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Índice
Introducción
3. El proceso de evaluación/diagnóstico
Introducción
Etapas del proceso, guías de actuación de buenas prácticas y aprendizaje de
competencias
0. La demanda
I. Primera recogida de información
II. Formulación de hipótesis y deducción de enunciados verificables
III. Contrastación
IV. Comunicación: el informe
Conclusiones
4. Un caso práctico
Introducción
Primera recogida de información
Formulación de hipótesis y deducción de enunciados verificables
Contrastación: administración de tests y otras técnicas de evaluación
Comunicación de resultados: el informe
Conclusiones
4
Referencias bibliográficas
Créditos
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Introducción
La literatura general sobre expertise nos dice poco sobre como descubrir,
fragmentar y hacer explícitos los pasos de una cadena de eventos profesionales, así
que, en términos generales, normalizar la actuación del psicólogo en determinadas
tareas profesionales (diagnóstico, orientación, etc.) está esencialmente avalado por la
investigación cognitiva que permite desentrañar la secuencia de la actividad mental
del profesional y los correlatos comportamentales de tal actividad (Berman, 1997;
Higgins y Jones, 2000, Newel y Simon, 1972). Así, la teoría de la decisión y los
modelos de solución de problemas descubren los caminos a través de los cuales los
profesionales —con base en teorías— llegan a tomar decisiones y resolver problemas
complejos (Bordage y Zacks, 1984; Clark, 1992).
De estas contrastaciones empíricas emergen las Guías del proceso de evaluación
(GAP; Fernández-Ballesteros, De Bruyn, Godoy, Hornke, Ter Laak, Vizcarro,
Westhoff y Westmeyer, 2001), como un conjunto de pasos a seguir cuando se trata de
proceder a una evaluación psicológica y ello tanto cuando se pretenda describir,
diagnosticar o clasificar, predecir, como cuando se trata de explicar y controlar el
comportamiento del sujeto de estudio. Desde luego, las GAP —con sus 96
recomendaciones encardinadas en cuatro fases generales, 11 etapas y 30 subetapas—
abarcan todos esos objetivos, de los cuales el SIMAPE da cuenta de las dos primeras
fases, dado que el «caso» tratado presenta una demanda de descripción y diagnóstico
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y, por tanto, no agota el mucho más complejo proceso de evaluación.
Aunque la vía más tradicional y común para establecer los pasos del proceso de
evaluación ha sido el establecimiento racional de tareas especificadas por expertos, en
los últimos años, la tecnología ha permitido un paso de gigante con la posibilidad de,
mediante simulación por ordenador, contrastar teorías que implican modelos teóricos,
operacionales mentales y acciones de contrastación. Válgase un solo ejemplo: el que
realizan Adarraga y Zaccagnini (2001) o Westmeyer y Hageboeck (2001) cuando
tratan de contrastar el proceso diagnóstico a través de la programación con sistema
expertos.
Llegado este punto, conviene resaltar que el caso elegido sobre el que se ha
desarrollado el SIMAPE tiene una demanda determinada de la que emergen objetivos
descriptivos y diagnósticos y, por tanto, el proceso no requiere el diseño de una
intervención y su valoración; sin embargo, sí es posible que los aprendizajes
realizados en ese caso puedan ser generalizados a otros casos semejantes, con los
mismos objetivos.
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permitiría mejorar la enseñanza (por ejemplo, Del Barrio, Fernández-Ballesteros,
2001). Así, apoyándonos en la metodología multimedia, hemos desarrollado un
sistema interactivo para la enseñanza-aprendizaje: el SIMAPE. Llegado este punto,
hemos de resaltar que este sistema ha de ser contrastado en el sentido de su
eficiencia; es decir, en comparación con otros sistemas tradicionales o no
tradicionales, debemos establecer si el SIMAPE es eficiente en la enseñanza-
aprendizaje del proceso de evaluación psicológica.
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1
Las buenas prácticas como base del trabajo
profesional
Objetivos
• Establecer el recorrido histórico y el concepto de «buenas prácticas» como
base del trabajo profesional.
• Delimitar las «buenas prácticas» desarrolladas en el contexto de la
evaluación psicológica.
• Establecer «buenas prácticas» como precondiciones del proceso de
evaluación psicológica.
• Proponer y describir las Guías para el proceso de evaluación (GAP) como un
conjunto de buenas prácticas.
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CUESTIONES DE DEFINICIÓN
Las buenas prácticas o las mejores prácticas se han intentado definir de muchas
y muy diversas maneras, atendiendo a los intereses de los más variados escenarios.
Tal vez el tipo de definición más utilizado se deba a las contribuciones desde el
ámbito empresarial, en el que las buenas prácticas se entienden como un conjunto
coherente de acciones que han resultado ser beneficiosas y eficientes en un
determinado contexto y del que se espera iguales resultados en contextos similares.
Aunque pueda parecer una preocupación reciente, las prácticas (de todo tipo) han
sido objeto de atención constante siendo especialmente interesante la reflexión que
suscita la relación entre el conjunto de prácticas que se consolidan en un período de la
historia y los modelos y cultura imperantes; en palabras de Althusser (1966), la
cultura de todos los tiempos está compuesta por un conjunto de sistemas
estructurados o complejo de sistemas que es, en definitiva, el conjunto de prácticas
que se despliegan en una época y que resultan ser las prácticas dominantes de ese
momento, como fueron denominadas por Hubner (1983).
Siguiendo esta aproximación, las actualmente denominadas buenas prácticas
(good practices) o las mejores prácticas (the best practices), guardan una importante
dependencia con el momento en el que surgen y se consolidan (desde la segunda
mitad del siglo pasado hasta la actualidad), con los contextos en los que han ido
emergiendo, con las disciplinas implicadas y con los usos y costumbres de
profesionales practicantes que pertenecen a una determinada tradición.
Estos términos —buenas prácticas— aluden a la calidad de los procedimientos de
cualquier tipo que se requieren para llevar adelante un proyecto o conjunto de
proyectos y se utilizan como la expresión de un nuevo enfoque sobre los modos de
hacer, o bien como un nuevo lenguaje para describir las prácticas profesionales o
sectoriales. En cualquier caso, puede entenderse que efectivamente están señalando
un cambio de cultura.
En tiempos pasados, aunque recientes, los procedimientos empleados, tanto en
investigación básica como aplicada, o en procesos de producción, eran avalados por
el principio de autoridad, eran inherentes o estaban identificados con personas o
instituciones que los legitimaban o prestigiaban y, escasamente, se encontraban en la
necesidad o conveniencia de ser justificados, y mucho menos de ser verificados. En la
actualidad, cualquier entidad debe demostrar que cumple con unos determinados
estándares para que le sea reconocida la adecuación y la calidad de sus productos y de
sus procedimientos.
En ese proceso de reconocimiento de la calidad que se ha ido consolidando
mediante distintos sistemas en Estados Unidos, Japón y Europa, las «buenas
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prácticas» se reconocen como la práctica de trabajo documentada, comprobada y
libre de errores, que excede las prácticas operativas actuales y conocidas de un
determinado entorno de trabajo (EFQM, 1999).
Para llegar a este punto se ha recorrido un corto pero intenso camino que tal vez
conviene recordar.
BREVE HISTORIA
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configurando una red de agencias gubernamentales, administraciones locales,
instituciones académicas y profesionales y un largo etcétera, implicadas en la
identificación de soluciones de éxito de cara al desarrollo sostenible. En esta
amplísima red se dieron cita especialistas en desarrollo urbano, ordenación
urbanística, planificación medioambiental, arquitectura, desarrollo económico,
inclusión social, prevención del delito, problemática de las mujeres y de los jóvenes,
financiación municipal, infraestructura y servicios. Iniciativas de este tipo tuvieron
una influencia notable para la consolidación del enfoque de las buenas prácticas,
compartidas y extrapoladas cada vez a más contextos, escenarios y condiciones
diversas.
En definitiva se fue imponiendo la necesidad y utilidad de prestar atención a los
modos de hacer en relación con procedimientos bien definidos, incorporando
sustantivamente los valores y el respeto escrupuloso al marco normativo regulador
del ámbito del que se trate, para identificar el mejor conjunto de prácticas posibles.
Finalmente, la Declaración de Helsinki (revisión de 2002, sobre una primera
redacción de 1964), destinada a la protección de los derechos humanos y la definición
de principios éticos, fue consolidando una base de acuerdo para establecer las buenas
prácticas clínicas en términos de estándares de calidad ética y científica. Todo ello ha
sido aceptado internacionalmente, y ha ido abarcando el diseño, la realización, la
monitorización, la auditoría y la recogida y análisis de datos de cualquier actividad
científica con seres humanos. Estos estándares tienen como objetivos fundamentales
garantizar el derecho de los pacientes y garantizar la calidad de los datos.
La salvaguarda del derecho de las personas requiere crear un espacio visible y
contrastable para situar el consentimiento libre; requiere también que pueda
constatarse el control ético y el control de calidad de los datos; la transparencia o
replicabildad del diseño; la documentación de todas y cada una de las tareas
realizadas y la garantía de los registros de datos obtenidos. De todos estos
requerimientos depende la credibilidad y la aceptación de los resultados y, por tanto,
de la incorporación de estas prácticas depende cada vez más la aceptación
internacional de hallazgos, productos o servicios.
Ese esfuerzo se ha generalizado tan extraordinariamente, que la práctica totalidad
de los entornos profesionales, han puesto en valor el conjunto de prácticas que le son
propias como distintivo de calidad que permita, por un lado, orientar el aprendizaje
de quienes se incorporan a un entorno disciplinar y, por otro, discriminar la calidad
del trabajo de los profesionales.
