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Blog de Santiago Grau León
Le damos la bienvenida a este blog plural, esperando que los temas que se abordan sean de interés y
utilidad para los visitantes. Inicialmente se publicarán artículos relacionados con la protección del
medioambiente. Luego, se colgarán algunos artículos que versen sobre la Administración Regional y la
Administración Municipal, además de temas relacionados con la Participación Ciudadana, Las Políticas
Sociales, la Teoría del Conflicto y otros. Como es de colegirse, todos los temas publicados podrán ser
comentados por los visitantes, e incluso, podrán formular preguntas que serán respondidas por el autor.
LA PARTICIPACION CIUDADANA EN
EL PERU
Posted on 18 agosto, 2011
I. ANTECEDENTES. La Constitución Política de 1920, así como la Constitución
Política de 1933[1], no llegaron a instituir el derecho de participación ciudadana en sus
textos, no obstante existir inestabilidad política, con lo que se hubiera logrado, talvez, un
Estado sólido y duradero.
La Participación Ciudadana surge con la Constitución Política de 1979[2]. En el Título I
Derechos y Deberes Fundamentales de la Persona, en su Capitulo I De la Persona, el
artículo 2º numeral 16 estipulaba que toda persona tenía el derecho: “A participar, en
forma individual o asociada, en la vida política, económica, social y cultural de la nación”.
Concordante con dicho precepto, el artículo 64º de la misma Carta Fundamental
establecía que: “Los ciudadanos tienen el derecho de participar en los asuntos públicos,
directamente o por medio de representantes libremente elegidos en comicios periódicos y
de acuerdo con las condiciones determinadas por ley”.
Acorde con tal innovación, El Código del Medio Ambiente y los Recursos Naturales,
aprobado por Decreto Legislativo Nº 613[3] de fecha 08 de setiembre de 1990, en su
artículo VI del Título Preliminar establecía que toda persona tenía: “El derecho de
participar en la definición de la política y en la adopción de las medidas de carácter
nacional, regional y local relativas al medio ambiente y los recursos naturales”.
Asimismo, en el artículo 34º del derogado Código, se facultaba a la comunidad a
participar “Directa o indirectamente en la definición de la política ambiental y en la
ejecución y aplicación de los instrumentos de dicha política”.[4]
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La actual Constitución Política de 1993[5], en su Título I De la Persona y de la Sociedad,
Capítulo I Derechos Fundamental de la Persona, en su artículo 2º, numeral 17 prescribe
que toda persona tiene derecho: “A participar, en forma individual o asociada, en la vida
política, económica, social y cultural de la nación. Los ciudadanos tienen, conforme a ley,
los derechos de elección, de remoción o revocación de autoridades, de iniciativa
legislativa y de referéndum”.
Sobre el particular, el Tribunal Constitucional[6] a señalado que el derecho de participar en
la vida del país: “Además de constituir un derecho fundamental asimismo, es, a su vez,
una garantía institucional, en la medida en que promueve el ejercicio de otros derechos
fundamentales, ya en forma individual, ya en forma asociada”.
En el Capitulo III De los Derechos Políticos y de los Deberes, la citada Carta Política, en
el artículo 31º dispone que los ciudadanos: “Tienen derecho a participar en los asuntos
públicos mediante referéndum; iniciativa legislativa; remoción o revocación de autoridades
y demanda de rendición de cuentas. Tienen también el derecho de ser elegidos y de elegir
libremente a sus representante, de acuerdo con las condiciones y procedimientos
determinados por ley orgánica”.
Respecto al derecho de participación, el Tribunal Constitucional[7] ha establecido que: “El
principio democrático se materializa a través de la participación directa, individual o
colectiva, de la persona como titular de una suma de derechos de dimensión tanto
subjetiva como institucional (derecho de voto, referéndum, iniciativa legislativa, remoción,
o revocación de autoridades, demanda de rendición de cuentas, expresión, reunión, etc.),
así como su participación asociada, a través de organizaciones orientadas a canalizar el
pluralismo político. Tales organizaciones son los partidos y movimientos políticos”.
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arrebata al monopolio de los partidos, por un lado, y por otro, es un modo de acotar
porque no se deben eliminar la fuerza y el peso de los poderes fácticos, reiterando que la
participación ciudadana es un tema substancial, porque en Chile se tiene un Estado con
bastante iniciativa, un mercado bastante dinámico, pero una sociedad bastante inerte”.
