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LA CULTURA UN PARADIGMA

TRANSFORMADOR DEL SER HUMANO

DOCUMENTO CON FINES EDUCATIVOS PARA EDUCACIÓN VIRTUAL Y A


DISTANCIA DE LA UNIVERSIDAD DE MANIZALES

CÁTEDRA DE CULTURA FORMATIVA

CONSTRUIDO POR:
LUIS HERNANDO VALENCIA MEJÍA

UNIVERSIDAD DE MANIZALES
NOVIEMBRE, 2012
INTRODUCCIÓN
La cultura en su concepción clásica es un concepto abstracto que intenta explicar
la complejidad relacional existente entre tres elementos básicos: el ser humano, la
naturaleza y la sociedad. Algunos autores e investigadores como Edward Tylor
(1871-1958) en su libro Cultura primitiva define la cultura como “ese todo complejo
que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, la
costumbre y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre
como miembro de la sociedad”.

Entender este concepto desde su aproximación mas ontológica posibilitará al


estudiante comprender las diferentes situaciones y fenómenos que facilitan o
limitan el ejercicio de relacionarse en diferentes entornos como los laborales,
familiares, de pares, entre otros… cada uno con sus diferentes características y
exigencias de convivencia. Llevando a encontrar conceptos y terminologías tales
como aculturación, etnocentrismo, relativismo cultural, simbolismo, aprendizaje,
realidad, entre otros conceptos que usted podrá identificar dentro de las lecturas
requeridas.

Ahora, en condiciones contemporáneas, el concepto de cultura migra a conceptos


de mayor complejidad para lograr su entendimiento y su posterior transformación,
permitiendo que el ser humano sea creador de futuros procesos culturales y no
solo un actor pasivo de los paradigmas ya preestablecidos.

Esta condición de percibir el ser humano como creador y resignificador de las


condiciones culturales, exige del individuo gran capacidad de lectura de la
realidad, de abstracción de los mensajes simbólicos y/o explícitos que demanda
nuestro entorno.

Este documento en particular permite a los estudiantes de la Cátedra de Cultura


Formativa de la Universidad de Manizales, realizar una inmersión conceptual en
aspectos esenciales de la cátedra y principalmente del Departamento de
Humanidades, tomando temas como la universidad y su proyecto filosófico de
modernidad, el desarrollo humano como paradigma teórico-práctico de la cultura,
la cultura como fundamento para la construcción de ciudadanía, y la participación
como herramienta natural del ser humano independientemente de su contexto
cultural para la transformación y adaptación de sus entornos personales, sociales,
académicos, laborales, entre otros.

LA UNIVERSIDAD COMO PROYECTO DE MODERNIDAD

En un estudio promovido por el Banco Mundial sobre la educación terciaria (2003)1


o también denominada educación superior en Latinoamérica y más
específicamente en Colombia, determina que “Los rápidos cambios en la
tecnología, la globalización y las reformas económicas han generado drásticas
transformaciones en la estructura de las economías y de los mercados laborales
del mundo. Los retos futuros deben confrontar las limitaciones tradicionales y el
rápido entorno cambiante.

Estas transformaciones ya se han dado en economías avanzadas y se están


dando en forma ascendente en América Latina. El reto para Colombia es cómo
llegar a ser un miembro activo de esta sociedad globalizada de información y
conocimiento.

Estas transformaciones implican un cambio en el papel desempeñado por la


educación terciaria. Si bien la función tradicional de esta última ha sido formar a
los estudiantes para el empleo mediante la transmisión del conocimiento y de
herramientas básicas de investigación, ahora a estas tareas se debe añadir la
capacitación de trabajadores adaptables a las condiciones necesarias y el apoyo a
la expansión permanente del conocimiento.