El conjunto de prácticas definido como «bueno», como «el mejor» o como «de
excelencia» suele presentarse como una guía que orienta el conjunto de los
procedimientos relevantes en un ámbito determinado —tanto en el trabajo práctico
como en la investigación— mediante recomendaciones fundamentalmente éticas y
metodológicas. Así la trayectoria de las prácticas clínicas ha dado lugar a Las Guías
para la buena práctica clínica, en continua revisión y ampliación
(http://www.ich.org) que han tenido una influencia importante en los estándares
relativos a las buenas prácticas de todo tipo de disciplinas.
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En resumen, las buenas prácticas se despliegan documentando las decisiones
tomadas progresivamente, documentando los procedimientos y garantizando los
resultados obtenidos, así como sistematizando un entorno de trabajo que facilite la
replicabilidad y la contrastación, al mismo tiempo que se garantiza el respeto a los
valores y marcos legales vigentes que conciernen a los objetivos de trabajo. Las
acciones articuladas tienen que contemplar de modo sustantivo la detección de
errores o dificultades para convertirlos en objetivos de mejora, de tal modo que los
procedimientos de trabajo, los procesos que los sustentan y los resultados que se
deriven, sean progresivamente elaborados en orden a la calidad y eficiencia.
Todos los componentes de un conjunto de prácticas buenas o excelentes están
informados por los principios éticos y legales que le sean aplicables y este
compromiso debe estar dotado de las mismas exigencias de visibilidad y verificación
que las exigencias técnicas o metodológicas.
Finalmente debe destacarse, especialmente en el caso que nos va a ocupar, que las
buenas prácticas exigen un tratamiento impecable del cliente/paciente, empezando
por la consideración de la demanda y del respeto al derecho que asiste al cliente o
paciente, y siguiendo por la transparencia de los procedimientos utilizados, la
garantía de los datos y la garantía del conjunto del proceso de toma de decisiones que
nos lleve a dar respuesta a una solicitud, demanda o queja.
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grupo de trabajo nombrado a tal efecto, un conjunto de buenas prácticas aplicadas al
proceso de evaluación psicológica han quedado definidas en las Guías para el
proceso de evaluación (GAP) (Fernández-Ballesteros, De Bruyn, Godoy, Hornke, Ter
Laak, Vizcarro, Westhoff, Westmeyer y Zaccagnini, 2001) que han sido publicadas
en español (Papeles del Colegio, 2002). Antes de presentar las 96 guías que
conforman los GAP y que también dirigen el SIMAPE, vamos a referirnos a las
precondiciones y los prerrequisitos del mismo.
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El evaluador debe examinar si está cualificado para satisfacer la demanda y si
la demanda se ajusta a criterios profesionales. El evaluador debe observar,
además, los principios éticos y los requisitos legales que rijan en el país.
TABLA 1.1
Proceso de evaluación: estructura básica y pasos a seguir según las GAP
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salvaguarda de los principios éticos y legales.
a) Requisito de cualificación
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continua del modo de recoger la información en la solicitud de una primera cita.
Para servir a este doble objetivo, el protocolo debe recoger, al menos, la siguiente
información:
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su peso).
5. En su caso, fecha fijada para la primera entrevista con el profesional al que se
ha asignado el caso.
Los criterios profesionales son los únicos que pueden dirigir las actuaciones
psicológicas y, en este sentido, como primera garantía en relación con la
profesionalidad, el principio de competencia ha quedado garantizado en la práctica
descrita sobre asignación del caso.
En algunas ocasiones de la práctica profesional, criterios distintos e incompatibles
pueden ser propuestos por el cliente o paciente desde el momento de la demanda o en
momentos posteriores. Tal es el caso que puede producirse cuando el paciente o el
cliente pretende manipular o chantajear a otro, utilizando para ello el diagnóstico de
un trastorno no contrastado en un hijo menor o el informe sobre supuestas
alteraciones del comportamiento relacionadas con las visitas al otro progenitor, en
casos de custodia compartida no deseada; o aquellas situaciones en que el paciente
pretende atribuir la responsabilidad de sus problemas psicológicos a su pareja;
aquellos casos en los que se exige al psicólogo su colaboración o informe en la
defensa de objetivos no saludables tales como regímenes de alimentación severos,
utilización inadecuada de fármacos, intervenciones dudosas de cirugía estética o
propuestas de interrupción ilegal de embarazos, por poner algunos ejemplos.
En otro orden de cosas, con cierta frecuencia, puede observarse en la actualidad
social que en una demanda legal se producen dos diagnósticos o dos informes
psicológicos incompatibles sobre el grado de responsabilidad de una persona en la
comisión de un delito: un informe sobre el mismo sujeto ha sido realizado por un
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psicólogo requerido por la defensa y el otro ha sido realizado por un psicólogo
requerido por la acusación. Más allá de la lógica discrepancia atribuible a un
conocimiento falible, sujeto a la variabilidad del tiempo, los datos, los métodos y la
competencia, sería lamentable que se impusiera una mala práctica que hiciera
prevalecer la predisposición incondicional a favor del cliente sobre criterios
estrictamente profesionales.
Posiblemente una de las características que mejor define el cambio de cultura que
tratan de promover las buenas prácticas es la introducción de los principios éticos y
legales en los procedimientos ordinarios, desde el inicio de cualquier actuación
profesional. Esta práctica contribuye a poner fin al desconocimiento de la deontología
y las regulaciones legales y a tenerlos en cuenta solo en el momento en el que surgen
discrepancias o conflictos con los clientes, pacientes, allegados o instituciones.
Los datos que se pretenden recoger en el protocolo de recogida de información de
la primera solicitud de cita, tienen la utilidad de reflejar la pertinencia o no de la
demanda tanto como la competencia legal de quien solicita el servicio profesional,
criterios que deben ser prioritarios a la hora de aceptar la demanda o de solicitar
nueva información o consentimientos previos, bien de quien se pretende que sea el
paciente —en el caso de un mayor de edad no incapacitado legalmente— o bien de
quien tiene el derecho y el deber de autorizar la evaluación-intervención —en el caso
de los tutores legales de menores o de mayores de edad incapacitados legalmente.
La referencia específica para el ejercicio profesional del psicólogo en España es el
Código Deontológico del Psicólogo, conjunto de normas que se refiere a los actos de
los profesionales y que emana del sistema racional de principios y reglas universales
que someten y orientan a todos, que se apoya en la idea de que se debe actuar
considerando a todas las personas como un fin y nunca como un medio, dado que las
personas son dueñas de sus metas individuales, establecidas de forma autónoma
(Mas, 2007).
Igualmente relevante es el metacódigo de la Federación Europea de Asociaciones
de Psicólogos (European Federation of Psychologists Associations, EFPA), que
establece el respeto a los derechos y la dignidad de las personas, la competencia, la
responsabilidad y la integridad como los cuatro principios fundamentales que deben
inspirar cualquier desarrollo deontológico de los países miembros (por ejemplo, véase
Alcalde y Río, 2001).
Las GAP tienen los siguientes objetivos: 1) asistir a los evaluadores en sus
esfuerzos por optimizar la calidad de su trabajo; 2) asistir al cliente de la evaluación
no psicólogo para evaluar el trabajo que realiza el evaluador y permitir un control de
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calidad y 3) facilitar la enseñanza y el entrenamiento de la evaluación dado que
permite la estandarización del trabajo práctico y el diseño de un avanzado
entrenamiento.
Tras la revisión de la investigación en el proceso de evaluación, las GAP son
diseñadas asumiendo los siguientes planteamientos: 1) el proceso de evaluación
supone un proceso de toma de decisiones durante el cual, con el objetivo de
responder a las demandas del cliente o sujeto de evaluación, el evaluador (con base
en sus conocimientos y experiencia) debe plantearse distintos cursos de acción y
decidir cuál/es va a seguir; 2) dado que se trata de responder a una demanda
(problema), el proceso de evaluación puede considerarse como una tarea de
resolución de problemas y, finalmente, 3) el proceso de evaluación requiere la
formulación y la evaluación de hipótesis sobre la demanda o problema consultado.
Las GAP parten de un esquema general que se ha presentado más arriba, en la
tabla 1.1, que contiene cuatro etapas generales de un dígito, 11 subetapas de dos
dígitos subdivididas en 30 subetapas de las que emergen 96 recomendaciones o guías.
Conviene resaltar de nuevo que, dado el carácter del caso seleccionado, el SIMAPE
tan sólo abarca las dos primeras etapas y se refiere a las 68 primeras guías. A
continuación presentamos las 96 guías agrupadas según fases y subfases (1, 2 o 3
dígitos) del proceso a las que corresponden.
0. PRINCIPIOS GENERALES
1. El evaluador debe asumir la responsabilidad del proceso de evaluación.
2. El evaluador debe tomar en cuenta los posibles conflictos de intereses que
puedan existir entre el sistema de valores del sujeto o cliente y el suyo
propio.
3. La evaluación se lleva a cabo en una situación interpersonal. El evaluador
debe tratar al cliente con imparcialidad y con respeto.
4. El evaluador debe identificar y discutir los asuntos importantes sólo con las
personas participantes en el proceso de evaluación.
5. Durante todo el proceso, el evaluador debe valorar las posibles
consecuencias positivas y negativas, así como los efectos colaterales de la
evaluación para el sujeto o cliente y para su entorno social.
6. Al solucionar las demandas planteadas, el evaluador debe seguir, en principio,
una aproximación científica.
7. El proceso de evaluación debe ser lo suficientemente explícito como para que
pueda ser reproducido y valorado, así como para que pueda quedar
constancia del mismo.
