” pero mantiene los “cerrojos institucionales”, dando
cuenta de una tendencia a la normalización democrática, por arriba o sin ciudadanía. En
lo económico, la tendencia a las reformas infraestructurales de bajo alcance da cuenta la
legitimación del modelo económico; sin embargo, acrecienta las tensiones en la
centroizquierda. Ante la imposibilidad de introducir cambios, y sin ser capaces de
concertar la promesa de “crecimiento con igualdad”, comienza un proceso de
radicalización y masificación de la protesta social en ciertas franjas sociales (“mochilazo”,
allegados y deudores habitacionales, “pinguinazo”, conflictos laborales en sectores
exportadores) que no logran ser procesados por la institucionalidad. Ello coincide con el
paulatino proceso de descapitalización de la base electoral de la Concertación y el
ascenso de la derecha al gobierno, en un marco de unidad política y programática, dando
paso a la alternancia en el poder entre fuerzas neoliberales.
• El tercer ciclo del proceso transicional atraviesa el primer gobierno de la derecha y
el de la Nueva Mayoría. El eje transversal será la crisis de representación, evidenciando
un cuadro general de malestar y desconfianza hacia la política, agudizado por los casos
de corrupción. Este escenario, en que a ojos de la sociedad se funden gobierno y modelo,
da lugar en 2011 a la protesta social a raíz del conflicto estudiantil, ampliándose las cifras
de convocatoria y participación en la movilización social (en fuerte contraste con la baja
participación electoral). Se intenta contener institucionalmente el consenso neoliberal a
través de la Ley de Inscripción Automática y Voto Voluntario. La agenda de cambios
enarbolados por la movilización social significó un impulso a la alicaída Concertación, que
la obliga a dar paso a una nueva coalición con la incorporación del PC, denominada
Nueva Mayoría. El programa de la Nueva Mayoría expresa la tendencia a reformas
intraestructurales de mayor alcance, combinando propuestas políticas de largo plazo
(como la nueva Constitución) con modificaciones de corto plazo (como el fin del sistema
binominal). La Nueva Mayoría refuerza la tendencia a la normalización democrática y
contención institucional, manteniendo los demás cerrojos institucionales aún a pesar de
tener mayoría en ambas cámaras. Sin perjuicio de la subsistencia de la movilización
social antineoliberal (estudiantes, No más AFP), emergen en las calles expresiones
sociales de derecha y un empresariado que se autorepresenta en la escena pública ante
la crisis de la derecha política, junto con una agenda de medios que golpea las reformas
del gobierno, lo que da cuenta de la tendencia a la unidad de proyecto de la derecha. El
gobierno se tensiona internamente, acelerando la crisis de paradigma de la centro-
izquierda, y pavimentando el triunfo de la derecha, lo que produce la alternancia en el
poder entre proyectos políticos neoliberales.
• El cuarto ciclo comprende la clausura del ciclo político abierto en 2011 y la
consolidación de la unidad de proyecto de la derecha como alternativa de gobierno en el
marco de la alternancia, a la cual se suma la instalación de un ala neofascista de corte
neoliberal. Asistimos también al vaciamiento del centro político y a la profundización de la
descomposición del arco de la centro-izquierda, junto a la emergencia institucional de un
tercer bloque socialdemócrata y de izquierda, con un programa antineoliberal coincidente
con una tendencia al reflujo parcial del movimiento social, carente de una direccionalidad
antineoliberal.
En este cuadro, la derecha comprende que, para construir una mayoría política que
permita defender y proyectar el modelo, debe ser capaz de mantener unido el amplio
espectro de sensibilidades que la constituyen, pero al mismo tiempo asumir directamente
las propuestas de reformas infraestructurales, construyendo una alianza con sectores
tecnocráticos y neoliberales del centro político, en un contexto de abierta fragmentación
de la ex Nueva Mayoría, de reflujo y fragmentación del movimiento social, graves
problemas de instalación de la tercera fuerza socialdemócrata y de izquierda, que implica
la virtual inexistencia de oposición política.
El proyecto político de la derecha tiene un marcado carácter restaurador, así como de
contención de la democratización del sistema político institucional y la devaluación del
régimen neoliberal en la ciudadanía, acompañado de un fuerte relato conservador,
basado en el orden. Para ello, refuerza un relato orientado a corregir las reformas de
mayor alcance del ciclo anterior y deconstruir el consenso social sobre la historia reciente
(asociado a la legitimación del origen del modelo), retomando asimismo una agenda
conservadora en el plano valórico y liberal en lo económico, y recodificando los sentidos
comunes instalados en el pasado ciclo.
La estabilidad duopólica, alcanzada por la clase dominante durante la transición y
mediante la política de los acuerdos y la exclusión de las mayorías, llegó a su fin.
Estamos frente a un momento de cambios, donde los actores constituidos para enfrentar
el escenario anterior se encuentran en descomposición debido a su incapacidad para
liderar política y socialmente las nuevas demandas de los actores descontentos, críticos
y/o transformadores. Las reglas de exclusión política a los actores y fuerzas no
binominales, hoy se han debilitado. Estamos ante una situación político-social que supone
la apertura de oportunidades para la constitución de nuevos actores y para el cambio en
las reglas de la disputa política, en un escenario que aún evidencia una relativa dificultad
del bloque en el poder para sortear exitosamente la agitación social mediante tácticas de
contención y/o neutralización de los sectores movilizados.
3. Definiciones tácticas

