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1. INTRODUCCIÓN
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3. «Una vez realizada la conversión total, necesita ésta, según las situaciones concretas
de este mundo, de una nueva actualización, adaptación y confirmación». R. SCHNAC-
KENBURG, Existencia cristiana según el Nuevo Testamento, o.c., 50.
4. Cfr. H. POHLMANN, Die Metanoia als Zentralbegriff des christlichen Frömmigkeit,
J.C. Heinrichs Verlag, Leipzig 1938.
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5. Cfr. J. BEHM, «metanoéô, metánoia», en GLNT VII, 1183ss; S.A. PANIMOLLE, «La
conversione-penitenza negli scritti del Nuovo Testamento», en Conversione, ritorno, ri-
conciliazione, Dizionario di Spiritualità Biblico-Patristica, Borla, Roma 1995, 124-
¿¿13??; S. VERGES, La conversión cristiana en Pablo, Secretariado Trinitario, Salamanca
1981; M.E. BOISMARD, «Conversion et vie nouvelle dans Saint Paul», en Lumiére et vie,
47 (1960) 71-94; H.U. VON BALTHASAR, «Conversion in the New Testament», en Com-
munio 1 (1/1974) 47-59; N. CERNOKRAK, «La conversion de Paul, un exemple de con-
version d’après la prédication apostolique et sa réception dans la liturgie», en A.M.
TRIACCA y A. PISTOIA (eds.), Liturgie, conversion et vie monastique. Conférences Saint-
Serge XXXVe Semaine d’études liturgiques, Paris 28 juin-1er juillet 1988, CLV-Edizio-
ni Liturgiche, Roma 1989, 37-53; P. AUBIN, Le problème de la «conversion»: Étude sur
un terme commun à l’hellénisme et au christianisme des trois premiers siècles, Beauchesne,
Paris 1963; W. TRILLING, «Metánoia como exigencia fundamental de la doctrina neo-
testamentaria de la vida», en G. STACHEL y A. ZENNER (eds.). Catequesis y pastoral (Ho-
menaje a Klemens Tilmann), Estella 1968; J. PIERRON, «La conversión, retorno a Dios»,
en M.E. BOISMARD ET AL., Grandes temas bíblicos, Ediciones Fax, Madrid 1970, 195-
198; R. SCHULTE, «La conversión (Metánoia), inicio y forma de la vida cristiana», en J.
FEINER y M. LÖHER (eds.), Mysterium Salutis. Manual de Teología como Historia de la
Salvación, V, Cristiandad, Madrid 1984, 109-205; R. SCHNACKENBURG, «Metánoia»,
en H.S. BRECHTER ET AL. (eds.), Lexikon für Theologie und Kirche: Das zweite Vatika-
nische Konzil, LTK 7 (1962) 356-359.
6. El Antiguo Testamento avala esta interpretación, según 2 R 17,13: «El Señor ha-
bía avisado a Israel y a Judá por medio de todos sus profetas y de todos sus videntes di-
ciendo: “Convertíos de vuestros malos caminos y guardad mis mandatos y decretos con-
forme a toda la Ley que prescribí a vuestros padres, y que os comuniqué por medio de
mis siervos los profetas”». A. GRAUPNER, «ßûb», en Theological Dictionary of the Old Tes-
tament, vol. XIV, William B. Eerdmans Publishing Co., Grand Rapids, Michigan-Cam-
bridge UK, 1998, 484.
7. De los 79 verbos griegos con los que la versión de los LXX traduce el ßûb hebreo,
30 son usados en más de una ocasión; en torno al 70 % de todos los casos (más de 550
veces) dominan verbos de la forma stréphein, especialmente epistréphein (sust. epistro-
phé). Cfr. W.L. HOLLADAY, The Root ßûbh in the OT with Particular Reference to Its Usa-
ges in Covenantal Contexts, Brill, Leiden 1958, 20-21.
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12. Cfr. R. SCHNACKENBURG, Existencia cristiana según el Nuevo Testamento, o.c., 54.