1
Banco Mundial (2003). Estudio sobre la educación terciaría en Colombia “preparar el terreno para su
reforma”.
La educación terciaria, como un subsector sólido, capaz de responder a las
necesidades crecientes de la sociedad por un capital humano de alta calidad,
debe no sólo contar con una capacidad dinámica de monitorear y evaluar, sino
también para difundir a todos los interesados la información referente a la
educación terciaria, sus oportunidades y costos incluyendo perspectivas del
mercado laboral; de otro lado, debe atraer a los estudiantes de todos los grupos
sociales, promoviendo mayor equidad en el acceso a la universidad así como a la
educación terciaria técnica y a los procesos de entrenamiento que conlleva, y, por
último, debe diversificar y ofrecer mecanismos flexibles de transferencia de
créditos académicos entre diferentes modalidades e instituciones de enseñanza
superior”.

Este mismo estudio plantea que la educación superior presenta dos problemas
esenciales. El primero, relacionado con una cobertura reducida y una demanda
creciente por acceso equitativo, debido a un mayor número de estudiantes que se
gradúan de la enseñanza secundaria. La segunda, reconoce que los actuales
egresados de las instituciones de educación terciaria no alcanzan a cumplir con
las exigencias del mercado laboral respecto a una fuerza de trabajo altamente
capacitada y flexible, debido a la baja calidad de los programas y al insuficiente
número de egresados de pregrado y posgrado en campos de gran importancia
para el desarrollo nacional.

Si bien este estudio realizado por el Banco Mundial nos brinda un contexto
contemporáneo sobre la educación superior en Colombia, sobre todo relacionado
con entornos globalizados y cambiantes, es evidente también que este focaliza la
función de las universidades al papel sustantivo de la docencia en la preparación
de profesionales competentes con el sector productivo, evitando reconocer el
papel transformador de la universidad en el desarrollo integral de los entornos
locales, regionales y nacionales, producto de la investigación y la proyección
social como procesos sustantivos emergentes en la concepción misional de las
universidades que transitan por la modernidad como postura de actuación.
Así, entonces, la universidad y por ende la Universidad de Manizales, deja de ser
consumidora pasiva de las demandas del entorno y, como se expresa en algunos
textos institucionales, se convierte en un faro de realidad que exige una
comunidad académica que si bien debe adaptarse a las condiciones cambiantes
del entorno académico, tecnológico, ambiental, laboral, familiar y sociocultural,
esta debe propender por fortalecer su potencial transformador de dichos entornos.
Cabe entender entonces que la universidad y muy particularmente la Universidad
de Manizales, apuestan a la modernidad como época de sentido, un concepto que
desbordan algunas concepciones estetizantes y de temporalidad muy propias del
concepto instrumental de la modernización. Ubicándonos así en una realidad
institucional que como proyecto político reconoce la diversidad y el disenso; pero
que convoca a sus diferentes actores a la construcción consciente de sus
escenarios de interacción, situación que fundamenta el nacimiento de la Cátedra
de Cultura Formativa.

En otras palabras y citando el libro institucional de la Universidad de Manizales


denominado Una Universidad moderna (2010)2 manifiesta que “la idea que
concebimos de modernización, entonces, se cristaliza mediante propuestas
proyectadas con métodos racionales, más que en la infraestructura, es en la
cultura misma”, situación que conlleva establecer políticas y lineamientos
generales de actuación en este contexto particular y que se enunciarán
parcialmente en este documento, privilegiando aquellas que consideramos
relevantes en la fundamentación conceptual y operativa de esta proyecto de
participación, cultura ciudadana y liderazgo, y que se encuentran relacionadas en
otro de los libros de planeación estratégica de la Universidad de Manizales
denominado Estructura conceptual y modelo teórico de universidad (2010)3,
donde se manifiesta que se quiere una universidad con:
a) Pensamiento de vida, de cultura y de sociedad.

2
Universidad de Manizales. (2010). Una Universidad moderna “garantizar institucionalidad y
sostenibilidad para dentro de 40 años” Departamento de comunicaciones. Pág. 3.
3
Universidad de Manizales. (2010). Estructura conceptual y modelo teórico de Universidad.
Departamento de comunicaciones. Pág. 5.
b) Capacidad de evaluarse y autoevaluarse permanentemente.
c) Sensibilidad ante las condiciones sociales y con un alto sentido de lo
político.
d) Capacidad de entregar respuestas oportunas al medio.
e) Capacidad de estar en permanente texto y contexto.
f) Capacidad para investigar y resolver problemas, con pertinencia e impacto
social.

