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Marta H. Ventre
El mundo moderno se sostiene en la vida urbana, propio de una sociedad dinámica regida por
el valor del dinero y del conocimiento racional. Se instituye el concepto de “ciudadano”, nueva
forma de definir al sujeto social propia del pensamiento filosófico y político de la época. Se
expande el conocimiento científico, el saber técnico y las ciencias humanas. Se despliega la
creencia en el progreso, la acumulación del conocimiento y la verdad del saber que se
sostiene en un fundamento único: la razón. Desde esta concepción todo tiene un origen, un
desarrollo y una finalidad que dirige las acciones hacia su perfección, respondiendo los hechos
a un sentido universal. Este nuevo sistema consolida las ciencias positivistas y amplia y
sistematiza los conocimientos alrededor “de la naturaleza humana”, que impulsan el desarrollo
de diversas disciplinas y la paulatina democratización del conocimiento.
El estado moderno organiza un sistema jurídico del cual se constituye en garante, legitimando
nuevas figuras legales y políticas acordes con las nuevas condiciones económicas. Establece
relaciones contractuales y laborales donde aparecen formas desconocidas hasta entonces: El
“contrato” entre “hombres libres” y el salario.
En este nuevo sistema no todos pueden establecer contratos ni son considerados ciudadanos
libres. Los considerados insanos y delincuentes estarán encerrados en organizaciones nuevas
y específicas: así nacen los manicomios y las cárceles y el concepto de “asilados”. También
los mendigos estarán en espacios definidos a cargo de las asociaciones de beneficencia y
formarán parte de la población “asistida”, (ahí se despliegan relaciones de sujeción y un
organigrama de poder que se puede encontrar, con variantes, en el principio de organización
de otras instituciones, como cuarteles, fábricas, escuelas, etc.)[1]. “Devela la función objetiva
de regulación social que estas organizaciones cumplen en ese momento histórico”[2]. Las
mujeres con igual estatus que los niños, carecerán de derechos y estarán bajo la tutela del
padre o del varón jefe de hogar.
Esta nueva organización social se legitima, por una parte, por la construcción de consensos
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Lo que se llamó el “Estado de Bienestar” no surgió de la nada. Intentó dar una respuesta a las
luchas de los explotados por mejores condiciones de vida y compensar, en parte, las
desigualdades provocadas por las condiciones económicas y contractuales que se instituyeron.
Era una respuesta a la posible desintegración social, instaurando cierto nivel de solidaridad que
amortiguara los efectos de los cambios tecnológicos- productivos y de la rapacidad de los
grupos hegemónicos.
Aparecen nuevas formas de legalidad familiar, en tanto la nueva burguesía le otorga una
enorme importancia a la salud de su descendencia, que implican cambios tales como:
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Estas nuevas formas de organización determinaron la vida de “la familia burguesa”, integrada
inicialmente por los nuevos grupos hegemónicos. Entre tanto, la mayor parte de la población
vivía hacinada y por la precariedad de sus ingresos trabajaban, en condiciones de enorme
explotación, todos los integrantes del grupo familiar.
Durante fines del siglo XIX y comienzo del XX entra en crisis el dogma del “fundamento único”.
Se abre el pensamiento occidental al cuestionamiento del proyecto unitario positivista y su
utopía. La idea de totalidad y la universalidad de una verdad absoluta caduca. Al perderse la
lógica del orden racional único, aparecen las múltiples lógicas y racionalidades “locales”. Las
luchas, resistencias y denuncias de aquellos grupos que se consideraban excluidos, reprimidos
y sometidos por el conjunto de significaciones hegemónicas, (feministas, étnicos-raciales,
proletarios y de liberación nacional entre otros), estimulan reivindicaciones y propuestas que
permiten ocuparse de problemáticas que eran despreciadas en las décadas anteriores.