8. El evaluador debe optimizar la justificación, utilidad y calidad del proceso,
así como vigilar las condiciones que puedan distorsionarlo.
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1.1. Análisis de las demandas, quejas y metas.
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1.3.1. Planificación de la administración de los procedimientos de evaluación.
28. El evaluador debe obtener el consentimiento del sujeto para el plan de
evaluación y para los procedimientos de evaluación implicados.
29. El evaluador debe preparar la situación de evaluación, así como dar las
instrucciones a los sujetos y demás participantes de acuerdo con estándares
técnicos y profesionales.
22
2.1.2. Formulación de conclusiones en relación con las demandas del cliente o
sujeto.
44. El evaluador debe formular conclusiones que respondan a las demandas del
cliente o sujeto.
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entre sí.
62. La interpretación de los datos nunca debe dejarse en manos del lector.
63. Las conclusiones deben exponerse con la máxima claridad; y las inferencias
tentativas, señalarse como tales.
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75. El evaluador debe tratar con el cliente o sujeto las alternativas de intervención
y sus posibles consecuencias.
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4.2.1. Extrayendo conclusiones de los datos recogidos sobre los efectos de la
intervención de acuerdo con 1.4, 4.1.
87. El evaluador compara los resultados con las demandas del cliente y las metas
de la intervención.
88. Antes de interpretar los efectos de la intervención, el evaluador examina si los
resultados pueden ser atribuidos a la intervención.
89. El evaluador examina los efectos colaterales.
90. El evaluador considera potenciales alternativas de los efectos encontrados.
4.3. Seguimiento.
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profesional con la persona o institución (cliente) y el sujeto con respecto a la tarea
evaluativa.
Las GAP implican unos pasos conductuales que han de seguirse a lo largo del
proceso de evaluación pero que no entrañan una obligatoriedad normativa, sino, más
bien, una recomendación para robustecer una buena práctica y lograr los propósitos
antes mencionados (véase «Objetivos»).
En aplicación de estas guías el profesional debe tomar conciencia de que está
asumiendo una clara responsabilidad al aceptar una demanda, pero también debe
hacer, entre otras consideraciones, una valoración de la compatibilidad o
incompatibilidad entre el sistema de valores y las posiciones vitales propias y las del
cliente o paciente, de modo tal que pueda salvaguardar sus propios valores,
inhibiéndose en aquellos casos en los que las posiciones, actitudes o historia previa le
impidan afrontar el proceso de evaluación-intervención sin las debidas garantías de
imparcialidad y respeto y sin que, por otra parte, el profesional llegue a sentirse
forzado en sus convicciones y posiciones vitales. Éste es un tema sensible en el
contexto de la evaluación forense en el caso de terroristas, pederastas, maltratadores y
casos similares, que crean serias dificultades cuando se producen asignaciones de
oficio.
Una importante recomendación da cobertura a la discreción y confidencialidad de
la información recibida, evitando difundir innecesariamente información a terceros y
alertar a personas ajenas al proceso de la existencia de atención psicológica.
Las demandas presentadas por los clientes o pacientes pueden tener múltiples
implicaciones e incluso riesgos, toda vez que pueden estar relacionadas con
decisiones irreversibles o de importantes consecuencias, tales como el asesoramiento
en la toma de decisiones en cuanto a proseguir o interrumpir un embarazo, afrontar
intervenciones quirúrgicas de riesgo o de alto impacto (cirugía estética, cambio de
sexo, etc.) que requieren una excelente preparación del psicólogo en ese dominio,
más allá de los conocimientos psicológicos que exige la práctica profesional. Es
recomendable organizar un plan de asesoramiento mediante recursos fiables y un
protocolo que permita documentar las consultas realizadas y los datos que conciernen
a las distintas situaciones y casos, de modo tal que quede constancia del
procedimiento seguido tanto para asegurar la información relevante, como para
informar al paciente de los previsibles efectos y consecuencias de sus decisiones.
Seguir planteamientos rigurosamente científicos es el mejor modo de asegurar la
garantía de las técnicas, de los datos y del proceso de evaluación así como de que la
evaluación sea replicable. Si a esta exigencia se añade un alto grado de claridad y
detalle en la documentación, que progresivamente va acompañando al proceso de
evaluación, el trabajo de cada profesional estará en condiciones de ser reproducido o
continuado por otro profesional, si las circunstancias lo requirieran y, así mismo,
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estará en condiciones de ser valorado tanto con propósitos de acreditación de la
calidad como a efectos de la valoración de los resultados de la evaluación-
intervención de distintos programas para distintos problemas y grupos o categorías de
sujetos.
Entrando pormenorizadamente en el proceso de evaluación, las GAP tratan de
orientar cada una de las etapas del mismo, desde el análisis del caso a la organización
e información de los resultados pasando por la formulación y contrastación de las
hipótesis. En resumidas cuentas, las GAP suponen un conjunto de «buenas prácticas»
del proceso de evaluación y diagnóstico psicológico. El Sistema Interactivo
Multimedia para el Aprendizaje de la Evaluación Psicológica (SIMAPE) tiene como
espina dorsal las GAP y pretende la formación en esas «buenas prácticas».
CONCLUSIONES
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2
El SIMAPE: un entorno virtual para el
aprendizaje de competencias en evaluación
psicológica
Objetivos
• A partir de una discusión general sobre el concepto de competencias y de
algunos documentos internacionales sobre las competencias de los
psicólogos, identificar las competencias relevantes para la evaluación
psicológica.
• Realizar un análisis racional de las competencias requeridas por las tareas
que propone SIMAPE.
• Presentar algunas propuestas para utilizar SIMAPE dentro del proceso de
formación en evaluación psicológica.
• Presentar algunos posibles desarrollos futuros de SIMAPE.
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LAS COMPETENCIAS EN LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA
30
saber y saber hacer, teniendo en cuenta que este hacer no puede considerarse como
una acción mecánica, sino que implica una consideración cuidadosa de las
circunstancias que generan la demanda y sus consecuencias, tanto de naturaleza
personal como social y a corto, medio o largo plazo. Lejos de consistir en acciones
mecánicas, la actuación profesional es enormemente flexible y exige a lo largo de su
desarrollo una cuidadosa toma de decisiones y la capacidad de revisar la acción si las
consecuencias observadas en cualquiera de los planos relevantes no se ajustan a lo
previsto o deseado. Por estas razones, Bowden y Marton (1998) proponen no hablar
de competencias, sino más bien de competencia en singular y resaltando el sentido de
desarrollo personal del individuo, ya que entienden que no se trata sólo de la
capacidad de hacer cosas, sino también, y fundamentalmente, de llevar a cabo un
estricto seguimiento de lo que se precisa, de la forma en que se hace, de tomar
decisiones flexibles a la luz de la situación concreta donde se trata de actuar y de
observar críticamente sus resultados adaptando la acción al objetivo específico que se
persigue. Así pues, incorporaría no sólo la capacidad de actuar, sino muy
principalmente la de autorregular la conducta con una minuciosa consideración de las
circunstancias, los resultados y las consecuencias. Todo ello, en un desarrollo que no
se adquiere de una vez por todas, sino que continúa a lo largo de la vida. Y, como
puede comprobarse, dentro de una concepción muy próxima a la de «buenas
prácticas», tratada en el capítulo anterior.
En el caso concreto de la profesión de psicólogo, los distintos grupos que han
trabajado en la identificación de las principales competencias enfatizan además otras
facetas específicas de esta profesión como distintos componentes del funcionamiento
interpersonal, tales como habilidades para relacionarse eficazmente con otros,
empatía, consideración positiva o aproximación genuina hacia los demás, la
capacidad de desarrollar una visión suficientemente rica y compleja de sí mismo y de
otros, la inteligencia emocional o la atención a cuestiones de multiculturalidad, entre
otras. Sobre este particular véanse, entre otros, Elman, Illfelder-Kaye y Robiner,
2005.
No obstante, en lo anterior hemos descrito la competencia profesional en fases que
podríamos calificar de madurez. La formación universitaria, especialmente de grado,
no puede aspirar a este nivel de desarrollo, pero tiene como fin preparar a los
estudiantes para alcanzar progresivamente estadios de desarrollo que le acercan al
desarrollo pleno de dicha capacidad.
Actualmente los sistemas universitarios de toda Europa se están centrando en el
desarrollo de competencias, según las directrices del proceso de creación del Espacio
Europeo de Educación Superior, que enfatiza la adquisición de competencias. Pero
esto no es sólo una circunstancia de un área geográfica específica. En realidad, se
observa la misma tendencia en universidades de todo el mundo, y muy especialmente
en el mundo anglosajón (Estados Unidos, Australia y Reino Unido) y en los países
nórdicos europeos. Esto es especialmente cierto, por otra parte, en las profesiones
sanitarias (véase, por ejemplo, Stanford University School of Medicine, 2008;
Universidad de Aalborg, 2008; Universidad de Maastricht, 2008) y, por lo tanto, de
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interés para a psicología.