DESARROLLO HUMANO COMO PARADIGMA DE LA CULTURA

Se vislumbra en nuestro planteamiento que la tarea de una universidad en la


modernidad es un proceso de alta complejidad, no solo por las acciones
intrínsecas de su funcionamiento como organización, sino, más bien, porque este
depende y a su vez gestiona el desarrollo integral de los seres humanos que en
ella interactúan. Esta afirmación facilita en la contemporaneidad de nuestra
universidad, la inclusión de una política transversal a su ejercicio denominada
gestión del desarrollo humano, lo que a su vez deviene como proyecto en la
conformación del Departamento de Humanidades del que parte la cátedra de
cultura que hoy se promueve al interior de la institución.

Esta postura conceptual parte en consonancia con una pequeña frase que se
desprende del economista chileno Manfred Max-Neff (1986) quien manifiesta que
“el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos”.

Alexis Carrel (1953), en su obra La incógnita del Hombre, plantea: “la ciencia de
los seres vivientes en general y la del individuo en particular, no ha hecho tan
grandes progresos, todavía permanece en estado descriptivo, el hombre es un
conjunto indivisible de complejidad suma, no existe método capaz de
comprenderlo simultáneamente en su totalidad, sus partes y su relación con el
mundo exterior”4. Este concepto nos traslada al sentido del término complejidad,

4
Carrel, Alexis (1953). La incógnita del hombre. México: Editorial Diana.
entendiéndose más allá de la ubicación espacio-tiempo de múltiples variables
como: el entramado de dichas variables en el marco de un contexto espacio-
tiempo particular o fenomenológico.

Ubicar al ser humano como categoría de análisis, resulta ser una tarea compleja,
en primera instancia, por las múltiples y variadas condiciones de su naturaleza
ontológica, en segundo lugar, por las múltiples y variadas condiciones de su
naturaleza relacional con otros seres humanos y con el medio natural o artificial en
el que convive, en tercer lugar, por requerir comprender de forma particular las
condiciones del ciclo vital por la que atraviesa y, en cuarto lugar, por el contexto de
tiempo y espacio que lo transversa.

Así, entonces, inician su progresiva aparición las diferentes tendencias y


orientaciones conceptuales, principalmente internacionales, sobre el desarrollo
humano, que nos alejan parcialmente de las posturas unidimensionales y
deterministas de las ciencias biológicas y la psicología evolutiva, la cual solo
permitía observar a un hombre y una mujer y su comportamiento; como la
consecuencia objetiva de su naturaleza biogenética.

Surge frente al desarrollo humano como paradigma, evidencias históricas de una


evolución conceptual de la importancia del mal llamado hombre, que frente al
surgimiento del capitalismo industrial, emerge claramente una visión capitalista
que lo ubica como recurso o parte de la materia prima necesario para el desarrollo
económico de las nacientes organizaciones industriales o, como lo manifiesta el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el informe
presentado en Nueva York en 1997, la necesidad de superar los modelos
tradicionales e históricos de ver al ser humano centrados en el factor económico,
modelos que incluso venían en una evolución conceptual en la década de 1980 y
el principio de la década de los noventa, como el centrado en el capital humano
integral o el de crecimiento de la productividad basado en el capital humano;
ambas teorías basadas en el ser humano como recurso.
Emergen entonces como parte de la evolución conceptual del desarrollo humano
posturas internacionales como las del PNUD (1996) en el encuentro internacional
sobre desarrollo humano celebrado en Madrid, España, donde se manifiesta que
el desarrollo humano es un proceso de ampliación de las opciones a la gente, y
que es bien importante la obtención de más y mejores ingresos que satisfagan las
necesidades básicas tangibles como la alimentación, la vivienda, la educación, la
salud, entre otras. Era necesario incluir la obtención de necesidades menos
materiales como la libertad de movimiento y expresión, ausencia de opresión,
violencia y explotación, sentido de propósito en la vida, el respeto a la tradición y
la cultura, entre otros aspectos que empiezan a ubicar al ser humano como el
centro real de la discusión. Esto, evidente además en posturas concomitantes de
otras organizaciones internacionales como la Organización Mundial para la Salud
(OMS) en el año de 1994 y retomadas por el doctor Jaime Alberto Restrepo Soto
(2009)5 donde se planteó el concepto de desarrollo humano en una visión de
oportunidad: “Es un aumento en la cantidad y en la calidad de oportunidades para
todo ser humano”, es la oportunidad de acceder a bienes y servicios.

