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Año 2008
Presiden t de la Diputado de Valencia
Alfonso Rus Terol
Diputal de Cultura
Salvador Enguix Morant
Sobre la tragedia.................................................................................. 77
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P l« >K*lfn
1 Podemos destacar, entre sus trabajos, títulos como Iai Estética de Huruld Osbonw. Ñau
Llibres. Valencia, 1(M7; también investigaciones sobre arte contemporáneo y muy en espe
cial sobre las relaciones entre arte y feminismo. Sus traducciones sobre autores de estética
inglesa del XVIII han destacado ampliamente en su producción.
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Roma pf, l \ C ai .i.h
■ Será precisamente en algunos de sus Esaays. M oral and Política! (1741-1742) y espe
cialmente en dos de sus Four Disscrtatiorui (1757) donde Hume más se extienda subre cues
tiones de reflexión estética.
Ck>n la irrupción generalizada del concepto de gusto, lo bello quedará íntimamente vin
culado a la subjetividad humana (ya no será entendido como un en sí sino tomado, más
I
P ro em io
bien, como un para nosotros) que, en ultima instancia, será definido por el placer que pro
cura, es decir por las sensaciones o los sentimientos que suscita. Por eso, la otra cuestión
central de la reflexión estética del momento, es decir el tema de los criterios de valoración,
se refugiará asimismo bajo la nueva faceta de las normas del gusto orientadas estratégica
mente a afirmar o no que algo es bello. La tensión histórica es, pues, patente: si por una
parte la fundamentaeión de lo bello se vincula a la subjetividad más íntima -la del gusto-,
habrá que buscar asimismo un camino para la formulación de respuestas críticas -aprecia
tivas-, a las que no se puede renunciar si se desea que la belleza» corno valor, se fomente,
dirija, se comunique y participe colectivamente. Tal es el dilema entre lo público y lo pri
vado, lo particular y lo colectivo, la subjetividad y el sensus com m tinis, la tradición y la
norma del gusto. El síndrome de la modernidad se formula así plenamente en esta serie de
contrapuntos.
A Arte, Guaro y Estética en la Encyclopétlie (2005) recogía un conjunto de artículos, cen
trados en estos temas, extraídos del histórico texto ilustrado y se editó el Día Internacional
de los Museos de ese año; F. von Schiller, Neis Poemas filosóficos y cuatro textos sobre la
Dram aturgia y la Tragedia (2005), fue un volumen que respaldó bibliográficamente el
Congreso Internacional del MuVIM sobre la figura de Sehiller, celebrado en el otoño del
2005; J.H.S. Formey, Discurso p relim in a r acerca de ¡a historia de la reflexión sobre lo
helio (2006) se editó con motivo del Día Internacional de Jos Museos del 2006; Moses
Mcndelssohn, Fcdón o sobre la inm ortalidad del alma (2006), conmemoraba la Jornada de
puertas abiertas de la Biblioteca del MuVIM de ese mismo año, Madame de Lamben,
Reflexiones sobre la m ujer y otros escritos (2007) fue el texto entregado el Día Internacio
nal de los Museos del 2007, mientras que Libro y lectura en la Enevelopédie respaldó la
Jornada dedicada a la Biblioteca de ese año; G. \V\ F. Uegel. Enciclopedia filost\fica para los
líltirnos cursos de bachillerato (2007) junto al volumen ¿Librarse de Uegel? (2007) res
paldaron el Congreso dedicado a Hegel, que cerraba el que para nosotros fue un intenso año
bibliográfico, el 2007.
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Roma dk la Calle
5 Los iniciadores ingleses de la teoría del gusto fueron, como claros antecedentes de Hume,
Joscph Addison (1672-1719) con su On the Pleasurus o f the ¡maginution (1712), (doce
ensayos aparecidos en Spectator, números 411-421). Existe versión castellana en Visor
Libros. Madrid, 1991. Anthony Ashley Cooper, tercer conde de Shaftesburv (1671-1713)
con sus “reflexiones misceláneas” en Characteristics o f A/en, Manners. Opinión s, Times
(1711). Existen versiones parciales de estos escritos en editorial Crítica de Barcelona, 1997
y en editorial Pretextos de Valencia» 1994. Franois Iliitcheson (1694-1746) en su Inquiry
tnto the O rigin a l o f o u r /deas o f fíeauty and Virttie, in Twn Treatises (1725). Existe versión
castellana en editorial Teenos, Madrid, 1992.