En México, Constantino Toto[10], expresa que: “Por regla general, cuando se habla de
participación ciudadana, inmediatamente se tiende a referirla al estrecho ámbito del
ejercicio del sufragio y al cumplimiento de un conjunto de obligaciones que constituyen el
marco de referencia más general de las relaciones entre individuos y sistema político”.
Refiere el autor que una de las preocupaciones clásicas de la reflexión politológica y de la
sociología política ha sido la búsqueda y exploración de los mecanismos de inclusión de
los individuos, en tanto miembros de una comunidad política dada, en la gestión, el
control y la toma de decisiones que generan esquemas vinculantes.
Para Mellado Hernández[11], la participación ciudadana es: “Una actividad orientada a la
elección de los gobernantes, pero no sólo se concreta a ello sino que también contribuye
a influir en las decisiones que éstos toman en nombre de la sociedad, al mismo tiempo
que ayuda para aportar ideas que contribuyan para llevar a cabo de una manera
satisfactoria sus demandas. La noción de participación ciudadana se reserva a la relación
que existe entre los individuos y el Estado, relación que pone en juego el carácter público
de la actividad estatal”.
Añade que la “Participación cotidiana del ciudadano en decisiones y ejecución de las
mismas que atañen a su vida cotidiana es la democracia participativa”. Por esa razón,
refiere que la participación es un componente central de la democracia, pues suele
considerarse que el primer escalón de la misma es el voto, en tanto derecho universal de
los ciudadanos a elegir a sus representantes, la participación agrega a esta forma de
gobierno su capacidad de ser gobierno de todos los ciudadanos”.
Atendiendo a tales razones, podemos colegir que la participación ciudadana no reemplaza
la participación política, sino que tiene objetivos y acciones diferentes que otorgan un
sentido pleno al concepto de ciudadanía; es decir, que más allá del derecho al voto, los
habitantes serán ciudadanos en tanto tengan acceso a bienes y servicios básicos,
algunos reconocidos como derechos constitucionales.
En síntesis, se puede afirmar que la participación ciudadana vendría a ser la capacidad
que tiene la sociedad de involucrarse en la cosa pública para aumentar su grado de
influencia en los centros de decisión y ejecución, respecto a las materias que son de su
interés; aunque en nuestro país se observa un desinterés por no participar en los asuntos
públicos, lo que puede deberse al creciente desprestigio de las Instituciones y de los
propios Partidos Políticos. El sondeo de opinión elaborado por el IOP[12] nos puede dar
una idea de la situación que vive el país:
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III. LA PARTICIPACION CIUDADANA EN LAS SOCIEDADES MODERNAS
¿Pero cómo funciona esa participación en las sociedades modernas? Diremos que
funciona de acuerdo con el entorno político y con la voluntad individual de quienes
deciden participar y que no hay recetas porque en cada país la participación adopta
formas distintas. La respuesta podría considerar los motivos individuales de cada una de
las personas que, en un momento dado, toman la decisión de participar en los asuntos
públicos. Pero también se tendría que tomar en cuenta las condiciones políticas que
rodean esa participación: Las motivaciones externas que empujan o desalientan el deseo
de formar parte de una acción colectiva, y el entramado que forman las instituciones
políticas de cada nación. La participación entendida como una relación “operante y
operada”, como lo diría Hermann Heller[13], entre la sociedad y el gobierno:Entre los
individuos de cada nación y las instituciones que le dan forma al Estado.
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Albán Peralta[14], sobre el derecho de participación ciudadana, opina que: “Constituye un
derecho fundamental recogido en la Constitución de 1993, y como tal un derecho de los
individuos frente al Estado”. Agrega que resulta inconcebible una democracia que
desconozca a los ciudadanos su “Derecho a intervenir en los distintitos ámbitos de la
esfera pública, no solo porque ello resulta una manifestación directa de la dignidad
humana, sino porque tal participación supone una garantía indispensable para la
realización de otros derechos fundamentales y condición básica para el control de la
actuación del Estado”.
Puede decirse, entonces, que en el ámbito político el derecho de participación ciudadana
faculta a las personas para intervenir en la formación de la voluntad estatal y en los
órganos e instituciones del Estado, lo que comprende el derecho a elegir y ser elegido, así
como recurrir a mecanismos de participación directa de remoción o revocación de
autoridades, iniciativa legislativa y referéndum.