3.1 Oposición
La derecha ha sido el sector con más capacidad de asumir el liderazgo, y ha superado al
campo de la centro-izquierda concertacionista en su capacidad de refundación. Esta
derecha en transformación y no exenta de profundas contradicciones internas, busca
desmontar los avances del movimiento social de la última década a partir de distintos
dispositivos: ahí anida su voluntad estratégica. Sin embargo, hasta ahora no han tenido la
capacidad (por sus propias contradicciones y su baja unidad política) de consolidar esa
voluntad. Nos enfrentamos a una alianza política que está por una mayor sofisticación en
la profundización del neoliberalismo.
Este nuevo escenario político hace que actualmente exista una oposición fragmentada,
donde los partidos de la ex Nueva Mayoría buscan conformar una alianza que pone lo
electoral por sobre el acuerdo de un proyecto político transformador. En este contexto la
NM tiene escasas posibilidades de una reconfiguración real, en parte por el aislamiento de
la Democracia Cristiana y su dificultad de recuperar el rol de referencia en el centro, como
por expresiones como la Convergencia Progresista (PR-PS-PPD) que carece de un relato
que sobrepase el discurso de “vencer a la derecha en las urnas”. El Partido Comunista se
mantiene aislado, pero insistiendo en una propuesta de alianza desde la DC hasta el FA.
Este cuadro plantea una imposibilidad en la conformación de una alianza amplia de la
oposición toda vez que predomina el consenso neoliberal transversal a los partidos de la
ex NM (con excepción del Partido Comunista) que se encuentran cómodos con una
democracia de baja intensidad y con la existencia de cerrojos institucionales destinados a
dar sustentabilidad a un modelo que ya hicieron propio.
Cuando decimos que hoy no es posible sostener una política de alianzas con todo el arco
centro-izquierda, lo afirmamos desde la existencia de proyectos distintos que superan los
marcos de la herencia transicional. La crisis de paradigma de la centro-izquierda debe ser
problematizada a partir de un trazado estratégico y táctico, sin anular ninguna de estas
dos dimensiones. Sostenemos que lo que está en juego es más que una agenda marcada
por el clivaje “derechos versus mercado”. En este sentido, nuestro proyecto excede los
marcos de la socialdemocracia.
Si la herencia transicional se vio caracterizada por la lógica de los consensos y la
alteración periférica de los “excesos” del modelo, la izquierda revolucionaria debe apostar
por la ruptura definitiva en clave democrática, por medio de una acción política tendiente a
la socialización del poder político.
De esta forma, desde el punto de vista táctico, la disputa del sentido común pasa por
encaminar las reformas políticas al régimen que faciliten la participación popular en la
administración del poder, ya no como un fin en sí mismo sino como obertura de un
espacio de disputa. Asimismo, se plantea una agenda de colegislación social y de
democracia territorial, rompiendo la invisibilización del mundo social y el bloqueo de la
participación popular en la gestión y decisión de los asuntos públicos. Este aspecto es
clave para iniciar un proceso de transición postneoliberal, cuya perspectiva estratégica
estará en disputa permanente, de cara a la consolidación de una izquierda que profundice
la crisis del modelo, y proponga salidas más allá del reformismo.
❖ Democracia
La democracia representativa no basta y debemos avanzar en la práctica de una
democracia participativa, prefigurando un necesario empoderamiento ciudadano para
concretar transformaciones profundas que el Chile actual necesita. El rol del nuevo partido
de izquierda es conducir hacia un programa progresista de apertura hacia la vía socialista,
creando condiciones objetivas y subjetivas para la mantención y avance en esa dirección
a nivel institucional, territorial y sectorial.
❖ Modelo de desarrollo, descentralización y pueblos originarios
Junto con lo anterior, un lineamiento central para el que hacer de la nueva organización
de izquierda, es la construcción de un modelo de desarrollo alternativo y sustentable. En
este eje, se considera esencial superar la lógica de explotación bajo la cual se han
consumido los recursos naturales del país, provocando que en la actualidad la protección
del medio ambiente sea un problema transversal. Así, construir un modelo de desarrollo
que se base en la cooperación, y en el bienestar colectivo debe ir de la mano con el
modelo de sociedad que permita el cuidado y respeto por los recursos naturales y las
tierras ancestrales.
Por otro lado, debemos proponer un nuevo modelo, donde seamos capaces de responder
y recomponer un modelo de Estado que avance hacia la plurinacionalidad, generando un
nuevo entendimiento y relación con los pueblos originarios, donde los elementos centrales
sean la autodeterminación y la autonomía.
Junto con lo anterior, proponer un sistema de descentralización efectivo, donde se
potencien la regiones como ejes articuladores de la economía, es central al momento de
recomponer una sociedad que permita un desarrollo transversal, no solamente enfocado
en lo administrativo.
❖ Derechos sociales
Uno de los grandes ejes que se han desarrollado en el inicio de las movilizaciones, que se
dio el 2011, es la lucha por resignificar y por instaurar el concepto de derechos sociales y
su desmercantilización. Creemos que un proyecto de largo plazo debe considerar que la
lucha por la garantía de derechos no es el punto de llegada, sino solo de partida. La
perspectiva socialista, feminista y libertaria que está a la base de nuestra propuesta,
considera nuevas formas de relaciones sociales que no consideran solo la lucha por la
subsistencia, más bien aboga por una sociedad donde el concepto de desarrollo no se
asocie solo al crecimiento económico. Ya no basta solo con derechos, queremos cambiar
la correlación de fuerzas para que las personas y los colectivos construyamos en
conjunto, una sociedad más justa.
❖ Enclaves Autoritarios y Reforma Institucional
El modelo heredado por la concertación, como parte del proyecto neoliberal que se
instauró, con la orientación progresista que define esta coalición, se cerró en torno a
distintos enclaves autoritarios que hoy condicionan la irreformabilidad del modelo.
Esencial es tener en consideración la institucionalidad dada por el Tribunal Constitucional
como tercera cámara, la autonomía de las ffaa y la nula democratización en este espacio,
y de forma transversal, la Constitución Política. La transformación de estos enclaves
autoritarios debe ser objetivo de los espacios institucionales a los cuales se está
apostando, entendiendo entonces la necesidad de la toma del poder porque permite
generar las condiciones para el cambio. En el eje de relación con ffaa, es necesario que
como nueva fuerza, se plantee la restructuración y la resignificación del quehacer de las
ffaa, apostando a una democratización que parta por proponer nuevos ordenamientos
jerárquicos, y una revisión y transformación doctrinaria en estos espacios.
❖ Socialización del trabajo reproductivo
Es fundamental avanzar en visibilizar el trabajo reproductivo ejercido históricamente por
las mujeres, pero también generar estrategias que apunten a socializar estas labores
mediante la educación y la creación de un Sistema Nacional de Cuidados y de esta forma
reorientar la división sexual del trabajo. Asimismo, un pilar de este modelo es la
maternidad obligada como condición de reproducción de la fuerza de trabajo, sustentada
en la asociación mecánica de la sexualidad femenina con la reproducción. En esa línea,
cobra relevancia el acceso pleno a Derechos Sexuales y Reproductivos, de forma de
eliminar la mistificación de la figura de mujer madre y permitir la autonomía de las mujeres
en relación a sus cuerpos.