Se evidencia en estos informes internacionales una preocupación cada vez mayor


por el ser humano como centro del desarrollo, dando cabida a enfoques donde se
reconoce al ser humano y la conjugación de sus deberes y derechos como factor
esencial para saber el desarrollo de una nación. Aparece incluso en el mismo
evento desarrollado en Madrid (1996) por el PNUD y citado por la doctora Martha
Cecilia Gutiérrez (2002)6, donde se plasma la emergente necesidad de observar al
ser humano y su proceso de desarrollo en términos de dimensiones, así:

Potenciación: es la ampliación de opciones y capacidades de las personas


mediante el uso de la libertad, para ir tomando decisiones que lo hacen sujeto
activo de su propio desarrollo.

5
Restrepo S, Jaime Alberto. (2009). Desarrollo humano y habilidades para vivir. Pág. 16. Manizales:
Universidad de Manizales.
6
Gutiérrez G, Martha Cecilia y otros. (2002). Desarrollo Humano compromiso de todos. Pp. 17-18.
Manizales: Universidad de Manizales.
Cooperación: el ser humano es un ser social que vive en una compleja red de
estructuras, estas van de la familia al Estado, de lo local a lo multinacional, donde
la cohesión da la cultura, los valores y creencias para construir desarrollo humano
individual y social, fruto de la interacción e interrelación solidaria.
Equidad: entendida como la capacidad básica y las oportunidades de las
personas de manera igualitaria, tiene en cuenta grupos poblacionales que por sus
condiciones de limitación o discapacidad, necesitan más recursos para
mantenerse en el mismo nivel de vida.
Sustentabilidad: entiende la satisfacción de las necesidades de la generación
actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras.
Seguridad: todas las personas deben disfrutar de un nivel básico de seguridad,
entendido en términos de poder ganarse el sustento, estar libre de amenazas
crónicas, represiones o perturbaciones nocivas en su vida cotidiana.
La evolución conceptual del desarrollo humano nos lleva entonces a entender el
panorama más contemporáneo de los enfoques centrados en lo humano, que se
consideran dan pertinencia a proyectos institucionales como los presentados en
este documento, sustentado en lo manifestado por el profesor Jaime Alberto
Restrepo (2009): “Todo desarrollo debe enfocarse en esencia al desarrollo
humano; es irracional un modelo de desarrollo que no conduzca al desarrollo
humano”. Realizando una abstracción de estas y otras premisas como las de
Max-Neff (1986), quien manifiesta que: “El desarrollo humano se refiere a las
personas y no a los objetos” se determinaría que así como para medir el desarrollo
real y potencial de una nación es necesario hacerlo a través del desarrollo de los
seres humanos que la habitan, el desarrollo de una organización, en este caso
educativa como la Universidad de Manizales, solo es posible en la medida en la
que los seres humanos que hoy clasificamos en estamentos estudiantiles,
docentes, egresados y administrativos, desarrollen sus condiciones y
potencialidades humanas en pro de sí mismos y la organización u organizaciones
sociales a las que pertenecen.
Estos enfoques, que claramente ubican al ser humano como centro del desarrollo
y que son vitales para el sustento de este proyecto, hacen su aparición conceptual
a través de la CEPAUR (Centro de Alternativas de Desarrollo) de Chile, y
Fundación Dag Hammarskjôld de Suecia, y con autores como Max-Neff, que
desde 1996 inician con una progresiva concepción del desarrollo a escala
humano7, un enfoque que parte de reconocer la existencia de una necesidades
humanas fundamentales para garantizar el desarrollo, como las de subsistencia
(alimentación, salud, trabajo, vivienda y educación), existenciales (ser, tener,
hacer, estar) y axiológicas (protección, afecto, entendimiento, participación, ocio,
recreación, identidad, libertad) y que, según sus autores, la ausencia o presencia
de estas necesidades se convierten para el desarrollo de los seres humano en
factores carenciales o potenciales. Otros enfoques como el de Amartya Sen
(2000) retomado por Restrepo (2009), hablan de la agencia del desarrollo
humano, referenciado así por plantear “que es la capacidad de gestión de las
personas y las comunidades para lograr sus intereses, de ser dueñas de su propio
destino”.
Estos y otros enfoques están conectados en reconocer, como se ha expresado en
diferentes partes del documento, que el desarrollo se refiere a los seres humanos
y de forma muy particular reconocen que este desarrollo debe ser visto más allá
del acceso a bienes y servicios, lo cual permite que emerjan nuevos conceptos
asociados y concomitantes al de desarrollo humano que hablan de procesos
tangibles e intangibles, como calidad de vida, gestión humana, bienestar, entre
otros conceptos muy presentes en la concepción estratégica y táctica de la
Universidad de Manizales.