También hay que destacar que la participación ciudadana y en particular la participación
política constituyen derechos humanos reconocidos en diversos instrumentos
internacionales, como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue
incorporada al ordenamiento jurídico por Resolución Legislativa Nº 13282 de fecha 19 de
diciembre de 1959 y cuyo artículo 21º expresa que:”Toda persona tiene derecho a
participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes
libremente elegidos”.
Incluso, el artículo 30º de dicha Declaración Universal estatuye que: “Nada en la presente
Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a
un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos
tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración”[15].
En el caso del Perú, al haberse producido un autogolpe de Estado en 1992, y con la
finalidad de dar muestras de ser no ser un gobierno autoritario, el Gobierno de turno
promulgó la Ley Nº 26300, Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadano
(1994), la cual supuestamente facultaba a los ciudadanos ha ejercer los derechos
siguientes:
a) Iniciativa de Reforma Constitucional;
b) Iniciativa en la formación de las leyes;
c) Referéndum;
d) Iniciativa en la formación de dispositivos municipales y regionales; y,
e) Otros mecanismos de participación establecidos por la presente ley para el ámbito de
los gobiernos municipales y regionales.
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Respecto a derechos de control de los ciudadanos, establecía:
a) Revocatoria de Autoridades,
b) Remoción de Autoridades;
c) Demanda de Rendición de Cuentas; y,
d) Otros mecanismos de control establecidos por la presente ley para el ámbito de los
gobiernos municipales y regionales.
No ajeno a su naturaleza, y dadas la intenciones de perpetuarse en el poder, el Gobierno
de entonces promulgó las Leyes Nº 26592 y 26670, que restringieron el derecho al
referéndum, normando que solo procedía si el pedido contaba con los dos quintos del
número legal de Congresistas (38 legisladores). Recuperada la democracia, en el año
2001, se promulgó la Ley Nº 27520, que dispuso se restituya la plena vigencia de la Ley
Nº 26300, Ley de Participación y Control Ciudadano, es decir que se eliminaron las
cortapisas para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho de participación libremente.
Y, como tener una democracia auténtica? Sobre el punto, Cedeño Araujo[16] plantea
una tesis referente a los principios fundamentales que debe tener toda auténtica
democracia: “La interrelación del ser humano con las instituciones sociopolíticas del
Estado originó la existencia del ciudadano. Las relaciones entre el ciudadano y el Estado
comprometen beneficios mutuos. El ciudadano se compromete a respetar las leyes y el
Estado a garantizar con estas leyes los derechos del ciudadano”. Por tanto, afirma que “Si
el Estado no garantiza la protección de los derechos del ciudadano, estaría incurriendo en
violación de los fundamentos esenciales de la democracia”.
Conceptúa que: “Es el pueblo el que hace al Estado y no el Estado el que hace al pueblo.
No es lo mismo entender el ideario del predominio del EstadoPueblo como el principio y
el fin fundamental de la democracia; que creer que el Gobierno de turno, por haber sido
elegido al amparo de las ideas de la democracia, pueda sustituir al Estado Pueblo”. Para
una mejor comprensión de su tesis, define al EstadoPueblo como: “La comunidad de
mujeres y hombres en condición de ejercer con libertad el derecho de la
autodeterminación.[17] El Estado Pueblo debe garantizar el imperio de la equidad de los
deberes y derechos políticos que permita ejercitar el derecho del sufragio para elegir al
Gobierno que los represente y resuelva la problemática de la gobernabilidad con una
coherente política tributaria y con una administración honesta de la hacienda pública, a fin
de gobernar con equidad y justicia, para cumplir y hacer cumplir los deberes y los
derechos contractuales de toda la ciudadanía, sin distinciones jerárquicas, ideológicas,
religiosas, sociales, económicas u otras”.
Norberto Bobbio[18], por ejemplo, ha escrito que la verdadera democracia de nuestros
días ha dejado de cumplir algunas de las promesas que se formularon en el pasado y ha
culpado a los partidos políticos de haberse convertido en una de las causas principales de
esa desviación. Pero antes que él, otros intelectuales ya habían advertido sobre la
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tendencia de los partidos a convertirse en instrumentos de grupo más que en portadores
de una amplia participación ciudadana. Y ahora mismo, uno de los problemas teóricos y
prácticos de mayor relevancia en las democracias occidentales consiste en evitar que las
grandes organizaciones partidistas se desprendan de la vida cotidiana de los ciudadanos.