Los grupos feministas concentraron sus críticas al patriarcado y la división sexual del trabajo; el
sector asalariado cada vez más demandó mejores condiciones laborales y aumento de sus
remuneraciones, expresando su insatisfacción a través de huelgas, boicoteando la producción,
ya sea confeccionando mercancía defectuosa o provocando accidentes. La expansión en
salario social a la que se vio obligado el Estado y las asociaciones empresarias, debido a los
reclamos de estos grupos, hizo que se repensara en la ética del trabajo y que se cuestionara al
estado benefactor.
Otro aspecto fue la radicalización estudiantil. Un movimiento que se le unió a éste fue el
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ecológico, que criticó la cultura, el valor de las prácticas y el modo de vida que proponía el
sistema, denunciando los daños y la depredación del medio ambiente que se llevaba a cabo.
Esto no ocurre sólo como producto de las transformaciones en el orden doctrinario, sino que los
cambios que se producen también son consecuencia del impacto conjunto de la expansión de
la producción científica y las tecnologías de la información-comunicación.
Se acuña el término “posmoderno” que apuntaría, según los autores que lo utilizan, a
caracterizar el momento histórico que corresponde al llamado “Capitalismo Tardío”, en que se
instituyen valores, creencias y formas de vida social distintos que las propias del período
denominado modernidad, donde el voluntarismo integrador en el que se inspiraban las
estrategias del Estado son sustituidas por una lógica ajena a la reparación y la reintegración
social.
La crisis de las nociones y valores propios del pensamiento “moderno” implica una
transformación que modifica categorías de pensamiento, creencias y formas institucionales.
Los alcances de estos cambios pueden dimensionarse en todos los ámbitos sociales. En las
organizaciones será observable la yuxtaposición de dispositivos, finalidades, formas nuevas,
conviviendo junto con otras propias del período anterior.
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Se produce el pasaje del Estado llamado “de bienestar”, que explicitaba que sus funciones
eran garantizar la equidad de los contratos colectivos, ocuparse de preservar la salud y la
educación pública, el cuidado de los ancianos y la asistencia a la población, a un Estado
ausente, que ni retóricamente se plantea tales objetivos, que privatiza sus actividades y deja
librado a la “economía de mercado” y sus efectos a grandes contingentes humanos, sin
protección laboral ni sanitaria alguna. La reconversión económica excluye a cientos de miles de
sujetos que construyeron su subjetividad en la creencia del valor del trabajo y la educación,
como garantía de ascenso social, en un proceso a lo largo de generaciones.
¿Cuáles son las relaciones laborales que propone el “mercado”? Una empresa de Texas, que
quiere expandirse en América Latina, sólo emplea a menores de 32 años, de raza blanca,
educación universitaria, bilingües, con sentimientos religiosos claros, sin hábito de fumar ni
afiliación sindical. El contrato que firman indica que la empresa puede despedirlos en cualquier
momento y si ellos renuncian, en tres horas deben abandonar sus oficinas.....[7]
a) Servicios rutinarios de producción (Las llama “tropa del capitalismo”). Virtudes: ser
puntuales y dóciles. Se incluirían en esta categoría las tareas mecánicas y rutinarias.
c) Tener velocidad y preparación (actuar con diligencia para superar a los competidores).
e) Los negocios, al igual que la guerra, es una contienda de voluntades, dinámica y acelerada.
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g) La clave para “capturar mercado” es la ofensiva indirecta, para dar un golpe más sustancial.
No es extraño entonces que la solidaridad colectiva haya sido reemplazada por luchas entre
lobbies corporativos que intentan aumentar o preservar sus propios beneficios, países que
rivalizan entre ellos para “atraer las inversiones” y la competencia feroz entre quienes tienen el
“privilegio” de trabajar y los que fuera del circuito laboral esperan reemplazarlos (para el año
2020, se calcula que el 2% de la fuerza laboral podrá satisfacer la demanda total). Reaparecen
formas exacerbadas de nacionalismo, racismo y xenofobia en distintos puntos del planeta.
