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INSTINTO DE MUERTE
hondamente diversas de insertar buenas noticias en el mundo entran así en combate cuerpo
mutuamente, y también se alían para descubrir toda flaqueza del otro, la cual nadie puede
psicoanalista. Por más jovial o confiado que pueda parecer el mensaje de cada lado–
sigue siendo oscuro – y , en cada caso, es el rival el que de modo más patente lo tiene que
aprovechar– . Cada una de estas doctrinas está dotada de un sentido opuesto que sabotea
desesperanza de las situaciones dadas es posible, aun así, una verdadera vida para ti en la
fe, aunque sea después de “esta” vida; de modo que tienes razón para sentirte, ahora mismo
liberado, porque lo que te espera tras la muerte ya lanza su luz en la existencia presente.
Por esta esperanza empeña el “logos”, el encarnado, su palabra. Hay que decir que aquí,
tras la exhortación a la vida de fe, el oído adiestrado psicoanalíticamente oye susurrar una
absorbente invitación a la muerte. Desde hace casi dos mil años, se han quejado los
mundanos respecto al cristianismo de que, justo donde aparece más entusiasta es, para
ellos, en un negocio lúgubre; se pide por su mensaje alegre un precio triste: el menosprecio
sufriente? Su promesa terapéutica pone en el mundo una tesis que, por lo pronto, suena
1 SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia, 2001 p. 165
Sloterdijk y Freud 3
competir hasta con las más crudas verdades y los más penosos agravios; lo que puede ser
dicho no tiene que actuar más; acciones fatales pueden ser evitadas mediante confesiones
dolorosas. Así es como esta psicoterapia no promete una salvación sino la oportunidad de
una curación mediante la palabra reanimada2. No hace falta demasiada perspicacia para
de los últimos motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún
la publicación del tratado Más allá del principio de placer, en el año 1920 .
“Si el objetivo de la vida fuera un estado aún jamas alcanzado, eso contradiría la
mucho más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente
experiencia como experiencia sin excepción que todo viviente muere por motivos
Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la búsqueda
confusa de sí y su dicha como no sea la confesión, que ironiza cualquier esperanza de cura,
de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma para regresar al
mutuamente como dos sistemas rivales de cura que, al menos, tienen en común que hacer
pagar sus éxitos con efectos secundarios potencialmente absurdos y amenazadores para la
moviliza un apenas esperanzado imaginarse desde esta vida hacia una más elevada,
posterior, verdadera– y lo que importa es omitir la lucha por las oportunidades de la vida
¿Cuál de los dos contendientes en la batalla titánica por la interpretación de las aspiraciones
radicales humanas ha escogido el mejor principio? ¿Es la vida humana, según su última
4 Como autoridad para una comprobación de consecuencias nihilistas del principio de mentalización se podía
citar el estudio Bewufstsein als Verbängnis (1924) del suicida Alfred Seidel. En el apéndice de la reedición
de ese texto (Edition Subversión, o. J. Bremen, alrededor de 1980, p. 220) se encuentra el apunte desesperado
antifreudiano: “Para el psicoanálisis del psicoanálisis (enfermo-sano): puesto que el capaz de vivir sólo puede
tener ilusiones como concepto del mundo; así mismo, por el contrario, el que destruye esas ilusiones, es decir,
el sádico de la verdad, es, en sí, alguien incapaz de vivir, un tipo de suicida, un falto de instinto, un psicópata
en sentido tradicional”.
“La comparabilidad de psicoanálisis y cristianismo resulta, en especial, de que ambos sean continuaciones del
judaísmo con diversos medios. Esa es una de las consecuencias que se pueden extraer del libro de Yosef
Hayim Yerushalmi Freuds Moses. Endliches und unendliches Judentum,Berlín 1992.
5 Freud conocía, a decir verdad, la conexión de su especulación con las doctrinas de Schopenhauer; no
obstante, creía exponer en su metapsicología algo cualitativamente diverso a la oscura matafísica de la
voluntad.