13. La universalidad de la llamada a la conversión de los gentiles encuentra un eco
–y un ejemplo paradigmático– en el discurso del Apóstol a los paganos en el areópago
de Atenas, que recoge san Lucas: «Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la igno-
rancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse, por-
que ha fijado el día en el que va a juzgar al mundo según la justicia, por el hombre que
ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos» (Hch
17,30ss). La exigencia universal de conversión es puesta en relación con la fe en la re-
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BROWN, J.A. FITZMYER y R.E. MURPHY, Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nue-
vo Testamento, Editoral Verbo Divino, Estella 2004, 1102-1103; 1181-1182; S. LEGAS-
SE, Paul Apôtre. Essai de biographie critique, Fides, Quebec 1991, 5969; R. PENNA, I ri-
tratti originali di Gesù il Cristo. Inizi e sviluppi della cristologia neotestamentaria, II. Gli
sviluppi, San Paolo, Cinisello Balsamo (Milano) 1999, 96-104; P. ROSSANO, «Pablo», en
Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Ediciones Paulinas, Madrid 1990, 1351-1371; L.
CERFAUX, El cristiano en San Pablo, Desclée de Brouwer, Bilbao 1965, 63-89; F. AMIOT,
Ideas maestras de San Pablo, Sígueme, Salamanca 1963, 11-30. Sobre la presentación lu-
cana de la figura del Apóstol, vid. O. FLICHY, La figure de Paul dans les Actes des Apôtres,
Cerf, Paris 2007.
15. En la «cadena narrativa» (O. FLICHY, La obra de Lucas, Cuadernos bíblicos 14,
Verbo Divino, Estella 2003, 41) formada por el triple relato lucano que refiere el suce-
so –uno en tercera persona (Hch 9,1-19) y dos en forma autobiográfica (Hch 22,3-21;
26,4-23)– se subraya con nitidez la naturaleza y las consecuencias de dicha metamor-
fosis. El análisis de esos textos confirman su base histórica, descartándose que sean una
creación literaria lucana como han afirmado algunos autores (p.ej. A. Loisy o J. Well-
hausen). Cfr. S. SABUGAL, La conversión de San Pablo, Herder, Barcelona 1976, 51-159.
Desde la crítica antisobrenaturalista se ha intentado forzar una interpretación del acon-
tecimiento de Damasco como si se tratase de la experiencia de visión de una persona
débil e histérica; se trataría en todo caso, según ese planteamiento, de una experiencia
misteriosa pero no sobrenatural. Frente a ello está el hecho de la absoluta seguridad y
coherencia con que Pablo narra el suceso cinco veces en sus cartas, señalándolo como
una «revelación de Cristo vivo», «como toma de posesión de sí por parte de Cristo»,
como aparición del Señor (1 Co 15,8), y distinguiéndola claramente de posteriores vi-
siones (2 Co 12,1-6). Tenemos, además, en la figura de Pablo el testimonio de una per-
sonalidad equilibrada y coherente, con sentido de la realidad y seguro de su causa has-
ta el extremo de ofrecer por ella el sacrificio de su vida. Cfr. J. HOLZNER, San Pablo.
Heraldo de Cristo, Herder, Barcelona 141989, 51.
16. Cfr. G. BARDY, La conversión al cristianismo durante los primeros siglos, Desclée de
Brouwer, Bilbao 1961, 137-141; F. AMIOT, Ideas maestras de San Pablo, o.c., 22.
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21. En este punto ha desempeñado un papel importante la obra del teólogo lutera-
no sueco K. STENDAHL (1921-2008), Paul Among Jews and Gentiles, Fortress, Minnea-
polis 1976.
22. Un panorama crítico de los acercamientos recientes a la conversión religiosa des-
de las ciencias humanas, las neurociencias y la biología genética se encuentra en: L.
OVIEDO TORRÓ, «Tensiones interdisciplinares en torno a la conversión religiosa», en
Burguense 46 (2005) 417-443. Aunque los distintos acercamientos pueden iluminar as-
pectos de la conversión de san Pablo o de cualquier otra experiencia de conversión, con-
viene emplear con cuidado las nuevas categorías para evitar reduccionismos metodoló-
gicos. Cfr. J.M. EVERTS, Conversion and Call of Paul, o.c., 160.