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ru n r.M N )
Roiná de la Calle
Director del MuVIM
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HUME Y SU INFLUENCIA EN LAS DIFÍCILES
RELACIONES ENTRE LA NORMA Y EL GUSTO
HUME Y SU INFLUENCIA EN LAS DIFÍCILES
RELACIONES ENTRE LA NORMA Y EL GUSTO
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M.T. lifcXJl'FMSTAlN
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I I l ’MF. ^ SU INFLUENCIA EN F.A.S liIFICtl.CN REI-ACIONES KNTKK 1,A NORMA V FX tillS TO
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M-T. B liliUIkJSTAIN
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IlfM F . V sn INFLUENCIA EN I.AS D IK fiíll.K S KEl.A í’KKVK-S EK TK K l,A XHRMA Y E!. CI'NTi
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M.T. BEc.nmsTAlN
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l l r M E V S ! ' IN H .rK N C IA KN L A S D IF IC IL E S KEJ.A C lí »N1.S E N T U E LA S'UKMA V í:L r . t ’N TO
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M.T. Beguiiustain
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IIlIMfc V S F INFLUENCIA EN LAS IH FlC ILES RELACIONES E N Tlifi \A NHRMA V El. i ’. U S TU
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M .T. Bmrnu.sT.YiN
arte, con respecto a su valor como tales, debe utilizar una norma
de comparación integrada en el criterio que utiliza para juzgar las
obras de arte como tales obras de arte. Incluso los artistas y los crí
ticos más intuitivos dependerían, para sus trabajos, de un cuerpo
de normas empíricas que se incorporan en actitudes y aspiracio
nes. Por tanto, todo juicio de aprobación o rechazo implicará, o se
derivará, de un principio general, o norma de valor y muchas dife
rencias en los juicios resultarán ser mera expresión de las asocia
ciones emocionales de una historia personal, lo que ocurre a
menudo en los juicios de personas no habituadas a la percepción
del arte y que, por esa misma razón, generalizan su actividad sin
distinguirla de la del crítico. En esta versión encontramos implíci
ta la referencia a una clase de observador competente.
Es habitual considerar que norma general del gusto puede ele
varse con la aplicación de técnicas educativas adecuadas, pero el
gusto popular es mayoritariamente dependiente de los intereses
comerciales, o económicos, del mundo de la propaganda gracias al
poder difusor de los rnctss media. Y en este contexto, aunque el uso
que se hace de los juicios estéticos da por sentada la existencia de
un buen gusto y un mal gusto, no se acepta, sin embargo, la exis
tencia de un experto en buen gusto. Una somera indagación nos
mostrará que poca gente asume para sí el buen gusto y, al mismo
tiempo, nadie aceptará que el suyo es un mal gusto, a no ser en
posturas un tanto esnob. La cuestión, entonces, no está en el gusto
y la norma sino en lograr ésta última por la generalización de jui
cios emitidos por expertos en la percepción artística. El peritaje se
diferencia del gusto y un barniz de buen gusto no confiere auto
máticamente al observador un aumento de su poder de percep
ción. Convertirla capacidad de apreciar obras de arte en un perita
je, como categoría de una habilidad adquirida por medio de la
experiencia, como hace también Ilume, es como negar que el jui
cio sea mera expresión de preferencias personales, o cuestión de
gusto y disgusto individuales. Aunque el gusto personal pude estar
asociado, el juicio apreciativo no se resume en el simple juicio de
gusto personal. Es en este sentido en el que toda obra de arte nece-
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l l r M E V S I ' ÍN F U 'E N C IA KS LA S D IK fr il.K S K fc LV !J< VNtS KNTUI- l..\ NU14MA V K l. íiU M O
A
M.T. Reguikjstain
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I l f H R V SU IN F L U E N C IA LN L A S D IF IC IL E S R £ L A t:iO N rE S E.VTFtfc L A K O K M A V E L «JU STO
Para este autor, al igual que para Ilume, todo juicio crítico, sin
duda, debe estar basado en la experiencia inmediata de las obras
juzgadas y el valor de estos juicios dependerá, directamente, de la
completud de la actualización de dichas obras en la propia expe
riencia, pero no es, y no debe ser, un vocear la experiencia inme
diata de la apreciación, sino una reflexión posterior acerca de la
experiencia. Y la reflexión posee, sin duda, sus normas. No es,
pues, sólo posible la existencia de la norma sino que ha de existir
si deseamos que nuestros juicios críticos tengan algún valor o sig
nificado.