La competición por el trabajo va acompañada de una competición en el trabajo, que hay que
intentar conservar a cualquier precio contra la amenaza del despido, disminuyendo
drásticamente las oportunidades laborales. Se degradan las condiciones de trabajo y aumenta
la desocupación y la precariedad laboral. “Esta se inscribe en un modo de dominación social,
obligando a los trabajadores a la aceptación de formas de empleo acordes con los criterios
económicos globales”[10].
Las propias empresas colocadas bajo la misma intimidación que los trabajadores, tienen que
ajustarse de manera cada vez más rápida a las exigencias de los “mercados”, so pena de
“perder la confianza” de los accionistas, inversores, fondos de dinero e instituciones macro
nacionales que “califican” su “competitividad”. Estos son los que imponen criterios en materia
de qué y dónde se produce, a quienes se contrata, cuánto se les paga y que conocimientos se
exigen, instituyendo un nuevo criterio: la formación permanente. Estos parámetros se
generalizan a todos los ámbitos sociales y los sujetos están “obligados a demostrar su
“flexibilidad” para adecuarse a nuevos aprendizajes según la conveniencia de las empresas,
provocando un sentimiento de inseguridad y de “indignidad” hábilmente convertido en sistema
de control social”[11].
Para Peter Totterdill, integrante del Gobierno inglés, los economistas y políticos se confunden
cuando hablan de flexibilidad, puesto que hay una flexibilidad "numérica" y otra "funcional". Hoy
se apuesta a la primera, lo cual se traduce en el poder absoluto que tienen los empresarios
para disponer de medios y hombres. La flexibilidad numérica está en las antípodas de los
criterios de aquellos que pretenden un concepto diferente de "competitividad". Señala que se
está dando una modernización sin transformación. La paradoja parece ser ésta: este momento
que supuestamente se caracteriza por el fin de la época de la "verticalización" de la producción,
no logra que concluya la “verticalización” en la toma de decisiones de las cúpulas patronales.
Robert Castel considera fundamental la relación existente entre el trabajo y la inserción social.
De acuerdo con la investigación que este autor llevó a cabo en Francia establece :
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b) Zona de vulnerabilidad: corresponde a los que con trabajo precario tienen una inserción
social frágil.
c) Zona de des-afiliación: propia del desocupado que muestra una tendencia marcada al
aislamiento y a la pérdida de lazos sociales.
Desde este punto de vista si antes los trastornos mentales eran más bien asociados con
aspectos emocionales singulares, hoy se vinculan con la pérdida del trabajo, la subocupación,
el desalojo, la incertidumbre económica y los cambios vertiginosos que desestructuran a los
sujetos. La pérdida del soporte colectivo de pertenencia y el reconocimiento de los otros
provoca nuevas formas de enfermarse.
Los ritmos y modelos que impone a la cotidianeidad las nuevas condiciones laborales ha
maquinizado el quehacer urbano, estimulándose a través de los dispositivos mediáticos la
aceptación de los nuevos valores centrados en el consumo, la importancia del “mercado” y la
hiperactividad. Acorde con ellos la noción de ciudadano es “reemplazada” por la de “cliente”
o “consumidor”.
Doble discurso que por un lado estimula el gasto y la adquisición permanente de distintos
objetos y por otro apunta a la disminución de los ingresos de gran parte de la población, la cual
cuenta sólo con los recursos suficientes para la subsistencia, acotándose la posibilidad de
proyectar en el mediano o largo plazo, ya que para muchos no parece posible aspirar al
cambio de su situación como consecuencia de su trabajo y su propio esfuerzo.
Estas transformaciones han provocado que se modifiquen las relaciones entre espacio público
y privado, devaluándose el espacio público como tal y estimulándose su privatización. Aquellos
espacios colectivos “poco rentables” son descuidados, degradándose por la falta de atención y
cuidado de las instancias estatales. La ciudad se va transformando en el imaginario de la
población en un “territorio” exterior, ajeno y peligroso, debilitándose o desapareciendo la
responsabilidad singular y colectiva sobre la misma.