23. Cfr. J.A. FITZMYER, Teología paulina, o.c., 1181-1182.
24. BENEDICTO XVI, Audiencia General, 3.IX.2008.
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que hace san Pablo a los gálatas de su encuentro con el Resucitado se ins-
cribe en las vocaciones-conversiones de los profetas del Antiguo Testa-
mento, portadoras igualmente de una misión divina: «... cuando Aquel
que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tu-
vo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los genti-
les,...» (Ga 1,15-17). San Pablo reconocerá frecuentemente con agrade-
cimiento en sus epístolas la confianza que Dios ha depositado en él
escogiéndole inmerecidamente para anunciar el evangelio de Jesucris-
to 25. Esa llamada a anunciar al apostolado posee un profundo sentido
eclesial 26.
Aunque la figura de san Pablo ocupa en la historia de la Iglesia un
lugar pionero entre los grandes conversos, él mismo no interpreta su ex-
periencia como un hecho de conversión; no se desprende de sus escritos
que tenga conciencia de haberse convertido, en el sentido de cambio de
religión, de paso del judaísmo al cristianismo. Primeramente, porque no
considera el cristianismo como una nueva religión, sino como el mismo
judaísmo llevado a su cumplimiento. Las diversas aseveraciones de sus
cartas expresan su conciencia actual de ser hebreo y judío, de raza y de
religión. Su conversión y bautismo expresan que ha descubierto su jus-
to y verdadero puesto en la vida de Israel. Además, está el hecho de que
quien le envía a predicar el evangelio es el «Dios de sus padres». Asi-
mismo, quien tiene conciencia de ser el Apóstol de los Gentiles (Ga
1,15-16) y reclama ese título (Rm 11–13), paradójicamente, seguirá
predicando a los judíos en la medida en que le sea posible, hasta su úl-
timo llamamiento, en Roma. Ciertamente, san Pablo considera despre-
ciables los privilegios del judaísmo, pero no en sí mismos sino compa-
25. El Apóstol menciona también el episodio de Damasco en varias de sus cartas: re-
cordando agradecido la trascendencia de ese suceso en su vida (1 Co 15,7-9); para rei-
vindicar la legitimidad de su vocación y su misión (Ga 1,15-16); o para combatir la
autojustificación por las obras de la ley en polémica contra los judaizantes (Flp 3,12).
En Ef 3,7ss y 1 Tm 1,16 hay referencias a su vocación aunque no directamente al suce-
so de Damasco.
26. «(...) san Pablo aprendió que, a pesar de su relación inmediata con el Resucita-
do, debía entrar en la comunión de la Iglesia, debía hacerse bautizar, debía vivir en sin-
tonía con los demás Apóstoles. Sólo en esta comunión con todos podía ser un verdade-
ro apóstol, como escribe explícitamente en la primera carta a los Corintios: “Tanto ellos
como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído” (1 Co 15,11). Sólo
existe un anuncio del Resucitado, porque Cristo es uno solo». BENEDICTO XVI, Au-
diencia General, 3.IX.2008.
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rados con el conocimiento de Cristo (Flp 3,8). En este sentido, más que
un prototipo de converso del judaísmo al cristianismo, constituye un
paradigma de fidelidad a la vocación del pueblo elegido; la «crisis» su-
frida por él en el viaje a Damasco es ejemplo de la que debería haber pa-
sado todo el judaísmo aceptando a Jesús como Mesías y Señor 27. La no-
vedad de vida experimentada personalmente a partir de ese encuentro
con Cristo será luz para su predicación a judíos y gentiles, y fuerza pa-
ra su misión.
El giro que tomó la vida de Saulo no fue fruto de un proceso psi-
cológico de maduración intelectual o moral, sino resultado de un en-
cuentro con Cristo. «En este sentido –apunta Benedicto XVI– no fue
sólo una conversión, una maduración de su “yo”; fue muerte y resurrec-
ción para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con
Cristo resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renova-
ción de san Pablo» 28.
El Apóstol de las Gentes es consciente de que, como consecuencia
de su llamada al apostolado, una nueva relación transformadora le ha
unido con Dios y con Cristo afectando a su ser íntimo. A partir de la
iluminación recibida, lo que era para él ganancia se ha convertido en ba-
sura en comparación a Cristo (Flp 3,7-9). Estamos ante una auténtica
conversión suscitada por una llamada 29.