La educación basada en competencias requiere definir con claridad tres aspectos:
1) En primer lugar, identificar las competencias que se desarrollarán durante el
proceso de formación; esto orienta el proceso educativo, tanto desde el punto de vista
de los docentes como desde el de los estudiantes, que podrán percibir en el conjunto
de actividades que se les proponen una finalidad clara y muy relacionada con sus
objetivos al elegir unos estudios, lo que resulta altamente motivante. Como es bien
conocido, y aunque un centro puede identificar competencias específicas en relación
con sus propios recursos o intereses, en un mundo globalizado estas competencias
son en gran medida compartidas, como veremos un poco más adelante. 2) En
segundo lugar, las actividades que permitirán desarrollar las competencias que se
pretende, siempre orientadas por el principio de que se aprende aquello que se hace;
si el estudiante está sentado escuchando una lección magistral puede aprender
muchas cosas: a estar callado y atender, seguramente una comprensión parcial de
algunos de los conceptos que se le explican, teniendo en cuenta la limitación temporal
de la atención humana, o, si no es tan buen estudiante, a hablar o hacer otras cosas sin
que se note mucho. Es muy importante atender de forma específica al desarrollo de
las competencias, ya que se ha demostrado que algunos profesores piensan (o quizás
esperan) que las competencias se alcanzarán, de forma mágica, con sólo
identificarlas. Y más concretamente, es necesario enfatizar la necesidad de que las
tareas que se proponen para su desarrollo reflejen la complejidad de las mismas de
forma integrada, ya que son estas tareas más complejas las que deberán llevarse a
cabo en el ejercicio profesional y un enfoque analítico de las mismas parece que no
facilita su desarrollo global (Bowden y Marton, 1998). Y 3), finalmente, definir con
antelación cómo van a ser evaluadas las competencias utilizando para ello
actividades que las pongan de manifiesto, no sólo como actividades aisladas o
independientes, sino nuevamente integradas en competencias complejas. Estas tareas
serán, muy probablemente, similares a las que se han utilizado para su desarrollo. En
efecto, aunque éstas puedan simplificarse en alguna medida para adaptarlas a las
distintas fases de desarrollo, conviene preservar su naturaleza compleja con el fin de
que los estudiantes puedan percibir los componentes en el contexto global,
desarrollando así una concepción flexible y adaptativa de las mismas. Nuevamente,
pues, si lo que el estudiante debe aprender no son sólo conceptos, será necesario
preparar actividades que reflejen con exactitud las competencias que se pretende que
desarrollen. El requisito de elaborar procedimientos específicos y adecuados de
evaluación se deriva, en primer lugar, de la necesidad de rendición de cuentas, es
decir, de demostrar que se han cumplido los objetivos que se pretendía y, en segundo
lugar, porque, como es bien sabido, la evaluación constituye la definición operativa
de los objetivos que se trata de alcanzar y unos procedimientos que reflejen
adecuadamente las competencias contribuyen a realzar su importancia a los ojos de
los estudiantes. Muy brevemente, cualquier cambio educativo sólo es efectivo cuando
se refleja en los procedimientos de evaluación (Resnick y Resnick, 1990). Por esta
razón, como veremos más adelante, se ha prestado una atención especial a la
32
evaluación de las competencias, especialmente si, como sucede con la mayor parte de
las especificaciones de competencias profesionales, tienen que documentarse a lo
largo de la vida profesional (véanse más adelante APA, 2008; Bartram y Roe, 2005;
EFPA, 2008).
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son el Subject Benchmark Statement, desarrollado por la agencia de calidad británica,
y el proyecto de diploma europeo Europsy. El Subject Benchmark Statement (QAA,
2007) correspondiente a psicología no menciona de forma específica la evaluación
entre las competencias de los psicólogos, sino que esta actividad queda descrita y
distribuida en distintas competencias y habilidades tanto genéricas como específicas
como las siguientes: generar hipótesis y cuestiones de investigación, llevar a cabo
investigaciones mediante distintos métodos de recogida de información, analizar
datos a través de métodos cuantitativos y cualitativos, razonar basándose en
evidencias, utilizar distintas herramientas psicológicas como los instrumentos
psicométricos, recoger y organizar información de forma eficaz, resolver problemas o
comunicar resultados.
Europsy (EFPA, 2008; COP, 2008) adopta un modelo mixto de input (centrado en
la «ruta educativa» necesaria para desarrollar las competencias) y output (descripción
de las competencias necesarias para trabajar en una profesión) (véase Roe, 2003) y
distingue entre competencias primarias y facilitadoras. Concretamente, define 20
competencias primarias distribuidas en seis roles que desempeñan los psicólogos
profesionales (especificación de objetivos, evaluación, desarrollo, intervención,
valoración y comunicación) y cuatro categorías relativas al campo profesional
(clínica y salud, educación, trabajo y organizaciones y otros). Así, pues, incluye la
evaluación como uno de los roles en torno a los cuales se agrupan las competencias
primarias del psicólogo y, más específicamente, la define como la capacidad para
realizar evaluaciones de individuos, grupos, organizaciones y situaciones. Véanse
algunos detalles en la tabla 2.1.
Tabla 2.1
La evaluación como competencia primaria del psicólogo, según Europsy
Evaluación de Realizar la evaluación de los grupos por medio de entrevistas, tests y observación en un
grupo contexto relevante para el servicio solicitado.
Evaluación Realizar la evaluación apropiada para el estudio de las organizaciones por medio de
organizacional entrevistas, encuestas y otros métodos y técnicas adecuados en un contexto relevante para
el servicio solicitado.
Evaluación Realizar la evaluación apropiada para estudiar las situaciones por medio de entrevistas,
situacional encuestas y otros métodos y técnicas adecuados en un contexto que es relevante para el
servicio solicitado.
34
amplio de «solución de problemas» o «investigación». Por otra parte, los
componentes de las competencias que implica la evaluación psicológica se han
descrito también con detalle. La American Psychological Association (APA), en su
documento sobre Test User Qualifications (APA, 2000) lista los conocimientos y
competencias que los profesionales necesitan demostrar para utilizar las pruebas de
evaluación psicológica (conocimientos de medida, estadísticos y psicométricos,
selección de las pruebas adecuadas, procedimientos de administración de las pruebas,
conocimiento de las influencias de variables étnicas, raciales, culturales, de género,
edad y lingüísticas, evaluación de sujetos discapacitados y experiencia supervisada) 1 ,
especificándolos para cinco contextos profesionales (psicología del trabajo, de la
educación, vocacional, de la salud y forense). Así mismo, describen las operaciones
básicas a las que sirve la evaluación (clasificación, descripción, predicción,
planificación de una intervención y seguimiento).
Por otra parte, un grupo de trabajo creado bajo los auspicios de la European
Association for Psychological Assessment (EAPA) y formado por expertos en
evaluación de diversos ámbitos (educación, clínica, organizaciones) adoptó un
enfoque más centrado en el proceso de evaluación, generalizándolo a los diversos
contextos y objetivos y describió con detalle los pasos del proceso de evaluación
(véase Fernández-Ballesteros et al., 2001; véanse también las Guías para el proceso
de evaluación, Fernández-Ballesteros y Calero, 2004, y el capítulo 3 de esta misma
obra). La tabla 1.1 recoge las tareas que describió este grupo de trabajo a lo largo del
proceso de evaluación.
Como puede comprobarse, estas competencias podrían resumirse como la
capacidad de:
— Replicable.
35
— Con un lenguaje adaptado al (los) destinatario(s) a lo(s) que va dirigido.
36
en este sentido.
El entorno ofrece un ejemplo completo de evaluación de un caso en su fase
descriptiva, diagnóstica y predictiva. Refleja todas las principales fases identificadas
por el grupo de trabajo de la EAPA (Fernández-Ballesteros et al., 2001) y para cada
una de ellas contiene una biblioteca, con información relativa a la fase
correspondiente y una serie de tareas consistentes en preguntas de elección múltiple
sobre las decisiones, tareas y otras consideraciones pertinentes (véase capítulo 3 para
una descripción más pormenorizada). En cualquier caso, estas preguntas van
aumentando su nivel de complejidad, consistiendo las últimas en síntesis de la
información recogida en las fases anteriores. Las tareas que se proponen son, por
tanto, variadas y representativas de las que contiene el proceso de evaluación, y van
desde la formulación de hipótesis, pasando por la corrección de ciertas pruebas, hasta
la síntesis de la información que éstas ofrecen. Además, son formuladas en el
contexto del proceso recreado vívidamente por los vídeos que contiene el entorno y la
descripción narrativa y en imágenes de las pruebas.
Recrear en un entorno virtual el complejo proceso de la evaluación psicológica no
es tarea fácil y por ello las sucesivas fases que ha atravesado este entorno han
supuesto niveles crecientes de complejidad. Nuestra intención es ofrecer un entorno
que pueda sumarse a las actividades de clase con el fin de:
37
Por lo tanto, un desarrollo previsible en el futuro de SIMAPE tendría que ver con
el desarrollo de nuevas tareas más abiertas y, por lo tanto, con mayor validez
ecológica. Asimismo, el entorno puede enriquecerse con nuevos materiales y
actividades, así como añadiendo las fases de tratamiento y valoración del mismo.
No obstante, hay otras tareas que deben ser realizadas de forma inmediata. La
primera es la evaluación de SIMAPE como una herramienta de aprendizaje,
comparando los resultados de aprendizaje de grupos de estudiantes con los que se usa
y otros con los que no. Y, en caso de obtener resultados positivos, debería
diseminarse el entorno para uso de cualquier profesor interesado.
CONCLUSIONES
NOTAS
1 Es obvio que esta última no constituye una competencia, sino un procedimiento para desarrollar las
competencias necesarias.
2 Recuérdese, en este sentido, la exigencia de la APA de que los evaluadores cuenten con un período de
práctica supervisada (APA, 2000) que, en nuestro caso, puede tener lugar en el caso del Practicum (aunque en
estos momentos no necesariamente, ya que los estudiantes pueden inclinarse por otras opciones que no
implican necesariamente un énfasis específico en la evaluación).