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Se fragmentan así los lazos que unían a la gente con su trabajo, su entorno, su comunidad y su
historia. El barrio, que para amplios grupos humanos servía de anclaje a estilos de vida y
valores compartidos -muchas veces alrededor de una industria o actividad productiva- donde se
organizaban redes de contención afectiva, intercambios y solidaridades, tienden a quebrarse
por el cierre de esas fuentes de trabajo o la modificación de las formas contractuales que se
instituyen.
No obstante, en los espacios micro se presentan distintas formas de respuesta de los actores
institucionales. Aparecen prácticas y lazos sociales con características novedosas, como
modos de resistencia al desarraigo y la falta de trabajo. Intentos colectivos para subsanar o
disminuir los efectos de la devastación social. Ejemplo de esto es en los suburbios más pobres
las redes solidarias que se organizan, entre los propios afectados por la desocupación y la
precariedad laboral, muchas veces con la ayuda de ONG[12] y otros grupos solidarios.
Foucault consideraba que todo uso del espacio geográfico da cuenta de un pensamiento
“estratégico”, y es el terreno donde se entrecruzan diversas prácticas políticas[13]. Se puede
pensar, desde este punto de vista, que estas tramas colectivas ofrecen la posibilidad de que
aparezcan en los intersticios del sistema grupos alternativos, cuya potencialidad enunciativa
puede permitir diversas formas de organización y resistencia a la exclusión social; propiciando
no sólo reivindicaciones específicas sino también nuevos proyectos de largo alcance e inéditas
modalidades de lucha.
Félix Guattari imaginaba una ciudad donde sus habitantes para salir de sus casas, de su calle,
de su barrio, necesitarían una tarjeta electrónica que les autorizara pasar de un sector a otro.
Forma de control que localiza la posición de cada uno, como de un animal en una reserva,
estableciendo límites tan eficientes como invisibles, diagramando recorridos y horarios
autorizados o prohibidos.
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Se producen actos de violencia social que se juzgan a primera vista como gratuitos, feroces,
donde víctimas y verdugos se confunden. Puede ser la toma de rehenes y los “justicieros” en
Buenos Aires o las bandas nazis que apalean inmigrantes en Europa o las matanzas
indiscriminadas llevadas a cabo por adolescentes y niños en Estados Unidos. Lo que en otro
momento hubiera sido sorprendente por su rareza hoy forma parte de la vida cotidiana, siendo
sus protagonistas de diferentes edades e inserción social. Si desde lo social el principio de
alteridad desaparece y el sentimiento de desamparo aumenta, las tendencias destructivas
hacia los otros se refuerzan, siendo destituidos de su condición de semejante. Así la violencia
que produce el sistema atraviesa todo el campo social.
Se instala un discurso xenófobo que pone el acento sólo sobre las conductas violentas de
aquellos que no pueden adaptarse y quedan marginados en este nuevo contexto social. Se
pide más “seguridad”, que se controle “la inmigración clandestina”, (recordemos en nuestro
país las persecuciones que han padecido cíclicamente paraguayos y peruanos, soportando
allanamientos humillantes, cacheos públicos, etc., convertidos políticamente en responsables
de la desocupación que afecta a nuestra población); que se aumenten las normas represivas
(se presiona para que los legisladores promulguen leyes más duras), se intensifican los
requerimientos de “tolerancia cero” hacia “los delincuentes”, etc. Foucault ya había señalado
que mostrar a los delincuentes como peligrosos, no sólo para los ricos sino también para los
pobres, es de utilidad política porque permite manejar el miedo y la hostilidad de la población,
justifica el aumento de las instancias represivas y simultáneamente da beneficios económicos a
ciertos grupos en tanto se crea alrededor de la organización carcelaria diferentes fuentes de
ingresos[16]. Dispositivos que se van modificando según las épocas pero apuntando a los
mismos objetivos.