27. «El cristianismo es el Israel de Dios, el gran árbol del sueño de Nabucodonosor
y el de la parábola del grano de mostaza. Los patriarcas son la semilla o el tronco; el Is-
rael antiguo es el olivo fértil, fuera del cual no hay más que acebuche. Todas las ramas
han de ser injertadas en el único olivo para que sean cristianas. El tronco lo es siempre
el viejo Israel, y la corona artificial que le forman los paganos sólo es provisional; las ra-
mas naturales volverán un día a ocupar su lugar normal. Pablo era una rama natural, ha
pasado por la maduración de los tiempos mesiánicos. Los que se han convertido, o me-
jor, pervertido, son los judíos, renegados de su propia religión». L. CERFAUX, El cristia-
no en San Pablo, o.c., 64.
28. BENEDICTO XVI, Audiencia General, 3.IX.2008. «Los análisis psicológicos no
pueden aclarar ni resolver el problema. Sólo el acontecimiento, el encuentro fuerte con
Cristo, es la clave para entender lo que sucedió: muerte y resurrección, renovación por
parte de Aquel que se había revelado y había hablado con él. En este sentido más pro-
fundo podemos y debemos hablar de conversión. Este encuentro es una renovación real
que cambió todos sus parámetros. Ahora puede decir que lo que para él antes era esen-
cial y fundamental, ahora se ha convertido en “basura”; ya no es “ganancia” sino pérdi-
da, porque ahora cuenta sólo la vida en Cristo». Ibid.
29. Cfr. S.A. PANIMOLLE, La conversione-penitenza negli scritti del Nuovo Testamento,
o.c., 115-117.
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30. Un interesante elenco de metáforas de la salvación usadas por san Pablo lo reco-
ge James D.G. DUNN en La teologia dell’apostolo Paolo, Paideia, Brescia 1999, 332-337.
31. La conversión cristiana consiste en caminar en novedad de vida (Rm 6,4), cami-
nar según el Espíritu (Rm 8,4; 2 Co 12,8; Ga 5,16), caminar decorosamente (Rm
13,13), caminar conforme a la caridad (Rm14,15; Ef 5,2), caminar en la fe (2 Co 5,7),
caminar como hijos de la luz (Ef 5,8), caminar en Cristo (Col 2,6), caminar según una
conducta digna del Señor (Col 1,10; 1 Ts 2,12). La conversión exige el abandono de los
malos comportamientos pasados, que Pablo expresa también con el mismo verbo peri-
pateo: caminar al modo humano (1 Co 3,3); caminar según la carne (2 Co 10,2); ca-
minar como los paganos (Ef 4,17); caminar desconcertadamente (2 Ts 3,11).
32. «Désirant transmettre la révélation de Dieu, pour que l’homme devienne vérita-
ble fils libre du Père, Paul oppose aux valeurs terrestres et mortelles, la nouvelle vie ob-
tenue par l’incorporation baptismale. Ainsi la vie s’oppose à la mort, la résurrection au
péché, au vieil homme s’oppose le nouveau, la justice à l’injustice, l’avenir au passé, le
Christ à Satan. La conversion est un recommencement absolu avec le Christ». N. CER-
NOKRAK, La conversion de Paul, un exemple de conversion d’après la prédication apostoli-
que et sa réception dans la liturgie, o.c., 42.
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36. «Ésta es la clave para entender el famoso texto de 1 Co 15,35-49 (...): se siembra
un cuerpo animal y resucita un “cuerpo espiritual” (15,44). No hay contradicción al de-
cir un “cuerpo espiritual”; porque con eso se refiere al cuerpo que ha sido transforma-
do por el Espíritu de Dios, a imagen de Cristo resucitado. El cuerpo animal es vivifica-
do solo por la psyché; el espiritual, por el Espíritu. En el mismo sentido, dice que el
primer hombre era “alma viviente” y el último, “espíritu vivificante”». J.L. LORDA, An-
tropología bíblica. De Adán a Cristo, o.c., 315.