Sloterdijk y Freud 5
constitución motriz –tal y como lo quiere la antropología cristiana –una búsqueda siempre
desconcertada de la glorificación posmortal del propio Yo “en Dios”? ¿O más bien es la vida,
como enseña la ahondada metapsicología del último Freud, una función de rodeo del instinto
genital –, nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no tener
que sentir más?6 Me parece procedente suspender nuestro juicio sobre estas cuestiones en
tanto una consideración previa nos ponga en condiciones de ponderar las dimensiones
6 SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia, 2001 p. 168.
Sloterdijk y Freud 6
admitimos que el ser vivo vino después del no vivo, y que surgió de el la pulsión de muerte
está perfectamente de acuerdo con la fórmula según la cual una pulsión tiende al retorno a
un estado anterior. Según esta perspectiva “todo ser vivo muere necesariamente por causas
internas”. *1
“La concepción freudiana del instinto de muerte, como retorno a la materia inanimada,
permanece inseparable a la vez de un término último, del modelo de una repetición material
y desnuda, del dualismo de conflicto entre la vida y la muerte”7 Según Deleuze, Freud había
instituido una repetición calcada sobre un modelo representacional: siempre había en último
disfrazándose pero que incluía un elemento desnudo como fin de la cadena. Aquí cabe
preguntarse “¿Qué relación había entre la repetición y los disfraces (la condensación, el
pregunta que formula Deleuze: ¿se repite porque se reprime?, ¿o, más bien, lo desnudo se
producía a través de una repetición sin fin, como si fuese un excedente de los disfraces
infinitos que nos hacen soñar con una presencia final, esto es, se reprime porque se repite?” 8
La asunción y aserción de la primera pregunta por parte de Freud lo anclaba a una lógica
hablamos como Derrida. Si Freud había malogrado el instinto de muerte era precisamente
por frustrar una repetición originaria, un eterno retorno que produce la ilusión del último y del
primer término e incluso la tesis de un “querer la nada”. Sin duda alguna, la pulsión de
muerte freudiana inercial era afín a esa voluntad de nada del hombre reactivo que Deleuze
* 1 Freud como científico del alma, tendría que aparecer como imitador de la filosofía clásica
-ciertamente, sin ser él mismo consciente de ese papel-. Él trasladaba evidentes secretos de
hombre, pero como se verá –para Freud– por más que las “almas” sean, de manera típica,
“vivientes tomas de postura ante los enigmas de lo finito”, ni toda toma de postura es
171.-
El lector lo habría notado: el cambio de término instinto de muerte por la expresión deseo de
muerte no se lleva a cabo sin alusión crítica. Quisiera hacer descender el discurso sobre un
impulso de la psique hacia la muerte tanto como sea posible a la zona de las intenciones
instintivas melancólicas. A esta altura de las reflexiones, no se puede prestar ningún gran
como una tendencia original de la vida sensitiva. Cuando vindicamos una intención física
Pues, en efecto, ¿quién no la conoce la forma psicologizada de mala fe intelectual que sabe
tener razón interminablemente mientras pone en función, a espaldas de los sujetos, móviles
Hablar de deseos quiere decir mencionar a los individuos que los experimentan. Ahora bien,
¿cómo podríamos hallar autores y voces que se presenten como testigos para el más
singular de todos los anhelos? ¿Dónde se han mostrado por primera vez en el escenario de
nuestra cultura deseos explícitos de la propia muerte? ¿Cuándo y dónde empezaron los
hombres a compensar claramente la desventaja de haber nacido con la ventaja del aún-no-
Sloterdijk y Freud 9
formulo de manera tan prolija de cara a mantener la cuestión relevante -de qué fue
todos los medios en el recuerdo. Aquí no puede tratarse de plantear una historia de las
múltiples restricciones de existir como las que se han desplegado desde los días de Hiob y
vida junto a todos los opositores secretos y suicidas ilustres sería sofística a todas luces.
[Sloterdijk]
Sloterdijk
Comentario:
La pulsión de agresión
Los años de la guerra fueron relativamente improductivos y hubo que esperar hasta 1919-
1920 para la redacción de Más alla del principio del placer, en la cual y por primera vez
Más adelante la pulsión de muerte sería designada asimismo con el nombre de Tánatos, en
establecería una distinción entre ambos. La pulsión de muerte estaría dirigida contra sí
mismo, mientras que la segunda, derivada de aquélla, estaría dirigida contra el mundo
exterior. En 1909 Stekel había ya utilizado el término de Tánatos para designar un anhelo de
muerte, pero le había de corresponder a Paul Federn la difusión del término en su acepción
presente.”