7
CEPAUR. (1986). Desarrollo a escala humana: Una opción para el futuro. Versión de Manfred Max-Neff y
otros. Santiago de Chile. Pp. 13-19.
LA CULTURA, UN PASO A LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA
“La cultura es un campo de dispersión de los lenguajes. En nuestra cultura se da
una irremediable guerra de los lenguajes:
Nuestros lenguajes se excluyen los unos a los otros.
Es evidente que en esta guerra de lenguajes no podemos huir por cultura, o por
opción política; hemos de comprometernos, participar en uno de los lenguajes
particulares a los que nos obliga nuestro mundo, nuestra historia.
Y no obstante, no podemos renunciar al goce, por utópico que sea, de un punto
de vista descolocado y desalineado”.

Barthes R. (1987). El Susurro de la Lengua

La Universidad de Manizales desde sus cimientos filosóficos y misionales ha


entendido que el concepto de formación integral de sus estudiantes no pasa solo
por la preparación para impactar en los avances de carácter científico y
tecnológico, o la transferencia tecno-científica dada en las aulas, ha comprendido
entonces que la esencia de su proceso está en la formación de seres humanos
autónomos, capaces de impactar significativamente los diferentes escenarios
sociales, económicos, académicos, culturales, entre otros, que enfrentarán en el
transcurso de su existencia.

Así, entonces, establecer una cátedra que movilice y comprenda la esencia de los
conceptos de cultura y ciudadanía y el poder que estos ejercen en la
transformación de la sociedad, permitirá de forma estratégica impactar a su
comunidad académica, y de forma particular a los estudiantes como beneficiarios
principales del proceso, facilitando una comprensión del mundo que fortalezca sus
capacidades de relación y transformación consigo mismo, con sus pares y con sus
entornos particulares.
Utilizar las palabras cultura ciudadana para darle nombre y connotación a esta
cátedra institucional, evidencia en definitiva un interés por impactar de forma
profunda la naturaleza humana de quienes conforman su comunidad; sin
embargo, ambas palabras tienen connotaciones de complejidad dado no solo por
sus significados, sino por la historia, la utilización y el número importante de
disciplinas que en las últimas décadas la han estudiando y le han dado, en
términos de Kant, significantes propios de la época en la que se han concebido.

Un autor como Conrad Kottak (1994) en su texto de Antropología: una


exploración de la diversidad humana, determina que la cultura es en sí misma
un “Conjunto de tradiciones, creencias, valores, costumbres y prácticas
transmitidas mediante el aprendizaje, que establecen e imponen pautas de
comportamiento a las personas que se encuentran inmersas en ella”.

Por su parte Adela Cortina (2001) expresa que el concepto de ciudadanía, sin ser
un concepto claramente acabado, está relacionado con un “estado social de los
seres humanos donde se conjuga la razón dada desde su naturaleza política y
jurídica y el sentimiento propio de su naturaleza biológica y psicológica”.