Resumiendo, al hablar de juicio del gusto podemos establecer
una analogía entre el gusto o predilección por unas obras de arte
determinadas y la predilección por ciertas personas que conside
ramos nuestros amigos, una analogía entre el amor por el arte y el
amor humano. Autores modernos como H.Osborne o M. Dufrenne,
por ejemplo, utilizan esta analogía desde contextos teóricos distin
tos, en línea con las ideas humearías sobre la delicadeza del gusto
y de las pasiones. Entre las obras de arte, nuestras favoritas atraen
por una especie de sensación de familiaridad, como ocurre con los
amigos, sin que esta familiaridad requiera, necesariamente, un
prolongado conocimiento del objeto o persona. Una atracción
especial de objetos y personas que no posee un origen racional. El
gusto esta basado en el sentimiento y no en la razón y esto tiene
dos consecuencias: primera, aunque podamos señalar algunas
características de las obras razonando sobre ellas nuestra predi
lección por las mismas, éstas, sin embargo, nos gustan en su cali
dad de objetos unitarios, individuales. Esto se demuestra por el
hecho de que otros objetos o personas con las mismas caracterís
ticas simplemente no nos atraen de esa forma. La segunda conse
cuencia es que el juicio del gusto o preferencia por un objeto no
implica, como en el caso del juicio critico, un juicio de valor. El
vocabulario utilizado al hablar de nuestras preferencias no implica
valoración alguna. El gusto ha de reivindicarse por los valores de
los objetos en un sentido no artístico. En nuestro comercio con las
artes somos muy conscientes de que aquellas obras que más nos
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M.T. Beouikwtain
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IilJMK Y SU INFLUENCIA EN LAS DIFÍCILES RELACIONES ENTRE 1JV NORMA Y EL CR.STO
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M.T. B gguikistain
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I lr s u : v s r tN n .r K \ c i.\ k n l a s i >ij- í « : i i . ks k i í l a í ¡i o n e s k n t r e l \ n h k m a y k l < ;i's r n
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SOBRE LA NORMA DEL GUSTO
SOBRE LA NORMA DEL GUSTO
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SoIiKE LA NORMA DEL íiUSTO
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D a v i d IIu m e
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N<>|tKfc LA NOKMA U tL <¡I ,STí i
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D a v id H um e
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David H ume
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S o illlK LA NORMA l>tL líPNTO
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David H ume
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So bre la n o r m a d el g u sto
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David H ume
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S n b k E LA NOKNLV DEL (ilJS Td
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David H ume
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So ftftE LA NORMA URL (HíflTO
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D avid H um e
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David II umr
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iSnitRF. LA N O R M A H E L l JU S TO
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David H ume
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So b r e l a n o r m a d e l g u s t o
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David Hume
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SOBRE LA DELICADEZA DEL GUSTO
Y DE LA PASIÓN
SOBRE LA DELICADEZA DEL GUSTO Y DE LA PASIÓN
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David H ume
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D a v id H um e
A
SOBRE LA SIMPLICIDAD Y EL REFINAMIENTO
EN LA LITERATURA
SOBRE LA SIMPLICIDAD Y EL REFINAMIENTO
EN LA LITERATURA
L tos que son naturales sin ser obvios. No puede haber una
definición más justa y concisa de la buena literatura. Los
sentimientos que son meramente naturales no afectan a la
mente con ningún placer y no parecen merecedores de nuestra
atención. Las bromas de un barquero, las observaciones de un
campesino, las obscenidades de un mozo de equipajes o de un
cochero, son todas ellas naturales y desagradables. ¿Qué insípi
da comedia resultaría de las habladurías de una reunión de té,
copiadas íntegramente con toda fidelidad? Nada puede compla
cer a las personas de buen gusto sino la naturaleza adornada
con todas sus gracias y ornamentos, la belle nature; o si copia
mos la vida popular, las pinceladas deben ser fuertes y destaca
das y deben producir una imagen viva a la mente. La absurda
ingenuidad’ de Sancho Panza está representada por Cervantes
con unos tonos tan inimitables, que nos entretiene tanto como
lo haría la representación del héroe más magnánimo o del
amante más delicado.
