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RESUMEN

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA, CAPITULO 4

Según lo señalado por el autor, considera al terrorismo como una práctica indefendible,
reconocida como la violación y el asesinato, como un ataque contra los inocentes, donde las
víctimas de este ataque terrorista son terceros, espectadores inocentes; no hay una razón
especial para atacarlos, el ataque se dirige indiscriminadamente. Los terroristas son como
asesinos en un alboroto, excepto que su alboroto no es solo una expresión de rabia o locura; la
ira es intencionada y programática. Y tienen como objetivo una vulnerabilidad general: matar a
estas personas para aterrorizarlas, esto significa que un número relativamente pequeño de
víctimas muertas constituye una gran cantidad de rehenes vivos y atemorizados.

El terrorismo es obra de manos visibles; es un proyecto organizacional, una elección estratégica,


una conspiración para asesinar e intimidar, la lógica del terrorismo expande constantemente el
rango de vulnerabilidad. Cuantos más rehenes tienen, más fuertes son los terroristas, nadie está
seguro una vez que poblaciones enteras hayan sido puestas en riesgo. El mal peculiar del
terrorismo, no solo es la matanza de personas inocentes sino también la intrusión del miedo en
la vida cotidiana, la violación de fines privados, la inseguridad de los espacios públicos, la
interminable coacción de la precaución.

Vivimos hoy en una cultura política de excusas, sin embargo, esto es mucho mejor que una
cultura política en la que el terrorismo se defiende y justifica abiertamente, ya que la excusa al
menos reconoce el mal, pero la mejora es precaria, difícil de ganar y difícil de mantener. En ese
sentido Walzer, toma un principio por sentado: que cada acto de terrorismo es un acto ilícito, la
ilicitud de las excusas, sin embargo, no se puede dar por sentado; tiene que ser discutido. Las
excusas en sí mismas son lo suficientemente familiares como para el debate político
contemporáneo. La excusa más común para el terrorismo es que éste es un último recurso,
elegido solo cuando todo lo demás falla. La imagen es de personas que literalmente se han
quedado sin opciones, es decir, han probado todas las formas legítimas de acción política y
militar, han agotado todas las posibilidades, han fallado en todas partes, hasta que no queda
otra alternativa que la maldad del terrorismo.

No es tan sencillo llegar al último recurso, para llegar allí, uno debe probar todo y no solo una
vez, como si un partido político pudiera organizar una sola manifestación, dejar de hacerlo y que
gane la victoria inmediata, y afirme que ahora estaba justificado pasar al asesinato. La política
es un arte de repetición, los activistas y los ciudadanos aprenden de la experiencia, es decir,
haciendo lo mismo una y otra vez. Incluso bajo condiciones de opresión y guerra, los ciudadanos
tienen una buena oportunidad de lograrlo. El mismo argumento se aplica a los funcionarios
estatales que afirman haber intentado todo y ahora se ven obligados a matar a los rehenes o
bombardear aldeas campesinas. El último recurso tiene solo una finalidad nocional; el recurso
al terror es ideológicamente último, no último en una serie real de acciones, solo dura por el
bien de la excusa.

¿Se justificaría el terrorismo en una ''emergencia suprema''?, podría ser, pero solo cuando la
opresión a la que los terroristas decían responder era de carácter genocida. Contra la inminente
amenaza de extinción política y física, se pueden defender medidas extremas, suponiendo que
tengan alguna posibilidad de éxito. No obstante, este tipo de amenaza no ha estado presente
en ninguno de los casos recientes de actividad terrorista, el terrorismo no ha sido un medio de
evitar el desastre, sino de alcanzar el éxito político. La segunda excusa está diseñada para los
movimientos de liberación nacional que luchan contra los estados establecidos y poderosos,
ésta excusa requiere que los terroristas examinen todas las opciones en sus cabezas, no en el
mundo; la finalidad teórica es suficiente, los estrategas del movimiento consideran sus opciones
y concluyen que no tienen alternativa al terrorismo; creen que no tienen la fuerza política para
intentar cualquier otra cosa y, por lo tanto, no prueban nada más, la debilidad es su excusa.

Walzer sostiene que se debe diferenciar entre: la debilidad del movimiento frente al estado
opuesto y la debilidad del movimiento con respecto a su propia gente, este segundo tipo de
debilidad, convierte al terrorismo en la "única" opción porque excluye de manera efectiva a
todos los demás: resistencia no violenta, huelgas generales, manifestaciones masivas, guerra no
convencional, etc. Estas opciones rara vez son descartadas por el poder absoluto del estado, por
la penetración e intensidad de la opresión. Los estados totalitarios pueden ser inmunes a la
resistencia no violenta o guerrillera, pero toda la evidencia sugiere que también son inmunes al
terrorismo, en estados totalitarios, el terror estatal domina de cualquier otro tipo; donde el
terrorismo es una posible estrategia para el movimiento de oposición (en los estados liberales y
democráticos, más obviamente), otras estrategias también son posibles si el movimiento tiene
un grado significativo de apoyo popular. En ausencia de apoyo popular, el terrorismo puede ser
la única estrategia disponible, pero es difícil ver cómo se pueden justificar sus males.

La tercera excusa es más burda, aunque no por eso menos recurrente: el terrorismo funciona
aun sin la ayuda de los oprimidos. Se trata más de una justificación que de una excusa, pero que
independiente de sus connotaciones morales, resulta empíricamente falsa. Walzer dice: “Dudo
que el terrorismo haya logrado la liberación nacional alguna vez; ninguna nación que yo conozca
debe su libertad a una campaña de asesinatos aleatorios”. La cuarta y última excusa presenta a
la violencia como un recurso universal, que hace suyas las peores prácticas del cinismo político,
de esta manera, se presenta a los terroristas como individuos que sólo “sinceran” lo que otros
hacen por diferentes medios.

Ahora bien, si con este argumento se quiere aludir a que no existen diferencias entre el
“terrorismo de liberación” o el “terrorismo de Estado” probablemente estén en lo cierto. Si por
el contrario, sostienen que cualquiera de ellos se justifica por la existencia de los otros, sin duda
están equivocados: “ni la comprensión de la opresión excusa el terrorismo de los oprimidos, una
vez entendido el significado de liberación”. En definitiva, tres frases de Walzer resultan
ilustrativas para completar su convicción respecto de este tema: “la opresión no es tanto la
causa del terrorismo como el terrorismo es uno de los principales medios de opresión” [...] “Con
independencia de donde empieza, el terrorismo del movimiento es tiránico y opresor
exactamente igual que lo es el terrorismo de Estado [...] La única forma de romper el círculo es
negarse a jugar el juego terrorista”.

Estas son las cuatro excusas generales para el terror, y cada una de ellas falla, dependen de
afirmaciones sobre el mundo que son falsas, argumentos históricos para los cuales no hay
evidencia, afirmaciones morales que resultan huecas o deshonestas. Esto no quiere decir que
no haya excusas más particulares que tengan una mayor credibilidad, circunstancias atenuantes
en casos particulares que nos sentiríamos obligados a reconocer.

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