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37. Hay diversos usos de sarx en los escritos paulinos, desde uno más o menos neu-
tro referido al cuerpo físico, hasta un sentido marcadamente negativo que se hace pa-
tente al máximo como algo imperfecto y destructivo cuando viene contrapuesto a pneu-
ma. Cfr. J.D.G. DUNN, La teologia dell’apostolo Paolo, o.c., 86-87.
38. Cfr. J. PIERRON, «La conversión, retorno a Dios», o.c., 196.
39. Las únicas excepciones que parecerían adoptar la acepción dualista cuerpo-alma
del pensamiento platónico podrían ser 1 Co 7,34 y 2 Co 7,1.
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40. En este sentido, no existe una relación necesaria entre la carne y el pecado: el cre-
yente no debe destruir la carne, sino transformar la propia conducta, dejándose llevar
por el Espíritu de Dios para ser hijo de Dios (Rm 8,4.12-14). Por el bautismo, los cris-
tianos ya no están «en la carne, sino en el Espíritu» (Rm 8,9), y su «hombre viejo» ha
sido crucificado con Cristo (Rm 6,6-11). Cfr. J. APECECHEA PERURENA, «Espíritu. Sa-
grada Escritura y teología», en Gran Enciclopedia Rialp IX (1971) 189.
41. Cfr. L. CERFAUX, El cristiano en San Pablo, o.c., 375.
42. La antítesis carne-espíritu en san Pablo (Rm 8) no sólo se enmarca en términos
antropológicos, sino que expresa la tensión escatológica iniciada en el hombre carnal por
medio del don del Espíritu. Cfr. J.D.G. DUNN, La teologia dell’apostolo Paolo, o.c., 468.
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rencia más concretamente a la pugna que existe dentro del mismo hom-
bre que recibe al Espíritu. Ese combate entre el cuerpo pasible y mortal
y la parte racional del hombre, es una ley de experiencia que el mismo
Apóstol sufre (Rm 7,21-23).
La actuación del Espíritu se inicia en el interior del hombre y sólo
alcanzará al hombre entero al final de los tiempos, con la resurrección de
los cuerpos. El hombre interior se relaciona con lo íntimo del hombre
transformado por el Espíritu Santo: es el hombre en Cristo; en contras-
te con él aparece el hombre exterior, lo que queda del hombre viejo ca-
duco y mortal, con la concupiscencia inclinada hacia las cosas de este
mundo. Mientras el hombre exterior se va desmoronando, el hombre in-
terior se renueva día tras día (2 Co 4,16), anticipando la completa reali-
zación de la nueva humanidad en la gloria 45.
El deseo del Apóstol para los efesios es el de su completa transfor-
mación: que el Padre «os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis
vigorosamente fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre in-
terior» (Ef 3,16).
* * *
Todas estas imágenes apuntan a lo que constituye para san Pablo
la esencia de la conversión cristiana: la radical transformación que la ac-
ción de Dios realiza en la existencia del creyente. Las grandes cuestiones
de su teología vienen a profundizar en la entraña trinitaria de esa meta-
morfosis.
45. Cfr. J.K. CHAMBLIN, «Psychology», en G.F. HAWTHORNE, R.P. MARTIN y D.G.
REID (eds.), Dictionary of Paul and his Letters, InterVarsity Press, o.c., 772-773. El
«hombre interior» de Romanos 7,22 es equivalente al «hombre nuevo» implicado en
Romanos 6,6. Ibid.
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46. Cfr. R. PENNA, L’apostolo Paolo. Studi di esegesi e teologia, o.c., 645-650.
47. Stephen J. Chester, ha realizado un estudio interesante sobre esta cuestión: vid.
S.J. CHESTER, Conversion at Corinth. Perspectives on Conversion in Paul’s Theology and
the Corinthian Church, T & T Clark, London-New York 2003, especialmente cap. 3
(God’s Converting Call: Paul’s use of kalevw), 59-112.
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sus etapas sucesivas proviene de la acción de Dios hasta la Parusía del Se-
ñor (1 Ts 5,23-24).