Al final del siglo XX, han vuelto incluso los debates sobre los mandatos imperativos que
acompañaron el surgimiento de los primeros atisbos de democracia. Y han nacido también
dudas nuevas sobre el verdadero papel de los partidos políticos como conductores
eficaces de las múltiples formas de participación ciudadana que se han gestado en los
últimos años. De ahí, que no pocos autores hayan acabado por contraponer los términos
de representación y de participación como dos vías antagónicas en la construcción de la
democracia. ¿Pero realmente lo son?
Para Cedeño, la democracia para estos tiempos exige que el pueblo ejercite una
auténtica participación[19] y predominio soberano en el gobierno político del Estado.
Exhorta que: “Si la familia no aprende a vivir en democracia, la sociedad jamás aprenderá
a cultivar una auténtica democracia participativa. La población prodemocrática debe
promover programas de enseñanza escolarizada y no escolarizada que enseñen los
principios básicos de políticas comparadas que liberen al educando de los colegios y
universidades del vil resentimiento de los politicastros que no admiten ni respetan el
triunfo de los elegidos democráticamente por el Estado Pueblo. Es necesario que
nuestras juventudes se capaciten y desarrollen una responsable concienciación de
valores morales, éticos y cívicos del electorado para compartir responsabilidades en las
organizaciones cívicas sin obedecer consignas partidistas para participar
progresivamente como buen vecino”. Finaliza sentenciado que: “Una democracia
auténtica para estos tiempos debe ser el sistema de gobierno que consagre
permanentemente la soberanía del Estado Pueblo sobre el Gobierno elegido”.
En cuanto a los estímulos para que una persona participe en los asuntos colectivos,
Merino[20] dice: “Es verdad que mientras más estímulos políticos reciba una persona de
su entorno inmediato, más inclinaciones tendrá a participar en asuntos colectivos y más
profunda será su participación. Pero esto no significa que esos estímulos producirán una
especie de reacción automática de los individuos: para que se produzca la participación,
es imprescindible que haya una relación entre ellos y las necesidades, las aspiraciones o
las expectativas individuales”.
Al mismo tiempo, el autor recomienda tener en cuenta que, aunque esa relación opere con
claridad, un exceso de estímulos puede causar un efecto contrario a la voluntad de
participar, como lo han sostenido otros autores, que subrayan la relevancia de este punto:
Estimular la participación no significa saturaría de mensajes y discusiones, sino hacer
coincidir sus intereses individuales con un ambiente propicio a la participación pública.
En ese sentido, estimamos que el Foro del Acuerdo Nacional, creo el Grupo de
Gobernabilidad (2005) con el propósito de reflexionar sobre los múltiples factores que
inciden en la gobernabilidad democrática y elaborar propuestas que contribuyan a
fortalecerla. Las Propuestas Generales fueron:
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1.1 Esta tarea, que compete al gobierno, a los partidos políticos y a la sociedad
civil, incluyendo en ésta a los medios de comunicación, requiere el logro de la
cohesión social indispensable para la estabilidad institucional. Si bien las políticas
de Estado, el Pacto de Mediano Plazo por la Inversión y el Empleo, el Pacto Social de
Compromisos Recíprocos por la Educación y, en general, los diferentes acuerdos
adoptados por el Foro, constituyen aportes en la dirección señalada, el Grupo de
Gobernabilidad considera necesario proponer diversos mecanismos que
1.2 En ocasiones, el descontento con relación a la democracia se debe a un
inadecuado nivel de información sobre cómo y con qué propósitos se ejecutan las
políticas públicas o se toman decisiones en los poderes del Estado. Por ello se debe
tomar en cuenta las percepciones sociales sobre diversos asuntos, por ejemplo, la
relación entre la inversión privada y la satisfacción de demandas sociales; la prevención y
resolución de conflictos que afectan el orden público; la relación entre la demanda urgente
y la capacidad de gasto público; el conflicto entre la medicina occidental y la medicina
tradicional, entre otros.
1.3 Otro elemento, que gravita en el descontento es el incumplimiento de las
promesas. Se trata tanto de las realizadas durante las campañas electorales, como de
aquellas que las autoridades realizan como medio de resolver coyunturalmente algún
reclamo.
1.4 El clima de desconfianza predominante está asociado a la falta de
transparencia y a la corrupción. Estas afectan al sistema político y sus decisiones y
actividades, particularmente en el ámbito económico, bajo las formas de contrabando,
narcotráfico, evasión tributaria, contratos fraudulentos y amañados y patrocinio indebido
de intereses privados.