¿La temporalidad puede sustraerse a esta lógica? La relación entre la experiencia del tiempo y
las condiciones objetivas que las posibilita está tan naturalizada que pasa desapercibida.
“Cuando el vínculo entre el presente y el futuro por la precariedad o la falta de un ámbito
laboral, económico y simbólico se rompe, el sujeto pierde las coordenadas temporales que lo
conecta con los otros y con el mundo social. El tiempo vacío se opone al tiempo ocupado de
quien tiene una actividad con sentido económico y social; las condiciones de estabilidad que
posibilitan imaginar una trayectoria previsible para el futuro se oponen a lo provisorio y a la
incertidumbre de perder las posibilidades presentes. Esto anula las expectativas y coloca a los
sujetos en un presente continuo sin metas posibles”[17].
¿Cuál es el tiempo del que hablamos? Para la concepción actual más que nunca “el tiempo es
oro”. El ideal empresario se expresa en hacer negocios. Y los negocios no tienen horario y
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tampoco lugar específico. Por eso se hacen tanto en la empresa, como en el aeropuerto, el
almuerzo, el “country” y en cualquier día y hora. Un tiempo continuo e ininterrumpido para la
actividad laboral. Para los asalariados aparecieron nuevos términos que dan cuenta de los
“nuevos tiempos”. Se les solicita “flexibilidad”, dedicación “full time”, disminución de los
tiempos de descanso, tanto en el día como en la semana laboral.
“¿Qué mayor poder que el de aquellos que pueden controlar el tiempo y la actividad de los
otros? El ejercicio de la espera (de los otros) es una de las maneras privilegiadas de
experimentar el poder. Es tan efectiva en el plano singular como colectivo”[18]. Pensemos el
poder que implica modificar las posibilidades objetivas del tiempo dedicado al trabajo y al
descanso o aquellas que pueden provocar una modificación en los límites de edad para un
beneficio como podría ser la edad jubilatoria. Opera efectos directos sobre las aspiraciones
subjetivas de una población, que queda condenada a los efectos de la violencia simbólica de
aquellos que deciden unilateralmente sobre su vida.
Podríamos decir que esta nueva realidad social produce la ruptura y redefinición en todas las
formas institucionales, tanto en el orden de los vínculos intersubjetivos como colectivos.
Nuevos modos que adoptan el discurso, las representaciones y prácticas sociales, en tanto
productores de nuevas formas de subjetividad y matrices vinculares.
Los aspectos elegidos no tienen pretensión de generalidad, ya que se refieren a una cultura
constituida como territorios de diferente extensión, cada uno de los cuales puede operar con
lógicas de funcionamiento propio y distinto del que rige en otros y tener características de
enorme complejidad.
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discriminación de género es aún enorme, las luchas llevadas a cabo han logrado que las
condiciones de vida de la mujer se fueran modificando en los últimos 50 años. De todas formas,
en la mayor parte de los casos, se han agregado nuevas exigencias a las actividades
hogareñas tradicionales.
Las tecnologías científicas han permitido disociar la reproducción de las funciones sociales. La
fertilización in vitro, las madres “en alquiler”, los depósitos de semen, etc., proponen zonas de
experimentación con efectos todavía desconocidos tanto singulares como colectivos. Que una
mujer pueda tener un hijo sola sin saber quién es el padre, que los hombres puedan recurrir a
una mujer extraña para tener hijos provoca una ruptura entre biología y sistema social en la
reproducción humana. Así, el “modelo heterosexual” empieza a ser considerado un registro
sexual entre otros. De esa forma se va operando la paulatina “normalización” de la diversidad
sexual. La subjetividad construida en el marco de estos fenómenos experimenta modificaciones
profundas que todavía no podemos dimensionar en toda su magnitud y nos exige repensar
nuestros conocimientos teóricos, como así también los dispositivos y las prácticas instituidas.