Es interesante observar que Freud, aun cuando estaba bien impuesto ya desde el comienzo
sobre los aspectos salvajes de la naturaleza humana y sus impulsos mortíferos, no hubiese
relacionadas con su ruptura con Adler debieron precisamente desempeñar algún papel en
eso. Es bien sabido que Adler postulaba ya desde 1908 la existencia de una pulsión
agresiva primaria. Y sin embargo, según observa Ernest Jones, la concepción de Adler es
más sociológica que psicológica, pues la entendía como una lucha por el poder y con el in
Y por otra parte el propio Freud reconocía sin problemas que desde siempre había sentido
tiempo que me fue necesario para que esa idea se hiciese accesible para mi.”
Comentario 2
Los instintos o pulsiones serían, entonces, las fuerzas que se suponen que actúan tras las
tensiones causadas por las necesidades del ello. Representan las exigencias somáticas
Comentarios:
Estas pulsiones -Eros y Thanatos- entran en juego simultáneamente y es posible que una
no sea más que una variante de la otra, nada más que su dilatación.
Las miras de un impulso consisten en ser descargado, lo que suele producir placer. Sin
su muerte. Estos instintos de muerte o impulsos destructivos parecen estar en oposición con
la tendencia de la líbido a buscar el placer. En su obra, “Más allá del principio del placer”,
fundamental de todos los demás impulsos y al tender todos hacia la muerte, uno puede
resulta del antagonismo entre el impulso hacia la vida y el impulso hacia la muerte:
Comentario
171.-
El lector lo habría notado: el cambio de término instinto de muerte por la expresión deseo de
muerte no se lleva a cabo sin alusión crítica. Quisiera hacer descender el discurso sobre un
impulso de la psique hacia la muerte tanto como sea posible a la zona de las intenciones
instintivas melancólicas. A esta altura de las reflexiones, no se puede prestar ningún gran
como una tendencia original de la vida sensitiva. Cuando vindicamos una intención física
Pues, en efecto, ¿quién no la conoce la forma psicologizada de mala fe intelectual que sabe
tener razón interminablemente mientras pone en función, a espaldas de los sujetos, móviles
Hablar de deseos quiere decir mencionar a los individuos que los experimentan. Ahora bien,
¿cómo podríamos hallar autores y voces que se presenten como testigos para el más
singular de todos los anhelos? ¿Dónde se han mostrado por primera vez en el escenario de
nuestra cultura deseos explícitos de la propia muerte? ¿Cuándo y dónde empezaron los
hombres a compensar claramente la desventaja de haber nacido con la ventaja del aún-no-
formulo de manera tan prolija de cara a mantener la cuestión relevante -de qué fue
todos los medios en el recuerdo. Aquí no puede tratarse de plantear una historia de las
múltiples restricciones de existir como las que se han desplegado desde los días de Hiob y
vida junto a todos los opositores secretos y suicidas ilustres sería sofística a todas luces.