3.2 Relación con el gobierno de la derecha


A partir de la instalación de la apertura democrática y las reformas políticas como un eje
central de un primer momento político, es posible establecer que la polarización entre
neoliberalismo y anti-neoliberalismo marcará la agenda política de los próximos años. La
evidencia de esta polarización puede no tener una alta visibilidad nominal, pero es
probable que sea invisibilizada por contradicciones y conflictos de orden secundario que
copen la agenda.
No obstante, estos elementos de orden secundario (como puede ser la resistencia ante tal
o cual reforma de parte del gobierno) siguen siendo un campo de batalla en el cual se
debe anteponer una salida que supere tanto una aparente “vuelta atrás” al
concertacionismo, como a la agudización neoliberal de la derecha.
Dicho esto, consideramos que asistimos a la existencia de dos estrategias de relación con
el gobierno: la estrategia de la incidencia y la estrategia de ruptura. La primera pone
énfasis en lo técnico antes que en la proyección política; a lo más, se considera
importante la generación de hitos o la cristalización de una oposición “responsable” o
“situada en el contexto”. La segunda estrategia, si bien se adentra en el debate técnico, se
orienten a conseguir los mínimos democráticos antes señalados, no agota su despliegue
en esta sola esfera, sino que muestra una apuesta por visibilizar además los soportes
estructurales del modelo, sean sus pilares políticos (cerrojos institucionales), económicos
o culturales.
Con estas coordenadas, la disputa del Gobierno se sitúa en el plano técnico, político y
simbólico-cultural. Una tarea que requiere de una flexibilidad táctica que ponga las
prioridades en función de cuatro objetivos:
a) Mejorar la correlación de fuerzas de la izquierda;
b) Fortalecer la lucha social y las movilizaciones de masas;
c) Generar condiciones de procesamiento institucional de las demandas del movimiento
social respetando su protagonismo;
d) Evitar a toda costa elementos que profundicen la orientación neoliberal de la sociedad
chilena (disputa por el sentido común).
Ser gobierno en el próximo ciclo implica subordinar políticamente al arco de la centro-
izquierda, invitando a sectores del progresismo a poner su agenda política en sintonía con
la transformación del estado actual de la democracia y la perspectiva de superación del
modelo.