38
3
El proceso de evaluación/diagnóstico
Objetivos
• Identificar las etapas relativas a la descripción, predicción y/o diagnóstico del
caso de evaluación en el contexto de proceso de evaluación.
• Relacionar el proceso de evaluación descriptivo, predictivo y/o diagnóstico
con las Guías del proceso de evaluación (Guidelines for the Assessment
Process, GAP).
• Establecer las distintas subfases del proceso de evaluación descriptivo,
predictivo y/o diagnóstico.
• Seleccionar algunas competencias (conocimientos, habilidades y actitudes)
necesarias en las distintas subfases del proceso para ser entrenadas a través
de un caso concreto mediante el Sistema Interactivo Multimedia para el
Aprendizaje del Proceso de Evaluación (SIMAPE).
39
INTRODUCCIÓN
40
métodos y estudio de casos con el fin de tener en cuenta los distintos pormenores del
proceso (Fernández-Ballesteros, 2004 b y c).
Así mismo, en la figura 3.2 presentamos las fases tal y como se exponen en el
SIMAPE, que se sitúan a la izquierda de la pantalla. El estudiante puede proceder con
el sistema haciendo click en la pantalla o puede introducirse en cada una de las fases;
en ambos casos puede dar inicio a la práctica.
Figura 3.1.—El proceso de evaluación completo, es decir, cuando existe una demanda de cambio.
41
Figura 3.2.—Presentación de una de las primeras pantallas del SIMAPE en la que aparecen las fases del
proceso de evaluación.
Por otra parte, el estudiante puede preferir examinar alguna de las subfases en las
que el proceso esta dividido haciendo click en «subfases». En la figura 3.3 podemos
ver una de las primeras pantallas en las que aparecen las subfases. A todo lo largo de
esta utilidad puede accederse a cualquiera de las fases, subfases, bibliotecas y
actividades presentes en el SIMAPE.
42
Figura 3.3.—Comienzo de la pantalla en la que se insertan las subfases.
43
para realizar un trabajo evaluativo riguroso, que a su vez requiere de conocimientos,
habilidades y actitudes.
En este epígrafe vamos a tratar de integrar los GAP, las fases y subfases del
proceso de evaluación y las competencias que se entrenan en el SIMAPE, como se
presentan resumidamente en la tabla 3.1. Finalmente, en el último capítulo, este
conjunto de fases, subfases, guías y competencias va a ser presentado a través de un
caso concreto.
TABLA 3.1
Relación entre fases y subfases del GAP y del proceso y las guías y competencias
entrenadas en SIMAPE
44
I.2.1
ACTIVIDAD
Análisis de la
entrevista
mediante
protocolo
I.2.2
ACTIVIDAD
Acuerdo entre
ambos
informantes
I.2.3
ACTIVIDAD
Análisis del
cuestionario
informador
45
de III.3 preparación de
información: Corrección de técnicas de
relación de los técnicas evaluación
datos con las III.2.1
hipótesis ACTIVIDAD
Visionar vídeo
III.3.1
III.4 BIBLIOTECA
Interpretación Los subtests
de resultados del WAIS
III.3.2
ACTIVIDAD
Los subtests
del WAIS:
verificación
III.3.3
ACTIVIDAD
Corrección
vocabulario
III.3.4
ACTIVIDAD
Corrección
comprensión
III.4.1
ACTIVIDAD
Interpretación
de resultados
0. LA DEMANDA
Hay que resaltar que la demanda del caso que se desarrolla en este texto es de tipo
descriptivo, diagnóstico y/o predictivo y, por tanto, vamos a centrarnos, tan sólo, en
las cuatro primeras fases del proceso evaluativo, correspondientes a las dos primeras
etapas generales de un dígito de las GAP. En breve, se trata de un caso de deterioro
cognitivo en el que el cliente es el hermano de la sujeto (Pilar), que consulta porque
presenta problemas de memoria, desorientación y otros trastornos cognitivos e
46
instrumentales y quiere saber si ello es patológico así como a qué trastorno responde.
Así, la demanda que establece el cliente lleva consigo, al menos en un primer
momento, su descripción y, seguramente, un diagnóstico. Pero, en todo caso, la
demanda supone el inicio del proceso de evaluación y lleva consigo un preanálisis o
momento cero del proceso. De hecho, en la figura 3.1 se sitúa en la interacción del
sujeto (Pilar), el cliente (el hermano de Pilar) y la psicóloga. La psicóloga posee una
formación determinada que le permite responder a la demanda, puesto que además de
psicóloga colegiada tiene sendos másters en gerontología y en neuropsicología.
En la figura 3.4 podemos apreciar cómo la demanda exige que se haya realizado
su adecuada identificación y que el psicólogo enjuicie si está cualificado para
asumirla y, además, debe conocer y actuar según los criterios de legalidad, éticos y
los procedimientos científicos aplicables al caso. Éstas son las razones por las que a
la hora de seleccionar las competencias a entrenar se presentan los fundamentos de
derecho que pueden limitar la demanda y el código deontológico del psicólogo, así
como las GAP. Entendemos que esos textos son la base tanto de los conocimientos
como de las actitudes éticas y científicas que se requerirán a lo largo del proceso de
evaluación. En la tabla 3.2 se presentan las ocho GAP que rigen en este momento
cero del proceso de evaluación y que consideramos son entrenadas a través de las
tareas encomendadas.
TABLA 3.2
Guías que deben actuar en la demanda
47
en el proceso de evaluación.
5. Durante todo el proceso, el evaluador debe valorar las posibles consecuencias positivas y negativas,
así como los efectos colaterales de la evaluación para el sujeto o cliente y para su entorno social.
6. Al solucionar las demandas planteadas, el evaluador debe seguir, en principio, una aproximación
científica.
7. El proceso de evaluación debe ser lo suficientemente explícito como para que pueda ser reproducido y
valorado, así como para que pueda quedar constancia del mismo.
8. El evaluador debe optimizar la justificación, utilidad y calidad del proceso, así como vigilar las
condiciones que puedan distorsionarlo
48
listado del material más adecuado para evaluar un caso concreto de «deterioro
cognitivo» que, potencialmente, entraña el problema por el que consulta el cliente (el
hermano de Pilar) y se trata de que tenga en cuenta aspectos relevantes en la primera
recogida de información y que sea capaz de discriminar entre distintos contenidos y
estilos de entrevista. Así mismo, se pretende que el estudiante conozca a fondo la
entrevista que se presenta y ponga en relación las distintas informaciones con las que
se cuenta procedentes de distintos informantes, así como que tenga en cuenta
conocimientos de valoración de protocolos estandarizados (como es el caso del
cuestionario del informador).
TABLA 3.3
Guías en la fase de primera recogida de información
1.1.2. Síntesis de las demandas del cliente y de los aspectos de la situación problemática general.
15. El evaluador debe comprobar si la información recogida resulta suficiente para responder a las
demandas planteadas.
16. El evaluador debe averiguar cómo interactúan la persona y el contexto en el que vive.
49
18. El evaluador debe obtener el consentimiento informado del cliente o sujeto sobre las demandas y
metas que van a guiar la evaluación.
Todo ello se ha arbitrado para que el estudiante sea capaz de cumplir las GAP (de
la guía 9 a la 16) y pueda llegar a establecer acuerdos con el paciente y el cliente
sobre lo que se va abordar a continuación (de la guía 17 a 19) como puede observarse
en la entrevista, así como se establece verbalmente un acuerdo con Pilar (la sujeto) y
el hermano de Pilar (el cliente).
50
Las hipótesis pueden ser de distintos tipos; así, como señalamos en otro lugar
(Fernández-Ballesteros, 2004b), podemos postular hipótesis de orden cuantitativo o
descriptivo (por ejemplo, en qué medida el sujeto tiene taquicardia, presenta
«atracones», llora, etc.), de semejanza o clasificación/diagnóstico (por ejemplo, en
qué medida el sujeto se parece a las personas que tienen demencia o puede ser
clasificado según una determinada entidad nosológica), de asociación predictiva o
funcional; así, en qué medida una determinada conducta ocurre asociada a otra (por
ejemplo, los sentimientos depresivos pueden estar asociados a una baja autoestima) o
si ocurre en presencia de algún estímulo o condición que potencialmente la elicita
(por ejemplo, los sentimientos depresivos se mantienen por la atención que le presta
su familia).
El SIMAPE presenta dos actividades con el fin de proceder a la autoevaluación de
sus conocimientos sobre el tema así como los argumentos sobre por qué o por qué no
pueden ser adecuadas las hipótesis. Estas actividades permitirán al estudiante
proceder de acuerdo con las GAP (véase tabla 3.3, 19-24).
Las hipótesis suelen presentar un carácter general y, para ser verificadas, deberán
ser transformadas en formulaciones contrastables. De este modo, el evaluador debe
conocer las técnicas de evaluación más adecuadas, con garantías de rigor, a través de
las cuales va a aceptar cada una de las hipótesis, así como llegar a formulaciones
cuantitativas esperables. Así, en qué condiciones van a ser aceptadas o rechazadas las
hipótesis; por ejemplo, aceptaremos que el paciente presenta una depresión mayor si
obtiene una puntuación mayor que X en un determinado test o/y si obtiene los
criterios de depresión Z en el sistema de clasificación Y. En resumen, las
competencias que se requieren para esta tarea tienen que ver con conocimientos
teóricos y metodológicos
51
Como podemos observar en la figura 3.6, la subfase II.3 es entrenada mediante
dos bibliotecas y dos actividades de autoevaluación. La biblioteca II.3.1 pretende
suministrar información sobre las técnicas de evaluación más idóneas para evaluar las
variables presentes en las hipótesis y la biblioteca II.3.2 presenta información sobre el
comportamiento cuantitativo de los subtests del WAIS en la evaluación del deterioro
cognitivo.