Tomando en cuenta lo anterior, veamos lo expresado por Antonio Elizalde y


Patricio Donoso “la cultura ciudadana es aquella que surge del ejercicio, del operar
de la existencia colectiva, del existir con otros, del convivir, del vivir con, del
participar, del hacerse parte de, que es la única forma posible de existencia
humana. Es en ella donde se hace posible la condición ciudadana, la satisfacción
de las necesidades humanas fundamentales, el despliegue y ejercicio de los
derechos inherentes a las personas y también de los deberes que surgen del
existir social, del reconocimiento de la alteridad u otredad que enriquece la
individualidad y a la vez hace posible y singulariza a cada ser humano, a cada
persona”.

Según Franky (1999) la cultura ciudadana se entiende como un “trasfondo de


sentido que regula los comportamientos de los ciudadanos, en la medida que
establece las reglas mínimas comunes que hacen posible las relaciones entre
ellos y con su entorno, así como las formas de producción, circulación,
reconocimiento, apropiación y recepción de ese universo de sentido. Esto implica
que en el proceso de formar ciudad es necesario establecer los significados y las
reglas de juego comprometidos en esa producción. Estos deben hacer posible que
cada ciudadano no sólo se apropie de los diferentes elementos urbanos, sino que
desarrolle estrategias para reconocer los diversos entornos y adecuar su
comportamiento”.

Explorar estos conceptos nos impulsa a entender en este documento y con fines
prácticos para el desarrollo de esta cátedra institucional, que la cultura ciudadana
para la Universidad de Manizales debe tener implícito un accionar hacia la
convivencia, la diversidad, la comunicación, lo axiológico, la política, entre otros
conceptos que deben transversar las acciones de esta propuesta institucional en
el marco del sistema de desarrollo humano, un proceso que no permita que la
comunidad académica observe la cultura ciudadana como una herencia social en
la cual no puede intervenir y mucho menos transformar, por el contrario este
proceso debe permitir que los beneficiarios de esta cátedra reconozcan sus
potencialidades como sujetos transformadores de la realidad o las realidades que
nos plantean unos tiempos contemporáneos en los que lo único constante es el
cambio.

Es importante anotar que la cultura ciudadana, en términos del trabajo con el


estudiante, es una forma de llevarlo a la conciencia, de darse cuenta de sí mismo,
de la existencia de su otredad y de la importancia de una relación adecuada con
ambos. Con lo anterior se justifica de alguna manera por qué este promueve la
utilización de metodologías como la educación, la experiencia y el aprendizaje
significativo, al considerar esencial que los aprendizajes para ser un gran
ciudadano se dan más que en la explicación teórica, en la práctica social, y que
mejor escenario que la institución en la que ejerce su formación profesional y
humana. Relacionándolo con planteamientos como los de Max Weber, donde se
exalta que un paso importante para reconocernos como seres humanos en una
sociedad racional está en la acción social, proceso que se inicia cuando el
individuo actuante le asigna un significado subjetivo a su conducta y se concreta
esa acción social, cuando ese significado subjetivo toma en cuenta la conducta de
otros.

En palabras de Cortina (2001) “la civilidad en la cultura no nace ni se desarrolla, si


no se produce una sintonía entre los actores sociales involucrados” y manifiesta,
además, citando a Daniel Bell, que no trabajar en procura de una disposición
ciudadana común quedaría en peligro los dos logros de la modernidad, “la
democracia liberal y el capitalismo”.

Teniendo en cuenta contextos educativos como los relacionados en este


documento, finalizamos este desarrollo conceptual sobre cultura ciudadana con un
fragmento del documento Educación ciudadana universitaria para la cultura de la
paz de Olga Molan y Mercedes Campos (2008) donde manifiestan: “Las
universidades como organizaciones que producen el capital científico y humano,
usualmente no reaccionan con la rapidez necesaria para asumir las
modificaciones en su manera de generar el conocimiento, y la formación de los
profesionales y ciudadanos, que asuman las presiones que los cambios sociales
demandan.