Sloterdijk y Freud 14
[Sloterdijk]
Las reflexiones anteriores debieran haberlo dejado claro: al pasar de la hipótesis del instinto
salta a la vista qué derroche es necesario para hablar en una lengua moderna, científica y
secular sobre eventuales finalidades de la psique -siempre se da por supuesto que tales
últimos propósitos o metas no tienen efecto como tendencias adquiridas y aprendidas por
azar, sino que deben imponerse como tensiones finales endógenas, nacidas de la
acabar con el mundo y la vida no podrían, para cumplir las cualidades pensadas por Freud,
salir a la luz como simple consecuencia de la consunción de la energía vital y pasional. Para
que el “instinto de muerte” sostuviera lo que promete su nombre tendría que motivarlo una
finalidad activa endógena de la misma psique. Cosa que difícilmente se deja objetivar a
escala biológica. El bios no sabe gran cosa de un fin que se le presente como meta interior;
vegetal, por lo que podemos saber , no tiene ningún sentido como último propósito. Incluso
donde seres vivos se resignan a su fin, subsiste bien poco espacio para la imputación del
Sloterdijk y Freud 15
Así es como esa psicoterapia no promete salvación sino la oportunidad de una curación
mediante la palabra reanimada. No hace falta ser sacerdote para captar la tendencia
motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su
“Si el objeto de la vida fuera un estado aún jamás alcanzado, eso contradiría la
naturaleza conservadora de los instintos. Tiene que ser un estado de procedencia mucho
más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente por encima de
todos los rodeos de la evolución. Si pudiéramos suponer como experiencia sin excepción
que todo viviente muere por motivos internos, podríamos entonces decir: El objeto de toda
vida es la muerte,y yendo más atrás: Lo no viviente fue anterior a lo viviente.” (Más allá del
principio de placer, V)
terapéutica. Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la
esperanza de cura, de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma
¿Cuál de los dos contendientes en la batalla titánica por la interpretación de las aspiraciones
radicales humanas ha escogido el mejor principio? ¿Es la vida humana, según su última
constitución motriz -tal y como lo quiere la antropología cristiana-, una búsqueda siempre
desconcertada de la glorificación posmortal del propio Yo “en Dios” ¿O más bien es la vida,
como enseña la ahondada metapsicología del último Freud, una función de rodeo del
placer genital-, nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no
tener que sentir más? Me parece procedente suspender nuestro juicio sobre estas
cuestiones en tanto una consideración previa no nos ponga en condiciones de ponderar las
Así es como esa psicoterapia no promete salvación sino la oportunidad de una curación
mediante la palabra reanimada. No hace falta ser sacerdote para captar la tendencia
motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su
“Si el objeto de la vida fuera un estado aún jamás alcanzado, eso contradiría la
naturaleza conservadora de los instintos. Tiene que ser un estado de procedencia mucho
más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente por encima de
todos los rodeos de la evolución. Si pudiéramos suponer como experiencia sin excepción
que todo viviente muere por motivos internos, podríamos entonces decir: El objeto de toda
vida es la muerte,y yendo más atrás: Lo no viviente fue anterior a lo viviente.” (Más allá del
principio de placer, V)
terapéutica. Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la
esperanza de cura, de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma
¿Cuál de los dos contendientes en la batalla titánica por la interpretación de las aspiraciones
radicales humanas ha escogido el mejor principio? ¿Es la vida humana, según su última
constitución motriz -tal y como lo quiere la antropología cristiana-, una búsqueda siempre
desconcertada de la glorificación posmortal del propio Yo “en Dios” ¿O más bien es la vida,
como enseña la ahondada metapsicología del último Freud, una función de rodeo del
placer genital-, nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no
tener que sentir más? Me parece procedente suspender nuestro juicio sobre estas
Sloterdijk y Freud 18
cuestiones en tanto una consideración previa no nos ponga en condiciones de ponderar las
III
por diversos estados, en Sloterdijk, más allá incluso del empleo del término por la gran
psicología, la expresión alude, con el rigor de una noción esencial a la cinética profunda del
alma, que atraviesa diversos elementos, medios y esferas. De modo tal que el alma debe ser
metoikesis se oculta el motivo inicial de una teoría del cambio universal en la perspectiva
trifásico de entrada, travesía y salida del mundo físico. Preexistencia, existencia y pos-
existencia son los grandes estadios del ser como alma, entre los que la metoikesis ha de
consideración, se hace patente que la palabra, por un lado, no sólo es metáfora, sino
también concepto y, por otro, que no alude únicamente al fin del tránsito, sino que es válida,
Sloterdijk y Freud 19
hombres deben ser entendidos como seres nacientes, vivientes y entrantes, en el sentido de
Como seres que se trasladan , los hombres se hacen ubicuos; como seres que pasan,
conforman sus lenguas metafóricas y metafísicas en las que son expresables puntos de vista
tensión hacia otra parte que, indefectiblemente, tienen presente como búsqueda y nostalgia;
desconcertantes con el peso del mundo y han de buscar su camino entre las verdades de la
despreocupación y el desconsuelo12.