La actividad de autoevaluación II.3.3 entrena la habilidad para diferenciar entre
los distintos tests y decidir cuáles son los más idóneos para operacionalizar las
hipótesis. Finalmente, la actividad II.3.4 pretende entrenar las competencias relativas
a la deducción de puntuaciones esperables en las condiciones que establecen las
hipótesis. A través de estas tareas se pretende entrenar en competencias que permitan
adecuarse a las GAP (tabla 3.3. Guías 25 y 26).
III. CONTRASTACIÓN
52
Figura 3.7.—Subfases y competencias a entrenar en la fase III, de contrastación.
Las tareas implicadas para entrenar en las competencias propias de cada subfase
son las siguientes:
III.1. Preparación
III.2. Administración
53
revise todos ellos o incluso que trate de administrarlos a personas de edad y condición
semejante a Pilar.
III.3. Corrección
III.4. Interpretación
54
1.3.2. Aplicación de los procedimientos de evaluación.
30. El evaluador debe aplicar los procedimientos de evaluación de acuerdo con estándares técnicos y
profesionales.
31. El evaluador debe tener en cuenta los factores que puedan interferir con la adecuada aplicación de
los procedimientos de evaluación.
Una de las normas generales del trabajo del psicólogo es la obligación de informar
al cliente y/o al sujeto sobre los hallazgos o resultados obtenidos a lo largo del
proceso de evaluación. Estas normas se pueden encontrar en el código deontológico
que se presenta en el primer capítulo de esta monografía así como en la fase de la
demanda del SIMAPE. Así, también, las GAP presentan un conjunto de
recomendaciones que pueden encontrarse en la tabla 3.3.
Los objetivos más importantes en esta fase son tres: responder a la demanda de la
evaluación (cumpliendo sus objetivos), devolver al cliente y/o al paciente los
hallazgos encontrados y recomendar acciones que repercutan en su mejora 5 . Así, el
informe debe ser un documento científico, servir de vehículo de comunicación y ser
útil al cliente/paciente (véase Fernández-Ballesteros, 2004b).
En la figura 3.8 se presentan las tres subfases y tareas presentadas en el SIMAPE:
preparación, comunicación y valoración.
55
Figura 3.8.—Subfases y competencias a entrenar en la fase IV de comunicación de resultados: el informe.
IV.1. Preparación
56
expresamente basada en los datos recogidos y valorada en función de su importancia con respecto
a las demandas del cliente.
56. Las inconsistencias encontradas entre los datos deben discutirse en la sección sobre resultados.
2.3.2. Analizar si las circunstancias generales aconsejan volver a empezar, finalizar o pasar a
intervenir.
66. Si se requiere intervención y el evaluador no está cualificado para llevarla a cabo, el sujeto debe ser
enviado al profesional adecuado.
67. Cuando sea pertinente, el evaluador debe enviar un informe a los profesionales oportunos.
IV.2. Comunicación
El informe requiere una comunicación, oral y/o escrita, pero, siempre basada en
una base de conocimiento presentada en la subfase de preparación. Por tanto, el
SIMAPE presenta un cuestionario de autoevaluación como forma de entrenamiento.
No cabe duda de que esta forma es insuficiente y debe verse completada por el
ensayo de conducta y el role-playing de la «real» comunicación de resultados.
IV.3. Valoración
57
estudiante mediante un cuestionario con preguntas sobre el comportamiento durante
la comunicación y el almacenamiento de resultados y el informe.
Finalmente, la última tarea del SIMAPE se presenta en la actividad IV.3.3, en la
que el estudiante debe evaluar el comportamiento del psicólogo a lo largo del caso de
Pilar 6 .
En el capítulo anterior hemos señalado las limitaciones del SIMAPE y,
esencialmente, que no ha sido evaluado en su totalidad. En este momento se está
procediendo a su valoración mediante la comparación de los efectos en el aprendizaje
de competencias y buenas prácticas del SIMAPE y el sistema tradicional de
enseñanza-aprendizaje.
CONCLUSIONES
NOTAS
3 Momento no evaluativo a no ser que se realice el seguimiento de la intervención.
4 Conviene resaltar que la subfase cuarta es especificada en las GAP con dos subfases: análisis e
interpretación de resultados.
5 El término «mejora» ha de entenderse en un sentido amplio y no solo clínico y se utiliza en el sentido de
crecimiento o desarrollo del individuo/contexto sujeto de evaluación.
6 Evidentemente, en el SIMAPE no se contiene toda la información para responder al HAPE, por lo que, en
ese caso, ha de responderse con la alternativa de «No conocida».
58
4
Un caso práctico
Objetivos
• Aplicar las distintas fases del proceso de evaluación a un caso práctico.
• Justificar las decisiones tomadas a lo largo del proceso de evaluación del
caso sobre el que versa el SIMAPE.
59
INTRODUCCIÓN
60
inconsistencias en las informaciones planteadas por ambas fuentes. En este caso,
habrá que dirimirlas o, si se trata de datos objetivos observables, considerar como
criterio la información del hermano.
Además, también en estos casos, ocurre que la evaluación del deterioro cognitivo
en estadios iniciales es muchas veces complicada y puede llevar a equívocos si sólo
se tiene en cuenta los resultados de las ejecuciones del sujeto en los tests de screening
o las impresiones del psicólogo tras la entrevista. Muchas personas aunque presenten
declives en sus capacidades intelectuales, éstos no son fácilmente detectables para el
psicólogo debido a un alto nivel intelectual premórbido y a su compensación durante
la administración de pruebas. Sin embargo, el allegado, como persona que conoce
bien la evolución del sujeto, está probablemente más capacitado para informar al
psicólogo de los cambios observables acaecidos en los últimos años. En nuestro caso,
el allegado ha sido el hermano de Pilar que nos informó de los cambios cognitivos de
su hermana a través de entrevista (véase vídeo) y con el cuestionario del informador
(IQCODE adaptado por Morales, 1995). Este cuestionario es muy útil en estos casos
porque mide la percepción que tiene el allegado del cambio que se ha producido en el
sujeto en los diez últimos años en distintas áreas que suelen verse afectadas ante un
deterioro cognitivo (recuerdo de caras, nombres, la fecha en que vive, comprensión,
manejo de dinero, etc.) 7 . La puntuación obtenida a partir del cuestionario del
informador ha sido de 70; dicha puntuación nos indica que se ha observado un
empeoramiento importante en el funcionamiento de Pilar en los diez últimos años.
Tras analizar exhaustivamente los ítems del cuestionario vemos que donde,
principalmente, se ha percibido el empeoramiento ha sido en lo siguiente: «recordar
cosas sucedidas en los últimos meses», «mantener una conversación sin olvidar lo
que dijo pocos minutos antes», «saber dónde se encuentran las cosas», «aprender a
manejar aparatos nuevos», «seguir una historia en un libro, cine, radio, o televisión»,
«tomar decisiones», «manejar asuntos financieros» y «manejar dinero para la
compra». Así mismo, también informa de que el funcionamiento intelectual general
de Pilar ha empeorado mucho en los cinco últimos años.
Ya sabemos que en esta fase del proceso hemos de plantear supuestos verificables
sobre el caso. Para ello, se habrá de tener en cuenta dos aspectos esenciales: 1) la
fiabilidad y validez de los datos recogidos sobre el sujeto y sus circunstancias, y 2) la
amplitud de los conocimientos que el psicólogo tenga sobre las funciones
psicológicas, las covariaciones bien establecidas entre clases de respuesta, los
fundamentos fisiológicos y neurológicos de la conducta, las variables ambientales
que mantienen o controlan la conducta anormal y un largo etcétera. Esta actividad se
realiza en función de las informaciones obtenidas en las entrevistas (Pilar y su
hermano) y de las observaciones y cuestionarios administrados (cuestionario del
informador) en el primer momento de la evaluación. En primer lugar, dado que se
61
produce un declive cognitivo «normal» asociado a la edad, se deberá diferenciar entre
éste y el deterioro patológico propiamente, para, si procede, determinar en qué
medida se da dicho deterioro (biblioteca 2.1.1.1).
Formulación de hipótesis
1. Hipótesis de cuantificación:
Una vez formuladas las hipótesis, éstas deben ser operacionalizadas (convertidas
en enunciados verificables) mediante instrumentos de medida para su posterior
contrastación. Para ello, necesitamos conocer los instrumentos más adecuados a
nuestro caso por sus garantías científicas y características particulares al mismo
(véase 2.1.1.1 técnicas 1.ª recogida de información y 2.3.1.1 técnicas de 2.º nivel) y el
WAIS (3.3.1.1). Como se señala en las GAP, las variables a examen deben ser
operacionalizadas mediante distintos instrumentos con el fin de triangular la
información.
Enunciados verificables
62
en la evaluación del deterioro cognitivo. Por ser un test de cribaje se utiliza siempre al
principio de la evaluación, ya que sirve para detectar el posible deterioro. Aunque una
de sus ventajas es el breve tiempo de aplicación (aproximadamente 10 minutos), no
es motivo para que no tenga una alta sensibilidad y especificidad (respectivamente,
89 % y 87 %) diagnóstica. Además, otra de sus ventajas es que evalúa las distintas
áreas involucradas en el deterioro cognitivo (orientación en el tiempo y en el espacio,
recuerdo inmediato, recuerdo diferido, memoria de trabajo, praxis constructiva,
reconocimiento, etc.). Para incrementar su valor de predicción se aconseja su
corrección en función de edad y escolaridad. Su punto de corte es 24 para niveles
medios o bajos de educación. Para un nivel medio-alto o alto de educación la
puntuación mínima es de 26. Por tanto, y dado el nivel de educación medio-alto de
nuestra sujeto, 26 ha sido la puntuación criterial a la hora de determinar si se cumple
o no la hipótesis 1.