1.5 Debe promoverse la participación ciudadana en los asuntos públicos. Debe
fortalecerse y hacer más viables los mecanismos que han demostrado ser eficaces, como
la elaboración de presupuestos participativos, la rendición de cuentas, la remoción de
autoridades regionales y locales, entre otros.
1.6 Es necesario que la política recupere credibilidad, una obligación que no sólo
corresponde a los políticos. Esto será resultado no sólo de actos personales sino de
una modificación sustancial de la cultura política con un alto componente ético, que tome
en cuenta al ciudadano como ser humano y que obligue a acciones como: No prometer lo
que no se puede cumplir, garantizar tanto el derecho a protestar como el de libre tránsito,
aplicar mecanismos de solución concertada de las demandas sociales, combatir la
demagogia populista que se expresa en la formulación tanto de ofrecimientos como de
demandas sin sustento, adoptar decisiones racionales y sostenibles, entre otras.
Parafraseando a César Vallejo, tendremos que decir: Hay hermanos, muchísimo que
hacer; para entender la dinámica de la democracia, pero un hecho irrefutable es que, sin
la participación ciudadana, sencillamente la democracia no existiría.
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(*) SANTIAGO GRAU LEON, abogado, con estudios de Maestría en Gestión Municipal
y Desarrollo Local y estudios de Doctorado en Derecho. Actual Asesor Legal de la
Subgerencia de Medio Ambiente de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
[1] Ministerio de Justicia (2005) Colección Constitucional Peruana, Tomo I, Primera
Edición Oficial, pág. 17.
[2] Ibídem, pág. 163.
[3] La Ley Nº 28611, Ley General del Ambiente, promulgada con fecha 151005,
derogó el Decreto Legislativo Nº 613, que aprobó el Código del Medio Ambiente y los
Recursos Naturales.
[4] Andaluz, Carlos – Valdez, Walter (1999) Código del Medio Ambiente y los
Recursos Naturales, Proterra, Lima, pág. 62.
[5] Ministerio de Justicia, ob. cit. pág, 271.
[6] Gaceta Jurídica S.A. (2006) La Constitución en la Jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, Expediente Nº 09052001AA, Fundamento Jurídico 5, pág. 144.
[7] Ibídem, Expediente Nº 000302005AI, Fundamento Jurídico 22, pág. 324.
[8] Real Academia Española (2001) Diccionario de la Lengua Española, Vigésima
Segunda Edición, España, pág 1145.
[9] Cabanellas Guillermo (1996) Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, Tomo
II, Editorial Heliasta SRL, Buenos Aires, Argentina, pág. 153.
[10] Baca Olamendi, Laura (2000) Léxico de la Política, FLACSO, México, pág. 509
510.
[12] Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica, Encuesta Nacional La
Cuestión Política y la Democracia de fecha 14 de junio del 2008.
[13] Heller, Hermann, Teoría del Estado, Fondo de Cultura Económica, México, 1942.
[14] Albán Peralta, Walter (2005) La Constitución Comentada Análisis artículo por
Artículos, Tomo I, Gaceta Jurídica S.A., pág. 181183.
[15] Ministerio de Justicia (2001) Constitución Política del Perú y Tratados sobre
Derechos Humanos, Cuarta Edición Oficial, pág. 384.
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[16] Cedeño Araujo, Claudio (1998), Una democracia para estos tiempos, Colección
Lucidario Nº 065.
[17] Cedeño Araujo, Claudio (1988), en El Derecho a la Autodeterminación: “La
autodeterminación es un derecho ingénito que se sustenta en el Libre Albedrío que Lo
Dios concedió a todos los seres creados”, Colección Lucidario Nº 32, Pucallpa, Perú.
[18] Bobbio, Norberto (1986), El futuro de la democracia, Fondo de Cultura Económica,
México, pág. 1626.
[19] Participación: es el derecho de participar en los asuntos públicos y privados que
implican deberes y derechos compartidos. Los politiqueros y politicastros, encubiertos en
el argumento del “democracia representativa”, han venido excluyendo al Estado Pueblo
del inalienable derecho de participación en la supervisión y fiscalización de los actos que
sus representantes ejecutan sin su consentimiento.
[20] Merino Huerta, Mauricio (1995) La Participación Ciudadana en Democracia,
Instituto Federal Electoral, Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, México.
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