es algo que se puede entender más fácilmente si interpretamos la historicidad de los tres
últimos milenios como la emergencia del humano potencial de traslado. Se extiende sobre
la tierra, desde la India hasta Irlanda, un cinturón ascético, escenario de una pujante
de Occidente, comienza la ofensiva del extremismo diádico contra toda forma de constitución
triangular del mundo. En Occidente, el joven Agustín flanqueo ese movimiento de crítica
Ahora se ve claramente que significa el principio-desierto para la ecología del espíritu. Quien
va al desierto escoge el espacio que le es más apto que ningún otro para minimizar el
mundo desde un lugar mundano. El desierto es la opción de agregar sólo el resto inevitable
del mundo; en el mundo dañino, el lugar menos propicio para la vida es el menor de los
males. El desierto conforma una película transparente de existencia que mantiene al alma
ningún interés para sí, sino que permanece abierto como una gran sala de terapia vacía y
El desierto invita, más que ningún otro espacio, a la actuación de la metáfora psicoteológica.
Allá, hombres que, alguna vez, en su niñez, han oído campanas de algo así como la
sujeción del cuerpo turbulento mediante la voluntad, vagan por la parte más árida del
13 SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-Textos, Valencia, p. 97.
14 SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-Textos, Valencia, p. 101.
Sloterdijk y Freud 21
desierto, con cadenas reales de cincuenta libras de peso alrededor de la cintura; intentando
combates con alucinaciones sensuales y las horas meridianas en lucha con los demonios
“Simón del Desierto”15. Película que trata sobre Simón el estilita, un anacoreta que se
mantiene en penitencia de pie sobre una columna por más de seis años y que no quiere ser
ni tener nada propio; sobre todo, ni voluntad ni mundo propios. Así, en bien de la
desmundanización, los monjes se prohibieron la risa; muchos fueron desnudos toda su vida,
igual que animales en éxtasis; otros prohibieron el uso del calzado y algunos incluso el uso
- Ahora bien, en esta gran metafórica del “traslado”, del cambio de morada [metoikesis],
debe reconocerse una indudable deuda con Sócrates. Sloterdijk deja entrever una tesis
sobre el modo de ser del hombre, una tesis que, si se formulara más explícitamente, podría
desde el principio hasta el fin. Ciertamente, hay que tener en cuenta que, para Sócrates, el
humana psicofísica, sino sólo el alma que tras la retirada del cuerpo, puede conseguir, por
15 BUÑUEL, Luis, “Simón del desierto” (1964), México, Blanco y Negro (mediometraje).
Sloterdijk y Freud 22
fin, una vasta morada –condigna, podríamos decir–. La expresión metoikesis, la mudanza
de casa, el cambio de domicilio, el traslado a otra forma de estar en sí, entendida como
de la existencia humana que está más implicada como cambio de lugar a la misma escala y
en el mismo elemento. Quien se muda, con Sócrates, “de aquí a allá”, no es sólo un turista y
viajante, sino un emigrante entre diversos estados físicos o dimensiones del ser.
alcance mucho más amplio que del contexto de la escena de la muerte socrática. Porque
cuando Platón habla aquí de un traslado de morada o un cambio de casa, no tiene en mente
sólo un paliativo consolador para la irreparable extinción de una vida humana; la expresión
escogida es parte de un discurso sobre el alma que se representa como una fuerza inmortal
morada es un término de la gran psicología, la expresión alude con el rigor de una noción
esencial, a la cinética profunda del alma que debe ser pensada como una vivacidad
del alma interpretada filosóficamente yace un proceso trifásico de entrada, travesía y salida
del mundo físico. Preexistencia, existencia y posexistencia son los grandes estadios del ser
como alma, entre los que la metoikesis ha de servir de mediación. El primer contexto de la
muerte; con todo, en una segunda consideración, se muestra bien patente que la palabra,
por un lado, no sólo es metáfora, sino también concepto y, por otro, que no alude
únicamente al fin del tránsito sino que es válida, en general, para la evolución de la íntima
Sloterdijk y Freud 23
caso de metoikesis, y, en consecuencia, los hombres deben ser entendidos como seres
Sloterdijk
68.
Uno que guardó las distancias frente a tales acuerdos fue el ya citado Friedrich Nietzsche.