< 3 en el AVLT pre, < 4 en el AVLT post y < 1 en el AVLT dif. En muchas
investigaciones (Baltes y Baltes, 1997; Fernández-Ballesteros, Zamarrón, Tárraga et
al., 2003) se ha puesto de relieve la plasticidad cognitiva de las personas mayores
incluso de aquellas que están cursando una demencia en fase leve. Además se ha
comprobado la capacidad discriminativa del potencial de aprendizaje a la hora de
diferenciar entre personas mayores sanas o normales de aquellas que están cursando
una demencia. Por esta razón se eligió la prueba de potencial de aprendizaje que más
discrimina a los sujetos para comprobar la hipótesis 1. El AVLT (test de potencial de
aprendizaje verbal) que ha mostrado una sensibilidad de 93,8 % a la hora de clasificar
a los sujetos con EA (enfermedad de Alzheimer en fase leve). Las puntuaciones
criteriales a partir de las cuales se contrasta la hipótesis se han obtenido sumando ½
DT a las puntuaciones obtenidas por los sujetos de investigación; < 3 en el AVLT
63
pre, < 4 en el AVLT post y < 1 en el AVLT diferido.
Con respecto a las subescalas del WAIS III (Wechsler, 1999), éstas son
especialmente útiles en el diagnóstico del deterioro cognitivo, además, en la versión
actual, se ha extendido el rango de los subtests por medio de la incorporación de
ítems más sencillos que permiten una mejor discriminación en el extremo inferior de
rendimiento, eliminando el efecto suelo que tenían anteriores versiones y permitiendo
discriminar a aquellas personas con deterioro cognitivo. Por esta razón, son muchos
los estudios en los que se utilizan diferentes subescalas del WAIS III para evaluar
deterioro cognitivo (Mulet et al., 2005; Sánchez Rodríguez et al., 2004, Sullivan y
Bowden, 1997). Además muchos de los patrones más comunes asociados a la
demencia tipo Alzheimer, según Grillo y Mangone, 2006, se corresponden con
diferentes escalas del WAIS III (véase la tabla 4.1).
TABLA 4.1
Patrones básicos de deterioro más comunes asociados a la demencia tipo Alzheimer
(Grillo y Mangone, 2006)
64
PE < 8 en dígitos. La memoria es una de las funciones cognitivas alteradas en las
personas con deterioro. La prueba de dígitos, que es una prueba de memoria
inmediata de números, se supone que es una de las pruebas sensible al deterioro. Por
esta razón pensamos que si Pilar tiene deterioro cognitivo debería obtener una
puntuación inferior a 8 (por su nivel premórbido superior a la media) en ésta.
PE < 7 en cubos. Como es bien conocido, las habilidades en tareas que requieren
procesos constructivos son muy sensibles al deterioro cognitivo; así, la ejecución en
la prueba de cubos es sensible a la hora de discriminar este tipo de pacientes. Por esta
razón pensamos que para que se cumpla la hipótesis 1, Pilar debería presentar en el
test de cubos una puntuación de al menos 1 DT por debajo de la media de su grupo de
edad.
CIM < 85. Según los autores, el CI manipulativo suele verse más afectado que el
CI verbal en los sujetos con deterioro cognitivo; por tanto, esperamos que Pilar
obtenga una puntuación por debajo de 85 o, al menos, un CI manipulativo menor que
el verbal.
≤ 6 en el test del reloj. El test del dibujo del reloj. TDR (Battersby, Bender,
Pollack y Kahn, 1956) es una prueba de detección (screening) sencilla, rápida y de
fácil aplicación empleada tanto en la práctica clínica como en investigación para
valorar el estado cognitivo del sujeto. Evalúa diferentes mecanismos implicados en la
ejecución de la tarea, fundamentalmente funciones viso-perceptivas, viso-motoras y
viso-constructivas, planificación y ejecución motoras. El TDR es muy eficaz en la
detección del deterioro cognitivo en pacientes con demencia tipo Alzheimer. Esta
prueba es altamente sensible (92,8 %) y específica (93,5 %) (Cacho, 1999),
discriminando perfectamente entre sujetos con diagnóstico de demencia tipo
Alzheimer probable y sujetos sin tal patología. La puntuación máxima que se puede
alcanzar es de 9 puntos y el criterio de sospecha de demencia sería obtener una
puntuación menor de 7 puntos. Por esta razón, en el enunciado verificable de la
hipótesis 1 hemos considerado que Pilar obtenga una puntuación ≤ 6 en el test del
reloj.
65
2. Se cumplirá la hipótesis 2 si obtiene una puntuación:
66
especificidad (sensibilidad = 84 % y especificidad = 95 %). El punto de corte para
descartar depresión es ≤ 9.
TABLA 4.2
Administración de test y otras técnicas de evaluación
1.ª sesión (1 hora): revisión de la escala de Barthel y de la escala de Lawton. Administración de los
siguientes tests: MMSE, Rivermead, Digit span, vocabulario (WAIS) y test del reloj.
2.ª sesión (1 hora): comprensión (WAIS), rompecabezas (WAIS), cubos (WAIS), AVLT (pre),
entrenamiento, AVLT (post), GDS y AVLT (diferido).
3.ª sesión (1/2 hora): informes oral y escrito.
Tras la administración de las pruebas elegidas se obtienen los resultados que van a
ser descritos a continuación.
Resultados
67
En relación con el primer supuesto, en primer lugar, hemos utilizado el MMSE
que es el test de screening o cribaje más utilizado por su alta sensibilidad y
especificidad en el diagnóstico del deterioro cognitivo. Su punto de corte es de 24; sin
embargo, los resultados deben ser interpretados de acuerdo a diferentes criterios tales
como la edad y el nivel de educación. En nuestro caso, un resultado por debajo de 26
indica deterioro cognitivo, dado el nivel de educación de Pilar. Por tanto, como la
puntuación obtenida por Pilar ha sido de 24, se cumple la primera condición para
contrastar que Pilar tiene deterioro cognitivo.
Así mismo, los resultados de las restantes pruebas utilizadas para contrastar la
primera hipótesis, nos informan de lo siguiente:
La puntuación de 6 puntos en el Rivermead (test conductual de memoria) nos
informa de que Pilar tiene un deterioro moderado de memoria. Categoría en la que se
clasifica a los sujetos que obtienen una puntuación entre 3 y 6 en dicho test.
Con respecto al test de potencial de aprendizaje AVLT (BEPAD), Las
puntuaciones obtenidas por Pilar (AVLT pre = 3 AVLT post = 4 y AVLT dif = 0) son
similares a las obtenidas por personas diagnosticadas de demencia leve; (de media:
AVLT pre = 2,55 AVLT post = 4,65 y AVLT dif = 0,40), sobre todo en lo que se
refiere al recuerdo diferido. Puntuación que discrimina muy bien a las personas con
demencia. Pilar no ha conseguido acordarse de ninguna palabra de las aprendidas
cuando ha habido una tarea distractora en medio (se aplicó la GDS entre el AVLT
post y el AVLT diferido).
Con respecto a los resultados obtenidos a partir de las subescalas del WAIS
(dígitos, comprensión, cubos y rompecabezas), excepto en vocabulario, Pilar ha
obtenido puntuaciones por debajo de los niveles establecidos para su edad y nivel de
educación. Además los estadísticos básicos, CIV, CIM y CIT han sido de 97, 83 y 89,
respectivamente. Según estos datos el CIM es inferior al CIV, resultado esperable en
personas con inicio de demencia, debido a que los aspectos manipulativos son más
sensibles que los verbales a este tipo de problemas. Así mismo, si tenemos en cuenta
el superior nivel de formación de Pilar, incluso este promedio bajo en los CI
representa un decremento de 10 puntos en relación con el nivel premórbido.
La puntuación en el test del reloj (PD = 5) indica que Pilar está por debajo de la
puntuación que limita la normalidad, ya que en este test la puntuación máxima es de 9
y se considera que el punto de corte para detectar posibles demencias está en 6 o
menos.
Por tanto, se contrasta el primer supuesto referente a que Pilar presenta deterioro
cognitivo.
Por lo que se refiere al supuesto segundo, también queda contrastado, ya que Pilar
ha puntuado un 4 sobre 8 en el test de Lawton sobre actividades de la vida diaria
instrumentales. Básicamente, la información que hemos recogido indica que Pilar
tiene dificultades a la hora de preparar comidas, no es responsable respecto a su
medicación, necesita ir acompañada para realizar cualquier compra y no es capaz de
manejar sus asuntos económicos. No tiene problemas para utilizar medios de
transporte, lavar la ropa, cuidar la casa o utilizar el teléfono.
68
En cuanto a las actividades de la vida diaria básicas, Pilar no tiene ninguna
dificultad para llevarlas a cabo, ya que ha puntuado 100 sobre 100 en el índice de
Barthel. Por tanto, el supuesto tercero también queda constrastado.
Pilar obtuvo una puntuación de 9 en el test de depresión de Yesavage. Esta
puntuación entra dentro del rango de la normalidad (0-9). Aun así, considerando las
manifestaciones del allegado y de la propia Pilar sobre los cambios negativos que
últimamente se habían producido en su estado de ánimo, se procedió a hacer un
diagnóstico diferencial y excluir una posible pseudodemencia (depresión con
síntomas cognitivos) (véase biblioteca 2.3.1.1), que en nuestro caso quedó descartada
por no cumplir ninguno de los criterios allí expuestos. Por tanto, los datos apoyan el
supuesto cuarto, que hace referencia a que Pilar no tiene una depresión.