Lo mismo ocurre con los oradores, filósofos, críticos o cualquier
otro autor que hable en primera persona, sin introducir otros inter-
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D a v id H u m e
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S n i'K E LA StMPIjnniAI) V El. KKHN AMIENTO EN L\ LITERATURA
I
David Hume
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S n ftK K L \ N lM l'L I C IlU n Y t i . R E F IN A M IE N T H KN l» \ IJT F ,R .\ T l1KA
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SOBRE LA TRAGEDIA
SOBRE LA TRAGEDIA
I
SoHKF. LA TRA<1R DIA
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D a v id H um e
* Los pintores no tienen escrúpulos en representar desasosiego y pesar al igual que cual
quier otra pasión. Pero no parecen tratar estas pasiones melancólicas tanto como los poe
tas, quienes, aunque copian todas las emociones del pecho humano, sin embargo pasan muy
rápidamente sobre los sentimientos agradables. Un pintor representa sólo uu instante y si
éste es suficientemente pasional, afectará y agradará con seguridad al espectador; pero nada
puede proporcionar al poeta una gran variedad de escenas, incidentes y sentimientos,
excepto el desasosiego, el terror o la ansiedad. La completa satisfacción y alegría van acom
pañadas de tranquilidad y no dejan ya lugar para la acción.
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David H ume
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S n B k E LA T R A i íE M A
■ ílud w n j perquam rarum ac memoria dignum, etiam suprema opera artificum, imper-
fe c tasque tabulas,sicut, 1RIN sUUSTIDIS, TW D A R ID A S NICOM ACUI, MEDEAM
TiMOMACHl, Se quatn diximus VENEREM APELLIS, in m ajori utlmiratione esse quam per
fecta, Quippe in iis lineamenta repiqua, ipsaeque cogitationes artificum spectantur; atque
in lenocinio commeiuiationis dolor est manus, ciim id ageret, extinctae, Lib. XXXV, cap. 11.
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D a v id I I u m b
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SOBRE EL ORIGEN Y DESARROLLO
DE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS
SOBRE EL ORIGEN Y DESARROLLO
DE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS
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ijODRIi EL OKJC.EN Y DkSARKí H .U ) í>E 1.AS AIITES V LAS CIENCIAS
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David Hume
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SoWWF. EL ORIGEN V D E SAK K O U O DE LAS ARTES V LAS CIENCIAS
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David H iime
• T á c it o ,/ / i s r ., Üb. 1, 3 7 .
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S o b r e e l o r ig e n v d e s a r r o l l o ije la s a r t e s y la s c ik s c ia s
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D a v i d HirME
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S iiü R I* E l. O K X iR N V IM -S A R K O U .O l»E l.,\S A R T E S V L A S CTEN í-IAS
a ATT, Non m ihi videtur ad bvutc vivcndum satis case virtutctn. MAR. At hercule Bruto
meo vidatur; cujus cgo fudivium, pacc tíut dixcrim , longc antepono tun. D i se. Quacst. lih.
V. 5.
“ L ib . XVII, 4.
hi vita F l u m i n c\ 2.
David II umk
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David Hume
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SOBRE EL REFINAMIENTO EN LAS ARTES
SOBRE EL REFINAMIENTO EN LAS ARTES 19
*
David H ume
la época afecta a todas las artes, y las mentes de los hombres, una
vez despertadas de su letargo y puestas a fermentar, se revuelven
en todas direcciones y producen mejoras en todas las ciencias y
artes. La ignorancia profunda desaparece totalmente, y los hom
bres disfrutan del privilegio de las criaturas racionales de pensar y
de actuar, de cultivar los placeres de la mente y los del cuerpo.