3.3 Frente Amplio


En este cuadro, la izquierda del FA debe sostener como eje prioritario la superación de los
cerrojos institucionales de la Constitución pinochetista, enmarcado en una agenda de
mínimos democráticos que fije una línea entre las expresiones neoliberales y
antineoliberales en el espectro político, abriendo la puerta a las demandas de
participación y cambio estructural esbozadas por el movimiento social.
El FA es un esfuerzo de unidad táctico-estratégica, cuyo surgimiento se explica a partir de
los procesos de movilización social de la última década. La incapacidad de los gobiernos
de la derecha y la ex Concertación para resolver las demandas sociales, generó un ciclo
de conflictividad orientado a trastocar el orden vigente para la creación de nuevos
equilibrios. A esto se suma la crisis de representación y los casos de corrupción y colusión
político-empresarial, que motivan a parte de nuestro electorado a buscar alternativas
centradas en la renovación de la política y la democratización de la misma.
La construcción de dichas alternativas implica la disputa electoral y el copamiento de
todos los espacios en donde se diseñen e implementen políticas públicas. Esta incursión
en el aparato del Estado no es únicamente un recurso para el recambio de
administradores estatales o para mantener una tribuna de denuncia pública.
Por ello, el FA debe asumir la herencia de vocación transformadora, lo que involucra el
desarrollo de un eje orientado a concretar un proceso de ruptura del régimen político
vigente que permita la integración de los sectores excluidos en la toma de decisiones
tanto en la esfera del Estado como en la participación social de la propia gestión
institucional.
Para asumir este desafío, resulta fundamental la elaboración y profundización de un
programa de gobierno. Lo anterior implica aceptar la existencia de una prioridad
estratégica en el accionar del conglomerado durante este ciclo, puesto que el FA no
puede reducirse a ejercer un mero rol de oposición política o sumar a los desencantados
de los partidos tradicionales en un eventual gobierno; más bien debe promover la
generación de condiciones para que la voluntad soberana popular no sea escamoteada
por instituciones desprovistas de legitimidad democrática. El Frente Amplio está obligado
a definir un marco de entendimiento sobre la base del escenario real y las escasas
posibilidades de que se concrete una alianza amplia como la que plantea el PC.
Además de dotar de robustez y profundidad al conglomerado y su programa, la
Convergencia debe apostar por superar la lógica eminentemente electoral del FA,
integrando democráticamente tanto a los partidos como a aquellos que se vean
referenciados en esta voluntad colectiva de cambio social, generando una
institucionalidad que haga madurar políticamente a la coalición.
La deficiente estructura orgánica para procesar y resolver diferencias políticas se origina
en la falta de claridades comunes en orientaciones políticas de mediano y largo plazo.
Resituar la construcción política colectiva como el eje de la articulación del conglomerado,
subordinando a dicho eje a las distintas fuerzas e individualidades y superando los
caudillismos, posibilitará la organización conjunta en la toma de decisiones políticas.
En síntesis, la Convergencia debe tener como prioridad la generación de una propuesta
política muy precisa desde la izquierda ecosocialista y feminista, que permita visualizar en
concreto y con claridad las orientaciones y principios del tipo de sociedad que aspiramos
construir.

3.4 Movimiento Popular


❖ El Sujeto
Nuestro proyecto político se sustenta en una concepción del ser humano como sujeto
ético, universal y libre, esencialmente práctico y constructor de una subjetividad
transindividual. Esta relación involucra la concepción de la praxis en cuanto sustento de
una ideología liberadora y transformadora por la vía de la acción consciente, resultante de
la interpretación de la realidad material.
Del mismo modo, esta idea de “sujeto” involucra distinguir dos momentos en los que este
se expresa. En el primer momento, entendemos que el sujeto de cambio histórico (el que
llevará las transformaciones para la superación del modo de producción capitalista) es la
clase trabajadora.
El segundo momento, dice relación con las expresiones concretas del “sujeto”, es decir,
las formas que toma en determinados contextos político-sociales. Esto se relaciona con
los/as agentes de la estrategia de Ruptura Democrática, entendidos como quienes
generarán las transformaciones democráticas que generen las condiciones para potenciar
la reconfiguración de la clase trabajadora. Estos agentes que se observan en las
coyunturas y los periodos políticos son múltiples, plurales, y muchas veces contradictorios
entre sí, expresándose en demandas antineoliberales que pueden adoptar diversas
maneras (organizaciones ecologistas, feministas, estudiantiles, de trabajadores/as
precarizados/as, de migrantes, etc.).
Dicha identidad debe ser lo suficientemente amplia para integrar a todos los excluidos/as
y al mismo tiempo, lo suficientemente clara para articular demandas posneoliberales en
un eje de desarrollo de cambios estructurales de orientación socialista, democrática,
feminista y libertaria. Asimismo, dicha identidad debe ser lo suficientemente flexible para
integrar diversas formas de acción, y lo suficientemente clara a fin de entender que
cualquier proceso de reforma en clave de ruptura, debe sostenerse en sectores sociales
organizados.
Nuestra propuesta debe ser capaz de transmitir confianza y seguridad a la ciudadanía,
construyendo un discurso anclado en el Estado para garantizar el establecimiento de
procesos capaces de abarcar a toda la sociedad. Son las luchas sociales y la sociedad
organizada las que deben disputar el carácter del Estado, por lo que debemos erigir una
alternativa de autoridad basada en el esfuerzo, sin temor a la participación social, y con
fuerte anclaje en la transparencia y probidad.
Finalmente, la disputa de la base material involucra integrar a la clase media profesional y
a pequeños y medianos empresarios, los que tienen en común su subordinación cultural y
material al gran empresariado y a sus representaciones políticas de clase. Para ello se
deben establecer medidas económicas y políticas que transformen a dichos segmentos
en aliados del proceso de cambio. Asimismo, la disputa del control económico implica
potenciar el desarrollo de un sector cooperativo o asociativo donde canalizar el gasto
público, dado que posibilitan la emergencia de relaciones sociales de producción
autogestionada, distintas a las hegemónicas.
❖ Movimiento Social.
En este marco, debemos abordar la relación entre lo político y lo social, para el despliegue
del camino socialista a la transformación. Las condiciones actuales de la lucha
anticapitalista, dan cuenta del nacimiento de disputas de fondo que se enfrentan al capital
desde los movimientos sociales. En las últimas décadas, no han sido los partidos políticos
los que han llevado la bandera del enfrentamiento al capital en los territorios. Así, el
desafío es la integración la lucha social con la disputa política transformadora. Es desde
las trincheras creadas por movimientos sociales que nos corresponde acercarnos para
potenciar sus despliegues, con formación y articulación, siempre respetando sus formas
de organización, poniéndonos al servicio de manera activa.
Esta forma de comprensión de la relación entre lo político y lo social considera que las
mayorías a las que apelamos no se construyen de forma coyuntural, para los procesos
eleccionarios; sino que responden a ejercicios de fondo, en que las comunidades
organizadas se vuelven protagonistas en la política que estamos impulsando.
Entendemos que debemos disputar el sentido común instalado en el capitalismo,
generando demostraciones prácticas de caminos con posibilidades socialistas (hechos
políticos históricos). Debemos buscar la instalación un nuevo sentido común, disputado
desde la transformación de la calidad de vida de las comunidades.
4. Gobiernos Locales y territorios para la transformación socialista, feminista y libertaria