La conversión es el paso del desconocimiento al conocimiento de
Dios. San Pablo señala este aspecto intelectual de la conversión cristiana
como uno de sus elementos esenciales. La conversión lleva al conoci-
miento de Dios. Los paganos son culpables de no haber reconocido a
Dios, a pesar de que se ha manifestado a través de sus obras en la crea-
ción: se han ofuscado en sus vanos razonamientos y han adorado a las
criaturas en lugar de al Creador (Rm 1,18-25; cfr. Ef 4,17-19). Dios ha
castigado su ceguera entregándoles a sus pasiones y a un perverso sentir
para que hicieran lo que no conviene (Rm 1,24-32).
La conversión lleva consigo una transformación mediante la reno-
vación de la mente para el discernimiento de la voluntad de Dios: de lo
bueno, lo agradable y lo perfecto (Rm 12,2). Este nuevo conocimiento
de Dios se entiende según la profundidad del sentido semítico: no se re-
fiere sólo al aspecto cognoscitivo de saber quién es el verdadero Dios, si-
no que apunta también, y sobre todo, al conocimiento de su voluntad
para conformar a ella toda la vida personal (Col 1,9-10) 48.
La teología paulina se enlaza en este punto estrechamente y se en-
riquece con su teología de la fe. No es extraño. La exhortación a la con-
versión en los inicios de la Iglesia va ligada a la fe en Jesús, a quienes los
hombres han crucificado pero Dios ha resucitado de entre los muertos,
colocándolo a su derecha como Mesías y Señor (Hch 2,34-36; 5,31s;
20,39-43; 13,26-41). Esta idea adquirió hondura y madurez en el pen-
samiento de los apóstoles Juan y Pablo, que coinciden, cada uno según
su propio estilo, en un desplazamiento de la exigencia de la conversión
hacia la exigencia de la fe, es decir, en una asunción de la teología de la
conversión por parte de la teología de la fe 49.
Para san Pablo, la nueva situación entre Dios y la humanidad al lle-
gar la plenitud de los tiempos determina una idea de conversión que tie-
48. Cfr. M.-E., BOISMARD, «Conversion et vie nouvelle dans Saint Paul», a.c., 74-75.
49. «La conversión se comprende más profundamente como transformación de la
existencia llevada hasta entonces y como aparición de una nueva vida de santidad y de
amor. Pero sus fuerzas más profundas las recibe del Espíritu de Dios, que les es otorga-
do gratuitamente a los que se convierten con fe». R. SCHNACKENBURG, Existencia cris-
tiana según el Nuevo Testamento, o.c., 55.
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50. Refiriéndose al hecho de que san Pablo emplea pocas veces el término epistre-
phein-epistrepho para designar la conversión a Dios prefiriendo un planteamiento que
acentúa la fe, Dunn señala: «Paolo non pone l’accento tanto sul “lasciare, abbandona-
re, volgere la spalle” quanto sull’“impegno”, sulla “dedizione totale”». J.D.G. DUNN, La
teologia dell’apostolo Paolo, o.c., 332.
51. Cfr. Y.M.J. CONGAR, «La conversión, estudio teológico y psicológico», en A. LIÉ-
GÉ ET AL., Evangelización y Catequesis, Celam-Marova, Madrid 21971, 71. Aunque se
trate de una fuente secundaria respecto a nuestro tema, vale la pena mencionar el texto
lucano que recoge el emocionado discurso de despedida del Apóstol en Mileto, donde
recuerda a los presentes cómo desde el primer día de su entrada en Asia no hizo sino
predicar y enseñar en público y en las casas, dando testimonio tanto a judíos como a
griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran en el Señor Jesús (Hch 20,17-21).
También en su discurso ante el rey Agripa recuerda su misión de predicar la conversión
y la fe en Jesús recibida tras su experiencia en el camino de Damasco (Hch 26,18.20).
52. R. SCHULTE, «La conversión (Metánoia), inicio y forma de la vida cristiana», o.c.,
124.
53. Posiblemente por influjo de su polémica con los judaizantes, san Pablo tiende a
subrayar el carácter gratuito de la fe y de la justificación. Cfr. ibid., 124.