Es interesante en este sentido las reflexiones del psicoanalista francés René Kaes, quien
considera que en este momento histórico la tendencia es a la amnesia de lo pasado y la
anulación del futuro. Se pregunta: “¿Qué efectos provoca esta situación en la asignación de
lugares y funciones entre las generaciones?, ¿qué respuesta se puede dar a los interrogantes
ineludibles tales como '¿de dónde venimos?, ¿qué somos? ¿dónde vamos?'”[20] Instala una
forma de ambigüedad y violencia simbólica que tiene consecuencias tanto en los sujetos
singulares como en el conjunto social, debilitándose las articulaciones y el valor de la propia
posición en el orden de las filiaciones.
En tanto a los niños se los ha convertido en “un producto de consumo”[21] a los ancianos, por
improductivos, “no se los escucha en las investigaciones de mercado”[22], siendo objeto de
maltrato y sufriendo abandono y soledad.
Los sujetos de esta forma pueden terminar mimetizados con los objetos. Se intenta transformar
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a los seres humanos en aparatos, donde el trabajo biológico, social y psicológico que los define
en tanto tales sea suprimido, deshecho. Pensemos en la industria de las cirugías, - dirigido a un
sector con recursos suficientes para acceder a estas tecnologías médicas - que intenta
satisfacer la ilusión de cuerpos eternamente jóvenes y bellos, que los convierte en un
ensamblaje de piezas, trozos, pedazos, a medida del “consumidor”. El economista Kenneth
Galbraith ofrece una interpretación económica de la importancia de lo que él denomina “La
Industria” de la cirugía y los tratamientos de belleza: “...está dirigido fundamentalmente a las
mujeres en su papel de consumidoras, siendo esencial su papel en el desarrollo de la sociedad
capitalista. Si una conducta es esencial por razones económicas se la transforma en una virtud
social”[23].
En este mismo sentido se han modificado las modalidades alimenticias. Por un lado hiper oferta
de alimentos, por otro los modelos sociales que proponen figuras humanas de excesiva
delgadez, incitando la búsqueda del peso “perfecto”. Así, mientras para sectores importantes
de la población su problema consiste en que no tienen lo suficiente para comer, para otros las
dietas se constituyen en una preocupación ligada con la apariencia física y el peso deseable.
El supermercado reemplaza a los negocios minoristas. Las góndolas, con todos los productos
envasados o herméticamente cerrados, sustituyen a los mostradores con la mercadería a la
vista, cortada en el momento. Los productos informan “su contenido graso” si es o no “bajas
calorías”, aditamentos diversos como “contiene hierro”, “con vitamina C” o “evita el
colesterol”, etc. Cuanto más química e industrial su producción, más énfasis en sus cualidades
nutritivas y sus características “naturales”. “Todo es “aséptico” y el personal parece por su
vestimenta más cercano al quirófano que a la venta de alimentos”,[24] mostrando el avance del
discurso médico en la vida cotidiana. Mientras el negocio barrial estimulaba la “charla”, el
supermercado promueve una ceremonia donde cada uno circula desconectado del resto.
¿Es extraño entonces que se haya pasado de una valoración de los propuestas colectivas a lo
que Lipovetsky llama “narcisismo social”[25]. “La ocupación del cuerpo por los dispositivos de
poder como la gimnasia, el desarrollo muscular, los tratamientos de belleza, la desnudez, la
exaltación del cuerpo bello, está en la línea que conduce al deseo del propio cuerpo”[26]
mediante un trabajo que se ejerce sobre todos. No se trata ya de jugar sino de lograr
“perfomance” y exactitud. La intención es convertirnos en “objetos en buena forma”.