Lo que está en disputa: El territorio


La capacidad territorial, es decir el poder de control y el ejercicio de soberanía sobre el
territorio, se expresa en este a través de sus las relaciones sociales que lo componen de
forma multiescalar (cuerpos, familia, barrio, comunidades, lugares de trabajo, de estudio,
de organización, gobiernos locales, regionales, nacionales, empresas, etc.) y
multidimensional, espacios que tienen su expresión política, económica, cultural,
ambiental y social.
Considerando además la centralidad del objetivo de constitución del sujeto de la
transformación, creemos en la centralidad de la práctica política desde los territorios,
incorporando las consideraciones críticas que los y las habitantes actuales sostienen
respecto al modelo y sus promesas de bienestar incumplidas. Así, se irán produciendo
nuevas relaciones sociales afirmadas en nuevas prácticas, que se exprese en las distintas
dimensiones y escalas territoriales.
El contra poder existe de forma embrionaria allí donde el capital aún no logra imponer su
capacidad de dominación. Aunque se encuentra disperso social y políticamente, debemos
reconocerlo, sumarnos a su desarrollo y articularnos con sus diversas expresiones,
fortaleciendo su orientación transformadora a partir de procesos que permitan: la lucha
por la vivienda y la producción de barrios a partir de dinámicas cooperativas; formas
económicas que componen circuitos populares de subsistencia y reproducción de la vida;
luchas feministas antipatriarcales por educación no sexista y el aborto libre; dinámicas de
desarrollo cultural que reconocen la memoria de los pueblos; desarrollos económicos
sostenibles; defensa medioambiental de los recursos naturales; la producción de
conocimientos y formas de organización alternativos al modelo; las luchas anti
inmobiliarias y contrarias a la gentrificación de los asentamientos; las luchas por espacios
públicos y bienes comunes; las luchas contra los proyectos económicos extractivistas y
que producen zonas de sacrificio humano y medio ambiental; etc.
Es en el territorio donde se da el enfrentamiento a una fase del dominio del capital,
expresada en el neoliberalismo como forma de orden social que impone el poder del
capital financiero a las relaciones y a los espacios de producción y reproducción de la
vida. Este fenómeno de extracción de plusvalía explota el trabajo humano y también las
capacidades históricamente acumuladas de desarrollo tecnológico y científico. Avanza
entonces, sobre los asentamientos humanos y ciudades y sobre las reservas eco
sistémicas, expulsando de la sociedad a grandes masas de población, que sólo pueden
vincularse a ella a través del consumo y la deuda (otra forma de extracción de plusvalía
del mismo capital financiero). Esto además permite comprender la relación entre lo rural y
lo urbano, como expresiones de las diversas territorialidades, las cuales debemos
recomprender desde su relación armónica, enfrentando la forma capitalista que expone
los sistemas ambientales con la presencia de megaproyectos en, precisamente, lugares
de mayor carácter rural a lo largo del continente.