Cuanto más progresan estas artes refinadas, más sociables se
vuelven los hombres. No es posible que, enriquecidos con la cien
cia y poseedores de un caudal de conversación, se contenten con
permanecer en soledad o vivir con sus conciudadanos de esa
manera distante que es peculiar de las naciones ignorantes y bár
baras. Se agrupan en ciudades, les entusiasma recibir y comunicar
conocimientos, mostrar su ingenio o su educación, su gusto en la
conversación o en el modo de vivir, en su vestido o en su mobilia
rio. La curiosidad atrae a los sabios, la vanidad a los estúpidos y el
placer a unos y otros. En todas partes se forman clubes y socieda
des. Ambos sexos se reúnen de una manera natural y sociable y el
temperamento de los hombres, así como su comportamiento, se
refina con rapidez. De modo que, además de las mejoras que reci
ben del conocimiento y de las artes liberales, es imposible que no
sientan un aumento de humanidad por el hábito mismo de con
versar unos con otros y de contribuir al entretenimiento y placer
mutuos. Así pues, la industria, el conocimiento y la humanidad
están unidos por un nexo indisoluble y tanto la experiencia como
la razón muestran que son propios de las épocas más refinadas y,
como comúnmente se las denomina, más suntuosas.
Además, estas ventajas no van acompañadas de desventajas de
su misma importancia. Cuanto más se refinan los hombres respec
to al placer, menos se abandonan a excesos de cualquier tipo, por
que nada hay más destructivo para el verdadero placer que tales
excesos. Uno puede afirmar con seguridad que los tártaros incu
rren con mayor frecuencia en bestial glotonería cuando se dan un
festín con sus caballos muertos, que los cortesanos europeos con
todos sus refinamientos culinarios. Y si el amor libertino, e inclu
Sobre ti. refinamiento i:n u s aktes
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D a v id H u m e
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SH B K E t L REFINAMIENTO EN I.AS A RTES
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D a y ii > H ume
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EL ItEFIXAM IENTt t tN LAS A RTES
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D a v id I I u m e
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Sobre el kefinamiknto en las artes
A
David Hume
a Ne illud quidern intelligunt, non modo ita memnríae prodiíttrn cs.se, sed ira ttecesse
fiiissc, cuín Demosthenes dicturns caset, u( concursas, audiendi causa, ex cota O re d u fie -
rent. At a u n isti A tíici diewu, non modt> a corona (quod est ipsurn mise rabile) sed ctiam
(di advoca tis refinquutuur:
Cicerón, De d u ris oraxoribus, e. 84.
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D avid H ume
c E l o r ig in a l d ic e : Quod si fuicc non ad civcs Ruin unos, non ad tdiqnos amicos nostruv
civitatis, n o n ad e o s qui populi Romani tiomen audissent; denique, si n o n ad homim's,
verum ad bestias; aut etiam, ut longins progrediar; sí in aliqua desertissima solitudine,
ad saxa et ad scopulos haec con qiw ñ et deplorare, vellem, tame ti omnia muta atque inani-
mu, tanta et tam indigna rennn atrocitate cotnmovcrentur.
C i c e r ó n , in V e r A c t ., II, lib . V, c. 6 7 .
Si»bl<£ LA E M x m í í t J A
* Ubi dolor? Ubi ardor animi, qtti etium ex in/antium ingeniis elicere voces et querelas
solcí? Nidia perturbatio animi, nidia corjw ris: fron s non percussa, non fé m u r; pedis
(tftiod m ínim um cst) nulla supplosio. Itaque tantum abfuit ut inflammures nostros uni
mos; somnum isto loco v ix tenelximus.
C i c e r ó n , De claris oratoribus, c. SO.
D avid H umf.
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S o ltK E I.A RLOCUENUA
* Los oradores formaron el gusto del pueblo ateniense y no fue el pueblo el que formó el
de los oradores. Gorgias Leontino les era muy atractivo hasta que se familiarizaron eon un
estilo m ejor Sus figuras retóricas, dice Diodoro S icu loy su antítesis, su isokolon, su omoio-
teleuton, que ahora se desprecian, tenían un gran efecto sobre el auditorio. Lib. XII, página
106, ex cdtríonc Rhod. En vano, pues, apelan los modernos oradores al gusto de su audito
rio como disculpa de sus tímidas representaciones. Sería un extraño prejuicio en favor de la
Antigüedad no admitir que el Parlamento inglés es naturalmente superior en juicio y deli
cadeza al populacho ateniense.