54. Algunas fórmulas paulinas subrayan este hecho: pivsti" Ihsouv Cristouv, evn
Cristwv Ihsouv, evn twv Kurivw Ihsouv evn Cristouv (Rm 3,22; Ga 3,26; Col 2,5; Ef
1,15; Col 1,4; ...).
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58. Cfr. J.A. FITZMYER, Teología paulina, o.c., 1204. El mismo autor relaciona el tex-
to de 2 Co 3,18 con 2 Co 4,6, en su opinión una de las más sublimes descripciones
paulinas del acontecimiento de Cristo, donde el Apóstol señala que el rostro del Cristo
resucitado refleja la gloria que viene del Dios creador: «el mismo Dios que dijo: “del se-
no de las tinieblas brille la luz”, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irra-
diar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo». Cfr. IDEM, «Glory
reflected on the Face of Christ (2 Co 3,7–4,6) and a Palestinian Jewish Motif», en Theo-
logical Studies 42 (1981) 630-644.
59. «El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Co
5,17). «El uso más frecuente de la fórmula “en Christo” expresa la estrecha unión entre
Cristo y el cristiano, una inclusión o incorporación que lleva consigo una simbiosis de
los dos». J.A. FITZMYER, Teología paulina, o.c., 1216.
60. «Yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios; con Cristo estoy cru-
cificado y, vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al pre-
sente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo
por mí» (Ga 2,19-20). Otras referencias: 2 Co 5,15; Flp 1,21.
61. Cfr. J.A. FITZMYER, Teología de San Pablo, o.c., 172-179.
62. Cfr. J.L. LORDA, Antropología bíblica. De Adán a Cristo, o.c., 250-254; S. OTTO,
«Imagen», en H. FRIES (dir.), Conceptos fundamentales de la teología, II, Cristiandad,
Madrid 1966, 346-356.
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Como puede verse, las enseñanzas de san Pablo muestran –en sin-
tonía con otros textos neotestamentarios– cómo con el bautismo se rea-
liza la metanoia cristiana fundamental 66.
La imagen de Dios va penetrando cada vez más en el cristiano con-
forme a la acción de Dios (2 Co 3,18), hasta que Cristo vuelva glorioso
a juzgar a vivos y muertos: entonces, los justos resucitarán como Él, cul-
minando así el proceso de identificación con Cristo (cfr. Col 3,3-4;
10–11; 1 Co 15,49; Flp 3,21).
Cabe señalar, finalmente, una idea muy sugestiva que san Pablo
maneja comparando la conversión cristiana con la conversión de Siervo
en Señor que se produce en Jesucristo por el Misterio pascual: manifes-
tado en la carne, fue justificado en el Espíritu (1 Tm 3,16; Rm 1,3-4).
Así como encontramos dos periodos opuestos en la vida de Jesús, el de
Cristo-Servidor, en el que se hace pecado por nosotros (2 Co 5,21; Rm
8,3-4), y el de Cristo-Señor, que puede comunicar el Espíritu (Flp 2,7-
10), así también los hombres han de dejar de caminar según la carne, pa-
ra caminar según el Espíritu (Rm 8,4; cfr. Ga 4,5-6). El Espíritu es el
principio de la vida cristiana y el motor de la conversión 67.
66. Cfr. R. SCHULTE, «La conversión (metánoia), inicio y forma de la vida cristiana»,
o.c., 184. «Bautizarse y revestirse de Cristo son, evidentemente, una misma cosa. Por el
bautismo se configura una (nueva) realidad que abroga todo lo anterior, lo cambia (con-
versión) y lo declara carente de interés frente a la auténtica realidad». Ibid., 141.
67. Cfr. J. PIERRON, «La conversión, retorno a Dios», o.c., 197-198.
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69. Jeremias analiza el pasaje de Mt 18,3 (par. Mc 10,15, par. Lc 18,17), en el que
Jesús menciona las condiciones para entrar en el reino, y llega a la conclusión de que
«“Volver a hacerse como niños” significa: aprender de nuevo a decir “Abba”». J. JERE-
MIAS, Teología del Nuevo Testamento, vol. I, Sígueme, Salamanca 21974, 186.
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70. R. SCHULTE, «La conversión (metánoia), inicio y forma de la vida cristiana», o.c.,
122.