Por último, en el tabla 4.3 se presenta la escala CDR, que se utiliza para establecer
el estado evolutivo del nivel del deterioro. Esta escala permite determinar en qué
grado de demencia se encuentra el sujeto
TABLA 4.3
Clinical Dementia Rating. CDR (Hughes et al., 1982)
69
valoración
social está
normalmente
alterada.
Teniendo en cuenta toda la información recogida hasta ahora sobre el sujeto, tanto
en la entrevista con el sujeto y allegado, como la aportada por las pruebas que se le
han aplicado, el psicólogo clasifica a Pilar según la CDR en un estado 1; ya que el
deterioro cognitivo de Pilar repercute en su vida diaria tanto en el aspecto laboral
como social; de forma que se cumple la hipótesis quinta.
Las hipótesis formuladas sobre el problema de Pilar se han contrastado
debidamente, por lo que la psicóloga concluye que Pilar tiene un deterioro cognitivo
compatible con una demencia en fase leve (CDR 1).
INFORME PSICOLÓGICO
70
DATOS PERSONALES:
Nombre: Pilar
Sexo: mujer
Edad: 61 años
Estudios: secundarios completos
A petición de su familia
Fechas de exploración (5, 12, 19 y 26 de febrero de 2004)
Realizado por: LZC (n.º colegiado: 7.897).
DEMANDA Y OBJETIVOS:
Pilar acude a consulta acompañada de su hermano porque presenta déficit progresivo de memoria desde
hace dos años. Manifiesta preocupación por conocer su estado cognitivo y por un posible tratamiento. El
problema comienza, según nos cuenta el allegado, hace unos dos años y desde ese momento la sujeto
empezó a tener fallos progresivos de memoria, cambios de personalidad, de estado de ánimo y dos
episodios de desorientación.
Los objetivos de esta evaluación se centrarán en una primera descripción del problema que sirva para
precisar los criterios necesarios para hacer un diagnóstico y proponer un tratamiento.
DATOS BIOGRÁFICOS:
Nació en Madrid, donde ha vivido hasta la actualidad. Es la menor de tres hermanos (un hermano y una
hermana). Viuda desde los 40 años, a partir de entonces ha trabajado llevando un estanco, actividad que en
la actualidad no realiza por no encontrarse capacitada para ello. Su vida social ha sido muy activa e incluso
aún hoy lo es, ya que tiene muchas y muy buenas amigas a las que ve frecuentemente y con las que realiza
actividades y entretenimientos. Además de sus amigas, también recibe un importante apoyo de sus
hermanos y sobrinos.
Aunque la cliente ha sido colaboradora durante todo el proceso de evaluación, ha habido momentos en
los que se ha mostrado ausente y le ha costado volver a la situación. Así mismo, ha manifestado cansancio
durante la realización de algunos tests.
Su aspecto físico es muy agradable. Aunque su allegado ha informado de desinterés por su arreglo
personal.
TÉCNICAS Y PROCEDIMIENTOS:
71
Funcionamiento cognitivo
MMSE = 24. Esta puntuación está dos puntos por debajo del funcionamiento cognitivo considerado
normal para el nivel de educación del sujeto.
Memoria
Rivermead = 6. La puntuación de seis puntos en el Rivermead (test conductual de memoria) nos
informa de que la cliente tiene un deterioro moderado de memoria.
AVLT (pre) = 3, AVLT (post) = 4 AVLT diferido = 0 ; resultados muy similares a los obtenidos por
personas diagnosticadas de demencia leve. Sobre todo, el hecho de que la sujeto no se acordara de ninguna
palabra en el AVLT diferido discrimina muy bien a las personas con deterioro cognitivo de aquellas que
simplemente tienen fallos de memoria asociados a la edad.
Escalas de medida de la inteligencia de Wechsler
CIV
Atención: Digit span (WAIS): PD = 9; PE = 8
Test de vocabulario de WAIS: PD = 40; PE = 12
Test de comprensión del WAIS: PD = 14; PE = 8
Suma de puntuaciones escalares: 8 + 12 + 8 = 29; puntuación proporcionada a seis pruebas = 58
CIV = 97
CIM
Test de cubos del WAIS: PD = 11 PE = 6
Test de rompecabezas: PD = 18 PE = 9
Suma de puntuaciones escalares: 7 + 9 = 16; puntuación proporcionada a cinco pruebas = 38
CIM = 83
CIT
Suma de puntuaciones escalares verbales y manipulativas: 58 + + 38 = 96; CIT = 89.
Su CIT está por debajo de 1 desviación típica de lo normal para su edad y nivel de educación.
Depresión
GDS: 9. Puntuación que indica que la sujeto no tiene depresión ya que según esta escala, una
puntuación entre 0 y 9 se considera dentro de la normalidad.
Actividades de la vida diaria
AVD instrumentales.
Escala de Lawton. Ha obtenido un 4/8 en el sobre actividades de la vida diaria instrumentales.
Básicamente, la información que hemos recogido indica que la sujeto tiene dificultades a la hora de
preparar comidas, no es responsable respecto a su medicación, necesita ir acompañada para realizar
cualquier compra y no es capaz de manejar sus asuntos económicos. No tiene problemas para utilizar
medios de transporte, lavar la ropa, cuidar la casa o utilizar el teléfono.
AVD Básicas.
Índice de Barthel.
PD = 100/100. Indica que Pilar no tiene ningún problema a la hora de realizar actividades de la vida
diaria básicas.
72
progresivos fallos de memoria que han llevado al sujeto a abandonar su trabajo y a introducir una
cuidadora en su casa porque ya no está segura de poder vivir independientemente. A partir de ahí hemos
procedido a delimitar el problema y corroborar la hipótesis relativa a un probable deterioro patológico del
funcionamiento cognitivo. Además, la paciente, tras examinar otros aspectos relacionados como las
capacidades funcionales básicas e instrumentales, muestra un funcionamiento deficitario de sus
capacidades funcionales compatibles con un probable deterioro patológico. Ante la posibilidad de que se
viera afectado su estado de ánimo, se ha procedido a evaluar una posible depresión en la sujeto, ya que ella
misma y su allegado informaron de cambios negativos; sin embargo, ello no aparece.
Teniendo en cuenta toda la información recogida, tanto en la entrevista con el sujeto y allegado, como
la aportada por las pruebas aplicadas, se confirma la hipótesis de deterioro cognitivo compatible con una
demencia en fase leve (CDR 1), ya que éste repercute en su vida diaria de forma que ha perdido su
independencia para la realización de algunas actividades que antes realizaba, tanto en su vida laboral como
social. Además se ha descartado la depresión como un potencial agente del deterioro.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES:
Se trata de un deterioro cognitivo compatible con una demencia en fase leve (CDR 1), con una
evolución de aproximadamente dos años.
Se recomienda que la paciente sea enviada a un neurólogo para que éste proceda a realizar pruebas
específicas que determinen las áreas afectadas así como el tipo de demencia y de esta forma proceder a
recomendar a Pilar el tratamiento correspondiente, y, en función del diagnóstico médico, se aconseja que
acuda a un centro especializado donde pueda realizar un programa de psicoestimulación y un tratamiento
integral de la posible demencia.
CONCLUSIONES
NOTAS
7 El punto de corte de la versión reducida es de 56/57. En el caso de Pilar, la puntuación del informador
(hermano de Pilar) ha sido de 70. La puntuación se valora de la siguiente forma: ha mejorado mucho (1); ha
mejorado poco (2); apenas ha mejorado (3); ha empeorado un poco (4) y ha empeorado mucho (5). La versión
reducida del test tiene 17 ítems. Por lo que el rango de puntuación oscila entre 17 y 85.
73
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Edición en formato digital: 2018
© Rocío Fernández-Ballesteros, María Oliva Márquez, Carmen Vizcarro, María Dolores Zamarrón
© Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S.A.), 2018
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
piramide@anaya.es
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o por inventar, sin el permiso expreso escrito de los titulares del Copyright.
Conversión a formato digital: REGA
www.edicionespiramide.es
79
Índice
Introducción 6
1. Las buenas prácticas como base del trabajo profesional 9
Cuestiones de definición 10
Breve historia 11
Las «buenas prácticas» en evaluación psicológica 13
Precondiciones del proceso de evaluación 14
Las guías del proceso de evaluación (GAP) 19
Condiciones generales que se derivan de las GAP 27
Conclusiones 28
2. El SIMAPE: un entorno virtual para el aprendizaje de
29
competencias en evaluación psicológica
Las competencias en la formación universitaria 30
Las competencias del psicólogo y de la evaluación psicológica 33
El SIMAPE: un entorno multimedia de aprendizaje 36
Limitaciones del SIMAPE y desarrollos futuros 37
Conclusiones 38
3. El proceso de evaluación/diagnóstico 39
Introducción 40
Etapas del proceso, guías de actuación de buenas prácticas y aprendizaje de
43
competencias
0. La demanda 46
I. Primera recogida de información 48
II. Formulación de hipótesis y deducción de enunciados verificables 50
III. Contrastación 52
IV. Comunicación: el informe 55
Conclusiones 58
4. Un caso práctico 59
Introducción 60
Primera recogida de información 60
Formulación de hipótesis y deducción de enunciados verificables 61
Contrastación: administración de tests y otras técnicas de evaluación 67
Comunicación de resultados: el informe 70
Conclusiones 73
Referencias bibliográficas 74
Créditos 79
80