De municipios a gobiernos locales


Existe una amplia elaboración en torno a los Gobiernos Locales que, sin embargo, la
institucionalidad municipal convierte en meras corporaciones administradoras de
programas, servicios y espacios públicos que, en su mayoría responden a políticas
públicas ministeriales que no cuentan con financiamiento para su desarrollo y terminan
siendo más carga laboral y aumento de responsabilidades de los municipios y sus
funcionarios.
En este marco, una escala y dimensión que hemos propuesto como una de las
centralidades de los procesos de transformación que emprendamos a nivel territorial, es la
disputa por los gobiernos locales. Aquí algunas consideraciones históricas de los
gobiernos locales que hoy en día operan:
1) En las dos últimas décadas los municipios han sido utilizados como canalizadores
estatales de producción y reproducción de relaciones neoliberales, patriarcales y
coloniales a través de las políticas públicas.
2) Estos han servido a los grupos políticos para producir y reproducir formas de
relación que fragmentan, cooptan, disciplinan y construyen redes clientelares y de lealtad
política con los partidos del orden.
3) La escala local, ha servido al poder para el control territorial también en términos
geopolíticos, es decir, son espacios físicos y sociales donde las riquezas humanas,
naturales, rurales y urbanas se ponen en juego vinculados a estrategias nacionales y
globales de reproducción del capital.
4) La organización sobre la base de un Estado unitario no está preparado para
resolver las problemáticas que presenta la diversidad a lo largo del país, profundizando
modelo centralista que ha dilapidado la descentralización con autonomía territorial.
En síntesis las municipalidades, como expresión local del Estado, han sido
instrumentalizadas para la producción, reproducción y administración de lo que existe.
Creemos que la tarea es convertir las municipalidades en gobiernos locales, es decir
herramientas de la soberanía territorial que le corresponde ejercer a quienes lo habitan,
constituyendo un sujeto que a partir de prácticas de autonomía política produzca
contrapoder y nuevas relaciones de producción de lo social con orientación: socialista,
libertaria, feminista, multicultural y sostenible.

Criterios para la conformación de proyectos de gobiernos locales


Alcanzar posiciones en las instituciones del estado no garantiza el logro de los objetivos
propuestos, pues en estas organizaciones se cristalizan las relaciones de fuerza
existentes, y las actuales no son favorables a la transformación. Por ello estas
experiencias estarán siempre sujetas a procesos de marcha y contramarcha y a incurrir
en contradicciones. Por lo tanto hay que entender la transformación institucional como
parte de la tarea de la transformación de la sociedad. Poner a disposición la
institucionalidad para transformar lo existente requiere de un esfuerzo político de disputa
política, intelectual y pedagógica. Articular equipos en torno a una política y que la lleven a
cabo con convicción y capacidades de disputa y liderazgo político-técnico.
A este respecto, la orientación libertaria que hemos propuesto para entender la disputa
por los gobiernos locales, se sustenta en una perspectiva de emancipación humana nos
separan de aquellas lógicas de la izquierda del siglo XX que apostaron a la concentración
del poder en el Estado como estrategia central de disputa de la sociedad. Nuestra
propuesta entiende a la autonomía, como elemento fundante de una orientación
emancipadora que promueve la participación directa de los actores y sus intereses en la
lucha política, por lo tanto entiende la necesidad de democratizar el Estado y utilizarlo
para fortalecer posiciones de protagonismo social y político de la comunidad, los y las
habitantes y sus prácticas de producción de la sociedad, más allá de lo que el Estado es
capaz de producir.

En este sentido entendemos fundamental comprender que en el proceso de producción y


reproducción de los territorios participan hombres, pero también y con un alto
protagonismo las mujeres, y participan también niños y niñas y distintos pueblos que se
articulan en un espacio social multicultural.
Dicho esto, la disputa electoral por los gobiernos locales, es sólo una de las dimensiones
de la disputa por la producción de los territorios. La tarea central anida en la constitución
del sujeto político de la transformación, proceso que es influido por las distintas escalas
territoriales, y que se cimenta sobre la expropiación de las capacidades históricas de las
comunidades de producir los territorios (el espacio y sus relaciones) imponiendo por la
fuerza o como capacidad hegemónica.
Por tanto, aunque esta disputa se dará en el marco de la democracia liberal tal como la
conocemos hoy, debe entenderse como una apuesta por la transformación socialista de
las formas y producción de la vida, desde las comunidades y con los movimientos
sociales como protagonistas. El rol que le cabe a la herramienta municipal en este marco,
es el de producir en el territorio dinámicas de articulación desde proyectos con
perspectiva socialista. Administrar el sistema, generando solo redistribución de la riqueza,
no es suficiente. El problema es la lógica y los códigos que están detrás del orden, que
excluyen de la participación y la formación política a las comunidades e impiden constituir
gobiernos locales soberanos.