S i ’ RRE LA ELOCUENCIA
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D avid I I ume
%
S o B k R LA E LO C U EN C IA
cuencia es del mismo estilo o especie que aquella que los antiguos
críticos denominaron elocuencia ática, es decir, calmada, elegante
y sutil, que instruía la razón más que afectaba las pasiones y nunca
elevaba su tono por encima del argumento o el discurso común. Tal
era la elocuencia de Lisias entre los atenienses y de Calvo entre los
romanos. Estos gozaron de estima en su tiempo, pero al comparar
los con Demóstenes y Cicerón, fueron eclipsados como una bujía
al exponerla a los rayos del sol de mediodía. Estos oradores poste
riores poseían la misma elegancia, sutileza y fuerza de argumento
que los anteriores, pero lo que les hacía admirables, principalmen
te, era aquel patetismo y sublimidad que, en ocasiones apropiadas,
introducían en su discurso y por los cuales se apoderaban de la
decisión de su auditorio.
De esta especie de elocuencia apenas tenemos ejemplos en
Inglaterra, al menos en nuestros oradores públicos. En nuestros
escritores hemos tenido algunos ejemplos que han encontrado
gran aplauso y podrán asegurar a nuestra ambiciosa juventud una
gloria igual o superior en sus intentos de reavivar la elocuencia
antigua. Las obras de lord Bolingbroke,'1con todos sus defectos en
el argumento, método y precisión, contienen una fuerza y energía
a la que escasamente han aspirado nuestros oradores, aunque es
evidente que un estilo tan elevado tiene mucha más gracia en un
orador que en un escritor y tiene asegurado un éxito más inme
diato y asombroso. En aquél se halla acompañado por la gracia de
la voz y de la acción, los movimientos se comunican mutuamente
entre el orador y la audiencia y la misma visión de una gran asam
blea, atenta al discurso de un hombre, debe inspirarle con una ele
vación peculiar, suficiente para dar propiedad a las figuras y expre
siones más fuertes. Es cierto que existe un gran prejuicio contra los
discursos redactados previamente y un hombre no puede escapar
al ridículo si repite un discurso, como un colegial repite su lección,
sin tener en cuenta nada de lo que se ha dicho en el curso del deba
te. Pero, ¿dónde está la necesidad de caer en este absurdo? Un ora
dor público debe conocer de antemano la cuestión a debatir. Puede
componer todos los argumentos, objeciones y respuestas de la
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D a v id H u m e
r E l p r im e r a t e n ie n s e q u e c o m p u s o y e s c r i b i ó su s d is c u r s o s fu e P é n e l e s , u n h o m b r e d e
n e g o c io s y d e b u e n s e n t id o d o n d e lo s h u b o . (S u id a s , In Pcricles)
I
VARIANTES DE EDICIONES
Y
BIBLIOGRAFIA
VARIANTES DE EDICIONES*
* Agradecemos la colaboración del profesor José García Roca por la elaboración del reper
torio de las variaciones existentes entre las distintas ediciones de las obras de D. Hume que
se recogen en estas notas.
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Davu> H ume
*
V a r ia n t e s dk e d ic io n e s v fu m j o c ,r a f ia
'* a.
N ih il eat ab omm
Parte beatum.
Abstulit cktntm cita mora Achiüem,
Longa Tithonum m inuit scnectus,
Et m ihi fornan, tibi quod negarít,
Porrigct hora.
Te £ reges certíurth Siculueque circu m
Mugiunt vaccac: tibi tollit, hinni-,
Tiwi apta quadrigis equa¿ te bis /tyro
M úrice tinctae
Vestiunt latiae: m ih i parva rara, et
Spirittim Graiae tenuem Camoenae
Parca non mendax dedit et m alignum
Spem ere vulgus.
Lib, 2, oda 16.
2b b. Qttcm si leges, lactabor; sin autem minus,
flabcbunt certc quo se ublectcnt posteri.
