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11.2 Política económica de franquismo: de la autarquía al desarrollismo.

Transformaciones sociales: causas y evolución

Tras la guerra se produjo un descenso en la renta nacional y la renta per cápita. El aislamiento internacional y la política del
dictador generaron un estancamiento y depresión económica durante veinte años.

Entre 1939 y 1950 predominó el hambre y la miseria. El franquismo optó por la autarquía económica: rechazo de la entrada de
capital extranjero, limitación de importaciones y exportaciones, intervención del Estado en la producción y distribución de
bienes y fijación del valor de cambio de la peseta. En 1941 se creó el INI (Instituto Nacional de Industria), para que el Estado
fabricara los productos que la empresa privada no producía, pero la mala gestión lo convirtió en una fuente de déficit público.

La autarquía no logró aprovechar la producción interna por la escasez de materias primas (algodón, petróleo). La falta de
alimentos los encarecía, y el Estado organizó su racionamiento, al que acompañó enseguida un mercado negro. En 1950 el
fracaso de la autarquía era evidente. La inflación continuaba frente al estancamiento de los salarios.

El giro en la política llegó junto a las ayudas norteamericanas. En 1952 se hizo un Decreto de liberalización parcial de precios,
comercio y circulación de mercancías, que permitieron acabar con el racionamiento. Las ayudas americanas aumentaron las
importaciones de bienes de equipo, mientras que la entrada en funcionamiento de las centrales eléctricas acabó con el
racionamiento energético. Este crecimiento fue acompañado de inflación y déficit en la balanza comercial.

En 1957 Franco incorpora al gobierno a los tecnócratas (Navarro Rubio, Ullastres), que prepararon el Plan de Estabilización y
Liberalización de 1959. Tenía dos objetivos: frenar la inflación y liberación el sector exterior. Se reformó el sistema fiscal, se
devaluó la peseta y España consiguió ayudas del FMI y la OECE.

Este proceso de conversión de la autarquía en un sistema capitalista comenzó a tener efectos positivos a partir de 1961. El
despegue económico se basó en la aparición de nuevos recursos: el turismo, las inversiones de capital extranjero y la
exportación de mano de obra (más de un millón de emigrantes a Alemania, Francia, Suiza, etc.). Además, se elaboraron tres
planes de desarrollo cuatrienales entre 1963 y 1975 para estimular las inversiones privadas y crear los llamados polos de
desarrollo (Valencia, Valladolid, Huelva, Vigo, Burgos, Sevilla, etc.)

Evolución social Durante la primera etapa del franquismo la sociedad dio un giro hacia formas conservadoras. Quienes
manejaban los hilos de la economía establecieron relaciones de clientelismo y formaron un grupo de nuevos ricos cercanos al
poder.

En los años 60, el crecimiento económico no trajo un cambio en los desequilibrios sociales: al drama humano de la emigración
se sumaba el del éxodo rural, con centenares de familias hacinadas en suburbios y chabolas. El nivel de vida de los trabajadores
estaba muy por debajo del europeo, y el contraste se hacía más evidente en las zonas costeras que se llenaban de turistas
extranjeros.

A pesar de ello, a mediados de los 60, el desarrollo de la vida urbana fue variando el modo de vida las mentalidades. El baby
boom obligó al gobierno a multiplicar escuelas e institutos, reduciendo la importancia relativa de la enseñanza religiosa (en
1975, más del 70% de los alumnos acudían a centros públicos). Desde 1963, con la Ley de Bases de la Seguridad Social, el
Estado asumió todas las prestaciones sociales y sanitarias, financiando el sistema mediante aportaciones de trabajadores y
empresarios. El crecimiento económico permitió aumentar la red de hospitales, aunque hacinados y tecnológicamente
atrasados.

La novedad más significativa fue el continuo incremento de la población activa femenina (el 20% en 1970), por lo que suponía
de cambio de mentalidad entre las clases medias. En este cambio tuvo mucho que ver no solo el desarrollo urbano, sino
también el turismo y la difusión de medios de comunicación, como la televisión (en 1969 la tenían el 62% de los hogares) y el
cine. La luz eléctrica llegaba a casi todo el país, y una gran parte de los hogares tenían teléfono, frigorífico y lavadora. Una
cuarta parte de las familias tenía coche propio (el Seat 600). Incluso el veraneo en zonas playeras comenzaba a ser numeroso
entre los españoles.

Hacia 1970 la sociedad de consumo estaba llevando a un progresivo alejamiento de los valores defendidos por la élite del
régimen: relajación de la asistencia al culto religioso, mayor tolerancia social a nuevo hábitos de relación social y sexual,
aceptación de modas y movimientos culturales que llegaban desde fuera.

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