De acuerdo a lo señalado, la alfabetización científica de la ciudadanía, constituye


hoy día un componente básico de la educación ciudadana y es una premisa
debido a la complejidad de las diferentes relaciones e interacciones que se
generan en los miembros profesionales de la sociedad (docentes, médicos,
abogados, economistas, entre otros) con sus funciones en el tejido social y el
ejercicio de la ciudadanía. Desde la incertidumbre relacionada con el papel de los
individuos ante la dinámica social, para conocer, comprender, interpretar su
realidad, y asumir sus compromisos personales, profesionales en el que ahora
viven, requieren de los conocimientos, la formación y la capacitación que sirvan de
herramientas para vincularlos en su ejercicio profesional y su participación
ciudadana protagónica para alcanzar el bienestar colectivo.
Desde esta perspectiva Fensham (2002) señala que en el movimiento ciencia para
todos y en las primeras discusiones sobre la alfabetización científica, se basan en
lo que se denomina la tesis pragmática, según la cual, los futuros ciudadanos se
desenvolverán mejor si adquieren una base de conocimientos científicos, puesto
que las sociedades se ven cada vez más influidas por las ideas y productos de la
tecno ciencia.

Por consiguiente el rol de las universidades se potencia al promover el consenso


entre los diferentes actores sociales, lo que parece ser el mecanismo que
generará la transformación necesaria para satisfacer las demandas actuales, por
lo tanto, se hace necesario comprender el ámbito social y comunitario actual de
estas instituciones, para de esta forma proyectar su potencial educativo en el
futuro”.

LA PARTICIPACIÓN
La ética es posible si la relación de alteridad no es simplemente una relación
de diferencia sino de deferencia con la palabra del otro. La ética es posible
cuando el yo se convierte en responsable del otro. La palabra que es solícita
con la palabra del otro, la palabra deferente, la palabra ética, es hospitalaria,
acogedora, y es una palabra capaz de imaginar un futuro diferente al que ella
había previsto en un principio.
Mèlich, J. C. (2002). Filosofía de la finitud

La Real Academia de la Lengua (2010) determina que la palabra participación está


relacionada con la “intervención de un sujeto en un suceso o actividad” y
manifiesta además que dicha palabra no tiene un significado por sí misma, que
esta requiere de su incorporación en contextos particulares de utilización que
permitan precisar si se participa, ¿en qué se participa?
Este fenómeno social denominado participación hasta mediados de los años 80,
generaba bastante controversia en asuntos de carácter social, económico y
político, principalmente por los arraigos culturales heredados de la religión y las
monarquías, donde la participación solo se daba según el grupo étnico al que se
pertenecía, la religión que profesa, el partido político asignado, la clase
socioeconómica a la que pertenece, entre otros fenómenos socioculturales que
intencionalmente han privilegiado en la humanidad la individualidad y los grupos
sociales cerrados.

Desde la década de los 90 se inicia una gran preocupación por hablar de la


participación, y como esta es esencial en el desarrollo de las naciones y mucho
más en aquellas que han presentado déficit.

Así, entonces, gran parte de los organismos internacionales iniciaron adoptando la


participación como estrategia de acción en sus declaraciones, proyectos, e incluso
en diversos casos están institucionalizándola como política oficial.

Entre ellos, el Banco Mundial publicó en 1996 varios textos sobre participación,
señalando que "la gente afectada por intervenciones para el desarrollo debe ser
incluida en los procesos de decisión", esta iniciativa facilitó la formulación de
lineamientos muy concretos tendientes a fortalecer la incorporación de los
métodos participativos en el desarrollo de los proyectos sociales y económicos
nacientes de esta institución, lo cual inicia un cambio en la concepción sobre la
participación, entendiéndose para el Banco Mundial que esta es la forma explícita
de diálogo con el país y uno de los indicadores esenciales para medir su nivel de
desarrollo.

Otras entidades como las Naciones Unidas han integrado en fechas similares la
promoción de la participación como un eje de sus programas de cooperación
técnica en el campo económico y social. Los informes sobre desarrollo humano
que viene publicando desde 1990 y que examinan problemas sociales
fundamentales del planeta, indican en todos los casos a la participación como una
estrategia imprescindible en el abordaje de los mismos. El Banco Interamericano
de Desarrollo editó en 1997 un libro de consulta sobre participación. En su
introducción se indica que "La participación no es simplemente una idea sino una
nueva forma de cooperación para el desarrollo". El Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, PNUD, de 1993, destaca que: "La participación es un
elemento esencial del desarrollo humano".