Lib. X p ro l 31.
David II ume
M c. ígnarosque vicie mee uní misera tus agrestes Ingredere, et votis ja m nunc assuescc
voeari.
Georg. Lib. 1, 41.
Uno no le diría a un príncipe o a un gran hombre: “ Cuando vos y yo estábamos en tal
lugar vimos cómo ocurría tal cosa” , sino: “ Cuando vos estabais en tal lugar, yo os atendía; y
ocurrió tal cosa.n
No puedo evitar mencionar un caso de delicadeza observado en Francia, que me parece
excesivo y ridículo. No se debe decir: “ Ése es un bonito perro, Señora” , sino: “ Señora, ése
es un bonito perro/' Les parece indecente que las palabras perro y setiora aparezcan juntas
en la oración, aunque no haya referencia entre ellas en cuanto al sentido.
Después de todo, reconozco que este razonamiento a partir de pasajes sueltos de auto-
re» antiguos puede parecer falaz, y que los argumentos precedentes no pueden tener mucha
fuerza sino entre aquellos que están familiarizados con estos escritores y conocen la verdad
de la posición general. Por ejemplo, ¿no sería absurdo afirmar que Virgilio no comprendía
la fuerza de los términos que empleaba y que no podía escoger sus epítetos con propiedad?
Porque en la líneas siguientes, dirigidas también a Augusto, ha fracasado en este particular
y ha atribuido a los indios una cualidad que, de alguna manera, parece llevar a su héroe al
ridículo:
Et te, m áxim e Caesar,
Q tii nunc extremis A sia eja m v ic to r in nris
Imbellem avertis Romanis arcibus Indum.
Georg., Lib. 2. 171.
V a r i a n t e s i»t e d ic io n e s v b im u ig u a n a
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David Humk
Hay algunos aspectos del moderno honor que son los más esen
ciales de la moral, tales como la fidelidad, la observancia de las pro
mesas y la veracidad. El señor Addison tenía entre sus ojos estas
cuestiones de honor cuando hizo que Juba dijera:
Honour’s a sacred tye, the law ofkings,
The noble m ind’s distinguishing per/ection,
That aicls and strengthens virtue when it meets her,
And imítales her actions •where she not:
It ought not to be sported with.
[El honor es un lazo sagrado, ley de reyes,
perfección distinguida de la mente noble,
que ayuda y vigoriza la virtud cuando la encuentra,
e imita sus acciones cuando no la halla.
No debería prestarse a juego. ]
Estas líneas son muy bellas; pero me temo que el señor Addison
es aquí culpable de esa impropiedad de sentimiento de la que, en
otras ocasiones, tan justamente ha reprochado a nuestros poetas.
Los antiguos ciertamente nunca tuvieron ninguna noción del
honor como algo distinto de la virtud.
19. En las ediciones de 1752 a 1758 este ensayo se titula: Sobre
el lujo.
20. El lujo griego y asiático. (Ediciones de 1752 a 1753-1754.)
21. El lujo o el refinamiento en el placer, etc. (Ediciones de
1752 a 1758).
22. Los barones góticos. (Ediciones de 1752 a 1760.)
23. La prodigalidad no ha de ser confundida con un refina
miento en las artes. Parece incluso que ese vicio es mucho menos
frecuente en las épocas cultas. La Industria y el beneficio engen
dran esta frugalidad entre la clase baja y media y en todas las pro
fesiones laboriosas. Ciertamente, puede pretenderse que los hom
bres de alto rango sean más atraídos por los placeres que llegan a
ser más frecuentes. Pero la ociosidad es la gran fuente de la prodi-
I
V a r ia n t e s d e e i >k :jo n e s y b ik l iu u k a f ia
4,1 Ediciones de 1742 y 1748: y en FLECHIER se pueden encontrar muchos rasgos de la más
sublime poesía. Su sermón fúnebre por el Mariscal de Turena es un buen ejemplo.
*
David II ume
v M e m o r ia s d e d e R e t z .
VARIAXTE.S [)F; ED IC IO N ES V M llL K H ¿RAFIA
£
David Hume
f t
V a r i a n t e s t>e e t u c io m e s v n u u jo r m a f i a
*
David H ume
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