Definición de ejes programáticos centrales


Son las organizaciones sociales y la ciudadanía en general que habitan las comunas, los
principales actores que se beneficiarán de las decisiones de la municipalidad en el plano
de la planificación, la estrategia comunal de desarrollo humano-ambiental y la ejecución
de políticas públicas locales, tanto situando las políticas nacionales como produciendo las
propias según el territorio y sus necesidades. En este plano se debe avanzar en la
formación ciudadana para un nuevo municipalismo participativo y comunitario, generando
escuelas de formación y fortaleciendo o construyendo organizaciones, cooperativas,
corporaciones y empresas locales colectivas.
Debemos apuntar a construir decisiones en base a instituciones abiertas a la comunidad,
con mecanismos claros y certeros de participación y decisión popular, con la generación
de instrumentos conocidos que den cuenta de la posibilidad que tienen las comunidades
de aportar al desarrollo de la gestión municipal
Es necesario profundizar en las políticas locales que queremos desarrollar en los
territorios con una visión estratégica e ideológica, donde imprimamos un sello a la gestión
municipal, más allá de los mecanismos y la democratización del municipio.
Un municipalismo comunitario tiene también una perspectiva anti-colonial y antipatriarcal,
es decir, reconoce en la diversidad, la solidaridad y la construcción de un relato de unidad
de clase transversal y diverso, capaz de construir un relato popular que aborde la
necesidad de avanzar con todos/as, pues la comuna es nuestro espacio de convivencia y
la construcción de comunidad es trascendental.
Así, es importante contar con políticas locales de pueblos originarios, migración, mujer y
feminismo, juventudes, adultos mayores, niñez, conocimiento local, etc. También el
desarrollo de una soberanía comunitaria autónoma, para que sean las comunidades
quienes tengan la posibilidad y los mecanismos de decisión y co-administración de bienes
comunes, co-planificación territorial participativa y la co-gestión comunitaria de espacios
públicos, sin lucro ni exclusión al resto de la comunidad. Es fundamental que la
comunidad considere al municipio como un espacio institucional que genere la capacidad
de poder vivir bien en el territorio donde estamos habitando.