Lo expuesto anteriormente facilita para el desarrollo conceptual de este


documento, que la participación la entendemos como un proceso de vinculación
activa, una actitud y una aptitud humana hacia la integración y/o la incorporación a
un contexto social, en síntesis, una competencia humana que fortalece su
naturaleza política y reconoce en este la libertad como derecho, al permitirle
tomar decisión sobre sus acciones presentes y futuras en sus diferentes
dimensiones de interacción bio-psico-socio-cultural.

Se reconoce entonces que la participación en una institución de educación


superior en la modernidad como la Universidad de Manizales, requiere una
concepción de la participación dinámica y centrada en el ser humano, eje
epistemológico del Departamento de Humanidades. Lo cual permite establecer
que la comunidad académica de la Universidad de Manizales no es usuaria pasiva
de información o de las políticas institucionales; por el contrario, se propone a
través de esta cátedra nuevos paradigmas de comprensión y de actuación de la
participación, donde estos sean protagonistas constantes de la transformación y el
desarrollo creciente de la universidad en tiempos contemporáneos.

En palabras de Pedro Ortega Ruiz (2004) de la Universidad Pablo de Olavide “La


sociedad postmoderna padece una crisis profunda de transmisiones. Los antiguos
criterios han perdido su originaria capacidad orientadora, y los nuevos todavía no
se han acreditado con fuerza suficiente para proporcionar a los individuos y grupos
sociales la posibilidad de orientarse y situarse en el entramado de esta sociedad.
En tal situación se hace necesaria una “nueva educación” que sitúe al educando
en el centro mismo del proceso educativo.

La relación educativa no es una relación convencional que se puede encerrar en


un lenguaje en el que todos los problemas, transformados en cuestiones técnicas,
pueden ser resueltos, controlados y dominados.

La educación es en sí misma una experiencia ética. Y si es ética, implica un


compromiso de cambio y transformación, de participación en la construcción de
una sociedad desde parámetros de justicia y solidaridad. Pero el discurso
pedagógico de la participación social no puede limitarse al ámbito de las solas
“formas de participación”.

Debe trascender el marco de las estrategias para preguntarse por otras cuestiones
indispensables en el discurso pedagógico: participar, ¿en qué sociedad?, ¿para
qué? Y las repuestas nunca deberían ser de “laboratorio”, cerradas y definitivas.
Necesariamente deberían ser provisionales, desde la incertidumbre que provocan
las situaciones cambiantes de una sociedad en permanente transformación. En
educación no hay respuestas prefabricadas, ni definitivas. En la sociedad del
riesgo todas las respuestas están por hacer”.

La participación, entonces, en el entorno educativo es una apuesta por el sentido,


por generar una conciencia en cuanto a nuestras acciones individuales y
colectivas, una propuesta que permite entendernos en medio de las diferencias o,
como lo plantea la frase inicial, en la deferencia de las palabras que permiten la
construcción de nuevos y más amplios escenarios sociales de desarrollo.

Otro elemento esencial que emerge del concepto de participación es el de


ciudadanía, evidente en las premisas de que precisamente es a través de la
participación como se evidencia el desarrollo de la ciudadanía y la trasformación
social, cultural y política que de ella se desprende.
José Woldenberg (2007) plantea: “En democracia la política tiene que ser una
actividad eminentemente ciudadana y no una responsabilidad exclusiva y
excluyente de una minoría que se asume como representante, es decir, es
menester del ciudadano que se reconozca como sujeto de la política y no como el
objeto pasivo de los actos de gobierno”.

Bibliografía

Banco Interamericano de Desarrollo, BID. (1997).


Banco Mundial (1996).
Cortina, A. (2001)
Elizalde, A & Donoso, P. ( ).
Fensham, P. J. (2002).
Franky, P. (1999). La cultura ciudadana: la experiencia de Santa fe de Bogotá
1995-1997.
Kottak, C. (1994). Antropología: una exploración de la diversidad humana
Max-Neff, M. (1986).
Molan, O. & Campos, M. (2008).
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. (1993).
Ortega Ruiz, P. (2004).
Tylor, E. ( ). Cultura primitiva
Woldenberg, J. (2007).

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