Señoras y señores, el autor de La ciencia jovial fue un ego maníaco aguafiestas que no se
arrugaba ante ninguna consecuencia. Y carecía de todo tacto a la hora de no hacer a la vista
gorda con sus colegas; quizá porque él era sólo alguien que se sentía indefenso ante una
verdad y le resultaba más difícil ignorar que a la mayoría. En pocas palabras, él contempló al
hombre y porque se le hizo duro también el amor al hombre se alivió con el desprecio. Buscó
a los grandes fines de la contravoluntad para compensar su náusea con la admiración que
alguien puede profesar a un contrario al que no se le puede atribuir grandeza. Bajo estas
la filosofía: Lejos de hacer la vista gorda, Nietzsche ve algo en Sócrates o cree al menos ver
algo en el gran filósofo que hasta ese momento nadie se había atrevido a observar; expone
el sentimiento certero de saber como le iba en realidad al hombre más sabio. Como si dos
Sloterdijk y Freud 24
mil años quedaran en suspenso, reta a duelo a la figura más venerada y enigmática de la
precedentes bosqueja un retrato del filósofo que, por el modo de su revelación, compensa de
algún modo la perversidad que hasta ese momento se había mantenido oculta. Señoras y
señores, hoy sabemos que cuando hablamos de Nietzsche nunca se trata de colorear validos
procede de fuentes calientes. Nietzsche “tiene” realmente esos problemas a cerca de los
cuales muchos otros autores sólo escriben; el vive sobre un suelo volcánico que desde la
erupción de los viejos problemas sigue siendo fértil incluso en ciertas ocasiones en mismo es
el volcán del que fluyen las corrientes de problemas. “Yo no soy un hombre, soy dinamita”,
dijo cerca del fin de su última erupción, a modo de un vulcanólogo o maestro pirotécnico que
habla de sí mismo.
69.
69.No son ya conocidas las reservas de Nietzsche frente a los rasgos sospechosos de la
figura de Sócrates desde la aparición de su primer escrito como profesor de filología clásica
aboga por el optimismo de la Ilustración y por las empalagosas esperanzas en la mejora del
hombre bueno y otras arias filantrópicas de castrados. Pero también es el primer nihilista en
Sloterdijk y Freud 25
el que la voluntad vital es destruida por las quimeras de la auto observación. En su figura, los
instintos negadores ganan la palma y crean una forma psicológica en la que las grandes
pasiones son desterradas por una razón eternamente despierta. En él el espíritu deviene luz
eterna, luz que, como un ojo de cristal panóptico, fija su mirada sobre los restos de la vida
conducida a la razón, pero a una mórbida razón que no puede tocar nada vivo sin destruirlo.
Señoras y señores, como se sabe, este ataque antisocrático ha influido no poco en algunas
70.- estragos, sobre todo, en la primera mitad del siglo veinte. Sinaden embargo, este
irracionalismo vulgar, como puede apreciarse fácilmente, descansa por regla general sobre
espíritu y vida sólo entra en escena allí donde la vida dañada busca culpables e inculpar,
algunos irracionalistas creyeron poder apelar aquí a Nietzsche, lo cierto es que todo ello se
Con objeto de demostrar esta afirmación, trataré a continuación de discutir de nuevo el viejo
nietzscheano contra el socratismo se revela en verdad ante un examen más atento como un
error más sutil: el error en el que Nietzsche cayó en relación al método socrático. Sócrates
un paso que se presenta desde el punto de vista externo como el ascenso de la filosofía
por qué Sócrates no necesitó dar un peso tan grande a la tragedia como forma estética
ritual? ¿Acaso no advirtió Sócrates una circunstancia que para él volvía superflua la visita al
existente en toda expresión de la existencia humana? Antes de que nos entreguemos a estas
especulaciones, , queda por determinar lo que Nietzsche creía haber visto en Sócrates para
no hacer la vista gorda. Señoras y señores, pienso que la palabra más adecuada para definir
gran dialéctico, según Nietzsche, tuvo que convertirse en el fondo en un hombre que pusiera
71.- ...