Definición de candidaturas
Los mecanismos de definición de candidaturas debe considerar principalmente su
capacidad para construir la confluencia de las expresiones y experiencias sociales y una
vocación socialista orientadora con miras a la constitución de la disputa política del siglo
XXI y sus desafíos. Considerando la relevancia que tiene la articulación territorial, en tanto
disputa con el orden neoliberal-patriarcal, hoy también destaca el carácter estratégico que
toma el territorio. Las apuestas políticas actuales muestran que la izquierda chilena puede
gobernar no solo de manera participativa, transparente y austera; sino que, con una
perspectiva de transformación social, fundamentada en la construcción de una nueva vida
en comunidad y un nuevo sujeto político, en que primen principios de un orden social
alternativo.
Planteamos criterios y orientaciones generales que deben atravesar nuestra apuesta
política en este escenario:
❖ La necesidad de generar una estrategia de carácter nacional para enfrentar las
elecciones, con un diálogo de ida y vuelta entre los objetivos nacionales y los objetivos
locales, que permita racionalizar esfuerzos militantes, económicos, y políticos para
obtener triunfos electorales en comunas que consideramos prioritarias, no solo por su
potencialidad electoral, sino por su significación y peso político.
❖ Dicha estrategia debe considerar a compañeras y compañeros con posibilidades
de triunfo en comunas relevantes o avances consistentes en la construcción del proyecto
y no considerar candidatas solo para rellenar o cumplir con cuotas de género legales y/o
internas del partido.
❖ Debe contemplarse un despliegue de financiamiento. Ello implica campañas de
recaudación y actividades que no vayan en beneficio únicamente de las apuestas locales,
sino que tengan relación con la estrategia nacional que será determinada por la
organización y su consecuente priorización.
❖ Debemos impulsar al interior del Frente Amplio y con los espacios territoriales, la
necesidad de realizar primarias ciudadanas allí donde sea necesario, no como una forma
de dirimir disputas entre partidos por los cupos, sino como una práctica democrática que
permitirá realizar un despliegue territorial y electoral para la construcción de las mayorías
políticas y sociales que sostendrán las futuras alcaldías frenteamplistas.
❖ La generación de capacidades políticas y técnicas de compañeros y compañeras
se vuelve central para nuestras futuras Alcaldías Ciudadanas. Debemos aprender
colectivamente y formarnos para asumir el ejercicio del poder local. No podemos llegar a
improvisar y aprender en el camino, debemos empezar desde ya a visualizar y
dimensionar el desafío que tenemos por delante.
En conclusión, nuestra apuesta municipal 2020 debe orientarse a la construcción y
fortalecimiento de un nuevo sujeto político en la que con antagonismo enfrentemos el
orden capitalista-patriarcal establecido, a través de una estrategia de posicionamiento con
proyecto político propio, vinculado a la modificación de las formas de pensar y ejercer la
actividad política de los sectores subalternos.
5. Criterios generales nueva orgánica
La construcción de un referente político y orgánico, implica la conformación de un
instrumento de conducción del proceso de acumulación y/o construcción de fuerzas
sociales y políticas, como expresión del proceso de constitución del sujeto de la
transformación, es decir como parte del sujeto y no como una externalidad o dispositivo
burocrático de control.
En este proceso de construcción de fuerza social y política, la orgánica que nos dotemos
debe ser capaz de facilitar la conformación de un sujeto que se define desde una clara
oposición a toda forma de opresión. Para esto, es consciente de su posición en la
estructura social, también es consciente de su posición subordinada en relación al capital
y el patriarcado, sus formas de dominación y asimetrías en los diversos ámbitos de la vida
y la situación histórica que vive.
Vivimos un momento histórico en el que la constitución de un sujeto transformador y
emancipador se presenta de manera heterogénea y fragmentada, no es sujeto dado sino
un sujeto por construir de manera colectiva. De ahí la importancia en la construcción de
alianzas sociales y políticas y rol del instrumento orgánico en ello.
En este proceso de las alianzas de clase, el trabajo en redes políticas y sociales cobra
especial relevancia. La constitución de un bloque popular amplio, que incorpore a
hombres y mujeres en sus más diversas formas de subordinación y precarización. Tanto
los trabajadores, como también sectores medios (ya sean profesionales, pequeños
empresarios, “emprendedores” y cooperativas) y por supuesto, las diversas asimetrías a
nivel género y pueblos originarios.
Se trata de una construcción suficientemente amplia que combina radicalidad con
amplitud para enfrentar al capitalismo y al neoliberalismo, en sus distintos niveles de
profundidad y alcance. Se constituye entonces, un instrumento de articulación y
conducción política, al calor de la politización de conflictos o enfrentamientos por la
transformación/emancipación.
La constitución de un referente de izquierda hoy, está determinado por el doble desafío de
construcción de un sujeto social de cambio y la fuerza política transformadora que lo
sostenga. El rol del órgano político se debe centrar en generar las condiciones para la
disputa de luchas sociales y políticas, que se sostienen desde la base y en los territorios.
Parafraseando a Marín, este instrumento debe generar condiciones para cumplir las
funciones de politizador y articulador de luchas. Esto no se hará si no es clarificando cuál
y cómo debe darse el enfrentamiento. Con estructuras que permitan la formación política
y la reflexión colectiva, al mismo tiempo que se despliega en los espacios de vida, en sus
sistemas de relación y territorios.
Desde este punto de vista la organización política es condición para la estrategia política y
viceversa. La construcción de la organización pasa a ser un objetivo político como
condición de sostenibilidad de una estrategia política, avanzando hacia un Partido flexible
y funcional a las condiciones de conflictividad/enfrentamiento.
Criterios orgánicos:
1. Carácter nacional.
2. Fuertemente anclado en el territorio.
3. Coherentes con una estrategia de acumulación de fuerzas.
4. Vocación de mayorías.
5. Salto de la cantidad a la cualificación política del campo social, con horizonte
feminista, libertario y socialista.
6. Constitución de sujetos y sujetas portadores y promotores de una ética socialista y
feminista militante.
7. Combate de las herencias culturales que el machismo y el patriarcado imprime a
las lógicas militantes y las actuaciones políticas en espacios comunes.
Criterios militantes:
8. La nueva orgánica debe tener una práctica que desborda la expresión meramente
deliberativa, que implica una disposición activa, participativa, reflexiva y transformadora
en las diversas dimensiones de la actividad social y política.
9. Un partido de militantes es lo que la izquierda requiere para dotar de conducción al
proceso político chileno de superación del neoliberalismo, así como la defensa y
profundización de los cambios en un rumbo estratégico común de orden socialista,
libertario y feminista.
10. Partido como escuela formativa que preparare a sus miembros para asumir el
debate interno sobre los desafíos de construcción de una nueva forma orgánica
anticapitalista y antipatriarcal, en las distintas responsabilidades personales y colectivas.
11. Superando las lógicas procedimentales de la democracia formal, apostamos por
una democracia sustantiva.
12. La militancia debe estar compenetrada en el desarrollo orgánico del bloque social
y político revolucionario.
Dicho lo anterior resulta relevante reconocer en un inicio las diversas tradiciones,
prácticas y concepciones de partido entre la militancia convergente. Asimismo, a las
distintas perspectivas tácticas y estratégicas como puntos de partida a la consolidación de
una estructura de mayor unidad política. En este plano, y en un primer momento, resulta
necesario reconocer la existencia de corrientes políticas internas, que legítimamente
condensen reflexiones y aspiren a la conducción del partido, en cuanto expresen sus
posiciones de manera abierta, fraterna y democrática hacia el colectivo.
No obstante, resulta imprescindible constituir espacios orgánicos comunes a nivel de
frentes sociales y estructuras de coordinación institucional así como estructuras de
diversas territorialidades y condensadas en un macro territorio (regionales) que permitan
el desarrollo del conjunto partidario y dé cabida a quienes se vayan integrando,
permitiendo una gradual consolidación de la unidad política.
El levantamiento del movimiento social y político feminista, ha promovido la discusión
sobre las prácticas patriarcales al interior de los partidos y organizaciones de izquierda,
que no han estado exentos de reproducir las lógicas opresoras y patriarcales. Frente al
reconocimiento de esta herencia, vemos en conjunto la necesidad de promover acciones
que erradiquen las prácticas segregadoras y violentas, y promuevan el desarrollo de un
quehacer político completamente feminista. Elaboración de un protocolo feminista interno
para la sanción de conductas atentatorias contra sus principios.

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