71. Nos referimos a sus interesantes reflexiones sobre el bautismo y la conversión, de
las que nos servimos en este apartado: ibid., 183-201. Cfr. también R. PENNA, L’apos-
tolo Paolo. Studi di esegesi e teologia, o.c., 658-670.
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74. En el contexto de sus exhortaciones morales, san Pablo ofrece otra comparación:
«¿O no sabéis que quien se une a la meretriz se hace un solo cuerpo con ella? Pues está
dicho: los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo es-
píritu con él» (1 Co 6,16-17).
75. «La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados en-
tre sí. La Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo
sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de conversión,
de respuesta personal a la exhortación que san Pablo dirigía a los cristianos de Corinto:
“En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!” (2 Co 5,20)». JUAN PA-
BLO II, Encl. Ecclesia de Eucharistia, 37.
76. L. CERFAUX, El cristiano en San Pablo, o.c., 280.
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77. Cfr. R. SCHULTE, «La conversión (metánoia), inicio y forma de la vida cristiana»,
o.c., 163.
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82. Como en otros lugares del Nuevo Testamento (Flp 3,3; 1 P 2,5; St 1,26-27; Ap
5,10), esta idea tiene origen probablemente en alguna fuente litúrgica primitiva. Cfr.
M.-E. BOISMARD, «Conversion et vie nouvelle dans Saint Paul», o.c., 84.
83. Aparece aquí la clásica cuestión sobre la mística paulina que ha sido tema debati-
do desde la aparición, a finales del siglo XIX, del trabajo de Adolf Deissmann sobre la
fórmula «in Christo» (Die neutestamentliche Formel «in Christo Iesu», N.G. Elwert, Mar-
burg 1892). Más recientemente, E. P. Sanders, tras mostrar cómo las categorías jurídi-
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Facultad de Teología
Universidad de Navarra
PAMPLONA
cleares son la justicia por la fe, la redención obrada por Cristo y la mística compenetra-
ción de la vida de Pablo con la vida de Cristo (J. BOVER, Teología de San Pablo, o.c., 60).
Algunos autores encuentran ese centro en la persona de Jesucristo (J.G. GIBBS, Creation
and Redemption, Brill, Leiden 1971; J.D.G. DUNN, Unity and Diversity of the New Tes-
tament, Westminster Press, Philadelphia 1977, 369-372); Lucien Cerfaux lo ha concre-
tado en la categoría cristológica de «Hijo de Dios» (Jesucristo en San Pablo, Desclée de
Brouwer, Bilbao 21960, 12); Josehp A. Fitzmyer, lo ha identificado en la soteriología cris-
tocéntrica (Pauline Theology: A Brief Sketch, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, NJ, 1967;
también, Teología paulina, o.c., 1184-1204). En posición critica respecto a la tesis clási-
ca luterana que pone como núcleo del pensamiento paulino la justificación por la fe –en
sentido predominantemente jurídico e individual–, autores como E.P. Sanders conside-
ran que ese núcleo estaría más bien en la participación mística en la muerte y en la vida
de Cristo (Paul and Palestinian judaism: a comparison of patterns of religion, SCM Press,
London, 1977). Más recientemente, J.D.G. Dunn ha reformulado su posición refirién-
dose a Jesucristo como punto de apoyo o centro de la teología del Apóstol, pero centro
vivo, no simplemente conceptual, que otorga coherencia a toda la obra de san Pablo, co-
mo teólogo, misionero y pastor (La teologia dell’apostolo Paolo, o.c., 693-704). Por su par-
te, Ralph P. Martin ha propuesto el tema de la reconciliación como el más adecuado pa-
ra aglutinar los aspectos esenciales de la teología paulina (Reconciliation: A Study of Paul’s
Theology, Zondervan, Grand Rapids 1990), aunque para Joachim Gnilka, siendo im-
portante, no puede situarse en el centro de la teología paulina debido a su uso relativa-
mente escaso: J. GNILKA, Teología del Nuevo Testamento, Trotta, Madrid 1998, 94.
87. Y.M.J. CONGAR, «La conversión, estudio teológico y psicológico», en A. LIÉGÉ
ET AL., Evangelización y Catequesis, o.c., 72.
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