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La ciencia, a partir de las nuevas tecnologías, intenta conocer y dominar los secretos del
cuerpo, “centrándose en la mecánica de lo viviente y los procesos biológicos, logrando
escudriñar los aspectos más ocultos de los procesos vitales”[28] y definiendo un poder que
invade la vida entera[29]. Abre por un lado enormes posibilidades de curación de dolencias,
aumento de las probabilidades de longevidad pero también manipuleo genético, monopolio
comercial de los descubrimientos obtenidos, “selección” de aquellos “mejor dotados” por
herencia y la exclusión de los que no lo sean. ¿Estaremos acercándonos al momento en que
se explique genéticamente las diferencias singulares y colectivas?
Junto al consumo de bienes se incorporan ideas, imágenes, modelos sociales, que con mayor
o menor contundencia son parte constitutiva de un sistema más general, recortando aspectos
de la realidad, seleccionando los temas, y estableciendo a través de la estética publicitaria
condensaciones, deslizamientos de sentido, naturalizaciones y construcción de modelos que a
diario incorporamos sin siquiera reparar en ellos.
Esta industria de la información hace posible que infinita cantidad de datos de diversa índole
navegue electrónicamente cada vez con mayor rapidez. El medio televisivo tiende a estimular
una ilusión de participación, cuando en realidad deja a quienes quedan bajo sus efectos como
meros receptores pasivos de imágenes y sonidos construidos bajo la estética del video clip y la
repetición incesante de ciertas narrativas, acordes con los nuevos dispositivos de poder.
En cuanto a los medios de transmisión por cable y satélite, ¿cómo afectan la estructura social y
las relaciones e intercambios singulares? La aparición de experiencias virtuales, instituyen
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nuevos códigos de intercambio. Del cuerpo a cuerpo y del cara a cara pasamos a la “realidad
virtual”, (donde el eje es la distancia y muchas veces el anonimato en los encuentros), y
simultáneamente la posibilidad de comunicarse con puntos del planeta y grupos humanos que
sin estos cambios tecnológicos serían impensables. Para las jóvenes generaciones sus
subjetividades se van constituyendo con relación a estos flujos de imágenes e información y lo
virtual se convierte en un sustituto de la propia experiencia.
La Red satelital es un invento que abolió la diferencia entre emisor y receptor al establecer
cierta igualdad de posibilidades para sus usuarios, logrando el acceso a una enorme cantidad
de fuentes de información, como así también a una cantidad ilimitada de personas. Pero
también la posición en la red define las condiciones materiales de existencia de cada país o
región, modificando el tejido social tanto de los países participantes como de sus instituciones y
sus poblaciones.
La propagación de imágenes y mensajes por medios satelitales permite que los propietarios de
los mismos tengan a su disposición una capacidad tecnológica que les permite ejercer una
enorme vigilancia sobre todo el planeta. Por ejemplo: hay denuncias de muchos países acerca
de las actividades de espionaje comercial que se llevan a cabo. No sólo se pueden descifrar
los mensajes enviados por correo electrónico, escudriñando la vida privada de los sujetos, sino
también espiar a gobiernos y empresas que puedan tener emprendimientos y proyectos que
compitan con los propios, comprar y vender información a quien pueda pagarla, acerca de
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El ensayista italiano Umberto Eco sostiene que el poder ya no está en la punta de los fusiles
sino en los chips de las computadoras[33] (en realidad, está en ambos, según las
circunstancias).
Las formas de resistencia que han surgido y que se han puesto en práctica, frente al poder de
estas mega corporaciones internacionales, están constituidas por una nueva población virtual:
los hackers, quienes distribuidos sin organización alguna por el mundo, intentan demostrar la
fragilidad de estos supra poderes, desafiando los códigos de seguridad que instituyen.
También van apareciendo movimientos sociales que intentan recuperar algún control sobre
estos acontecimientos colectivos, al denunciar el uso que se hace de estos dispositivos
satelitales para invadir la privacidad de las poblaciones, logrando que se establezcan algunos
mecanismos que preserven el derecho a la intimidad de las personas.
¿Cómo podrían surgir modelos institucionales articulables con esta “lógica del sin sentido?”