...Nietzsche cree así que detrás de la rabia interrogativa socrática se abre un abismo de
bionegatividad (un vocabulario más moderno acuñaría aquí el feo término especializado de
“necrofilia”). Ciertamente, el lector de Platón puede todavía hoy sentir el cuerpo vivo tan
muerto como sea posible. Si se tomara esta afirmación al pie de la letra, los reproches más
duros de Nietzsche contra el patriarca de la filosofía europea sonarían a nuestros oídos más
Quisiera, señoras y señores, pasar por alto la sospecha de bionegatividad esgrimida contra
Sócrates mediante un doble comentario, uno positivo y otro negativo, bosquejando a grandes
uno de los pocos filósofos modernos, quizá el único digno de ser mencionado como tal, que
aún es capaz de mirar a la cara al interrogador demoníaco. Por esto mismo no le trata ni
como Gran Señor ni como santo de la tradición, sino como destino. Siente en Sócrates el
rayo que da comienzo a la época del pensamiento metafísico. En la negatividad del dialéctico
ateniense brilla algo de la misma luz oscura que en esa misma época resplandecía en las
grandes escuelas del negativismo asiático y que todavía hoy no se ha apagado del todo. En
realidad, Sócrates piensa, como se mostrará enseguida, en medio del rayo del que nace la
filosofía, pero sólo Nietzsche oyó el trueno. Hicieron falta dos mil años para que otro
pensador cayera en el espacio auditivo de la tormenta en el que nació la filosofía, y que duró
hasta que los metafísicos y los filósofos empezaron a sentir perplejidad ente lo que estaba en
juego en su trabajo. Quizá tuvo que transcurrir tanto tiempo porque la tradición filosófica se
comporta por regla general como un individuo acostumbrado a olvidar su nacimiento cuando
se trata de abrir las primeras páginas de su existencia; ella no se acuerda, con verdadero
celo autobiográfico, del drama al que debe su existencia; por lo cual, dicho sea de paso, la
mayoría de las veces el pasar las páginas de las historias de la filosofía al uso de una
experiencia tan abúlica como el hojear los álbumes familiares, donde uno se ve a sí mismo
en radiante desnudo moviéndose, inquieto, en la mantita de piel de borrego. Pues así como
las fotos sólo nos revelan qué aspecto tenía el niño en ese momento, pero no descubren el
secreto inherente al hecho de ser este niño, las historias de la filosofía al uso sólo
Sloterdijk y Freud 28
reproducen lo que los honorables antiguos griegos e indios han expresado, pero no
transmiten el misterio consistente en el echo de ser los pensantes en el escenario del antes
de pensar. Nietzsche es uno de los que , sacando fuerzas de una honda capacidad de
recuerdo, empezaron a tener presente casi desde dentro las viejas tensiones espirituales. En
su ataque a Sócrates no hace sino retomar el conflicto en el lugar decisivo, como si supiera
logra contemplar al partero de la filosofía occidental en sus asuntos de un modo más crítico
73.-
haya transmitido únicamente a través del velo platónico. Lo que se encuentra debajo del velo
acontecimiento cuyo autor y testigo ha sido el mismo Sócrates. Lo que Sócrates quería
realmente no se muestra con tanta claridad en los actos de blanqueo platónico como en las
crisis de algunos pensadores modernos en los que se repite el problema socrático con la
urgencia de lo que hay que pensar por excelencia. Allí donde la filología dimite, continúa
ocasionalmente el drama, pero ¿qué drama es éste? Sócrates no nos ha dejado línea
alguna, y las tentativas precedentes de atribuir al opus oral del filósofo un título son tan
morir, la dialécica como método de la virtud, la mayeútica como coraje para la pedagogía...
La única confrontación moderna con el espíritu socrático que no es irrelevante lleva el título,
Sloterdijk y Freud 29
correcta, a saber, que Nietzsche piensa desde un planteamiento psicodinámico que pone de
manifiesto similitudes fundamentales con el propuesto por Sócrates –sólo que él aprecia el
lado convexo de lo que Sócrates había proyectado desde el cóncavo– , la reconstrucción del
psicodrama entre estos dos espíritus afines podría conducir a una inversión de elementos.
En el centro de la praxis filosófica socrática nos encontraríamos entonces con una obra no