¿Qué efectos son esperables que provoque el sometimiento de las mismas a las leyes del
“mercado”? Para Frederic Jameson[34] el capital es totalizante en el orden macrosocial y
fragmentador en el orden de la subjetividad. Al instituirse una racionalidad funcional centrada
en el espacio tecno-económico, con la exigencia de que todas las demás dimensiones deben
supeditarse a ella, su dirección tiende a reducir todo a la experiencia inmediata. ¿Se ha
abandonado la pretensión racional y objetivadora como único fundamento universal, propio de
la modernidad, y se intenta reemplazarla por la exigencia globalizadora del valor del mercado?
Frente a esta situación podemos quedarnos en la queja estéril, recordando con nostalgia el
pasado o hacer frente a las contradicciones a las que nos somete el “ajuste” destructivo del
“mercado”. Abrir el cuestionamiento a los instituidos sociales pero también interrogar los
efectos que provoca en nuestras propias prácticas e intercambios cotidianos.
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Los defensores del status quo siempre elaboraron una imagen del futuro idéntico o peor que el
presente, tratando de expulsar cualquier esperanza o expectativa diferente del orden actual.
Persistentemente tratando de que las expectativas queden limitadas a “mínimas mejoras”.
Solo los grupos instituyentes usaron las utopías como posibilidad transformadora del orden
existente[36]. La utopía “no es un sueño, una quimera, no es una huida frente a la realidad;
sino que es tensión intelectual, pensamiento del futuro, proyección”[37].
Bibliografía general
Baudrillard, J. Crítica de la Economía Política del signo, Siglo XXI Editores, México.
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Buenos Aires.
[2] CASTEL, Robert, “De la integración al estallido social”, en El espacio Institucional II, Lugar
Editorial, Buenos Aires, 1991.
[3] Para profundizar este tema son muy interesantes los aportes de autoras como A. M.
Fernández, Eva Giberti, Clara Coria, Mabel Burín entre otras.
[4] Esto es necesario analizarlo según los países y las relaciones de fuerza internas.
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[5] DELEUZE, Gilles, “El marketing es el nuevo control social”, Fuente Ajo blanco/ L` Autre
Journal
[6] Ídem.
[7] PASQUINI DURÁN, José María, “Desafíos”, en diario Página/12, Buenos Aires, Argentina.
[8] REICH, R., El trabajo de las naciones. Hacia el capitalismo del siglo XXI, Vergara Editores,
Buenos Aires.
[9] “Sun Tzu y el arte de los negocios” (Oxford University Press). Se basa en la obra “El arte
de la guerra” escrita por el general chino Sun Tzu (400 a. C.).
[11] Idem 10
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[13] Idem 1
[15] MARÍ, E.: “Con los ojos en la nuca”, artículo publicado en el matutino Clarín, Buenos Aires,
Argentina.
[16] Idem 1
[18] Idem
[19] No sólo por la participación de ambos padres en el ámbito laboral, sino también por la
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[21] Idem.
[22] Idem.
[23] Citado por WOLF, Naomi, El mito de la belleza, Emecé Editores, Barcelona.
[24] CAO, José L., “La nueva comida natural (de lo heavy a lo light)”, Actualidad Psicológica,
BuenosAires, Nº 216, Argentina.
[25] LIPOVETSKY, Gilles, La era del vacío: ensayos sobre el individuo contemporáneo,
Editorial Anagrama, Barcelona, 1988.
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[26] Idem 1.
[29] El mapa genético que se está investigando en Estados Unidos, los cambios celulares, las
técnicas de fecundación, la clonación artificial, etc.
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[33] ECO, Umberto, "La falsificación y el consenso”, Revista Quimera,Nº 43, Barcelona.
[34] JAMESON, F., “El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío”, revista Casa
de las Américas, Nº 155-156, La Habana. Cuba.
[35] PRIGOGINE, Ilya, ¿Tan solo una ilusión?, Tusquets Editores, Barcelona.
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